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I. INTRODUCCIÓN
* Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Magíster en Derecho Civil por la
Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Asociado Senior del Estudio Hernández & Cía.
Docente de Derecho Civil en la PUCP, Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y Universidad
de Lima. Miembro del Taller de Derecho Civil José León Barandiarán.
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Sin embargo, aun cuando el tema central del Pleno (¿una coposesión con-
solidada en el tiempo puede conducir a una copropiedad mediante la usuca-
pión?) no haya atraído la atención teórica ni práctica que suele concitar esta
clase de sucesos, la oportunidad habría podido ser aprovechada por la corte
(como ya ha ocurrido en más de una ocasión con otros Plenos Casatorios Ci-
viles) para sentar una mínima línea interpretativa respecto de temas (vincula-
dos a la usucapión) sobre los cuales las instancias de mérito suelen tener cri-
terios disímiles.
Se nos ocurren unos cuantos ejemplos: (i) ¿La propiedad se gana por pres-
cripción con el solo paso del tiempo o se requiere de una sentencia constitu-
tiva?; (ii) El envío de cartas notariales exigiéndole al poseedor (en tránsito a
consumar la prescripción) la restitución de la posesión, ¿afecta su continuidad
o su pacificidad?; (iii) ¿De qué depende que pueda producirse el fenómeno de
la interversión, esto es, que alguien que inició su posesión reconociendo en
otro el dominio se convierta en un poseedor con animus domini para así po-
der acceder a la prescripción?; (iv) Estando claro que la prescripción conlleva
a la extinción del dominio del anterior titular, ¿ocurre lo mismo con las cargas
y gravámenes que preexistían a la consumación de la usucapión? ¿Estas cargas
y gravámenes deben ser dejadas sin efecto una vez que el prescribiente sea in-
vestido como nuevo propietario?; (v) Habiéndose consumado la prescripción,
¿ésta produce efectos hacia el futuro o más bien se aplica de manera retroac-
tiva, asumiendo al prescribiente como propietario desde el día en que inició
su posesión?; (vi) ¿Es lo mismo la suma de plazos posesorios que la sucesión
posesoria? ¿Es factible construir esta última institución dentro de nuestro or-
denamiento jurídico valiéndonos para ello de las normas del Código Civil (en
adelante, “CC”)?
Lamentablemente, el Pleno dejó pasar la oportunidad y centró el análi-
sis en la coposesión y su tránsito a la copropiedad por medio de la usucapión.
Sin embargo, ello no quiere decir que la corte no nos haya dejado algunos li-
neamientos básicos con relación a otros temas (entre ellos, el arrendamiento,
el derecho real de uso, los tipos de posesión, los requisitos de la posesión, etc.)
que, aun cuando no constituyan precedentes vinculantes, no dejan de ser re-
levantes y, como tales, ameritan ser analizados (más aún si en muchos de los
casos la posición asumida por la corte resulta bastante cuestionable).
Para tal efecto, he optado por dividir este breve trabajo en cuatro tópicos:
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− Desarrollo del caso y las diversas sentencias expedidas por las instancias de
mérito dentro del proceso de prescripción adquisitiva.
− Análisis crítico de los considerandos del Pleno que no están vincula-
dos al tema central de discusión, por lo que bien podrían ser calificados
como“obiter dictum”.
− Análisis crítico de los considerandos del Pleno que sí están vinculados al
tema de fondo (y que bien podríamos calificar como la “ratio decidendi”).
− Desarrollo de la doctrina jurisprudencial vinculante establecida por el
Pleno.
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1 De acuerdo con el artículo 897 CC, el servidor no es poseedor en tanto se encuentra en relación de
dependencia respecto de otro, conservando la posesión en nombre de éste y en cumplimiento de sus
órdenes e instrucciones.
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La Primera Sala Civil de Lambayeque confirmó el falló, pues –al igual que
el juez– consideró que no era factible la existencia de dos o más sujetos ejer-
ciendo posesión de un mismo inmueble, por lo que la pretensión de los De-
mandantes partía de una premisa que carecía de sustento legal:
“El acto de posesión como propietario debe ser de manera exclusi-
va y con el carácter de excluyente, por lo que no puede concurrir
en paralelo otro acto de posesión también como propietario del
otro peticionante”.
