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Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

5.3.- El trabajo y las relaciones laborales desde 1980 y hasta la actualidad

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internacionales, informes técnicos y también textos académicos escritos por uno o varios autores. La
referencia a cada fuente está en las notas a pie de página.
La primera vez que se cita a un autor o fuente se dan todos los datos (autor o autora, título completo
de la obra, lugar de edición, editorial, año y página de la que se toma la cita). Las veces siguientes solo
se nombra el apellido, el año y la página.
Este material ha sido preparado por los profesores Francisco Bernal García y Alicia Gil Lázaro
para todos los grupos del Grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos, dentro de la asignatura
de “Historia de las Relaciones Laborales”, en el curso 2022-2023.

Introducción

Desde los años ochenta el factor trabajo se ha marginalizado y ha perdido su poder como
motor de cambio social1. La crisis económica de la década de 1970 supuso el fin del ideal del
pleno empleo y un debilitamiento progresivo del Estado social. La denominada ruptura del
pacto keynesiano provocó un cuestionamiento profundo de las bases de la cohesión social. La
inseguridad y la incertidumbre en el empleo, junto a fuertes procesos de exclusión y
fragmentación social han llevado a un desplazamiento del trabajo como elemento central de
articulación de las sociedades occidentales. Las relaciones entre el capital y el trabajo en este
último período volvieron a la senda del conflicto.
La flexibilización y desregulación de las relaciones laborales, así como la inseguridad en el
trabajo se han traducido en una degradación progresiva de la condición trabajadora y la
progresiva precarización del empleo. Los Estados han abandonado su papel de árbitros, lo cual
ha posibilitado una nueva sobreexplotación de la mano de obra, una fragilidad e indefensión de
las personas empleadas, su pérdida de poder adquisitivo y el aumento del número de horas de
trabajo real. Junto a esto, a partir de 1973 reapareció el desempleo estructural en las economías
occidentales.
Las principales críticas realizadas hasta ahora al nuevo modo de producción basado en la
producción flexible (lectura 5.2) se han enfocado en los efectos perversos sobre los trabajadores
y las relaciones laborales. Para empezar, ha crecido gravemente la presión constante y agobiante
del sistema sobre los trabajadores, con la consiguiente amenaza a su salud (aún más que el
taylorismo) y los costes negativos para la sociedad a través de la seguridad social.
Por otro lado, los efectos más duros de la tendencia a los recortes de costes, la caída de los
salarios reales y la subordinación al régimen de la jornada laboral a la demanda del mercado
los sufren aquellos trabajadores de segundo y tercer rango, empleados en empresas proveedoras
subcontratadas. A menudo no tienen siquiera representación colectiva ni margen de
negociación. En este sentido se ha visto al toyotismo como un neotaylorismo más sofisticado.
Además, los países desarrollados han liberalizado el sistema de relaciones laborales montado
en los años posteriores a la segunda posguerra mundial. El objetivo neoliberal ha consistido en
convertir a los empleados en agentes disponibles y adaptables a las exigencias de cambio por
parte de los empresarios2. Asistimos, por tanto, a una desestabilización del emparejamiento
anterior entre trabajo y protección social, con consecuencias tales como el desempleo masivo,
la precarización de las condiciones de trabajo, la multiplicación de los tipos de contratos

1
Arenas Posadas, C., Historia económica del trabajo (siglos XIX y XX), Madrid, Tecnos, 2003, p. 241.
2
Martín Artiles, A. y Köhler, H. D., Manual de sociología del Trabajo y de las relaciones laborales, Madrid,
Delta, 2010, p. 423.

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laborales, la aparición de situaciones intermedias entre el trabajo reconocido y la desocupación


(becas, pasantías, aprendizajes, actividades de inserción, pequeños trabajos) y otros3.
La desregularización se hace especialmente aguda en determinados países (sin tradición de
Estado de bienestar), tramos de edad (los jóvenes), colectivos sociales (menos cualificados, con
bajo nivel educativo y de ingresos) y continúa una división social de género, con las mujeres
más afectadas que los varones4. Una segmentación cada vez más compleja del mercado de
trabajo conduce a una precarización consciente generadora de riesgos permanentes de exclusión
social. La precariedad ha perdido su carácter marginal y se ha convertido en un proceso central
del capitalismo moderno igual que el pauperismo en la primera industrialización del siglo XIX.
Si el cambio en los sistemas de producción ha sido evidente, sus resultados en cuanto a las
relaciones laborales han sido muy variados en cada país dependiendo de factores como el
modelo institucional de relaciones laborales y el papel jugado por el Estado en este, la fuerza
relativa de los sindicatos, o la propia organización de las empresas. El denominador común ha
sido el aumento de la flexibilidad del trabajo y del empleo con los objetivos de hacer frente a
la competencia de los nuevos productores y combatir el desempleo.
Por otro lado, las tasas de afiliación sindical y el poder relativo de los sindicatos han
descendido significativamente. De forma paralela, el sistema de negociación colectiva ha sido
gradualmente sustituido por una negociación en el seno de cada empresa e, incluso, dentro de
las empresas, por una negociación por categorías de operarios o individual5.
Los sindicatos han ido aceptando las nuevas prácticas productivas, al igual que otras medidas
como la reducción de la jornada laboral, una mayor flexibilidad en la contratación y el salario,
a cambio de la seguridad en el trabajo. La flexibilización amenaza la propia capacidad
organizativa de los sindicatos frente a la fragmentación de su base social. Flexibilización, en
este sentido, significa “una iniciativa empresarial y política para aumentar la libertad
empresarial en el uso de la fuerza laboral”6.
En esta lectura se abordará, en primer lugar, el trabajo desde las perspectivas de género, edad
y nacionalidad. A continuación, se hablará del desempleo, sobre todo el juvenil y el que afecta
a las mujeres y los migrantes. La flexibilización, privatización y desregulación de las relaciones
de trabajo se analizarán después y, para terminar, se aludirá al papel de los sindicatos y la
negociación colectiva.

El trabajo en las últimas décadas: empleo femenino, trabajo infantil y migraciones

A finales del siglo XX, más de cuarenta millones de personas se incorporaban cada año al
mercado de trabajo en todo el mundo. La población disponible para ser empleada creció sin
parar. El crecimiento de la población mundial, especialmente en las zonas menos desarrolladas
del planeta, ha sido una de las principales fuentes de mano de obra, junto al incremento de la
población empleada sobre el total, sobre todo por la incorporación masiva de las mujeres al
trabajo asalariado7.
En general, las tasas de participación laboral entre los adultos a nivel mundial se han
reducido en los últimos 25 años y esa reducción es aún más acentuada entre las personas jóvenes
de 15 a 24 años debido a factores positivos como la mayor tasa de escolarización, las mayores
posibilidades de jubilación y la mayor esperanza de vida. Sin embargo, en un informe de 2019,
la OIT advierte de que el aumento de la tasa de dependencia (esto es, el porcentaje de personas

3
Martín Artiles y Köhler, 2010, p. 324.
4
Köhler y Martín Artiles, 2010, p. 326.
5
Valdaliso, Jesús María y López, Santiago, Historia económica de la empresa, Barcelona, Crítica, 2011, p. 472.
6
Köhler y Martín Artiles, 2010, p. 423.
7
Arenas, 2003, p. 246.

