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Reseña
RESUMEN. Este artículo presenta la versió n actualizada y revisada del modelo de tres
vertientes de intervenció n comunitaria—desarrollo local, acció n social y
planificació n/política social—introducido en la primera edició n de Strategies of Community
Intervention (1968). Proporciona una elaboració n reciente de ese modelo en un Paradigma de
intervenció n comunitaria que ilustra el entrelazamiento de los modelos bá sicos y los tipos de
intervenciones que resultan de las formas mixtas. Se analizan los dilemas inherentes a cada
modelo central
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No hace mucho, en una conferencia, un colega me preguntó por qué nunca había revisado la
formulació n de la estrategia de los "Tres modelos" que había introducido a fines de los añ os
60. Me las arreglé para dar una respuesta improvisada, pero lo pensé má s tarde. Me di cuenta
de que, en esencia, la formulació n se adaptaba a mis propó sitos tal como estaban y me
permitía perseguir mis intereses có modamente. Originalmente, la formulació n me
proporcionó un marco en un momento en que había una enorme cantidad de confusió n y
ambigü edad sobre la naturaleza. de intervenció n comunitaria. Me permitió cumplir con mis
responsabilidades docentes y tener un mapa Cognitivo para orientar mi trabajo en general. La
tarea inmediata, me pareció , no era jugar y refinar las sutilezas de una teoría global, sino
desarrollar estrategias de intervenció n má s específicas y construcciones teó ricas que se
ocuparan de problemas, procesos y metas particulares. Esto requeriría un examen empírico
de los efectos interactivos de variables dadas en el ámbito de la comunidad entre sí. Mi
primera tarea fue recuperar y sintetizar una gran cantidad de conocimiento de investigació n
empírica existente que se basa en estudios publicados de diversas disciplinas profesionales y
de ciencias sociales. (Rothman, 1974). Este ejercicio de utilizació n de la investigació n
utilizando una forma emergente de metaná lisis resultó en una serie de varios cientos de
generalizaciones empíricas e hipó tesis de acció n con respecto a diversos aspectos de la
intervenció n comunitaria.
El siguiente paso ló gico fue seleccionar y probar en el campo algunas de estas hipó tesis (la
intervenció n x dará como resultado un resultado y) haciendo que los profesionales las
implementen sistemá ticamente y las evalú en los investigadores en los entornos de las
agencias. Mis colegas y yo estudiamos á reas específicas de intervenció n, como la promoció n
de la innovació n, el fomento de la participació n y el cambio de metas organizacionales
(Rothman, Teresa y Erlich, 1977; Rothman, Erlich y Teresa, 1976). Como investigadores
orientados a la prá ctica, parecía necesario presentar los hallazgos en guías y manuales fá ciles
de usar que la gente de campo pudiera seguir fá cilmente (Rothman, Teresa y Erlich, 1978).
También nos pareció apropiado difundir dicha informació n ampliamente a aquellos que
podrían beneficiarse de su disponibilidad, basá ndonos en métodos contemporá neos de
difusió n y marketing social (Rothman, Teresa, Kay y Morningstar, 1983).
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Lo que había visto como modelos de intervención comunitaria y tipos ideales, comencé
a verlos cada vez más como enfoques o modos más amplios y menos definidos. Además,
se superponen y combinan invariables mezclas, que se pueden delinear e identificar
con organizaciones específicas que brindan ejemplos empíricos. Esta presentació n se
centrará en la mezcla y la interconexió n de estrategias, pero sería ú til desde el principio
exponer muy brevemente las primeras formulació n sobre la que se construye. Comenzamos
con la noció n de tres enfoques bá sicos que incluyen el énfasis en la construcció n comunitaria
del desarrollo local, con su atenció n a la competencia comunitaria y la integració n social; la
resolució n de problemas basada en datos Orientació n de la planificació n social/política social,
con su confianza en la experiencia; y el impulso de promoció n de la acció n social, con su
compromiso con el cambio fundamental y la justicia social.
