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1.

La formación de una economía nacional

Bibliografía:
- “El proceso económico” de Julio Djenderedjian en La Construcción Nacional,
1830-1880

“El proceso económico” - Julio Djenderedjian


Antes de 1810, Buenos Aires no tenía muchos bienes y servicios, como joyeros, pintores,
cafés, hoteles, circos, museos, bibliotecas, bancos, etc.

Entre 1830 y 1880 se dan una serie de cambios en el país, los cuales no eran únicamente
cambios en la oferta de bienes y servicios.

Importantes transformaciones del período 1830-1880:


1. Afianzamiento de la apertura mercantil hacia el exterior, junto con una creciente
diversificación de importaciones y exportaciones
2. Desarrollo de la ganadería, primero vacuna y luego lanar (ambas ligadas al mercado
atlántico), y de una agricultura moderna en expansión
3. Avances sobre las fronteras que culminaron en 1878-1883 con el sometimiento total
de los indígenas
4. Mejora de los transportes, culminando con el tendido de una completa red
ferroviaria, ultimada en los albores del siglo XX
5. Consolidación y expansión de un sistema de derechos burgueses de propiedad
6. Crecientes oleadas inmigratorias europeas

Estos cambios trajeron conflictos


- Agricultura debilitada por la tendencia a la exportación de ganadería, la falta de
mano de obra, el fin de la esclavitud, y el vuelco de los capitales a actividades mas
rentables y menos riesgosas. Vence estas limitaciones a mediados del siglo XIX con
la incorporación de máquinas y procesos productivos modernos, para transformarse
en un rubro sumamente importante de las exportaciones
- Se desarticulan las rutas de comercio que vinculan al litoral con el centro minero del
Alto Perú, lo que las privó de moneda metálica. El reemplazo fue malo, ya que,
mientras algunas provincias recurren al metálico boliviano, otras, como Buenos Aires
y Corrientes, se volcaron a las emisiones de papel moneda fiduciario (sin respaldo
en metal precioso). Esto provocó el primer ciclo de inflación.
- Problemas con el uso de los recursos, los cuales fueron resueltos con un sistema de
derechos de propiedad

Afianzamiento de la apertura mercantil e integración del mercado nacional

Con la irrupción del comercio libre en 1810, las antiguas rutinas del comercio monopolista
se vieron en peligro. Mercaderes de todas partes del mundo ingresaron al mercado
argentino, y lograron conquistar la clientela perteneciente a los viejos comerciantes
coloniales.
El proceso de conformación de un mercado nacional se vio obstaculizado por las grandes
distancias, los altos costos de los fletes, y por la disgregación política que afectó al país
hasta 1862. Las provincias establecen aduanas entre sí y las comunicaciones eran
interrumpidas frecuentemente por conflictos bélicos. Para las provincias que lindaban con
otros países era más sencillo y conveniente comunicarse a través de ellos con el mundo.

Sin embargo, el gran mercado de Buenos Aires continuaba siendo el punto más
conveniente de conexión ultramar, incluso para las provincias más remotas.
Buenos aires tenía además un papel preponderante en los intercambios comerciales con el
resto de las provincias debido a las discrepancias en la aceptación del papel moneda. El
papel moneda que circulaba allí no tenía aceptación en las provincias, las cuales se
manejaban con metálico boliviano, muy demandado en Buenos Aires con el fin de respaldar
su moneda. De este modo, la demanda de metálico por parte de Buenos Aires y la
imposibilidad de regresar a las provincias con otra cosa que no fueran cargamentos de
productos importados aseguraron a la ciudad un rol importante en los intercambios.

Hacia 1830, las distintas provincias argentinas eran un conjunto de ciudades separadas por
largas leguas de caminos precarios que recorrían vastas extensiones desiertas. Los
contactos mercantiles entre provincias eran realizados a altos costos de transporte, con
tiempos dilatados, y con riesgos de ataques indígenas o bandoleros. Por estas dificultades,
los stocks de las tiendas locales eran grandes, a fin de evitar el quedarse sin bienes debido
a algún problema de abastecimiento.
Esto además buscaba establecer ganancias mayores a los costos y riesgos, pero la intensa
competencia terminaba por reducirlas, sobre todo en áreas vecinas a grandes ríos. En el
interior la competencia era menor, pero también lo era el consumo.

A mediados del siglo XIX el comercio solía ser entre provincias contiguas, lo que originó una
débil especialización consecuente de la competencia regional. Esto ya que el clima y los
suelos entre provincias vecinas eran similares, por lo que no había muchas opciones de
producir algo distinto. Los precios de lo que vendían entonces tendían a ser bajos, y los
costos de los fletes altos, mientras que los productos que importaban resultaban caros, con
la consecuencia de nivel de vida y capacidad de consumo de la población bajo.
Esta dimensión reducida de los mercados y las dificultades de comunicación originaban
gran volatilidad en los precios de algunas mercancías según las condiciones de la oferta,
particularmente graves en artículos de consumo masivos como el trigo

Hacia inicios del siglo XX, cuando la red de ferrovías y los caminos complementarios
alcanzaron su máximo nivel, culminaría el proceso de integración de estos mercados
semiaislados. El proceso fue complejo y difícil de fechar con certeza, pero es posible decir
que para 1880 el cambio era notable: había aumentado la eficiencia y rapidez de los
transportes terrestres y fluviales, y se habían tendido ya los tramos troncales de las líneas
de ferrocarriles.
El desarrollo de los transportes

Durante la primera mitad del siglo XIX los cambios en el sistema de transportes en la región
rioplatense fueron relativamente pocos, pero
- el aumento de tráfico
- la expansión de la frontera sur de Buenos Aires y la consiguiente incorporación de
nuevas zonas productivas, y el alargamiento de las distancias hacia los puertos o
zonas de consumo
- el aumento de los costos
- y las crecientes perspectivas de exportaciones pecuarias (ganado)
fueron creando la necesidad de mejoras.

Transporte terrestre
Desde 1816, el corrimiento de la frontera sur en Buenos Aires permitió incorporar tierras a la
explotación ganadera, pero esto requirió el alargamiento de las rutas que conectan estas
tierras con los puertos o las zonas de consumo. También significó el aumento de tráfico y la
incorporación de nuevos caminos. El aumento de la demanda de fletes saturó por
momentos la capacidad de los medios de transporte tradicionales y provocó un aumento de
precios que pusieron fuera de mercado a ciertos productos. Esta situación implicaba la
necesidad imperiosa de aumentar la oferta de medios de transporte.

En el interior, la expansión de la ganadería impulsó la ocupación de tierras. Las


exportaciones de productos pecuarios aumentaban, generando la necesidad de mejorar las
redes de caminos. Para mediados del siglo XIX, los costos crecientes del transporte en el
interior reclamaban también allí un cambio en el sistema de comunicaciones.

La acumulación de riqueza, el aumento de ingresos fiscales en medio del ciclo ascendente


del lanar, los nuevos horizontes políticos abiertos desde 1852, y la voluntad reformista de la
clase dirigente posibilitaron el ingreso de inversiones al país. Los cambios fueron encarados
por diversos empresarios privados, cuya capacidad organizativa les permitió grandes
resultados con capital limitado. El gobierno no aportó fondos, apenas podían garantizar
algunas mínimas condiciones operativas.
Si se comparan los caminos de 1830 y los de 1852, puede verse que los nuevos acortaron
distancias entre ciudades. Esto ya que antes los maestros de posta ubicaban las rutas en
sus propios establecimientos, desviando así las rutas y alargando distancias.

Transporte fluvial
El tráfico por ríos estuvo restringido hasta 1852 por razones políticas. Desde que estas
terminaron aparecieron nuevos proyectos. Se intentó crear un corredor a través de los ríos
del Chaco, que comunicara nuevamente el litoral con Bolivia, recuperando la circulación de
plata altoperuana, que todavía era el medio de pago principal en las provincias del interior.
Esto tuvo muchos obstáculos (físicos, políticos) por lo que a fines de 1860 estaba claro que
la conexión a través de Rosario era una alternativa de menor costo.

Cambios tecnológicos aumentaron la eficiencia del tráfico en los ríos interiores. Al finalizar la
década de 1840 se implementaron viajes regulares con buques a vapor. La navegación a
vapor redujo el tiempo de viaje. Se iniciaron en 1855 servicios fluviales a vapor desde
Rosario, convirtiéndose en una urbe de gran importancia.

En los primeros años de sus operaciones, los retrasos y accidentes de los buques a vapor
eran frecuentes. Otro problema de esos años era el puerto de Buenos Aires,
constantemente restradado con respecto a las necesidades del creciente tráfico. Es por esto
que, cuando en 1864 el Ferrocarril Norte abrió su servicio al Tigre, todos los vapores
salieron de allí evitando las saturaciones del puerto porteño.

1860s y 70s: épocas doradas de los transportes por los ríos interiores. El sistema de los ríos
Paraná y Uruguay concentraron parte importante del tráfico hasta 1880. El ferrocarril pronto
marcaría una revolución, y la apuesta por el desarrollo de puertos menores habría de ir
perdiendo relevancia.

Ferrocarriles
Medio de transporte que transformó las comunicaciones.
La producción agrícola en el interior argentino era de gran volumen y escaso valor unitario,
lo que volvía imperioso abaratar los costos del transporte y aumentar su capacidad. Para
esto, el sector público y el privado debian juntar fuerzas. La dirigencia liberal de mediados
de siglo XIX esperaba con el ferrocarril por fin lograr la integración económica de los
distintos y dispersos espacios productivos. Fue necesaria la unidad política para poder
construirlos ya que cada provincia por la que el ferrocarril pasara debía dar el aval, así como
disponer de las tierras linderas a ellas a fin de financiar con las mismas la construcción de
las líneas.

1er ferrocarril argentino: Ferrocarril Oeste, de capital privado local abierto al público en
1854. En 1866, los ingresos por carga superaron a los de transporte de pasajeros,
marcando la transformación de la línea y su creciente valor como vehículo de distribución de
productos.
En 1862 se pudo comenzar la ruta clave entre Rosario y Córdoba, impulsada por el pte.
Bartolome Mitre con el financiamiento de capitalistas británicos. En 1870 se completó. Esta
línea, el Central Argentino, permitió el desarrollo de zonas del interior, en Córdoba pero
también en la zona cuyana y el norte del país. De este modo, en las provincias más
alejadas el comercio de importación se reorientó hacia el Atlántico, perdiendo importancia
en sus economías el vuelco hacia el Pacifico.
Se desarrollaron también cultivos de tipo industrial en distintas provincias, cuya salida
estaba ahora asegurada en los crecientes mercados de consumo del país.
Quizá el impacto más relevante de los ferrocarriles haya sido que permitió el tráfico
mercantil al reducir los volúmenes de inventario, los seguros, y la lentitud en la rotación del
capital consiguientes a las aleatorias condiciones anteriores.
El Ferrocarril Sur, de capital britanico,en 1880 era el más importante del país tanto por
extensión como por volumen de carga transportada.

El rol del Estado fue crucial en la puesta en marcha de diversas líneas cuya rentabilidad
inicial era dudosa. Para 1880, las empresas estatales sumaban 1.153 km y las privadas
1.279. A partir de entonces, ya asegurada la viabilidad de las nuevas líneas mediante el
poblamiento y el desarrollo de actividades económicas, la expansión sería meteórica,
alcanzando 13.200 km para 1891. Para este año, la integración del país era un hecho
(Buenos Aires era el centro financiero del país pero los productos de consumo para el
interior ya no vienen de ahí, sino que las provincias empiezan a suplirse recíprocamente y
por vía directa).

Entonces, el ferrocarril:
- Permitió impulsar el desarrollo económico de diversos núcleos ya dinámicos,
brindándoles acceso barato a los grandes mercados de consumo del país,
promoviendo así aumentos en los ingresos de vastos actores sociales
- Desmonto viejas formas productivas de escasa rentabilidad
- La combinación con el ferrocarril permitió continuar desarrollando el transporte por
carretera

Avances sobre las fronteras

Uno de los fenómenos que más afectó la historia económica argentina del siglo XIX.
La lucha de fronteras (que fue también un intenso comercio e intercambio cultural entre
indígenas y criollos) había acompañado a los casi 3 siglos del dominio colonial, pero no
sobrevivió al siglo XIX durante el cual los avances criollos fueron cada vez más fuertes.
Se buscaban tierras. En cuanto a precocidad y magnitud de esos avances, la pionera fue
Buenos Aires.
Buenos Aires: entre 1800 y 1850 su espacio jurisdiccional se multiplicó por 9.
Otras provincias, como Entre Ríos, también avanzaron en este periodo, aunque más
modestamente. El resto recién a partir de 1850 comenzaron a registrar avances
significativos en sus fronteras.

La expansión de la Argentina sobre sus fronteras norte y sur no significó, a diferencia de la


expansión contemporánea de Estados Unidos sobre sus fronteras del oeste, la creación de
nuevos estados o provincias, sino la extensión del dominio de las viejas estructuras
políticas. El aparato institucional con centro en las antiguas capitales provinciales se
multiplicó en las nuevas tierras, y los recursos que estas generaban beneficio a parte
importante de las elites de las áreas de vieja ocupación. Esto dio lugar a conflictos, los
cuales disminuyeron con el afianzamiento del Estado nacional.

La importancia de la inmigracion extranjera

En torno a 1830 la llegada de inmigrantes al Río de la Plata empezó a ser relevante. La


provincia de Buenos Aires mantuvo la delantera en cuanto a cantidad de extranjeros sobre
la población total. En la ciudad de Buenos Aires, la población extranjera en 1836 era el 6%,
aumentando este número hasta 53% en 1887. Ciudades de crecimiento dinámico, como
Rosario o Gualeguaychú, siguieron los pasos de Buenos Aires, y en la década de 1860
tenían consistentes índices extranjeros.

Si bien la provincia de Buenos Aires mantuvo el primer lugar en cuanto a cantidad de


extranjeros sobre la población total, provincias como Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe la
seguían. En las otras el impacto inmigratorio fue bastante más acotado.
Los campos convocaban aún menos inmigrantes que las ciudades, ya que estas contaban
con mayor variedad de oferta de bienes y servicios que permitian una inserción laboral más
amplia. Recién en la década de 1880 lograrían Entre Ríos y Córdoba, provincias cuyas
ciudades contaban con una presencia extranjera creciente, atraer inmigrantes al ámbito
rural. Lo que hicieron estos fue más impactante que su número: a estos extranjeros se
debió la introducción de muchas mejoras en la producción ganadera y agrícola.

En otras provincias, como Mendoza y San Juan, la presencia de extranjeros se iba haciendo
notar en algunos rubros como la producción vitivinícola, aceitera o azucarera, pero estos
eran más bien casos aislados.

La relación entre criollos y extranjeros: para mediados del siglo XIX, la población rural criolla
de las provincias y sus grupos dirigentes comenzaron a admitir la posibilidad de la
inmigracion extranjera como instrumento de transformación social y económica. Pero las
crisis introducen momentos de tensión ya que la falta de trabajo generaba resentimiento de
la plebe urbana y rural nacida en el país contra los extranjeros. La tendencia a la aceptación
e integración de los extranjeros irá adquiriendo solidez.

La conformación de un mercado de tierras

La incorporación de nuevas tierras al patrimonio provincial desembocó en la venta de estas,


lo cual implicó la necesidad de contar con registros y títulos perfectos.
Con la caída del dictador Juan Manuel de Rosas en 1852, el desordenado manejo de las
tierras públicas por parte del gobierno provincial introdujo un desorden en los títulos de los
terrenos y en las formas de tenencia de las tierras. Se encaró entonces un proceso de
revisión de dominios y saneamiento de títulos. También se trató de volver a consolidar la
línea de fronteras mediante el poblamiento, para lo cual se arrendaron las tierras públicas,
lo que permitió disponer de ellas hasta que se resolvieran las dudas sobre los dominios.

La Ley de venta de tierras públicas, sancionada en 1876, establece que se puede comprar
un tope de hectáreas por individuo o sociedad, y que estas deben ser pobladas en un plazo
máximo de 2 años. Desde entonces y hasta la culminación de la lucha de fronteras en 1880,
se dio un desplazamiento importante de ganado hacia los nuevos territorios. Con esta ley se
terminó de construir un mercado provincial de tierras, que pronto sería nacional, con ofertas
públicas realizadas a través de agentes o de los grandes diarios de la ciudad de Buenos
Aires. Este proceso puso fin a la larga época en donde las transacciones de tierras se
resolvían en mercados locales. En las décadas de 1870 y 1880 aumentan las transacciones
en la ciudad capital, indicando la confirmación de un mercado de tierras que sería cada vez
más eficiente.

Obstáculos en la formación de un mercado de tierras:


- En muchas provincias, la constitución de planos catastrales tardaría hasta las
décadas de 1850 y 60, y aunque para los 70s algunas ya contaban con ellos, estos
eran imperfectos. Esto recién se solucionaría con la publicación del Plano Catastral
de la República Argentina por Carlos Chapeaurouge en 1898
- Los avances sobre las fronteras habían puesto a disposición tierras cuyas
capacidades agrarias eran desconocidas
- Si bien en 1878 el Estado nacional fijó los límites de las provincias, siguieron
existiendo pleitos
- La población criolla, acostumbrada a acceder a la tierra a través de formas pautadas
por la costumbre, se encontró con la necesidad de hacerse con títulos perfectos,
para cuya obtención a menudo no poseía recursos

¿Por qué aumento de población sustancial en provincias?


Se traspasó al Estado nacional los ingresos por impuestos al comercio exterior y se
suprimieron las aduanas, por lo que el presupuesto fiscal de las provincias pasó a
recostarse sobre imposiciones a la producción local y sobre la venta de tierras públicas.
Estas tierras incorporadas por las provincias, ya sea por avances sobre las fronteras como
por el reordenamiento de títulos, fueron vendidas pronto. Originalmente vendidas en
grandes bloques, lo que no duró mucho ya que era condición indispensable de la puesta en
valor el poblamiento de las mismas. Por esto fueron fragmentadas, lo que dio un aumento
de población en las provincias.

La producción rural

1830-1880: La producción rural argentina aumentó de forma impresionante y se fueron


delineando varios sectores dinámicos. En torno a ellos, se dieron cambios tecnológicos.
Inicio de siglo: exportaciones centradas casi exclusivamente en cueros vacunos
Fin de siglo: variado abanico de bienes rurales exportados a una lista amplia de clientes,
mientras que 7 u 8 décadas antes, solo Inglaterra absorbía la mayor parte de los productos
Si bien en este periodo el sector externo lideró ampliamente el proceso, también surgió a la
par un mercado interno.

Vacunos
Hacia 1830, las exportaciones de cueros y subproductos del vacuno habían reemplazado
casi totalmente a las de metálico, marcando un giro desde 1810. ¿Por qué?
- Demanda mundial
- Fin de antiguo régimen de comercio monopólico
- En Buenos Aires, el ciclo de inestabilidad por las guerras de la independencia junto a
la depreciación de una moneda sin respaldo llevaron a que el capital busca refugio
en el sector productivo, especialmente en estancias de ganados
- Expansión de fronteras ofreció tierras baratas
- Menor peso de transporte ya que los animales podían desplazarse por sí mismos
para llegar al mercado
- La ganadería demandaba menos mano de obra por unidad de producto
Por esto, al menos hasta mediados del siglo XIX, la producción rioplatense de cueros
vacunos aumentaron de forma constante

Para entrar al mercado europeo se necesito:


1. Que la dura carne de las vacas criollas fuera transformada por la cruza de razas.
Esto en Argentina se da desde 1857, cuando se introducen animales de razas finas
junto con demás factores necesarios para su producción, como corrales separados
para controlar las cruzas, cuidadores especializados, praderas artificiales de pastos
de alto rendimiento.
2. Que esta carne lograra llegar en perfecto estado a los consumidores.
Desde la década de 1860 se incorporan distintos procesos de conservación de
carnes. Las experiencias con las exportaciones de animales en pie no dieron
resultado ya que estos arribaban en mal estado. La solución al problema del
transporte de carnes llegó en 1877 con la utilización del método Carré-Julien de
congelamiento a -30° C. A partir de 1880 comenzó la exportación comercial de
carnes congeladas, que abrió una nueva etapa al país

Ovinos
A la exportación de subproductos vacunos se le sumó la de derivados del ovino. La
demanda de países europeos industrializados comenzó a hacer subir su precio, ya que se
consiguió, mediante avances técnicos, resolver diversos problemas que impedían el uso
intensivo de la lana en la confección textil industrial.
Entre 1850 y 1865 se da un boom de la actividad ovina (junto con un ciclo de altos precios
que culmina en 1865). Entre 1850 y 1890 las ventas de lana fueron alrededor de la mitad
del valor total exportado por el país, ganándole al cuero vacuno.
La producción lanar provocó cambios en la organización del trabajo, como la adquisición de
la importancia de la figura del pastor de ovejas. También se amplió el papel de la mujer en
las tareas rurales asalariadas, antes casi exclusivamente masculinas: la esquila permitió
incorporar niños y mujeres, logrando que estos obtengan experiencia y dinero.

Producción agrícola
1830-1870: Argentina necesitaba importar parte importante de su consumo de harinas.
La sólida agricultura colonial sufrió desde 1810 el asedio de la guerra y de actividades más
rentables. (El mayor valor de la mano de obra de la ganadería fue difícil competencia para la
inversión agrícola).
Entre 1810-1860:
- Precios del trigo oscilantes
- La superficie sembrada aumentó a un ritmo menor que el incremento poblacional

1840:
- Los ciclos de altos precios no duraban lo suficiente como para apostar por la
actividad, sin embargo, algunas economías regiones con mejores recursos pudieron
disputar porciones del mercado a las harinas importadas. Por ejemplo, Mendoza,
que enviaba ocasionalmente sus trigos a Buenos Aires

Colonias agrícolas:
- 1856-1857: Instalación de las primeras colonias agrícolas en Santa Fe y Entre Ríos
- Estas fueron llevadas a cabo por empresarios privados con algún apoyo de los
gobiernos locales
- En un principio estaban formadas exclusivamente por extranjeros
- Comienza la reconquista sistemática del mercado con estas colonias
- Estas colonias agrícolas se convirtieron en centros de producción especializada
destinada a mercados externos, con innovaciones técnicas y tecnológicas
- Los gobiernos, faltos de fondos y garantías de estabilidad en una época de grandes
convulsiones políticas, sólo pudieron ofrecer al respecto un fomento en tierras recién
conquistadas
- Luego de superadas difíciles etapas iniciales, durante las décadas de 1860-1870, el
fenómeno conoció en Santa Fe una gran expansión, ayudado en parte por las
mejoras de los caminos y la construcción de líneas férreas.
- Para 1877, la producción de trigos y harinas logró expulsar de las ciudades a sus
similares importados. En 1881 se contaba incluso en Rosario con una infraestructura
de clasificación y selección de grandes cantidades del cereal que permitia llevar a
cabo exportaciones, colocando a Argentina como uno de sus grandes oferentes
mundiales

Las industrias y las producciones regionales/ avances en el desarrollo


manufacturero

1830-1880: fin de las viejas artesanías del interior, surgimiento de nuevas manufacturas
ligadas al procesamiento de productos agrarios en el litoral. Comenzaron a sentarse las
bases de una industria transformadora destinada a suplir el creciente mercado interno, y los
establecimientos urbanos aumentaron en capacidad productiva y dimensión, originando
protestas de los residentes por los inconvenientes derivados de sus actividades.

En Buenos Aires: centro de estas mutaciones


- 1853: Existían 848 talleres y fábricas con 2000 trabajadores
- 1887: 6.128 establecimientos industriales que ocupaban a 34.982 trabajadores

En el resto del país también se dieron grandes cambios, sobre todo en torno a
manufacturas transformadoras de productos rurales. Algunas agroindustrias fueron los
saladeros, los molinos de harina, y las azucareras en Tucuman.

Una de las principales limitaciones del desarrollo industrial argentino del siglo XIX fue la
falta de yacimientos minerales de calidad suficiente como para obtener hierro con la
tecnología de la época. Por esto mismo, la demanda de elementos para los ferrocarriles y
grandes construcciones debió suplirse desde el exterior.

Pedidos de diversas industrias por establecer medidas proteccionistas para disminuir el


ingreso de producción manufacturada extranjera. Ninguno de los intentos logró vencer la
paradoja de que una mayor protección aduanera haría subir el costo de vida y por tanto los
salarios, afectando la competitividad de diversos renglones productivos.

Las viejas formas artesanales de producir en el interior continuaron resistiendo los efectos
de la apertura comercial hasta la llegada del ferrocarril. La integración de los mercados, la
producción masiva y la especialización terminaron por dar fin a estas viejas producciones
artesanales para fines del siglo.

Las nuevas pautas del consumo urbano y rural

Gran impacto de las importaciones de ultramar.


En el campo: las manufacturas de Gran Bretaña llegaron a ser artículos de primera
necesidad. La creciente circulación de riqueza provocó la competencia entre proveedores
(productos ingleses vs franceses y alemanes). Comenzaron tímidos intentos de sustitución
de importaciones. Desde la década de 1840, los comercios rurales diversificaron su oferta
con bienes de carácter exotico a partir del aumento en el poder de compra y de la creciente
sofisticación de la demanda, a la que se sumaban constantemente inmigrantes extranjeros.

Ciudades: cambios en el consumo aún más grandes y rápidos. Aumento importante de


población, por lo que surgieron nuevos mercados para abastecer los nuevos barrios. En
Buenos Aires se multiplicaron los teatros, las confiterías y cafés, los clubes, conformando
nuevos espacios de sociabilidad para la burguesía en ascenso. En el interior los cambios
fueron menos evidentes pero progresivos, algunas ciudades copiaron con retraso las
innovaciones, siempre a menor dimensión. Pero en las montañas del noroeste o en las
aisladas campañas correntinas, se mantuvo el consumo tradicional.

Hacia finales del siglo XIX, con la expansión de los medios modernos de transporte, los
nuevos objetos de consumo irían llegando incluso a las campañas de las provincias más
lejanas. Con los aumentos de población resultantes del dinamismo de la región litoral se
irían reduciendo los sectores de consumo tradicional.

Crédito, moneda y finanzas/ Surgimiento de un mercado financiero

La independencia y la consiguiente pérdida del Alto Perú y de su producción de plata


trajeron una escasez de dinero. La ciudad de Buenos Aires se convirtió en deudora. La tasa
de interés, mantenida hasta 1810 en torno a 5-6 por ciento anual, se triplicó.
El Banco de Buenos Ayres, pensado inicialmente como emisor de dinero con respaldo
metálico, pasó en 1827 a ser un banco de Estado, y un medio de financiar a este mediante
la imposición de moneda fiduciaria, es decir, no convertible. La emisión se multiplicó por los
gastos de la guerra contra Brasil (esta emisión perdió toda relación con las reservas
metálicas). El valor del peso papel en relación al peso plata disminuyó. Las crisis más
grandes incluyeron bloqueos al puerto de Buenos Aires, lo que frenó el ingreso fiscal más
importante: los impuestos al comercio exterior. Por esto se aumentaba la emisión. El nivel
de las emisiones podría haber resultado en una mayor depreciación de la moneda fiduciaria,
pero le ganó el impulso de la economía en expansión.

Hasta 1861, sólo la provincia de Buenos Aires logró imponer la aceptación del papel
moneda. Las demás provincias siguieron manejandose en metálico, mayormente boliviano.
Este también se desvalorizó en relación al antiguo peso de plata colonial.

Durante la Organización Nacional (1852-1861) la Confederación intentó emitir papel


moneda para financiarse, pero la escasez de la recaudación al comercio interno, que lo
respaldaba, y que no incluía la aduana de Bueno Aires, hizo que esta moneda fuera
rechazada por la población. Esto dejó en mal estado las finanzas confederales, y a los
militares con sueldos atrasados. Si bien el papel moneda de Buenos Aires se convirtió de
derecho en circulación en todo el país 1861, el proceso de aceptación fue largo. Algunas
provincias comenzaron a emitir su propio papel moneda.
Hasta 1854, solo existía un banco en la Argentina, y este estaba mayormente dedicado a
sostener el gobierno con sus emisiones fiduciarias. Desde mediados de la década de 1850,
surgieron banqueros particulares especializados.

