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CUESTIONES FUNDAMENTALES, LOS APORTES DE LA FÍSICA

8 ¿Para dónde vamos?

Luego de haber establecido un supuesto origen del universo en el Big Bang, nos
preguntamos si habrá un final y cómo será.

Entropía

El comportamiento del universo a gran escala es asimilable, con algún grado de


precisión, al de un gas que inicialmente se encuentra confinado en un pequeño
recipiente. Supongamos que el gas está comprimido a la máxima densidad y a la
máxima temperatura posible, y que en el interior del recipiente no queda ningún
espacio vacío. A continuación supongamos que, por alguna misteriosa razón, las
dimensiones del recipiente empiezan a crecer gradualmente y las partículas del gas
disponen de mayor movilidad. 13700 millones de años más tarde el volumen del
recipiente se ha expandido de tal manera que el número de partículas de gas por
metro cúbico ha descendido a una, y la temperatura del sistema es de unos 2.7 K,
cercana al cero absoluto, aunque, todavía, no demasiado.

El proceso que acabamos de describir es irreversible y se conoce como expansión


adiabática. La irreversibilidad es la característica dominante de los procesos
termodinámicos espontáneos y de ella da cuenta la segunda ley de la termodinámica,
según la cual los sistemas termodinámicos evolucionan hacia el estado en el que la
entropía llega a su máximo valor. Así como el concepto de energía se elaboró para dar
cuenta de una magnitud física que se conserva, el concepto de entropía se refiere a
una magnitud que varía en los sistemas que no han alcanzado el equilibrio.

La asimetría de los procesos termodinámicos respecto al tiempo se refleja en el


carácter unidireccional del flujo térmico entre cuerpos que inicialmente se encuentran a
diferente temperatura y se ponen en contacto. Se dice que el calor siempre pasa del
cuerpo de mayor temperatura hacia el de menor temperatura.

Una característica de las leyes más generales de la física es su carácter negativo, en


tanto que pueden ser enunciadas en términos de aquello que no se puede hacer. Las
leyes de la termodinámica son un buen ejemplo de esta condición. La ley de
conservación de la energía establece la imposibilidad de que existan los denominados
móviles perpetuos de primera clase, es decir, sistemas mecánicos aislados que
realicen trabajo de manera indefinida, echando por tierra la utopía medieval de la
fuente inagotable de energía. Por su parte, la segunda ley de la termodinámica,
decreta la imposibilidad de que exista una máquina térmica que, sin tener ningún
contacto con el exterior, transfiera calor de un cuerpo frío a un cuerpo caliente, y
realice trabajo de manera indefinida a partir de diferencias internas de temperatura.
Además, la segunda ley de la termodinámica establece restricciones insalvables
respecto a la eficiencia de los motores térmicos. Mientras que la primera ley de la
termodinámica expresa la imposibilidad de que existan fuentes ilimitadas de energía,
la segunda ley establece la imposibilidad de que en un proceso termodinámico se
pueda aprovechar el ciento por ciento de la energía térmica para realizar trabajo. En
consecuencia, en todo proceso termodinámico parte de la energía involucrada deja de
ser aprovechable para futuros procesos, y se produce una especie de degradación,
que, con el transcurrir del tiempo, agotará toda fuente de energía capaz de realizar
algún tipo de trabajo.

Puesto que los procesos termodinámicos requieren una diferencia de temperatura


entre la fuente térmica y, por ejemplo, el ambiente, cuando un sistema haya alcanzado
el equilibrio térmico, y todas sus partes se encuentren a la misma temperatura, será
imposible realizar ningún tipo de trabajo, no obstante que la energía total habrá de
permanecer constante. Esta situación pone en evidencia la imprecisión en la que se
incurre al definir energía como capacidad de hacer trabajo.
La primera muerte térmica

Puesto que todo proceso termodinámico espontáneo se caracteriza por el aumento de


la entropía, es de suponer que cuando se alcance el equilibrio térmico el valor de la
entropía habrá llegado al máximo. En esto reside el valor del concepto de entropía
como función que describe la evolución de los sistemas termodinámicos. De las
anteriores consideraciones se derivan importantes consecuencias cosmológicas.

Si consideramos el universo, tal y como era concebido a mediados del siglo


diecinueve, como un sistema cerrado, resulta, como consecuencia inevitable de la
segunda ley de la termodinámica, que en algún momento alcanzará el equilibrio
térmico y todo estará a la misma temperatura. Bajo tal condición la energía
aprovechable se habrá agotado, y la vida, que es, ante todo, un permanente
intercambio de trabajo y energía con el entorno, habrá dejado de existir. Esta
conclusión de la termodinámica se conoce como la muerte térmica del universo, y fue
la primera predicción apocalíptica que se formuló respecto al futuro de la vida a partir
de las leyes de la física.

