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Territorio y territorialidad

Territorio, nación y Estado


Todo Estado está integrado por tres elementos ineludibles: el territorio, el pueblo y la organización jurídica que lo estructura.
Algunos tratadistas consideran que existe un cuarto componente: la finalidad.
Es necesario, ahora, abordar el concepto de nación dado que en algunas oportunidades se lo considera equivalente a pueblo y en otras
como sinónimo de Estado.
La nación es el conjunto de personas que pertenecen a la misma etnia, que hablan la misma lengua, que profesan la misma
religión y que poseen un pasado común, que se trasunta en su vida cultural (costumbres, forma de vestir, idiosin crasia, etc.). En
algunos casos se encuentran dispersas por el mundo (caso de la nación gitana), por lo que no constituyen en forma exclusiva el pueblo
de ningún Estado en particular sino que integran parcialmente numerosos pueblos.
En algunos casos el concepto de nación es equivalente a pueblo y ello es así cuando el pueblo de un Estado es lo
suficientemente homogéneo como para permitir esa sinonimia. En este sentido es habitual, por ejemplo, la referencia a una "nación
francesa".
En otros casos se hacen sinónimos los conceptos de nación y de Estado y ello reporta confusiones pues un Estado puede estar
formado por varias naciones (caso de Suiza y de la URSS).
En nuestro país es habitual la identidad entre nación-y Estado -como veremos de inmediato-,pero nosotros, en este escrito,
preferimos utilizar la palabra nación sólo para referirnos a las personas que constituyen un grupo homogéneo aunque no habiten en el
mismo Estado.
La expresión "Estado nacional", de uso reiterado, puede considerarse como manifestación de que existe una evidente
amalgama entre los elementos que constituyen un Estado, que es el resultado de una larga maduración histórica, como señala Sanguin
(1981:58).

El territorio
El territorio del Estado, en el que se asienta la población y desarrolla la vida, es la base física esencial de aquél y determina
en cierto sentido sus características.
En primera instancia, el territorio perteneciente al Estado comprende una parte de la superficie emergida de nuestro planeta
sobre la que aquél ejerce soberanía. En consecuencia, debe existir por parte de los demás Estados un reconocimiento tácito de esa
soberanía para que sea efectiva. Esa parte de nuestro planeta puede ser una parcela de un continente, un archipiélago, una porción de
una isla, etcétera.
En segunda instancia, constituyen el Estado porciones de las superficies y de las masas oce ánicas y de las áreas sumergidas,
si se trata de uno con acceso al mar. En tercera instancia, el hecho de ejercer soberanía sobre una parte de la superficie del planeta
adiciona a todo Estado una porción del espacio aéreo y otra del espacio cósmico. En cuarta y última instancia pertenece al Estado el
cono del globo terráqueo definido por todos los radios terrestres que tocan los puntos que constituyen sus confines y alcanzan el
centro de la Tierra.
Por todo lo manifestado consideramos que el territorio de un Estado no es un plano, sino una superficie que posee espesor, es decir,
tiene tres dimensiones. Ese espesor se extiende desde el centro de la Tierra hasta el infinito y varía permanentemente en relación con
los distintos movimientos que realiza nuestro planeta en el espacio astronómico.
Las relaciones que las personas manifiestan con el territorio pueden ser diferentes. Pueden prevalecer sentimientos
de Identificación, de pertenencia o de control y dominio. La territorialidad se diferencia del Territorio porque este término hace
referencia a las relaciones o las acciones que llevan a cabo esas personas para reivindicar su poder sobre el territorio. Pueden ser
relaciones débiles: si alguien está obligado a vivir en él  o intensas si el lugar es elegido para vivir en él.
El territorio es el espacio donde un Estado ejerce su soberanía. Allí el Estado ejecuta normas para las personas que viven en
él y a los recursos que posee. La relación entre Estado y territorio no es directa sino que es producto siempre de procesos
de conformación de territorio. Estos procesos reclaman de la buena predisposición de gobernantes y diplomáticos que acuerden
límites sin conflictos, esto es fundamental para que el Estado sepa cuál es el territorio que le es propio y administra.
La resolución de los límites territoriales de un Estado pueden ser acordados o por conflictos armados. Los mismo pueden
darse con países vecinos para fijar límites externos o conflictos con grupos políticos, étnicos, religiosos internos y la lucha es por fijar
los límites internos.