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Las cuestiones que a continuación vamos a comentar bien podrían ser en-
tendidas como “obiter dictum”. A diferencia de la ratio decidenci, que viene a
ser el fundamento o razón subyacente de la decisión de un tribunal, el obiter
dictum (que literalmente, en latín, significa “algo dicho al pasar”, o “a propó-
sito de algo”) “es algo adicional que no resulta estrictamente necesario para
alcanzar, justificar o explicar la solución del caso. Comúnmente abreviados
como “dicta”, estos pronunciamientos innecesarios suelen ser observaciones de
un tribunal acerca de cuestiones que no están realmente bajo su juzgamiento,
o conclusiones acerca de cuestiones innecesarias para la solución que de he-
cho ha alcanzado, o explicaciones con mayor alcance de un cuerpo legislativo
completo, o simplemente agregados por completo irrelevantes”2.
2 SCHAUER, Frederick. Pensar como un abogado. Una nueva introducción al razonamiento jurídico.
Traducción al castellano de Tobías J. Schleider, Marcial Pons, Madrid, 2013, p. 70.
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La Corte se limita a citar el artículo 900 del Código Civil (“La posesión se
adquiere por la tradición, salvo los casos de adquisición originaria que estable-
ce la ley”) y omite señalar que existen otras formas de adquisición de posesión
que, aun cuando escapan de los parámetros de dicha norma, bien podrían dar
lugar a una prescripción adquisitiva.
En efecto, el artículo 900 del Código Civil regula únicamente las formas
de adquisición de la posesión legítima:
− La adquisición derivativa: aquella en donde el poseedor logró acceder al
bien contando con la voluntad y autorización del anterior (tradición); y
− La adquisición originaria, pero siempre que ésta se encuentre reconocida
por la ley. Por ejemplo, los bienes sin dueño, como las piedras, conchas y
otras análogas que se hallen en el mar o en los ríos o en sus playas u ori-
llas, cuya posesión se adquiere originariamente (es decir, sin que medie la
tradición) gracias a la aprehensión (artículo 929 CC). De igual forma, en
el caso de los animales de caza y pesca, bastará con que estos hayan caído,
respectivamente, en las trampas o redes, para que el cazador se convierta
automáticamente en poseedor (artículo 930 CC). Finalmente, tenemos a
las uniones de tierra e incrementos que se forman sucesiva e impercepti-
blemente en los fundos situados a lo largo de los ríos o torrentes: el pro-
pietario del fundo adquiere el dominio y la posesión de dichos elementos
(artículo 940 CC).
Sin embargo, la posesión también puede ser adquirida de manera origi-
naria en supuestos no reconocidos por la ley (y que más bien constituyen una
vulneración de ésta). Así ocurre con el robo, el hurto o la invasión: ninguno de
estos supuestos está reconocido en alguna norma como fuente u origen de la
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posesión, pero nadie se animará a negar que en todos esos casos estaremos fren-
te a un nuevo poseedor (el ladrón, delincuente o invasor). Si descartamos a es-
tos eventos como “generadores” de posesión estaríamos (indebidamente) exclu-
yéndolos de la posibilidad de aplicarles la prescripción adquisitiva de dominio.
No olvidemos que la posesión es un hecho jurídico que implica la realiza-
ción de actos materiales o de control sobre un bien (o al menos su potencia-
lidad). Tanto quien compra una casa y habita en ella, como quien la invade y
hace lo propio, son poseedores, pues controlan el bien a través de actos mate-
riales cotidianos, como lo son habitar en él, pernoctar, pintarlo, remodelarlo,
etc. Con la finalidad de que seamos lo más gráficos posibles, podríamos de-
cir que la posesión es una institución que no “discrimina”: es tan poseedor el
comprador de un celular que lo usa para hacer una llamada, como el ladrón
que acaba de arrebatárselo a su víctima y se dispone a descargar alguna aplica-
ción. La posesión no se interroga respecto de si la persona que ejerce el control
cuenta con un derecho que lo respalde o que le dé sustento.
