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Consalvo Tomás

¡Cuidado! Astor a las 10


El olor a pasto recién cortado, el agua en mi plato y la comida desparramada
por todo el piso. El sol calentito, las patas de las sillas masticadas y la pelota de
tela ya hecha harapos. Los domingos de sobras después de un asado, los
potenciales juguetes para triturar y el timbre cada vez que suena. 
Tantas cosas que me gustan y tan pocas que me desagradan, entre ellas, la
bendita pileta de la que tanto desconfío. Cada vez que alguien de mi familia se
mete solo pienso en sacarlo lo más rápido posible, grito y doy vueltas como
loco sin saber qué hacer exactamente. Estoy casi seguro de que ese pozo lleno
de agua es malvado, y no me agrada para nada.
La aspiradora tampoco es de fiar mucho. Se lleva mis juguetes todavía en
perfectas condiciones para seguir considerándolos comestibles y sus pequeñas
piezas dispersas por todo el suelo. ¡LA PROXIMA ME AVISAS GLADIS Y LOS
COMO MAS RÁPIDO!
Las visitas de extraños me alborotan mucho. Nunca he lastimado a nadie
intencionalmente, pero mi tamaño, peso y brusquedad siempre juegan en mi
contra. ¡no es mi culpa que las sillas se achiquen con el tiempo o las puertas se
abran tan despacio! En mi mente, sigo sintiendo que puedo caber en cualquier
lugar, siempre y cuando, mi nariz entre primero.
Mi hermano Simón es mucho más tranquilo que yo. Siempre está acostado
durmiendo. Le tengo envidia porque él si entra debajo de la silla y puede
quedarse por horas sin mover un músculo. Tenemos 10 y 6 él y yo,
respectivamente, sin embargo, es mucho más pequeño que yo y su pelo blanco
y rizado no se parece para nada al mío, marrón con un poco de negro y lacio.
Aunque no tengamos el mismo papá y la misma mamá, igual es mi hermano y
me encanta molestarlo en sus momentos de mayor tranquilidad.
Las salidas al parque son de las cosas que más extraño. Tantos olores, ruidos
y personas para interactuar… Al parecer, cuando empiezas a ser tú el que lleva
a pasear a tu dueño, no les agrada mucho. Lo entendí por las malas. 
Está bien igual, no tengo muchas cosas de qué quejarme realmente. Tengo un
techo, comida, compañía y siempre encuentro cómo divertirme. 
¿Sabes cuál es mi secreto para estar siempre tan feliz?
Los problemas se vuelven insignificantes con el tiempo y hasta se me olvidan.
Tengo un superpoder. Puedo pasar de una reprimenda a ponerme a cazar
moscas en menos de 0,2 segundos. Todo es cuestión de cuánto dejes que los
problemas te afecten y qué tan rápido eres para esquivar la sandalia voladora.

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