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Librito viajero 7

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A este librito no te lo cobramos en dinero, pero no es gratis.
Su costo es que cumpla la misión de recorrer los hogares de
muchas personas, así que te pido que si no lo vas a leer
ahora, lo pases a un amigo o lo devuelvas a quien te lo
entregó, asi puede cumplir su mision.
Si te gusto y queres, podes hacer una copia del mismo.
Hacer copias del mismo y repartirlas haría bien a muchas
mas personas.
También podes dejar algún comentario al final del libro.
Gracias por tu colaboración.

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Introduccion

Este es uno de los 10 libritos donde hay una serie de anécdotas;


vivencias y cuentitos encontrados en Internet que me alegraron el
alma. Hoy quiero compartirlos contigo.

El tenedor

Había una mujer que había sido diagnosticada con una


enfermedad incurable y a la que le habían dado sólo tres meses
de vida.
Así que empezó a poner sus cosas "en orden".
Contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discutir algunos
aspectos de su última voluntad. Le dijo cuáles canciones quería
que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas
hacer y con qué traje deseaba ser enterrada.
La mujer también solicitó ser enterrada con su libro favorito.
Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para
irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella.
- "Hay algo más", dijo ella exaltada.
- "¿Qué es?" respondió el sacerdote.
- "Esto es muy importante", continuó la mujer. "Quiero ser
enterrada con un tenedor en mi mano derecha."
El sacerdote se quedó confundido mirando a la mujer, sin saber
exactamente qué decir.
- "Eso lo sorprende, ¿o no?" preguntó la mujer.
- "Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud", dijo
el sacerdote.
La mujer explicó:
- "En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas
de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los
platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y
decía, 'Quédate con tu tenedor'. Era mi parte favorita porque
sabía que algo mejor estaba por venir... como pastel de chocolate
o pay de manzana. ¡Algo maravilloso y sustancioso! Así que
quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en
mi mano y quiero que se pregunten '¿Porque tiene ese tenedor?'.
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Después quiero que usted les diga: 'Se quedó con su tenedor
porque lo mejor está por venir'."
Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría
mientras abrazaba a la mujer despidiéndose.
Él sabía que ésta sería una de las últimas veces que la vería
antes de su muerte. Pero también sabía que la mujer tenía un
mejor concepto del Cielo que él mismo.
Ella sabía que algo mejor estaba por venir.
En el funeral la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el
precioso vestido que llevaba, su libro favorito y el tenedor puesto
en su mano derecha.
Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: "¿Qué cosa con
el tenedor?" y una y otra vez él sonrió.
Durante su mensaje el sacerdote le platicó a las personas la
conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de
que muriera.
También les habló acerca del tenedor y qué era lo que
simbolizaba para ella.
El sacerdote les confesó a las personas cómo él no podía dejar
de pensar en el tenedor. También que de seguro ellos tampoco
podrían dejar de pensar en el tenedor. El sacerdote estaba en lo
correcto. Todos pensaban en el tenedor.
Así que la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor,
déjalo recordarte que lo mejor está aún por venir..

Los 1000 perritos

Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había


una casa abandonada.
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol logró meterse por
un agujero de una de las puertas de dicha casa.
El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera.
Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semi-
abierta; lentamente se metió en el cuarto.
Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto había
1000 perritos más observándolo tan fijamente como él los
observaba a ellos.
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El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a
poco.
Los 1000 perritos hicieron lo mismo.
Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos.
¡El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos
también le sonreían y ladraban alegremente con él!
Cuando salió del cuarto, se quedó pensando para sí mismo:
"¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir más seguido a visitarlo!"
Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y se
encontró entrando al mismo cuarto.
Pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000
perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban viendo
de una manera agresiva.
Posteriormente empezó a gruñir; obviamente vio cómo los 1000
perritos le gruñían a él.
Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros 1000 perritos le
ladraron también.
Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "¡Qué lugar tan
horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar allí!"
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que
decía: "La casa de los 1000 espejos".
"TODOS LOS ROSTROS DEL MUNDO SON ESPEJOS"
Decide cuál rostro llevarás por dentro, y ese será el que
mostrarás.
El reflejo de tus gestos y acciones es lo que proyectas ante los
demás.
Las cosas mas bellas del mundo no se ven ni se tocan, solo se
sienten con el corazón.
No eres responsable de la cara que tienes, eres responsable de
la cara que pones.

