Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En los grupos humanos reducidos y en las sociedades primitivas, el aprendizaje de los productos
sociales, así como la educación de los nuevos miembros de la comunidad han tenido lugar como
socialización directa mediante la participación cotidiana de los niños/as en las actividades de la
vida adulta. No obstante, la aceleración del desarrollo histórico de las comunidades humanas,
así como las estructuras y la diversificación de funciones y tareas de la vida en las sociedades
cada día más pobladas y complejas, torna ineficaces e insuficientes los procesos de socialización
directa de las nuevas generaciones en las células primarias de convivencia: la familia, el grupo
de iguales, los centros o grupos de trabajo y producción. Para cubrir tales deficiencias surgen
diferentes formas de especialización en el proceso de educación o socialización secundaria
(tutor, preceptor, academia, escuela catedralicia, escuela laica...).
La escuela no es la única instancia social que cumple con esta función reproductora; la familia,
los grupos sociales, los medios de comunicación e intercambio son instancias primarias de
convivencia que ejercen de modo directo el influjo reproductor de la comunidad social.
La escuela, por sus contenidos, por sus formas y por sus sistemas de organización va induciendo
paulatina pero progresivamente en las alumnas y alumnos las ideas, conocimientos,
representaciones, disposiciones y modos de conducta que requiere la sociedad adulta lo que
contribuye decisivamente a la interiorización de las ideas, valores y normas de la comunidad, de
manera que mediante este proceso de socialización prolongado, la sociedad industrial pueda
sustituir los mecanismos de control externo de la conducta por disposiciones más o menos
asumidas de autocontrol.
Currículum: medio por el cual los alumnos asimilan los contenidos explícitos que la
escuela les impone. Como consecuencia, van configurando un cuerpo de ideas conforme
a las exigencias del statu quo, la aceptación del orden real como inevitable y natural.
Este proceso de socialización escolar, en las sociedades democráticas de la actualidad es
mucho más sutil.
Los alumnos aprenden saberes y conductas no solo como consecuencia del currículum,
sino también y principalmente como consecuencia de las interacciones sociales de todo
tipo que tienen como lugar en el espacio escolar. El aprendizaje de los mecanismos,
estrategias, normas y valores de interacción social que requiere de discurrir con éxito en
la vida compleja, académica y personal van configurando representaciones y pautas de
conducta, que extienden su valor y utilidad más allá del marco de la escuela (relaciones
laborales, personales, etc).
Aceptar la contradicción entre apariencias formales y realidades tácticas forma parte del propio
proceso de socialización en la vida escolar donde, bajo la ideología de la igualdad de
oportunidades en una escuela común para todos, se desarrolla lenta pero decisivamente el
proceso de clasificación, de exclusión de las minorías y de ubicación diferenciada para el mundo
del trabajo y de la participación social.
Las diferencias de origen se consagran como diferencias de salida, el origen social se transforma
en responsabilidad individual.
La escuela como institución social, que cumple funciones específicas y restringidas, no puede
compensar las diferencias que provoca una sociedad de libre mercado, dividida en clases o
grupos con oportunidades y posibilidades económicas, políticas y sociales bien desiguales en la
práctica. En las sociedades industriales avanzadas, a pesar de su constitución formalmente
democrática en la esfera política, pervive la desigualdad y la injusticia. La escuela no puede
anular tal discriminación, pero sí paliar sus efectos y desenmascarar el convencimiento de su
carácter inevitable, si se propone una política radical para compensar las consecuencias
individuales de la desigualdad social. Con este cometido, se tiene que abrir lugar a la enseñanza,
no con homogenizad, sino con diversidad.
Para aquellos grupos sociales, cuya cultura es bien distinta a la académica del aula, la lógica de
la homogeneidad no puede sino consagrar la discriminación de hecho. Para ellos, el trato de
igualdad en el aula supone de hecho la ratificación de un retraso inmediato y de un fracaso
anunciado a medio plazo ya que poseen códigos de comunicación e intercambio bien diferentes
a los que requiere la escuela.
En el concepto de desigualdad queremos abarcar tanto la que tiene su origen en las clases
sociales como la que se genera en los grupos de marginación o en las deficiencias físicas o
psicológicas hereditarias o adquiridas. Para todos ellos, sólo la lógica de una pedagogía
diversificada en el marco de la escuela comprensiva tiene la virtualidad de provocar y favorecer
un desarrollo hasta el máximo de sus siempre indefinidas posibilidades.
La escuela obligatoria, además de su función compensatoria debe cumplir una segunda función,
que es la de provocar y facilitar la reconstrucción de los conocimientos, actitudes y pautas de
conducta que las alumnas y los alumnos asimilan directa y acríticamente en las prácticas sociales
de su vida previa y paralela a la escuela.
Los medios de comunicación masiva en especial la televisión ofrece de modo atractivo un
abundante bagaje de informaciones en los más variados ámbitos de la realidad. De esta manera
van creando en los niños concepciones ideológicas, que utilizan para explicar e interpretar la
realidad cotidiana y para tomar decisiones. El niño llega a la escuela con un abundante capital
de informaciones y con poderosas y acríticas preconcepciones sobre diferentes ámbitos de la
realidad.
Provocar la reconstrucción crítica del pensamiento y de la acción en los alumnos/as exige una
escuela y un aula donde pueda experimentarse y vivirse el contraste abierto de pareceres y la
participación real de todos en la determinación efectiva de las formas de vivir, de las normas y
patrones que gobiernan la conducta, así como de las relaciones del grupo del aula y del colectivo
escolar.