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Bibliografía:
- “El proceso económico” de Julio Djenderedjian en La Construcción Nacional,
1830-1880
Entre 1830 y 1880 se dan una serie de cambios en el país, los cuales no eran únicamente
cambios en la oferta de bienes y servicios.
Con la irrupción del comercio libre en 1810, las antiguas rutinas del comercio monopolista
se vieron en peligro. Mercaderes de todas partes del mundo ingresaron al mercado
argentino, y lograron conquistar la clientela perteneciente a los viejos comerciantes
coloniales.
El proceso de conformación de un mercado nacional se vio obstaculizado por las grandes
distancias, los altos costos de los fletes, y por la disgregación política que afectó al país
hasta 1862. Las provincias establecen aduanas entre sí y las comunicaciones eran
interrumpidas frecuentemente por conflictos bélicos. Para las provincias que lindaban con
otros países era más sencillo y conveniente comunicarse a través de ellos con el mundo.
Sin embargo, el gran mercado de Buenos Aires continuaba siendo el punto más
conveniente de conexión ultramar, incluso para las provincias más remotas.
Buenos aires tenía además un papel preponderante en los intercambios comerciales con el
resto de las provincias debido a las discrepancias en la aceptación del papel moneda. El
papel moneda que circulaba allí no tenía aceptación en las provincias, las cuales se
manejaban con metálico boliviano, muy demandado en Buenos Aires con el fin de respaldar
su moneda. De este modo, la demanda de metálico por parte de Buenos Aires y la
imposibilidad de regresar a las provincias con otra cosa que no fueran cargamentos de
productos importados aseguraron a la ciudad un rol importante en los intercambios.
Hacia 1830, las distintas provincias argentinas eran un conjunto de ciudades separadas por
largas leguas de caminos precarios que recorrían vastas extensiones desiertas. Los
contactos mercantiles entre provincias eran realizados a altos costos de transporte, con
tiempos dilatados, y con riesgos de ataques indígenas o bandoleros. Por estas dificultades,
los stocks de las tiendas locales eran grandes, a fin de evitar el quedarse sin bienes debido
a algún problema de abastecimiento.
Esto además buscaba establecer ganancias mayores a los costos y riesgos, pero la intensa
competencia terminaba por reducirlas, sobre todo en áreas vecinas a grandes ríos. En el
interior la competencia era menor, pero también lo era el consumo.
A mediados del siglo XIX el comercio solía ser entre provincias contiguas, lo que originó una
débil especialización consecuente de la competencia regional. Esto ya que el clima y los
suelos entre provincias vecinas eran similares, por lo que no había muchas opciones de
producir algo distinto. Los precios de lo que vendían entonces tendían a ser bajos, y los
costos de los fletes altos, mientras que los productos que importaban resultaban caros, con
la consecuencia de nivel de vida y capacidad de consumo de la población bajo.
Esta dimensión reducida de los mercados y las dificultades de comunicación originaban
gran volatilidad en los precios de algunas mercancías según las condiciones de la oferta,
particularmente graves en artículos de consumo masivos como el trigo
Hacia inicios del siglo XX, cuando la red de ferrovías y los caminos complementarios
alcanzaron su máximo nivel, culminaría el proceso de integración de estos mercados
semiaislados. El proceso fue complejo y difícil de fechar con certeza, pero es posible decir
que para 1880 el cambio era notable: había aumentado la eficiencia y rapidez de los
transportes terrestres y fluviales, y se habían tendido ya los tramos troncales de las líneas
de ferrocarriles.
El desarrollo de los transportes
Durante la primera mitad del siglo XIX los cambios en el sistema de transportes en la región
rioplatense fueron relativamente pocos, pero
- el aumento de tráfico
- la expansión de la frontera sur de Buenos Aires y la consiguiente incorporación de
nuevas zonas productivas, y el alargamiento de las distancias hacia los puertos o
zonas de consumo
- el aumento de los costos
- y las crecientes perspectivas de exportaciones pecuarias (ganado)
fueron creando la necesidad de mejoras.
Transporte terrestre
Desde 1816, el corrimiento de la frontera sur en Buenos Aires permitió incorporar tierras a la
explotación ganadera, pero esto requirió el alargamiento de las rutas que conectan estas
tierras con los puertos o las zonas de consumo. También significó el aumento de tráfico y la
incorporación de nuevos caminos. El aumento de la demanda de fletes saturó por
momentos la capacidad de los medios de transporte tradicionales y provocó un aumento de
precios que pusieron fuera de mercado a ciertos productos. Esta situación implicaba la
necesidad imperiosa de aumentar la oferta de medios de transporte.
Transporte fluvial
El tráfico por ríos estuvo restringido hasta 1852 por razones políticas. Desde que estas
terminaron aparecieron nuevos proyectos. Se intentó crear un corredor a través de los ríos
del Chaco, que comunicara nuevamente el litoral con Bolivia, recuperando la circulación de
plata altoperuana, que todavía era el medio de pago principal en las provincias del interior.
Esto tuvo muchos obstáculos (físicos, políticos) por lo que a fines de 1860 estaba claro que
la conexión a través de Rosario era una alternativa de menor costo.
Cambios tecnológicos aumentaron la eficiencia del tráfico en los ríos interiores. Al finalizar la
década de 1840 se implementaron viajes regulares con buques a vapor. La navegación a
vapor redujo el tiempo de viaje. Se iniciaron en 1855 servicios fluviales a vapor desde
Rosario, convirtiéndose en una urbe de gran importancia.
En los primeros años de sus operaciones, los retrasos y accidentes de los buques a vapor
eran frecuentes. Otro problema de esos años era el puerto de Buenos Aires,
constantemente restradado con respecto a las necesidades del creciente tráfico. Es por esto
que, cuando en 1864 el Ferrocarril Norte abrió su servicio al Tigre, todos los vapores
salieron de allí evitando las saturaciones del puerto porteño.
1860s y 70s: épocas doradas de los transportes por los ríos interiores. El sistema de los ríos
Paraná y Uruguay concentraron parte importante del tráfico hasta 1880. El ferrocarril pronto
marcaría una revolución, y la apuesta por el desarrollo de puertos menores habría de ir
perdiendo relevancia.
Ferrocarriles
Medio de transporte que transformó las comunicaciones.
La producción agrícola en el interior argentino era de gran volumen y escaso valor unitario,
lo que volvía imperioso abaratar los costos del transporte y aumentar su capacidad. Para
esto, el sector público y el privado debian juntar fuerzas. La dirigencia liberal de mediados
de siglo XIX esperaba con el ferrocarril por fin lograr la integración económica de los
distintos y dispersos espacios productivos. Fue necesaria la unidad política para poder
construirlos ya que cada provincia por la que el ferrocarril pasara debía dar el aval, así como
disponer de las tierras linderas a ellas a fin de financiar con las mismas la construcción de
las líneas.
1er ferrocarril argentino: Ferrocarril Oeste, de capital privado local abierto al público en
1854. En 1866, los ingresos por carga superaron a los de transporte de pasajeros,
marcando la transformación de la línea y su creciente valor como vehículo de distribución de
productos.
En 1862 se pudo comenzar la ruta clave entre Rosario y Córdoba, impulsada por el pte.
Bartolome Mitre con el financiamiento de capitalistas británicos. En 1870 se completó. Esta
línea, el Central Argentino, permitió el desarrollo de zonas del interior, en Córdoba pero
también en la zona cuyana y el norte del país. De este modo, en las provincias más
alejadas el comercio de importación se reorientó hacia el Atlántico, perdiendo importancia
en sus economías el vuelco hacia el Pacifico.
Se desarrollaron también cultivos de tipo industrial en distintas provincias, cuya salida
estaba ahora asegurada en los crecientes mercados de consumo del país.
Quizá el impacto más relevante de los ferrocarriles haya sido que permitió el tráfico
mercantil al reducir los volúmenes de inventario, los seguros, y la lentitud en la rotación del
capital consiguientes a las aleatorias condiciones anteriores.
El Ferrocarril Sur, de capital britanico,en 1880 era el más importante del país tanto por
extensión como por volumen de carga transportada.
El rol del Estado fue crucial en la puesta en marcha de diversas líneas cuya rentabilidad
inicial era dudosa. Para 1880, las empresas estatales sumaban 1.153 km y las privadas
1.279. A partir de entonces, ya asegurada la viabilidad de las nuevas líneas mediante el
poblamiento y el desarrollo de actividades económicas, la expansión sería meteórica,
alcanzando 13.200 km para 1891. Para este año, la integración del país era un hecho
(Buenos Aires era el centro financiero del país pero los productos de consumo para el
interior ya no vienen de ahí, sino que las provincias empiezan a suplirse recíprocamente y
por vía directa).
Entonces, el ferrocarril:
- Permitió impulsar el desarrollo económico de diversos núcleos ya dinámicos,
brindándoles acceso barato a los grandes mercados de consumo del país,
promoviendo así aumentos en los ingresos de vastos actores sociales
- Desmonto viejas formas productivas de escasa rentabilidad
- La combinación con el ferrocarril permitió continuar desarrollando el transporte por
carretera
Uno de los fenómenos que más afectó la historia económica argentina del siglo XIX.
La lucha de fronteras (que fue también un intenso comercio e intercambio cultural entre
indígenas y criollos) había acompañado a los casi 3 siglos del dominio colonial, pero no
sobrevivió al siglo XIX durante el cual los avances criollos fueron cada vez más fuertes.
Se buscaban tierras. En cuanto a precocidad y magnitud de esos avances, la pionera fue
Buenos Aires.
Buenos Aires: entre 1800 y 1850 su espacio jurisdiccional se multiplicó por 9.
Otras provincias, como Entre Ríos, también avanzaron en este periodo, aunque más
modestamente. El resto recién a partir de 1850 comenzaron a registrar avances
significativos en sus fronteras.
En otras provincias, como Mendoza y San Juan, la presencia de extranjeros se iba haciendo
notar en algunos rubros como la producción vitivinícola, aceitera o azucarera, pero estos
eran más bien casos aislados.
La relación entre criollos y extranjeros: para mediados del siglo XIX, la población rural criolla
de las provincias y sus grupos dirigentes comenzaron a admitir la posibilidad de la
inmigracion extranjera como instrumento de transformación social y económica. Pero las
crisis introducen momentos de tensión ya que la falta de trabajo generaba resentimiento de
la plebe urbana y rural nacida en el país contra los extranjeros. La tendencia a la aceptación
e integración de los extranjeros irá adquiriendo solidez.
La Ley de venta de tierras públicas, sancionada en 1876, establece que se puede comprar
un tope de hectáreas por individuo o sociedad, y que estas deben ser pobladas en un plazo
máximo de 2 años. Desde entonces y hasta la culminación de la lucha de fronteras en 1880,
se dio un desplazamiento importante de ganado hacia los nuevos territorios. Con esta ley se
terminó de construir un mercado provincial de tierras, que pronto sería nacional, con ofertas
públicas realizadas a través de agentes o de los grandes diarios de la ciudad de Buenos
Aires. Este proceso puso fin a la larga época en donde las transacciones de tierras se
resolvían en mercados locales. En las décadas de 1870 y 1880 aumentan las transacciones
en la ciudad capital, indicando la confirmación de un mercado de tierras que sería cada vez
más eficiente.
La producción rural
Vacunos
Hacia 1830, las exportaciones de cueros y subproductos del vacuno habían reemplazado
casi totalmente a las de metálico, marcando un giro desde 1810. ¿Por qué?
- Demanda mundial
- Fin de antiguo régimen de comercio monopólico
- En Buenos Aires, el ciclo de inestabilidad por las guerras de la independencia junto a
la depreciación de una moneda sin respaldo llevaron a que el capital busca refugio
en el sector productivo, especialmente en estancias de ganados
- Expansión de fronteras ofreció tierras baratas
- Menor peso de transporte ya que los animales podían desplazarse por sí mismos
para llegar al mercado
- La ganadería demandaba menos mano de obra por unidad de producto
Por esto, al menos hasta mediados del siglo XIX, la producción rioplatense de cueros
vacunos aumentaron de forma constante
Ovinos
A la exportación de subproductos vacunos se le sumó la de derivados del ovino. La
demanda de países europeos industrializados comenzó a hacer subir su precio, ya que se
consiguió, mediante avances técnicos, resolver diversos problemas que impedían el uso
intensivo de la lana en la confección textil industrial.
Entre 1850 y 1865 se da un boom de la actividad ovina (junto con un ciclo de altos precios
que culmina en 1865). Entre 1850 y 1890 las ventas de lana fueron alrededor de la mitad
del valor total exportado por el país, ganándole al cuero vacuno.
La producción lanar provocó cambios en la organización del trabajo, como la adquisición de
la importancia de la figura del pastor de ovejas. También se amplió el papel de la mujer en
las tareas rurales asalariadas, antes casi exclusivamente masculinas: la esquila permitió
incorporar niños y mujeres, logrando que estos obtengan experiencia y dinero.
Producción agrícola
1830-1870: Argentina necesitaba importar parte importante de su consumo de harinas.
La sólida agricultura colonial sufrió desde 1810 el asedio de la guerra y de actividades más
rentables. (El mayor valor de la mano de obra de la ganadería fue difícil competencia para la
inversión agrícola).
