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personas
Así las cosas, niveles altos de miedo al crimen pueden alterar las rutinas
cotidianas, como dejar de transitar por ciertas calles, no hacer uso de parques
u otros equipamientos humanos porque en los imaginarios o realidades se
asocian con presencia de delincuentes, o no salir de noche, todo ello para
evitar ser asaltado. Sin embargo, en ocasiones el miedo al delito se da hacia el
hogar, porque también ese espacio, el cual debería ser seguro, puede ser
escenario de delitos, como lo son las varias formas de violencia doméstica. Así,
en un estudio del Laboratorio de Psicología Jurídica se encontró que las
personas de estratos más bajos tienen más miedo a ser víctimas de algún
delito dentro del hogar, mientras que las de estratos más altos tenían más
temor a delitos en el espacio público.
Otros estudios indican que la ciudadanía percibe una baja eficacia de la policía,
entendida la eficacia como la captura de delincuentes y la rapidez de reacción
ante los llamados de auxilio. Aquí conviene entender que aunque muchos
operativos de la policía llevan meses de preparación, de recolección de
pruebas judiciales y de seguimientos para llegar a las capturas, la ciudadanía
se guía en sus imágenes y representaciones sociales por su contacto directo y
cotidiano con la policía: así, tanto los rumores acerca de policías de tránsito
que reciben sobornos para no poner el comparendo como el ver que policías
miran a otro lado para no confrontar a quienes se cuelan en el transporte
público, pueden contribuir sin duda a que las personas se sientan
desprotegidas frente al crimen.
También vale la pena señalar que en ocasiones el nivel de miedo al crimen que
las personas señalan en las diferentes encuestas puede reflejar las
preocupaciones o temores en otros órdenes de la vida. Así, las malas
condiciones de la vivienda, la inseguridad alimentaria y la precariedad del
empleo también generan temor al futuro y una percepción de poco control
sobre la vida propia, todo lo cual se puede llegar a expresar, sin darnos cuenta,
en nuestros miedos y preocupaciones frente al delito. Es por ello que desde
ciertos paradigmas críticos se emplea más el término “percepción de
inseguridad”, ya que la inseguridad se puede experimentar no solo frente al
delito, sino también en esos otros ámbitos de los derechos humanos, como son
la alimentación, la educación y la salud, entre otros.
Junto a ello, también se puede mantener contacto vía teléfono, WhatsApp, etc.
con compañeros de estas actividades físicas, para no perder los contactos
sociales, los cuales siempre contribuyen positivamente a la salud mental. En
suma, se trata de mantener las actividades, en lo posible aprendiendo y
enseñando diferentes estrategias a otras personas. También se puede reducir
la exposición a los noticieros y a los contenidos violentos de las pantallas.