Está en la página 1de 106

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

Apoya a los autores adquiriendo sus libros


Hacía años que no veía a mi amiga McKenzie, por eso me
sorprendió recibir una invitación a su boda, y aún más ver que
quería que fuera una de sus damas de honor. Cuando llegué,
me encontré cara a cara con Grant, un espectro de mi pasado,
un tipo al que no esperaba volver a ver.

Me han tendido una trampa. Y gracias al vergonzoso pasado


que compartimos, quiero dar media vuelta y huir. Pero estoy
atrapada aquí mientras dure la boda y me veo obligada a
compartir habitación de hotel con él. Aun así, hay algo en este
rudamente apuesto chico malo que me tiene intrigada, y siento
que me estoy volviendo loca. He venido a ayudar en una boda,
no a enamorarme.
Prologo
Allie
Hace siete años

—Simplemente admítelo, Allie, piensas que es caliente —dice


McKenzie desde el lado izquierdo de mí mientras caminamos a
casa desde la escuela.

—Ella totalmente piensa que él es caliente —se ríe Samantha


desde el otro lado de mí. —Mira cómo se está sonrojando.

—¿Quieren detenerse? —pregunto, tratando de no sonar


demasiado quejosa, pero me han estado molestando desde que
empezamos a caminar. Y tampoco es el primer día que lo hacen.

El tipo del que hablan es Grant, y estamos a punto de pasar


por delante del taller donde trabaja Grant. Pasamos por delante
todos los días que volvemos a casa, pero hace poco que las chicas
me hacen pasar un mal rato por el supuesto enamoramiento que
tengo con él, y no sé muy bien por qué.
Quizá sea porque hace tres días Grant miró hacia aquí y nos
vio, o a mí, como les gusta decir a ellas. Normalmente tiene la
cabeza metida bajo el capó de un coche o una camioneta o está
trabajando en algo y no nos presta atención mientras pasamos,
pero el martes se giró y nos miró al pasar, y ahora las chicas no
dejan de molestarme al respecto, porque según ellas, ahora está
masivamente enamorado de mí.

—Tú eres la que tiene que detenerse, Allie —dice McKenzie.


—¡Deja de ser tan cobarde!

—En serio —concuerda Samantha. —Vimos cómo te miraba


el otro día.

—Oh, ya basta —respondo, pero no puedo evitar las


mariposas que empiezan a hacer tornados en mi vientre. No hay
nada que pueda hacer contra ellas. Seguimos caminando, y el
taller de Grant está cada vez más cerca. En menos de un minuto,
va a estar a nuestra izquierda, y voy a luchar contra el impulso
de mirar hacia allí para ver qué está haciendo. Es simplemente
tan apuesto.

—Ella no tiene una cita para el baile del viernes, ¿verdad,


Samantha? —pregunta McKenzie. Oigo el tono pícaro en su voz e
inmediatamente sé lo que está tramando.

—Ni empieces.

—No, no lo tiene, McKenzie... —responde Samantha,


devolviéndole la sonrisa. —¿Estás pensando lo mismo que yo?
McKenzie asiente. —Definitivamente.

Las mariposas de mi estómago revolotean como locas. Desde


donde estamos ahora, puedo ver el taller de Grant e incluso oír el
ruido de las herramientas desde dentro.

—Están locas —digo. —¿Quieren que le pida a Grant ir al


baile?

—¿Por qué no? —pregunta McKenzie. —Lo viste mirándote.


Obviamente piensa que eres linda.

—¿Obviamente?

McKenzie me agarra del brazo y empieza a acercarme al


taller. Una presión empieza a formarse en la base de mi garganta
como si tuviera ganas de vomitar, así de nerviosa me estoy
poniendo mientras caminamos.

—Y ya sabes que siempre se ve mucho más cool la chica que


aparece con el chico que no va a la misma escuela, ¿verdad? —
pregunta Samantha.

—¡Él ni siquiera va a la escuela, chicas! —respondo con la


voz temblorosa. —¡Se ha graduado!

Ahora puedo verlo, de pie en la entrada, inclinado sobre un


sedán granate, con el pelo cubriéndole parcialmente la cara. Es
grande y fuerte y está cubierto de ropa grasienta. Se ve como si
pudiera ganarle a cualquiera de los chicos de mi clase. No,
definitivamente podría. Los aplastaría a todos como insectos.
—Vamos, Allie —dice McKenzie, empujándome hacia
adelante. —Pregúntale. Definitivamente dirá que sí.

—¿De verdad lo creen? —pregunto, girándome hacia atrás


para mirarlas a las dos.

Sin dudarlo, las dos asienten y me hacen señas para que


avance. Creo que nunca he estado tan nerviosa por algo en mi
vida.

—Yo se lo pediría —dice Samantha. —Pero no me estaba


mirando a mí. ¿Tú no lo harías, McKenzie?

De nuevo, McKenzie asiente. —Claro que lo haría —responde.


—Pero te estaba mirando a ti, Allie.

Ahora sí que empiezo a alucinar. Esto no pasa nunca. De las


tres de nuestro grupo de amigas, McKenzie siempre ha sido la
más bonita, luego Samantha y por último yo. Nunca he llamado
la atención de los chicos. Así que la idea de que Grant, un chico
mayor que ni siquiera va a nuestra escuela, me preste atención,
es una locura.

—Está bien, pero no hay manera de que me diga que sí,


chicas —me quejo. —Es mucho mayor que nosotras. Tiene un
trabajo de verdad y esas cosas.

—¿Y qué? —resopla McKenzie. —A los chicos les encantan


las chicas más jóvenes. ¿Verdad, Sam?

—Totalmente —ríe Samantha.


Grant levanta la vista de lo que sea que esté haciendo con el
coche en el que está trabajando. Agarra un trapo, se limpia las
manos y se gira para mirarnos. Por un breve segundo, nuestras
miradas se cruzan y él sonríe, apenas, pero lo suficiente para que
se note.

—¡Vamos! —me sisea McKenzie al oído mientras me empuja


con el brazo en la parte baja de la espalda. —¡Ve a preguntarle
ahora!

Avanzo a trompicones, intentando no parecer una imbécil


mientras camino hacia él.

Es realmente tan apuesto. ¿Qué hace trabajando aquí y no


actuando en películas o algo así? Todas las chicas de mi escuela
tendrían un póster en la pared si hicieran uno de él.

Mi corazón se acelera a medida que me acerco. Mi nariz se


llena de los olores del taller, que son bastante horribles en
realidad, pero apenas los noto mientras me acerco a Grant, que
me mira desde arriba. Hasta ahora no me había dado cuenta de
lo alto que es, pero se eleva sobre mí como un gigante y sus
brillantes ojos verdes me miran.

—Hola —me dice. Su voz es profunda y fuerte.

—Um... hola —consigo decir.

—¿Cómo te llamas? —me pregunta.


—A-Allie. —Genial. Estoy tartamudeando. Y para empeorar
las cosas, puedo oír a Samantha y McKenzie riéndose detrás de
mí.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti, Allie...?

—¿Te gustaría ser mi cita para el baile del viernes?

Me doy cuenta de que aún no he sido educada ni le he


preguntado su nombre, pero se lo suelto. Tengo que hacerlo o
nunca se lo preguntaré.

Me mira extrañado un segundo, ladea la cabeza y luego


pregunta: —¿Cuántos años tienes, Allie?

—Doce.

Grant frunce los labios y asiente lentamente. Uno de los


hombres que trabajan en el taller detrás de él se ríe, pero Grant
le hace un gesto con la mano. —Doce —repite Grant. —¿Sabes
cuántos años tengo, Allie?

Niego lentamente con la cabeza. —No.

—Bueno, pues yo tengo diecinueve, Allie —responde. —No


creo que sea... apropiado que vaya al baile contigo.

Mi corazón se hunde como un camión que va directo a un


río. Oigo las risitas de McKenzie y Samantha detrás de mí. Grant
las mira, se acerca a mí y susurra: —Creo que alguien te está
jugando una broma, Allie.
Asiento con la cabeza, dándome cuenta de lo que ha pasado.
—Sí. Sí, creo que tienes razón.

—Pero no te preocupes —dice, inclinándose hacia mí de un


modo amable y amistoso. —No te preocupes, Allie. Si tuvieras mi
edad, estaría encantado de ir a un baile contigo.

—Gracias —digo, bajando la cabeza. Sintiéndome


completamente desinflada, me doy la vuelta y me alejo de él.

—¿Y qué ha dicho? —se ríe McKenzie, pero yo sigo


caminando junto a ella y Samantha y continúo mi camino a casa,
ignorándolas mientras se quedan atrás, riéndose todavía de su
pequeña broma.

—¿Van a bailar lentamente juntos? —me grita Samantha.

¿Cómo he podido ser tan estúpida? Bueno, al menos hoy he


aprendido una valiosa lección. Una valiosa lección sobre la
confianza y dónde depositarla.
Capítulo 1
Allie
Siete años después

Miro la invitación de boda que tengo en la mano. Una parte


de mí, una parte muy grande, no se lo puede creer.

—Está usted cordialmente invitada... —murmuro.

—Vas a ir, ¿verdad? —pregunta mi compañera de piso Trish


por tercera vez. Por alguna razón, a Trish le entusiasman mucho
las bodas y está celosa de que a mí me inviten a una y a ella no.

—No lo sé —respondo. —Es la boda de McKenzie.

—¿Y?

—Y McKenzie es... —Mi voz se entrecorta y tuerzo los labios


hacia un lado. —Digamos que ella y yo tenemos una historia un
poco extraña. Ni siquiera estoy segura de por qué me invita, para
ser sincera.

—Oh, vamos —se mofa Trish. —¡Quiere que seas dama de


honor!

—¡Lo sé! —le contesto. —¡Por eso creo que es un truco o algo
así!.

Tiro la invitación a un lado y me dejo caer en la cama mirando


al techo. Trish va, la agarra y la mira. —¿Un truco? Anda, ¿de
qué estás hablando?

—Bueno, déjame que te hable de un chico caliente llamado


Grant.

Le cuento rápidamente la bromita que ella y Samantha me


jugaron en la escuela secundaria. Cuando termino, veo
comprensión en sus ojos. Deja la invitación sobre mi mesa y se
sienta.

—Oh —dice rotundamente.

—Sí, exacto. —Asiento con la cabeza. —Oh. Digamos que ese


suceso mermó seriamente mi capacidad de confiar en la gente
después de aquello.

—Entiendo por qué —responde Trish. —¿Es por eso que...?

—¿Aún no he tenido novio? —pregunto, terminando su frase.


—Sí. Más o menos por eso.
De repente, llaman a la puerta. Miro a Trish, pero ella se
encoge de hombros y me mira. Sacudo la cabeza, me levanto,
abro la puerta y me encuentro con un repartidor que lleva algo
muy largo en una mano y una tablet en la otra.

—¿Allie Wilson? —pregunta.

—Um... ¿sí?

—Entrega para usted —responde, tendiéndome la tablet. —


Si pudiera firmar aquí.

—¿Tengo una entrega?

—Firme aquí, por favor —me dice, claramente apurado. Hago


lo que me dice y garabateo algo, y él me entrega rápidamente lo
que sea que tiene en la mano sujeto a una percha. —Gracias. Que
tenga un buen día.

Y sin más, se va.

Vuelvo a mi dormitorio y miro lo que tengo en la mano. No


pesa demasiado, pero está cubierto por una cremallera negra que
lo envuelve.

—¿Qué es eso? —me pregunta Trish mientras lo cuelgo sobre


la puerta.

—Yo... no lo sé —admito.

—¡Dios mío, apuesto a que lo sé! —dice dándome un


empujoncito. Le frunzo el ceño y abro la cremallera.
Las dos jadeamos al mismo tiempo.

Dentro está el vestido más bonito que jamás hayamos visto.


Es de un tono rosa más oscuro que se ve como si fuera a fluir
perfectamente, ni demasiado ajustado ni demasiado holgado. No
es brillante, pero tampoco aburrido. Está justo en el medio, e
instantáneamente sé lo que es.

—Un vestido de dama de honor —decimos las dos al unísono.

—¡Sí! Ella realmente no te está dando opción —se ríe Trish.

—Te dije que ella tenía trucos, ¿no?

Extiendo la mano y agarro un poco de la tela entre los dedos.


Es muy delicada y, sin duda, más agradable que cualquier otra
cosa que me haya puesto en el cuerpo. Si esto es lo que ha
comprado para las damas de honor, no puedo imaginarme lo que
ella llevará como vestido.

—Han pasado siete años, Allie —dice Trish. —No puedes


pensar que todavía intenta jugarte una broma.

—No sé...

—Te diré algo —dice Trish, interponiéndose entre el vestido y


yo. —Si tú no quieres ir a la boda, entonces yo iré en tu lugar.

—¿Qué dices? —pregunto, casi soltando una carcajada.

—Somos casi de la misma talla. Seguro que me queda bien.


Me encantaría arreglarme e ir a una boda. Tú no quieres ir. Todos
salimos ganando. —Me mira con las cejas levantadas y una
sonrisa en la cara, y una parte de mí quiere decir que sí a su
ridícula sugerencia.

Pero otra parte de mí quiere saber qué se trae McKenzie entre


manos y por qué me ha invitado a su boda. Fuimos amigas
durante la escuela secundaria... más o menos. Ni mejores amigas
ni nada, al menos en lo que a mí respecta. Entonces, ¿acaso
necesita más gente para completar su fiesta de bodas? ¿O está
intentando jugarme otra broma cruel?

—No —respondo y veo cómo se le cae la cara a Trish. —Voy


a ir.

—¿En serio? —pregunta.

—Sí. —Asiento con la cabeza, hojeando la tela del vestido de


dama de honor. —De hecho, quiero saber por qué me han
invitado a esta cosa. Necesito saber qué es lo que está tramando
McKenzie.
Capítulo 2
Allie

Esta es una mala idea. Siempre he sido una chica curiosa,


pero esto es demasiado. Ir a ser parte de la boda de McKenzie sólo
para averiguar por qué estoy siendo invitada es un poco ridículo.
Podría haber otra broma absurda esperándome, y podría estar
cayendo en ella.

O, por otro lado, McKenzie podría estar teniendo uno de esos


momentos de la vida en que te das cuenta de que es hora de
crecer y convertirte en una mejor persona y compensar las cosas
de mierda que has hecho en tu vida. Ella es dos años mayor que
yo, después de todo.

Eso es lo que decido creer mientras llego al increíble lugar


que ha conseguido alquilar para su boda durante los próximos
tres días. Es una vieja y enorme mansión que una rica familia
americana poseyó en otros tiempos y que, en algún momento,
uno de sus estúpidos hijos se vió obligado a abrir al público para
eventos como éste luego de malgastar todo su dinero.
Me detengo y voy a estacionar, pero me recibe un
aparcacoches que se ofrece a tomar mis llaves y estacionar mi
coche por mí. —Puedo hacerlo por usted, señorita —me dice con
una sonrisa. Lleva traje negro y corbata, y de repente me siento
como si fuera un miembro de la aristocracia. Mi madre trabaja
de camarera y mi padre en la construcción y el paisajismo, así
que ya me estoy sintiendo fuera de lugar.

