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1 1 Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. 2 Como está escrito en el libro del profeta Isaías:
4 así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los
pecados. 5 Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas
del Jordán, confesando sus pecados.
6 Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
Y predicaba, diciendo: 7 «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de
ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. 8 Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo».
El bautismo de Jesús
9 En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 Y al salir del agua,
vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; 11 y una voz desde el cielo
dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección».
12 En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, 13 donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre
las fieras, y los ángeles lo servían.
13Jesús viene a proclamar «la Buena Noticia de Dios» (1. 14). Esto es el Evangelio: la Buena Noticia de que el Reino
de Dios irrumpe en el mundo y está personificado en Jesús. La entrada en el Reino exige un nuevo estilo de vida: es
preciso convertirse y creer en esa Buena Noticia.
13En primer lugar, Cristo proclama su Evangelio en la región de Galilea. Lo hace por medio de comparaciones, las
«parábolas», y a través de obras admirables, los «milagros». Muchos comienzan a seguir a Jesús. Entre ellos, y para
colaborar en su ministerio, él elige a «los Doce» (3. 16), que serán sus Apóstoles. Pero ya asoma en el horizonte la
oposición de la gente más «religiosa» de su época. Marcos destaca esa oposición en cinco «controversias» muy
significativas, que preludian la muerte de Jesús.
14 Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: 15
«El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».
16 Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el
agua, porque eran pescadores. 17 Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». 18
Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
19 Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca
arreglando las redes. En seguida los llamó, 20 y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo
siguieron.
21 Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 Todos estaban
asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Curación de un endemoniado
22Lc. 4. 33-37
23 Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: 24 «¿Qué quieres de
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». 25 Pero Jesús
lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». 26 El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un
gran alarido, salió de ese hombre. 27 Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto?
¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!». 28 Y su
fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Diversas curaciones
32 Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, 33 y la ciudad entera
se reunió delante de la puerta. 34 Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a
muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
La misión de Jesús
34Lc. 4. 42-44
35 Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. 36
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, 37 y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». 38
Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido».
39 Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Curación de un leproso
40 Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes
purificarme». 41 Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». 42 En
seguida la lepra desapareció y quedó purificado. 43 Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: 44 «No le digas
nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para
que les sirva de testimonio». 45 Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo
sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse
afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Evangelio según san Mateo
6 David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
16 Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
17 El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el
destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
18 Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido
juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla
públicamente, resolvió abandonarla en secreto. 20 Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en
sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella
proviene del Espíritu Santo. 21 Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo
de todos sus pecados».
22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
23 La Virgen concebirá
23 el nombre de Emanuel,
24 Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, 25 y sin que hubieran
hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.
Evangelio según san Lucas
Prólogo
1 1 Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, 2 tal como
nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. 3 Por
eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti,
excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, 4 a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
4El núcleo central de los Evangelios es el anuncio de la Muerte y la Resurrección de Jesús, lo que llamamos el «Misterio
pascual». Pero Lucas quiere presentar el misterio de Cristo en su plenitud, y por eso –lo mismo que Mateo– se remonta
hasta el nacimiento y la infancia del Señor, que también son «Evangelio», o sea, Buena Noticia.
4Este relato está lleno de expresiones e imágenes tomadas del Antiguo Testamento, y contiene numerosas alusiones a
las profecías mesiánicas, que se cumplen en la persona del Señor. Así este evangelista nos enseña que, si bien Jesús nace
de María, su origen no es meramente humano. Él viene del Espíritu Santo para darnos la Salvación. Y el gozo de esa
Salvación se proclama en los himnos de alabanza de la Virgen María, de Zacarías y del anciano Simeón.
4Por otra parte, san Lucas establece un paralelismo entre la infancia de Jesús y la de Juan, llamado el Bautista. Esto no
significa que los dos se puedan igualar. Juan es solamente el «precursor» que va «delante del Señor preparando sus
caminos». Jesús, en cambio, es el «Sol naciente», que viene «para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra
de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (1. 76, 78-79).
5 En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer,
llamada Isabel, era descendiente de Aarón. 6 Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable
todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad
avanzada.
