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REQUISITOS

FORMALES GENÉRICOS

1. CONCEPTO

Se realiza una compraventa de vehiculo el cual presenta fallas, se garantiza


con un TV, PAGARE, este lo endosa el vendedor, y cuando llega a manos del
ultimo tenedor lo ejecuta luego de haber sido endosado 5 veces. El deudor
no lo quiere pagar por que alega la mala calidad del bien.

Son aquellos elementos que hacen relación a la exteriorización del derecho,


elementos mediante los cuales la facultad que se encuentra en la esfera volitiva
del suscriptor trasciende al mundo exterior; son los fundamentos o prescripciones
legales exigidos en el momento de la formación del acto o negocio jurídico.

Como quedó dicho al estudiar la naturaleza del título-valor, este es un negocio


jurídico unilateral, luego los requisitos formales son todos los elementos que
aparecen al dársele existencia al título-valor y tienen su fundamento en el art.
620; son de características legales, puesto que en él se dice que para que un
documento de la naturaleza de los títulos-valores produzca efectos debe contener
la mención y los requisitos exigidos por la ley, salvo que ésta los presuma, de tal
manera que cuando un título-valor no cumple los requisitos legales formales es
nulo; no quiere significar esto que pierda eficacia el negocio jurídico subyacente o
relación jurídica que le dio origen, como puede suceder en el caso de la
compraventa de un vehículo, cuyo precio se paga a través del giro de letras de
cambio; cuando estas letras de cambio no llevan la firma del suscriptor, no
produce ningún efecto por ser nulas, pero esto no equivale a que se invalide la
compraventa que la originó. Ahora bien, el Código de Comercio en cada título-
valor establece requisitos específicos, los cuales son complementados por los
genéricos, consagrados por el art. 621 de la misma obra.

Estos últimos requisitos los veremos a continuación y aquellos cuando tratemos


cada título en particular.

Previo a esta exposición, se hace necesario precisar qué se entiende por nulidad
absoluta y relativa.

Los contratos en materia comercial pueden ser ineficaces, es decir, que el acto
jurídico no está llamando a producir todos los efectos que, de haber cumplido con
los requisitos legales, debería generar. El acto puede entonces o ser inexistente
o ser nulo, absoluta o relativamente.

Por inexistencia debemos entender que el acto jurídico no ha nacido a la vida


jurídica por faltar algunos de los elementos esenciales y su característica principal
es la no exigencia de declaración judicial (art. 898).

La nulidad absoluta, en cambio, a pesar de responder al mismo interés público


que la inexistencia, debe ser declarada de oficio por aquél (art. 899).

La nulidad relativa obedece a un interés privado y ha sido consagrada para evitar


la vulneración del principio de lealtad que debe existir en toda contratación y así
proteger a quienes por su estado de minoridad psíquica no están en capacidad de
sopesar las consecuencias de sus actos, motivo por el cual solo éstos pueden
alegarla (art. 900).

Como hemos anotado, la falta de un requisito formal obligatorio (Números 2 y 3), o


de uno cualquiera de los requisitos esenciales de cada título en particular, genera
no la inexistencia sino la nulidad del título-valor. Al respecto el art. 898 expresa en
su inciso segundo: “...Será inexistente el negocio jurídico cuando se haya
celebrado sin las solemnidades sustanciales que la ley exija para su formulación
en razón del acto o contrato y cuando falte alguno de sus elementos esenciales”; y
el art. 899, ibídem, indica: “...será nulo absolutamente el negocio jurídico en los
siguientes casos: 1. Cuando contraría una norma imperativa, salvo que la ley
disponga otra cosa...”; tal sería el caso de una letra de cambio que carece del
nombre del girado, elemento esencial al tenor del numeral 2 del art. 671. Si
aplicáramos el primer artículo transcrito, la letra de cambio sería inexistente, en
cambio, si aplicamos el art. 899 el título-valor sería nulo por contrarias una norma
imperativa, esto es, la del numeral 2 del art. 671.

Como se puede observar estaríamos ante una contradicción, pues frente al art.
898 la letra sería inexistente y según el 899 sería nula; dicotomía que debe
resolverse aplicando este último, por ser una norma posterior de acuerdo con las
reglas de la hermenéutica jurídica consagradas en el art. 5° de la ley 57 de 1987.

Pero esta nulidad absoluta predicable en un título-valor carente de algunos de los


requisitos formales obligatorios o esenciales al título debe ser alegada dentro de la
oportunidad procesal por vía de excepción, tal como lo consagra el numeral 4 del
art. 784, pues de lo contrario se tendría por subsanada la nulidad.

En cambio, si se propusiere dicha excepción dentro del término, perderá su


eficacia como título-valor, convirtiéndose en un título impropio o de simple
legitimación, del cual trataremos en el capítulo XI de esta obra.

Sin embargo es pertinente advertir que al tenor del art. 622, si un título-valor tiene
espacios en blanco que correspondan a requisitos esenciales, como sería el
nombre del girado, la forma de vencimiento de su exigibilidad podrá llenar
personalmente tales espacios, siempre y cuando siga estrictamente las
instrucciones dadas por el suscriptor del título, subsanando la nulidad que hubiera
podido presentarse.
2. LA MENCIÓN DEL DERECHO

a) Debe constar por escrito. Este elemento tiene íntima relación con la
incorporación y la literalidad que tratamos en el capítulo III, puntos 1 y 2. Quiere
ello decir que el derecho debe mencionarse en algo, lo cual debe entenderse en
un escrito. Nuestro Código de Comercio no especifica en qué, lo que sí hacía la
Ley de Instrumentos Negociables o ley 46 de 1923. El escrito puede ser hecho a
mano, ya sea con lápiz o con tinta, o mediante impresión mecánica, como puede
ser el sistema tipográfico o máquina de escribir; a su vez, el material en que se
plasma puede ser de papel, tela, pergamino, o piel o cualquier otro elemento apto
para escribir al sobre él, o sea que se da libertad en cuando al medio de escritura.
Sin embargo, el Código de Comercio en su art. 712 trae una excepción para los
cheques, pues éstos deben ser llenados en los formularios expedidos por el
girado, o sea por el banco.

b) El escrito debe ser indivisible. El derecho que se incorpora debe ir en un


solo escrito. No se puede escindir de tal manera que se rompa con ello la
literalidad del derecho incorporado en él y también prestación que debe cumplir el
deudor.

c) Debe estar en castellano. La mención del derecho que se haga en el escrito


debe ser en el idioma castellano, que es la generalidad de los caos; sin embargo,
cuando se expresa el derecho en idioma diferente como el inglés o Francés, es
necesario hacer la traducción pero siempre atendiendo al sentido que se les da a
las palabras en el idioma castellano, es decir, el documento se traduce a esta
lengua (art. 823).