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Tabla 1 presenta una visualizació n actualizada del esquema, mostrando la relació n entre los
enfoques de intervenció n y ciertas variables de la prá ctica. El resto de esta discusió n es
reformulació n y expansió n de esta conceptualizació n inicial.
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Traducció n de la tabla 1
6. Medio de cambio
8. Boundary definition of the beneficiary system / 8. Definició n de los límites del sistema de
beneficiarios
Este aná lisis ha intentado delinear categorías má s bien distintas y coherentes de la prá ctica de
intervenció n comunitaria. Alfred North White-head ofreció una justificació n para esto: "El
objetivo de la ciencia es buscar las explicaciones má s simples de los hechos complejos".
Podemos llegar a creer que los hechos originales son simples porque nuestra bú squeda era
llegar a una construcció n simplificada. El crítico social francés Raymond Aron habló una vez
de este asdelire logique: delirio ló gico. Por lo tanto, White-head prosiguió advirtiendo: "Busca
la simplicidad y desconfía de ella". Siguiendo ese dicho, ahora reexaminaremos la discusió n
anterior (sobre los modos de intervenció n), acercá ndola al ojo del escéptico.
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Hasta ahora hemos tratado cada enfoque de intervenció n comunitaria como si fuera un tipo
ideal autó nomo. Esa conceptualizació n se representa visualmente en la Figura 1.1. En
realidad, los enfoques de intervenció n se superponen y se utilizan de forma mixta en la
prá ctica. La figura 1.2 refleja ampliamente el movimiento hacia la superposició n. La prá ctica
en cualquier modo puede requerir tácticas que son destacadas en otro enfoque. Por ejemplo,
los activistas sociales del vecindario interesados en ayudar a las personas sin hogar
pueden verse en la necesidad de elaborar un plan social para obtener fondos del DHHS
para los proyectos de servicios deseados (Modos B y C). O bien, los planificadores
sociales pueden decidir que la forma más efectiva de establecer un proyecto viable de
vivienda de interés social es involucrar a los residentes potenciales en la decisión sobre
…
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Sería ú til ilustrar mejor el paradigma general de la figura 1.3 y el fenó meno de la mezcla
mediante algunos ejemplos de las tres formas bimodales compuestas. Tenga en cuenta que las
formas compuestas no son uniformes en cará cter o coloració n, como se muestra en la Figura
1.4 El á rea media en cada secció n compuesta del diagrama representa una mezcla igualmente
equilibrada de variables de prá ctica de las modalidades bá sicas, las variables de ese modo
predominan cada vez má s en la mezcla. Son posibles innumerables mezclas. Discutiremos
cada uno de los Compuestos bimodales a continuació n:
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proporciona una visió n de una sociedad radicalmente diferente en la que se erradican los
medios opresivos del poder y el Privilegio” (p. 169). Estos elementos má s duros y militantes
de la práctica en el pasado a menudo se han asociado con una postura masculina y el modo de
intervenció n de la acció n social. Siguiendo la línea de aná lisis de Hyde, podemos decir que la
perspectiva organizativa feminista, en un grado considerable, es un compuesto
equilibrado de variables prácticas que involucran supuestos y metas de acción social
junto con los métodos de desarrollo local. (Consulte la Figura 1.4 para ver la ubicación
de la organización feminista en el compuesto Desarrollo/Acción). El trabajo de Pablo
Freire implica una combinació n similar, ya que se ha esforzado a través de un enfoque
educativo para empoderar a los campesinos empobrecidos en Brasil y Chile para que actú en
contra las fuerzas de su opresió n. Visualiza la "educació n como la prá ctica de la libertad", y a
través de la "concienciació n" busca, de manera comprensiva y capacitadora, ayudar a las
personas analfabetas a ver con claridad y realismo su estado objetivo de ser (Freire, 1974).
