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La mañana del jueves 24 octubre de 1929 había más de un millar de miembros del New York Stock

Exchange, una consecuencia de la gran cantidad de ordenes de venta cursadas durante la noche
anterior. Después la venta de un enorme paquete de acciones de la Cities Service Co. Comenzaron
órdenes de venta por un millón de títulos y todas las cotizaciones cayeron de inmediato. Cuando
las noticias de lo que ocurría entre la Bolsa se conocieron fuera de las muras, una multitud se
congrego en frente de Wall Street. Se convoco una reunión de emergencia en las oficinas de
J.P.Morgan con los principales banqueros de New York y la finalidad de frenar la caída del precios
de las acciones. Los banqueros atribuían la caída a cuestiones estrictamente técnicas, no a un
deterioro de la economía, dijo un socio representante de Morgan. Por la tarde se desacelero la
caída de la Bolsa. En Washington, los miembros del Consejo de la reserva Federal pudieron
comprobar que acontecimientos similares se registraban en las bolsas de Chicago, Boston,
Filadelfia, San Francisco y Los Angeles, no era un caso aislado. En los días siguientes se repitió el
ambiente vendedor y el día 28 empezó con otras millones de acciones vendidas. Los banqueros
decidieron reunirse de nuevo: reconocieron que las fuerzas del mercado estaban más allá de su
control y tomaron conciencia de que no podían frenar el descenso sino impedir un desorden
vendedor. El martes 29 fue el día más devastador de los 112 anos de historia de la Bolsa de Nueva
York, nadie se libró de la caída de los precios. Los banqueros no pudieron llegar a ningún acuerdo.
Los miembros del Consejo de la reserva federal tampoco tenían claro si intervenir en el mercado
bursátil era una de sus responsabilidades. La Bolsa continuó su marcha descendente hasta 19322,
llegando a perder el 80% de su valor. Y todo esto se trasmitió muy rápidamente a todos los
mercados bursátiles de Europa y del mundo.
Este crac generó una atmosfera de temor y un ambiente de incertidumbre sobre el futuro
inmediato de la economía mundial; los consumidores revisaron a la baja sus expectativas y
suspendieron sus compras de bienes de consumo duradero.
El crac bursátil afectaba el normal funcionamiento del sistema financiero y se había interrumpido
el flujo de crédito bancario. La crisis financiera explotó en mayo 1931 con la quiebra del gigante
austriaco Creditanstalt, que afectó mucho a la Bolsa de Berlín. La paralización del sistema bancario
germánico se contagió al resto de Europa. La economía mundial cayó en picado y una década
después la producción y el empleo todavía no habían recuperado el nivel pre 1929.
La Gran Depresión modifico de manera radical las reglas y las instituciones que habían gobernado
el mundo económico hasta entonces; fue el fin del laissez-faire.
Aun se debate sobre sus causas, fue tan dura y agria porque faltó liderazgo y cooperación
internacional.