Mi papá

Cuando yo era adolescente, en cierta oportunidad estaba con


mi padre haciendo fila para comprar entradas para el circo. Al
final, solo quedaba una familia entre la ventanilla y nosotros. Esta
familia me impresionó mucho. Eran ocho chicos, todos
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probablemente menores de doce años. Se veía que no tenían
mucho dinero. La ropa que llevaban no era cara, pero estaban
limpios. Los chicos eran bien educados, todos hacían bien la fila,
de a dos detrás de los padres, tomados de la mano.
Hablaban con excitación de los payasos, los elefantes y otros
números que verían esa noche. Se notaba que nunca antes
habían ido al circo.
Prometía ser un hecho sobresaliente en su vida. El padre y la
madre estaban al frente del grupo, de pie, orgullosos. La madre,
de la mano de su marido, lo miraba como diciendo: "Eres mi
caballero de brillante armadura". Él sonreía, henchido de orgullo y
mirándola como si respondiera: "Tienes razón". La empleada de
la ventanilla preguntó al padre cuántas entradas quería. El
respondió con orgullo:
"Por favor, deme ocho entradas para menores y dos de adultos".
La empleada le indicó el precio. La mujer soltó la mano de su
marido, ladeó su cabeza y el labio del hombre empezó a torcerse.
Este se acercó un poco más y le preguntó: ¿Cuánto dijo?". La
empleada volvió a repetirle el precio.
¿Cómo iba a darse vuelta y decirle a sus ocho hijos que no tenía
suficiente dinero para llevarlos al circo?. Viendo lo que pasaba,
papá puso la mano en el bolsillo, sacó un billete de veinte dólares
y lo tiró al suelo.
(Nosotros no éramos ricos en lo absoluto).
Mi padre se agachó, recogió el billete, palmeó al hombre en el
hombro y le dijo: "Disculpe, señor, se le cayó esto del bolsillo". El
hombre se dio cuenta de lo que pasaba. No había pedido
limosna, pero sin duda apreciaba la ayuda en una situación
desesperada, angustiosa e incómoda. Miró a mi
padre directamente a los ojos, con sus dos manos le tomó la
suya, apretó el billete de veinte dólares y con labios trémulos y
una lágrima rodándole por la mejilla, replicó:
¡Gracias, gracias señor...!
"Esto significa realmente mucho para mi familia y para mí".
Papá y yo volvimos a nuestro auto y regresamos a casa.
Esa noche no fuimos al circo, pero no nos fuimos sin nada ...

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Lagrimas

“¿Por qué lloras, mamá?", le preguntó un niñito a su madre.


"Porque soy mujer", le contestó la mujer.
"Pero yo no entiendo...", dijo el niño.
Su madre se inclinó hacia él y, abrazándolo, le dijo: "Y nunca lo
entenderás..."
Más tarde, el niñito le preguntó a su padre,
"¿Por qué mamá llora a veces sin ninguna razón?"
"Todas las mujeres lloran siempre sin ninguna razón", fue todo lo
que el padre le pudo contestar...
El pequeño niño creció y se convirtió en todo un hombre,
preguntándose todavía por qué era que las mujeres lloraban.
Un día el niño, ya convertido en hombre, se arrodilló y le preguntó
a Dios: "Dios, ¿por qué lloran tan fácilmente las mujeres?", y Dios
le dijo:
"Cuando hice a la mujer tenía que ser algo especial.
Hice sus hombros lo suficientemente fuertes como para cargar el
peso del mundo entero, pero a la misma vez lo suficientemente
suave para confortar.
Le di una inmensa fuerza interior para que pudiera soportar el dar
a luz y hasta el rechazo que muchas veces proviene de sus
propios hijos.
Le di una dureza que le permite seguir adelante y cuidar a su
familia, a pesar de las enfermedades y la fatiga, y sin quejarse
aún cuando otros se rinden.
Le di la sensibilidad para amar a un niño bajo cualquier
circunstancia, aún cuando su niño la haya lastimado mucho.
Esa misma sensibilidad que hace que cualquier tristeza, llanto o
dolor del niño, desaparezca; y que le hace compartir las
ansiedades y miedos de la adolescencia.
Le di la fuerza suficiente para que pudiera perdonar a su esposo
de sus faltas y la extraje de una de sus costillas, para que ella
pudiera cuidar de su corazón.
Le di sabiduría para saber que un buen esposo nunca lastimaría a
su esposa y a veces le pongo pruebas para medir su fuerza y su
determinación para mantenerse a su lado a pesar de todo.
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Le di las lágrimas, y son de ella exclusivamente para usarlas
cuando las necesite.
ES SU ÚNICA DEBILIDAD... es una lágrima por la humanidad".

La paz perfecta

Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista
que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron...
El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo
dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo
perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo
rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con
tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura
pensaron que reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran
escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del
cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña
abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto
no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó
cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto
creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba
un nido. Allí, en medio de del rugir del la violenta caída de agua,
estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...
la paz perfecta.
Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes porqué?
“Porque," explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin
ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa
que a pesar de estar en medio de todas estas cosas
permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el
verdadero significado de la paz."

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El alacrán

Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba


ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el
alacrán lo picó.
Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al
agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo
otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.
Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:
"Perdone, ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que
intente sacarlo del agua lo picará?".
El maestro respondió:
"La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía,
que es ayudar".
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al
animalito del agua y le salvó la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma
precauciones.

