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LA EDUCACIÓN COMO ACTO DE REBELIÓN

La educación ha desempeñado un papel fundamental en nuestra sociedad, ya que


tiene el poder de transformar vidas y moldear el futuro; la educación es un centro
de renovación social, impulsando los cambios positivos en nuestras comunidades
y construyendo un mundo más justo, equitativo y sostenible (Giuliano, 2017). Al
ser la educación un motor de transformación social se hace indispensable que sea
tratado con igual importancia, dándole el valor que se merece y brindándole las
herramientas necesarias para que sean estos centros los encargados de dirigir a
las nuevas generaciones, desarrollando en ellos un pensamiento crítico y
autónomo, con el que sean capaces de realizar sus propias reflexiones sobre la
sociedad actual y poder tomar riendas de sus vidas y su futuro.
A pesar de todos los factores que logra la educación, sigue existiendo en ella la
preocupación de ser un centro de uniformidad, carente de diversidad y expansión
mental, donde los estudiantes son moldeados para encajar en un único estándar
predefinido (Echeita, 2016), en donde se corre el riesgo que se descuide o se
subestime la diversidad de talentos y habilidades que poseen los estudiantes,
haciendo que estos se pierdan o olviden; esta uniformidad también puede
restringir el pensamiento crítico y la creatividad, ya que se prioriza la
memorización y reproducción de conocimientos establecidos.
Debido a los factores mencionados anteriormente y que estamos en un mundo
cada vez más complejo y cambiante, el pensamiento crítico se ha convertido en
una habilidad esencial para el éxito personal y el desarrollo de sociedades más
democráticas, que empodere a los estudiantes para analizar, cuestionar y tomar
decisiones informadas en todos los aspectos de su vida, permitiéndoles una
capacidad de abordar los problemas de forma efectiva y buscar soluciones
creativas, cultivando habilidades como el análisis, la evaluación, identificación de
suposiciones y generación de nuevas alternativas.
Es por esto que es necesario enfocarnos en que cada individuo es diferente,
único, con intereses y perspectivas diferentes, muchas veces relacionadas con su
contexto social, al rebelarnos contra la uniformidad que se sigue presentando en
las instituciones educativas, podemos fomentar una educación personalizada, que
valore y promueva las habilidades y pasiones individuales, permitiéndoles a los
estudiantes a descubrir su potencial y contribuir de manera significativa a la
sociedad, es esto lo que llamamos como: “la educación como un acto de rebelión”.
La educación como acto de rebelión es un enfoque que busca cuestionar y
desafiar las estructuras y normas establecidas a través del poder transformador de
la educación. Este enfoque se basa en la idea de que la educación no debe
limitarse a transmitir conocimientos, sino que también debe formar el pensamiento
crítico, la autonomía intelectual y la capacidad de cuestionar y desafiar las
injusticias y desigualdades presentes en la sociedad (Maldonado, 2020). Además
de ser una educación en donde se promueva y valore las habilidades y pasiones
individuales, que estén fuera de los números convencionales y que siempre se
han considerado como “perdidas de tiempo”, lo que les permitirá crear estudiantes
confiados en si mismos y que podrán contribuir de manera significativa a la
comunidad.
Considerar la educación como un acto de rebelión significa promover una
enseñanza que empodere a los estudiantes, les brinde herramientas para
comprender y analizar el mundo en el que viven y los anime a tomar medidas para
generar cambios positivos (Maldonado, 2020), lo que incluye también un proceso
de diversidad y equidad social, fomentando un pensamiento crítico y
cuestionamiento de las ideas establecidas, ya que en lugar de aceptar el
conocimiento de manera pasiva, se alienta a los estudiantes a analizar, reflexionar
y desafiar las ideas convencionales, desarrollando individuos más autónomos y
capaces de desarrollar ideas innovadoras para los desafíos del mundo.
La creatividad también es una fuerza transformadora que impulsa el progreso