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económicamente inactivas con respecto a las activas) plantea nuevos desafíos en términos de
organización del trabajo y distribución de los recursos en la sociedad8.
Además, estar empleados en la actualidad no garantiza unas condiciones de vida decentes.
Muchos trabajadores se ven obligados a aceptar puestos informales y mal remunerados, con
escaso o nulo acceso a la protección social y los derechos laborales. El 61% de la población
activa mundial trabajaba en 2016 en el sector informal de la economía9. Otro indicador de la
mala calidad de los empleos, según esta organización, es que en 2018 más de una cuarta parte
de los trabajadores de países de ingreso bajo o medio-bajo vivían en situación de pobreza
extrema o moderada10.
Desde el punto de vista del género, en el año 2018 la tasa de participación laboral femenina
a nivel mundial todavía era muy inferior a la masculina, un 48% frente al 75% de los hombres.
Según la OIT, esto significa que dentro de los 3500 millones de personas que integran la fuerza
de trabajo mundial actual, alrededor de tres de cada cinco trabajadores son varones.
En la Unión Europea el empleo de las mujeres ha pasado de un 46% en 1975 a casi un 58%
en 2000 y a un 67,4% en 2018. Desde 2005 hasta la actualidad la brecha de género en el empleo
ha disminuido en los países miembros de la UE-27, pero en 2019 seguía siendo 11,7% más alta
para los hombres que para las mujeres11. Todavía en la actualidad las mujeres tienden a trabajar
menos horas que los hombres, en sectores de salarios más bajos, y a ocupar puestos de menor
categoría que los hombres, lo que se traduce en notables diferencias salariales y de ingreso.
Estas diferencias se deben en general a los tradicionales roles de género discriminatorios
todavía muy arraigados en las sociedades actuales.
Otro elemento de clara continuidad en cuanto a las relaciones de género desiguales en el
mercado de trabajo ha sido la presencia continuada en el mercado laboral de las mujeres adultas
con responsabilidades familiares, sin que ello haya significado ni su menor dedicación al trabajo
doméstico-familiar ni un reparto más equitativo del mismo entre géneros, a pesar de la presencia
del discurso de la conciliación en los medios de comunicación y en la legislación. El carácter
tenaz de las desigualdades remite a la persistencia de algunas de sus formas de expresión más
conocidas (mayor exposición femenina al desempleo, mayor discontinuidad en el mercado
laboral, más rotación en el empleo, menor salario) pero también a la redefinición de algunas
otras (mayor presencia en el empleo parcial y temporal, segregación ocupacional horizontal y
vertical) y a la identificación de otras que, aunque quizás no son nuevas, solo recientemente se
les ha puesto nombre (acoso sexual laboral, techo de cristal, etc.).

Otra de las razones de ese incremento de la población empleada en los últimos cuarenta años
ha sido la persistencia del trabajo infantil. A fines del siglo XX, la OIT cifraba en ciento veinte
millones los niños menores de quince años que trabajaban a tiempo completo en el mundo, con
las tasas más elevadas en algunas regiones de África y en países como Brasil o China12. Estas
cifras han aumentado en los últimos veinte años en los países en vías de desarrollo, de manera
que el informe cuatrienal de la OIT de 2012-2016 habla de 218 millones de niños entre cinco y
diecisiete años que se encuentran ocupados en la producción económica. En las regiones más
avanzadas la población de menores trabajadores es menor, por la disminución del trabajo
infantil tras la Segunda Guerra Mundial debido a la introducción de nuevas tecnologías, la

8
OIT, Perspectivas sociales y del empleo en el mundo, Resumen Ejecutivo, Organización Internacional del
Trabajo, Tendencias 2019, p. 1.
9
OIT, 2019, p. 2.
10
OIT, Perspectivas sociales y del empleo en el mundo, 2018, p. 2.
11
Eurostat, Tasa de empleo 2019. En Estados Unidos la proporción de mujeres asalariadas pasó de un 34% a un
59% entre 1975 y 2000. En la actualidad se halla en un 67%. España está por debajo de la media europea, (60%
en 2018).
12
OIT, Informe mundial de 2015 sobre el trabajo infantil. Allanar el camino hacia el trabajo decente para los
jóvenes, Organización Internacional del Trabajo, 2015.

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mejora de la renta de los padres, las leyes restrictivas y las mayores posibilidades de
escolarización13.
Los niños siguen trabajando en la actualidad para mantener en muchos casos a sus familias
o contribuir a la economía familiar en situaciones de pobreza. Esto supone en la mayor parte de
los casos el abandono escolar prematuro, la alternancia temporal o simultaneidad de trabajo y
estudio. En el peor extremo, el trabajo infantil puede suponer la separación de los niños de su
familia, la esclavitud o su exposición a ciertas actividades perjudiciales para su salud. Según
una estimación de 2015, casi cuatro de cada diez niños trabajadores proceden de países con
bajos ingresos14.
El trabajo infantil también se da en niños solos, situación que los pone en riesgo de
convertirse en esclavos sexuales, trabajadores forzosos o niños soldados, algo relativamente
común en contextos de conflictos bélicos, cuando algunos se pierden en una huida de sus
lugares de origen o quedan huérfanos. La falta del acceso a la educación en países de bajos
ingresos propicia también que los niños se conviertan en víctimas de trabajo infantil. Sin
embargo, la causa principal sigue siendo el tráfico de niños para explotación laboral en países
en vías de desarrollo: las fábricas e industrias, de empresas nacionales o a menudo filiales de
multinacionales, con necesidad de mano de obra barata, fuerzan a los niños a trabajar, a menudo
en condiciones infrahumanas en la agricultura, la minería o los talleres; hay mafias que los
obligan a la venta ambulante en las calles15.

