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La leyenda mística empezó en Alemania cuando un noble, con sus rezos a la imagen de la Virgen María, pudo mejorar

la relación con su esposa. En agradecimiento le pidió a un artista que pintara una imagen que mostrara aquella acción
santa. El hombre tomó la imagen mariana y presentó a la Inmaculada Concepción, amparada por el Espíritu Santo y
rodeada de ángeles. Además, la mostró pisando la cabeza de una serpiente (símbolo de males y pecados) y con unas
cintas enredadas que, tras pasar por sus manos, quedaban lisas. Cuentan que era la forma de simbolizar cómo la fe y el
amor podían desatar los nudos de los problemas humanos que traban la comunicación de los seres humanos con Dios.
Fue cerca
del
1700 MARÍA DESATANUDOS año
y, en

alemán, a esa imagen se la conoció como María las Knotenlöserin. Es decir: María, la que desata los nudos.
El artista se llamaba Johann Georg Melchor Schmidtner, un hombre de reconocida trayectoria en la iglesia alemana y en
la Italia del siglo XVI, ya que se había formado en Venecia. Los historiadores dicen que la imagen fue realizada para el
retablo de las Beatas Vírgenes del Buen Consejo, el lugar al que aquel noble la donó. Con los años y luego de la
destrucción del retablo (al parecer, fue en una guerra), la obra llegó a la iglesia de San Peter am Parlache, en
Augsburgo, donde aún se conserva. Claro que no es el único lugar del mundo en el que se la venera, porque en Buenos
Aires la Virgen Desatanudos (como se la conoce popularmente) también tiene miles de fieles seguidores que el día 8 de
cada mes se acercan a pedirle su ayuda espiritual.
Entronizada en la iglesia de San José del Talar (en la calle Navarro 2460) el 8 de diciembre de 1996, la imagen local fue
realizada por la artista plástica Ana Betta de Berti. De todas maneras, lo que todavía sorprende es la historia que hay
detrás para que esa imagen llegara a la Ciudad. Fue en 1984 cuando un sacerdote que había ido a estudiar a Alemania
trajo una postal que la mostraba. Aquel sacerdote jesuita se llama Jorge Bergoglio, el hoy papa Francisco, uno de los
tantos fieles de esa advocación mariana.
La primera reproducción se hizo en la capilla del rectorado de la Universidad del Salvador. Pero unos años más tarde,
unos fieles se contactaron con el párroco Rodolfo Arroyo, quien estaba al frente de la iglesia de San José, y le sugirieron
que se pintara también allí. La elección del lugar tenía relación con el vínculo familiar del santo con María. Así, con la
aprobación del cardenal Antonio Quarracino, entonces arzobispo de Buenos Aires, la imagen tuvo un altar especial en
esa parroquia porteña, el lugar al que concurre la gente que la admira con devoción. La fecha principal de la veneración
es el 8 de diciembre, pero también hay otras dos fechas que se relacionan con esa imagen de la Virgen María: el 15 de
agosto y el 28 de septiembre. La última se encuadra en lo ocurrido con aquel noble alemán.
En la Iglesia Católica, no sólo la reconocen como “Madre de Dios, María la que desata los nudos”, sino también como
“Madre del buen consejo” y “Patrona de los matrimonios y de los conflictos en la vida de las personas y los pueblos”. En
Buenos Aires su popularidad es tan importante que suele concentrar multitudes que desbordan la capacidad de la
parroquia donde está pintada la imagen. Y eso hizo que hasta se pensara en consagrar un templo especial para su
veneración en otro lugar que no fuera la iglesia de la calle Navarro.
Hace unos años se mencionó como posibilidad la compra de una parte del terreno de lo que es el Club Comunicaciones,
en la zona de Agronomía, para instalarla allí. Algunos afirman que en ese momento el Arzobispado hasta hizo una oferta
concreta para la posible adquisición. Sin embargo, la idea no prosperó y el proyecto quedó archivado. Pero esa es otra
historia.

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