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Los sectores de la sociedad rusa que se oponen a la guerra son plenamente conscientes de esta
relación: es más fácil ocultar el fracaso de un gobierno si ese mismo gobierno desata una guerra. En
América Latina, tan lejana de Rusia pero tan acostumbrada a sufrir el neocolonialismo de las
potencias occidentales, circula la opinión según la cual la guerra en Ucrania es una guerra preventiva
causada por el avance de la OTAN.
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Aunque es cierto que tras el derrumbe de la Unión Soviética los países occidentales liderados
por Estados Unidos entendieron esto como un debilitamiento de Rusia y trataron al país como
un partenaire de segunda categoría, esto no explica por qué una eventual base de la OTAN en Ucrania
sería más peligrosa que las ya instaladas en los países limítrofes situados al oeste de Rusia. Por
supuesto, el avance en dirección al Este de Estados Unidos y la OTAN no contribuyó a construir la
paz luego de la caída del Muro de Berlín. Pero fueron los pueblos de los países vecinos de Rusia
quienes expresaron la voluntad de cobijarse bajo el paraguas occidental: la adhesión húngara a la
OTAN fue plebiscitada por el 85% de los votantes; la eslovaca, por el 66%. El ingreso a la Unión
Europea obtuvo en Polonia el 77,45% de aprobación, en Eslovenia el 92,45% y en Letonia el 67%.
¿Por qué todos los pueblos vecinos de Rusia le tienen miedo? Al opinar que el peligro de la
OTAN es la causa de la guerra, o por lo menos la principal, se ignora que los dirigentes rusos justifican
la invasión con una razón que consideran aun más importante que el peligro militar (2): la fidelidad
al pasado. Creer que la guerra es la respuesta a la decisión de sus vecinos de abrigarse bajo el paraguas
de la OTAN es desconocer que las ambiciones del Kremlin son anteriores a la existencia misma de
Estados Unidos.
Esencia imperial
En los siglos XV y XVI, el principado de Moscú sometió a sus vecinos y se autolegitimó sobre
tres mitos: su descendencia dinástica del emperador Augusto, el supuesto traslado de la dignidad
imperial por Bizancio a Moscú, y la teoría de la Tercera Roma (luego de las caídas de Roma y
Constantinopla, la sede del cristianismo ortodoxo, verdad única y universal, se trasladó a Moscú por
la eternidad). Amparado en estos mitos, el principado ruso devino en Imperio a fuerza de conquistar
territorios. Se constituyó paulatinamente una sólida autorrepresentación colectiva que naturalizó el
rasgo imperial como esencia de la rusianidad. Hoy vemos a niños pequeños con uniformes militares
y la letra Z, que identifica en Rusia a los defensores de la invasión a Ucrania, marchar al son de
música militar bajo el mando de oficiales o de maestras de jardín disfrazadas como tales.
“Nuestro deber –declaró Putin– es apoyarnos en los preceptos espirituales y en las tradiciones
de unidad para seguir avanzando, asegurando la continuidad de nuestra historia milenaria”. De
acuerdo al Presidente ruso, la conversión del príncipe Vladimir de Kiev al cristianismo “estableció
los fundamentos morales y éticos que determinan nuestras vidas hasta hoy” (3).
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Así, la figura de ese guerrero medieval, por otra parte sanguinario y violador, es invocada como
ejemplo en la actualidad. Un bautismo sucedido tan lejos como en el siglo X sería “la fuente espiritual
del Estado” (4), o sea de un orden jurídico-político moderno fundado sobre la soberanía del pueblo y
la representación democrática. Crimea fue conquistada por el Imperio de todas las Rusias recién en
1783 y fue gobernada luego desde Moscú durante sólo 171 años; en 1954 pasó a la jurisdicción
ucraniana. Justificar su anexión en la “continuidad milenaria” es desfigurar la historia para su uso
político. Lo mismo sucede con los territorios ucranianos: fueron gobernados desde Moscú solo
durante un tercio de su historia. La idea de una continuidad, desde el siglo X hasta hoy, para justificar
la anexión de Crimea y la invasión a Ucrania no resiste el análisis histórico.
Justificación ideológica
El “batallón nazi” Azov, tantas veces mencionado como prueba de la nazificación de Ucrania,
nació con apenas 100 hombres. Fue recién en 2014, en reacción a la ocupación de Crimea y surfeando
sobre la ola del sentimiento antirruso que esta provocó. La ideología nazi de sus cabecillas es evidente,
pero la de la mayoría de sus combatientes es más diversa y vaga, predominantemente nacionalista.
