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El documento establece reglas estrictas sobre la modestia en la vestimenta para hombres y mujeres. Insta a los obispos a enseñar sobre la importancia de la modestia y a promover asociaciones piadosas que cultiven este valor. También establece sanciones como denegar la comunión a quienes no sigan estas normas de vestimenta modesta.
El documento establece reglas estrictas sobre la modestia en la vestimenta para hombres y mujeres. Insta a los obispos a enseñar sobre la importancia de la modestia y a promover asociaciones piadosas que cultiven este valor. También establece sanciones como denegar la comunión a quienes no sigan estas normas de vestimenta modesta.
El documento establece reglas estrictas sobre la modestia en la vestimenta para hombres y mujeres. Insta a los obispos a enseñar sobre la importancia de la modestia y a promover asociaciones piadosas que cultiven este valor. También establece sanciones como denegar la comunión a quienes no sigan estas normas de vestimenta modesta.
Acta Apostolicæ Sedis (Actas de la Sede Apostólica)
A los obispos y ordinarios durante el pontificado de Pío XI:
La obligación eclesiastica de vestirse modestamente. En las escuelas, iglesias, deportes, des de la niñez.
En virtud del Supremo Apostolado que ejerce en la Iglesia universal, Su
Santidad el papa Pío XI nunca ha dejado de inculcar por palabra y por escrito aquel precepto de san Pablo (1 Tim. 2:9-10): «Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia [...] con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad». Y en muchas ocasiones, el mismo supremo pontífice ha reprendido y vehementemente condenado esa inmodestia que está hoy en boga en todas partes, aún entre mujeres y niñas católicas; práctica que causa gran daño a la suprema gloria y virtud de la mujer, y que desafortunadamente lleva no solamente a su desventaja temporal, sino, lo que es peor, a eterna ruina suya y de otras almas. No es sorpresa, pues, que los obispos y otros ordinarios, como ministros de Cristo, hayan resistido unánimemente y por todos los medios, en sus respectivas diócesis, esta licenciosa y desvergonzada moda; y con ello hayan tenido que soportar animada y valientemente el escarnio y ridículo algunas veces dirigido en contra suya. Consecuentemente, para mantener la disciplina entre clero y laicos, esta Sagrada Congregación aprueba y alaba dicha acción y vigilancia por parte de los obispos; además les exhorta seriamente a continuar en la tarea y propósito que tan sabiamente comenzaron, cada vez con mayor vigor, hasta que esa peste sea enteramente desterrada de la sociedad decente. Para que ello se logre con mayor facilidad y seguridad, esta Sagrada Congregación, en cumplimiento de las órdenes de Su Santidad, ha determinado los siguientes reglamentos concernientes al tema: I. Cuando tengan la oportunidad, los pastores y predicadores deben, según las palabras de san Pablo (2 Tim 4:2), instar, redarguír, reprender y exhortar, con el fin de que las mujeres usen vestimentas decorosas, las cuales pueden ser ornamento y salvaguardia de la virtud; también deben ellos avisar a los padres de que no permitan a sus hijas vestir inmodestamente. II. Los padres, conscientes de su gravísima obligación de proveer especialmente para la educación moral y religiosa de sus hijos, deben asegurarse con especial cuidado de que sus hijas reciban una instrucción sólida en la doctrina cristiana desde la más temprana edad; y ellos mismos, por palabra y ejemplo, han de entrenarlas seriamente para adquirir un amor al pudor y la castidad. Tras el ejemplo de la Sagrada Familia, los padres deben esforzarse de tal modo a ordenar y regular la familia, a fin de que cada miembro pueda encontrar en el hogar alguna razón o motivo para amar y apreciar la modestia. III. Los padres también deben prevenir que sus hijas tomen parte en entrenamientos públicos y concursos atléticos; pero si son obligadas, deben asegurarse de que vistan un traje enteramente