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Istituto Figlie di Maria Ausiliatrice

Ambito per la formazione


Incontro Maestre delle Novizie
Roma CG, 3-16 Ottobre 2016

Dinamiche psicologiche e indicazioni pedagogiche


Sr. Milena Stevani

VOTO DE CASTIDAD
- En nuestras Constituciones, art. 12 se focaliza la dimensión teológica de la castidad, en su
aspecto relacional. Es considerada como un don del Padre, una invitación a seguir a Cristo
más de cerca, a consagrarse totalmente a Dios y a Su plan de salvación.
La persona, cuando percibe y acoge esta llamada que la atrae interiormente, da su respuesta
y entrega a Dios sus “fuerzas de amor”, es decir ofrece su capacidad de amar.
Partiendo de esta premisa teológica, mis reflexiones se concentran principalmente sobre la
respuesta de la persona y sobre algunas condiciones fundamentales para concretizarla.
- Quisiera partir de una pregunta que puede ayudarnos a reflexionar: ¿hay esta capacidad de
amar en la novicia? Podemos hacernos una segunda pregunta: ¿existe esta capacidad de
amar en la joven que realiza una elección matrimonial?
- Estos dos interrogantes nos permiten centrar los dos polos que siempre deben ser tenidos en
conexión: la meta (subrayados por la teología) y el punto de partida, es decir la realidad
concreta, los datos de la experiencia (ofrecidos por la psicología).
 
