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El territorio
El territorio del Estado, en el que se asienta la población y desarrolla la vida, es la base física esencial de aquél y determina
en cierto sentido sus características.
En primera instancia, el territorio perteneciente al Estado comprende una parte de la superficie emergida de nuestro planeta
sobre la que aquél ejerce soberanía. En consecuencia, debe existir por parte de los demás Estados un reconocimiento tácito de esa
soberanía para que sea efectiva. Esa parte de nuestro planeta puede ser una parcela de un continente, un archipiélago, una porción de
una isla, etcétera.
En segunda instancia, constituyen el Estado porciones de las superficies y de las masas oce ánicas y de las áreas sumergidas,
si se trata de uno con acceso al mar. En tercera instancia, el hecho de ejercer soberanía sobre una parte de la superficie del planeta
adiciona a todo Estado una porción del espacio aéreo y otra del espacio cósmico. En cuarta y última instancia pertenece al Estado el
cono del globo terráqueo definido por todos los radios terrestres que tocan los puntos que constituyen sus confines y alcanzan el
centro de la Tierra.
Por todo lo manifestado consideramos que el territorio de un Estado no es un plano, sino una superficie que posee espesor, es decir,
tiene tres dimensiones. Ese espesor se extiende desde el centro de la Tierra hasta el infinito y varía permanentemente en relación con
los distintos movimientos que realiza nuestro planeta en el espacio astronómico.
Las relaciones que las personas manifiestan con el territorio pueden ser diferentes. Pueden prevalecer sentimientos
de Identificación, de pertenencia o de control y dominio. La territorialidad se diferencia del Territorio porque este término hace
referencia a las relaciones o las acciones que llevan a cabo esas personas para reivindicar su poder sobre el territorio. Pueden ser
relaciones débiles: si alguien está obligado a vivir en él o intensas si el lugar es elegido para vivir en él.
El territorio es el espacio donde un Estado ejerce su soberanía. Allí el Estado ejecuta normas para las personas que viven en
él y a los recursos que posee. La relación entre Estado y territorio no es directa sino que es producto siempre de procesos
de conformación de territorio. Estos procesos reclaman de la buena predisposición de gobernantes y diplomáticos que acuerden
límites sin conflictos, esto es fundamental para que el Estado sepa cuál es el territorio que le es propio y administra.
La resolución de los límites territoriales de un Estado pueden ser acordados o por conflictos armados. Los mismo pueden
darse con países vecinos para fijar límites externos o conflictos con grupos políticos, étnicos, religiosos internos y la lucha es por fijar
los límites internos.
El pueblo
Concebido como la totalidad de los habitantes o población, el pueblo es el acervo más precioso de un Estado. Todo lo que a
él se refiere debe constituir, en consecuencia, una preocupación preferente de los gobernantes.
Asimismo, cabe señalar que la población en la vida de un país no se desarrolla como algo meramente material —una
estructura— sino que tiene un alma que es el impulso vital. Este impulso le permite al Estado enfrentar con mayor o menor éxito
problemas relacionados con la disponibilidad de recursos, un territorio reducido, la existencia de vacíos de población, o presiones
demográficas significativas o sea que está en relación directa con el éxito en vencer los desafíos de la historia.
Refiriéndonos al conocido trabajo de J. Gottman The significance territory (1973) podemos manifestar que la actitud de los
habitantes respecto del territorio ha tenido siempre un interés fundamental en la geografía. El territorio aparece como una noción
material y espacial que establece los vínculos entre la política, el pueblo y el marco natural. La función primordial del territorio con -
siste en definir las relaciones entre la comunidad y su hábitat, por un lado, y entre la comunidad y sus vecinos, por el otro.
Q. Wright (1948:39) señalaba que los cambios de población, como los cambios de clima, descubrimientos geográficos y
geológicos, invenciones técnicas y sociales influyen en gran medida en el comportamiento político de los Estados, pero cuanto más
"civilizados" son los pueblos menos determinantes resultan tales factores. Por su parte, A. L. Sanguin (1981:39) indica que son siete
los parámetros cualitativos que definen políticamente a los habitantes del territorio: cultura, educación, salud, raza, lengua, religión y
espíritu nacional.