El pueblo
Concebido como la totalidad de los habitantes o población, el pueblo es el acervo más precioso de un Estado. Todo lo que a
él se refiere debe constituir, en consecuencia, una preocupación preferente de los gobernantes.
Asimismo, cabe señalar que la población en la vida de un país no se desarrolla como algo meramente material —una
estructura— sino que tiene un alma que es el impulso vital. Este impulso le permite al Estado enfrentar con mayor o menor éxito
problemas relacionados con la disponibilidad de recursos, un territorio reducido, la existencia de vacíos de población, o presiones
demográficas significativas o sea que está en relación directa con el éxito en vencer los desafíos de la historia.
Refiriéndonos al conocido trabajo de J. Gottman The significance territory (1973) podemos manifestar que la actitud de los
habitantes respecto del territorio ha tenido siempre un interés fundamental en la geografía. El territorio aparece como una noción
material y espacial que establece los vínculos entre la política, el pueblo y el marco natural. La función primordial del territorio con -
siste en definir las relaciones entre la comunidad y su hábitat, por un lado, y entre la comunidad y sus vecinos, por el otro.
Q. Wright (1948:39) señalaba que los cambios de población, como los cambios de clima, descubrimientos geográficos y
geológicos, invenciones técnicas y sociales influyen en gran medida en el comportamiento político de los Estados, pero cuanto más
"civilizados" son los pueblos menos determinantes resultan tales factores. Por su parte, A. L. Sanguin (1981:39) indica que son siete
los parámetros cualitativos que definen políticamente a los habitantes del territorio: cultura, educación, salud, raza, lengua, religión y
espíritu nacional.
En suma, el Estado es la manifestación de los habitantes del territorio en organizarse espacialmente; es ahí donde surge el
concepto de territorialidad y el de sentimiento de pertenencia como el señalado apego de los habitantes hacia el medio en el que
desarrollan sus actividades.

El gobierno
El tercer componente del Estado es la organización jurídica, a veces reconocida como "organización política", "gobierno",
"estructura institucional", etc. La organización jurídica hace referencia a los múltiples elementos que regulan permanentemente los
deberes y los derechos de todos y cada uno de los habitantes de un Estado, enmarcando al mismo tiempo su funcionamiento como tal.
Los distintos Estados representan organizaciones políticas emanadas de una comunidad que se dota a sí misma de un sistema
de gobierno para —entre otros aspectos— preservar el bienestar y la seguridad de los habitantes, mantener la integridad territorial del
Estado, permitir que los individuos puedan satisfacer sus necesidades espirituales, intelectuales, etcétera.
El sistema de gobierno da origen a una gran variedad interestatal teniendo esto último connotaciones en el ordenamiento territorial y
en la conformación de los diferentes paisajes políticos. También debe destacarse la importancia y trascendencia de la capacidad
económica de todo Estado ya que posibilita orientar las inversiones públicas, de acuerdo con políticas específicas, hacia los sectores
económicos o regiones del Estado en los que se crea conveniente o aconsejable llevarlas a cabo, bien para una mejor explotación y
movilización de los recursos existentes, bien para una progresiva integración territorial.