Algo similar ocurre con la muerte de una persona: es un hecho jurídico
en tanto la ley le asigna consecuencias jurídicas (la apertura de la sucesión y
por ende la transferencia de los bienes del causante en favor de los herederos)
y seguirá siendo un hecho jurídico independientemente de la causa o razón
que la haya generado: un homicidio (delito y por ende un acto ilícito) o un
paro cardiaco (caso fortuito). Lo mismo pasa con la posesión: será posesión
(hecho jurídico) con independencia de que quien la ejerza sea un ladrón o el
mismísimo propietario.
Atendiendo a ello, nos debe quedar claro que la posesión sobre un bien
se adquiere de cualquier forma que conlleve a tomar control de él, ya sea un
contrato de transferencia válidamente celebrado, un acto originario reconoci-
do por la ley o un acto reñido con la ley (el robo y la invasión generarán una
posesión ilegítima en cabeza del delincuente, pero posesión al fin y al cabo).
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3 Para un análisis y explicación detallada de cada una de estas diferencias, ver: RONQUILLO PAS-
CUAL, Jimmy. Tercería de propiedad contra embargo e hipoteca. Gaceta Jurídica, Lima, 2015,
pp. 55-70.
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recibe la posesión del bien con la voluntad de su transferente, pero sin cargo
a restituírselo; por ello, no corresponde calificar al comprador como poseedor
inmediato ni al vendedor como mediato.
Ahora bien, ¿en qué momento el poseedor inmediato debe cumplir con
su obligación de restitución a favor del poseedor mediato? Los contratos de
mediación posesoria, por lo general, se celebran por un tiempo determinado,
el cual es libremente establecido por las partes (sin perjuicio de que deban res-
petarse los topes o límites máximos fijados por la ley). Cada vez que se celebra
un contrato de mediación posesoria y las partes establecen el plazo de su vi-
gencia, lo que están haciendo es valerse de una modalidad del negocio jurídi-
co denominado “plazo resolutorio”, el cual se encuentra regulado en el artícu-
lo 178 del Código Civil: “Cuando el plazo es resolutorio, los efectos del acto
cesan a su vencimiento”.
Lo que usualmente se denomina en los contratos de mediación posesoria
como “plazo de vigencia” o “plazo de duración”, no es otra cosa que el pazo
resolutorio del que nos habla el Libro II del Código Civil. Al introducir en un
contrato dicha modalidad negocial, lo que las partes están haciendo es declarar
su intención de quedar vinculadas jurídicamente solo durante cierto periodo
de tiempo. Es decir, vencido el plazo resolutorio el contrato deja de tener efi-
cacia jurídica o, lo que es lo mismo, se produce su “fenecimiento”.
Es sumamente importante tener esto muy claro, porque si estamos di-
ciendo que al vencimiento del plazo resolutorio el contrato fenece, entonces la
conclusión lógica es que el poseedor inmediato (arrendatario, usufructuario,
superficiario, usuario, etc.) deja de ser tal y pasa a convertirse en un poseedor
precario y, como tal, queda obligado a cumplir con la restitución de la pose-
sión (pudiendo ser demandado por desalojo si incumple).
¿Y cómo es que se produce este “fenecimiento” del contrato? Es decir,
¿qué debe ocurrir para que el poseedor inmediato pase a ser un poseedor pre-
cario? ¿Debe haber algún tipo de comunicación en la que el poseedor mediato
informe a su contraparte que el plazo ha vencido y por ende que está obliga-
do a la devolución? ¿Dicha comunicación deberá ser hecha de forma escrita?
¿Habrá que recurrir a la vía notarial?
Todas estas interrogantes quedan resueltas con una lectura sencilla del
artículo 178 del Código Civil: la norma es clara en el sentido de que el solo
vencimiento del plazo genera que los efectos del contrato cesen; es decir, el
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− La regla para todos los contratos de mediación posesoria (entre ellos, aquél
que haya dado lugar a un derecho real de uso) es que el transcurso del pla-
zo resolutorio genera automáticamente su extinción o fenecimiento. In-
mediatamente luego de transcurrido el plazo de vigencia fenece el título de
posesión y el poseedor pasa a tener la condición de poseedor precario.
