Está en la página 1de 19

EL CUIDADO COMO CONCEPTO

Eduardo Galeano expresaba que "La memoria con sus funciones de recordar, evocar,
rememorar es crucial para los seres humanos. Es una tarea permanente, ardua,
necesaria. No para mantenernos en el pasado sino para dotar de sentido el presente y
de esperanza y utopía el futuro, al impedir que se cometan los mismos errores del
pasado”.

¿Cuál es ese pasado? Aunque tímidamente al finalizar los noventa algunas docentes
empezamos a reflexionar sobre enfermería y sobre el cuidado es el siglo XXI que
marca aspectos importantes para el Programa influenciado por nuevas tendencias y
avances conceptuales. De allí que en el año 2001 entro en un proceso de
autoevaluación para la obtención voluntaria de la acreditación de alta calidad, otorgada
en el 2003, convirtiéndose en el primer programa de la Universidad del Cauca en
acreditarse. Un segundo proceso de autoevaluación en 2006 para renovación de la
acreditación y un tercero en 2011. Del primer proceso y reafirmado en el segundo
surgió también la necesidad urgente de replantear el currículo hacía una estructura
centrada en el cuidado, no sólo para consolidar referentes teóricos sino porque en
muchos aspectos había estado ausente en la formación y en los diseños de las
asignaturas así que simultáneamente se empieza también a trabajar en una reforma
curricular que entra en vigencia en 2015. Para lograr la reforma se realizaron
ininterrumpidamente a través de varios años una serie de capacitaciones y talleres en
los que participábamos todos y todas las docentes, se trabajaron referentes
conceptuales, filosóficos, epistemológicos, éticos, se contrastaron planes de estudio, se
realizaron ateneos, club de revistas que se hacían en espacios diferentes de la facultad
y con estos insumos se dio vida a la reforma y a uno de sus objetivos que era
establecer un concepto de cuidado.

Fue en realidad un período de mucha actividad y de logros importantes como la


obtención del premio Luis López de Meza al ser catalogado como el mejor programa
del país y primeros puestos en ECAES. Pero las preguntas que nunca nos hicimos y
ese tal vez es el error puesto que finalmente no se logró hacer el giro completo a un
paradigma del cuidado, fue verificar si lo que estaba en el concepto se daba
únicamente en términos discursivos o si también funcionaba en el nivel de identificar
los fenómenos y las prácticas y como esto se volvía operativo en cada asignatura. Que
era lo que nos importaba y con que fines utilizábamos ese concepto de cuidado cuando
hablábamos de ello. O si incluía todas las categorías presentes en el cuidado y dejaba
claro el lugar de enunciación. Considero entonces que estas preguntas siguen siendo
relevantes y deben ser respondidas para asumir si el concepto es adecuado o requiere
cambios.

Existen muchas formas para definir y pensar el cuidado, Tronto sostiene que todos los
conceptos son herramientas y en este orden cualquier idea acerca del cuidado funciona
como una herramienta, pero de allí surgen unas preguntas claves. ¿Cuándo y cómo,

1
esta herramienta: ¿el concepto de cuidado, es útil para nosotros? Y ¿cuándo y desde
donde, esta herramienta: ¿el concepto de cuidado, es útil para nosotros?
Responder el cuándo, en este caso concreto, Programa de Enfermería, podría darnos
varias alternativas, ustedes pueden pensar varias, a mí se me ocurren dos: 1. Cuando
se aplica el concepto a las actividades y prácticas específicas de cada asignatura.
Válido, pero sucede que estaría entonces ligado a la visión que cada docente o un área
tiene sobre el cuidado: ¿Todos están hablando de cuidado? Claro que sí, ¿Tiene
utilidad?, por supuesto que tiene utilidad, pero es una utilidad en cierta forma parcelada
y restringida a cada asignatura o área, que en la práctica se traduce en que todos
hablamos de cuidado, pero del cuidado desde miradas y elementos diferentes. 2. Otra
manera, sería pensar el concepto como el punto central, el eje que nuclea el currículo y
allí las cosas cambian, la apuesta es mayor, porque supone una mirada diferente: no
sólo desde su misma definición sino claridad en ciertos elementos que lo constituyen,
los cuales a su vez atravesarían todo el Plan de estudios, todas las asignaturas, pero
cada una de ellas los pone en marcha con unas particularidades. Determinando un fin,
una ruta o estrategias para alcanzar ese fin, para analizar los problemas, las
estrategias para resolverlos, reflexionar sobre la acción, y analizar los esquemas y
teorías implícitas que se usan en la práctica.

¿Desde dónde? Es decir, desde cuáles elementos o, variables se puede estructurar


este concepto. 1. Una alternativa podría ser desde un Programa de Enfermería, aquí se
igualaría entonces a cualquier programa de enfermería que se ofrece en el país. 2.
Desde unas teorías de enfermería, tendría un toque disciplinar que tampoco haría una
gran diferencia pues muchos de los programas de enfermería lo tienen 3. Otra
alternativa más apropiada podría incluir el lugar de enunciación, por ejemplo, desde el
único programa de enfermería existente en el Departamento del Cauca y aquí hay un
cambio importante porque significa entonces considerar ciertas características de este
departamento como por ejemplo la pluriculturalidad. En esas condiciones, la teoría del
cuidado adquiere otro sentido porque puede mirarse desde otras formas de ejercer el
cuidado, lo cual estaría imponiendo un sello al Programa, que estoy segura no tiene
ningún otro programa de enfermería en el país.

Una vez que se defina el cuándo y desde donde esta herramienta, el concepto de
cuidado es útil para el Programa de Enfermería, que se tenga claridad sobre este
punto, es necesario pensar entonces sobre qué elementos o variables se va a llegar a
un consenso, para luego si poder construir un concepto que los contenga a todos.
Puesto que existe una forma compleja dentro de la sociedad humana en la que los
cuidados están constantemente cambiando, moviéndose y avanzando. Y el modo en
que utilicemos esos conceptos tendrá implicaciones importantes para lo que hacemos,
definirá lo que hacemos y cómo lo hacemos.