El Florero

El Gran Maestro y el Guardián se dividían la administración de un


Monasterio Zen.
Cierto día, el Guardián murió y fue preciso substituirlo.
El Gran Maestro reunió a todos los discípulos para escoger quién
tendría la honra de trabajar directamente a su lado.
Voy a presentarles un problema, dijo el Gran Maestro, y aquél
que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del Templo.
Terminado su corto discurso, colocó un banquillo en el centro de
la sala; encima estaba un florero de porcelana seguramente
carísimo, con una rosa roja que lo decoraba.
Éste es el problema, dice el Gran Maestro; - resuélvanlo -.
Los discípulos contemplaron perplejos el "problema", por lo que
veían los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la
frescura y la elegancia de la flor.
¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el
enigma?
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Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo
contemplar el "problema", hasta que uno de los discípulos se
levantó, miró al Maestro y a los alumnos, caminó resolutamente
hasta el florero y lo tiró al suelo, destruyéndolo.
- ¡Al fin alguien que lo hizo! - exclamó el Gran Maestro -
¡Empezaba a dudar de la formación que les hemos dado en todos
estos años!.
Usted es el nuevo guardián. Al volver a su lugar el alumno, el
Gran Maestro explicó: - Yo fui bien claro: dije que ustedes
estaban delante de un "problema". No importa cuán bello y
fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado.
Un problema es un problema; puede ser un florero de porcelana
muy caro, un lindo amor que ya no tiene sentido, un camino que
precisa ser abandonado, por más que insistimos en recorrerlo
porque nos trae confort... "Solo existe una manera de lidiar con un
problema": atacándolo de frente.
En esas horas, no se puede ser tentado por el lado fascinante
que cualquier conflicto acarrea consigo.
Recuerda que un problema, es un problema. No tiene caso tratar
de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra
cosa más que "UN PROBLEMA".
Déjalo, hazlo a un lado y continúa disfrutando de lo hermoso y lo
que vale la pena en la vida.
¡No huyas de él... acaba con él!.

El carnicero

Hay una vieja narración egipcia que nos cuenta de un monje muy
santo que vivía en el desierto, ayunaba a menudo y había
abrazado la más abnegada pobreza.
Mucha gente de los alrededores lo tenía por santo, y se decía que
era el hombre que estaba más cerca de Dios.
Así parecía, puesto que este monje se pasaba mucho tiempo en
serena contemplación y diálogo con Dios.
Un día llegó a oídos del monje lo que la gente decía de él, y
picado por la curiosidad le preguntó a Dios:

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Dime, Señor ¿es cierto lo que la gente dice de mí, que soy el
hombre más santo y el que está más cerca de Ti?..
¿De veras quieres saberlo? ¿Por qué estás tan interesado? le
preguntó Dios...
El monje le contestó: No es la vanidad la que me mueve a
preguntarte esto, sino el deseo de aprender. Si hay alguien más
santo que yo, debo ser su discípulo para saber acercarme más a
Ti...
Dios entonces le dijo: "Muy bien, baja por el sur del desierto al
pueblo más cercano y pregunta por el carnicero del pueblo, él es
el más santo"..
El monje se sorprendió mucho con la respuesta de Dios, pues en
aquella época los carniceros gozaban de muy mala fama, pero
obediente hizo lo que el Señor le indicó.
Llegó al pueblo y pudo observar a sus anchas al carnicero, y no
encontró en él nada extraordinario. Al verlo incluso llegó a dudar,
le pareció de bruscos modales, algo malhumorado y observó con
preocupación, que cada chica hermosa que llegaba a la
carnicería, era mirada de forma "no muy santa " por el carnicero..
Cuando terminó de atender a la gente y se disponía a cerrar el
negocio, el carnicero, sorprendido le preguntó que quería. El
monje le contó lo que le había llevado a verlo y el carnicero quedó
más sorprendido todavía.
"Mire, yo no dudo de su palabra pero me sorprende mucho que
Dios le haya dicho eso, yo soy un gran pecador, aunque voy a la
Iglesia no lo hago con la frecuencia con que debería. Pero en fin,
mi casa es su casa ". Y le invitó a pasar y a comer con él, en
tanto él entraba a una habitación en donde un anciano acostado
en un lecho recibió todo el cuidado del carnicero, que le dio de
comer en la boca y lo arropó con cariño para que durmiera..
"Perdone mi indiscreción le dijo el monje al carnicero - ¿es su
padre?
"No lo es" le respondió. "En realidad es una larga historia"..
"¿Podría contármela?" le dijo el monje.
"A usted se la contaré pues sé que los monjes saben guardar
secretos. Este hombre fue quien mató a mi padre. Cuando vino al

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pueblo, mi primer impulso fue matarlo para vengarme pero estaba
viejo y enfermo y sentí pena por él.
Luego recordé a mi padre, que siempre me enseñó a perdonar y
en su nombre decidí tratarlo con amor, como hubiera tratado a mi
padre, si aún viviera"..
No está más cerca de Dios el que cumple prácticas de piedad o
dedica mucho tiempo a realizar actos religiosos, sino aquel que
ama y perdona aún al que lo odia.
Porque quien obra así hace lo mismo que Dios...

