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Los Mecanismos de Dominación de la Colonia

La colonización española de América fue un proceso histórico que implicó la imposición de una
administración política, económica, social y cultural sobre los pueblos indígenas del continente.
Para lograr este objetivo, la Corona española utilizó diversos mecanismos de dominación, que
se pueden clasificar en dos tipos: exógenos y endógenos.

Los mecanismos exógenos fueron aquellos que se establecieron desde la metrópoli para
controlar y explotar los recursos y las personas de las colonias. Entre ellos se encuentran:

- El sistema de encomienda, que consistía en otorgar a los conquistadores el derecho de cobrar


tributos y exigir trabajo a los indígenas a cambio de protegerlos y evangelizarlos.

- El sistema de repartimiento, que era una forma de distribuir la mano de obra indígena entre los
colonos españoles para realizar trabajos forzados en las minas, las haciendas, las obras públicas,
etc.

- El sistema de mita, que era una obligación que tenían los indígenas de trabajar periódicamente
en las minas de Potosí y otras zonas productoras de plata a cambio de un salario mínimo.

- El sistema de flotas y galeones, que era un conjunto de normas y medidas que regulaban el
comercio entre España y sus colonias, monopolizando el transporte marítimo y fijando los
impuestos y aranceles.

- El sistema de audiencias y virreinatos, que eran las instituciones encargadas de administrar la


justicia y el gobierno en las colonias, representando los intereses de la Corona y supervisando el
cumplimiento de las leyes.

Los mecanismos endógenos fueron aquellos que se desarrollaron dentro de las colonias para
adaptarse a las condiciones locales y mantener el orden social. Entre ellos se encuentran:

- La estratificación social, que era una forma de jerarquizar a la población según su origen
étnico, su condición jurídica y su riqueza. Los grupos sociales más importantes eran los
peninsulares (nacidos en España), los criollos (descendientes de españoles nacidos en América),
los mestizos (mezcla de español e indígena), los mulatos (mezcla de español y negro), los
zambos (mezcla de indígena y negro) y los indios (nativos americanos).

- La religión católica, que era el elemento unificador e integrador de la sociedad colonial, así
como el instrumento de legitimación del poder español. La Iglesia tenía una gran influencia en
todos los ámbitos de la vida colonial, desde la educación hasta la cultura, pasando por la política
y la economía.
- La cultura criolla, que era el resultado de la fusión y el mestizaje entre las tradiciones
españolas y las indígenas, dando lugar a una identidad propia y diferenciada. La cultura criolla
se manifestaba en el arte, la literatura, la música, la gastronomía, el vestuario, etc.

Estos mecanismos de dominación colonial no fueron estáticos ni homogéneos, sino que se


fueron modificando y adaptando según las circunstancias históricas, geográficas y sociales.
Asimismo, generaron diversas formas de resistencia y rebelión por parte de los sectores
oprimidos y marginados, que buscaban defender sus derechos e intereses frente al poder
colonial.

Las instituciones de dominación exógena son aquellas que dependen de un poder externo que
las impone y las controla. En el caso de Panamá, estas instituciones fueron creadas por la
metrópoli española para explotar la función transitista del istmo y asegurar sus intereses
económicos y políticos. Algunos ejemplos de estas instituciones son: el régimen de ferias y
galeones, que regulaba el comercio entre América y España; la audiencia, que era el tribunal
superior de justicia y administración colonial; y el sistema de defensas, que consistía en una
serie de fortificaciones militares para proteger el tráfico mercantil de los ataques de piratas y
corsarios. Estas instituciones desaparecieron o perdieron importancia cuando cesó la actividad
económica del istmo o cuando se produjo la independencia de Panamá.

Los intereses de la metrópoli determinaban la dominación endógena en el istmo de Panamá. Un


grupo mercantil subordinado al centro hegemónico era el agente interno de privilegio y el
vínculo del "Pacto Colonial". Esta dependencia interna y externa duró tres siglos y creó una
estructura de poder local que sobrevivió hasta el siglo XIX y más allá.

La estructura de poder local es un concepto que se refiere a las relaciones entre los diferentes
actores e instituciones que intervienen en la solución de los problemas públicos en un territorio
determinado. Estas relaciones están condicionadas por el contexto histórico, social, económico
y político en el que se desarrollan, así como por las normas y reglas que regulan la acción
pública. La estructura de poder local puede analizarse desde diferentes niveles y perspectivas,
como la organizacional, la institucional o la estratégica. Algunos de los instrumentos que
configuran la estructura de poder local son las encomiendas, el régimen esclavista, la división
de la sociedad en castas étnicas, el poblamiento urbano, el Cabildo, el sistema burocrático y la
Iglesia, que han favorecido a minorías que han detentado privativamente todas las fuentes de
riqueza y de dominación social. La estructura de poder local influye en las políticas públicas
locales y en el grado de autonomía y participación de los ciudadanos.

La fundación de ciudades por los españoles en América fue un proceso que implicó la creación
de un instrumento de control local: el cabildo. El cabildo era una corporación municipal que
representaba a los vecinos y se encargaba de la administración y el gobierno de la ciudad. En
sus orígenes, el cabildo era elegido por la comunidad, pero a partir de 1569, el rey Felipe II
estableció el sistema de venta de oficios públicos, lo que limitó el acceso al cabildo a las
personas que podían pagarlos. Esto favoreció la concentración del poder en manos de una elite
blanca y adinerada, especialmente en la capital, donde el cabildo estaba dominado por los
mercaderes. Así, el cabildo se convirtió en un instrumento plutocrático que contribuyó a la
diferenciación social y a la defensa de los intereses de un grupo privilegiado.

La venta de oficios públicos y renunciables en Filipinas fue una medida que buscaba aumentar
los ingresos de la Corona y al mismo tiempo asegurar el buen desempeño de los funcionarios.
Sin embargo, esta reforma tuvo efectos negativos en el sistema burocrático y político de la
colonia, ya que favoreció a los más ricos y no a los más capacitados. Además, la Iglesia tuvo un
papel importante en la homogeneización cultural de la población y en la defensa de los intereses
coloniales, lo que contribuyó a mantener el status quo. Estos mecanismos de poder local se
consolidaron especialmente en la capital, donde se concentraba la actividad económica y
comercial del país. El grupo de comerciantes peninsulares fue el más beneficiado por el sistema
colonial y el más vinculado a la metrópoli, lo que determinó una fuerte dependencia y
dominación local.

Para fortalecer el centro de dominación peninsular y apoyar a los agentes internos de esa
dominación, se crearon estas relaciones interconectadas de dependencia y dominación, que
deformaron desde su origen, por un lado, la estructura de nuestra sociedad y por otro, la
estructura de nuestro aparato productivo debido a la hipertrofia del sector servicios. En otras
palabras, al integrarse históricamente el istmo de Panamá a los intereses hegemónicos de la
metrópoli y quedar sometido y dominado por el proceso de expansión como territorio
dependiente peninsular, no se construyó social y económicamente para sí mismo, sino para
servir a los intereses y fines de sus gobernantes. Todas estas circunstancias como se verá más
adelante, impedirán a nuestra sociedad superar las distorsiones estructurales heredadas
impulsándolas cada vez más a reforzar los vínculos externos de dependencia, pudiéndose
afirmar que el legado colonial, debido a la misma rigidez e inelasticidad de las estructuras
heredadas, nos condujo inevitablemente a las nuevas relaciones de dependencia surgidas con la
división internacional del trabajo y el surgimiento de nuevos centros hegemónicos durante el
siglo XIX.

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