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OPINIÓN
FEBRERO 2021

Venezuela-Guyana: razones de un
conflicto

Carlos A. Romero

Las tensiones fronterizas entre Venezuela y Guyana volvieron a ser


noticia. En diciembre, la Corte de Internacional Justicia de La Haya
se declaró competente para ver el caso. Mientras que
Georgetown celebró la decisión como «un gran momento»,
Caracas la tildó de «infame». Entretanto, Guyana se convirtió en un
país petrolero. Mientras que Hugo Chávez buscó un acercamiento,
la situación se encuentra en una escalada en un nuevo contexto
geopolítico.

Venezuela y Guyana se enfrentan de nuevo política y diplomáticamente por el destino de la


Guayana Esequiba. Se trata de una parte sustancial del territorio guyanés –alrededor de dos
tercios- que es reclamada por Caracas en un contexto en el que, además, la ex-colonia
británica descubrió enormes riquezas petroleras.

Según Venezuela, el Laudo de París de octubre de 1899, que refrendó su frontera con el
Reino Unido en lo que se llamó la Guayana Británica hasta 1966, es nulo e írrito. Guyana
piensa lo contrario. El tema se ha reactivado en los últimos meses a partir de la decisión de
Guyana de ir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, dejando atrás el compromiso
bilateral pautado en el Acuerdo de Ginebra de 1966.
La controversia territorial entre Venezuela y Guyana incluye dos aspectos principales. Uno
es de carácter jurídico y otro es de carácter político. El de naturaleza jurídica se basa en el
reclamo de Venezuela de más de 70% del territorio de la República Cooperativa de Guyana.
El de carácter político se deriva del anterior y ha pasado por diversas etapas, en las que
cada país ha tratado de lograr y mantener respaldos domésticos e internacionales, con el fin
de cumplir con sus objetivos. Uno pretende que se le devuelva una parte de su territorio
despojado, el otro se niega a desprenderse de lo que estima es suyo.

El Laudo de París es un instrumento jurídico que sirvió para confirmar la anexión de Reino
Unido de ese territorio perteneciente a Venezuela de jure, con base en el principio jurídico
del uti possidetis juris. Venezuela reclama ese espacio y Guyana ha utilizado y proyectado la
tesis de ser un país pequeño agredido por una nación vecina con recursos, que busca
quitarle de manera ilegal e ilegítima una buena parte de su superficie.

Luego de su independencia en 1821, Venezuela tomó como su frontera oriental el río


Esequibo. Reino Unido la reconoció, luego de que los Países Bajos le cedieran lo que se
conocería, desde 1814, como la Guayana Británica, y aceptó como válido el Tratado de
Reconocimiento de España y la soberanía venezolana sobre el territorio de la antigua
Capitanía General de Venezuela. Sin embargo, a partir de 1849, Londres comenzó a anexar
parte de la superficie que era de Venezuela y se negó a llevar la controversia a un arbitraje,
sin respetar los acuerdos anteriores y su debido reconocimiento.

Venezuela no aceptó la sentencia del laudo, que estaba basada en falsas informaciones
cartográficas y documentales y en el desconocimiento del Tratado de Arbitraje de 1897, pero
se vio obligada a participar en la demarcación de la nueva frontera, aunque sin asumir el
territorio trazado en el Laudo de París, tal como se observa en un escrito de Venezuela ante
la Corte de La Haya en 1903.

Desde el punto de vista jurídico, debemos recordar que Guyana ha considerado la cuestión
de la validez del laudo como el tema central de la controversia. En cambio, Venezuela
considera que tiene pruebas suficientes para justificar la nulidad e invalidez del tratado.
Como consecuencia de lo anterior, los dos países difieren en el objetivo mismo de la
controversia. Georgetown plantea la validez del laudo y Caracas, la devolución de lo que
define como la Guayana Esequiba.

Desde ese momento y hasta 1962, los sucesivos gobiernos venezolanos sostuvieron la tesis
de una solución amistosa del conflicto fronterizo, procurando una justicia territorial al
grave daño cometido a la integridad geográfica del país. Reino Unido respondió siempre a
las diligencias venezolanas afirmando que la controversia era «cosa juzgada». En febrero de
1962, Venezuela denunció ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la necesidad
de revisar el estado de la reclamación venezolana y reiteró la posición venezolana de que el
Laudo Arbitral de 1899 era nulo e írrito, en el momento en que Reino Unido se preparaba
para darle la independencia a la Guayana Británica. La independencia se postergó hasta
1966, una vez que Londres y Caracas llegaron al acuerdo de crear una comisión mixta con la
incorporación de representantes de la Guayana Británica, que durante cuatro años y en el
marco del Acuerdo de Ginebra buscaron una salida jurídica al contencioso entre las dos
naciones. El documento permitió a Venezuela condicionar la independencia de la ahora
República Cooperativa de Guyana al reconocimiento de Reino Unido y de la propia Guyana
de la reclamación venezolana.