- Consideramos en primer lugar el punto de partida: hay una predisposición, una capacidad
inicial de amar en la novicia, (más o menos desarrollada en el proceso evolutivo de cada
una); hay un deseo de entregarse. En base a la experiencia familiar y al camino de fe, que
cada una ha realizado, puede ser más precisa la referencia a Cristo, o puede haber un deseo
más general de donación a los demás, que se debe clarificar y orientar lo largo del camino
formativo.
- Para conectar el punto de partida (la situación real de la novicia) con la meta (seguir a Cristo
en la disponibilidad al Padre y a los demás) es necesario recorrer un camino. A lo largo del
camino la novicia debe clarificar el sentido de este ruta y donde lleva, verificar si existen las
condiciones para recorrerla, afrontar los obstáculos, actuar los pasos evolutivos, es decir, los
cambios graduales.
- Un paso fundamental para poder vivir la castidad consagrada, a comenzar en el noviciado y
continuar durante toda la vida, es aprender a reconocer y gestionar una actitud más bien
pasiva y asumir una disposición activa de amor. La joven debería pasar de la tendencia
pasiva de espera, centrada sobre sí misma y sobre la necesidad de recibir amor (puede tener
múltiples modalidades de expresión) a una la actitud activa de atención e interés por las
necesidades del otro. La percepción de la necesidad del otro debe después llevarla a sentirse
responsable, es decir disponible a responder a la necesidad, en el respeto a la otra persona
tal como es, y no como le gustaría que fuera.
- ¿Cómo se realiza este paso? Comprendiendo que es necesario cuidar el don recibido, que
requiere un compromiso responsable para desarrollar las condiciones fundamentales
para concretar el proceso de crecimiento en el amor. Estas condiciones contribuyen a dar
más estabilidad, con el tiempo, al compromiso de castidad e implican aprender a entrar en
relación con sí misma, para construir la relación con Cristo y con los otros.
- Respecto a la relación con sí misma, ante todo, hay que valorar la predisposición y la inicial
capacidad de amar de la novicia, tratar de desarrollarla y orientarla, a través de experiencias
positivas que fortalecen interiormente. Es necesario también reconocer y afrontar las
situaciones críticas, que ayudan a identificar los obstáculos que podrían bloquear el deseo de
entregarse a Dios y a los demás.
- Es bastante frecuente que, en la novicia (y también quien realiza una elección matrimonial), la
ilusión de confundir la atracción por el valor, con la capacidad de vivirlo plenamente.
Este error lleva a creer que la propia capacidad de amor sabrá superar todos los obstáculos,
se crea una idealización de sí misma que lleva a subestimar sus propios límites y los de los
demás.
- Son las situaciones concretas de conflicto, frustración, eventos críticos los que ayudan a
poner en práctica medidas, cambios, para tomar conciencia de lo que en sí misma limita y
condiciona la posibilidad de amar. Por ejemplo, algunas necesidades muy intensas,
reacciones exageradas o comportamientos que dificultan el intercambio con los otros (pueden
también ser típicos de la adolescencia).
- El rol de la formadora es fundamental en estos momentos para ayudar a la novicia a
relacionar el ideal, hacia el que tiende, con la vida concreta, que se expresa en los
comportamientos observables. Claramente es necesario tacto, delicadeza y comprensión del
esfuerzo de la joven, evitando actitudes de juicio sobre su persona, reconociendo los
pequeños pasos que da, pero es necesario orientarla constantemente en el proceso de
clarificación y evaluación personal.
- Destaco, en particular, dos necesidades que, cuando están demasiado acentuadas, pueden
representar un obstáculo que perturba el camino de donación a Dios y a los otros: la
necesidad de protagonismo y la necesidad de dependencia.
- La necesidad de protagonismo es una experiencia muy importante en la adolescencia, pero
si se prolonga mucho en el tiempo y se convierte en un estilo de relación, impide realizar los
pasos de maduración y crea dificultades en el vivir el compromiso de castidad. Una fuerte
exigencia de protagonismo indica que la persona está demasiado centrada en sí, en su
autoafirmación, que necesita ser continuamente valorada para poder mantener un equilibrio
interno. En el contexto de la experiencia comunitaria la necesidad de protagonismo de una
persona es fuente de tensiones y conflictos, y es un peso en la vida de la comunidad. Por
tanto, es importante que la novicia aprenda, con dificultad, a no ser siempre y solo
protagonista, para acoger las diferentes maneras de pensar y sentir de las otras, a colaborar.
- La necesidad de la dependencia también debe ser considerada con especial atención,
teniendo en cuenta que se puede manifestar de forma pasiva o activa y que siempre expresa
un sentido de inseguridad a nivel afectivo y miedos en el ámbito relacional.
- Las dinámicas de dependencia pasiva llevan a referirse exclusivamente a una sola persona,
que sostiene y tranquiliza, que reduce la ansiedad interna y atenúa los temores de relación
con los demás. Pueden expresarse en formas de control excesivo y celos en confrontación de
una persona, en la búsqueda de manifestaciones afectivas, a veces también sensibles, en la
ansiedad de presionar relaciones de amistad, con el temor exagerado del juicio de las otras.
Si en una novicia está demasiado acentuada la necesidad de centrar toda la atención y el
interés de una determinada persona, que se convierte en un punto de referencia constante y
un apoyo que proporciona seguridad, es oportuno que aprenda a reconocer y aclarar esta