El ciego y el cojo

En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos. Uno era


ciego y otro cojo; durante el día entero en la ciudad competían el
uno con el otro.
Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque
ardió. El ciego podía escapar, pero no podía ver hacia donde
correr, no podía ver hacia donde todavía no se había extendido el
fuego. El cojo podía ver que aún existía la posibilidad de escapar,
pero no podía salir corriendo - el fuego era demasiado rápido,
salvaje- , así pues, lo único que podía ver con seguridad era que
se acercaba el momento de la muerte.
Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El
cojo tuvo una repentina claridad: "el otro hombre, el ciego, puede
correr, y yo puedo ver". Olvidaron toda su competitividad.
En estos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron a
la muerte, necesariamente se olvidaron de toda estúpida
enemistad, crearon una gran síntesis; se pusieron de acuerdo en
que el hombre ciego cargaría al cojo sobre sus hombres y así
funcionarían como un solo hombre, el cojo puede ver, y el ciego
puede correr. Así salvaron sus vidas. Y por salvarse naturalmente
la vida, se hicieron amigos; dejaron su antagonismo.
Zorba está ciego- no puede ver-, pero sabe bailar, cantar,
regocijarse. Buddha ve, pero él solo puede ver, pero no puede
bailar, no puede cantar ni regocijarse.
Ya es hora.

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...El mundo está en llamas.
La vida de todos está en peligro.
El encuentro del Zorba con el Buddha puede salvar a toda la
humanidad.
Su encuentro es la única esperanza.

Gritos

Un día Meher Baba preguntó a sus "mandalies", lo siguiente:


- ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?
Los hombres pensaron unos momentos...
- Porque perdemos la calma. -Dijo uno. -Por eso gritamos.
- Pero... ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?.
Preguntó Meher Baba. -¿No es posible hablarle en voz baja?.
- ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de
ellas satisfacía a Meher Baba.
Finalmente él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan
mucho, para cubrir esa distancia deben gritar, para poder
escucharse; mientras más enojados estén, más fuerte tendrán
que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran
distancia.
Luego Meher Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?.
- Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente... ¿por qué?
- Sus corazones están muy cerca.
- La distancia entre ellos es muy pequeña.
Meher Baba continuó.
- Cuando se enamoran más aún... ¿Qué sucede?
- No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su
amor.
- Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso
es todo.
- Así es cuán cerca están dos personas cuando se aman.
Luego Meher Baba dijo:

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- Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no
digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la
distancia sea tanta, que no encontrarán más el camino de
regreso.
Queridos amigos(as), los dejo pensando un poquito más en
nosotros mismos:
¿Conviene gritarle a un ser querido...?

La valentía premiada

Estaba caminando en una calle poco iluminada una noche ya


tarde, cuando escuché unos gritos que trataban de ser
silenciados y que venían de atrás de un grupo de arbustos.
Alarmado, aflojé el paso para escuchar y me aterroricé cuando
me dí cuenta de que lo que se escuchaba eran los inconfundibles
signos de una lucha desesperada en la que a unos pocos metros
de mí una mujer estaba siendo atacada. ¿Me debería involucrar?
Yo estaba asustado pensando en mi propia seguridad y me
maldije a mí mismo por el dilema ante el que estaba: ¿No debería
tan solo correr al teléfono más cercano y llamar a la policía? Los
gritos aumentaban. Tenía que actuar con rapidez. Finalmente me
decidí. No podía darle la espalda a esa pobre mujer, aunque eso
significara arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni
soy un hombre fuerte ni atlético. No sé dónde encontré el coraje
moral y la fuerza física, pero una vez que había decidido
finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente
transformado. Corrí detrás de los arbustos y salté sobre el
asaltante. Forcejeando, caímos al suelo y luchamos durante unos
minutos, hasta que el atacante se puso en pie de un salto y
escapó. Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad, y me
acerqué a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol,
llorando. En la oscuridad, apenas podía ver su silueta, temblando
y en pleno shock nervioso. No quería asustarla de nuevo, así que
le hablé a cierta distancia. "No te preocupes, ya se ha ido, estás a
salvo", dije en tono tranquilizador. Hubo una prolongada pausa, y
entonces oí: "¿Papá, eres tú?". Y entonces desde detrás del árbol
salió caminando mi hija Katherine.
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La vasija

Un cargador de agua tenía dos grandes vasijas que colgaban a


los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era
perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie
desde el arroyo hasta la casa de su patrón. Cuando llegaba, la
vasija rota sólo contenía la mitad del agua. Durante dos años
completos esto fue así diariamente. La vasija perfecta estaba muy
orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para el fin para el
que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy
avergonzada de su propia imperfección, y se sentía miserable,
porque sólo podía hacer la mitad de lo que se suponía que era su
obligación. Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al
aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar
contigo. Porque debido a mis grietas, sólo puedes entregar la
mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías
recibir". El aguador le contestó: "Cuando regresemos a casa
quiero que te fijes en las bellísimas flores que crecen a lo largo
del camino". Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas
flores hermosas a todo lo largo del camino. Pero de todos modos
se sintió apenada porque, al final, sólo quedaba dentro de sí la
mitad del agua que debía llevar. El aguador le dijo entonces: "¿Te
diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Siempre he sabido de tus grietas y quiero que veas el lado
positivo que eso tiene. Sembré semillas de flores a todo lo largo
del camino por donde vas, y todos los días las has regado. Por
dos años yo he podido recoger estas flores. Si no fueras como
eres, no hubiera sido posible crear esa belleza".