2
El cuidado ocupa todos los espacios y actividades del ser humano, y aunque a menudo
no pensamos de manera sistemática en él, ha garantizado la perpetuidad y la
sobrevivencia de la especie y los grupos sociales, es algo esencial para la vida, algo de
lo cual no podemos prescindir. Ha sido y sigue siendo una constante en la humanidad y
el núcleo de muchas relaciones humanas. Se considera uno de los pilares del
desarrollo humano, ya que este se nutre no sólo por el cubrimiento de las necesidades
básicas sino por la atención y el cuidado. Con este sentido, todas las personas
conocemos, sabemos, tenemos una idea sobre lo que es el cuidado y realizamos
actividades de cuidado.

Lo mismo ocurre específicamente en enfermería, a este cuidado general del que todos
sabemos, agregamos una forma determinada del cuidado: el cuidado formalizado. Y de
igual manera en nuestro desempeño, hablamos y ponemos en práctica este tipo de
cuidado. Significa entonces que todos los profesionales de enfermería tenemos una
idea acerca de que es el cuidado formalizado. Nel Nodding argumenta que existe un
cuidado natural, una inclinación que no requiere de reflexiones, y un cuidado en el cual
la reflexión sobre el deber ser es fundamental.  Desde esta separación, algunos
autores identifican que puede mirarse desde dos ángulos diferentes: 1. Como un
concepto 2. Como un concepto y fenómeno. Como concepto es universal, esencial,
común para todas las culturas en todas las épocas históricas, independientemente de
las ideologías, creencias, y presupuestos científicos. Donde lo esencial hace referencia
a sus características, propiedades y relaciones más profundas y estables. Como un
concepto y fenómeno, tiene que ver con los significados y prácticas relacionadas con
los cuidados de la salud, influenciados a su vez por el contexto social, político,
ideológico, religioso y científico.
Este hecho, de que todos los seres humanos conozcamos en mayor o menor medida
sobre el cuidado, cotidianamente hablemos de él y realicemos actividades de cuidado
tanto desde un plano general como desde uno más determinado, plantea María
Ángeles Durán, exige la necesidad de que las sociedades o grupos, como este, lleguen
a un consenso acerca de que entienden o definen como cuidado, porque, si no,
estamos seguros de estar hablando de lo mismo, puede ser que los resultados de un
lugar no sean en realidad comparables con los de otros, aunque aparentemente todos
estemos hablando de cuidado. Como ejemplo, realizo un trabajo sobre el significado
etimológico de la palabra cuidado, con grupos de diferentes países. Encontró que los
españoles partían de la raíz latina del término: cogitare, cogitatus y lo describían como
pensamiento o preocupación por alguien más la acción de hacer algo por ese alguien.
Para los franceses no existían el singular cuidado, sino su plural los cuidados y lo
asimilaban directamente a actividades, en cambio los ingleses partían del término care,
dándole como primer significado asistencia y atención y en segundo lugar, muy poco
usado, cuidado y preocupación. El estudio demostró que, si bien todos hablaban del
cuidado, cada uno le estaba dando un sentido diferente.

Lo mismo podría estar ocurriendo aquí: para Gestión podría ser analizar un entorno,
elaborar un diagnóstico y plantear una solución desde un protocolo, en cambio para
Cuidado al Niño podría ser prevenir la presencia de unos tipos de patologías comunes
3
en la niñez, o para Cuidado al adulto podría ser realizar actividades para estabilizar y
curar una persona enferma. Elisa podría estarlo mirando desde lo cultural; conocer el
cuidado en diferentes contextos, pero Adriana podría estar mirando más allá, desde lo
intercultural, no sólo como conocimiento sino como intercambio de saberes. ¿Todas
están hablando de cuidado? Por supuesto que sí, pero cada uno lo hace desde un
ángulo diferente e incorpora unos elementos distintos en su apreciación.
Lo cual ratifica y urge a la necesidad de llegar a un consenso. ¿Cómo llegar entonces a
ese consenso? Existen muchas formas para definir y pensar el cuidado, en el nivel más
general Joan Tronto lo define como: reparar, mantener y continuar nuestro mundo para
que lo podamos habitar de la mejor manera posible. Eso incluye nuestro cuerpo,
nuestras relaciones y nuestro entorno. No solamente como una actividad o como una
disposición moral, sino como un modo de hablar y pensar el mundo. Como un proceso
holístico, dinámico, cambiante, no estático que implica saber quiénes somos y quienes
son los demás ya que esto se expresará en nuestros valores, compromisos y
respuestas.
Sostiene también que todos los conceptos son herramientas y en este orden cualquier
idea acerca del cuidado funciona como una herramienta, pero de allí surgen unas
preguntas claves: ¿Cuándo y cómo, esta herramienta: ¿el concepto de cuidado, es útil
para nosotros? O ¿Cuándo y desde donde, esta herramienta: ¿el concepto de cuidado,
es útil para nosotros? ¿Con que fines se utiliza el cuidado, cuando hablamos de ello?
Responder el cuándo, en este caso concreto, Programa de Enfermería, podría darnos
varias alternativas, ustedes pueden pensar varias, a mí se me ocurren dos: 1. Cuando
se aplica el concepto a las actividades y prácticas específicas de cada asignatura.
Válido, pero sucede que estaría entonces ligado a la visión que cada docente o un área
tiene sobre el cuidado: ¿Todos están hablando de cuidado? Claro que sí, ¿Tiene
utilidad?, por supuesto que tiene utilidad, pero es una utilidad en cierta forma parcelada
y restringida a cada asignatura o área, que en la práctica se traduce en que todos
hablamos de cuidado, pero del cuidado desde miradas y elementos diferentes. 2. Otra
manera, sería pensar el concepto como el punto central, el eje que nuclea el currículo y
allí las cosas cambian, la apuesta es mayor, porque supone una mirada diferente: no
sólo desde su misma definición sino claridad en ciertos elementos que lo constituyen,
los cuales a su vez atravesarían todo el Plan de estudios, todas las asignaturas, pero
cada una de ellas los pone en marcha con unas particularidades. Determinando un fin,
una ruta o estrategias para alcanzar ese fin, para analizar los problemas, las
estrategias para resolverlos, reflexionar sobre la acción, y analizar los esquemas y
teorías implícitas que se usan en la práctica.