tendencia, a gestionarla. Si otra novicia expresa la necesidad de tener signos frecuentes de
aceptación, aprobación, aprecio, es necesario que aprenda a actuar gradualmente sin
depender excesivamente de las demás.
- Las dinámicas de dependencia activa indican un temor inconsciente de dependencia, la
tendencia a defenderse y a cerrarse en relación a la experiencia afectiva, el rechazo de lo que
se percibe como vulnerabilidad. Estas dinámicas están a veces presentes en las jóvenes que
manifiestan una personalidad brillante, extrovertida, capaz de liderazgo, pero que no tienen
una consistencia afectiva interna porque se defienden de las experiencias afectivas no
resueltas. En estos casos hay una división, una separación entre la parte emocional en
conflicto, que no es reconocido, y el comportamiento externo, que es decidido y seguro,
implicante. A nivel relacional la persona tiene necesidad de rodearse de personas que
dependen de ella y que la hacen sentirse importante y superior. Este tipo de dependencia
puede expresarse en la tendencia a atar a sí, a dominar, a ser exigente y controladora hacia
los demás, a convencer a través del razonamiento lógico, a manipular sutilmente las
relaciones. Si no hay una toma de conciencia de estas dinámicas que condicionan
internamente, hay un riesgo, en estos casos, de impostar la vida religiosa sobre bases frágiles
e inconsistentes.
- A nivel de la relación con Cristo, es importante que la novicia comprenda que la elección de
seguir a Cristo no es suficiente para ponerlo en el centro de su vida, no basta sólo el deseo,
sino que es necesario el compromiso cotidiano, que requiere cuidar la relación con Él (este
cuidado también se necesita en la relación entre los cónyuges).
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- Un riesgo que creo que, a veces, está presente también en los ambientes formativos es dar
por descontado que existe esta relación, sin entender que necesitamos un esfuerzo constante
para consolidar una relación personal con Dios Se necesita tiempo y paciencia, saber
empezar cada día, para no quedarse solo a nivel abstracto o imaginado. Si no se trabaja este
aspecto se construye sobre arena, no sobre una base sólida, capaz de resistir en los
momentos críticos de la vida.
- Es necesario por lo tanto, ayudar a la novicia a construir la relación con Cristo, a nivel
experiencial (sentido de Dios y de su trascendencia, no estilo infantil o adolescente unido a la
emotividad del momento o a las reflexiones espirituales profundas). La relación se coloca en
el plano experiencial cuando toca la vida, cuando implica a toda la persona y la conduce,
poco a poco, a reorganizar, en situaciones concretas, su propia manera de pensar, sentir,
evaluar la realidad, confrontándose con la forma de pensar, sentir y valorar de Cristo.
- Retengo por tanto fundamental que la formadora sea sobre todo consciente de la necesidad
de reforzar esta relación en sí misma, para poder acompañar a la novicia, a través de la
palabra y el ejemplo de su vida, a construir y a perseverar en esta relación vital.
- Es conveniente que la novicia comprenda que es necesario tiempo y paciencia para
consolidar la relación con Cristo, para aprender a permanecer en diálogo con Él y confiar
emocionalmente en Él. Es necesario que llegue a ser consciente de que la relación se activa
día a día, sin dejarse condicionar por las experiencias emocionales internas (positivas o
negativas). Cada una ciertamente tiene su propio ritmo y un modo único de relacionarse con
Cristo, lo que importa es la convicción de la necesidad de un compromiso diario constante,
una responsabilidad en cuidar la relación, también cuando se atraviesan momentos más
difíciles (por dificultades externas o tensiones internas, por la presión del trabajo a realizar).
- Este compromiso perseverante se expresa y se concreta en la oración personal y en la
oración comunitaria. Subrayo, en particular, la importancia de orientar a la novicia a
aprender a encontrar un tiempo durante el día para la oración personal y ser fieles también en
los momentos de aridez y esfuerzo. Lo que importa es saber ponerse delante de Dios, “estar”
en su presencia, siendo fiel a la cita más allá de lo que "se siente".
- La realidad del sentimiento puede fluctuar dependiendo del momento que se vive, pero no es
el aspecto más importante. Es esencial que la novicia aprenda a dejarse mirar y mirar al Otro,
la atención no debe pararse sólo en la forma externa de oración, sino en la persona del
Otro con quien se relaciona. Por lo tanto, es necesario dar solidez y profundidad a la relación,
no sólo parándose en experiencias subjetivas, tanto en la oración personal como en la
comunitaria ("me gusta/no me gusta", "me siento/no me siento").
- Si la relación con Cristo se coloca solo a un nivel superficial, sobre el nivel emocional o
racional, no unifica a la persona porque tiene un carácter parcial, episódico y no puede
invocarse en los momentos de conflicto, de frustración. Cuando la relación no está ligada solo
a la emotividad, en circunstancias particulares (cuando todo va bien, cuando se es valorada
por los otros, cuando se vive una experiencia intensa de oración), es decir, cuando se
extiende en el contexto de la vida cotidiana puede unificar, además de la dimensión cognitiva
y afectiva, también la operativa. (Mt.22, 37: Ama al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente).
- Una relación vital, personal con Cristo es por lo tanto indispensable para poder vivir un
compromiso de castidad y para evitar convertirse en religiosas centradas solamente sobre el
