Está en la página 1de 19

QUÉ ES EL GÉNERO?

Ser hombre o ser mujer es una construcción sociocultural, pero que


aprendemos como natural por medio de la socialización diferencial de
género, es decir, que a hombres y a mujeres no se nos enseña lo mismo,
ni se espera lo mismo de nosotros/as. Desde que nacemos, la sociedad,
primero a través de la familia, y más tarde a través de la escuela, los
medios de comunicación, y otros dispositivos sociales, nos va imponiendo
el modelo de ser mujer o ser hombre, al que debemos ajustarnos. Y este
modelo sociocultural de cómo debemos ser hombre y ser mujer es lo que
denominamos género.

EXO Y GÉNERO SON LO MISMO?


No. El sexo refiere a las características anatómicas, fisiológicas,
cromosómicas, etc., que determinan biológicamente a las personas como
hombres o mujeres. Principalmente asociadas al rol en la reproducción.  Y
sobre esta diferencia sexual las sociedades construyen el género – que
corresponde al entramado de creencias, valoraciones, normas de
comportamiento, expectativas, etc., esperados del ser mujer u hombre en
esa sociedad-. El género es por tanto una construcción social que puede
ser modificada.

Es importante tener en cuenta que el problema no está en las diferencias


biológicas que existen entre hombres y mujeres, el problema está en que
estas diferencias han sido organizadas social y culturalmente de forma
injusta y desigual, dando una mayor valoración a lo que se asocia con lo
masculino y una menor valoración a lo femenino, lo que se traduce
en desigualdades de género.

Los roles de género son el conjunto de normas sociales y


comportamentales generalmente percibidas como apropiadas para los
hombres y las mujeres en una sociedad, y se basan en la construcción
social que se tiene de la masculinidad y la femineidad. El problema, es
que estos roles limitan las opciones y las oportunidades de hombres y
mujeres, y niegan la diversidad de formas en que se puede ser hombre y
ser mujer. 
Esta socialización de género se ve reforzada de manera permanente por
diversos dispositivos sociales, que producen y reproducen estos roles, por
ejemplo a través de los cuentos infantiles, los juguetes diferenciados para
niños y niñas, las canciones, las teleseries, etc.

La división sexual del trabajo


La desigual distribución del trabajo doméstico y de cuidados y su consiguiente
feminización representa una de las principales barreras que enfrentan las mujeres para
participar del mercado laboral, cuestión en la que profundizaremos en el módulo siguiente.
Al estar dedicadas gran cantidad de tiempo a un trabajo que no recibe pago, históricamente han tenido
menos acceso al control de recursos y propiedades.

El ser las principales responsables del cuidado del hogar y de los/as hijos/as las limita en su desarrollo
académico y profesional.

Muchas mujeres buscan trabajos más flexibles, aunque sean más precarios y peor pagados, para poder
compatibilizar el trabajo productivo con el reproductivo.

La dependencia económica hace que muchas mujeres se mantengan en relaciones abusivas y violentas,
por no sentirse capaces de sostener económicamente su hogar.

Al estar dedicadas al trabajo que se realiza en el espacio privado, las mujeres han estado históricamente
excluidas de las esferas de poder político y social.

A partir de la década de los 70, en el seno de las discusiones en relación al desarrollo que se
daban en Washington, Naciones Unidas y Agencias de la Cooperación Internacional, se
comienza a poner en evidencia que las mujeres estaban siendo marginadas del desarrollo,
que ellas no estaban recibiendo sus beneficios en la misma medida que los varones, y a la vez
las estrategias de desarrollo no están aprovechando las capacidades de las mujeres. Frente
a esta realidad, diversos grupos, señalan que para que el desarrollo sea exitoso, y sea sostenible,
debe tener en cuenta a las mujeres.

