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Eduardo Galeano expresaba que "La memoria con sus funciones de recordar, evocar,
rememorar es crucial para los seres humanos. Es una tarea permanente, ardua,
necesaria. No para mantenernos en el pasado sino para dotar de sentido el presente y
de esperanza y utopía el futuro, al impedir que se cometan los mismos errores del
pasado”.
¿Cuál es ese pasado? Aunque tímidamente al finalizar los noventa algunas docentes
empezamos a reflexionar sobre enfermería y sobre el cuidado es el siglo XXI que
marca aspectos importantes para el Programa influenciado por nuevas tendencias y
avances conceptuales. De allí que en el año 2001 entro en un proceso de
autoevaluación para la obtención voluntaria de la acreditación de alta calidad, otorgada
en el 2003, convirtiéndose en el primer programa de la Universidad del Cauca en
acreditarse. Un segundo proceso de autoevaluación en 2006 para renovación de la
acreditación y un tercero en 2011. Del primer proceso y reafirmado en el segundo
surgió también la necesidad urgente de replantear el currículo hacía una estructura
centrada en el cuidado, no sólo para consolidar referentes teóricos sino porque en
muchos aspectos había estado ausente en la formación y en los diseños de las
asignaturas así que simultáneamente se empieza también a trabajar en una reforma
curricular que entra en vigencia en 2015. Para lograr la reforma se realizaron
ininterrumpidamente a través de varios años una serie de capacitaciones y talleres en
los que participábamos todos y todas las docentes, se trabajaron referentes
conceptuales, filosóficos, epistemológicos, éticos, se contrastaron planes de estudio, se
realizaron ateneos, club de revistas que se hacían en espacios diferentes de la facultad
y con estos insumos se dio vida a la reforma y a uno de sus objetivos que era
establecer un concepto de cuidado.
Existen muchas formas para definir y pensar el cuidado, Tronto sostiene que todos los
conceptos son herramientas y en este orden cualquier idea acerca del cuidado funciona
como una herramienta, pero de allí surgen unas preguntas claves. ¿Cuándo y cómo,
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esta herramienta: ¿el concepto de cuidado, es útil para nosotros? Y ¿cuándo y desde
donde, esta herramienta: ¿el concepto de cuidado, es útil para nosotros?
Responder el cuándo, en este caso concreto, Programa de Enfermería, podría darnos
varias alternativas, ustedes pueden pensar varias, a mí se me ocurren dos: 1. Cuando
se aplica el concepto a las actividades y prácticas específicas de cada asignatura.
Válido, pero sucede que estaría entonces ligado a la visión que cada docente o un área
tiene sobre el cuidado: ¿Todos están hablando de cuidado? Claro que sí, ¿Tiene
utilidad?, por supuesto que tiene utilidad, pero es una utilidad en cierta forma parcelada
y restringida a cada asignatura o área, que en la práctica se traduce en que todos
hablamos de cuidado, pero del cuidado desde miradas y elementos diferentes. 2. Otra
manera, sería pensar el concepto como el punto central, el eje que nuclea el currículo y
allí las cosas cambian, la apuesta es mayor, porque supone una mirada diferente: no
sólo desde su misma definición sino claridad en ciertos elementos que lo constituyen,
los cuales a su vez atravesarían todo el Plan de estudios, todas las asignaturas, pero
cada una de ellas los pone en marcha con unas particularidades. Determinando un fin,
una ruta o estrategias para alcanzar ese fin, para analizar los problemas, las
estrategias para resolverlos, reflexionar sobre la acción, y analizar los esquemas y
teorías implícitas que se usan en la práctica.
Una vez que se defina el cuándo y desde donde esta herramienta, el concepto de
cuidado es útil para el Programa de Enfermería, que se tenga claridad sobre este
punto, es necesario pensar entonces sobre qué elementos o variables se va a llegar a
un consenso, para luego si poder construir un concepto que los contenga a todos.