¿Desde dónde? Es decir, desde cuáles elementos o, variables se puede estructurar


este concepto. 1. Una alternativa podría ser desde un Programa de Enfermería, aquí se
igualaría entonces a cualquier programa de enfermería que se ofrece en el país. 2.
Desde unas teorías de enfermería, tendría un toque disciplinar que tampoco haría una
gran diferencia pues muchos de los programas de enfermería lo tienen 3. Otra
alternativa más apropiada podría incluir el lugar de enunciación, por ejemplo, desde el
único programa de enfermería existente en el Departamento del Cauca y aquí hay un
4
cambio importante porque significa entonces considerar ciertas características de este
departamento como por ejemplo la pluriculturalidad. En esas condiciones, la teoría del
cuidado adquiere otro sentido porque puede mirarse desde otras formas de ejercer el
cuidado, lo cual estaría imponiendo un sello al Programa, que estoy segura no tiene
ningún otro programa de enfermería en el país.

Una vez que se defina el cuándo y desde donde esta herramienta, el concepto de
cuidado es útil para el Programa de Enfermería, que se tenga claridad sobre este
punto, es necesario pensar entonces sobre qué elementos o variables se va a llegar a
un consenso, para luego si poder construir un concepto que los contenga a todos.
Puesto que existe una forma compleja dentro de la sociedad humana en la que los
cuidados están constantemente cambiando, moviéndose y avanzando. Hay muchas
maneras de conceptualizar el cuidado, pero el modo en que utilicemos esos conceptos
tendrá implicaciones importantes para lo que hacemos, definirá lo que hacemos y cómo
lo hacemos.

El cuidado como una actividad circunscrita al ámbito privado y femenino, es un


elemento fundamental en las relaciones establecidas entre los géneros, así como entre
diferentes grupos sociales. La división sexual del trabajo es un mecanismo generador
de la desigualdad entre varones y mujeres; remite a esa distinción primaria en que las
mujeres fueron asignadas al espacio de lo privado, puertas adentro, y los varones al
mundo de lo público, puertas afuera (Batthayáni). Configurando formas de poder y de
dominación en que el papel subordinado de la mujer en la sociedad se extiende a las
instituciones universitarias y sanitarias.

Un primer elemento: relaciones de poder.


En salud, el discurso que se considera legítimo es el que han impuesto la Medicina y el
modelo médico hegemónico. Las enfermeras y su trabajo se hallan sometidos por una
estructura de saber (el saber médico), que se plasma en el mismo currículo, orientando
la organización de planes de estudio, de asignaturas, contenidos; algunas
investigaciones realizadas en enfermería, muestran que la manera dominante de
entender la relación entre conocimiento académico y práctica profesional se basa en
una racionalidad técnica. Este se ordena según esa jerarquía; en primer lugar, las
ciencias básicas biológicas, y los fundamentos de la ciencia de enfermería (modelos y
teorías de enfermería). A partir de ellas, se efectúan aplicaciones deductivas, y, por
último, prácticas en los servicios donde trabajan los profesionales de enfermería y
donde los/las alumnos/as aprenden a adaptar el conocimiento básico a los problemas
del cuidado de las personas que asisten. Según esta visión, la acción de un profesional
consiste en la selección de unas técnicas validadas científicamente para alcanzar unos
fines preestablecidos; donde, tanto los procedimientos de selección y aplicación de las
técnicas, como selección de objetivos se hallan científicamente fundados. Algunos
autores como Hadot han cuestionado este tipo de formación y se preguntan si bajo este
esquema “se puede formar en el cuidado y si a partir de él, lo que hacen las
enfermeras es cuidar” (Zapico, F. 2005: 31-32). Mientras que otros como Noddings
argumentan que desde esta mirada: “las enfermeras en los hospitales no
necesariamente cuidan. Puesto que el cuidado es concebido a partir de normas,
5
expedientes, rutinas, patrones de conducta, labores de tipo mecánico y el acto de
cuidar es deficiente” (Comins, I. 2003:230). También determina relaciones sexistas
iguales a las que se producen entre hombre-mujer definiendo relaciones entre
profesiones, entre médico-enfermera, entre profesor-alumno, entre colegas, y en las
propias actividades de cuidado.

Un segundo elemento: identidad.


Social y culturalmente, el cuidado enfermero, se ha asociado al género femenino,
construyendo consigo, una imagen devaluada de las actividades que realizan las
enfermeras, al asociar parte de los cuidados que efectúan con acciones consideradas
intrínsecamente femeninas, sujetas a falta de medición y valoración económica. La
tradicional imagen de Enfermería en términos de roles familiares y maternales, es una
manifestación de la influencia histórica de estos valores, representándola como una
actividad subordinada, acientífica. Este hecho no solo ha influido en una falta de
reconocimiento de Enfermería, sino que además se le considera una profesión
históricamente feminizada, su trascendencia profesional es insuficiente tanto para otros
colectivos profesionales como para las instituciones, afirmando desigualdades que son
inaceptables desde el punto de vista moral y político. La identidad de enfermería se ha
construido desde factores externos a ella, y por tanto, la educación de las enfermeras
ha estado alejada de aquello que se considera como legítimo y relevante para su
práctica profesional.