La vida es bella

Un muchacho vivía sólo con su padre, ambos tenían una relación


extraordinaria y muy especial. El joven pertenecía al equipo de
fútbol americano de su colegio. Habitualmente no tenía
oportunidad de jugar. En fin, casi nunca. Sin embargo, su padre
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permanecía siempre en las gradas haciéndole compañía. El joven
era el más bajo de la clase cuando comenzó la secundaria e
insistía en participar en el equipo de fútbol del colegio. Su padre
siempre le daba orientación y le explicaba claramente que "él no
tenía que jugar fútbol si no lo deseaba en realidad". Pero el joven
amaba el fútbol, no faltaba a ningún entrenamiento ni a ningún
partido, estaba decidido en dar lo mejor de sí, se sentía
felizmente comprometido. Durante su vida en secundaria, lo
recordaron como el "calentador de banquillo", debido a que
siempre permanecía allí sentado. Su padre, con su espíritu de
luchador, siempre estaba en las gradas, dándole compañía,
palabras de aliento y el mejor apoyo que hijo alguno podría
esperar. Cuando comenzó la Universidad, intentó entrar al equipo
de fútbol. Todos estaban seguros que no lo lograría, pero acabó
entrando en el equipo. El entrenador le dio la noticia, admitiendo
que lo había aceptado además por cómo él demostraba entregar
su corazón y su alma en cada una de los entrenamientos, y
porque daba a los demás miembros del equipo mucho
entusiasmo. La noticia llenó por completo su corazón, corrió al
teléfono más cercano y llamó a su padre, que compartió con él la
emoción. Le enviaba en todas las temporadas todas las entradas
para que asistiera a los partidos de la Universidad. El joven
deportista era muy constante, nunca faltó a un entrenamiento ni a
un partido durante los cuatro años de la Universidad, y nunca tuvo
oportunidad de participar en ningún partido. Era el final de la
temporada y justo unos minutos antes de que comenzará el
primer partido de las eliminatorias, el entrenador le entregó un
telegrama. El chico lo tomó y después de leerlo quedó en silencio.
Tragó muy fuerte y temblando le dijo al entrenador: "Mi padre
murió esta mañana. ¿No hay problema de que falte al partido
hoy?". El entrenador le abrazó y le dijo: "Toma el resto de la
semana libre, hijo. Y no se te ocurra venir el sábado". Llegó el
sábado, y el juego no iba bien, se acercaba el final del partido e
iban perdiendo. El joven entró al vestuario y calladamente se
colocó el uniforme y corrió hacia donde estaba el entrenador y su
equipo, quienes estaban impresionados de ver a su luchador
compañero de regreso. "Entrenador, por favor, permítame jugar...
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Yo tengo que jugar hoy", imploró el joven. El entrenador pretendió
no escucharle, de ninguna manera él podía permitir que su peor
jugador entrara en el cierre de las eliminatorias. Pero el joven
insistió tanto, que finalmente el entrenador sintiendo lastima lo
aceptó: "De acuerdo, hijo, puedes entrar, el campo es todo tuyo".
Minutos después, el entrenador, el equipo y él publico, no podían
creer lo que estaban viendo. El pequeño desconocido, que nunca
había participado en un partido, estaba haciendo todo
perfectamente brillante, nadie podía detenerlo en el campo, corría
fácilmente como toda una estrella. Su equipo comenzó a ganar,
hasta que empató el juego. En los segundos de cierre el
muchacho interceptó un pase y corrió todo el campo hasta ganar
con un touchdown. Las personas que estaba en las gradas
gritaban emocionadas, y su equipo lo llevó a hombros por todo el
campo. Finalmente, cuando todo terminó, el entrenador notó que
el joven estaba sentado callado y solo en una esquina, se acercó
y le dijo: "¡Muchacho, no puedo creerlo, estuviste fantástico!
¿Cómo lo lograste?". El joven miró al entrenador y le dijo: "Usted
sabe que mi padre murió. Pero... ¿sabía que mi padre era
ciego?". El joven hizo una pausa y trató de sonreír. "Mi padre
asistió a todos mis partidos, pero hoy era la primera vez que él
podía verme jugar... y yo quise mostrarle que si podía hacerlo".

La voluntad de un hombre

Guillaumet era piloto de una línea aérea en los tiempos gloriosos


del comienzo de la aviación comercial. Cuenta cómo salió
adelante, perdido a seis mil metros de altura en los Andes a
consecuencia de un fallo en su avión, del que salió ileso
milagrosamente. Caminó y caminó durante muchos días,
extenuado y sin alimentos ni ropa de abrigo, subiendo y bajando
por aquellos montes de hielo, hasta que -casi más muerto que
vivo- lo encontró un pastor, que lo puso a salvo. Al recordar más
adelante esa experiencia, reconoce: "Entre la nieve se pierde
todo instinto de conservación. Después de dos, de tres días de
marcha, lo único que se desea es dormir. También yo lo deseaba.
Pero me decía: mi mujer cree que estoy vivo, que camino. Mis
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amigos piensan igualmente que sigo andando. Todos ellos
confían en mí. Seré un canalla si no lo hago...". Y añade: "lo que
yo hice, estoy seguro, ningún animal sería capaz de hacerlo".
(Saint-Exupéry, Terre des hommes)

Las tres rejas

El joven discípulo de un sabio filósofo llega a casa de éste y le


dice: -Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con
malevolencia... -¡Espera! -le interrumpe el filósofo-. ¿Ya has
hecho pasar por las tres rejas lo que vas a contarme? -¿Las tres
rejas? -Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que
quieres decirme es absolutamente cierto? -No. Lo oí comentar a
unos vecinos. -Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda
reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para
alguien? -No, en realidad no. Al contrario... -¡Ah, vaya! La última
reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto
te inquieta? -A decir verdad, no. -Entonces -dijo el sabio
sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario,
enterrémoslo en el olvido.