El surgimiento de un verdadero mercado financiero puede datarse cuando aparecieron los


grandes bancos por acciones. En los años 1863-1874, se vio una expansión del crédito a
partir de los bajos costos del dinero traídos por la política de regulación monetaria encarada
por el Estado nacional y por el ingreso de capitales extranjeros. Época de auge de los
bancos privados, varios destinados a captar los fondos ahorrados por inmigrantes.

Estos bancos privados fueron avanzando sobre negocios anteriormente en manos de


prestamistas particulares.
Los banqueros y comerciantes que financiaban proyectos mediante obligaciones a la vista,
y que no estaban respaldados por grandes capitales, se vieron en desventaja con respecto
al naciente sistema bancario formal. Los grandes bancos podían ofrecer mejores
condiciones que los comerciantes particulares, sobre todo a los depósitos de los
inmigrantes, que pasaron a constituir el grueso del ahorro local.

A partir de 1875, el sistema bancario formal habría de preponderar. Este apoyo al mercado
de tierras. La década de los 80 vería un auge del crédito hipotecario.

Reforma monetaria de 1881: establece el peso moneda nacional regulado por una Caja de
Conversión, logró el monopolio de la emisión de papel moneda

Medio siglo de transformaciones

Hacia 1880, el país se preparaba para una época dorada que lo marcaría para siempre.
Pero las bases de este desarrollo se habían ido tendiendo durante las décadas previas.

La tarea de superación de los obstáculos que tanto una particular geografía como una
historia turbulenta habían dejado en herencia al país fue realizada casi por entero antes de
1880.
2. Estructura y dinámica de la economía primario exportadora

Bibliografía:
- “El proceso económico” de Andrés Regalsky en La Apertura al Mundo, 1880-1930

“El proceso económico” - Andrés Regalsky


La gran expansión (1880-1914)

El comercio y las finanzas internacionales: una fuente de oportunidades para la nueva


Argentina

Entre 1880 y 1914 se dio el periodo de mayor expansión del país.


Entre esto anos:
● Se triplicó la población
● Aumentó 9 veces el valor de las exportaciones
● Aumentó 14 veces la red ferroviaria
● Se multiplicó por 10 el producto bruto estimado

Esto pasaba solo en países como Canadá, Australia y posteriormente USA. Tuvo en común
con esos países la puesta en explotación de una amplia superficie de tierras recientemente
incorporadas al orden político y económico establecido.

Contexto nacional importante, de una ampliación sin precedentes en el comercio y las


finanzas mundiales (llamado la primera era de la globalización). Entre 1850 y 1914 (1WW)
aumentaron exponencialmente las sumas de exportaciones e importaciones, y las
exportaciones de capital.
Cambio en la composición de los bienes comercializados: manufacturas de bienes
intermedios y de capital por parte de los países industrializados europeos, aparición, entre
los productos primarios provistos por la periferia, de bienes agrícolas de clima templado
(carnes, lanas, cereales) y de minerales de uso industrial (en reemplazo de los que antes
más demanda, que eran productos agrícolas de clima cálido y materiales preciosos, de los
que Europa no podía abastecerse localmente).
Estos cambios pueden relacionarse con los efectos de la RI, ya que el avance de la
industrialización junto a la urbanización fue incrementando las necesidades de materias
primas y alimentos, que llevó a países europeos a ampliar sus abastecimientos externos a
fin de sustituir la producción agrícola interna, cada vez más insuficiente. Todo esto fue
posible gracias al abaratamiento del costo de transporte producto de las innovaciones en la
navegación ultramar y en el transporte terrestre, especialmente los ferrocarriles.

La puesta en producción de las nuevas regiones más alejadas requirió la financiación de


países industrializados, sobre todo Inglaterra y Francia. Se dio una corriente de exportación
de capitales. Al mismo tiempo, se dio un alto flujo migratorio para poblar y proveer de mano
de obra a estas regiones. Entre 1880 y 1913 se estima que emigró de Europa,
principalmente con destino a estas regiones, una media anual de más de 900.000 personas.
La exportación de capitales fue posible por el grado de acumulación de capital que el
proceso de industrialización había posibilitado en los países más precozmente
industrializados, especialmente Inglaterra y Francia.

En Europa, la construcción de los ferrocarriles entre 1830 y 1850 sirvió para consolidar unos
mercados financieros. Estos mercados se volvieron disponibles para las nuevas
operaciones en ultramar en cuanto los requerimientos internos en los países involucrados y
en las naciones vecinas comenzaron a desacelerarse, hacia las décadas de 1860 y 1870.

Desde fines de los 80 y más acentuadamente a inicios del siglo XX, los capitales europeos,
principalmente británicos, y luego franceses y alemanes, se dirigieron a las áreas de nuevo
asentamiento, particularmente en el continente americano, aunque también en Asia y
Oceanía, y en el este europeo (ferrocarriles en Rusia).

El escenario de la expansión: el avance de la frontera y la formación del mercado nacional

El escenario en el que se verificó el crecimiento económico de la Argentina en este periodo


estuvo sustentado por 2 pilares:
1. el avance de la frontera sobre zonas ocupadas por pueblos originarios
2. la unificación de los fragmentados espacios provinciales en un mercado nacional

En la década de 1870 el avance sobre las fronteras se tornó arrollador, hasta culminar con
la campaña dirigida por Roca en 1879, la cual liquidó los restos de poder militar indigena. La
consolidación del Estado nacional fue clave para este avance final, ya que este puso a
disposición al ejército argentino.

La ocupación militar fue el punto de partida de un proceso de puesta en explotación de los


nuevos territorios, que no se completaría hasta 1WW.
El primer paso fue la privatización masiva de las tierras por parte del Estado. La financiación
de la última campaña militar, con una emisión de bonos con derechos sobre las nuevas
tierras, permitió la concentración de enormes superficies sin ocupar en muy pocas manos.

La ocupación económica de estas tierras iba a ser un proceso mucho más paulatino. En
este proceso, la llegada de los pobladores y la construcción de las vías férreas que
comunicaban con los mercados fueron factores decisivos. Este proceso sentaría las bases
para la construcción de una nueva región económica, la pampeana.

Los ferrocarriles llegaron a esta zona a fines de 1880 y principios del siglo XX. Antes de
eso, el ferrocarril tuvo un papel decisivo en la unificación de los espacios provinciales,
articulando los poderes provinciales en torno al gobierno nacional. Otras medidas, como la
supresión de las aduanas interiores en 1850s, la Ley de Creación del Banco Nacional en
1872, y la unificación monetaria en 1881 tuvieron también su parte, pero fue la ruptura del
aislamiento geográfico que imponen las grandes distancias a través de las nuevas líneas
férreas la más importante de todas. El papel del Estado fue muy importante en la
construcción de los ferrocarriles.
Las herramientas de la expansión: la migración de factores, el papel de las inversiones y la
puesta en marcha de una infraestructura básica

Papel decisivo de la migración de factores (capital y trabajo) en la puesta en explotación de


los nuevos territorios.
La inmigracion masiva europea fue un fenómeno no solo económico, sino que también
social, político y cultural.
La inmigracio impacto en:
- La formación y aplicación de un mercado de trabajo: el país tenía una escasez
relativa de mano de obra que contribuyo a mantener elevados niveles salariales, los
cuales estimularon la inmigracion. Sin embargo, si hubieron desocupados durante
algunas crisis (1890-1891, 1916-1917) y con fluctuaciones estacionales, vinculadas
con la concentración de la campaña agrícola en unos pocos meses de año.
Al comienzo del periodo, era muy difícil organizar a los obreros urbanos, quienes
rápidamente perdían su condición de tales por la facilidad para establecerse por
cuenta propia y adquirir la propiedad de un terreno
- La formación de un mercado de consumo masivo: los flujos migratorios permitieron
duplicar la población entre 1870-1895. El aumento sostenido en los valores del
ingreso nacional per cápita en esos años, junto a la creciente tasa de urbanización
(a la que la imnigracion contribuyó gracias a su propensión a afincarse en las
ciudades) llevó a la constitución de densos mercados urbanos

En lo que respecta a la migración de capitales (inversiones extranjeras), su papel es


importante.
En la etapa de mayor afluencia (1880-1WW) aportó una fracción mayoritaria de la inversión
bruta anual.
El ingreso de estos capitales tuvo un carácter cíclico, dependiente de los cambios en el
mercado financiero internacional y de la situación económica y política local.

ETAPAS Países de procedencia Destino de las inversiones

1862 hasta Ingresan aproximadamente 100 Son colocados 60% en títulos


la crisis de millones de dólares corrientes públicos y 30% en valores de
1873-1876 procedentes exclusivamente del campañas ferroviarias
mercado britanico

Década de Impresionante entrada de capitales, Nuevamente las colocaciones en


1880 hasta Argentina se convierte en uno de los títulos públicos fueron las más
crisis de grandes receptores internacionales. importantes, con poco más del
1890 Aproximadamente 800 millones de 40%del total, seguidas por las
dólares corrientes provenientes ferrovías con algo más de un tercio.
principalmente de Inglaterra, pero
también con la participación
(15-20%) de otros países europeos,
sobre todo Francia

Principios Luego de un prolongado paréntesis El primer rubro de inversiones pasó


del siglo XX por la crisis de 1890, la afluencia de a ser el de los ferrocarriles (aprox
hasta las fondos internacionales volvió a tomar 40% del total) y las colocaciones en
vísperas de intensidad, estimándose en unos títulos públicos bajaron (25%). El
la Primera 2000 millones, lo que volvió a ubicar 35% restante era destinado a un
Guerra al país entre uno de los ⅘ receptores segmento de compañías territoriales
Mundial de inversiones más importantes del y financieras, de servicios públicos
mundo. Entre los principales países urbanos y de manufacturas.
de origen seguía estando Gran
Bretaña (50%) seguido de Francia Capitales ingleses posición
(20%), Alemania y Bélgica. También dominante en los ferrocarriles y algo
comenzaba a apreciarse, desde el más compartida (francia sobre todo)
primer decenio del siglo, un flujo de en los títulos públicos.
capitales desde USA. Capitales franceses y belgas
predominaban en el rubro de las
compañías territoriales y
financieras.
Capitales alemanes en la
generación de electricidad y
servicios urbanos.
Estadounidenses en la industria
frigorífica.

Esta corriente de capitales fue la que financió la instalación de una infraestructura básica,
sobre todo en el sector de transportes y comunicaciones, muy importantes para la puesta en
producción de las nuevas tierras. Gran importancia de la inversión ferroviaria.

Fases en la expansión ferroviarias:

Periodo inicial: reducida magnitud e implantación en zonas bien diferenciadas, donde


respondieron a situaciones específicas, como la actividad lanar en el sur de Buenos Aires,
el tráfico entre el litoral y el interior, el surgimiento de rutas comerciales en torno a las vías
fluviales del Paraná y Uruguay y el crecimiento del mercado urano en Buenos Aires. Hacia
1880 la longitud total de la red ferroviaria era de 2500 km, de los que la mitad eran líneas
construidas por el gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires.

Segundo periodo: aumentaron las inversiones y hacia 1892 la longitud total de la red
alcanzaba 12.500 km, de los cuales menos del 10% eran líneas estatales debido a un
proceso de privatización. Gran parte de las inversiones se concentraban en las mismas
zonas y dieron lugar a una fuerte competencia. Más de seis compañías construyeron líneas
en Santa Fe a partir de la intensa actividad agrícola que se estaba generando allí. También
continuó la expansión hacia el centro y sur de Buenos Aires en relación al desarrollo
ganadero.

Tercer periodo: concentración empresaria y geográfica. Post crisis de 1890, las compañías
más pequeñas fueron absorbidas por las más grandes.Las 3 compañías principales tenían
casi 15.000 km en conjunto, más del 40% del total de la red. El grueso de las nuevas
inversiones se verificó en la región pampeana. Una serie de nuevas compañías se
introdujeron en las franjas aún libres a partir de la expansión agropecuaria. Por otro lado, y
a partir de nuevos empréstitos públicos, se haya reconstrudio una red de líneas estatales
que servía a las zonas no atendidas por las compañías privadas en el interior.
Rol del Estado en la construcción del ferrocarril: papel importante, no solo por las líneas
construidas por su cuenta, sino que también actuó desde el principio como un promotor de
las inversiones extranjeras directas a través de diversos incentivos, que iban desde la
desgravación impositiva y la importación de materiales libres de aranceles hasta la garantía
de un dividendo mínimo por un plazo que al principio era de 40 años. Además de estos
incentivos, el Estado otorgó donaciones de tierras.
A partir de los años 90 fue asumiendo importancia la función de regulación por parte del
Estado, que reclamo jurisdicción sobre todos los ferrocarriles. Esta intervención era
necesaria debido a conflictos entre compañías y usuarios (de todos modos sólo fue
aceptada por las empresas en 1907 con la Ley Emilio Mitre, a cambio de una prórroga de
las franquicias aduaneras).

Las transformaciones en los sectores productivos: la nueva ganadería y la emergencia de la


agricultura pampeana

Las transformaciones productivas más relevantes de la época se dieron en la región


pampeana, la cual suministró casi la totalidad de las exportaciones sobre las que el país
sustentó su crecimiento económico.
Transformaciones en la región: pasaje de economía pastoril basada en la explotación de
ovinos en praderas naturales y una agricultura incipiente en núcleos de Santa Fe y la
provincia de Buenos Aires a otra basada en el cultivo masivo de cereales en todas las
provincias de la región y una ganadería orientada hacia la cría de bovinos refinados
alimentados con pasturas artificiales.
Aparición de polos agroindustriales en las provincias del interior, sobre todo en Tucuman,
Mendoza y San Juan, orientadas a abastecer el mercado interno.

Lana: Comienzo de los 80s, la cría de ovinos era la actividad ganadera preponderante en la
provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe, compartida con la ganadería bovina en
Córdoba y Entre Ríos. Los vacunos criollos fueron los que se transfirieron a las nuevas
tierras adquiridas por las campañas militares como ganado colonizador. La provincia de
Buenos Aires apenas aumentó su número de sus rebaños ovinos entre 1875 y 1895. Si
hubo una renovación racial en los años 80s, que permitió incorporar ejemplares Lincoln,
mejor adaptados a la lana demandada entonces y con más carne.

Agricultura cerealera: al inicio de la década de 1880, esta estaba concentrada en núcleos


próximos a la ciudad de Buenos Aires, y sobre todo en el anillo de colonias en torno a la
ciudad de Santa Fe. Estas colonias brindaron al agro santafecino un nuevo eje productivo
alternativo a la ganadería. A medida que se desarrollaron las líneas férreas, estas colonias
se multiplicaron (curso de la década de 1880). El desarrollo ferroviario también permitió una
moderada expansión agrícola en Buenos Aires, basada principalmente en el maíz, aunque
eran pocas las tierras disponibles debido a la actividad ganadera ovina. Buenos Aires
intentó articular la ganadería y la agricultura (Ley de Centros Agrícolas de 1887).

A fines de los 80s, en el contexto de una hegemonía ovina dentro de la ganadería,


comenzaba a tomar fuerza un movimiento de renovación de la ganadería bovina de
ejemplares de alta calidad cárnica que buscaban acceder al mercado europeo. La
alimentación de este ganado, que requería pasturas artificiales, ponía a la agricultura al
orden del día.

La cría de ejemplares de razas cárnicas más finas había iniciado ya en los 50s, pero volvió
a tomar lugar a partir de las recurrentes crisis de precios de la lana. Para 1914, el
refinamiento del ganado bovino estaba completado. Esto implicó una reubicación del
ganado vacuno en los mejores campos, desplazando al ovino hacia áreas más marginales.
La gran mortandad de ovinos con las inundaciones de 1900 y la brusca caída del precio
internacional de la lana terminaron de redimensionar esta actividad.
Este ascenso de la ganadería vacuna refinada impactó en la agricultura, ya que se debieron
implantar pasturas artificiales para la alimentación del ganado, y para esto era necesario
preparar las praderas naturales mediante el cultivo de cereales en los años previos. Esto le
dio un impulso a la agricultura cerealera en Buenos Aires, que en unos años se transformó
en la principal productora opacando a Santa Fe. También se dio una expansión grande en
Córdoba y La Pampa.

Dadas las dificultades técnicas que implicaba para los hacendados realizar las tareas
agrícolas en sus estancias, y la escasez de mano de obra, se dio una expansión de
contratos de arrendamiento. El cultivo de los futuros potreros destinados al engorde del
ganado era encomendado a chacareros independientes por un lapso de 3 años, al cabo de
los cuales debían devolver el predio alfalfado. De acuerdo al censo de 1914, los contratos
de arrendamiento en la región pampeana daban cuenta del 67% de las explotaciones
agrícolas y en Santa Fe del 74%. Esta modalidad también fue usada en otras regiones,
como en las provincias de Mendoza y San Juan, para el cultivo de vid y azúcar.

El mecanismo de las explotaciones agrícolas que buscaban proveer de potreros alfalfados a


las estancias permitió remover la tradicional oposición entre ganadería y agricultura.

El modelo de estancia mixta (estas solo eran factibles en áreas apropiadas para ambas
actividades) permitió al propietario de la tierra la posibilidad de elegir entre arrendar sus
campos para el cultivo o transferirlos a la ganadería de acuerdo a los precios
internacionales vigentes para cada producto.

Cambios en los modos de producir e introducción de nuevas tecnologías:


- La actividad ovina, iniciada en la primera mitad del siglo XIX, supuso un mayor uso
de mano de obra calificada y una inversión en instalaciones
- La introducción de los vacunos de razas cárnicas implicó un aprendizaje, tanto en
los métodos de cruza y selección como en el cuidado y alimentación de los
animales, lo que cambió la organización de la estancia. Se dieron diversas
asociaciones de criadores donde se intercambiaban experiencias e información.
- En el caso de la agricultura, la mecanización fue muy importante, sobre todo desde
fines de los años 80, con explotaciones cada vez más grandes

En el sector ganadero, la introducción de vacunos de razas refinadas implicó un


aprendizaje tanto en los métodos de cruza y selección como en el cuidado y
alimentación de los animales, lo que cambió la organización de la estancia. Estos
cambios y nuevos modos de producir fueron implementados por un círculo de
ganaderos innovadores, quienes se nutrieron de información de los centros más
avanzados de Europa y de intercambios con especialistas. Este grupo, desde
diversas asociaciones de criadores, fue difundiendo a su vez sus nuevas
experiencias hacia un grupo más amplio de productores.

En el caso de la agricultura, los cambios en la manera de producir fueron dados por


los instrumentos y maquinarias que debieron introducirse. A partir de la nueva escala
que tomó la agricultura desde fines de los ochenta, con explotaciones cada vez más
grandes, se debió mecanizar el trabajo que ya no podía basarse en la fuerza
humana. La aparición de empresarios contratistas de maquinarias agrícolas permitió
la difusión de las mismas incluso entre pequeños productores.

Las transformaciones productivas se reflejaron en la composición de las exportaciones.


Se pasó de un dominio de los productos ganaderos, especialmente la lana (comienzo de los
80s) a una estructura más diversificada (vísperas de la 1WW) donde los productos agrícolas
tuvieron un mayor peso. Las lanas y el cuero siguieron teniendo un papel importante
igualmente, complementados con las exportaciones de carnes refrigeradas.

Fuera de la región pampeana, otras producciones agrícolas destinadas al mercado interno y


a la sustitución de importaciones tomaban fuerza. Se trata de los llamados cultivos
industriales, los cuales necesitaban una posterior elaboración para su consumo final. Estos
estuvieron asociados a la instalación de complejos agroindustriales. Casos emblemáticos;
vitivinicultura y azúcar en las regiones de Cuyo y del noroeste. Las plantaciones de viñas
tomaron fuerzas en la década de 1880 a partir de la llegada del ferrocarril a Mendoza y San
Juan. La producción recibió un nuevo impulso a principios del siglo XX.

En cuanto a la producción de azúcar, su expansión en Tucuman tomó impulso con la


llegada del ferrocarril en 1876, y a partir de una elevada protección aduanera y de una serie
de facilidades de financiación en los años 80s. Con la crisis de 1890, el encarecimiento del
azúcar importado permitió conquistar el mercado de Buenos Aires. Para 1914 comenzaba a
tomar fuerza la producción en Salta y Jujuy.

Otra actividad fuera de la región pampeana que prosperó en este periodo fue la actividad
forestal, principalmente en el norte de Santa Fe, Santiago del Estero y Chaco. Doble salida:
mercado interno (quebracho blanco para los ferrocarriles) y mercado externo (quebracho
colorado y sus extractos). La actividad fue cuestionada por su efecto devastador del recurso
natural, aunque los territorios deforestados fueron luego usados para la ganadería y para un
cultivo emergente, el del algodón.

El florecimiento del mercado interno y la nueva industria moderna

El proceso de puesta en explotación de las nuevas tierras se vio acompañado de la


formación de un mercado interno.
Factores que impulsaron a la formación:
- El ferrocarril sirvió para unificar el mercado interior enlazando las diversas provincias
argentinas en un solo sistema
- El crecimiento demográfico y la urbanización progresiva a lo largo del periodo fue
otro factor impulsor del consumo
- La inmigracion además permitió la llegada de un conjunto de saberes y oficios que
iban más allá del ámbito agropecuario
- En este contexto, los ingresos generados por el sector agroexportador se
canalizaron hacia un aumento de consumo que no fue satisfecho totalmente por las
importaciones

Como fruto de esta conjunción de factores, un sector industrial dedicado al abastecimiento


del mercado interno pasó a integrar el espectro de las nuevas actividades productivas.
Su localización geográfica, efectuando los complejos agroindustriales ya mencionados,
tendió a ser en las grandes ciudades del litoral y en Buenos Aires. Pesó para ello su
proximidad a los grandes mercados de consumo y en el caso de Buenos Aires su condición
de cabecera de extensas redes ferroviarias.

La configuración de la industria mostraba hacia 1914 una tendencia al sector de alimentos y


bebidas, como por ejemplo los complejos azucareros y vitivinícolas. Además, otras como:
- Industria frigorífica: orientada hacia mercados internos y externos
- Industria harinera
- Industria láctea
- Industria cervecera
- Industria maderera
- Industrias textiles: a partir de la crisis de 1890, y con el encarecimiento de la ropa
importada, experimentó un abrupto desarrollo en la rama de la confección.
- Industria metal-mecánica: multiplicación de fundiciones y herrerías vinculadas con la
instalación de inmigrantes italianos que portaban el oficio. El país carece de los
insumos necesarios (hierro y carbón) pero había una abundante dotación de un
insumo alternativo, la chatarra, producto del enorme parque ferroviario argentino

En cuanto a los empresarios del sector, había una alta presencia de inmigrantes (80%
según el censo de 1895).

Los pequeños talleres tenían un peso importante. Había un contraste importante entre estos
y las grandes empresas agroindustriales del interior, controladas por integrantes de las
élites tradicionales. Del amplio universo de pequeños empresarios inmigrantes emergió un
núcleo que logró acumular hasta constituir grandes establecimientos.

En este periodo también se dio el desembarco de empresarios o inversores externos.

En cuanto a la política pública, ésta influyó en el desempeño del sector. Desde el viraje a
políticas arancelarias durante el gobierno de Avellaneda en 1876-1877, ya no hubo retorno
a la política librecambista. Esto era fruto de las alianzas sociales y regionales sobre las que
se había construido el gobernante Partido Autonomista Nacional, que entre sus
componentes tuvo a las elites de Tucuman y Mendoza, pero también de las necesidades
fiscales de un Estado en expansión, que se financiaba casi exclusivamente con los recursos
aduaneros.

Ley de Aduanas de 1905: La política aduanera de la época no era globalmente


proteccionista, sino una zona gris que incluía cláusulas favorables a diversas actividades
industriales,y no solo a las del sector agroindustrial del interior.
Al servicio de la modernización: la moneda, el crédito y los bancos

En cuanto a lo monetario y financiero, pueden distinguirse dos etapas:


1. La de la década de 1880:
Predominó una tendencia expansiva en materia monetaria. Desligamiento de las bases
ortodoxas del patrón oro. El sistema de crédito, fuertemente apoyado en la banca estatal y
mixta, priorizaba la acción de fomento por sobre los tradicionales preceptos de liquidez y
solvencia.

Ley de Unificación Monetaria de 1881: fijó el peso moneda nacional, poniendo un fin legal a
la pluralidad de monedas vigentes. Buenos Aires se unió tempranamente al régimen
fiduciario, mientras que el interior siguió apegado a la vieja moneda de plata colonial.
La nueva emisión era otorgada a una serie de bancos, que combinaban funciones
monetarias con las del crédito comercial, esto generó problemas ya que al efectuarse la
conversión por oro de los billetes, estos entraban de nuevo a la circulación a través del
crédito. La convertibilidad duró poco, hasta 1884, y fue suspendida a pedido de los propios
bancos. (En la economía argentina se usaban dos monedas paralelamente. Por un lado,
circulaban los pesos papel o moneda nacional, que variaban con la emisión local. Por el
otro, se usaban los pesos oro, atados a este metal que cambiaba por pautas internacionales
mucho más estables. Para fijar una relación más estable entre ambas monedas se sancionó
una ley monetaria).

A partir de 1885, el gobierno nacional autorizó las nuevas emisiones, siempre


inconvertibles. Se dio una significativa expansión monetaria.
A partir de 1887 se implantó un nuevo régimen, de los denominados “Bancos Libres” o
“Garantidos”, que autorizaba la formación de establecimientos que podían libremente emitir
contra un depósito equivalente en oro ante el Banco Nación. El sistema, que amplió
enormemente la emisión y el crédito en el interior del país, fue anunciado como un
instrumento para un ulterior retorno de la convertibilidad, a medida que los depósitos de oro
aumentaran. Sin embargo, mientras que los billetes siguieran siendo inconvertibles, su
emisión no hacía más que aumentar la masa de medios de pago que presionaban al alza
del precio del oro. Si esto no ocurrió en 1888 fue debido a los flujos importantes de capital
extranjero, cuya magnitud incrementó la oferta de divisas frente a la masa de billetes
circulantes.

A partir de 1889, el precio del oro iba en aumento, al mismo tiempo que una menor entrada
de capitales extranjeros mostraba la desconfianza creciente de los mercados financieros
internacionales. Esto fue el telón de fondo de la crisis política de 1890 (renuncia el pte
Celman). Se devalúa la moneda y se da un retiro de los depósitos durante el primer
semestre de 1891, lo que obligó al Banco Nación y al Banco Provincia a cerrar sus puertas,
y luego a casi todas las demás entidades.

2. La que se dio a partir de la crisis de 1890


Sobrevino una etapa de ortodoxia por parte de los establecimientos supervivientes, y de una
fuerte restricción monetaria en los noventa, hasta el restablecimiento de la convertibilidad en
1899.
Desde 1902-1903 y debido a un nuevo contexto expansivo generado por el boom de las
exportaciones y la oleada de inversiones externas, esta ortodoxia convivió con una
ampliación de la base monetaria y una mayor oferta y flexibilidad en las condiciones de los
créditos.
La crisis de 1914 impactó sobre todo a la banca privada, y aumentó sin precedentes el peso
de la banca oficial, que sería signo distintivo del próximo periodo.

El nuevo gobierno de Carlos Pellegrini canceló el sistema de los bancos garantidos y lo


reemplazó por un organismo estatal, la Caja de Conversión, que en los primeros años solo
pudo hacer emisiones sin respaldo.
Como la caída de los bancos dejó una masa de depósitos indisponibles, hubo una
fenomenal contracción monetaria y crediticia que ayudó a ponerle freno a la crisis
cambiaria. Gracias a este panorama restrictivo, al mejoramiento en la balanza de pagos y a
la renegociación de los compromisos con los acreedores externos, a partir de 1895
comienza a descender el tipo de cambio.