Entre 1810-1860:
- Precios del trigo oscilantes
- La superficie sembrada aumentó a un ritmo menor que el incremento poblacional
1840:
- Los ciclos de altos precios no duraban lo suficiente como para apostar por la
actividad, sin embargo, algunas economías regiones con mejores recursos pudieron
disputar porciones del mercado a las harinas importadas. Por ejemplo, Mendoza,
que enviaba ocasionalmente sus trigos a Buenos Aires
Colonias agrícolas:
- 1856-1857: Instalación de las primeras colonias agrícolas en Santa Fe y Entre Ríos
- Estas fueron llevadas a cabo por empresarios privados con algún apoyo de los
gobiernos locales
- En un principio estaban formadas exclusivamente por extranjeros
- Comienza la reconquista sistemática del mercado con estas colonias
- Estas colonias agrícolas se convirtieron en centros de producción especializada
destinada a mercados externos, con innovaciones técnicas y tecnológicas
- Los gobiernos, faltos de fondos y garantías de estabilidad en una época de grandes
convulsiones políticas, sólo pudieron ofrecer al respecto un fomento en tierras recién
conquistadas
- Luego de superadas difíciles etapas iniciales, durante las décadas de 1860-1870, el
fenómeno conoció en Santa Fe una gran expansión, ayudado en parte por las
mejoras de los caminos y la construcción de líneas férreas.
- Para 1877, la producción de trigos y harinas logró expulsar de las ciudades a sus
similares importados. En 1881 se contaba incluso en Rosario con una infraestructura
de clasificación y selección de grandes cantidades del cereal que permitia llevar a
cabo exportaciones, colocando a Argentina como uno de sus grandes oferentes
mundiales
1830-1880: fin de las viejas artesanías del interior, surgimiento de nuevas manufacturas
ligadas al procesamiento de productos agrarios en el litoral. Comenzaron a sentarse las
bases de una industria transformadora destinada a suplir el creciente mercado interno, y los
establecimientos urbanos aumentaron en capacidad productiva y dimensión, originando
protestas de los residentes por los inconvenientes derivados de sus actividades.
En el resto del país también se dieron grandes cambios, sobre todo en torno a
manufacturas transformadoras de productos rurales. Algunas agroindustrias fueron los
saladeros, los molinos de harina, y las azucareras en Tucuman.
Una de las principales limitaciones del desarrollo industrial argentino del siglo XIX fue la
falta de yacimientos minerales de calidad suficiente como para obtener hierro con la
tecnología de la época. Por esto mismo, la demanda de elementos para los ferrocarriles y
grandes construcciones debió suplirse desde el exterior.
Las viejas formas artesanales de producir en el interior continuaron resistiendo los efectos
de la apertura comercial hasta la llegada del ferrocarril. La integración de los mercados, la
producción masiva y la especialización terminaron por dar fin a estas viejas producciones
artesanales para fines del siglo.
Hacia finales del siglo XIX, con la expansión de los medios modernos de transporte, los
nuevos objetos de consumo irían llegando incluso a las campañas de las provincias más
lejanas. Con los aumentos de población resultantes del dinamismo de la región litoral se
irían reduciendo los sectores de consumo tradicional.
Hasta 1861, sólo la provincia de Buenos Aires logró imponer la aceptación del papel
moneda. Las demás provincias siguieron manejandose en metálico, mayormente boliviano.
Este también se desvalorizó en relación al antiguo peso de plata colonial.
A partir de 1875, el sistema bancario formal habría de preponderar. Este apoyo al mercado
de tierras. La década de los 80 vería un auge del crédito hipotecario.
Reforma monetaria de 1881: establece el peso moneda nacional regulado por una Caja de
Conversión, logró el monopolio de la emisión de papel moneda
Hacia 1880, el país se preparaba para una época dorada que lo marcaría para siempre.
Pero las bases de este desarrollo se habían ido tendiendo durante las décadas previas.
La tarea de superación de los obstáculos que tanto una particular geografía como una
historia turbulenta habían dejado en herencia al país fue realizada casi por entero antes de
1880.
2. Estructura y dinámica de la economía primario exportadora
Bibliografía:
- “El proceso económico” de Andrés Regalsky en La Apertura al Mundo, 1880-1930
Esto pasaba solo en países como Canadá, Australia y posteriormente USA. Tuvo en común
con esos países la puesta en explotación de una amplia superficie de tierras recientemente
incorporadas al orden político y económico establecido.
En Europa, la construcción de los ferrocarriles entre 1830 y 1850 sirvió para consolidar unos
mercados financieros. Estos mercados se volvieron disponibles para las nuevas
operaciones en ultramar en cuanto los requerimientos internos en los países involucrados y
en las naciones vecinas comenzaron a desacelerarse, hacia las décadas de 1860 y 1870.
Desde fines de los 80 y más acentuadamente a inicios del siglo XX, los capitales europeos,
principalmente británicos, y luego franceses y alemanes, se dirigieron a las áreas de nuevo
asentamiento, particularmente en el continente americano, aunque también en Asia y
Oceanía, y en el este europeo (ferrocarriles en Rusia).
En la década de 1870 el avance sobre las fronteras se tornó arrollador, hasta culminar con
la campaña dirigida por Roca en 1879, la cual liquidó los restos de poder militar indigena. La
consolidación del Estado nacional fue clave para este avance final, ya que este puso a
disposición al ejército argentino.
La ocupación económica de estas tierras iba a ser un proceso mucho más paulatino. En
este proceso, la llegada de los pobladores y la construcción de las vías férreas que
comunicaban con los mercados fueron factores decisivos. Este proceso sentaría las bases
para la construcción de una nueva región económica, la pampeana.
Los ferrocarriles llegaron a esta zona a fines de 1880 y principios del siglo XX. Antes de
eso, el ferrocarril tuvo un papel decisivo en la unificación de los espacios provinciales,
articulando los poderes provinciales en torno al gobierno nacional. Otras medidas, como la
supresión de las aduanas interiores en 1850s, la Ley de Creación del Banco Nacional en
1872, y la unificación monetaria en 1881 tuvieron también su parte, pero fue la ruptura del
aislamiento geográfico que imponen las grandes distancias a través de las nuevas líneas
férreas la más importante de todas. El papel del Estado fue muy importante en la
construcción de los ferrocarriles.
Las herramientas de la expansión: la migración de factores, el papel de las inversiones y la
puesta en marcha de una infraestructura básica
Esta corriente de capitales fue la que financió la instalación de una infraestructura básica,
sobre todo en el sector de transportes y comunicaciones, muy importantes para la puesta en
producción de las nuevas tierras. Gran importancia de la inversión ferroviaria.
Segundo periodo: aumentaron las inversiones y hacia 1892 la longitud total de la red
alcanzaba 12.500 km, de los cuales menos del 10% eran líneas estatales debido a un
proceso de privatización. Gran parte de las inversiones se concentraban en las mismas
zonas y dieron lugar a una fuerte competencia. Más de seis compañías construyeron líneas
en Santa Fe a partir de la intensa actividad agrícola que se estaba generando allí. También
continuó la expansión hacia el centro y sur de Buenos Aires en relación al desarrollo
ganadero.
Tercer periodo: concentración empresaria y geográfica. Post crisis de 1890, las compañías
más pequeñas fueron absorbidas por las más grandes.Las 3 compañías principales tenían
casi 15.000 km en conjunto, más del 40% del total de la red. El grueso de las nuevas
inversiones se verificó en la región pampeana. Una serie de nuevas compañías se
introdujeron en las franjas aún libres a partir de la expansión agropecuaria. Por otro lado, y
a partir de nuevos empréstitos públicos, se haya reconstrudio una red de líneas estatales
que servía a las zonas no atendidas por las compañías privadas en el interior.
Rol del Estado en la construcción del ferrocarril: papel importante, no solo por las líneas
construidas por su cuenta, sino que también actuó desde el principio como un promotor de
las inversiones extranjeras directas a través de diversos incentivos, que iban desde la
desgravación impositiva y la importación de materiales libres de aranceles hasta la garantía
de un dividendo mínimo por un plazo que al principio era de 40 años. Además de estos
incentivos, el Estado otorgó donaciones de tierras.
A partir de los años 90 fue asumiendo importancia la función de regulación por parte del
Estado, que reclamo jurisdicción sobre todos los ferrocarriles. Esta intervención era
necesaria debido a conflictos entre compañías y usuarios (de todos modos sólo fue
aceptada por las empresas en 1907 con la Ley Emilio Mitre, a cambio de una prórroga de
las franquicias aduaneras).
Lana: Comienzo de los 80s, la cría de ovinos era la actividad ganadera preponderante en la
provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe, compartida con la ganadería bovina en
Córdoba y Entre Ríos. Los vacunos criollos fueron los que se transfirieron a las nuevas
tierras adquiridas por las campañas militares como ganado colonizador. La provincia de
Buenos Aires apenas aumentó su número de sus rebaños ovinos entre 1875 y 1895. Si
hubo una renovación racial en los años 80s, que permitió incorporar ejemplares Lincoln,
mejor adaptados a la lana demandada entonces y con más carne.
La cría de ejemplares de razas cárnicas más finas había iniciado ya en los 50s, pero volvió
a tomar lugar a partir de las recurrentes crisis de precios de la lana. Para 1914, el
refinamiento del ganado bovino estaba completado. Esto implicó una reubicación del
ganado vacuno en los mejores campos, desplazando al ovino hacia áreas más marginales.
La gran mortandad de ovinos con las inundaciones de 1900 y la brusca caída del precio
internacional de la lana terminaron de redimensionar esta actividad.
Este ascenso de la ganadería vacuna refinada impactó en la agricultura, ya que se debieron
implantar pasturas artificiales para la alimentación del ganado, y para esto era necesario
preparar las praderas naturales mediante el cultivo de cereales en los años previos. Esto le
dio un impulso a la agricultura cerealera en Buenos Aires, que en unos años se transformó
en la principal productora opacando a Santa Fe. También se dio una expansión grande en
Córdoba y La Pampa.
Dadas las dificultades técnicas que implicaba para los hacendados realizar las tareas
agrícolas en sus estancias, y la escasez de mano de obra, se dio una expansión de
contratos de arrendamiento. El cultivo de los futuros potreros destinados al engorde del
ganado era encomendado a chacareros independientes por un lapso de 3 años, al cabo de
los cuales debían devolver el predio alfalfado. De acuerdo al censo de 1914, los contratos
de arrendamiento en la región pampeana daban cuenta del 67% de las explotaciones
agrícolas y en Santa Fe del 74%. Esta modalidad también fue usada en otras regiones,
como en las provincias de Mendoza y San Juan, para el cultivo de vid y azúcar.
El modelo de estancia mixta (estas solo eran factibles en áreas apropiadas para ambas
actividades) permitió al propietario de la tierra la posibilidad de elegir entre arrendar sus
campos para el cultivo o transferirlos a la ganadería de acuerdo a los precios
internacionales vigentes para cada producto.
Otra actividad fuera de la región pampeana que prosperó en este periodo fue la actividad
forestal, principalmente en el norte de Santa Fe, Santiago del Estero y Chaco. Doble salida:
mercado interno (quebracho blanco para los ferrocarriles) y mercado externo (quebracho
colorado y sus extractos). La actividad fue cuestionada por su efecto devastador del recurso
natural, aunque los territorios deforestados fueron luego usados para la ganadería y para un
cultivo emergente, el del algodón.
En cuanto a los empresarios del sector, había una alta presencia de inmigrantes (80%
según el censo de 1895).
Los pequeños talleres tenían un peso importante. Había un contraste importante entre estos
y las grandes empresas agroindustriales del interior, controladas por integrantes de las
élites tradicionales. Del amplio universo de pequeños empresarios inmigrantes emergió un
núcleo que logró acumular hasta constituir grandes establecimientos.
En cuanto a la política pública, ésta influyó en el desempeño del sector. Desde el viraje a
políticas arancelarias durante el gobierno de Avellaneda en 1876-1877, ya no hubo retorno
a la política librecambista. Esto era fruto de las alianzas sociales y regionales sobre las que
se había construido el gobernante Partido Autonomista Nacional, que entre sus
componentes tuvo a las elites de Tucuman y Mendoza, pero también de las necesidades
fiscales de un Estado en expansión, que se financiaba casi exclusivamente con los recursos
aduaneros.
Ley de Unificación Monetaria de 1881: fijó el peso moneda nacional, poniendo un fin legal a
la pluralidad de monedas vigentes. Buenos Aires se unió tempranamente al régimen
fiduciario, mientras que el interior siguió apegado a la vieja moneda de plata colonial.
La nueva emisión era otorgada a una serie de bancos, que combinaban funciones
monetarias con las del crédito comercial, esto generó problemas ya que al efectuarse la
conversión por oro de los billetes, estos entraban de nuevo a la circulación a través del
crédito. La convertibilidad duró poco, hasta 1884, y fue suspendida a pedido de los propios
bancos. (En la economía argentina se usaban dos monedas paralelamente. Por un lado,
circulaban los pesos papel o moneda nacional, que variaban con la emisión local. Por el
otro, se usaban los pesos oro, atados a este metal que cambiaba por pautas internacionales
mucho más estables. Para fijar una relación más estable entre ambas monedas se sancionó
una ley monetaria).
A partir de 1889, el precio del oro iba en aumento, al mismo tiempo que una menor entrada
de capitales extranjeros mostraba la desconfianza creciente de los mercados financieros
internacionales. Esto fue el telón de fondo de la crisis política de 1890 (renuncia el pte
Celman). Se devalúa la moneda y se da un retiro de los depósitos durante el primer
semestre de 1891, lo que obligó al Banco Nación y al Banco Provincia a cerrar sus puertas,
y luego a casi todas las demás entidades.
Estos arreglos con los acreedores acarrearon un aumento sustancial de la deuda externa.
El aumento de las exportaciones e importaciones y consecuentemente de los ingresos
fiscales fue reduciendo el peso de la deuda externa en la primera década del siglo XX.
Desde 1911, este segmento comenzó a verse afectado por la desaceleración de flujos
financieros externos, la menor liquidez y menores depósitos, los cuales se desplazaron
hacia el gran establecimiento oficial creado después de la crisis, el Banco de la Nación
Argentina. Este había comenzado a expandir sucursales y a flexibilizar sus condiciones de
crédito.