d) No exige fórmulas o expresiones sacramentales. El escrito normalmente no


exige fórmulas precisas o sacramentales, ni terminología exacta, sino que basta
simplemente con que se cumplan los requisitos específicos y genéricos exigidos
por la ley; desde luego, hay ocasiones en las cuales se requiere una mención
especial: en el caso de los certificados de depósito, bono de prenda, carta de porte
y conocimiento de embarque, y la factura cambiaria, se necesita una expresión
especial, consistente en anotar que para sus efectos se le asimila a una letra de
cambio, observación que de omitirse hace perder al documento su naturaleza de
título-valor, para degenerar en un título impropio (art. 645).

e) Contenido del derecho. En el escrito debe mencionarse, además, el derecho


que se incorpora en él. Por ejemplo, una suma determinada de dinero, como en el
caso de una letra, o una parte alícuota de un crédito colectivo, como sucede en los
bonos, o referirse a mercancías depositadas, como ocurre en el certificado de
depósito. No sobra advertir que hay algunos títulos que no contienen todas las
menciones del derecho, como acontece en tratándose de las acciones, tal como lo
explicamos en el capítulo XIX.

f) Debe mencionarse la cantidad. Este requisito formal se ha venido


introduciendo por la costumbre entre los comerciantes, al mencionar la cantidad
tanto en números como en letras. Pero creemos que solamente es aplicable a
aquellos títulos-valores de contenido crediticio, que son los que tienen las órdenes
o las promesas de pagar sumas de dinero. Cuando hay dificultades en la
interpretación de una cifra numérica respecto de una cifra escrita en palabras, el
legislador en el art. 623 trajo la solución, al decir que cuando hay diferencia entre
estas, siempre prevalece la escrita en palabras; si hay varias cifras en palabras y
varias cifras numéricas, siempre prevalecen las escritas en palabras pero de
menor valor.

De conformidad con la norma citada, en la presentación de un cheque con


diferencia en la cifra numérica y en palabras, los bancos están obligados a pagarlo
por el valor de la cifra en letras. En los demás títulos de valores opera el mismo
principio, pues originalmente la expresión numérica de la suma pagadera tuvo el
simple valor de una referencia; por ello se reitera: si hay contradicción entre la
expresión en letras y en números prevalece aquella; pero si está solo la expresión
numérica, no significa que pierda su valor, en tanto que no hay fórmulas
sacramentales en los títulos valores.

También el art. 874 se refiere a la mención de la cantidad, lo que va de acuerdo


con lo convenido entre las partes, que pueden pactarla en moneda nacional o en
moneda extranjera, pues el artículo mencionado dice en su inciso 1° que a menos
que se exprese otra cosa, las cantidades estipuladas en los negocios jurídicos
serán en moneda legal colombiana, es decir, abre la posibilidad a las partes del
título valor para que lo hagan en una u otra moneda. Pero deberá hacerse el pago
en moneda legal colombiana, al tipo de cambio que rija en el monto de su
exigibilidad.

3.- FIRMA DEL SUSCRIPTOR

a) Importancia y noción. Este elemento lo trae también el art. 621 en su primer


inciso y es de tal importancia que toda obligación cambiaria deriva su eficacia de
una firma puesta en el título-valor (Código de Comercio, art. 625), lo que quiere
decir que si al instrumento, por más que cumpla con los demás requisitos, le falta
la firma del suscriptor, es como si no existiera y por ende no produce ningún
efecto. ¿Pero qué es firma? Se define como firma la expresión del nombre del
suscriptor o de alguno de los elementos que lo integran, o de un signo o símbolo
que utiliza para identificarse personalmente (Código de Comercio, art. 826, inciso
2°). Cuando la ley habla de expresión del nombre se supone que es escribir el
nombre y apellidos, y si dice alguno de los elementos se está refiriendo a alguna
letra o a lo que comúnmente se conoce como rúbrica. Y por último, cuando la ley
habla de signo o símbolos, bien puede ser una x impuesta por una persona que no
sepa leer ni escribir pero ésa sea su manera de identificarse, o un círculo o un a
curva, de todas formas se toma en los usos comerciales como una firma. Esta
firma debe estamparse dentro del cuerpo del título, y en lo posible, con excepción
del cheque, colocarse el número de identificación, ya que de acuerdo con la ley 39
de 1961, este es el único medio de identificación de la persona, para así
determinar con certeza el suscriptor.

b) Presunción de autenticidad. La firma goza de la presunción de autenticidad,


lo cual expusimos al hablar de la naturaleza jurídica del titulo-valor resultante de la
combinación de los arts. 793 del Código de Comercio y 252, numeral 5 inciso 2°
del Código de procedimiento Civil. Sin embargo esta presunción admite prueba en
contrario y tiene algunas excepciones en nuestro Código de Comercio; por
ejemplo, el art. 649 cuando se refiere a los títulos nominativos, de la facultad al
creador del documento para exigir al transmisor del título la autenticidad de su
firma, pero ello no es meramente facultativo del creador. Ahora hay otra
excepción, tratándose de la firma de los ciegos, la cual la explicaremos en el punto
siguiente numeral 6).

c) Clases de firmas.

1. Firmas por medios mecánicos. El art. 621 en su inciso 4° autoriza que


la firma del suscriptor sea sustituida por un signo o contraseña impuesta por
medios mecánicos, es decir la firma del suscriptor se puede reemplazar por un
sello de caucho o un sello metálico, o cualquier otra forma de identificación, pero
claro está en este caso bajo la responsabilidad del suscriptor del mismo
documento. A su vez, este artículo en su respectivo inciso hay que mirarlo en
concordancia con el art. 827 ibídem, pues se exige o se dice que la firma impuesta
por medios mecánicos no será suficiente sino en aquellos casos en que la
costumbre o la ley lo autorice, lo que significa que si por medio mercantiles o
comerciales se he venido introduciendo la costumbre de utilizar medios
mecánicos, entonces se puede perfectamente aceptar. Así, en relación con los
títulos seriales, o sea aquellos que se expiden en serie, como pueden ser los
bonos o las acciones, se acepta la firma impuesta por medio de un sello o el
simple sello, lo mismo en otros casos autorizados por la ley; por ejemplo, el art.
665 autoriza que los endosos entre bancos se hagan con el simple sello del
endosante, es decir, que aquí no se necesita la firma del representante legal del
banco endosante, pero esto de todas maneras es muy peligroso, puesto que si por
la mera costumbre se utilizan estos medios sabemos nosotros que es más fácil
falsificar un sello que una firma de puño y letra del suscriptor, ya que ésta tiene
rasgos característicos más difíciles de imitar.

2. Firma del mandatario o representante. Los arts. 640 y 642 regulan la


firma del suscriptor de un título-valor en nombre de otro, cuando se estampa como
representante, mandatario u ostentado una calidad similar, cuando se suscribe en
desarrollo del llamado mandato o representación aparente y cuando se efectúa sin
existir poder o siendo insuficiente para ello. A los dos primeros nos referimos en
este numeral y a la tercera especie, en el numeral tercero.