—Oh, um... de acuerdo —digo mientras agarro mi bolso y


salgo. Tomo mi maleta y el vestido de la parte de atrás y camino
hacia la parte delantera de la casa mientras él se marcha.

Me siento como si hubiera entrado en otro mundo o algo así.


Cuando entro por la puerta principal, un montón de gente se
arremolina a mi alrededor. No reconozco a ninguno a primera
vista, excepto a McKenzie, que es el centro de atención con una
copa de champán en la mano y parece que se lo está pasando
mejor que nunca.

No se da cuenta de mi presencia y tengo que arrastrar el


vestido y la maleta hasta el círculo que la rodea y hacer todo lo
posible por llamar su atención.

—Tuve mucha suerte de conseguir este lugar —le dice a la


mujer que está a su lado. —Pensé que Charles y yo íbamos a
tener que buscar en otro sitio o incluso esperar. ¿Te lo imaginas?
—Por fin me ve, y sus ojos se abren de par en par como si hubiera
visto un fantasma. Todos a su alrededor se giran y también me
miran, lo que me hace sentir más incómoda de lo que recuerdo
haberme sentido nunca, pero hago lo que puedo para forzar una
sonrisa y saludar con la mano.

—¡Hola, McKenzie!

—¿Allie? —pregunta, casi como si no pudiera creer que estoy


aquí. —¿Eres tú?

—Um... ¿sí? —Me encojo de hombros. No sudes. No sudes.

McKenzie se abre paso entre la multitud, sus ojos fijos en mí.


—¿Qué estás haciendo tú aquí, pequeña bribona?

—Bueno, tengo una invitación... —Dios, esto ya es tortuoso.

—¡Oh, sólo estoy bromeando! —Se ríe, agitando una mano


mientras me rodea con un brazo. —Me alegro mucho de que hayas
venido. Ya veo que tienes tu vestido.

Me quito un gran peso de encima y respiro hondo. —Sí, lo


tengo. Es precioso, Kenz. Tan hermoso.

—Lo sé, ¿verdad? Espera a ver mi vestido. —Sonríe, dando


un sorbo a su champán. —Vamos a buscarte una copa. ¿Quieres
una copa?

—Oh, no puedo —respondo. —Sólo tengo diecinueve años.


¿Recuerdas?

McKenzie agita una mano desdeñosa en el aire mientras


chasquea los dedos y un camarero con una bandeja de copas de
champán se acerca a nosotras. Agarra una y me la da. —Relájate,
Allie. Es mi boda. Nadie va a llamar a la policía por menores
bebiendo.

Se ríe, así que finjo una carcajada e intento encontrar la


manera de tomar la copa de sus manos, teniendo en cuenta todas
las demás cosas que llevo encima.

—Vamos —me dice. —Deja que te muestre tu habitación.

Tengo que admitir que la casa es absolutamente preciosa.


Suelos y paneles de madera por todas partes, lámparas de araña,
barandillas y cuadros enormes. Es tan lujosa. No puedo ni
imaginar lo que la familia de McKenzie pagará por alquilar este
lugar, pero por lo que he oído, su prometido, Charlie, es un tipo
muy rico que trabaja en tecnología o algo así.

La sigo hasta el segundo piso y cruzo un pasillo a la


izquierda, donde hay filas y filas de puertas como en un gran
hotel. Me lleva hasta la penúltima a la derecha y se apoya en la
pared de al lado.

—Desgraciadamente, no tenemos mucho espacio —me dice.


—Pero sé que vives en un dormitorio en la universidad, así que
no tendrás mucho problema en compartir por unos días,
¿verdad?

—No, no hay problema —digo con una sonrisa.

McKenzie sonríe y asiente. —Estupendo. Te lo agradezco


mucho.
—Por supuesto —le respondo. Todavía estoy bastante
nerviosa por todo esto, pero estoy dando una buena imagen
porque quiero llegar al fondo de todo, como por ejemplo por qué
estoy en la fiesta nupcial y por qué McKenzie siquiera me invitó
en primer lugar.

—Eres muy dulce —me dice, tomando mi mano y dándome


un apretón. —Bueno, esta es tu habitación. Dejaré que tú y tú
temporal compañero de habitación se familiaricen. La novia no
puede estar fuera mucho tiempo. Ya me entiendes.

—Claro, está bien —digo, forzando otra sonrisa.

—Estupendo. Hasta luego. Tenemos muchas cosas


planeadas.

—Hasta luego, Kenz.

McKenzie me saluda con la mano, se da la vuelta y se marcha


por el pasillo. Ni siquiera espero a que se vaya para agarrar el
pomo de la puerta, girarlo y empujarla.

La habitación es increíble, mucho más bonita que mi


dormitorio en la universidad, pero no me sorprende. Quienquiera
que se suponga que es mi compañero de habitación no parece
estar aquí, así que me dirijo a dejar mis cosas sobre la cama
abierta e intento aclarar mis ideas respirando hondo un par de
veces.
No estoy más cerca de averiguar por qué estoy aquí o qué
trama McKenzie que cuando llegué, pero acabo de llegar. Aún hay
tiempo.

Entonces oigo el sonido de un grifo que sale de una puerta


en la que no había reparado antes. Al parecer, hay un cuarto de
baño anexo a este dormitorio. Giro la cabeza y miro hacia la
puerta justo cuando se abre y sale mi compañero de piso. Y es
entonces cuando mi cabeza está a punto de estallar.

—Dios mío... —murmuro al verlo.

De pie, secándose las manos, con la camisa entreabierta y el


pelo mojado en la cara, está Grant.

Siete años mayor, un poco más robusto, con algunos tatuajes


más asomando por debajo del traje gris que lleva. Y está aún más
musculoso de lo que lo recordaba, pero sin duda es Grant.

Al instante se me corta la respiración y tengo que luchar para


que no se me caiga la mandíbula al suelo.

—Hola ahí —dice con una sonrisa. —¿Cómo estás, preciosa?


Capítulo 3
Grant

Delante de mí está la chica más preciosa que he visto en mi


vida. Lleva una falda larga negra y un top blanco con un solo
tirante que le pasa por el hombro izquierdo. Tiene un aire griego,
lo cual es apropiado por lo mucho que parece una diosa mientras
está de pie delante de mí.

—¿P-preciosa? —tartamudea, aclarándose la garganta. —


Yo... um... estoy bien. ¿Cómo estás tú?

—Estaba bien hace un minuto. Pero ahora estoy mucho


mejor. —Sonrío, extendiendo la mano. —Me llamo Grant. ¿Y tú
eres?

La belleza impresionante abre la boca para hablar, pero luego


se detiene como si acabara de pensar en algo. —¿Mi nombre? —
pregunta.

—Así es. —Asiento con la cabeza.


Ladea la cabeza y añade una adorable expresión de confusión
a su rostro. —¿No me reconoces?

—¿Debería? —pregunto, de repente intrigado. —Mierda, no


nos enrollamos, ¿verdad? No fue en el viaje a Hawai, ¿verdad? Si
fue así, te pido disculpas. Creo que Jeremiah puso algo en mi
bebida y...

—No —se ríe. —No estuve en Hawai. No conozco a Jeremiah.

—De acuerdo, bien —suspiro, aliviado. —Me habría sentido


fatal si hubiera sido así.

—No, no te preocupes. —La preciosa chica sonríe. Nos


quedamos mirándonos un momento. Su belleza es cautivadora.
—Nos conocimos hace mucho tiempo.

—¿Sí? ¿Hace un par de años?

—Un poco más que eso... —dice, moviendo lentamente la


cabeza en un círculo que termina con una sonrisa un poco torpe
y un poco de rubor en las mejillas.

—¿Hace más de un par de años? —pienso, pero no la


reconozco en absoluto. Ella asiente. —Esto es raro porque te
reconocería si nos hubiéramos visto antes. ¿Estás tomándome el
pelo?

Menea la cabeza. —No te estoy tomando el pelo.

—¿Estás segura?

—Estoy segura.
Frunzo el ceño y rebusco en mis recuerdos, intentando
averiguar en qué lugar del mundo podría haber conocido antes a
esta belleza, pero no encuentro absolutamente nada. ¿Estoy
sufriendo algún tipo de amnesia temporal? ¿O demencia precoz?

—Me estás tomando el pelo —digo finalmente. —Es lo único


que tiene sentido.

Por alguna razón, eso hace que la chica que está delante de
mí suelte una carcajada. Niega con la cabeza. —No, te prometo
que no —dice. —Nos hemos visto antes, y fue... bastante
embarazoso para mí.

—¿Embarazoso para ti? —le respondo. —Bien, ahora estoy


realmente confundido.

La chica respira hondo y suelta el aire. Cierra los ojos,


viéndose más linda que nunca. Ahora hay algo familiar en ella,
pero aún no puedo precisarlo.

—Allie —dice. —Me llamo Allie.

—Allie... —digo lentamente.

—Tenía... doce años —dice, sonando súper avergonzada. —


Mis amigas me desafiaron a que me acercara a ti mientras
estabas en el trabajo y te pidiera que fueras al baile conmigo.

En algún lugar de mi mente, el recuerdo suena como una


campana a lo lejos. —Sabes, creo que lo recuerdo —digo. —Pero
más o menos.
Allie sonríe y respira aliviada. —Bueno, gracias a Dios por
eso —se ríe. —¡Porque fue muy embarazoso!

—Tus amigas debieron de tener bastante sentido del humor


—digo. —Conseguir que me invitaras al baile por aquel entonces.

—Sí, bueno, supongo que la broma aún continúa —suspira


Allie, dejándose caer en la cama. —¿Quieres adivinar quién era
una de esas amigas?

Estoy embelesado con cada palabra que dice. Pero es


imposible que quiera decir lo que yo creo, ¿no?

—De ninguna manera —digo. Pero Allie se limita a enarcar


una ceja. —¿Quieres decir...?

—Sí, eso quiero decir. —Ella asiente.

—¿McKenzie? ¿McKenzie fue la que te desafió? —le pregunto.

—Ella y otra chica con la que ya no mantengo contacto —


responde. —Tampoco tenía una gran amistad con McKenzie, para
ser sincera. Esta invitación me tomó un poco por sorpresa.

—Wow —respondo. —Menuda historia.

Allie asiente. Sinceramente, no recuerdo con demasiada


claridad en mi mente todo aquel acontecimiento de cuando nos
conocimos, pero me cuesta creer que esta mujer deliciosamente
sexy que tengo ahora delante sea la misma chica de secundaria
que me invitó a su baile hace siete años. Es como esas fotos que
la gente cuelga en Internet de sus perros cuando son cachorros
y un año después, cuando ya han crecido, apenas los reconoces.

Su cara es absolutamente hermosa. ¿Cómo es que no es


modelo?

Su cuerpo es peligroso con todas esas curvas. Está


absolutamente devastadora con esa falda y ese top. Estoy
deseando ver cómo le queda el vestido de dama de honor. Pero,
por otro lado, prefiero verla sin él.

No para de jugar con la tela de la falda, retorciéndola entre el


pulgar y el índice. Y parece que también le tiemblan un poco las
piernas.

—¿Estás nerviosa, Allie? —le pregunto.

—¿Qué? No —se ríe, pero está claro que intenta mantener la


compostura por alguna razón.

—Allie —le digo, sentándome en la cama a su lado. Su aroma


me llega a la nariz y respiro hondo. —Sabes, hueles delicioso,
pero te ves aún más deliciosa.

—¿Qué? ¿Lo hago? —pregunta, con un ligero temblor en la


voz.

Me inclino más hacia ella y la rodeo con un brazo. —No sé


cuál fue la motivación de McKenzie para hacernos compartir
habitación. —Sonrío, mirándola directamente a sus hermosos
ojos marrones. —Pero me alegro de que lo hiciera.
Allie inspira profundamente, y siento en el centro del pecho
que definitivamente hay una razón por la que estoy aquí, en este
momento, con esta chica.

—G-Grant —tartamudea. —Creo que me he dejado algo en el


coche.

Llevo trabajando desde los catorce años, y reconozco las


mentiras cuando las oigo. Allie se levanta y se mueve
rápidamente hacia la puerta. Está alterada por alguna razón, y
quiere salir de aquí.

—Allie...

—Tengo que irme —dice, girando el pomo. —Te veo luego.

Tira de la puerta y sale al pasillo. Y así como así, se ha ido.


Capítulo 4
Allie

Siento que hay una buena posibilidad de que me dé un


ataque al corazón mientras camino rápidamente por el pasillo y
luego bajo las escaleras de vuelta a la primera planta. Puedo oír
la voz de McKenzie charlando con un montón de gente, y aunque
una gran parte de mí quiere enfrentarse a ella y preguntarle qué
demonios estaba pensando al ponerme junto a Grant en una
habitación, tampoco quiero hacerlo delante del público. Así que
giro a la derecha y salgo por la puerta principal, donde estoy más
o menos sola.

Ahí está de nuevo el aparcacoches, pero se limita a


saludarme con la cabeza. Le habrán dicho que deje en paz a los
huéspedes, gracias a Dios. Apoyo la espalda en uno de los postes,
cierro los ojos y respiro hondo.

Oigo el parloteo dentro de la casa y sigo sin poder evitar


preguntarme en qué estaría pensando McKenzie al invitarme aquí
y al ponerme en la misma habitación que Grant. ¿Podría estar
continuando una broma pesada de hace siete años? Eso sería
una locura, incluso para ella.

¿Y qué fue lo que pasó en la habitación? Grant realmente


estaba intentando ligar conmigo. Y si mis cálculos son correctos
-y nunca se me han dado bien las matemáticas-, Grant tiene
ahora veintisiete años, lo que le da un aire sexy de hombre mayor.

Ya era rudamente apuesto entonces, pero ahora lo es aún


más. Tiene unos penetrantes ojos verde esmeralda que, cada vez
que me miraban, parecía que me miraban directamente al alma.
Era como si estuviera allí mismo, en su taller, cuando yo tenía
doce años y él me negaba la invitación al baile del viernes.

¿Cómo es que conoce a McKenzie tan bien como para estar


en su boda? Esto tiene que ser una broma, ¿verdad? Tal vez todo
es parte de algún canal de YouTube loco o algo de lo que ambos
son parte.

Miro y la veo allí, sosteniendo su champán y riendo con el


resto de sus invitados, ninguno de los cuales conozco.

La cena. Tendré mis respuestas en la cena.