Posguerra:
- El comercio internacional distaba de ser el de la preguerra. Después de la crisis de
1920, estaría caracterizado por altibajos y una tendencia deflacionista generalizada
- El flujo de capitales retoma su vigor, pero es USA quien seria (al igual que durante la
guerra) el principal prestamista. Gran dependencia de países respecto de la
continuidad de los flujos financieros estadounidense
A partir de 1914 el contexto internacional fue inestable. Además, el marco territorial, que
antes había ayudado a la expansión del país, ahora también dejó de tener un papel
distintivo. La puesta en explotación de la región pampeana, que había sustentado el boom
agroexportador de preguerra, había llegado a sus límites de capacidad, y las construcción
de ferrocarriles en la zona se redujo a niveles mínimos.
Esto debe agarrarse con pinzas ya que la superficie en uso agropecuario en la región
pampeana volvió a aumentar en la década de 1920, y además hubo cambios fuera de la
región. El volumen físico de exportaciones aumentaria sostenidamente hasta ubicarse en la
segunda mitad de los años veinte en un 50% por sobre el nivel de preguerra. Además,
algunas inversiones ferroviarias llevadas por el Estado tuvieron relevancia en el desempeño
productivo.
Tesis de la demora: dice que los 20s fueron una oportunidad perdida para impulsar la
industrialización por sustitución de importaciones ya que la guerra hizo desaparecer por
algunos años la provisión europea de manufacturas.
Años 20s: algunas estimaciones sugieren un crecimiento industrial enérgico, otras basadas
mayormente en el sector agroalimentario plantean un crecimiento más moderado. Sin dudas
el sector de alimentos, bebidas y tabacos era el más importante, pero el censo de 1935
sugiere que en ese intervalo el mayor dinamismo paso a otras áreas (industria textil
algodonera, metalmecánica, además de nuevos rubros a partir de la radicación de filiales de
compañías extranjeras europeas y sobre todo norteamericanas, de los que más de la mitad
correspondian al sector de química, perfumería, artículos eléctricos y metálicos).
Con el inicio de la guerra y hasta septiembre de 1927 se dio la suspensión de facto del
funcionamiento del patrón oro. Su restablecimiento fue efímero, pues habría de ser
suspendido nuevamente al cabo de dos años.
La convertibilidad implicaba que en el caso de una salida neta de oro, una contracción de la
masa de papel circulante, y eso fue lo que sucedió en los meses previos a la primera
suspensión en 1914. El endeudamiento externo era tal que la falta de nuevos flujos había
tornado negativo el saldo de la balanza de pagos. La situación acarreo en 1913-1914 una
retracción de los depósitos bancarios y los créditos, además de un alza en las tasas de
interés y un crecimiento de las quiebras.
Sin embargo, la situación del mercado externo durante la guerra fue excedentaria (debido a
restricciones en el nivel de importaciones, al desabastecimiento externo y al aumento del
precio de las exportaciones). Esto permitió aumentar la base monetaria, que pasó a
funcionar durante un largo periodo con un mecanismo de convertibilidad a medias
(monetizaba los aumentos de reservas que posibilitaban los superávit, pero sin hacer lo
opuesto cuando el sector externo cambiaba de signo).
El retorno de la convertibilidad fue precedido por los últimos grandes empréstitos externos
del gobierno de Alvear, cuyo producto, a la par que reembolsada créditos del Banco Nación,
aportaba a este banco una reserva de divisas para asegurar el funcionamiento del sistema.
Esta reserva sirvió en 1929 como colchón amortiguador al comenzar una fuerte salida de
oro. Una vez agotada la reserva, el gobierno de Yrigoyen declaró nuevamente la
inconversión. Ya se había producido el crack de Wall Street y los quebrantos subían.
● 1866: Primera crisis internacional sufrida por la economía argentina. Afecto a las
exportaciones de lana
● 1873: el país se vio nuevamente envuelto en una crisis mundial. Etapa depresiva
que lo llevó a convertirse en un modelo de ‘crisis de balanza de pagos’, que
caracterizaría la economía nacional por el resto de su existencia. En los años
previos, con el aumento de ingreso de capitales extranjeros y de divisas ingresadas
por la exportación de lanas, el consumo interno y las importaciones que lo proveian
habían aumentado. Lo importado superaba a lo exportado, con lo que se produjo un
déficit en la balanza comercial. No había problema a corto plazo ya que la cuenta
capital del balance de pagos era positiva (ingresaban más capitales de los que
salían). Ante los primeros indicios de crisis, los inversores se retrotrajeron y
cambiaron el signo positivo de la cuenta capital. El problema entonces se volvió
insostenible, pues ambas cuentas del balance de pagos se volvieron negativas.
El presidente Carlos Pellegrini salió de la crisis a partir de un plan que era una
versión más profunda y extendida del usado por Avellaneda casi 20 años atrás. Se
aumentaron las tarifas a la importación, por lo que las importaciones se
desplomaron, con lo que se logró un balance comercial favorable. Además, se
renegocia el pago de la deuda externa, acordando posponerlo hasta fines de la
década. La maduración de las inversiones en ferrocarriles dieron lugar a un aumento
de las exportaciones. Gracias a esto en esos años los cereales pudieron convertirse
en productos de exportación masiva. A mediados de la década del 90 se ven
síntomas de recuperación.
● 1897: nueva crisis, se originó en varios factores que poco tuvieron que ver con la
balanza de pagos. Las altas tarifas llevaron a la apertura de muchas fábricas que la
demanda argentina no podía sostener, llevando a una sobreproducción industrial
que se traducía en una competencia salvaje y una reducción de precios que ponen a
varias empresas en quiebra. A esto se suma el conflicto fronterizo con Chile, cuyo
temor provocó una desaceleración en la concesión de créditos. Mientras pasaba
esto, el sector externo se mantuvo saludable, permitiendo al país comenzar con el
pago de su antigua deuda renegociada.
● 1907: La crisis internacional afectó poco a esta economía pujante. Parte del
crecimiento económico de la primera década del siglo XX se debió al optimismo que
el país generaba en el largo plazo, más allá de la situación coyuntural que viven las
exportaciones. Cuando ocurria algún inconveniente que hacía caer las exportaciones
(ej inundaciones o sequías), el conjunto de la economía continuaba creciendo
porque los capitales, confiados en que estos eran fenómenos pasajeros, seguían
llegando.
La estructura que el sector externo había adquirido desde inicios del siglo llevó a que
las soluciones encontradas fueran distintas a las de 1873 y 1890. Como el balance
comercial ya era positivo antes de la crisis, no fue necesario aplicar tarifas para
disminuir importaciones. El presidente Victorino de la Plaza tuvo que declarar la
inconvertibilidad de la moneda ante el malestar mostrado en el afectado sector
financiero. La crisis puso en problemas a la banca privada, los cuales se agravaban
porque los depositantes tendían a sacar sus ahorros y dejarlos en algún banco
oficial. Que fuera el Estado quien inspirara esa seguridad en 1913 era un dato que
demostraba el éxito alcanzado en sus esfuerzos por consolidarse.
Esta creencia está lejos de ser realidad; si bien no existió un Estado intervencionista a la
manera en que la Argentina lo conoció más avanzado el siglo XX, la presencia estatal en la
economía fue significativa, y compleja.
El Estado:
● Promovió las primeras inversiones garantizando sus bonos y las ganancias de las
empresas ferroviarias privadas. Incluso se involucró directamente con la
construcción de la primera red de trenes, así como se aventuró con sus ferrocarriles
donde el capital privado no lo hacía.
● La intervención estatal se continuaba en el mercado bancario. El Banco de la
Provincia de Buenos Aires tuvo un papel clave en los orígenes del sistema, y luego
el Banco de la Nación Argentina en la década del 90’. Esta institución estatal llegaría
no sólo a ser el mayor banco del país, sino que tendría una función indicativa para el
resto de las instituciones.
● En cuanto a la política fiscal, el grueso de los ingresos estatales estuvo compuesto,
en este periodo, por impuestos a las importaciones. Los gravámenes a las
exportaciones desaparecieron en la década de 1880, pues se consideraba que
obstruían las ventas al exterior, que eran el motor del crecimiento. Los impuestos
directos quedaban dentro de la jurisdicción provincial. Una fuente de ingreso
adicional fue la aplicación de impuestos internos a artículos a los que se consideraba
legítimo gravar por el efecto perjudicial sobre la salud, como el trabajo y las bebidas
alcohólicas (estos fueron implementados en la década de 1890).
Esta política fiscal que gravaba el consumo fue criticada como inequitativa por
algunos de los contemporáneos. Sin embargo, los proyectos alternativos para
imponer tributos a la riqueza nunca fueron seriamente considerados por el Estado.
Detrás de esto puede verse la presión de los más ricos. Además, una política tal
exige un gran esfuerzo de información catastral y censal para identificar a quién se
le va a cobrar estos impuestos, tarea muy difícil para los países nuevos.
Los ingresos del Estado nunca llegaban a cubrir sus gastos, por lo que el déficit
fiscal era habitual. Este se cubría mediante la emisión de deuda pública. La emisión
de deuda pública para solventar el creciente gasto público llevaba a un aumento en
la tasa de interés del sistema y a una eventual caída en la tasa de inversión del
sector privado. Sobre todo en momentos difíciles, los inversores preferían la
seguridad de los títulos del Estado.
Cual sea la perspectiva que se adquiera, es un hecho que con la vuelta de la paz nadie
quedó en la Argentina en el mismo lugar en el que estaba antes de la guerra.
Cambios post guerra en el escenario internacional tal como lo conocía el país:
- Inglaterra, sumamente importante para el país, pierde su hegemonía, y surge USA
como nuevo centro económico mundial
- Con la decadencia del poder britanico, se pierde la confianza en un sistema en el
que el crecimiento parecía indefinido y sin fisuras, y los mercado ilimitados y alcistas
- En contraste con el cobijo que suponía el imperio britanico, la creciente dependencia
económica y financiera con USA se parecía más a una intemperie.
En 1913, el Banco de Inglaterra eleva los tipos de interés para corregir un déficit de la
balanza de pagos británica y contener la incertidumbre financiera causada por las guerras
de los Balcanes, actitud que sería imitada por el resto de los países europeos. Esta
restricción monetaria dio lugar a una suspensión de de la exportación de capitales, lo cual
afectó directamente a países que, como la Argentina, dependían de inyecciones constantes
de capital externo para mantener equilibrada su balanza de pagos.
A esto se le sumó la caída de los precios mundiales de la carne y los cereales, y la mala
cosecha del país en 1913-1914, lo que hizo que bajen los ingresos por exportaciones,
profundizando aún más la situación de la balanza de pagos en el país.
Otro efecto de la disminución de importaciones fue que el nivel de recaudación fiscal se vio
reducido drásticamente (los ingresos fiscales se alimentaban fundamentalmente de los
gravámenes al comercio exterior). Este panorama fiscal se agrava por el cese de las
inversiones extranjeras dada la escasez de capitales en el mundo, limitando la forma
habitual de saldar el déficit fiscal con endeudamiento externo. Aun así, el Estado recurre al
endeudamiento externo sobre todo con USA, e interno emitiendo obligaciones. Este
endeudamiento no bastó para solucionar la crisis financiera estatal, por lo que el Estado
tuvo que reducir gastos públicos en los sectores de las obras y el empleo público. Estos
recortes junto a la paralización de construcción privada (la de ferrocarriles se detuvo durante
la guerra) y la quiebra de empresas generaron altos niveles de desocupación. La
emigración ya no era un escape debido a los altos precios de los pasajes por la escasez de
embarques.
La caída del salario real debido al aumento en los precios de los artículos de consumo fue
especialmente pronunciada en los dos últimos años de la guerra. Con el repunte de los
precios de las exportaciones llegó la inflación de los precios internos, que afectó sobre todo
al consumo popular. El clima social de disconformidad provoca un inusual nivel de
protestas. Parecía para algunos que la belle époque había llegado a su fin en el país.
El largo plazo
La guerra afectó el sistema económico mundial y la inserción de los países
latinoamericanos en el.
En primer lugar, la guerra expresó el lento proceso de decadencia de Inglaterra y del patrón
oro como ejes del orden económico mundial y su reemplazo paulatino por la hegemonía de
Estados Unidos. La moneda de GB siguió siendo el patrón de referencia del sistema,
mientras que sus industrias fueron perdiendo terreno desde principios del siglo con las más
competitivas de USA, creando una contradicción creciente e insostenible.
Para 1913, la mayoría de los países latam importaban más de USA que de GB, y las
inversiones norteamericanas eran predominantes en sectores estratégicos de sus
economías (minería y ferrocarriles mexicanos, cobre peruano, salitre chileno, bananas
colombianas y azúcar cubano).
Este recambio en el centro del poder financiero e industrial del sistema económico
capitalista provocó transformaciones en la estructura del comercio y de las inversiones en el
mundo, dado las diferentes economías y políticas de los dos países. A diferencia de GB,
USA era altamente proteccionista (aplicaba altos gravámenes al comercio exterior) y a su
vez era un país productor y exportador de productos de clima templado, por lo que no eran
un mercado para aquellos países, como la Argentina, que se especializaban en los mismos
productos. Esto implicaba que las inversiones norteamericanas no serían subsidiarias del
comercio internacional, en el sentido de orientarse a la exportación de bienes desde los
países deudores hacia los acreedores (cosa que sí sucedía con las británicas). Más que
financiar la exportación, estas inversiones financiaban la producción interna o las obras
públicas. De esta manera nace una nueva relación con el país acreedor, que ya no era
mercado para las exportaciones: como las deudas no se saldaban con la venta de
productos, el sistema dependía de inyecciones de capital continuas, problema que se haría
evidente cuando la crisis de 1930 detuviera casi por completo las exportaciones de capital,
provocando dificultades en las cuentas externas de los países latinoamericanos.
