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MIRIAM M. IVANEGA
EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DERECHO ADMINISTRATIVO
*
Doctora en Derecho y Ciencias Sociales. Magíster en Derecho Administrativo. Profesora de Universidades
públicas y privadas del país y del extranjero. Vicepresidenta de la Asociación Iberoamericana de Derecho
Público y Administrativo. Fundadora del Foro de Profesores de Derecho Administrativo y de la Confederación
Internacional de Derecho Disciplinario, en donde es Consejera Consultiva Permanente. Presidente del Centro
de Estudios de Gestión Pública y Responsabilidad.
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En esta ocasión nos referiremos a las discriminaciones que afectan a las mujeres
cuando por tal condición son desplazadas, estigmatizadas o se les imponen mayores pruebas
para demostrar su capacidad o idoneidad.
En esas delimitaciones, justo es recordar que el principio de igualdad ha estado sometido
a una continua transformación histórica, lo que derivó en una variación casi constante de
las bases de comparación. Por eso, el primer paso a dar en esta materia consiste en deter-
minar quién y/o cómo se fijan los parámetros contra los cuales constatar si se es igual o no.
Del criterio restringido o formal que lo reducía al sentido de igualdad ante la ley, se
pasó al denominado enfoque que lo identifica como “no discriminación arbitraria” o “prin-
cipio jurídico material”, que considera la “igualdad de trato en las mismas circunstancias”;
circunstancias que deben ser “razonables”. Esta óptica, sin embargo, obliga a reconocer
que tratar a las personas de igual modo no es tratarlas como iguales, pues ello implica no
aceptar las diferencias, las situaciones estructurales de la desigualdad de individuos que
forman parte de determinados grupos1.
Pero este principio siguió una evolución, que permitió incorporar a su esencia las
valoraciones de la posición que asume una persona individualmente, como integrante de
un grupo sistemáticamente excluido; criterio que no se opone a la igualdad como no dis-
criminación, sino que lo complementa por entender que es un criterio insuficiente.
Luego, se propone un enfoque para los casos en los que la desigualdad se fundamenta
en principios de identidad, casos en los que la “injusticia” gira en torno al no reconocimien-
to de los derechos a determinados grupos. Esta visión se identifica como “integral” y suma
la dimensión material o fáctica del no sometimiento, a la idea de la igualdad como reco-
nocimiento2.
Coincidimos con quienes sostienen que comparar surge del reclamo del trato igua-
litario en dos sentidos: 1) alguien que es tratado de manera diferente que otro, quiere ser
tratado de la misma manera dado que considera que no existen razones para ser tratado
de forma diferente; 2) alguien es tratado como otros, pero considera que debe serlo de
otra manera, porque hay una circunstancia relevante que justifica un trato diferente3.
La Constitución Nacional reconoce al principio de igualdad ante la ley en su Artículo
16, cuyo alcance ha sido interpretado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación
(CSJN) en el sentido de que “la ley debe ser igual para los iguales en igualdad de circuns-
tancias”. La doctrina constitucionalista considera que el Tribunal ha examinado la cate-
goría normativa hacia adentro, a fin de evaluar si a alguno de sus integrantes se los excluye
del goce de los derechos que se reconocen a los otros4.
1
Ronconi, Liliana y Vita, Leticia, “El principio de igualdad en la enseñanza del derecho constitucional”,
Academia, Revista sobre Enseñanza del Derecho, Año 10, Nº 19, Buenos Aires, 2012, pp. 31-62.
2
Ídem.
3
Clérico, Laura y Aldao, Martín, “Nuevas miradas de la igualdad en la jurisprudencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos: la igualdad como redistribución y como reconocimiento”, Lecciones y Ensayo Nº 89,
2011 (Derecho-UBA), pp. 141-179.
4
Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina, comentada y concordada, 4ª edición ampliada
y actualizada, T. I, Buenos Aires, La Ley, 2008, pp. 231-245.