***
El salón de fiestas es el más elaborado y extravagante en el
que he estado nunca. La comida termina siendo más bien un
banquete, dispuesto en una mesa en la que se sienta más gente
de la que me apetece contar. Pero son muchas.

Espero como un agente secreto, escondida a la sombra de la


ensalada de frutas y de un enorme expositor de flores, esperando
mi momento. Entonces, cuando veo a McKenzie por fin sola
durante más de dos segundos, me pongo en acción.

—¡Eh, Kenz! —siseo. —¿Puedo hablar contigo un segundo?

—Oh, cielos, Allie —se ríe, llevándose una mano al pecho. —


¡Me has asustado! Sí, claro. Tengo un segundo. ¿Qué pasa?

La agarro de la muñeca y la alejo de la mesa hasta una de las


esquinas de la habitación. —¿Es esto una broma? —le pregunto
en voz baja.

—¿Qué es una broma? —pregunta McKenzie. —¿Esto? —


Hace un gesto con la mano en dirección al maravilloso decorado
de la cena. Rápidamente sacudo la cabeza.

—¡No, claro que no! —le digo. —¡Quiero decir, yo


compartiendo habitación con Grant!

—¡Oh! —McKenzie se ríe. —¿Por qué iba a ser una broma?

—Vamos, McKenzie —le digo, mirándola con dureza. —


Conoces nuestra historia mejor que nadie.

—Sí, ¿y? —Me mira estupefacta. Como si de verdad no


entendiera por qué le hago esta pregunta.
—¡Y es embarazoso! —gimo. —¡Mira, ahora mismo estoy
empezando a sonrojarme!

Puedo sentirlo en mis mejillas, pero eso no es todo. Todo mi


cuerpo empieza a calentarse cuando los recuerdos de aquel día
vuelven a inundarme y me envuelven como una manta
abrasadora.

—Vamos, Allie —se ríe McKenzie. —¡Fue hace siete años!

—¿Y qué?

—Entonces, ¿no crees que ya es hora de que lo superes? —


McKenzie me mira como esperaría que me mirara mi madre:
como si me estuviera enseñando una valiosa lección de vida o
algo así.

—Vamos, Kenz...

—Sigues pensando que es caliente, ¿verdad? —pregunta


como si fuera evidente. Pero por alguna razón, su pregunta se
retuerce en mi pecho como si me hubiera picado algo. De repente,
me siento más acalorada e incluso más ansiosa de lo que estaba
antes de que empezara esta conversación.

Ya no tengo doce años. Esto debería poder contestarlo


fácilmente, pero, por alguna razón, me resulta difícil. Pero, ¿por
qué?

—¿Allie? —me pregunta McKenzie de nuevo. —Hola, Allie,


¿hay alguien en casa?
—Lo siento —digo, sacudiendo la cabeza. —Estoy como en
blanco. ¿Cuál era la pregunta?

McKenzie mira por encima de mi hombro y sonríe. Estoy a


punto de girarme cuando siento una mano en mi cintura y oigo
una voz familiar.

—Ella quería saber si todavía me encuentras atractivo, Allie.


—Me giro rápidamente y veo a Grant de pie detrás de mí,
sonriéndome con esos hermosos ojos suyos. Mi interior se derrite
al instante, y cada parte de mi cuerpo empieza a arder. Estoy
segura de que hasta siento que los pechos se me hinchan.

No puedo ocultarlo. Hay una respuesta obvia que mi cuerpo


está diciendo por sí solo, pero no estoy segura de poder decirla.

Grant sonríe más ampliamente y deja que sus preciosos ojos


verdes recorran mi cuerpo. —¿Y bien, Allie?
Capítulo 5
Allie

Esta tiene que ser la cena más incómoda a la que he asistido,


lo cual es un gran inconveniente teniendo en cuenta lo elaborada
e increíble que es. Realmente me gustaría poder simplemente
abandonar por completo, pero teniendo en cuenta que es la boda
de McKenzie, que sería simplemente una locura grosera, incluso
si una parte de mí no es feliz con McKenzie en este momento.

Parece como si todo su movimiento con invitarme aquí a la


boda era conseguir que arreglar las cosas con Grant. Bueno, tal
vez 'arreglar las cosas' no es la forma correcta de decirlo, pero
juntarnos como una especie de agente secreto casamentera.
Definitivamente no podría haber visto esto venir cuando la
invitación y el vestido aparecieron en mi dormitorio, eso es
seguro.

McKenzie, por otro lado, parece estar pasándoselo en grande,


sentada en la cabecera de la mesa junto a su prometido, Charlie,
acaparando toda la atención. Pero mientras me siento aquí y miro
fijamente mi cola de langosta, de la que sólo he comido la mitad,
hago todo lo que puedo para evitar que mis ojos se desvíen a
través de la mesa hacia el asiento de Grant.

No sé si fue intencional o no, pero él está sentado casi


directamente frente a mí y es mucho más apuesto que el resto de
los hombres aquí. Es una locura lo mucho que destaca.

Básicamente, todas las otras chicas aquí esta noche han


estado lanzando miradas hacia él, incluidas las mujeres de la
familia de McKenzie. Es más apuesto que su prometido por un
kilómetro despejado.

—¿La langosta es de su agrado, señorita? —Levanto la vista


y veo a un camarero de pie justo detrás de mí, vestido regiamente,
mirando mi plato a medio comer.

—Oh, sí, está bien. Está buenísima —digo, tomando


rápidamente el cuchillo y el tenedor. —Lo siento. Voy a
terminarlo.

El camarero sonríe. —Avíseme si hay algo que pueda servirle.

—Gracias —le digo, devolviéndole la sonrisa.

Vuelvo rápidamente a terminarme la cola de langosta, que


estoy segura de que le costó una fortuna a la familia de McKenzie
y que tiene un sabor fantástico, mientras hago todo lo posible por
no mirar a Grant. Pero es casi imposible. Puedo sentirlo
mirándome desde el otro lado de la mesa.

Toda esta situación parece un sueño. Hice todo lo posible por


olvidarme por completo del encuentro que tuvimos hace siete
años. Por supuesto, pensé mucho en ello justo después de que
ocurriera, pero cuando cumplí trece años me juré a mí misma
que no había razón para seguir dándole vueltas, así que dejé de
pensar en ello por completo.

Pero ahora eso es imposible. Grant y yo nos hemos


reencontrado después de siete años y ahora somos compañeros
de habitación temporales. Y no sólo eso, parece que también le
gusto, lo cual es lo más irónico del mundo. Al menos, creo que
eso es ironía...

De postre, un suflé de frambuesa que engullo como una loca,


haciendo todo lo posible por no parecer una humana salvaje.
Cuando termino, me levanto de la mesa y sonrío amablemente a
McKenzie. Ni siquiera estoy segura de que lo vea, pero tengo que
salir de aquí.

Me siento mal por el chef que hizo todo esto. Estoy segura de
que trabajaron muy duro en la comida para que yo apenas la
probara, pero es como si mis papilas gustativas no funcionaran.
Todo lo que puedo pensar en este momento es Grant y cómo va a
ser el resto de este viaje.

Me apresuro a salir por la parte de atrás a un precioso jardín


con setos increíblemente bien cuidados y tomo asiento en el
porche. Puedo ver por qué McKenzie eligió este lugar. Es
realmente hermoso.

—Bonito lugar, ¿eh? —La voz de Grant detrás de mí me


sobresalta y me hace ponerme en pie de un salto. Me doy la vuelta
y lo veo imponente sobre mí. Sus ojos verdes recorren mi cuerpo,
deteniéndose un momento en mis pechos antes de continuar
hacia arriba.

Sí, no hay duda de que me estaba coqueteando en la


habitación. Definitivamente me desea, y no sé qué hacer con esa
información. Lentamente, empieza a caminar hacia mí.

—Sí, es bonito... —respondo lentamente.

—¿Tengo algo en la cara? —pregunta.

—¿Qué? —respondo. —N-no.

Se acerca a mí, me sujeta por la barbilla y me obliga a


mirarlo. —¿Estás segura, Allie?

—S-sí —tartamudeo como una idiota.

—¿Entonces por qué no me miraste durante la cena? —Abro


la boca e inmediatamente la cierro mientras se me hunde el
corazón. Así que se ha dado cuenta. Creía que estaba siendo
discreta, pero resulta que este hombre no solo tiene unos ojos
preciosos, también tiene ojos de águila.

—No estaba intentando no mirarte —miento. Mi voz también


suena como si estuviera mintiendo. Si estuviera en un
interrogatorio policial ahora mismo, sería obviamente culpable.

—De acuerdo. —Grant asiente. —Bueno, yo te estaba


mirando.

—Sí. —Asiento con la cabeza. —Me he dado cuenta.


Todavía tiene la mano en mi barbilla y me mira sin ningún
pudor. —Tienes algo en la cara, Allie —dice, sus labios
torciéndose en una leve sonrisa.

Oh, no.

—Oh, Dios. ¿En serio? —Se me revuelve el estómago. Levanto


la mano para limpiarme lo que sea, pero Grant me agarra la mano
y me la sujeta con ternura mientras me mira directamente a los
ojos.

—Sí —asiente. —Belleza. Y está en toda tu cara.

El momento queda suspendido entre nosotros, y luego ambos


estallamos en carcajadas.

—Santo chiste de padres, Batman —me río. Grant se encoge


de hombros y sigue masajeándome la mano con la suya.

—No hay nada como un buen chiste de padres —dice. —Pero


también hablaba en serio.

Sus ojos están absolutamente ardientes cuando los miro. Me


siento tan pequeña aquí, cerca de él, con mi mano entre las
suyas, después de haber huido de él para conseguir un poco de
espacio para mí.

—Eres... bueno en esto —le digo por fin después de


permanecer incómoda ante él durante un rato.

—¿Bueno en qué? —responde, pero sabe exactamente a qué


me refiero.
—¿A cuántas chicas has ligado con esa frase? —le pregunto.

—Cero —dice, sacudiendo la cabeza.

—Y una mierda.

—Te lo juro —responde rápidamente. —Sólo quería hacerte


reír, Allie. Y hacerte un cumplido al mismo tiempo.

Se me eriza el vello de los brazos y estoy segura de que


también tengo la piel de gallina. Esa no es una reacción que haya
experimentado antes al interactuar con un hombre. Pero, por otra
parte, nunca antes un hombre se me había insinuado así, sobre
todo uno tan apuesto.

—Bueno, no te creo —respondo. —Pero gracias de todos


modos.

—¿Crees que soy un mentiroso? —Me devuelve la sonrisa,


burlón. —Eso no es muy amable.

—Yo-yo no he dicho eso...

—Bueno, eso debes pensar si no me crees.

Oh Dios. Me está arrinconando. Empiezo a tener una


sensación de náuseas en el estómago y a marearme al mismo
tiempo.

—Yo... yo... —Se me seca la boca. Me siento como si tuviera


doce años otra vez, de pie delante de ese taller después de que
mis supuestas amigas me tendieran una trampa. Prácticamente
puedo oírlas reír detrás de mí en este mismo momento.
Pero esto no es hace siete años. Ya no soy una niña pequeña.
Grant me encuentra atractiva ahora, y tengo visiones de su
cuerpo sexy sin ese traje puesto que siguen invadiendo mi mente,
y no hay nada que pueda hacer para detenerlas.

Debería hacer algo. Debería actuar.

Pero no puedo. Soy un desastre tembloroso, tartamudo,


ansioso y con menos valor que cuando tenía doce años. Algo se
rompe dentro de mí y me entra el pánico.

—Tengo que irme —digo mientras lo empujo hacia la casa. —


Lo siento.
Capítulo 6
Grant

La cena ha terminado, el postre también. Todos, excepto un


puñado de personas, han terminado sus bebidas y se han ido a
la cama. Perseguí a Allie cuando entró corriendo, pero no muy
lejos, ya que no quería hacer una gran escena en la boda de
McKenzie.

Así que la dejé ir y pensé que me encontraría con ella más


tarde y podríamos hablar de las cosas. Pero cuando subí a la
habitación -nuestra habitación- ella tampoco estaba allí.

No es como si yo hubiera sido tan intenso allí en el porche


trasero. Allie debe ser una chica muy inocente para tenerme tanto
miedo. Es imposible que siga tan avergonzada por algo que pasó
hace siete años entre nosotros.

Sólo pensar en eso me excita. Pero la idea de que Allie sea en


realidad una belleza intacta, joven y madura y que se aloje
conmigo, me hace pensar en todo tipo de obscenidades.
Puede que nuestra habitación tenga dos camas, pero por lo
que a mí respecta sólo necesitaremos una, aunque sea doble.
Compartiría cualquiera de las dos con Allie. O podríamos juntar
los dos para hacer más espacio para nosotros.

Llevaba ese top de un solo tirante como si estuviera hecho a


medida para ella, y pude ver que tenía un bonito par de tetas
gordas debajo que me moría por tocar. Por no hablar de esa falda
negra que me oculta sus piernas... porque estoy seguro de que
tiene un buen conjunto ahí debajo.

Pero nunca voy a verlas si no puedo encontrarla. Así que


agarro mi teléfono y salgo al pasillo. No hay nadie, así que me
dirijo a las escaleras, donde recuerdo haber visto a un tipo que
trabajaba en el hotel. Sigue allí, sentado en su escritorio leyendo
un libro y con cara de sueño.

—Oye —le pregunto —¿has visto a una chica por aquí


últimamente? Muy bonita, falda negra, top blanco con un solo
tirante.

—Lo siento, hombre —responde con cara de aburrimiento.

Suspirando, sigo adelante y bajo las escaleras. Me alegra ver


que McKenzie ha seguido mi consejo y ha elegido este lugar para
celebrar la boda. Está incluso mejor decorado de lo que pensaba.
Pero eso no es lo que tengo en mente ahora; lo que tengo en mente
es encontrar a esa hermosa chica con la que se supone que voy
a compartir habitación esta noche y traerla de vuelta de
dondequiera que se haya escapado.
Es difícil de creer que Allie y yo nos conociéramos cuando ella
tenía doce años y que se haya convertido en una preciosa chica
de diecinueve, pero supongo que cosas más raras han pasado en
el mundo. ¿Supongo?

La forma en que me mira, tan inocente y tímida, me excita.


Me dan ganas de domarla y mostrarle lo dominante que puedo
ser con ella. ¿No pudo mantenerme la mirada durante la cena?
Pues la tendré mirándome directamente a los ojos mientras me
deslizo dentro de ella y aprisiono su dulce cuerpo bajo el mío.

Voy al salón de baile a ver si está en la mesa otra vez, quizá


haya vuelto a por más postre o algo así. Pero no está, así que
vuelvo al porche donde estuvimos hablando la última vez, pero
tampoco hay rastro de ella. Recuerdo una sala de billar en la
parte de atrás, y aunque dudo que Allie sea una gran jugadora
de billar, me dirijo al pasillo trasero para comprobarlo de todos
modos.