Los artesanos de Chiapas

Entre los indígenas de Chiapas, cuando el maestro, derrotado por


los años, decide retirarse, le entrega al alfarero joven su mejor
vasija, la obra de arte más perfecta. El joven recibe la vasija y no
la lleva a casa para admirarla, ni la pone sobre la mesa en el
centro del taller para que, en adelante, le sirva de inspiración y
presida su trabajo. Tampoco la entrega a un museo. La estrella
contra el piso, la rompe en mil pedazos y los integra a su arcilla
para que el genio del maestro continúe en su obra. La obra de
arte, acabamos de verlo, es tradición, es decir, entrega (traditio)
de un arte que sólo puede ser reproducido por la mano de otro
artista, el cual sólo puede recrear lo creado por su maestro
deshaciéndolo de forma creativa e incorporadora, no
destruyéndolo. Si lo destruyera no podría incorporarlo, pero si no
lo retomase desde sí mismo, desde su libertad creadora,
18 7
tampoco. En el primer caso sólo habría vandalismo, en el
segundo plagio. Lo que evita el vandalismo y el plagio es la
paciencia: en ella hemos de buscar las grandes tradiciones
creadoras.

Los dos halcones

Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los


entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasando
unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los
halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no
sabía que le sucedía, no se había movido de la rama desde el día
de su llegada al palacio, a tal punto que había que llevarle el
alimento hasta allí. El rey mandó llamar a curanderos y sanadores
de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar el ave. Encargó
entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el
pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus
súbditos y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente
en los jardines. "Traedme al autor de ese milagro", dijo.
Enseguida le presentaron a un campesino. "¿Tú hiciste volar al
halcón? ¿Cómo lo lograste? ¿Eres mago, acaso?" Aquel hombre
contestó: "Alteza, lo único que tuve que hacer es cortar la rama.
El pájaro se dio cuenta que tenía alas y tuvo que empezar a
volar."

Más de lo que me sentía capaz

Este verano he hecho mucho más de lo que me sentía capaz:


amar de verdad. Los que me conocen creen que soy una persona
muy positiva, que a todo le saco su lado bueno, que no me caigo
fácilmente. Puede que sea cierto y que lo que hago no es más
que guiñarle a la vida un ojo y esperar a ver cómo van las cosas.
Pero este verano he hecho más de lo que yo me sentía capaz y
he dejado a un lado creencias y sobre todo he dejado atrás eso
que muchas veces todos hemos sentido alguna vez: no somos el
centro del mundo y por supuesto que la tierra no gira a nuestro
7 19
alrededor.
He estado de voluntaria en un centro de enfermos de sida,
drogadictos rehabilitándose y reclusos. Para sorpresa mía he sido
feliz, he ayudado a ser feliz y he comprendido que jamás se
puede dejar de apostar por la gente, sea cual sea su pasado ni su
presente y ni siquiera si su futuro es dudoso.
He convivido con personas que han pasado muchos de sus días
en las peores cárceles de España y créanme si les digo que me
han ofrecido mucho más de lo que la gente de mi clase o colegio
o ciudad o familia lo ha hecho nunca. Créanme si les digo que la
mayoría de ellos tienen los días contados pero se levantan cada
mañana con un entusiasmo y una sonrisa que yo admiro, respeto
y envidio, y no es fácil vivir sabiendo que tu vida se consume y
que te quedan pocos capítulos que pasar.
Es duro ver cómo sufren por una vida mejor todos aquellos que
se están "quitando" y saber que cuando lo hagan no existe una
sociedad capaz de aceptarles de nuevo, ni capaz ni preparada y
que cuando salgan de ahí no tendrán dónde ir ni nadie que les
estreche en sus brazos. Es duro verles así y más duro es saber
que ellos lo saben. He cambiado pañales, he duchado, limpiado,
cocinado,... pero sobre todo he disfrutado, he dado lo mejor de mí
misma y lo he hecho con la certeza de que todas mis sonrisas
han sido agradecidas y devueltas, que mis abrazos y mi cariño
han sido respetados y han fomentado más cariño aún. He
encontrado a bellísimas personas que la vida les ha llevado por el
camino equivocado y que en muchas ocasiones ellos no han
sabido esquivarlo.
He convivido con PERSONAS, algo que normalmente escasea. Si
ustedes quieren juzgar a todos aquéllos que han salido de la
cárcel, o que son gays, prostitutas, transexuales, drogadictos o
enfermos de sida, que sepan que dentro de cada una de ellos
existe una persona que merece las mismas oportunidades, el
mismo respeto y dignidad que cualquiera de nosotros pero sobre
todo entiendan que no es el malo el que está entre barrotes sino
el que empuja, favorece y mueve los hilos para que alguien
cumpla condena en su lugar. (F. Saso, PUP, 28.IX.01).

