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CO LEC CIÓN F I L OSOF ÍA DE A PIE

A
ndar a pie: no su birse al ca ba llo ni al au to que prestigia. Andar a pie es
andar en el espa cio pú blico, entre los transportes colectivos, codo a codo
en la multitud. Quedar a pa ta. Andar a pie es darse un tiempo, ca minar
pa ra percibir lo ru goso, lo complejo, lo inconclu so, lo va cante. Ha blar desde la lla -
nu ra y no desde la monta ña o la torre. Mirar desde el ra so y no desde el avión o el
dron. A pie, una losofía. O unos escritos que piensan en el presente. Ensa yos
que se acercan, con osadía o con pu dor, a grandes temas. A pensarlos otra vez y
presentarlos pa ra lectorxs que se presu men cercanxs, interesadxs, pedestres.
Como quienes escriben. Escritu ras con experticia y sin au toridad, hospita la rias
pa ra quien se acerca por primera vez a esos temas. Ensa yos losó cos pa ra leer
en el bondi, en el tren, en las esperas, en los ba res, en el pasto. A ma no y al pie. O
sea, interpela ciones a nuestra sensibilidad lectora y a la cu riosidad de lxs no ex-
pertxs. Parte de una conversación pú blica y de una voca ción –mu chas veces olvi-
da da– de la losofía de intervenir en esa conversación.

1
El au tor

Da niel J onesse dedica a la investiga ción, la enseñanza y la intervención en de-


ba tes pú blicos sobre temá ticas de géneros y sexua lida des. Na ció en Trelew (Chu -
but) en 1978 y vive en la ciu dad de Buenos Aires desde 1997. Es licencia do en
Ciencia Política y doctor en Ciencias Socia les por la Universidad de Buenos Aires
(UBA). Es investiga dor del CONICET, profesor de teoría de género en la Ca rrera
de Sociología (UBA) y dirige un equipo en el Institu to Gino Germa ni. Entre sus
libros, pu blicó (CICCUS, 2010) y compiló
Sexuali dades ado les centes Sexo, dro gas y re-

li gión(Teseo, 2018) y (Del Zorzal, 2008). Actualmente coordina


To do sexo es po líti co

la Diploma tu ra en Mascu linida des y Cambio Social (UBA). Desde 2010 es pa pá


de León, con quien vive en el Once.

2
Jones, Daniel
La mascu linidad : varones y feminismos / Daniel Jones. - 1a ed. - Los Pol vorines : Universidad
Nacional de General Sarmiento, 2022.
Libro digital, EPUB. - (Filosofía de a pie / 7)

Archivo Digital: descarga y online


IS BN 978-987-630-639-3

1. Filosofía General. 2. Ensayo. 3. Feminismo. I. Títu lo.


CDD 179.7

©Universidad Nacional de General Sarmiento, 2021


J. M. Gu tiérrez 1150, Los Pol vorines (B1613GSX)
Provincia de Buenos Aires, Argentina - Tel.: (54 11) 4469-7507
ediciones@campus.ungs.edu.ar - ediciones.ungs.edu.ar

Colec ción Filosofía de a pie


Direc ción: Gustavo Ru ggiero, María Pia López y Gustavo Arroyo

Diseño grá co de la colec ción: Daniel Vidable


Diseño de interior y tapas: Daniel Vidable
Correc ción: Gustavo Castaño
Tipografía: “Alegreya” (SIL Open Font License, 1.1.)
Diseñada por Juan Pablo del Peral para Huerta Tipográ ca.
http://www.huertatipogra ca.com.ar

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Prohibida su reproduc ción total o parcial.
Derechos reservados.

3
Daniel Jones

La masculinidad
Varones y feminismos

4
Índi ce

Ca pítu lo 1

La demanda epocal de reflexionar sobre las mas cu linida des

Ca pítu lo 2

Nuevas mas cu linida des ver sus mas cu linidad como dis positivo de poder

Ca pítu lo 3

Va rones en decons trucción: límites y potencia lida des

Ca pítu lo 4

Cues tiones incómodas pa ra una agenda sobre va rones y mas cu linida des

Bibliogra fía

5
¡Felices los tiempos para los cuales el cielo estrellado es el único mapa de los caminos transi-
tables y que hay que recorrer, y la luz de las estrellas única claridad de los caminos!