De camino, me detengo al ver una figura en uno de los sofás.


Es Allie, profundamente dormida sin nada encima, ni siquiera un
jersey que la abrigue.

—Dios —murmuro en voz baja mientras me quito la chaqueta


y se la pongo sobre el hombro, tan delicado y femenino. Hago todo
lo posible por no perturbar su sueño mientras deslizo mis brazos
por debajo de ella, pero al levantarla se mueve y se despierta,
soltando el más adorable y pequeño gemido al hacerlo.

—¿Trish? ¿Eres tú?


—No, Trish no, nena —respondo mientras la llevo de vuelta
por el pasillo. Sus ojos se abren e inmediatamente se clavan en
los míos. Jadea y se sobresalta, casi se me escapa de los brazos,
pero la sujeto con fuerza para evitar que caiga al suelo. —
Cuidado, pastelito. No te hagas daño.

Allie me echa los brazos al cuello y se agarra como si se


estuviera aferrando a la vida. —¿Dónde estamos? Estaba
durmiendo.

—Estabas durmiendo en un sofá sin ninguna manta, ni


siquiera un jersey —le explico mientras empiezo a subir las
escaleras hacia el segundo piso. —Aquí hace frío por la noche,
Allie. No puedo dejar que te resfríes.

Su cuerpo contra el mío ya me está volviendo loco. Es


angelical. Llevarla así se siente como algo que estaba destinado a
hacer. Los dos días que tengo aquí con ella para esta boda no van
a ser suficientes. Tengo que encontrar la manera de pasar más
tiempo con ella.

—¿Así que eres un caballero? —me pregunta.

—No, en absoluto —respondo. —Pero soy bastante bueno


fingiendo.

Se le escapa una risita al llegar a la segunda planta.

¿Así que le gustan los chicos malos? Bueno, una chica


inocente como ella ya tiene mi polla hinchada, estirando la tela
de mis pantalones, así que puedo sentir una conexión empezando
a formarse mientras avanzo por el pasillo con su delicado cuerpo
en mis brazos.

—Bueno, yo no —responde ella. —Supongo que por eso...

—¿Por eso huiste de mí antes? —le sugiero.

Ella me mira y se sonroja cada vez más, lo que hace que su


adorable rostro empiece a parecerse rápidamente a un tomate.
Asiente y aparta la mirada. —Sí, lo siento.

—¿Qué creías que iba a hacer? —le pregunto. —¿Asesinarte?


¿Cortarte en pedacitos?

Vuelve a reírse, pero esta vez hunde la cara en mi hombro.


Cada vez se siente más cómoda conmigo. Es como si ya fuéramos
novios y me buscara como protección.

Niega con la cabeza. —No, nada de eso. —Siento la vibración


de su voz contra mi pecho cuando habla. —Sólo estaba...

Allie apenas pesa nada, así que con una mano saco la tarjeta
del bolsillo y abro la puerta de la habitación sin dejar de
sostenerla con los dos brazos. Entro en la habitación y la dejo en
la cama debajo de mí. Cuando levanta la vista hacia mí, veo la
vulnerabilidad más hermosa y sexy que he visto en mi vida. Sus
labios, aún parcialmente abiertos, terminan su frase.

—... con miedo de ti, supongo.


Un mechón de pelo cubre el retrato de belleza que es su
rostro. Lo aparto para poder verla en su totalidad. —¿Miedo de
qué, nena?

Se encoge de hombros avergonzada. —No lo sé. La última vez


que nos vimos no me fue muy bien...

—Eso fue hace siete años —le digo con firmeza. —No deberías
ni pensar en eso.

Su cuerpo está caliente bajo el mío. Sus curvas se aprietan


contra mí con tal atractivo sexual que no sé cómo se las ha
arreglado hasta ahora para no darse cuenta del efecto que
produce en los hombres. Pero está claro que no tiene ni idea, y
además emite unas vibraciones tan inocentes que empiezo a
preguntarme si ha estado viviendo en un convento los últimos
siete años.

—¿En qué debería estar pensando entonces? —pregunta en


respuesta, con los ojos fijos en los míos.

Aplico más presión de mi cuerpo contra el suyo, clavando mi


excitación en la unión entre sus muslos. Sus ojos se abren de par
en par, y observo cómo procesa todos los pensamientos que
pasan por su mente mientras le subo una mano por la pierna,
empezando justo por debajo de la rodilla, levantándole la falda
para revelar la piel perfectamente lisa.

—Deberías estar pensando en nosotros —le digo. —Y en la


atracción mutua que sentimos. —Sigo levantándole la falda,
dejando al descubierto su rodilla y su muslo. Dios, esta chica es
aún más preciosa de lo que había imaginado. —Porque sé que me
siento atraído por ti, Allie. Tú también te sientes atraída por mí,
¿verdad?
Capítulo 7
Grant

—¿No es así, Allie? —repito después de un momento. Me mira


como si la hubiera paralizado un hechizo. Hasta que mi mano
llega a la parte superior de su muslo. Entonces, al presionar, un
temblor recorre su cuerpo y niega con la cabeza.

—S-sí —balbucea. —Lo hago.

Buena chica.

Realmente es una inocente. Así que decido jugar un poco más


con ella, hacer que participe en divertirse un poco conmigo. —No
lo dices por decir, ¿verdad? —le pregunto mientras deslizo la
mano hacia dentro, girándola alrededor de su muslo hasta que
toco la fina tela de encaje de sus bragas. —¿Sólo para hacerme
feliz?

—¡No! —Prácticamente jadea cuando mis dedos presionan su


montículo sagrado. —Claro que no, Grant...
Aplico más presión. Ya puedo sentir la humedad. Se está
mojando para mí, pero dudo que se dé cuenta.

—Tú no harías eso, ¿verdad? —le pregunto. Ella niega


rápidamente con la cabeza.

—No... —dice, su voz es más un gemido que un tono de voz.

—No. —Asiento con la cabeza, sonriéndole mientras mi polla


palpita con sangre. Estoy totalmente excitado, listo para tomarla.
Es jodidamente deliciosa, y jugar así con ella es increíble. —Sé
que estás siendo sincera conmigo, Allie. Puedo sentirlo, nena.

Con un dedo, aparto sus bragas, haciéndola jadear. Con el


otro le acaricio el coño chorreante y veo cómo separa los labios y
sus ojos se clavan en los míos.

—Grant...

—Nadie te había hecho esto antes, ¿verdad, Allie?

Ella niega con la cabeza. —N-nunca...

—Dios, ¿cómo puedes ser tan inocente? —murmuro. En


realidad es retórico, pero voy a necesitar la respuesta en algún
momento. ¿Una chica tan sexy y virgen en el mundo? No tiene
sentido.

Arrastro la punta del dedo entre sus pliegues empapados


hasta llegar a su botoncito y, cuando ejerzo la más mínima
presión, todo el cuerpo de Allie se levanta de la cama. Su espalda
se arquea y sus pechos se presionan contra el mío. Noto a través
de su camiseta que no lleva sujetador y que sus pezones están
bien erectos y duros.

Apenas puedo controlarme. Sobre todo cuando se muerde el


labio y le meto el dedo hasta el primer nudillo.

Al instante, me agarra los hombros con ambas manos. —


Grant.

—No te preocupes, nena —susurro. —Voy a ser suave. Sólo


te estoy calentando.

—¿Calentando? —pregunta, con una voz tan tímida y


delicada. —¿Para qué?

Las paredes de su coño son tan suaves, lisas y cálidas. Es


tan sensual que siento que cada impulso primario que tengo
dentro me llama. Me inclino y aprieto con la boca la piel de su
clavícula, expuesta por la segunda tira de su camiseta.

—Puede que seas inocente, pero no así de inocente —digo en


voz baja. —Sabes para qué.

Doblo el dedo hacia arriba y aplico una suave presión que


hace que todo su cuerpo se estremezca. Ella asiente y me agarra
aún más fuerte. —Sí —responde. —Pero... ¿estás seguro?

—¿Seguro? —respondo, sentándome para mirarla. —¿Qué


quieres decir, Allie?
—Nunca antes he hecho esto, Grant —responde ella, con
cara de seriedad. —No querrías que te hiciera la cena alguien que
nunca antes ha cocinado, ¿verdad?

Me echo a reír. No puedo evitarlo, pero lo único que consigo


es que Allie aparte la mirada de mí. Incluso me suelta los
hombros e intenta zafarse de mí. Con la mano que tengo libre, le
agarro suavemente la mandíbula y vuelvo a acercar su cara a mí.

—Allie, eso es ridículo —le digo.

—¿Lo es? —pregunta molesta.

—Sí —le respondo. —No hay nadie en este mundo a quien


desee más que a ti ahora mismo. Y el hecho de que... nunca hayas
hecho cenar a ningún otro hombre... sólo hace que te desee aún
más.

Tarda un segundo, pero vuelve a clavar sus ojos en los míos.


—¿En serio?

—En serio. —Asiento con la cabeza. —Quiero ser el que te


reclame, Allie. Hacerte mía.

Es como ver el amanecer cuando su cara se ilumina y la


inquietud desaparece. Todavía hay un poco de vacilación, que es
de esperar, por supuesto, pero la mayor parte de la ansiedad que
estaba allí hace un momento se ha ido.

—¿Así que quieres... enseñarme a cocinar? —pregunta


conteniendo la risa.
—Oh, te enseñaré a cocinar, nena —respondo mientras
agarro el dobladillo de su camiseta y empiezo a tirar. —Te
enseñaré a hacer una comida entera exactamente como a mí me
gusta.

Allie me levanta los brazos para que pueda quitarle la


camiseta por encima de la cabeza, revelando el par de tetas más
perfectas que he visto en mi vida. Alegres y redondas,
perfectamente formadas, coronadas con dos bonitos pezones
rosados.

—Muy bien. —Sonríe. —Bueno, sólo dame la carne.

Sonriendo, inmediatamente me inclino y tomo uno de sus


pezones entre mis labios. Allie jadea y su espalda se arquea de
nuevo. Mi polla palpita de sangre una vez más. Estoy brutalmente
duro por esta belleza y me muero por penetrarla, así que me
siento, me quito la chaqueta y me pongo a trabajar en mi camisa.
Es probablemente lo más rápido que me he quitado una camisa
en mi vida. Los tiro a un lado, me desabrocho el cinturón y me
bajo la cremallera.

Allie me mira mientras me despojo de todo. Se queda


boquiabierta cuando me inclino a su lado, agarro su falda y tiro
de ella. —Vamos a quitarte esto —gruño. Me obedece y levanta
las caderas de la cama. Se quita la falda y, con ella, las bragas, y
queda completamente desnuda a mi lado, como una auténtica
belleza.

—¿Yo... Grant? —gimotea.


—¿Sí, nena?

—Puede que nunca antes haya hecho esto —dice lentamente


mientras sus ojos bajan por mi cuerpo hasta la virilidad hinchada
entre mis piernas —pero estoy bastante segura de que estás...
por encima de la media.

—Sí, se podría decir que sí, nena —me río mientras me coloco
encima de ella. Me está costando todo mi esfuerzo no empujar
cada centímetro que tengo en su agujero empapado y tomar su
cereza ahora mismo. —De hecho, estoy muy por encima de la
media. Pero sé cómo usarla, nena, y no tienes que preocuparte.

—¿Dolerá? —pregunta.

—Un poco —le aseguro, acariciándole suavemente la mejilla.


—Y sólo un segundo. Pero luego estarás en un reino de placer
mayor que cualquier cosa que hayas imaginado.
Capítulo 8
Allie

Mi corazón se acelera en mi pecho. No puedo creer lo que está


pasando mientras miro a Grant, completamente desnudo sobre
mí. Es un Adonis, simple y llanamente. Nada podría haberme
preparado para lo increíblemente sexy que es debajo de su traje.

Me levantó como si no pesara absolutamente nada, y ni


siquiera puedo empezar a describir lo caliente que se sentía. Ya
me está exponiendo a cosas nuevas que nunca antes había
hecho. No puedo imaginar lo que va a pasar cuando me tome por
completo.

Estoy acostada debajo de él con las piernas abiertas,


mirándolo a los ojos, que ahora parecen más verdes que nunca,
y la sensación de su polla presionando contra mí prácticamente
me hace hiperventilar.

—Toma una respiración profunda, nena —me dice como si


pudiera leerme la mente. —Una respiración profunda y lo haré
despacio.
—Respiración profunda —le digo mientras asiento con la
cabeza y hago todo lo posible por hacer lo que me dice. Es difícil,
pero lleno los pulmones de aire e intento calmarme mientras
Grant empuja.

Lo primero que siento es un estiramiento increíble. Hay una


explosión de las terminaciones nerviosas más sensibles de mi
cuerpo, que nunca antes habían sido estimuladas, y rápidamente
estiro la mano para agarrarme a los musculosos brazos de Grant.

—No pasa nada, nena —me asegura. —Estás bien. Sólo


respira.

Y lo hago. Pero el estiramiento continúa, como si me


estuvieran llenando más allá del límite. Miro hacia abajo y veo
que su polla desaparece lentamente dentro de mí. No parece
posible.

Y entonces lo siento. El dolor.

Es breve, como dijo Grant, pero está ahí. Hay una presión
que estalla y cede. Grito y lo agarro con fuerza mientras el resto
de su polla continúa dentro de mí, estirándome con una
sensación de calor.

—¡Grant! —gimo. Sus brazos me rodean y él se inclina,


abrazándome como si fuéramos amantes desde hace años.

—Eso fue todo, nena —susurra. —Esa era tu cereza. Ahora


eres mía. Me perteneces.
—¿Eso fue todo? —le pregunto. Una parte de mí no puede
creerlo.

—Eso fue todo, nena —responde Grant. —Nada más que


increíble de aquí en adelante.

Empieza a empujar dentro y fuera de mí con un ritmo suave,


preciso y maravilloso que me hace aferrarme a él con
incredulidad por lo increíble que es. Tenía razón. Es un éxtasis.
Una felicidad absoluta que me envuelve como una manta recién
salida de la secadora.

El placer me llega a los dedos de los pies, que se me encogen,


y me sube por las piernas. Al mismo tiempo, mi núcleo se ilumina
como una bombilla de un millón de vatios alimentada por la
increíble cantidad de lujuria que me recorre. Estoy casi delirando
por la intensidad y seguramente estaría temblando si no tuviera
tan firmemente aferrado el poderoso cuerpo de Grant.

—Te sientes tan jodidamente bien, nena —gruñe, empujando


su erecto miembro dentro y fuera de mí con decadente precisión.
El orgullo me invade. Su cumplido no se parece a nada que me
hayan dicho antes. Mi cerebro apenas sabe cómo procesarlo, pero
recibo una inesperada sacudida de placer que me atraviesa como
un rayo.