Lo que aquí y en el numeral siguiente estudiaremos, no sólo es aplicable al


suscriptor creador de un título-valor(girador, librador y otorgante), sino también al
endosante (sea el tomador o un tenedor posterior), al obligado principal (girado,
aceptante y al avalista de cualquiera de ellos), que suscriben un título-valor en
nombre de un tercero, a los cuales les son aplicables los arts. 640 a 642 y 663,
con las mismas exigencias y consecuencias que veremos a continuación para el
suscriptor creador, de un titulo-valor.

a’) Firma de mandatario o representante. El art. 640, permite que los títulos
valores sean firmados por representantes o mandatarios o personas con calidades
similares. Los primeros son aquellos facultados para celebrar en nombre de un
tercero, uno o varios actos jurídicos (art. 832 y ss.); los mandatarios son aquellos
autorizados para celebrar en nombre de un tercero, uno o varios negocios
mercantiles (art. 1262 y ss); en este caso el mandato es un contrato y el
mandatario una de las partes que puede o no conllevar la representación si se
estipula o no, en el primer caso le serán aplicables las normas sobre
representación (art. 832 y ss), y se denomina mandato con representación, en
caso contrario se llama mandato simple.

Entre el mandato simple y la representación, existen diferencias, pues aquél


se circunscribe a actos o negocios mercantiles (art. 20, 21, y 22) y excluye los que
no tiene esta naturaleza (art. 23); la segunda es mucho más amplia, pues implica
la celebración de los actos o negocios jurídicos autorizados por el representado,
es decir toda declaración de voluntad que produzca efectos jurídicos que vinculen
a la persona representada, o sea, comprende además de actos mercantiles,
cualquier acto de carácter jurídico. En síntesis, como quiera que el giro,
aceptación, endoso, etc., de títulos valores, es un acto mercantil según el ordinal
6° del art. 20, el mandatario puede suscribirlos, por tener esta naturaleza y el
representante igualmente por ser actos jurídicos.

El mandatario o representante, puede suscribir un título valor en nombre de otro


que sea una persona natural o jurídica, por ejemplo, se puede ser mandatario o
representante en una asociación sin ánimo de lucro, un fundación, una sociedad
civil o mercantil, incapaces por minoría de edad o por haber sido declarados
interdictos por demencia, sordomudez o disipación.

El art. 640 igualmente autoriza firmar en nombre de otro a aquellas personas que
ostenten una calidad similar a la del mandatario o representante, entre aquéllas
están los llamados factores referidos en los arts. 1332 a 1339, los cuales los
definen como un mandatario especial facultado por alguien denominado por la ley
como preponente, para que administre un establecimiento comercial o una rama o
parte de la actividad que desarrollo, teniendo su base en un contrato llamado
preposición. El factor podrá suscribir un título-valor en nombre del proponente,
obligando en dos casos cuando suscribe el título-valor o cualquier contrato, dentro
del giro ordinario de la actividad que se desarrolla en el establecimiento mercantil
y es notoria su calidad de factor y en segundo lugar, cuando el resultado del
negocio efectuado, es provechoso al preponente o redunda en su beneficio, en
este último caso aunque no se reúnan las condiciones del primero.

El inciso primero del art. 640, señala que el mandatario, representante o quien
suscriba un título-valor en nombre de otro con una calidad similar, deberá
acreditarla. Si se trata del mandatario, factor o representante, mediante la
exhibición del contrato escrito del mandato o, de preposición, o poder
respectivamente, en conde consten las estipulaciones correspondientes, o de
manera verbal por medio del dicho del mandante , representado o proponente;
aunque para la persona que negocia con quien firma a nombre de un tercero, es
más conveniente la demostración escrita de dichas facultades. Si se trata de un
representante, la facultad para suscribir un título-valor en nombre de otro, podrá
constar en un poder general o en un poder especial, según lo dispuesto por el
segundo inciso del art. 640, lo cual no es óbice para otorgarlo de manera verbal,
por cuando allí se entiende perfectamente que el otorgamiento del poder escrito es
facultativo, al emplear el vocablo “podrá”, aunque de todas maneras el poder
escrito es más conveniente en el sentido de probar la representación.

Si la acreditación se trata de representantes legales o de factores, el art. 641,


consagra un especie de presunción, al decir que aquéllos se reputarán
autorizados para suscribir títulos valores en nombre de las entidades que
administran o representan, por el solo hecho de su nombramiento, aunque este
deberá inscribirse en la Cámara de Comercio correspondiente, según los arts.
163, 164 y 1333, por cuanto puede ocurrir en la práctica que la junta o asamblea
general de socios o el preponente, designen un nuevo representante legal o factor
según el caso, y el acta o acuerdo correspondiente no se halle inscrito en la
cámara de comercio; en este caso se estaría frente a dos representantes legales
o factores de la misma entidad o proponente, caso en el cual según las normas
citadas, el autorizado para suscribir el título-valor será el inscrito en la cámara de
comercio correspondiente. La acreditación se puede hacer con un certificado de
la cámara donde aparezca la inscripción respectiva o con copia del acta o acuerdo
del nombramiento o del contrato de preposición, si el nombramiento coincide con
el registrado. Lo establecido en el art. 641, admite prueba en contrario, por
cuando puede ocurrir que el representante legal o factor, carezcan de poder o de
las facultades para suscribir títulos, o se encuentren limitadas en cuanto a la
cantidad y exijan autorización previa de la junta de socios de acuerdo con los
estatutos o del proponente, para hacerlo; ejemplo: si en los estatutos de una
sociedad se exige autorización previa de la junto de socios que su representante
legal celebre operaciones mercantiles con títulos-valores por cuantía superior a
$30.000.000 entonces si este omite tal autorización, se obligará ante el acreedor
personalmente por la totalidad del crédito a menos que la sociedad ratifique su
gestión. Los estatutos sociales serán la prueba de a extralimitación de las
facultades, para no ser la sociedad la obligada a cancelar la prestación cambiaria.
Por el contrario si en los estatutos de una sociedad o en el contrato de reposición,
se calla sobre la facultad de suscribir títulos-valores a nombre de la sociedad o del
preponente según el caso, con la sola demostración del nombramiento inscrito
mediante el certificado de la cámara de comercio es suficiente para otorgar dicha
facultad, según el art. 641.

