Universidad de los Andes

FACISO
Maestría en Filosofía
Religión y construcción de paz
Deison Julián Galeano Barbosa - 202121032

Estructuras, discursos y sazones de análisis: secularismo en la construcción de paz

colombiana

De la religión y el enfoque diferencial, de su conexidad con la objeción de conciencia y las nuevas

realidades que estas han propuesto en un marco de desarrollo social, educativo, cultural y de aporte
al bien común.

Política Pública Integral de Libertad Religiosa y de Cultos 1

El presente ensayo argumentativo busca dar cuenta de la influencia de la postura teórica

del secularismo, teniendo en cuenta los conceptos de «religión (religion)» y «construcción
de paz (peacebuilding)» como estructura de comprensión presente a nivel meta-contextual
en la conformación del acuerdo de paz y los documentos de políticas públicas en
Colombia. Para este cometido, se dividió el ensayo en tres apartados: primero, marco
teórico del secularismo; segundo, rastro y eco en los documentos del acuerdo de paz
colombiano; tercero, retos desde el secularismo para la construcción de paz.

Secularismo, espectro de comprensión de la paz democrática:

Antes de desarrollar un estudio de los conceptos, vale la pena detenernos a pensar las
implicaciones que tiene hablar de un aparato teórico especial como el secularismo
contiene una afirmación epistemológica determinante, en ese orden de ideas

It is important to note that structures, determined by discourses such as secularism, can be

challenged. Discourses are closely linked to power, however, and actors' subject positions in
the international discourse on peace building influence strongly how likely they are to do so
(Källeskog, 2020: 21).

El secularismo de entrada se entiende como una estructura de comprensión desde la cual

afrontamos, lo religioso, la construcción de paz y, más importante aún, la posibilidad de
conflicto inter-religioso. Definamos con mayor detalle éstos conceptos.

Entendemos desde Appleby (2000) que la religión, en su unidad más básica se

considera como “a cult, a code of conduct, and a confesional community” (p. 7) lo cual
resulta importante al entender que las religiones, siguiendo al norteamericano, “defines
beliefs and values concerning the ultimate origin, meaning, and purpose of life. (…) and
finds official expression in doctrines and dogmas” (p. 7) de allí que la «religión» sea
importante teniendo en cuenta que sus fundamentos de trascendencia no solo son auto-
normativos, sino que también resultan siendo hetero-normativosheteronormativos; en
otras palabras, no solo definen mi actuar como persona, sino terminan convertidos en
normas sociales que rigen el actuar de otros.

1
Min Interior, 2017: 60.
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La anterior es un arma de doble filo, pues si tenemos en cuenta desde el sesgo

secularista -siguiendo el concepto de Atalia Omer- desde el que Applebly enuncia lo que
es el secularismo, pues ese código conducta local puede terminar “imposing itself on
where peacebuilding work might take place” (2014, p. 20) y, con ello, el “locus” desde el
cual se piensa la construcción de paz está demarcada por ciertas maneras de comprender
«lo secular» determinado por esa centralidad, que históricamente se ha determinado a
través de la manera en que se ha empleado el poder hacia las periferias con sus
respectivos marcos de comprensión, identidad y, sobre todo, de reconocimiento de lo que
bajo sus términos puede -o no- ser «secular».

Tengamos en cuenta que, como voz en el espacio discursivo, la tonalidad religiosa

es igualmente importante a la hora de construir el discurso de reconciliación, de allí que
pensemos en la religión, no únicamente desde sus aspectos básicos, sino, como una
«religión secular», sobre esto nos dice Asad (2003)

Secularism is not simply an intellectual answer to a question about enduring social peace
and toleration. It is an enactment by which a political medium (representation of citizenship)
redefines and transcends particular and differentiating practices of the self that are
articulated through class, gender, and religion (p. 5)

En ese orden de ideas, la religión secular -si se permite el sincretismo- resulta como
un espacio en el cual políticamente se permite la afirmación de discursos como lo
presupone el liberalismo político(entre ellos el discurso religioso), pero con él,
encontramos desde la cita de Asad, que el secularismo no es un espacio neutral, sino
que per sése conforma una serie de técnicas de poder que terminan contribuyendo a
la conformación de ciertas maneras de identidad y colectividad, pero aún más
importante, a determinadas maneras de aceptación de lo que es lo religioso y lo que
no. En ese espacio de “lo que no” se da vía a ese aplacamiento de la buena religión
sobre la mala religión como lo propondría Shakman-Hurd (2015).

A modo de conclusión de este apartado, podemos decir entonces que la religión

no únicamente se presenta como una creencia o acto de voluntad, sino también como la
puesta en el escenario colectivo de ciertos valores, creencias, dogmas y, en suma, visiones
de mundo que saltan la valla de la fe para abarcar escenarios como lo político, social e
histórico, factores sumamente claves para comprender uno de los ingredientes del
sancocho que es la construcción de paz en territorio colombiano.