Puesto que existe una forma compleja dentro de la sociedad humana en la que los
cuidados están constantemente cambiando, moviéndose y avanzando. Y el modo en
que utilicemos esos conceptos tendrá implicaciones importantes para lo que hacemos,
definirá lo que hacemos y cómo lo hacemos.
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El cuidado ocupa todos los espacios y actividades del ser humano, y aunque a menudo
no pensamos de manera sistemática en él, ha garantizado la perpetuidad y la
sobrevivencia de la especie y los grupos sociales, es algo esencial para la vida, algo de
lo cual no podemos prescindir. Ha sido y sigue siendo una constante en la humanidad y
el núcleo de muchas relaciones humanas. Se considera uno de los pilares del
desarrollo humano, ya que este se nutre no sólo por el cubrimiento de las necesidades
básicas sino por la atención y el cuidado. Con este sentido, todas las personas
conocemos, sabemos, tenemos una idea sobre lo que es el cuidado y realizamos
actividades de cuidado.
Lo mismo ocurre específicamente en enfermería, a este cuidado general del que todos
sabemos, agregamos una forma determinada del cuidado: el cuidado formalizado. Y de
igual manera en nuestro desempeño, hablamos y ponemos en práctica este tipo de
cuidado. Significa entonces que todos los profesionales de enfermería tenemos una
idea acerca de que es el cuidado formalizado. Nel Nodding argumenta que existe un
cuidado natural, una inclinación que no requiere de reflexiones, y un cuidado en el cual
la reflexión sobre el deber ser es fundamental. Desde esta separación, algunos
autores identifican que puede mirarse desde dos ángulos diferentes: 1. Como un
concepto 2. Como un concepto y fenómeno. Como concepto es universal, esencial,
común para todas las culturas en todas las épocas históricas, independientemente de
las ideologías, creencias, y presupuestos científicos. Donde lo esencial hace referencia
a sus características, propiedades y relaciones más profundas y estables. Como un
concepto y fenómeno, tiene que ver con los significados y prácticas relacionadas con
los cuidados de la salud, influenciados a su vez por el contexto social, político,
ideológico, religioso y científico.
Este hecho, de que todos los seres humanos conozcamos en mayor o menor medida
sobre el cuidado, cotidianamente hablemos de él y realicemos actividades de cuidado
tanto desde un plano general como desde uno más determinado, plantea María
Ángeles Durán, exige la necesidad de que las sociedades o grupos, como este, lleguen
a un consenso acerca de que entienden o definen como cuidado, porque, si no,
estamos seguros de estar hablando de lo mismo, puede ser que los resultados de un
lugar no sean en realidad comparables con los de otros, aunque aparentemente todos
estemos hablando de cuidado. Como ejemplo, realizo un trabajo sobre el significado
etimológico de la palabra cuidado, con grupos de diferentes países. Encontró que los
españoles partían de la raíz latina del término: cogitare, cogitatus y lo describían como
pensamiento o preocupación por alguien más la acción de hacer algo por ese alguien.
Para los franceses no existían el singular cuidado, sino su plural los cuidados y lo
asimilaban directamente a actividades, en cambio los ingleses partían del término care,
dándole como primer significado asistencia y atención y en segundo lugar, muy poco
usado, cuidado y preocupación. El estudio demostró que, si bien todos hablaban del
cuidado, cada uno le estaba dando un sentido diferente.
Lo mismo podría estar ocurriendo aquí: para Gestión podría ser analizar un entorno,
elaborar un diagnóstico y plantear una solución desde un protocolo, en cambio para
Cuidado al Niño podría ser prevenir la presencia de unos tipos de patologías comunes
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en la niñez, o para Cuidado al adulto podría ser realizar actividades para estabilizar y
curar una persona enferma. Elisa podría estarlo mirando desde lo cultural; conocer el
cuidado en diferentes contextos, pero Adriana podría estar mirando más allá, desde lo
intercultural, no sólo como conocimiento sino como intercambio de saberes. ¿Todas
están hablando de cuidado? Por supuesto que sí, pero cada uno lo hace desde un
ángulo diferente e incorpora unos elementos distintos en su apreciación.
