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Las Guadalupanas: La Mexicana, hija de la Española

Redacción , 12 diciembre, 2003

Desde hace siete siglos, en la provincia española de Extremadura se venera a la


Virgen de Guadalupe. Su imagen fue llevada a la Nueva España por los primeros
evangelizadores, lo que dio origen a la Guadalupana Mexicana. Los encargados
del Monasterio de Guadalupe están convencidos, la Guadalupe de México se
inspiró en ésta de España, y las apariciones al indio Juan Diego sólo son una
“preciosa narración”. Y agregan que es tal la similitud entre ambas vírgenes, que
las autoridades de la Basílica prácticamente no quieren saber nada de la
española.

Extremadura, España - para historiadores y autoridades eclesiásticas de esta


provincia española, el culto a la Virgen de Guadalupe, imagen que aquí se venera
desde hace siete siglos, fue llevado a la Nueva España por los primeros
evangelizadores, lo que dio origen a la Guadalupana de México. Sin embargo,
sostienen, esta imagen fue desligada totalmente de la original mediante
“leyendas” y supuestas apariciones en el cerro del Tepeyac, que incluso la
transformarían en símbolo de identidad nacional.

Fue tanto el afán por desligar a la Virgen del Tepeyac de la de Extremadura que,
actualmente, las autoridades de la Basílica de Guadalupe ni siquiera tienen
contacto con los franciscanos que aquí custodian el imponente Monasterio de
Guadalupe, donde se encuentra la antiquísima Virgen Española, que era
venerada por Cristóbal Colón y Hernán Cortés.

El historiador Fray Sebastián García, actual cronista del monasterio, dice a


Proceso: “En México, las autoridades de la Basílica de Guadalupe no aceptan la
vinculación histórica de aquella Virgen con la nuestra, y la mayoría de los
mexicanos cree que su Virgen de Guadalupe es la única; ignoran que la original
se encuentra aquí”
–¿No hay entonces ninguna relación entre la Basílica y este monasterio?
–No, ninguna Esto no quiere decir que haya hostilidad Simplemente no tenemos
ninguna comunicación ¡No hay nada! Y nosotros no tenemos ningún ánimo de
confrontar.

–Algún intercambio religioso debe haber entre los dos santuarios


guadalupanos?
–No, no, ninguno!

A los mexicanos que vienen, simplemente se les atiende muy bien. Y mire, aquí
han llegado obispos de México a visitar a nuestra señora de Guadalupe, pues
saben que aquí está la raíz de la Virgen mexicana; Recuerdo, sobre todo, al hoy
cardenal Javier Lozano Barragán, quien, siendo obispo de Zacatecas, realizó una
visita a nuestro monasterio y conversando nos dijo: “Aquí están nuestras raíces”
Claro que ya en público cambian su discurso.

–¿La devoción guadalupana de México salió entonces de aquí?


–Por supuesto, y no sólo salió a México, sino a toda América, donde existen
muchos santuarios dedicados a Santa María de Guadalupe: en Perú, Colombia,
Bolivia, Ecuador.

Cristóbal Colón visitaba este monasterio y era devoto de la Virgen; En su honor,


le puso Guadalupe a una isla que descubrió en las Antillas. Cada año, todavía
viene al monasterio una peregrinación de esa isla; Hernán Cortés y otros
conquistadores eran de Extremadura y veneraban también a la imagen, a la que
Cortés usó en el estandarte con el que entró a Tenochtitlán, que aún se conserva
en el museo del Castillo de Chapultepec.

“En aquel tiempo, ésta era la Virgen más venerada en toda Europa; Los reyes
católicos Isabel y Fernando solían visitar el monasterio; incluso aquí llegaron a
reunirse con Colón. De todo esto hay una vasta documentación Y yo he escrito
libros y artículos sobre el asunto”

Fray Sebastián charla con los reporteros en su amplio despacho, situado en lo


alto de una de las torres del monasterio, la intensa luz entra por una ventana
gótica desde la que se domina la sierra de Villuercas, abajo se ven los techos de
teja, las casas enjalbegadas de Guadalupe; el pequeño poblado de 2 mil
habitantes que circunda al monasterio.

