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Universidad de Antioquia – Sofía Vanessa García Ramos

Gombrich Woodford
Gombrich tiene una percepción de la obra Woodford propone cuatro dimensiones a
de arte más centrada en el contexto del través de las cuales se puede analizar una
artista y sus propias subjetividades. Señala pintura. Todos estos aspectos se relacionan
que la belleza puede ser relativa a las directamente con la personalidad del autor
personas, al contexto y a la época. y la época en la que la obra está inscrita.
Incluso, menciona, que es posible Es así como la primera etapa para
visualizar diferencias dentro de la obra de reconocer una obra y de la cual se debe
un mismo autor, puesto que el propósito de partir para analizarla a profundidad, es
este puede evolucionar de acuerdo con su identificar el objetivo o propósito que
estado de ánimo o los pensamientos que cumple la misma, teniendo en cuenta
tiene en el momento, asimismo, la técnica elementos como la época en la que surgió y
que utiliza para representar el mundo que los motivos personales del autor (p. 9).
ve. Por otro lado, para Woodford (p. 12), el
Define un aspecto importante de la pintura grado de realismo tiene que ver con la
que es la belleza, pensada no como un habilidad del artista de representar, no las
concepto netamente estético sino como un cosas naturales tal y como son, sino su
elemento relacionad afinidad con el propósito tanto del artista
Uno de los aspectos que Gombrich señala como de su época, esto tiene relación con
más es el que se refiere al equilibrio en una las ideas de Gombrich a cerca del nivel de
obra, no tanto como analogía de la realidad, representación en relación con el artista que
sino como un todo en el que se confluyen la creó.
formas y colores que sólo un artista puede Para la autora existe un deseo intrínseco el
plasmar, aunque es necesario señalar que cual marca el punto de comparación con lo
esto no significa que las personas no “real”, ya sea invocar la realidad histórica o
pudieran identificarse con la obra (p. 31). una descripción fiel de los sentimientos,
A pesar de que Gombrich no habla pensamientos y emociones del artista,
específicamente de etapas o procesos por como bien lo ejemplificó con Pollock (p.
los cuales se pueda identificar y analizar 11).
una obra, sí señala el propósito y los Woodford se desvía un poco de la idea
motivos que tiene una obra cuando dice poética que tiene Gombrich sobre el arte y
que los cuadros “se ejecutaron para una sus variaciones y se dirige a describirlo de
determinada ocasión y con un propósito una manera mas técnica, apoyándose de las
definido, que estuvieron en la mente del formas y los colores que pueden ofrecer un
artista cuando éste se puso a trabajar cuadro y cómo se relaciona con las demás
en ellos.” (p32). etapas de análisis.
Además, que la pintura también representa
la técnica y el contexto histórico en la que
se enmarca, si bien el artista es quien
devela las formas ocultas, es también quien
se encarga de representar el sentir social y
cultural de su época.
Este lienzo fue un encargo de los duques de Osuna para decorar su casa de campo,
perteneciente a una serie llamada Asuntos de brujas. Más tarde estuvo en posesión del
duque de Tovar adquiriéndolo después de 1928 José Lázaro Galdiano.
En la escena se está llevando a cabo un ritual de brujería. El diablo se encuentra en forma
Figura 1 de macho cabrío en cuyos cuernos lleva unas
hojas de vid, lo que hace referencia a Baco, dios
“El aquelarre” de Francisco de Goya (1798)
del vino, la fiesta y el jolgorio,
relacionado, asimismo, con Dionisio.
Por otra parte, una mujer entrega a un
bebé mientras otra, una anciana, extiende
a un niño de figura cadavérica.
El propósito de la obra es, en un
principio, el de criticar de una manera
irónica las creencias supersticiosas de la
época. Se evidencia una máxima moral
en el sentido crítico de la obra hacia la
superchería e ignorancia que pululaba en
medio de la cultura española. Es así como
el cuadro recoge una visión popular
donde se concebía a las brujas como unos
seres cuyo gusto por la sangre amenazaba
a los niños. La obra emerge en forma de
burla, poniendo de manifiesto una
sociedad cuyos imaginarios distaban de la
realidad que veía Goya, una realidad
carente de moral y dignidad humana,
donde primaba el señalamiento hacia lo
extraño y hacia la naturaleza sexual y
maligna del ser humano. Muchas de sus
obras tenían como tema central la brujería y la religión, en donde transfiguraba el ideal
social en representaciones grotescas e irónicas, en una época donde la única protección de
las masas para defenderse a sí misma era no mirarse, no reconocerse.
Como se menciona anteriormente, la obra de Goya representa el imaginario de una
sociedad llena de prejuicios y fanatismo religioso, se entiende que el siglo XVIII es un
momento de transición y cambios en todos los aspectos de la realidad. A partir de 1792,
Goya tras padecer su grave enfermedad empieza a reflejar en sus obras los aspectos más
sórdidos y crueles de la sociedad de una manera cruda y ácida. El autor Mongastón
relaciona la obra con un suceso ocurrido en el siglo XVII, sobre las brujas de
Zugarramurdi, donde dos mujeres asesinaron a sus hijos "por dar contento al demonio". En
este sentido, en su obra se refleja el lado olvidado de la ilustración, lo que no se reconoce y
se desecha debajo de la alfombra de una sociedad en proceso de civilización y modernidad.
En cuanto al nivel de realismo de la obra, los elementos dentro de la misma
cumplen una función de descripción figurativa de la realidad, en donde el autor pretende
identificar los elementos más característicos del pensamiento de su época. En este sentido,
si bien la figura del carnero resultaría ilógica en el plano terrenal, su figura cumple con la
representación del ideal maligno de la religión en los siglos XVIII y XIX. Asimismo, los
niños ofrecidos y las mujeres en ronda sugieren la imagen de un rito pagano, cuyo
simbolismo refleja los elementos de una sociedad en la que se discriminaba a la mujer y se
la relacionaba con elementos demoniacos.
Por último, el diseño del cuadro se encuentra compuesto por diferentes partes. En
primer lugar, la figura del demonio, dispuesta en el centro y cuyo cuerpo se extiende tanto
en la parte inferior, como en la superior, lo que advierte un protagonismo frente a los demás
elementos, los colores que lo representan son oscuros mientras mantiene la mirada fija
hacia las mujeres que le rodean. La construcción geométrica del cuadro se encuentra
ubicada en formas de espiral, que ascienden hasta un cielo oscuro, esto puede relacionarse
con un contexto caótico y entremezclado, donde las figuras se acechan entre si mientras
rinden culto al carnero, epicentro de la mezcla entrópica de simbolismos. Los colores
utilizados fluctúan entre tierra y oscuros, una dupla que representa la dimensión terrenal y
la dimensión paranormal y maligna de la sociedad. Los elementos más fuertes se plasman
en colores más oscuros, mientras que aquellos personajes que se muestran muertos o
débiles han sido pintados con tonos más claros y tenues, casi superficialmente. Las
pinceladas se distribuyen en formas sencillas, cuyo propósito es llegar a todo el público, de
manera que la crítica sea entendida por todas las clases.
El cuadro representa una arbitrariedad frente a las ideas ilustradas emergentes de la
época, en él la pasión se postula sobre el carácter racional del ser humano y se ayuda de
representaciones que convergen entre escenas “paranormales”, tan fuera de la lógica dentro
del imaginario de Goya, cuyo objetivo era realizar una radiografía moral que señalara, de
alguna manera, la irracionalidad con la que se abordaban temas relacionados con la religión
y el fanatismo.

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