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Texto elegido para el desarrollo de la Lectio Divina: Pesca maravillosa.

Jn 21, 1-11

1) Invocación al Espiritu Santo

Espíritu Santo ven a estos momentos donde nos disponemos de corazón y mente para
escuchar el mensaje de Dios y ponerlo en acción en nuestra vida.

Amén.

2) Jn 21,1-11 título representativo: Aparición junto al mar de Tiberíades.

El texto transcurre a orillas del mar de Tiberíades.

En el texto intervienen : Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Cana de


Galilea, los de Zebedeo y otros dos discípulos

El texto transcurre de noche, al momento que subieron a la barca, pero esa noche no
pescaron nada. Otra parte del texto ocurre en el amanecer , momento en que Jesús
aparece en la orilla.

El texto está escrito en prosa narrativa.

Se caracteriza por las marcadas diferencias estilísticas y temáticas, como así también por
las divergencias en su esquema cronológico y topográfico.

Entre las características del Evangelio de Juan, se acepta ampliamente la de ser un escrito
para la meditación en el que sobresalen los discursos como forma de reflexión en torno a
la figura de Jesús de Nazaret, a quien se presenta desde el prólogo como el Logos, la
Palabra eterna de Dios. Es un evangelio sumamente simbólico y litúrgico, que enmarca el
ministerio público de Jesús en la sucesión de festividades judías (entre ellas, la Pascua
judía, la Fiesta de la dedicación o de las luminarias y la Fiesta de los tabernáculos o de las
tiendas). Muchos estudiosos han visto en el Evangelio de Juan un carácter marcadamente
místico.

Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-11

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se
apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea;
los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:

«Me voy a pescar».

Ellos contestan:

«Vamos también nosotros contigo».

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no pescaron nada. Estaba ya amaneciendo,


cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:

«Muchachos, ¿tienen pescado?».

Ellos contestaron:

«No».

Él les dice:

«Tiren la red a la derecha de la barca y encontraran».

La tiraron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús
amaba le dice a Pedro:

«Es el Señor».

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al
agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que
unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas
con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice:

«Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar».

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes:
ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:

«Vamos, a almorzar».

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el
Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre
los muertos.

Meditación: ¿Qué me dice el Evangelio?


El evangelio de hoy, nos presenta uno de los encuentros del Resucitado con sus discípulos,
«una pesca milagrosa”, es la tercera aparición de Jesús a Pedro y otros discípulos que
intentaron pescar toda la noche…

Esta lectura nos deja claro que Jesús no nos abandona, siempre llega y nos habla con esa
delicadeza… Lo importante es acoger su Palabra y convertirse a ella, como hicieron los
discípulos, que más allá de su experiencia, obedecen a un extraño que los manda a tirar las
redes.

Jesús sigue presente hoy como ayer al borde del lago de nuestra vida, de nuestra historia.

¿Cuántas veces en la vida nos empeñamos en hacer las cosas a nuestra manera?

¿Cuántas veces “tiramos las redes” y no obtenemos nada?

Reflexión

Como la primera vez. Otra vez Cristo se asoma a la rivera de nuestras vidas para dejarse
ver de quien tiene los ojos sublimados por la fe. Y sin exigir nada. Sin obligar a nadie. Sólo
se deja ver dando. Porque quien confía en el Señor no puede no recibir más de lo que
espera. Es por eso que Juan lo reconoce: "¡Es el Señor!" Porque han creído al Desconocido
y han sido premiados con la fe en Él.

Ahora nuevamente el Señor se le presenta y no lo conoce. Están todos fatigados y


malhumorados. Nadie puede sentir paz cuando no tiene a Cristo dentro. En ese momento
el Señor les habla: "¿tenéis peces?" Podrían no haberle hecho caso. Pero optan por una
elemental educación. Responden: "¡No!" Ahora el desconocido les señala cómo
obtenerlas: "Echad..." Pudieron no haberle hecho caso.

El Señor está con nosotros. Ya resucitado, ha venido a quedarse entre nosotros; sino Él
precisamente, el Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad. Esto es lo que
Jesús les hace notar a los discípulos en este evangelio. Él no nos abandona, y si hacemos lo
que Él nos dice, tendremos asegurada una pesca abundante.

Oración:

Señor Jesús, ayúdame a escuchar tu voz siempre cuando me llames con la delicadeza y la
dulzura que siempre lo has hecho. Quiero reconocerte en todo aquello que estés presente y
obedecer tu mandato cuando me hables, quiero tirar las redes a la derecha sin cuestionarte,
que tenga yo esa obediencia ciega de cumplir tu santa voluntad como hicieron los
discípulos. Amén!

Mi respuesta a la palabra del Señor que me llama y me interpela es que me comprometo a


estar siempre a la escucha de esa voz de Cristo Resucitado, a reconocerlo en mis hermanos,
en la calle, en el trabajo y donde quiera que sé que Él está, para cuando me pida tirar las
redes, estar dispuesto. Jesucristo, ¡qué privilegio tuvieron tus apóstoles! Ellos pudieron
hablar, comer, convivir contigo. Cara a cara. Ayúdame a darme cuenta, que yo no estoy tan
lejos de poder tener esta misma experiencia, porque Tú siempre sales a mi encuentro, me
ofreces el alimento de la Eucaristía y me hablas por medio de tu Palabra. Dame tu gracia
para poder escucharte, Señor.
Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como
Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje
del Evangelio, hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es, lo
conocen. El evangelista subraya que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle
quién era, porque sabían bien que era el Señor”. Y esto es un punto importante para
nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal
manera que lo reconozcamos como “el Señor”. ¡Adorarlo!

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