Con la excepción del congelamiento de jure de las conversaciones entre 1970 y 1982, una vez
finalizados los cuatro primeros años de conversaciones bilaterales y bajo la firma del
Protocolo de Puerto España, la comisión mixta creada por el Acuerdo se reunió en varias
ocasiones sin llegar a una solución al contencioso fronterizo. Venezuela, por su parte,
alentó años antes y de manera indirecta una rebelión de amerindios guyaneses al este de la
frontera en 1968. La revuelta buscaba que el territorio Esequibo de Guyana se
independizara y pidiera la anexión a Venezuela. El movimiento secesionista no tuvo éxito,
aunque dejó un trago amargo en las relaciones entre Caracas y Georgetown.

Ese mismo año se cerró por parte de las autoridades venezolanas la desembocadura del río
Orinoco, cuestión que introduciría un elemento nuevo en el diferendo: el tema de la
delimitación futura de áreas marinas y submarinas, sumado a otros altercados fronterizos
de menor importancia. En 1983, una vez finalizado el periodo de 12 años de congelamiento
de la controversia –de acuerdo con el ya citado Protocolo de Puerto España–, ambas
naciones se acogieron a una disposición contemplada en el texto del Acuerdo de Ginebra de
dirigirse al secretario general de las Naciones Unidas para lograr una solución «práctica»
del problema.

Entre 1983 y 2018, continuaron reuniéndose los comisionados de cada país con el fin de
lograr un acuerdo sobre el contencioso sostenido por tantos años, sobre la base de las tesis
de los buenos oficios, una solución pacífica y una metodología bilateral, y a la espera de la
decisión del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. Sin embargo, es
necesario aclarar que en el periodo 1999-2018 las negociaciones perdieron mucha eficacia y
se congelaron las deliberaciones sobre contencioso territorial entre ambos países. La
decisión de Guterres se dio finalmente en el mes de enero de 2018, cuando estableció que la
Corte Internacional de Justicia de la Haya examinara el caso con base en la posibilidad de
impulsar una solución jurídica y multilateral.
En marzo de 2018, Guyana solicitó ante la misma Corte que se resolviera en esa instancia el
conflicto territorial y pidió que «se confirme la validez legal y el efecto vinculante del laudo
arbitral de 1899 con respecto a la frontera común para que el máximo tribunal dictamine
sobre su jurisdicción y competencia sobre el tema, y conozca sobre el fondo del conflicto».
Para el gobierno del presidente Nicolás Maduro, la Corte de la Haya carece de jurisdicción
para conocer el tema sobre el Esequibo. Pero el tribunal se declaró competente el 18 de
diciembre de 2020 para conocer la demanda unilateral de Guyana sobre la validez del laudo
arbitral y decidir sobre la controversia concerniente a la frontera terrestre. Venezuela no se
presentó para conocer la decisión e insistió en regresar a las bases del Acuerdo de Ginebra
y a los buenos oficios de la ONU.

Héroes y villanos

Desde el punto de vista político, la disputa entre Venezuela y Guyana se remonta al proceso
de independencia de los países latinoamericanos y al contexto de los cambios geopolíticos
que se dieron luego de las guerras napoleónicas y el Congreso de Viena. En esa ocasión,
Venezuela surgió ante el mundo como una república unitaria con un territorio trazado de
acuerdo con el principio del uti possidetis juris, pero con una debilidad estatal producto de
la propia independencia, de la ruptura con la Gran Colombia y las sucesivas guerras civiles.
Esa debilidad institucional y política le produjo grandes pérdidas territoriales, entre las
cuales se contó parte del noreste del país, dado el avance del imperio británico desde la
Guayana Inglesa. Con el Laudo de París de 1899 se refrendó esa pérdida, lo que de cierta
manera y junto con otros procesos de principios del siglo XX creó una percepción negativa
entre la mayoría de los venezolanos sobre la posibilidad de que diera una salida judicial de
carácter multilateral que favoreciera a Venezuela.

De ahí la insistencia de los gobiernos venezolanos en preservar el carácter bilateral del


Acuerdo de Ginebra. Pero el secretario general de la ONU y el gobierno de Guyana
rechazaron, cada uno a su manera, la salida bilateral. La nueva y controversial posición de
Guyana puede caracterizarse como la ruptura unilateral de ese país del statu quo alcanzado
en 1966, una decisión que no puede quedar, como observamos más adelante, fuera del
contexto internacional y hemisférico actual.

