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Venezuela y Guyana se enfrentan de nuevo política y diplomáticamente por el destino de la

Guayana Esequiba. Se trata de una parte sustancial del territorio guyanés –alrededor de dos
tercios- que es reclamada por Caracas en un contexto en el que, además, la ex-colonia británica
descubrió enormes riquezas petroleras. Las relaciones entre ambos países incluyen interacciones
diplomáticas, económicas y de otros tipos. Actualmente ambos países tienen una disputa
territorial en la zona conocida como la Guayana Esequiba, la cual está bajo la administración de
Guyana, siendo reclamada por Venezuela.

La controversia territorial entre Venezuela y Guyana incluye dos aspectos principales. Uno es de
carácter jurídico y otro es de carácter político. El de naturaleza jurídica se basa en el reclamo de
Venezuela de más de 70% del territorio de la República Cooperativa de Guyana. El de carácter
político se deriva del anterior y ha pasado por diversas etapas, en las que cada país ha tratado de
lograr y mantener respaldos domésticos e internacionales, con el fin de cumplir con sus objetivos.
Uno pretende que se le devuelva una parte de su territorio despojado, el otro se niega a
desprenderse de lo que estima es suyo.

El Laudo de París es un instrumento jurídico que sirvió para confirmar la anexión de Reino Unido
de ese territorio perteneciente a Venezuela de jure, con base en el principio jurídico del uti
possidetis juris. Venezuela reclama ese espacio y Guyana ha utilizado y proyectado la tesis de ser
un país pequeño agredido por una nación vecina con recursos, que busca quitarle de manera ilegal
e ilegítima una buena parte de su superficie.

Debemos recordar que Guyana ha considerado la cuestión de la validez del laudo como el tema
central de la controversia. En cambio, Venezuela considera que tiene pruebas suficientes para
justificar la nulidad e invalidez del tratado. Como consecuencia de lo anterior, los dos países
difieren en el objetivo mismo de la controversia. Georgetown plantea la validez del laudo y
Caracas, la devolución de lo que define como la Guayana Esequiba.

Desde ese momento y hasta 1962, los sucesivos gobiernos venezolanos sostuvieron la tesis de una
solución amistosa del conflicto fronterizo, procurando una justicia territorial al grave daño
cometido a la integridad geográfica del país. Reino Unido respondió siempre a las diligencias
venezolanas afirmando que la controversia era «cosa juzgada». En febrero de 1962, Venezuela
denunció ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la necesidad de revisar el estado de
la reclamación venezolana y reiteró la posición venezolana de que el Laudo Arbitral de 1899 era
nulo e írrito, en el momento en que Reino Unido se preparaba para darle la independencia a la
Guayana Británica. La independencia se postergó hasta 1966, una vez que Londres y Caracas
llegaron al acuerdo de crear una comisión mixta con la incorporación de representantes de la
Guayana Británica, que durante cuatro años y en el marco del Acuerdo de Ginebra buscaron una
salida jurídica al contencioso entre las dos naciones. El documento permitió a Venezuela
condicionar la independencia de la ahora República Cooperativa de Guyana al reconocimiento de
Reino Unido y de la propia Guyana de la reclamación venezolana.
Con la excepción del congelamiento de jure de las conversaciones entre 1970 y 1982, una vez
finalizados los cuatro primeros años de conversaciones bilaterales y bajo la firma del Protocolo de
Puerto España, la comisión mixta creada por el Acuerdo se reunió en varias ocasiones sin llegar a
una solución al contencioso fronterizo. Venezuela, por su parte, alentó años antes y de manera
indirecta una rebelión de amerindios guyaneses al este de la frontera en 1968. La revuelta buscaba
que el territorio Esequibo de Guyana se independizara y pidiera la anexión a Venezuela. El
movimiento secesionista no tuvo éxito, aunque dejó un trago amargo en las relaciones entre
Caracas y Georgetown.

Ese mismo año se cerró por parte de las autoridades venezolanas la desembocadura del río
Orinoco, cuestión que introduciría un elemento nuevo en el diferendo: el tema de la delimitación
futura de áreas marinas y submarinas, sumado a otros altercados fronterizos de menor
importancia. En 1983, una vez finalizado el periodo de 12 años de congelamiento de la
controversia –de acuerdo con el ya citado Protocolo de Puerto España–, ambas naciones se
acogieron a una disposición contemplada en el texto del Acuerdo de Ginebra de dirigirse al
secretario general de las Naciones Unidas para lograr una solución «práctica» del problema.

Entre 1983 y 2018, continuaron reuniéndose los comisionados de cada país con el fin de lograr un
acuerdo sobre el contencioso sostenido por tantos años, sobre la base de las tesis de los buenos
oficios, una solución pacífica y una metodología bilateral, y a la espera de la decisión del secretario
general de las Naciones Unidas, António Guterres. Sin embargo, es necesario aclarar que en el
periodo 1999-2018 las negociaciones perdieron mucha eficacia y se congelaron las deliberaciones
sobre contencioso territorial entre ambos países. La decisión de Guterres se dio finalmente en el
mes de enero de 2018, cuando estableció que la Corte Internacional de Justicia de la Haya
examinara el caso con base en la posibilidad de impulsar una solución jurídica y multilateral.