Estos arreglos con los acreedores acarrearon un aumento sustancial de la deuda externa.
El aumento de las exportaciones e importaciones y consecuentemente de los ingresos
fiscales fue reduciendo el peso de la deuda externa en la primera década del siglo XX.

El aumento de las exportaciones y la entrada de capitales externos a partir de 1903 ayudó


junto al retorno de la convertibilidad en 1899 a obtener crecientes saldos favorables en la
balanza de pagos. Estos saldos, que la Caja de Convertibilidad convertía en billetes,
permitieron un aumento de emisión comparable al de los 80s, pero ahora respaldados en
metálico. Se dio un crecimiento aún mayor en los depósitos y créditos bancarios, los bancos
privados fueron los que más se expandieron.

Desde 1911, este segmento comenzó a verse afectado por la desaceleración de flujos
financieros externos, la menor liquidez y menores depósitos, los cuales se desplazaron
hacia el gran establecimiento oficial creado después de la crisis, el Banco de la Nación
Argentina. Este había comenzado a expandir sucursales y a flexibilizar sus condiciones de
crédito.

Cambios en las modalidades del crédito bancario entre las etapas:


En los 80s la banca oficial disponía de una alta flexibilidad que le permitía llegar a través de
sus sucursales a los productores, incluso a los más pequeños.
En la década de 1900, la banca oficial, aunque volvió a cubrir de sucursales el país, sus
préstamos fueron dirigidos al comercio y la ganadería. Actividades emergentes, como la
agricultura, debieron financiarse a través del crédito informal de casas comerciales.

La economía argentina en tiempos inciertos (1914-1930)

Contexto internacional turbulento: I Guerra Mundial e inestabilidad económica y financiera


de posguerra
Con la guerra, se rompe el orden económico y financiero vigente hasta entonces, el cual
demorará todo un decenio en restaurarse. Además trajo una serie de novedades, como fue
la intervención del Estado en los asuntos económicos. El orden establecido en la segunda
mitad de los años veinte se revelaria como sumamente frágil e inestable a partir de los
sucesos de 1929.

En lo inmediato, la guerra trajo:


- La suspensión del patrón oro en casi todos los países
- El dislocamiento de los mercados cambiarios
- La restricción de los movimientos internacionales de capitales (pasaron a depender
de un solo país prestamista: USA)
- Bajaron las migraciones internacionales
- El comercio internacional se vio muy afectado (muchos países usaban sus industrias
para fabricar material de guerra, y sobre todo debido a las restricciones de la
navegación ultramar)

Posguerra:
- El comercio internacional distaba de ser el de la preguerra. Después de la crisis de
1920, estaría caracterizado por altibajos y una tendencia deflacionista generalizada
- El flujo de capitales retoma su vigor, pero es USA quien seria (al igual que durante la
guerra) el principal prestamista. Gran dependencia de países respecto de la
continuidad de los flujos financieros estadounidense

El escenario económico y los sectores productivos: el fin de la expansión horizontal y la


alternancia de los ciclos ganadero y agrícola

A partir de 1914 el contexto internacional fue inestable. Además, el marco territorial, que
antes había ayudado a la expansión del país, ahora también dejó de tener un papel
distintivo. La puesta en explotación de la región pampeana, que había sustentado el boom
agroexportador de preguerra, había llegado a sus límites de capacidad, y las construcción
de ferrocarriles en la zona se redujo a niveles mínimos.

Esto debe agarrarse con pinzas ya que la superficie en uso agropecuario en la región
pampeana volvió a aumentar en la década de 1920, y además hubo cambios fuera de la
región. El volumen físico de exportaciones aumentaria sostenidamente hasta ubicarse en la
segunda mitad de los años veinte en un 50% por sobre el nivel de preguerra. Además,
algunas inversiones ferroviarias llevadas por el Estado tuvieron relevancia en el desempeño
productivo.

Impacto inmediato de la guerra en el sector agropecuario: aumento del sector ganadero en


desmedro del sector cerealero. Esto debido a un aumento en los precios ganaderos
respecto de los agrícolas. La guerra trajo la reducción y el encarecimiento de la bodega
disponible para las exportaciones, por lo que se vio favorecido el embarque de productos de
alto valor unitario, como las carnes. El tráfico internacional de cereales se reorientó a favor
de USA y Canadá, ubicados a una distancia más corta.
Así, los embarques de carne vacuna congelada llegaron en 1918 a su máximo histórico. Las
lanas también aumentaron sus valores, convirtiéndose el conjunto del sector ganadero en el
polo más dinámico de la economía.
Con la guerra, la interrupción de las inversiones extranjeras y la caída del crédito,
ocasionaron el descenso abrupto de las construcciones (entre ellas los ferrocarriles) así
como del comercio y los servicios, engendrando un ascenso del desempleo. Caída del
producto bruto en los primeros años de posguerra.

La recuperación de la actividad económica fue rápida, y en 1919 los niveles de producto


bruto estaban en paridad con los máximos de preguerra. Esta recuperación vino asociada a
un nuevo escenario: a partir de la crisis de 1920, los valores obtenidos con los productos
cárnicos se desplomaron, y el sector ganadero volvió a retroceder en favor del retorno a un
mayor protagonismo de la actividad agrícola.

Después de 1920, la economía agrícola y los cereales retomarian la delantera en el


comercio exterior. Se expandieron las superficies ocupadas con estos cultivos, en parte a
expensas de la ocupada por alfalfa, pero también en base a una ampliación de la frontera
agropecuaria. Uno de los fenómenos más notables en el sector externo de estos años era la
elevada inestabilidad en los volúmenes y los precios de exportación.
El stock de vacunos y ovinos se redujo.
Productores en el sudeste de Buenos Aires: en su gran mayoría arrendatarios, tomaban
superficies mayores a 250 hectáreas y presentaban un perfil empresarial: contaban con un
alto capital propio, sobre todo en maquinaria. La importante inversión en maquinaria
mostraba el peso que seguía teniendo la mecanización en el desempeño agrícola. Se
difundieron la cosechadora de trigo y lino, el tractor, el camión y el automóvil.
Fuera de la región pampeana, los cultivos industriales tienen un creciente papel. Los más
destacados seguían siendo la vitivinicultura y la caña de azúcar. La producción se duplicó.
Entre los nuevos cultivos destacan el algodón, que se expandió en Chaco sobre terrenos
dejados libres por una actividad forestal que mermaba a medida que se agotaban los
quebrachales. Junto con los nuevos plantíos de Corrientes y Misiones (tabaco, yerba, te).
Finalmente, debe destacarse el surgimiento de un polo fruticola en el alto valle de Rio
Negro, con el apoyo del Ferrocarril del Sud para su comercialización.

El sector industrial y el despegue de la sustitución de importaciones

Tesis de la demora: dice que los 20s fueron una oportunidad perdida para impulsar la
industrialización por sustitución de importaciones ya que la guerra hizo desaparecer por
algunos años la provisión europea de manufacturas.

Objeciones: la guerra tuvo un efecto ambiguo sobre la industria, ya que dio un


desabastecimiento de combustibles y maquinarias necesarias. Cayeron actividades como la
construcción urbana y las obras de ferrocarriles. Sin embargo, otras industrias se vieron
beneficiadas.
- Las exportaciones de los frigoríficos crecieron
- La industria textil, sobre todo la lana, proveía al mercado interno y ahora pudo
exportar
- Fábricas algodoneras se beneficiaron ya que proveían una materia prima hasta
entonces importada
En conjunto, de todos modos, el sector industrial retrocede en línea con el nivel de actividad
general, aunque ya en 1918 había recuperado niveles de 1913.

Años 20s: algunas estimaciones sugieren un crecimiento industrial enérgico, otras basadas
mayormente en el sector agroalimentario plantean un crecimiento más moderado. Sin dudas
el sector de alimentos, bebidas y tabacos era el más importante, pero el censo de 1935
sugiere que en ese intervalo el mayor dinamismo paso a otras áreas (industria textil
algodonera, metalmecánica, además de nuevos rubros a partir de la radicación de filiales de
compañías extranjeras europeas y sobre todo norteamericanas, de los que más de la mitad
correspondian al sector de química, perfumería, artículos eléctricos y metálicos).

De todos modos, las inversiones extranjeras más cuantiosas se localizaron en la industria


frigorífica y en los rubros como plantas de armado de automóviles, extracción y destilación
de petróleo y fabricación de cemento Portland. En estas dos últimas ramas, hacia fines de
los años veinte, la producción local había logrado cubrir el 50% de la demanda interna (en
1925 Yacimientos Petrolíferos Fiscales inaugura su destilería).

Políticas públicas: incidieron en la protección efectiva los aranceles, la alza de precios de


los países proveedores de manufacturas, la devaluación del peso en relación al dólar y la
libra, y el encarecimiento de los precios de las manufacturas durante gran parte de los 20s,
lo cual creó un clima más propicio para su producción local.

La crisis de 1914, los problemas de las finanzas públicas y el efímero retorno de la


convertibilidad

Con el inicio de la guerra y hasta septiembre de 1927 se dio la suspensión de facto del
funcionamiento del patrón oro. Su restablecimiento fue efímero, pues habría de ser
suspendido nuevamente al cabo de dos años.

La convertibilidad implicaba que en el caso de una salida neta de oro, una contracción de la
masa de papel circulante, y eso fue lo que sucedió en los meses previos a la primera
suspensión en 1914. El endeudamiento externo era tal que la falta de nuevos flujos había
tornado negativo el saldo de la balanza de pagos. La situación acarreo en 1913-1914 una
retracción de los depósitos bancarios y los créditos, además de un alza en las tasas de
interés y un crecimiento de las quiebras.

Sin embargo, la situación del mercado externo durante la guerra fue excedentaria (debido a
restricciones en el nivel de importaciones, al desabastecimiento externo y al aumento del
precio de las exportaciones). Esto permitió aumentar la base monetaria, que pasó a
funcionar durante un largo periodo con un mecanismo de convertibilidad a medias
(monetizaba los aumentos de reservas que posibilitaban los superávit, pero sin hacer lo
opuesto cuando el sector externo cambiaba de signo).

El cambio de coyuntura externa a partir de 1920 que acarreó el cambio en la balanza de


pagos y la crisis en los sectores productivos más involucrados, como el ganadero, llevaron a
que la banca privada pierda fuerzas. En este contexto, fue la banca pública, a través del
Banco de la Nación Argentina el que adquirió un papel más activo, sobre todo en el
aumento de la capacidad crediticia. También el Banco Hipotecario Nacional asume buena
parte del crédito que antes era otorgado por compañías europeas.

La brusca caída de la recaudación aduanera (debido al descenso de las importaciones


durante la guerra) trajo un déficit presupuestario imposible de financiar en el exterior como
antes de 1914. El grueso del déficit debió ser cubierto mediante la emisión de una deuda
flotante local. Se dio un sistema de financiamiento público a través del sistema bancario.
A partir de 1924, parte de esta deuda comenzó a ser reembolsada mediante empréstitos de
largo plazo emitidos principalmente por los grandes bancos de NY (Morgan, Citibank) que
ayudaron también a mejorar la situación externa y prepararon el retorno de la
convertibilidad.

El retorno de la convertibilidad fue precedido por los últimos grandes empréstitos externos
del gobierno de Alvear, cuyo producto, a la par que reembolsada créditos del Banco Nación,
aportaba a este banco una reserva de divisas para asegurar el funcionamiento del sistema.
Esta reserva sirvió en 1929 como colchón amortiguador al comenzar una fuerte salida de
oro. Una vez agotada la reserva, el gobierno de Yrigoyen declaró nuevamente la
inconversión. Ya se había producido el crack de Wall Street y los quebrantos subían.

La política del gobierno de Yrigoyen busco mantener el nivel de actividad económica,


impulsando al Banco Nación a aumentar su asa prestable, y ampliando las inversiones en
obras públicas, aun al precio de llevar el déficit fiscal a su nivel más alto desde la guerra. El
régimen que lo sustituyó en 1930 intentó volver a la ortodoxia monetaria y a un equilibrio
presupuestario, apostando por la vuelta al patrón oro. La situación internacional demostró
que esto no era posible.
La salida de Inglaterra de la convertibilidad en 1931 trajo cambios e incertidumbre.
3. El sector externo y las crisis económicas

La economía argentina en 1880-1916 - Fernando Rocchi


Los vaivenes de la economía

La integración del país al capitalismo mundial, además de permitirle un crecimiento


acelerado, le dio a su economía la vulnerabilidad de ese universo integrado. Tanto el
capitalismo de entonces como el de ahora presentan ciclos de auges y depresión.

● 1866: Primera crisis internacional sufrida por la economía argentina. Afecto a las
exportaciones de lana
● 1873: el país se vio nuevamente envuelto en una crisis mundial. Etapa depresiva
que lo llevó a convertirse en un modelo de ‘crisis de balanza de pagos’, que
caracterizaría la economía nacional por el resto de su existencia. En los años
previos, con el aumento de ingreso de capitales extranjeros y de divisas ingresadas
por la exportación de lanas, el consumo interno y las importaciones que lo proveian
habían aumentado. Lo importado superaba a lo exportado, con lo que se produjo un
déficit en la balanza comercial. No había problema a corto plazo ya que la cuenta
capital del balance de pagos era positiva (ingresaban más capitales de los que
salían). Ante los primeros indicios de crisis, los inversores se retrotrajeron y
cambiaron el signo positivo de la cuenta capital. El problema entonces se volvió
insostenible, pues ambas cuentas del balance de pagos se volvieron negativas.

El gobierno de Nicolás Avellaneda decidió enfrentar la crisis sin dejar de pagar la


deuda externa, pues buscaba mantener el buen nombre del país en el mercado
financiero internacional (para que las inversiones volvieran a entrar al país una vez
pasara la crisis). Para esto, impuso un plan que incluía el aumento de los impuestos
a las importaciones y un ajuste en los gastos del gobierno. La caída del consumo (ya
no llegaban capitales), las tarifas más altas y el menor gasto público resultaron en un
descenso en las importaciones, generando un superávit en el balance comercial,
además de darle al Estado mayores posibilidades de pagar la deuda (recaudaba
más y gastaba menos). A fines de la década de 1870 la crisis había pasado

● 1884: nueva crisis, se abandona el recientemente aprobado plan de patrón


monetario bimetálico. Salió de esta crisis sin esfuerzos profundos.

En la segunda mitad de la década se retomó el crecimiento económico. De nuevo se


incrementaron el consumo y las importaciones, lo cual llevó a un balance comercial
negativo que se compensaba con una cuenta capital de nuevo positiva por la llegada
de préstamos extranjeros. Esto parecía funcionar bien, la Argentina se convirtió en el
principal receptor de las inversiones de GB (a su vez el mayor exportador mundial de
capitales).
● 1890: En medio de la política monetaria expansiva de Juárez Celman a fines de la
década surgieron bancos sin respaldo a partir de la ley de bancos garantidos.
Espíritu especulativo en la época. El público encontró en el oro la única inversión
segura, por lo que el precio del oro subió y el peso moneda nacional cayó
estrepitosamente. Este malestar inicia en 1889, y en 1890 se desata la crisis.

Origen de la crisis: algunos historiadores hacen foco en el marco internacional, y


como la fragilidad del sector externo tiene su talón de Aquiles en la entrada de
capitales. Cuando los inversores extranjeros se dieron cuenta de que el crecimiento
argentino no superaba sus expectativas, retiraron su dinero y generaron una crisis
en el balance de pagos. Otros historiadores dicen que se debió a factores internos,
específicamente a la política monetaria expansiva que generó una fuerte inflación y
un caos en la concesión de créditos.

El presidente Carlos Pellegrini salió de la crisis a partir de un plan que era una
versión más profunda y extendida del usado por Avellaneda casi 20 años atrás. Se
aumentaron las tarifas a la importación, por lo que las importaciones se
desplomaron, con lo que se logró un balance comercial favorable. Además, se
renegocia el pago de la deuda externa, acordando posponerlo hasta fines de la
década. La maduración de las inversiones en ferrocarriles dieron lugar a un aumento
de las exportaciones. Gracias a esto en esos años los cereales pudieron convertirse
en productos de exportación masiva. A mediados de la década del 90 se ven
síntomas de recuperación.

● 1897: nueva crisis, se originó en varios factores que poco tuvieron que ver con la
balanza de pagos. Las altas tarifas llevaron a la apertura de muchas fábricas que la
demanda argentina no podía sostener, llevando a una sobreproducción industrial
que se traducía en una competencia salvaje y una reducción de precios que ponen a
varias empresas en quiebra. A esto se suma el conflicto fronterizo con Chile, cuyo
temor provocó una desaceleración en la concesión de créditos. Mientras pasaba
esto, el sector externo se mantuvo saludable, permitiendo al país comenzar con el
pago de su antigua deuda renegociada.

● La economía interna solo mostró un crecimiento similar al previo a la crisis en 1901


(sacudón financiero internacional) y 1902 (cuando los Tratados de Mayo pusieron fin
al conflicto existente con Chile).
A partir de acá se da un crecimiento económico. El balance comercial se mantuvo
favorable debido a la fortaleza de las exportaciones, y a pesar del aumento de las
importaciones resultante del aumento en el consumo.
Las inversiones extranjeras se renovaron, por lo que la cuenta capital también
mostró un superávit. El país parecía haber encontrado la fórmula mágica para el
crecimiento: la coexistencia de saldos externos favorables en el balance comercial y
la cuenta capital.

● 1907: La crisis internacional afectó poco a esta economía pujante. Parte del
crecimiento económico de la primera década del siglo XX se debió al optimismo que
el país generaba en el largo plazo, más allá de la situación coyuntural que viven las
exportaciones. Cuando ocurria algún inconveniente que hacía caer las exportaciones
(ej inundaciones o sequías), el conjunto de la economía continuaba creciendo
porque los capitales, confiados en que estos eran fenómenos pasajeros, seguían
llegando.

● 1913: el ciclo dorado se vio interrumpido. Crisis internacional a raíz de la inseguridad


que la guerra de los Balcanes generaba en los inversores, la cual llevó al país a vivir
nuevamente los problemas del ciclo capitalista mundial. El descenso de inversiones
afectó duramente a la construcción y al sensible sector financiero.

La estructura que el sector externo había adquirido desde inicios del siglo llevó a que
las soluciones encontradas fueran distintas a las de 1873 y 1890. Como el balance
comercial ya era positivo antes de la crisis, no fue necesario aplicar tarifas para
disminuir importaciones. El presidente Victorino de la Plaza tuvo que declarar la
inconvertibilidad de la moneda ante el malestar mostrado en el afectado sector
financiero. La crisis puso en problemas a la banca privada, los cuales se agravaban
porque los depositantes tendían a sacar sus ahorros y dejarlos en algún banco
oficial. Que fuera el Estado quien inspirara esa seguridad en 1913 era un dato que
demostraba el éxito alcanzado en sus esfuerzos por consolidarse.

El Estado frente a la economía

El papel del Estado en la economía durante el periodo de auge exportador es considerado


por muchos como inexistente. Para esta creencia generalizada, la ideología del laissez-faire
(completa libertad en la economía: libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos
impuestos, libre mercado laboral y mínima intervención de los gobiernos) habría mantenido
al gobierno exclusivamente como gendarme y garante del marco político-jurídico en el que
se desarrollaban los negocios.

Esta creencia está lejos de ser realidad; si bien no existió un Estado intervencionista a la
manera en que la Argentina lo conoció más avanzado el siglo XX, la presencia estatal en la
economía fue significativa, y compleja.

El Estado:
● Promovió las primeras inversiones garantizando sus bonos y las ganancias de las
empresas ferroviarias privadas. Incluso se involucró directamente con la
construcción de la primera red de trenes, así como se aventuró con sus ferrocarriles
donde el capital privado no lo hacía.
● La intervención estatal se continuaba en el mercado bancario. El Banco de la
Provincia de Buenos Aires tuvo un papel clave en los orígenes del sistema, y luego
el Banco de la Nación Argentina en la década del 90’. Esta institución estatal llegaría
no sólo a ser el mayor banco del país, sino que tendría una función indicativa para el
resto de las instituciones.
● En cuanto a la política fiscal, el grueso de los ingresos estatales estuvo compuesto,
en este periodo, por impuestos a las importaciones. Los gravámenes a las
exportaciones desaparecieron en la década de 1880, pues se consideraba que
obstruían las ventas al exterior, que eran el motor del crecimiento. Los impuestos
directos quedaban dentro de la jurisdicción provincial. Una fuente de ingreso
adicional fue la aplicación de impuestos internos a artículos a los que se consideraba
legítimo gravar por el efecto perjudicial sobre la salud, como el trabajo y las bebidas
alcohólicas (estos fueron implementados en la década de 1890).

Esta política fiscal que gravaba el consumo fue criticada como inequitativa por
algunos de los contemporáneos. Sin embargo, los proyectos alternativos para
imponer tributos a la riqueza nunca fueron seriamente considerados por el Estado.
Detrás de esto puede verse la presión de los más ricos. Además, una política tal
exige un gran esfuerzo de información catastral y censal para identificar a quién se
le va a cobrar estos impuestos, tarea muy difícil para los países nuevos.

Uno de los resultados de la política fiscal argentina fue la protección a la industria


local. Esta protección era selectiva y compleja debido a razones económicas,
políticas, ideológicas y hasta fortuitas. La complicada política tarifaria se explica
tanto por las complejidades del Estado como por los mismos empresarios
industriales. La mayoría de estos no solo producía sino que también importaba.
Estos industriales no iban a presionar por una política librecambista general
(afectaba lo que producían) ni tampoco por una completamente proteccionista
(afectaba lo que importaban). Es por esto que presionaban en el Congreso para
lograr la protección sobre un tipo de producto y la libre entrada de otro.

La política industrial de protección selectiva, más allá de las presiones de los


empresarios, fue definida por el mismo Estado a través de Julio A. Roca. En 1899
este definió a la Argentina como un país que no tenía una evolución económica
exitosa lo suficientemente vieja (como GB) como para lanzarse al librecambismo,
pero tampoco había alcanzado aún la potencialidad de los Estados Unidos, con lo
que el proteccionismo resultaba desventajoso. La elección recayó en un
pragmatismo que significaba tomar caso por caso y decidir en consecuencia.

Los ingresos del Estado nunca llegaban a cubrir sus gastos, por lo que el déficit
fiscal era habitual. Este se cubría mediante la emisión de deuda pública. La emisión
de deuda pública para solventar el creciente gasto público llevaba a un aumento en
la tasa de interés del sistema y a una eventual caída en la tasa de inversión del
sector privado. Sobre todo en momentos difíciles, los inversores preferían la
seguridad de los títulos del Estado.

La política económica de estos años no podía definirse ni como librecambista ni como


intervencionista, sino como una mezcla de pragmatismo y flexibilidad. Fue en esa posición
intermedia donde la economía argentina encontró su equilibrio: entre el dinamismo interno y
el externo, entre la pujanza de una región y el estancamiento de otra. Esta característica
(que alejó al país de la evolución que tenían otros países en LATAM y USA) fue la que
plasmó los éxitos y los límites de una etapa que los argentinos suelen asociar con el mejor
momento de su vida económica.
4. La economía argentina entre la Gran Guerra y la Gran
Depresión, 1914-1929

“La antesala de lo peor: argentina entre 1914 y 1930” -


Juan Manuel Palacio
Cambios y continuidades
Dos perspectivas en cuanto a este periodo:

● Perspectiva de la continuidad: este periodo, en el que la producción agropecuaria


sigue siendo el sector más importante de la producción nacional y en el que la
exportación de productos primarios sigue constituyendo el elemento dinámico del
desarrollo, pertenece a la etapa de la economía primario-exportadora o del
‘crecimiento hacia afuera’ que se había inaugurado con la inserción del país en el
mercado mundial a mediados del siglo anterior y no se interrumpe sino hasta la crisis
de 1930. En esta época la naturaleza y el signo del crecimiento son los mismos que
antes de 1914 y sólo puede percibirse un cambio en el ritmo del desarrollo que
responde a un crecimiento más lento de la economía mundial en conjunto. Entonces,
la 1WW inaugura una etapa en que las fuerzas integradoras de la economía mundial
(movimientos de capitales, corrientes migratorias y comercio) pierden el impulso
expansivo de la etapa anterior, con lo que el crecimiento sufre una desaceleración.
Pero esta desaceleración no implicó una interrupción de la prosperidad, ya que
todos los índices económicos relevantes crecieron.
● Perspectiva de cambios: Los historiadores lo han dejado encerrado entre “gran
expansión” (1880-1914) y “estancamiento” (post 1930), quitándole identidad. Para
esta perspectiva, la 1WW representa el primer gran shock externo del siglo XX y un
corte fundamental en la historia argentina aunque no inaugure un nuevo modelo de
crecimiento. En primer lugar porque por su intensidad no fue una crisis más, la
paralización del comercio y los flujos de capitales y mano de obra fue tan drástica
que fue necesario un importante proceso productivo destinado a sustituir
importaciones, que muchos vieron luego como decisivo en la formación de la
industria nacional. En segundo lugar, la crisis hizo tambalear el sistema monetario
internacional y fue necesario el intervencionismo estatal para encaminar las
economías nacionales, a tal punto que hizo reflexionar sobre el rol del Estado en la
economía e inspiró una nueva desconfianza en “la mano invisible” del mercado.
La crisis de 1914 además cristaliza procesos que venían de años anteriores, uno de
ellos fue el fin de la hegemonía británica en la región y su reemplazo por la de USA,
que se convertirá en estos años en el centro de las finanzas mundiales y el principal
proveedor de crédito. Este hecho significó para los países LATAM un cambio radical
en la modalidad de inserción al mercado mundial.
Otros cambios en este periodo: límite de la expansión horizontal de la agricultura; el
gradual incremento de la participación de la industria en el PBN; estancamiento de
las inversiones británicas y aumento de las norteamericanas; reorientación del
comercio exterior; creciente importancia del petróleo respecto del carbón y el
consecuente desarrollo de los caminos y automotores, en detrimento de los
ferrocarriles.

Cual sea la perspectiva que se adquiera, es un hecho que con la vuelta de la paz nadie
quedó en la Argentina en el mismo lugar en el que estaba antes de la guerra.
Cambios post guerra en el escenario internacional tal como lo conocía el país:
- Inglaterra, sumamente importante para el país, pierde su hegemonía, y surge USA
como nuevo centro económico mundial
- Con la decadencia del poder britanico, se pierde la confianza en un sistema en el
que el crecimiento parecía indefinido y sin fisuras, y los mercado ilimitados y alcistas
- En contraste con el cobijo que suponía el imperio britanico, la creciente dependencia
económica y financiera con USA se parecía más a una intemperie.

La guerra había marcado el fin de la belle epoque en la Argentina.

Crisis de este periodo:


1913-1917 depresión
1918-1921 recuperación
1921-1924 recesión
1925-1929 expansión

La Primera Guerra Mundial y sus efectos

En 1913, el Banco de Inglaterra eleva los tipos de interés para corregir un déficit de la
balanza de pagos británica y contener la incertidumbre financiera causada por las guerras
de los Balcanes, actitud que sería imitada por el resto de los países europeos. Esta
restricción monetaria dio lugar a una suspensión de de la exportación de capitales, lo cual
afectó directamente a países que, como la Argentina, dependían de inyecciones constantes
de capital externo para mantener equilibrada su balanza de pagos.
A esto se le sumó la caída de los precios mundiales de la carne y los cereales, y la mala
cosecha del país en 1913-1914, lo que hizo que bajen los ingresos por exportaciones,
profundizando aún más la situación de la balanza de pagos en el país.

La crisis del financiamiento externo y del comercio exterior provocaron un drenaje de


metálico del país que, dado el patrón oro vigente, se tradujo en una contracción monetaria y
una crisis de liquidez. Con esto se ve afectado el sistema bancario y crediticio, lo que
provocó la paralización del comercio y la quiebra de empresas, lo que terminó con el
gobierno suspendiendo la convertibilidad en 1914 para evitar que siguiera el drenaje de
divisas. De esta manera, la crisis en el país ya se había desatado previo a la guerra,
haciendo caer el producto bruto, el comercio exterior y las inversiones externas.