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En el otro lado de este compuesto dual se encuentra una organización como United
Farm Workers, Unión de trabajadores agrícolas- como se muestra en la figura 1.4. En
este caso, el objetivo principal ha sido aumentar el bienestar económico y social de los
trabajadores agrícolas migrantes, utilizando una variedad de medidas de promoción,
como piquetes, marchas y un boicot sostenido a las uvas. Pero también hay un
componente menos prominente o visible que involucra la ayuda mutua y la construcció n de
comunidad entre los miembros, casi en la forma de un club de bloque intraétnico extendido.
Una vez má s, ambos modos existen, pero en proporciones diferentes del típico club de bloque
en el otro extremo del espectro.
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y especialistas en políticas. También existe la difusió n de informació n empírica precisa a los
consumidores para que puedan tomar decisiones vá lidas. La integración de los métodos de
Acción y Planificación es inseparable.
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Otro ejemplo es el á rea de ''planificación de defensa'' (Davidoff, 1965), mediante la cual las
organizaciones de base dedicadas al cambio (o bloqueando proyectos intrusivos) contratan a
un planificador o reciben servicios pro bono de un profesional, con el fin de diseñ ar
propuestas que puedan ser utilizadas con oficinas gubernamentales de funcionarios de
planificació n en apoyo de determinados objetivos o posiciones. Estos Planificadores pueden
servir solo por un período de tiempo limitado o solo para uno de los muchos temas
defendidos por la organizació n.
Cambiando el énfasis hacia la dimensió n de planificació n, Friedman (1987) sugiere un rol que
involucre a un planificador/analista de políticas firmemente instalado dentro de una
estructura gubernamental, donde el profesional realiza esencialmente funciones técnicas de
planificació n, pero en mente la reforma social.
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Friedman señ ala como ejemplo el papel de Rexford Tugwell en la administració n New Deal de
Roosevelt. Robert Moses, en su rol durante la alcaldía de La Guardia en la ciudad de Nueva
York, sería otro. La Comisió n Koerner funcionó de manera similar, transformando una
investigació n de disturbios civiles urbanos de un enfoque de control social a cuestiones de
igualdad de oportunidades. La posición, los métodos y el tono del profesional están
fijados dentro de una burocracia gubernamental, pero existe una dimensión de defensa
social. Friedmann concibe esta reforma planificada patrocinada por el gobierno como
un cuarto modo de intervención -planificación de defensa- distinto, además de los tres
que hemos discutido
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Los comités normalmente no tienen impacto en la política, aunque pueden desempeñ ar algú n
papel en la implementació n de la política. Sirven para legitimar en la comunidad las
decisiones de planificadores y administradores; también tienen un elemento de relaciones
pú blicas. Por esta razó n, la organizació n aplica energía para reclutar miembros, orientarlos y
mantener sus vínculos. Este componente de desarrollo local es, en términos generales, de
cará cter simbó lico má s que sustantivo. En el otro lado del espectro, una organizació n como el
National Center for Neighborhood Enterprise está comprometido a promover la iniciativa
local en los vecindarios urbanos, así como a buscar empoderar a las comunidades pobres y
minoritarias a través de la autoayuda (al mismo tiempo que desalienta los medios de
insurgencia política). El Centro refleja el trabajo y las opiniones de Robert L. Woodson, Sr. 1,
quien es quizá s el principal organizador de los esfuerzos de desarrollo local dentro de las
comunidades afroamericanas. En la consecució n de sus objetivos, el Centro compila
activamente datos relevantes y emplea las técnicas de analistas de políticas y planificadores
sociales. Estos, sin embargo, son subsidiarios y en apoyo del principal impulso de desarrollo.
Tomando ahora una postura analítica diferente, el cará cter de las mezclas compuestas resulta
de la configuració n particular de las variables prá cticas de cada modo de intervenció n. La
coloració n exacta puede verse influenciada por la gran cantidad o el volumen de variables de
cualquier modo de los tipos de variables de cada uno (objetivos, suposiciones, roles, tá cticas).