La crisis del ‘29

Con los años veinte empezó una nueva etapa del crecimiento económico capitalista, con el fin de
los sufrimientos pasados con la guerra y el posguerra, ese periodo se bautizó prosperity years o
roaring twenties. El crecimiento económico fue tanto más perceptible y acompañado por
importantes cambios en la cultura material, en las relaciones sociales y en las manifestaciones
culturales. Como los numerosos bienes de consumo duradero, posibilitados por la segunda
revolución industrial y por los cambios en la distribución de la renta, que se convirtieron en
elementos familiares de uso diario (automóvil, radio, refrigerador, estufa eléctrica). O cambios
sociales como la jornada de ocho horas, las vacaciones remuneradas, el cine y los seguros sociales.
En la segunda mitad de los años veinte los EU entró en la fase de sociedad de consumo de masas.
El salto de estas modas a Europa gracias al desarrollo de los medios de comunicación de masas
evidenciaba el predominio económico americano tras la primera guerra mundial. Se desarrollo u
conservadurismo institucional con respecto al orden económico establecido; como indican la
prohibición del alcohol y la consolidación de movientes racistas y nacionalistas (KKK, fascismo,
nazismo).
En realidad el crecimiento del PIB occidental 1923-1929 fue bastante modesto; en términos
estrictamente cuantitativos, significó nada más que una restauración del ritmo de crecimiento de
preguerra, no se ha de exagerar a prosperidad de los años veinte. Crecieron más intensamente
aquellos países que aplicaron más eficazmente las nuevas técnicas de producción y que invirtieron
en los nuevos sectores. De hecho el avance económico de los Estados Unidos fue superior al del
viejo continente. En países todavía atrasados, como Italia y España, los gobiernos intentaron
combinar medidas estabilizadoras y expansivas con la intención de abaratar las importaciones y
atraer capital para forzar la industrialización. Pero el mercado doméstico no bastaba para dar salida
a la producción nacional; la alternativa fue crear demanda mediante gasto público en
infraestructuras. El crecimiento económico alemán desde 1923 estuvo ligado al flujo de capitales
americanos del Plan Dawes, y a la reorganización de la industria; los gobiernos de Weimar
practicaron una política de drástica y sostenida deflación, mediante rígida restricción de la
circulación monetaria. Su dos debilidades eran la dependencia de inversiones extranjeras y las
deficiencias de la demanda interior. Aunque la guerra y los acontecimientos posteriores impulsaron
la renovación de parte del aparato productico, no en todos los países aquella tuvo la misma
intensidad.
A nivel mundial, el ritmo de crecimiento de la producción agrícola fue bajo en términos físicos pero
sus precios se debilitaron con relación a los bienes industriales. El exceso de oferta de productos
agrícolas llevaba países de producción esencialmente primaria para la exportación a vender sus
productos a precios desastroso o destruir parte de las cosechas cada ano para disminuir la cantidad
vendible en el mercado. Las prácticas proteccionistas que se implementaron en el viejo continente
no ayudaron a una adaptación significativa de los mercados.
El ritmo de crecimiento fue alto en las ramas industriales y en los nuevos productos y por el
contrario fue bajo en los productos tradicionales. Aprovechando de la guerra, la minería de carbón y
las fábricas de fibras textiles naturales habían sido las que más se habían extendido. Tofos los países
tenían problemas de reconversión industrial, pero cuando algunos escogían la alternativa de elevar
tarifas arancelarias o depreciar su moneda, añadían solo sobreproducción global.
El proteccionismo limitaba la capacidad global de importar y colaborar a largo plazo, porque los
gobiernos solo querían una solución a corto plazo, más fácil que invertir para algo que no da
resultados inmediatos.
Uno de los problema de la época era el déficit de liderazgo económico global, Gran Bretaña no
tenía ya la capacidad de sustentarlo y los Estados Unidos no mantenían su mercado lo
suficientemente abierto a los productos extranjeros, causa su política proteccionista. El comercio
internacional en 1925-1929 no facilitaba las cosas para un crecimiento estable de una producción,
que crecía a un mayor ritmo que la capacidad de compra. En términos financieros la situación era la
de un desequilibrio macroeconómico global con exceso de liquidez.
El automóvil se convirtió en el símbolo del nivel de vida americano, que todos querían copiar, y
ejerció un efecto de arrastre económico sobre la industria petroquímica y siderúrgica.
En Europa la principal emuladora fue Alemania. La conjunción de racionalización y concentración
de los negocios permitió notable incremento de la productividad por obrero, y unida al descenso del
coste de la vida, permitieron que los salarios reales mejoraran. Aquí era el consumo de los obreros
lo que impulsaba la expansión económica. Ellos fueron la clientela del nuevo nacionalsocialismo
que manifestaba un resentimiento irracional contra los grandes grupos financieros e industriales.
Alemania fue también la principal receptora del flujo de préstamos por EU y GB, tras la
Conferencia de Genova (1922). También, una importante corriente de inversiones se dirigió a países
de otros continentes ( Brasil, india, Australia, Canada, Argentina) donde se emplearon en la
producción primaria y en proyectos de infraestructuras y medios de transporte, confirmando la
preponderancia Americana en el cono sur de América y en Canada.
El nuevo sistema monetario, para su funcionamiento eficaz, requería una leal y constante
cooperación financiera internacional. Y después que alguien tomase la posición de leader, en teoría
solo USA podían pero en la práctica se mostraban todavía inseguro e inexperto.