Si bien la desinversión externa y la depresión general continuaron hasta el fin de la guerra,


el comercio exterior se recupera al año siguiente, aunque sin alcanzar los niveles de
preguerra hasta 1918. El déficit comercial se soluciona con la recuperación de las
exportaciones y sobre todo con una caída drástica de las importaciones, lo que generó
superávits comerciales durante la guerra.
Estas exportaciones crecen tímidamente en los primeros años y toman fuerzas después de
1917, gracias a la demanda de guerra, que favorecía a las carnes en conserva en
detrimento de los cereales (con la guerra submarina impuesta por Alemania, el riesgo de la
navegación comercial aumentó, por lo que se periferia embarcar productos de mayor valor
unitario, como era el caso de las carnes).
Entre 1914 y 1918, entonces, aumentaron las exportaciones de carnes y disminuyeron las
de cereales como el trigo, maíz y lino.

Las importaciones descendieron drásticamente, consecuencia de las dificultades para la


navegación y la reestructuración de las industrias europeas para satisfacer la demanda de
la guerra. Esta disminución abrupta tenía un efecto positivo en la balanza de pagos
comercial argentina, y un efecto negativo para los términos del intercambio. La escasez de
productos importados hizo que subieran sus precios, empeorando los términos de
intercambio para países como Argentina y neutralizando en alguna medida los efectos
positivos de la balanza comercial.

Esto también tuvo como consecuencia el desarrollo de una industria sustitutiva de


importaciones. El aumento de precios de las importaciones europeas generó una
“protección natural” para la industria en latinoamérica. Sin embargo, esto no bastaba para el
desarrollo de un día a otro de una industria capaz de proveer al mercado interno de los
países latam los productos industriales que antes compraban en el exterior. Solo pudieron
aprovechar esta circunstancia los países que poseían un desarrollo industrial previo y una
capacidad instalada considerable (Brasil y Chile).

El caso argentino es contradictorio, su industria en 1914 exhibía una considerable


capacidad instalada, además de que los saldos comerciales favorables durante la guerra
servían de sostén de la demanda de productos industriales. Estas dos cosas bastaron,
según una visión tradicional, para el desarrollo de una industria local que sustituyera las
importaciones, sobre todo en los rubros de alimentación, vestido, metalúrgica liviana y
reparación. Estudios más recientes dicen que la recesión de la guerra había provocado una
caída del salario real y despreocupación, afectando al consumo. Por otro lado, la misma
caída de las importaciones afectó a ramas de la industria que dependían de insumos
importados. Mientras las industrias transformadoras de materias primas nacionales crecían
considerablemente, otras como fue el caso de la industria metalúrgica, dependiente del
hierro extranjero, se vieron resentidas. Esto explica que, aunque el sector industrial logró
crecer en este contexto recesivo general, el crecimiento del 9% en el índice de la industria
entre 1914 y 1918 resulte decepcionante comparado con índices como los de Chile o Brasil
del mismo periodo.

Otro efecto de la disminución de importaciones fue que el nivel de recaudación fiscal se vio
reducido drásticamente (los ingresos fiscales se alimentaban fundamentalmente de los
gravámenes al comercio exterior). Este panorama fiscal se agrava por el cese de las
inversiones extranjeras dada la escasez de capitales en el mundo, limitando la forma
habitual de saldar el déficit fiscal con endeudamiento externo. Aun así, el Estado recurre al
endeudamiento externo sobre todo con USA, e interno emitiendo obligaciones. Este
endeudamiento no bastó para solucionar la crisis financiera estatal, por lo que el Estado
tuvo que reducir gastos públicos en los sectores de las obras y el empleo público. Estos
recortes junto a la paralización de construcción privada (la de ferrocarriles se detuvo durante
la guerra) y la quiebra de empresas generaron altos niveles de desocupación. La
emigración ya no era un escape debido a los altos precios de los pasajes por la escasez de
embarques.

La caída del salario real debido al aumento en los precios de los artículos de consumo fue
especialmente pronunciada en los dos últimos años de la guerra. Con el repunte de los
precios de las exportaciones llegó la inflación de los precios internos, que afectó sobre todo
al consumo popular. El clima social de disconformidad provoca un inusual nivel de
protestas. Parecía para algunos que la belle époque había llegado a su fin en el país.

El largo plazo
La guerra afectó el sistema económico mundial y la inserción de los países
latinoamericanos en el.

En primer lugar, la guerra expresó el lento proceso de decadencia de Inglaterra y del patrón
oro como ejes del orden económico mundial y su reemplazo paulatino por la hegemonía de
Estados Unidos. La moneda de GB siguió siendo el patrón de referencia del sistema,
mientras que sus industrias fueron perdiendo terreno desde principios del siglo con las más
competitivas de USA, creando una contradicción creciente e insostenible.

Para 1913, la mayoría de los países latam importaban más de USA que de GB, y las
inversiones norteamericanas eran predominantes en sectores estratégicos de sus
economías (minería y ferrocarriles mexicanos, cobre peruano, salitre chileno, bananas
colombianas y azúcar cubano).

Durante la guerra, Estados Unidos adquirió ventajas en el comercio (debido a su posición


geográfica aislada) y financieras (debido a la solidez de su creciente economía).
Paralelamente, los países europeos con más influencia comercial y económica en América
Latina tenían obstáculos para atender estos mercados. El dislocamiento del sistema
bancario y crediticio y la crisis que generó la guerra en Europa generó un lugar que USA
supo aprovechar. En latam el resultado fue el estancamiento de inversiones británicas y el
enorme crecimiento de las norteamericanas. El comercio aumentó también, sobre todo de
los automóviles.

Este recambio en el centro del poder financiero e industrial del sistema económico
capitalista provocó transformaciones en la estructura del comercio y de las inversiones en el
mundo, dado las diferentes economías y políticas de los dos países. A diferencia de GB,
USA era altamente proteccionista (aplicaba altos gravámenes al comercio exterior) y a su
vez era un país productor y exportador de productos de clima templado, por lo que no eran
un mercado para aquellos países, como la Argentina, que se especializaban en los mismos
productos. Esto implicaba que las inversiones norteamericanas no serían subsidiarias del
comercio internacional, en el sentido de orientarse a la exportación de bienes desde los
países deudores hacia los acreedores (cosa que sí sucedía con las británicas). Más que
financiar la exportación, estas inversiones financiaban la producción interna o las obras
públicas. De esta manera nace una nueva relación con el país acreedor, que ya no era
mercado para las exportaciones: como las deudas no se saldaban con la venta de
productos, el sistema dependía de inyecciones de capital continuas, problema que se haría
evidente cuando la crisis de 1930 detuviera casi por completo las exportaciones de capital,
provocando dificultades en las cuentas externas de los países latinoamericanos.

El segundo proceso de largo plazo que venía afectando el orden económico mundial desde
antes de la guerra y que ésta convertiría en definitivo era el de una creciente sobreoferta de
productos primarios. Esto generaba una inestabilidad estructural en los mercados de estos
productos.
Las causas de este fenómeno eran, desde la oferta, la modernización y el cambio
tecnológico que incrementaron la productividad de los sectores agropecuarios, mineros y
extractivos, a lo que se le agregaba una expansión en la frontera agrícola en los nuevos
países, aumentando así la oferta global. Desde la demanda, el crecimiento decreciente de
la población europea junto a las muertes que provocó la guerra y el aumento en el nivel de
los ingresos generaron un descenso de la demanda de alimentos.
El resultado de esto es una tendencia a los excedentes agrícolas crónicos y los precios
decrecientes de los productos primarios, aunque presentando grandes variaciones de corto
plazo. En Latinoamérica esto se viviría como una gran inestabilidad de los beneficios de la
exportación, salvo en aquellos países que producían petróleo u otros minerales
estratégicos, como Venezuela o México. Otra consecuencia de esto se vería en los
mercados europeos y norteamericanos, los cuales deberían afrontar, además de la
disminución de demanda, la competencia con los productos más baratos provenientes de
países como Argentina. Esto llevó a un mayor proteccionismo tanto en Estados Unidos y en
Europa, estrechando los mercados para Latinoamérica.

En 1921, tras un incesante lobby de los productores agropecuarios norteamericanos en el


Congreso, se impuso un arancel de emergencia por el que se elevaban los derechos para la
importación de productos agropecuarios. Años más tarde, este país iba a limitar las
importaciones de carnes, lo cual tuvo un efecto sumamente nocivo para la Argentina.

Los años veinte

Después de la guerra, GB adoptó una política monetaria ortodoxa que consistio en aferrarse
al patrón oro hasta recuperar la paridad existente en la preguerra. La valorización de la libra
recién se logra en 1925.

A mediados de la década se consigue normalidad en el sistema monetario mundial.


Inglaterra encuentra la paridad buscada, se corrigen los montos de reparaciones impuestos
a Alemania y Estados Unidos concede nuevos créditos para estabilizar las monedas
europeas. El sistema monetario de posguerra, llamado ‘patrón cambio-oro’ (imponia que las
reservas podían atesorarse, en vez de en metálico, en monedas respaldadas por el oro,
como la libra y el dólar) fracasa por la debilidad de la economía inglesa después de la
guerra, que le impedía seguir cumpliendo el rol de centro financiero mundial que había
tenido hasta entonces.

Estados Unidos, por el contrario, sale fortalecido de la guerra. Su economía crece mucho,
gracias a un renovado auge industrial y un sólido mercado interno.
En Argentina, con la paz vuelve la prosperidad. Retornan las inversiones, los precios se
recuperan, se normaliza el comercio, las arcas públicas encuentran estabilidad. Sin
embargo, lo que mejor define a los años veinte en la economía argentina es la inestabilidad
del ciclo económico y una gran volatilidad en los precios. Si se analiza el crecimiento del
PBI del período 1914-1929, este es bajo debido a la guerra. Si se considera el periodo
1917-1929 el PBI fue muy alto.

Las cifras de inmigracion vuelven a revertirse, los salarios reales se recuperan, doblando en
1929 la cifra de 1918. La base de la renovada prosperidad sigue siendo el sector rural,
aunque la industria crece notablemente, de la mano de inversiones del capital
norteamiericano. Considerado de forma comparativa, el crecimiento del país tampoco es
despreciable: durante los años veinte, la Argentina crece más que USA, Canada o Australia.

Comercio exterior e inversiones

En Argentina, la década de 1920 se presentó como un tiempo de gran inestabilidad del ciclo
económico pero con un crecimiento nada despreciable. El principal motor de esta
reactivación fue la recuperación del comercio exterior. Las exportaciones no sufrieron
grandes modificaciones en su composición ni su destino: a fines de los 20, el 95% consistía
de productos agropecuarios, mientras que el 85% tenía como destino Europa occidental,
concentrándose en GB. En este periodo aumentan las exportaciones a GB, mientras que las
destinadas a USA crecen muy modestamente.

El gran cambio se dará en el origen de las importaciones, aumentando las provenientes de


USA. En los años veinte, las importaciones norteamericanas en el mercado argentino
crecen a costa de las británicas. Los ingleses mantuvieron y aumentaron su participación en
las importaciones de carbón y material ferroviario, pero no pudieron competir con Estados
Unidos en rubros de gran crecimiento como los automóviles y otros bienes de capital para la
agricultura y la industria.

El ascenso de USA en el comercio exterior argentino se alzaba sobre el deterioro del


bilateralismo que había caracterizado al comercio exterior entre Argentina y GB hasta antes
de la guerra. El intercambio entre ambas economías suponía que, como contrapartida de la
venta de productos agropecuarios (sector ganadero) en el mercado inglés, la Argentina
satisfacía gran parte de sus necesidades de productos manufacturados importados con
productos británicos (sector ferrocarrilero). La dupla invernaderos argentinos y empresas
ferrocarrileras británicas eran el alma del bilateralismo comercial entre los dos países.

Durante los años veinte comienza un triángulo comercial y de transacciones de capital


entre Argentina, GB y USA.

Del lado del comercio exterior, Argentina tienia excedentes comerciales con GB, gracias a
las exportaciones de carnes y cereales y a la caída de las importaciones de ese origen, y un
déficit con USA, dado que las compras de productos manufacturados norteamericanos no
eran compensadas con las exportaciones argentinas a ese país, que podía abastecer su
mercado interno con productos primarios de su propia producción. En la década de 1920,
los productos industriales británicos son desplazados por los más competitivos de los
Estados Unidos. Para 1925, ese país pasó a ser el principal proveedor de la Argentina,
importando automóviles, maquinaria agrícola, y productos complementarios como
neumáticos y derivados del petróleo.

Del lado de las corrientes de capital, el sentido de los flujos era inverso. El balance de
pagos argentino con Inglaterra era deficitario debido a las importantes remesas del capital
britanco en el país, mientras que la balanza con USA era positiva dado el constante flujo de
inversiones.

Las relaciones triangulares afectaba los intereses británicos. El desarrollo del petróleo
competia con el carbón britanico y amenazaba cambiar toda la base de la demanda
energética; el desarrollo del automotor y el camino amenazaba el desarrollo ferroviario; la
importación de maquinarias para la industria textil, destinadas a aumentar la industria
nacional, amenazaba directamente las importaciones al país de productos textiles
terminados; por último, las inversiones directas en la industria, no solo desplazaban del
mercado argentino a los productos británicos sino que además achicaban la demanda de
insumos industriales de ese origen.

Ante estos cambios en la disposición comercial mundial y el inevitable ascenso de USA


como centro de las finanzas mundiales, GB intentó preservar los privilegios comerciales que
tenía en sus dominios y zonas de influencia mediante tratados y negociaciones. En la
relación con Argentina, y basándose en el hecho de representar un importante mercado
para los productos exportados, intentaron retomar el bilateralismo. Contaron con el apoyo
del sector ganadero más poderoso, los invernaderos dedicados a la producción del chilled,
cuyo mercado se encontraba casi totalmente en Inglaterra. Para este sector, al temor a
perder ese mercado se le sumaba el descontento con USA por la desigual relación
comercial que este país tenía con la Argentina, y por las limitaciones que ponían para los
productos agropecuarios argentinos. Este descontento empeoraría en 1926, cuando se
decreta en USA la prohibición de importar carne argentina con la excusa de la fiebre aftosa.

La alianza entre invernaderos y británicos era estratégica: a cambio de poder seguir


ubicando sus productos en el mercado de Londres, los vendernandore prometen ayudar a
los intereses británicos presionando al gobierno argentino para lograr un tratamiento
preferencial de los productos industriales de exportación, en especial los insumos para los
ferrocarriles. De no obtener ese tratamiento especial, estos productos iban a ser
desplazados del mercado argentino por los más competitivos de origen norteamericano.

La campaña organizada por el ministro britancio en el país, Malcolm Robertson, buscaba


revertir la balanza comercial desfavorable que tenía GB con Argentina. Estaba basada en la
idea de “comprar a quien nos compra”. El resultado de esta fue el Convenio de Comercio y
Créditos Recíprocos (conocido como Tratado D’Abernon) entre GB y Argentina firmado en
1929. Por el convenio, la Argentina se compromete a comprar material ferroviario britanico
para el sistema estatal, mientras que GB se compromete a que sus empresas compraran
una cantidad equivalente de productos argentinos, cosa que no les modificaba nada ya que
este país ya adquiria esas cantidades previamente a la firma del convenio (no les agrego
ninguna carga adicional). Debido al golpe de Estado de 1930 este tratado nunca llegó a
aplicarse.
Puede considerarse a este tratado como un antecedente directo del Pacto Roca-Runciman
de 1933.
El sector agropecuario
Durante esta década, la producción agrícola retoma la preeminencia que había perdido
durante la contienda, mientras que la carne enfriada (chilled) termina de imponerse
definitivamente como principal producto de exportación. Ambos procesos se dan en un
contexto más estrecho de oportunidades, con una frontera que alcanza el límite de su
expansión horizontal hacia el fin de la década y con una gran volatilidad en los precios
internacionales de los productos primarios.

Durante la guerra, el aumento del precio de la carne, las ventajas que tenían para los
embarques internacionales, y la falta de oferta de mano de obra para la agricultura (saldos
migratorios negativos) habían favorecido la ganadería por sobre los cultivos. Los cultivos de
cereales y lino habían reducido su área sembrada en favor de la alfalfa (forraje), y las
existencias de ganado vacuno crecieron en 11 millones de cabezas en esos años.

Entre 1918 y 1930, las áreas sembradas retoman su ritmo ascendente, de la mano de los
cereales y el lino y a expensas de la alfalfa. Esto muestra el reacomodamiento que había
tenido el sector ganadero, que sufrió una caída tras la guerra. Los precios de la carne,
inflados por la contienda, se derrumbaron al acomodarse a la demanda de tiempos de paz y
como consecuencia de un mercado más reducido por los efectos del creciente
proteccionismo agrícola en Europa. Esto produjo una crisis ganadera entre 1921 y 1923, la
cual afectó especialmente a los productores más pequeños y menos diversificados.

La volatilidad de los precios no era solo en el sector ganadero, sino que fue un rasgo
característico de la década para todos los productos agropecuarios.

Dentro de la ganadería, el chilled se consolida luego de la interrupción de la guerra. El


ascenso del enfriado comenzado en 1908 había sido interrumpido por la contienda, ya que
la guerra submarina era un riesgo para el transporte de este producto, que sólo toleraba un
mes y medio en las cámaras antes de perder sus condiciones óptimas. Con la paz, el chilled
desplaza definitivamente a la carne congelada como principal producto ganadero de
exportación. Esta consolidación sella una división entre ganaderos que iba a tener
importantes repercusiones económicas y políticas en los años siguientes.

Por un lado estaban los criadores, dedicados exclusivamente a la producción de ganado


semiterminado, que debía ser engordado antes de su venta en el mercado. En otro extremo
estaban los invernadores, que compraban el producto a los criadores para, luego de
engordarlo, venderlo a los frigoríficos para su faena y exportación. En este esquema, los
criadores eran los más vulnerables, ya que, además de tener empresas más riesgosas, con
altas inversiones de capital fijo como planteles de cría y reproductores, dependían de las
compras de los invernadores. Los invernadores, por el contrario, además de ser dueños de
las mejores tierras de la región pampeana, lo cual les permitía el uso del suelo tanto para la
ganadería como para la agricultura, tenían menos inversiones fijas, lo que les permitía un
manejo más versátil y especulativo de su empresa. En momentos de crisis en los precios de
la carne, estos granaderos podían dedicar su tierra, por ejemplo, a la agricultura, y no
comprar ganado a los criadores, haciendo recaer sobre ellos todo el peso de la crisis.

La historiografía tradicional encontraba entre los distintos intereses de los criadores e


invernadores la explicación de diferencias irreconciliables tanto en las organizaciones
agrarias como en las actitudes de los sectores del campo hacia el capital extranjero y en la
política nacional.

Por otro lado, visiones más recientes han matizado esta imagen, planteando que la
divergencia entre los ganaderos no se basan en lógicas productivas sino más bien en el
nivel económico de los empresarios. Esta mirada plantea que la cría e invernada no eran
actividades antagónicas, sino que los empresarios que realizaban ambas actividades
poseían ventajas en cuanto a versatilidad económica, mientras que aquellos que no
contaban con el capital ni las tierras fértiles quedaban más expuestos a los riesgos del
mercado.

En cuanto a la organización productiva, en la década de 1920 se consolida definitivamente


la “estancia mixta” en la región pampeana. La estancia mixta era un tipo de organización
productiva que combinaba la cría y engorde de ganado con la producción agrícola, con el fin
de evitar riesgos y responder a las variaciones del mercado.

Esta estancia surge en relación con los fenómenos que caracterizan a los años 20, como la
alta volatilidad de los precios y el fin de la expansión horizontal de la producción. Este límite
exige que cualquier nuevo avance de la producción debía depender ahora, más que de
mayores agregados de tierra, de un aumento de la productividad a través de una mejor y
más eficiente asignación de recursos dentro de la empresa agropecuaria.

Para lograr la minimización de riesgos provenientes del mercado internacional, la estancia


mixta dedicaba más o menos tierras a una u otra actividad según dictara la coyuntura del
mercado. Para que estos desplazamientos entre una y otra actividad se produjeran con la
rapidez que los cambios en el mercado exigían, era necesario contar con una generosa
cantidad de buena tierra en la empresa, una baja dotación de capital fijo y un número
variable de arrendatarios que se encargaran de la producción agrícola (los terratenientes
con esto de desligaban de tener que invertir en maquinarias, mano de obra, etc).

La lógica productiva de estos establecimientos parece haber sido la fórmula del éxito en la
región pampeana en estos tiempos inestables. La versatilidad de estas empresas para
reconvertirse ante la crisis quedó demostrada con el reacomodamiento de los mercados
durante y después de la guerra, cuando los productores pampeanos reconvirtieron sus
empresas, primero para la producción ganadera y luego, en la inmediata posguerra, a la
agricola.

La estancia mixta era una ventaja para los estancieros pampeanos, pero no lo fue para los
pequeños y medianos chacareros agricultores, especialmente para aquellos que
arrendaban dentro de esas estancias. Las condiciones de estos últimos eran duras ya que
eran la “variable de ajuste” en estos sistemas productivos. En la inestabilidad y precariedad
de la tenencia de tierras en manos de los agricultores residia el éxito de la estrategia
diversificadora de toda la empresa.

Esta estructura agraria era la cara visible no solo de las estrategias productivas, sino
también de complejos negocios inmobiliarios. Junto a los terratenientes más productivos,
una buena parte de los propietarios de la región pampeana eran simples rentistas que
arrendaban la totalidad de sus campos. Estos arrendamientos se deban en una ausencia de
normas que los regularan. Si bien existían los contratos, la gran mayoría eran verbales y en
muchos casos, a pesar de que había anuales y bianuales, eran “sin término”, lo que
generaba grandes incertidumbres para los locatarios. Las leyes nacionales de
arrendamiento de 1921 y 1932 no solucionaron estos problemas (la de 1921 no obligaba en
forma explícita a firmar contratos por escrito, por lo que la práctica del arriendo verbal se
hizo más extensiva; la ley de 1932, aunque obligaba a celebrar los contratos por escrito, al
no existir eficaces medios de control estatal en las lejanas áreas rurales, muchos contratos
siguieron haciéndose verbalmente).

El fin de la frontera agrícola, además de hacer más inestable la tenencia para los que
arrendaban, hizo más difícil el acceso a la propiedad de la tierra, que siendo más escasa
había aumentado su precio. Entonces, los años 20 cierran un largo periodo más generoso
en oportunidades para el acceso a la propiedad de la tierra en la región pampeana. Los
inmigrantes de posguerra, así como los chacareros que venían trabajando la tierra desde
los primeros años del siglo esperando acumular capital y comprar un pedazo de tierra, van a
encontrar un mercado más reducido y un nivel de precios más elevado. La ocupación del
espacio productivo había alcanzado sus límites en la pampa húmeda. Un efecto positivo de
este límite de la frontera fue el aumento de la productividad de la mano de un proceso de
mecanización. El capital fijo invertido ve un cambio importante en su composición: las
maquinarias y los vehículos experimentan un crecimiento a costa del ganado, la vivienda,
los cercados, y las mejoras de tierras como molinos y aguadas.

Los datos censales dicen que la tenencia de la tierra no era obstáculo para el cambio
tecnológico. A pesar de que seguramente gran parte de las maquinarias que registra el
censo fue adquirida por grandes estancias, un porcentaje importante fue comprada por
agricultores medianos y grandes que arrendaban las tierras de sus empresas.

Más allá de las Pampas


Gran parte del crecimiento que tuvo el sector rural del país durante los años veinte se dio
fuera de esta región, gracias a los cultivos industriales. Estos son aquellos cultivos cuyo
producto requiere cierta transformación técnica antes de ser destinados al consumo, por
ejemplo el azúcar o el vino. La era (boom) de los cultivos industriales queda fuera del
periodo estudiado: es recién en la década de 1930 cuando estos cultivos crecen
exponencialmente.

Estos cultivos (azúcar en Salta, Jujuy y Tucuman; vinos cuyanos; frutas del valle de Rio
Negro; algodón de Chaco; yerba mate de Misiones) basaron su crecimiento durante estos
anos en el incentivo de una demanda interna en expansión, en activas políticas nacionales
de protección y, en algunos casos en políticas de colonizacion por parte del Estado. La
inmigracion y la incorporación de técnicas europeas también ayudaron al desarrollo de los
cultivos de viñas.

Vinos: las viñas, tras un retroceso ligero en la superficie cultivada por la guerra, en la
década de 1920 retoma su crecimiento. La producción de vinos, que había crecido poco
entre principios de siglo y 1920, en 1929 alcanza los 8 millones hectolitros, duplicando la
producción que se consume en el mercado interno. La uva, mejorada su calidad a través de
nuevas técnicas y variedades, comienza a imponerse en el mercado externo en la década
de 1920.
Azúcar: la producción de azúcar para el mercado interno en Tucuman, Salta y Jujuy, se
había desarrollado desde la década de 1880 gracias a la protección estatal, por medio de
elevadas tarifas al azúcar importado y de créditos de los bancos oficiales. Estos créditos
permitieron la modernización técnica de la industria.

Algodón chaqueño: a principios del siglo la producción era incipiente, resultado del intento
de la Cotton Supply Association de crear allí una zona de plantaciones algodoneras durante
la guerra civil norteamericana. Durante la guerra crecen las hectáreas sembradas. Esto era
el resultado del proceso de dominación y expropiación de los indígenas que posibilitó el
asentamiento de los colonos, de la llegada del ferrocarril, y del asentamiento de colonias.
Desde mediados de 1920s, la producción crece decididamente, destinándose
principalmente a la exportación sobre todo a GB.

Otros cultivos industriales de la región del nordeste incluyen el tabaco y la yerba mate. La
expansión de la producción se logró mediante el avance de frentes pioneros en la selva
misionera. La acción oficial en materia de distribución de tierras y asentamiento de colonos
europeos fue decisiva para este desarrollo, así como también la colonización privada. Las
mismas colonias europeas, oficiales y privadas, habían dado impulso a la actividad
tabacalera en Corrientes y Misiones.

El sector industrial
Durante los 20s, el sector industrial creció en forma gradual y sostenida. Si bien el auge por
la guerra fue corto (y en buena medida artificial, debido a la protección que las dificultades
en el transporte suponía para ciertos productos locales, especialmente textiles), después de
la guerra este crecimiento no solo se mantiene sino que se acelera. Como resultado, la
industria aumenta su participación en el PIB, creciendo más que la agricultura, tanto que
algunos ubican en esta década los orígenes de la industrialización argentina.

Con este crecimiento se da un importante aumento del consumo de energía eléctrica y altos
niveles de importaciones de maquinaria y equipos industriales. En estos años se dan
procesos en la industria que la van a transformar radicalmente, como la consolidación del
sistema del petróleo (instead of carbón) y la incorporación definitiva del motor de explosion,
que van a provocar un giro copernicano en las técnicas productivas.