recatado, nunca permitiendo lo contrario. IV. Los directores de escuelas e institutos para jovencitas deben esforzarse por imbuir en sus corazones el amor a la modestia para que se vean persuadidas a vestir moderadamente. V. No se ha de admitir a las escuelas o institutos a jovencitas dadas a los vestidos indecentes; mas si tales han sido recibidas, a menos que cambien, serán expulsadas. VI. Las monjas, de acuerdo con la Carta del 23 de agosto de 1928, de la Sagrada Congregación de Religiosas, no admitirán ni dejarán que permanezcan en sus institutos, escuelas, oratorios y centros de diversión, jovencitas que no observen en los vestidos el pudor cristiano; y, en su cargo de educadoras, tomarán especial cuidado de sembrar en sus corazones un amor a la castidad y la decencia cristiana. VII. Con el propósito de restringir por consejo, ejemplo, y actividad los abusos concernientes a la indiscreción en la vestimenta, y para la promoción de la pureza moral y la humildad, se establecerán y fomentarán asociaciones femeninas piadosas. VIII. Las mujeres que vistan inmodestamente no serán admitidas a estas asociaciones; y las que ya hayan sido aceptadas, si no se enmiendan tras haber cometido una falta en este respecto, seguida de una advertencia, serán expulsadas. IX. A niñas y mujeres que vistan indecorosamente se les ha de negar la Sagrada Comunión y excluir de los oficios de madrinas en los sacramentos de bautismo y confirmación, y en casos apropiados, han de excluirlas aún de la iglesia. X. En tales fiestas del año que ofrezcan oportunidades especiales para inculcar la modestia cristiana, especialmente en las fiestas de la Bienaventurada Virgen, los pastores y sacerdotes a cargo de uniones piadosas y asociaciones católicas no deben fallar en predicar un sermón oportuno sobre el tema, a fin de alentar a las mujeres a que cultiven el recato cristiano en el vestir. Cada año, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, se rezarán ciertas oraciones en todas las catedrales y parroquias; y cuando sea posible, también habrá una exhortación oportuna por medio de un solemne sermón a los fieles. XI. El Concilio diocesano de Vigilancia, mencionado en la declaración del Santo Oficio el 22 de marzo de 1918, deberá de tratar especialmente, al menos una vez al año, de las formas y medios para mantener el recato en la vestimenta femenina. XII. A fin de que esta acción provechosa pueda proceder con mayor eficacia y seguridad, los obispos y otros ordinarios informarán también cada tres años, y junto con su reporte sobre la instrucción religiosa mencionada en el Motu proprio, Orbem Catholicum del 29 de junio (1923), a esta Congregación sobre la situación concerniente a la vestimenta femenina, y sobre las medidas que se habrán tomado en cumplimiento de esta Instrucción. Para que nadie piense que este difícil tema de la modestia sea un tópico inapropiado e inadecuado para que dirijan nuestros sacerdotes a sus fieles, nos referimos a la declaración final de la Sagrada Congregación del Concilio:
Recordamos que un vestido no puede llamarse decente si tiene un escote mayor
a dos dedos por debajo de la concavidad del cuello, si no cubre los brazos por lo menos hasta el codo en la calle y por la muñeca en la Iglesia y la falda escasamente alcanza un poco por debajo de la rodilla, tiene que cubrirlas holgadamente sentada, el uso de medias es obligatorio siempre en la Iglesia y recomendable fuera. Además, los vestidos de material transparente quedan totalmente prohibidos.
El propio hombre no se escapa a la inclinación de exhibir su carne: algunos van
en público, desnudos hasta la cintura, o en pantalones muy apretados o en calzonetas muy pequeñas. El pantalón debe de ser largo, llevar chaqueta, al menos dentro de la Iglesia y fuera se puede ir en mangas de camisa remangadas, y estas normas son para que no ofendan a Dios y no cometan ofensas en contra de la virtud de la modestia. También pueden ser una ocasión de pecado (en pensamiento y deseo) para otra persona.