Así, surge el enfoque “Mujeres en el Desarrollo”, más conocido como MED. Este enfoque,
tiene por objetivo integrar a las mujeres de una manera funcional a una estrategia de
desarrollo dada. Es decir: el desarrollo necesita a las mujeres. Para esto pone el énfasis en el
papel productivo de ellas entendiendo su subordinación por su exclusión del mercado.
as acciones que se enmarcan en el enfoque MED, han estado mayoritariamente enmarcadas
en enfoques tradicionales, reforzando los roles tradicionales de género sin cuestionar la
división social del trabajo.
A finales de los 70, se comienza a cuestionar el Enfoque MED (principalmente por parte de
las organizaciones de mujeres y de funcionarias de organizaciones internacionales), porque no
aborda las relaciones de poder que subyacen al género, y porque no apuesta a la
transformación de estas relaciones.
Este debate permitió paulatinamente pasar de una concepción de “Mujeres en el Desarrollo”
(MED) a la de “Género en el Desarrollo” (GED), y definir herramientas y metodologías para
la planificación. Se comienza a instalar así la noción de que no se trata sólo de un “tema de
mujeres”, sino más bien de cómo nos relacionamos hombres y mujeres, y de cómo esas
relaciones están marcadas por jerarquías, desigualdades, injusticias, etc.
Otra crítica que se realizó al Enfoque MED, es que considera a las mujeres como un grupo
homogéneo, sin ver las diferencias de clase, etnia, edad, ruralidad, etc.

Situación de las Mujeres

Refiere a su situación práctica y material (la que suele ser desfavorable: mayor pobreza,
excesiva carga de trabajo, salud precaria, falta de igualdad ante la ley). Para su análisis y
abordaje se deben considerar variables: sociales, económicas, educacionales, acceso a
recursos, capacitación, etc.
En general, la situación de las mujeres se deriva del cumplimiento de los roles que les son
socialmente asignados: ser madre/padre, esposa/esposa, trabajadora/trabajador. Y tiene que
ver con la insatisfacción de necesidades básicas: vivienda, salud, ingresos, educación, etc.

Condición o Posición de las Mujeres

Refiere a los mecanismos sociales, económicos y culturales que mantienen a las mujeres
en una situación desventajosa y subordinada en relación con los hombres. Tiene que ver con
concepciones culturales que impiden la participación plena e igualitaria de las mujeres en la
sociedad.
Tabla comparativa

Recordemos que:
 Los derechos humanos corresponden a garantías jurídicas universales que buscan
proteger a las personas y a los grupos contra omisiones y acciones que interfieren con las
libertades y derechos fundamentales, en definitiva, con la dignidad humana.
 Los derechos humanos son derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales
inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de
residencia, sexo, orientación sexual, origen nacional o étnico, color, discapacidad, religión,
lengua, etc
 Los derechos humanos están formulados y garantizados por marcos normativos y
leyes que establecen las obligaciones de los Estados de actuar con el fin de respetar,
garantizar, promover y reparar dichos derechos.
 Estos marcos normativos o leyes (Convenciones, Tratados, etc.) son vinculantes para
los países que los suscriben, debiendo rendir cuentas ante Naciones Unidas y la
comunidad internacional.
Paralelamente a las reflexiones en torno a los Modelos de Desarrollo y la forma de incorporar a
las mujeres y al género en ellos, Naciones Unidas declaró la década de 1975 a 1985 como la
“Década de la Mujer”. Así, en 1975 se realizó la “Primera Conferencia Mundial sobre la
Mujer” en Ciudad de México, y en 1976 se aprueba la “Convención para la Eliminación de
todas las formas de Discriminación contra la Mujer”, más conocida como CEDAW (por su
sigla en inglés), la cual es ratificada por Chile en 1989. La CEDAW es clave cuando
hablamos del género en las políticas públicas, ya que define el concepto de discriminación,
señalando que “…cuando la intención de discriminar no haya existido, si una política pública,
un programa social o una ley, tienen como resultado afectar el ejercicio de derechos de las
mujeres en comparación con los hombres, es discriminatoria…”. Es decir, una política pública,
aun teniendo la mejor de las intenciones, si afecta de alguna manera a los derechos de las
mujeres, es discriminatoria. En otras palabras, la CEDAW señala que las políticas públicas
no son neutrales, y que pueden tener resultados diferentes para hombres mujeres.
Además, la CEDAW:
 Señala que los Estados desarrollarán acciones para avanzar hacia la igualdad de hombres y
mujeres (equidad).
 Mandata a los Estados a modificar patrones socioculturales vinculados con estereotipos de
mujeres y hombres, superioridad entre un sexo y otro.
 Señala que cuando una acción busca reducir las desigualdades entre hombres y mujeres,
aun cuando haga un trato preferente hacia las mujeres, no se trata de discriminación.