Si se trata de representantes legales de sociedades civiles v.gr., de abogados o de


ingenieros, etc, debe acreditarse mediante certificación de existencia y
representación legal emanada de la cámara de comercio, por cuanto a partir de la
ley 222 de 1995, se equipararon a las sociedades comerciales al quedar
sometidas a su misma regulación legal; si es una cooperativa, mediante
certificación de existencia y representación legal expedida por Dancoop; si es un
asociación sin ánimo de lucro, depende de la entidad en donde se halle inscrita,
v.gr. una asociación de copropietarios con personería jurídica, empleará un
certificado expedido por la Cámara de Comercio de su domicilio; si es un menor
de edad, con el registro civil de nacimiento o la sentencia en que se otorga la
tutoría o curaduría o testamento en que se le designa, según el caso; si el tercero
es un interdicto por demencia, sordomudez o disipación mediante la sentencia por
medio de la cual se decretó la interdicción etc.

b´) Suscripción por mandatario o representante aparente. Puede ocurrir


que una persona suscriba un título-valor a nombre de un tercero, sin existir
previamente un contrato (mandato o preposición) o poder para ello
(representativo); pero que por hechos positivos y omisiones graves, conforme a
los usos mercantiles, se crea que el suscriptor está autorizado para obligar al
tercero por quien lo ha suscrito, estaremos frente al mandato o representación
aparente, por ejemplo: si la empresa denominada Productora de Cauchos Ltda.
entidad asentada en Santafé de Bogotá en donde es su domicilio, envía al señor
Pedro Gantiva a la Ciudad de Medellín, con el objeto de abrir un establecimiento
de comercio o punto de venta de los artículos que se producen, sin que exista
mandato, poder o nombramiento previo de factor, y este señor para la obtención
de la materia prima a más bajo precio o de capital para financiamiento, suscribe
títulos-valores en nombre de la Productora de Cauchos Ltda., estaremos frente al
mandato o representación aparente, por cuanto del desarrollo de su actividad se
concluye que actúa en nombre y representación de la sociedad que lo ha enviado
a la ciudad de Medellín, lo que se deduce de actos tales, como usar papelería con
membrete de la sociedad, utilización de sellos de la misma, el tener firma
autorizada en una cuenta corriente cuyo titular es la sociedad, el conocimiento en
el mundo mercantil de que el señor representa en la ciudad de Medellín a la
citada sociedad, etc.

El caso que nos ocupa de la firma por mandatario o representante aparente,


encuentra su asidero interpretativo en sentencia del tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafé de Bogotá, Sala Civil, al expresar :

5. ”Por cuanto también se pretende por la sociedad demandada negar las


obligaciones contenidas en las facturas cambiaria de compraventa, debido a que,
tal cual se lee, “no están firmadas por quien tiene la facultad para obligar, que lo
sería el representante legal...”, defensa que, pese a no estar formulada conforme a
la técnica procesal, ha de colegirse como apoyada en las excepciones
contempladas en los numerales 1. y 3. del artículo 784 del Código de Comercio,
de este extremo se ocupará el Tribunal, máxime cuando aún de oficio hay lugar a
su estudio, toda vez que el punto también toca con uno de los requisitos
esenciales del título valor que, de faltar, impediría su estructuración como tal frente
a cualquier tenedor del mismo, o conduciria a que por razón de lo previsto en el
artículo 642, inciso 1., ibidem, no hubiera legitimación por pasiva, dando aquel
presupuesto contenido en el artículo 488 del C. de P.Civil, referente a que el
documento ha de provenir del deudor o de su causante para que preste mérito
ejecutivo.

No sin antes señalar la Corporación que el tema no estaría llamado a ocupar


mayor atención, toda vez que, aparte de unas firmas autógrafas, se encuentra
plasmados en las facturas unos sellos mecánicamente impuestos, en los que
claramente se leen las palabras “ALTANARE LTDA”, modalidad expresamente
aceptada como suficiente en el derecho cambiario - artículos 621 y 827 del C. de
Comercio - como forma sustitutiva de firma, los cuales al no ser tachados de falsos
permiten que estos títulos valores continúen revestidos de la presunción de
autenticidad pregonada al unísono por los artículos 795 del C. de Comercio y 252
in fine del C. de P.c., en todo caso, para mayor amplitud, con abstracción de este
razonamiento se aborda el análisis de rigor.

6.- No obstante que prima facie, es verdad que a las personas jurídicas sólo
pueden obligarlas quienes ejerzan su representación, y que también ello resulta
oponible a terceros, en cuanto a la escritura pública de constitución, o sus
posteriores reformas o modificaciones, en la que consten los nombres de las
personas naturales que puedan actuar a su nombre y sus correspondientes
limitaciones, se inscriba en el competente registro, no debe tampoco perderse de
vista lo que sobre el particular prevé el artículo 640, in fine, del C. de Comercio, al
expresar que “No obstante quien haya dado lugar, con hechos positivos o con
omisiones graves, a que se crea, conforme a los usos del comercio, que un
tercero está autorizado para suscribir títulos en su nombre, no podrá oponer la
excepción de falta de representación en el suscriptor ”.

La norma transcrita, no hace sino recoger positivamente un principio de


derecho reconocido de mucho tiempo atrás por la jurisprudencia patria, esto es, el
de la teoría del error común como fuente creadora de derecho, tendiente a dar
seguridad a los negocios jurídicos y a defender a los terceros de buena fe.

Esta teoría, llamada también de la apariencia o del mandato aparente, que,


según la misma Corte Suprema de Justicia (G.J.T, CVII, 1a. pag. 311), hizo su
aparición en la sentencia de 20 de mayo de 1936, publicada en la Gaceta Judicial
XLIII, pag. 49, requiere para su cumplida configuración, a términos de este primer
fallo, la concurrencia de los siguientes presupuestos :

A).- Que se trate de un error general, es decir, de un error no universal pero


si colectivo.

B).- Que ese error haya sido invencible, o sea que hasta los hombres más
prudentes lo habrían cometido”.

En posteriores ocasiones (27 de julio de 1945, G.J.T, LIX; 18 de mayo de 1995,


G.J. t, LXXX, pag. 338; 23 de junio 1958, G.T. t, LXXXVIII, pag. 230; 25 de abril de
1960, G.T. t, XCII, pag. 452; 28 de mayo de 1963, G.J.t, CII, pag. 99; 17 de febrero
de 1964, G.J.t, CVII, pags. 147 y 311; 7 de noviembre de 1967. G.J.t, CXIX, pag.
283) ha reiterado y precisado la Corte el alcance de la doctrina, como cuando en
el último de los aquí mencionados, reiterando jurisprudencia anterior, expuso que
“la máxima error comunis facit jus requiere indispensablemente y con exigente
calificación probatoria, que se demuestre la existencia de un error común o
colectivo, que sea excusable e invencible y limpio de toda culpa y en el cual se
haya incurrido con perfecta buena fe. Faltando alguno de estos elementos
jurídicamente esenciales, el error no puede ser simplemente alegada como motivo
suficiente para justificar su contravención”.

Sustentada, pues en la máxima error comunis facit jus... esta figura


jurídica consiste en crear derechos o situaciones de la nada, dando por existente
precisamente un derecho o situación que en realidad no existe, debido a que dicho
yerro o equivocación resulta ser de tal magnitud que, cualquier otro individuo
prudente puesto en la misma o semejante situación, también lo hubiera cometido.