Georg Lukács, Teoría de la novela

6
Agra dezco la lectu ra atenta y generosa de Lu cía Ariza, Martín Armelino, Ana
Lau ra Azpa rren, Ra fa el Blanco, Ana Cla ra Ca ma rotti, Marcos Carbonelli, Pa loma
Dulbecco, Lu ciano Fa bbri, Gonza lo Hidalgo, Santia go Morcillo, Ca rolina Spa ta ro
y Esteban Verga lito. También a Ma ría Pia López, por la invita ción a escribir en
esta colección.

Dedico este libro a mi abuelo Oberdán, mi viejo Luis y mi hijo León. Y a los “chi-
cos” de Trelew. Aquí, allá y en todas partes.

7
8
Capítulo 1

La demanda epocal de reflexionar sobre las masculinida-

des

M i ex pe riencia, mi entorno y mis com promi s os pue den de tec tar s e en los ca pítulos de es te li bro.

Sin em bar go, no es en ningún s enti do autobiográ fi co […]. Es un intento por crear conoci miento

públi co: por pre s entar evi dencia, ofre cer conceptos y aná li s is que tengan al go de va li dez pa ra

los lec tores que no com par ten mi biogra fía (Connell, 2019: 20).

E
l 8 de marzo de 2019, Día Interna cional de la Mu jer, recibo en el gru po de
Wha tsApp de mis amigos de la adolescencia una encuesta: “Rau lóme-
tro: el cuestiona rio pa ra detectar ma chismo”. A tra vés de situa ciones1

cotidia nas, sus preguntas abordan temas como el acoso sexual en el tra ba jo, el
abu so sexual ba sa do en imá genes, el uso de preserva tivo, la va sectomía, el con-
sentimiento en las rela ciones sexua les, el tra ba jo doméstico no remu nera do o el
cu po la boral tra vesti/trans, cuestiones que el feminismo pu so en la agenda pú -
blica. Estos va rones de 40 años completan la encuesta, se quejan de algu nas op-
ciones de respuesta y proponen otras no ofrecidas (lo mismo pa só en Twitter,
donde se vira lizó). Se esfuerzan por presentar formas de ser va rón que no encar-
nan ni el ma chismo más rancio, con el que no se identi can, ni aquello que creen
que el feminismo espera de ellos.
¿Desde cuándo un gru po de va rones cisgénero y heterosexua les, de cla se me-
dia urba na, testea y discu te sus niveles de ma chismo? ¿No era que estos gru pos 2

de Wha tsApp solo servían pa ra circu lar pornogra fía y bromas sexistas? ¿Por qué,
de pronto y ca da vez más, algu nos va rones nos detenemos a pensar sobre los
cambios que el clima de época pa rece recla marnos? 3

Este ensa yo, escrito por un va rón cis-hetero, apunta a ser leído por personas
con diversas tra yectorias sexogenéricas. No obstante, mi apuesta es generar una
re lexión, sobre todo, en otros va rones cis-hetero pa ra promover un diá logo co-
lectivo (que nos inclu ya y exceda) alrededor de nuestras mascu linida des. Que
una chica harta le rega le este libro a su novio como una forma de pedirle que
cambie. Que una compa ñera de militancia se lo preste a un compa ñero si este
no lo busca por su cuenta. Que un amigo gay activista le diga “leéte esto” a un
amigo cis-hetero. Que un va rón que se siente desorienta do por la ola feminista
lo compre o pida presta do pa ra encontrar respuestas a preguntas que lo inquie-
tan, y que lleve esas inquietu des a sus compa ñeros. Que se enojen si se ven (si
nos vemos) re leja dos de un modo que no les (que no ) gusta, que discu tan los
nos

argu mentos, que contra digan las estra tegias plantea das y propongan alterna ti-
vas. Que piensen en su recorrido como va rones y en los horizontes posibles pa ra
su mascu linidad. Que re lexionen, con una incomodidad movilizante, como me

9
pa só a mí al escribirlo, y como espero que me siga su cediendo con las historias y
las críticas que lleguen rela ciona das con este ensa yo.