El segundo proceso de largo plazo que venía afectando el orden económico mundial desde
antes de la guerra y que ésta convertiría en definitivo era el de una creciente sobreoferta de
productos primarios. Esto generaba una inestabilidad estructural en los mercados de estos
productos.
Las causas de este fenómeno eran, desde la oferta, la modernización y el cambio
tecnológico que incrementaron la productividad de los sectores agropecuarios, mineros y
extractivos, a lo que se le agregaba una expansión en la frontera agrícola en los nuevos
países, aumentando así la oferta global. Desde la demanda, el crecimiento decreciente de
la población europea junto a las muertes que provocó la guerra y el aumento en el nivel de
los ingresos generaron un descenso de la demanda de alimentos.
El resultado de esto es una tendencia a los excedentes agrícolas crónicos y los precios
decrecientes de los productos primarios, aunque presentando grandes variaciones de corto
plazo. En Latinoamérica esto se viviría como una gran inestabilidad de los beneficios de la
exportación, salvo en aquellos países que producían petróleo u otros minerales
estratégicos, como Venezuela o México. Otra consecuencia de esto se vería en los
mercados europeos y norteamericanos, los cuales deberían afrontar, además de la
disminución de demanda, la competencia con los productos más baratos provenientes de
países como Argentina. Esto llevó a un mayor proteccionismo tanto en Estados Unidos y en
Europa, estrechando los mercados para Latinoamérica.
Después de la guerra, GB adoptó una política monetaria ortodoxa que consistio en aferrarse
al patrón oro hasta recuperar la paridad existente en la preguerra. La valorización de la libra
recién se logra en 1925.
Estados Unidos, por el contrario, sale fortalecido de la guerra. Su economía crece mucho,
gracias a un renovado auge industrial y un sólido mercado interno.
En Argentina, con la paz vuelve la prosperidad. Retornan las inversiones, los precios se
recuperan, se normaliza el comercio, las arcas públicas encuentran estabilidad. Sin
embargo, lo que mejor define a los años veinte en la economía argentina es la inestabilidad
del ciclo económico y una gran volatilidad en los precios. Si se analiza el crecimiento del
PBI del período 1914-1929, este es bajo debido a la guerra. Si se considera el periodo
1917-1929 el PBI fue muy alto.
Las cifras de inmigracion vuelven a revertirse, los salarios reales se recuperan, doblando en
1929 la cifra de 1918. La base de la renovada prosperidad sigue siendo el sector rural,
aunque la industria crece notablemente, de la mano de inversiones del capital
norteamiericano. Considerado de forma comparativa, el crecimiento del país tampoco es
despreciable: durante los años veinte, la Argentina crece más que USA, Canada o Australia.
En Argentina, la década de 1920 se presentó como un tiempo de gran inestabilidad del ciclo
económico pero con un crecimiento nada despreciable. El principal motor de esta
reactivación fue la recuperación del comercio exterior. Las exportaciones no sufrieron
grandes modificaciones en su composición ni su destino: a fines de los 20, el 95% consistía
de productos agropecuarios, mientras que el 85% tenía como destino Europa occidental,
concentrándose en GB. En este periodo aumentan las exportaciones a GB, mientras que las
destinadas a USA crecen muy modestamente.
Del lado del comercio exterior, Argentina tienia excedentes comerciales con GB, gracias a
las exportaciones de carnes y cereales y a la caída de las importaciones de ese origen, y un
déficit con USA, dado que las compras de productos manufacturados norteamericanos no
eran compensadas con las exportaciones argentinas a ese país, que podía abastecer su
mercado interno con productos primarios de su propia producción. En la década de 1920,
los productos industriales británicos son desplazados por los más competitivos de los
Estados Unidos. Para 1925, ese país pasó a ser el principal proveedor de la Argentina,
importando automóviles, maquinaria agrícola, y productos complementarios como
neumáticos y derivados del petróleo.
Del lado de las corrientes de capital, el sentido de los flujos era inverso. El balance de
pagos argentino con Inglaterra era deficitario debido a las importantes remesas del capital
britanco en el país, mientras que la balanza con USA era positiva dado el constante flujo de
inversiones.
Las relaciones triangulares afectaba los intereses británicos. El desarrollo del petróleo
competia con el carbón britanico y amenazaba cambiar toda la base de la demanda
energética; el desarrollo del automotor y el camino amenazaba el desarrollo ferroviario; la
importación de maquinarias para la industria textil, destinadas a aumentar la industria
nacional, amenazaba directamente las importaciones al país de productos textiles
terminados; por último, las inversiones directas en la industria, no solo desplazaban del
mercado argentino a los productos británicos sino que además achicaban la demanda de
insumos industriales de ese origen.
Durante la guerra, el aumento del precio de la carne, las ventajas que tenían para los
embarques internacionales, y la falta de oferta de mano de obra para la agricultura (saldos
migratorios negativos) habían favorecido la ganadería por sobre los cultivos. Los cultivos de
cereales y lino habían reducido su área sembrada en favor de la alfalfa (forraje), y las
existencias de ganado vacuno crecieron en 11 millones de cabezas en esos años.
Entre 1918 y 1930, las áreas sembradas retoman su ritmo ascendente, de la mano de los
cereales y el lino y a expensas de la alfalfa. Esto muestra el reacomodamiento que había
tenido el sector ganadero, que sufrió una caída tras la guerra. Los precios de la carne,
inflados por la contienda, se derrumbaron al acomodarse a la demanda de tiempos de paz y
como consecuencia de un mercado más reducido por los efectos del creciente
proteccionismo agrícola en Europa. Esto produjo una crisis ganadera entre 1921 y 1923, la
cual afectó especialmente a los productores más pequeños y menos diversificados.
La volatilidad de los precios no era solo en el sector ganadero, sino que fue un rasgo
característico de la década para todos los productos agropecuarios.
Por otro lado, visiones más recientes han matizado esta imagen, planteando que la
divergencia entre los ganaderos no se basan en lógicas productivas sino más bien en el
nivel económico de los empresarios. Esta mirada plantea que la cría e invernada no eran
actividades antagónicas, sino que los empresarios que realizaban ambas actividades
poseían ventajas en cuanto a versatilidad económica, mientras que aquellos que no
contaban con el capital ni las tierras fértiles quedaban más expuestos a los riesgos del
mercado.
Esta estancia surge en relación con los fenómenos que caracterizan a los años 20, como la
alta volatilidad de los precios y el fin de la expansión horizontal de la producción. Este límite
exige que cualquier nuevo avance de la producción debía depender ahora, más que de
mayores agregados de tierra, de un aumento de la productividad a través de una mejor y
más eficiente asignación de recursos dentro de la empresa agropecuaria.
La lógica productiva de estos establecimientos parece haber sido la fórmula del éxito en la
región pampeana en estos tiempos inestables. La versatilidad de estas empresas para
reconvertirse ante la crisis quedó demostrada con el reacomodamiento de los mercados
durante y después de la guerra, cuando los productores pampeanos reconvirtieron sus
empresas, primero para la producción ganadera y luego, en la inmediata posguerra, a la
agricola.
La estancia mixta era una ventaja para los estancieros pampeanos, pero no lo fue para los
pequeños y medianos chacareros agricultores, especialmente para aquellos que
arrendaban dentro de esas estancias. Las condiciones de estos últimos eran duras ya que
eran la “variable de ajuste” en estos sistemas productivos. En la inestabilidad y precariedad
de la tenencia de tierras en manos de los agricultores residia el éxito de la estrategia
diversificadora de toda la empresa.
Esta estructura agraria era la cara visible no solo de las estrategias productivas, sino
también de complejos negocios inmobiliarios. Junto a los terratenientes más productivos,
una buena parte de los propietarios de la región pampeana eran simples rentistas que
arrendaban la totalidad de sus campos. Estos arrendamientos se deban en una ausencia de
normas que los regularan. Si bien existían los contratos, la gran mayoría eran verbales y en
muchos casos, a pesar de que había anuales y bianuales, eran “sin término”, lo que
generaba grandes incertidumbres para los locatarios. Las leyes nacionales de
arrendamiento de 1921 y 1932 no solucionaron estos problemas (la de 1921 no obligaba en
forma explícita a firmar contratos por escrito, por lo que la práctica del arriendo verbal se
hizo más extensiva; la ley de 1932, aunque obligaba a celebrar los contratos por escrito, al
no existir eficaces medios de control estatal en las lejanas áreas rurales, muchos contratos
siguieron haciéndose verbalmente).
El fin de la frontera agrícola, además de hacer más inestable la tenencia para los que
arrendaban, hizo más difícil el acceso a la propiedad de la tierra, que siendo más escasa
había aumentado su precio. Entonces, los años 20 cierran un largo periodo más generoso
en oportunidades para el acceso a la propiedad de la tierra en la región pampeana. Los
inmigrantes de posguerra, así como los chacareros que venían trabajando la tierra desde
los primeros años del siglo esperando acumular capital y comprar un pedazo de tierra, van a
encontrar un mercado más reducido y un nivel de precios más elevado. La ocupación del
espacio productivo había alcanzado sus límites en la pampa húmeda. Un efecto positivo de
este límite de la frontera fue el aumento de la productividad de la mano de un proceso de
mecanización. El capital fijo invertido ve un cambio importante en su composición: las
maquinarias y los vehículos experimentan un crecimiento a costa del ganado, la vivienda,
los cercados, y las mejoras de tierras como molinos y aguadas.
Los datos censales dicen que la tenencia de la tierra no era obstáculo para el cambio
tecnológico. A pesar de que seguramente gran parte de las maquinarias que registra el
censo fue adquirida por grandes estancias, un porcentaje importante fue comprada por
agricultores medianos y grandes que arrendaban las tierras de sus empresas.
Estos cultivos (azúcar en Salta, Jujuy y Tucuman; vinos cuyanos; frutas del valle de Rio
Negro; algodón de Chaco; yerba mate de Misiones) basaron su crecimiento durante estos
anos en el incentivo de una demanda interna en expansión, en activas políticas nacionales
de protección y, en algunos casos en políticas de colonizacion por parte del Estado. La
inmigracion y la incorporación de técnicas europeas también ayudaron al desarrollo de los
cultivos de viñas.
Vinos: las viñas, tras un retroceso ligero en la superficie cultivada por la guerra, en la
década de 1920 retoma su crecimiento. La producción de vinos, que había crecido poco
entre principios de siglo y 1920, en 1929 alcanza los 8 millones hectolitros, duplicando la
producción que se consume en el mercado interno. La uva, mejorada su calidad a través de
nuevas técnicas y variedades, comienza a imponerse en el mercado externo en la década
de 1920.
Azúcar: la producción de azúcar para el mercado interno en Tucuman, Salta y Jujuy, se
había desarrollado desde la década de 1880 gracias a la protección estatal, por medio de
elevadas tarifas al azúcar importado y de créditos de los bancos oficiales. Estos créditos
permitieron la modernización técnica de la industria.
Algodón chaqueño: a principios del siglo la producción era incipiente, resultado del intento
de la Cotton Supply Association de crear allí una zona de plantaciones algodoneras durante
la guerra civil norteamericana. Durante la guerra crecen las hectáreas sembradas. Esto era
el resultado del proceso de dominación y expropiación de los indígenas que posibilitó el
asentamiento de los colonos, de la llegada del ferrocarril, y del asentamiento de colonias.
Desde mediados de 1920s, la producción crece decididamente, destinándose
principalmente a la exportación sobre todo a GB.
Otros cultivos industriales de la región del nordeste incluyen el tabaco y la yerba mate. La
expansión de la producción se logró mediante el avance de frentes pioneros en la selva
misionera. La acción oficial en materia de distribución de tierras y asentamiento de colonos
europeos fue decisiva para este desarrollo, así como también la colonización privada. Las
mismas colonias europeas, oficiales y privadas, habían dado impulso a la actividad
tabacalera en Corrientes y Misiones.
El sector industrial
Durante los 20s, el sector industrial creció en forma gradual y sostenida. Si bien el auge por
la guerra fue corto (y en buena medida artificial, debido a la protección que las dificultades
en el transporte suponía para ciertos productos locales, especialmente textiles), después de
la guerra este crecimiento no solo se mantiene sino que se acelera. Como resultado, la
industria aumenta su participación en el PIB, creciendo más que la agricultura, tanto que
algunos ubican en esta década los orígenes de la industrialización argentina.
Con este crecimiento se da un importante aumento del consumo de energía eléctrica y altos
niveles de importaciones de maquinaria y equipos industriales. En estos años se dan
procesos en la industria que la van a transformar radicalmente, como la consolidación del
sistema del petróleo (instead of carbón) y la incorporación definitiva del motor de explosion,
que van a provocar un giro copernicano en las técnicas productivas.
Gran parte de las inversiones que sustentaron este crecimiento eran de origen extranhero:
la abrumadora mayoría de las empresas que se instalan en el periodo es de origen USA.
Las inversiones en el sector petrolero iban a ser decisivas para el desarrollo del sector
industrial
● Sector petrolero: esta industria se reanima en los veinte, con un creciente interés del
capital extranjero en el sector, y con el nombramiento del general Mosconi en la
dirección de YPF. Esta actividad dependia de las importaciones ya que para el
refinamiento del combustible se necesitaban máquinas y tecnologías de afuera. El
símbolo del avance del capital privado extranjero en esta industria fue la Standard
Oil, principal importadora de petróleo que controlaba los cauces de distribución
interna más importantes, además de tener la participación mayoritaria en la venta de
combustibles para automóviles. Sus inversiones en Salta fueron vistas como la
alianza entre oligarquía e imperialismo, generando el resentimiento popular y de las
clases medias, que iba a ser aprovechado electoralmente por Yrigoyen en 1928, con
propuestas de nacionalización
● Sector de la construcción: la entrada al país de consorcios extranjeros destinados a
la construcción de edificios, carreteras, muelles y puertos da un gran impulso a la
industria del cemento gracias a la difusión del uso del hormigón armado en la
construcción de diques y grandes edificios en la Capital Federal
A pesar de que la industria logra en estos años una diversificación entre bienes de consumo
duraderos, el gran responsable del crecimiento del sector fue la industria liviana. La
industria creció sin cambiar su estructura ni los rasgos básicos de la economía argentina.