Los discursos dominantes, en este caso desde el modelo médico hegemónico,


reproducen relaciones de poder que marginan a las profesionales, perpetuando su
pérdida de representatividad social, reduciendo el ejercicio del cuidado a técnicas
porque se desconocen los valores que definen el acto de cuidado como un modo
singular de existir, de vivir y de ser cuidado (Tronto). La trascendencia profesional de
las enfermeras y enfermeros es insuficiente tanto para otros colectivos profesionales
como para las instituciones, afirmando desigualdades que son inaceptables desde el
punto de vista moral y político. El cuidado, como servicio, debe ser cualificado,
gratificante, bien remunerado, acorde a lo que requieren las personas y no como un
sistema rígido que homogeniza sus necesidades y las cubre a partir de estándares o
protocolos. (Tronto, J. 2019: Cl 5, Sem) No debe ser limitante ni forzado. A partir de él,
se realizan actividades fundamentales para la sostenibilidad de la vida, que además
tienen un valor económico, se relacionan con los derechos e implican el derecho a
cuidar, a ser cuidado y al autocuidado, tres dimensiones que resumen lo que el cuidado
atraviesa a lo largo de la vida. (Pautassi, L. 2019: Cl 4, Curso)

es que el cuidado es totalmente relacional cuando el trabajo de cuidado se torna


público hay una colisión entre dos mundos; los valores, sentimientos, interacciones que
construyen la esencia de la relación de cuidado, a menudo se devalúan, se
desvalorizan, son prohibidos en la esfera pública. Se debe ser objetivo, imparcial, tratar
a todos por igual, tener unos tiempos u horarios laborales para las actividades, asumir
normas y reglas.
6
¿El cuidado es afectuoso o no afectuoso?: supongan que tienen a una persona que da
cuidados, cuyo trabajo es dar cuidados, como una enfermera. Esta enfermera tiene
habilidad para administrar medicamentos, evaluar a los pacientes, reportar a los
médicos, informar al paciente, pero lo hace con una indiferencia total, sin que le
importen demasiado los pacientes. ¿Diríamos que esa persona trabaja en una
profesión del cuidado? ¿Qué esa persona está dando buenos cuidados? ¿Se trata del
cuidado de parte de una persona que proporciona cuidado? Probablemente no, el
cuidado es útil para cubrir las necesidades básicas, pero no se termina aquí su
importancia, por sí mismo suministra la necesidad de afecto y apoyo emocional que
todos los seres humanos tenemos. Es significativo no sólo para el beneficiario sino
también para el donador. Implica un reconocimiento activo y participativo. Es totalmente
relacional, parte de reconocer al otro, puesto que cada individuo depende de la
posibilidad de un reconocimiento constante por el otro, depende de sus semejantes
para sobrevivir y para vivir humanamente. José Ramón Amor, considera que lo primero
que define al ser humano es su vulnerabilidad, que es un hecho que no se basta a sí
mismo, por ello la necesidad de cuidados es constitutiva del ser humano. Esta
fragilidad es la base y el límite de todo el cuidado. Entender su vulnerabilidad es
apostar por su singularidad y que es desde esta condición: la vulnerabilidad, la
fragilidad que en salud se actúa, se cuida y se intenta sanar, mediación es fundamental
para tornar efectiva una restauración, el punto final del proceso de cuidar. Luego un
cuidado afectuoso necesariamente tiene en cuenta a los otros, debe partir de la
consideración de la otredad.

¿El cuidado es emocional y no emocional?, Por ejemplo, ayudar a caminar un bebe,


cambiarlo, lactarlo, bañarlo, consentirlo es cuidarlo. Significa encargarse de la
protección, del bienestar o del mantenimiento de ese bebe, de comprensión,
solidaridad, apoyo, de reconocer vínculos reales, de reconocer que somos seres
situados, finitos y limitados que agudizamos esas características en determinadas
situaciones. Sin embargo, también hay que lavar la ropa del bebe, prepararle la
comida, asear su cama, su espacio, que igual requiere tiempo, recursos, capacidad
para hacerlo. ¿Es esto cuidado? Mignon Duffy señala que el cuidado tiene otra cara, la
casa tiene que limpiarse, la ropa debe lavarse, la comida debe hacerse. En un hospital
el objetivo de es asegurarse que la gente sane, recupere su salud y se cure. Pero
existen al menos dos tipos de cuidado que se dan en un hospital. Por un lado los
doctores, enfermeras desempeñan unas funciones por las que reciben reconocimiento
y una buena remuneración. Por otro lado, existe otro mundo dentro de un hospital, los
camilleros, los empleados de limpieza, de cocina. Los pacientes necesitan comer, ropa
de cama limpia. ¿Quién desempeña este trabajo, cómo se realizan estas actividades,
que remuneración reciben? Generalmente se utiliza este tipo de distinción no sólo para
decir que es otro tipo de cuidado, o para ni siquiera considerarlo cuidado, sino para
hacer una distinción moral sobre las diferentes formas de cuidado. Lo real entonces, es
que el cuidado tiene muchas formas y algunas de ellas no son agradables ni limpias de
ahí que las emociones son cruciales y cumplen una función importante en el desarrollo
7
de posturas morales apropiadas, sólo si sabemos quiénes somos y a quién y para
quién tendremos que rendir cuentas al hacer o no hacer algo, podremos entender que
el cuidado y porque este no siempre se constituye en un buen cuidado. Estamos
hablando aquí de la mismidad, la alteridad, la identidad.