La potencia de diferentes tipos de variables también puede tener un efecto. Por ejemplo, en la
organizació n feminista, el objetivo de cambiar fundamentalmente los roles de género en la
sociedad está en ascenso, a veces dominando la cuestió n de las tácticas (como lo indican las
variaciones tácticas existentes entre la posició n declarada por Hyde y la del movimiento
lésbico radical). son aú n má s variadas que las que ya hemos discutido. Un ejemplo debería ser
suficiente para ilustrar la noció n general. Los Consejos de planificació n del bienestar
comunitario reú nen a las agencias sociales para compartir ideas e informació n, y para
fortalecer sus vínculos, a fin de convertirse en un sistema de prestació n de servicios má s
exitoso e integrado. Los Consejos también elaboran planes específicos y marcos de políticas,
en conjunto con las agencias, que está n orientados a brindar servicios má s efectivos y
eficientes a los residentes comunitarios.
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1
Robert Woodson en: https://en.wikipedia.org/wiki/Robert_Woodson
de comercio utilizan el mismo conjunto de acciones entremezcladas en nombre de la
comunidad empresarial. Ilustrando mezclas de intervenció n, con todas sus gradaciones,
puede ser interminable. Los ejemplos dados aquí deberían ser suficientes para demostrar el
concepto bá sico, generar esfuerzos ú tiles por parte de otros y alimentar las críticas de la
informació n general.
Hay otras formas de analizar la combinació n de formas de intervenció n. Para cada modo de
intervenció n, enmarcaremos un tema clave que confunde la formulació n modal original y
tiene implicaciones para expandir y mezclar los modos de intervenció n. Los dilemas que
plantearemos surgen en parte de la postulació n deliberada de constructos en forma ideal o
sintética, pero también surgen del entorno social complejo, polémico, restrictivo y obstinado
en el que se encuentran actualmente los agentes de cambio. En respuesta, los profesionales
han diseñ ado estrategias que son má s variadas, sutiles, flexibles e inventivas, y menos
unidimensionales, que antes.
Hemos visto que el desarrollo local pone un fuerte énfasis en un contexto comunitario local
autó nomo. Este sistema comunitario circunscrito, aunque holístico, es el escenario en el que
se juegan las características de la iniciativa de base, la autoayuda, las relaciones íntimas y la
mejora de la competencia. Un dilema es que, a menudo, los programas de desarrollo local son
patrocinados y financiados por entidades externas: Municipal (departamento de desarrollo
comunitario de la ciudad); nacional (Cuerpo de Servicio Nacional, Campañ a para el Desarrollo
Humano de la Conferencia Cató lica de los Estados Unidos); o internacionales (Banco Mundial,
Organizació n Mundial de la Salud). Esto plantea una Amenaza a la Integridad conceptual de la
formulació n. Jacobsen (1990) observa que “gran parte de la iniciativa para el desarrollo
comunitario en realidad se origina fuera de la comunidad lo que es una clara violación
de los principios del desarrollo comunitario” (p. 395).
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En la industria, Riordan pudo utilizar planes técnicos bien concebidos "para negociar
acuerdos entre accionistas bien definidos y algo ló gicos y otros grupos". La planificación en
un contexto comunitario es diferente, más fluida y política, dice Kropkin, sin evidencia
de que "una vez que se desarrolla un plan racional, el apoyo seguirá naturalmente”. En
cambio, sostiene, es esencial que intereses de varios tipos participen en este proceso,
incluidos sindicatos municipales, iglesias, grupos de base, miembros del concejo
municipal y otros (Kropkin, 1993, pp. 1, 6). Una reformulació n de la planificació n que
incluye la dimensió n de participació n se encuentra en la Figura 1.7. Observamos que la toma
de decisiones, tal como se propone en la formulació n modal original, a veces se concentra en
manos de un pequeñ o grupo de líderes de élite y expertos profesionales (ver el á rea
sombreada de la figura). A menudo, los departamentos municipales de bienestar infantil,
salud mental, vivienda y salud funcionan de esta manera, al igual que las juntas de agencias
privadas como organizaciones de servicios familiares, federaciones judías y clubes de niñ os,
pero la planificació n puede implicar una toma de decisiones dispersa, donde solo las élites
toman parte en hacer juicios y elecciones. Esta forma má s amplia puede implicar tanto una
participació n sustantiva en la toma de decisiones como una participació n secundaria má s
periférica.