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5
CSJN, Fallos: 315:135; 329:4349.
6
CSJN, Fallos: 331:1715: “Si los extranjeros, en su carácter de habitantes de la Nación, están, en principio,
habilitados para el empleo público –conforme a la cláusula genérica del Art. 16 de la Constitución
Nacional–, sin que la demandada haya aportado los elementos demostrativos de los fines que intentaba
resguardar y los medios que había utilizado al efecto, al exigir la ciudadanía del país para acceder a un empleo
público, corresponde declarar inconstitucionales los Arts. 11 del Reglamento para la Justicia Nacional y 11,
punto 1.3, de la Resolución Nº 1.331/2004 de la Corte Suprema y nula la resolución por la cual se denegó al
actor la inscripción en el concurso para el cargo auxiliar en la Biblioteca del Tribunal”. (Del dictamen de la
Procuración General, al que remitió la Corte Suprema. Fallos: 321:194 y 329:2986; 336:1316).
7
Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina, comentada y concordada, op. cit., pp. 231-245.
8
En cuanto a la discriminación por sexo ver CSJN, “Sisnero, Mirtha Graciela y Otros c/ Taldelva S.R.L. y
Otros s/ amparo”, del 20-5-2014.
9
Ídem.
10
CSJN, Fallos: 334:1387.
11
Cfr. Naciones Unidas, Comité de Derechos Humanos, Observación General Nº 18, No discriminación,
10-11-1989, CCPR/C/37, párr. 7; Opinión Consultiva OC-18/03, párr. 92.
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de igualdad real frente a grupos que han sido históricamente excluidos o que se encuen-
tran en mayor riesgo de ser discriminados12. Asimismo, ha señalado que el derecho a la
integridad física, psíquica y moral, consagrado en el Artículo 5.1 de la Convención Ame-
ricana, “no sólo implica que el Estado debe respetarlo (obligación negativa), sino que,
además, requiere que el Estado adopte todas las medidas apropiadas para garantizarlo
(obligación positiva), en cumplimiento de su deber general establecido en el Artículo 1.1
de la Convención Americana”13.
La necesidad de un mayor compromiso de los líderes políticos y de la sociedad encuentra
su base en el centro de los derechos humanos; la discriminación destroza las comunida-
des, e incluso llega a afectar las necesidades básicas, esenciales, de la persona, como la
que se produce por la manipulación de la distribución de alimentos, o la obstrucción de
ayuda humanitaria, motivada en disputas y exclusiones políticas14.
En particular, nos referiremos a las cuestiones de género femenino, cuya protección
encuentra sustento en varios instrumentos internacionales, así, por ejemplo, debe recor-
darse que el 18 de diciembre de 1979 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó
la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que
entró en vigor como tratado internacional el 3 de septiembre de 1981, tras su ratificación
por veinte países. En 1989, casi cien naciones habían declarado que se consideran obli-
gadas por sus disposiciones15.
El Artículo 1º prevé: “A los efectos de la presente Convención, la expresión ‘discri-
minación contra la mujer’ denotará toda distinción, exclusión a restricción basada en el
sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce
o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad
del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las
esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.
Luego, en el 11º período de sesiones, año 1992, se aprobó la Recomendación General
Nº 19, cuyo párrafo 6 contempla que la definición de discriminación contra la mujer “inclu-
ye la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer porque es
mujer o que la afecta en forma desproporcionada”.
La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer, “Convención de Belém do Pará”16, indica que la violencia contra la mujer
12
Opinión Consultiva OC-17/02, párr. 44; Opinión Consultiva OC-18/03, párr. 88; Caso “Yatama c/ Nica-
ragua”. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 23 de junio de 2005. Serie
C Nº 127, párr. 185, y Caso “López Álvarez c/ Honduras”. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 1º
de febrero de 2006. Serie C Nº 141, párr. 170.