Autor de Guadalupe de Extremadura en América y Guadalupe, historia, devoción


y arte, el religioso franciscano es también el bibliotecario del monasterio, tiene
76 años, y sobre su suéter azul luce el blanco alzacuello, deambula un momento
entre los viejos óleos que decoran las paredes, luego señala:

“El Papa Juan Pablo II vino a visitarnos en noviembre de 1982, es indiscutible la


estima tan grande que le tiene a la Virgen de Guadalupe de México, pero se dio
cuenta de que aquí están sus orígenes, dijo que antes de haber ido a la Basílica
del Tepeyac, debió haber venido aquí para comprender mejor la devoción
mexicana”

–¿La Guadalupe de Extremadura despierta la misma devoción que la Guadalupe


de México?
–No, nosotros recibimos mucho menos fieles, en parte porque estamos aislados
entre montañas. Cuando llega una peregrinación de 3 mil gentes, nos las vemos
negras para atenderla, en cambio, la Basílica de Guadalupe está en una moderna
ciudad que tiene varios millones de habitantes y cuenta con todos los servicios.

–¿Cuántos fieles reciben ustedes al año?


–Alrededor de medio millón, cifra muy menor a la de quienes van al santuario del
Tepeyac, cuya Virgen además se convirtió en un símbolo nacional, en un signo
de la identidad mexicana. La copia se ha hecho más famosa que la original o
podríamos decir, valga la expresión, que la hija es más que la madre.

La Virgen del coro


Una carretera sinuosa trepa la sierra de Villuercas, coronada por filosas puntas
de roca, aquí y allá se ven olmos, olivos cargados de racimos, las ovejas
pastando dan vida al solitario paisaje extremeño, más allá se distinguen por fin
las torres almenadas del enorme monasterio, también de roca, levantado durante
los siglos XIV y XV.

Sus interiores son suntuosos, fue declarado por la Unesco, en 1993, patrimonio
de la humanidad, sus salones albergan ricas colecciones de libros de coro y
ornamentos religiosos atiborrados de joyas, atesora también pinturas de
renombrados artistas, como Zurbarán, El Greco, Goya, Rubens. En una cámara
especial se exhiben los relicarios, mantos y coronas de la Virgen de Guadalupe
de ahí, lo más preciado son, sin duda, sus coronas en oro y plata, cada una
adornada con miles de diminutas piedras preciosas: diamantes, esmeraldas,
perlas, zafiros.

Y en lo alto del altar luce la venerada imagen de Santa María de Guadalupe,


cubierta con ricos ropajes y sosteniendo un niño Dios y un cetro de oro, es una
Virgen negra, de estilo románico, algunos códices remontan su origen al siglo
primero del cristianismo, investigaciones posteriores indican, sin embargo, que
un autor anónimo la talló en madera de cedro, en el siglo XII.

Se dice que, para evitar su profanación, la escultura estuvo enterrada durante la


conquista árabe aquí cerca, en la riberas del río Guadalupe -palabra que se
castellanizó del árabe wad al luben (río escondido), hasta que la encontró un
pastor llamado Gil Cordero, la leyenda empezó a hablar de apariciones marianas
por boca de peregrinos, poetas y predicadores. Lo cierto es que al principio se le
construyó una ermita, que con el tiempo se transformaría en el actual
monasterio gótico y mudéjar. Y a la Virgen, como al río, se le llamó Guadalupe.

Fray Sebastián García refiere que, durante la conquista de la Nueva España,


“familias enteras de españoles propagaron la devoción a la Virgen en el nuevo
mundo, al igual que los primeros misioneros” Sin embargo, aclara que la imagen
difundida no era la de la “Virgen titular”, sino la de la Virgen de Guadalupe que
está en el coro del santuario
Dice: “La iconografía de la Virgen del coro la reproducían los propios monjes del
monasterio, que eran habilidosos dibujantes y pintores, ellos repartían estampas
con esa imagen, que ya estaba en el coro en 1498”.

