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    La tercera palabra de Jésus

INTRODUCCIÓN
Se conoce como Las Siete Palabras a las siete frases que Jesús pronunció antes de morir,
recogidas por los evangelistas.
• Los dos primeros evangelios, Mateo y Marcos, mencionan solamente una, la cuarta.
• Lucas relata tres, la primera, segunda y séptima.
• Juan recoge las tres restantes, la tercera, quinta y sexta.

Nunca nada las cosas son hechas por casualidad, aunque he tenido el privilegio de
presentar varias veces alguna reflexión de estas palabras, es la primera vez me toca
dar esta tercera, y les digo que no es casualidad, ya que ahora lo puedo ver como
padre.
  
Juan 19:26-27

Y cuando Jesús vio allí a su madre y al discípulo a quién amaba, dijo a su madre, “Mujer, he ahí
tu hijo.” Entonces dijo al discípulo, “¡He ahí tu madre!” Y desde aquel momento el discípulo la
acogió en su familia.   

Hay por lo menos tres razones por la cual estas palabras a su madre y a al querido discipulo son
un enorme estimulo a nuestra fe y de esta manera lo voy a explicar el día de hoy.

El amor a nuestra propia familia


la primer razón, es el amor hacia nuestra propia familia: Maria había estado en todo el proceso
que había pasado Jesus, el arresto, el juicio y la crucifixión,    En el corazón de la Madre se
habían guardado también cosas que Ella no había llegado a comprender del todo. Treinta y tres
años antes había subido un día al Templo, con su Hijo entre los brazos, para ofrecérselo al Señor.

Y fue precisamente aquel día, cuando de labios de un anciano sacerdote oyó aquellas palabras:
“A ti, mujer, un día, una espada te atravesará el alma”. Los años habían pasado pronto y nada
había sucedido hasta entonces.

B. En la Cruz se estaba cumpliendo aquella lejana profecía de una espada en su alma. Al que ella
conoció como su hijo allí clavado por haber hablado con la verdad, haber hecho milagros y dado
pan al hambriento.

Yo el día de hoy ya siendo padre no podría pensar en el dolor de maria hasta el momento. el
pensó en su madre; si yo perdiera a mi hijo estaría desconsolado. el aun estando en la cruz con
todo lo que ya había sufrido y pasaba justamente, supo que dejaba un vacío y le dijo mujer he
aquí tu hijo, dándonos como enseñanza que también debemos de tener amor entre nuestra misma
sangre. vuelvo a repetir el pensó en su familia que le quedaba, con ese mismo amor hermanos
nosotros debemos también de cuidar de nuestra propia sangre.

La Capacidad de Jesús de Cuidar de nosotros


La segunda razón por la que las palabras de Jesús a su madre son un estímulo para nuestra fe es
que: si Jesús pudo mantener sus propias necesidades en el momento de su más profunda
debilidad y humillación, ¡cuánto más puede mantener vuestra necesidad en su poder y exaltación
actual! No solo estas tú, como un discípulo obediente, en una mejor posición que la propia madre
de Jesús para recibir la bendición de la mano del Señor, sino que él ahora está en una mejor
posición para dártela que en la posición en que estaba cuando se trató de su madre.

Según Efesios 1:19-20, la grandeza del poder de Dios que trabaja en nuestro nombre, aquellos
que creemos, “confiere con la eficacia de la fuerza de Dios, que produjo al resucitar a Cristo de
entre los muertos y sentarle a su derecha en el cielo.” La satisfacción generada por nuestros
pecados en el Calvario fue tal que Dios honró este sacrificio resucitando a Jesús de entre los
muertos y dándole gloria, poder y abundancia de todas las cosas sin igual. Y así, cuando el
apóstol contempla si podemos contar con Cristo para atender nuestras necesidades, es esta
abundancia de gloria que le da seguridad. Él dice, “Mi Dios abastecerá todas vuestras
necesidades según sus riquezas en gloria en Jesucristo” (Filipenses 4:19). Cristo resucitado tiene
tantas maravillosas riquezas que no necesita rechazar a nadie. Como Pablo dice en Romanos
10:12: “No hay diferencia entre Judío y Griego; pues el mismo Señor es Señor de todos, que da
abundancia de riquezas a todo aquel que le llama.”

Por eso, las palabras de Jesús a su madre desde la cruz son un gran estímulo para nuestra fe.
Porque si él pudo mantenerse en los momentos de debilidad y humillación, cuánto más puede
hoy cumplir con todas nuestras necesidades desde la derecha de Dios, lleno de poder, riqueza y
gloria.

La Iglesia como una Nueva Familia Espiritual

La tercera razón por la que las palabras de Jesús a su madre alientan nuestra fe es que nos
demuestra los beneficios de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Tened en cuenta que contrariamente a
la costumbre y la esperanza, Jesús no amonestó a sus propios hermanos por cuidar a su madre.
Cualquiera que fuera la razón para no dejar a María al cuidado de sus otros hijos, la nueva
relación entre María y Juan pone de manifiesto las previsiones hechas para nosotros en el cuerpo
de Cristo.

Recordaremos como Jesús dijo al hombre rico que vendiera todo lo que tenía y le siguiera. El
hombre se alejó, y Jesús dijo, “Cómo de difícil será para un hombre rico entrar en el reino de
Dios.” Y Pedro dijo, “Date cuenta que nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.” Y Jesús
respondió, “Sinceramente te digo, no hay nadie que haya dejado su casa, sus hermanos o
hermanas, su madre o su padre, sus hijos o sus fincas por mí y el evangelio. Él recibirá cien
veces más ahora: casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y fincas, pero también recibirá
persecuciones; y en el más allá la vida eterna.” Entonces, ¿dónde en esta vida vamos a recibir
100 niños y 100 madres? Respuesta: en la iglesia, la familia de Dios.

Cuando Jesús le dice a María: “Mira a Juan como a tu hijo”; y a Juan: “Mira a María como a tu
madre”; nos enseña cómo nuestras necesidades se encuentran una vez que hemos dejado todo
para seguirle. Pablo dijo en Hechos 20:28 que Cristo “adquirió la iglesia de Dios con su propia
sangre.” Por eso, uno de los obsequios que Jesús nos dio desde la cruz fue la iglesia: una
cariñosa, generosa, sustentadora, esperanzadora familia más allá de la familia. Y esto es un gran
estímulo para nuestra fe en el cual él muestra el significado de la iglesia como lo hizo en la
relación entre Juan y María.

Así que vamos a ser valientes en el cuidado y suministro de nuestro Señor. Si él tenía muchas
ganas de cuidar de su madre, ¡cuánto más ansioso estará hoy por cuidar de aquellos que le
escuchan y cumplen la Palabra de Dios! Si Jesús pudo atender sus necesidades en el momento de
su mayor debilidad y humillación, cuánto más puede cubrir vuestras necesidades en su presente
de abundancia de poder y exaltación. Y si Jesús adquirió la iglesia con su propia sangre y ordenó
que en ella las madres sin hijos encontrasen hijos y los hijos encontrasen madres, entonces hoy
nadie debería estar sin una familia que cuide de ellos en el cuerpo de Cristo. Amén.

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