Hácese indispensable observar que para la cabal estructuración de la teoría


de la apariencia resulta menester la presencia permanente de una buena fe
cualificada o exenta de culpa en quien acude a ella, toda vez que ha de
establecerse con suficiencia que le fue imposible descubrir la falsedad o no
suficiencia de determinada situación; de ahí que, contrario sensu, si se llegara a
demostrar que no hubo esa apariencia o si se viniera evidenciar que estuvo a su
alcance advertir la falacia, no es posible solicitar su cumplida configuración.

7.- Guiada la Sala por esos lineamientos, encuentra que en este asunto hay
el suficiente material probatorio para hacer actuar la norma contenida en el inciso
final del artículo 640 citado, toda vez que se estableció que, como en pretéritas
ocasiones también exactamente ocurriera, ahora igualmetne una empleada de la
sociedad demandada les aceptó con su firma las facturas, sin que,
adicionalmente, a ese proceder se le hiciera objeción alguna por aquella,
comportamiento que, por reiterativo, bien pudo dar lugar a que la vendedora
creyera, de la mejor buena fe, que esa rúbrica bastaba para tenerla como signo de
aceptación por persona facultada para obligar a la sociedad deudora.

En efecto, vistos los testimonio que a petición de la misma demandada


rindieran EDGAR DAVID NAVARRO SOTO Y MABEL PATRICIA SANCHEZ
RENTERIA (fls. 109 a 115, Cuad. 1), ambos empleados de ALTANARE LTDA.,
fuera de desprenderse de sus versiones la circunstancia atinente a que entre las
partes mediaron varios negocios relativos a la compraventa de cemento que la
compradora pagaba por el valor contenido en las facturas, de igual manera quedó
claro que la testigo era, antes como ahora la encargada de firmar las facturas
remitidas, sólo que, según los dos deponentes, ello apenas implicaba “radicación”,
“recepción”, “legislación” para posterior “revisión’ de esos documentos, toda vez
que, como agregan los mismos, después de ello el pago siguiente consistía en
que el jefe inmediato de ella seleccionaba las que se iban a cancelar, para que
posteriormente el gerente de la empresa aprobara su pago.
Es así como, en armonía con el testigo, la mencionada MABEL PATRICIA
SANCHEZ, tras admitir que apenas las recibía para los fines atrás señalados,
explicó cómo era “el conducto regular”al decir : “inicialmente yo comparaba la
factura con los datos que emitían en la obra del material recibido por cada
proveedor, a este proceso se le llamaba legalización de facturas, frente al sistema,
posteriormente y a manera quincenal, mi jefe inmediato junto con el gerente
escogían las facturas que iban a cancelar y a la vez rectificaban que mi trabajo
estuviera bien hecho, finalmente, la aprobación para la cancelación de esas
facturas la emitía el gerente. Emitía un listado para que yo hiciera los cheques y
en el momento en que él los firmaba las estaba aceptando”; y al interrogársele
acerca de la forma como se enteraba la vendedora de esas etapas, aseveró que ël
proveedor llamaba quincenalmente entre los días miércoles y jueves, para saber si
se le habían emitido cheques a su favor.

Esclarecido como está que en el pasado hubo entre los contratantes otros
negocios similares, sólo que en esta ocasión advinieron desavenencias, y que,
adicionalmente, en términos semejantes, habitualmente documentaron sus
contratos de compraventa 9fls. 35 a 70, cuad. 1), la verdad es que, con la sola
imposición del sello de la empresa y, amén de este signo, con la firma de la citada
empleada, externamente la compradora pudo crear asi la creencia en la
vendedora de estar negociando con quien tenía la facultad de obligarla, sin que
resulte válida la excusa esgrimida por aquella, toda vez que ese “conducto
regular”, a diferencia de esos rasgos externos demostrativos de firmas, solamente
vendría a configurar un procedimiento interno de la empresa demandada, pero sin
transcendencia para quienes, de buena fe, confiaron en la apariencia que
denotaban tales firmas o signos.

En compendio, ponderado el haz probatorio consistente en esos


testimonios y en las otras muchas facturas, algunas de ellas incluso firmadas por
las mismísima MABEL PATRICIA SANCHEZ (fls. 37 y 46, cuad.1), resulta
razonable colegir que, atenidos a lo que exteriormente mostraban esos títulos
valores, hubo confianza en que estaban aceptados por persona autorizada para
obrar así, más aun cuando, como quedó explicado, una vez se regresaron los
documentos idóneos a la vendedora, no era de su incumbencia detenerse en
averiguar cuáles eran las etapas o el procedimiento seguido al interior de la
empresa deudora, o sea, los que la misma exigía después para la admisión de los
otros ejemplares, máxime cuando la adquirente ya había recibido materialmente
las cosas.

En asunto semejante, en otra sesión dijo al Tribunal “que si se exigiera para


cada caso que fuera indispensable la presencia del patrono o del representante
legal de la empresa, ello constituiría un obstáculo para el cabal desarrollarlo
comercial al querer de los comerciantes, quienes en forma permanente delegan
expresa o tácitamente, o simplemente toleran, que sus dependientes se entiendan
con los terceros.
“En síntesis, en aplicación de la norma últimamente referida, es menester
hacer actuar con vigor el principio general de derecho que consagra la buena fe de
los terceros, máxime que el patrono dió lugar a una apariencia engañosa, en la
que mal puede excusarse so pretexto de falta de representación en el suscriptor”.
(Sentencia de 24 de febrero de 1989, Ejecutivo de Armaduras Heliaceros S.A.
contra Alberto Zuñiga Caballero). (Sentencia del 5 de febrero de 1997. Magistrado
Ponente Cesar Julio Valencia Copete. Ejecutivo de Cesar A. Solano Sanchez
contra Altanare Ltda y Districlaro Limitada”.

Si el tenedor de un título-valor suscrito por un mandatario o representante


aparente de un tercero, inicia contra éste acción cambiaria para su cobro, el
tercero estará obligado a pagar las prestaciones cambiarias incorporadas en el
título y no le prosperará frente a la acción de aquél, la excepción de falta de poder
en el suscriptor del documento, prevista en el ordinal 3° del art. 784, de
conformidad con lo expresado en el inciso final del art. 640 ; desde luego frente a
la excepción, el tenedor deberá probar los hechos positivos o las omisiones
graves, que permitan concluir que el suscriptor firmó el título, obligando a la
entidad por la que actuaba en su nombre; en el ejemplo fuera de las
circunstancias ya vistas, el haberle despachado mercancía a Medellín, el existir
con anterioridad a la demanda de los títulos-valores, abonos parciales a otros
títulos, hechos por la Productora de Cauchos Ltda., etc.