Gran parte de las inversiones que sustentaron este crecimiento eran de origen extranhero:
la abrumadora mayoría de las empresas que se instalan en el periodo es de origen USA.
Las inversiones en el sector petrolero iban a ser decisivas para el desarrollo del sector
industrial

● Sector petrolero: esta industria se reanima en los veinte, con un creciente interés del
capital extranjero en el sector, y con el nombramiento del general Mosconi en la
dirección de YPF. Esta actividad dependia de las importaciones ya que para el
refinamiento del combustible se necesitaban máquinas y tecnologías de afuera. El
símbolo del avance del capital privado extranjero en esta industria fue la Standard
Oil, principal importadora de petróleo que controlaba los cauces de distribución
interna más importantes, además de tener la participación mayoritaria en la venta de
combustibles para automóviles. Sus inversiones en Salta fueron vistas como la
alianza entre oligarquía e imperialismo, generando el resentimiento popular y de las
clases medias, que iba a ser aprovechado electoralmente por Yrigoyen en 1928, con
propuestas de nacionalización
● Sector de la construcción: la entrada al país de consorcios extranjeros destinados a
la construcción de edificios, carreteras, muelles y puertos da un gran impulso a la
industria del cemento gracias a la difusión del uso del hormigón armado en la
construcción de diques y grandes edificios en la Capital Federal

El predominio de las inversiones extranjeras no era privativo de la industria petrolera o de la


construcción. En la década de 1920 entran al país más de 44 sociedades anónimas
norteamericanas, con casi 450 millones de pesos invertidos en frigoríficos, automotores,
electricidad, teléfonos, etc. En este periodo, los capitales norteamericanos imponen la
modalidad de “importación de industrias” (se instalaban subsidiarias en el país). Del periodo
1914-1930 data el desembarque en el país de muchas grandes firmas norteamericanas que
tienen hoy una historia centenaria en el mercado. Esta industria se alimentaba de una
creciente demanda de bienes de consumo durable a nivel mundial (demanda masiva de
heladeras, autos, radios, teléfonos, etc) que tenía en la Argentina, y en especial en sus
clases medias, el mercado consumidor más importante de Latam.

A pesar de que la industria logra en estos años una diversificación entre bienes de consumo
duraderos, el gran responsable del crecimiento del sector fue la industria liviana. La
industria creció sin cambiar su estructura ni los rasgos básicos de la economía argentina.
Jerarquía de rubros (same 1914 as 1935)
- Alimenticio
- Textil
- Maquinarias y vehículos
- Electricidad
Concentración del capital (3% de los establecimientos concentran el 51% del capital
invertido).
La industria siguió dependiendo de las importaciones de maquinaria, tecnología, etc, las
cuales aumentaron en este periodo. Por esto, el crecimiento del sector, lejos de ser
autónomo o de tener la capacidad de convertirse en el motor de crecimiento de la
economía, siguió dependiendo para poder sostenerse de las divisas que generaban las
exportaciones.

Debates historiográficos acerca de la relación entre terratenientes e industriales. Mientras


que algunos debates oponían a los grupos que defendían un desarrollo de la industria con
aquellos que no, la historiografía luego revisó que el desarrollo de la industria no era
necesariamente antagónico al desarrollo agropecuario. De esta manera, la industria podía
convivir con el “crecimiento hacia afuera”, como lo demuestra el desarrollo de ciertas
industrias livianas en pleno auge del modelo exportador. Estudios más recientes además
intentan desarmar la creencia de antagonismo entre estancieros e industriales, que al igual
que importadores e industriales, encarnaron muchas veces en una misma persona. Para los
terratenientes, la inversión en la industria significaba una diversificación de su capital, y
también un interés complementario a su actividad, mientras que para los importadores, el
desarrollo de una industrialización basada en la importación de insumos, maquinarias y
tecnologías se traducía en una ampliación de sus negocios.
El otro gran debate se dio en torno al papel del Estado en la promoción del desarrollo
industrial y la lógica que estuvo detrás de las políticas públicas a lo largo de la historia
argentina. La versión más esquemática oponía a los gobiernos liberales con los
nacionalistas, siendo la forma de diferenciar a uno de otro las políticas concretas que
habían implementado durante sus gobiernos para favorecer al sector industrial, como las de
corte proteccionistas y las destinadas a aumentar la demanda interna. Estudios más
recientes con una visión más reconciliadora de los grupos detrás de la industria sugieren
que para el desarrollo industrial que se dio en nuestro país, al menos hasta 1930, no fueron
necesarios el diseño y la promoción de un proyecto económico alternativo. Las condiciones
históricas sencillamente no estaban dadas para implementar de forma seria un modelo
industrial. En tal sentido, las medidas económicas “proteccionistas” que se dieron fueron
menos el resultado de un proyecto que el producto de respuestas de las políticas a
coyunturas económicas específicas.

Por ejemplo, el aumento de los aforos (valor oficial que se daba a los productos de
importación) en 1920 fue una reacción del gobierno a la suba de precios de las
importaciones durante la guerra. En cambio, la suba de aforos por la ley de Alvear de 1923
si fue en protección a la industria (se dio debido a presión de la Unión Industrial Argentina y
además por intereses de las finanzas públicas).

Los tipos de cambio parecen haber sido independientes de la política industrial de los
gobiernos de la década y más bien haber respondido a intereses fiscales (el peso
desvalorizado aumentaba la carga de la deuda pública) o a políticas distributivas del ingreso
nacional (la desvalorización del peso perjudicaba a los consumidores urbanos).

El aumento del gasto público y del endeudamiento externo difícilmente puede relacionarse
sólo con una estrategia expansionista para sostener la demanda de productos industriales.
Lo que existió durante el periodo fue una desordenada administración de los ingresos
fiscales.

En conclusión, no es fácil entender el efecto de cada una de las políticas sobre la industria
argentina en este periodo. Los diferentes aranceles, aforos y derechos de importación a
diferentes productos presentan una heterogeneidad tal que resulta difícil establecer un
patrón definido. Es probable que no haya habido un efecto sobre el sector industrial en su
totalidad, sino más bien efectos diferenciales para cada tipo de industria y en diferentes
momentos. Lo que parece seguro es que no hubo en el periodo una política deliberada y
coherente de promoción industrial.

La antesala a lo peor: las vísperas de la crisis de 1930

Los años finales de la década de 1920 fueron favorables para la economía argentina.
En 1929:
- Reputación mundial como país con futuro
- Economía con tasas de crecimiento anual superiores a la mayoría de los llamados
“países nuevos”
- Argentina seguía siendo el mayor exportador mundial de carne vacuna refrigerada,
así como maíz, lino y avena, y el tercero de trigo y harina
- El sector industrial seguía creciendo de la mano de un auge renovado del consumo y
creaba una buena base para la sustitución de importaciones que las décadas
posteriores hicieron necesaria
- Las reservas de oro alcanzaban en 1928 un nivel saludable, que servirán más tarde
para afrontar mejor las estrecheces monetarias que impuso la Gran Depresión
- La tasa de analfabetismo disminuyeron, Buenos Aires se había convertido en uno de
los grandes centros culturales del mundo de habla hispana

Sin embargo, esta prosperidad de la posguerra había tenido bases muy endebles. La guerra
provocó situaciones como el aumento de la producción industrial de la mano de un
proteccionismo circunstancial o la necesidad de la intervención estatal para regular las
economías en guerra, lo que dio una incipiente reflexión sobre la salud y el futuro del
sistema. Sin embargo, estas se desvanecieron una vez terminada la contienda. GB y USA
acordaron tácitamente volver al sistema económico de pre guerra, en particular al patrón oro
y a las antiguas paridades cambiarias y al libre juego de la oferta y la demanda tanto en el
comercio como en los tipos de cambio. Este consenso, junto al enorme crecimiento de USA,
generó una burbuja de prosperidad en la economía mundial, y un flujo renovado de
capitales extranjeros hacia las economías latinoamericanas. Pero estas inversiones y
transferencias de capital, mostly USA, si bien generaron crecimiento e importantes
desarrollos productivos en esos países, fueron un arma de doble fila para sus economías.

La economía mundial de los años veinte, para quienes quisieran verlo, era inestable. Por un
lado, el patrón oro no funcionó como antes de la guerra. Surge inestabilidad debido a los
volátiles movimientos de capital a corto plazo. Por otro lado, se agrava el problema de la
sobreproducción y la consecuente caída de precios de los productos primarios, esto debido
al auge de los créditos norteamericanos y las nuevas tecnologías. La dimensión del
excedente comercial norteamericano, sumado al cerrado proteccionismo, agravaba los
problemas de pago de los países periféricos. Si bien esto fue contrarrestado con las
inversiones privadas norteamericanas en el exterior, creaban un problema a largo plazo.

No tan largo. Años de la Gran Depresión resultado de:


- Alza de las tasas de interés en USA en 1928, para revertir el boom especulativo en
ese país. Se invierte la dirección de los flujos de capitales, dirigiéndose ahora a ese
mercado (altas tasas de retorno) antes que al exterior
- Las economías latam, que necesitaban ese flujo constante de inversiones para
balancear sus cuentas externas, comenzaron a registrar problemas en su capacidad
de pago. En Argentina, la balanza de pagos se debilita, las reservas caen como
nunca.
- 1929, desplome de Wall Street, los precios de los commodities caen, se da un
deterioro en el intercambio

La Gran Depresión forzó definitivamente un cambio de rumbo en la dirección de la


economía mundial. Si la crisis de la 1WW no alcanzó a provocar este cambio de rumbo fue
porque los signos de esta crisis no fueron tan profundos como los de la del treinta. Post
1WW, todavía existían posibilidades de seguir creciendo en la forma acostumbrada, sin la
necesidad de hacer cambios radicales.
Para muchos autores, el periodo de 1914-1929 fue una “gran demora” en el desarrollo
económico argentino, en el sentido de que fue una oportunidad desperdiciada por la política
económica. Los autores que sostienen esta teoría se preguntan por qué las clases
dirigentes de la época no reaccionaron frente a la crisis de la guerra y a los signos de
debilidad estructural del sistema luego de ella para proponer cambios drásticos en la política
económica durante los años veinte. Otros refutan esta mirada planteando que lo que
cuestionaban solo puede ser producto de un análisis ex-post, es decir, que traslada al
pasado reflexiones o perspectivas que solo pueden ser adoptadas luego de los hechos.
Palacio, basándose en otras opiniones, dice que esta fue una demora históricamente
inevitable, y que las autoridades de la época no tenían motivos para decidir un cambio de
rumbo radical mientras existieran buenas posibilidades de seguir viviendo como de
costumbre. Para que se produzcan esos cambios de rumbo se necesita o evidencia
concreta de que el nuevo rumbo es mucho más prometedor que el actual, o evidencias
contundentes de la imposibilidad de seguir avanzando de la manera acostumbrada.
Ninguna de las dos ocurrió en la década del veinte en la Argentina. Dada la renovada
prosperidad de los años 1917-1929, no es extraño que las autoridades no hayan pensado
en hacer grandes cambios en la política económica.

Lo que se hizo en Argentina (y lo que no) durante los años veinte no fue muy diferente de lo
que se estaba haciendo en la mayoría de los países: confiar en la reasignación automática
de recursos que preveía el sistema de patrón oro para el caso de crisis sostenidas en las
exportaciones.
5. La crisis de 1929 y la ISI

“El dinamismo del sector industrial entre la Gran


Depresión y la Segunda Guerra Mundial, 1929-1945” -
Claudio Belini

La crisis internacional de 1929

Por su profundidad y duración, esta fue la crisis más importante de la historia del
capitalismo. La Gran Depresión marcó el final de un largo periodo de expansión del
comercio mundial y libre flujo de capitales y mano de obra.

Razones del estallido de esta crisis:


1. En primer lugar, el orden económico mundial que surgió de la 1WW fue mucho más
frágil e inestable que el anterior a 1914. La declinación económica y financiera
británica y el fortalecimiento de USA dieron lugar a un sistema internacional con dos
centros financieros en competencia. La menor dependencia estadounidense del
comercio mundial y su sólida posición acreedora hicieron para sus gobernantes
difícil imponer las tareas propias de un centro económico y financiero internacional.
En este contexto, la restauración del patrón oro no permitió el retorno a la era de
gran expansión del comercio multilateral previa a 1914.
2. El fortalecimiento de los oligopolios y las crecientes trabas para el libre flujo de mano
de obra debilitaron la capacidad de los mercados para adaptarse a la crisis. Esto
introdujo mayor rigidez a la economía capitalista.
3. La crisis fue precedida y alentada por un ciclo breve de especulación financiera. La
Gran Depresión fue precedida por el boom de la Bolsa de Valores de Wall Street, la
cual se transformó en un auge especulativo alimentado por las transformaciones en
la economía americana, la baja tasa de interés y el crédito barato ofrecido por los
brokers y bancos norteamericanos. Para combatir este auge, la Reserva Federal
elevó las tasas de interés, en una medida que no logró limitar la especulación pero sí
provocar una aguda recesión (antes del crack) en las economías europeas y
latinoamericanas muy dependientes del ingreso de capitales extranjeros.
4. Por último, un factor que prolongó la crisis fue el de las respuestas que las
autoridades económicas de USA, Alemania e Inglaterra dieron al ciclo recesivo. Las
políticas económicas que implementaron incluían políticas fiscales y monetarias
restrictivas, eliminación de los déficits fiscales y deflación. Se buscaba la eliminación
de las actividades menos eficientes para alcanzar un nuevo equilibrio, sin duda en
un nivel de actividad y ocupación menor pero con una economía saneada. Por el
contrario, el ciclo recesivo signado por la caída de precios y salarios, quiebras,
ejecución de hipotecas y menor actividad económica no pareció encontrar un piso en
el corto o mediano plazo. Las tendencias negativas se acentuaron con los pánicos
bancarios que provocaron el cierre de cientos de instituciones entre 1930 y 1933

La crisis internacional originada en USA se trasladó a la economía mundial. Al crack de la


Bolsa se sumó en 1930 la sanción de la Ley Smoot-Hawley, que profundizó el
proteccionismo norteamericano. La caída de los precios internacionales, en especial de los
productos primarios, provocó el derrumbe de las economías del centro y del este de Europa.
En mayo de 1931, quiebra el principal banco austríaco (Credit-Anstalt) que arrastraría
consigo al sistema bancario alemán. El gobierno alemán tuvo que anunciar la suspensión
de pagos de las reparaciones. La salida de depósitos y la fuga de capitales se trasladaron al
Reino Unido, donde el Banco de Inglaterra abandonó el patrón oro, en septiembre de 1931,
y la libra se devaluó un 25% en pocos días.

La prolongación del ciclo depresivo se hizo insoportable en términos sociales y políticos


para las naciones, lo cual condujo al abandono del patrón oro, los controles cambiarios y el
auge del proteccionismo. La falta de cooperación internacional fue notable. Las
negociaciones entre las principales economías fracasaron y se hizo imposible acordar un
nuevo orden monetario mundial. Como resultado se construyeron varios bloques
monetarios. Desapareció el comercio multilateral y en su lugar surgió el comercio bilateral.

Las principales economías del mundo se recuperaron lentamente (USA no emergió hasta la
2WW). Las economías primario exportadoras sufrieron la crisis, dado que los precios de los
productos primarios tendieron a descender más que los de las manufacturas. Las naciones
del este de Europa colapsaron y fueron presa fácil del expansionismo nazi. En Latam. la
caída de los precios mundiales de las commodities generó crisis de balanza de pagos,
devaluaciones monetarias, incrementos de aranceles aduaneros, cesación de pagos de la
deuda. Las economías más chicas de Centroamérica fueron las más afectadas, mientras
que las economías americanas más grandes, como Argentina, Brasil y México, fueron
capaces de implementar algunas políticas y su desempeño económico fue mejor.

El impacto local de la crisis

Consecuencias de la crisis de 1929 en la Argentina: Si bien este país poseía la economía


más rica y diversificada de América Latina, por sus características estaba mal preparada
para afrontar una crisis profunda. El alto grado de apertura al comercio mundial, la
especialización en la exportación de una canasta limitada de productos y la fuerte
dependencia del capital extranjero (propietario de gran parte del capital instalado y además
acreedor del Estado nacional) constituían los factores principales que hacían a la economía
local muy vulnerable a los desequilibrios del mercado mundial.

En Argentina, la crisis mundial impactó en la economía por la caída de los precios de las
exportaciones primarias, que se contrajeron un 64% entre 1928 y 1932. Al descender los
precios de las manufacturas en una menor medida, disminuyeron los términos del
intercambio. A esto se le sumó la reversión del flujo de capitales, que había iniciado antes
del crack de la Bolsa como consecuencia del aumento del tipo de interés por la Reserva
Federal. La fuga de capitales agravó la situación de la balanza de pagos y reforzó las
tendencias depresivas. La reducción de los valores de exportación obligó a saldar los pagos
con exportaciones de oro y con una aguda reducción de importaciones.

A pesar de esto, los efectos más nocivos de la Gran Depresión habrían culminado hacia
1933. Una coyuntura particular y, en menor medida, las políticas económicas del Estado
nacional permitieron iniciar una temprana reactivación. Por un lado, los precios mundiales
de los granos se recuperaron a partir de una menor competencia en el mercado mundial
provocada por un ciclo de sequías que afectó a Argentina, USA, Canadá y Australia. Por
otro, las políticas económicas incluyen:

● La decisión de Yrigoyen de clausurar la Caja de Conversión en 1929 que puso


término a la fuga de oro, que mediante la contracción de la moneda amenazaba con
profundizar la recesión local
● En 1931 Uriburu anunció, semanas después de la decisión británica, el abandono
del patrón oro, devaluó la moneda, y organizó una Oficina de Control de Cambios
para la administración de las divisas disponibles. Con esto se buscaba alcanzar el
equilibrio de la balanza de pagos, aunque no lograron evitar compromisos en divisas
debido a la caída de importaciones, la aclumulacio de las remesas de las empresas
extranjeras en el país, y las maniobras de los exportadores que retenían las divisas
a la espera de una tasa de cambio más favorable. El gobierno militar también recortó
gastos públicos e impuso un arancel general de emergencia del 10% sobre todos los
productos de importación
● El gobierno de Agustin Justo envió una misión comercial encabezada por el vice
Julio Argentino Roca (h) a negociar con el ministro de comercio britanico, Walter
Runciman. Se buscaba cuidar las exportaciones de carne argentina al mercado
britanico ante la amenaza que suponía la Conferencia Económica del Imperio
Britanico de 1932, que privilegiaba el comercio entre los países de la
Commonwealth. Esto resultó en el Pacto Roca-Runciman de mayo de 1933, el cual
obtuvo la garantía británica de la compra de 390.000 toneladas de chilled beef a
cambio de varias concesiones financieras y comerciales. Este acuerdo inaugura un
periodo de casi treinta años en que el comercio argentino se realizaría por medio de
convenios bilaterales.
● 1933: el ministro de Hacienda, Federico Pinedo, dispuso una nueva devaluación de
la moneda y una reforma del control de cambios. Se crearon dos mercados, uno
oficial y otro libre. En el mercado oficial, con una cotización más baja, se liquidarian
las divisas obtenidos por las exportaciones tradicionales y se realizarian las
importaciones de manufacturas cuyo origen fuera de los países con que Argentina
había firmado convenios bilaterales. En cambio, en el mercado libre, la cotización del
dólar o libra sería más alta, y por este debían realizarse las importaciones de
manufacturas que por su origen se querían desestimular, básicamente
norteamericanas, y venderían sus divisas los empresarios que exportaban productos
no tradicionales. El gobierno podía comprar divisas en el mercado oficial y venderlas
en el mercado libre, la diferencia conformaría un ingreso que el gobierno se proponia
emplear para financiar las operaciones de la Junta Nacional de Granos, que fijaria
un precio “sostén” para los agricultores. Esta política cambiaria se orientó a reforzar
los vínculos comerciales con los países que eran tradicionales clientes de la
Argentina (GB, Italia, Alemania, España, Brasil, Chile, etc). Se trataba de “comprar a
quien nos compra” (lema que Duhan había levantado como presidente de la
Sociedad Rural en 1927 y volvía a levantar como ministro de Agricultura de Justo).
Las reformas cambiarias al mismo tiempo buscaban desestimular operaciones con
países con los que se tenía déficit comercial y no se lograba firmar convenios
bilaterales, como USA. Las políticas comerciales y cambiarias buscaban alcanzar el
equilibrio del sector externo, asegurar el pago de los intereses de la deuda y
mantener abiertos los mercados para el chilled beef (principal producción de las
reacciones más poderosas de la clase terrateniente)
El inicio de la ISI y el papel de las políticas públicas

La política implementada por Pinedo y su colaborador Raul Prebisch género las condiciones
para iniciar, a partir de la capacidad instalada durante la segunda mitad de los veinte, la ISI.
Una devaluación del orden del 40%, el incremento de los aranceles y la aplicación de
cuotas para comprimir las importaciones alentaron la producción local de manufacturas y
disminuyeron la participación de los productos importados en la oferta global.

A partir de 1932, el sector manufacturero inició un periodo de crecimiento, el cual continuará


hasta mediados de los 70s. En su primera etapa, el ritmo de crecimiento industrial fue del
3,4%, una tasa algo menor que la de otras economías latinoamericanas debido a que se
partía de diferentes bases, pero en la siguiente década alcanzaria una media del 5% anual.

El desenvolvimiento de la industria no fue uniforme, se manifestaron diferencias entre las


ramas. En cuanto a crecimiento: Durante la década de 1930, la sustitución de importaciones
se concentró en la industria textil, en la refinación de petróleo y en la producción de metales.
Se iniciaron entonces actividades como la fabricación de neumáticos, electrodomésticos y
motores eléctricos. La rama de alimentación y bebidas creció a un ritmo menor que el sector
industrial. Industrias como las de papel, artes gráficas, madera, y materiales de construcción
sufrieron una década de recesión.

Según el censo industrial de 1935, la industria continuaba mostrando los rasgos que la
habían caracterizado en el periodo anterior a 1930, con el predominio de la elaboración de
productos derivados del sector primario, siendo casi un tercio del valor agregado del sector
proveniente de productos elaborados por frigoríficos. En segundo lugar estaba la rama textil
y la confección. Luego las seguían la de imprenta y publicaciones, y el grupo metalmecánico
(metales y vehículos y maquinarias). La industria instalada anterior a 1930 tenía un
importante peso. El ritmo de crecimiento del proceso de industrialización parte de un
crecimiento gradual desde la década de 1920 hasta despegar como resultado de la crisis de
1929.

En cuanto al tejido industrial, este seguía presentando una estructura dual, ya que en la
cúspide del sector había un pequeño número de grandes plantas que concentraban la
mayor parte de los factores productivos y el valor de la producción, mientras que en la base
predominaban pequeños talleres artesanales, escasamente equipados, con poca mano de
obra y con menor peso en la producción.

La industria continuaba localizandose predominantemente en las grandes ciudades del


litoral, que elaboraban el 85,4% de la producción total.

Un cambio destacable con respecto a 1914 fue el avance de la mecanización, que se


revelaba en el incremento de la potencia instalada. Este aumento se debía a las
transformaciones que sufria el sector manufacturero desde la segunda mitad de 1920, con
la llegada de empresas extranjeras y el incremento de importación de máquinas y equipos.

El auge industrial se intensificó entre 1935 y 1939. Para finales de la década de 1930, la
industria local había sustituido completamente las importaciones de cemento, aceites
comestibles, conservas, calzado de cuero, textiles de lana y rayón, neumáticos, perfumes y
productos de tocador.
Sin embargo, el crecimiento industrial tuvo limitaciones. Una de las limitaciones del proceso
de ISI fue que, a pesar de que la industria era el sector más dinámico, la economía
argentina seguía dependiendo del ingreso generado por el sector primario. Una caída del
valor de las exportaciones significaba una contracción de la demanda doméstica. La
exportación de granos y carnes constituían casi la única fuente de divisas, imprescindibles
para la compra de maquinarias e insumos demandados por la industria. La recesión de
1938, superada en 1939, puso en evidencia cómo el sector manufacturero y la economía
del país en su conjunto dependia del ingreso generado por el agro pampeano (en esta se
derrumban las cosechas y caen los precios mundiales, disminuyendo los ingresos
nacionales).

Papel del Estado en la ISI de los 30s:

¿Las políticas económicas impulsaron la ISI o fue un efecto secundario de la Gran


Depresión? Las políticas económicas no tuvieron como eje el impulso de la industrialización
sino la recuperación de la actividad económica.

Por un lado, la política arancelaria siguió atada a objetivos fiscales (el arancel aduanero era
un recurso estatal importante). Además, el contexto internacional estaba marcado por el
aumento del proteccionismo. Detrás de la posición argentina no existían consideraciones de
política industrial, sino la prudencia de autoridades económicas que buscaban resolver los
problemas del sector externo.

La política cambiaria tampoco estuvo dirigida a mejorar a la industria. Su principal meta era
reorientar el comercio argentino hacia los países con los que se habían hecho acuerdos y
asegurar los recursos para el pago de la deuda externa. Contra lo que venía pasando en los
20s, se buscaba reforzar los lazos con GB y con otros clientes europeos tradicionales, dado
que USA no ofreció ventajas para exportar productos argentinos. Las autoridades
económicas dispusieron que la cotización en el mercado libre fuera mayor que en el oficial,
encareciendo las importaciones norteamericanas. De esta manera, el control de cambios
redujo la entrada de productos provenientes de este país, estimulando indirectamente
mediante esta discriminacion a la industrialización a partir de la radicación de filiales de
empresas extranjeras en la Argentina. Empresas sobre todo de USA buscaron saltar las
barreras de los aranceles y el control de cambios para acceder al mercado doméstico. A
finales de la década de 1930 se consideraba que el 50% del capital invertido en el sector
manufacturero era de propiedad extranjera. En 1941, un estudio estimaba que la
participación del capital brtanico alcanza un 49%, seguido por los norteamericanos con un
45% y muy atrás por las firmas alemanas, holandesas, francesas y belgas.

Las políticas comerciales impactaron en el volumen y la composición de las importaciones


entre la segunda mitad de los años veinte y la década de 1930. En este periodo
disminuyeron un 28%, y se vieron principalmente afectadas las de bienes de consumo final.
Las importaciones de bienes intermedios, materias primas y equipos destinados a la
industria, en cambio, aumentaron.

En conjunto, las políticas cambiarias y comerciales tenían como prioridad el logro del
equilibrio externo. A pesar de que los gobiernos no definieron una política industrial, sus
autoridades económicas comprendian que estas políticas estimulaban la industria. Estos
consideraban que la industria desempeñaba un rol menor pero considerable para fortalecer
la reactivación económica y generar empleo. La idea de la industria como “rueda menor” de
la economía ya estaba presente entonces.

En estos años no se formuló una política industrial ni un programa de industrialización, sino


que los beneficios y concesiones cedidos por el estado a ciertas industrias y empresas
depende de complejos intereses contrapuestos entre importadores, industriales, capital
nacional y extranjero, exportadores y representantes de potencias extranjeras. El juego de
presiones entre estos actores conducía al gobierno a alentar o desestimular la producción
industrial. Si el impulso a sectores y empresas dependia de la capacidad de presión de esos
intereses es posible decir que los gobiernos no implementaron una política ordenada.

Las industrias impulsoras

Industria textil: rama líder del crecimiento industrial en los años treinta y cuarenta. De las
subramas textiles, la algodonera fue la que encabezó la sustitución de importaciones. En la
industria hilandera, el número de plantas pasó de 5 a 22 entre 1930 y 1939. La participación
de la producción nacional en el consumo doméstico pasó del 25% en 1930 al 90% hacia
1945. En cuanto al rubro de tejidos, aumentaron el número de tejedurías a lanzadera y
creció el número de fábricas de medias y tejidos de punto. En conjunto, la sustitución de
importaciones de tejidos ascendió de un 32% del consumo doméstico en 1935 a un 87% en
1945. A pesar de esto, la industria textil debió competir con las importaciones durante la
década de 1930, cuando los aranceles permitieron incluso el ingreso de hilados y tejidos,
mayormente británicos. La Argentina y Australia fueron los únicos mercados importantes
que mantuvieron sus compras en los mercados británicos durante esta década, momento
en que la industria británica perdía sus mercados hasta en sus colonias. Teniendo en cuenta
esto y que durante la guerra, con la disminución de la oferta británica, hubo un crecimiento y
una ISI más intensa, es posible pensar que un mayor proteccionismo aduanero hubiera
acelerado la expansión en los 30s.

El crecimiento de la subrama algodonera fue impulsado por un grupo reducido de grandes


empresas que integraban la producción de hilados, tejidos y, en algunos casos, el
desmotado del algodón. Junto a estas grandes firmas surgió un numeroso sector de
medianas y pequeñas tejedurías. Especialmente intenso fue el crecimiento de fábricas
durante la guerra.