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Existe una tendencia entre los profesionales de servicios humanos a rechazar instintivamente
el uso de formas simbó licas de participació n, particularmente cuando estas son aplicadas a
ellos y a sus clientes. Hay, por supuesto, objeciones éticas vitales a la calidad engañ osa de esta
táctica, pero la cuestió n es intelectualmente compleja.
Brager, Specht y Torczyner (1987) abordan este tema en una discusió n profunda,
considerando que "la manipulació n es un componente inevitable del comportamiento
profesional" y que las "maniobras políticas" son inevitables en la intervenció n comunitaria. p.
321). Al buscar promover los intereses y el bienestar de aquellos a quienes buscamos
beneficiar, cuando enfrenta acciones inhó spitas o potencialmente dañ inas por parte de otros,
el practicante está obligado a "emplear astucia para inducir el resultado deseado de actitud o
comportamiento en otros". ' (p. 317) Los enemigos de nuestros aliados y electores utilizan
poderosas herramientas de luchas internas políticas aceptadas que desafían nuestra
capacidad para brindar protecció n y cuidado. Brager y sus asociados reconocen la
importancia y la delicadeza de este tema, y delinean un conjunto de factores que deben
sopesarse cuidadosamente para llegar a conclusiones éticamente só lidas sobre las tácticas. Al
mismo tiempo, se resisten a Descartar la táctica de la “ambigü edad planificada” de la
participació n simbó lica, que, de ocurrir, podría significar dejar a merced de los vientos de la
fortuna política en comunidades estadounidenses pluralistas la posibilidad de establecer
hogares grupales para personas sin hogar y enfermos mentales.
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Hay tres dimensiones que probablemente dan cuenta de esta complejidad (ver Figura 1.8). La
formulación original no tenía en cuenta ni diferenciaba los dos tipos de objetivos
esencialmente diferentes de este modo de intervención. Estos incluyen objetivos de
cambio radical que apuntan a cambios fundamentales en la sociedad o políticas o
instituciones específicas dentro de ella, y objetivos de cambio más normativos o
reformistas que apuntan a cambios incrementales. Este es un contexto básico dentro
del cual debe entenderse la acción social.
Es difícil delinear con precisió n la divisió n entre cambios de objetivos radicales y normativos
en la acció n social. El cambio radical sugiere amplitud de alteración en la sociedad y la
cultura. Ejemplos de este impulso incluyen organizaciones que militan para erradicar
el racismo o para Transformar la relación entre las Razas (como con la Nación del
Islam), o para cambiar el sistema económico básico del país (como con los Socialistas
Democráticos de América). Sin embargo, un cambio que en la superficie parece
modesto puede tener un impacto amplio. Por ejemplo, cambiar las regulaciones sobre
lo que puede aparecer en la televisión, o el tono de la presentación, puede tener un
efecto dominó en toda la cultura debido a la amplia influencia de los medios. Además,
el cambio fundamental puede ser estrecho y profundo en lugar de que de amplio
alcance. El objetivo puede ser alterar una ley específica o una esfera específica de la
vida de una manera Radical. Como ejemplo, el movimiento Pro-Vida se enfoca en el tema
ú nico de la legislació n sobre el aborto, pero está interesado en anular drá sticamente los
arreglos legales existentes en lugar de ajustarlos o alterarlos. Debido a la importancia del
problema, muchos verían el cambio que se propugna como fundamental y como una profunda
amenaza.