3) Firma sin autorización o sin poder. Esta firma implícitamente está


consagrada en el art. 642, cuando dice que quien firma a nombre de un tercero sin
tener poder para ello se obliga personalmente, a menos que el tercero ratifique su
gestión, caso en el cual las obligaciones adquiridas por el primero se transfieren
al segundo desde la fecha de su creación. Esto quiere decir que si una persona
firma por un tercero sin poder, se obliga y la obligación la adquiere él mismo, pero
si el tercero por medio de una anotación en el mismo instrumento o en documento
separado autoriza la gestión, o sea la ratifica expresamente, o por hechos
positivos suyos u omisiones graves de acuerdo con los usos mercantiles permite
deducir que el tercero que ha firmado por él es su representante o mandatario,
entonces en este caso las obligaciones ya no son personales del suscriptor, sino
del que ha ratificado la gestión desde la misma fecha de creación del título.

Si no existe ratificación expresa o tácita del tercero por quien se dice firmar, la
responsabilidad por el capital, intereses y demás accesorios en el título-valor, sólo
recae en cabeza del firmante, desde la fecha de suscripción del documento y si su
tenedor tramita acción cambiaria contra el tercero por quien se dice haber
firmado, éste frente a la acción del tenedor, podrá oponerle, la excepción de falta
de poder del suscriptor prevista en el ordinal 3° del art. 784. Puede ocurrir
igualmente que el mandatario o representante o quien ostente una calidad similar
como lo es el factor, esté legalmente autorizado para suscribir títulos-valores a
nombre de otro, pero en la práctica extralimitar las facultades dadas, por ejemplo
si el representante legal de una sociedad de responsabilidad Ltda., suscribe un
título-valor en nombre de esta por cantidad de $30.000.000, cuando de acuerdo
con los estatutos su autorización iba hasta la suma de $10.000.000 en caso de ser
superior pedir autorización a la junta de socios y no lo hizo, nos preguntamos, ¿es
responsable cambiariamente la sociedad por las prestaciones incorporadas en el
título y suscrito por su representante legal en violación de los estatutos?, la
respuesta es que no, pues sobrepasó las facultades otorgadas sin haber solicitado
autorización previa.

Si el tenedor del instrumento en el ejemplo anterior, inicia acción cambiaria contra


la sociedad, ésta podrá opornerle, la excepción de no existir poder suficiente en
cabeza del representante legal para suscribir títulos-valores en su nombre, por la
cantidad girada, según el ordinal 3° del art. 784, demostrando la extralimitación de
facultades.

Sobra repetir que si la suscripción de un título-valor en nombre de otro, sin tener


suficiente poder para ello, es ratificada por éste, de manera expresa o tácita,
tendrá las mismas consecuencias jurídicas señaladas al principio para quien
suscribe un título, sin ningún poder y su gestión es ratificada por el tercero según
lo previsto por art. 642, desde el momento de la suscripción.

4) Firma en procuración o al cobro. Es la estampada por una persona, en el


título-valor y mediante la cual no transfiere la propiedad del mismo, sino
simplemente la facultad para cobrarlo y una serie de facultades estipuladas por la
ley. Esto significa que el endosatario para el cobro adquiere las calidades
inherentes a todo mandatario legal o judicial pero con las limitaciones
contempladas en el art. 70 del Código de Procedimiento Civil, excepción hecha de
la facultad de recibir, que la lleva implícita.

5) Firma a ruego. Es aquella que estampa una persona en un acto o contrato a


solicitud de otra que no sabe o no puede firmar (art. 826, inciso 3°). Cuando en el
concepto se habla de acto o contrato se están comprendiendo los títulos-valores,
ya que el art. 20 en su ordinal 6° considera como mercantiles o como actos
mercantiles la negociación de los títulos-valores, así como la compraventa y
permuta de los mismos Pero la sola firma del rogado no es suficiente para que el
instrumento produzca efectos, pues la ley comercial exige dos requisitos: que la
firma del rogado sea abonada por dos testigos y que el otorgante del título-valor
implante su huella digital o plantar, según las circunstancia. Este último requisito
lo consideramos innecesario, pues la sola firma de los testigos de abono sirve
para darle autenticidad al documento. Aunque la intención de la norma es buena,
es aconsejable que la firma a ruego no se haga con la presencia de dos testigos,
sino que sea suplida por la intervención de una persona investida de autoridad
(notario, juez, etc.).

6) Firma de los ciegos. De acuerdo con el art. 828, la firma de los ciegos debe
ser autenticada ante notario o juez, previa lectura del instrumento. Constituye esto
una excepción a la presunción de autenticidad de las firmas puestas en los títulos-
valores (, art. 793 y código de Procedimiento Civil, art. 252, numeral 5° inciso 2°),
pues en este caso se exige la autenticación por notario o juez, de tal manera que
si un título-valor ha sido firmado por un ciego, y esta firma no ha sido autenticada
por notario o juez, se puede oponer la excepción de falta de requisitos en el título
para ser demandado en forma ejecutiva, pues el art. 488 del Código de
Procedimiento Civil, en su inciso 1°, exige que el título constituya plena prueba
contra el deudor o su causante, y los documentos privados de autenticidad no son
plena prueba, como en el supuesto de que estamos tratando. Nos parece ilógica
esta exigencia de la ley, pues preguntamos al lector: ¿será que el ciego es un
atrofiado cerebral que precisamente no se da cuenta de sus circunstancias de
limitación visual y que no puede solicitar a una persona de confianza la lectura del
instrumento previa a su firma? ¿La firma de un ciego tiene menos valor que la de
una persona que no tiene esta limitación? ¿Por qué no se exige la autenticidad de
la firma que corresponde a una persona que no sabe leer ni escribir, y si la de la
que pertenece a un ciego? ¿Se requiere la autenticación de la firma de un ciego,
pero la ley en tratándose de la firma sustituida por medio mecánicos no demanda
ninguna autenticidad?

7) Firma por acomodamiento o de favor. Consiste en que una persona suscribe


un título valor prestando su firma a otro que obtiene un beneficio o provecho. De
aquí surgen dos consecuencias: una, que las partes realmente obligadas, es decir,
aquellas por las cuales se ha suscrito el título, quedan comprometidas respecto
del suscriptor, en relación con los pagos que éste haga y, dos, no pueden ejercer
las acciones cambiarias derivadas del título contra aquel que firma por
acomodamiento. Por ejemplo, si a compra unos bienes y la entidad vendedora le
exige para recibir unas letras de cambio que tengan como garantía unos bienes
raíces y A no los tiene, entonces éste llama a B para que suscriba a nombre de A
las letras de cambio, puesto que en cabeza de él sí figuran bienes raíces; tenemos
así que ante la entidad vendedora, que es la acreedora, el que legalmente va a
responder es B que suscribe el título, o sea el que hace la firma por
acomodamiento, pero realmente el obligado es A; los pagos que haga B a la
entidad vendedora deben ser cubiertos a éste por A. Ahora en verdad el señor a
es el beneficiado, el que ha obtenido beneficio, el que ha logrado una
contraprestación a cambio; sin embargo, aunque B no ha obtenido beneficio
alguno en caso de que la entidad vendedora negocie las letras con un tercero, B
no puede oponer al tercero ante una acción cambiaria la excepción de falta de
causa onerosa, sino que de todas maneras debe pagar, y con él queda obligado
A, que es el beneficiado puesto que ha alcanzado el provecho (art. 639).