En 2017, Azov contaba con alrededor de 1.500 hombres (6). El neonazismo en Ucrania se funda ante
todo en una memoria colonial antirrusa, reactivada por la anexión de Crimea y el separatismo del
Este ucraniano instigado por Moscú.
Cuando llegó al poder en 2019, el actual presidente, Volodímir Zelenski, emprendió una
política para neutralizar a las milicias como Azov, trasladando a sus cabecillas a puestos burocráticos,
en un escenario difícil, dominado por la guerra con los separatistas. Zelenski había obtenido en la
segunda vuelta el 73,2% de los votos. El candidato de la extrema derecha, Ruslan Koshulynskyi,
había obtenido en la primera vuelta el 1,6%. En las elecciones parlamentarias, el conjunto de la
ultraderecha reunió solo el 2,15% de los votos y no consiguió ningún escaño. En Ucrania, un país con
un destacado pasado antisemita (al igual que Rusia, Bielorrusia y Polonia), el triunfo de Zelenski,
quien no esconde sus orígenes judíos, atestigua la profunda maduración antinazi de la sociedad.
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Pero además hay que recordar que en la Unión Soviética el discurso oficial antinazi coexistió
con manifestaciones de naturaleza hitleriana, como las deportaciones étnicas, el antisemitismo y el
culto a la fuerza y a la violencia. La caída del régimen soviético desnudó la superficialidad de la
desnazificación rusa. En los 90, por ejemplo, se erigió en los terrenos de la Iglesia de Todos los
Santos, en Moscú, que depende directamente del Patriarca de la Iglesia rusa, el monumento a la
“Reconciliación de los pueblos de Rusia, Alemania y otros países que lucharon en las dos Guerras
Mundiales y en la Guerra Civil”. Una de las placas estaba dedicada a la gloria de los generales nazis
Helmuth von Pannwitz, Andrei Shkuro y Petr Krasnov, comandantes del 15º Cuerpo de Caballería
Cosaca de las Waffen SS hitlerianas. En 2007, la placa fue destrozada por “militantes de la izquierda
radical” (7). Pero fue restaurada con la inscripción “A los cosacos que cayeron por la fe, el zar y la
patria”. Esto incluye a los combatientes rusos en las filas nazis.
El politólogo ruso cercano al Kremlin Timofei Sergueitsev escribió que, puesto que “muy
probablemente la mayoría del pueblo (ucraniano) es nazi pasivo, a los soldados ucranianos y a los
vecinos voluntarios que defienden sus pueblos” se los debe matar. Pero, como “por razones técnicas”
no se puede matar a esa “mayoría del pueblo”, entonces hay que probar, durante un plazo “no inferior
a una generación”, otras medidas, como “trabajos forzados para los que no sean sometidos a la pena
de muerte”. El objetivo es privar a los ucranianos de su identidad: “La desnazificación será
inevitablemente también la desucranización y también la deseuropeización. El ucranianismo es una
construcción artificial antirrusa sin contenido civilizatorio propio” (9). Así se construyó, por
adelantado, la justificación ideológica de las actuales atrocidades de las tropas rusas.
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“Valores tradicionales”
Serguei Karaganov, ex director del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia, escribió
que no se trata realmente de Ucrania y que la OTAN no es una amenaza inmediata. Lo que afirma,
entonces, es que lo que está en juego no es coyuntural. En su intervención en el Foro de San
Petersburgo, Putin anunció una vez más el fin del mundo unipolar y pronosticó el ascenso de un
sistema multipolar.
Sin embargo, el mundo unipolar que sucedió a la disolución de la URSS duró muy poco. Desde
hace casi dos décadas, la hegemonía político-militar es compartida por Estados Unidos, China y
Rusia. Si Rusia no formase parte de ese grupo, probablemente Bashar al Assad no seguiría hoy en el
poder en Siria. Entonces, ¿qué significa cambiar radicalmente la relación de fuerzas? “Rusia tiene la
intención de aumentar la cooperación científica, tecnológica, cultural, humanitaria y deportiva sobre
la base de los principios de igualdad y respeto a los socios. Al mismo tiempo, nuestro país se esforzará
por ejercer un liderazgo responsable en todos estos ámbitos”, señaló Putin (10). Cooperación, pero
bajo su liderazgo. En 1999, Putin ya había proclamado solemnemente que Rusia debía ser en el siglo
XXI “la potencia líder” en todas las esferas (11). Karaganov explicó el sentido hegemónico de la
fórmula: con Occidente en “inevitable decadencia”, el resto del mundo tendrá a “Rusia como actor
principal” (12).