En marzo de 2018, Guyana solicitó ante la misma Corte que se resolviera en esa instancia el
conflicto territorial y pidió que «se confirme la validez legal y el efecto vinculante del laudo arbitral
de 1899 con respecto a la frontera común para que el máximo tribunal dictamine sobre su
jurisdicción y competencia sobre el tema, y conozca sobre el fondo del conflicto». Para el gobierno
del presidente Nicolás Maduro, la Corte de la Haya carece de jurisdicción para conocer el tema
sobre el Esequibo. Pero el tribunal se declaró competente el 18 de diciembre de 2020 para
conocer la demanda unilateral de Guyana sobre la validez del laudo arbitral y decidir sobre la
controversia concerniente a la frontera terrestre. Venezuela no se presentó para conocer la
decisión e insistió en regresar a las bases del Acuerdo de Ginebra y a los buenos oficios de la ONU.

Desde el punto de vista político, la disputa entre Venezuela y Guyana se remonta al proceso de
independencia de los países latinoamericanos y al contexto de los cambios geopolíticos que se
dieron luego de las guerras napoleónicas y el Congreso de Viena. En esa ocasión, Venezuela surgió
ante el mundo como una república unitaria con un territorio trazado de acuerdo con el principio
del uti possidetis juris, pero con una debilidad estatal producto de la propia independencia, de la
ruptura con la Gran Colombia y las sucesivas guerras civiles.
De ahí la insistencia de los gobiernos venezolanos en preservar el carácter bilateral del Acuerdo de
Ginebra. Pero el secretario general de la ONU y el gobierno de Guyana rechazaron, cada uno a su
manera, la salida bilateral. La nueva y controversial posición de Guyana puede caracterizarse como
la ruptura unilateral de ese país del statu quo alcanzado en 1966, una decisión que no puede
quedar, como observamos más adelante, fuera del contexto internacional y hemisférico actual.

En segundo lugar, el contencioso entre Venezuela y Guyana no solo es el producto de


consideraciones de carácter histórico-global, sino que a lo largo de este dilatado proceso se han
dado circunstancias difíciles que, de algún modo, han limitado la búsqueda de una solución al
problema. En el siglo XIX, tal como se dijo, las consideraciones domésticas y la debilidad del país
pesaron frente a la posibilidad de un arreglo justo para Venezuela. Ni siquiera hubo testigos ni
jueces venezolanos.

Antes de 1962, no hubo un proceso diplomático o procesal importante referido al tema, y solo a
partir de la denuncia del laudo en esa fecha, la posterior firma del Acuerdo de Ginebra y la
independencia de Guyana se reactivó la reclamación venezolana. Una consideración especial
merece la política exterior de Guyana, que logró el apoyo de la mayoría de los países del Tercer
Mundo y del Caribe, en particular en la defensa de su territorio y en respuesta a la tesis de
Venezuela.

A comienzos del siglo XXI, Venezuela buscó fomentar un mejor espacio de entendimiento con los
países caribeños, con la promoción del programa energético Petrocaribe y la creación de la Unión
de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(Celac) y la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). La apertura al
tercermundismo y las causas antiimperialistas por parte de Venezuela habilitaron de manera
parcial ese proceso. Pero, paradójicamente, Guyana no solo no participó de manera integral, sino
que se distanció de ellos. Mantuvo, empero, el apoyo del Caribe, en un contexto de coaliciones
regionales e internas muy diferentes de los «momentos» progresistas que se observaron en
Guyana bajo el liderazgo de los primeros ministros Forbes Burnham y Cheddi Jagan, en la segunda
mitad del siglo XX. Guyana tiene un largo historial de país tercermundista que manipuló siempre
sus diferencias con los gobiernos venezolanos del periodo democrático, tildándolos de agresivos,
imperialistas y asociados a Estados Unidos. Por su parte, Venezuela se concentró en su
reclamación, tratando de reducir al mínimo el impacto de esas acusaciones en su diplomacia
deliberada de presencia caribeña y de acercamiento al Tercer Mundo.

Otro elemento que debe analizarse es el potencial económico de Guyana a partir de la


prospección y producción de petróleo en las zonas cercanas al territorio venezolano y en el
espacio en reclamación, lo que ha llevado a generar problemas de interpretación entre las
cancillerías de ambos países y se proyecta como un punto fundamental de discordia. La presencia
de compañías multinacionales estadounidenses en las áreas adyacentes a la zona en litigio, el
abierto apoyo del gobierno del ex-presidente estadounidense Donald Trump a la decisión de la
Corte de la Haya y el desarrollo de maniobras conjuntas navales entre Guyana y Estados Unidos
han aumentado las hostilidades entre ambos países, habida cuenta de que Washington refuerza
sus alianzas con países vecinos de Venezuela en una especie de «operación tenaza» mediática y
diplomática en contra del régimen de Nicolás Maduro.

De igual modo hay que considerar el impacto político que tiene la decisión de Venezuela de crear
un nuevo espacio marítimo denominado Territorio para el Desarrollo de la Fachada Atlántica. El
contenido del decreto es muy confuso y habla de forma genérica de resguardar «los espacios
continentales, áreas marinas interiores, limítrofes, históricas y vitales venezolanas». Esto está
ligado a la tesis sostenida por representantes del gobierno de Maduro de que todas estas
maniobras están dirigidas a «arrebatarle el territorio de la Guayana Esequiba».

Estas consideraciones son muy sensibles y merecen una profunda discusión. Por una parte, no se
puede determinar áreas marinas y submarinas sin aclarar si son proyectadas desde un territorio
venezolano con una soberanía controversial. Por otra parte, como el tema que nos ocupa no está
resuelto, está de más pretender desarrollar un territorio marítimo que no se especifica en qué
coordenadas está situado y si choca con parte de la Guayana Esequiba que está bajo la jurisdicción
de Guyana y pendiente de delimitar hasta que se demuestre lo contrario.

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