Por otra parte, los movimientos migratorios se han generalizado en las últimas cuatro
décadas afectando a todos los países y a todas las personas en un mundo cada vez más
globalizado. Las estimaciones mundiales actuales indican que en 2015 había aproximadamente
244 millones de migrantes internacionales en todo el mundo, lo que equivale a un 3,3% de la
población mundial. Ahora bien, el número de migrantes internacionales ha aumentado a lo largo
del tiempo, tanto en términos numéricos como proporcionales16.
Los organismos internacionales como la Organización Internacional de las Migraciones
(OIM-ONU), el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM) enfatizan la
relación estrecha entre desarrollo humano, el crecimiento económico y la migración a nivel
mundial. Los salarios que perciben los migrantes en el extranjero pueden superar con creces a
aquellos que obtendrían en empleos similares en sus países de origen. El aumento de sus
ingresos puede dar lugar también a mejoras en el bienestar de sus familias, directamente si
viajan con ellos o indirectamente a través de las remesas. Más allá del mero impacto económico,
otras dimensiones también mejoran, como la educación o la salud. La emigración, además,
puede reducir el desempleo y el subempleo en los países de origen y contribuir a la reducción
de la pobreza17.
El consenso también es amplio en cuanto a los beneficios económicos y de otra índole que
la inmigración conlleva en los países de destino. En general la inmigración aporta trabajadores
a la economía, aumenta el producto interno bruto, puede influir positivamente en el aumento de

13
OIT, Global Estimates of Child Labour, results and trends 2012-2016. De esos 218 millones de niños
trabajadores, 152 millones son víctimas del trabajo infantil (58% niños varones y 42% niñas) y 73 millones ejercen
un trabajo infantil peligroso. Aproximadamente el 71% de los niños en esta situación trabaja en el sector agrícola;
el sector servicios comprende en torno al 17% y el industrial el 12%.
14
ACNUR, “Trabajo infantil, qué es, causas y consecuencias”, disponible en https://eacnur.org/blog/trabajo-
infantil-que-es-tc_alt45664n_o_pstn_o_pst/ [última consulta 29.12.2020].
15
ACNUR, “Trabajo infantil, qué es, causas y consecuencias”. Citado arriba.
16
Organización Internacional de las Migraciones, Informe sobre las migraciones en el mundo, 2018, p. 2. En 2009
había 740 millones de migrantes internos en el mundo. Por otro lado, que un 3,3% de la población mundial se
encuentre desplazada significa que la mayoría de las personas no se mueve, sino que permanece toda la vida en su
lugar de origen.
17
Organización Internacional de las Migraciones, Informe sobre las migraciones en el mundo, 2018, p. 3.

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la productividad laboral y en el PIB per cápita. En el mercado laboral las migraciones tienen el
efecto positivo de aumentar la oferta de mano de obra en sectores y ocupaciones con escasez
de trabajadores y ayuda a corregir los desequilibrios en el mercado de trabajo, efectos que no
solo se observan en los sectores altamente cualificados, sino también en ocupaciones menos
cualificadas. La inmigración no aumenta solo la oferta sino también la demanda de trabajadores,
lo que significa que la inmigración laboral (incluso de trabajadores poco cualificados) puede
generar oportunidades de empleo adicionales.
Desde luego, la inmigración también puede tener efectos adversos en el mercado laboral (por
ejemplo, sobre los salarios y la contratación de trabajadores nacionales) pero la mayoría de los
estudios señalan que esos efectos negativos tienden a ser relativamente reducidos. La
inmigración de trabajadores jóvenes también puede contribuir a reducir la presión sobre el
sistema de pensiones de los países de ingresos altos cuyas poblaciones envejecen rápidamente.
Un informe de las Naciones Unidas del año 2000 afirmaba que el progresivo envejecimiento de
la población activa de los países ricos solo podía ser impulsado mediante la demanda masiva
de trabajadores inmigrantes (o mediante el aumento de la edad de jubilación a los 75 años)18.
Por otro lado, en contra de la percepción popular, un estudio reciente de la OCDE señala que
los efectos fiscales netos de la inmigración ─esto es, los ingresos que pagan los inmigrantes
menos los beneficios y servicios públicos que reciben─ suelen ser muy reducidos, y en la
mayoría de los países de la OCDE analizados en el estudio, son positivos19.

El desempleo

Desde los años ochenta hasta la actualidad, la implantación del neoliberalismo ha ido
disolviendo los compromisos del pleno empleo, el pago de salarios indexados a las ganancias
de productividad y los servicios sociales universales, contraídos entre el capital y el trabajo tras
la Segunda Guerra Mundial, lo que ha tenido como consecuencia que a comienzos de los años
setenta reapareciera con fuerza el desempleo masivo, que se ha convertido en un problema
crónico hasta nuestros días. Se calcula que en 2018 había 172 millones de personas
desempleadas en el mundo, una tasa de desempleo del 5%, según las cifras que aporta la OIT20.
La OCDE, la organización de países industrializados del planeta, reconocía a principios del
nuevo siglo que el desempleo era el mayor problema de sus países miembros (en torno a 35
millones de personas en 2000, un 7% del total de la fuerza de trabajo). El informe sobre la
situación del empleo en el mundo de la OIT de 2001 afirmaba que un tercio de la población
activa mundial, compuesta por 3000 millones de personas, se encontraban ese año en situación
de desempleo. De estos, 160 millones engrosaron las cifras de los desempleados declarados21.
Casi veinte años después, el año 2019 concluyó con un total de 187,7 millones de personas sin
trabajo. La pandemia iniciada en 2020 no ha hecho sino aumentar el impacto negativo de los
riesgos macroeconómicos en el mercado de trabajo, el desempleo y la precarización del trabajo
a nivel mundial.
El desempleo, en este sentido, no se puede plantear como un fenómeno coyuntural sino
estructural, como consecuencia del cambio en el modelo productivo y la estructura del mercado
de trabajo de los años ochenta hasta la actualidad. Representa uno de los grandes problemas no
resueltos de las sociedades actuales, en países desarrollados y no desarrollados. Al principio del
período aquí estudiado, a partir de la década de los setenta, la explicación del incremento de las

18
ONU (2000), “Replacement migration: Is it a solution to declining and ageing populations?”, in Replacement
Migration Report, División de Población de Naciones Unidas. Department of Economic and Social Affairs.
19
OCDE, International Migration Outlook 2018, OCDE, 2018.
20
OIT, Perspectivas sociales y del empleo en el mundo, 2018, p. 2.
21
OCDE, Perspectiva del empleo de la OCDE, junio de 2001, Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico, 2001. OIT, Informe sobre el Empleo en el Mundo, 2001.