La Convención Belem Do Pará define la violencia contra las mujeres como ”…cualquier


acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado…”. Asimismo, visibiliza
tres ámbitos donde se manifiesta esta violencia: En la vida privada, en la vida pública y la
perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes. Esta definición de violencia contra las
mujeres es la que se ha tenido en consideración para la incorporación del enfoque de género
en los protocolos o procedimientos para la prevención y abordaje del maltrato y acoso laboral
y/o sexual, como es el caso de CORFO, que ha incorporado este enfoque. Además de los
instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, también se han generado otros
tipos de compromisos y objetivos a nivel mundial, que incorporan la igualdad de género
como una dimensión indispensable del desarrollo humano sostenible. Es el caso de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales vienen a complementar a los Objetivos
del Desarrollo del Milenio (ODM), incorporando como ejes clave la gobernanza, la igualdad el
cambio climático.
Así, su objetivo número 5 hace referencia explícita a la igualdad de género, mientras que
el objetivo 10 refiere a la reducción de todas las desigualdades.
En esta misma línea, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), también ha declarado en su Agenda post 2015 que la igualdad de género y los
derechos de las mujeres son una base para el desarrollo sostenible.
La igualdad de género y los derechos de la mujer son esenciales para abordar la asignatura
pendiente de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y acelerar el desarrollo mundial
de 2015 en adelante. La igualdad de género es importante en sí, como requisito previo de la
salud y del desarrollo de las familias y las sociedades, y como motor de crecimiento económico
(OCDE, elemento 3, Documento 1).

De este modo, la Igualdad no garantiza necesariamente igualdad


material o sustantiva.  Y es por ello que las instituciones deben tomar
medidas concretas a fin de garantizar la transformación de la igualdad
legal y formal en igualdad material.

Y es en este punto donde surge el concepto de “Equidad”, entendida


como “lo mismo para los mismos, es decir, partes (beneficios u
obligaciones) iguales para los iguales, y desiguales para los desiguales”. Es
decir, la equidad apela a un ideal de justicia.

La equidad es la forma de lograr la igualdad real entre hombres y


mujeres.

De este modo, mientras la Igualdad de Género es la meta o el


objetivo a alcanzar, la Equidad es la estrategia que utilizamos para
lograrlos.

 
 ENTONCES… ¿POR QUÉ CORFO DEBE INCORPORAR EL ENFOQUE DE
GÉNERO?

De acuerdo a lo que hemos revisado en este módulo, existen entonces


múltiples motivos para incorporar el enfoque de género en las políticas
públicas en general, y en el quehacer de CORFO en particular. Entre estas
podemos destacar:

o Porque las políticas públicas son productos sociales,


determinados por contextos políticos, culturales y
económicos, y por lo tanto NO SON NEUTRALES, e incluso sin
querer pueden reproducir roles y/o estereotipos de género.
En el caso de CORFO, particularmente roles y estereotipos
referidos a la división sexual del trabajo.
o Porque las políticas públicas afectan diferenciadamente a
hombres y mujeres, y por lo tanto atender a las necesidades,
intereses, motivaciones y dificultades considerando la
categoría de género nos ayuda a que las acciones públicas
sean más pertinentes y por lo tanto más eficientes y eficaces.
(En el módulo siguiente analizaremos en mayor detalle las
dificultades particulares que enfrentan las mujeres en la
economía).
o Porque Chile ha asumido compromisos internacionales en
relación a los DDHH de las mujeres (como la CEDAW) y en
relación al desarrollo sostenible en condiciones de igualdad
(ODS).

Por lo anterior, y con el fin de avanzar en la transversalización del enfoque


de género en las políticas públicas, el Estado de Chile cuenta con el Plan
Nacional de Igualdad entre mujeres y hombres 2018-2030 (que
corresponde al cuarto Plan de Igualdad del Estado de Chile). Y a su vez,
CORFO ha desarrollado su Estrategia Institucional de Género 2020-2021.
Ambos instrumentos serán presentados en mayor detalle en el Módulo 4
de este curso.