Coor dena das polí ti cas y per sona les

La mascu linidad merece un libro en una colección universita ria orienta da a un


pú blico amplio. Como la política o el Esta do (otros temas de la colección “Filoso-
fía de a pie”), la mascu linidad ad quiere rango no solo de objeto de re lexión inte-
lectual, sino también como eje de deba te en la Argentina contemporá nea (y tam-
bién más allá de sus fronteras). En ámbitos de tra ba jo o estu dio, en partidos po-
líticos, movimientos socia les o sindica tos, en las pa rejas y con amigos, discu ti-
mos qué tipo de va rones somos, cuá les queremos dejar de ser y cómo pueden
produ cirse esos cambios. La mascu linidad se encuentra en esta do de ebu llición
y pa rece exigir una delibera ción perma nente.
Estas inquietu des y discu siones sobre las formas de ser va rón llegan como re-
sulta do del cuestiona miento extendido a las desigualda des y violencias de géne-
ro promovido por los movimientos feministas, de mu jeres y de la diversidad se-
xual. La demanda y sanción legal de un amplio espectro de derechos sexua les y
reproductivos, al menos desde comienzos de los años 2000, y las reacciones so-
4

cia les contra la violencia de género, de renova da fuerza desde la primera concen-
tra ción del Ni Una Menos (NUM) en 2015, han con gu ra do en la Argentina un
clima social de discu sión sobre género y sexua lidad, violencia y derechos, privile-
gios y desigualda des. Aunque con menos ma sividad y resonancia pú blica, desde
2009 también se registran en la Argentina experiencias colectivas de va rones or-
ga niza dos en cla ve antipa triarcal, como ecos militantes de estas interpela ciones.
Los deba tes pú blicos sobre edu ca ción sexual integral, ma trimonio igua lita rio,
identidad de género, femicidio y aborto, entre los más desta ca dos, son condi-
ciones históricas de posibilidad pa ra llegar a esta agenda política e intelectual
sobre mascu linida des.
¿Cómo explicar mi interés por el tema? Quiero reponer algu nas coordena das
persona les y enmarcarlas en estos fenómenos socia les y políticos de ma yor en-
verga du ra pa ra dar indicios de un proceso histórico y un clima de época que ex-
plican este libro.
En 2016 comencé a pu blicar en Fa cebook na rra ciones y re lexiones sobre si-
tua ciones cotidia nas con mi hijo León, en ese entonces de 6 años. Estos rela tos
ilustra ban deseos, angustias y desa fíos de la experiencia de pa ternidad de un
va rón de media na edad, divorcia do, viviendo en una gran urbe sin una fa milia
extendida. Mu chas personas se veían re leja das o sentían empa tía por lo na rra -
do, lo que generó una conversación colectiva ante ca da posteo, sobre la crianza y
el cuida do de niñxs, la pa ternidad e indirecta mente la mascu linidad (la mía co-
mo pa dre y la de mi hijo, en proceso de socia liza ción como va rón).