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Alternativamente, el cambio radical se puede lograr a través de una combinació n particular de
amplitud y profundidad que, en conjunto, va má s allá del incrementalismo?. El cá lculo preciso
de esta combinació n es escurridizo, pero la posibilidad de que ocurra parece plausible. En
cualquier caso, es difícil establecer una línea divisoria firme entre el cambio
fundamental y el incremental, en parte porque el cambio incremental a veces se lleva a
cabo como un paso estratégico que lleva al cambio fundamental.
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Los extremos de cada uno son bastante fáciles de discernir (el Partido Comunista en
comparació n con la Liga de Mujeres Votantes); señ alar el borde medio que separa las
tendencias es problemá tico.
Otras dos dimensiones al lado de las categorías de objetivos sugieren revisiones en lugar de
adiciones a la formulació n original. Uno de ellos se refiere al sistema de acció n de los electores
para el esfuerzo de cambio. Volviendo a los años sesenta, los movimientos de acción
social se centraron en el grupo desfavorecido o agraviado solo como vehículo de
cambio social, como las Panteras Negras, AIM (Movimiento Indio Americano), LaRaza,
grupos de gays y lesbianas y otros, jugando la política de identidad. Actuar solo era una
forma de garantizar que se salvaguardaran los intereses fundamentales del grupo, que
se contuviera a los externos -outsiders- que pudieran hacerse cargo y se promoviera el
autoempoderamiento del grupo. Esta fue la perspectiva incorporada dentro de la
formulació n modal original.
La dimensió n adicional es de naturaleza táctica. Los grupos de acció n se han caracterizado por
su dependencia de medidas de promoció n agresivas y abrasivas, lo que se reflejó en la
formulació n original. Má s recientemente, las tácticas se han refinado y diversificado.
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Muchos organizadores comunitarios hoy en día muestran una tendencia hacia el pragmatismo
que enfatiza la política electoral, la creació n de consenso, la recopilació n e investigació n de
datos y el uso de canales políticos y administrativos. Las tácticas de confrontació n, aunque a
veces son necesarias, se consideran ineficaces en muchos casos. Si bien las sentadas -sit-in-
plantones- y las manifestaciones han logrado crear conciencia sobre los problemas, los
administradores y funcionarios también han aprendido a desactivarlos (Hirat-suka, 1990, p.
3).
Estos nuevos elementos de acció n social sugieren la inclusió n de variables de los otros modos
de intervenció n. Por ejemplo, los métodos de defensa convencionales, como la documentació n
fáctica del despojo ambiental incluyen técnicas basadas en datos de la prá ctica de
planificació n y políticas. La construcció n de una comunidad dentro y entre diferentes grupos
de defensa trae aparejada la prá ctica del desarrollo local.
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https://es.wikipedia.org/wiki/Ross_Perot
Estos elementos de la acció n social está n vinculados y sistematizados en la Figura 1.8. Las dos
celdas sombreadas superiores abarcan el modo de intervenció n original, y las seis adicionales
son representaciones ampliadas de la estrategia de promoció n. Cada celda incorpora una
forma diferente de la mezcla de: tipo de objetivo (radical/normativo), y tipo de sistema de
acció n del electorado (principalmente partidos en desventaja/mú ltiples partidos). Se
proporcionan ejemplos para cada una de estas amalgamas de acció n social. La informació n es
esencialmente evidente por sí misma y no requiere una explicació n extensa.
