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Título: El egoísmo
Autores:
Fecha: 22/03/2023
Código de estudiante:
Carrera: Arquitectura
Asignatura: Responsabilidad Social Universitaria
Grupo: III
Docente: Arq. Fernando Peña Castro
Periodo Académico: I/2022
Subsede: La Paz
Título: EL EGOÍSMO
Autor:
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Con el fin de sustentar este trabajo, se hace una reconstrucció n del concepto de egoísmo,
para destacar aquellas interpretaciones que abordan los egoísmo.
En esta ú ltima, por medio de un pacto, se reconocen los intereses de los demá s como parte
de una estrategia que protege los intereses propios.
Es posible voluntariamente proteger el bienestar de los demá s, incluso sin tener ningú n
interés en ello. Surge la reciprocidad y la cooperació n en procesos adaptativos que
establecen reglas que pueden representar estados ideales del mundo y que maximizan el
interés propio y general.
In the latter, through an agreement, the interests of others are recognized as part of a
strategy that protects their own interests.
It is possible to voluntarily protect the welfare of others, even without having any
interest in it. Reciprocity and cooperation arise in adaptive processes that establish rules
that can represent ideal states of the world and that maximize their own and general
interest.
Autor:
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TABLA DE CONTENIDOS
CAPÍTULO I...................................................................................................................................4
INTRODUCCIÓN...........................................................................................................................4
CAPÍTULO II..................................................................................................................................5
EL EGOÍSMO PSICOLÓGICO..................................................................................................5
CAPÍTULO IV..............................................................................................................................18
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES............................................................................18
CONCLUSIONES.....................................................................................................................18
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS..........................................................................................20
Autor:
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CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
Podría decirse que los egoístas típicos son personas egocéntricas, desconsideradas,
persiguen las cosas buenas de la vida a cualquier precio para los demá s, que só lo piensan
en sí mismas o que, si piensan en los demá s, lo hacen só lo como medio para sus propios
fines.
Quizá s esta caracterizació n só lo sea aplicable a los egoístas exagerados e implacables pero,
sea cual sea su nivel o grado, el egoísmo supone poner el propio bien, interés y provecho
por encima del de los demá s. Pero esto no parece ser todo: sin duda yo no soy egoísta só lo
Este rasgo se aprecia si tenemos presentes las connotaciones morales del «egoísmo»:
Uno se comporta de manera egoísta si deja de abstenerse de perseguir su propio bien en las
situaciones en que choca con el mío, y es moralmente preciso o deseable que observe esa
Autor:
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CAPÍTULO II
EL EGOÍSMO PSICOLÓGICO
nuestros actos siempre está n motivados por la preocupació n por nuestro mejor interés o
Los partidarios del egoísmo psicoló gico pueden admitir que no siempre podemos
promover o incluso proteger realmente nuestro má ximo bien, pues podemos estar
equivocados sobre cuá l es, o sobre có mo alcanzarlo, o bien podemos tener una voluntad
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excesivamente débil para hacer lo preciso para conseguirlo. Así pues, en sentido estricto, el
egoísmo psicoló gico no pretende explicar toda la conducta humana, sino só lo la conducta
explicable en términos de las creencias y deseos del agente, o las consideraciones y razones
El «egoísmo» del egoísta psicoló gico no es por supuesto del tipo definido en la secció n 1. No
de las personas cuya conducta motivada concuerda con un principio, a saber, el de hacer
mejor interés, la felicidad, prosperidad o má ximo bien, bien por indiferencia hacia el de los
demá s o porque, cuando choca con éste, estas personas siempre se preocupan má s por el
propio bien que por el de los demá s (hay diferencias importantes entre estos fines, pero
Para ser un «egoísta» semejante, uno no tiene que aplicar conscientemente este principio
cada vez que actú a; basta con que su conducta voluntaria se adecue a esta pauta.
Sin embargo, la evidencia empírica disponible parece refutar incluso este egoísmo
psicoló gico como mera motivació n de la conducta. Muy frecuentemente muchas personas
normales parecen preocuparse no por su mayor bien sino por conseguir algo que saben o
creen que va en detrimento suyo. Alguien puede piropear al có nyuge del jefe, aú n sabiendo
o creyendo con razó n que el empeñ o en -e incluso má s, el logro de- este fin le costará
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otras maneras.