13
Cfr. Caso “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”. Excepciones Preliminares, Fondo, Repara-
ciones y Costas. Sentencia del 2 de septiembre de 2004. Serie C Nº 112, párr. 158, y “Caso de los Hermanos
Gómez Paquiyauri c/ Perú”. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 8 de julio de 2004. Serie C Nº 110,
párr. 129.
14
Ver las estadísticas en Revista de Derechos Humanos de Amnistía Internacional Nº 97 (junio/julio 2009)
y 101 (febrero/marzo 2010).
15
Aprobada por Ley Nº 23.179.
16
Aprobada por Ley Nº 24.632
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no sólo constituye una violación de los derechos humanos, sino que es “una ofensa a la
dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desigua-
les entre mujeres y hombres”, que “trasciende todos los sectores de la sociedad indepen-
dientemente de su clase, raza o grupo étnico, nivel de ingresos, cultura, nivel educacional,
edad o religión y afecta negativamente sus propias bases”. Según el Artículo 1º, “debe
entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su gé-
nero, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto
en el ámbito público como en el privado”.
La Corte IDH nos muestra un abanico de hechos y actos violatorios de los derechos
de las mujeres, vinculadas a situaciones de desplazamiento, los roles que les son asignados
sobre la base de estereotipos, las particularidades de la violencia sexual, los casos de las
mujeres indígenas, la influencia cultural negativa hacia el sexo femenino y por supuesto
las obligaciones a cargo de los Estados para superar las discriminaciones estructurales17.
Conforme a los criterios sentados de dicha Corte, el alcance de los principios generales
y el análisis acerca de la afectación de los derechos de las mujeres que realiza en estas
sentencias, tienen un efecto expansivo para interpretar la violación de los otros derechos
humanos de aquellas.
En nuestro país, además de la incorporación de pactos y convenciones internacio-
nales, a nivel legal se dictaron normas que reconocen y tutelan los derechos, entre ellas,
las Leyes Nros. 23.592 y 26.485.
La primera se vincula a actos discriminatorios en general; su Artículo 1º es explícito
al regular: “Quien arbitrariamente impida, obstruya, restrinja o de algún modo menoscabe
el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos
en la Constitución Nacional, será obligado, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto
el acto discriminatorio o cesar en su realización y a reparar el daño moral y material
ocasionados. A los efectos del presente artículo se considerarán particularmente los actos
u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacio-
nalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social
o caracteres físicos”.
La CSJN confirmó que la Ley Federal Nº 23.592 no sólo reglamenta directamente
el principio de igualdad del citado Artículo 16 de la Constitución Nacional (“Ganem,
Alfredo”, Fallos: 324:392 –2001–; “F.C.C. Medio Ambiente S.A.”, Fallos: 320:1842
17
Caso “González y otras (‘Campo Algodonero’) c/ México”. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia del 16 de noviembre de 2009. “Caso del Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia del 25 de noviembre de 2006. Caso “Fernández Ortega y otros c/ México”.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 30 de agosto de 2010. Caso “Veliz Franco
y otros c/ Guatemala”. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 19 de mayo
de 2014. Caso “Espinoza Gonzáles c/ Perú”. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia del 20 de noviembre de 2014. Caso “Atala Riffo y Niñas c/ Chile”. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia del 24 de febrero de 2012. Caso “Fornerón e Hija c/ Argentina”. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia del 27 de abril de 2012. Caso “Gelman c/ Uruguay”. Fondo y Reparaciones. Sentencia del 24 de
febrero de 2011.