20 7
Nadie triunfa solo

Durante el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nuremberg,


vivía una familia con 18 niños. Para poder poner pan en la mesa
para tal prole, el padre, y jefe de la familia, trabajaba casi 18
horas diarias en las minas de oro, y en cualquier otra cosa que se
presentara. A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían,
dos de los hijos de Albrecht Durer tenían un sueño. Ambos
querían desarrollar su talento para el arte, pero bien sabían que
su padre jamas podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la
Academia. Después de muchas noches de conversaciones
calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire
una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los
estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador
pagaría entonces los estudios al que quedara en casa, con las
ventas de sus obras, o como fuera necesario. Lanzaron al aire la
moneda un domingo al salir de la Iglesia. Albretch Durer gano y
se fue a estudiar a Nuremberg. Albert comenzó entonces el
peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los
próximos cuatro años, para sufragar los estudios de su hermano,
que desde el primer momento fue toda una sensación en la
Academia. Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos
llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus
profesores, y para el momento de su graduación, ya había
comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su
arte. Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durer
se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la
memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor
en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que
tanto se había sacrificado para hacer sus estudios una realidad.
Sus palabras finales fueron: "Y ahora, Albert, hermano mío, es tu
turno. Ahora puedes ir tú a Nuremberg a perseguir tus sueños,
que yo me haré cargo de ti." Todos los ojos se volvieron llenos de
expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba Albert, quien
tenia el rostro empapado en lagrimas, y movía de lado a lado la
cabeza mientras murmuraba una y otra vez "no... no... no...".
Finalmente, Albert se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por
7 21
un momento a cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió
luego a su hermano, y poniendo su mano en la mejilla de aquel le
dijo suavemente, "No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es
muy tarde para mí. Mira. Mira lo que cuatro años de trabajo en las
minas han hecho a mis manos. Cada hueso de mis manos se ha
roto al menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano
derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la
copa durante tu brindis... Mucho menos podría trabajar con
delicadas líneas el compás o el pergamino y no podría manejar la
pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde". Más de 450
años han pasado desde ese día. Hoy en día los grabados,

Albretch Durer
muchas
pinturas
pueden ser
vistas en
museos
alrededor de
todo el mundo.
Pero
seguramente
usted, como la
mayoría de las
personas, solo
recuerde uno.
Un día, para
rendir
homenaje al
sacrificio de su
hermano
Albert, Albretch
Durer dibujó
las manos
maltratadas de
su hermano,

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con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamo a
esta poderosa obra simplemente "manos", pero el mundo entero
abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el
nombre a la obra por el de "Manos que oran". La próxima vez que
vea una copia de esa creación, mírela bien. Permita que le sirva
de recordatorio, si es que lo necesita, de que nunca nadie triunfa
solo.

Milagro del Rosario en Hiroshima: del 6 de agosto de 1945

Durante la Segunda Guerra Mundial dos ciudades japonesas


fueron destruidas por bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki.
En Hiroshima, como resultado de la explosión, todas las casas en
un radio de aprox. 2.5 Km del epicentro fueron destruidas.
Quienes estaban dentro quedaron enterrados en las ruinas. Los
que estaban fuera fueron quemados.
En medio de aquella tragedia, una pequeña comunidad de
Padres Jesuitas vivía junto a la iglesia parroquial, a solamente
ocho cuadras (aprox. 1Km) del epicentro de la bomba. Eran
misioneros alemanes sirviendo al pueblo japonés. Como los
alemanes eran aliados de los japoneses, les habían permitido
quedarse.
La iglesia junto a la casa de los jesuitas quedó destruida, pero su
residencia quedó en pié y los miembros de la pequeña
comunidad jesuita sobrevivieron. No tuvieron efectos posteriores
por la radiación, ni pérdida del oido, ni ningúna otra enfermedad o
efecto.
El Padre Hubert Schiffer fue uno de los jesuitas en Hiroshima.
Tenía 30 años cuando explotó la bomba atómica en esa ciudad y
vivió otros 33 años mas de buena salud. El narró sus
experiencias en Hiroshima durante el Congreso Eucarístico que
se llevó a cabo en Filadelfia (EU) en 1976. En ese entonces, los
ocho miembros de la comunidad Jesuita estaban todavía vivos.
El Padre Schiffer fue examinado e interrogado por más de 200
científicos que fueron incapaces de explicar como él y sus
compañeros habían sobrevivido. El lo atribuyó a la protección de
la Virgen María y dijo: "Yo estaba en medio de la explosión
atómica... y estoy aquí todavía, vivo y a salvo. No fui derribado
por su destrucción."
Además, el Padre Shiffer mantuvo que durante varios años,
cientos de expertos e investigadores estudiaron las razones
7 23
científicas del porqué la casa, tan cerca de la explosión atómica,
no fue afectada. El explicó que en esa casa hubo una sola cosa
diferente: "Rezábamos el rosario diariamente en esa casa".
En la otra ciudad devastada por la bomba atómica, Nagasaki, San
Maximiliano Kolbe había establecido un convento franciscano que
también quedó intacto, los hermanos protegidos gracias a la
protección de la Virgen. Allí ellos también rezaban diariamente el
santo rosario.