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tasas de paro en muchos países occidentales se enfocó en la crisis económica mundial y por eso
se vio la necesidad de cambiar la orientación de la política económica de los Estados y acabar
con el keynesianismo. Sin embargo, este argumento perdió consistencia a mediados de los años
ochenta, cuando comenzó una franca recuperación económica pero las tasas de desempleo
permanecieron altas (y en muchos casos han continuado en aumento hasta la actualidad)22.
La crisis del petróleo, por tanto, no parece haber sido la única razón del desempleo masivo,
del mismo modo que la mera aceleración de los ritmos de crecimiento económico claramente
no ha traído consigo la solución, como insistían los defensores a ultranza del libre mercado. Es
evidente que las políticas económicas llevadas a cabo hasta ahora han tenido un escaso éxito en
atajar el paro. El modelo dominante de un capitalismo globalizado ha condicionado de forma
grave la situación del empleo en las economías nacionales. La prioridad de los gobiernos a
partir de los ochenta fue la contención de la subida de precios y el control del déficit público,
por lo que quedaron en segundo plano otras actuaciones de política económica como la creación
de empleo. En las últimas tres décadas, pese al crecimiento sostenido de la población
potencialmente activa (personas de dieciséis años y más) el número de puestos de trabajo
disponibles en general se ha mantenido estable23.
Por otra parte, las tasas de crecimiento económico no son lo suficientemente altas ni para
reducir las tasas de desempleo ni para ofrecer empleo a los que se suman al mercado de trabajo
cada año. En las últimas tres décadas ha afectado con mayor o menor intensidad a todos los
sectores de la producción (sobre todo trabajadores industriales). Los avances tecnológicos, la
automatización de los procesos productivos y la robotización han abaratado los costes de
producción y han aumentado el poder y el control sobre los trabajadores. Ante esto, los Estados
han perdido poder real sobre la economía y sobre el mercado de trabajo. No es casualidad que
el paro provocado por las nuevas tecnologías haya incidido en aquellos sectores con mayores
niveles de sindicación (minería del carbón, siderurgia, industria textil, construcción naval,
sector automotriz y otros). La revolución científico-técnica de las últimas décadas constituye
una de las causas fundamentales de la reducción del empleo industrial24.
Respecto a la agricultura, en los países desarrollados la población activa agraria ya era muy
escasa en los años setenta, pero no así en los países del llamado “tercer mundo”, donde la
agricultura sumaba, en los años ochenta, alrededor de un 40% del PIB, y daba ocupación a tres
cuartas partes de la mano de obra, con un fuerte componente de paro estacional. La extensión
de la globalización, la liberalización de los mercados y la multiplicación de los intercambios
supuso una gran transformación del mundo agrario tradicional y llevó a millones de
trabajadores rurales al paro, al subempleo o a la emigración. El desempleo, finalmente, se ha
extendido también al sector de los servicios, especialmente vulnerable en los empleos de
temporada o estacionales (asociados al turismo, la hostelería y el comercio)25.
Las continuas fluctuaciones y la inestabilidad en la economía mundial desde los años ochenta
(especialmente fuerte en 2008) han llevado a recesiones económicas cuyos efectos más
evidentes son las cifras de desempleo crecientes, puesto que la principal estrategia de las
grandes empresas multinacionales ha sido reducir costes laborales por la vía del despido masivo
de trabajadores, no solo en sus cuadros semicualificados sino también en empleos intermedios
con relativa cualificación. Existe, como es sabido, una relación estrecha entre despidos masivos
y aumento de los beneficios de las empresas multinacionales.
¿Cuál es el perfil general de los trabajadores excluidos? En primer lugar, cabe citar la gran
incidencia del desempleo entre los trabajadores con un menor nivel educativo. Como ya

22
Ayllón Trujillo, M.T., et.al., “Cambios en el mercado de trabajo, en el valor del trabajo y en las identidades.
Una aproximación desde el análisis del discurso, Scripta Nova, vol. VI, núm. 119, 2002.
23
Ayllón Trujillo, M.T., et.al., 2002.
24
Arenas, 2003, p. 249.
25
Arenas, 2003, p. 249.

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ocurriera en la gran depresión de 1930, el desempleo de las últimas cuatro décadas ha afectado
sobre todo a los trabajadores menos cualificados, víctimas de las crisis de demanda y de la
innovación tecnológica.
Por otra parte, especialmente grave ha sido hasta ahora el elevado desempleo juvenil,
definido por la ONU como aquel que afecta a las personas entre 15 y 24 años, pues compromete
la empleabilidad futura de las personas y genera patrones inadecuados de comportamiento
laboral para toda la vida activa. Las cifras de la OIT muestran que en torno a 68 millones de
jóvenes buscaban empleo en el mundo infructuosamente. En 2019 la tasa mundial de desempleo
juvenil fue del 11,6% y se prevé que el crecimiento sea sostenido en los próximos años26.
La falta de ingresos de esta franja de población ha hecho disminuir gravemente la demanda
agregada y el ahorro; los gobiernos pierden las inversiones hechas en educación, dejan de
recibir aportes a los sistemas de seguridad social y en muchos casos aumentan los gastos en
servicios sociales por su vulnerabilidad frente a problemas sociales como la delincuencia o la
drogadicción. Se compromete el desarrollo social y económico de generaciones futuras y se
cuestionan los sistemas de pensiones basados en la solidaridad intergeneracional. Una dificultad
muy grave en este sentido es la brecha entre las competencias laborales disponibles por los
trabajadores y aquellas que son requeridas por los nuevos mercados de trabajo27.
El problema se manifiesta prácticamente en todas las regiones del planeta, aunque la mayor
parte de los jóvenes desempleados pertenecen a países en vías de desarrollo, donde vive casi el
85% de los jóvenes del mundo. Si el crecimiento demográfico y el desajuste con la creación de
empleo en los mercados de trabajo es una causa fundamental del desempleo juvenil en dichas
regiones, en los países avanzados el diferencial de desempleo juvenil responde a otras causas.
No tiene que ver tampoco con el menor nivel de formación de capital humano, puesto que
ninguna generación hasta ahora ha permanecido tanto tiempo formándose. Las razones de las
mayores tasas de desempleo en los jóvenes se han interpretado sobre todo desde la perspectiva
de la globalización y la consiguiente flexibilización del empleo desde los años ochenta hasta
ahora. Es decir, el tiempo que los jóvenes emplean moviéndose de una ocupación a otra,
obligados por el carácter flexible del mercado de trabajo global, hace que no permanezcan
excesivo tiempo en el mismo puesto. Tal movilidad les impide obtener las cualificaciones
específicas requeridas por las empresas, lo cual funciona como un potente factor de exclusión
social28.
Otro de los colectivos más afectados por el desempleo han sido los emigrantes. La relación
entre el desempleo e inmigración internacional ha ido en aumento en los últimos veinte años, a
medida que las diferencias entre países ricos y países pobres se ha ido acentuando: los países
pobres ofrecen mano de obra barata para ocupar puestos de trabajo poco cualificados en los
países ricos, que, por el contrario, presentan una ciudadanía cada vez más exigente y
cualificada. Las tasas de empleo de los migrantes suelen ser más bajas que las de los no
emigrantes. Por ejemplo, en la Unión Europea la tasa de desempleo de los primeros fue del
13,3% en 2017, frente al 6,8% para la población nativa. Los prejuicios han hecho aumentar las
prácticas discriminatorias en el ámbito laboral frente a la población nativa o blanca.
Sin embargo, las diferencias entre distintos países y grupos son considerables, ya que la
inclusión en el mercado laboral depende de la situación socioeconómica y las políticas de cada
país, así como de las características demográficas e individuales de los inmigrantes (edad,
género, conocimiento del idioma o los títulos de estudios) y las circunstancias de su proceso
migratorio.