Lo cual ratifica y urge a la necesidad de llegar a un consenso. ¿Cómo llegar entonces a
ese consenso? Existen muchas formas para definir y pensar el cuidado, en el nivel más
general Joan Tronto lo define como: reparar, mantener y continuar nuestro mundo para
que lo podamos habitar de la mejor manera posible. Eso incluye nuestro cuerpo,
nuestras relaciones y nuestro entorno. No solamente como una actividad o como una
disposición moral, sino como un modo de hablar y pensar el mundo. Como un proceso
holístico, dinámico, cambiante, no estático que implica saber quiénes somos y quienes
son los demás ya que esto se expresará en nuestros valores, compromisos y
respuestas.
Sostiene también que todos los conceptos son herramientas y en este orden cualquier
idea acerca del cuidado funciona como una herramienta, pero de allí surgen unas
preguntas claves: ¿Cuándo y cómo, esta herramienta: ¿el concepto de cuidado, es útil
para nosotros? O ¿Cuándo y desde donde, esta herramienta: ¿el concepto de cuidado,
es útil para nosotros? ¿Con que fines se utiliza el cuidado, cuando hablamos de ello?
Responder el cuándo, en este caso concreto, Programa de Enfermería, podría darnos
varias alternativas, ustedes pueden pensar varias, a mí se me ocurren dos: 1. Cuando
se aplica el concepto a las actividades y prácticas específicas de cada asignatura.
Válido, pero sucede que estaría entonces ligado a la visión que cada docente o un área
tiene sobre el cuidado: ¿Todos están hablando de cuidado? Claro que sí, ¿Tiene
utilidad?, por supuesto que tiene utilidad, pero es una utilidad en cierta forma parcelada
y restringida a cada asignatura o área, que en la práctica se traduce en que todos
hablamos de cuidado, pero del cuidado desde miradas y elementos diferentes. 2. Otra
manera, sería pensar el concepto como el punto central, el eje que nuclea el currículo y
allí las cosas cambian, la apuesta es mayor, porque supone una mirada diferente: no
sólo desde su misma definición sino claridad en ciertos elementos que lo constituyen,
los cuales a su vez atravesarían todo el Plan de estudios, todas las asignaturas, pero
cada una de ellas los pone en marcha con unas particularidades. Determinando un fin,
una ruta o estrategias para alcanzar ese fin, para analizar los problemas, las
estrategias para resolverlos, reflexionar sobre la acción, y analizar los esquemas y
teorías implícitas que se usan en la práctica.
Una vez que se defina el cuándo y desde donde esta herramienta, el concepto de
cuidado es útil para el Programa de Enfermería, que se tenga claridad sobre este
punto, es necesario pensar entonces sobre qué elementos o variables se va a llegar a
un consenso, para luego si poder construir un concepto que los contenga a todos.
Puesto que existe una forma compleja dentro de la sociedad humana en la que los
cuidados están constantemente cambiando, moviéndose y avanzando. Hay muchas
maneras de conceptualizar el cuidado, pero el modo en que utilicemos esos conceptos
tendrá implicaciones importantes para lo que hacemos, definirá lo que hacemos y cómo
lo hacemos.
