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La Virgen fiel

Ciclo B. Domingo 4 de Adviento / Lucas 1, 26-38. Lo que le falta al hombre de


hoy, son modelos de fidelidad, ejemplos que arrastren.

Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer

Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la
estirpe de David, llamado José. La Virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se
preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios.
Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él
será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el
trono de David, su Padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los
siglos y su reinado no tendrá fin.”
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo
permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Por eso, el Santo que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí
tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un
hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay
nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del
Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su
presencia.

Reflexión
1 Sin duda, hemos escuchado mucho sobre la crisis de fidelidad y
sobre lo que es la verdadera fidelidad, la que se espera de un cristiano.
Pero la pregunta es, si estas explicaciones nos han alcanzado
íntimamente, si nos han llegado al corazón. Lo que nos falta, tal vez, es
una síntesis vital y vivida de lo que hemos escuchado. Lo que nos falta
es un modelo, un ejemplo de fidelidad que nos arrastre.

El fundador de mi comunidad sacerdotal, el Padre José Kentenich, dijo


en una oportunidad: “Un hombre sabio me impresiona, pero un hombre
fiel me conmueve”. Así queremos también nosotros experimentar y
palpar la fidelidad en una persona concreta. Y esta persona, modelo de
la fidelidad humana, es María: la Virgen fiel.

2. Ahora, si queremos contemplar la fidelidad de María, tenemos que


saber qué es fidelidad. Yo diría que fidelidad es la conservación pura,
lozana y acrisolada del primer amor.
Primer amor - fidelidad y amor siempre van juntos, se corresponden.
Porque el amor es el alma de la fidelidad. Fidelidad sin amor es
terquedad. Y el amor que no es fiel, no es un amor. Porque el amor que
no es fiel, no es un amor auténtico, ya que no es duradero.

3. Entonces, ¿cuál es el primer amor de María? El Evangelio de la


Anunciación nos hace ver la hora que cambia la vida de María, y que
cambia la historia del mundo. Dios le pide ser Madre de su Hijo.
Y en este momento nace su primer amor, el gran amor de toda su vida:
el amor a su Hijo Jesucristo. Decidida y alegremente acepta su nueva
misión, diciendo su: “Fiat, Hágase en mí según tu palabra”.

Sabe que su FIAT no es el “Sí” de una hora, sino el sí de toda una vida.
De ahora en adelante, todo su amor, su entrega y su fidelidad dedicará
a su Hijo. Y empieza una inseparable bi-unidad entre María y su Hijo.
Ella está con Él, como compañera y colaboradora, en los grandes
momentos de la historia de salvación, desde la Encarnación hasta su
Asunción.

4. El don de su primer amor es un don que tiene que probarse en la


vida. No es un don acabado, sino que es un don que María tiene que ir
conquistando cada vez más perfectamente. Porque la verdadera
fidelidad es la fidelidad probada y acrisolada, la que perdura las
tormentas de la vida.
Y la fidelidad a su primer amor sufre ya muy pronto duras pruebas. En
primer lugar su situación difícil frente a su prometido José, a quien no
puede explicar lo que le ha pasado. Después el nacimiento de su Hijo
en la soledad y en la miseria.
Y como primer resultado del nacimiento del Salvador, la matanza de
los Inocentes. Y María tiene que huir de noche con su familia a tierras
extrañas y vivir allá como refugiados.
Y así siguen las pruebas y exigencias de Dios durante más de treinta
años. Y siempre de nuevo, Ella repite, sin comprenderlo del todo, el Sí
de la primera hora, el Sí de su vocación y de su fidelidad.

5. Y entonces llega la hora del Calvario. Ella está allí al pie de la cruz,
casi sola. Los demás han desaparecido, como suele suceder en la
hora de prueba. Y en este momento oscuro María da su FIAT definitivo.
Y es este último FIAT el que cuenta verdaderamente. Ella, en el
Calvario, es Madre de verdad, porque se es verdaderamente Madre
sólo cuando se da todo. Y María entrega lo único que tiene: su Hijo
Jesús.