1.1. ¿CUÁL ES EL PROBLEMA DE LAS DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES


Y MUJERES?

Hasta aquí hemos revisado algunos conceptos y aspectos importantes en


torno al tema de género, su proceso de construcción e implicancias; pero
más allá de las evidentes diferencias culturales y biológicas entre mujeres
y hombres, una legítima pregunta puede surgir: ¿Cuál es el problema de
todo ello?

Cabe precisar que al hablar de género, no necesariamente aludimos a la


existencia de una problemática, sino que ella surge cuando a partir de las
diferencias que emanan de las construcciones de género se producen
desigualdades y discriminaciones que han afectado históricamente a las
mujeres. De acuerdo con Astelarra (2004), “las desigualdades se expresan
en términos de la distribución de bienes, servicios, prestigio y poder”,
distribución que ha situado a mujeres y hombres, en posiciones
desiguales, tradicionalmente negativas para las mujeres.

Las características asociadas a mujeres y hombres mediante los


sistemas sexo – género, sus roles y consecuentes estereotipos, la
división sexual del trabajo entre ámbito doméstico y público,
implican una asimetría de poder y reconocimiento entre ambas
esferas (Plaza y Delgado, 2007).

Si vamos al ámbito económico, podemos observar que éste forma parte


del espacio público y por ello, ha sido asociado más a lo masculino que a
lo femenino, siendo un ámbito de actividad mayoritariamente
desarrollado por hombres. Si bien hoy en día observamos que no es un
ámbito desarrollado única y exclusivamente por varones, aún
predominan características, valores y actitudes entendidas como
masculinas, y que determinan una mayor participación de un sexo
más que de otro. En ese sentido, el desarrollo y la participación
económica de las mujeres es menor que la de los hombres al no ser
entendido culturalmente como un ámbito “propio” de las mujeres.

. ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

Cuando hablamos de “participación económica de las mujeres” nos


estaremos refiriendo a todas aquellas actividades que permiten la
generación de ingresos propios, ya sea por medio del trabajo remunerado
dependiente (empleo) o por medio del trabajo remunerado
independiente (empresarias y trabajadoras por cuenta propia). Este
entendimiento de la participación económica de las mujeres se encuentra
estrechamente relacionado con el concepto de autonomía económica.

 ¿Qué es la autonomía económica? De acuerdo a CEPAL, la autonomía


económica se explica como la capacidad de las mujeres de generar
ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado en
igualdad de condiciones que los hombres.

 En este punto, y como entrada a los temas que trabajaremos en este
módulo, es importante considerar que, de acuerdo a datos del INE para el
año 2018, un 32,8% de las mujeres en Chile de 15 años o más no tiene
ingresos autónomos propios, lo que corresponde a 2.241.895 mujeres.

 Si bien este porcentaje ha ido disminuyendo a través del tiempo (en gran
medida gracias a la oferta pública que propicia el empleo femenino y que
fomenta los emprendimientos de mujeres), para el 2018 más de 2,2
millones de mujeres dependen económicamente de otras personas (y/o
de los apoyos estatales) para subsistir.

A nivel mundial el Foro Económico Mundial (WEF) elabora el Índice Global de Brecha de


Género. El Índice Global de Brecha de Género compara la evolución de las brechas de
género entre países en relación a cuatro dimensiones clave: participación económica y
oportunidades económicas; nivel educativo; salud y sobrevida; empoderamiento político.
De esta manera, el índice rastrea el progreso hacia el cierre de estas brechas a lo largo del
tiempo. Para el año 2021, Chile se encuentra en el lugar 19 a nivel regional (Latinoamérica y
el Caribe) y en el puesto 70 a nivel mundial (de un total de 156 países del mundo que participan
del índice).