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–1997– y otros), sino que, además, debe ser entendida como un “ejemplo” o “reflejo” de
la “exigencia internacional” de realizar por parte de los Estados “acciones positivas ten-
dientes a evitar la discriminación”, lo cual también alcanza a la “interpretación” que de
aquélla hagan los tribunales (“Partido Nuevo Triunfo”, Fallos: 332:433, 439 –2009–). Por
lo demás, no se presta a dudas que la hermenéutica del ordenamiento infraconstitucional
debe ser llevada a cabo con “fecundo y auténtico sentido constitucional” (“Municipalidad
de Laprida c/ Universidad de Buenos Aires”, Fallos: 308:647, 653 –1986–; “Álvarez c/
Cencosud S.A.”, cit., p. 2325)18.
Han sido unívocos los criterios del Máximo Tribunal al evaluar las situaciones de
discriminación y la afectación de la dignidad de la personas, y reconociendo las dificul-
tades que presenta probar las situaciones de discriminación. Ello, porque la discriminación
no suele manifestarse de forma abierta y claramente identificable; de allí que su prueba
frecuentemente resulte compleja. “Lo más habitual es que la discriminación sea una acción
más presunta que patente, y difícil de demostrar, ya que normalmente el motivo subya-
cente a la diferencia de trato está en la mente de su autor”19.
Para compensar estas dificultades, el Tribunal elaboró un estándar probatorio apli-
cable a estas situaciones, en el caso “Pellicori”, de 2011; en esa oportunidad, con un detalle
profuso de antecedentes supra-constitucionales y supra-legales, recalcó la “necesidad de
que el diseño y las modalidades con que han de ser reguladas las garantías y, ciertamente,
su interpretación y aplicación, deben atender y adecuarse a las exigencias de protección
efectiva que específicamente formule cada uno de los derechos humanos, derivadas de
los caracteres y naturaleza de estos y de la concreta realidad que los rodea, siempre, por
cierto, dentro del respeto de los postulados del debido proceso”.
En segundo término, al evaluar los serios inconvenientes probatorios que general-
mente pesan sobre las presuntas víctimas, entendió que resultaba suficiente, para la parte
que afirma la existencia de una discriminación, acreditar los hechos que, prima facie
evaluados, sean idóneos para inducir su existencia, “caso en el cual corresponderá al
demandado a quien se reprocha la comisión del trato impugnado, la prueba de que éste
tuvo como causa un motivo objetivo y razonable ajeno a toda discriminación. La evalua-
ción de uno y otro extremo, naturalmente, es cometido propio de los jueces de la causa,
a ser cumplido de conformidad con las reglas de la sana crítica”20.
De la Ley Nº 26.48521 destacamos su Artículo 4º, que identifica la violencia (diferen-
ciando la que se practica en forma directa de la indirecta) como “toda conducta, acción
u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado,
basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad
física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad per-
18
CSJN, Fallos: 334:1387; 337:611.
19
CSJN, Fallos: 337:611
20
CSJN, Fallos: 334:1387.
21
Denominada “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres
en los ámbitos en que se desarrollen sus relaciones interpersonales”.
8 Rap (451)
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sonal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera
violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción, omisión, dis-
posición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con res-
pecto al varón”.
Distingue cinco tipos de violencia: física, sicológica, sexual, económica y patrimonial;
simbólica; las que pueden manifestarse como: doméstica, institucional, laboral, contra
libertad reproductiva, obstétrica, mediática.
Bien cabe recordar que toda manifestación de discriminación es también una forma
de violencia, si bien no toda violencia es discriminación22.
En consonancia con la interpretación judicial rige el principio de amplia libertad pro-
batoria para acreditar los hechos denunciados, fijándose el criterio de la sana crítica para
evaluar las pruebas ofrecidas. En los procesos, deberán considerarse las presunciones
que contribuyan a demostrar los hechos, siempre que sean indicios graves, precisos y
concordantes (Artículo 31).
22
En opinión de la Dra. Ferreirós, todas las formas de violencia consisten en “[...] distintas formas de dis-
criminación hostil que van desde el acorralamiento paulatino constituido por pequeños actos descalificantes,
hasta hechos únicos instantáneos y definidamente descalificantes [...]”. Ver su voto en el caso “Rybar, Héctor
H. c/ Banco Nación Argentina”, Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, Sala VII, del 8-6-2007.
23
En ese sentido, Ronconi, Liliana y Vita, Leticia, “El principio de igualdad en la enseñanza del derecho
constitucional”, op. cit., pp. 31-62.