Finalidad del Estado


La finalidad o razón de ser del Estado constituye su cuarto y último componente y se refiere a las normas éticas y a los
propósitos que le dan sentido y guían la acción de sus gobernantes. Está integrada por los fines supremos del Es tado, c sea las
aspiraciones e ideales históricos del pueblo, destinados a colmar las esperanzas colectivas de la comunidad. Esta finalidad está
expresada generalmente en Constituciones según enunciaciones formales como las siguientes: paz y prosperidad; pan y libertad; orden
y progreso; libertad, igualdad; seguridad y bienestar; felicidad del pueblo y grandeza de la nación, etc. En otras palabras, representan
las exigencias que el pueblo le plantea al Estado al precio de su leal tad. En la República Argentina esas aspiraciones supremas están
indicadas en el preámbulo de la Constitución.
A pesar de estar ignorado en mucha literatura de geografía política el concepto de razón de ser no constituye un pensamiento
nuevo. F. Ratzel definió al Estado como una sección de tierra y una sección de humanidad organizadas en una unidad singular en
términos de una idea distintiva y particular; O. Maull, por su parte, discutió el concepto con cierta profundidad en su Politische
Geographie (1925) y más tardíamente R. Hartshorne (1940; 1950; 1954), L. K. D. Kristof (1967), R. Muir (1979) y A. L. Sanguin
(1981) se han ocupado del tema. R. Hartshorne, en su trabajo del año 1954, ha puntualizado que cada Estado debe buscar para
entregar a su pueblo un propósito o propósitos específicos distintos de los formulados en otros Estados, según los cuales todas las
clases de personas en todas las diversas áreas de la región se identificarán con el Estado que los contiene dentro de un área
organizada. Este concepto de complejo de propósitos específicos en cada Estado ha sido llamado "idea de Estado" por los autores
seguidores de Ratzel y por otros "razón de ser" o justificación del Estado.
A. L. Sanguin (1981) diferencia la idea de Estado de la razón de ser del Estado, indican do que esta última deriva de la
primera, es decir, que la razón de ser deviene de una concepción moral y filosófica del destino del Estado y de su misión en términos
de teleología humana universal. La idea estatal ayuda al pueblo a poseer una imagen de sí mismo, de aquello que es y de aquello que
será.

Nación Argentina y Estado argentino


El preámbulo y el artículo 35 de la Constitución Argentina (1853) mencionan explícitamente el concepto de "Nación
Argentina", mención que se repite en otros artículos. El tratadista Joaquín V. González ha considerado que en este caso los términos
Nación y Estado son equivalentes, pero con la salvedad de que es la nación organizada, bajo la forma o sistema que ella ha resuelto
adoptar, la que se transforma en Estado (González, 1983:87), idea que ha ratificado al manifestar que dicha Constitución ha aceptado
que la Nación —compuesta por las provincias— era preexistente al Estado. Asimismo ha considerado el célebre autor riojano que la
Constitución ha estado inspirada en la idea de que un solo pueblo forma el país y que sólo los términos nación y provincias son los
que corresponden al derecho constitucional argentino.
Empero, en el quehacer argentino en el campo de la geografía política es habitual el empleo del término Estado en lugar del
de Nación y con los mismos alcances.
Con respecto al nombre oficial de nuestro país, puede recordarse el conocido decreto de Derqui del 8 de octubre de 1860 que
estableció que es el de República Argentina.