–¿Por qué eligieron a la del coro para evangelizar América?


–Porque eran muy celosos con su imagen titular, muy reservados en ese
aspecto, temían que otros santuarios la reprodujeran con exactitud y la
colocaran en sus altares, eso pasó con la Guadalupana de México, que pintó el
indio Marcos Cipac, pero tomando como modelo a nuestra Virgen del coro.

La Guadalupe del coro está situada frente al altar, hasta el otro extremo de la
nave del santuario, mira de frente a la imagen titular. Y sí, es muy similar a la
Virgen del Tepeyac: rayos dorados salen detrás de su manto, y bajo sus pies hay
una luna sostenida por un querubín, la diferencia es que ésta lleva al niño Dios en
su regazo. Explica fray Sebastián: “Es ésta una Inmaculada Concepción tallada
en madera de estilo gótico flamenco, muy extendido en la Europa de los siglos
XV y XVI”.

–¿Por qué la de México no lleva niño?


–Porque los misioneros vieron que los indígenas no estaban capacitados para
comprender la concepción virginal de Cristo y para no meterse en barullos, la
pusieron sin niño.

Por su parte, el historiador Arturo Álvarez, con base en documentos del siglo XVI,
ha abundado sobre los inicios de la devoción guadalupana en el cerro del
Tepeyac, promovida por los misioneros que levantaron ahí una ermita a la Virgen
de Extremadura, la cual era atendida por los religiosos del convento de Santiago
Tlatelolco.

En su investigación denominada el primer siglo Guadalupano (México, 1524-


1648), Álvarez reproduce las cartas escritas en la Nueva España por fray Diego
de Santa María, por el sacerdote portugués Antonio Freyre y por el propio virrey
Martín Enríquez, en las que dan cuenta de dicha devoción, algunos de estos
escritos están dirigidos al rey Felipe II, quien siempre estuvo al tanto de la
evolución del culto Guadalupano. Estas misivas -recalca el investigador- jamás
mencionan la aparición de la Virgen al indio Juan Diego, como tampoco la
mencionan en sus escritos fray Bernardino de Sahagún y el primer arzobispo fray
Juan de Zumárraga, quien, según la tradición mexicana, fue testigo directo del
milagro de las rosas.

En entrevista, Arturo Álvarez dice convencido:


“La Guadalupe de México se inspiró en ésta de España, no hay ninguna duda, y
que me perdonen si lo digo con toda crudeza, pero yo llevo más de 50 años
estudiando el tema de las dos Guadalupes, y así fue, los hechos son irrefutables”

–¿Y dónde queda entonces la aparición de la Guadalupana al indio Juan Diego,


en diciembre de 1531?
–Ésa es una preciosa narración que, en su tiempo, nadie conocía, ni el propio
Zumárraga, hasta que fue escrita más de un siglo después, y la historicidad de
Juan Diego no se puede demostrar, doy sólo un dato que constata que la de
México se inspiró en la Virgen española: al principio, la festividad en el Tepeyac
era el 8 de septiembre, que es cuando aquí festejamos a la Virgen extremeña, ya
después se cambió al 12 de diciembre, para ajustarla con la fecha que se pone
en la leyenda de las apariciones, dicho traslado debió realizarse por 1660.

–¿La Guadalupe de México es, entonces, obra del pintor Marcos Cipac, como
sostienen algunos historiadores?
–Sí Estoy totalmente convencido de ello, el indio Marcos fue uno de los más
consumados pintores de ese tiempo, al grado de ser elogiado por el cronista
Bernal Díaz del Castillo, se inspiró en la Guadalupe del coro para pintar la Virgen
radiada del Tepeyac.

Exaltación patriótica
Álvarez fue, durante 29 años, religioso franciscano y trabajó también en el
monasterio de Guadalupe, donde se encargó de sus archivos históricos, su
pasión por el tema lo llevó a escribir el voluminoso libro la Virgen de Guadalupe
en el mundo, así como Guadalupe en los clásicos y en los viajeros antiguos, en el
que estudia las referencias que han hecho de la Guadalupana poetas,
dramaturgos, novelistas y viajeros, como Miguel de Cervantes, Luis de Góngora,
Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Miguel de
Unamuno.

