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ÍNDICE
- El agua…………………………………………………………………………………3
- El aceite………………………………………………………………………………..5
- La vid y el vino………………………………………………………………………...5
- El pan…………………………………………………………………………………..7
- El pastor………………………………………………………………………………..9
- Valoración personal…………………………………………………………………...13
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Las grandes imágenes del evangelio de Juan
-El agua:
A nivel general, el agua es el elemento esencial para la vida. Las distintas formas
en las que podemos encontrarla añades diferentes valores a su simbolismo: el agua
fresca de un manantial es, por ejemplo, símbolo de pureza y de fertilidad. Cuando
hablamos de los ríos, el agua adquiere un sentido de portadora de vida, pero también
puede representar un peligro si éste es profundo y adquirir una significación de muerte.
Por consiguiente, salir de esa agua simbolizaría un renacer. El mar es visto como lo que
limita el espacio vital humano, y de este modo, atravesarlo (como hizo el pueblo de
Israel en el Mar Rojo) representa la salvación (en dicho caso, de la opresión egipcia).
El paso del Mar Rojo es visto por los cristianos como una prefiguración del
bautismo: el mar se convierte símbolo del misterio de la muerte en la cruz para la
posterior resurrección, misterio al que nos insertamos con el agua del bautismo.
Ya dentro del Evangelio de San Juan, pero en relación con esto, vemos cómo en
la conversación con Nicodemo, Jesús dice que hay que renacer del agua y del Espíritu.
Se alude así al bautismo que nos hace renacer, para lo que se requiere la fuerza creadora
del Espíritu y el seno maternal de la Iglesia, simbolizada en el agua como madre dadora
de vida.
Luego encontramos el episodio del pozo de Jacob en el que Jesús promete a una
samaritana un agua que será fuente que salta a la vida eterna y que quien beba de ella no
volverá a tener sed. El pozo de esta escena tiene un simbolismo especial, por estar
relacionado con la historia de la salvación de Israel: con él, Jacob había dado a su
pueblo el agua necesaria para la vida.
Sin embargo, el hombre tiene una sed aún mayor, pues busca una vida más allá
de lo biológico. Juan distingue entre la vida biológica y esa vida completa no sometida a
la muerte. Así, en la conversación con la samaritana se convierte en símbolo del Espíritu
que apaga esa sed de trascendencia del hombre al darle la vida plena.
Tras esto encontramos la historia del enfermo que espera curarse al entrar en la
piscina de Betesda, y al no encontrar a nadie que lo ayude a entrar, es curado por Jesús,
que lleva a cabo la curación que el enfermo esperaba por parte del agua.
Más adelante, Jesús cura a un ciego de nacimiento, para lo cual le dice que se
lave en la piscina de Siloé, con lo que recupera la vista. El significado de Siloé, que es
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“enviado”, puede verse como una alusión a Jesús. De este modo, este capítulo
constituye una explicación del bautismo, en el que Cristo nos abre los ojos.
En la fiesta de las Tiendas, Jesús grita: “El que tenga sed, que venga a mí; el que
cree en mí que beba”. Esto se produce en el marco de una fiesta que en origen se hacía
para pedir la lluvia, pero que poco a poco se convirtió en una evocación del agua que
Moisés había hecho brotar de una roca para su pueblo durante la travesía por el desierto.
Esto se había convertido en uno de los temas de la esperanza mesiánica: la esperanza de
un nuevo Moisés, que diera pan y agua del cielo, del modo que el antiguo Moisés había
dado a su pueblo el maná y el agua necesarios para la vida. Jesús responde a esas
esperanzas mesiánicas, pues Él es el nuevo Moisés, la roca que da la vida. Ante la
pregunta de cómo se bebe de su agua, el agua que Jesús le prometió a la samaritana,
encontramos la respuesta en sus propias palabras: “El que cree en mí…”. La fe en Cristo
es el modo de beberla.
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que en sus palabras sobre los ríos de agua viva puede una alusión a dicho templo, que
significa la presencia viva de Dios en el mundo, que será fuente de vida eterna.
