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cultura y educación

im prim ir Etapas históricas de la educación argentina


Jorge María Ramallo

Primera Etapa: Evangelización

En la primera etapa del desarrollo de la educación argentina, que abarca la


época del descubrimiento y la conquista de América, en la que gobernaron en
España los reyes de la Casa de Austria (siglos XVI y XVII), de carácter
fundacional, se aplicó, en lo que hoy constituye nuestro territorio, como en el resto
del continente americano, la llamada pedagogía de la evangelización o de la
conversión, porque la principal preocupación, de acuerdo con el mandato de la
reina Isabel, fue la conversión de los indios al catolicismo y su incorporación a la
civilización occidental cristiana; lo que no significó que se desatendiera a los
españoles residentes y a sus hijos, para los cuales se crearon escuelas de primeras
letras y colegios de estudios preparatorios y se fundó la Universidad de Córdoba
que, sumada a las de Charcas y Santiago, aledañas a la región, ofreció la
posibilidad de cursar estudios superiores a los jóvenes que habitaban el territorio del
Río de la Plata.
En esta época de la conquista y la colonización, el modelo del hombre
argentino se identificó con las características propias del caballero español, que se
distinguió por su fidelidad a la profesión de fe cristiana y su lealtad inconmovible a
la corona. De ahí que el objetivo fuera formar, ante todo, un buen cristiano,
obediente de las leyes de Dios y de la Iglesia, y luego un buen súbdito, respetuoso
de la monarquía. Pero, como se trataba de formar principalmente a los indígenas,
debió elaborarse a tal efecto un modelo inédito, que contemplara las exigencias del
mandato de la Corona y las características de la nueva sociedad que se iba forjando
en América.
El punto de partida de la política educativa fue el codicilo que la reina Isabel
agregó a su testamento en 1504, en el que ordenó a sus sucesores convertir a los
indios a la fe católica y enseñarlos y dotarlos de buenas costumbres, sin que
recibieran agravio alguno en sus personas ni bienes, y que mandaran “que sean
bien y justamente tratados y si algún agravio recibieren lo remedien y provean por
manera que no excedan cosa alguna de lo que por las letras apostólicas de la dicha
concesión [de la Santa Sede] nos es mandado”. Este documento liminar de la
conquista de América fue completado luego con las innumerables leyes dictadas en
su consecuencia, que integran el Libro VI de la Recopilación de las Leyes de Indias,
de 1680. Un ejemplo de la labor realizada en este sentido fue el formidable ensayo
de educación integral llevado a cabo en las misiones guaraníticas por los miembros
de la Compañía de Jesús.

El ratio studiorum
En esta etapa fundacional arribaron al continente americano las ideas
pedagógicas predominantes en España, de origen estrictamente medieval. En ese
sentido debe tenerse presente la identificación existente entre la Iglesia y el Estado
español, por lo cual la educación estuvo casi exclusivamente en manos del clero
regular o secular.
La mayor influencia fue ejercida por la Compañía de Jesús, que impuso en
sus establecimientos el ratio studiorum, sistema pedagógico en el que
predominaban los estudios humanísticos, contenido en un documento que data del
año 1586, titulado Plan y reglamentación (ratio atque institutio) de estudios
recopilados por seis padres comisionados para ello por mandato del R.P prepósito
general. El ratio definitivo se publicó en 1599 y estuvo en vigencia hasta la
supresión de la Compañía en 1773. Antes de la restauración se editó una nueva
versión revisada, que alcanzó a tener validez legal. De acuerdo con sus
características, explica el profesor Juan Carlos Ballesteros, el ratio “fue un método
intelectual, rechazaba la memoria como único fundamento del aprendizaje,
adecuaba la enseñanza al ritmo de aprendizaje de cada alumno, a punto tal que no
se dudaba en pasar a una clase más adelantada, incluso durante el curso, a los
alumnos que manifiestamente aventajaban a sus compañeros, y postulaba una
pedagogía activa, cuya máxima era Excita, que descansaba en una avanzada
técnica de la emulación”1 . A tal efecto, las clases se dividían en dos grupos que
competían entre sí, señalándose sus mutuos errores. Los alumnos aventajados se
hacían acreedores a premios que eran entregados con gran solemnidad.
El ratio dividía los estudios en cinco cursos: tres de gramática, uno de
humanidades y otro de retórica. La gramática inferior o prima, comprendía
nociones de latín, que era intensificada en la gramática media, basada en textos de
Cicerón y Jubo César. El tercer curso, de gramática superior o suprema, abarcaba
la sintaxis y la versificación. En cuanto a las humanidades, comprendían la lectura
de obras de Horacio, Virgilio, Salustio y Tito Livio y también de autores griegos,
como Platón y Aristóteles. El último curso, de retórica, procuraba que los
estudiantes se perfeccionaran en la correcta expresión de sus ideas.
Según las investigaciones del padre Guillermo Furlong, “el sistema del ratio
studiorum fue el seguido en todas las escuelas que tuvieron los jesuitas en Buenos
Aires, Córdoba, Corrientes, Santiago del Estero, La Rioja, Salta, Santa Fe,
Tucumán, Catamarca, Mendoza, San Luis y en las sesenta y una reducciones”. A
lo que agrega: “En todas esas escuelas que eran las más prestigiosas que había y las
más concurridas, y en no pocas otras regentadas por maestros salidos de las
escuelas jesuíticas, el ratio studiorum con sus directrices flexibles y firmes fue el
método sólido y racional que predominó en el Río de la Plata durante los siglos
XVII y XVIII”2 .

La educación de los indígenas


En esta etapa, como hemos dicho, la mayor preocupación fue la educación
de los indígenas que, de acuerdo con el mandato de la reina Isabel, debían ser
convertidos a la fe católica e instruidos por personas “doctas y temerosas de Dios”.
Con tal objeto, desde el comienzo de la conquista llegaron a estas tierras clérigos y
religiosos, pertenecientes al clero secular y a las diferentes órdenes y
congregaciones de la Iglesia católica, destinados a hacer efectivo ese propósito.
Los religiosos, ya sea franciscanos, mercedarios, dominicos, carmelitas,
agustinos o jesuitas, tuvieron que afrontar grandes peligros y apelar a todos los
recursos a su alcance para realizar su tarea evangelizadora e incorporar a los

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