"hacer". El Papa Francisco hablando a las religiosas, ha destacado, en varias ocasiones, el
riesgo de llegar a ser áridas y duras, convertirse en funcionarias que realizan su trabajo de
manera excelente, pero que están proyectadas en los resultados y en la eficiencia
organizativa, insensibles a la necesidad y al dolor de los pobres.
- La novicia que aprende a ser fiel y perseverante al encuentro con Cristo, que aprende a
referirse a Él en los momentos de dificultad puede madurar, en el cotidiano, su capacidad de
amor, abrirse al otro y puede gestionar las dinámicas psicológicas que tienden a mantener la
atención centrada en sí misma, es decir, en la necesidad pasiva de "sentir", de recibir amor o
sobre modalidades dominantes activas.
- Una atención especial debe prestarse también al aspecto de la relación con los otros. Como
ya he mencionado, la capacidad de amar no es un hecho sino que debe desarrollarse, con
paciencia y perseverancia, aprendiendo a manejar las dinámicas afectivas de atracción, de
miedo o de rechazo que están relacionadas con la necesidad de ser amada.
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- En relación con los otros es necesario, en particular, saber reconocer y manejar la necesidad
de sentirse importante para una persona específica, la necesidad profunda de compartir y
comunicar las emociones, expresar sensiblemente o a través del lenguaje gestos que son
típicos de la vida de pareja. Es necesario saber aceptar, en el ámbito de la sexualidad, el
aspecto frustrante inherente a la renuncia a amar de forma selectiva a una persona que
responde, de una forma concreta y visible a su amor. Sobre este aspecto es esencial mucha
lucidez y honestidad, para evitar justificar algunos comportamientos que no caben en una
opción de vida consagrada. Quién no se siente para llevar a cabo determinadas renuncias
relacionadas con el compromiso de castidad debe, con claridad, orientarse a otro estilo de
vida.
- Además de las dinámicas de atracción es necesario comprender y afrontar las reacciones de
rechazo, de cerrarse en relación a los otros. Muchas veces existe el deseo de amar, pero nos
imaginamos la entrega a los otros de una manera determinada. Cuando se encuentran
obstáculos o dificultades, el deseo de amar permanece frustrado y activa reacciones de
rechazo, de aversión hacia el otro, hacia lo que no corresponde con las propias expectativas.
Para poder afrontar estos momentos críticos es importante saber reconocer lo que se está
experimentando, tener el valor de dar un nombre a las propias necesidades y experiencias,
saber aceptar las propias inseguridades y temores, para ser capaz de manejar lo que se está
experimentando.
- Un recurso importante en este sentido, es la maduración de la capacidad de estar sola, sin
sentirse perdida. Es bueno ayudar a la joven a descubrir la dimensión positiva de su propia
soledad, a partir de esta experiencia para abrirse a un sentido de solidaridad con los otros,
que viven la misma experiencia humana (inmigrantes, mujeres solas, ancianos, niños
separados de sus padres).
- Puede parecer una paradoja, pero cuando la persona aprende a vivir los momentos de
soledad en modo constructivo llega a ser más capaz de relacionarse con los otros. No
necesita aferrarse a los otros, sino que puede aprender a combinar los momentos de soledad
con los momentos de relación (es importante también en la relación de pareja). Esto ayuda a
traducir, en la sencillez de los gestos cotidianos, el compromiso de construcción de la
comunidad y de amabilidad con los jóvenes (Const. Art.14).
- Ciertamente, no es fácil entrenarse a cambiar continuamente la atención de uno mismo a los
otros, aceptar las dificultades de las relaciones sin dramatizarlas, saber elegir y dar sentido a
las renuncias que se hacen. Es un ejercicio que permite hacer crecer en sí la fuerza
psicológica del amor, sobre la que se injerta el dinamismo de la caridad.
- Dentro de la comunidad la joven debe ser ayudada a expresar su capacidad de amar en la
atención y el interés hacia las otras, tratando de descubrir y apreciar los elementos positivos
de cada una y comprender los aspectos de esfuerzo. La comunidad es, de hecho, el
verdadero lugar donde se aprende a amar, a través de los gestos y los comportamientos
concretos, que permiten superar las expectativas poco realistas en confrontación de las otras,
en un proceso de conversión continua y apertura de la mente y el corazón.
- Para realizar adecuadamente la misión educativa es también esencial que la novicia
aprenda a manejar sus sentimientos, para poder ser comprensiva pero también firme en la
relación interpersonal con las jóvenes. Para el verdadero bien del otro es indispensable, en
algunas situaciones, la firmeza y la claridad. Esto evita secundar formas inadecuadas de
sensibilidad o de identificación inconsciente con la experiencia de los otros, que bloquean el
proceso de crecimiento de las personas (no puedo hacerle sufrir, no digo nada porque se
cierra o reacciona negativamente).
- Para poder vivir un compromiso de castidad consagrada, creo que es necesario tener
presentes simultáneamente las tres condiciones que he subrayado: la relación con uno
mismo, con Dios y con los demás.
- La capacidad de reflexionar sobre sí misma, permite reconocer los propios momentos de
fragilidad, dar un nombre a lo que se está experimentando, para poderlo gestionar en modo
más adecuado.
- La conciencia de la propia vulnerabilidad estimula una vigilancia serena y hace sentir la
importancia de auto-disciplinarse, no secundar el impulso del momento, reflexionar,
comprometerse con responsabilidad. Una disciplina a ejercitar en los pensamientos,