La subrama de tejidos de rayón también progresó, y para 1939 la industria local ya cubría la
demanda nacional.

La subrama lanera, la de más antiguo desarrollo en el país, también creció y sustituyó


importaciones, aunque a un ritmo menor. Para 1939, las fábricas locales cubrian el 75% del
consumo doméstico de telas y durante la guerra completaron la sustitución y lograron
nuevamente exportar a mercados limítrofes.

En suma, durante la década de 1930, la textil se convirtió en la principal industria del país,
desempeñando un papel central en la creación de trabajo.
Industria metalúrgica: La rama de metales también inició una etapa de crecimiento. Gran
heterogeneidad productiva y tecnológica, así como el tamaño de las empresas. La
producción principal estaba concentrada en la laminación de metales y la producción de
diversos artículos metalúrgicos (caños, aberturas, envases de hojalata, artefactos sanitarios,
cocinas, maquinarias para la industria, etc). El progreso de este sector fue notable a pesar
de que no contaba con plantas siderúrgicas productoras de insumos básicos, por lo que era
muy dependiente de las importaciones. Aquí, como en el resto de la industria, grandes
sociedades anónimas concentraban la mayor parte del capital invertido, mano de obra y
producción. Ante la ausencia de una industria siderúrgica que provea acero y laminados, los
empresarios industriales y los militares reclamaron al gobierno una política de fomento
sectorial. En respuesta, el gobierno ordenó la construcción de la Fábrica Militar de Aceros
en 1937, una pequeña acería que se alimentaba de chatarra y arrabio importado.

La escasez de acero durante la guerra impulsó a un grupo de grandes empresas


metalúrgicas a instalar hornos Siemens Martin y trenes laminadores para elaborar sus
propios insumos sobre la base de chatarra. El esfuerzo privado fue intenso, pero solo se
hallaba justificado por la escasez de laminados y el elevado precio de los insumos. Estos
hornos instalados tenían una capacidad reducida, esta industria local metalúrgica en
contexto de emergencia y escasez revelaba la brecha que la separaba de las
metropolitanas.

Esta industria sufrió un boicot económico por parte del gobierno de USA entre 1942 y 1949,
que según el secretario de Estado, Cordel Hull, buscaba “impedir el desarrollo de la
industria pesada argentina”.

Industria metalmecánica: la de vehículos y maquinaria y maquinaria electrica, ninguna


incrementó su participación en el valor agregado. Sin embargo, ambas sufrieron cambios
importantes

- Vehículos: los años 30s fueron el último momento de progreso de las plantas
ensambladoras de automotores, aunque a niveles menores que los 20s. El inicio de
la guerra marcó una paralización del sector, mientras que la industria carrocera y la
fabricación de repuestos no seriada crecieron debido a la escasez de importaciones.
- Maquinaria y maquinaria eléctrica: en cuanto a la fabricación de maquinaria, si bien
el incremento de la capacidad de producción del sector se basó principalmente en la
importada, a principios de los años cuarenta surgió una industria de equipos. Se
trataba de firmas que fabricaban equipos bajo licencias extranjeras o bien de
pequeñas y medianas empresas que copiaban sus modelos y diseños. La alta
demanda interna aseguraba la colocación de esa producción, que no cubría
completamente las necesidades del sector. La rama de maquinaria y aparatos
eléctricos avanzó, con dificultades, en la progresiva integración local de la
producción.. La productora más grande era SIAM Di Tella, que era la principal
fabricante de heladeras comerciales y familiares y de motores de pequeña potencia.
Esta y otras firmas, utilizaban también componentes importados, y el cierre de las
importaciones durante la guerra las alentó a iniciar la sustitución de algunos
insumos.
Industria cementera: esta industria logró sustituir completamente las importaciones a partir
de la ampliación y modernización de la capacidad productiva. La devaluación monetaria y el
aumento de la protección en 1931 se combinaron con un incremento de la demanda,
impulsada por el programa oficial de construcción de rutas durante el gobierno de Justo, y la
industria amplió su capacidad productiva hasta cubrir el consumo interno en 1939. Con
excepción de una (Cia. Argentina de Cemento), las empresas de cemento eran todas de
capitales nacionales. La expansión industrial se produjo sobre la base de la introducción de
tecnologías productivas. Para 1940, esta industria argentina se colocaba muy por delante
de Brasil y México.

Con la guerra se dio un periodo de dificultades para el sector debido a la escasez de


combustible para alimentar los hornos. Esto se agrava en la década de 1940 debido a los
obstáculos para importar y las regulaciones del peronismo, de manera que la capacidad
instalada y la producción se estancaría hasta mediados de los cincuenta, cuando se inicia
un nuevo ciclo expansivo.

Industria papelera: evolucionó en términos de producción pero tuvo dificultades a la hora de


sustituir importaciones. Durante los treinta, el número de fábricas ascendió, los capitales
invertidos se triplicaron, la potencia instalada ascendió, y la producción también. El papel de
diario siguió importandose debido a la escasez y lejanía de los recursos forestales y, en
menor medida, el alto costo de la energía. La industria papelera entre 1930 y 1939 pasó de
abastecer una cuarta parte del consumo doméstico de papel a un tercio del total. En esta
década se inicia además la producción de celulosa, y para 1940 casi la mitad de la celulosa
usada en el país para producir papel era elaborada localmente. Este avance se dio con una
fuerte concentración sectorial (a fines de la década sólo dos empresas, Celulosa Argentina
y Papelera Argentina, representaban dos tercios del capital invertido en la rama).

Industria alimenticia: la ISI significó en la Argentina la sustitución de diversos productos


alimenticios que hasta 1930 se importaban de manera predominante. La industria local
ofrecio productos como conservas de pescado, tomate y frutas, yerba mate, cigarrillos de
tabaco nacional, y mayor cantidad y calidad de derivados lácteos. Todo ello significó un
aumento de la actividad en las economías regionales, en el sur, el oeste y el noreste del
país. El caso más destacado fue el de los aceites comestibles. Hasta 1929, el mercado
argentino consumia aceites que en un 70% eran de importación. Se importaba aceite de
oliva español e italiano que se usaba para “cortar” aceites comestibles de producción local.
La crisis alentó la sustitución de ese producto por aceites elaborados de semilla de girasol y
algodón, lo que estimuló estos cultivos. Para fines de la década, esta industria había
sustituido completamente las importaciones. Durante la segunda guerra, la producción
continuó ascendiendo de tal forma que la industria logró exportar este producto hacia los
mercados limítrofes.

La industria durante la 2WW

Como respuesta frente a los primeros problemas de la guerra, el ministro de Hacienda,


Federico Pinedo, presentó, en noviembre de 1940, el Plan de Reactivación Económica. Este
plan incluía una serie de medidas anticíclicas que buscaban limitar el impacto de la caída de
las exportaciones y de la crisis de la balanza de pagos.
1. Una de las medidas sería ampliar el programa de adquisición estatal de las
cosechas por medio de la Junta Nacional de Granos, lo que permitiría evitar la caída
del ingreso del sector rural y sus efectos depresivos sobre el mercado doméstico.
2. Además, para prevenir la desocupación urbana, se alentaría la construcción de
viviendas populares. Esto ayudaría a atenuar el déficit habitacional, generaría
empleo, y no demandaria importaciones ya que la mayoría de los materiales de
construcción se producía en el país
3. Por último, este plan proponía alentar la inversión en el sector industrial mediante
un sistema de crédito a mediano y largo plazo. Para lograr esto, el gobierno propuso
la creación de un organismo financiero en el Banco Central.

En conjunto, el plan de Pinedo preveía una inversión de 1.050 millones de pesos, de los
cuales solo 50 millones serían destinados al crédito industrial de mediano y corto plazo, es
decir poco menos del 5% del total. Esto pone en evidencia que el lugar pensado para la
industria era muy menor. Predominaba un enfoque que pensaba el papel de la industria
como “rueda menor” de la economía argentina.

En el Congreso, la banca oficial buscaba limitar el apoyo a las “industrias naturales”, es


decir, las que procesaban materias primas en la región pampeana. La postura de la
oposición fue similar. Buscaban limitar el fomento a las “industrias naturales” con miras a la
exportación.

El plan no fue aprobado y, un año más tarde, la mejora de la balanza de pagos hizo perder
todo interés en él, incluso a sus dos autores, Pinedo y Prebisch.

A partir de 1941, la actividad económica mejoró considerablemente debido a dos factores:


por un lado, el gobierno profundizó la política de adquisición de cosechas, financiada con la
emisión de deuda pública y los recursos del margen de cambios. Por otro lado, el sector
externo revirtió su signo negativo gracias al aumento de la demanda de USA, la caída de las
importaciones europeas y el ingreso de capitales. Se inició con esto un ciclo de expansión
industrial que culminaría a finales de los años 40. Se estima que el sector manufacturero
creció más que en los años 30 y los 50s.

Hacia 1943, el valor agregado por la industria superó por primera vez el aporte de la
producción primaria. Sin embargo, la ISI presentó algunas limitaciones durante la guerra. En
primer lugar, la industria argentina era dependiente de la importación de materias primas e
insumos básicos, como combustibles y acero. La falta de recursos naturales explotables
había limitado el crecimiento de algunas industrias en la década de 1930, lo que preparó
mal al sector para enfrentar la escasez de estos productos durante la contienda. En
segundo lugar, la sustitución de importaciones se había concentrado en la fabricación de
bienes de consumo no durables, por lo que la expansión del sector manufacturero dependia
de la importación de maquinarias y equipos que no se fabricaban en el país por su
complejidad tecnológica, y por la escasez de capitales y de mano de obra capacitada.
Durante la guerra fue más difícil adquirir insumos y equipos, sobre todo en diciembre de
1941, cuando USA ingresa en el conflicto. A partir de 1942 este país toma una serie de
restricciones contra la argentina debido a su mantenimiento de la neutralidad durante la
guerra, lo que agravó el problema de abastecimiento de fueloil y materias primas. La
expansión se basó entonces en el uso intensivo de la capacidad productiva instalada y en la
sustitución de insumos por productos elaborados localmente con mayores costos y menor
calidad. Un ejemplo de ello fue el reemplazo del fueloil por cereales de parte de las
empresas industriales y los ferrocarriles. Más grave que la falta de insumos básicos fue la
falta de repuestos y maquinarias industriales, lo que produjo un desgaste intenso del equipo
productivo.

A pesar de estas restricciones, el crecimiento industrial continuó a un ritmo destacado hasta


el final de la guerra. A diferencia de los años treinta, el incremento de la actividad industrial
en el marco de la protección natural ofrecida por la guerra fue más general. El sector
manufacturero debió reemplazar productos que antes importaba. De esta manera, salvo las
que padecieron la escasez de insumos no reemplazables localmente, como la fabricación
de neumáticos o la de maquinaria, la mayor parte de las ramas mostró un comportamiento
positivo. Fue distinto el comportamiento del sector manufacturero en la 1WW y en la 2WW:
en la primera guerra, el cese de la competencia externa no había sido un estímulo suficiente
para el incremento de la producción. Con la segunda, la creciente complejidad del tejido
industrial y el desarrollo de las capacidades productivas y tecnológicas le permitieron a la
industria argentina sustituir productos de importación, abasteciendo las necesidades del
mercado doméstico.

Como en los treinta, la rama textil lideró el crecimiento, seguida de la de vehículos y


maquinarias, productos químicos y farmacéuticos, industrias de la madera, y cartones y
papeles. Sin embargo, en cada rama el incremento se dio en productos de tecnología
sencilla. El progreso industrial se desenvuelve siguiendo características que el sector tenía
hacía 10 años: la rama de alimentación, bebidas y tabaco seguía siendo la principal en
cuanto al valor agregado de producción (27,4%), seguida por la de textil y confección (21%).
La producción de hilados y tejidos de algodón y lana lideraba la actividad industrial, luego se
ubican otras actividades tradicionales, como los frigoríficos, las fábricas de pan y galletitas,
etc. El tamaño medio del sector continuaba sin variaciones. Otro dato que indica continuidad
en torno a las características sectoriales es el peso todavía predominante de las plantas
fundadas antes de 1935.

Censo industrial, entre 1935 y 1946, se incrementaron los establecimientos y los obreros
empleados, se duplica la producción. Estos datos permiten afirmar que fue un periodo de
acelerada industrialización. Para 1945, el país poseía una economía diversificada con un
sector manufacturero destacado.

Papel de la política estatal frente a este proceso de transformación estructural durante la


guerra: Luego del fracaso del Plan Pinedo, las iniciativas legislativas a favor de la industria
se acentuaron. Entre 1941 y 1943, tanto desde el gobierno como de la oposición se
presentaron varios proyectos sobre crédito industrial, legislación antidumping, un régimen
de drawback destinado a alentar las exportaciones de productos elaborados y de reforma
arancelaria, entre otros. Sin embargo, no fue sino luego de la caída del régimen político
neoconservador instaurado en 1930 que comenzó a transformarse la actitud del Estado
frente a la industria. El golpe militar de 1943 permitió en este plano el inicio de una nueva
etapa. La llegada de los militares al poder catapultó a la esfera del Estado a un grupo de
ingenieros y economistas socialcatólicos, algunos discípulos de Alejando Bunge. Muy
pronto comenzaron a convertirse en realidad las demandas que los dirigentes del
empresariado habían levantado sin éxito durante décadas.

En 1944, el gobierno fundó el Banco de Crédito Industrial Argentino como una institución
especializada en el crédito al sector con un capital inicial de 50 millones de pesos. La nueva
institución se proponía financiar inversiones o incrementos del capital a largo plazo y sanear
la estructura financiera del sector mediante el rescate de deudas bancarias y comerciales.
Inicialmente no se señaló como objetivo fomentar nuevas ramas de la industria. En 1945 se
amplió el capital y se autorizo la recepción de depósitos y el otorgamiento de préstamos a
corto plazo. También se creó una sección especial de “Fomento Industrial”, destinada a la
habilitación de capitales para pequeñas y medianas empresas.

En 1944 también se dispuso la creación de la Secretaria de Industria y Comercio. El mismo


año el gobierno estableció el primer régimen de promoción industrial de alcance nacional,
mediante el decreto 14.630. La medida definió que el Estado alentaría a las industrias que
usaran materias primas nacionales y se orientaran al mercado interno, pero también las
que, aun cuando usaran materias primas o productos semielaborados importados,
elaboraran artículos de primera necesidad o indispensables para la defensa nacional. La
definición de industrias de “interés nacional” era tan amplia que permitiría en el futuro
apoyar casi cualquier actividad industrial. Esta legislación tenía la característica de que la
inclusión de las industrias dependeria de la demanda del sector antes que de un plan
ordenado de industrialización (los industriales debian presentar una solicitud).

El régimen de industrias de interés nacional instauró beneficios de tres tipos. En primer


lugar, estableció derechos adicionales de fomento y de defensa. En segundo lugar, autorizó
al Poder Ejecutivo a fijar cuotas e incluso prohibiciones a las importaciones. Por último, el
régimen dió subsidios a las industrias vinculadas con la defensa. En todos los casos, las
ventajas duraban 5 años, aunque se preveía la posibilidad de renovación una vez que se
evaluara el desempeño del sector. Esto significaba que la protección era temporaria y
condicionada a la evolución industrial.

La creación de la Secretaría de Estado, del Banco de Crédito Industrial y la Ley de


Industrias de Interés Nacional inaugura una nueva etapa en que comenzaba a formarse una
política industrial, cuyo impacto recién se haría palpable bajo el gobierno de JDP.

El auge de las exportaciones industriales

Novedad del periodo de guerra: incremento de las exportaciones industriales argentinas.


Puso en evidencia el avance del proceso de industrialización. La reorientación de las
economías industrializadas a la producción bélica, con el consiguiente retiro del mercado
mundial de una gran variedad de manufacturas, alentó la ISI. La escasez de manufacturas
en el mercado mundial y el aumento de sus precios impulsaron el crecimiento de las
exportaciones industriales de las nuevas regiones donde la industrialización estaba en sus
primeras etapas. Esto no era nuevo, había sucedido en la 1WW, pero durante la 2WW el
auge exportador fue más robusto. Entre 1939-1945 las exportaciones totales crecieron un
55%, mientras que las industriales un 625%. En 1939 la venta de productos industriales al
extranjero representaba el 2,9% del valor total del comercio de exportación. Para 1943,
alcanzaron un máximo de 19%.

El aumento de estas exportaciones tenía su origen en la demanda insatisfecha que se


produjo con el retiro de los grandes países oferentes de manufacturas. Esta situación
incrementó los precios mundiales, ofreciendo un incentivo mayor para los empresarios
locales.

El boom de las exportaciones industriales no fue tan importante como lo dicen las cifras, en
primer lugar porque el aumento de peso se dio en medio de una aguda caída de las
exportaciones agrícolas. En segundo lugar, el peso de las exportaciones de manufacturas e
incremento por el aumento de su valor.

La rama textil se convirtió en la principal exportadora entre 1942 y 1945, seguida de cerca
por la alimentaria. Los productos químicos y farmacéuticos tuvieron una importante
participación, pasando de representar el 3,5% del valor de las exportaciones de
manufacturas en 1939 para convertirse en la principal industria exportadora en 1947 con un
29%.

Los principales productos exportados fueron hilados y tejidos de lana y algodón, a los que
seguían, en orden descendente, medicamentos, productos químicos, calzados y otras
manufacturas de cuero, libros, papel para obras, hierro en lingotes y caños galvanizados.
Las exportaciones eran diversificadas e incluyen algunos productos que el país produce en
pequeñas cantidades y con altos costos. Estas consideraciones perdiendo importancia
frente a un mercado internacional caracterizado por la escasez.

En cuanto al mercado textil, las exportaciones aumentaron su valor agregado (inicialmente


se exportaban desperdicios) y sus mercados principales fueron Sudamérica y Sudáfrica
(este país se convirtió en gran cliente de la industria argentina debido a que durante la
guerra había perdido a sus mercados proveedores de Europa).

En cuanto al destino de las exportaciones de manufacturas argentinas en los años de


guerra, el principal destino de las ventas de productos fue Sudáfrica, seguido de cerca por
los Estados Unidos, y algo más atrás por Reino Unido. Se destaca además la importancia
de los mercados latinoamericanos, que en conjunto representaban el 47% del destino de las
exportaciones industriales, en tanto que los países limítrofes constituyeron el 28% total de
las ventas.

En 1940, Pinedo había decidido alentar las exportaciones de nuevos productos en el área
de divisas libres, con el fin de compensar el incremento de las importaciones
norteamericanas. Por medio del decreto 7.466/40 instituyó un mercado de licitaciones
donde el Banco Central venderia los dólares provenientes de las exportaciones de nuevos
artículos. Este decreto previa la creación de organizaciones de promoción del intercambio y
fue la base sobre la que se fundó la Corporación para la Promoción de Intercambio (CPI) en
1941.
La función del CPI sería adquirir exclusivamente dólares provenientes de las exportaciones
no regulares y venderlos para el pago de importaciones “no esenciales”, y con los beneficios
que obtuviera de esas operaciones fomentaría el intercambio.

Durante su primer año, la CPI intentó resolver algunos de los problemas que tenían las
exportaciones de manufacturas argentinas al mercado norteameircano. Los cambios por la
guerra, con el ingreso de USA en el conflicto, cambiaron los planes de la CPI. Ante la
escasez de materias primas, manufacturas y equipos acentuada por esto, además de las
trabas adicionales por la neutralidad del país en la guerra (restricciones de importación de
combustibles y equipos desde USA entre 1942 y 1949), la CPI cambió su orientación. La
entidad pasó de alentar el comercio con los Estados Unidos a fomentar el intercambio con
Latinoamérica. Más importante, la CPI pasó de estimular exportaciones no regulares a
estimular todo tipo de ventas al exterior.

La CPI logra sus mayores avances en el estudio de la capacidad exportadora de la industria


argentina. Los informes de la CPI establecieron un criterio para limitar la industrialización a
aquellos sectores que se beneficiaban por una abundante y barata provisión de materias
primas. Estos informes además revelaron las principales debilidades de la industria, que
condicionaban sus posibilidades de competencia en el mercado mundial.

Entre 1938 y 1945, las exportaciones argentinas a USA habían ascendido un 325%, pero el
crecimiento se había detenido en 1941. La composición de esas exportaciones seguía
siendo principalmente de materias primas y productos primarios, mientras que las
manufacturas tuvieron un lugar marginal durante los años de auge exportador. Esto nos
permite suponer que la idea de exportar manufacturas a ese mercado no tenía posibilidades
de madurar en los siguientes años.

A partir de 1945, la normalización de los mercados internacionales y el resurgimiento de la


competencia de las naciones industrializadas provocaron una disminución de las
exportaciones de manufacturas argentinas. Estás en 1943 habían alcanzado a representar
el 19% del total de las exportaciones, y para 1946 sólo representaban un 11,3% del total
exportado, para declinar, a finales de la década de 1940 hasta niveles similares a los de
1939, un 3% del total de las exportaciones.

Si bien esta declinación puede ser influida por las políticas peronistas, el hecho de que las
exportaciones de manufacturas en Brasil hayan disminuido también sugiere que fueron las
condiciones internacionales las que pusieron fin a ese breve auge. La corriente exportadora
se debilitó tan pronto como había surgido, y no volvería a alcanzar niveles significativos
hasta la década de 1970.

Las controversias en torno de la industria

Con el estallido de la 2WW, se renovaron los debates en torno a la industria. Las


discusiones giraron en torno a tres ejes principales: el perfil industrial deseable para la
Argentina, el debate entre la orientación mercado-internista de la industria y quienes
apostaban a alcanzar alguna inserción internacional, y la discusión sobre el papel del
Estado en la transformación de la estructura económica.
El perfil industrial deseable para el país comenzó con los debates en torno al Plan Pinedo.
La Unión Industrial Argentina y los militares fueron los más fervorosos partidarios de la
instalación de las ramas básicas. En cambio, entre los economistas e ingenieros existieron
posiciones diversas sobre lo que la Argentina podía desarrollar. En 1944, el decreto de
industrias de interés nacional implicó instaurar un criterio muy amplio, que casi permitía
justificar el desarrollo de cualquier industria. Pocos meses después, los discípulos de Bunge
confeccionaron un plan de industrialización diversificado. Por entonces, el vicepresidente
Peron presentó dos posturas contrapuestas. Por un lado como ministro de Guerra sostuvo
que el país necesitaba industrializarse, poniendo énfasis en la industria siderúrgica. En
cambio, en 1945 al iniciar las negociaciones para la formulación de un programa económico
de posguerra con los empresarios del campo y la industria, volvió al criterio de “industria
natural”. El fracaso de esa negociación y las nuevas realidades de posguerra llevarán a
Peron a abandonar esas ideas.

El segundo eje del debate fue el menos polémico. La mayoría de los actores sociales y
económicos consideraban correcto el crecimiento de la industria orientada al mercado
interno. Incluso el presidente de la UIA, Colombo, sostuvo en 1945 que la industria debía
primero conquistar el mercado interno y por el momento exportar “los sobrantes”. En esta
postura se evidencia la falta de espíritu competitivo de la burguesía industrial, pero hay que
tener en cuenta que esta actitud fue seguida por la mayoría de los países de
industrialización tardía. En las condiciones en que operaba la industria en los años
cuarenta, muy pocas actividades podrían mejorar la competitividad de sus precios, orientar
la producción de acuerdo a la demanda de los mercados externos, adaptar la producción
local a los gustos de los consumidores de esos países, ofrecer un volumen de productos
adecuado, obtener el financiamiento para la exportación y asegurarse cierta estabilidad
macroeconómica. La presencia metropolitana era dominante en estos mercados, por lo que
eran muy competitivos. En estas condiciones es entendible que los industriales prefieran
permanecer en el mercado doméstico.

Otras razones para esta orientación era la pérdida de dinamismo del sector primario
exportador, el cual estaba siendo compensado por el crecimiento industrial orientado al
mercado interno y la visión de una nueva generación de economistas e ingenieros social
católicos de esta como el mecanismo para limitar la vulnerabilidad de la economía frente a
fluctuaciones del mercado externo, fortalecer la cohesión social y alentar un mayor equilibrio
regional. Para ellos la industria debía ser el eje ordenador de la economía, a partir del papel
principal que tenía en la creación de empleo.

Finalmente, la discusión sobre el papel del Estado en la industrialización formó parte de un


debate mayor sobre el intervencionismo estatal de larga data. Los empresarios y los que
abogaban por la industrialización desde la década de 1910 continuaron manifestando su
recelo a toda intervención estatal que fuera más allá de la protección necesaria para alentar
las inversiones. Por otro lado, jóvenes economistas e ingenieros veían la intervención
estatal de manera más positiva. Algunos propusieron instrumentos de política industrial para
favorecer la sustitución de importaciones y estimular las exportaciones.

Las controversias de los años cuarenta alentaron al Estado a elaborar respuestas por medio
de políticas sectoriales. Al finalizar la guerra, parecía claro que la economía argentina se
orientaba al afianzamiento de la industrialización.
Las relaciones entre el Estado, los empresarios industriales y los sindicatos

Durante los años treinta se produjeron cambios en las relaciones entre el Estado e
industriales, así como entre el estos últimos y los sindicatos.

Estado e industriales:
El intervencionismo estatal fue conformando una densa red de canales entre el Estado y las
entidades representativas del capital, entre las que se destacó la UIA. A partir de 1943 se
intensificaron los contactos entre la UIA y el gobierno militar a partir de la creación de la
Secretaria de Industria y Comercio y el Banco Industrial en 1944, y del Consejo Nacional de
Posguerra de 1945. En ciertas coyunturas, la UIA intervino públicamente para manifestarse
sobre las políticas macroeconómicas. En 1933 esta entidad empresaria organizó la “Gran
Manifestación Pro Industria y Trabajo Nacional” en la que se reclamaba al gobierno no
otorgar a GB rebajas arancelarias que afectaran los intereses de la industria local. La UIA
no reclamaba proteccionismo sino el sostén de la tarifa vigente. El gobierno de Justo
buscaba evitar una disminución de los ingresos aduaneros, por lo que la coincidencia entre
los objetivos del gobierno y de los industriales fue lo que permitió que no se realizaran
mayores rebajas arancelarias y que el sector siguiera gozando de cierta protección por la
tarifa, el tipo de cambio y la devaluación monetaria.
Con la expansión industrial de los 30s, la UIA fue adquiriendo mayor densidad al crearse
nuevas secciones gremiales que agrupaban sectores industriales cada vez más
diferenciados.
El robustecimiento de la UIA como entidad representativa del capital industrial y los vínculos
con los gobiernos concordancistas no impidieron que se dieran conflictos entre el Estado y
esta entidad, que se precipitaron a comienzos de los 40s a causa de la ampliación de la
intervención estatal en la economía. En 1941 la UIA se opuso a la reforma de la Ley de
Impuesto a los Réditos y la creación de nuevos tribunales, como el impuesto a las
ganancias extraordinarias y el gravamen móvil a la exportación.

La UIA apoyó inicialmente al gobierno militar de 1943, debido a la concesión de las


demandas que el empresariado industrial había levantado en las décadas previas, como la
creación de un Ministerio de la Industria, una ley de promoción sectorial, y un banco
industrial. Sin embargo, al empresariado no le agrado la política laboral implementada por
Perón desde la Secretaria de Trabajo y Previsión. A esto se le sumó el reclamo oficial por
Peron a favor de una reforma de los estatutos de la UIA para ampliar la representatividad de
los empresarios industriales. Los dirigentes de la UIA tomaron mal esta solicitud ya que
temían la pérdida del control que hasta el momento tenían sobre la institución. En este
momento se estaba dando una lucha interna en la dirigencia de la UIA, por un lado estaban
quienes estaban dispuestos a resistir las presiones oficiales y rechazar las políticas
laborales y el intervencionismo estatal, y por el otro quienes eran proclives a un acuerdo con
el gobierno militar.
El cambio que significó el apoyo oficial a la industria a partir de 1943 junto a la división de la
entidad retardo que la UIA se sumara a la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio y la
Cámara Argentina de Comercio en el frente empresarial contra el gobierno militar instaurado
en 1943.
Industriales y sindicatos:
La década de 1930 también marcó un cambio en las relaciones entre la UIA y los sindicatos.
La crisis y su impacto en la economía nacional, con su consecuente recesión, desempleo y
recortes salariales, aminoraron el poder de negociación que tenían algunos grandes
sindicatos de servicios, como los ferroviarios y los marítimos. Si bien en 1930 se organizó la
Confederación General del Trabajo (CGT), recién a partir de la reactivación económica, a
mediados de la década de 1930, el movimiento obrero reanudó con mayor éxito la lucha
sindical. A mediados de los treinta, los sindicatos en la industria eran organizaciones
pequeñas, que a menudo se dividían por cuestiones ideológicas.