¿El cuidado es un trabajo remunerado o no remunerado? dado que el cuidado en las


tareas del hogar es asegurarnos que todos estén limpios, que sus hogares estén
limpios, que estén en un lugar agradable, ese trabajo doméstico, es un tipo de trabajo
del cuidado. Como se le suele asociar a la esfera privada, es muy difícil notarlo en el
ámbito público. Además, no siempre es pago y muchas veces se realiza en condiciones
desfavorables. Sin embargo, no se lo nombra claramente; porque históricamente es
una responsabilidad asignada a las mujeres, por la invisibilización que ha tenido el
trabajo realizado por ellas y que sistemáticamente y hegemónicamente ha sido negado
por razones culturales, económicas, políticas y sociales. No importa el caso. Es trabajo
de cuidado, lleva tiempo realizarlo y no siempre es bueno o agradable. Esto da lugar a
lo que Silvia Frederici define como el trabajo de reproducción y producción, sobre lo
cual efectúa un trabajo precioso. En Colombia, un encuentro realizado en Bogotá en
2019 por la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer del Congreso de la República
encontró que el 80% de las mujeres colombianas son trabajadoras no remuneradas del
hogar. Y pese a la falta de reconocimiento de las actividades domésticas, las cifras del
DANE en 2017 reportaron que las actividades del cuidado remunerado y no
remunerado en Colombia (alimentación, limpieza, mantenimiento del hogar, planchado,
cuidado de seres dependientes) representaron el 20% del Producto Interno Bruto.
Equivalentes a 185,7 billones de pesos. Esto quiere decir que la economía y el
funcionamiento de la sociedad dependen de las actividades del cuidado remunerado y
no remunerado de las mujeres. Un estudio del Departamento Nacional de
Planeación (DNP) en 2017, mostró que en el país además, 30 millones de personas
realizan labores de cuidado de niños, adolescentes, adultos mayores y población con
dependencia funcional. De este total, 18 millones son mujeres y niñas, en su mayoría
pertenecientes a población vulnerable. El 38,6% de ellas no cotiza a pensión, el tiempo
promedio de horas diarias ocupadas en actividades domésticas y de cuidado era cuatro
veces mayor para las mujeres, es decir tienen una mayor sobrecarga por este tipo de
labores, lo que se traduce no solo en mayor tasa de desempleo, en la falta de ingresos
propios, sino en una feminización de la pobreza. ¿Esta invisibilidad histórica del
cuidado no se traslada también a la representación social que se hace del cuidado
formalizado, de los profesionales de enfermería, de la misma enfermería? ¿No tiene
acaso que ver con asignación de responsabilidades, con la minimización del valor de
estas responsabilidades, con salarios, con denominaciones? Ejemplo: son todas unas
saca-micas, ayudantes del médico. Nuevamente esto tiene que ver no sólo con
identidades sino con estas ligadas además a la interseccionalidad.

¿Cuidado necesario, servicio, cuidado forzado? un cuidado necesario es aquel que una
persona no puede otorgarse a sí misma. Por ejemplo; un niño de 3 años no entiende
que no puede tomar con sus manos una olla que está hirviendo, debe ser cuidado. Una
persona que necesita una cirugía de cerebro, incluso siendo neurocirujano, no puede
operarse a sí misma, es un trabajo que debe hacerse, es necesario y puede ser
8
calificado, técnico como la cirugía de cerebro, o como el trabajo de enfermería, como
no serlo como en el caso de la persona que cuida a ese niño de 3 años. El servicio, por
otro lado, es el cuidado que una persona podría otorgarse a sí misma, pero decide no
hacerlo y en su lugar paga por el o le exige a otra persona que se encargue. Esta
distinción trae a colación la cuestión de las dimensiones de poder, cuando pasamos del
cuidado necesario al servicio. En el cuidado necesario, los cuidadores se encuentran
en una posición de poder relativo. Es decir, la persona que necesita el cuidado,
realmente lo necesita y solamente ese cuidador puede otorgárselo. En cambio, quienes
reciben el cuidado se encuentran en una posición de poder cuando se les presta un
servicio. En esa situación los cuidadores están en desventaja, porque se puede decidir
no contratar su servicio. También se puede forzar a una persona a otorgar cuidados,
uno de los ejemplos más claros es lo que se llama “Obligación por parentesco”. Se
supone que una esposa, una madre, una hija se encargarán del cuidado de los
miembros de su familia. Se asegurarán que cuenta con los cuidados necesarios. ¿Qué
sucede si fueron maltratadas, abusadas, sigue siendo una obligación cuidar? ¿Qué tipo
de cuidado van a dar? Esto hace pensar en la forma en que el cuidado puede utilizarse
tanto como beneficio, como para hacer daño al convencer a las personas sobre cómo
comportarse en la sociedad. Ni que decir de la acción del Estado, los regímenes de
bienestar y las políticas públicas. Todos y todas a diario las padecemos, por ejemplo,
nuestro sistema de salud, ¿quién tiene el poder, los planificadores, las EPS? O
¿porque se hace necesaria una política de humanización, que instancias de poder
ejercen los profesionales de salud que hace necesario recordarles que el otro tiene voz
y rostro? Entramos aquí directamente en el plano político del cuidado.