Esta segmentación horizontal está determinada en gran medida por la socialización de


género que todas las personas recibimos. Esto se refleja claramente, por ejemplo, en el tipo de
carreras que eligen hombres y mujeres al ingresar a la educación superior.
Tal como muestra el gráfico, existen áreas del conocimiento fuertemente feminizadas, como
es el caso de la “Salud y Servicios Sociales” y “Educación”. En este punto, es importante notar
que los sectores feminizados suelen estar vinculados a los cuidados y atención de otras
personas, siendo así extensivos de lo que anteriormente denominamos “trabajo doméstico y de
cuidados”, y que ha sido históricamente desarrollado por las mujeres.

La segmentación horizontal también la podemos observar de varias maneras en la


participación económica de hombres y mujeres. Por ejemplo, si observamos en qué
actividad económica hay una mayor o menor presencia de liderazgos de mujeres. El siguiente
cuadro nos muestra la presencia de hombres y mujeres en la gerencia general de las
empresas por rubros de actividad económica, y si bien se observa una brecha de género
desfavorable para las mujeres en todos ellos, resulta evidente que las empresas de los rubros
tradicionalmente masculinos cuentan con brechas de género mayores, así los rubros con
mayores brechas son “Suministro de electricidad, agua y gas” con una brecha de -82.1 (sólo un
8,9% de las gerencias generales son ocupadas por mujeres) y “Actividades financieras y de
seguros” con una brecha de -70,7 (sólo un 14,6% de gerencias generales ocupadas por
mujeres).
Otro ejemplo de la segregación horizontal de género es lo que ocurre en ramas de actividad
en las cuales se desarrollan los microemprendimientos de hombres y mujeres. Así, tal como
muestra el siguiente gráfico, la actividad microemprendedora femenina está fuertemente
concentrada en los sectores de comercio y servicios (entre ambos suman el 73,8%); mientras
que los emprendimientos masculinos presentan una mayor diversidad, ya que además de los
sectores comercio y servicios (23,4% y 22,1% respectivamente) se observa presencia del rubro
de la construcción (17,2%), transporte y almacenamiento (13,9%), sector primario (13,3%), e
industrias manufactureras (9,2%).

La segmentación sectorial es un tema relevante puesto que no todos los sectores de la


economía presentan las mismas condiciones en cuanto a productividad, salarios, condiciones
laborales, etc.
La CEPAL utiliza el concepto de “heteregeneidad productiva” para hacer referencia a las
grandes diferencias de productividad entre los distintos sectores, y al hecho de que una
pequeña parte de la población recibe una porción importante de las ganancias producidas
en los sectores de alta productividad. En base a este concepto, la segregación ocupacional por
sexo y la existencia de discriminación para el acceso de las mujeres a ciertos sectores de la
economía (especialmente a los más productivos) afectará también sus ingresos, dado que serán
menores las ganancias si se ubican en sectores de baja productividad.
Existe una alta concentración de las mujeres en el sector servicios, el cual está muy
asociado al fenómeno de la tercerización, y que está también relacionado con las restricciones
en la movilidad territorial de las mujeres y en la necesidad mayor de conciliar trabajo y
familia (el sector servicios y comercio permite trabajos por turnos y mayor flexibilidad horaria
que otros sectores).
En síntesis, el problema que subyace a la segmentación ocupacional y sectorial por
género es que sectores que se encuentran mayormente “feminizados” son: sectores menos
productivos, con menores remuneraciones promedio, y en muchos casos con mayor
precarización del empleo.

De acuerdo con datos de la Encuesta Longitudinal de Empresas (ELE), para el año 2017, las
mujeres representan sólo el 29,6% de las gerencias generales de empresas (considerando
empresas de todos los tamaños). Así, la brecha alcanzó -40,8 puntos porcentuales.
A medida que aumenta el tamaño de las empresas disminuye el porcentaje de gerentas
generales, aumentando la brecha de género. Así, mientras que la brecha en las microempresas
fue de -37,2 puntos porcentuales, en las empresas grandes esta asciende a -68,3 puntos
porcentuales.
De acuerdo al Ranking de Mujeres en Alta Dirección que elabora Comunidad Mujer, en el
año 2018 la presencia de mujeres en directorios alcanzó un 42,1% en SEP, disminuyendo
drásticamente a un 15% en IPSA , y a sólo un 6,2% en otras empresas públicas.