Evolución del territorio

La definición histórica del territorio argentino

Salvo algunas pocas excepciones, todos los Estados contemporáneos reconocen antecedentes históricos que les otorgan
validez. En otras palabras: los Estados no son producto de generaciones espontáneas o de aleatorios procesos de azar, sino que hunden
sus raíces en la historia, a veces muy profundamente.
En lo que atañe a la República Argentina es indudable que sus raíces se encuentran en la acción político-administrativa
cumplida por España en las Indias, que en la parte de América que nos interesa había organizado un virreinato constituido por ocho
intendencias y cuatro gobiernos militares, con el fin de poner coto a las expansiones territoriales del actual Brasil.
Según una expresión del ilustre historiador Ricardo Levene, la Argentina, a diferencia del resto de Hispanoamérica, no fue
conquistada, sino colonizada. De esta manera, destacó los fundamentos tan especiales del dominio colonial español en el Río de la
Plata. Esas peculiaridades, que no se repetirían en el resto del continente influirían y encauzarían el proceso preparatorio de la
emancipación en el siglo XVIII. La colonización española fue un movimiento tardío del feudalismo europeo, por tanto volcó en
América desde California hasta el río Bío Bío todas las características propias de un paternalismo ejercido desde la metrópoli. El Río
de la Plata representó un "caso fronterizo" con respecto a otras comarcas más atractivas en cuanto a rápidas posibilidades de
enriquecimiento. En estas tierras, solo aptas para la agricultura, la posesión se realizó lentamente avanzando sobre un territorio
inmensamente llano, donde el escaso número de conquistadores tuvieron que afincarse en fundaciones urbanas, casi siempre
perdurables, para sobrevivir. El propio paisaje los trasformó en colonizadores para garantizar su supervivencia en la llamada "tierra
del hambre".
La rivalidad de Perú, con sus metales, un imperio entonces ya constituido y fantásticos espejismos de riquezas, y Buenos
Aires, con un enorme entorno de tierras vírgenes se inclinarla hacia la creación del virreinato del Perú en el siglo XVII
Analice el mapa 1 Área Rioplatense del Virreinato del Perú (comienzos siglo XVII). En él, observamos, con relación al
actual territorio argentino, la gobernación del Tucumán dependiente de la Audiencia Charcas; la de Chile que dependía de la de
Lima; la gobernación del Paraguay creada a expensas de las misiones jesuíticas y la inmensa gobernación del Río de la Plata o de
Buenos Aires, destinada a sobrevivir con su escasísima población sobre la base de cierta agricultura de manutención alrededor de los
poblados y una creciente exportación ilegal del ganado cimarrón. Advierta en el mapa la expansión portuguesa desde la línea que
imponía el tratado de Tordesillas.
Buenos Aires era ya la puerta abierta a la cuenca del Plata y, por lo tanto, hacia el océano Atlántico. Eso, desde ya, suponía
una ventaja sobre el virreinato del Perú, y constituyó el origen de la prolongada rivalidad. Estas tierras platenses fueron tan
desilusionantes para España en un comienzo como América del Norte para Inglaterra. Por otra parte, el español y luego el criollo
encontraron aquí lo impensado: grupos indígenas nómades capaces de ofrecer formas inesperadas de resistencia no halladas en Perú.
Estos aborígenes se sustrajeron completamente al avance y conquista en la pampa, o bien prefirieron retirarse y dejar que el medio los
defendiera (Chaco) o se declararon vencidos por su escaso número (Patagonia). Esta situación perdurarla hasta bien avanzado el siglo
XIX. La asimilación del indígena de la región piálense fue cuestión de tiempo, no de victorias. Perduraron en la misma sangre del
conquistador-colonizador que se avino fácilmente a la mestización.
Mapa 1
Corrientes conquistadoras y colonizadoras
Desde el siglo XVI hasta 1810 se desarrollaron sobre el territorio argentino tres corrientes de poblamiento, a saber:

• Corriente pobladora del este: provenía directamente de España, llegó a través del Río de la Plata y el Paraná. Tuvo a su
cargo la fundación de ciudades como Buenos Aires, Asunción del Paraguay, Santa Fe, Corrientes y Paraná.

• Corriente pobladora del norte: descendía del Perú y atravesaba la Quebrada de Humahuaca, dando origen a las ciudades
de: Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Córdoba, Salta, San Fernando del Valle de Catamarca, La Rioja y San Salvador de
Jujuy. Se caracterizó por un desarrollo urbano y cultural con asentamiento poblacional y crecimiento económico.