Lamenta que en México no quiera aceptarse el vínculo entre las dos Guadalupes,
lo cual se debe, en gran parte, dice, a la “exaltación patriótica” que provocó la
independencia de México, luego de que Miguel Hidalgo enarboló, en 1810, un
estandarte con la Guadalupe del Tepeyac para convertirla en Virgen primigenia y
símbolo nacional.

“Muchísimos mexicanos ignoran que en España está la Virgen original, sería


bueno que las dos Guadalupes se confraternizaran, que México y España
realizaran reuniones sobre el asunto, para nosotros es un orgullo la versión
iconográfica y la fe que despierta la Virgen del Tepeyac, que eclipsó en gran
medida a la Virgen de Extremadura, aquí hemos intentado, en varias ocasiones,
entablar una fraternidad”.
–¿Por qué no se ha logrado?
–Principalmente por la reticencia de las autoridades de la Basílica de Guadalupe,
no quieren admitir a la Virgen Española, yo mismo fui testigo de ese rechazo;
Recuerdo, por ejemplo, que en 1950 llegó al monasterio el entonces arzobispo
primado de México, don Luis María Martínez Venía acompañado por un grupo de
obispos y peregrinos mexicanos Nos traían una imagen de la Guadalupana de
México que, con gran entusiasmo, colocamos en nuestro santuario.
“Preguntamos al arzobispo Martínez si podríamos, en correspondencia, enviar
una escultura de nuestra Virgen para que se pusiera en la Basílica de Guadalupe,
nos dijo que sí, que con mucho gusto, de manera que encargamos la talla a un
escultor de primera línea, resultó una imagen preciosa, a la que se le colocó
corona y cetro, antes de mandarla a México, la imagen hizo un recorrido triunfal
por todos los pueblos de Extremadura, la gente se volcaba en procesiones, se le
hicieron festivales folclóricos, misas solemnes y otros actos devocionales.
Embalada, la Virgen se embarcó a México, pero al llegar a la Basílica del
Tepeyac, se negaron a admitirla, dijeron que ahí no podía estar, para nosotros fue
un golpe brutal”

–¿Qué fin tuvo esa Virgen?


–No sé dónde quedaría, al principio, la relegaron a la capilla del hospital Español
de la Ciudad de México. Yo la fui a ver en 1966, habían desaparecido su cetro y
su corona. Después, hace apenas tres años, volví a visitarla, pero ya no la
encontré, su lugar estaba vacío, pregunté al capellán por la Virgen, pregunté a
varias personas todas me contestaron que no sabían nada.

“A nuestro monasterio también vino el arquitecto que levantó la nueva Basílica


del Tepeyac, Pedro Ramírez Vázquez, lo acompañaba su esposa. Como
cualquier peregrino, besó el manto de la Virgen, recorrió el monasterio y conoció
su historia, al final, dijo: “Ahora comprendo por qué en México no quieren
hablarnos de esta Virgen de Guadalupe”.

La leyenda, por encima de la historia


Actualmente, el monasterio está a cargo de 10 franciscanos, quienes se apoyan
en un centenar de seglares para mantenerlo, el superior de esta comunidad
religiosa es fray Guillermo Cerrato, delgado él, rostro anguloso, como salido de
los cuadros de el Greco que decoran los macizos muros, su sencilla vestimenta
contrasta con la magnificencia de los tesoros que están bajo su cuidado. “Toda
esta riqueza en pinturas, esculturas, libros corales y joyas sirve para provocar y
mantener la fe de un pueblo creyente”, refiere mientras deambula por los
corredores del claustro.