La ambición hegemónica supone “que Rusia debería ser capaz de ofrecer un nuevo marco
político al mundo” (15). Se trata de “combinar los valores comunes a toda la humanidad con los
valores primordiales y tradicionales de los rusos” (16). Pero sabemos que los “valores comunes al
mundo” significan siempre los valores impuestos por la potencia hegemónica. El presidente de la
Corte Constitucional de Rusia escribió que la abolición de la servidumbre en 1861 fue fatídica para
la historia rusa porque alentó a las masas trabajadoras a levantarse contra el zarismo y condujo a la
“lamentable tragedia de su derrocamiento” (17). ¿Cuáles son los “valores tradicionales” en los que
piensa el Kremlin?: “un poder estatal fuerte” (18), “la rígida verticalidad ejecutiva” heredada del
zarismo (19), “restricción de las libertades políticas”, “ciencias sociales al servicio de la ideología
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nacional”, “rectitud moral”, “combate contra la epidemia del género y el LGBT, y su reemplazo por
valores humanos normales”, y “la libertad individual absoluta” en lo económico (20).
Esta enumeración es una radiografía de lo que sucede hoy en Rusia. Y que se suma a la represión
política, que va desde condenar un adolescente de 14 años a 5 años de cárcel hasta el cierre de la
Fundación Memorial (ONG dedicada a la defensa de los derechos humanos), pasando por la condena
a 15 años a un historiador que descubrió un cementerio oculto con miles de fusilados por Stalin o
dejar sin electricidad en pleno invierno a una familia porque su hijo de 6° grado hizo a su maestra
preguntas incómodas sobre la guerra en Ucrania.
Una coexistencia de sedimentos pasados y novedades presentes, cuyo futuro Putin formuló así:
“Podemos lograr mucho y lograr todo” (21).
* Especialista en historia política y social rusa. Es doctor en historia por la Sorbonne, donde posee
habilitación para dirigir investigaciones, y magíster en historia por la Universidad Estatal de Moscú.
Se desempeña como director de la Licenciatura en historia, de la Maestría en historia conceptual, del
Centro de Estudios sobre los Mundos Eslavos y Chinos, y del Centro de Investigaciones en Historia
Conceptual, todos dependientes de la Universidad Nacional de San Martín.
Fuente: https://www.eldiplo.org/277-la-ambicion-imperial-de-rusia/que-mundo-nos-ofrece-putin
1. www.facebook.com/TheInsiderRussia/videos/773003653677855
2. “No se trata realmente de Ucrania […] La OTAN no es una amenaza inmediata”, Serguei
Karaganov, “It’s not really about Ukraine”, 8-2-22 (www.rt.com/russia/548630-decades-long-
standoff-nato). El autor es presidente de honor del Consejo de Defensa y Política exterior, creado por
decreto presidencial en 2010, cuyas reuniones Putin frecuenta.
3. https://er.ru/activity/news/putin-nash-dolg-opirayas-na-duhovnye-zavety-i-tradicii-edinstva-
idti-vpered-obespechivaya-preemstvennost-istorii_148174
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6. Anna Colin Lebedev, “Les Combattants et les anciens combattants du Donbass : profil social,
poids militaire et influence politique”, en Études de l’IRSEM, N° 53, noviembre de 2017.
7. “Un monumento a los colaboradores nazis destruido en Moscú”. Lenta.ru. 22-8-10; “¿Quién
rompió el monumento en Sokol?”, Moskovskii komsomolets, 13-5-07 (en ruso).
9. T. Sergueitsev, “Lo que Rusia debe hacer con Ucrania”, art. cit.
14. S. Karaganov, “Russia’s new foreign policy, the Putin Doctrine”, art. cit.
15. Idem.
17. Valery Zorkin, “Un juicio rápido, correcto y el mismo para todos”, Rossiiskaia
Gazeta, 26—9-14. En línea: https://rg.ru/2014/09/26/zorkin.html,
20. S. Karaganov, “Russia’s new foreign policy, the Putin Doctrine”, doc. cit.