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COBARDÍA DE LA DÉBIL EXPOSICIÓN

Martina Belardinelli.
Es difícil encontrar un método para hablar sobre la profundidad de nuestra alma y el
miedo que en ella se encuentra. También lo es poder pronunciar el sentir ante un lector.
Cuando se trata de un tema relevante como lo son las emociones y el miedo a sentir
vulnerabilidad, esa dificultad imposibilita la expresión.
En la sociedad actual, revelar nuestra verdadera naturaleza o mostrar vulnerabilidad a menudo
se percibe de manera negativa, esto no solo genera desaprobación por parte de nuestro
entorno, sino que también aumenta nuestro propio malestar.

Sentirse vulnerable hace referencia a un estado psicológico en el que somos conscientes de


una herida emocional que en determinados momentos creemos no poder superar. Existen
personas a las que les resulta difícil exteriorizar tanto sus pensamientos como sus
sentimientos. Todos podemos experimentar miedos, pero aquel que resuene más en nuestro
corazón será el más predominante. Este el caso…
Elegí el miedo a la vulnerabilidad principalmente porque es un tema del cual me privé de
hablar por muchísimo tiempo, pero hoy, frente a ustedes, estoy preparada para hacerlo.

Fue un proceso arduo darme cuenta de que no todos compartimos el mismo nivel de
sensibilidad emocional y de que las emociones no siempre reciben la importancia que
merecen. Es doloroso esperar cosas que nunca sucederán y no podemos hacernos
responsables de las acciones de los demás. No debemos cargar con la culpa de que los
sentimientos no sean correspondidos; abrirse emocionalmente no es algo que todos puedan
manejar fácilmente, y resulta difícil de comprender para aquellos que realmente se afligen,
preocupan y conmueven por los demás.

Genera un sentimiento mísero también ver que las emociones no se expresan cómo se
deberían, la lejanía de las personas para con los demás se vuelve un sentimiento marchito y
pareciera ser que cada día el valor de la empatía desaparece, poco a poco…

Puedo considerarme una persona de emociones y sentimientos profundos, sin embargo,


siempre mantuve el efecto y sensación bajo un estricto auto-control. Aunque actúe con
frialdad y disimulo, bajo ese aparente desinterés se esconde un enigmático volcán.

En el centro de todo estaba mi mente, una oscuridad engañosa que habitaba en su interior.
Albergaba un pensamiento sombrío: ¿Merezco realmente experimentar tal intensidad?
¿Debería compartirlo con los demás?"

Pude darme cuenta que había tomado la frialdad como un mecanismo de defensa para no
sentirme herida si mis sentimientos no eran recíprocos cuando me mostrara vulnerable.

Gracias a eso me cerré muchísimo con las personas que me rodeaban, eso trajo negatividad a
mi vida; ya que esas sensaciones y pensamientos que ocultaba dentro mío por miedo al
rechazo se convertían en un incomprensible malestar. De alguna manera trataba de mostrar
una supuesta fortaleza y actuaba como si no le tomara importancia a ningún asunto que
implicara percibir o transmitir afección. Y no era así realmente, bajo ningún punto de vista.

Después de tanto, pude entender que no estaba mal el sentir y exponerlo, el accionar por otra
persona, mostrar cariño o entrometerme si se trataba de una preocupación ajena. Y que
tampoco debía sentirme culpable si lo hacía. Pensaba que, si me mostraba sensible ante los
demás, era una persona débil que daba paso a que la lastimasen. Pero luego entendí que las
personas realmente fuertes son las que se permiten sentirse vulnerables.

¿Cómo podría una persona sentir tanto y no comunicarlo? No tendría sentido que no se luche
por sacar esos sentimientos a flote. Necesitaba aprender sobre el poder de la vulnerabilidad,
para crear una conexión emocional con las otras personas… No podía seguir ignorando la
importancia que esta capacidad tenía y tiene en la generación de relaciones profundas.

La vulnerabilidad es auténtica, genuina, y sostiene la verdad de lo que somos.

Entonces, ¿qué podemos hacer con ese miedo que nos da expresarnos? Ese terror que tanto
nos limita y crea indiferencia con los demás….

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