¿Cuidado necesario, servicio, cuidado forzado? un cuidado necesario es aquel que una
persona no puede otorgarse a sí misma. Por ejemplo; un niño de 3 años no entiende
que no puede tomar con sus manos una olla que está hirviendo, debe ser cuidado. Una
persona que necesita una cirugía de cerebro, incluso siendo neurocirujano, no puede
operarse a sí misma, es un trabajo que debe hacerse, es necesario y puede ser
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calificado, técnico como la cirugía de cerebro, o como el trabajo de enfermería, como
no serlo como en el caso de la persona que cuida a ese niño de 3 años. El servicio, por
otro lado, es el cuidado que una persona podría otorgarse a sí misma, pero decide no
hacerlo y en su lugar paga por el o le exige a otra persona que se encargue. Esta
distinción trae a colación la cuestión de las dimensiones de poder, cuando pasamos del
cuidado necesario al servicio. En el cuidado necesario, los cuidadores se encuentran
en una posición de poder relativo. Es decir, la persona que necesita el cuidado,
realmente lo necesita y solamente ese cuidador puede otorgárselo. En cambio, quienes
reciben el cuidado se encuentran en una posición de poder cuando se les presta un
servicio. En esa situación los cuidadores están en desventaja, porque se puede decidir
no contratar su servicio. También se puede forzar a una persona a otorgar cuidados,
uno de los ejemplos más claros es lo que se llama “Obligación por parentesco”. Se
supone que una esposa, una madre, una hija se encargarán del cuidado de los
miembros de su familia. Se asegurarán que cuenta con los cuidados necesarios. ¿Qué
sucede si fueron maltratadas, abusadas, sigue siendo una obligación cuidar? ¿Qué tipo
de cuidado van a dar? Esto hace pensar en la forma en que el cuidado puede utilizarse
tanto como beneficio, como para hacer daño al convencer a las personas sobre cómo
comportarse en la sociedad. Ni que decir de la acción del Estado, los regímenes de
bienestar y las políticas públicas. Todos y todas a diario las padecemos, por ejemplo,
nuestro sistema de salud, ¿quién tiene el poder, los planificadores, las EPS? O
¿porque se hace necesaria una política de humanización, que instancias de poder
ejercen los profesionales de salud que hace necesario recordarles que el otro tiene voz
y rostro? Entramos aquí directamente en el plano político del cuidado.
¿El cuidado es una virtud? Algunos autores dicen que sí. Que de la misma manera en
que las personas cultivan virtudes como el valor o la compasión, también deberían
cultivar el cuidado. Otros afirman que existen unas cualidades del cuidado que
solamente se pueden entender de esta manera, atendiendo a la combinación de
algunos elementos diferentes, la buena intención o la interrelación con otros valores
que motiva e implica como el amor, la confianza, el respeto, la gratitud, destacándose
sobre todo el sentido de responsabilidad. O como la necesidad de respuesta que surge
del reconocimiento de que otros cuentan con nosotros y que nosotros estamos en
posición de ayudar. Pero que sólo es una actitud y un valor si mantiene una continuidad
y una coherencia temporal, puesto que no se trata de una tarea puntual con un inicio y
un final concretos y requiere además del Kairós, del momento oportuno, del tiempo que
requiere cada cosa. Que además es un valor universalizable pero que no nace como tal
únicamente de la reflexión racional a priori sino que su importancia surge a partir de la
observación, la experiencia. Estamos hablando que el cuidado dependiendo de esta
combinación de elementos puede ser ético, aético, neutral. Pero por otro lado también
hay razones para no ver el cuidado como una virtud. Algunos de los argumentos en
contra son: que tratar el cuidado como virtud lo hace demasiado individualista. Una
segunda objeción, es que la ética de la virtud pone a las prácticas de cuidado dentro
del dominio solamente de los virtuosos, de las personas que están muy preparadas.
Como no todo el mundo puede alcanzar las virtudes, aunque sí pueda dar buenos
cuidados, entonces un enfoque en la virtud, puede eliminar a algunas personas del
cuidado. En el libro de Vrinda Dalmiya: conocer el cuidado, ella revisa algunos textos
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de la tradición hindú y se pregunta: ¿Cómo nos enseñan acerca de la naturaleza del
cuidado? Lo que descubre es que nos enseñan que tenemos que estar abiertos al
cuidado desde una posición de humildad. Pero eso no cabría en el modelo de una
persona muy preparada o entrenada que da cuidado, y es una idea muy interesante
para considerar. Se pregunta también si fuera de la tradición occidental existe el
cuidado dentro de otros marcos filosóficos o el pensamiento occidental lo ha ignorado.