Para hacer frente a estos contraejemplos aparentes, el egoísmo psicoló gico tendría que
demostrar que son ilusorios. Para este fin por supuesto puede apuntar al hecho de que
conducta egoísta es objeto de desaprobació n moral, las personas pueden desear ocultar su
motivació n egoísta.
hipó critas o al menos fruto del autoengañ o. Pero esto no justifica que generalicemos a
todos los casos, pues muy a menudo no só lo no podemos desenmascarar de este modo la
conducta aparentemente no egoísta de alguien, sino que no tenemos razó n para sospechar
que existan motivos egoístas ocultos. La mayoría de nosotros conocemos casos de personas
vida, con la esperanza de conseguir una meta, como por ejemplo satisfacer los deseos
otra persona a quien aman o con la cual está n comprometidos por otras razones, como
cuando alguien dona un riñ ó n a una hermana con la cual no se hablaba desde hace añ os,
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Los egoístas psicoló gicos no deberían intentar desmentir estos casos prima facie de
conducta no egoísta, como tienden a hacer algunos, insistiendo en que debe de haber una
explicació n egoísta. Sin duda, un egoísta psicoló gico astuto a menudo puede inventar una
que alguien que no parece egoísta puede sustituir la verdadera motivació n egoísta por una
explicació n ficticia y má s noble. Pero el insistir en que deba de haber una motivació n
que una no egoísta, porque ya creemos que en lo má s profundo todos somos egoístas. Pero
Si el egoísmo psicoló gico se basa en esta suposició n, no es el (guíen hasta que hayamos
circular.
En este punto, un egoísta psicoló gico puede objetar que toda la conducta supuestamente no
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Pero esta objeció n desvirtú a el egoísmo psicoló gico. En vez de ser una teoría empírica
sorprendente, y en realidad chocante, segú n la cual todos tenemos siempre una motivació n
«motivació n egoísta». De acuerdo con esta nueva interpretació n, uno tiene una motivació n
egoísta no sí y só lo sí está dispuesto a hacer lo que sea para conseguir su má ximo bien
incluso si perjudica a otros, sino si uno hace todo aquello que má s desea hacer, tanto si es lo
que considera el má ximo bien para él como si no, incluso si su meta es beneficiar a otros a
personales, promover sus mejores intereses, o satisfacer só lo los deseos o metas que tienen
mismos, y los no egoístas por una fuerza «suficiente» de sus deseos o motivaciones
Por ello, la actual versió n del egoísmo psicoló gico está vacía pues aquí «lo que uno "má s
desearía hacer» tiene que significar todo aquello que finalmente uno está motivado a hacer,
a fin de cuentas, como por ejemplo realizar una gran aportació n a Cá ritas (aun si su
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Así pues, segú n esta ú ltima versió n, el egoísmo psicoló gico sostiene que todos somos
egoístas simplemente porque todos estamos motivados por «nuestra propia» motivació n, y
no por la de otro; pero en este sentido no es posible que la motivació n fuese la de otro: es la
mía, no la de mi hermana, aun cuando si, a pesar de odiarlo, regularmente enciendo una
prá ctico, al menos en el á mbito econó mico. Smith defiende en ella la libertad de los
razó n de que esta ordenació n general es la que mejor fomentaría el bien de toda
la comunidad.
demá s, sería al mismo tiempo el fomento má s eficaz del bien comú n. Smith creía que esto
había de suceder porque existe una «mano invisible» (los efectos dominantes del
no coordinadas.
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del á mbito econó mico en sentido estricto. Se ha convertido entonces en la doctrina segú n la
cual, si cada cual persigue su propio interés tal y como lo consigue, con ello se fomenta el
interés de todos. Esta teoría, si se defiende sin el apoyo de una «mano invisible», se
convierte en la falacia, a menudo atribuida a John Stuart Mill, de que si cada cual fomenta su
Obviamente, esto es una falacia, pues los intereses de individuos o clases diferentes pueden
Podemos pensar que las teorías recién descritas ensalzan el egoísmo, no en oposició n a
la moralidad, sino má s bien como la mejor manera de alcanzar su meta legítima, el bien
comú n.