En suma, el Estado es la manifestación de los habitantes del territorio en organizarse espacialmente; es ahí donde surge el
concepto de territorialidad y el de sentimiento de pertenencia como el señalado apego de los habitantes hacia el medio en el que
desarrollan sus actividades.
El gobierno
El tercer componente del Estado es la organización jurídica, a veces reconocida como "organización política", "gobierno",
"estructura institucional", etc. La organización jurídica hace referencia a los múltiples elementos que regulan permanentemente los
deberes y los derechos de todos y cada uno de los habitantes de un Estado, enmarcando al mismo tiempo su funcionamiento como tal.
Los distintos Estados representan organizaciones políticas emanadas de una comunidad que se dota a sí misma de un sistema
de gobierno para —entre otros aspectos— preservar el bienestar y la seguridad de los habitantes, mantener la integridad territorial del
Estado, permitir que los individuos puedan satisfacer sus necesidades espirituales, intelectuales, etcétera.
El sistema de gobierno da origen a una gran variedad interestatal teniendo esto último connotaciones en el ordenamiento territorial y
en la conformación de los diferentes paisajes políticos. También debe destacarse la importancia y trascendencia de la capacidad
económica de todo Estado ya que posibilita orientar las inversiones públicas, de acuerdo con políticas específicas, hacia los sectores
económicos o regiones del Estado en los que se crea conveniente o aconsejable llevarlas a cabo, bien para una mejor explotación y
movilización de los recursos existentes, bien para una progresiva integración territorial.
Salvo algunas pocas excepciones, todos los Estados contemporáneos reconocen antecedentes históricos que les otorgan
validez. En otras palabras: los Estados no son producto de generaciones espontáneas o de aleatorios procesos de azar, sino que hunden
sus raíces en la historia, a veces muy profundamente.
En lo que atañe a la República Argentina es indudable que sus raíces se encuentran en la acción político-administrativa
cumplida por España en las Indias, que en la parte de América que nos interesa había organizado un virreinato constituido por ocho
intendencias y cuatro gobiernos militares, con el fin de poner coto a las expansiones territoriales del actual Brasil.
Según una expresión del ilustre historiador Ricardo Levene, la Argentina, a diferencia del resto de Hispanoamérica, no fue
conquistada, sino colonizada. De esta manera, destacó los fundamentos tan especiales del dominio colonial español en el Río de la
Plata. Esas peculiaridades, que no se repetirían en el resto del continente influirían y encauzarían el proceso preparatorio de la
emancipación en el siglo XVIII. La colonización española fue un movimiento tardío del feudalismo europeo, por tanto volcó en
América desde California hasta el río Bío Bío todas las características propias de un paternalismo ejercido desde la metrópoli. El Río
de la Plata representó un "caso fronterizo" con respecto a otras comarcas más atractivas en cuanto a rápidas posibilidades de
enriquecimiento. En estas tierras, solo aptas para la agricultura, la posesión se realizó lentamente avanzando sobre un territorio
inmensamente llano, donde el escaso número de conquistadores tuvieron que afincarse en fundaciones urbanas, casi siempre
perdurables, para sobrevivir. El propio paisaje los trasformó en colonizadores para garantizar su supervivencia en la llamada "tierra
del hambre".
La rivalidad de Perú, con sus metales, un imperio entonces ya constituido y fantásticos espejismos de riquezas, y Buenos
Aires, con un enorme entorno de tierras vírgenes se inclinarla hacia la creación del virreinato del Perú en el siglo XVII
Analice el mapa 1 Área Rioplatense del Virreinato del Perú (comienzos siglo XVII). En él, observamos, con relación al
actual territorio argentino, la gobernación del Tucumán dependiente de la Audiencia Charcas; la de Chile que dependía de la de
Lima; la gobernación del Paraguay creada a expensas de las misiones jesuíticas y la inmensa gobernación del Río de la Plata o de
Buenos Aires, destinada a sobrevivir con su escasísima población sobre la base de cierta agricultura de manutención alrededor de los
poblados y una creciente exportación ilegal del ganado cimarrón. Advierta en el mapa la expansión portuguesa desde la línea que
imponía el tratado de Tordesillas.