Con el fin de garantizar el cumplimiento de la obligación por parte de A es


conveniente que B, persona que ha firmado por acomodamiento, obtenga de parte
de A una contragarantía.

8) Firma en blanco. Consiste en que la persona la estampa en un documento


que no ha sido previamente llenado, para que un tercero lo llene y lo convierta en
título-valor (art. 622). Pero ello supone dos elementos: la intención por parte del
firmante de convertir el papel o documento en un título-valor en el momento de
entregarlo, y el obedecimiento del que lo recibe de llenarlo conforme a las
instrucciones del suscriptor, lo que hace necesario que entre el tradente y el
adquiriente, o sea el que recibe el título-valor, exista confianza, pues ésta es una
situación muy peligrosa que de ninguna manera se puede permitir hoy en día
respecto de personas extrañas.

4. LUGAR DE CUMPLIMIENTO.

Es el sitio donde el tenedor del título-valor va a exigir la prestación incorporada en


él. En este sentido, del art. 621 se infiere que no es un requisito formal esencial,
puesto que trae una norma supletoria. En principio, el lugar de cumplimiento es el
señalado por las partes en el instrumento; que habiendo varios se le da al tenedor
del mismo (acreedor) la facultad para escoger entre ellos dónde debe hacer
exigible la obligación consignada en el título.

Ahora bien, si en el instrumento no se ha indicado el lugar del cumplimiento


de la prestación, el artículo mencionado especifica que ésta deberá cumplirse en
el domicilio del creador del título, que en todos los títulos-valores coincide con el
del obligado principal, salvo en aquellas letras de cambio en que las calidades del
girador, aceptante (girado) y beneficiario recaen en diferentes personas, caso en
el cual al tenedor se le deberá cancelar el importe del título en el domicilio del
girador. Es conveniente aclarar que si se trata de demandar ejecutivamente la
prestación existiendo endosantes en el título-valor, sin expresar el lugar de
cumplimiento de aquélla, el tenedor del título podrá hacerlo a su elección en el
domicilio de uno de ellos o en el del obligado principal, por aplicarse en este caso
la norma de competencia territorial (Código de Procedimiento Civil art. 23), por no
traer el artículo en comentario regulación alguna.

Cuando respecto del creador del título se presenta pluralidad de domicilios


(Código Civil, art. 83) la prestación puede cumplirse en cualquiera de estos sitios.
Si se trata de títulos-valores representativos de mercancías, como sucede en los
certificados de depósito, se halle o no indicado en el mismo título el lugar donde
deba cumplirse la prestación, dice el art. 621 que también es idóneo aquel en el
cual hayan de entregarse las mercaderías.

Por otra parte, expresa el art. 23 del Código de Procedimiento Civil, que en
los procesos contenciosos, salvo disposición en contrario, el juez competente para
conocerlos es el del domicilio del demandado, y teniendo varios, el demandante
podrá escoger entre ellos, lo cual podría estar en abierta contradicción con lo
expresado en el art. 621 del Código de Comercio, del que se desprende que el
juez competente es el del lugar de cumplimiento o ejercicio del derecho expresado
en el título y en su defecto, el del domicilio del creador de aquél o el del lugar
donde deban entregarse las mercancías, según el caso. Contradicción que puede
presentarse cuando en el título-valor se menciona un lugar de cumplimiento
diferente al del domicilio del obligado; Vgr. si Socorro Sandoval gira una letra de
cambio por un millón de pesos para ser pagada en Villavicencio, siendo su
domicilio la ciudad de Florencia, ¿el tenedor de este título deberá demandar en
Villavicencio o en Florencia? La respuesta correcta es que deberá cobrar
coactivamente su prestación en la ciudad de Villavicencio, lugar expresado en el
título, por cuanto el inciso 2 del art. 621 del Código de Comercio, es una excepción
a la regla general del art. 23 del Código de Procedimiento Civil, que abra dicha
posibilidad al decir “...Salvo disposición legal en contrario...”, y además porque la
primera disposición tiene prelación sobre la segunda, de acuerdo con lo indicado
en el art. 5 de la ley 57 de 1887.

Por el contrario, la Corte Suprema de Justicia en reiteradas ocasiones ha


sostenido que el lugar donde ha de demandarse al obligado cambiario (girador,
aceptante, otorgante, avalista y endosante), es su domicilio y no el lugar de
cumplimiento señalado en el título-valor, cuando no coinciden en el mismo sitio,
atendiendo el llamado forum domicili rei. La corte en líneas generales esgrime dos
argumentos: El primero en el sentido de que se debe tener en cuenta para
demandar al obligado a su domicilio, para no hacer más onerosa y gravosa su
situación, ya que al demandarse en el lugar del cumplimiento (cuando es
diferente), incurriría en gastos de traslado y estadía etc., y el segundo, que el
lugar de cumplimiento de la prestación cambiaria señalado en el título –valor y a
que se refiere el art. 621 del Código de Comercio, repetido por los arts. 677 y
876, sólo es aplicable al pago o cumplimiento voluntario de la prestación y no al
ejercicio compulsivo o coactivo del derecho cambiario por medio de trámites
judiciales.

Aunque no estamos de acuerdo con estos argumentos, para ilustración al


lector, trascribimos a continuación una de estas sentencias en la parte
correspondiente:

“... El domicilio que, conforme al Código Civil, ´es la residencia


acompañada real o presuntivamente del ánimo de permanecer en ella´, en els
istema procesal ha cobrado importancia, hasta el punto de constituirlo en un
determinante para en algunos casos fijar competencia. El numeral 1° del art. 23
del Código de Procedimiento Civil, establece un foro general cuando determina
que: ´en los procesos contenciosos, salvo disposición legal en contrario, es
competente el juez del domicilio del demandado; si tienen varios, el de cualquiera
de ellos a elección del demandante, a menos que se trate de asuntos vinculados
exclusivamente a uno de dichos comicilios, caso en el cual será competente el
juez de este´. Disposición respecto de la cual esta corporación ha precisado, en
varias oportunidades, que se trata´... de un foro general, por cuanto la persona
puede ser llamada a comparecer en proceso, por razón de su domicilio (forum
domicili rei), basado en el conocido principio universal y tradicional de lo justo
(actor sequitur forum rei), pues si las consideraciones de conveniencia o
necesidad social se aconseja que el demandado esté obligado a comparecer al
proceso por voluntad del actor, la justicia exige que se le acarree al demandado el
menor daño posible y que por consiguiente, sea llamado a comparecer ante el
juez de su domicilio, ya que en tal caso el asunto será menos oneroso para él´
(entre otros autos del 9 de octubre de 1992 y 11 de febrero de 1993), fuero que
sigue imperando aun en los casos en los que, como el presente, se pretende el
pago coactivo de títulos-valores, por cuanto esta misma corporación ha
sostenido, que las reglas contenidas en los arts. 621, 677, y 876 del Código de
Comercio resultan inaplicables, por cuanto ellas están previstas para cuando se
trata de satisfacer ´voluntariamente´ el pago de las prestaciones contenidas en
ellas.