− La excepción está en el artículo 1700 del Código Civil y aplica sólo para
el caso del contrato de arrendamiento: si luego de transcurrido el plazo
resolutorio el arrendatario permanece en posesión del bien, habrá conti-
nuación de la relación jurídica, pero ahora por un plazo indeterminado,
que finalizará cuando cualquiera de las partes dé aviso a la otra sobre su
intención de dejar sin efecto el contrato. Entonces, vencido el plazo del
contrato de arrendamiento el arrendatario no deviene automáticamente
en poseedor precario; pasará a tener tal condición sólo cuando alguna de
las partes haya dado aviso a la otra comunicando su intención de dejar sin
efecto el arrendamiento.
Por ello, la distinción hecha por la Corte entre el contrato de arrenda-
miento y el derecho real de uso fue correcta.
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6 Si bien es cierto que el “abandono” está regulado en nuestro Código Civil (art. 922) como una causal
general de extinción de la posesión y no de la propiedad, ello no debe llevarnos a concluir que un
propietario no pueda renunciar a su dominio a través de actos materiales que, de forma concluyen-
te, expresen su voluntad de desentenderse del bien. De hecho, todos los días nosotros perdemos la
propiedad de ciertos bienes a través del abandono: pensemos en las veces que depositamos bienes
muebles en el tacho de la basura. Esos bienes dejan de tener un propietario y, por ende, son pasibles
de ser adquiridos por quien los aprehenda.
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7 Nada impide, por ejemplo, que se pueda adquirir por prescripción la propiedad del departamento que
forma parte de un condominio sobre el cual se ha constituido un régimen de propiedad horizontal
(que nuestro sistema denomina “régimen de propiedad exclusiva y propiedad común”).
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8 En efecto, a diferencia de los derechos reales, en cuya regulación priman las normas imperativas, en
los derechos de crédito el protagonista es la voluntad de los particulares, pues en materia contractual
las normas, como regla, son supletorias (art. 1356 CC).
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9 Artículo 952 del Código Civil de 1936.- “Cuando el derecho de uso recae sobre una casa o parte de
ella para servir de morada, se estima constituido el derecho de habitación”.
10 Artículo 953 del Código Civil de 1936.- “Los derechos de uso y habitación se extienden, salvo
disposición en contrario, a la familia del usuario”.
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11 Artículo 1000 del Código Civil de 1984.- “El usufructo se puede constituir por: 1. Ley, cuando
expresamente lo determina. 2. Contrato o acto jurídico unilateral. 3. Testamento.
12 Artículo 1025 del Código Civil de 1984.- “El derecho de usar o de servirse de un bien no consumible
se rige por las disposiciones del título anterior [las del usufructo], en tanto sean aplicables”.
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¿Cuál era, entonces, la calidad posesoria del Padre? ¿Fue titular de un de-
recho de habitación o, más bien, poseyó como arrendatario? ¿O es que en un
primer momento la posesión la ejerció como titular de la habitación para lue-
go modificar su estatus posesorio y convertirse en inquilino? De lo dicho por
la Corte, quedaría claro que –en su concepto– el Padre en todo momento os-
tentó la calidad de arrendatario:
“En síntesis, se colige que [el Padre] no estuvo gozando del de-
recho de habitación, sino que el inmueble le fue otorgada en
arrendamiento”14.
13 Esta referencia es incorrecta, pues del art. 912 del Código Civil no se desprende la prohibición de
un arrendatario de adquirir por prescripción, como equivocadamente sostiene la Corte, sino más
bien la prohibición de que la presunción de propiedad pueda ser opuesta por el poseedor inmediato
contra el poseedor mediato. Es decir, una cosa es que el poseedor inmediato no pueda prescribir (lo
que se desprende del art. 950 CC) y otra muy distinta es que dicho poseedor inmediato no pueda
hacer valer la “presunción de propiedad” frente a su poseedor mediato.
14 Con ello quedaría de lado todo lo expuesto por la Corte con relación al supuesto derecho de habitación
que se habría constituido a favor del Padre.
