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Hace mucho tiempo, en un pueblito, vivía una jovén pareja con un pequeño niño.

La
mujer era el sustento del hogar y salía todos los días temprano en la mañana a
trabajar en un campo de arroz, mientras que el hombre se quedaba en casa cuidando
del hijo. Aunque la familia era humilde y trabajadora, podían darse pequeños gustos
y vivían, dentro de todo, abundantemente.Sin embargo, esto no era suficiente para
la joven, se sentía muy cansada, repleta de responsabilidades, consumida por su
trabajo y el estilo de vida que llevaba, que distaba mucho de lo que ella deseaba.
Una mañana, la esposa se despierta atormentada por un sueño en el que había visto a
una gran serpierte blanca que la miraba fijamente a los ojos, por lo que salió de
su hogar muy preocupada. Ella no estaba acostumbrada a recordar sus sueños, en
consecuencia lo acontecido le resultaba muy extraño e inundaba su mente de
preguntas: ¿Qué significaba ese sueño? ¿Por qué la serpiente la miraba a los ojos?
¿Qué era esa sensación en su abdomen que la tenía tan consternada?. Divagaba en sus
pensamientos mientras caminaba por un sendero de tierra arenosa, bordeado por altos
árboles cuyas copas estaban repletas de verdes hojas que se mecían con el viento,
cuando a lo lejos vió algo en el medio del camino. Sin poder ver claramente lo que
era siguió caminando a medida que se acercaba paso a paso al objeto. A los pocos
metros se detuvo, impactada por lo que sus ojos contemplaban: una pequeña serpiente
blanca estaba detenida en el medio del camino, mirándola fijamente. "No puede
ser... ¿Me estaba esperando?"- pensó la muchacha. En ese momento, cómo si estuviera
leyendo sus pensamientos, la serpiente ladeó la cabeza en dirección a los árboles y
se adentró en ellos. La mujer permanecía atónita, incapaz de creer lo que sus ojos
veían, pero un impulso de lo más profundo de su ser la instó a seguir al animal. Al
llegar al lugar señalado, observó una estuatilla de una hermosa mujer que era
acompañada por una gran serpiente, se agachó, apoyó sus rodillas sobre el suelo y
levantó la figura en sus manos. Acto seguido se le presentó una bella e imponente
joven, que la miraba con compasión y, junto a ella, estaba la serpiente blanca que
había visto en sus sueños. "Mi nombre es Benzaiten, soy la diosa del conocimiento y
las artes, y llevo mucho tiempo observándote, escuchando tus lamentos"- se dirigió
la deidad a la mujer, que aún desconcertada, seguía sosteniendo la estatuilla en
sus manos. Entonces, la joven continuó: "He venido a ayudarte porque sé que eres
grandiosa, pero por alguna razón no te permites serlo. Así que voy a responder una
pregunta para que encuentres la solución al problema que te aqueja, pero sólo una,
ya que no necesitás más que un pequeño impulso para realizar lo que deseas."
La joven, en un desesperado intento por regresar a sus sentidos, se palmeó el
rostro sólo para darse cuenta de que lo que estaba experimentando era real. Inclinó
su cabeza hacia abajo mientras contemplaba la figurilla que aún sostenía entre sus
dedos, hizo una respiración profunda y pausada, levantó su mirada hacia la doncella
y por fin preguntó: "Mi señora ¿Cuál es la traba que me está impiendo avanzar y
finalmente alcanzar aquello que quiero?". Con una voz muy serena y amorosa la diosa
respondió: "Tu mente". La muchacha continuó mirándola, sin entender la respuesta,
por lo que la moza le pidió a la mujer que le relatara cómo era un día de su vida
cotidiana. Ella estaba desconcertada, no entendía la relación entre la pregunta que
había hecho y lo que se le estaba diciendo, así que, conteniendo el impulso de
preguntar "por qué?" y de muy mala gana, comenzó a narrar: "Muy temprano en la
mañana me levanto, preparo el desayuno para mi esposo y mi hijo, desayunamos y me
preparo para ir a trabajar. Dejo a mi pequeño en casa con su padre y salgo rumbo a
la plantación de arroz en la que estoy empleada. Una vez allí, paso todo el día
esforzándome, con los pies en el agua, la ropa mojada, y de mantenerme encorbada,
al final del día, me duele muchísimo la espalda. Una vez terminada la jornada
laboral, camino hacia mi casa durante varios kilómetros. Al llegar, me reciben mi
marido y mi pequeño. Me dispongo a hacer los quehaceres del hogar y, de ser
posible, juego un poco con mi niño."
Pasaron unos minutos en silencio y al fin la divinidad respondió: "Se te ha
enseñado que la vida es empujar una roca grande y pesada hacia la cima de una
colina, que debés poner todo tu esfuerzo en ello, pero no te enseñaron que puedes
elegir entre empujarla loma arriba o loma abajo. Has pasado toda tu vida empujando
la roca hacia arriba, lo que hace que sólo te enfoques en la fuerza que necesitas
para que se mueva cuando en realidad deberías de estar preguntandote '¿Por qué
empujo la piedra? ¿Por qué la misma gira? ¿Qué es lo que la mantiene en el suelo y
no le permite volar por los aires? ¿Por qué tomo esta dirección?'. Piensas que
todo, excepto la roca, son distracciones que te impiden llegar a la cima de la
colina cuando esa no es la verdadera meta. Empujar la piedra es un proceso. Es tu
elección cómo hacerlo, si la empujas colina arriba o colina abajo, pero El FIN es
todo lo que APRENDES mientras empujas la piedra."

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