En un pasaje de Desmond Tutu, él dice: es muy difícil de entender, pero decir que una
persona tiene Ubuntu, quiere decir que es generosa, hospitalaria, amable, cariñosa y
compasiva. Comparte lo que tiene. Es decir: mi humanidad esta inextricablemente
amarrada a la tuya. Pertenecemos a un manojo de la vida. La autora considera que lo
que los occidentales, llaman el cuidado, se ha descrito desde hace mucho tiempo en
las tradiciones filosóficas africanas, en el confucionismo, un texto de Chenyan Li: habla
del concepto del ren y la ética feminista del cuidado. Cada vez más se están
considerando otras tradiciones intelectuales desde una perspectiva del cuidado.
Significa esto, que estamos abordando de lleno en esta dimensión la ética, la ética del
cuidado, la ética del cuidado de sí mismo y la bioética.
¿El cuidado funciona solamente en el nivel de identificar los fenómenos y las prácticas,
o también funciona en términos discursivos? ¿Con que fines se utiliza el cuidado,
cuando hablamos de ello? Cuando reconocemos que el cuidado es un discurso,
siempre tenemos que preguntarnos con qué fin se utiliza cualquiera de sus discursos.
Podríamos presentarlo de otra manera: ¿Qué es lo que nos importa? En este caso, el
plural es relativo porque encierra preguntas vitales, y aquí la reflexión centrada en
nosotros, como Departamento, como un grupo de profesionales del cuidado, toma un
cariz interesante. ¿Con que fin utilizamos el cuidado? ¿Para dar cuerpo a un proyecto
educativo, para transmitirlo como una técnica, una habilidad, una aptitud? ¿Es algo
extra, externo a nosotros o el cuidado adquiere otra connotación, es una forma de ver y
pensar el mundo, atraviesa nuestras vidas y permea lo que hacemos como
Departamento y docentes? Michel Foucault establece una diferencia importante entre
el profesor y el maestro en el sentido tradicional del término, al primero lo considera un
educador de la memoria, que enseña verdades, datos, principios, que simplemente
transmite un saber teórico o una pericia técnica, que hace pasar de la ignorancia a un
saber. Al segundo, como un operador de la reforma del individuo y de su formación
como sujeto. Con un efecto importante sobre su manera de actuar, que modifica y
transforma su modo de ser: el ethos del sujeto. Implica parrhesia, franqueza, una ética
de la palabra donde el maestro muestra tal coherencia entre lo que piensa, dice y hace
que el alumno quiere imitarlo y ser como él.
Esta misma línea, de qué estamos hablando cuando hablamos de cuidado, quizá
pueda dar cuenta de la dicotomía que muchas veces se produce en nuestra actuación:
en el aula hablamos de un cuidado holístico, integral pero luego esto queda
desdibujado cuando al llegar a una práctica asignamos al paciente de la cama 10, o al
del cáncer o la diarrea. Borramos de un tajo toda nuestra argumentación. O podríamos
preguntarnos en nuestras relaciones como docentes: ¿Cómo repartimos las
responsabilidades? ¿Lo hacemos de manera igualitaria o democrática? ¿Lo ancho para
algunos y lo angosto para otros? ¿Cómo efectuamos los reconocimientos, de igual
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manera para todos o sólo para algunos? Preguntas interesantes que debemos
responder si estamos hablando de cuidado Si llevamos la reflexión al nivel de identificar
los fenómenos y las prácticas, también surgen preguntas: ¿prácticas y acciones iguales
para todos? ¿Se trata de homogenizar las prácticas de cuidado o se tienen en cuenta
las particularidades, los contextos, las culturas de los grupos humanos? Esto por
supuesto marca a la discusión otro horizonte porque ya no se trata de discursos y
prácticas iguales sino de tener en cuenta cosmovisiones y formas de entender el
mundo, es decir entramos en el terreno de la diversidad cultural, de la inter y
multiculturalidad. De asumir que si existen personas que quedan por fuera de estos
debates o existe algún tipo de cuidado que no se reconoce como tal, formas valoradas
de cuidado y otras menospreciadas, el cuidado también tendría que ver con relaciones
desiguales. Y que sí esto funciona así ¿Cómo llegaríamos a ser una sociedad de
iguales?