Para hacer referencia a las dificultades de las mujeres para alcanzar cargos de poder, se ha
acuñado el concepto de “Techo de Cristal”. El Techo de Cristal refiere a las barreras invisibles
(al no ser formales) que dificultan el ascenso de las mujeres. Estas barreras dicen relación con:
 Al ser las principales responsables de los cuidados y la crianza tienen mayores dificultades que
sus pares varones para aceptar cargos que impliquen viajes, horarios extensos, disponibilidad
completa, etc.
 Redes masculinas informales que “heredan” y traspasan a otros varones los espacios de poder.
 Dificultad en ciertas habilidades de liderazgo o baja autoestima a causa de la socialización de
género, entre otras.

 El ingreso medio mensual de la población ocupada para ambos sexos en 2019 se


estimó en $620.528 pesos.
 De las 8.690.487 personas ocupadas estimadas, un 57,6% correspondió
a hombres, quienes percibieron un ingreso medio de $704.274 pesos. Las
mujeres fueron el 42,4% del total de personas ocupados y obtuvieron un ingreso
medio de $506.651 pesos.
 Así, la brecha de género en el ingreso medio se ubicó en -28,1% en desmedro de
las mujeres.
 Evolución Ingreso medio mensual de las personas ocupadas y brecha de género
en el ingreso, según sexo y año, 2015 2019



 Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Síntesis de resultados Encuesta Suplementaria de
Ingresos (ESI) 2019, Nacio
 En el Estudio “Mayor Participación de Mujeres en la
Economía” (ISÓNOMA/Subsecretaría de Economía, 2016), para analizar este
asunto, se construyó una medida que distingue entre el diferencial salarial Hombre-
Mujer explicado por los diferenciales en términos de educación y experiencia de
ambos géneros y aquella parte que no se puede explicar por un diferencial
observable en términos de estas variables. De esta forma, el diferencial salarial no
explicado constituye una medida de discriminación salarial.

La brecha salarial también está presente cuando hablamos del trabajo independiente,
ya sea en el caso de las mujeres que son empresarias/empleadoras como en aquellas que
realizan trabajo por cuenta propia. En el caso de las empleadoras podemos ver que la
brecha salarial es persistente independientemente de su nivel educativo, alcanzando un
-31,6% en el caso de aquellas con estudios universitarios y un -37,7% en el caso de las que
cuentan con postgrado. Es decir, una mujer empleadora con estudios de postgrado gana
un 37,7% menos que un empleador hombre con el mismo nivel educativo.
Ingreso medio mensual de los empleadores por sexo, según nivel educacional. 2018

Fuente: INE, Encuesta Suplementaria de Ingresos. 2018.

Con este antecedente histórico respecto a la brecha salarial, y considerando que esta brecha
es un desincentivo para las mujeres que se encuentran inactivas, como también para
aquellas que participan en el mercado laboral, vale la pena realizar un análisis más
profundo de esta situación, en el sentido de indagar si esta brecha está o no justificada en
términos de criterios objetivos tales como nivel de educación, experiencia laboral, etc.
Para estos efectos, se utilizó la descomposición de Blinder-Oaxaca, una de las
metodologías más comunes para estudiar diferencias promedio en determinada variable
entre distintos grupos.
Ocupando esta metodología y sobre la base de las encuestas ESI/NESI entre 1990 y 2013 se
estimaron los diferenciales salariales no explicados tanto a nivel agregado como
sectorial, los cuales mostraron que, si bien la brecha salarial no explicada ha descendido de
manera sostenida, está aún persiste en un 17% para el año 2013. Es decir, las mujeres ganan
en promedio un 17% menos que sus colegas hombres, realizando el mismo trabajo, con
igual nivel de estudios y con la misma cantidad de años de experiencia.
En otras palabras, las mujeres en Chile ganan en promedio un 17% menos que los
hombres sólo a causa de la discriminación de género.