Jerarquía de rubros (same 1914 as 1935)
- Alimenticio
- Textil
- Maquinarias y vehículos
- Electricidad
Concentración del capital (3% de los establecimientos concentran el 51% del capital
invertido).
La industria siguió dependiendo de las importaciones de maquinaria, tecnología, etc, las
cuales aumentaron en este periodo. Por esto, el crecimiento del sector, lejos de ser
autónomo o de tener la capacidad de convertirse en el motor de crecimiento de la
economía, siguió dependiendo para poder sostenerse de las divisas que generaban las
exportaciones.
Por ejemplo, el aumento de los aforos (valor oficial que se daba a los productos de
importación) en 1920 fue una reacción del gobierno a la suba de precios de las
importaciones durante la guerra. En cambio, la suba de aforos por la ley de Alvear de 1923
si fue en protección a la industria (se dio debido a presión de la Unión Industrial Argentina y
además por intereses de las finanzas públicas).
Los tipos de cambio parecen haber sido independientes de la política industrial de los
gobiernos de la década y más bien haber respondido a intereses fiscales (el peso
desvalorizado aumentaba la carga de la deuda pública) o a políticas distributivas del ingreso
nacional (la desvalorización del peso perjudicaba a los consumidores urbanos).
El aumento del gasto público y del endeudamiento externo difícilmente puede relacionarse
sólo con una estrategia expansionista para sostener la demanda de productos industriales.
Lo que existió durante el periodo fue una desordenada administración de los ingresos
fiscales.
En conclusión, no es fácil entender el efecto de cada una de las políticas sobre la industria
argentina en este periodo. Los diferentes aranceles, aforos y derechos de importación a
diferentes productos presentan una heterogeneidad tal que resulta difícil establecer un
patrón definido. Es probable que no haya habido un efecto sobre el sector industrial en su
totalidad, sino más bien efectos diferenciales para cada tipo de industria y en diferentes
momentos. Lo que parece seguro es que no hubo en el periodo una política deliberada y
coherente de promoción industrial.
Los años finales de la década de 1920 fueron favorables para la economía argentina.
En 1929:
- Reputación mundial como país con futuro
- Economía con tasas de crecimiento anual superiores a la mayoría de los llamados
“países nuevos”
- Argentina seguía siendo el mayor exportador mundial de carne vacuna refrigerada,
así como maíz, lino y avena, y el tercero de trigo y harina
- El sector industrial seguía creciendo de la mano de un auge renovado del consumo y
creaba una buena base para la sustitución de importaciones que las décadas
posteriores hicieron necesaria
- Las reservas de oro alcanzaban en 1928 un nivel saludable, que servirán más tarde
para afrontar mejor las estrecheces monetarias que impuso la Gran Depresión
- La tasa de analfabetismo disminuyeron, Buenos Aires se había convertido en uno de
los grandes centros culturales del mundo de habla hispana
Sin embargo, esta prosperidad de la posguerra había tenido bases muy endebles. La guerra
provocó situaciones como el aumento de la producción industrial de la mano de un
proteccionismo circunstancial o la necesidad de la intervención estatal para regular las
economías en guerra, lo que dio una incipiente reflexión sobre la salud y el futuro del
sistema. Sin embargo, estas se desvanecieron una vez terminada la contienda. GB y USA
acordaron tácitamente volver al sistema económico de pre guerra, en particular al patrón oro
y a las antiguas paridades cambiarias y al libre juego de la oferta y la demanda tanto en el
comercio como en los tipos de cambio. Este consenso, junto al enorme crecimiento de USA,
generó una burbuja de prosperidad en la economía mundial, y un flujo renovado de
capitales extranjeros hacia las economías latinoamericanas. Pero estas inversiones y
transferencias de capital, mostly USA, si bien generaron crecimiento e importantes
desarrollos productivos en esos países, fueron un arma de doble fila para sus economías.
La economía mundial de los años veinte, para quienes quisieran verlo, era inestable. Por un
lado, el patrón oro no funcionó como antes de la guerra. Surge inestabilidad debido a los
volátiles movimientos de capital a corto plazo. Por otro lado, se agrava el problema de la
sobreproducción y la consecuente caída de precios de los productos primarios, esto debido
al auge de los créditos norteamericanos y las nuevas tecnologías. La dimensión del
excedente comercial norteamericano, sumado al cerrado proteccionismo, agravaba los
problemas de pago de los países periféricos. Si bien esto fue contrarrestado con las
inversiones privadas norteamericanas en el exterior, creaban un problema a largo plazo.
Lo que se hizo en Argentina (y lo que no) durante los años veinte no fue muy diferente de lo
que se estaba haciendo en la mayoría de los países: confiar en la reasignación automática
de recursos que preveía el sistema de patrón oro para el caso de crisis sostenidas en las
exportaciones.
5. La crisis de 1929 y la ISI
Por su profundidad y duración, esta fue la crisis más importante de la historia del
capitalismo. La Gran Depresión marcó el final de un largo periodo de expansión del
comercio mundial y libre flujo de capitales y mano de obra.
Las principales economías del mundo se recuperaron lentamente (USA no emergió hasta la
2WW). Las economías primario exportadoras sufrieron la crisis, dado que los precios de los
productos primarios tendieron a descender más que los de las manufacturas. Las naciones
del este de Europa colapsaron y fueron presa fácil del expansionismo nazi. En Latam. la
caída de los precios mundiales de las commodities generó crisis de balanza de pagos,
devaluaciones monetarias, incrementos de aranceles aduaneros, cesación de pagos de la
deuda. Las economías más chicas de Centroamérica fueron las más afectadas, mientras
que las economías americanas más grandes, como Argentina, Brasil y México, fueron
capaces de implementar algunas políticas y su desempeño económico fue mejor.
En Argentina, la crisis mundial impactó en la economía por la caída de los precios de las
exportaciones primarias, que se contrajeron un 64% entre 1928 y 1932. Al descender los
precios de las manufacturas en una menor medida, disminuyeron los términos del
intercambio. A esto se le sumó la reversión del flujo de capitales, que había iniciado antes
del crack de la Bolsa como consecuencia del aumento del tipo de interés por la Reserva
Federal. La fuga de capitales agravó la situación de la balanza de pagos y reforzó las
tendencias depresivas. La reducción de los valores de exportación obligó a saldar los pagos
con exportaciones de oro y con una aguda reducción de importaciones.
A pesar de esto, los efectos más nocivos de la Gran Depresión habrían culminado hacia
1933. Una coyuntura particular y, en menor medida, las políticas económicas del Estado
nacional permitieron iniciar una temprana reactivación. Por un lado, los precios mundiales
de los granos se recuperaron a partir de una menor competencia en el mercado mundial
provocada por un ciclo de sequías que afectó a Argentina, USA, Canadá y Australia. Por
otro, las políticas económicas incluyen:
La política implementada por Pinedo y su colaborador Raul Prebisch género las condiciones
para iniciar, a partir de la capacidad instalada durante la segunda mitad de los veinte, la ISI.
Una devaluación del orden del 40%, el incremento de los aranceles y la aplicación de
cuotas para comprimir las importaciones alentaron la producción local de manufacturas y
disminuyeron la participación de los productos importados en la oferta global.
Según el censo industrial de 1935, la industria continuaba mostrando los rasgos que la
habían caracterizado en el periodo anterior a 1930, con el predominio de la elaboración de
productos derivados del sector primario, siendo casi un tercio del valor agregado del sector
proveniente de productos elaborados por frigoríficos. En segundo lugar estaba la rama textil
y la confección. Luego las seguían la de imprenta y publicaciones, y el grupo metalmecánico
(metales y vehículos y maquinarias). La industria instalada anterior a 1930 tenía un
importante peso. El ritmo de crecimiento del proceso de industrialización parte de un
crecimiento gradual desde la década de 1920 hasta despegar como resultado de la crisis de
1929.
En cuanto al tejido industrial, este seguía presentando una estructura dual, ya que en la
cúspide del sector había un pequeño número de grandes plantas que concentraban la
mayor parte de los factores productivos y el valor de la producción, mientras que en la base
predominaban pequeños talleres artesanales, escasamente equipados, con poca mano de
obra y con menor peso en la producción.
El auge industrial se intensificó entre 1935 y 1939. Para finales de la década de 1930, la
industria local había sustituido completamente las importaciones de cemento, aceites
comestibles, conservas, calzado de cuero, textiles de lana y rayón, neumáticos, perfumes y
productos de tocador.
Sin embargo, el crecimiento industrial tuvo limitaciones. Una de las limitaciones del proceso
de ISI fue que, a pesar de que la industria era el sector más dinámico, la economía
argentina seguía dependiendo del ingreso generado por el sector primario. Una caída del
valor de las exportaciones significaba una contracción de la demanda doméstica. La
exportación de granos y carnes constituían casi la única fuente de divisas, imprescindibles
para la compra de maquinarias e insumos demandados por la industria. La recesión de
1938, superada en 1939, puso en evidencia cómo el sector manufacturero y la economía
del país en su conjunto dependia del ingreso generado por el agro pampeano (en esta se
derrumban las cosechas y caen los precios mundiales, disminuyendo los ingresos
nacionales).
Por un lado, la política arancelaria siguió atada a objetivos fiscales (el arancel aduanero era
un recurso estatal importante). Además, el contexto internacional estaba marcado por el
aumento del proteccionismo. Detrás de la posición argentina no existían consideraciones de
política industrial, sino la prudencia de autoridades económicas que buscaban resolver los
problemas del sector externo.
La política cambiaria tampoco estuvo dirigida a mejorar a la industria. Su principal meta era
reorientar el comercio argentino hacia los países con los que se habían hecho acuerdos y
asegurar los recursos para el pago de la deuda externa. Contra lo que venía pasando en los
20s, se buscaba reforzar los lazos con GB y con otros clientes europeos tradicionales, dado
que USA no ofreció ventajas para exportar productos argentinos. Las autoridades
económicas dispusieron que la cotización en el mercado libre fuera mayor que en el oficial,
encareciendo las importaciones norteamericanas. De esta manera, el control de cambios
redujo la entrada de productos provenientes de este país, estimulando indirectamente
mediante esta discriminacion a la industrialización a partir de la radicación de filiales de
empresas extranjeras en la Argentina. Empresas sobre todo de USA buscaron saltar las
barreras de los aranceles y el control de cambios para acceder al mercado doméstico. A
finales de la década de 1930 se consideraba que el 50% del capital invertido en el sector
manufacturero era de propiedad extranjera. En 1941, un estudio estimaba que la
participación del capital brtanico alcanza un 49%, seguido por los norteamericanos con un
45% y muy atrás por las firmas alemanas, holandesas, francesas y belgas.
En conjunto, las políticas cambiarias y comerciales tenían como prioridad el logro del
equilibrio externo. A pesar de que los gobiernos no definieron una política industrial, sus
autoridades económicas comprendian que estas políticas estimulaban la industria. Estos
consideraban que la industria desempeñaba un rol menor pero considerable para fortalecer
la reactivación económica y generar empleo. La idea de la industria como “rueda menor” de
la economía ya estaba presente entonces.
Industria textil: rama líder del crecimiento industrial en los años treinta y cuarenta. De las
subramas textiles, la algodonera fue la que encabezó la sustitución de importaciones. En la
industria hilandera, el número de plantas pasó de 5 a 22 entre 1930 y 1939. La participación
de la producción nacional en el consumo doméstico pasó del 25% en 1930 al 90% hacia
1945. En cuanto al rubro de tejidos, aumentaron el número de tejedurías a lanzadera y
creció el número de fábricas de medias y tejidos de punto. En conjunto, la sustitución de
importaciones de tejidos ascendió de un 32% del consumo doméstico en 1935 a un 87% en
1945. A pesar de esto, la industria textil debió competir con las importaciones durante la
década de 1930, cuando los aranceles permitieron incluso el ingreso de hilados y tejidos,
mayormente británicos. La Argentina y Australia fueron los únicos mercados importantes
que mantuvieron sus compras en los mercados británicos durante esta década, momento
en que la industria británica perdía sus mercados hasta en sus colonias. Teniendo en cuenta
esto y que durante la guerra, con la disminución de la oferta británica, hubo un crecimiento y
una ISI más intensa, es posible pensar que un mayor proteccionismo aduanero hubiera
acelerado la expansión en los 30s.
La subrama de tejidos de rayón también progresó, y para 1939 la industria local ya cubría la
demanda nacional.
En suma, durante la década de 1930, la textil se convirtió en la principal industria del país,
desempeñando un papel central en la creación de trabajo.
Industria metalúrgica: La rama de metales también inició una etapa de crecimiento. Gran
heterogeneidad productiva y tecnológica, así como el tamaño de las empresas. La
producción principal estaba concentrada en la laminación de metales y la producción de
diversos artículos metalúrgicos (caños, aberturas, envases de hojalata, artefactos sanitarios,
cocinas, maquinarias para la industria, etc). El progreso de este sector fue notable a pesar
de que no contaba con plantas siderúrgicas productoras de insumos básicos, por lo que era
muy dependiente de las importaciones. Aquí, como en el resto de la industria, grandes
sociedades anónimas concentraban la mayor parte del capital invertido, mano de obra y
producción. Ante la ausencia de una industria siderúrgica que provea acero y laminados, los
empresarios industriales y los militares reclamaron al gobierno una política de fomento
sectorial. En respuesta, el gobierno ordenó la construcción de la Fábrica Militar de Aceros
en 1937, una pequeña acería que se alimentaba de chatarra y arrabio importado.