26
OIT, Tendencias mundiales del empleo juvenil 2020. La tecnología y el futuro de los empleos, Resumen
ejecutivo, Organización Internacional del Trabajo, 2020, pp. 1-6.
27
OIT, 2020, p. 3.
28
Arenas, 2003, p. 250.

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La deslocalización en las últimas décadas ha extendido el desempleo en los países


desarrollados a consecuencia de los cambios en el comercio mundial provenientes de la
globalización. En primer lugar, los países menos desarrollados comenzaron a exportar no solo
los tradicionales productos primarios sino cada vez más productos manufacturados a los países
industriales.
Dichas exportaciones comenzaron a competir con ventaja con las producciones similares del
primer mundo, donde el peso de la protección social, la regulación laboral de los Estados y la
fortaleza y capacidad de presión de las instituciones del trabajo, como los sindicatos o la
negociación colectiva, dificultaban la flexibilidad de los salarios a la baja y aumentaban por
tanto los costes salariales y la competencia.
El hecho es que los países exportadores no suelen tener regulaciones laborales similares y
pueden ofrecer sus productos a mejor precio. Claramente, las empresas multinacionales han
sido las grandes beneficiarias de esta estrategia, pero esto llevó a la crisis o incluso la quiebra
y desaparición de las empresas menos competitivas en los países industrializados y al aumento
de las tasas de desempleo entre los trabajadores.

Desregulación, privatización y nueva regulación

Bajo las tesis neoliberales, en las décadas de los ochenta y noventa, las empresas y los
gobiernos, actuando mancomunadamente emprendieron la desarticulación de las normas que
habían regulado los mercados de trabajo en las décadas precedentes. Los fenómenos laborales
más llamativos han sido la desregulación, la flexibilización y la privatización, iniciados a finales
de los años setenta en países como Gran Bretaña y Estados Unidos, y difundidos de forma
gradual por Europa, América Latina y el este de Asia entre 1980 y 199029.
En Europa occidental, hasta los años noventa la medida principal consistió en la
privatización de antiguas empresas públicas. Los sectores más afectados fueron las
telecomunicaciones, el sector energético (petróleo y gas), la electricidad y la banca. Gran
Bretaña fue el país donde antes y con mayor intensidad tuvo lugar el fenómeno privatizador.30
Los objetivos esenciales fueron la reducción del déficit público, el debilitamiento de los
sindicatos y una supuesta mayor eficiencia de la empresa privada, pero que aún hoy es muy
debatida.
Sin embargo, en las últimas décadas, han sido las estrategias flexibilizadoras por parte de las
empresas ─con el respaldo de la legislación laboral─ las principales vías de transformación del
empleo y liberalización del mercado de trabajo. La justificación más extendida por los
neoliberales estimaba que la falta de creación de empleo se debía a la rigidez del mercado de
trabajo y la elevada protección que los gobiernos otorgaban a los trabajadores, por lo que
desregularlo era condición sine qua non para un funcionamiento más eficiente del mismo. El
comportamiento de los mercados de trabajo, por tanto, constituía para los críticos de principios
de los años ochenta un obstáculo importante al crecimiento económico y había, por tanto, que
eliminar las normas y reglamentaciones que lo hacían rígido impidiéndole absorber la oferta de
mano de obra y adaptarse a las exigencias del cambio tecnológico y la competencia externa31.
Aunque el grado de liberalización de los mercados de trabajo ha sido diferente en cada país,
es un proceso común a la mayor parte de los sistemas de relaciones laborales. En la Europa
central y nórdica, tradicionalmente regida por mecanismos de regulación como la legislación
laboral, la concertación social, la negociación colectiva (NC) y claro está, el mercado, los
mecanismos de flexibilización fueron más difíciles de introducir que en otros países donde

29
Valdaliso y López, 2011, p. 459.
30
Valdaliso y López, 2011, p. 460.
31
Cos Egea, Manrique (2018), “La flexibilidad laboral como retorno a una concepción liberal de las relaciones de
trabajo”, Acciones e investigaciones sociales, núm. 38, pp. 63-80.

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Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

tradicionalmente se le otorgaba una gran confianza al mercado, como Estados Unidos. Los
criterios flexibilizadores se terminaron imponiendo, con distintas formas y proporciones,
incluso en países con gobiernos socialdemócratas (como en España en los años ochenta y
noventa), a pesar del rechazo de los trabajadores y sus organismos sindicales32.
Los gobiernos europeos siguieron diferentes itinerarios en la desregulación de las relaciones
laborales: el de la confrontación con los sindicatos (como en Gran Bretaña con Thatcher o en
Holanda); el del mantenimiento teórico de la regulación pero su incumplimiento práctico (los
países mediterráneos como España, Portugal o Grecia hasta las reformas laborales recientes, ya
plenamente desreguladoras); e incluso una desregulación pactada, a partir de la negociación y
la participación en el seno de la empresa para incorporar gradualmente las reformas con el
consenso de los agentes sociales (Alemania).
Las principales facetas de la nueva flexibilidad en el trabajo en occidente fueron la
multiplicación de los contratos laborales de duración determinada, la normalización del trabajo
a tiempo parcial, la externalización de la producción y el empleo y la expansión de la economía
sumergida o informal, todo lo cual llevó a una precarización del empleo.
Para los críticos, una de las mayores rigideces, si no la más importante, provenía de la
generalización de la NC a todo tipo de trabajadores. Desde la lógica empresarial, en aquellos
países donde la cobertura del convenio colectivo era generalizada, los sindicatos inducían a la
universalización de las mejoras salariales con independencia de la suerte que corrieran las
empresas. La presión de los trabajadores sindicados llevaba al encarecimiento injustificado del
trabajo y esto obligaba a las empresas a desprenderse de los empleados menos eficientes que se
podrían haber mantenido en tareas subalternas a un precio menor. Las dificultades de los
empresarios para despedir trabajadores tampoco ayudaban a la promoción de nuevas
contrataciones (trabas burocráticas para los despidos colectivos o indemnizaciones cuantiosas
por despido). Especialmente onerosos para las patronales eran los costes no salariales que
recaían en las empresas a través de los impuestos33.
Estados Unidos se presentó como el país abanderado de la eficiencia y la creación de empleo
con su salida neoliberal de los años ochenta para enfrentar el desempleo: atacar especialmente
los subsidios de desempleo, bajar los impuestos a las empresas, disminuir las obligaciones
legales sobre despidos, indemnizaciones o salarios mínimos. Los resultados en la reducción del
desempleo fueron persuasorios para los países europeos que emprendieron en los ochenta el
camino de las reformas de los mercados de trabajo. En el año 2000 la OCDE atribuía el éxito
de las reformas a la hora de crear empleo y disminuir la tasa de paro a factores como la
implantación del trabajo temporal y a tiempo parcial, la reducción de la protección al
desempleo, la creación de agencias de trabajo temporal, el control del gasto público y la
reducción de impuestos34.