Si analizamos la historia atentamente, es posible ver ese río que brota de Cristo
crucificado y resucitado, y cómo donde llega ese río de amor divino aparece la vida
verdadera. El cristiano se hace uno con el Hijo, y el amor a Cristo le convierte en un
pozo de agua viva, como en el caso de los santos, en torno a los cuales vemos como
vuelve un pedazo del paraíso perdido. Esto es así porque se integran en la fuente que es
Cristo.
-El aceite:
La conversión del agua en vino puede ser vista como un milagro un tanto frívolo
en relación al resto de signos empleados por Jesús, pero al analizarlo, vemos que hay
mucho más detrás de esta obra. Ya la datación de este milagro con la frase “Tres días
después había una boda en Caná de Galilea” puede verse como una alusión a la teofanía
del encuentro entre Dios e Israel en el Sinai (que ocurrió al amanecer del tercer día), o
una anticipación de la teofanía final: la resurrección de Cristo al tercer día.
Otro aspecto importante de este pasaje es que Jesús le dice a María, su madre,
que no le ha llegado todavía su “hora”. Esto indica que no actúa por voluntad
exclusivamente suya, sino en consonancia con la voluntad del Padre. Esa hora de la que
habla es la hora de su gloria, que comienza en la cruz. Este momento aparece ligado a la
Pascua, lo que lo convierte en el comienzo de una nueva liturgia de “espíritu y verdad”.
Jesús habla a María de su “hora”, y al hacerlo, está relacionando ese momento con el del
misterio de la cruz, la cual está anticipando de ese modo. Esta anticipación simbólica de
la hora de Cristo se hace también en la Eucaristía, en la que el Señor anticipa en su
Iglesia su segunda venida.
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La señal de Dios es la sobreabundancia, el derrocharse a sí mismo por el
hombre, lo que constituye su gloria. La sobreabundancia de Caná es un signo de que ha
comenzado la fiesta de Dios con la humanidad, de que ha empezado a entregarse por los
hombres.
La boda se interpreta también como una imagen de las nupcias de Dios con su
pueblo, en la que Jesús aparece como el novio, y en Él, Dios y el hombre se hacen uno.
Los oyentes saben que se refiere a ellos y, aunque ahora nos parezca que solo se
habla de lo que ocurre antes del rechazo del mensaje de Jesús por sus contemporáneos,
también se refiere a nuestra época, en las que tantas veces se vive y se afirma que Dios
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ha muerto, para otorgar la condición divina al ser humano. La sociedad se apodera de la
viña.
La muerte del Hijo no tiene carácter final, pues no permanece en la muerte, sino
que se convierte en un nuevo comienzo. Jesús da a entender que Él es el hijo de la
parábola, y con ello, nos adelanta su crucifixión y resurrección, y que de Él Dios
levantará una nueva edificación. Esta imagen del edificio vivo sustituye así a la cepa.
Cuando el Señor dice “Yo soy la verdadera vid”, lo más importante es ese “Yo
soy”, que señala la identidad entre Hijo y vid. Cristo se ha convertido en la vid y se ha
dejado plantar en la tierra, lo que constituya el misterio de la encarnación. Como esta
vid no puede ser arrancada, pues pertenece definitivamente a Dios, lo que hace que la
promesa de salvación sea irrevocable. A pesar de esto, la vid debe ser purificada
constantemente, es decir, Iglesia e individuo deben llevar a cabo actos de purificación,
dolorosos pero necesarios, en los que está presente el misterio de la muerte y la
resurrección. Solo con la purificación se vuelve a la sencillez del Señor y se renueva la
capacidad de dar fruto. Dios espera que su viña de buen fruto, con el que hacer buen
vino (que aquí es imagen de la justicia). Este fruto se consigue viviendo la palabra de
Dios.
-El pan:
El pan es el alimento básico, sobre todo de los pobres, con lo que representa la
bondad divina desde la sencillez y la humildad de algo cotidiano.
