Está en la página 1de 5

EDICIÓN 280 - OCTUBRE 2022

CHINA. UNA CLASE MEDIA NECESITADA DE CONSUELO

El progreso en pausa
Por Jean-Louis Rocca*
La desaceleración de la economía china está acotando el ascenso social que caracterizó al país en
las últimas décadas. ¿Corre riesgo el contrato social de prosperidad a cambio de Partido Único?

En los albores del XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC), una sombra planea sobre
China: la de la clase media, que estuvo en el corazón del gran viraje iniciado en los años 1990 y sigue
estando en el centro de los desafíos actuales. Los cientos de millones de chinos que la componen
(entre 350 y 700 millones según los criterios y las estimaciones) se beneficiaron de las reformas,
accedieron a la universidad y a trabajos bien remunerados, garantizaron educación y confort a su hijo
único y acumularon patrimonio inmobiliario: el 87% de los matrimonios son propietarios de un
departamento y un 20% tienen varios (1). También se beneficiaron de un consumo desenfrenado pero
estandarizado, de un estilo de vida nuevo, pero al precio de una competencia de todos contra todos…

Se supone que desempeñan un papel central en la estrategia económica definida por el Partido
algunos años antes del ascenso al poder de Xi Jinping en 2012: disminuir la participación de las
inversiones extranjeras y la de las industrias de exportación de productos de bajo valor agregado en
la economía, e incrementar la de la demanda interna, de la alta tecnología y de las finanzas. ¿Quién
puede producir crecimiento a través de su consumo y ocupar los empleos sumamente calificados que
necesita la economía china si no es la misma clase media (2)?

También se supone que debe servir de modelo a las clases populares, es decir, a los campesinos.
Por ahora, hay una adecuación casi perfecta entre clase media y clase urbana: es la que puede
aprovechar las nuevas oportunidades en materia de educación, de empleos y de acumulación
patrimonial. No obstante, la única manera de ampliar sus límites es que incorpore a los trabajadores-
campesinos (mingong) que se abalanzaron sobre las ciudades para servir de mano de obra al “milagro
chino”. Aun así, hay que “civilizar” a esas masas, es decir, en la lógica del poder, iniciarlas en el buen
comportamiento, en el buen gusto, en la civilidad. Es la misión que el discurso oficial y el sistema
educativo asignan a la clase media (3).

1
También debe dar el buen ejemplo político. Tiene legitimidad cuando protesta, pero siempre
que lo haga moderadamente. Se la invita a participar en el proceso continuo de mejora del “sistema
legal”, a condición de no cuestionar el sistema político. Se debe comportar entonces de modo a la vez
progresista –en favor de la modernización– y conservador –a fin de mantener la estabilidad–.

“Quedarse en cama”

Este sueño de una medianización casi total de la sociedad, omnipresente en todas las consignas
oficiales de “pequeña prosperidad” o de “prosperidad común”, choca con las dificultades económicas
actuales, con las contradicciones de la sociedad y con la aparición de otros imaginarios sociales. El
fenómeno se observa desde inicios de los años 2000, aunque la pandemia lo acentuó.

Así, la nueva economía tarda en prevalecer sobre la antigua. Sobre todo, ya no permite satisfacer
los deseos de ascenso social de la población. Las universidades siguen formando un personal que
entra a un mercado de trabajo ya saturado. La economía “tradicional” parece alcanzar sus límites. Las
deslocalizaciones de las fábricas chinas o extranjeras se multiplican, y la construcción, que apuntalaba
la demanda, entró en una crisis de superproducción (Bulard, pág. 16). Los potenciales futuros
miembros de la clase media están desempleados u obligados a aceptar empleos en las plataformas de
comercialización o en el sector de los repartos, mal pagos.

Las posiciones sociales se hacen más rígidas: a los recién llegados les cuesta hacerse un lugar,
los advenedizos caminan en círculos. Los ingresos no aumentan, las cargas sí. Los precios
inmobiliarios explotaron desde fines de los 90, obligando a los jóvenes a endeudarse o a sus padres a
vender un departamento, si pueden, para financiar esa primera compra. Los gastos de escolaridad se
acumulan tanto para pagar la escuela (pero también los cursos extracurriculares, pese a su
prohibición) como para poder vivir en barrios que ofrecen buenos establecimientos escolares, lo que
encarece otro tanto los proyectos inmobiliarios.

Además, tener la sensación de pertenecer a la clase media –“la gente bien”– supone responder
a ciertas normas del buen gusto y del consumo. El “lujo” (en realidad el lujo a medias) se convirtió
en un modo de vida. Hay que comprar cierto tipo de ropa, de muebles, de autos, de teléfonos celulares,
vivir en un cierto barrio, ir a comer a ciertos restaurantes, ver ciertos espectáculos y visitar ciertos
países, hacer deporte, cuidar la propia salud, y todo eso ocupándose de sus padres, ya mayores…

Hay que contar también los gastos en salud, que aumentaron en estos últimos años, mientras
los sistemas de cobertura médica colectiva no asumen sino una proporción cada vez menor. Estar en
2
una prepaga se vuelve indispensable. Si los empleados de las grandes empresas y los funcionarios
logran salir a flote, no es el caso de los trabajadores independientes o de los pequeños empleadores.
Al confinar a millones de individuos y suspender todo desplazamiento, la pandemia puso en jaque la
vitalidad de millones de pequeñas y medianas empresas cuyos márgenes ya eran reducidos. Algunos
pequeños empleadores ya no pueden pagar los salarios.