Habría otros elementos en la discusión sobre los que no me voy a detener, pero los
dejo planteados: ¿Los autocuidados forman parte del cuidado? ¿El cuidado es una
cuestión de dependencia o tiene condiciones de interdependencia? ¿Cuidado
comprometido y cuidado extendido? ¿El cuidado es un derecho? La persona que
recibe cuidados hoy será la persona que da cuidados mañana. Existe una forma
compleja dentro de la sociedad humana en la que estos cuidados están
constantemente cambiando, moviendo de una persona a otra y avanzando. Y las
actividades del cuidado insertándose dentro de otras actividades del cuidado.
Quiero reforzar esta idea de que hay muchas maneras de conceptualizar el cuidado y
que el modo en que utilizamos esos conceptos tendrá implicaciones importantes para
lo que hacemos con unos videos cortos.
La importancia entonces de construir un concepto desde nosotros, desde nuestro
Programa, de tener un consenso sobre los elementos de tipo ontológico,
epistemológico, ético, empírico, político, sociológico, que lo constituyen en realidad no
sólo está demarcando una utilidad, un fin, sino que a partir de este, esta trazando una
ruta de formación, que se debe hacer y como para lograr ese fin, las competencias que
se conseguirán al finalizar el proceso, indicando líneas de investigación así como los
abordajes metodológicos que se seguirán, que como sabemos en relación con el
cuidado se dan desde tres perspectivas: la francesa, la anglosajona y la
latinoamericana. También, está diferenciándolo de otros programas,
Ahora, la tarea también podría hacerse más sencilla, tomando conceptos ya
establecidos en enfermería, combinándolos, pero creo que ni aun así podríamos dejar
de lado la reflexión. Cuando Watson, define el cuidado como un encuentro total yo me
preguntaría: qué tipo de encuentro, entre quienes, como se produce ese encuentro,
que significa totalidad. O Janice Morse, como un imperativo moral, porque
obligatoriedad, esta independiente de cualquier situación afectiva, desde que sistema
moral. O Leininger, como acciones o actividades diseñadas de forma específica para
que encajen con los valores, creencias y modos de vida culturales de las personas
grupos o instituciones, encajen o se comprendan, hay allí una diferencia. Dorothea
Orem, como una actividad orientada hacia el objetivo de satisfacer necesidades
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determinadas, obviamente cuales necesidades. Cada uno suscita preguntas, ya no son
conceptos estáticos y de cierta forma vacíos, cada uno requiere desmenuzarlo,
argumentarlo para poder entenderlo, saber de qué se habla y aplicarlo.
Por ejemplo, como trabajo final del seminario debates conceptuales y metodológicos
sobre el cuidado, tenía que construir un concepto de cuidado y a partir de él plantear un
objetivo de investigación y un abordaje. Luego el concepto debía ir totalmente
amarrado al objetivo y al abordaje. Lo definí como responsabilidad más acciones para
uno mismo y los otros, los otros como interlocutores moralmente válidos, los otros que
desarrollan sus vidas en contextos particulares.
Los cuidados son las actividades que permiten rege- nerar día a día el bienestar físico y emocional de las
personas. Su contenido abarca:
•Tareas que implican la interacción directa de las personas para lograr salud física y emocional (cuidados
directos).
•Tareas que establecen las condiciones materiales que hacen posibles los cuidados directos (precondi- ciones
del cuidado).
(gestión mental).
Mirando desde una perspectiva de ciclo vital vemos que los cuidados siempre están presentes, aunque las
condiciones en las que se dan y reciben van cam- biando a lo largo de la vida. Hay que atender a esta
trasversalidad al mismo tiempo que a sus manifesta- ciones concretas cambiantes.