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El pan aparece en el episodio de las tentaciones, en el que el demonio insta a
Jesús a convertir las piedras en pan, a modo de deformación de su misión mesiánica.
Otro momento en el que aparece es en las peticiones del Padrenuestro.
Aunque Moisés hizo brotar de la piedra agua para su pueblo, el don que se
recordaba con más fuerza era el maná, pan del cielo con el que Dios, por medio de
Moisés, alimentó a su pueblo. Ante el hambre del pueblo se alzaba así una promesa de
la eliminación de toda necesidad, del don que acaba con el hambre para siempre.
Si bien Moisés hablaba con Dios en calidad de amigo, es decir, “cara a cara”,
gracias a lo cual puedo transmitir a su pueblo la Palabra de Dios, su cercanía con Éste
tiene límites, y no puede ver su rostro. En este contexto debemos recordar el Prólogo del
Evangelio de San Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el
seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Al Padre solo lo ha visto Jesús, pues Él
es Dios con el Padre y está en diálogo permanente con Él.
Esto nos lleva de nuevo al sermón del pan, al descubrir que el pueblo judío se
fue concienciando de que la palabra de Dios, la Ley, era el verdadero pan del cielo. Sin
embargo, durante mucho tiempo, la salvación fue entendida desde un punto de vista
material: veían el maná como algo que los saciaba, pero no era el auténtico pan del
cielo, pues aunque viniera “del cielo”, era algo terrenal. Así, en el debate con los judíos
en la Sinagoga de Cafarnaún, Jesús señala que han visto la multiplicación de los panes
desde un punto de vista del comer, y no como un “signo”.
El hombre tiene hambre de algo más, algo que está a otro nivel (ocurre lo sino
que con la sed del agua de vida eterna). La Torá es ese pan que viene de Dios y da
alimento al mundo, pues permite hacer de la voluntad del Señor su alimento. Para
asegurar la comprensión, Jesús lo repite de modo inequívoco: “Yo soy el pan de vida. El
que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed”. Como la
Ley se ha hecho Persona, en el encuentro con Cristo nos alimentamos de Dios vivo, pan
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del cielo. Este pan no puede ganarse solo con el trabajo humano, es necesario creer en
Dios para que el pan del cielo llegue a nosotros como don divino.
Una última clave para comprender el sermón sobre el pan la encontramos en las
palabras de Jesús en el Domingo de Ramos: “si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto”. Para que haya pan es
necesario disponer de trigo. Cuando el grano de trigo cae en tierra y “muere”, de su
muerte nace una espiga. Lo que hace del pan terreno una imagen tan buena de la
presencia de Cristo es que lleva dentro de sí el misterio pascual de la muerte y la
resurrección, y de ahí que otras muchas religiones lo empleen con este mismo
simbolismo.
-El pastor:
La imagen del pastor tiene una larga historia: ya en el Antiguo Oriente se veía a
los reyes como pastores establecidos por Dios, cuya misión es “apacentar a su rebaño”,
es decir, dar de comer, preocuparse por el bienestar de su pueblo. Encontramos así
también la base de la imagen de Cristo rey.
La imagen del pastor asesinado que tras la muerte se convierte en salvador tiene
gran relación con otro fragmento del Libro de Zacarías: “Derramaré sobre la dinastía de
David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me
mirarán a mí, a quien traspasaron; harán llanto como llanto por el hijo único […] Aquel
día será grande el duelo de Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón [...] Aquel día
manará una fuente para que en ella puedan lavar su pecado y su impureza” Hadad-
Rimón era una divinidad de la vegetación, que muere y resucita, cuya muerte se
celebraba con lamentos rituales. Esta vana divinidad se convierte mediante dicho rito
del lamento en una prefiguración de Cristo, que sí que existe.
Juan relaciona la visión de Zacarías de la fuente que limpia los pecados con el
costado abierto de Jesús, del que brotó sangre y agua, pues Cristo es la fuente de
salvación y purificación. También relaciona este hecho con el cordero pascual, cuya
sangre también purifica. Esta imagen del cordero trae dentro de ella la entrega de la vida
por parte de Jesús.