La precariedad laboral

La OIT utilizó por primera vez el concepto de precariedad laboral en 1974, refiriéndose a la
inestabilidad en el puesto de trabajo, ya fuera por la inexistencia de contrato o por contratos de
tiempo determinado. Los cambios estructurales en los mercados de trabajo en las décadas
siguientes hicieron aumentar la preocupación por la precarización del empleo, aunque la visión
predominante era la de precariedad como un efecto no deseado ─y hasta necesario─ de la

32
Arenas, 2003, p. 265.
33
Arenas, 2003, p. 251.
34
OCDE (2000), Comercio internacional y estándares laborales básicos, París, Organización para la Cooperación
y Desarrollo Económicos.

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Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

reestructuración productiva, la incorporación de nuevas tecnologías y la implementación de


nuevas formas de organización del trabajo, pero en todo caso un fenómeno temporal35.
Con el tiempo esa precariedad se ha convertido en un rasgo estructural de los mercados de
trabajo, que ha modificado y debilitado el carácter integrador del trabajo en las sociedades
contemporáneas. La precariedad ha tendido a perpetuarse debido a factores económicos, pero
también por las políticas públicas y la acción de los agentes sociales. Se ha producido una
“institucionalización de la precariedad”, que se manifiesta de forma preponderante en los
llamados nuevos pobres: mujeres, jóvenes y emigrantes36.
Un conocido informe de la Unión Europea de 2004 definía los empleos precarios como
aquellos de corto horizonte temporal o en los cuales el riesgo de perder el empleo es amplio.
Cuanto menos controle el trabajador individual o su representación colectiva las condiciones
de trabajo, los salarios o los ritmos de trabajo, el empleo es más inseguro. El trabajo precario,
por tanto, se caracteriza por su irregularidad, baja remuneración y, en ocasiones, por la ausencia
de normas que lo regulen. Trabajo precario y desempleo son dos caras de una misma moneda,
pues los trabajadores afectados por la precariedad son las principales víctimas del paro y
viceversa37.
El trabajo, bajo estos nuevos rasgos inestables e inseguros, conduce indefectiblemente a
diversas formas de exclusión social, entendida como la falta de participación plena en la vida
económica, social y cultural debido a la carencia de derechos, recursos y capacidades básicas38.
La precariedad del empleo es uno de los mayores desafíos de las sociedades actuales en tanto
revela el establecimiento de un nuevo régimen de organización del trabajo y de integración
profesional sostenido en la inseguridad social.
Dentro del empleo precario, sin embargo, hay que distinguir distintas realidades. La primera
se halla regulada por las leyes o por la negociación colectiva ─contratos “atípicos”─ y otros
que escapan a cualquier tipo de regulación y están relacionados con el sector “informal”
también llamado “sumergido” o “basura” de la actividad productiva.
Dentro de los contratos atípicos existen dos tipos de situaciones: el contrato a tiempo parcial
y el contrato temporal. Los primeros afectan preferentemente a empleos de baja productividad,
a jóvenes y a mujeres. Una parte significativa de los trabajadores y trabajadoras a tiempo parcial
suele elegir esa opción voluntariamente, con el fin de dedicar más tiempo a los estudios o a la
familia. La otra manifestación de la precariedad en el empleo es el contrato temporal. Al
concluir el siglo XX, en la Europa de los quince, la tasa media de temporalidad era del 13% de
la población empleada, con muchas diferencias por países. El aumento de la temporalidad en
las últimas décadas del XX y las primeras del XXI, junto a la mayor rotación de la mano de
obra y la gradual sustitución de los contratos fijos por temporales han sido moneda corriente en
los mercados de trabajo europeos. En 2019 estaba en un 14.2% de media europea, mientras que
España lideraba dicha medición con un alto 26,8%. Si el género no presenta un diferencial
pronunciado ─aunque la temporalidad afecta más a las mujeres—la edad sí es un factor
diferencial claro, ya que los empleos temporales han constituido un terreno abonado para los
jóvenes: los menores de 25 años representan un 71,2% de la temporalidad media en España,
por ejemplo39.
Un peldaño más abajo en la escala del trabajo precario se halla la economía irregular,
también llamada “informal” o “sumergida”. Es aquella en la que las condiciones laborales no
35
Demaret, Luc (2013), “Editorial. Las normas de la OIT y el trabajo precario: fortalezas, debilidades y potencial”,
Boletín Internacional de Investigación Sindical, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra, vol. 5, n. 1, pp. 9-24.
36
Demaret, 2013, pp. 10-12.
37
Arenas, 2003, p. 253.
38
Flores, Raúl, Rodríguez, Daniel, “Precariedad laboral y exclusión social”, Documentación social. Revista para
pensar la intervención social, núm. 2, 2019, pp. 1-6.
39
OCDE (2015), Informe de diagnóstico de la estrategia de competencias de la OCDE: España, OCDE, pp. 115-
128. Los datos más recientes en https://www.expansion.com/economia/2019/06/01/5cf28c7ae5fdea446e8b45b4

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Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

se encuadran en un marco legal, es decir, todas aquellas actividades productivas en las que los
trabajadores no cuentan con derechos legalmente reconocidos (indemnización por despido,
descansos pagados, compensación por tiempo de trabajo y otros)40. Es importante señalar que,
a diferencia de la actividad laboral legalmente constituida, las economías irregulares o
informales no están sometidas a régimen fiscal alguno, no pagan impuestos. Suele estar muy
relacionada con bajos niveles de productividad, escasa formación jurídica y poca o nula
inversión en tecnología. Está asociada, asimismo, con situaciones de pobreza y marginalidad,
con países en vías de desarrollo y el “tercer mundo”. Sin embargo, esto supone una
simplificación ya que, en cualquier negocio legalmente establecido, en cualquier parte del
mundo, el empleador puede decidir ocultar las horas extra que trabajan sus empleados para no
pagarles ese tiempo adicional. Lo mismo puede suceder con los despidos injustificados o
arbitrarios o, incluso, en el incumplimiento del pago de salarios. Los empleos domésticos, los
vendedores ambulantes u otros trabajadores independientes (profesores que dan clases
particulares, riders, etc.) forman parte de la economía informal41.
Hay distintos motivos que explican la ocupación laboral no declarada. El primero es el nivel
de riqueza, los países ricos tienen una fuerza de trabajo sumergida más pequeña. El empleo
“informal” es característico de las economías latinoamericanas o africanas, aunque se ha ido
haciendo común en los países más avanzados a medida que se han ido implantando las filosofías
desreguladoras del mercado de trabajo. En el conjunto de la Unión Europea en el año 2000 entre
el 7 y el 16% del PIB de los distintos países correspondía a actividades instaladas en la economía
sumergida, mientras que en 2018 el 11,6% del empleo real existente en la UE se desarrolló en
el marco de la informalidad laboral, más del 9% de la fuerza laboral comunitaria42. También
inciden en este fenómeno la calidad y fuerza de las instituciones políticas, sociales y
económicas: cuanto mejor funcionan menor es el empleo informal. Finalmente, allí donde el
desempleo es más alto, la informalidad se hace más pronunciada. Tras la crisis económica de
2008 creció en prácticamente todos los países. Los efectos negativos afectan a todos los sujetos
económicos: Estado, trabajadores y empresarios.