Durante los 30s, los bajos salarios, la débil aplicación de la legislación laboral y la autoridad
de los patrones en las empresas fueron las bases sobre las que se asentó la primera etapa
de la ISI, liderada por las ramas que empleaban intensivamente mano de obra barata.

Durante la década de 1930 también se observaron cambios en el papel del Estado. Este
surge como mediador entre sectores. A partir de 1936 este intervino activamente en la
resolución de conflictos y en la firma de convenios colectivos entre los gremios y los
empresarios. El Estado además combatió la influencia de los comunistas, muy activos en
los gremios del sector manufacturero. El cambio más importante se dio a partir de 1943,
cuando el DNT (Departamento Nacional del Trabajo) aplicó con más empeño la legislación
laboral y comenzó a volcar la balanza a favor de los trabajadores en las negociaciones entre
empresarios y obreros. Esto generó la oposición de los empresarios industriales a Perón. El
cambio operado a partir de 1943 en las relaciones entre el Estado, los empresarios y los
sindicatos obreros fue el comienzo de una nueva era que en la década siguiente
transformaría la trama de las fuerzas sociales sobre las que se asentaba la industrialización
en la Argentina.

En clase en cuanto al texto:


Restauración conservadora 1930-1943
Pasamos de conservadores a militares en 1943 (GOU y Golpe). Orígenes del peronismo se
dan en 1943-1946, en este periodo se dan las presidencias de Rawson (pocos días),
Ramirez (43 a 44) y Farrell (44 a 46). Peron tuvo 3 cargos en este periodo: titular de la
Secretaría de Previsión Social, Ministro de Guerra y vicepresidente (de Farrell).
En 1943 se fortalece la noción de estado interventor e incluso benefactor.

Con el desarrollo de la industria metalmecánica, surge el concepto de integración local de


la producción. El grado de esta integración es “en cuantos eslabones de la producción de
un bien participan bienes producidos localmente y en cuantos productos importados” (+
insumos argentinos, - importaciones= mayor grado de integración local de la producción)

Control de cambios de 1931: se interviene en el mercado cambiario. El gobierno compra


divisas a exportadores y vende a los importadores, haciendo una diferencia que es utilizada
como nuevo ingreso.

Con Pinedo en 1933 se flexibiliza, habiendo dos mercados, el libre donde operaban los que
no tenían permisos, y el oficial. Con el Pacto RR, GB se saltea impuestos arancelarios del
10% y se les permite el acceso al mercado oficial de cambios. Trato preferencial en
comercio exterior y en el mercado de divisas a GB.
En la 2WW:

- Ortiz (1938-1940)
- Castillo (1940-1943)

Comienzos, 1939, neutralidad. La neutralidad no significaba siempre lo mismo, depende de


quien la defendía. Para Ortiz, la neutralidad le permitía a Argentina exportar productos al
frente de batalla, ya que los barcos neutrales no podían ser bombardeados.

Castillo: conservador antiamericano. Cuando en 1941 USA entra en la guerra, esta persona
a toda Latinoamérica para que declaren la guerra al eje. Argentina permanece neutral, lo
que es una posición desafiante antiamericana, pero al mismo tiempo mantiene el mercado
de exportaciones abierto para el país.

1943 Golpe de Estado

GOU: anti liberales, anticomunistas, antinorteamericanos, pro germanos.

Durante el gobierno de Ramirez, se dio un intento de comprar armas a Alemania. USA lo


hace público, colocándose en contra del gobierno militar. El costo de mantener la
neutralidad en la guerra fue la política discriminatoria de parte de USA. Un ejemplo de esto
es cuando, en 1943, Argentina quedó fuera de la ley de préstamos y arriendos (la da USA
para que los países se armen contra un posible ataque externo, Chile y Brasil entran). Otro
costo de la neutralidad fue la aplicación de escasez discriminatoria por parte de USA, quien
decide no vender ciertos insumos y maquinarias necesarios para el crecimiento del parque
industrial argentino.

Post 2ww, Argentina sólo podía comprarle a USA (Europa destrozada), y tenía la plata ya
que contaba con un saldo de la balanza comercial positivo consecuente de la mayor venta
que compra de productos en la guerra. Sin embargo, nos vimos frenados por USA, lo que
limitó la modernización.

Se le suma a las dificultades económicas que teníamos con ese país a partir de producir lo
mismo (economías competitivas) los problemas políticos durante la guerra. Países como
Brasil, que fueron “elegidos por USA”, recibieron créditos que les permitieron una
modernización de la industria.

En 1944, 1945, cuando Hitler se ve acorralado, hay una presión internacional cada vez más
fuerte sobre el gobierno militar. Se reemplaza a Ramirez (acusado de comprar armas a los
nazis) por Farrell. Este rompe relaciones con Alemania. Argentina necesitaba una mejor
inserción internacional (para entrar a la ONU había que declararle la guerra al eje).

Aspectos favorables para el país de la 2WW:

- Balanza comercial positiva, acumulacion de reservas


- Llegó incluso a exportar manufacturas
Plan Pinedo: se estudia, a pesar de haber sido rechazado, por ser el primer documento
público que preveía ciertas medidas para la industria. Propuesta de industrialización
exportadora. Pinedo veía 3 problemas en el sector externo:

- Libras bloqueadas (comercio con GB en 2WW)


- Mejorar las relaciones con USA
- Buscar nuevos mercados para exportar y tener fuente de divisas

El plan también consideraba aspectos financieros, con créditos a mediano y largo plazo
para la industria. También propone que el Estado construya viviendas con materiales
nacionales, generando trabajo y solucionando el problema habitacional, cada vez más
notable en los 30s. La gran migración interna y de países limítrofes agravaba esto,
surgiendo así las villas de emergencia. El plan fue rechazado más bien por problemas
políticos. Mucho de lo que proponia se dio durante la 2WW, como los nuevos mercados y la
exportación de manufacturas.

1946 Perón: economía semi-cerrada (industria no exportadora, vuelco al mercado interno)

Régimen de drawback: es un estímulo fiscal que busca estimular las exportaciones de


manufacturas. Consiste en que el empresario paga impuestos cuando importa insumos para
fabricar bienes, y si estos bienes logran ser exportados, se le devuelve al empresario los
impuestos que pagó.

6. Redefinición de alianzas de clases y proyectos económicos


en los años treinta

“Crecimiento industrial y alianzas de clases en la


Argentina, 1930-1940” - Miguel Murmis y Juan Carlos
Portantiero
(Del libro “Estudios sobre los orígenes del peronismo)

Introducción

En la década del 30 se dan en Argentina reagrupamientos de las fuerzas sociales que


buscaban dar respuestas al nuevo escenario de acelerado crecimiento industrial y sus
consecuencias sociales.

El modelo “más habitual” de posicionamiento de las clases propietarias frente al crecimiento


industrial plantea que los propietarios agropecuarios buscaban mantener la preeminencia de
la tierra como fuente de ingresos, estatus y poder, opuestos al fortalecimiento de nuevas
actividades productivas y los nuevos grupos vinculados a ellas. En cuanto a los propietarios
industriales, dice que, por el contrario, buscaban el crecimiento de las nuevas actividades,
además de la conquista del poder político y el establecimiento de su hegemonía social.
De esta manera el modelo clásico opone intereses de la clase terrateniente frente a la
burguesía industrial.

Aparecen modificaciones del modelo:

a) Se mantiene el modelo en cuanto a la oposición de los dos grupos, pero se supone


que el sector industrial no tiene conciencia clara de sus intereses. El desarrollo de la
oposición exige la actuación de otros grupos, unos poseedores de la conciencia de
la que carecen los industriales, el Ejército, y otros más dispuestos a la lucha que el
propio grupo en cuestión, los obreros. Aparece también un nuevo grupo aliado a los
terratenientes: sectores de la clase media “terciarios” de los propietarios latifundistas
b) Otra versión mantiene el modelo en cuanto a la identificación de los contendores,
pero plantea que los terratenientes habrían favorecido al sector industrial. En este
caso se da una coincidencia transitoria de intereses muy específicos.
c) Nos alejamos más del modelo clásico, admitiendo que el sector terrateniente pasa a
aceptar cierto tipo de industrialización limitada, liviana y dependiente, aliándose con
el sector más concentrado de los industriales, pero que subsisten dentro de los
propietarios de industria grupos no monopolistas que aspiran a un desarrollo
manufacturero independiente expandido en el mercado interno.
d) El alejamiento del modelo inicial es más neto cuando se redefine la oposición,
planteando que tanto los terratenientes como los industriales en bloque se
benefician con el mantenimiento del desarrollo dependiente de la industrialización,
no quedando ningún grupo de origen manufacturero enfrentando la posición del
bloque dominante. Este modelo postula una fusión de intereses entre terratenientes
e industriales, solo enfrentados por la clase obrera

Posición de los autores frente a la interpretación clásica que opone intereses de la clase
terrateniente frente a la burguesía industrial:

Los autores rechazan todas las versiones del modelo que se centran sobre una oposición
entre grandes terratenientes y burguesía industrial, incluyendo aquellas según la cual no se
daría una alianza sino una coincidencia coyuntural entre ambos grupos.

Coinciden con las versiones que plantean una comunidad de intereses entre ambos
sectores en esta etapa y también con la suposición acerca de las limitaciones que
presentaba su propuesta de industrialización.

Además sostienen la ausencia de un proyecto alternativo de industrialización más profundo


dentro de las clases dominantes, y que el proyecto limitado no era percibido como el
proyecto hegemónico de la clase, sino que dentro del grupo se daban oposiciones.
Entonces plantean que el proyecto no era una fusión de intereses, sino una alianza entre
fracciones de clase.

La oposición más decidida al proyecto industrializador sería de parte de un sector


subordinado de los terratenientes y de la UCR.

Entonces, había un proyecto que tenía apoyo dentro de la clase dominante pero no era el
proyecto indiscutido de la misma.La clase dominante no estaba unificada. Su puesta en
marcha requería la constitución de alianzas entre sectores de la clase dominante e incluso
podría requerir la alianza de sectores ajenos a ella. La preeminencia de uno u otro proyecto
estaba en cuestión y podría dar lugar a un corte transversal dentro de la clase dominante.

Lo que quieren explicar los autores es que el tipo de crecimiento económico tardío ligado a
la ISI requirió la alianza entre sectores de propietarios agrarios e industriales, más que su
enfrentamiento global (salir de la concepción de enfrentamiento propia del modelo clásico).

Ellos encontraron que los terratenientes no sólo no evidencian rechazo absoluto a las
actividades industriales que el modelo clásico les atribuye, sino que también aceptan ciertas
formas de industrialización.

En los procesos de crecimiento tardío, el apoyo a la industria no se dio solamente de parte


de los representantes de un nuevo orden “progresista”.

Este texto tratará de demostrar:

1. La existencia de un proceso de alianza de clases en la Argentina durante la década


del 30, y su contenido
2. Las condiciones que lo hicieron posible
3. Los alcances y las limitaciones de esa alianza, vinculadas a las limitaciones propias
de un proyecto de crecimiento basado en la ISI.

Las condiciones de la alianza de clases

En la década de 1930 la industria argentina entra en una etapa de crecimiento durante la


cual se transforma, en un decenio, en sector líder de la economía. Las orientaciones del
Estado coinciden con este crecimiento industrial que se da a partir de 1930.

El caso argentino posee la originalidad de que precisamente a partir de 1930 quienes


controlan el aparato del Estado son las fuerzas conservadoras ‘oligárquicas’, y a ellas deben
atribuirse, por lo tanto, las medidas y propuestas estatales que favorecieron el progreso de
la industria.

Las fuerzas conservadoras no variaron, por ello, su contenido de clase: siguieron siendo
representativas de los hacendados más poderosos, tradicionales beneficiarios de la
economía agroexportadora.

Durante el periodo 1933-1943, ningún grupo social o político poderoso agitó un programa de
crecimiento industrial más radical que el de la élite oficialista.

El núcleo de este trabajo tiende a presentar el supuesto de que no hubo en el periodo


contradicción entre una orientación pro crecimiento industrial expresada en el Estado, y los
intereses de la fracción más poderosa de los terratenientes, aunque sí la hubo con los de un
grupo subordinado de propietarios rurales.

Los autores consideran que esta fracción más poderosa dentro de la “oligarquía” es la que
mantuvo el control hegemónico dentro de una alianza de clases propietarias en la que se
incluyen, por primera vez, los intereses de los grupos industriales, y la que orientó la
implantación de políticas de gobierno tendientes a armonizar intereses particulares hasta
hace poco antagónicos, con el objeto de asegurar el equilibrio del sistema en su conjunto.
La posibilidad de esa articulación de intereses requería ciertas formas limitadas de
industrialización y ellas fueron promovidas a través de una política oficial que hizo crecer
enormemente las esferas de actividad del Estado en la estructura social.

Ese marco limitado es el de “crecimiento industrial sin revolución industrial”. El proyecto de


industrialización promovido en la Argentina durante la década del 30 es un ejemplo claro de
crecimiento a partir de sustitución de importaciones. Su resultado fue una economía
industrial basada en una industria liviana, productora de bienes de consumo no durables.

Durante el periodo no aparecen propuestas que profundicen esa orientación hacia la ISI de
bienes de consumo y productos intermedios, exigiendo, además, el desarrollo de una
industria base o la ruptura de la subordinación económica a los centros internacionales. El
proceso se basó en la expansión de una industria preexistente. Estas se orientaron a la
producción de bienes de consumo

Las inversiones en el sector industrial se volcaron principalmente hacia las ramas textiles,
metalúrgicas, y de productos alimenticios y bebidas.

Las transformaciones, además, solo se dieron en el sector industrial, manteniéndose


inmodificada la estructura agraria.

En síntesis, el crecimiento industrial, como proyecto controlado por la “oligarquía”, se limitó


a cubrir un vacío llenado anteriormente por bienes de consumo importados, sobre todo en
los rubros alimentación y textiles.

Un límite para el proceso fue el escaso interés en aplicar y diversificar el mercado interno de
consumo. Este buscaba hacer rendir al máximo la capacidad ya instalada, sin necesidad de
grandes inversiones en maquinarias y equipos, aumentando solamente la mano de obra, y
la concentración del crecimiento en aquellas ramas que elaboraban materias primas
nacionales.

Durante el periodo se intensificaron las inversiones extranjeras, especialmente las


norteamericanas, en actividades de transformación, lo que aseguró a los grupos industriales
locales una “protección” especial de sus intereses frente a eventuales medidas del gobierno
que pudieran tender a frenar el proceso de crecimiento. Para 1938, más de la mitad del
capital total de la industria estaba en manos de empresas extranjeras. Estos capitales
dominaban varias ramas de la actividad industrial, como por ejemplo los frigoríficos, el
cemento, el armado de automotores, etc.

Este tipo de industrialización debe entrar necesariamente en conflicto con los intereses de
los propietarios rurales? Los autores dicen que en los países exportadores de materias
prima, como Argentina, el crecimiento industrial limitado no perjudica necesariamente a los
grupos agropecuarios en su totalidad.

La crisis de 1929 afectó el privilegiado status del país como agroexportador, terminando las
ilusiones del crecimiento ilimitado hacia afuera forjadas a partir de 1880. El modelo AE
dejara de tener vigencia ante las respuestas proteccionistas de los países centrales como
alternativa a la crisis. El ciclo de la economía primaria exportadora como excluyente núcleo
dinámico de la economía argentina concluye.
En esta crisis, las élites tradicionales que han recuperado el control del Estado, se ven
favorecidas por la posibilidad de una limitada industrialización, ya que el desarrollo de
ciertas ramas de la manufactura era capaz de permitir un reajuste del sistema a los nuevos
términos del comercio mundial.

A medida que descienden las exportaciones del país en el mercado mundial, se hace
necesario que las importaciones desciendan a la altura de las exportaciones. Este es el
primer signo para la nueva alianza de clases. La oposición principal que enfrentaba a
agrario e industriales alrededor de las políticas de libre cambio o proteccionismo pasa a
tener una importancia secundaria para la fracción dominante de los terratenientes, quienes
no rechazarán las medidas tendientes a controlar las importaciones, favoreciendo así el
crecimiento de ciertas ramas de manufacturas. En el punto en el que anteriormente se
ubicaba el centro del conflicto se establece una posibilidad de coincidencia.

Antes de la crisis, frente a un modelo de crecimiento basado en las exportaciones de


artículos primarios, toda tentativa de llevar más allá el proceso de industrialización ya
existente significaba un inconveniente contra la fluidez del comercio internacional. Pero la
crisis, al quebrarse ese modelo, solo habría dos alternativas: reducir la participación en la
oferta global y condenar a la economía a una paralización en espera de una coyuntura más
favorable para el comercio, o modificar la estructura productiva, reduciendo importaciones y
sustituyendolas por medio de la producción local. El gobierno conservador eligió la segunda,
impulsando políticas gubernamentales a favor de la ISI.

Pero los cambios en las orientaciones de la élite dominante no fueron súbitos. El desarrollo
de una nueva política sólo puede ubicarse hacia finales de 1933, con el ascenso al poder de
un equipo político encabezado por Federico Pinedo, que influiría hasta 1943. La primera
respuesta de los conservadores a la situación de crisis había sido la de equilibrar las
finanzas y cumplir con las deudas en el exterior y aguardar momentos mejores. Esta era la
orientación dominante en las políticas económicas de Uriburu y de Justo, hasta agosto de
1933. La gestión de Pinedo marcará las pautas iniciales para cambios en la política que el
Estado propone a las clases dominantes, y abrirá un período en el que se darán nuevas
orientaciones que pondrán fin a los marcos de un enfrentamiento simple entre sectores
rurales e industriales, estableciendo nuevas bases para un reagrupamiento de fuerzas.

El Pacto Roca-Runciman, suscrito por el gobierno argentino con el de GB en 1933, será el


nudo central que condiciono la posibilidad del cambio en las orientaciones de una fracción
de los propietarios terratenientes, a la vez que provocó una fisura en los grupos rurales.
Este pacto dio la concesión inglesa a los productores de carne enfriada, el sector más
importante de los hacendados.

El convenio significaba la aceptación, por parte del Estado, de las reglas de juego
impuestas por los ingleses para mantener en funcionamiento el intercambio bilateral. Estas
nuevas reglas obligan a una adaptación de la política económica de las clases dominantes
argentinas, a fin de mantener la prosperidad del sector ganadero más privilegiado, no sin
que otros grupos rurales menos poderosos sufrieran ese reajuste. Esta diferenciación entre
los hacendados se transformaría en el resultado deliberado de una política económica
oficial. Es decir, el pacto RR produce diferenciaciones en la clase ganadera.
Esta situación trajo, en un principio, grandes recelos de la UIA. Temían los compromisos
acerca de rebaja de aranceles para la importación de manufacturas inglesas, que
amenazaban evitar el aumento del 10% de impuesto a las importaciones, establecido por el
gobierno de Uriburu. En 1933 la UIA desarrolló una campaña en defensa de los intereses de
los industriales, terminó con un pacto tácito con el gobierno. Luis Colombo, presidente de la
UIA, Alejando Bunge, y representantes de los obreros y empleados fueron oradores en un
acto público en junio. Es la última vez, y quizá la única, en que la UIA postula una alianza
con los sectores subordinados del área industrial para oponerla a los intereses
agropecuarios en conjunto. Los argumentos desarrollados por Bunge en ese acto
reaparecen en boca de Pinedo y Duhau meses después (planteaba que debíamos disminuir
nuestras importaciones para mejorar el saldo de la balanza comercial, con el fin de poder
seguir pagando la deuda externa). La UIA pedía al gobierno solamente que no se
disminuyeran los aranceles aduaneros en todo lo que pudiera afectar el trabajo industrial.

En 1933 se anuncia un Plan de Reestructuración Económica, el cual incluye el Control de


Cambios, la creación de Juntas Reguladoras de la Producción, y el desarrollo de un plan de
obras públicas. La UIA lo apoya. En este plan aparece una caracterización de la necesidad
de la industria, a la que no se postula como enfrentada a la hegemonía “oligárquica”: el
papel de la industria aparece justificado como funcional al equilibrio del sistema en su
conjunto.

Durante todo el periodo que arranca en 1933 y clima con el derrocamiento de los
conservadores en 1943, la solidaridad de orientaciones entre los industriales y el Estado,
sometido a la hegemonía del sector ganadero más privilegiado, se mantiene. Los grandes
hacendados, obligados por la situación externa, modifican su orientación librecambista y
avalan las medidas oficiales que tienen, indirectamente, consecuencias industrialistas como
el control de cambios o el aumento de los gravámenes: achicadas las exportaciones, deben
achicarse también las importaciones.

Duhau dice en un discurso en 1933 “Por razones ajenas a la voluntad de la Argentina,


(coyunturales del mundo) a la industria nacional le tocará compensar a la economía
argentina de las pérdidas que provienen de la contracción de su comercio exterior”. Será a
partir de esta concepción que se dará una orientación común entre sector agrario dominante
e industriales. La crisis del comercio mundial y el descenso de la participación argentina en
el mismo determina un “vacío” en la oferta de bienes que puede ser cubierto por una
industria nacional preexistente, lo que permite un mejor funcionamiento del sistema sin
obligar a modificaciones profundas en la estructura económica. Esa industrialización bajo
control oligárquico no altera tampoco las estructuras de dominación tradicionales. A esto se
suma el carácter limitado de los sectores industriales, que no van más allá del
mantenimiento de ciertas barreras proteccionistas. A esto se limitará el respaldo estatal
pues los planes más integrales como el de Pinedo en 1940 no llegan a ser aprobados en el
Parlamento.

Los autores dicen que podría considerarse que la coincidencia de intereses sería
meramente coyuntural. La necesidad de evitar el déficit de divisas y en la balanza de pagos
lleva al gobierno a estas medidas, aceptadas por los sectores agrarios y aprovechadas por
los industriales. Sin embargo, para ellos va más allá: los grupos agrarios más privilegiados,
una vez resuelta su integración en el mercado mundial (lo que consiguieron a través del
pacto RR) se ven favorecidos por el proceso de ISI.

El beneficio para este sector puede ser, siempre partiendo del carácter limitado del proyecto
industrializador:

1. en tanto hubiesen comenzado a invertir directamente en industrias


2. en tanto, aunque no tuviesen intereses directos en ese sector de la economía,
advierten que la existencia de cierta industrialización permite un mejor
funcionamiento del conjunto de la actividad económica, que permanece bajo su
hegemonía.

Esta segunda hipótesis ofrece la base suficiente para explicar la coherencia de una política
gubernamental en manos de una elite conservadora de base agraria que, a partir de 1933*,
no sólo favorece a la industria indirectamente, sino que intenta hacerlo a través de
sucesivos proyectos legislativos, reconociendo de tal modo que cierto grado de
industrialización es funcional al sistema. La segunda hipótesis permite caracterizar al
proceso como un caso en el que fue posible favorecer al mismo tiempo a ambos sectores.

*Es probable que hasta 1933 las medidas proteccionistas adoptadas, como el control de
cambios, no tuvieran otro fin que poder seguir al servicio de la deuda pública externa. Pero
a medida que la vuelta a la situación previa a la crisis se alejaba, la promoción de la
industrialización sustitutiva pasa a ser algo autónomo, integrante de un plan coherente.

Este plan encuentra su sistematización más completa en 1940 a partir de las medidas de
Pinedo en su segundo paso por el Ministerio de Hacienda.

A partir de la década de 1930 se advierte que las argumentaciones entre proteccionismo y


librecambio pierden vigencia como centro de oposición entre agrarios e industriales. Por el
contrario, una limitada industrialización tiende a formar parte de la estrategia de los sectores
agrarios dominantes, quienes tratan de articular políticas en esa dirección.

En la reestructuración operada en la economía argentina, tras la crisis de 1929, y como


transición de una etapa de “crecimiento hacia afuera” a otra de “crecimiento hacia adentro”,
son los grupos tradicionales quienes toman la iniciativa para el pasaje con esta idea
(trazada por Pinedo en los debates de 1940): “La vida económica del país gira alrededor de
una gran rueda maestra que es el comercio exportador. Nosotros no estamos en
condiciones de reemplazar esa rueda maestra, pero estamos en condiciones de crear
algunas ruedas menores que permitan cierta circulación de la riqueza, cierta actividad
económica”

Ni las organizaciones empresarias ni ningún partido político, dentro de las clases


propietarias, asumirá otro proyecto industrialista que reformule o profundice ese programa
de la elite dominante.
La diferenciación interna en el sector agropecuario y los grupos de oposición

Entonces, a partir de las nuevas condiciones por el comercio mundial, los intereses de
hacendados e industriales encuentran un plano de coincidencia en las orientaciones hacia
una industrialización limitada, formuladas por el Estado.

Los autores plantean que hasta al menos hasta 2WW no se fragmenta el sector industrial
(en caso de haber fragmentaciones, los industriales pequeños y medianos tenían tan poco
poder económico y fuerza de presión que la hegemonía dentro del bloque industrial en
poder de los industriales más grandes y tradicionales no sufre alteraciones). Esto cambiaría
en la década de 1940 y un sector de industriales con menor poder formarán parte del apoyo
al peronismo. Este supuesto explicaría la ausencia de un proyecto alternativo de
industrialización, más radical que el contenido en las orientaciones del Estado.

Pero, en el sector agrario el panorama era otro. Se acentúan los términos de una división de
intereses ya anticipada en la década anterior (los criadores apoyan al yrigoyenismo y los
invernadores al antipersonalismo alvearista). Los invernadores son quienes venden
directamente a los frigoríficos, constituyen la capa privilegiada de los hacendados. Los
criadores quedan subordinados a ellos por constituir la única vía para llegar a los
frigoríficos.

En 1927 los invernadores logran el control de la SRA, acentuando aún más el predominio
de sus intereses sobre los de otras capas ganaderas. El Pacto RR agravara aún más la
diferenciación: mientras las exportaciones de carne enfriada se estabilizan a partir de la
concesión de la exportación de carnes a GB, las exportaciones de carne congelada
descienden.

Para apoyar al proyecto de industrialización limitada, los grandes hacendados debían lograr
antes una participación privilegiada en las cuotas de exportación ganadera. Los
invernadores, ligados al frigorífico y dependientes de la venta de carne enfriada a GB,
consiguen estos privilegios a través del pacto RR. El pacto les aseguraba una cuota estable
de exportación a los invernadores, con un brusco desplazamiento del grupo de los
criadores, que debe subordinarse totalmente a los acuerdos a que llegan los invernadores
con los mercados tradicionales.

Un vocero de este grupo desplazado sea Lisandro de la Torre, quien dice “Al tener una
cuota limitada de exportaciones, se la concede a las carnes más valiosas, es decir, a los
grandes productores de chilled, y que corran su suerte los pequeños productores”

CARBAP: Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa.