8 Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, 9 le tocó en suerte,
según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. 10 Toda la asamblea del pueblo
permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
11 Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. 12 Al verlo, Zacarías quedó
desconcertado y tuvo miedo. 13 Pero el Ángel le dijo: «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu
esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. 14 Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de
su nacimiento, 15 porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu
Santo desde el seno de su madre, 16 y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. 17 Precederá al Señor con el
espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos,
preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto». 18 Pero Zacarías dijo al Ángel: «¿Cómo puedo estar seguro de esto?
Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada». 19 El Ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante
de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. 20 Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el
día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo». 21
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. 22
Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. Él se expresaba
por señas, porque se había quedado mudo.
23 Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. 24 Poco después, su esposa Isabel concibió un
hijo y permaneció oculta durante cinco meses. 25 Ella pensaba: «Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió
librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres».
26 En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen que
estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era
María. 28 El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». 29 Al oír
estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. 30 Pero el Ángel le dijo: «No
temas, María, porque Dios te ha favorecido. 31 Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; 32 él
será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33 reinará sobre la casa de
Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». 34 María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones
con ningún hombre?». 35 El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. 36 También tu parienta Isabel concibió un hijo a
pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, 37 porque no hay nada imposible
para Dios». 38 María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se
alejó.
39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. 40 Entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel. 41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu
Santo, 42 exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo, para
que la madre de mi Señor venga a visitarme? 44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. 45 Feliz de ti
por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
46 «Mi alma canta la grandeza del Señor, 47 y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, 48 porque él miró
con bondad la pequeñez de su servidora.
48 En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, 49 porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su
Nombre es santo!
53 Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
55 como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
56 María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
57 Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. 58 Al enterarse sus vecinos y parientes de la
gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
59 A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; 60 pero la madre
dijo: «No, debe llamarse Juan». 61 Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre». 62 Entonces
preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. 63 Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es
Juan». Todos quedaron admirados. 64 Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
65 Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la
región montañosa de Judea. 66 Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué
llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él.
El canto de Zacarías
67 Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente:
68 «Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo,
70 como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas,
71 para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.
76 Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos,
78 gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente,
80 El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a
Israel.
Evangelio según san Juan;
8 Él no era la luz,
10 y el mundo no la conoció.
15 me ha precedido,
18Los Evangelios sinópticos presentan a Juan el Bautista como el profeta que prepara el camino del Señor, anunciando
en el desierto «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Mc. 1. 4). El cuarto Evangelio, en cambio, lo
presenta como «testigo» de Jesús (1. 6-8). «Juan da testimonio de él» (1. 15), y ese testimonio se resume en la célebre
expresión: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (1. 29). Dos discípulos de Juan reciben su
testimonio. Ellos a su vez lo transmiten a otros, y así comienza a formarse el pequeño grupo de seguidores del Señor.
18Al atestiguar que Jesús es «el Cordero de Dios», el Bautista evoca la figura del «Servidor sufriente», que se entrega a
la muerte como un cordero inocente para expiar el pecado del mundo (Is. 52. 13 - 53. 12), y también la del Cordero
pascual, símbolo de la liberación de Israel (Éx. 12. 1-28).
19 Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle:
«¿Quién eres tú?». 20 Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías». 21 «¿Quién eres,
entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió. 22 Ellos
insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
23 Y él les dijo: «Yo soy
24 Algunos de los enviados eran fariseos, 25 y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el
Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». 26 Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que
ustedes no conocen: 27 él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia». 28 Todo esto
sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
29 Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 A él
me refería, cuando dije:
31 Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel». 32 Y Juan dio este
testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. 33 Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él,
ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”. 34 Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».
35 Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos 36 y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el
Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. 38 Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían,
les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?». 39
«Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la
tarde. 40 Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. 41
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido
significa Cristo. 42 Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te
llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.
43 Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme». 44 Felipe era de Betsaida, la
ciudad de Andrés y de Pedro. 45 Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley
de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». 46 Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo
bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe. 47 Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita,
un hombre sin doblez». 48 «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que
Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera». 49 Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú
eres el Rey de Israel». 50 Jesús continuó: «Porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”, crees. Verás cosas más grandes
todavía». 51 Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del
hombre».