Y este momento de entrega total, el Señor crucificado lo elige, para


entregarnos a su Madre a nosotros como sus nuevos Hijos. Y desde
entonces estamos incluidos en su primer amor. Y como antes se ha
dado enteramente a su Hijo Jesús, así entrega en adelante todo su
amor y su fidelidad a sus hijos en la gran familia de la Iglesia.
La fidelidad a la persona de Cristo tiende necesariamente a la fidelidad
a la Iglesia, la comunidad, la familia de Cristo.

6. Después de la Ascensión del Señor, María empieza a actuar como


Madre de la Iglesia primitiva. Reúne a los apóstoles y primeros
cristianos en el Cenáculo e implora con ellos el Espíritu Santo.
Su misión de madre de la Iglesia se hace más actual aún después de
su Asunción. Ahora puede cumplirla en toda su universalidad y
profundidad: puede ser plenamente Madre para todos los suyos y
darles a cada uno el amor, la ayuda y la protección que necesitan.
Durante toda su historia la Iglesia ha experimentado este amor
extraordinario y esta fidelidad ilimitada de María. Por eso le tiene tanta
confianza, respeto y cariño a su Madre.

7. Queridos hermanos, también en nuestra vida había un primer amor a


Jesús. Y mirando el camino de amor fiel de María, debemos
preguntarnos:
* ¿Hemos nosotros conservado puro, lozano y acrisolado nuestro
primer amor?
* ¿Hemos sido tan fieles como María en las muchas pruebas de
nuestra vida?
* ¿Y hemos incluido en nuestro amor y fidelidad también la Iglesia, la
comunidad de Jesús, y sobre todo la comunidad concreta de nuestra
parroquia?

¡Qué así sea!


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

Virgen fiel

Autor:
En dos sentidos puede entenderse este título.

La palabra fidelis o deriva de Fides (FE) y entonces alabamos a la


Bienaventurada Virgen porque se distinguió en la fe y ejerció perfectamente
esta primera Virtud Teologal o la palabra fidelis que es adjetivo de fidelitas
(FIDELIDAD) y en este caso se da gloria a la Virgen María porque fue muy fiel
a las Promesas que le hizo a Dios y a los deberes que Jesús le asignó. ¡Con
qué fidelidad respondió a los planes de Dios y con cuánto amor aceptó de su
Divino Hijo ser nuestra Madre!.

Procuraremos conocer una y otra virtud de esta Virgen Fiel.

La fe, con relación al entendimiento, debe tener dos cualidades principales: ser
sencilla y firme.

La sencillez exige nuestro pronto asentimiento, a todas las verdades


propuestas por la fe, aún a los más inaccesibles misterios, asentimiento que
se apoya únicamente en la autoridad de Dios revelante.

Para introducirnos en el mundo de la materia, Dios nos dio los ojos del
cuerpo; para introducirnos en el mundo de los principios, de la ciencia, de las
leyes que gobiernan todo lo creado, nos dio la luz de la inteligencia; para
introducirnos en el mundo sobrenatural, nos dio la luz de la fe y puso como
Maestra a su Iglesia que, con autoridad materna e infalible, nos introduce en
este tercer mundo que supera infinitamente en magnitud y magnificencia a los
otros dos.

Debemos ir a través de la vida con la sencillez de un niño conducido de la


mano de su madre. Jesús dijo: "quien no acoge el reino de Dios como un niño
no entrará en él" (Lc. 18;17).

No olvidemos que la fe es un don de Dios que se manifiesta a los humildes y a


los sencillos: "Te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los
pequeños". (Mt. 11:25).

• La fe debe ser firme, no dudosa ni vacilante. Esta certeza inmutable, que


debe extenderse a todas las verdades reveladas, tiene un fundamento más
sólido e infalible que cualquier testimonio de la razón, de los sentidos o de la
experiencia, porque estos elementos de certeza humana pueden ser débiles y
falibles, mientras que el fundamento de la veracidad de Dios es luz eterna,
indefectible e inmutable.