Un importante corolario de la anterior conclusión es que si el universo fuera infinito en


el tiempo y no hubiera tenido un origen ya la vida habría dejado de existir.
Aparece la probabilidad

En sus inicios la ciencia de la termodinámica no definió con precisión el concepto de


entropía, aunque sí estableció criterios muy precisos para medir sus variaciones en
términos del calor transferido entre los elementos constitutivos de un sistema, sus
masas, y las respectivas temperaturas. De igual manera, la definición del concepto de
temperatura también fue, en un principio, bastante difusa, o, a lo sumo, tan tautológica
como aquello de decir que temperatura es lo que miden los termómetros.

Los conceptos de entropía y de temperatura, se hacen inteligibles en el marco del


modelo cinético corpuscular gracias a los métodos estadísticos desarrollados para la
física por Rudolf Clausius, Ludwig Boltzmann y Edward Gibbs, entre otros. Mediante
este modelo, Claussius logró derivar, a partir de consideraciones puramente
mecánicas, la ecuación de los gases ideales, que solo se conocía de manera empírica.
Claussius logró su objetivo luego de considerar que un gas confinado está compuesto
por cierto número de corpúsculos cuyos choques con las paredes del recipiente que lo
contiene son responsables de la presión que se experimenta.

La aplicación del principio de conservación de la energía al modelo corpuscular


permite establecer una relación directa entre la temperatura del gas contenido en un
recipiente y el promedio de la energía cinética de los corpúsculos que componen el
gas, reduciendo el concepto de calor al de movimiento microscópico, gracias a lo cual
la termodinámica quedó reducida a la mecánica, la física desechó un concepto
innecesario, y su lenguaje ganó en sencillez y precisión. En la versión original de la
termodinámica, el calor era considerado un fluido al que se le daba el nombre de
calórico.

El gran aporte de Boltzmann a la mecánica estadística parte de la definición


configuración del sistema compatibles con los parámetros termodinámicos, tales como
la presión, el volumen y la temperatura, de acuerdo con la expresión

S = k ln

Donde k es la constante de Boltzmann. Al aceptar esta expresión como una buena


definición de entropía, es posible expresar la segunda ley de la termodinámica en
términos de la probabilidad de encontrar al sistema en alguno de sus estados
accesibles.

En efecto, si definimos la probabilidad Pi de que el sistema se encuentre en el estado i,


como la relación entre el número de modos ni compatibles con dicho estado, y el
número total N, de modos en los que se puede encontrar el sistema, entonces Pi será
igual a la relación entre ni y N.

Pi = ni / N

Además, de todos los modos posibles en los que se pueda encontrar un sistema físico
lo más probable será encontrarlo en el estado al que le corresponda un mayor número
de modos. La ley del aumento de la entropía resulta de la observación empírica de que
todos los sistemas que inicialmente se encuentran en un estado poco probable
evolucionan hacia los estados de mayor probabilidad.

Supongamos que el sistema en consideración es un recipiente lleno de partículas. En


este caso se puede afirmar que el número de modos en que se pueden distribuir las
partículas dentro del recipiente es proporcional a su volumen. En la situación inicial, la
densidad de partículas es máxima, y solo hay un modo compatible con tal condición
puesto que cada espacio disponible del recipiente está ocupado. En este caso la
entropía del sistema es 0, debido a que el logaritmo natural de 1 es 0. A medida que el
recipiente se expande hay más espacios disponibles para cada partícula, y, por lo
tanto, un mayor número de modos accesibles para el sistema. En esta nueva situación
la entropía del sistema es mayor que 0.

A medida que continúa el proceso de expansión la entropía aumenta hacia su máximo


valor posible, el infinito. Pero, a medida que el volumen aumenta hacia el infinito la
densidad de la materia disminuye hacia cero, y en el estado final solo queda un
recipiente vacío, que ha alcanzado el máximo valor de la entropía.

Futuro oscuro

De acuerdo con las observaciones astronómicas más recientes el universo se expande


de manera acelerada, presagiando un alejamiento paulatino de las galaxias y de las
estrellas distantes, con el consecuente oscurecimiento del cielo en todo el espectro
electromagnético. El universo avanza hacia su total disolución en un estado de
densidad nula y entropía infinita. Pero cuando llegue la noche eterna no habrá nada ni
nadie que pueda atestiguarlo.
Para algunos podría ser un consuelo pensar que todavía deben transcurrir varias
decenas de miles de millones de años antes de que la temperatura del universo
descienda hasta el cero absoluto, o, a lo que podríamos llamar, el estado final,
denominación tan arbitraria y convencional como la de Big Bang que le asignamos al
momento inicial del universo. En comparación con nuestros insignificantes períodos
vitales, y el de la extinción de la mayoría de las especies que han habitado este
planeta, podemos considerar que, para todo efecto práctico, el universo, tal como luce
en la actualidad, es eterno.