24
Pueden verse sitios web de organismos y asociaciones en www.cnm.gov.ar/Varios/EnlacesDeInteres.html.
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Porque si hay algo de lo cual estamos todos convencido, es de que han de superarse
los tiempos de hablar, escribir y argumentar sobre tales derechos, para pasar a evaluar,
en forma concreta, la realidad. Por ello, la experiencia de diversas ramas de derecho (por
ejemplo, los derechos penal y de familia) e, incluso, de otras ciencias, son aportes de
primer orden para fomentar la enseñanza y ahondar sobre el alcance del principio.
Traemos como ejemplos interesantes y medulosos estudios sobre el derecho cons-
titucional que plantean similares inquietudes, y consideran al derecho a la igualdad como
un elemento clave que debe ser enseñado por docentes y aprendido por todos los estu-
diantes de derecho25.
La Universidad debe convertirse en el principal motor de estos objetivos, ser artífice
de una enseñanza integradora que parta de sus propias bases, pues mal puede enseñar
aquello que en sus aulas no aplica, es claramente verificable la inexistencia de datos
concretos sobre la participación femenina en cargos académicos. ¿Qué cantidad de mujeres
titulares de cátedra existen en las facultades argentinas? Pregunta difícil de contestar.
Más allá de esta realidad, en el punto aquí tratado destacamos que la equidad de
género se impone como elemento de reflexión, desde las fuentes de derecho; el acto
administrativo y sus elementos (en particular, la finalidad, la causa y la motivación), el
procedimiento, los principios de debido proceso y verdad material, la organización admi-
nistrativa y su adaptación a las realidades sociales, la contratación administrativa, el empleo
público y la igualdad de oportunidades, las medidas de fomento, la responsabilidad del
Estado y de los funcionarios púbicos por generar discriminación u omitir la aplicación de
acciones positiva, son algunas de las instituciones y temas que deben ser revisados.
Un simple repaso nos lleva por lo menos a cuatro temáticas, sin descartar otras: la
Administración pública, el empleo público, la contratación administrativa y la responsabi-
lidad del Estado y de los funcionarios.
La Administración tiene un doble papel ante la igualdad de oportunidades entre mujeres
y hombres: uno activo, pues debe adoptar medidas de consecución para que la igualdad
sea real y efectiva, y otro pasivo, porque es sujeto de control y, como tal, velará para que
los terceros no generen actuaciones discriminatorias por razón de género26.
Por lo tanto, es innata al Estado constitucional de Derecho la formación de una
organización administrativa activa, que se estructure para responder a estas realidades
y para aplicar herramientas eficaces en la detección, subsanación y sanción de las situa-
ciones de inequidad que se produzcan en su propio ámbito.
25
Ronconi, Liliana y Vita, Leticia, “El principio de igualdad en la enseñanza del derecho constitucional”,
op. cit., p. 31.
26
Menéndez Sebastián, Eva M., “El papel de la Administración y el derecho administrativo en materia de
igualdad de género”, en La Administración promotora de la igualdad de género, Valencia, Tirant lo Blanch,
2012, pp. 23-61. En este trabajo se expone la importante evolución y expansión del tema en la Unión Europea,
no solo a través de tratados, convenciones o directivas, sino también en el funcionamiento de comisiones
especiales y sus informes anuales, como el del Instituto Europeo de la Igualdad de Género, el Comité Con-
sultivo de Igualdad de Oportunidades, la propia normativa de la Comisión previendo el equilibro en los comités
y grupos de expertos, hasta los Planes de trabajo plurianuales.