Gobiernos, patronales y sindicatos frente a la negociación colectiva

La negociación colectiva fue durante las décadas de 1950 y 1960 una de las herramientas
más eficaces de la política económica. La aplicación generalizada de los convenios aumentaba
el nivel de la demanda agregada, que se destinaba a la adquisición de productos nacionales. Es
decir, las mejoras concedidas en convenio se sumaban a las prestaciones sociales ofrecidas por
el Estado del Bienestar y todo ello retornaba a las empresas en forma de beneficios43. A
comienzos de los años ochenta la negociación siguió manteniendo similares características,
bajo tres grandes modelos: el europeo, el más regulado y generalizado territorial y
sectorialmente; el japonés, que suponía el compromiso entre trabajadores y empleadores dentro
de cada empresa; el estadounidense, caracterizado por la asignación exclusiva de los resultados
de la negociación a los obreros sindicados y un ámbito de actuación esencialmente centrado en
la empresa. El resultado era una tasa de cobertura muy diversa según los países (número de
trabajadores cuyo salario y condiciones de trabajo están determinados por un convenio
colectivo expresado como porcentaje del número total de asalariados)44.

40
OCDE, 2015, pp. 115-128.
41
Ibidem.
42
Ibidem.
43
Arenas, 2003, p. 25
44
Beneyto, Pere (2017), “Crisis y renovación del sindicalismo”, Arxius de Ciencies Socials, núms. 36-37, pp. 15-
34.

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Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

En las últimas décadas del siglo XX disminuyó el grado de cobertura de la NC respecto al


pasado, por lo que la cobertura se acercó a la densidad sindical (el porcentaje de trabajadores
sindicados sobre el total de asalariados de un determinado lugar)45. Además, se produjo una
gradual descentralización de la NC. Se abandonaron las grandes concertaciones que afectaban
al conjunto de trabajadores y se redujeron espacial y sectorialmente. La fragmentación se ha
hecho evidente en la multiplicación del número de convenios sectoriales hasta convertir a cada
empresa en el centro de las negociaciones. Las menores tasas de crecimiento económico y el
aumento de la competencia en el contexto de la globalización explican esta descentralización46.
A ello ha contribuido también la terciarización de la economía, es decir, el aumento de las
actividades del sector terciario o de servicios que en las últimas décadas se han convertido en
el ámbito preponderante de la economía, el que ocupa a un mayor porcentaje de la población
activa y el que contribuye en mayor medida al PIB de un país. El empequeñecimiento de las
empresas, la ubicación de parte de estas en geografías de mano de obra barata o no sindicada,
la “dualización” de las plantillas (conformadas, por un lado, por trabajadores con empleo fijo y
gran protección y, por otro, por trabajadores temporales con escasa o nula protección) y la
introducción de nuevas tecnologías y métodos que prescindían del habitual colectivo
beneficiario de la antigua NC: los obreros de la industria fordista47. En definitiva, los cambios
profundos en los mercados y en el gobierno de las empresas han forzado cambios similares en
la composición de la fuerza de trabajo, especialmente en lo que se refiere a la fragmentación de
los trabajadores y por tanto de sus intereses.
Desde un punto de vista institucional, la descentralización de la negociación colectiva ha
corrido paralela al desinterés de los gobiernos y las confederaciones patronales y sindicales a
colaborar entre sí en favor de un mayor grado de concertación. Hasta principios del nuevo siglo
en algunos lugares de Europa la NC siguió teniendo un grado elevado de centralización (países
escandinavos, por ejemplo, Portugal, Austria o Suiza). En otro grupo de países, los gobiernos
usaron su fuerte influencia sobre las relaciones laborales para recomendar o imponer un modelo
descentralizado de NC (Francia o España).
En los últimos veinte años, la Unión Europea no ha desplegado una labor de armonización
legislativa en materia de NC, de forma que la tónica predominante en la actualidad es la
presencia de modelos marcadamente distintos en cada uno de los países miembros, debido a
condicionantes históricos, económicos, empresariales, sindicales, políticos, sociales y
culturales48. En general se han producido reformas en los ordenamientos jurídicos de la NC que
han coincidido en el tiempo con el convulso período de crisis económica iniciado en 2007-
2008. La respuesta a esta crisis desde las políticas públicas ha enfatizado las reformas de la NC
y han resultado más patentes y conocidas en los países de la periferia europea, donde se ha
sufrido en mayor medida el impacto de la crisis económica. Lejos de ser coyunturales, las
reformas del marco legal de la NC en estos países parecen responder a causas más profundas
relacionadas con transformaciones del contexto general económico y social en el que se
desenvuelve la NC49.
En los países donde estas reformas han sido más leves, la tasa de cobertura de la NC se ha
mantenido estable, aunque a la baja; el sindicato ha mantenido su condición de interlocutor por
excelencia; los modelos centralizados siguen teniendo normalmente este signo a pesar de las
presiones hacia un mayor protagonismo de los ámbitos empresariales o más descentralizados;
y la duración limitada en el tiempo de los convenios colectivos, vinculada a las coyunturas

45
Beneyto, 2017, p. 18.
46
Arenas (2003), pp. 274-275.
47
Arenas (2003), p. 280.
48
Cruz Villalón, Jesús (2019) (dir.), La Negociación Colectiva en Europa. Una perspectiva transversal, Madrid,
Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, p. 19.
49
Cruz Villalón (2019), p. 19.