Casi me retuerzo debajo de él y se me escapa un grito, pero


Grant me sujeta con su musculoso peso y me besa por debajo de
la oreja izquierda justo cuando un orgasmo espontáneo me
golpea con tremenda fuerza. Me ancla a la cama con una
profunda y agresiva embestida mientras oleadas de placer se
abaten sobre mí una y otra vez.

—Eso es, nena —me susurra al oído. —Córrete en mi polla.


Justo así.

Estoy aturdida y no sé cuánto tiempo ha pasado hasta que


recupero el sentido. Lo único que sé es que, cuando vuelvo a abrir
los ojos, me encuentro con los preciosos ojos esmeralda de Grant,
que claramente me sonríen.

Suelto una risita de vergüenza. —Eso ha sido muy caliente


—susurra.

Me tapo la cara con las manos. —Para —me río. —¡No!

Pero Grant me las agarra y me las pone sobre la cabeza,


obligándome a mirarlo. —¿Que pare qué? Eso ha sido
jodidamente sexy, nena. Te ves tan caliente cuando te corres. Lo
quiero en vídeo.

Me quedo boquiabierta, pero Grant me sonríe y vuelve a


penetrarme. Frunce el ceño y me preocupo al instante. Parece
que le duele algo, pero mi preocupación se disipa cuando suelta
un gemido profundo y echa la cabeza hacia atrás.

—Joder, ahora estás aún más apretada, nena.

—¿Lo estoy? —pregunto atónita.


Él asiente, estira la mano, me agarra un pecho y lo aprieta
con fuerza. Su rudeza me excita. Tiene algo muy masculino. Tan
crudo y primitivo. —Es como si tu coño intentara retenerme.

Recorro su cintura con las manos, sintiendo los músculos


abdominales. —¿Tal vez así sea? —sugiero tímidamente.

Eso parece gustarle. Siento el pulso de su polla dentro de mí.


Me enseña los dientes y me agarra el culo con la otra mano
mientras se deja caer encima de mí y me pone en una posición
de cuchara que me obliga a levantar la pierna por encima de su
cadera.

Bombea más deprisa dentro de mí y junta sus labios con los


míos. Se está poniendo muy duro conmigo. Siento su deseo en
sus movimientos, su velocidad, su potencia. Y puedo sentir otro
clímax creciendo dentro de mí.

No soy nada comparada con este hombre poderoso. Soy suya


para que haga lo que quiera, y ahora mismo es así como me
quiere. Pero al mismo tiempo, lo que quiero ahora es someterme
a él. Entregarme a él y ser la fuente de todo su placer. Sólo de
pensarlo me siento cada vez más al límite, mientras él me penetra
cada vez más deprisa.

Estoy chorreando. Noto la humedad en toda la cama y en su


pierna ahora que la tiene puesta encima. Sus embestidas son
mucho más urgentes, mucho más apremiantes, como si estuviera
a punto de hacer algo.
Y aunque sea nueva en esto, puedo adivinar qué podría ser
ese algo.

—Joder, estoy ahí, nena —gruñe Grant mientras me agarra


con más fuerza. Todo en su comportamiento hace que yo también
me acerque de nuevo, y él lo siente. —Tú también estás cerca,
¿verdad?

Asiento con la cabeza. —S-sí.

—Córrete conmigo, nena —me dice, mirándome directamente


a los ojos. —Déjame sentirlo...

Pero ni siquiera puede terminar la frase. No llega a


pronunciar las palabras antes de que sienta el chorro caliente y
pegajoso estallar dentro de mí. Y eso es todo lo que hace falta
para llevarme a mí también al límite.

Es como pulsar un botón para desencadenar mi propio


clímax, y el segundo es aún más intenso que el primero. Me
agarro a Grant y me aferro con todas mis fuerzas mientras mi
cuerpo se estremece y su cálida semilla me llena una y otra vez.
Sus caderas rechinan hacia delante mientras me penetra con
fuerza, y sus manos me sujetan firmemente como si me hubiera
poseído durante años y me poseyera para siempre.

—Jesús —gruñe cuando empieza a bajar. Lentamente,


empieza a aflojar su agarre sobre mí, y ambos tomamos
profundas bocanadas de aire. —Perdona, nena, si he sido
demasiado duro contigo.
—No —respondo mientras la última oleada de mi clímax me
sacude hasta lo más profundo. —No lo has sido. Quiero decir que
sí. Pero me gustó.

Eso parece hacer feliz a Grant, lo que a su vez me hace feliz


a mí. Sonríe y me pasa los dedos por el pelo con mucha más
delicadeza que hace un momento.

—Te gustó, ¿eh? —me pregunta, mirándome profundamente


a los ojos. Siento como si acabara de forjarse un profundo vínculo
entre nosotros. Uno que no se puede expresar con palabras, pero
que basta con que nos miremos así para que los dos lo
entendamos.
Capítulo 9
Grant

McKenzie es genial. Realmente lo es. Empezamos nuestra


amistad después de que llevara su coche al taller para que le
arreglaran los frenos y una grieta en el parabrisas. Es la única
amiga que tengo. Nunca entendí a los chicos que tenían amigas
que eran chicas, pero McKenzie siempre está dispuesta a hacer
cosas con los chicos, tiene un gran sentido del humor y sabe
defenderse, así que las cosas nunca se complicaron dentro del
grupo de amigos.

Pero dicho esto, me imaginaba que su boda terminaría siendo


bastante aburrida. Por lo que había oído, las bodas siempre lo
son, y por eso me costó mucho trabajo convencerme de que fuera.
Pero todo eso cambió cuando conocí a Allie.

La noche anterior juntamos las camas para formar una cama


de matrimonio improvisada y terminamos haciéndolo dos veces
más antes de levantarnos y bajar a desayunar, que era de tipo
buffet y se servía en el interior y al aire libre, con mesas y sillas
colocadas en el césped lateral. Era precioso.
Pero no tanto como Allie.

Luego hubo algunos eventos diurnos en los que la gente


podía participar como si fuéramos un grupo de ricos de antaño.
Había croquet, un paseo en bote de remos que a McKenzie le
encanta, caballos y carruajes en los que pasear, y una partida de
póquer, con dinero falso, por supuesto.

McKenzie ganó, obviamente, pero básicamente todos la


dejaron ganar. Nadie se había reunido de antemano para planear
una estrategia ni nada por el estilo.

Pero todo eso fue sólo lo que condujo a la cena de ensayo,


donde Allie está sentada frente a mí ahora, y estoy haciendo mi
mejor esfuerzo para no distraerme por ella y lo absolutamente
preciosa que se ve.

Lleva un vestido que es una especie de color azul mar, y se


ve fantástico en ella. Es mucho menos elaborado que el elaborado
y algo exagerado vestido de McKenzie, pero era de esperar. Nunca
se podría acusar a las damas de honor de intentar superar a la
novia, pero Allie ya lo está haciendo sólo con existir.

Nos hemos estado lanzando miradas de un lado a otro desde


que llegaron los aperitivos. Algún tipo de vieira de lujo, que Allie
no ha tocado. Yo comí la mía, y estaba fantástica, pero supongo
que ella no es fanática de los mariscos.
La cena de esta noche no se sirve dentro del salón de baile,
sino fuera, en el jardín trasero, en una mesa enorme, lo que da a
todo un aire muy de realeza.

—¡Me gustaría proponer un brindis! —Una mujer se levanta,


estoy seguro de que es la madre de Charlie. Sonríe ampliamente,
tiene una copa de champán en la mano y parece bastante
achispada. —¡Por los futuros recién casados!

—¡Mamá! —sisea Charlie, tirando del dobladillo del vestido


de su madre. —¡Mamá, para!

McKenzie ya tiene la cabeza entre las manos.

—¡Suficiente, Charles! —responde su madre, su voz rodando


alto como una reina. —¡Voy a hacer un brindis!

Miro a Allie y pongo los ojos en blanco cuando la madre


empieza a parlotear sobre cómo sabía desde el principio que era
una pareja hecha en el cielo, y cómo fue ella la que emparejó a
McKenzie con su hijo, y cómo nunca habrían estado juntos de no
ser por ella: las típicas cosas de madre narcisista borracha.

Allie pone los ojos en blanco e intenta no reírse.

Escondo mi mano con la servilleta y señalo hacia la casa. Me


mira inquisitivamente mientras me levanto sigilosamente de mi
asiento y salgo en la misma dirección, guiñándole un ojo
disimuladamente. —Tengo que ir al baño —le susurro al tipo que
tengo al lado, que asiente como si no le importara y da un sorbo
a su bebida.
Me mantengo agachado y a la sombra de los arbustos para
no llamar la atención de la madre borracha, y no tardo en
escabullirme por la puerta trasera y entrar en la casa. Pero no
voy al baño, sino que doy una vuelta y me apoyo en la pared para
esperar. Pasan sólo unos segundos hasta que veo a Allie subiendo
por el césped hacia mí, con una sonrisa traviesa en sus labios
carnosos.

—Eres una chica mala —susurro cuando llega hasta mí y la


estrecho entre mis brazos.

—No podía aguantar ni un segundo más. —Suelta una risita


y un viento cálido me recorre el pecho.

Esta chica es realmente especial. Mi razonamiento para


aparecer en esta boda puede no haber sido el mejor, pero
realmente no me importa en este momento. Allie es realmente un
regalo. Y en este momento, no quiero nada en el mundo más que
hacerla feliz.

—¿A dónde vamos ahora? —susurra. —¿Volvemos a la


habitación? O...

—Oh, no —respondo, sacudiendo la cabeza. —Te tengo


preparada una sorpresita. Vamos. —Agarro a Allie de la mano y
la conduzco a la escalera lateral que utiliza el personal.

—Siempre dejan esta puerta abierta —le explico mientras


entramos y empezamos a subir las escaleras. —La encontré el
primer día.
—¿Adónde van estas escaleras? —pregunta.

—No puedo decírtelo. —Sonrío. —Eso arruinaría la sorpresa.

Allie me mira con el ceño fruncido, pero sigue subiendo las


escaleras hasta que llegamos a la segunda puerta que da a la
terraza. La abro de un empujón y la apoyo en un cubo de basura
para que no se cierre detrás de nosotros.

—¿La terraza? —pregunta Allie. —¿Por qué estamos aquí


arriba? Quiero decir, es una bonita vista y todo eso, pero...

—Mira —digo mientras empiezo a quitarme la chaqueta.


Señalo el agua a lo lejos. Allie lo hace durante un segundo, pero
luego se gira hacia mí, claramente confundida.

—¿Mira? —pregunta.

—¡Mira! —Sonrío y vuelvo a señalar hacia fuera mientras dejo


la chaqueta sobre el duro techo de alquitrán que hay bajo
nosotros. Allie frunce el ceño.

—¿Me estás tomando el pelo, Grant?

—No. —Sonrío.

—Yo creo que sí —responde ella.

—Te prometo que no.

—Grant —suelta una risita. —¿Qué es esto...?

Es entonces, en ese preciso momento, cuando estalla el


primero de los fuegos artificiales.
Capítulo 10
Allie

Giro a mi alrededor lo más rápido que puedo cuando oigo el


sonido, pero me pierdo la explosión. Sin embargo, consigo captar
las chispas rojas y azules que iluminan el agua y llueven desde
arriba.

—Dios mío... —susurro. —Grant.

Siento sus brazos alrededor de mi cintura mientras se acerca


por detrás y me envuelve con fuerza, haciéndome sentir protegida
y segura. —¿Fuegos artificiales? —pregunto. —¿Durante la cena?

—Ya conoces a McKenzie —Grant se ríe entre dientes. —Le


gusta ser extravagante.

Oigo el débil sonido de un estallido a lo lejos, seguido de la


explosión en lo alto del cielo. Los colores brillantes estallan por
todas partes: verdes, amarillos y morados, arqueándose como
estrellas fugaces antes de desvanecerse y caer en cascada.
—Tan bonito. —Sonrío cuando Grant se inclina y presiona
suavemente sus labios contra mi cuello.

—¿Nos sentamos? —pregunta, señalando con la cabeza la


chaqueta del traje bajo nosotros.

—¿No te arruinaremos el abrigo?

—Ah, no es para tanto —se burla. —Puedes cumplir con tus


deberes de mujer y lavármelo.

—¡Tareas de mujer! —jadeo, dándome la vuelta con la


mandíbula desencajada. —¿Lavar tu ropa?

—Así es —se ríe, tomándome en brazos. —Y yo haré mis


deberes de hombre, como cuidarte, protegerte de los monstruos
malos del mundo, mantenerte a salvo y darte un millón de
orgasmos al año.

Otro fuego artificial estalla en lo alto mientras me recuesta


sobre su abrigo y se coloca a mi lado. Sus ojos verdes brillan. Me
doy cuenta de que me está tomando el pelo, pero parte de lo que
dice me hace efecto.

—¿Un millón de orgasmos al año? Eso es como... —Hago


como que cuento con los dedos. —Más de cinco al día.

Grant se ríe y asiente. —Sí, definitivamente más de cinco al


día.

Más fuegos artificiales estallan sobre su cabeza,


retroiluminándolo como algo salido de una película. Empiezo a
dejar de verlo como aquel hombre del taller de hace siete años.
De hecho, estoy empezando a no sentirme como mi yo más joven
y ansiosa cuando estoy con él.

Estoy empezando a sentir que por fin puedo aceptar que


ambos hemos seguido adelante, y que tal vez McKenzie tenía
nuestros mejores intereses en mente cuando nos puso en la
misma habitación juntos. Y si no fue así, ¿a quién le importa en
este momento?

—Eso suena bien —respondo. —Bien, puedo lavar tu


chaqueta por eso.

Grant me pasa el brazo por debajo de la cabeza, como si fuera


una almohada, mientras miramos los fuegos artificiales. —Tú y
yo sonamos como un gran equipo.

Sus palabras me calientan el corazón mientras los hermosos


colores estallan sobre nosotros. Es mágico. Pura magia.

¿Es esto lo que se siente enamorarse? Porque no sé de qué


otra forma podría describirlo. Seguro que no es sólo un
enamoramiento. Es mucho más que eso. Y estoy bastante segura
de que Grant siente mucho más que un simple enamoramiento
por mí también.

—¿Alguna vez te pregunté cómo conociste a McKenzie? —le


digo.
—No, no lo hiciste —responde. —Pero es bastante básico.
Trabajé en su coche, y simplemente nos hicimos amigos después
de eso.

—¿En el taller? —le pregunto.

—Sí. —Asiente con la cabeza.

—¿Todavía trabajas allí?

—Así es —responde, con aire ligeramente avergonzado. —


Estoy trabajando para tener mi propio taller algún día. Pero es
una gran inversión, así que aún estoy preparándolo todo.

La forma en que me habla, por alguna razón, me da la


sensación de que no es algo que le diga a cualquiera. Tengo la
sensación de estar entrando en una parte privada de su vida, y
eso me hace sentir muy especial.