En el caso de las trabajadoras por cuenta propia existe una brecha salarial


significativa, la cual es mayor en el caso de trabajadoras con bajo nivel educacional, pero
que, si bien disminuye, persiste en un 8,5% en el caso de las personas con estudios
universitarios e incluso aumenta a un 16,4% en trabajadores/as por cuenta propia con
estudios de postgrado. Es decir, una trabajadora por cuenta propia con postgrado gana un
16,4% menos que un hombre trabajador por cuenta propia con el mismo nivel educativo.
Ingreso medio mensual de los cuenta propia por sexo, según nivel educacional. 2018

Fuente: INE, Encuesta Suplementaria de Ingresos. 2018.

 REDUCIR LA BRECHA ENTRE LAS TASAS DE PARTICIPACIÓN DE


HOMBRES Y MUJERES

En 2014, los líderes del G20 asumieron el compromiso de reducir la


brecha entre las tasas de participación de hombres y mujeres en un 25%
para 2025.

El informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) “Perspectivas


sociales y del empleo en el Mundo (WESO) – Tendencias del empleo
femenino 2017”, estima que, si este objetivo se realizara a nivel
mundial, tendría el potencial de aportar 5,8 billones de dólares a la
economía global. Además, podría generar enormes ingresos fiscales.

Por ejemplo, los ingresos fiscales mundiales podrían aumentar en 1,5


billones de dólares, la mayor parte en los países emergentes (990.000
millones) y en los países desarrollados (530.000 millones), señala el
informe. África del Norte, los Estados Árabes y Asia Meridional recibirían
los mayores beneficios, dado que en estas regiones las brechas en las
tasas de participación entre los hombres y las mujeres superan los 50
puntos porcentuales.

Disparidad de género en las tasas de participación en la fuerza de


trabajo y el potencial impacto de la reducción de esta brecha

Fuente: OIT Perspectivas sociales y del empleo – Tendencias del empleo femenino
2017.

Nota: Las tasas de participación y las disparidades para 2017 son proyecciones.

3.2. Mayor Participación de las Mujeres en la Economía Chilena

 MAYOR PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LA ECONOMÍA CHILENA

En el año 2015 la Subsecretaría de Economía encargó un Estudio llamado


“Mayor Participación de las Mujeres en la Economía”, el cual tuvo como
objetivo el diseño de un modelo que permitiera proyectar el Impacto que
tendría en el crecimiento de la economía nacional (medida a través del
PIB) una mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral.

Los resultados obtenidos a partir del modelo econométrico elaborado


muestran que, por cada 100 mil mujeres que se incorporaran al
mercado laboral, el PIB podría crecer en un 0,65.

De este modo, si se tiene en cuenta que, en el año 2015 existían 1 millón


400 mil mujeres que no estaban participando del mercado laboral y que
podrían estar haciéndolo, es posible afirmar que se estaba perdiendo un
potencial de crecimiento que podría llegar hasta un aumento de un 9,09%
del PIB.

Los datos y estudios mencionados demuestran con argumentos técnicos


y económicos, que la igualdad de género no es sólo un imperativo ético y
de derechos humanos, sino que es también un elemento clave en el
desarrollo económico de los países y en la reducción de la pobreza.

PANDEMIA Y MUJERES

La pandemia de COVID-19 ha afectado a todos/as los/as


trabajadores/as, pero la repercusión en las mujeres ha sido más aguda
que en los hombres, con tasas más altas de pérdida de empleo (5 %
frente al 3,9 % entre los hombres, OIT), en parte debido a su
representación desproporcionada en sectores directamente afectados por
los cierres, como el sector de consumo. Los datos de los EE. UU. también
muestran que entre las mujeres más afectadas suelen encontrarse grupos
sociales y étnicos históricamente desfavorecidos.

El “Informe Especial COVID-19 N⁰9: La autonomía económica de las


mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad” desarrollado la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que
la crisis generada por la pandemia del COVID-19 impactó negativamente
en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América
Latina y el Caribe, generando un retroceso de más de una década en
los avances logrados en materia de participación laboral.

La tasa de participación laboral de las mujeres en la región se situó en


46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron
un 52% y un 73,6%, respectivamente).