• Corriente pobladora del oeste: Hizo su arribo desde Chile y dio sus frutos en el nacimiento de ciudades como Mendoza,
San Juan y San Luis.
En 1700 había en el Virreinato del Río de la Plata unos 2.500 europeos. Al llegar el año 1810 eran apenas unos 6.000, sobre
un total de población de 700.000 habitantes en el actual territorio nacional. A diferencia del proceso de conquista desarrollado por los
británicos en Estados Unidos, basado en el establecimiento de colonias agrícolas, los españoles tendieron a la colonización urbana y
dejaron territorios sin ocupar como Chaco, Patagonia y La Pampa, lo que incidió en forma determinante en el desarrollo demográfico.

La Argentina y el Virreinato del Río de la Plata


La historia argentina propiamente dicha se inicia con la creación del virreinato del Río de la Plata, cuya demarcación no fue
realizada improvisadamente. Geógrafos y científicos de la categoría de Diego de Alvear y de Félix de Azara habían recorrido buena
parte de sus probables fronteras. La Cédula Real que procedió a su creación data del 1° de agosto de 1776 y fue su inspirador el
ministro José Calvez, quien entusiasmó con la idea al rey Carlos III, el que nombró a Pedro de Cevallos como su primer virrey. Poseía
una superficie excepcional, cercana a los seis millones de kilómetros cuadrados. Las autoridades metropolitanas eran conscientes de la
tremenda dificultad, en cuanto a la dilación de trámites burocráticos, que significaba que Buenos Aires dependiera directamente de
Lima e indirectamente de Madrid, por intermedio de la ciudad a orillas del Rimac. La demora en las gestiones normales, que atentaba
contra el libre crecimiento del Plata, con una evolución económica próspera y peculiar y, por otra parte, el peligro de Portugal, que
desconociendo los límites de Tordesillas golpeaba ya las orillas del Plata, y de franceses e ingleses con sus excursiones sobre
Patagonia y Malvinas, eran problemas que exigían soluciones rápidas y la autodeterminación de Buenos Aires para ejecutarlas.
El mapa 2 señala la división del Virreinato del Río de la Plata en 1782, cuando se le otorgó su propia estructura definitiva.
No incluye la intendencia de Puno fue separada de la primitiva organización en 1794 para integrar nuevamente el virreinato
del Perú. Puede considerarse que éste fue el primer desmembramiento del virreinato
En esta organización territorial del virreinato del Río de la Plata se puede observar la formaci ón prematura del límite con
Chile, cuya capitanía general siguió dependiendo del Perú, cerrada por dos "balcones" asomados al océano Pacífico dependientes del
virreinato del Río de la Plata.
En las cercanías de Buenos Aires, una serie de fortines o guardias protegían el litoral y la Intendencia de Córdoba del
Tucumán de los indígenas. Estos se hablan adaptado al caballo como rápida movilidad y asolaban zonas y pueblos con los malones.
Reconozca en el mapa esta línea de puestos fronterizos hacia 1781.
La gobernación de Chiquitos y el Gran Chaco es una cuña indómita entre dos áreas vertebrales del virreinato. Esta inmensa
zona no fue ocupada por el español, pues pueblos nómadas inflexibles amenazaron hasta bien entrado el siglo XVIII a los habitantes,
las rutas y la seguridad de áreas ocupadas en el este y el oeste.
El virreinato fue una entidad política equilibrada. La mayor parte de la población se encontraba en el interior. Los centros
mineros del noroeste, decadentes, revitalizaron su economía con producciones agrícolas de autosuficiencia y un activo tráfico desde el
sur. Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán desarrollaban cereales, algodón, tejidos, cueros, harinas; Salta, azúcar; Mendoza y San
Juan, vinos. Un intenso intercambio con muías y carretas fabricadas en el lugar movían las producciones. En el litoral, la ganadería
irracional exportaba cueros, sebo, lanas, por Buenos Aires y Montevideo. Esta última zona comenzaba a señalar con su economía
portuaria una región que, por su crecimiento agroexportador, arrasaría, con los años, la incipiente industria del interior.
Mapa 2
La integración del territorio argentino en 1810
Distintos estudiosos han tratado de establecer con precisión los límites del Virreinato del Río de la Plata, pero siempre se han
encontrado con dificultades insalvables. En términos generales es correcto manifestar que se extendía desde un lugar que pertenecía
entonces al gobierno militar de Moxos, al Norte de la actual Bolivia, hoy en poder del Brasil, hasta el cabo de Hornos o, si se quiere,
hasta la isla Diego Ramírez. Era bioceánico pues poseía costas sobre el Atlántico y sobre el Pacífico. Lo integraban, asimismo, las