¿Dónde estaría el mérito de la fe, sí se apoyase, no sobre la autoridad de Dios,


sino sobre la razón y sobre el testimonio de los sentidos?

Nuestra fe está fundada, además, sobre la infalibilidad de la Iglesia, columna y


fundamento de verdad, a la cual Jesucristo ha prometido asistir hasta la
consumación de los siglos.

FE

--- María Santísima poseyó en grado heroico todas las virtudes y debió poseer
en grado singular la Fe, que es la primera de todas ellas; Ella llevó a la
máxima altura su propia santidad, y debió poner el más sólido fundamento.
Ella agradó a Dios más que ninguna criatura porque tuvo muy viva la fe ... fe
formada por la mas ardiente caridad.

• El Arcángel le anuncia el altísimo misterio y Ella da el humilde y dócil


asentimiento de su Fe y exclama "he aquí la esclava del Señor, HÁGASE en
mí..."

• El mismo Mensajero le anuncia la maternidad milagrosa de Isabel, Ella lo


cree y va solícita para asistir a su anciana prima.
• En la pobreza de la gruta de Belén nace el Hijo de Dios como el más pobre de
los niños. Ella es la primera en adorarlo.

• El Rey de Reyes debe huir al destierro, escondido bajo el velo de la Madre y


sustraerse a la ira de un rey terrenal y Ella, adora el misterio de la aparente
debilidad del Omnipotente.

• Los habitantes de Nazaret verán durante treinta años, en Jesús, a un joven


humilde y lo creerán hijo del carpintero. La fe de María ve y adora en El al
Divino Artífice del cielo, de la tierra y de los siglos.

• Ella ve a su Hijo perseguido, calumniado, condenado, llevado a la cruz,


traicionado por un discípulo, negado por otro, abandonado de todos (menos
San Juan), comparado con vulgares ladrones, crucificado, muerto. Ella se
mantuvo en la sombra y no quiso mostrarse como Madre del triunfador
(durante la vida pública de Jesús ... cuando hizo milagros) pero su Fe la llevó
al Calvario como Madre del Condenado, y adora en el Altar de la Cruz, al
Pontífice Eterno, al triunfador de la muerte y del mal.

¡Qué fe la de María Santísima!, sencilla, firme, constante, vivísima, hecha más


espléndida por el dolor.

El Espíritu Santo hizo a María depositaria de esta fe y Ella instruyó en esta


virtud a los Apóstoles durante el tiempo que transcurrió entre la Ascensión de
Jesús y la de su propia, amorosa y gloriosa muerte.

FIDELIDAD

La fidelidad es aquella virtud que nos inclina a mantener, a cumplir las


promesas hechas. Es una virtud afín a la justicia.

María poseyó eminentemente también esta virtud; Ella fue constante y


perfectamente fiel a Dios y a nosotros. Fue siempre toda de Dios, atenta a
cumplir su voluntad.

Fiel en el gozo y en el dolor, en el oprobio y en la gloria, en Nazaret y en Belén,


en Judea y en Egipto, durante el triunfo del Hijo y en su muerte sobre la Cruz
en el Calvario.
Imitemos esta admirable fidelidad en nuestros deberes, en la fidelidad a la
voluntad Divina en nuestra sublime misión, a nuestra vocación a la santidad,
a los designios que sobre nosotros tiene la paternal Bondad del Señor.

María Santísima, Virgen fiel a nosotros. Atendiendo a las palabras de su Hijo


moribundo, Ella es Madre para todos, nos ama, nos favorece, nos obtiene el
perdón de los pecados, la perseverancia en el bien y la vida eterna. Ella es la
Madre de la santa esperanza.

Pongamos primero en Dios nuestra esperanza y luego en Ella y jamás seremos


confundidos.

Fuente: mercaba.org

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