Teleología

No deja de ser curioso, así parezca anecdótico e intrascendente, establecer una


comparación entre la evolución del universo en la concepción escolástica, y la versión
que nos proporciona la astrofísica. En el primer caso, todo se inicia en un caos
primigenio y el Cosmos evoluciona hasta alcanzar el máximo grado de perfección, una
vez que los cuerpos hayan encontrado el lugar que les corresponde en el universo, y
se distribuyan en las esferas concéntricas asignadas a los cuatro elementos,
englobadas por el mundo celeste. Si cometiéramos el anacronismo de representar
este escenario en términos termodinámicos tendríamos que decir que el universo se
inicia en un estado de máxima entropía y evoluciona hacia el estado final de mínima
entropía. Es decir, todo lo contrario de lo que plantea la cosmología moderna.
Atendiendo al origen, o, cuando menos, al estrecho vínculo que existe entre la
concepción teleológica del universo y los ideales de progreso y perfección que
caracterizan la ética y la cultura occidental, valdría la pena preguntarse qué tan sólidos
y confiables son los fundamentos de esas concepciones, a partir de las cuales se
establecen las normas de vida y conducta de nuestras sociedades.

¿Qué sigue?

Nunca es fácil resignarse ante la fatalidad y, menos aún, aceptar que todo va a
terminar, así sea en un lapso tan prolongado que parecería ser eterno, y, a veces, se
mata al mensajero que trae malas noticias con la vana esperanza de que las infaustas
desaparezcan con él. Así, podríamos plantear que tal vez la ciencia esté equivocada y
sus pronósticos sean errados, y que quizá algún nuevo descubrimiento, o la aparición
de una nueva y revolucionaria teoría, cambie por completo el panorama, tal como
sucedió hace tan solo cien años, cuando ni siquiera Einstein se atrevía a dudar de que
el universo fuera estático y finito, pero ilimitado, y que siempre lo sería. Pero aunque la
opción exista, la experiencia nos dice que no es muy sabio confiar en ella.

En la actualidad, la física afronta retos descomunales como el de lograr una


descripción unificada y coherente de las cuatro interacciones fundamentales, que en la
actualidad son descritas en el marco de dos teorías básicas, la mecánica cuántica y la
teoría general de la relatividad, que se complementan pero no se entrelazan. En tanto
que la mecánica cuántica da cuenta de procesos como la creación y aniquilación de
partículas que se realizan a la más pequeña escala, mediante las interacciones
electrodébiles y nucleares, y describe los sistemas mediante funciones de onda que
permiten predecir la probabilidad de los sucesos, y que están restringidas por el
principio de incertidumbre; la teoría general de la relatividad da cuenta de las
características del escenario espaciotemporal a gran escala, mediante ecuaciones de
campo de corte clásico y determinista. Que, luego de más de ochenta años de
esfuerzos de algunos de los físicos más destacados de la historia, no haya sido
posible coronar con éxito la tarea, nos da una idea de las enormes dificultades que se
deben afrontar.

La elaboración de una teoría cuántica de la gravitación que dé cuenta, entre otras


cosas, de la acelerada expansión del universo, o de nuevos esquemas que permitan
reducir el todavía desmesurado número de partículas elementales, de las que tiene
que echar mano el modelo estándar para dar cuenta de las interacciones
fundamentales, son algunas de las tareas pendientes de cuya solución podría resultar
cualquier sorpresa. Pero, si bien nunca es posible descartar las sorpresas, tampoco es
posible predecirlas, o dejarían de ser sorpresas.

La búsqueda del conocimiento ha sido, desde siempre, la aventura intelectual más


apasionante que ha emprendido la humanidad, pero es ante, todo, un proceso
dinámico y cambiante, que se encuentra en plena actividad, sin garantías, pero
estimulado por grandes ilusiones, que se retroalimenta con las dificultades e
inquietudes que plantea cada nuevo avance, sin que, al menos de momento, se pueda
prever un final o una respuesta definitiva.

Epílogo: El valor de la ciencia reside más en su capacidad predictiva que en su


capacidad explicativa.

Reflexiones

1. ¿Cómo se relacionan los conceptos de entropía e irreversibilidad?

2. ¿Cómo se relacionan los conceptos de entropía y flujo de calor?

3. ¿Por qué no es del todo correcta la definición de energía como capacidad de


hacer trabajo?

4. ¿Por qué resulta imposible realizar trabajo a partir de calor en un sistema que
ha alcanzado su máximo grado de entropía?

5. Compare la definición de temperatura propuesta por la termodinámica clásica


con la que se deriva del modelo cinético corpuscular.

6. ¿Por qué es importante poder definir el concepto de entropía a partir del


modelo cinético corpuscular?

7. Las leyes de la física se deberían cumplir siempre, sin ningún tipo de


excepciones. En vista de lo anterior ¿qué sucede con la segunda ley de la
termodinámica de acuerdo con la definición estadística de Boltzmann?

8. Puesto que la expansión del universo no parece tener un límite, ¿tiene sentido
hablar de un final de su historia? ¿Se podría decir que, aún vacío de materia, el
espacio seguirá existiendo, y el tiempo transcurriendo?

9. ¿Por qué resulta incompatible con la cosmología moderna la idea de que el


universo fue creado en estado de caos para que evolucionara hacia el orden y
la perfección preestablecidos?

10. ¿Por qué razón se aspira a elaborar una teoría que describa el universo a gran
escala con el mismo marco teórico que se utiliza para describir los fenómenos
en la escala microscópica?

11. ¿Qué componente le hace falta al modelo estándar de las partículas


elementales para hacer una descripción completa del universo?

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