Representaban a estos ganaderos desplazados. Ningún otro grupo, durante la época,
expresa con más claridad que este su rechazo a todo proyecto de crecimiento industrial y su
voluntad de mantener a toda costa el esquema de “crecimiento hacia afuera”. Mientras la
SRA no se opone a una industrialización limitada, la CARBAP rechaza cualquier medida de
tipo industrialista. Ellos buscaban el libre cambio y la vuelta del modelo de “crecimiento
hacia afuera”. La CARBAP insiste en la oposición a cualquier medida que trabara el
comercio de exportación, en tanto el mismo es la salida natural de los productores.
Despojados de la posibilidad de comerciar con GB primero tratarán de modificarlo mediante
la participación en la cuota de 15% que el Pacto RR autoriza para ser administrada
localmente. Esto no fue logrado ya que la CAP (institución creada para administrar esa
parte restringida de la cuota) es dominada por los invernadores. Entonces, se abren nuevos
mercados de exportación de carnes congeladas y en conserva de los criadores en EE.UU.,
Italia y Alemania. En EE.UU. no se permitía el ingreso de chilled.

El grupo subordinado de los ganaderos levanta un nuevo lema: “vender a quien nos vende”,
lo cual define su posición de rechazo a toda medida industrialista en el país, ya que estas
podrían poner en peligro las importaciones de manufacturas de aquellos países en los que
los criadores colocaban sus productos (si les dejamos de comprar manufacturas, nos
dejaran de comprar carnes).

El principal enemigo para el flujo natural del comercio internacional es el crecimiento


industrial. Los criadores pensaban que el proteccionismo industrial traería represalias de los
países consumidores de carne y trigo y productores de manufacturas. “Todo lo que se haga
en sentido de proteger limitadamente a la industria provocará la guerra comercial con los
países que nos compran”.

A diferencia de los hacendados privilegiados en cuyas orientaciones parece central la idea


de la funcionalidad de cierto crecimiento industrial, el grupo subordinado rechaza por
completo toda expansión de la manufactura. Este es su único punto de diferenciación, ya
que ambos sectores seguían dependiendo del comercio exterior, pero mientras los intereses
particulares de unos- tras el estatus satisfactorio obtenido luego de los acuerdos con
Inglaterra- no se contradicen con los proyectos de industrialización que propone la élite
política en nombre del equilibrio general del sistema de dominio, los otros encuentran en
esa perspectiva una oposición central a los suyos, orientados hacia una expansión
sostenida de los intercambios.

Agrarios e industriales frente al “Plan Pinedo”

Hacia fines de 1937, los índices de la economía argentina comenzaron a caer nuevamente.
A la caída de los precios de los productos agropecuarios en el mercado se le sumaba una
mala cosecha. A fines de 1938, la balanza de pagos era muy deficitaria. Ante esto, la elite:
- Devalúa el peso
- Se establece, por primera vez, el requisito del permiso de cambio previo para las
importaciones
Esta expresa restricción cuantitativa a las importaciones significaba el paso más decidido
dado por la élite dentro de una estrategia proteccionista. Para algunos autores, la
agudización del sistema de control de cambios a fines de 1938 “representa la supresión de
los últimos vestidos del comercio libre”.

Nuevamente el punto de partida se encuentra en la necesidad oficial de arbitrar recursos


para equilibrar un déficit. Pero esta vez la política incluía la adaptación del crecimiento
industrial. Una estrategia para la superación de las dificultades financieras suponía, en la
intención de la elite hegemónica, cierto desarrollo industrial para llenar el vacío creado por
la oferta extranjera. Aceptar la industria no era un fin en sí mismo, sino una condición para
otros fines. Salvar la industria supone contribuir a mantener el sistema. Este carácter
permisivo con que la élite ampara el crecimiento de la industria es la base de la alianza en
la que se integra el sector agrario y el sector industrial, el cual no reclama mucho más que
su supervivencia.
En 1938 dice el banco central “Esta medida permitirá adecuar las importaciones a la
capacidad real de pagos del país y al empleo prudente de las reservas monetarias”.

Tras una apreciable disminución del déficit en 1939, el año 40 se presentaba difícil por el
cierre de los mercados europeos a las exportaciones argentinas, consecuente de la 2WW.
En esas condiciones, el Ministro de Hacienda, Federico Pinedo, elabora un Plan de
Reactivación Económica. El plan articulaba una serie de medidas para anticipar la recesión.
“Dirigido a contrarrestar los temidos efectos de la guerra, contenía disposiciones para la
defensa del sector industrial”. En efecto, entre las medidas propuestas se hallaban los
proyectos legislativos reclamados hacía décadas por la UIA: leyes de “draw back”,
disposiciones contra el “dumping” de los países centrales, créditos a largo plazo para la
industria, reajuste de la anticuada legislación de tarifas.

El objetivo del plan era mantener a un nivel satisfactorio la actividad económica. Su punto
de partida era la compra por el Estado de los excedentes agrícolas que no podían
colocarse. Pero no concluía en los intereses del sector agropecuario, sino que además
proponía un crecimiento para la industria. En primer lugar, la industria de la construcción,
luego las actividades manufactureras.
El plan decía que, al no tener certezas de volver a los niveles de exportaciones pasadas, el
país necesita recurrir a la industria para suplir en lo posible lo que no puede importar o
pagar. El plan se mantiene dentro de los márgenes hegemónicos de la “oligarquía”
tradicional, pero proponiendo la incorporación de la industria. El proyecto tendía a
salvaguardar en primera instancia los intereses de los grandes propietarios rurales. El Plan
significaba un reforzamiento de la hegemonía oligárquica. Formulado por la élite tradicional,
el mismo no significaba un desplazamiento en los centros de decisión económica, social o
política.

El Plan Pinedo que intentó legislar sobre todo aquello que la UIA (grupo representativo de
los industriales) reclamaba sin ser oído, aparece como el mejor testimonio del proceso de
apoyo a la industria bajo control de la elite tradicional que se produce entre 1933 y 1943.

Fue rechazado. La UIA lo aprobaba entusiastamente, la SRA lo acepto (con reticencias) y la


CARBAP y las sociedades rurales del interior lo rechazaron agresivamente.

La SRA decía que había que recordar la mayor importancia de los negocios agropecuarios.
Efectivamente, el plan oficial aclaraba esto. Decía que el plan no significaba que toda
industria debía ser fomentada, “Debemos precavernos del error de promover aquellas
producciones que tiendan a disminuir las importaciones de los países que sigan comprando
nuestros productos en la medida suficiente para permitirnos pagar esas importaciones. Hay
que importar mientras se pueda seguir exportando.

Oposición al Plan Pinedo: las organizaciones representativas del sector ganadero


subordinado. Este grupo era el único que percibía cualquier intento de industrialización
como una valla para su supervivencia, en tanto perjudicaria el intercambio exterior, al que se
postulaba como núcleo dinámico excluyente de la economía argentina. Estos ganaderos
eran los defensores más ortodoxos del “crecimiento hacia afuera”. Desde la CARBAP se
decía que la industria nacional había hecho mucho daño a la producción rural con el cierre
de mercados naturales como el resultado de la política aduanera inconveniente, impuesta
desde 1932, a la que se le agregaba el 10% adicional para saciar las arcas fiscales del
Estado. La posición de la CARBAP ni siquiera se trataba, como con la SRA, de alentar
contra la promoción de industrias “artificiales”, sino de la oposición hasta a la mera
estabilización de las industrias ya existentes.

Otro defensor del libre cambio era el Centro de Importadores. En 1941 habían reclamado la
derogación del impuesto del 10% a las importaciones establecido por el gobierno de Uriburu
y mantenido posteriormente a pesar de haber sido declarado como “provisorio”. El
mantenimiento de este impuesto, que en un principio halla justificación en meras razones de
tipo fiscal, es un buen indicador del compromiso de la élite dominante con los industriales.

En el terreno de los grupos políticos, la argumentación anti-industrialista será la base de la


actitud de la UCR durante el debate. Ellos sí justificaban el papel del Estado en la compra
de cosechas. En ese sentido, la coincidencia con los grupos rurales desplazados es
absoluta. Si el radicalismo intentaba expresar sectores ajenos a la élite del poder, no serían
estos las capas medias urbanas ligadas al crecimiento industrial, sino los grupos rurales
marginados violentamente por la “oligarquía” tradicional. La UCR promueve la alianza en la
que participen los grupos agrarios subordinados y las capas medias urbanas no ligadas a la
industrial; sectores cuyo ingresos no dependan de la industria, sino de los servicios, y a
quienes la industrialización les encarece las mercaderías que demandan. El eje central de
las críticas de la UCR al Plan Pinedo está centrado en lo que este tiene de proteccionista. q

Hacia principios de los 40s, el dilema en las clases propietarias era si estabilizar un cambio
producido casi “espontáneamente” a fin de mantenerlo bajo el control hegemónico de los
sectores poderosos de la “oligarquía”, o rechazar todo cambio y promover el mantenimiento
de la situación previa a la crisis. La primera era la que quería la elite conservadora, la
segunda los de la UCR (y organizaciones representativas de los ganaderos subordinados).
Una tercera opción, la de un programa de crecimiento por iniciativa autónoma de sectores
medios emergentes de origen industrial, no alcanzó formas institucionales permanentes.
Según los autores es por esta falencia que unos años más tarde los cambios hegemónicos
en la estructura de poder en el país asumen formas en las que desempeñan un rol
privilegiado la burocracia estatal y el ejército, dentro de un proceso al que se incorporarán
las clases no propietarias.

El papel del Estado: alianza de clases y hegemonía

Uno de los rasgos salientes de la etapa es el crecimiento de los roles asumidos por el
Estado en la estructura social. La homogeneidad de la antigua estructura de poder, a través
de la cual se expresaban los intereses de las capas agrarias dominantes beneficiarias de la
renta diferencial que proveía el comercio internacional, tiende a quebrarse después del 30,
arrastrada por las modificaciones que el equilibrio del sistema requiere en el nivel de la
estructura económica, como consecuencia de la crisis.
La complejidad despegada en esta dimensión, refuerza las tendencias del Estado hacia la
autonomía, en tanto su rol principal no es ya traducir al nivel de las decisiones políticas los
intereses de una clase dominante agraria (o los de una fracción de la clase dominante), sino
la relación de estos intereses con los de otras capas propietarias estructuradas alrederodr
de la acumulacion de capital industrial. El Estado se convierte así en equilibrador dentro de
un bloque de poder más complejo, como moderador de una alianza estructurada alrededor
de los intereses comunes de distintas clases.

En esta alianza interviene como mediador el Estado, mediante mecanismos que pueden
soldar el bloque de poder: uno es el uso de políticas a corto plazo, las cuales acentuaron
barreras de tipo proteccionista, y el otro es el del intento de implementar políticas de largo
plazo (como el Plan Pinedo) más integrales, que necesitan el complicado apoyo legislativo.

El crecimiento del poder de iniciativa del Estado, el cual asume formas intervencionistas no
practicadas hasta entonces en el país, le permite estructurar un área de actividad
aparentemente autónoma, marcando una separación entre intereses económicos privados y
políticas de gobierno. El origen de esta separación está en el hecho de que el Poder Público
iba “más allá” de las orientaciones particulares de cada sector de las clases propietarias.

El Estado deberá asumir la tutela de una alianza entre intereses particulares.

La alianza de clases, en tanto es tal cosa y no una fusión, supone la posición hegemónica
por parte de uno de sus componentes. La hegemonía, así, sería la potencialidad legitimada
que adquiere un grupo para guiar un sistema de alianzas. Las condiciones estructurales que
presentó el desarrollo industrial durante esa década, posibilitaron que el control del proceso
se mantuviera, a nivel económico, en manos de los grandes hacendados, y a nivel político
en las de los miembros de la élite tradicional. Si el nuevo bloque de poder puede ser
definido como una alianza de clase en la que comienza a participar el sector industrial, la
hegemonía del mismo se mantuvo como hegemonía de los hacendados. Recién a
mediados de los 40s esta relación de fuerzas entre las clases propietarias rurales e
industriales cambiará, por la diferenciación que comenzará a operarse dentro de los
propietarios industriales, por la movilización de las clases populares y por el fortalecimiento
adquirido por el Estado, a través de su área más proclive a cierta automatización: el ejército.
Solo entonces la hegemonía de los hacendados se replegara, abriéndose la posibilidad al
movimiento peronista.

Entonces, estando la hegemonía en manos de los hacendados, la posibilidad de cambios


estaba manejada por sus intereses. Esto no significa que los proyecto del Estado, aunque
coincidentes con los intereses generales del grupo hegemónico, fueran siempre
exactamente representativa de sus orientaciones ni tampoco de sus intereses económicos
más estrechos.

En cuanto a las propuestas a largo plazo, había una triple orientación -aceptación,
reticencia, rechazo- por parte de las organizaciones que representaban a los propietarios,
las cuales se manifestaron claramente durante la discusión del Plan Pinedo.

Las líneas de representación política de laa clases propietarias en este periodo:


1. La SRA: coincide en general con las orientaciones de la elite política, cuya
legitimidad se funda en el apoyo que le concede, pero se reserva observaciones
cuando presume que los proyectos van más allá de lo acordado en cuanto a la
industrialización
2. La UIA acepta los proyectos del Estado. Durante todo el periodo es difícil encontrar
reclamos de participación directa de parte de los industriales, quienes, en cambio,
aceptan la representación de sus intereses que les ofrece el gobierno. En la falta de
agresividad en relación con su autonomía política pueden ser advertidas las
limitaciones de las expectativas de los industriales.
3. La CARBAP rechaza las orientaciones del Estado

Toda la actividad persuasiva de la elite política, y esto es particularmente claro en la


discusión del Plan Pinedo, tiende a convencer al grupo de los hacendados que los cambios
que se proponen-y que los industriales apoyan entusiastamente-no pondrán en riesgo su
hegemonía en el bloque de poder.

Síntesis (clase): Después de la crisis del 30, se da un deterioro en el intercambio (vuelco al


proteccionista), y las exportaciones dejan de ser el eje principal de la economía. Si bien con
la elite conservadora NO estamos frente a un gobierno industrialista, este toma medidas
que la favorecen.

El panorama internacional no da señales de que se pueda volver a la situación previa a la


crisis del 29, con una libre movilidad de capitales y mano de obra.

Los actores que quedan “huérfanos” de representación política e institucional en este


periodo (trabajadores, la CGT era muy débil; militares; dueños de pequeñas y medianas
industrias, el consejo directivo de la UIA eran grandes empresarios) luego tendrían un lugar
clave en el surgimiento del peronismo (1943-1946). Con el peronismo nace una nueva
noción de Estado, más proteccionista, regulacionista, benefactor y como articulador de
tensiones entre capital y trabajo. Estos apoyan una economía cerrada, con una industria en
crecimiento y volcada al mercado interno.

El Plan Pinedo introdujo por primera vez referencia a la industria. Los autores le asignan la
importancia de haber permitido a la élite articular su poder político, seguir manteniéndose en
el poder buscando un equilibrio general de la economía.
7. La economía del primer peronismo 1946-1955

“De la bonanza peronista a la crisis del desarrollo” -


Gerchunoff y Antúnez
Perón antes de Perón

1945: año fundacional del peronismo, pero además año con fuerte inflación, con
consecuencias en la caída del nivel de actividad, la caída de los salarios reales, y la
desaceleración en el ritmo de creación de empleo, sobre todo en el sector industrial.

Además es un año de cambios, termina la 2WW. Es el año donde la participación de la


industria manufacturera en el PBI superó por primera vez en la historia argentina la del
sector agropecuario.

Después de la guerra

Perón tenía malos presagios para la posguerra, teniendo los recuerdos de la anterior
posguerra. Perón pensaba que esto traería profundos problemas, en primer término una
paralización y desocupación. Además, traería una agitación de las masas.

La lectura que hacía Perón de la posguerra partía de considerar que de aquella no habían
surgido ganadores claros, de esto se convencerá aún más con el inicio de la guerra fría.
Tampoco creía en las promesas de crear un nuevo orden económico internacional, basado
en la libre convertibilidad de las monedas y en el restablecimiento del comercio multilateral.
Esas promesas habían surgido en la Conferencia de Bretton Woods, pero Perón creía poco
en el éxito de las conferencias internacionales.

Pero veía que la ampliación de roles del Estado era una realidad en el mundo entero. Esta
mayor intervención estatal se dio mundialmente, las guerras y la depresión, y el atraso
económico en muchos países fueron los convocantes.

La herencia de la industrialización

Muchos, y sobre todo Perón, se preguntaban qué iba a pasar con la industria manufacturera
con la vuelta de la circulación internacional de mercancías una vez terminada la contienda.
Para Perón, estaba en juego el partido que él lideraba, ya que los trabajadores eran una
base importante de sus votantes. Perón no podía poner en riesgo los empleos.

Para 1945, la industrialización era un fenómeno que venía de lejos

● Entre 1880 y 1914 se había dado la “armonía de opuestos”, la actividad


agropecuaria arrastraba actividades industriales que giraban en torno al ferrocarril y
a la elaboración de alimentos
● Estallido 1WW, primer y efímero impulso de ISI
● Década de 1920, presidente Alvear recibe un flujo masivo de inversiones extranjeras
en la industria, predominantemente norteamericanas, que amplió aceleradamente la
gama de producción nacional
● 30s otro impulso a la industria por la coyuntura internacional. La política monetaria,
como en casi todo el mundo, se volvió más autónoma de los avatares externos y por
lo tanto más expansiva durante la fase depresiva del ciclo económico. Como las
divisas escaseaban, se instaló un control de cambios cuyo resultado fue un mayor y
más diversificado crecimiento industrial

Con la 2WW, se temía que llegaran efectos negativos sobre la producción, como había
sucedido durante la 1WW. La depresión no llegó (entre 1914-1918 el nivel de actividad cayó
1% anual, entre 1939 y 1945 aumentó 2,6%)

Diferencias 1WW/Gran Depresión y 2WW: En la Segunda Guerra, la economía argentina


estaba experimentando un proceso distinto del de la Primera Guerra y del de la Gran
Depresión. En estos dos eventos, el derrumbe de las exportaciones y la fuga de capitales
habían llevado al país a recesiones profundas, ya que faltaban divisas y sobraban bienes.
Durante la Segunda Guerra, la dinámica fue otra: sobraban divisas y faltaban bienes,
particularmente los bienes indispensables para mantener en movimiento la maquinaria de la
producción. Los países involucrados en la contienda volcaron su producción fronteras
adentro e importaron lo necesario para evitar la escasez. Esto ocurrió con Estados Unidos,
que se retiró de muchos mercados y aumentó sus importaciones. La Argentina sufrió las
consecuencias, por un lado vio dificultades en el acceso a bienes, y por otro la oportunidad
de venderle significativamente a este país y ocupar su lugar como proveedor de muchos
países latinoamericanos. (Como consecuencia del racionamiento impuesto por las naciones
en guerra y por la falta de bodegas, las importaciones en esos años fueron muy bajas)

De esta manera, el modelo tradicional de triángulo comercial instalado en los 20s, que
implicaba superávit comercial con Inglaterra y déficit comercial con USA quedó en
suspenso. Durante la guerra, la Argentina tuvo superávit en todas las áreas comerciales, lo
cual permitió la acumulación de divisas.

La insuficiencia de oferta de bienes provenientes del exranjero (faltaban bienes) en un


contexto en que el sector externo creaba dinero (sobraban divisas) tuvo dos consecuencias.
La primera consistió en que los gobernantes tuvieron que cuidarse de la inflación y no de la
recesión. La segunda fue que se abrió un espacio para la industria que había venido
consolidándose desde fines del siglo anterior y que ahora estaba en condiciones de ocupar
el lugar de las importaciones que no podían efectivizarse. Durante la Primera Guerra, la
industria era muy frágil y poco desarrollada y la clase dirigente demasiado aferrada a las
bondades de la belle époque como para dar un impulso hacia la ISI. Durante la Segunda
Guerra, las cosas habían cambiado tanto en la estructura productiva como en las
mentalidades.

La industria siguió expandiéndose y el empleo industrial también, ya no había retrocesos


como había ocurrido después de la 1WW. Estaba claro que había sido el crecimiento
industrial el que neutralizó los pronósticos recesivos de posguerra.

El impulso industrialista no era apenas el fruto de un evento externo temporario. Había, a


diferencia de lo ocurrido durante la 1WW, políticas específicas que lo alentaban. Regía
desde los 30s el control de cambios, que desde 1937 estaba acompañado de un sistema de
permisos previos de importación.

La guerra había sido un test con resultado positivo sobre la salud de la nueva estructura
productiva y sobre su capacidad de sostenerse y expandirse. Había significado
industrialización con crecimiento del empleo. Perón quería conservar el principal activo que
heredaba: la industrialización.

Mundo feliz (1946-1949)

Perón asume 4/6/46. Su colaborador más estrecho en materia económica en sus primeros
dos años fue Miguel Miranda. A pedido de Perón, Farrell había nacionalizado y reformado el
sistema financiero y había creado el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio
(IAPI) como parte de ese sistema financiero. También a pedido de Perón, Farrell nombró a
Miranda como presidente del Banco Central y titular del IAPI.

1946-1948: la preservación de la estrategia de industrialización no fue un signo distintivo del


accionar del gobierno. Las características particulares fueron la persecución del ideal de
pleno empleo, el aumento de los salarios reales, y un profundo cambio distributivo. La
inmediata posguerra de Perón fue un aumento acelerado del nivel de actividad en todos los
sectores vinculados al mundo urbano, un incremento inédito de las remuneraciones
populares y un salto en la participación de los trabajadores en el ingreso. El “mundo feliz”
del peronismo se montó sobre el legado de una estructura productiva modificada por la
expansión de la manufactura.

Muchos países comparables con Argentina, como Chile, Brasil, México, Nueva Zelanda,
Australia, se embarcaron en esos años en políticas de industrialización acelerada,
nacionalización de servicios públicos, consolidación de políticas sociales. Argentina tuvo
eso pero también el agregado de una impresionante política de reparto.

Prosperidad sin fin?

Había en Perón una necesidad política y un diagnóstico económico. La necesidad política


era la de sortear el desafío de unificar en un movimiento político y bajo su liderazgo los
fragmentos que lo habían apoyado en las elecciones de 1946. Los incrementos salariales y
la distribución del ingreso eran funcionales a eso. El diagnóstico económico era que la
posguerra traería un comercio internacional cerrado. Esto, aunque fuera provisorio, hacía
necesario que la Argentina se refugiara en su mercado interno. Para ello, Perón necesitaba
consolidar una demanda interna que impulsara al crecimiento económico. Ello solo se podía
lograr con un fuerte aumento en los salarios nominales que provocaran una redistribución
del ingreso que actuara como impulsora de la producción.

Con el final de la guerra, fue desapareciendo el racionamiento de bienes importados. El país


tenía reservas de divisas, a partir de diez años consecutivos de superávit de balanza
comercial (1938-1948), por lo que podían comprarlos.
Inicialmente, los precios aumentaban a un ritmo mayor que los salarios, y hasta que Perón
llegó a la presidencia en 1946 , los salarios reales todavía no habían aumentado. A partir de
1946 las cosas cambiaron favorablemente, en parte por fortuna y en parte por una política
económica. La fortuna fue que los precios internacionales de las exportaciones argentinas
permanecieron altos hasta 1949, por los que el país se benefició de buenos términos de
intercambio. Las autoridades económicas comandadas por Miranda encontraron
mecanismos para que de las buenas participaran los trabajadores. La primera herramienta
era que contaban con una abundancia de reservas internacionales de oro y divisas de libre
disponibilidad, y la perspectiva que tenía el gobierno de que esa abundancia se perpetuaría,
hicieron posible que los tipos de cambio permanecieran estables hasta la devaluación
inglesa de 1949. La segunda herramienta fue el IAPI.

En cuanto a la distribución, entre 1946 y 1948, los salarios reales aumentaron un 40%, y la
participación de los asalariados en el ingreso total pasó de 37% a 40%, y siguió
aumentando hasta el máximo histórico del 47% en 1950. Esto no fue a costa de las
inversiones, que se incrementaron en estos años, sino de una modificación radical en las
cuentas externas. Mas consumo y más inversiones significaron que las importaciones casi
se sextuplicaran entre 1945-1948, el país dejó de acumular reservas y eliminó lo que para
Perón era un indeseado superávit comercial.

Esta mayor distribución del ingreso: el poder adquisitivo alto y el crédito barato para el
consumo significó una explosion del consumo. Su expresión más visible fue el acceso
masivo a los aparatos de radio.

Protección, crédito, industrialización

Voluntad oficial de proteger la producción de manufacturas “de interés nacional”, toda


industria en los hechos. Se elevaron aranceles, se estableció un sistema de preferencias
para la importación de materias primas y bienes de capital, se mantuvo el control de
cambios. Durante los años iniciales del gobierno peronista, esas políticas se volcaron a
favorecer el surgimiento de nuevas empresas industriales y el reequipamiento de las
existentes.

A partir de 1946, la política monetaria y crediticia se convirtió en una estrella de la economía


peronista y en un importante sostén de la industria. En ese año, al mismo tiempo que se
ponía en funcionamiento el IAPI, se nacionaliza el Banco Central. La nacionalización del
Banco Central consistió en que este se convirtió en un instrumento pleno de la acción del
gobierno. La cantidad de dinero ya no estaría vinculada a las reservas internacionales ni
tampoco a los depósitos públicos, sino que dependería de las autorizaciones del Banco
Central a las instituciones financieras para que estas inyectaran dinero en la economía
concediendo préstamos. La consigna oficial era crédito abundante y barato, los préstamos
totales casi se quintuplicaron entre el 45 y el 48. Las tasas de interés no pasaron del 5%
anual, mucho más bajas que la inflación.

Un rasgo de esta política peronista en cuanto a la distribución del crédito es que los
préstamos a la industria fueron mayores que los préstamos al sector agropecuario. Durante
los años iniciales, el privilegio mayor fue para un amplio abanico de empresarios
industriales. A todos sin distinciones, ya que se quería alentar la ISI sin ninguna
selectividad.
En este escenario, los altos precios internacionales de los bienes que exportamos hacían
posible la mejora del poder de compra de los trabajadores y la expansión de la demanda de
consumo, y las medidas proteccionistas garantizaban la reserva del mercado interno para
quienes producían fronteras adentro, y el crédito barato les permitía a la industria pagar el
nuevo nivel de salarios. En este ambiente nacieron cientos de empresas.

La expansión del crédito a través de los redescuentos del Banco Central fue una lluvia de
pesos para todos los argentinos. Naturalmente, la inflación se aceleró, los precios
comenzaron a moverse más rápidamente. Pero, en todo caso, lo hicieron en un contexto
mundial más inflacionario. Para 1949 los precios crecieron más que durante la crisis de
1890.

Es un enigma por que ante la exuberancia monetaria del gobierno la inflación fue moderada.
Es posible que la política de Perón se haya beneficiado de un encadenamiento de hechos
virtuosos: los salarios reales aumentaron, la distribución del ingreso se volvió más
igualitaria, la demanda de dinero se incrementaba y consecuentemente las presiones
inflacionarias se moderaban.

Las transformaciones del Estado

El Estado tenía una función importante que desempeñar, debía asegurarse de la


distribución del ingreso, del crédito barato, y de preservar y expandir la industrialización.

Había que construir nuevas instituciones, como la IAPI o el Banco Central nacionalizado, y
había que nacionalizar lo que Perón llamaba “el sistema nervioso de la economía”, los
servicios públicos. Había además que invertir grandes volúmenes de capital, había que
preparar a las Fuerzas Armadas para desenvolverse en un mundo en el que se presumía
conflictivo. Además, había que incorporar hasta el último de los argentinos a un proyecto
político que no debía tener adversarios porque era el proyecto de una nación movilizada.

No se partía de cero, se venía dando mayor protección desde la 1WW y la Gran Depresión.
Durante la 2WW además los gobiernos de la concordancia comenzaron a figurar un Estado
empresario. Lo que hizo Perón fue aumentar la velocidad a esta transformación estatal. Las
participaciones en el gasto público de la salud, la educación, de los intereses de deuda
pública se mantuvieron constantes o descendieron. La participación del Estado empresario
en el gasto total pasó del 36% en 1946 al 47% en 1950. La explicación reside en la
nacionalización de los servicios públicos y de las fuentes de energía, hasta entonces de
propiedad extranjera.

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