Cuenta que del siglo XIV al XVII se vivió el esplendor del monasterio, entonces
sólo lo igualaba el de Santiago de Compostela, después vino una “época de
abandono y decaimiento”. Lo saqueó en 1808 el ejército invasor de Napoleón
Bonaparte, y en 1835 padeció la desamortización de los bienes del clero, a partir
de 1908, los franciscanos se instalaron en él, mientras fray Guillermo conversa,
un puñado de fieles entra en procesión al santuario, llevan un pañuelo azul
anudado al cuello, se mezclan con un ruidoso grupo de escolares adolescentes,
controlados por una monja que trae un silbato, turistas extranjeros fotografían
una antigua fuente circular. “Muchas personas vienen atraídas por la historia y el
arte que encierra el monasterio, muchas otras se acercan por devoción, unas y
otras salen al final convencidas de que el centro de esta casa es el icono de la
Virgen”, comenta el superior.

Coincide en que “la Virgen de México nació bajo la advocación de la Guadalupe


de Extremadura”. Y agrega que, si lo demuestra la historia, “al indio Juan Diego
no se le pudo aparecer otra Virgen que no fuera la de Extremadura”.

Como encargado del monasterio, fray Guillermo dice que procura mantener un
“distanciamiento respetuoso” con las autoridades de la Basílica de Guadalupe en
México, “para no abrir posibles heridas”.

Ese distanciamiento se mantuvo durante todo el proceso de canonización de


Juan Diego, a quien finalmente el Papa hizo santo el año pasado. Los
franciscanos se mantuvieron al margen de la pugna entre los llamados
aparicionistas y antiaparicionistas que discutían la existencia del indígena.

El cronista fray Sebastián García revela que Guillermo Schulenburg, el abad que
fue expulsado del Tepeyac por no creer en las apariciones de la Guadalupana, un
día le habló por teléfono para tratar el tema: “Hablamos de todas esas cosas y
de la posible canonización de Juan Diego, yo le dije que el asunto de la Virgen del
Tepeyac es una cuestión mexicana, que nosotros no teníamos por qué meternos
en eso”.
–¿Schulenburg quería que usted lo apoyara?
–No Simplemente me pidió mi opinión, y yo se la di. De eso hará unos cuatro
años.

–Y durante la investigación vaticana para canonizar a Juan Diego, ¿los consultó,


a ustedes, la Congregación para la Causa de los Santos? ¿Envió investigadores a
este monasterio?
–No, que yo sepa Tal vez consultaron nuestros libros que se encuentran en
cualquier biblioteca de España, quizá no les convencieron, no lo sé. Al Vaticano
lo que le interesaba era comprobar la existencia de Juan Diego y las apariciones
del Tepeyac.

–¿No invalidan a esas apariciones el hecho de que la Guadalupe mexicana sea


una copia de la de Extremadura?
–La devoción mexicana salió de aquí, ¡es cierto! Construimos una ermita en el
Tepeyac, ¡es cierto! Y bueno, ya después pudo aparecerse la Guadalupana, ¿por
qué no? No son cosas contradictorias. En fin, nosotros respetamos mucho la
decisión del Vaticano de canonizar a Juan Diego; El problema es que, en México,
a la leyenda se le dio carácter de historia, es una leyenda hasta el relato que
habla de las apariciones, el Nican Mopohua.

–La aparición de la Virgen de Extremadura al pastor Gil Codero también es aquí


una leyenda?
–¡Sí! ¡sí! ¡Por supuesto! Pero nosotros deslindamos muy bien lo que es leyenda
de lo que es historia, eso de que nuestra Virgen estuvo escondida cerca del río,
durante la conquista árabe, tampoco lo podemos probar, no hay documentos al
respecto ¡Pura leyenda!

–¿A usted, como religioso de este santuario, no le causa problemas el decir que
las apariciones de su Virgen son leyenda?
Fray Sebastián sonríe por la pregunta, concluye de buen humor:
–Ningún problema No pasa nada Aquí las apariciones de la Virgen no son ningún
dogma nacional, lo que pasa es que allá, en México, son más puristas que el
Papa.

Publicación de la revista: (Proceso # 1414 - 7 de diciembre de 2003)

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