Esta industria sufrió un boicot económico por parte del gobierno de USA entre 1942 y 1949,
que según el secretario de Estado, Cordel Hull, buscaba “impedir el desarrollo de la
industria pesada argentina”.
- Vehículos: los años 30s fueron el último momento de progreso de las plantas
ensambladoras de automotores, aunque a niveles menores que los 20s. El inicio de
la guerra marcó una paralización del sector, mientras que la industria carrocera y la
fabricación de repuestos no seriada crecieron debido a la escasez de importaciones.
- Maquinaria y maquinaria eléctrica: en cuanto a la fabricación de maquinaria, si bien
el incremento de la capacidad de producción del sector se basó principalmente en la
importada, a principios de los años cuarenta surgió una industria de equipos. Se
trataba de firmas que fabricaban equipos bajo licencias extranjeras o bien de
pequeñas y medianas empresas que copiaban sus modelos y diseños. La alta
demanda interna aseguraba la colocación de esa producción, que no cubría
completamente las necesidades del sector. La rama de maquinaria y aparatos
eléctricos avanzó, con dificultades, en la progresiva integración local de la
producción.. La productora más grande era SIAM Di Tella, que era la principal
fabricante de heladeras comerciales y familiares y de motores de pequeña potencia.
Esta y otras firmas, utilizaban también componentes importados, y el cierre de las
importaciones durante la guerra las alentó a iniciar la sustitución de algunos
insumos.
Industria cementera: esta industria logró sustituir completamente las importaciones a partir
de la ampliación y modernización de la capacidad productiva. La devaluación monetaria y el
aumento de la protección en 1931 se combinaron con un incremento de la demanda,
impulsada por el programa oficial de construcción de rutas durante el gobierno de Justo, y la
industria amplió su capacidad productiva hasta cubrir el consumo interno en 1939. Con
excepción de una (Cia. Argentina de Cemento), las empresas de cemento eran todas de
capitales nacionales. La expansión industrial se produjo sobre la base de la introducción de
tecnologías productivas. Para 1940, esta industria argentina se colocaba muy por delante
de Brasil y México.
En conjunto, el plan de Pinedo preveía una inversión de 1.050 millones de pesos, de los
cuales solo 50 millones serían destinados al crédito industrial de mediano y corto plazo, es
decir poco menos del 5% del total. Esto pone en evidencia que el lugar pensado para la
industria era muy menor. Predominaba un enfoque que pensaba el papel de la industria
como “rueda menor” de la economía argentina.
El plan no fue aprobado y, un año más tarde, la mejora de la balanza de pagos hizo perder
todo interés en él, incluso a sus dos autores, Pinedo y Prebisch.
Hacia 1943, el valor agregado por la industria superó por primera vez el aporte de la
producción primaria. Sin embargo, la ISI presentó algunas limitaciones durante la guerra. En
primer lugar, la industria argentina era dependiente de la importación de materias primas e
insumos básicos, como combustibles y acero. La falta de recursos naturales explotables
había limitado el crecimiento de algunas industrias en la década de 1930, lo que preparó
mal al sector para enfrentar la escasez de estos productos durante la contienda. En
segundo lugar, la sustitución de importaciones se había concentrado en la fabricación de
bienes de consumo no durables, por lo que la expansión del sector manufacturero dependia
de la importación de maquinarias y equipos que no se fabricaban en el país por su
complejidad tecnológica, y por la escasez de capitales y de mano de obra capacitada.
Durante la guerra fue más difícil adquirir insumos y equipos, sobre todo en diciembre de
1941, cuando USA ingresa en el conflicto. A partir de 1942 este país toma una serie de
restricciones contra la argentina debido a su mantenimiento de la neutralidad durante la
guerra, lo que agravó el problema de abastecimiento de fueloil y materias primas. La
expansión se basó entonces en el uso intensivo de la capacidad productiva instalada y en la
sustitución de insumos por productos elaborados localmente con mayores costos y menor
calidad. Un ejemplo de ello fue el reemplazo del fueloil por cereales de parte de las
empresas industriales y los ferrocarriles. Más grave que la falta de insumos básicos fue la
falta de repuestos y maquinarias industriales, lo que produjo un desgaste intenso del equipo
productivo.
Censo industrial, entre 1935 y 1946, se incrementaron los establecimientos y los obreros
empleados, se duplica la producción. Estos datos permiten afirmar que fue un periodo de
acelerada industrialización. Para 1945, el país poseía una economía diversificada con un
sector manufacturero destacado.
En 1944, el gobierno fundó el Banco de Crédito Industrial Argentino como una institución
especializada en el crédito al sector con un capital inicial de 50 millones de pesos. La nueva
institución se proponía financiar inversiones o incrementos del capital a largo plazo y sanear
la estructura financiera del sector mediante el rescate de deudas bancarias y comerciales.
Inicialmente no se señaló como objetivo fomentar nuevas ramas de la industria. En 1945 se
amplió el capital y se autorizo la recepción de depósitos y el otorgamiento de préstamos a
corto plazo. También se creó una sección especial de “Fomento Industrial”, destinada a la
habilitación de capitales para pequeñas y medianas empresas.
El boom de las exportaciones industriales no fue tan importante como lo dicen las cifras, en
primer lugar porque el aumento de peso se dio en medio de una aguda caída de las
exportaciones agrícolas. En segundo lugar, el peso de las exportaciones de manufacturas e
incremento por el aumento de su valor.
La rama textil se convirtió en la principal exportadora entre 1942 y 1945, seguida de cerca
por la alimentaria. Los productos químicos y farmacéuticos tuvieron una importante
participación, pasando de representar el 3,5% del valor de las exportaciones de
manufacturas en 1939 para convertirse en la principal industria exportadora en 1947 con un
29%.
Los principales productos exportados fueron hilados y tejidos de lana y algodón, a los que
seguían, en orden descendente, medicamentos, productos químicos, calzados y otras
manufacturas de cuero, libros, papel para obras, hierro en lingotes y caños galvanizados.
Las exportaciones eran diversificadas e incluyen algunos productos que el país produce en
pequeñas cantidades y con altos costos. Estas consideraciones perdiendo importancia
frente a un mercado internacional caracterizado por la escasez.
En 1940, Pinedo había decidido alentar las exportaciones de nuevos productos en el área
de divisas libres, con el fin de compensar el incremento de las importaciones
norteamericanas. Por medio del decreto 7.466/40 instituyó un mercado de licitaciones
donde el Banco Central venderia los dólares provenientes de las exportaciones de nuevos
artículos. Este decreto previa la creación de organizaciones de promoción del intercambio y
fue la base sobre la que se fundó la Corporación para la Promoción de Intercambio (CPI) en
1941.
La función del CPI sería adquirir exclusivamente dólares provenientes de las exportaciones
no regulares y venderlos para el pago de importaciones “no esenciales”, y con los beneficios
que obtuviera de esas operaciones fomentaría el intercambio.
Durante su primer año, la CPI intentó resolver algunos de los problemas que tenían las
exportaciones de manufacturas argentinas al mercado norteameircano. Los cambios por la
guerra, con el ingreso de USA en el conflicto, cambiaron los planes de la CPI. Ante la
escasez de materias primas, manufacturas y equipos acentuada por esto, además de las
trabas adicionales por la neutralidad del país en la guerra (restricciones de importación de
combustibles y equipos desde USA entre 1942 y 1949), la CPI cambió su orientación. La
entidad pasó de alentar el comercio con los Estados Unidos a fomentar el intercambio con
Latinoamérica. Más importante, la CPI pasó de estimular exportaciones no regulares a
estimular todo tipo de ventas al exterior.
Entre 1938 y 1945, las exportaciones argentinas a USA habían ascendido un 325%, pero el
crecimiento se había detenido en 1941. La composición de esas exportaciones seguía
siendo principalmente de materias primas y productos primarios, mientras que las
manufacturas tuvieron un lugar marginal durante los años de auge exportador. Esto nos
permite suponer que la idea de exportar manufacturas a ese mercado no tenía posibilidades
de madurar en los siguientes años.
Si bien esta declinación puede ser influida por las políticas peronistas, el hecho de que las
exportaciones de manufacturas en Brasil hayan disminuido también sugiere que fueron las
condiciones internacionales las que pusieron fin a ese breve auge. La corriente exportadora
se debilitó tan pronto como había surgido, y no volvería a alcanzar niveles significativos
hasta la década de 1970.
El segundo eje del debate fue el menos polémico. La mayoría de los actores sociales y
económicos consideraban correcto el crecimiento de la industria orientada al mercado
interno. Incluso el presidente de la UIA, Colombo, sostuvo en 1945 que la industria debía
primero conquistar el mercado interno y por el momento exportar “los sobrantes”. En esta
postura se evidencia la falta de espíritu competitivo de la burguesía industrial, pero hay que
tener en cuenta que esta actitud fue seguida por la mayoría de los países de
industrialización tardía. En las condiciones en que operaba la industria en los años
cuarenta, muy pocas actividades podrían mejorar la competitividad de sus precios, orientar
la producción de acuerdo a la demanda de los mercados externos, adaptar la producción
local a los gustos de los consumidores de esos países, ofrecer un volumen de productos
adecuado, obtener el financiamiento para la exportación y asegurarse cierta estabilidad
macroeconómica. La presencia metropolitana era dominante en estos mercados, por lo que
eran muy competitivos. En estas condiciones es entendible que los industriales prefieran
permanecer en el mercado doméstico.
Otras razones para esta orientación era la pérdida de dinamismo del sector primario
exportador, el cual estaba siendo compensado por el crecimiento industrial orientado al
mercado interno y la visión de una nueva generación de economistas e ingenieros social
católicos de esta como el mecanismo para limitar la vulnerabilidad de la economía frente a
fluctuaciones del mercado externo, fortalecer la cohesión social y alentar un mayor equilibrio
regional. Para ellos la industria debía ser el eje ordenador de la economía, a partir del papel
principal que tenía en la creación de empleo.
Las controversias de los años cuarenta alentaron al Estado a elaborar respuestas por medio
de políticas sectoriales. Al finalizar la guerra, parecía claro que la economía argentina se
orientaba al afianzamiento de la industrialización.
Las relaciones entre el Estado, los empresarios industriales y los sindicatos
Durante los años treinta se produjeron cambios en las relaciones entre el Estado e
industriales, así como entre el estos últimos y los sindicatos.
Estado e industriales:
El intervencionismo estatal fue conformando una densa red de canales entre el Estado y las
entidades representativas del capital, entre las que se destacó la UIA. A partir de 1943 se
intensificaron los contactos entre la UIA y el gobierno militar a partir de la creación de la
Secretaria de Industria y Comercio y el Banco Industrial en 1944, y del Consejo Nacional de
Posguerra de 1945. En ciertas coyunturas, la UIA intervino públicamente para manifestarse
sobre las políticas macroeconómicas. En 1933 esta entidad empresaria organizó la “Gran
Manifestación Pro Industria y Trabajo Nacional” en la que se reclamaba al gobierno no
otorgar a GB rebajas arancelarias que afectaran los intereses de la industria local. La UIA
no reclamaba proteccionismo sino el sostén de la tarifa vigente. El gobierno de Justo
buscaba evitar una disminución de los ingresos aduaneros, por lo que la coincidencia entre
los objetivos del gobierno y de los industriales fue lo que permitió que no se realizaran
mayores rebajas arancelarias y que el sector siguiera gozando de cierta protección por la
tarifa, el tipo de cambio y la devaluación monetaria.
Con la expansión industrial de los 30s, la UIA fue adquiriendo mayor densidad al crearse
nuevas secciones gremiales que agrupaban sectores industriales cada vez más
diferenciados.
El robustecimiento de la UIA como entidad representativa del capital industrial y los vínculos
con los gobiernos concordancistas no impidieron que se dieran conflictos entre el Estado y
esta entidad, que se precipitaron a comienzos de los 40s a causa de la ampliación de la
intervención estatal en la economía. En 1941 la UIA se opuso a la reforma de la Ley de
Impuesto a los Réditos y la creación de nuevos tribunales, como el impuesto a las
ganancias extraordinarias y el gravamen móvil a la exportación.
Durante los 30s, los bajos salarios, la débil aplicación de la legislación laboral y la autoridad
de los patrones en las empresas fueron las bases sobre las que se asentó la primera etapa
de la ISI, liderada por las ramas que empleaban intensivamente mano de obra barata.
Durante la década de 1930 también se observaron cambios en el papel del Estado. Este
surge como mediador entre sectores. A partir de 1936 este intervino activamente en la
resolución de conflictos y en la firma de convenios colectivos entre los gremios y los
empresarios. El Estado además combatió la influencia de los comunistas, muy activos en
los gremios del sector manufacturero. El cambio más importante se dio a partir de 1943,
cuando el DNT (Departamento Nacional del Trabajo) aplicó con más empeño la legislación
laboral y comenzó a volcar la balanza a favor de los trabajadores en las negociaciones entre
empresarios y obreros. Esto generó la oposición de los empresarios industriales a Perón. El
cambio operado a partir de 1943 en las relaciones entre el Estado, los empresarios y los
sindicatos obreros fue el comienzo de una nueva era que en la década siguiente
transformaría la trama de las fuerzas sociales sobre las que se asentaba la industrialización
en la Argentina.
Con Pinedo en 1933 se flexibiliza, habiendo dos mercados, el libre donde operaban los que
no tenían permisos, y el oficial. Con el Pacto RR, GB se saltea impuestos arancelarios del
10% y se les permite el acceso al mercado oficial de cambios. Trato preferencial en
comercio exterior y en el mercado de divisas a GB.