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Ahora bien, es cierto que para efectos de la pretensión del Padre (ser de-
clarado dueño por usucapión) el hecho de que su posesión la haya ejercido en
calidad de titular de un derecho de habitación o como arrendatario, no cam-
bia en nada las cosas, pues en uno u otro escenario mantienen su condición
de poseedor inmediato y, como tal, impedido de prescribir. Sin embargo, la
toma de posición sobre el particular sí es relevante de cara a definir el estatus
posesorio de la Hija, tal como se verá a continuación.
Sin embargo, lo particular del caso es que la Corte, luego de haber aclara-
do que el Padre no era titular de un derecho de habitación, sino que más le co-
rrespondía el estatus de arrendatario, continuó haciendo énfasis en la supuesta
“extensión” del derecho de uso que le correspondería a la Hija:
“(…) su posesión [la del Padre] es en calidad de poseedor inmedia-
to puesto que reconoce una posesión superior a la de él, al haber
aceptado su condición de arrendatario del predio (…) En cuan-
to a la hija, la misma no tiene calidad de poseedora, toda vez que
viene ocupando el inmueble en virtud a la extensión del derecho
de uso del que goza su señor padre, en mérito a lo dispuesto
por el artículo 1028° del Código Civil, habida cuenta que por el
arrendamiento se da en uso un bien a favor del arrendatario, por
lo que al margen de que si se vino pagando o no la renta por dicho
contrato, la cuestión es que la señora Gladys Llúncor no viene po-
seyendo el inmueble como propietaria”. (El resaltado es nuestro).
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15 No olvidemos que la “habitación” no es sino una variante del derecho de uso; es decir, el derecho
real de habitación no deja de ser un derecho de uso, con la particularidad de que restringe las posi-
bilidades de acción sobre el activo inmobiliario para fines residenciales o de morada.
16 Además de las diferencias que ya fueron expuestas, remitimos al lector a: GALLO, Paolo. “Las
Obligaciones”. En: Observatorio de Derecho Civil. Volumen VII, Motivensa Editora Jurídica, Lima,
2011, pp. 63-76.
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− Finalmente, aun admitiendo que el artículo 1028 del Código Civil sí era
de aplicación al caso en concreto, no se entiende por qué la Corte le negó
a la Hija la condición de “poseedora”. Es decir, si la Corte partió por con-
siderar que la Hija era titular de un derecho de uso por “extensión”, lo co-
herente era reconocerle la condición de poseedora.
Por ello (en la hipótesis negada de que resulte válida la aplicación del 1028
CC), me parece que el razonamiento que la Corte debió seguir fue el si-
guiente: (a) el artículo 1028 del Código Civil señala que el derecho del
titular (Padre) se extiende a su familia (la Hija), con lo cual los miembros
de esta última también son titulares del derecho en cuestión; (b) si la Hija
es titular de un derecho real de uso (aun cuando esta titularidad se derive
de una “extensión” legal), no cabe negarle su condición de poseedora; (c)
sin embargo, esa posesión de la Hija, al ser una extensión de la del Padre,
debe seguir los lineamientos de éste, por lo que si el Padre era un posee-
dor inmediato, el mismo estatus le corresponde a la Hija; (iv) finalmente,
si el Padre y la Hija eran poseedores inmediatos, ninguno de ellos estaba
habilitado para invocar la prescripción adquisitiva.
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17 “(…) cuando existen un poseedor inmediato y otro mediato, es éste quien está poseyendo ad-usu-
capionem, porque se está comportando ´como propietario´. La muestra más cabal de este compor-
tamiento consiste, precisamente, en haber transmitido su posesión en forma temporal y con título”.
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. “La posesión y sus elementos”. En: Derecho PUCP: Revista de la
Facultad de Derecho. N° 20, PUCP, Lima, 1961, p. 16.
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Ahora bien, será de cargo del coposeedor interesado acreditar ante el juez
el modo como las inversiones sobre el bien común vinieron siendo realizadas
durante el decurso plazo prescriptorio. Si dicho coposeedor no puede probar
el diferenciado nivel de inversión que invoca, el juez deberá limitarse a distri-
buir los porcentajes de manera proporcional y equitativa entre el número de
(co)prescribientes.
VI. CONCLUSIONES
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REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
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