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sentimientos, palabras y gestos, para poder responder efectivamente con amor a Aquel que
ha llamado a seguirlo.
- Un elemento que no se debe pasarse por alto, y que a veces es problemático por los ritmos
de vida que las chicas tienen hoy, es ayudar a novicias a mantener también un sano
equilibrio a nivel físico y mental (en el art. 17 de las Constituciones se habla de valorar los
recursos naturales que sostienen este equilibrio, y que no se deben subestimar).
- Lo que debe orientar, en las decisiones que la joven realiza en la vida cotidiana, es el querer
compartir la vida con Cristo y seguirlo en su camino de entrega total al Padre y entrega a
los otros. Las renuncias que son requeridas por el compromiso de castidad están dirigidas a
esta meta importante y permiten concretar y cuidar la relación con Cristo.
- El ser capaz de entender el conflicto emocional experimentado y saber cómo reorientar, en
caso de conflicto, la relación con Cristo y los objetivos que son importantes para la propia
elección de vida, inicia procesos.
- El comprometerse con sentido de responsabilidad para dar la propia aportación en la
construcción de la vida comunitaria, el tratar de afrontar la tendencia a cerrarse o el rechazo,
crean condiciones para el crecimiento personal y comunitario.
Está claro que es un comienzo, pero estas condiciones básicas, para la apertura al Otro y a
los otros, pueden alimentar la esperanza para el camino a realizar después, en el curso de la
vida.

Líneas de reflexión
En el encuentro personal con cada novicia ¿intento ayudar a cada una a poner en relación el
ideal con la vida concreta? ¿A individuar pasos sencillos que ayudan a calar el deseo, las
aspiraciones en comportamientos concretos?
En la presentación del voto de castidad ¿soy clara en poner de relieve las renuncias que
implica una elección de vida consagrada? ¿Trato de evaluar y discernir, con las jóvenes que
tienen más dificultades en este campo, si tienen las condiciones para un compromiso de
castidad?
Con mi vida concreta, y a través de los momentos formativos, ¿sé transmitir a las novicias la
importancia de cuidar la relación con Cristo?
¿Sé indicar sencillos pasos relacionales, en la relación con las otras, que permiten aprender a
amar en la realidad de las situaciones cotidianas?

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