Religión, ¿a qué nos sabe en el sancocho de la paz criolla?

Desde el epígrafe de este ensayo advertíamos que para nuestro país resulta crucial
comprender el papel de la religión, su enfoque diferencial y de valor para la construcción
de consciencia y desarrollo social, en ese orden de ideas, vale la pena preguntarnos, a la
luz del secularismo, qué otros ingredientes se tienen en cuenta en un escenario de
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reconciliación que comprende la diferenciación, reconocimiento e interdependencia de allí

que

True to peacebuilding, reconciliation is an ethic of multiplicity and interdependence. The

ethic begins by recognizing a multiplicity of wounds that political injustices leave behind. It
is then constructed from a multiplicity of traditions that it brings into dialogue, also a kind
of interdependence (Philpott, 2010: 103).

Podemos decir entonces que el secularismo se comprende de entrada no solo un

fragmento que compone los entramados sociales y políticos, sino más
específicamente una manera concreta de entender la pluralidad y gobernarla, por
poner una analogía, no es uno de los adornos que están dentro de la pecera social,
sino es la pecera misma y, con ello, determina la manera en que se relaciona dentro
de ella.

De manera tal que, religión, secularismo, interdependencia, reconciliación, son

claves para la de construcción paz, lo cual es directamente claro en el enfoque territorial y
diferencial del acuerdo de paz, el cual nos advierte que

Será transversal al desarrollo de la Comisión un adecuado enfoque que permita evidenciar

las formas diferenciales en las que el conflicto afectó a las mujeres, a los niños, niñas,
adolescentes, jóvenes y adultos mayores, a las personas en situación de discapacidad, a los
pueblos indígenas, a las comunidades campesinas, a personas en razón de su religión, de
sus opiniones o creencias, a las poblaciones afrocolombianas, negras, palenqueras y
raizales, al pueblo Rom, a la población LGBTI, a las personas desplazadas y exiliadas, a los
defensores y las defensoras de derechos humanos, sindicalistas, periodistas, agricultores y
agricultoras, ganaderos y ganaderas, comerciantes y empresarios y empresarias, entre otros.
Esto deberá contribuir además a que la sociedad colombiana haga conciencia sobre las
formas específicas en que el conflicto reprodujo mecanismos históricos de discriminación,
como un primer paso fundamental para tener una sociedad más justa e incluyente (Mesa
de Conversaciones, 2018: 131-132).

Lo anterior, nos revela la diferencia y complejidad que tiene la tarea de construir paz en el
escenario colombiano, pues secularismo, no solo se debe pensar desde las formas de
expresión religiosas tradicionales, sino en nuestro país, secularismo también significa la
comprensión secular de las poblaciones afrocolombianas, indígenas, campesinas y todos
los escenarios discursivos desde los cuales se debe afrontar la tarea de la construcción de
paz, en miras al otorgamiento de lugares de enunciación equitativos, comprensivos y
resolutivos.

Este escenario desborda lo que podemos comprender técnicamente como

«secular» y nos abre la puerta al espacio de conflicto inter-grupos, sobre todo en un
escenario como el colombiano, así, pues,
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Inter-group conflicts are often––perhaps, increasingly––framed in religious terms and this

often appears to be encouraged by processes of globalization (Haynes 2007a, 2007b). This
is because increased interaction between people and communities leads to encounters
between different religious traditions which are not always harmonious (Haynes, 2009: 31).

La poca armonía en Colombia, la falta de sazón entre los ingredientes, la discrepancia

entre nuestro interior selvático, seco, andino, portuario y ancestral dejan de entrada el
acuerdo de paz como un salvavidas en los hilos de la nación por tejer.

Esta idea, tan circundante del secularismo, no únicamente se manifiesta en el

acuerdo de paz, sino también tiene asidero en otros documentos como la Política Pública
Integral de Libertad Religiosa y de Cultos, en donde se nos deja manifestado

la presente política pública integral de libertad religiosa y de cultos, respecto de la cual nos
orientamos por los presupuestos de una teoría política del reconocimiento, tiene como
propósito primer lugar, reconocer y fortalecer la identidad propiamente religiosa, mediante
el reconocimiento público de la misma, y en segundo lugar, garantizar un tratamiento
equitativo de todas las religiones frente al estado, para la convivencia pacífica y atendiendo
la pluralidad y la diversidad sociológica del hecho religioso, a través de acciones que
fortalezcan la persona jurídica de las instituciones religiosas (2017, Min Interior: 27).

Es decir, que vemos que poco a poco se dan espacios desde los cuales los cultos y
religiones orienten la política de desarrollo, reconociendo que no existe ese idílico
nounoménico que sería «el colombiano», sino que, en la construcción de nación de ese
«colombiano» hay indígena, negro, campesino, católico y no únicamente desde sus
prácticas de culto se da el espacio de integración, sino desde su hacer-se y relacionar-se
con el mundo.

