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Profundo amante de las letras y la literatura, dedicaba al estudio todas las horas libres
que le dejaba la universidad. Leía y estudiaba todo libro que caía en sus manos,
especialmente los de autores antiguos, que lo cautivaban no precisamente por la
perfección de la forma sino por su gran sentido de la sencillez y la verdad. Entregado a
estos estudios, tomó en sus manos también el Nuevo Testamento y se adentró en él
para nutrirse con las Epístolas de los Apóstoles.
Fue invitado en mayo de 1879 por el Excmo. Sr. Obispo de Cuenca, Dr. Remigio
Esteves de Toral al Sacerdocio, esto se da el 21 de febrero de 1880, donde es
sacerdote. La Autoridad Eclesiástica le nombra entonces Prefecto de Piedad del
Seminario de Cuenca, que llega con él a tocar el vértice de su edad de oro.
En abril de 1881 vuelve a ser invitado por el Excmo. Sr. Toral a una insólita empresa,
la de fundar en Cuenca un nuevo instituto religioso. Representó al pueblo Cuencano
en el congreso desde 1884 hasta 1895, fundó las congregaciones de Misioneros
Oblatos el 6 de octubre de 1884 y de Religiosas Oblatas el 8 de abril de 1892.
Ningún tribuno, de los muchos notables, que hicieron honor a dichas Asambleas,
igualó jamás al ilustre Sacerdote parlamentario. Promovió y dirigió la reunión del
Primer Congreso Eucarístico Nacional de junio de 1886, acontecimiento religioso
inmenso que llenó de fe a la República y la inflamó en el amor a nuestro Señor
Jesucristo.
Otra de las conclusiones fue la enseñanza de la doctrina cristiana y que tome auge el
Apostolado de la Oración, las Cofradías de San Vicente de Paúl, los círculos católicos
de jóvenes. El Congreso terminó con el juramento solemne de todos los miembros de
no afiliarse a la masonería ni a ninguna secta reprobada por la Iglesia.