En el caso de Chile, tal como muestra el gráfico siguiente, para el año


2010 la participación laboral femenina alcanzaba un 46,8%, mostrando un
alza sostenida en los años siguientes con un peak de 53,3% a finales del
2019 y principios del 2020. Luego se observa una caída sostenida con un
mínimo de un 41,2% de participación a mediados del 2020 para alcanzar
un repunte hacia finales de dicho año. No obstante, esta recuperación
aún mantiene la participación laboral femenina (45,3%) por debajo
de la que se observaba en el año 2010 (46,6%). Cumpliéndose lo
señalado por CEPAL respecto al retroceso de una década en lo que refiere
a la participación laboral de las mujeres.

Tasa de participación laboral por sexo y brecha de género, según


trimestre móvil y año. Años 2010 a 2020
Fuente: Encuesta Nacional del Empleo (ENE), INE – Chile.

Lo anterior es el resultado de que, producto de la Pandemia, en el año


2020 se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza
laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en
sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo. Además, un 56,9%
de las mujeres en América Latina y un 54,3% en el Caribe se encuentran
ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en
términos del empleo y los ingresos por causa de la pandemia (como son
el sector servicios y comercio).

El estudio de la CEPAL remarca que el trabajo doméstico remunerado,


que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser
realizado de forma remota, ha sido uno de los sectores más golpeados
por la crisis. En 2019, previo a la pandemia, alrededor de 13 millones de
personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (de los cuales el
91,5% eran mujeres). En total, este sector empleaba a un 11,1% de las
mujeres ocupadas en la región. No obstante, en el segundo trimestre de
2020 los niveles de ocupación en el trabajo doméstico remunerado
cayeron -24,7% en Brasil; -46,3% en Chile; -44,4% en Colombia; -45,5%
en Costa Rica; -33,2% en México; y -15,5% en Paraguay.

 Asimismo, el cierre de fronteras, las restricciones a la movilidad, la caída


del comercio internacional y la paralización de la actividad productiva
interna han impactado en las trabajadoras y empresarias vinculadas a los
sectores del comercio, turismo y manufactura.

PROFUNDIZACIÓN DE LA FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA

La CEPAL estima que alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se


encontrarían en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019.

Resulta fundamental avanzar en un nuevo pacto fiscal que promueva la igualdad


de género y que evite la profundización de los niveles de pobreza de las mujeres,
la sobrecarga de trabajo no remunerado y la reducción del financiamiento de
políticas de igualdad.

Además de transversalizar la perspectiva de género en todas las políticas de


recuperación, se requieren acciones afirmativas en el ámbito de las políticas
fiscales, laborales, productivas, económicas y sociales, que protejan los derechos
de las mujeres alcanzados en la última década, que eviten retrocesos y que
enfrenten las desigualdades de género en el corto, mediano y largo plazo.
(Fuente: https://www.cepal.org/es/publicaciones/46633-la-autonomia-
economica-mujeres-la-recuperacion-sostenible-igualdad).

De acuerdo al Informe Global sobre la Brecha de Género de 2021 del Foro


Económico Mundial:

 Otra generación de mujeres deberá esperar a


la paridad de género, ya que hay que sumar 36
años al tiempo que queda para eliminar la
brecha de género.
 Aunque se está consiguiendo igualdad de
condiciones en materia de educación y salud,
las mujeres no tienen las mismas
oportunidades y se enfrentan a obstáculos
económicos, una menor participación en la
política y aún quedan desafíos en el lugar de
trabajo.
 Islandia sigue siendo el país con mayor
igualdad de género, seguido de Finlandia,
Noruega, Nueva Zelanda y Suecia.
 En el informe se exige la adopción de
estrategias y políticas que prioricen las
inversiones en el sector asistencial, las
prácticas de contratación equitativa y el
desarrollo de habilidades.

Según el Informe, a medida que el impacto de la pandemia de COVID-19


continúa desarrollándose, el tiempo que se tardará en eliminar la brecha de
género global ha aumentado en una generación: de 99,5 a 135,6 años.

El avance hacia la paridad de género se está estancando en varias grandes


economías y sectores industriales. En parte, esto se debe a que, con mayor
frecuencia, las mujeres ocupan empleos en los sectores más afectados por los
cierres, sumado a las presiones adicionales de sus ocupaciones asistenciales en el
hogar.

También podría gustarte