Más fuegos artificiales chisporrotean en lo alto, reflejándose


en el agua donde estuvimos antes en los botes a remo.

—¿Y tú, Allie? —me pregunta, acurrucándome más contra él.


—¿Cuáles son tus esperanzas, metas y sueños en la vida?

—¿Esperanzas, metas y sueños? —repito riendo un poco. Me


devuelve la sonrisa, con la luz de los fuegos artificiales
reflejándose en sus ojos. —Bueno, estoy estudiando ebanistería.
Así que espero hacer algo con eso algún día.

—¿Trabajar la madera? Wow, eso es interesante. —Asiente,


realmente impresionado. —¿Qué te gustaría hacer?
—No lo sé —respondo. —Cualquier cosa con la que pueda
ganarme la vida, la verdad. Ahora mismo, sólo quiero terminar
esta carrera que estoy haciendo. Luego ya iré a partir de ahí.

Grant me mira profundamente a los ojos, luego me toma


suavemente de la barbilla y acerca mi cara a la suya. —Bueno,
nena, estoy seguro de que, elijas lo que elijas, lo harás genial.

Me besa y el amor entre nosotros crece mientras los fuegos


artificiales siguen estallando. Y eso lo sella todo para mí. Sé que
esto es mucho más que un enamoramiento. Estoy completa y
totalmente enamorada de Grant.
Capítulo 11
Grant

Soy un invitado de boda terrible. Debería estar abajo


mezclándome, hablando con McKenzie, felicitándola por su gran
día, dándole la mano a Charlie y haciéndole saber lo afortunado
que ha sido al encontrar una mujer tan buena. Pero, a decir
verdad, me he escaqueado de la cena para poder ir a ver los
fuegos artificiales con la chica de mis sueños, y ahora estoy de
nuevo en mi habitación con ella, recorriendo con mis manos su
increíble cuerpo.

Tengo las pelotas tan llenas que me duelen, y mi polla está


tan dura por ella que casi me pregunto si debería avergonzarme.
Pero no puedo evitarlo. Cada centímetro de ella es
pecaminosamente delicioso. Es una diosa que me hizo
desnudarla en cuanto volvimos de la terraza.

Ahora está tendida debajo de mí en la cama, con el cuerpo


completamente desnudo. Su culo es como un dulce melocotón
apuntándome directamente, enmarcando dos labios perfectos
con una húmeda abertura entre ellos. Cuando la giré y le eché
un primer vistazo, se me hizo agua la boca al instante.

—Me vuelves completamente loco, ¿lo sabías? —le pregunto,


agarrándola por las mejillas y abriéndola. Jadea y gime, boca
abajo en la cama, mientras la separo para revelar sus brillantes
paredes rosadas.

—¿Sí? —gime Allie mientras me levanto y la monto por


detrás.

—Oh, sí —gruño mientras muevo sus caderas hacia atrás y


me deslizo dentro de ella.

Esta vez no me ando con delicadezas. Ya la he penetrado lo


suficiente. La he reclamado. Puede que sea grande, pero ya no es
virgen y no voy a fingir que lo es. Empujo cada uno de mis
centímetros profundamente y gimo cuando el calor y la suavidad
de su coño prístino se tragan mi polla.

Allie grita y se agarra a las sábanas con ambas manos.

—¡Oh, joder, Grant!

Su culo se ve fenomenal desde este ángulo, y le doy un fuerte


azote en la mejilla izquierda. Una huella roja se muestra al
instante. Sus curvas son una locura. La forma en que su coño
recién abierto y apretado agarra mi polla como un puño me hace
luchar contra la posibilidad de estallar dentro de ella.

Después de la primera vez me dijo que no usaba ningún


método anticonceptivo, y eso me excitó aún más. La idea de criar
a esta cosita dulce me pone cachondo. ¿Quién iba a pensar que
la fantasía de un hombre podría hacerse realidad?

Le vuelvo a dar un azote en la mejilla derecha, y ella empieza


a moverse contra mí como si ya lo hubiera hecho antes. Pero yo
sé que no. Sé que está aprendiendo conmigo, y eso es tan sexy.

Respira entrecortadamente con cada golpe que le doy.


Incluso con la cara contorsionada como la tiene ahora, sigue
siendo absolutamente preciosa. De hecho, hay algo en ver cómo
se retuercen y distorsionan sus rasgos mientras está absorta en
el momento de ser follada que la hace aún más sexy de lo normal.

—¿Te gusta, nena? —le pregunto. Sé muy bien que le


encanta, pero quiero oírlo de esos labios carnosos.

—Sí —balbucea entre embestidas.

—¿Quieres más?

—Sí.

—Entonces dímelo —le digo, clavando mi polla con


movimientos largos y precisos. —Suplícamelo.

—Dame más —gime.

—Di por favor —le digo mientras saco la polla hasta que la
punta de la corona es lo único que queda presionando su agujero.
Di: Por favor, fóllame, papi.

El hermoso rostro de Allie se tuerce en una sonrisa. —Por


favor, fóllame, papi.
Mi respuesta es otro azote, aún más fuerte que el anterior.
Toda su mejilla izquierda está casi completamente roja ahora.

—De acuerdo —le digo. Le meto la polla hasta las pelotas.


Allie jadea y agarra una almohada para gritar. Oír eso es todo lo
que necesito para llevarme al límite. Pierdo todo el control que me
quedaba y me abalanzo sobre ella.

El sonido de mis muslos golpeando los suyos resuena en toda


la habitación mientras la machaco. Allie grita cuando mis pelotas
golpean su clítoris, aumentando aún más la sensación para ella.
Subo la mano por la curva de su espalda arqueada y la agarro
por la nuca.

Su coño liso, resbaladizo y húmedo me aprieta mientras la


penetro, acercándola cada vez más al orgasmo. La siento cada vez
más cerca. Veo que todo su cuerpo empieza a temblar y que
aprieta cada vez más las sábanas. Tiene los nudillos blancos y la
boca abierta como si estuviera a punto de gritar.

Diecinueve años. Una virgen ante mí. Tan inocente y ahora


mi pequeño juguete sexy.

Joder, sí.

Mi polla se hincha hasta el límite. —Estoy justo ahí, nena.

—¡Yo también, papi! —Su voz tiembla mientras sigo


taladrándola. Saber que he sido el primero en reclamarla me ha
vuelto salvaje. Y también seré el único.
—Voy a criarte, nena —gruño. —Voy a criar ese pequeño coño
de diecinueve años.

—Dios mío —gime con una enorme exhalación. —Críame,


papi.

Y eso hago.

Aprieto con fuerza su cuello y entierro todos mis centímetros


dentro de su dulce y cálido coño y disparo mi carga dentro de
ella.

Todo mi cuerpo se tensa mientras rocío mi semilla caliente y


pegajosa y cubro sus suaves paredes. Después del primer
disparo, Allie también se corre. Gime y todo su cuerpo se
estremece. Muerde las sábanas y grita contra ellas. Siento cómo
su coño se contrae sobre mi polla mientras vacío mis pelotas sin
protección.

Su coñito travieso me ordeña desde la raíz hasta la coronilla,


tomando cada gota que le doy hasta que finalmente me derrumbo
sobre ella y la estrecho entre mis brazos, besándola por todas
partes mientras mi corazón golpea su espalda.

—Maldita sea, nena —susurro. —No te he matado, ¿verdad?

Allie jadea, pero consigue soltar una risita. —Estoy viva —


responde, con el coño todavía palpitando en mi polla. —Pero casi
me matas, estoy bastante segura.
Capítulo 12
Allie

Me despierto sintiéndome más feliz de lo que me he sentido


en toda mi vida. ¿Es esto lo que significa la palabra 'dicha'?
Porque estoy bastante segura de que me siento llena de dicha.

Vine a la boda de McKenzie sólo para tratar de averiguar por


qué me invitaron en primer lugar, y ahora estoy saturada de una
sensación de calidez y deleite que ni siquiera puedo describir.

¿Quién habría pensado que aquella broma de hace siete años


terminaría volviendo y convirtiéndose en algo así? Convirtiéndose
en amor.

Yo no. Y tampoco Grant.

Me doy la vuelta en nuestra improvisada cama de matrimonio


y lo miro acostado a mi lado, con sus grandes músculos, su
mandíbula cincelada, su rostro impecablemente apuesto, y me
pregunto si hay alguna posibilidad de que aún esté en mi
dormitorio, teniendo el mejor sueño de mi vida, a punto de que
Trish me despierte y me diga que tengo que darme prisa para ir
a clase. Es la única manera de que todo esto tenga sentido. O
eso, o simplemente soy la chica más afortunada de la vida.

Me quedo allí tendida mirándolo un rato. No sé cuánto


tiempo, pero al cabo de un rato se despierta, abre los ojos y me
mira. Sí, podría acostumbrarme a despertarme con esos ojos.

—Buenos días, galán —le digo suavemente.

Me sonríe como si yo fuera la luz de su mundo. Nada me ha


hecho sentir más importante en toda mi vida. Estoy dolorida por
lo de anoche, lo que me recuerda lo unidos que estamos ahora. Y
no es sólo el sexo, es la forma en que nos hemos unido. Es la
forma en que me abraza cuando terminamos. Son las miradas
robadas que compartimos. Es ese momento mágico en la terraza.
Son los pequeños momentos como este que se sienten como si
hubiera una cuerda invisible entre nosotros que nos mantiene
unidos.

—Hola, preciosa. —Sonríe. —Es bonito verte por la mañana.

—Lo mismo digo —sonrío. —Pero yo usaría la palabra galán


para ti.

Me peina el pelo hacia atrás, haciendo que mi corazón se


agite y mis zonas erógenas palpiten. Aún no he salido de la cama
y ya me siento traviesa. Las cosas que me hace este hombre, lo
juro.

—Te he llamado papi —me río tirando de las sábanas para


taparme la cara.
—¿Y? —Grant se ríe. —¿Qué se siente?

—Nunca me imaginé haciendo eso —respondo.

—Apuesto a que nunca te imaginaste haciendo mucho de lo


que hiciste anoche —replica. —Y, nena, hay muchas más cosas
que vas a hacer que apuesto a que tampoco te imaginabas.

Mi cuerpo palpita aún más. El corazón me late como si fuera


a salirse de la garganta y volar por la habitación como un
pajarillo. Siento un hormigueo en todo el cuerpo por él, y ya no
tiene nada que ver con estar nerviosa. Tiene que ver con lo mucho
que amo a este hombre.

—Probablemente debería ducharme antes de la gran boda de


hoy —dice con una sonrisa rompecorazones. —¿Te apetece
acompañarme?

—Es una invitación que no puedo rechazar —respondo.


Grant se inclina y me besa, y es como si me lanzaran un cohete
al espacio. Apenas puedo mantener los labios contra los suyos
por la enorme sonrisa que se me dibuja en la cara.

—¿Qué te hace tanta gracia? —me pregunta mientras se echa


a reír.

—¡Nada! —me río.

—Pues te estás riendo —dice mientras se levanta de la cama


y me señala con un dedo acusador. Dios, se ve tan increíble.

—¡No me río! —protesto. —Es solo que... estoy muy contenta.


Me devuelve la sonrisa. Si el encanto necesitara una foto al
lado en el diccionario, el retrato de Grant sería más que
suficiente.

—Bueno, entonces ya somos dos —dice, rodeando la cama y


acercándose a mí. —Porque nunca he sido tan feliz en mi vida.

Sus palabras casi me derriban. Me estoy acalorando por


dentro.

Veo que va a agarrarme, pero ni siquiera le doy una


oportunidad: salto a sus brazos y le rodeo la cintura con las
piernas. Esta vez conseguimos besarnos, apasionada y
profundamente. Pero nos interrumpe de inmediato un golpe en
la puerta.

—Dios mío... —gime Grant.

—¿Qué es eso? —suspiro.

—Voy yo —se ofrece.

—No, está bien —le respondo. —Ve tú y métete en la ducha.


Yo me ocuparé de quien sea y me reuniré contigo en un segundo.

—No, no —protesta Grant, buscando un par de pantalones


para ponerse. —Está bien...

Pero yo ya me he puesto la bata y me dirijo a la puerta. Le


hago un gesto con la mano mientras me la pongo. —Es más fácil
así —le digo. —¿Ves? Ya estoy vestida. Adelante, ahora mismo
entro.
Grant me mira y sonríe. —Está bien, nena. Te veré en un
segundo. Pero no tardes mucho. No dejes que quienquiera que
sea interrumpa nuestro tiempo juntos.

Le mando un beso y, cuando se ha metido en el baño, abro


la puerta y me encuentro con un hombre trajeado, claramente
uno de los empleados, delante de mí con un paquete en la mano.
Me lo presenta formalmente. —De parte de la novia.

—Oh, um... de acuerdo —respondo, tomándolo de sus


manos. —Gracias.

Sonríe, se da la vuelta, asiente con la cabeza y se marcha por


el pasillo.

Cierro la puerta y vuelvo a sentarme en la cama. Oigo el ruido


de la ducha en el cuarto de baño, abro el paquete y dentro
encuentro un collar de perlas. No son perlas de verdad, estoy
segura, pero son bonitas.

Hay una pequeña nota al lado que dice:

Para la boda - McKenzie

Y entonces hace clic. Supongo que las demás damas de honor


también recibirán uno. Ni siquiera lo había pensado hasta este
momento, pero supongo que tiene sentido. Los mismos vestidos,
los mismos collares. Probablemente todas nos peinaremos igual
esta tarde.

Dejo a un lado el collar con su caja y me levanto para ir con


Grant a la ducha. Ya siento un hormigueo de expectación, pero
es entonces cuando oigo el débil sonido de algún tipo de alerta
electrónica justo detrás de mí.

No es mi teléfono, que tengo en vibración, pero, por


costumbre, miro hacia atrás de todos modos.

Lo que veo es un mensaje en el portátil medio abierto de


Grant, que está en el suelo junto a su maleta. Casi me doy la
vuelta. Pero entonces veo de quién es el mensaje.

McKenzie.

De acuerdo. McKenzie tiene todo el derecho a enviarle


mensajes a Grant. Eso es lo que me digo inmediatamente. Y es la
verdad. Ella lo tiene. Son amigos. Lo invitó a su boda, y si no
fuera por ella, ni siquiera me habría encontrado con él.

Pero al mismo tiempo, hay algo que me resulta extraño.


Ahora soy protectora con Grant, y que otra chica le envíe
mensajes hace que mis instintos protectores se pongan en
marcha, así que me acerco un paso y entrecierro los ojos para
leer el mensaje en el incómodo ángulo desde el que estoy.

Acabo de enviarte el dinero. Buen trabajo, hombre. Ella


está totalmente loca por ti.