El anterior párrafo no es una apología a los avances que ha hecho el gobierno

colombiano, sino precisamente una alerta de las identidades que se pretender configurar
desde la comprensión del secularismo, pues, tal como lo veíamos desde la comprensión de
Asad (2003), se están configurando unas técnicas de gobierno de lo religioso y
aceptaciones de ciertas maneras de «ser-religioso» dejando de lado otras maneras de
expresión de la religiosidad de manera directa o indirecta.

El anterior punto se agudiza más cuando comprendemos que Colombia, se auto

reconoce como un estado laico 2, lo cual nos deja, constitucionalmente en un punto
bastante peculiar, pues

Al igual que también ocurre en la experiencia constitucional española o italiana, es la Corte

Constitucional quien incorpora el léxico de laicidad a la Constitución. Nos encontramos ante
lo que podríamos denominar como una laicidad por deducción, si bien, en el caso
colombiano existe una diferencia básica y es que la laicidad se va a convertir, en el

2
Artículo 19 de la constitución política colombiana.
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parámetro de constitucionalidad determinante en aquellos litigios relacionados con el

tratamiento público del factor religioso (Alonso, 2017: 135).

En ese orden de ideas, encontramos que la necesidad de construcción de estado moderno,

contemplado en aquellos intelectuales criollos, responde a esa idea de libertad en
términos de pensamiento, culto y reconocimiento social; sin embargo, históricamente la
ley ha demostrado ser cada vez más perseguidora de lo inalcanzable en términos
prácticos, pues es gracias al acuerdo de paz que comprendemos otras tonalidades en la
gama cromática de los discursos nacionales, pues Colombia no solo es letra, sino también
monte.

Retos desde el secularismo a la construcción de paz, ¿qué sazón tendrá nuestro país?

Con todo, es importante reconocer que, para nuestro caso, concretamente la religión juega
un papel importante en la construcción de paz, pues en esas periferias desconocidas por el
Estado, los actores políticos han desempeñado un papel muy importante, se comprende el
papel de los

Religious individuals and faith-based organizations from a variety of religious traditions are
currently actively involved in various attempts to end conflicts and to foster post-conflict
reconciliation between warring parties in the developing world (Bouta, Kadayifci-Orellana
and Abu-Nimer 2005). This is not an entirely new phenomenon as religious individuals
and/or representatives of various faith-based organizations have for decades carried out
such mediations, albeit with varied records of success (Haynes, 2009: 35).

Podemos decir entonces que si bien, se reconoce el papel de las comunidades

religiosas como los agentes políticos que también han estado a la boca del cañón en
nuestro país, si tenemos en cuesta las perspectivas de Omer, Asad o Shakman-Hurd,
podemos dar cuenta que su presentación en esos espacios no es únicamente pasiva,
sino determinante y determinadora de identidades, aceptación y negación de ciertas
narrativas ajenas al discurso fuente.

Es allí donde comprendemos que la religión y lo secular no es únicamente un

ánimo iconoclasta de la Iglesia en los escenarios de construcción de paz, sino que,
Como puede advertirse, los dilemas e interrogantes que se suscitan en la relación de la
secularización y la religión no tan sólo se dan en un plano público, entendido como la separación de
la Iglesia y el Estado, sino también en la forma en la que la sociedad comprende y aborda tanto los
problemas sociales como los privados, apuntando en definitiva hacia modelos antropológicos
distintos, según si se considere el hecho de la religión como un fenómeno propiamente humano”
(Madrid San Martín, 2018: 580)

Así, pues, la religión y lo secular presenta el reto que se ha venido avistando desde el inicio
del texto, este es: que no es una esfera únicamente de reconocimiento religioso, sino, al
ser una esfera social, representa el reconocimiento de distintas visiones de mundo,
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concepciones de ser, maneras de actuar que deben ser entendidas no de manera que
dejen salado el escenario de post-conflicto o saladas, sino que, en su justo punto, deben
dar el sazón a lo que significa construir un espacio de sanación del conflicto y responder a
las necesidades tan diversas de un país como el nuestro.

Este, considero que es el mayor reto del secularismo, comprender, que la

construcción de paz no es únicamente quitar el velo prejuicioso de los discursos, sino,
sobre todo, comprender los discursos desde los que se emplea la partitura
secularista, entendiendo que el discurso en sí mismo contiene la aceptación de
ciertas maneras de ser por sobre otras que se invisibilizan o buscan ser neutralizadas.
Este reconocimiento no es únicamente de la postura teórica que estudiamos, sino,
sobre todo, de nuestro país, pues es necesario que la justicia no sea impositiva sino
restaurativa y que, con ella, cada terreno, especie, origen, raza e ideología pueda
aportar desde su identidad y diferencia. El sancocho destaca por la diferencia de sus
ingredientes.
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