Buenos Aires era ya la puerta abierta a la cuenca del Plata y, por lo tanto, hacia el océano Atlántico. Eso, desde ya, suponía
una ventaja sobre el virreinato del Perú, y constituyó el origen de la prolongada rivalidad. Estas tierras platenses fueron tan
desilusionantes para España en un comienzo como América del Norte para Inglaterra. Por otra parte, el español y luego el criollo
encontraron aquí lo impensado: grupos indígenas nómades capaces de ofrecer formas inesperadas de resistencia no halladas en Perú.
Estos aborígenes se sustrajeron completamente al avance y conquista en la pampa, o bien prefirieron retirarse y dejar que el medio los
defendiera (Chaco) o se declararon vencidos por su escaso número (Patagonia). Esta situación perdurarla hasta bien avanzado el siglo
XIX. La asimilación del indígena de la región piálense fue cuestión de tiempo, no de victorias. Perduraron en la misma sangre del
conquistador-colonizador que se avino fácilmente a la mestización.
Mapa 1
Corrientes conquistadoras y colonizadoras
Desde el siglo XVI hasta 1810 se desarrollaron sobre el territorio argentino tres corrientes de poblamiento, a saber:
• Corriente pobladora del este: provenía directamente de España, llegó a través del Río de la Plata y el Paraná. Tuvo a su
cargo la fundación de ciudades como Buenos Aires, Asunción del Paraguay, Santa Fe, Corrientes y Paraná.
• Corriente pobladora del norte: descendía del Perú y atravesaba la Quebrada de Humahuaca, dando origen a las ciudades
de: Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Córdoba, Salta, San Fernando del Valle de Catamarca, La Rioja y San Salvador de
Jujuy. Se caracterizó por un desarrollo urbano y cultural con asentamiento poblacional y crecimiento económico.
• Corriente pobladora del oeste: Hizo su arribo desde Chile y dio sus frutos en el nacimiento de ciudades como Mendoza,
San Juan y San Luis.
En 1700 había en el Virreinato del Río de la Plata unos 2.500 europeos. Al llegar el año 1810 eran apenas unos 6.000, sobre
un total de población de 700.000 habitantes en el actual territorio nacional. A diferencia del proceso de conquista desarrollado por los
británicos en Estados Unidos, basado en el establecimiento de colonias agrícolas, los españoles tendieron a la colonización urbana y
dejaron territorios sin ocupar como Chaco, Patagonia y La Pampa, lo que incidió en forma determinante en el desarrollo demográfico.
Es interesante recalcar un hecho muy significativo: si bien la Argentina conservo el sector medular del virreinato, perdiendo
estados periféricos, en la segunda mitad del siglo XIX expandirá su soberanía hacia "adentro", incorporando sucesivamente al sector
pampeano (Mapa 4 conquista del desierto 1879-1883), el sector patagónico (avance desde el norte y el este por expediciones militares
y colonizadores pioneros) y el sector chaqueño (conquistas y asentamientos castrenses y tardía colonización desde el eje Paraguay-
Paraná).
Mapa 4
Mapa 5 de la República Argentina a fines del Siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Mapa 5
En el extremo noroeste observamos el Territorio Nacional de Los Andes, creado sobre tierras incorporadas a causa de uno de
los pleitos limítrofes con Chile; su capital fue San Antonio de los Cobres. La vida de este territorio fue relativa, pues los cuatro
departamentos que lo formaban se repartieron en 1943 entre las provincias que lo limitaban.
Desde 1951, los territorios nacionales, como consecuencia de su crecimiento demográfico y económico, en sólo cinco años
fueron provincializados, salvo Tierra del Fuego. Esta iniciativa quedó perfecta mente corroborada en los censos de 1970 y 1930 que
mostraron que las tierras patagónicas fueron las que más crecieron proporcionalmente al resto de las jurisdicciones políticas
argentinas. Analice el mapa 5 "La Argentina, hoy: su proyección al Polo".
Mapa 5