FR. SCHIFFER OF HIROSHIMA


by Fr. Paul Ruge, O.F.M.I.

Una misionera en África: Confianza en Dios

A mí me encantan los niños y disfruto mucho estando y


conversando con ellos. Tal vez también a ti te suceda algo igual.
Y la razón es muy simple: porque nos fascina su sencillez, su
inocencia, su bondad natural, la transparencia de su alma, su
pureza y su candor. Casi todos los niños son así. Aunque algunos
sean un poco más pícaros, poseen un alma noble y son muy
sensibles ante lo grande y lo bello. Te quiero contar hoy una
historia para que veas la grandeza de la fe, la inocencia y el
candor de los pequeños.
Una noche yo había trabajado mucho ayudando a una madre en
su parto. Pero, a pesar de todo lo que hicimos, murió la madre
dejándonos un bebé prematuro y una hija de dos años. Nos iba a
resultar difícil mantener el bebé con vida porque no teníamos
incubadora –¡no había electricidad para hacerla funcionar!–, ni
facilidades especiales para alimentarlo. Aunque vivíamos en el
Ecuador africano, las noches frecuentemente eran frías y con
vientos traicioneros.
Una estudiante de partera fue a buscar una cuna que teníamos
para tales bebés, y la manta de lana con la que lo arroparíamos.
Otra fue a llenar la bolsa de agua caliente. Volvió enseguida
diciéndome irritada que, al llenar la bolsa, había reventado. La
goma se deteriora fácilmente en el clima tropical. –"¡Era la última
bolsa que nos quedaba! –exclamó–; y no hay farmacias en los
senderos del bosque". –"Muy bien –dije–; pongan al bebé lo más
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cerca posible del fuego y duerman entre él y el viento para
protegerlo. Su trabajo es mantener al bebé abrigado".
Al mediodía siguiente, como hago muchas veces, fui a orar con
los niños del orfanato que se querían reunir conmigo. Les sugerí a
los niños varias intenciones para su oración y les hablé del bebé
prematuro. Les conté el problema que teníamos para mantenerlo
abrigado, pues se había roto la bolsa de agua caliente y el bebé
se podía morir fácilmente si cogía frío. También les dije que su
hermanita de dos años estaba llorando porque su mamá había
muerto. Ruth, una niña de 10 años, oró con la acostumbrada
seguridad consciente de los niños africanos: –"Por favor, Dios
mándanos una bolsa de agua caliente. Mañana no servirá porque
el bebé ya estará muerto. Por eso, Dios, mándala esta tarde".
Mientras yo contenía el aliento por la audacia de su oración, la
niña agregó: –"Y mientras te encargas de ello, ¿podrías mandar
una muñeca para su hermana pequeña, y así pueda ver que tú la
amas realmente?"
Con frecuencia las oraciones de los chicos me ponen en
evidencia. No creía que Dios pudiese hacerlo. Sí, claro, sé que Él
puede hacer cualquier cosa. Pero hay límites, ¿no? Y yo tenía
algunos grandes "peros". La única forma en la que Dios podía
responder a esta oración en particular, era enviándome un
paquete de mi tierra natal. Yo llevaba en Africa casi cuatro años y
nunca jamás recibí un paquete de mi casa. De todas maneras, si
alguien llegara a mandar alguno, ¿quién iba a poner una bolsa de
agua caliente?
A media tarde, cuando estaba enseñando en la escuela de
enfermeras, me avisaron que había llegado un auto a la puerta de
mi casa. Cuando llegué, el auto ya se había ido, pero en la puerta
había un enorme paquete de once kilos. Se me llenaron los ojos
de lágrimas. Por supuesto, no iba a abrir el paquete yo sola. Así
que invité a los chicos del orfanato a que juntos lo abriéramos. La
emoción iba en aumento. Treinta o cuarenta pares de ojos
estaban enfocados en la gran caja. Había vendas para los
pacientes del leprosario. Luego saqué una caja con pasas de
uvas variadas. Eso serviría para hacer una buena horneada de
panecitos el fin de semana. Volví a meter la mano y sentí... ¿sería
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posible? La agarré y la saqué... ¡Sí, era una bolsa de agua
caliente nueva!
Lloré... Yo no le había pedido a Dios que mandase una bolsa de
agua caliente, ni siquiera creía que Él podía hacerlo. Ruth estaba
sentada en la primera fila, y se abalanzó gritando: –"¡Si Dios
mandó la bolsa, también tuvo que mandar la muñeca!". Escarbé
el fondo de la caja y saqué una hermosa muñequita. A Ruth le
brillaban los ojos. Ella nunca había dudado. Me miró y dijo: –
"¿Puedo ir contigo a entregarle la muñeca a la niñita para que
sepa que Dios la ama de verdad?”
Ese paquete había estado en camino por cinco meses. Le había
preparado mi antigua profesora de religión, quien había
escuchado y obedecido la voz de Dios mucho antes de que
sucedieran las cosas, y fue Él quien la impulsó a mandarme la
bolsa de agua caliente, a pesar de estar yo en el Ecuador
africano. Y una de las niñas había puesto una muñequita para
alguna niñita africana cinco meses antes, en respuesta a la
oración llena de fe de una niña de diez años que la había pedido
para esa misma tarde.

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