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1. Unas pautas para encontrar el humus que dio vida y nutrió la TLL
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Hay que reconocer que fueron las teologías feministas y de las diversidades
humanas las que iniciaron la que podríamos llamar la “liberación de la
teología de la liberación”. Porque ésta, bien miradas las cosas, tuvo unos
silencios y unos sesgos:
a) Los silencios de la TLL de primera generación (1968-1980)
No abordó con valentía y sistematicidad las luchas de las
mujeres contra el patriarcado y a favor de sus derechos y su
pleno reconocimiento, mujeres haciendo teología de la
liberación de la mujer.
No abordó, por una especie de endofobia, creo yo, las
homosexualidades, las diversidades sexuales, de género y de
orientación erótico-afectiva.
Por lo anterior, no abordó la deconstrucción y descolonización
de los discursos de género.
Abordó tardíamente, con Leonardo Boff, la liberación de la
Madre Tierra y tibiamente los derechos de todas las
manifestaciones de la vida: el agua, el aire, el oxígeno, la capa
de ozono, los animales, el subsuelo.
Mantuvo una relación de dependencia, sumisión y obediencia
con el Vaticano, centro de poder y control eclesiástico, en
absolutamente todo, ajeno a la experiencia de Jesús y a los
proyectos de liberación de los pueblos oprimidos.
7. Palabras de cierre
Llamo a las personas creyentes honestas de cualquier iglesia o
denominación a actuar con una fe crítica y valiente que les haga
capaces de sacudir a sus propias iglesias y urgirlas a deslindarse de
los poderes criminales de ultraderecha que gobiernan a Colombia;
exigirles una lectura bíblica contextualizada y olvidarse de
fundamentalismos que ya hoy no pueden fundar nada de la nueva
sociedad y de la nueva política.
Llamo a esas y esos creyentes a hacerse pueblo con el pueblo. A
caminar con los pueblos que dicen acompañar en sus luchas,
esperanzas y tareas políticas a favor de la libertad de todo yugo y de
toda opresión.
Llamo a las personas creyentes de buena voluntad a unirse con otras
organizaciones de fe que apoyan los procesos de dignidad, de justicia,
de equidad, de paz y de buen vivir de su pueblo. A sumarse a las
organizaciones populares, étnicas, rurales, ambientales, femeninas,
LGBTI, obreras y ambientalistas y a ayudar a fortalecer sus luchas,
su capacidad organizativa, para asumir los retos que hoy nos plantea
la profunda crisis humana, económica, ecológica, ética y de valores
que se vive en todo el planeta y de forma muy particular, en América
Latina y en Colombia. Ése es el más puro y genuino espíritu religioso.
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