Todos tenían una gran fe en que una vuelta a los tradicionales principios del laissez-faire resolvería
los problemas posguerra, pero ya se planteaban alternativas practicas a este modelo. En Italia la
primera política económica de Mussolini se orientó a una liberalización económica por métodos
coercitivos con un Estado fuertemente intervencionista, aun sin tocar el principio de la propiedad
privada. Este sistema de forzado capitalismo quería fomentar la producción nacional y proteger a
los trabajadores, manteniendo un equilibrio entre producción y consumo. Algo similar paso después
1928 en la Unión Soviética con la planificación integral de la economía por el Estado.
Keynes fue el que más destaco por sus criticas puntuales a la política económica tradicional, critico
la “Ley de Say”, con la que se justificaba la neutralidad del gobierno en la esfera económica,
reclamando un fuerte intervencionismo estatal. Pero solo con la Gran Depresión sus
recomendaciones se convirtieron en la principal guía para la política económica mundial.
El crac siguió una fuerte valorización de los títulos que, desde 1926, parecía no tener fin, símbolo
del optimismo del periodo. En 1927, EU recibió peticiones de Gran Bretaña, Francia y Alemania de
relajación de las condiciones crediticias; la respuesta positiva facilito el objetivo global. En 1928 la
FED elevó los tipos de interés con el fin de interrumpir una posible burbuja especulativa. La mayor
remuneración de los ahorros atrajo más capitales del exterior hacia la Bolsa, alimentando la
especulación. Entonces la política monetaria americana colaboro a fomentar una liquidez
extraordinaria en el país. El alza de las cotizaciones parecía no tener fin, al que se engancharon los
primeros fondos mutualizados, gracias a los cuales la nueva clase media pudo poner sus ahorros en
la Bolsa, con gran optimismo y esperanzas. Todo se acabó el 24 de octubre 1929, calificado como el
jueves negro.
El crac financiero era la síntesis más llamativa de los problemas que arrastraba la economía mundial
desde mucho antes, que se convirtieron en la Gran Depresión de los años treinta. La depresión en la
economía real se manifestó en dos oleadas de inusuales tasas negativas de la actividad económica
(1933 y 1939) de los países más desarrollados y en una década de bajas tasas de crecimiento en todo
los países del mundo. Es de destacar todavía que la caída de los precios se registraba ya desde 1925.
La consecuencia inmediata y dramática fue el crecimiento del paro, que alcanzó unos niveles
desconocidos. La crisis financiera, inicialmente solo estadounidense, se manifestó después de 1931
también en Europa, que produjo la perdida de las expectativas de mejora, forjadas durante los
roaring twenties. Los obreros industriales fueron entre los más afectados por la crisis, con una
reducción del 40% de su masa salarial. De hecho hubo movilizaciones obreras de virulencia
desconocida, marchas del hambre, que asustaron los políticos.
En Gran Bretaña la percepción de la crisis no fue tan brusca porque su economía registraba un
estado latente de bajo crecimiento desde 1921, y ya había un elemental subsidio de desempleo que
garantizaba la subsistencia de las familias. En Francia los efectos tardaron a manifestarse; y tras la
gran confrontación social e inestabilidad política, la depresión dio al traste con la Tercera
Republica. Las mayores consecuencias políticas se vivieron en Alemania; donde, después todas las
esperanzas con el Plan Dawes (1924) de los prestamos americanos, en 1931 se hizo incontrolable la
irritación de la gente por los sacrificios inútiles y se produjo la perdida de fe en el sistema. El corto
periodo de democracia alemana, la República de Weimar, acabó representando para mucha gente la
inutilidad de ese sistema, cayendo en mano del populismo nazista.
Hasta octubre 1931, tanto la FED como la presidencia y el congreso americanos pensaban que la
crisis de Wall Street solo afectaría levemente a la actividad económica; la reacción fue esperar a que
el ciclo se enderezara por sí mismo gracias a la deflación natural hasta que hubiera nuevas
perspectivas de beneficios para las inversiones. Como consecuencias de las medidas proteccionistas
americana se agravo la recesión y fue extendida en Europa, con una oleada de quiebras bancarias
iniciadas en Austria y Alemania, que derivaba de la dependencia que tenía la reconstrucción
industrial de esos países de los créditos a corto plazo recibidos de EU y GB. Tras esta debacle
financiera, en toda Centroeuropa, los gobiernos impusieron el control de cambios y el bloqueo de
las cuentas extranjeras para evitar la salida de capitales. Gran Bretaña abandono en 1931 el patrón
oro y devaluó la libra, con consecuente desvalorización de las reservas en libras de los bancos
centrales de otros países. El banco de Inglaterra mantuvo bajos tipos de interés que, facilitando el
crédito a las industrias, impulso una tímida renovación tecnológica. Así hicieron también todo los
25 países que tenían relaciones comerciales estrechas con GB. Gran Bretaña también introdujo el
proteccionismo de la preferencia imperial, por las que se estableció el librecambio dentro del
Commonwealth, pero con altos aranceles a terceros países. Los otros, USA, Francia, Alemania, se
mantuvieron fideles al patrón oro y practicaron una política deflacionista. Que consistía en:
reducción drástica de gasto público, subida de impuestos, baja de los salarios, subsidios de
desempleo, control de los precios. El programa de mayor impacto fue el New Deal del presidente
americano Roosevelt, introducido también en Francia por el nuevo gobierno del Frente Popular, en
medida más pequeña. La política económica de la Alemania Nazi se inspiró en un nacionalismo
mesiánico que se permitía hace cualquier cosa justificada por el bien de algo abstracto y casi
religioso como es la Nación, contra los interés extranjeros y a favor del “buen alemán”.
Pero estas políticas tradicionales deflacionistas no eran capaces de sacar los países de la crisis tal
como sus defensores prometían.
Hubo dos impulsos de superación de la Gran depresión: 1933-’37 y después la segunda guerra
mundial, que propicio la salida real.
La movilización de recursos de forma creciente durante la Guerra expreso en un notable
crecimiento de la tasa de actividad de las economías de los países beligerantes. El más beneficiado
fue nuevamente Estados Unidos, se aceleró su crecimiento económico y se incrementó
notablemente su capacidad productiva. También la guerra hizo que finalmente estuviese un leader
económico mundial equilibrador: USA. Tras los acuerdos de Bretton Woods (1944), que crearon las
instituciones encargadas de garantizar la estabilidad de los cambios y la apertura de mercados
internacionales, América organizo una cooperación internacional económicamente expansiva. Se
sentaron así las bases para iniciar una nueva era de crecimiento económico bajo la pax americana.

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