¿El cuidado es una virtud? Algunos autores dicen que sí. Que de la misma manera en
que las personas cultivan virtudes como el valor o la compasión, también deberían
cultivar el cuidado. Otros afirman que existen unas cualidades del cuidado que
solamente se pueden entender de esta manera, atendiendo a la combinación de
algunos elementos diferentes, la buena intención o la interrelación con otros valores
que motiva e implica como el amor, la confianza, el respeto, la gratitud, destacándose
sobre todo el sentido de responsabilidad. O como la necesidad de respuesta que surge
del reconocimiento de que otros cuentan con nosotros y que nosotros estamos en
posición de ayudar. Pero que sólo es una actitud y un valor si mantiene una continuidad
y una coherencia temporal, puesto que no se trata de una tarea puntual con un inicio y
un final concretos y requiere además del Kairós, del momento oportuno, del tiempo que
requiere cada cosa. Que además es un valor universalizable pero que no nace como tal
únicamente de la reflexión racional a priori sino que su importancia surge a partir de la
observación, la experiencia. Estamos hablando que el cuidado dependiendo de esta
combinación de elementos puede ser ético, aético, neutral. Pero por otro lado también
hay razones para no ver el cuidado como una virtud. Algunos de los argumentos en
contra son: que tratar el cuidado como virtud lo hace demasiado individualista. Una
segunda objeción, es que la ética de la virtud pone a las prácticas de cuidado dentro
del dominio solamente de los virtuosos, de las personas que están muy preparadas.
Como no todo el mundo puede alcanzar las virtudes, aunque sí pueda dar buenos
cuidados, entonces un enfoque en la virtud, puede eliminar a algunas personas del
cuidado. En el libro de Vrinda Dalmiya: conocer el cuidado, ella revisa algunos textos
9
de la tradición hindú y se pregunta: ¿Cómo nos enseñan acerca de la naturaleza del
cuidado? Lo que descubre es que nos enseñan que tenemos que estar abiertos al
cuidado desde una posición de humildad. Pero eso no cabría en el modelo de una
persona muy preparada o entrenada que da cuidado, y es una idea muy interesante
para considerar. Se pregunta también si fuera de la tradición occidental existe el
cuidado dentro de otros marcos filosóficos o el pensamiento occidental lo ha ignorado.
En un pasaje de Desmond Tutu, él dice: es muy difícil de entender, pero decir que una
persona tiene Ubuntu, quiere decir que es generosa, hospitalaria, amable, cariñosa y
compasiva. Comparte lo que tiene. Es decir: mi humanidad esta inextricablemente
amarrada a la tuya. Pertenecemos a un manojo de la vida. La autora considera que lo
que los occidentales, llaman el cuidado, se ha descrito desde hace mucho tiempo en
las tradiciones filosóficas africanas, en el confucionismo, un texto de Chenyan Li: habla
del concepto del ren y la ética feminista del cuidado. Cada vez más se están
considerando otras tradiciones intelectuales desde una perspectiva del cuidado.
Significa esto, que estamos abordando de lleno en esta dimensión la ética, la ética del
cuidado, la ética del cuidado de sí mismo y la bioética.
¿El cuidado funciona solamente en el nivel de identificar los fenómenos y las prácticas,
o también funciona en términos discursivos? ¿Con que fines se utiliza el cuidado,
cuando hablamos de ello? Cuando reconocemos que el cuidado es un discurso,
siempre tenemos que preguntarnos con qué fin se utiliza cualquiera de sus discursos.
Podríamos presentarlo de otra manera: ¿Qué es lo que nos importa? En este caso, el
plural es relativo porque encierra preguntas vitales, y aquí la reflexión centrada en
nosotros, como Departamento, como un grupo de profesionales del cuidado, toma un
cariz interesante. ¿Con que fin utilizamos el cuidado? ¿Para dar cuerpo a un proyecto
educativo, para transmitirlo como una técnica, una habilidad, una aptitud? ¿Es algo
extra, externo a nosotros o el cuidado adquiere otra connotación, es una forma de ver y
pensar el mundo, atraviesa nuestras vidas y permea lo que hacemos como
Departamento y docentes? Michel Foucault establece una diferencia importante entre
el profesor y el maestro en el sentido tradicional del término, al primero lo considera un
educador de la memoria, que enseña verdades, datos, principios, que simplemente
transmite un saber teórico o una pericia técnica, que hace pasar de la ignorancia a un
saber. Al segundo, como un operador de la reforma del individuo y de su formación
como sujeto. Con un efecto importante sobre su manera de actuar, que modifica y
transforma su modo de ser: el ethos del sujeto. Implica parrhesia, franqueza, una ética
de la palabra donde el maestro muestra tal coherencia entre lo que piensa, dice y hace
que el alumno quiere imitarlo y ser como él.
Esta misma línea, de qué estamos hablando cuando hablamos de cuidado, quizá
pueda dar cuenta de la dicotomía que muchas veces se produce en nuestra actuación:
en el aula hablamos de un cuidado holístico, integral pero luego esto queda
desdibujado cuando al llegar a una práctica asignamos al paciente de la cama 10, o al
del cáncer o la diarrea. Borramos de un tajo toda nuestra argumentación. O podríamos
preguntarnos en nuestras relaciones como docentes: ¿Cómo repartimos las
responsabilidades? ¿Lo hacemos de manera igualitaria o democrática? ¿Lo ancho para
algunos y lo angosto para otros? ¿Cómo efectuamos los reconocimientos, de igual