islas Malvinas y las denominadas Antillas australes en mérito a lo acordado en la convención de Nootka Sound (1790), por la cual el
Reino Unido se comprometió a no levantar ningún establecimiento al Sur de las costas ocupadas entonces por España. La extensión
territorial del virreinato puede estimarse en 5.000.000 de km2.
Para entonces —principios del siglo XIX— el mar territorial se extendía hasta un tiro de cañón y nada se pretendía con
respecto a los fondos oceánicos. La Antártida era poco conocida y estaba teóricamente sometida a las estipulaciones de Tordesillas, a
lo establecido en las bulas papales y a lo acordado en la mencionada convención de Nootka Sound.
La actualidad el Virreinato del Río de la Plata ha desaparecido como entidad jurídica y como unidad territorial. En su lugar
existen cuatro países (Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay) y algunos trozos integran las repúblicas de Chile y del Brasil. Sin
embargo más de una vez se ha enfatizado sobre la necesidad y conveniencia de reconstruir esa magna unidad territorial, pero cabe
pensar que tales propósitos son irrealizables en la actualidad. El tronco común quizá sea un buen acicate para alcanzar una cálida
hermandad y una efectiva complementación en varios órdenes.
La historia explica el proceso de desintegración o desmembramiento del otrora magnífico virreinato, que es posible añorar,
pero de todos modos ese proceso debe usarse como "advertencia de lo por venir" —como señalaba Cervantes— con respecto a las
preocupaciones territoriales que aquejan hoy a nuestro país Los sucesos ocurridos en Europa a principios del siglo XIX
resquebrajaron, de distinta manera, la estructura establecida en América por España. En mayo de 1810 en Buenos Aires, como es
sabido, se designa una Junta para que gobierne al Virreinato del Río de la Plata en tanto se mantuviese la situación de acefalia en
Madrid. Distintos sucesos llevaron a la declaración de independencia de los territorios que componían ese virreinato, que reciben
nueva denominación y pasan a constituir una república. Se ha aventurado, recientemente, una interpretación distinta de este proceso
según la cual la República Argentina no sería —en el tiempo y en el espacio— la legítima heredera del Virreinato del Río de la Plata
(Menéndez, 1982).
Lo concreto es que desde Buenos Aires se gobierna, ciertamente con algunos escollos y tropiezos, el territorio que constituía
el virreinato. Esta situación quedó convalidada por el congreso reunido en Panamá en 1826 (ratificado por el congreso interamericano
reunido en Lima en 1847) en el que se decidió que los países americanos que entonces surgían a la vida política autónoma debían
aplicar el principio del uti possidetis, es decir, debían mantener los territorios que los integraban al momento de declararse
independientes. La fórmula jurídica completa es uti possidetis uti possideatis (como poseéis seguiréis poseyendo).
Esa es, en consecuencia, la definición histórica del territorio argentino en su solar o tronco inicial.
La desintegración del virreinato
Al producirse la Revolución de Mayo, Buenos Aires encabezaba un movimiento político basado en el comercio abierto,
aglutinando recursos humanos y económicos que desequilibraron la estabilidad del virreinato. Sectores periféricos reaccionaron de
acuerdo con sus posibilidades políticas: Paraguay desde 1811, el Alto Perú (Solivia) desde 1825 y la Banda Oriental desde 1828,
buscaron su autonomía, reduciendo el complejo virreinal. En el interior, las provincias con la influencia ejercida desde los Cabildos,
aceleró el proceso de desmembramiento y federalización. Interesante es observar los cambios producidos en las Tierras del Antiguo
Virreinato hacia mediados del Siglo XIX. (Provincias Unidas del Río de la Plata 1816 – 1820 y posteriormente territorios de la
Confederación Argentina 1829 - 1853). Ver Mapa 3 correspondiente, destacamos en él:
• La formación de los estados hoy limítrofes, a los cuales hemos hecho referencia: Solivia, con amplia salida al Pacifico. Paraguay (la
fecha corresponde a la Declaración de la Independencia), ocupando la margen izquierda del río homónimo, y el Estado Oriental del
Uruguay.
• La inmensa zona del Gran Chaco sin jurisdicción definitiva.
• El avance de Brasil sobre ciertos sectores limítrofes del virreinato.
• La expansión de Chile hacia el sur del continente.
• Los extensos territorios dominados por indígenas.
• La ocupación de las islas Malvinas por Gran Bretaña.
• El escaso territorio donde la Argentina ejercía su soberanía: allí se observa que aún permanece válido el triple sistema vertebral de
los caminos a Chile, al Alto Perú y al Paraguay.
Mapa 3