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En pa ra lelo, en 2018 fui invita do como investiga dor a dar unas charlas en la
ciu dad de Santa Fe, en las que decidí compartir algu nas ideas sobre los impac-
tos en los va rones de la ola feminista en la Argentina a partir del NUM. Me inte-
resa ba explorar los desa fíos que plantea ba la irrupción renova da del feminismo
dentro de las orga niza ciones políticas compuestas por mu jeres y va rones, to-
mando una serie de pu blica ciones.5 Un punto álgido de tensión se ha bía da do
por el pa ro interna cional de mu jeres del 8 de marzo de 2018: en redes socia les vir-
tua les, lu ga res de tra ba jo y espa cios de militancia se multiplica ron discu siones
sobre si los va rones podía mos participar (y cómo), al punto de que circu la ron re-
comenda ciones sobre formas de apoyo que no signi ca sen asu mir el prota go-
nismo de esta lu cha.6
El intenso proceso de crecimiento y visibiliza ción del feminismo en la Argen-
tina me plantea ba preguntas políticas que se fu siona ron con otras más existen-
cia les acerca de qué tipo de pa dre soy y qué cla se de va rón quiero ser. Los interro-
gantes alrededor de mi víncu lo con el feminismo como va rón cis-hetero (una in-
quietud recu rrente en otros va rones interpela dos por este movimiento) venían
de larga da ta. Entre 2004 y 2019 formé parte del Gru po de Estu dios sobre Sexua -
lida des (GES), en el Institu to Gino Germa ni de la Universidad de Buenos Aires
(UBA), compuesto ma yorita ria mente por mu jeres cis-heterosexua les y va rones
cis-ga ys. Mi interés por investigar y acompa ñar política mente las demandas del
feminismo y la diversidad sexual desde este espa cio, ahora puedo verlo, convi-
vían con modos de intervención poco conscientes de ciertos rasgos típica mente
“mascu linos” (por ejemplo, mi uso de la pa la bra recu rrente, prolonga do y posible-
mente ava sa llante). En su momento, algu nas compa ñeras del GES me lo seña la -
ron y no presté ma yor atención. Con esto quiero desta car que pese a estu diar y
discu tir sobre sexua lidad y género du rante mu chos años, en buena parte de ese
recorrido no problema ticé mi propia condición de su jeto generiza do y sus efec-
tos en mis interacciones (como el uso de la pa la bra en un espa cio colectivo mix-
to). Desde mi punto de vista, era un investiga dor y un alia do del feminismo, no
un “va rón” (eso era irrelevante a los nes intelectua les y políticos).
Recién con la acelera da ma si ca ción del feminismo en la Argentina, desde el
NUM en 2015, distintos espa cios por los que transita ba se volvieron escena rios
de fricción y la bora torios de experimenta ción pa ra las rela ciones de género. En el
tra ba jo, en escuelas y universida des, en la militancia, en la pa reja, en la fa milia,
surgieron fuertes interpela ciones pa ra mí y pa ra otros va rones. Escu cha mos,
desconcerta dos, una larga lista de cuestiona mientos silencia dos du rante mu -
cho tiempo o de los que no ha bía mos toma do nota. Como seña la la antropóloga
argentina Ca ta lina Trebisacce:

El feminismo perdió el estigma del nombre maldito e inclu so trasmu tó a


su inverso, como el nombre del bien, de la justa cau sa y de la interpreta -

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ción verda dera de las cosas histórica mente nega das. Y entre las cosas
que venía a develar el feminismo al pú blico ma sivo se encontra ba la exis-
tencia de múltiples violencias ejercidas sobre las mu jeres (cis) en distin-
tos ámbitos (2020: 118).

Sus demandas han tenido principalmente dos focos. Por un la do, visibilizar y
desna tu ra lizar las diferentes violencias de género, que la ma yoría de las veces
nos tienen a los va rones cis-hetero como perpetra dores o bene cia rios indirectos
(por ejemplo, cuando nos permiten actuar como “protectores” ante la potencial
amena za de otros va rones). Por ca so, los femicidios, ca pa ces de conmocionar
por su bru ta lidad, exigen no solo una toma de posición ética personal y respues-
tas político-esta ta les,7 sino también un esfuerzo por tra tar de comprender qué
va rones son ca pa ces de cometerlos, qué tipo de mascu linidad encarnan y cómo
desactivarla pa ra prevenirlos. Estos interrogantes también se aplican a otras for-
mas de violencia de género, considera das parte de un conti nu um del que el femi-
cidio es su expresión más extrema. 8

Por otro la do, mu chas mu jeres plantean a los va rones con los que interactúan
la necesidad de renegociar contra tos de género injustos. Me re ero a cómo la
ma yor toma de conciencia de las desigualda des pa decidas y un clima social que
ha bilita a exigir cambios se tra du cen en discu siones frecuentes sobre asuntos
tan disímiles como la composición de una lista electoral, la distribu ción de las
responsa bilida des domésticas y de cuida do, y la feminiza ción de ciertas ta reas
en el ámbito la boral, que cumplen mu jeres aunque no estén contempla das en el
puesto que ocu pan (como la var las ta zas del ca fé luego de una reu nión de tra ba -
jo). Este tipo de discu siones cla ra mente existían mu cho antes del NUM, pero a
partir de 2015 se ven potencia das y ma si ca das (como sintetizó un compa ñero:
“Tengo todos los días el Ni Una Menos dentro de ca sa”).
En este escena rio, en 2017 accedí por concurso a la titu la ridad de una ma teria
sobre teoría de género en la ca rrera de Sociología de la UBA. Este espa cio se con-
virtió en una suerte de la bora torio na tu ral pa ra observar qué tipo de va rón soy en
rela ción con el que decla ro querer ser. La re lexión se dio a tra vés del víncu lo con
mis compa ñeras de docencia, Ana Lau ra Azpa rren y Pa loma Dulbecco, ambas
mu jeres cis más jóvenes que yo. Aunque existe una jerarquía la boral que me ubi-
ca sobre ellas (además de la edad y el género), los nuevos bríos del feminismo en
la Argentina y su condición de militantes políticas ha bilita ron frecuentes críti-
cas a aspectos su tiles (pero no inocuos) del modo de desenvolverme como va rón.
A esta altu ra (de 2017 al presente) ya venía ejerciendo una ma yor au tovigilancia
sobre mi forma de actuar, pero así y todo la distribu ción de roles de la cátedra
esta ba ca pilarmente atra vesa da por las mismas desigualda des que eran objeto
de nuestra re lexión y enseñanza. Una ma teria sobre feminismo nos planteó el
desa fío como equipo de encarnar una ética feminista, y los primeros años mis