Ni siquiera puedo describir el sentimiento que me recorre


cuando leo esas palabras. Confusión, ira, angustia, desconcierto.
Pero al mismo tiempo, básicamente me congelo.

Esto no puede ser, ¿verdad?


La ella a la que McKenzie se refiere no puedo ser yo, ¿verdad?

—¡Oye, nena! —llama Grant desde el baño. —¿Vienes


conmigo?

El sonido de su voz me descongela, y al instante le respondo:


—¡Sí, ya voy!

Sé que no debería hacerlo, pero me arrodillo y abro


completamente su portátil, dejando al descubierto el resto de la
conversación entre él y McKenzie. Y lo que veo hace que mi
corazón se rompa en pedazos.
Capítulo 13
Grant

—Nena, ¿vienes? —llamo por quinta vez. —¿Nena?

Si no lo supiera, pensaría que estoy gritando a una


habitación vacía. Pero Allie dijo que vendría conmigo, y sonreía y
se reía cuando lo dijo, así que sé que no mentía porque no sabía
cómo decirme que no.

Y wow, la forma en que esa sonrisa me ilumina por dentro.


Con Allie a mi lado, no creo que sea posible que mi vida vuelva a
ser oscura. Ella es tan maravillosa, y estaría enfermo sin ella.

—¡Nena! —la llamo, más fuerte esta vez. Espero que


quienquiera que comparta la habitación de al lado esté despierto
ya. Si no, se va a molestar por todo el alboroto que estoy armando.
—¿Vienes conmigo o me seco?

Espero, pero de nuevo, no hay respuesta. Bueno, esto se está


poniendo raro.
Antes oí el sonido de la puerta, pero supuse que era quien
estaba llamando. Y si Allie tenía que irse por alguna razón para
cumplir con sus deberes de dama de honor de emergencia -sea lo
que sea eso-, ¿por qué no iba a entrar y avisarme de que se iba?

Algo raro está pasando.

Cierro el grifo y agarro la toalla del perchero. Me seco cuando


entro en el dormitorio, que encuentro completamente vacío, sin
rastro de Allie.

—¿Qué demonios? —murmuro.

Esto es extraño, y una sensación de inquietud se apodera


rápidamente de mí. Echo un vistazo a la habitación mientras
termino de secarme y me pongo unos calzoncillos, tratando de
encontrar alguna señal de dónde puede haber ido Allie. Entonces
me doy cuenta de que su maleta no está en el lado de la cama
donde estaba.

Qué raro...

Todo mi cuerpo se tensa al instante.

¿Por qué iba a faltar su maleta cuando tenemos la boda esta


tarde? Tampoco está su teléfono en la mesilla de noche.

Y entonces lo veo: mi portátil abierto en el suelo, con toda la


cadena de mensajes de McKenzie a la vista. Mi corazón se hunde
inmediatamente, y el pánico se apodera de mí.
—Oh, mierda. —Me agacho y veo un nuevo mensaje de
McKenzie y exactamente lo que dice. —No, McKenzie, tú no...

Entonces sé exactamente lo que ha pasado mientras estaba


en la ducha esperando a que Allie se reuniera conmigo, y empiezo
a vestirme lo más rápido que puedo.

Tengo que alcanzarla antes de que salga de la propiedad. Ni


siquiera me molesto en ponerme los zapatos. Sólo unos vaqueros
y una camiseta y salgo por la puerta, corriendo por el pasillo
hacia las escaleras.

Esto es un auténtico desastre. Mi corazón late como si


estuviera a punto de salirse de mi caja torácica y desgarrarme el
pecho.

¿Por qué, McKenzie? ¿Por qué? ¿Por qué has tenido que enviar
eso ahora?

Subo las escaleras de dos en dos y tropiezo con un miembro


del personal que lleva un montón de platos. Nos caemos los dos
y los platos caen por todas partes.

—Oye, ¿qué demonios, hombre? —me maldice el tipo.

—Lo siento mucho —me disculpo y lo ayudo a levantarse.


Encuentro un billete de cinco dólares en el bolsillo y se lo doy.

—Te ayudaría más con esto si pudiera, pero... escucha, ¿has


visto pasar por aquí a la chica más hermosa del mundo? Hace
como minutos.
—¿La chica más hermosa del mundo? —repite, todavía con
cara de enojado mientras ambos empezamos a recoger platos y
tazas del suelo.

—La chica más preciosa —insisto. —Seguro que llevaba


equipaje y tenía prisa.

—Bueno, quizá... —responde encogiéndose de hombros. —


Hace un momento ha venido una chica muy linda, y llevaba una
maleta...

—¿Por dónde se ha ido? —Estoy tratando de no gritarle al


pobre tipo.

—Tomó la salida lateral. —Señala. —A veces los coches


recogen a la gente por ahí...

Pero ya estoy moviendo el culo en esa dirección. —¡Gracias,


amigo! —le respondo. —¡Lamento lo de los platos!

—Todo está bien —me dice. —Espero que encuentres a tu


chica.

—Sí —refunfuño en voz baja. —Yo también.

Corro por el pasillo, atento a todas las puertas por las que
sale más personal preparándose para la boda. Los esquivo a
todos como si corriera por una carrera de obstáculos televisiva y
abro con el hombro la puerta que da al exterior.
La luz del sol me da de lleno en los ojos, pero ahí está ella,
justo delante de mí. Allie, con la maleta a su lado, los hombros
encorvados, mirando el teléfono.

Se gira y vuelve a mirarme, y el dolor me apuñala el estómago


cuando veo las lágrimas que corren por sus mejillas.

—Nena...

Me abalanzo sobre ella, pero enseguida me empuja y


retrocede. —¡No! —grita. —¡No me toques, Grant! No me toques.

—Nena, por favor...

—¡Leí los mensajes, pedazo de mierda! —El dolor en su voz


me golpea como un cuchillo en el pecho. Es un contraste tan
marcado comparado con la forma en que me sonreía hace unos
minutos en nuestra habitación.

—Nena, déjame explicar...

—¿Explicar? —chilla. —¿Explicar qué? ¿Que McKenzie te


pagó para enamorarme? ¿Te pagó porque se apiadó de mí porque
había estado soltera durante mucho tiempo, y pensó que era una
chica patética que nunca podría conseguir un chico por mi
cuenta?

—Nena...

—Porque eso es lo que hizo, ¿no es así, Grant? —Ahora me


está mirando con dagas en los ojos. Si las miradas mataran,
estaría tirado en un charco de sangre a sus pies. —¿De verdad
vas a negarlo? Ya eres un imbécil, Grant. ¿De verdad quieres ser
un mentiroso también?

El dolor en su cara me está matando. Nunca me he sentido


tan mal en mi vida. Todo lo que quiero hacer es estrecharla entre
mis brazos y hacer que todo esto desaparezca. Pero no puedo. Lo
hecho, hecho está. Lo único que puedo hacer ahora es salvar la
situación de alguna manera.

—No —digo simplemente. Dejo esa palabra en el aire un


momento, porque sé que ella espera algo más. Está a la defensiva.
Está lista para pelear. Y lo último que quiero hacer ahora es
provocarla.

Me mira fijamente, pero después de un momento, levanta


ambos brazos en el aire. —¿De acuerdo?

—Tienes razón —suspiro. —McKenzie me pagó, pero no es


exactamente como piensas.

—¿Ah, no? —se mofa Allie, poniendo las manos en las


caderas.

—No, no lo es —respondo. —Y si me dejas explicártelo... —Y


es justo en ese momento cuando el coche de Allie se detiene
detrás de ella. Se gira y lo mira. Su conductor la saluda y ella se
gira hacia mí.

Puede que sea mi imaginación, pero juraría que veo una


pequeña vacilación en sus ojos, y tengo que actuar en
consecuencia.
—No, Allie —le suplico. —No te vayas. Por favor. Quédate
conmigo.
Capítulo 14
Allie

Podría irme. Podría irme ahora mismo. Lo único que tengo


que hacer es darme la vuelta, pedirle a mi chófer que me ayude a
meter la maleta en el maletero, deslizarme en el asiento del
copiloto y marcharme. Dejaré todo esto atrás y no volveré a hablar
con Grant ni con McKenzie.

Eso sería lo más maduro. Lo más inteligente. Eso es lo que


haría si estuviera completa y plenamente escuchando a mi
cerebro. Pero hay algo más hablándome en este momento, y es
mi corazón. Y me está diciendo que espere y escuche lo que Grant
tiene que decir.

—Está bien —digo.

Me giro hacia mi chófer y le hago señas para que siga. Me


mira y baja la ventanilla.

—¿No me necesitas? —pregunta.


—Lo siento, me quedo por aquí —respondo, intentando
parecer lo más amable posible. —¡Lo siento!

—No hay problema. —Sonríe. —Que te vaya bien.

Se marcha y me giro hacia Grant, que me mira atentamente.


Estoy haciendo todo lo posible para no dejar que su increíble
atractivo me influya en este momento, pero es difícil.

El escozor de los mensajes entre él y McKenzie aún está


fresco y siento como agujas en el pecho clavándose en mi corazón.
La idea de que ella lo contratara para que fuera mi cita y me
cortejara porque llevo demasiado tiempo soltera, y que él
estuviera de acuerdo con ello...

Mi amor por él, el hombre al que le di mi virginidad. Todo


esto ha sido una farsa.

Me limpio los ojos con el dorso de la mano y me encojo de


hombros. —¿Y bien?

—Bien —dice Grant, respirando hondo. —Siento que


necesito... explicarte un poco lo que has leído.

—Oh, aquí vamos. ¿Está fuera de contexto? —pregunto,


intentando no dejar que mi rabia se desborde. —¿Qué eres, un
político?

—¡En serio! —protesta. —Mira... McKenzie sabe que odio las


bodas, en primer lugar. Así que pensó que no vendría. Pero
entonces me dijo que tenía una amiga increíblemente preciosa que
estaría allí, y trató de sobornarme con eso.
—No vi eso en los mensajes —contesto.

—Todo fue por teléfono —responde. —Y aun cuando le dije


que no, me contestó con lo que has leído.

—¿Que te pagaría para que salieras conmigo y...?

—Sí, todo eso —dice, cortándome. —Pero lo que tienes que


entender, nena, es que yo no tenía intención de hacer eso en
absoluto.

Me tiembla todo el cuerpo. Es difícil de escuchar. Me siento


como si estuviera en medio de uno de esos rompecabezas de
palabras que se supone que tengo que descifrar y si al final
descubro o no la verdad determina mi coeficiente intelectual.

—¿Ah, no? —Frunzo el ceño. —¿De qué estás hablando?

—No iba a enamorar a una pobre chica —responde, soltando


una carcajada. —¡Sólo estaba intentando que Kenz me diera algo
de dinero para ir a su boda!

—¡Oh, vamos, Grant! —protesto, levantando las manos.

—¡Hablo en serio! —responde. Se mueve por todas partes, su


voz está tensa y su lenguaje corporal parece sincero. —Iba a
decirle a McKenzie que lo mío con quienquiera que fuese esa
chica no funcionó, porque siendo realistas, ¿cómo voy a
enamorar a una chica en un par de días, verdad?

Lo miro por un segundo y luego no puedo evitar reírme. He


estado atrapada en el torbellino de nuestro maravilloso romance
y ni siquiera he pensado en lo rápido que han ido sucediendo las
cosas.

Una leve sonrisa se dibuja en su rostro y se acerca un paso.


—¿Verdad?

Dios, es tan encantador.

—Yo... veo lo que estás haciendo aquí...

—¿Qué? —Sonríe. —¿Qué estoy haciendo, nena?

—No lo hagas —protesto mientras mi cuerpo empieza a


llenarse del calor familiar que siempre siento cuando él se acerca
tanto... no solo físicamente. —Grant, yo...

—Créeme, Allie —susurra, acercándose a mi cintura.


¿Debería detenerlo? —Cuando entraste en nuestra habitación,
entraste en mi vida de una forma que nadie antes había
conseguido. Eras la mujer más hermosa que he visto...

—Grant...

—Y desde ese momento, me estaba enamorando de ti. —


Ahora puedo verlo en sus ojos. Dice en serio cada palabra que
sale de su boca.

Siento como las cadenas de acero que he estado cargando se


deslizan de mis hombros y caen al suelo. Al mismo tiempo, las
piernas me fallan y empiezo a caer. Pero Grant me atrapa con sus
manos grandes y fuertes que me agarran por la cintura.
Me levanta y me abraza y, sin siquiera pensarlo, me envuelvo
en él y aprieto los labios contra los suyos.

El alivio que siento es indescriptible. Es como si todo mi


cerebro se apagara y solo me funcionara el corazón. Todos mis
demás sentidos se intensifican y soy mil veces más consciente de
sus manos sobre mí, de su pecho robusto y sus gruesos brazos,
de lo maravillosos que son sus labios contra los míos.

Pero entonces recuerdo lo que me acaba de decir y tengo que


apartarme y mirarlo a los ojos, esos ojos brillantes que me miran
con su verde intenso.

—Grant... —gimoteo tímidamente. —Tú... acabas de decir


algo hace un momento...

—¿Sí, cariño?

—Dijiste que te estabas... enamorando de mí... —Siento cómo


me ruborizo al repetir sus palabras, cómo se me acelera el
corazón como si acabara de empezar a hacer ejercicio.

Pero Grant no parece darse cuenta, o si lo hace, no le


importa. Me alisa un poco el pelo y asiente con la cabeza, sin
dejar de mirarme. —Sí, nena. Eso es lo que he dicho.

Al instante, me entra una risita por dentro. Tranquila, Allie.

—Me ha parecido oírte decir eso —respondo. Abro la boca


para hablar, pero termino hundiendo la cabeza en su pecho para
esconderme.
—¿Por qué? —me pregunta levantándome hacia él con dos
dedos bajo la barbilla. Sonríe de un modo tan tranquilizador. —
¿Hay algo que quieras decirme, Allie?

Esto es una locura. No puedo creer todo lo que ha pasado


entre nosotros, que éste sea el hombre delante del cual me
avergoncé cuando tenía doce años. Que siete años más tarde, este
hombre me haya dejado sin palabras de una forma que nunca
creí posible.

Y hace unos momentos, estaba dispuesta a huir de él porque


pensaba que todo era mentira. Pero lo escuché a él, y escuché a
mi corazón, y sé lo estúpido que habría sido. Quiero decir, ¡podría
estar embarazada de él! ¿Quién sabe? Sólo pensarlo me hace
sentir absolutamente eufórica.

—Sí, Grant. —Sonrío, entrelazando los dedos detrás de su


cuello. —Siento haber mirado tu portátil y haber salido corriendo
sin darte la oportunidad de explicarme.

—No pasa nada, nena. —Grant asiente, esperando lo que


claramente sabe que viene a continuación. —Tenías todo el
derecho a estar molesta y asustada.

—¿Y Grant?

—¿Sí, Allie? —Sonríe, derritiendo mi corazón.