Es dudoso que esto sea una forma de egoísmo, pues no abraza el egoísmo por sí, sino só lo
Debería quedar claro que este ideal prá ctico -tanto si es verdaderamente egoísta como si
no- se basa en una promesa fá ctica dudosa. Pues la eliminació n de las limitaciones legales o
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Si todos nos ponemos a correr para salir del teatro en llamas, muchos o todos pueden
quedar atrapados hasta morir o bien perecer en las llamas. Para evitar o minimizar la
Incluso si formamos líneas ordenadas, aun cuando nadie se muera atrapado, los ú ltimos de
la línea pueden caer presos de las llamas. Así, nuestro sistema de coordinació n puede no
ser capaz de evitar el dañ o de todos, entonces se plantea el arduo problema de có mo
distribuir el dañ o inevitable. Por lo que respecta al egoísmo como medio para el bien
comú n, la idea esencial es que la bú squeda del bien comú n no necesariamente fomenta, y
Voy a considerar finalmente las dos versiones del egoísmo como ideal prá ctico,
la doctrina antes considerada del egoísmo como medio para el bien comú n, no se basan en
premisas fá cticas sobre las consecuencias sociales o econó micas del fomento de cada cual
de su mayor bien. Estas concepciones sostienen, como si fuese evidente de suyo o algo que
las personas decidirían con só lo conocerlo, que el fomentar el mayor bien de cada cual
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Ambos ideales tienen una versió n má s fuerte y una má s débil. La má s fuerte afirma que
siempre es racional (prudente, razonable, respaldado por la razó n), siempre correcto
(moral, elogiable, virtuoso) aspirar al má ximo bien de cada cual, y nunca racional, etc.,
nunca correcto, etc., no hacerlo. La versió n má s débil afirma que siempre es racional,
El egoísmo racional es muy plausible. Tendemos a pensar que cuando hacer algo no parece
obispo Butler afirmó que «cuando nos sentamos relajados en un buen momento, no
podemos justificarnos ésta ni ninguna otra acció n hasta estar convencidos de que irá en
favor de nuestra felicidad, o al menos no será contrario a ella» (Butler, 1736, sermó n 11,
pá rr. 20). Aunque Butler dice «nuestra felicidad» en vez de «nuestro má ximo bien», en
realidad quiere decir lo mismo, pues cree que nuestra felicidad constituye nuestro má ximo
bien.
Unida a otra premisa, el egoísmo racional implica el egoísmo ético. Esa otra premisa es
moral sea só lida o aceptable, su cumplimiento debe estar de acuerdo con la razó n. En las
dos frases subrayadas del espléndido siguiente pasaje del Leviathan, Hobbes, sugiere tanto
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«El Reino de Dios se alcanza por la violencia, pero ¿qué pasaría si pudiese alcanzarse por la
violencia injusta? ¿Iría así contra la razó n alcanzarlo cuando no es posible recibir dañ o por
Así pues, si aceptamos la versió n débil del racionalismo ético (segú n la cual las exigencias
morales son só lidas y pueden aceptarse si su cumplimiento está de acuerdo con la razó n) y
también aceptamos la versió n débil del egoísmo racional -a saber, que comportarse de
determinada manera está de acuerdo con la razó n si al comportarse de ese modo el agente
aspira a su má ximo bien- en congruencia también debemos aceptar la versió n débil del
egoísmo ético -a saber, que las exigencias morales son só lidas y pueden aceptarse si, al
desgraciadamente el egoísmo ético entra en conflicto directo con otra convicció n muy
plausible, a saber, la de que nuestras exigencias morales deben ser capaces de regular con
presentan argumentos en su favor, como por ejemplo en el artículo 14, «La ética kantiana»,
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malo que mate a mi abuelo de forma que éste no pueda cambiar su testamento y
desheredarme?