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compa ñeras toma ron la posta seña lando cómo yo asu mía un excesivo prota go-
nismo y les delega ba responsa bilida des invisibles que sostienen el funciona -
miento de un curso. La ma teria al principio opera ba como una ma quina ria acei-
ta da que fa vorecía mi lu cimiento en las cla ses expositivas. Una conversación re-
gu lar sobre qué ha ce ca da quien orientó una redistribu ción de ta reas que procu -
ra ba cierta alternancia y evita ba que las su puestas predisposiciones “na tu ra les”
(como la mía a prota gonizar las cla ses) consolida ran roles y estereotipos de géne-
ro. Las charlas al respecto siempre me genera ban una sensación de incomodi-
dad: si yo me esforza ba por revisarme y cambiar más que cualquier otro profesor
titu lar que conociéra mos, ¿no era demasiado du ro ser así critica do por mis com-
pa ñeras? Luego de una larga exposición moviéndome por el au la, en que sentía
ha ber deja do voz y cuerpo pa ra explicar del modo más cla ro posible un tema difí-
cil, la devolu ción de mis compa ñeras resalta ba mi uso monopólico de la pa la bra.
Oscilando entre darles la ra zón y una sensación de injusticia ante este tipo de
críticas (de ahí la incomodidad), a veces opté por victimizarme vía el hu mor y
otras por “contra ata car” proponiéndoles que se ocu pa ran ellas de dar la siguien-
te cla se (cuando en ese momento no esta ban en condiciones de ha cerlo).
¿Por qué na rro estas experiencias sobre el gru po de estu dios y la cátedra? Por-
que no creo que ningu na forma de deconstrucción, o el modo en que lla memos a
una revisión crítica orienta da al cambio de nuestra mascu linidad, sea posible
mediante una lógica au tocentra da de los va rones. Es decir, porque desconfío
cuando estos procesos de cambio se concentran principal o exclu siva mente en
nuestra identidad personal sin problema tizar las rela ciones de género asimétri-
cas de las que participa mos. Son las mu jeres feministas (o in luidas por el femi-
nismo, aunque no se identi quen como ta les) y otros su jetos que pa decen las
prácticas pa triarca les de los va rones cis-hetero quienes suelen criticarlas e im-
pulsar transforma ciones que signi quen la pérdida de nuestros privilegios. Po-
ner el énfa sis en la re lexión personal au tocentra da como lla ve del cambio social
presu pone que con la buena voluntad y lu cidez de los va rones alcanza. Es creer
que los cambios en una estructu ra rela cional, como es el género, podrían darse
sin necesidad de víncu los e interacciones que los motiven y acompa ñen, inten-
tando evitar fricciones y discu siones que nos incomoden.9

Qué va mos a ex plorar de las mascu li ni da des

En un momento de este recorrido personal apa rece el campo de las mascu linida -
des como un marco teórico y político desde el que pensar el víncu lo con mi hijo,
mis rela ciones sexoa fectivas, la interacción con mis compa ñeras, la rela ción con
el feminismo y mis intervenciones en deba tes pú blicos.
Yo conocía parte de la bibliogra fía aca démica sobre mascu linida des por ha -
berla revisa do quince años atrás pa ra mi tesis doctoral sobre sexua lida des de
adolescentes, pero no ha bía seguido sistemá tica mente la producción y discu -