En segundo lugar, el contencioso entre Venezuela y Guyana no solo es el producto de


consideraciones de carácter histórico-global, sino que a lo largo de este dilatado proceso se
han dado circunstancias difíciles que, de algún modo, han limitado la búsqueda de una
solución al problema. En el siglo XIX, tal como se dijo, las consideraciones domésticas y la
debilidad del país pesaron frente a la posibilidad de un arreglo justo para Venezuela. Ni
siquiera hubo testigos ni jueces venezolanos.

Antes de 1962, no hubo un proceso diplomático o procesal importante referido al tema, y


solo a partir de la denuncia del laudo en esa fecha, la posterior firma del Acuerdo de
Ginebra y la independencia de Guyana se reactivó la reclamación venezolana. Una
consideración especial merece la política exterior de Guyana, que logró el apoyo de la
mayoría de los países del Tercer Mundo y del Caribe, en particular en la defensa de su
territorio y en respuesta a la tesis de Venezuela.

A comienzos del siglo XXI, Venezuela buscó fomentar un mejor espacio de entendimiento
con los países caribeños, con la promoción del programa energético Petrocaribe y la
creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA). La apertura al tercermundismo y las causas antiimperialistas por
parte de Venezuela habilitaron de manera parcial ese proceso. Pero, paradójicamente,
Guyana no solo no participó de manera integral, sino que se distanció de ellos. Mantuvo,
empero, el apoyo del Caribe, en un contexto de coaliciones regionales e internas muy
diferentes de los «momentos» progresistas que se observaron en Guyana bajo el liderazgo
de los primeros ministros Forbes Burnham y Cheddi Jagan, en la segunda mitad del siglo
XX. Guyana tiene un largo historial de país tercermundista que manipuló siempre sus
diferencias con los gobiernos venezolanos del periodo democrático, tildándolos de
agresivos, imperialistas y asociados a Estados Unidos. Por su parte, Venezuela se concentró
en su reclamación, tratando de reducir al mínimo el impacto de esas acusaciones en su
diplomacia deliberada de presencia caribeña y de acercamiento al Tercer Mundo.

En este marco, cabe resaltar el conjunto heterogéneo de declaraciones y comunicados de


los gobiernos venezolanos que, de alguna forma, permitieron crear desde 1999 una
atmósfera contraria al sostenimiento del reclamo sobre la Guayana Esequiba por parte del
Estado venezolano. Merece destacarse la tesis presentada por Caracas: que el contencioso
con Georgetown que se da desde el año 1962 está relacionado con gobiernos venezolanos
no querían la independencia de Guyana, dado que en ese momento el gobierno
semiautónomo de ese país era conducido por Cheddi Jaggan, a quien se consideraba
simpatizante de las ideas de izquierda y de la Revolución Cubana.

Otro elemento que debe analizarse es el potencial económico de Guyana a partir de la


prospección y producción de petróleo en las zonas cercanas al territorio venezolano y en el
espacio en reclamación, lo que ha llevado a generar problemas de interpretación entre las
cancillerías de ambos países y se proyecta como un punto fundamental de discordia. La
presencia de compañías multinacionales estadounidenses en las áreas adyacentes a la zona
en litigio, el abierto apoyo del gobierno del ex-presidente estadounidense Donald Trump a
la decisión de la Corte de la Haya y el desarrollo de maniobras conjuntas navales entre
Guyana y Estados Unidos han aumentado las hostilidades entre ambos países, habida
cuenta de que Washington refuerza sus alianzas con países vecinos de Venezuela en una
especie de «operación tenaza» mediática y diplomática en contra del régimen de Nicolás
Maduro.

De igual modo hay que considerar el impacto político que tiene la decisión de Venezuela de
crear un nuevo espacio marítimo denominado Territorio para el Desarrollo de la Fachada
Atlántica. El contenido del decreto es muy confuso y habla de forma genérica de resguardar
«los espacios continentales, áreas marinas interiores, limítrofes, históricas y vitales
venezolanas». Esto está ligado a la tesis sostenida por representantes del gobierno de
Maduro de que todas estas maniobras están dirigidas a «arrebatarle el territorio de la
Guayana Esequiba».

Estas consideraciones son muy sensibles y merecen una profunda discusión. Por una parte,
no se puede determinar áreas marinas y submarinas sin aclarar si son proyectadas desde un
territorio venezolano con una soberanía controversial. Por otra parte, como el tema que nos
ocupa no está resuelto, está de más pretender desarrollar un territorio marítimo que no se
especifica en qué coordenadas está situado y si choca con parte de la Guayana Esequiba
que está bajo la jurisdicción de Guyana y pendiente de delimitar hasta que se demuestre lo
contrario.