10
manera para todos o sólo para algunos? Preguntas interesantes que debemos
responder si estamos hablando de cuidado Si llevamos la reflexión al nivel de identificar
los fenómenos y las prácticas, también surgen preguntas: ¿prácticas y acciones iguales
para todos? ¿Se trata de homogenizar las prácticas de cuidado o se tienen en cuenta
las particularidades, los contextos, las culturas de los grupos humanos? Esto por
supuesto marca a la discusión otro horizonte porque ya no se trata de discursos y
prácticas iguales sino de tener en cuenta cosmovisiones y formas de entender el
mundo, es decir entramos en el terreno de la diversidad cultural, de la inter y
multiculturalidad. De asumir que si existen personas que quedan por fuera de estos
debates o existe algún tipo de cuidado que no se reconoce como tal, formas valoradas
de cuidado y otras menospreciadas, el cuidado también tendría que ver con relaciones
desiguales. Y que sí esto funciona así ¿Cómo llegaríamos a ser una sociedad de
iguales?
Habría otros elementos en la discusión sobre los que no me voy a detener, pero los
dejo planteados: ¿Los autocuidados forman parte del cuidado? ¿El cuidado es una
cuestión de dependencia o tiene condiciones de interdependencia? ¿Cuidado
comprometido y cuidado extendido? ¿El cuidado es un derecho? La persona que
recibe cuidados hoy será la persona que da cuidados mañana. Existe una forma
compleja dentro de la sociedad humana en la que estos cuidados están
constantemente cambiando, moviendo de una persona a otra y avanzando. Y las
actividades del cuidado insertándose dentro de otras actividades del cuidado.
Quiero reforzar esta idea de que hay muchas maneras de conceptualizar el cuidado y
que el modo en que utilizamos esos conceptos tendrá implicaciones importantes para
lo que hacemos con unos videos cortos.
La importancia entonces de construir un concepto desde nosotros, desde nuestro
Programa, de tener un consenso sobre los elementos de tipo ontológico,
epistemológico, ético, empírico, político, sociológico, que lo constituyen en realidad no
sólo está demarcando una utilidad, un fin, sino que a partir de este, esta trazando una
ruta de formación, que se debe hacer y como para lograr ese fin, las competencias que
se conseguirán al finalizar el proceso, indicando líneas de investigación así como los
abordajes metodológicos que se seguirán, que como sabemos en relación con el
cuidado se dan desde tres perspectivas: la francesa, la anglosajona y la
latinoamericana. También, está diferenciándolo de otros programas,
Ahora, la tarea también podría hacerse más sencilla, tomando conceptos ya
establecidos en enfermería, combinándolos, pero creo que ni aun así podríamos dejar
de lado la reflexión. Cuando Watson, define el cuidado como un encuentro total yo me
preguntaría: qué tipo de encuentro, entre quienes, como se produce ese encuentro,
que significa totalidad. O Janice Morse, como un imperativo moral, porque
obligatoriedad, esta independiente de cualquier situación afectiva, desde que sistema
moral. O Leininger, como acciones o actividades diseñadas de forma específica para
que encajen con los valores, creencias y modos de vida culturales de las personas
grupos o instituciones, encajen o se comprendan, hay allí una diferencia. Dorothea
Orem, como una actividad orientada hacia el objetivo de satisfacer necesidades

11
determinadas, obviamente cuales necesidades. Cada uno suscita preguntas, ya no son
conceptos estáticos y de cierta forma vacíos, cada uno requiere desmenuzarlo,
argumentarlo para poder entenderlo, saber de qué se habla y aplicarlo.

La importancia de un concepto propio, construido desde nuestra particularidad como


Programa, tendría además un valor agregado creo yo. La Ley 1413 de 2010 regula la
inclusión de la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales, a partir de
ella y las propuestas de la mesa intersectorial de cuidados, tanto el plan de desarrollo
2014-2018 como el de 2018-2022 expresan la intención de crear un Sistema Nacional
de Cuidados y la definición de una agenda de Economía del Cuidado, desde 2019,
cerca de 25 entidades del Gobierno Nacional avanzan en el tema y se supone que la
academia tendrá allí un papel relevante. Con un dato curioso y es que el primer
borrador de la propuesta fue rechazado porque no se incluyó o no se tuvo en cuenta
grupos diferenciados como los indígenas y los afros. La necesidad de crear un Sistema
Nacional de Cuidados y de elevar el cuidado a un derecho también parte de lo que
proyecta el futuro: en América Latina, en la actualidad el 11% del total de la población
tiene más de 60 años de edad, en 2030 representará el 17% y, en 2050, uno de cada
cuatro habitantes será mayor de 60 años ¿quién nos cuidará? Previsión que incluso
daría para pensar en capacitaciones, ofrecer servicios.

Por ejemplo, como trabajo final del seminario debates conceptuales y metodológicos
sobre el cuidado, tenía que construir un concepto de cuidado y a partir de él plantear un
objetivo de investigación y un abordaje. Luego el concepto debía ir totalmente
amarrado al objetivo y al abordaje. Lo definí como responsabilidad más acciones para
uno mismo y los otros, los otros como interlocutores moralmente válidos, los otros que
desarrollan sus vidas en contextos particulares.

Los cuidados son las actividades que permiten rege- nerar día a día el bienestar físico y emocional de las
personas. Su contenido abarca:

•Tareas que implican la interacción directa de las personas para lograr salud física y emocional (cuidados
directos).

•Tareas que establecen las condiciones materiales que hacen posibles los cuidados directos (precondi- ciones
del cuidado).

•Tareas de coordinación, planificación y supervisión

(gestión mental).

Mirando desde una perspectiva de ciclo vital vemos que los cuidados siempre están presentes, aunque las
condiciones en las que se dan y reciben van cam- biando a lo largo de la vida. Hay que atender a esta
trasversalidad al mismo tiempo que a sus manifesta- ciones concretas cambiantes.

12
Hablar de cuidados implica poner en el centro de la reflexión el bienestar diario de las personas. Aunque hay
políticas de cuidados específicas dirigidas a cier- tos grupos de población (como menores o personas adultas
mayores), los cuidados atraviesan el conjunto de políticas públicas y hablan de cuál es la prioridad de los
modelos de desarrollo.

Los cuidados muestran que la vida es una realidad de interdependencia que, hoy por hoy, se resuelve en
términos inequitativos:

•Son una necesidad (cambiante) de todas las personas, pero tenemos recursos muy dispares para satisfacerla.
El acceso a cuidados dignos es un factor de fuerte diferenciación socioeconómica.

•Casi todas las personas, en casi todos los momentos de la vida, podemos corresponsabilizarnos de los cuidados.
Pero, como están minusvalorados, quien puede tiende a delegarlos. El reparto del trabajo de cuidados viene
marcado por ejes de desigualdad socioeconómica: de género, de clase social, de estatus migratorio, de raza-
etnia, etc.

