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APRENDIENDO DE NUESTRAS VULNERABILIDADES

Sentirse vulnerable hace referencia a un estado psicológico en el que somos conscientes


de una herida emocional o malestar psicológico, que en determinamos momentos creemos no
poder superar (no es cierto, pero en esos momentos lo sentimos así), y que nos educan
consistentemente en ocultar, por miedo a que nos rechacen, a que los demás lo puedan
aprovechar en nuestra contra y que pueda suponer más malestar aún.

Tal vez, también, por que sentirlo evidentemente nos hace ponernos mal, nos inquieta,
nos incomoda, y nos provoca ansiedad. De esta manera tenemos la tendencia a construir máscaras
de aparente fortaleza, actuando como si no nos ocurriese nada, evitando sentir (y mostrar)
nuestra herida. Al final pareciera como un globo sumergido en las profundidades del mar, que se
esfuerza en quedarse sumergido y que cuando encuentra la forma de ascender lo hiciera de
repente, con mucha fuerza y sin control, con lo que la expresión no es satisfactoria y los efectos
para nosotros mismos y los demás son contraproducentes. Aprendiendo a que el dolor es mejor
no expresarlo.

Lamentablemente, cuanto menos auténticos y abiertos nos sentimos al hacerlo, menos


probabilidades tenemos de entrar en contacto con experiencias humanas satisfactorias y
significativas, por que no sólo implica el poder expresar nuestra vulnerabilidad, si no en escuchar y
acoger las experiencias dolorosas de los demás, reproduciendo el mecanismo de evitación y
rechazo que repetimos con nosotros mismos, también con los demás, afectando a nuestras
relaciones y vínculos más cercanos.

La vulnerabilidad en las relaciones

La capacidad de exponernos a los otros y confiar en que nuestras amistades y relaciones


acepten una versión de nosotros mismos sin filtro puede ser una tarea muy desafiante, y más
cuando la convivencia con la vulnerabilidad emocional representa un elemento central en
cualquier relación sana a largo plazo.

A esto no ayuda que la expresión y sentimiento de la vulnerabilidad emocional se


experimente de distinta forma entre hombres y mujeres, puesto que en su expresión afecta las
normas y expectativas de la cultura y la distinta educación que hemos recibido por género. En el
caso de los hombres, la expresión de la vulnerabilidad no está permitida y la mayoría de las
conversaciones que giran en torno al tema tienden a adoptar una postura pragmática y poco
empática con las emociones, centrándose más en la mera solución de problemas que en otra cosa.
En el caso de las mujeres, el sentimiento y expresión de la vulnerabilidad tampoco hay un permiso
explícito, pero se entiende con más empatía, se entiende que deben de llevar el peso de sus
emociones y gestionarlas por sí mismas por ello (o con otras mujeres). En pareja, cuando se
intentan expresar estos sentimientos, suelen darse malentendidos en ese sentido; las mujeres sólo
quieren acompañamiento y expresar sus emociones. No quieren soluciones. Los hombres, al haber
recibido esa educación diferencial, en el momento que sienten que no pueden (o no saben) dar la
respuesta que se supone que se espera de ellos, tienden a rechazar o evitar dichas
comunicaciones para evitar sentirse inseguros. Provocándose un círculo de incomprensión y
perpetuándose, también, la no expresión de vulnerabilidad en los contextos de pareja.

Ps. Daniel Paul Mocarro Gordillo


¿Qué podemos hacer?
En este escenario, aprender a tolerar y entrenarnos en la expresión emocional puede ser
una llave que nos beneficia a todos directamente. Así:

 Mírate en el espejo (de la introspección). En nuestra vida estamos constantemente luchando


por diversas situaciones y roles (trabajo, familia, estudio), siempre hacia objetivos claros y se
nos enseña poco a darnos un tiempo para entendernos a nosotros mismos y las intenciones
que motivan nuestras acciones. En efecto, implica tomarse tiempo para hacer un ejercicio de
introspección y aprender a decirse y expresarse a sí mismo nuestros miedos, conflictos y
ansiedades, para más tarde poder decírselas a los demás. Ayuda en muchas ocasiones poder
narrar en una libreta o cuaderno nuestros pensamientos y centrarnos en lo que pensamos y
hacemos cuando nos sentimos así.
 Practica la expresión y comunicación de sentimientos conflictivos y ambivalentes.
Efectivamente, las vivencias tienen adheridas emociones y pensamientos no sólo en un
sentido positivo y aprender a expresar estos sentimientos conflictivos y contradictorios, sin dar
por hecho que las personas nos rechazarán, exponiéndose a decir las cosas cómo uno las
piensa, ayuda a entender y fortalecer una conducta que permite tomar mejores decisiones en
relaciones, y experimentar una aceptación y consuelo de nuestra propia vulnerabilidad. Pero
siempre cuidando y eligiendo las personas que reciben nuestras palabras, pues no todos saben
(o pueden) y es mejor hacerlo con personas que sí lo hacen.
 Entender la interdependencia de las relaciones. Crear una relación significativa con otra
persona implica un equilibrio de independencia y confianza en la relación. Cada vez más (y
más en el caso de los hombres) estamos siendo socializados para ser independientes, y confiar
en los demás puede ser una expectativa menor. Entender las relaciones como un proceso de
interdependencia, en donde entendemos y consideramos también las necesidades del otro,
haciendo acciones que las respalden, permite conseguir nuestros objetivos, dentro y fuera de
la relación.
 Desnudarte emocionalmente es, posiblemente, la experiencia más íntima y enriquecedora de
las relaciones, y aunque pensemos que solo nos provocará más dolor y sufrimiento, en
realidad nos aliviará nuestros torbellinos internos, nos dará calma y nos ayudará a estar más
en contacto con los demás. Al final, merece (y mucho) la pena.

Ps. Daniel Paul Mocarro Gordillo

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