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Fue tanto el afán por desligar a la Virgen del Tepeyac de la de Extremadura que,
actualmente, las autoridades de la Basílica de Guadalupe ni siquiera tienen
contacto con los franciscanos que aquí custodian el imponente Monasterio de
Guadalupe, donde se encuentra la antiquísima Virgen Española, que era
venerada por Cristóbal Colón y Hernán Cortés.
A los mexicanos que vienen, simplemente se les atiende muy bien. Y mire, aquí
han llegado obispos de México a visitar a nuestra señora de Guadalupe, pues
saben que aquí está la raíz de la Virgen mexicana; Recuerdo, sobre todo, al hoy
cardenal Javier Lozano Barragán, quien, siendo obispo de Zacatecas, realizó una
visita a nuestro monasterio y conversando nos dijo: “Aquí están nuestras raíces”
Claro que ya en público cambian su discurso.
“En aquel tiempo, ésta era la Virgen más venerada en toda Europa; Los reyes
católicos Isabel y Fernando solían visitar el monasterio; incluso aquí llegaron a
reunirse con Colón. De todo esto hay una vasta documentación Y yo he escrito
libros y artículos sobre el asunto”
Sus interiores son suntuosos, fue declarado por la Unesco, en 1993, patrimonio
de la humanidad, sus salones albergan ricas colecciones de libros de coro y
ornamentos religiosos atiborrados de joyas, atesora también pinturas de
renombrados artistas, como Zurbarán, El Greco, Goya, Rubens. En una cámara
especial se exhiben los relicarios, mantos y coronas de la Virgen de Guadalupe
de ahí, lo más preciado son, sin duda, sus coronas en oro y plata, cada una
adornada con miles de diminutas piedras preciosas: diamantes, esmeraldas,
perlas, zafiros.
La Guadalupe del coro está situada frente al altar, hasta el otro extremo de la
nave del santuario, mira de frente a la imagen titular. Y sí, es muy similar a la
Virgen del Tepeyac: rayos dorados salen detrás de su manto, y bajo sus pies hay
una luna sostenida por un querubín, la diferencia es que ésta lleva al niño Dios en
su regazo. Explica fray Sebastián: “Es ésta una Inmaculada Concepción tallada
en madera de estilo gótico flamenco, muy extendido en la Europa de los siglos
XV y XVI”.
Por su parte, el historiador Arturo Álvarez, con base en documentos del siglo XVI,
ha abundado sobre los inicios de la devoción guadalupana en el cerro del
Tepeyac, promovida por los misioneros que levantaron ahí una ermita a la Virgen
de Extremadura, la cual era atendida por los religiosos del convento de Santiago
Tlatelolco.
–¿La Guadalupe de México es, entonces, obra del pintor Marcos Cipac, como
sostienen algunos historiadores?
–Sí Estoy totalmente convencido de ello, el indio Marcos fue uno de los más
consumados pintores de ese tiempo, al grado de ser elogiado por el cronista
Bernal Díaz del Castillo, se inspiró en la Guadalupe del coro para pintar la Virgen
radiada del Tepeyac.
Exaltación patriótica
Álvarez fue, durante 29 años, religioso franciscano y trabajó también en el
monasterio de Guadalupe, donde se encargó de sus archivos históricos, su
pasión por el tema lo llevó a escribir el voluminoso libro la Virgen de Guadalupe
en el mundo, así como Guadalupe en los clásicos y en los viajeros antiguos, en el
que estudia las referencias que han hecho de la Guadalupana poetas,
dramaturgos, novelistas y viajeros, como Miguel de Cervantes, Luis de Góngora,
Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Miguel de
Unamuno.
Lamenta que en México no quiera aceptarse el vínculo entre las dos Guadalupes,
lo cual se debe, en gran parte, dice, a la “exaltación patriótica” que provocó la
independencia de México, luego de que Miguel Hidalgo enarboló, en 1810, un
estandarte con la Guadalupe del Tepeyac para convertirla en Virgen primigenia y
símbolo nacional.
Cuenta que del siglo XIV al XVII se vivió el esplendor del monasterio, entonces
sólo lo igualaba el de Santiago de Compostela, después vino una “época de
abandono y decaimiento”. Lo saqueó en 1808 el ejército invasor de Napoleón
Bonaparte, y en 1835 padeció la desamortización de los bienes del clero, a partir
de 1908, los franciscanos se instalaron en él, mientras fray Guillermo conversa,
un puñado de fieles entra en procesión al santuario, llevan un pañuelo azul
anudado al cuello, se mezclan con un ruidoso grupo de escolares adolescentes,
controlados por una monja que trae un silbato, turistas extranjeros fotografían
una antigua fuente circular. “Muchas personas vienen atraídas por la historia y el
arte que encierra el monasterio, muchas otras se acercan por devoción, unas y
otras salen al final convencidas de que el centro de esta casa es el icono de la
Virgen”, comenta el superior.
Como encargado del monasterio, fray Guillermo dice que procura mantener un
“distanciamiento respetuoso” con las autoridades de la Basílica de Guadalupe en
México, “para no abrir posibles heridas”.
El cronista fray Sebastián García revela que Guillermo Schulenburg, el abad que
fue expulsado del Tepeyac por no creer en las apariciones de la Guadalupana, un
día le habló por teléfono para tratar el tema: “Hablamos de todas esas cosas y
de la posible canonización de Juan Diego, yo le dije que el asunto de la Virgen del
Tepeyac es una cuestión mexicana, que nosotros no teníamos por qué meternos
en eso”.
–¿Schulenburg quería que usted lo apoyara?
–No Simplemente me pidió mi opinión, y yo se la di. De eso hará unos cuatro
años.
–¿A usted, como religioso de este santuario, no le causa problemas el decir que
las apariciones de su Virgen son leyenda?
Fray Sebastián sonríe por la pregunta, concluye de buen humor:
–Ningún problema No pasa nada Aquí las apariciones de la Virgen no son ningún
dogma nacional, lo que pasa es que allá, en México, son más puristas que el
Papa.