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3.1.- Significado de la actividad de cuidar.
La RAE atribuye al vocablo “cuidar”: 1º, poner diligencia y atención en la ejecución de una
cosa; 2º, guardar, conservar, custodiar, mantener y, 3º, discurrir y pensar; pero el diccionario
añade que seguido de las proposiciones “a” y “de”, indica: 4º, cuidar a un enfermo, la casa o la
ropa y 5º, cuidar de la hacienda, de los niños. De las dos primeras acepciones se desprende
que cualquier actividad que entrañe la conservación, la custodia, el mantenimiento, así como la
diligencia y atención en su ejecución se denomina “cuidado”, requiriéndose para ello incluso un
proceso de pensamiento (3ª acepción).
Las dos últimas matizaciones vinculan –como ya analizamos antes- a la mujer con el cuidado,
puesto que tradicionalmente ha sido élla quien se ha ocupado de las acciones de ámbito
doméstico, suponiéndola especialmente dotada para cuidar de la casa, de los niños y de la
ropa. De igual modo también ha estado especialmente dotada –de forma innata dirían algunos-
para el cuidado de los enfermos, que en principio queda relegado al mismo nivel.
Con todo ello se puede generalizar que el CUIDAR es una actividad inherente a los seres
vivos, cuya explicación más primitiva y que acompaña su evolución, no es otra que el
INSTINTO DE VIVIR y que, a nivel humano, es el germen de los cuidados –incluso de los
Profesionales Sanitarios- que han evolucionado, como se ha visto a lo largo de la historia,
mediante el desarrollo del pensamiento científico y es que “cuidar es un acto de vida que tiene
por objetivo que la vida continúe y se desarrolle y de ese modo, luchar contra la muerte: la
muerte del individuo, la muerte del grupo, la muerte de la especie”.
Collière define el cuidado (en su libro “Promover la vida”) como un acto de mantener la vida
asegurando la satisfacción de un conjunto de necesidades indispensables, pero que son
diversas en su manifestación. Las diferentes posibilidades de responder a estas necesidades
vitales crean e instauran hábitos de vida propios de cada grupo o persona. El cuidado, pues, se
trata de “un acto individual dado por uno mismo y para uno mismo, en el momento en que la
persona adquiere la autonomía precisa para ello. Igualmente es un acto recíproco que supone
dar a toda persona que, temporal o definitivamente, tiene necesidad de ayuda para asumir sus
cuidados de vida”.
De esta forma el cuidado es un acto de VIDA que se encuentra imbricado en los procesos
culturales del ser humano, ya que la especie se ha perpetuado gracias a una serie de actos
(actividades cuidadoras) que han permitido que la vida se conserve y continúe. Este conjunto
de cuidados abriga dos características fundamentales: una INDIVIDUAL que el individuo se da
a sí mismo, desde que adquiere capacidad para ello, y otra SOCIAL que comienza con las
atenciones que el ser humano recibe desde su nacimiento hasta que llega a ser autónomo;
esta última se hace además extensiva cuando los seres humanos se cuidan entre sí.
Ahora bien, hablar en términos de cuidados Sanitarios es pensar desde una posición
profesional, es decir, con una especificidad funcional reglada y al servicio de la comunidad
“para que la vida continúe”, por ello la identificación de los cuidados supone más una
descripción que una definición debido a la variabilidad del género humano y las distintas
dinámicas vitales que ofrece cada individuo.
Pero ¿qué cuidados nos proporcionamos cotidianamente?, pues ni más ni menos que el
conjunto de actividades que realizamos para mantener y continuar la vida: comer, beber,
eliminar, movernos, descansar, abrigarnos, asearnos, comunicarnos, establecer intercambio
con todo lo necesario para vivir, acciones en suma que tienen que ver con nuestros rituales,
costumbres y creencias… y ¿en qué circunstancias todo esto deviene en cuidados, p. ej. a los
Dependientes o a las personas demenciadas?. Estos cuidados más “especializados” aparecen
cuando la persona no se basta a sí misma para realizar estas acciones y requiere entonces de
un profesional o un/a cuidador/a. Este es el campo de acción y el rol que ejerce el/la cuidador/a
en estas circunstancias que no es otro que el de AYUDA A LA PERSONA, “determinando con
cada una hasta qué punto se basta a sí misma y en qué terreno necesita ser sustituida”.
En suma y a guisa de CONCLUSIÓN podemos decir que los cuidados “especiales” se
identifican al efectuar acciones de custodia, conservación, mantenimiento, atención y diligencia
en el terreno de las actividades cotidianas de los seres humanos cuando éstos no se bastan a
sí mismos, con la finalidad de que continúen, mantengan, aumenten o recuperen su
autosuficiencia –en la medida en que las situaciones lo permitan- a lo largo de su proceso vital,
utilizando y apoyándose en la “Relación de Ayuda” y en el “Counselling”.
BIBLIOGRAFÍA
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Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada, 1995.
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2.- COLLIÈRE Mª: “Promover la vida. De la práctica de las mujeres cuidadoras a los cuidados
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3.- LUPIANI M, GALA FJ, GUILLÉN C et al: “La Psicología de la Salud y la relación Enfermera-
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4.- NOVEL G: “La relación enfermera-paciente” en G. Novel, T. Yute y Mª D. Miguel.
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5.- POLAINO-LORENTE A: “Introducción a la Modificación de Conducta para profesionales de
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