—Yo... yo también te amo.


Capítulo 15
Grant

Maldita sea, eso estuvo cerca. Casi la pierdo.

Una parte de mí sigue diciéndose que era imposible perderla,


porque es mi alma gemela y las almas gemelas no pueden
verdaderamente perderse la una a la otra. Pero la parte realista
de mí siente que si realmente se hubiera subido a ese coche y se
hubiera marchado, nunca la habría vuelto a ver.

Habría ignorado mis llamadas y mensajes de texto y


encontrado una manera de evitar que la viera, así que estoy
rebosante de felicidad cuando veo a Allie de pie en su lugar con
las otras damas de honor.

Lleva el mismo collar y el mismo vestido que las demás, pero


las eclipsa por mucho. No es justo. Claro, puede que sea parcial,
pero es la verdad. Allie pertenece a una pasarela en Nueva York.

Lástima que nunca la dejaría ir. Mis celos sacarían lo mejor


de mí y estaría allí secuestrándola y arrastrándola de vuelta para
estar conmigo y sólo conmigo el primer día que empezara a
trabajar.

Es bueno que Allie esté aquí para que la mire, porque ya me


estoy aburriendo como una ostra mientras todos esperamos a
que McKenzie aparezca y camine por el pasillo. Gracias a Dios
estoy entre el público y no en la ceremonia, pero todo esto me
hace pensar: ¿cómo sería nuestra boda?

—Siento que estoy a punto de llorar —me dice una chica que
no conozco.

—¿Ah, sí? —Sonrío y asiento con la cabeza, sin querer ser


grosero.

Pero cuando echo la vista atrás al otro lado del pasillo, me


atrae al instante Allie y su hermoso y radiante rostro. Intenta no
sonreírme y mantener su porte de dama de honor, pero eso la
hace aún más bonita.

De repente, la música cambia y todos miran hacia la puerta


cuando McKenzie entra agarrándose al brazo de su padre. Sonríe
orgulloso, todo lo orgulloso que un hombre puede parecer, y tras
una breve pausa, los dos comienzan a caminar por el pasillo
hacia el altar.

Ella está estupenda con su vestido de novia y sonríe como si


fuera el mejor día de su vida, y estoy seguro de que lo es. Incluso
la sorprendo lanzándome un pequeño guiño al pasar, que yo
devuelvo con un pulgar hacia arriba.
Después de lo que pasó con el pequeño descubrimiento de
Allie de los correos electrónicos de McKenzie y míos, las cosas
podrían haber terminado en catástrofe entre las dos. Por suerte,
la suerte o el destino o los dioses estaban brillando sobre todos
nosotros, porque de alguna manera se las arreglaron para
resolver las cosas hoy antes de la boda.

Yo no estaba allí, pero por lo que me contó Allie, McKenzie se


dirigió a ella durante el peinado y el maquillaje y le preguntó por
nosotros y cómo nos llevábamos. Ella estaba claramente
sondeando si yo había hecho mi trabajo para enamorar a Allie.
Allie dijo que no quería sacar el tema y provocar una posible pelea
en el gran día de McKenzie, así que 'lo insinuó de forma indirecta',
y McKenzie lo entendió.

McKenzie dijo que sólo tenía las mejores intenciones y que


estaba preocupada de que Allie fuera a terminar como una 'vieja
dama de los gatos soltera', por lo que básicamente quería poner
en marcha su vida de citas. Y ese fui yo.

—¿Una vieja dama de los gatos soltera? —me comentó Allie


cuando ambos estábamos de vuelta en la habitación esperando a
que llegara la hora de bajar al pasillo. —¿Puedes creerlo?

Estaba claramente disgustada, pero al mismo tiempo se


estaba riendo.

—Ella solo estaba cuidando de ti —le respondí mientras la


abrazaba suavemente. Tuve que contenerme, ya que llevaba
puesto el vestido de dama de honor y estaba peinada y
maquillada. Si estropeaba algo ahora para la ceremonia, me
metería en un gran problema.

—¡Podría haberme sentado y tener una conversación


conmigo!

—¿Habrías escuchado? —pregunté. Allie se limitó a


responder frunciendo el ceño. Yo se lo señalé. —Exacto.

¿Estoy de acuerdo con los métodos de McKenzie? No puedo


asegurarlo. Lo que puedo decir es que, al fin y al cabo, condujeron
a Allie hasta mí. Y eso es todo lo que importa.

Veo como el padre de McKenzie la lleva por los escalones


hasta el altar. Todo el mundo en la sala sonríe o tiene los ojos
llorosos, o ambas cosas. Hago un corazón con las manos que
nadie puede ver excepto Allie, distrayéndola juguetonamente
mientras transcurre la ceremonia. Se intercambian los anillos y
ya estoy pensando en comprar uno para pedirle matrimonio.

El cura declara a todo el mundo que McKenzie y Charlie ya


son marido y mujer y que ya puede besar a la novia. Lo hace, y
el público los aclama mientras se besan por primera vez como
pareja casada.

Yo también aplaudo y me alegro de verdad por mi amiga, pero


sólo puedo pensar en salir de aquí para pasar tiempo con mi
amor. ¿Dónde compraré el anillo de compromiso de Allie? ¿Qué
aspecto tendrá? ¿Dónde le propondré matrimonio? No lo sé, pero
lo que sí sé es que ¡no puede ser lo bastante pronto!
Epilogo
Grant
Cuatro años después

Oigo música cuando entro en casa. Me quito las botas en la


puerta principal y me dirijo a la cocina, siguiendo el olor de un
asado con verduras que sé que mi maravillosa esposa está
cocinando para esta noche. Hace años, hice una broma sobre ella
haciendo tareas femeninas para mí, pero resultó no ser una gran
broma.

Cocina, limpia, es preciosa e increíble en la cama, y como hoy


es nuestro aniversario, me está preparando mi comida favorita.

Entro en la cocina y la encuentro de espaldas a mí, frente a


la cocina, con un precioso conjunto de lencería rosa y tacones.
Aún no se ha dado cuenta de que estoy en casa, así que me acerco
sigilosamente por detrás.
Le debe de encantar esta canción, porque baila suavemente,
moviendo las caderas de un lado a otro de un modo que me pone
cachondo de inmediato. Han pasado cuatro años y mi lujuria por
Allie no ha hecho más que crecer. No me importa lo que digan de
que los matrimonios hacen que la vida sexual de las parejas se
agote. A nosotros nos ha pasado todo lo contrario.

Estoy obsesionado con ella. La tengo en mi mente


constantemente. Cuando estoy en su presencia, tengo que tener
al menos una mano sobre ella, ya sea subiendo su camiseta o
bajando sus pantalones. Y cuando no estoy cerca de ella, estoy
reproduciendo las imágenes traviesas que tengo de ella en mi
mente o recorriendo las miles que tengo de ella en mi teléfono.

—Eh, tú —susurro mientras agarro dos buenos bocados de


su jugoso trasero.

Allie chilla, asustada, y deja caer la espátula que estaba


usando para remover las verduras. Se gira y la atrapo en mis
brazos. Le agarro más el culo. Estoy tan cachondo por ella. Gruño
y bromeo mientras finjo engullir el lateral de su cuello,
abriéndome camino hacia sus labios.

—¡Cariño! —Se ríe. —¡Me has asustado!

—¿Cómo estás, mi bella esposa? —gruño. —Estás muy sexy


esta noche. Y lo que sea que estés cocinando huele delicioso.

—¿Yo? —pregunta juguetona. —¿Me veo sexy?


—Claro que sí —respondo, chupándole el lóbulo de la oreja,
lo que sé que la vuelve loca, y esta vez hace que arquee la espalda
y cierre los ojos mientras deja escapar un suave gemido.

—Ya sabes lo que voy a hacer para mi maravilloso esposo —


me dice. —Su comida favorita para nuestro aniversario.

Sonrío mientras aprieto los labios contra su cuello y beso su


mandíbula. Desde que me casé con esta mujer, toda mi vida se
ha convertido en un tremendo estado de felicidad. Es la única
forma de describirlo. —Eres un ángel, ¿lo sabías? —pregunto,
besándola. —Pero debería ir a ducharme. Todavía estoy todo
sudado y grasiento de la tienda.

Empiezo a bajarla, pero ella me agarra fuertemente con


brazos y piernas y me detiene. —No, no lo hagas —dice,
sacudiendo la cabeza. —Me gustas cuando estás todo sudado,
grasiento y varonil.

Sonríe mientras dice esto, radiante como ella, de esa forma


que me llega directamente al corazón. No tengo ninguna duda de
que Allie y yo estamos hechos el uno para el otro. Que soy el único
hombre para el que ella estaba destinada, y que incluso si no
fuera por el pequeño plan de McKenzie que nos unió, el universo
nos habría unido de alguna otra manera. Realmente lo creo.

Nuestra vida juntos es demasiado perfecta.

Le propuse matrimonio un mes después de la boda de


McKenzie. Sinceramente, me hubiera gustado pedírselo antes,
pero me llevó todo ese tiempo encontrar el anillo adecuado y
planearlo todo bien. Y para el amor de mi vida, quería asegurarme
de que las cosas estuvieran bien.

Una parte de mí quería proponerle matrimonio fuera del


taller donde nos 'conocimos' por primera vez cuando Allie era sólo
una niña -sólo para bromear un poco-, pero me lo pensé mejor.
Quería darle algo mejor que una broma que la hiciera reír. Quería
regalarle algo bonito y mágico que recordara para siempre.

Así que, conociendo su pasión por la carpintería, le dije que


había encontrado una idea creativa para una cita nocturna y
fuimos a un curso de carpintería para parejas en el que
construimos juntos una pequeña caja. Todavía la tenemos en el
salón. Nos lo pasamos muy bien y después la llevé a cenar a su
restaurante favorito, donde le enseñé la caja aún más pequeña
que me había enseñado a construir un instructor y en la que
había colocado el anillo que le había comprado.

Fue perfecto. Aceptó mi propuesta y nos casamos dos meses


después. Seis meses después nació Timothy.

Nunca había pensado en ser padre hasta que conocí a Allie,


y entonces fue como si el universo me dijera que había llegado el
momento. Fue como si todos mis instintos se activaran al
instante y supiera lo que tenía que hacer. Y cuando ese niño vino
al mundo y lo tuve en mis brazos, supe que mi vida estaba
completa.
Sabía que debía mantenerlos a los dos y que ya no sería
suficiente con ser empleado en el taller. Así que decidí empezar a
trabajar para hacer realidad mi sueño.

No fue fácil, pero con Allie a mi lado todos los días, pude abrir
mi propio taller en once meses. Las cosas empezaron poco a poco,
pero mi reputación creció rápidamente y pronto tuve que
rechazar a mecánicos buscando trabajo.

Allie tuvo que ralentizar el ritmo de las clases después de


tener a Timothy, pero pronto retomó el ritmo y se licenció en
fabricación de muebles y carpintería arquitectónica.
Sinceramente, no podría estar más orgulloso de ella.

—¿Está durmiendo Timothy? —le pregunto.

Allie asiente y mira su lencería. —¿Crees que me pondría esto


si él no lo estuviera? —Los dos nos reímos. —Intentó quedarse
despierto para papá, pero estaba cansado de tanto dar vueltas en
su pequeña moto antes.

—Oh, le encanta esa cosa —me río mientras dejo a mi esposa


en la encimera. —Realmente quiero poner mis manos sobre ti,
pero tengo algo para ti primero...

Los ojos de mi esposa se iluminan cuando meto la mano en


el bolsillo trasero, saco el joyero y se lo doy. —Un regalito de
aniversario.

—¡Grant! —exclama. —¡No me habías dicho que nos íbamos


a hacer regalos!
Me inclino hacia ella y la beso suavemente. —Tú eres mi
regalo, nena. Ahora vamos, ábrelo.

Ella sonríe y frunce el ceño al mismo tiempo, tira del lazo y


lo deja a un lado. Me encanta hacer regalos a mi esposa. Nada
me hace más feliz que hacerla feliz. Y cuando se queda
boquiabierta y le brillan los ojos al ver lo que hay dentro de la
caja, se me calienta todo mi interior.

—Grant...

—¿Te gusta? —pregunto, pero ya sé la respuesta. Dentro hay


un collar, una sencilla cadena de plata con un colgante de
corazón de zafiro, su piedra favorita.

—¿Estás bromeando? —jadea. —Me encanta.

—Bien —respondo, lo saco de la caja y se lo pongo en el


cuello. Le queda perfecto. —Te queda de maravilla.

—Eres un esposo maravilloso —me dice, rodeándome el


cuello con los brazos y besándome.

—Sólo para la esposa más maravillosa del mundo —le


respondo mientras le abro las piernas. —¿Cuánto falta para que
el asado esté hecho? —le pregunto, apartándole suavemente las
bragas para dejar al descubierto dos suaves labios rosados y una
abertura rosada que ya brilla de humedad.

—Unos... quince minutos... —gime mientras trazo una línea


sobre sus húmedos pliegues. Sonrío y le bajo una de las copas
del sujetador, revelando un pecho perfecto. Mi polla palpita de
lujuria. Esto es todo. Ella es mi mundo. El sueño alucinante con
el que vuelvo a casa cada noche después del trabajo.

Me inclino hacia ella y deslizo la lengua entre sus labios,


abriéndola mientras me desabrocho los pantalones de trabajo.
Suelta un gemido mientras subo, saboreándola, sin dejar de
mirarla, hasta que llego al botoncito del placer que sólo requiere
un poco de presión para volverla loca.

Sus manos se aferran al mostrador y grita. Gruño en su


agujero mientras me quito los pantalones. Si tuviéramos más
tiempo, seguiría chupándosela, pero el asado va a estar listo
pronto y no quiero estropear la maravillosa cena que ha
preparado mi esposa.

Me pongo de pie y la agarro por la cintura, apartando su culo


de la encimera para que su jugoso coñito quede a mi vista. —Te
ves tan jodidamente sexy con ese conjunto, nena —le digo
mientras aprieto mi corona contra su entrada.

Me mira, claramente orgullosa de sí misma, como siempre


que me pone cachondo. —¿Te gusta, papi?

Asiento con la cabeza y empujo hacia delante. Ella jadea. —


Lo amo —le digo, inclinándome para darle un beso apasionado.
—Pero te amo más a ti. Cada parte de ti.

Aprieto los dientes y bombeo con rapidez, sabiendo que nos


queda poco tiempo antes de que llegue el momento de comer
juntos y celebrar nuestros cuatro años como una pareja
felizmente casada. Mueve las caderas debajo de mí, moviéndose
hacia delante y hacia atrás, mirándome como siempre lo hace
cuando hacemos el amor así.

—Y yo también te amo —me dice.

—Para siempre —le digo.

Ella asiente. —Para siempre.

Fin

También podría gustarte