22 CatalunyaCristiana
Aitana Montaner
¿POR QUÉ SOY CRISTIANO?
A quienes son cristianos
católicos desde su nacimiento,
y en tradiciones familiares
religiosas, les llama la atención
e impacta la mirada de alguien
que es cristiano por convicción
a partir de las lecturas y de
su experiencia. Por eso he
querido compartir este
recorrido iniciático a lo
largo de nueve semanas.
ORIOL JARA
Director, guionista y productor
católico
18 JULIO 2021
Porque vivo en sociedad
Hoy en día se ha establecido la
idea de que hay que arrinconar al
cristianismo al ámbito privado.
Quieren apartar la fe del entorno
público y marginar el mensaje de
Jesús a una práctica privada y secre-
ta. Paradójicamente, el cristianismo
no tiene sentido en solitario, porque
esencialmente es una llamada a in-
teractuar con el resto de personas
de una manera concreta y viva. ¿De
cuál? Pues como dice el autor de la
carta a los Hebreos: «Velemos los
unos por los otros, para estimu-
larnos en el amor y en las buenas
obras» (Hb 10,24). La fe cristiana no
es una rutina esotérica, sino una ac-
titud vital, social y familiar de segui-
miento estricto de las acciones de
Jesucristo (Jn 8,12; 12,26; Mt 10,38;
1 P 2,21). Lo que hacemos es lo que
realmente marca nuestra adhesión
a Cristo, como expresaba el propio
Jesús: «Por sus frutos los conoce-
réis» (Mt 7,16).
Los primeros cristianos eran
plenamente conscientes de la ne-
cesidad de vivir la fe en comunidad
y aplicar la visión igualitaria de Je-
sús a todos los hermanos (Rm 12,4-
5; 1 Co 12,12). El equilibrio social y la
convivencia de todos en igualdad de
condiciones es un mandamiento ab-
solutamente fundamental de Dios,
desde el Antiguo Testamento hasta
las epístolas de san Pablo (Sal 133,1;
1 Co 1,10; Rm 12,15; 15,5). Sin ningún
tipo de duda, una de las mayores
IGLESIA EN CATALUÑA
aportaciones del cristianismo a
nuestra sociedad ha sido la supera-
ción de las diferencias económicas,
sexuales o raciales. Todos somos
iguales ante Dios. Todos valemos lo
mismo porque «ya no hay judío ni
griego, esclavo ni libre, hombre ni
mujer: todos sois uno solo en Jesu-
cristo» (Ga 3,28). Este mensaje era
absolutamente escandaloso en la
cultura de su tiempo, dolorosamen-
te estratificada, y donde las mujeres,
extranjeros y pobres eran margina-
dos y maltratados. Cristo nos llama
a la humildad y fraternidad (Ef 4,2),
y pide que esta unidad igualitaria
se aplique de manera efectiva, co-
mo cuando le dice a un hombre rico
«vende todo lo que tienes y repár-
telo entre los pobres, y tendrás un
tesoro en el cielo. Después ven y sí-
gueme» (Lc 18,22).
No son palabras vacías. ¡Al con-
trario! Los primeros cristianos ejer-
cieron su fe aplicando exactamente
este mandamiento, como nos dice
Lucas: «Todos los creyentes vivían
unidos y todo lo tenían al servicio de
todos; vendían las propiedades y los
bienes para distribuir el dinero de la
venta según las necesidades de ca-
da uno» (Hch 2,44-45). La eviden-
cia bíblica pone de manifiesto que
ser cristiano implica un esfuerzo
consciente y efectivo de humildad y
servicio a los demás. Porque Cristo
nos pide que vivamos el mundo en
comunidad y solidaridad.