En la 2WW:
- Ortiz (1938-1940)
- Castillo (1940-1943)
Castillo: conservador antiamericano. Cuando en 1941 USA entra en la guerra, esta persona
a toda Latinoamérica para que declaren la guerra al eje. Argentina permanece neutral, lo
que es una posición desafiante antiamericana, pero al mismo tiempo mantiene el mercado
de exportaciones abierto para el país.
Post 2ww, Argentina sólo podía comprarle a USA (Europa destrozada), y tenía la plata ya
que contaba con un saldo de la balanza comercial positivo consecuente de la mayor venta
que compra de productos en la guerra. Sin embargo, nos vimos frenados por USA, lo que
limitó la modernización.
Se le suma a las dificultades económicas que teníamos con ese país a partir de producir lo
mismo (economías competitivas) los problemas políticos durante la guerra. Países como
Brasil, que fueron “elegidos por USA”, recibieron créditos que les permitieron una
modernización de la industria.
En 1944, 1945, cuando Hitler se ve acorralado, hay una presión internacional cada vez más
fuerte sobre el gobierno militar. Se reemplaza a Ramirez (acusado de comprar armas a los
nazis) por Farrell. Este rompe relaciones con Alemania. Argentina necesitaba una mejor
inserción internacional (para entrar a la ONU había que declararle la guerra al eje).
El plan también consideraba aspectos financieros, con créditos a mediano y largo plazo
para la industria. También propone que el Estado construya viviendas con materiales
nacionales, generando trabajo y solucionando el problema habitacional, cada vez más
notable en los 30s. La gran migración interna y de países limítrofes agravaba esto,
surgiendo así las villas de emergencia. El plan fue rechazado más bien por problemas
políticos. Mucho de lo que proponia se dio durante la 2WW, como los nuevos mercados y la
exportación de manufacturas.
Introducción
Posición de los autores frente a la interpretación clásica que opone intereses de la clase
terrateniente frente a la burguesía industrial:
Los autores rechazan todas las versiones del modelo que se centran sobre una oposición
entre grandes terratenientes y burguesía industrial, incluyendo aquellas según la cual no se
daría una alianza sino una coincidencia coyuntural entre ambos grupos.
Coinciden con las versiones que plantean una comunidad de intereses entre ambos
sectores en esta etapa y también con la suposición acerca de las limitaciones que
presentaba su propuesta de industrialización.
Entonces, había un proyecto que tenía apoyo dentro de la clase dominante pero no era el
proyecto indiscutido de la misma.La clase dominante no estaba unificada. Su puesta en
marcha requería la constitución de alianzas entre sectores de la clase dominante e incluso
podría requerir la alianza de sectores ajenos a ella. La preeminencia de uno u otro proyecto
estaba en cuestión y podría dar lugar a un corte transversal dentro de la clase dominante.
Lo que quieren explicar los autores es que el tipo de crecimiento económico tardío ligado a
la ISI requirió la alianza entre sectores de propietarios agrarios e industriales, más que su
enfrentamiento global (salir de la concepción de enfrentamiento propia del modelo clásico).
Ellos encontraron que los terratenientes no sólo no evidencian rechazo absoluto a las
actividades industriales que el modelo clásico les atribuye, sino que también aceptan ciertas
formas de industrialización.
Las fuerzas conservadoras no variaron, por ello, su contenido de clase: siguieron siendo
representativas de los hacendados más poderosos, tradicionales beneficiarios de la
economía agroexportadora.
Durante el periodo 1933-1943, ningún grupo social o político poderoso agitó un programa de
crecimiento industrial más radical que el de la élite oficialista.
Los autores consideran que esta fracción más poderosa dentro de la “oligarquía” es la que
mantuvo el control hegemónico dentro de una alianza de clases propietarias en la que se
incluyen, por primera vez, los intereses de los grupos industriales, y la que orientó la
implantación de políticas de gobierno tendientes a armonizar intereses particulares hasta
hace poco antagónicos, con el objeto de asegurar el equilibrio del sistema en su conjunto.
La posibilidad de esa articulación de intereses requería ciertas formas limitadas de
industrialización y ellas fueron promovidas a través de una política oficial que hizo crecer
enormemente las esferas de actividad del Estado en la estructura social.
Durante el periodo no aparecen propuestas que profundicen esa orientación hacia la ISI de
bienes de consumo y productos intermedios, exigiendo, además, el desarrollo de una
industria base o la ruptura de la subordinación económica a los centros internacionales. El
proceso se basó en la expansión de una industria preexistente. Estas se orientaron a la
producción de bienes de consumo
Las inversiones en el sector industrial se volcaron principalmente hacia las ramas textiles,
metalúrgicas, y de productos alimenticios y bebidas.
Un límite para el proceso fue el escaso interés en aplicar y diversificar el mercado interno de
consumo. Este buscaba hacer rendir al máximo la capacidad ya instalada, sin necesidad de
grandes inversiones en maquinarias y equipos, aumentando solamente la mano de obra, y
la concentración del crecimiento en aquellas ramas que elaboraban materias primas
nacionales.
Este tipo de industrialización debe entrar necesariamente en conflicto con los intereses de
los propietarios rurales? Los autores dicen que en los países exportadores de materias
prima, como Argentina, el crecimiento industrial limitado no perjudica necesariamente a los
grupos agropecuarios en su totalidad.
La crisis de 1929 afectó el privilegiado status del país como agroexportador, terminando las
ilusiones del crecimiento ilimitado hacia afuera forjadas a partir de 1880. El modelo AE
dejara de tener vigencia ante las respuestas proteccionistas de los países centrales como
alternativa a la crisis. El ciclo de la economía primaria exportadora como excluyente núcleo
dinámico de la economía argentina concluye.
En esta crisis, las élites tradicionales que han recuperado el control del Estado, se ven
favorecidas por la posibilidad de una limitada industrialización, ya que el desarrollo de
ciertas ramas de la manufactura era capaz de permitir un reajuste del sistema a los nuevos
términos del comercio mundial.
A medida que descienden las exportaciones del país en el mercado mundial, se hace
necesario que las importaciones desciendan a la altura de las exportaciones. Este es el
primer signo para la nueva alianza de clases. La oposición principal que enfrentaba a
agrario e industriales alrededor de las políticas de libre cambio o proteccionismo pasa a
tener una importancia secundaria para la fracción dominante de los terratenientes, quienes
no rechazarán las medidas tendientes a controlar las importaciones, favoreciendo así el
crecimiento de ciertas ramas de manufacturas. En el punto en el que anteriormente se
ubicaba el centro del conflicto se establece una posibilidad de coincidencia.
Pero los cambios en las orientaciones de la élite dominante no fueron súbitos. El desarrollo
de una nueva política sólo puede ubicarse hacia finales de 1933, con el ascenso al poder de
un equipo político encabezado por Federico Pinedo, que influiría hasta 1943. La primera
respuesta de los conservadores a la situación de crisis había sido la de equilibrar las
finanzas y cumplir con las deudas en el exterior y aguardar momentos mejores. Esta era la
orientación dominante en las políticas económicas de Uriburu y de Justo, hasta agosto de
1933. La gestión de Pinedo marcará las pautas iniciales para cambios en la política que el
Estado propone a las clases dominantes, y abrirá un período en el que se darán nuevas
orientaciones que pondrán fin a los marcos de un enfrentamiento simple entre sectores
rurales e industriales, estableciendo nuevas bases para un reagrupamiento de fuerzas.
El convenio significaba la aceptación, por parte del Estado, de las reglas de juego
impuestas por los ingleses para mantener en funcionamiento el intercambio bilateral. Estas
nuevas reglas obligan a una adaptación de la política económica de las clases dominantes
argentinas, a fin de mantener la prosperidad del sector ganadero más privilegiado, no sin
que otros grupos rurales menos poderosos sufrieran ese reajuste. Esta diferenciación entre
los hacendados se transformaría en el resultado deliberado de una política económica
oficial. Es decir, el pacto RR produce diferenciaciones en la clase ganadera.
Esta situación trajo, en un principio, grandes recelos de la UIA. Temían los compromisos
acerca de rebaja de aranceles para la importación de manufacturas inglesas, que
amenazaban evitar el aumento del 10% de impuesto a las importaciones, establecido por el
gobierno de Uriburu. En 1933 la UIA desarrolló una campaña en defensa de los intereses de
los industriales, terminó con un pacto tácito con el gobierno. Luis Colombo, presidente de la
UIA, Alejando Bunge, y representantes de los obreros y empleados fueron oradores en un
acto público en junio. Es la última vez, y quizá la única, en que la UIA postula una alianza
con los sectores subordinados del área industrial para oponerla a los intereses
agropecuarios en conjunto. Los argumentos desarrollados por Bunge en ese acto
reaparecen en boca de Pinedo y Duhau meses después (planteaba que debíamos disminuir
nuestras importaciones para mejorar el saldo de la balanza comercial, con el fin de poder
seguir pagando la deuda externa). La UIA pedía al gobierno solamente que no se
disminuyeran los aranceles aduaneros en todo lo que pudiera afectar el trabajo industrial.
Durante todo el periodo que arranca en 1933 y clima con el derrocamiento de los
conservadores en 1943, la solidaridad de orientaciones entre los industriales y el Estado,
sometido a la hegemonía del sector ganadero más privilegiado, se mantiene. Los grandes
hacendados, obligados por la situación externa, modifican su orientación librecambista y
avalan las medidas oficiales que tienen, indirectamente, consecuencias industrialistas como
el control de cambios o el aumento de los gravámenes: achicadas las exportaciones, deben
achicarse también las importaciones.
Los autores dicen que podría considerarse que la coincidencia de intereses sería
meramente coyuntural. La necesidad de evitar el déficit de divisas y en la balanza de pagos
lleva al gobierno a estas medidas, aceptadas por los sectores agrarios y aprovechadas por
los industriales. Sin embargo, para ellos va más allá: los grupos agrarios más privilegiados,
una vez resuelta su integración en el mercado mundial (lo que consiguieron a través del
pacto RR) se ven favorecidos por el proceso de ISI.
El beneficio para este sector puede ser, siempre partiendo del carácter limitado del proyecto
industrializador:
Esta segunda hipótesis ofrece la base suficiente para explicar la coherencia de una política
gubernamental en manos de una elite conservadora de base agraria que, a partir de 1933*,
no sólo favorece a la industria indirectamente, sino que intenta hacerlo a través de
sucesivos proyectos legislativos, reconociendo de tal modo que cierto grado de
industrialización es funcional al sistema. La segunda hipótesis permite caracterizar al
proceso como un caso en el que fue posible favorecer al mismo tiempo a ambos sectores.
*Es probable que hasta 1933 las medidas proteccionistas adoptadas, como el control de
cambios, no tuvieran otro fin que poder seguir al servicio de la deuda pública externa. Pero
a medida que la vuelta a la situación previa a la crisis se alejaba, la promoción de la
industrialización sustitutiva pasa a ser algo autónomo, integrante de un plan coherente.
Este plan encuentra su sistematización más completa en 1940 a partir de las medidas de
Pinedo en su segundo paso por el Ministerio de Hacienda.
Entonces, a partir de las nuevas condiciones por el comercio mundial, los intereses de
hacendados e industriales encuentran un plano de coincidencia en las orientaciones hacia
una industrialización limitada, formuladas por el Estado.
Los autores plantean que hasta al menos hasta 2WW no se fragmenta el sector industrial
(en caso de haber fragmentaciones, los industriales pequeños y medianos tenían tan poco
poder económico y fuerza de presión que la hegemonía dentro del bloque industrial en
poder de los industriales más grandes y tradicionales no sufre alteraciones). Esto cambiaría
en la década de 1940 y un sector de industriales con menor poder formarán parte del apoyo
al peronismo. Este supuesto explicaría la ausencia de un proyecto alternativo de
industrialización, más radical que el contenido en las orientaciones del Estado.
Pero, en el sector agrario el panorama era otro. Se acentúan los términos de una división de
intereses ya anticipada en la década anterior (los criadores apoyan al yrigoyenismo y los
invernadores al antipersonalismo alvearista). Los invernadores son quienes venden
directamente a los frigoríficos, constituyen la capa privilegiada de los hacendados. Los
criadores quedan subordinados a ellos por constituir la única vía para llegar a los
frigoríficos.
En 1927 los invernadores logran el control de la SRA, acentuando aún más el predominio
de sus intereses sobre los de otras capas ganaderas. El Pacto RR agravara aún más la
diferenciación: mientras las exportaciones de carne enfriada se estabilizan a partir de la
concesión de la exportación de carnes a GB, las exportaciones de carne congelada
descienden.
Para apoyar al proyecto de industrialización limitada, los grandes hacendados debían lograr
antes una participación privilegiada en las cuotas de exportación ganadera. Los
invernadores, ligados al frigorífico y dependientes de la venta de carne enfriada a GB,
consiguen estos privilegios a través del pacto RR. El pacto les aseguraba una cuota estable
de exportación a los invernadores, con un brusco desplazamiento del grupo de los
criadores, que debe subordinarse totalmente a los acuerdos a que llegan los invernadores
con los mercados tradicionales.
Un vocero de este grupo desplazado sea Lisandro de la Torre, quien dice “Al tener una
cuota limitada de exportaciones, se la concede a las carnes más valiosas, es decir, a los
grandes productores de chilled, y que corran su suerte los pequeños productores”
El grupo subordinado de los ganaderos levanta un nuevo lema: “vender a quien nos vende”,
lo cual define su posición de rechazo a toda medida industrialista en el país, ya que estas
podrían poner en peligro las importaciones de manufacturas de aquellos países en los que
los criadores colocaban sus productos (si les dejamos de comprar manufacturas, nos
dejaran de comprar carnes).