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Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

económicas, suele ser la regla mayoritaria. Finalmente, en estos países de tradición centralista
(norte de Europa, sobre todo), sigue rigiendo en general la aplicación del convenio al conjunto
de trabajadores de una empresa con independencia de que estén o no afiliados a sindicatos, y
se sigue reconociendo su eficacia subjetiva universal de forma clara50.
En los países más afectados por la crisis (el este de Europa y Grecia) se ha producido un
intento más o menos exitoso en función de cada país, hacia una alteración del sistema de NC
imperante hasta entonces. La tendencia ha sido la extensión de la descentralización de la NC y
una reducción correlativa del papel otorgado en el pasado a los convenios sectoriales; la
reducción de las tasas de cobertura, del papel de los sindicatos y un aumento de la desigualdad
social en esos países. Las grandes transformaciones económicas, tecnológicas y organizativas
han impactado fuertemente en los marcos reguladores de la NC y lo van a seguir haciendo en
adelante51.
El impacto de la crisis de 2008 y las restricciones normativas impuestas ha provocado una
reducción media de la tasa de cobertura de la NC en la Unión Europea del 68 % en 2002 al 61
% en 2015. Se trata, sin embargo, de un impacto desigual según el sistema de relaciones
laborales de que se trate, siendo especialmente significativa la importante caída de la cobertura
de la NC en los países del sur (Portugal, España, Italia y Grecia) duramente afectados por las
políticas de austeridad imperante y los condicionantes de la ayuda financiera a la puesta en
práctica de reformas desreguladoras de los mercados de trabajo y las relaciones laborales.

Entidades patronales

Las patronales han sido las primeras interesadas en la fragmentación de la negociación. A


fines del siglo XX las empresas en general y las organizaciones empresariales en particular han
pretendido que la NC se circunscribiera en la medida de lo posible al ámbito de la empresa,
apelando a la lógica de que las incertidumbres de los mercados debían corresponderse con la
elasticidad de las relaciones laborales52. En países como Japón, Estados Unidos y también en
Francia, los empresarios habían sostenido tradicionalmente su independencia en materia de NC,
reclamando de las asociaciones patronales solo un papel de consulta y asesoramiento.
El viraje más drástico de las patronales desde un criterio centralizado a otro fragmentado de
la NC se dio en los países nórdicos, que habían sido los iniciadores en el siglo XX de una
concertación social generalizada. LA SAF sueca rompió en 1986 la larga tradición de acuerdos
nacionales que duraba desde 1938. En los años noventa clausuró su presencia en las
instituciones que habían conducido la concertación social histórica53.

Los sindicatos

Durante los años setenta la densidad sindical de los países industrializados experimentó un
importante crecimiento al situarse en torno al 50% de la población trabajadora, de media. Sin
embargo, una década después comenzó un declive pronunciado en la afiliación sindical que se
ha situado en el 32 % en Europa en el año 2000 y en un 20 % en los Estados Unidos54. De todas
formas, las diferencias entre países son muchas de modo que aquellos con altas densidades
sindicales previas como Suecia, Dinamarca, Austria o Australia han tendido a mantenerla desde
los ochenta hasta principios del nuevo siglo; mientras, países con una tradicional baja densidad

50
Cruz Villalón (2019), p. 20.
51
Cruz Villalón (2019), p. 20.
52
Arenas, 2003, pp. 275-276.
53
Arenas, 2003, p. 276.
54
Arenas, 2003, p. 277.

13
Historia de las Relaciones Laborales – Facultad de Ciencias del Trabajo – Primero – Curso 2022-2023

(Japón, Estados Unidos, Francia o España) los sindicatos han perdido bastante de sus posiciones
hasta tiempos recientes.
Las principales razones de la crisis de los sindicatos son externas e internas o institucionales.
Las primeras se relacionan con los cambios producidos en la actividad productiva y la
composición de la fuerza de trabajo. Fenómenos a los que ya se ha aludido, como la
terciarización de la economía o la dispersión de la actividad empresarial por todo el mundo han
empobrecido el sector industrial y con ello la fortaleza de los sindicatos creados y mantenidos
esencialmente por obreros industriales. Algunos países como Suecia, sin embargo, tenía a
principios de 2000 una alta sindicación en actividades del sector servicios como la banca, los
seguros y las finanzas55.
Hay conexiones evidentes entre globalización y reducción de la afiliación sindical. Las
empresas se han sometido a una elevada incertidumbre por el aumento de la competencia que
ha elevado la presión sobre la actividad sindical y ha desalentado la afiliación. También las
elevadas tasas de paro están relacionadas con las modestas tasas de afiliación, así como la
creciente proporción de trabajadores temporales y a tiempo parcial, entre otros motivos porque
este tipo de empleos están ocupados mayoritariamente por jóvenes y mujeres que de forma
tradicional se han mantenido alejados de los sindicatos. Desde el punto de vista institucional,
una tónica generalizada en los últimos decenios es que los sindicatos han dejado de ser
considerados por amplios colectivos de trabajadores como instrumentos útiles que les reporten
beneficios reales. Los sindicatos entre la década de 1980 y nuestros días se han debilitado y se
han fragmentado. Han asistido, perplejos y en muchos casos sin posibilidad de actuación, a la
multitud de cambios políticos, ideológicos, tecnológicos y empresariales que se han sucedido.
En algunos casos han perdido parte del apoyo expreso de los partidos de izquierdas. De esta
manera, los sindicatos se han atrincherado en defensa de la propia institución y del empleo.
Una estrategia habitual ha sido la aceptación de menores incrementos salariales o incluso
una reducción de estos a cambio de conservar el mayor número de empleos. En momentos de
caída de los salarios reales, las viejas alianzas solidarias entre trabajadores cualificados y no
cualificados en torno al sindicato ya no eran sostenibles ni deseables para los primeros y la
solidaridad se deterioró. Para los segundos, en el contexto de paro y subempleo a partir de los
años ochenta la movilización sindical se volvió casi nula. Parados y empleados temporales o a
tiempo parcial no han encontrado en los sindicatos los instrumentos eficaces para la solución
de sus problemas. El resultado, la fragmentación de la NC, ha conllevado el aumento de la
segmentación de los mercados de trabajo.
Entre 2000 y 2008 la afiliación sindical en la Unión Europea disminuyó en un 2,2% hasta
situar su tasa media en un 23,4% sobre el total de la población asalariada, si bien no se trataba
de una tendencia generalizada pues se registraron aumentos absolutos en ocho países (Bélgica,
España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal) y caídas inferiores a la media en
otros dos (Gran Bretaña y Suecia). A partir de 2009 y hasta 2017, durante la fase recesiva de la
economía, la caída fue bastante mayor, en torno a un 5,2 %, si bien la reducción de la población
asalariada amortiguó su impacto sobre la tasa relativa (22,3 % en 2015). De nuevo la
disminución no ha sido homogénea por países, ya que ha habido aumentos de afiliación en
algunos países (Bélgica, Italia o en menor medida en Francia) y disminuciones dramáticas en
otros, los más afectados por la crisis, como España (15% de caída) o Grecia (32 %).

55
Arenas, 2003, p. 277.

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