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sión alrededor del tema. Investiga ba sobre sexua lidad desde una perspectiva de
género, pero sin inscribir mi tra ba jo en los estu dios sobre mascu linida des (no
me remitía a su cuerpo de au tores ni a sus ca tegorías, no me ha cía sus pregun-
tas, no ingresa ba en sus deba tes).
A nes de 2018, un gru po de activistas, decisores e investiga dores de larga
tra yectoria sobre el tema lanza el Institu to de Mascu linida des y Cambio Social
en la Argentina. La crea ción de esta ONG federal fue un síntoma de que la agen-
da de mascu linida des y el tra ba jo con va rones, desde un enfoque feminista,
emergían con fuerza en el escena rio político y aca démico local. 0 Conocía previa -
1

mente a Lu ciano Fa bbri y a Ariel Sánchez, dos de sus funda dores, y su invita ción
a una serie de eventos, más otras que se fueron su cediendo, me lleva ron a re le-
xionar y a escribir sobre mascu linida des y va rones en un momento vital recepti-
vo a esa demanda. Estu diar y pensar sobre mascu linida des me ha permitido re-
visarme como pa dre, reinventarme como investiga dor y revita lizarme como mi-
litante. El entu siasmo que me genera este proceso intelectual y político convive
con una incomodidad personal recu rrente, una piedra en el za pa to, al ser más
consciente de mis privilegios de género y su tra ducción en desigualda des. Tengo
menos margen pa ra adu cir desconocerlos y mi entorno me lo recuerda a menu -
do.
Sin ser un especia lista en el tema, comencé a ser convoca do por sindica tos,
gobiernos mu nicipa les, ONG, orga niza ciones políticas y espa cios universita rios
pa ra “ha blar de mascu linida des”. Lo pongo entrecomilla do porque la ma yoría de
las veces no ha bía una demanda precisa. Sea en el lanza miento de una secreta ría
de género o una ca pa cita ción por la Ley Mica ela, lo importante era incluir las
11

mascu linida des pa ra que abordar cuestiones de género no se tra ta se solo de


mu jeres, como únicas promotoras y destina ta rias de estas inicia tivas. Hay, en-
tonces, una demanda epocal: que un va rón ha ble acerca de mascu linida des pa ra
que otros va rones escu chen lo que el feminismo tiene pa ra decirles. El presu -
puesto, a veces explicita do por las compa ñeras que me convoca ban, era que los
va rones cis-hetero posiblemente escu cha sen más si su interlocu tor fuera un va -
rón “como ellos”, lo que fa vorecería que se piensen a sí mismos desde el feminis-
mo.
Y así llego a la escritu ra de este ensa yo, convoca do por Ma ría Pia López, una
colega y compa ñera feminista. De aquí en adelante el registro va a ser un poco
más conceptual y menos personal, pero precisa ba comenzar el libro con una des-
cripción de las coordena das biográ cas y políticas que enmarcan su escritu ra.
Lo que resta del ensa yo se orga niza en tres ca pítu los. En “Nuevas mascu lini-
da des versus mascu linidad como dispositivo de poder” recorro las nociones de
mascu linidad, mascu linida des, mascu linidad hegemónica y mascu linidad co-
mo dispositivo de poder, que uso en el aná lisis posterior. También critico los pre-
su puestos dema sia do optimistas de ciertos tra ba jos sobre mascu linida des, da -

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do que considero que un diagnóstico au tocompla ciente es un mal punto de par-
tida pa ra enca rar un cambio en nuestra forma de ser va rones.
En el ca pítu lo “Va rones en deconstrucción: límites y potencia lida des” presen-
to el clima social de cuestiona miento extendido a la desigualdad y la violencia
de género de la Argentina contemporá nea, impulsa do por los movimientos femi-
nistas, de mu jeres y de la diversidad sexual. En estas coordena das abordo una
idea de de los va rones que circu la amplia mente, entendida como
decons truc ción

un proceso cu yos rasgos serían el au tocentra miento, la comodidad y la fanta sía