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Hablar de cuidados implica poner en el centro de la reflexión el bienestar diario de las personas. Aunque hay
políticas de cuidados específicas dirigidas a cier- tos grupos de población (como menores o personas adultas
mayores), los cuidados atraviesan el conjunto de políticas públicas y hablan de cuál es la prioridad de los
modelos de desarrollo.
Los cuidados muestran que la vida es una realidad de interdependencia que, hoy por hoy, se resuelve en
términos inequitativos:
•Son una necesidad (cambiante) de todas las personas, pero tenemos recursos muy dispares para satisfacerla.
El acceso a cuidados dignos es un factor de fuerte diferenciación socioeconómica.
•Casi todas las personas, en casi todos los momentos de la vida, podemos corresponsabilizarnos de los cuidados.
Pero, como están minusvalorados, quien puede tiende a delegarlos. El reparto del trabajo de cuidados viene
marcado por ejes de desigualdad socioeconómica: de género, de clase social, de estatus migratorio, de raza-
etnia, etc.
Los cuidados son una cuestión de suma importancia al hablar de desigualdad de género:
•Las mujeres realizan la inmensa mayoría de los trabajos de cuidados, y la mayor parte no se paga; cuando se
pagan, se pagan mal. No suelen dar acceso a la ciudadanía económica y social.
•Además, ese desigual reparto incide negativamente en el resto de las facetas de la vida de las mujeres, porque
les resta tiempo y oportunidades para otras actividades y reduce su capacidad de negociación dentro de la
familia. La manera en la que se organizan los cuidados varía mucho entre sociedades y contextos. Mientras
que en algunos podemos encontrar una participación sig- nificativa del Estado, en otros apenas existe y el peso
recae prácticamente en su totalidad sobre los hoga- res. Estos hogares pueden ser más o menos extensos.
También varía mucho la presencia de la comunidad y el tercer sector.
A pesar de las importantes diferencias geográficas e históricas, los sistemas de cuidados suelen presentar
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tres características, vinculadas entre sí, que nos per- miten definirlos como sistemas injustos (aunque la
intensidad de la injusticia varía mucho):
•La responsabilidad social en cubrirlos es débil o inexistente: Si bien el Estado en algunos lugares juega un
papel importante, los cuidados quedan mayormente delegados al ámbito privado-do- méstico de los
hogares. Se suele exigir a las ciudadanas y ciudadanos que actúen como si fueran autosuficientes, sobre
todo, en el mercado laboral. No se reconoce la interdependencia que nos obliga
•Se pone la responsabilidad en manos de las muje- res, como si fuera una actividad que por naturaleza
deben y saben hacer, mientras que a los hombres
se les suele des-responsabilizar. De estos roles de género se deriva la división por género del trabajo, que
pone el trabajo no remunerado mayoritaria- mente en manos de las mujeres. También implica que el
empleo de hogar sea un sector laboral feminizado y desvalorizado.
•Hay un nexo sistémico entre cuidados y desigual- dad: Se configura un círculo vicioso entre cuidados
precarios y precariedad/exclusión/pobreza. Los cuidados se suelen establecer en torno a flujos asimétricos
desde quienes están en peor situación socioeconómica hacia quienes están mejor: de mu- jeres a hombres,
de población migrante a población autóctona, de las clases populares a las clases más pudientes, de unos
países a otros.
Para revertir la situación de desigualdad en el acceso a los cuidados entre grupos sociales y para avanzar hacia
la igualdad entre mujeres y hombres, es imprescindi- ble construir los cuidados como una responsabilidad
común de todas las personas y del conjunto de ins- tituciones. Los cuidados han de entenderse como un
derecho que, además, facilita el acceso a otros derechos. El logro del empoderamiento económico de las
mujeres necesita de seis cambios relacionados con los cuidados: El mandato de abordar los cuidados se
deriva de:
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•Disminuir las barreras para acceder al empleo:
una de las principales es la desproporcionada
responsa- bilidad que las mujeres asumen sobre
los trabajos de cuidados no remunerados.
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