El discurso del pastor comienza con Jesús diciendo que Él es la puerta de las
ovejas. Ya antes había señalado “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el
aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra por la puerta es pastor de las ovejas”. De este modo, el buen pastor es quien entra
a través de Jesús, pues Él es la puerta. Esto se hace patente en que cuando Jesús confiere
a Pedro su oficio pastoral, le pregunta si en verdad lo ama, pues para desempeñar ese
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oficio debe entrar por la “puerta”. Es una pregunta acerca del amor que le hace ser uno
solo con Jesús. Pedro llegará a las ovejas por medio de Jesús, pues son el rebaño del
Señor, no suyo. Cuando las ovejas escuchan la voz de Pedro, en realidad escuchan la del
propio Jesús. La escena acaba con Jesús pidiendo a Pedro que le siga, señalando que el
oficio pastoral implica la aceptación de la cruz y la disposición a dar la propia vida.
Aunque el sermón del pastor no esté en relación directa con la idea de Jesús
como Logos, como Palabra, también tiene este sentido: Jesús, Palabra de Dios hecha
carne no solo es pastor, sino pasto verdadero que nos da la vida al entregarse a sí
mismo, que es la Vida. Introducimos así otro elemento importante del sermón: el del
pastor que da la vida por las ovejas, evidenciando la importancia de la entrega, que se
hace libremente. Se explica así lo que ocurre en la institución de la Eucaristía: Jesús
transforma un acto de violencia externa (la crucifixión) en un acto de entrega voluntaria
por los demás para darnos la vida.
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naciones a las que se marcharon, voy a congregarlos de todas partes... Los haré un solo
pueblo en mi tierra, en los montes de Israel [...] No volverán ya a ser dos naciones ni
volverán a desmembrarse en dos reinos”.
Valoración personal
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Este capítulo del libro “Jesús de Nazaret” pone de manifiesto la profunda
dedicación y elaboración llevada a cabo por San Juan en la escritura de su evangelio al
mostrarnos no solo la gran riqueza de imágenes utilizadas por el autor, sino también la
enorme precisión y profundidad en la significación de las mismas. Esta gran riqueza
expresiva, unida al hecho de que Juan no empleara las mismas fuentes que los autores
de los evangelios sinópticos convierten al evangelio de San Juan en un instrumento
ideal para el estudio y comprensión de la vida, obras y misterio de Jesús en
complemento con cualquiera de los evangelios sinópticos.
Otro aspecto muy interesante del texto es que no solo se limita a expresar la
significación cristológica o escatológica de las imágenes utilizadas por Juan, sino que
también las estudia en sus significados generales y en relación con la significación que
dichos símbolos tenían para otras culturas y religiones diferentes de la judía y la
cristiana. La presencia de esas imágenes en otras religiones, asociadas a distintas
deidades no supone en absoluto, como nos muestra el texto, una pérdida de validez por
parte de las mismas, sino que pone de manifiesto la pedagogía divina, que emplea
símbolos conocidos y con significados relativamente evidentes para expresar así la
verdad de su actuación de un modo accesible y análogo a las parábolas de Jesús (las
cuales no dejan de ser una alegoría, un conjunto de imágenes empleadas con carácter
didáctico).
Por otro lado, podría hacerse una división de las imágenes estudiadas en dos
bloques: el de los elementos materiales, cuyo simbolismo es principalmente asociado a
la visión de Jesús como alimento o bebida de salvación, y por otro lado, la imagen
personal del pastor (y en menor medida, la de rey, que se menciona fugazmente en
relación a ésta), en el que Cristo aparece como salvador en cuanto que dador de
alimento. Ambos grupos de imágenes quedan complementados entre sí: Jesucristo es a
la vez el que nos da la salvación y la salvación misma.
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los elementos más inesperados, siempre que sepamos percibirlo, tal y como se pone de
manifiesto en este capítulo de “Jesús de Nazaret”.
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