Suponiendo que matarle me interesa pero es perjudicial para mi abuelo, mientras que
regulació n ética de conflictos es só lida, puede haber una só lida directriz moral para regular
Pero entonces el egoísmo ético no puede ser só lido, pues impide la regulació n fundada en
implica que en ocasiones nos es exigible moralmente una conducta contraria a nuestro
vedada. Así pues, el egoísmo ético es incompatible con la regulació n ética de conflictos. Só lo
permite principios o preceptos con fundamento personal; éstos me pueden exigir que mate
regulació n ética de conflictos, o bien rechazar el egoísmo ético y por ello rechazar también
los filó sofos) no han tenido dificultad en elegir entre el egoísmo ético y la regulació n ética
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de conflictos, pues de cualquier modo la mayoría ha rechazado el egoísmo ético por otras
razones.
De forma similar, pocas personas (filó sofos incluidos) han deseado abandonar la regulació n
ética de conflictos. Sin embargo, como ya señ alamos, el mantener la regulació n ética de
egoísmo racional, y muchos han considerado muy difícil esa elecció n. Algunos utilitaristas,
egoísmo racional (pero só lo pueden mantener el egoísmo racional en su versió n débil, pues
Pues estos dos, junto con la versió n fuerte del egoísmo racional, implicarían que en
razó n no hacerlo). En otras palabras, afirman que nunca es contrario a la razó n hacer
deseable, y que, cuando ambos principios entran en conflictos, está de acuerdo con la razó n
seguir cualquiera de ellos. Comprensiblemente, Sidgwick no se sintió muy feliz con esta
«bifurcació n» de la razó n prá ctica, ni tampoco con la ú nica «solució n» que pudo idear: una
divinidad que en los casos de conflicto entre lo correcto y lo ventajoso, otorga una
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las personas hagan lo que es moralmente correcto antes que lo que si no fuese por las
Pero, cuando ambas formas de actuar se suponen igualmente de acuerdo con la razó n, ¿por
Otra posibilidad es mantener la versió n fuerte del egoísmo racional pero abandonar el
antiguo trono. Segú n esta concepció n, el hecho de que hacer lo correcto pueda ser
perjudicial para el interés de uno y por ello contrario a la razó n, no implica que uno pueda -
u hombre de negocios, una elecció n que exclusivamente atañ e a quien elige. Pero muchos
está n convencidos de que es peor ser irracional que tener un gusto personal (quizá s
idiosincrá sico).
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CAPÍTULO IV
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
CONCLUSIONES
Hemos distinguido entre cinco versiones de egoísmo. La versió n del sentido comú n
lo má s profundo todos somos egoístas en el sentido de que por lo que concierne a nuestra
conducta explicable por nuestras creencias y deseos, ésta siempre tiende a lo que
La tercera, ilustrada por las ideas de Adam Smith, es la teoría segú n la cual en
punto de vista moral como desde el punto de vista egoísta procurar o mantener estas
mayor bien.
prá cticos, a saber, como los ideales de la moralidad y la razó n. Respecto de la segunda
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cará cter prosaico de la naturaleza humana ha tenido un considerable atractivo para los
Por lo que respecta a la tercera versió n, el egoísmo como medio del bien comú n,
consideramos bastante claro que nadie ha encontrado aú n las condiciones bajo las cuales
candidato má s prometedor para estas condiciones, la existencia real -si fuese posible- de
podría garantizar siquiera el logro de su versió n econó mica del bien comú n, la eficiencia.
casi indudablemente verdadera de que estos conflictos son un hecho irrehudible de la vida.
Si bien son falsos el egoísmo ético y el psicoló gico, no hay buena razó n para rechazar
nuestra primera versió n del egoísmo del sentido comú n como un fracaso moral
generalizado.
Esto só lo deja lugar al egoísmo racional, la teoría normativa del egoísmo mejor
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Hobbes, T., Leviatá n. La materia, forma y poder de una repú blica eclesiá stica y civil . :
Baier Kurt. “El Egoísmo”, en: Singer Peter (ed) Compendio de É tica, Madrid: Alianza
Editorial, 1995.
Sober Elliot. “El egoísmo psicoló gico”, en: LaFollette Hugh, (ed.). The Blackwell guide to