Hacia fines de 1937, los índices de la economía argentina comenzaron a caer nuevamente.
A la caída de los precios de los productos agropecuarios en el mercado se le sumaba una
mala cosecha. A fines de 1938, la balanza de pagos era muy deficitaria. Ante esto, la elite:
- Devalúa el peso
- Se establece, por primera vez, el requisito del permiso de cambio previo para las
importaciones
Esta expresa restricción cuantitativa a las importaciones significaba el paso más decidido
dado por la élite dentro de una estrategia proteccionista. Para algunos autores, la
agudización del sistema de control de cambios a fines de 1938 “representa la supresión de
los últimos vestidos del comercio libre”.
Tras una apreciable disminución del déficit en 1939, el año 40 se presentaba difícil por el
cierre de los mercados europeos a las exportaciones argentinas, consecuente de la 2WW.
En esas condiciones, el Ministro de Hacienda, Federico Pinedo, elabora un Plan de
Reactivación Económica. El plan articulaba una serie de medidas para anticipar la recesión.
“Dirigido a contrarrestar los temidos efectos de la guerra, contenía disposiciones para la
defensa del sector industrial”. En efecto, entre las medidas propuestas se hallaban los
proyectos legislativos reclamados hacía décadas por la UIA: leyes de “draw back”,
disposiciones contra el “dumping” de los países centrales, créditos a largo plazo para la
industria, reajuste de la anticuada legislación de tarifas.
El objetivo del plan era mantener a un nivel satisfactorio la actividad económica. Su punto
de partida era la compra por el Estado de los excedentes agrícolas que no podían
colocarse. Pero no concluía en los intereses del sector agropecuario, sino que además
proponía un crecimiento para la industria. En primer lugar, la industria de la construcción,
luego las actividades manufactureras.
El plan decía que, al no tener certezas de volver a los niveles de exportaciones pasadas, el
país necesita recurrir a la industria para suplir en lo posible lo que no puede importar o
pagar. El plan se mantiene dentro de los márgenes hegemónicos de la “oligarquía”
tradicional, pero proponiendo la incorporación de la industria. El proyecto tendía a
salvaguardar en primera instancia los intereses de los grandes propietarios rurales. El Plan
significaba un reforzamiento de la hegemonía oligárquica. Formulado por la élite tradicional,
el mismo no significaba un desplazamiento en los centros de decisión económica, social o
política.
El Plan Pinedo que intentó legislar sobre todo aquello que la UIA (grupo representativo de
los industriales) reclamaba sin ser oído, aparece como el mejor testimonio del proceso de
apoyo a la industria bajo control de la elite tradicional que se produce entre 1933 y 1943.
La SRA decía que había que recordar la mayor importancia de los negocios agropecuarios.
Efectivamente, el plan oficial aclaraba esto. Decía que el plan no significaba que toda
industria debía ser fomentada, “Debemos precavernos del error de promover aquellas
producciones que tiendan a disminuir las importaciones de los países que sigan comprando
nuestros productos en la medida suficiente para permitirnos pagar esas importaciones. Hay
que importar mientras se pueda seguir exportando.
Otro defensor del libre cambio era el Centro de Importadores. En 1941 habían reclamado la
derogación del impuesto del 10% a las importaciones establecido por el gobierno de Uriburu
y mantenido posteriormente a pesar de haber sido declarado como “provisorio”. El
mantenimiento de este impuesto, que en un principio halla justificación en meras razones de
tipo fiscal, es un buen indicador del compromiso de la élite dominante con los industriales.
Hacia principios de los 40s, el dilema en las clases propietarias era si estabilizar un cambio
producido casi “espontáneamente” a fin de mantenerlo bajo el control hegemónico de los
sectores poderosos de la “oligarquía”, o rechazar todo cambio y promover el mantenimiento
de la situación previa a la crisis. La primera era la que quería la elite conservadora, la
segunda los de la UCR (y organizaciones representativas de los ganaderos subordinados).
Una tercera opción, la de un programa de crecimiento por iniciativa autónoma de sectores
medios emergentes de origen industrial, no alcanzó formas institucionales permanentes.
Según los autores es por esta falencia que unos años más tarde los cambios hegemónicos
en la estructura de poder en el país asumen formas en las que desempeñan un rol
privilegiado la burocracia estatal y el ejército, dentro de un proceso al que se incorporarán
las clases no propietarias.
Uno de los rasgos salientes de la etapa es el crecimiento de los roles asumidos por el
Estado en la estructura social. La homogeneidad de la antigua estructura de poder, a través
de la cual se expresaban los intereses de las capas agrarias dominantes beneficiarias de la
renta diferencial que proveía el comercio internacional, tiende a quebrarse después del 30,
arrastrada por las modificaciones que el equilibrio del sistema requiere en el nivel de la
estructura económica, como consecuencia de la crisis.
La complejidad despegada en esta dimensión, refuerza las tendencias del Estado hacia la
autonomía, en tanto su rol principal no es ya traducir al nivel de las decisiones políticas los
intereses de una clase dominante agraria (o los de una fracción de la clase dominante), sino
la relación de estos intereses con los de otras capas propietarias estructuradas alrederodr
de la acumulacion de capital industrial. El Estado se convierte así en equilibrador dentro de
un bloque de poder más complejo, como moderador de una alianza estructurada alrededor
de los intereses comunes de distintas clases.
En esta alianza interviene como mediador el Estado, mediante mecanismos que pueden
soldar el bloque de poder: uno es el uso de políticas a corto plazo, las cuales acentuaron
barreras de tipo proteccionista, y el otro es el del intento de implementar políticas de largo
plazo (como el Plan Pinedo) más integrales, que necesitan el complicado apoyo legislativo.
El crecimiento del poder de iniciativa del Estado, el cual asume formas intervencionistas no
practicadas hasta entonces en el país, le permite estructurar un área de actividad
aparentemente autónoma, marcando una separación entre intereses económicos privados y
políticas de gobierno. El origen de esta separación está en el hecho de que el Poder Público
iba “más allá” de las orientaciones particulares de cada sector de las clases propietarias.
La alianza de clases, en tanto es tal cosa y no una fusión, supone la posición hegemónica
por parte de uno de sus componentes. La hegemonía, así, sería la potencialidad legitimada
que adquiere un grupo para guiar un sistema de alianzas. Las condiciones estructurales que
presentó el desarrollo industrial durante esa década, posibilitaron que el control del proceso
se mantuviera, a nivel económico, en manos de los grandes hacendados, y a nivel político
en las de los miembros de la élite tradicional. Si el nuevo bloque de poder puede ser
definido como una alianza de clase en la que comienza a participar el sector industrial, la
hegemonía del mismo se mantuvo como hegemonía de los hacendados. Recién a
mediados de los 40s esta relación de fuerzas entre las clases propietarias rurales e
industriales cambiará, por la diferenciación que comenzará a operarse dentro de los
propietarios industriales, por la movilización de las clases populares y por el fortalecimiento
adquirido por el Estado, a través de su área más proclive a cierta automatización: el ejército.
Solo entonces la hegemonía de los hacendados se replegara, abriéndose la posibilidad al
movimiento peronista.
En cuanto a las propuestas a largo plazo, había una triple orientación -aceptación,
reticencia, rechazo- por parte de las organizaciones que representaban a los propietarios,
las cuales se manifestaron claramente durante la discusión del Plan Pinedo.
El Plan Pinedo introdujo por primera vez referencia a la industria. Los autores le asignan la
importancia de haber permitido a la élite articular su poder político, seguir manteniéndose en
el poder buscando un equilibrio general de la economía.
7. La economía del primer peronismo 1946-1955
1945: año fundacional del peronismo, pero además año con fuerte inflación, con
consecuencias en la caída del nivel de actividad, la caída de los salarios reales, y la
desaceleración en el ritmo de creación de empleo, sobre todo en el sector industrial.
Después de la guerra
Perón tenía malos presagios para la posguerra, teniendo los recuerdos de la anterior
posguerra. Perón pensaba que esto traería profundos problemas, en primer término una
paralización y desocupación. Además, traería una agitación de las masas.
La lectura que hacía Perón de la posguerra partía de considerar que de aquella no habían
surgido ganadores claros, de esto se convencerá aún más con el inicio de la guerra fría.
Tampoco creía en las promesas de crear un nuevo orden económico internacional, basado
en la libre convertibilidad de las monedas y en el restablecimiento del comercio multilateral.
Esas promesas habían surgido en la Conferencia de Bretton Woods, pero Perón creía poco
en el éxito de las conferencias internacionales.
Pero veía que la ampliación de roles del Estado era una realidad en el mundo entero. Esta
mayor intervención estatal se dio mundialmente, las guerras y la depresión, y el atraso
económico en muchos países fueron los convocantes.
La herencia de la industrialización
Muchos, y sobre todo Perón, se preguntaban qué iba a pasar con la industria manufacturera
con la vuelta de la circulación internacional de mercancías una vez terminada la contienda.
Para Perón, estaba en juego el partido que él lideraba, ya que los trabajadores eran una
base importante de sus votantes. Perón no podía poner en riesgo los empleos.
Con la 2WW, se temía que llegaran efectos negativos sobre la producción, como había
sucedido durante la 1WW. La depresión no llegó (entre 1914-1918 el nivel de actividad cayó
1% anual, entre 1939 y 1945 aumentó 2,6%)
De esta manera, el modelo tradicional de triángulo comercial instalado en los 20s, que
implicaba superávit comercial con Inglaterra y déficit comercial con USA quedó en
suspenso. Durante la guerra, la Argentina tuvo superávit en todas las áreas comerciales, lo
cual permitió la acumulación de divisas.
La guerra había sido un test con resultado positivo sobre la salud de la nueva estructura
productiva y sobre su capacidad de sostenerse y expandirse. Había significado
industrialización con crecimiento del empleo. Perón quería conservar el principal activo que
heredaba: la industrialización.
Perón asume 4/6/46. Su colaborador más estrecho en materia económica en sus primeros
dos años fue Miguel Miranda. A pedido de Perón, Farrell había nacionalizado y reformado el
sistema financiero y había creado el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio
(IAPI) como parte de ese sistema financiero. También a pedido de Perón, Farrell nombró a
Miranda como presidente del Banco Central y titular del IAPI.
Muchos países comparables con Argentina, como Chile, Brasil, México, Nueva Zelanda,
Australia, se embarcaron en esos años en políticas de industrialización acelerada,
nacionalización de servicios públicos, consolidación de políticas sociales. Argentina tuvo
eso pero también el agregado de una impresionante política de reparto.
En cuanto a la distribución, entre 1946 y 1948, los salarios reales aumentaron un 40%, y la
participación de los asalariados en el ingreso total pasó de 37% a 40%, y siguió
aumentando hasta el máximo histórico del 47% en 1950. Esto no fue a costa de las
inversiones, que se incrementaron en estos años, sino de una modificación radical en las
cuentas externas. Mas consumo y más inversiones significaron que las importaciones casi
se sextuplicaran entre 1945-1948, el país dejó de acumular reservas y eliminó lo que para
Perón era un indeseado superávit comercial.
Esta mayor distribución del ingreso: el poder adquisitivo alto y el crédito barato para el
consumo significó una explosion del consumo. Su expresión más visible fue el acceso
masivo a los aparatos de radio.
Un rasgo de esta política peronista en cuanto a la distribución del crédito es que los
préstamos a la industria fueron mayores que los préstamos al sector agropecuario. Durante
los años iniciales, el privilegio mayor fue para un amplio abanico de empresarios
industriales. A todos sin distinciones, ya que se quería alentar la ISI sin ninguna
selectividad.
En este escenario, los altos precios internacionales de los bienes que exportamos hacían
posible la mejora del poder de compra de los trabajadores y la expansión de la demanda de
consumo, y las medidas proteccionistas garantizaban la reserva del mercado interno para
quienes producían fronteras adentro, y el crédito barato les permitía a la industria pagar el
nuevo nivel de salarios. En este ambiente nacieron cientos de empresas.
La expansión del crédito a través de los redescuentos del Banco Central fue una lluvia de
pesos para todos los argentinos. Naturalmente, la inflación se aceleró, los precios
comenzaron a moverse más rápidamente. Pero, en todo caso, lo hicieron en un contexto
mundial más inflacionario. Para 1949 los precios crecieron más que durante la crisis de
1890.
Es un enigma por que ante la exuberancia monetaria del gobierno la inflación fue moderada.
Es posible que la política de Perón se haya beneficiado de un encadenamiento de hechos
virtuosos: los salarios reales aumentaron, la distribución del ingreso se volvió más
igualitaria, la demanda de dinero se incrementaba y consecuentemente las presiones
inflacionarias se moderaban.
Había que construir nuevas instituciones, como la IAPI o el Banco Central nacionalizado, y
había que nacionalizar lo que Perón llamaba “el sistema nervioso de la economía”, los
servicios públicos. Había además que invertir grandes volúmenes de capital, había que
preparar a las Fuerzas Armadas para desenvolverse en un mundo en el que se presumía
conflictivo. Además, había que incorporar hasta el último de los argentinos a un proyecto
político que no debía tener adversarios porque era el proyecto de una nación movilizada.
No se partía de cero, se venía dando mayor protección desde la 1WW y la Gran Depresión.
Durante la 2WW además los gobiernos de la concordancia comenzaron a figurar un Estado
empresario. Lo que hizo Perón fue aumentar la velocidad a esta transformación estatal. Las
participaciones en el gasto público de la salud, la educación, de los intereses de deuda
pública se mantuvieron constantes o descendieron. La participación del Estado empresario
en el gasto total pasó del 36% en 1946 al 47% en 1950. La explicación reside en la
nacionalización de los servicios públicos y de las fuentes de energía, hasta entonces de
propiedad extranjera.