Los amplios enfoques y conjuntos de variables de prá ctica dentro de ellos, ofrecen una gama
de posibilidades interrelacionadas para diseñ ar estrategias de intervenció n. El punto ha sido
declarado por Gurin (1966) de la siguiente manera:
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Además de la mezcla de enfoques, como se discutió, existe una relación gradual entre
ellos. Un proyecto de cambio determinado puede comenzar en un modo y luego, en una
etapa posterior, pasar a otro. Por ejemplo, a medida que una organización de acción
social logra el éxito y obtiene recursos, puede encontrar que puede funcionar más
eficientemente fuera de un modo de planificación social. El movimiento sindical, hasta
cierto punto, demuestra este tipo de fases. A medida que se logra el crecimiento
organizacional y la viabilidad, las operaciones de la sede central (por ejemplo, los Teamsters o
UAW) se vuelven má s grandes, má s burocratizadas y má s técnicas, y la política social y los
factores administrativos se vuelven má s destacados. El practicante debe estar en sintonía con
los puntos de transició n apropiados al aplicar modos alternativos.
A medida que los practicantes avancen en sus propias carreras, habrá demandas para
enfatizar una u otra modalidad. Histó ricamente, las circunstancias y preferencias cambian,
dando como resultado cambios en la moda -tendencia- profesional y los requisitos de empleo
de las agencias. Por esta razó n, es ú til que los profesionales estén ampliamente preparados,
con toda la gama de competencias integradas en su portafolio de servicios profesionales.
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Los diversos enfoques de intervenció n se pueden aplicar de manera que se persigan valores
conducentes al cambio social positivo y la mejora humana. Nuestra posició n acepta la validez
de cada una de las posturas de valor establecidas y fomenta su empleo interrelacionado.
Dejando de lado los valores, los modos de intervenció n tienen que dibujarse unos a otros
debido a las limitaciones funcionales inherentes dentro de cada uno. Las iniciativas de
planificación y política han creado programas dignos, particularmente cuando son
empujados por los otros dos modos, pero han logrado poco en la redistribución de la
riqueza y el poder o en la prevención de la victimización de los que no tienen. Por lo
general, han ocultado los intereses creados de los profesionales y no han abordado la
alienación generalizada de la sociedad. El desarrollo local ha tenido éxito en la lucha
contra el aislamiento y la despersonalización en lugares específicos, pero no en
remover las condiciones sociales que siguen generando anomia y desigualdad.
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Esta discusió n nos impulsa a mirar hacia atrá s en la Tabla 1.1, la lista de variables de prá ctica
a través de los modos de intervenció n, y leerla bajo una luz diferente ahora. La tabla, en
conjunto, proporciona un repertorio de opciones de prá ctica, para una aplicació n flexible.
Cada una de las treinta y seis celdas describe una iniciativa de intervenció n analítica o
conductual. (Esta no es una enumeració n completa de las posibilidades de ningú n modo, pero
es una sugerente) Las opciones de práctica, cuando se usan críticamente y
selectivamente puede proporcionar componentes vitales para entretejer
creativamente en el diseño de la estrategia.
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Esto nos lleva hacia una formulació n de contingencia donde los profesionales de cualquier
tipo tienen un mayor rango para seleccionar, luego mezclar y escalonar los
componentes de la intervención. Un próximo paso importante es identificar un
conjunto de criterios situacionales para informar dicho paquete táctico. Vienen
rá pidamente a la mente una serie de pará metros sociales de la situació n, entre ellos el tipo de
objetivo de cambio y su alcance, la calidad del liderazgo de los electores, la disponibilidad de
conocimientos sobre problemas y soluciones relevantes, el alcance y el cará cter de la
resistencia, el grado de apoyo financiero. y otros recursos disponibles, y la etapa de desarrollo
del sistema de acció n. Existe la necesidad de investigar qué criterios situacionales, o grupos
entre ellos, son má s críticos para el desarrollo de la estrategia. Má s allá de eso, sería ú til
estudiar có mo estos los criterios informan específicamente la selecció n y combinació n de
opciones de prá ctica del repertorio de componentes de intervenció n, en aras de diseñ ar
estrategias de cambio con mayor impacto.
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No dejaremos de explorar.
Y el fin de toda nuestra Exploració n
será llegar a donde comenzamos
y conocer el lugar por primera vez
Referencias