En efecto, en providencia del 15 de febrero de 1994 se reiteró sobre lo que al


respecto ha venido sosteniendo la Corte: ´Contrario a las previsiones de los arts.
621, 677 y 876 del Código de Comercio sobre el lugar de cancelación del importe
de un título-valor como la letra de cambio, disposiciones ésas atinentes al
fenómeno sustancial del pago voluntario del instrumento, la acción de cobro
compulsivo consagrada a favor del titular del crédito en él incorporado (art. 488 del
Código de Procedimiento Civil), descarta la aplicación de aquellos preceptos,
porque el ultimo de esos fenómenos se enmarca dentro de los postulados del
Código de Procedimiento Civil, que regula en su art. 23 lo concerniente al lugar
en que este cobro ejecutivo debe efectuarse, al prever en su numeral primero
como regla general que, salvo disposición en contrario, es el juez del domicilio del
demandado el competente para conocer de los ´procesos contenciosos´, al
acogerse allí el principio actor sequitur forum rei´.

...El giro de títulos-valores como los presentados en el proceso de marras por si


solos no engendran el nacimiento de una relación contractual que permita fijar la
competencia para conocer el proceso ejecutivo, aplicando el numeral 5° del art. 23
del Código de Procedimiento Civil, razón por la que resultada desacertada la
determinación de juez 54 civil municipal de Santafé de Bogotá quien no debió
declararse incompetente para seguir conociendo el proceso, pues además de que
debía tener certeza sobre la aplicación de la regla general que sobre competencia
consagra el numeral 1° del art. 23 del Código de Procedimiento Civil, no tuvo
presente la insistencia que sobre el particular hizo el demandante, citando como
lugar de domicilio de la demanda, la ciudad de Santafé de Bogotá. Como si le
asistió al juez civil segundo municipal de Palmira...

“Conclúyese de lo anterior que el conflicto debe ser dirimido determinando que el


despacho judicial competente para conocer del proceso ejecutivo, promovido por
Luz Helena Maldonado Mesa Contra Alicia Granados Masmela, es el juzgado 54
civil municipal de Bogotá, por haber sido esta ciudad la señalada en la demanda
como domicilio de la ejecutada...” (sentencia del 28 de abril de 1994, magistrado
ponente: Rafael Romero Sierra: en el mismo sentido sentencia del 15 de Febrero
de 1994, magistrado ponente Carlos Esteban Jaramillo Scholls, Corte Suprema de
Justicia y sentencia del 9 de octubre de 1992).

Con todo respeto a la honorable Corte Suprema de Justicia, no estamos de


acuerdo con la interpretación que hace a los arts. 621, 677 y 876, por cuanto estas
normas y en especial la primera, son de carácter general para los títulos-valores y
no distinguen entre el lugar de cumplimiento y ejercicio del derecho, y hecho de
manera voluntaria y el sitio en que compulsivamente se ha de obtener el pago de
la prestación cambiaria, lo que en consecuencia significa que la norma comprende
los dos lugares a que nos hemos referido y no únicamente al pago voluntario,
como lo señala la Corte, y por ser tales artículos, normas especiales aplicables
exclusivamente a los títulos-valores, por encontrarse en el libro 3, título 3 del
Código de comercio, cuyo nombre es “De los títulos-valores”, prevalece para los
procesos ejecutivos con títulos-valores, sobre la norma de competencia territorial
consagrada en el ordinal primero del art. 23 del Código de Procedimiento Civil
para todo tipo de procesos entre ellos los ejecutivos, por cuanto la norma
especial, la del Código de Comercio, prefiere a la de carácter general, la del art. 23
del Código de procedimiento Civil, según la regla de hermenéutica jurídica
señalada, para el caso de contradicción entre dos normas (una especial y otra
general), por el ordinal 1°. Del art. 5 de la ley 57 de 1887, que a nuestro modo de
ver, sigue aún vigente, aunque muchos parecen ignorar su existencia.

5) FECHA Y LUGAR DE CREACIÓN (ENTREGA)

Este requisito, al igual que el anterior, prácticamente no es esencial para la


existencia del título, puesto que el art. 621, trae una norma supletoria. Al respecto,
en principio, el lugar y la fecha de creación son los indicados por las partes, y a
falta de ello el lugar y la fecha de la entrega del instrumento. La importancia de la
fecha de creación puede verse en dos casos: uno, cuando en el mismo título valor
se establecen plazos que se cuentan a partir de la creación, caso en el cual sí
tiene importancia; lo mismo sucede en el señalado pr el art. 642, es decir, de la
firma sin autorización, puesto que la fecha de creación es el momento a partir del
cual en caso de ratificación expresa o tácita de la persona por quien se ha
firmado, se da la asunción de las obligaciones por parte de esta última. En otros
casos, como en el del cheque, la fecha de creación no tiene importancia, puesto
que de acuerdo con la ley, los cheques siempre son pagaderos a la vista, a su
presentación; no obstante, en la práctica se da el cheque con posdata que
desfigura su naturaleza, convirtiéndolo de instrumento de pago que es, en
instrumento de crédito o de garantía de obligaciones adquiridas. Pero, ¿qué
podemos decir en relación con la entrega? Para que un título-valor produzca
efectos o tenga eficacia debe entregarse con la intención de hacerlo negociable
(art. 625).

La entrega es el desplazamiento material de manos del suscriptor del título a las


del acreedor de los derechos consignados en él. Dice la ley que la entrega debe
hacerse acompañada de un elemento subjetivo, cual es la intención de hacerlo
negociable. Sin embargo, esto tiene un excepción en tratándose del cheque, pues
hay casos en los cuales se inserta en él cláusula de no negociable (art. 715), o se
gira o endosa a un beneficiario que coincide o que es exactamente el mismo
girado o librado (art. 716); en tales eventos, aun sin transferirse con la intención
de hacerlo negociable; el cheque no pierde su naturaleza de título-valor. A su
vez, el art. 625 establece una presunción en el sentido de que cuando el
instrumento o título-valor se encuentra en manos diferentes de las del suscriptor
se presume la entrega, ésta admite prueba en contrario, claro está; lo mismo que
se admite prueba en contrario cuando se ha efectuado una entrega sin la intención
de hacer negociable el documento, fuera de los casos que vimos, como cuando se
da un título en garantía y el tenedor pretende cobrarlo, entonces se puede probar
que se entregó sin esta intención.

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