Los cuidados son una cuestión de suma importancia al hablar de desigualdad de género:

•Las mujeres realizan la inmensa mayoría de los trabajos de cuidados, y la mayor parte no se paga; cuando se
pagan, se pagan mal. No suelen dar acceso a la ciudadanía económica y social.

•Además, ese desigual reparto incide negativamente en el resto de las facetas de la vida de las mujeres, porque
les resta tiempo y oportunidades para otras actividades y reduce su capacidad de negociación dentro de la
familia. La manera en la que se organizan los cuidados varía mucho entre sociedades y contextos. Mientras
que en algunos podemos encontrar una participación sig- nificativa del Estado, en otros apenas existe y el peso
recae prácticamente en su totalidad sobre los hoga- res. Estos hogares pueden ser más o menos extensos.
También varía mucho la presencia de la comunidad y el tercer sector.

A pesar de las importantes diferencias geográficas e históricas, los sistemas de cuidados suelen presentar

13
tres características, vinculadas entre sí, que nos per- miten definirlos como sistemas injustos (aunque la
intensidad de la injusticia varía mucho):

•La responsabilidad social en cubrirlos es débil o inexistente: Si bien el Estado en algunos lugares juega un
papel importante, los cuidados quedan mayormente delegados al ámbito privado-do- méstico de los
hogares. Se suele exigir a las ciudadanas y ciudadanos que actúen como si fueran autosuficientes, sobre
todo, en el mercado laboral. No se reconoce la interdependencia que nos obliga

a corresponsabilizarnos a todas y todos, así como al conjunto de actores públicos y privados.

•Se pone la responsabilidad en manos de las muje- res, como si fuera una actividad que por naturaleza
deben y saben hacer, mientras que a los hombres

se les suele des-responsabilizar. De estos roles de género se deriva la división por género del trabajo, que
pone el trabajo no remunerado mayoritaria- mente en manos de las mujeres. También implica que el
empleo de hogar sea un sector laboral feminizado y desvalorizado.

•Hay un nexo sistémico entre cuidados y desigual- dad: Se configura un círculo vicioso entre cuidados
precarios y precariedad/exclusión/pobreza. Los cuidados se suelen establecer en torno a flujos asimétricos
desde quienes están en peor situación socioeconómica hacia quienes están mejor: de mu- jeres a hombres,
de población migrante a población autóctona, de las clases populares a las clases más pudientes, de unos
países a otros.

Para revertir la situación de desigualdad en el acceso a los cuidados entre grupos sociales y para avanzar hacia
la igualdad entre mujeres y hombres, es imprescindi- ble construir los cuidados como una responsabilidad
común de todas las personas y del conjunto de ins- tituciones. Los cuidados han de entenderse como un
derecho que, además, facilita el acceso a otros derechos. El logro del empoderamiento económico de las
mujeres necesita de seis cambios relacionados con los cuidados: El mandato de abordar los cuidados se
deriva de:

•El enfoque de desarrollo humano: los cuidados son


la base de la vida que está en el centro del
desarrollo humano, por lo que un objetivo central
del desarrollo ha de ser el acceso a cuidados dignos
universales. Hablamos de cuidados dignos para
referirnos a las situaciones en las que las personas
acceden a cuidados que son suficientes (satisfacen
las necesidades), libremente elegidos (existe
capacidad de decisión sobre cómo se desea cuidar

y ser cuidado o cuidada, o sobre cómo, cuánto y a


quién se desea cuidar) y satisfactorios (responden a
los sentidos de trascendencia propios).

•El enfoque de derechos: diversos derechos ya


reconocidos contienen tanto los derechos laborales
14
a menudo violentados en el sector de cuidados,
como lo que podemos reconocer como un derecho
al cuidado (a recibir cuidados adecuados y a elegir
sobre su provisión).

El logro de sistemas de cuidados justos obliga a avan-


zar en una triple dirección:

•De la inexistencia de responsabilidad social a la


corresponsabilidad en los cuidados: de mujeres y
hombres dentro de los hogares; y de los hogares
con el resto de agentes socioeconómicos en la
esfera pública (el estado, las empresas y el tercer
sector).

•De la asignación de los cuidados como una tarea


propia de las mujeres a la igualdad de género.

•Del nexo cuidados-desigualdad al reconocimiento y


ejercicio de:

•Derechos laborales en el sector de los cuidados.

•Un derecho al cuidado entendido como un dere-


cho universal y multidimensional que abarque:
el derecho a elegir si se desea cuidar y a hacerlo
en condiciones dignas, y el derecho a recibir
cuidados adecuados en diversos momentos del
ciclo vital.

15
•Disminuir las barreras para acceder al empleo:
una de las principales es la desproporcionada
responsa- bilidad que las mujeres asumen sobre
los trabajos de cuidados no remunerados.

•Identificar y desactivar las dinámicas de poder


que operan dentro de los hogares: el desigual
poder de negociación está en la base del
reparto desigual de los trabajos; al mismo
tiempo, la desproporcionada carga de cuidados
que asumen las mujeres reduce su poder de
negociación.

•Involucrar a los hombres en los trabajos de


cuidados a todos los niveles, tanto en los
cuidados no remu- nerados como fomentar su
presencia en el sector laboral de cuidados.

•Transformar el lugar que los cuidados ocupan


en la agenda del desarrollo,situándolos como
prioridad

y no como instrumento; de manera que se


logre su revalorización y redistribución.

•Dignificar las condiciones laborales del empleo


de hogar y avanzar en la profesionalización del
sector de cuidados.

•Hacer visibles los efectos que las políticas


económi- cas tienen sobre la economía de los
cuidados, para evitar que entre sus
consecuencias invisibles esté el sobrecargar de
cuidados a las mujeres.

16
17
18
19

También podría gustarte