La ruptura del statu quo

No queda más que alertar sobre el peligroso camino que actualmente está tomando la
controversia territorial entre Venezuela y Guyana. Dos decisiones macro han creado un
escenario difícil para la paz regional. Guyana ha roto su compromiso con el Acuerdo de
Ginebra, trasladando el plano bilateral que se sostuvo por ambos países a un plano
multilateral que ha sido rechazado por Venezuela. En segundo término, el gobierno
venezolano ha sostenido la controversial idea de que la Guayana Esequiba es hoy por hoy
parte integral del territorio de Venezuela. Estas posiciones pueden contribuir a una
escalada del conflicto que podría llegar a crear las condiciones de un escenario bélico.

En este marco, cabe pensar que el contencioso tiene sus vinculaciones e impactos con el
plano doméstico en cada país. En el caso de Venezuela, la reclamación del Esequibo se ha
respaldado mayoritariamente de manera interna, como también ocurre en el caso de
Guyana con sus propias afirmaciones territoriales. Por ello, no es de extrañar que sectores
importantes del oficialismo, de la oposición y otros actores sociales y económicos
venezolanos hayan manifestado su apoyo a las decisiones del gobierno de Maduro. El
oficialismo ha insistido, por su parte, en que el interés nacional reclama cerrar filas ante
este conflicto fronterizo.

Sin embargo, un sector opositor piensa que no es correcto adherir sin reservas a una
posición oficial que, en sí misma, es producto de serios errores que no se deben endosar,
sin conocer más a fondo cuáles son los nuevos objetivos del país, en el momento en que han
cambiado las coordenadas que fundamentaron su política exterior sostenida durante años y
las bases de la reclamación del Esequibo. En Guyana se mantiene un pleno respaldo a la
política del gobierno actual del presidente Mohamed Irfaan Ali de presentarse ante la Corte
de la Haya.

Cabe destacar, a título de nota al margen y para generar un debate que se considera
necesario, cómo se han reconfigurados los roles internacionales y hemisféricos de
Venezuela y Guyana luego del Acuerdo de Ginebra. En el plano externo, costó mucho
convencer a ese conjunto heterogéneo de naciones en desarrollo, subdesarrolladas y
descolonizadas de lo justo de las posiciones defendidas por Caracas. En el plano interno, los
gobiernos venezolanos colocaron el tema de la reclamación de la Guayana Esequiba como
un dogma a ser respetado y defendido por todos los nacionales, incluido el estamento
militar.
Ahora esto ha cambiado. Venezuela se presenta como un país «revolucionario», que busca
desarrollar un modelo socialista, que es aliado de Cuba y que se alejó de Estados Unidos,
que ha desarrollado alianzas extrahemisféricas y se enfrenta a una crisis petrolera y
económica enormemente profunda. Y algunos gobiernos consideran al régimen venezolano
como una amenaza externa. Guyana, por el contrario, está clasificando para ser un país
petrolero, sus gobiernos han reducido su vocación tercermundista, se lleva bien con
Estados Unidos, proyecta bienestar económico, no practica el ya olvidado «socialismo
cooperativo», sus líderes son pragmáticos y sostienen una sociedad multicultural, al tiempo
que priorizan sus relaciones hemisféricas y occidentales.

A su vez, Guyana ha intentado reactivar los apoyos históricos que ha recibido desde 1966,
incluyendo el de Cuba y el Caribe, a pesar de las estrechas relaciones que Venezuela ha
mantenido con esos países y muchos más dentro del Movimiento de Países No Alineados.
En el caso de Cuba, su gobierno ha tratado estos últimos años de ser neutral en el tema,
dada su alianza estratégica con Caracas. Por otro lado, Estados Unidos y el Grupo de Lima
mantienen un régimen de sanciones y una serie de advertencias a un gobierno como el de
Maduro, que confronta tantos problemas internos y está vigilado internacionalmente.

A partir de estos parámetros, ¿qué queda por decir por ahora? En un escenario a corto
plazo, dominará la agenda la discusión sobre la participación o no en la Corte de La Haya. A
mediano plazo, se observa la posibilidad de una espiral conflictiva por el problema de la
interpretación de facto de qué áreas marinas y submarinas le corresponden a cada país,
dado el vacío legal que significa el hecho de que no se haya llegado a un acuerdo previo para
definir la delimitación territorial terrestre.

Quizás la única manera de evitar males mayores sea que ambos gobiernos se pongan de
acuerdo y llamen a terceros a mediar sobre sus controversias, sean gobiernos u organismos
multilaterales. Pero para ello hay que tener una actitud flexible y creativa frente a las
posiciones maximalistas mantenidas por cada país. Caracas está comprometida con la tesis
de volver a lo estipulado en el Acuerdo de Ginebra, y Georgetown, con las presiones para
que Corte de la Haya decida sobre el caso. ¿Será posible diseñar otras vías para salir del
actual estancamiento al que lleva tal rigidez? Es un camino difícil, pero no imposible de
transitar.

Este artículo forma parte de la sección Diálogo y Paz, elaborada junto con analistas y
especialistas para abordar la compleja situación política de América Latina.

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