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27
Menéndez Sebastián, Eva M., “La igualdad de género en el empleo público: el régimen del personal fun-
cionarial”, en op. cit., pp. 66-114.
28
Ídem.
29
Artículos 4º, inc. b, 16, 18 de la Ley Nº 25.164 y en los Artículos 11, 16, 21, 34, 50, 57 113, 121, 122, 14
a 128 del Convenio Colectivo de Trabajo para la Administración Pública Nacional aprobado por Decreto
Nº 214/2006.
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Pero la cuestión de género en el empleo público no concluye allí, justamente los casos
de inequidad constituyen situaciones de violencia. Ya sea que incumba a la gestión de los
recursos humanos o a seguridad y salud laboral, es indudable que la promoción de la
igualdad de trato entre hombres y mujeres contribuiría a reducirla, tal como lo señala la
Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Por otra parte, el acoso, la discriminación y la violencia en dicho contexto no han de
confundirse ni ejercerse solapadamente a través del ejercicio de las llamadas facultades
discrecionales, las que se enmarcan necesariamente en la juridicidad, y que, por ende,
deben ser controladas en todo ámbito estatal, con el máximo grado de rigurosidad en aras
de proteger los derechos fundamentales30.
Estas cuestiones no han sido ajenas a los precedentes de la CSJN, destacándose el
citado precedente “Pellicori”31.
Vale recordar un decisión judicial del fuero laboral en la que se valora especialmente
la condición de mujer de la accionante, remarcándose: “[…] el relato efectuado da
cuenta de la siguiente situación: a) quien denuncia es una mujer; b) denuncia hechos
de violencia; y, c) esa violencia se da en el ámbito laboral y en una organización
de características muy particulares, como es la Policía Federal”. Es decir que quien
inicia estas actuaciones es alguien que se encuentra en una triple condición de
vulnerabilidad, lo modifica el encuadre con el que debe analizarse la causa (el
destacado nos pertenece)32.
En materia de contratación pública, resulta destacable la noción de “contratación
social”, como aquella que reviste el carácter de instrumento de política social.
En tal sentido, se sostiene que la incorporación de la perspectiva de género en las
políticas y acciones de las Administraciones públicas incluye, también, sus contrataciones,
pues a través de ellas puede contribuirse al logro de objetivos sociales, como eliminar las
desigualdades entre hombre y mujer en el mercado laboral o luchar contra la discrimina-
ción por razón de sexo, mirada incorporada a la normativa europea y de Estados Unidos33.
El derecho administrativo no puede mirar solapadamente esta realidad, la que incide en
los objetivos, la aplicación de fondos y los procedimientos a cumplir.
En relación a la responsabilidad estatal, tema recurrente en nuestra disciplina, se
presentan variados ejemplos judiciales sobre situaciones de discriminación, lo que obliga
al análisis de los casos de inequidad de género originados en acciones u omisiones.
30
Ampliar en Ivanega, Miriam M., “Mobbing, acoso y discriminación en el empleo público”, Diario Jurídico
La Ley, del 16-5-2012.
31
CSJN, Fallos: 334:1387
32
Ivanega, Miriam M., “Respuestas positivas a la violencia de género en el empleo público (comentario al
caso ‘A.V.A.’)”, Jurisprudencia Argentina Nº 7, Buenos Aires, AbeledoPerrot, 2013-I.
33
Menéndez Sebastián, Eva M., “Posibles medidas de fomento de la Administración: la preferencia en la
contratación, las subvenciones y el distintivo de igualdad como ejemplos”, en op. cit.
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Por supuesto que no puede quedar pendiente la responsabilidad individual del funcio-
nario, sea porque directa o indirectamente discrimina o porque omite las medidas de protección.
Éste, más allá de las acciones de repetición que debería soportar por los daños y perjuicios
que paga el Estado por su culpa o dolo (las que en la práctica no se ejercen), debe ser
objeto de las sanciones disciplinarias y/o penales.
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