Es interesante recalcar un hecho muy significativo: si bien la Argentina conservo el sector medular del virreinato, perdiendo
estados periféricos, en la segunda mitad del siglo XIX expandirá su soberanía hacia "adentro", incorporando sucesivamente al sector
pampeano (Mapa 4 conquista del desierto 1879-1883), el sector patagónico (avance desde el norte y el este por expediciones militares
y colonizadores pioneros) y el sector chaqueño (conquistas y asentamientos castrenses y tardía colonización desde el eje Paraguay-
Paraná).
Mapa 4

Como resultado de estos movimientos se destacan dos hechos fundamentales:


1. La Argentina logra aproximadamente una fisonomía territorial semejante a la actual.
2. Las fronteras logradas corno consecuencia de la ocupación de esos territorios internos darán lugar a los prolongados
procesos de cuestiones de límites con los países vecinos.
Si bien la Constitución de 1853 declaró a la ciudad de Buenos Aires capital de la República, tan solo el 20 de septiembre de
1880 se sancionó, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, la ley 1029 de federalización del territorio que la componía, De esta
manera se daba un espaldarazo jurídico al puerto, que no solo constituyó el eje de la gran llanura platense, sino que se aprestaba a
recibir el aporte inmigratorio europeo que motivarla el gran desarrollo agropecuario de las tierras pampeanas.
Por ley 1532 del 16 de octubre de 1884 se crearon las gobernaciones sobre las nuevas tierras ingresadas al patrimonio nacional y el
país pasó a tener un aspecto muy parecido al actual.

Mapa 5 de la República Argentina a fines del Siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Mapa 5

En el extremo noroeste observamos el Territorio Nacional de Los Andes, creado sobre tierras incorporadas a causa de uno de
los pleitos limítrofes con Chile; su capital fue San Antonio de los Cobres. La vida de este territorio fue relativa, pues los cuatro
departamentos que lo formaban se repartieron en 1943 entre las provincias que lo limitaban.
Desde 1951, los territorios nacionales, como consecuencia de su crecimiento demográfico y económico, en sólo cinco años
fueron provincializados, salvo Tierra del Fuego. Esta iniciativa quedó perfecta mente corroborada en los censos de 1970 y 1930 que
mostraron que las tierras patagónicas fueron las que más crecieron proporcionalmente al resto de las jurisdicciones políticas
argentinas. Analice el mapa 5 "La Argentina, hoy: su proyección al Polo".
Mapa 5

Territorio Argentino desde 1810 hasta Hoy

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