humano (Martínez, 2019), sin embargo, la educación tradicional a menudo corta
esta parte, por lo que tomar la creatividad en la rebelión de la educación significa
darle mayor importancia, proporcionando oportunidades para la exploración,
descubrimiento y la experimentación, animando a los estudiantes a encontrar
soluciones originales y a abordar los problemas desde perspectivas no
convencionales. La educación como acto de rebelión no solo busca el desarrollo
individual, sino también la transformación social, al desafiar las estructuras
educativas existentes, podemos cuestionar y superar las desigualdades que
persisten en la sociedad. La educación debe ser inclusiva, accesible y equitativa
para todos, dándoles la oportunidad a cada uno de los individuos de nuestra
sociedad, para que sean todos futuros agentes de cambio sin importar de donde
vienen o cuál es su condición social, género, raza o habilidades, para que así en el
futuro tengamos una sociedad más justa y diversa.
La ciencia también ha funcionado como parte de esta rebelión en la educación, ya
que la investigación científica implica un compromiso valiente y arriesgado para
explorar lo desconocido, cuestionar las ideas establecidas y enfrentar desafíos en
la búsqueda de conocimiento; los científicos asumen el riesgo de obtener
resultados inesperados o de tener que replantearse su investigación durante el
proceso (Fischer, 2016). El proceso de investigación ha generado que las
personas involucradas en ello sean capaces de cuestionarse todo lo que ya
sabían o lo que se había impuesto a la sociedad, siendo ellos los más grandes
pensadores críticos.
Debido a la gran importancia de la ciencia y su proceso en el mundo actual, es
bueno plantearla en la educación de nuestra sociedad, fomentando a los niños y
jóvenes a ser personas de ciencia, personas dispuesta a enfrentarse ante
cualquier situación y que siempre se pregunten el porque de las cosas, además de
cuestionarse todo lo que se les dice para así, ser ellos mismos los generadores de
su propio conocimiento, basado en sus propias experiencias y vivencias, creando
un futuro de sociedades rebeldes, que no se crean todo lo que se les dice sino que
en su lugar, lo quieran comprobar todo por ellos mismos y no solo con lo que se
encuentra preestablecido de tiempo atrás.
Finalmente, la educación actual se encuentra en un proceso de cambio, en donde
debe dejar de ser uniforme y se convierta en centros de diversidad y aceptación
social, en donde cada estudiante sea bienvenido sin importar ningún tipo de
condición que se le pueda ser impuesta; además, la creación de una educación
que fomente el pensamiento critico es esencial para formar ciudadanos
autónomos, reflexivos y capaces de enfrentar los desafíos del mundo actual,
cultivándoles habilidades de resolución de problemas, toma de decisiones, y
demás capacidades que los empodere como seres pensantes.
Es por esto por lo que la educación como acto de rebelión nos invita a repensar y
redefinir el propósito de la educación en nuestras vidas, al romper con la
uniformidad, fomentar el pensamiento crítico, promover la creatividad y luchar por
una educación más justa, podemos transformar lo forma en que aprendemos y
como enseñamos. La educación como acto de rebelión es una llamada a la acción
para desafiar la educación actual y como podemos encaminarla a trabajar hacia
un futuro.
REFERENCIAS
 Maldonado, C. E. (2020). La (buena) ciencia como (un acto de)
rebelión. Pacarina del Sur.
 Giuliano, F. (2017). Del sujeto y la repetición en la educación al
reconocimiento ético como acto educativo. Araucaria, 19 (38), 265-284.
 Echeita, G. (2016). Educación para la inclusión o educación sin
exclusiones (Vol. 102). Narcea Ediciones.
 Fischer, E. P. (2016). El gato de Schrödinger en el árbol de
Mandelbrot. Crítica.
 Unigarro Gutiérrez, M. A. (2017). Un modelo educativo crítico con enfoque
de competencias.
 Martínez, L. D. C. (2019). La creatividad y la educación en el siglo
XXI. Revista interamericana de investigación, educación y
pedagogía, 12(2), 211-224.

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