del Win-Win (sintetiza da en la consigna “con la igualdad de género ga na mos to-
dxs”). En contra posición, propongo una noción de deconstrucción que aspira a
ser política mente más potente, mediante una diná mica rela cional, ca paz de ge-
nerar una incomodidad productiva y que plantee la necesidad de asu mir ciertas
pérdidas pa ra los va rones involu cra dos.
En el último ca pítu lo, “Cuestiones incómodas pa ra una agenda sobre va rones
y mascu linida des”, exploro tres puntos. Primero, describo meca nismos cotidia -
nos que desa rrolla mos los va rones pa ra mantener las desigualda des de género.
Segundo, inda go acerca de qué ha cemos como va rones cuando un amigo o com-
pa ñero es acu sa do de violencia de género (mediante una denuncia ju dicial y/o
un escra che), y busco pistas ante la interpela ción sobre qué ha cer pa ra romper
con la complicidad ma chista. Finalmente, esbozo ca minos pa ra profundizar los
resquebra ja mientos que produ ce el feminismo en los va lores pa triarca les que
nos moldean como va rones.

1 https://rau lometro.com/.

2 son aquellas personas cu ya identidad y expresión de género coinciden con el sexo biológico
Cis gé ne ro

que se les asig nó cuando nacieron, a diferencia de las personas transgénero.

3 Remarco porque no tengo elementos para dimensionar cuán extendido está este proceso de
al gunos

re lexión entre varones, más allá de los círcu los de clase media urbana en que me muevo. Sí puedo se-
ñalar que los ejemplos que aquí presento sobre revisión y cambios entre varones no son solo de universi-
tarios, ni de residentes en la ciu dad de Buenos Aires, ni de varones que se de nirían como progresistas.
El impac to de los feminismos en los varones excede estas coordenadas, aunque de ello no puedo inferir
cuán amplio es.

4 Como las leyes nacionales de Salud Sexual y Procreación Responsable (2002), Edu cación Sexual Inte-
gral (2006), Protec ción Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mu jeres
(2009), Matrimonio Igualitario (2010), Identidad de Género (2012) e Interrup ción Voluntaria del Emba-
razo (2020), entre otras.

5 “#NO VAMÁS”, por Proyec to Política Feminista (27/5/2018); “Qué mambo esto de militar en organiza-
ciones mixtas”, por Ju lieta Gu gliottella (28/6/2018); “Feminizar la política es lo que va a sal varla”, por
Majo Gerez (12/7/2018); “Carta a los varones desorientados”, por Diana Broggi y Mariel Martínez Cabre-
ra (30/7/2018).

6 https://instruc cionespara.com/soy-hombre-que-hago-el-8m/.

15
7 En 2012 se sanciona la modi cación al artícu lo 80 del Código Penal, conocida como Ley de Femicidios,
que reconoce un tipo de agravante vincu lado al género para los homicidios.

8 Abordar el carác ter colonial de esta violencia de género en sociedades como la argentina excede el al -
cance de este breve ensayo, pero quería señalarlo como una dimensión urgente a profundizar en fu tu -
ros análisis.

9 A lo largo del texto vuel vo varias veces sobre la relación entre mascu linidad e incomodidad, central
para pensar los procesos que abordo. Esta conexión fue identi cada por otros au tores, como los argenti-
nos Néstor Artiñano en su tesis M as culi ni da des incómodas(2009) y Lu ciano Fabbri en su compilación
La

(2021).
mas culi ni dad incomoda da

10 Esta emergencia y creciente institu cionalización de la agenda con mascu linidades también se re le-
jó, por un lado, en que el recientemente creado Ministerio de las Mu jeres, Políticas de Género y Diversi-
dad Sexual de la Provincia de Buenos Aires, en diciembre de 2019, inclu yó una Direc ción de Promoción
de Mascu linidades; y, por el otro, desde la sociedad civil se lanzó la Red de Espacios de Mascu linidades
de Argentina (RE MA), en ju lio de 2021.

11 La Ley Micaela o Ley de Capacitación Obligatoria en Género para todas las personas que integran los
tres poderes del Estado (Nº 27499) es una ley sancionada en la Argentina en diciembre de 2018 que esta-
blece la capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mu jeres para todas las
personas que se desempeñen en la función pú blica en todos sus niveles y jerarquías en los poderes Eje-
cu tivo, Legislativo y Ju dicial de la Nación en la Repú blica Argentina. Han adherido para su implemen-
tación varias provincias y mu nicipios, el sistema universitario y al gu nas organizaciones sindicales.

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