Mientras que, desde la apertura de los años 1990, se había instalado la idea de que cada
generación continuaría beneficiándose de una situación mejor que la precedente, la creencia en un
aumento perpetuo del nivel de vida, o al menos en la reproducción social del estatus, desaparece.
Cada cual se siente atrapado dentro de una espiral infernal de gastos y deudas, lo que pone en cuestión
toda sensación de seguridad.

El sector inmobiliario lo ilustra a la perfección. Los abuelos y los padres acumularon un capital
considerable en ese sector, que representaría el 70% del conjunto del patrimonio de los hogares (4).
No obstante, esa fortuna es ilusoria. Se apoya en un alza continua del precio de los inmuebles nuevos
que repercute sobre el del resto de las propiedades y que impide a las jóvenes generaciones acceder a
la propiedad, especialmente en las grandes metrópolis. Todos aseguran que hay que detener esa
espiral. Esto disminuirá otro tanto la riqueza acumulada de los hogares, que servía para ayudar a los
niños, pero también para asegurarse una jubilación que los sistemas públicos ya no garantizan. Sin
hablar de las familias que compraron departamentos en cuotas y tienen que continuar pagando los
gastos mientras la construcción se detiene por falta de medios de los promotores.

Por supuesto, siempre es posible irse a trabajar a ciudades medianas cuyo nivel de vida es más
bajo. Pero, las perspectivas de carrera y la calidad de las instituciones escolares no es igual de buena.
¿Acaso no equivale a una derrota abandonar la metrópolis, símbolo del éxito y el estatus social?

La clase media no se conforma con expresar su angustia en la esfera privada. La comparte en


las redes sociales y a veces lleva adelante acciones colectivas. Recientemente aparecieron varios
movimientos de opinión que reivindican, todos, una ruptura con las normas y valores del éxito social
a toda costa, de competencia permanente y del culto al trabajo. El más famoso, “Quedarse en cama”
(Tangping), que evoca el famoso “derecho a la pereza”, preconiza retirarse del juego social, trabajar
justo lo necesario para sobrevivir, no casarse, no tener hijos, y disfrutar de la vida. Según el célebre
sociólogo Sun Liping, aquellos que profesan y sobre todo practican dicha ética son los hijos de padres
que trabajaron para acumular una riqueza sólida: “quedarse en cama” es un lujo (5). Otros
intelectuales ven allí la expresión de un malestar profundo al cual la sociedad y el Partido deben
responder. ¿Por qué comprometerse con una vida llamada “996” –trabajo de 9 hs de la mañana a 9 hs

3
de la noche, 6 días por semana– si ya no permite ascender en la escala social? ¿No es momento de
romper con ese darwinismo social?

Los prósperos se rebelan

En paralelo, estallan manifestaciones, como sucedió en el pasado mes de abril, cuando cinco
bancos regionales congelaron las cuentas de 300.000 personas. El dinero parece haber desaparecido
en inversiones azarosas, particularmente en el sector inmobiliario. Va tomando forma un movimiento
de boicot a los reembolsos de los préstamos inmobiliarios. Involucra a 320 programas que están
frenados, desde hace varios meses en algunos casos, en un centenar de ciudades.

Lo más curioso en la situación actual no es que se aleje el sueño de la medianización de China,


ni que se subleven los “privilegiados del milagro”, sino que el Partido haya entendido la amplitud del
malestar e intente contenerlo. Ciertamente, se preocupa por esa juventud sin conciencia cívica (ni
nacionalista) que ya no quiere trabajar. Asimismo, los investigadores están autorizados a criticar la
debilidad de las políticas públicas. Según ellos, el gobierno debería financiar mejor las coberturas
sociales de salud o las jubilaciones, luchar contra las desigualdades sociales y la ultra riqueza, bajar
los gastos de escolaridad y del sector inmobiliario, hacer menos competitivos los exámenes, obligar
a las empresas a hostigar menos a sus empleados y a favorecer la cooperación en detrimento de la
lucha de todos contra todos. Es manifiesto que algunos dirigentes comunistas desean tales reformas.

Así, cuando las autoridades de Henan quisieron frenar las protestas de los ahorristas engañados
por los bancos, deteniendo a algunos y anulando el pase sanitario de 1.300 personas a fin de
impedirles ir a las manifestaciones, el gobierno tomó rápidamente medidas de apaciguamiento (6).
Se decretó una indemnización, los responsables de los bancos fueron detenidos y los que anularon
los pases sanitarios, sancionados. Para frenar este tipo de movimiento, se adoptaron medidas que
permitieran a las autoridades locales endeudarse y relanzar el sector inmobiliario y las obras
suspendidas.

Ciertamente, la cuestión de la “clase media” no se va a inscribir tal cual en la agenda del


Congreso. Pero estará presente en todos los espíritus y será abordada en todos los debates.
Cualesquiera sean los desafíos del desarrollo económico, la lucha contra las desigualdades, la
“prosperidad común”, la estabilidad social, los “prósperos” están en el centro de las preocupaciones
del poder. Las autoridades locales instrumentalizan algunas veces sus problemas dentro de las
relaciones de fuerza con el gobierno central. Se supone que tienen que prevenir semejantes

4
movimientos, pero actúan también sobre la ansiedad de los responsables nacionales frente a posibles
desbordes para obligar a Pekín a indemnizar a la “gente de bien”.

Estos documentos no anuncian ninguna revolución en ciernes o una desestabilización inminente


del régimen. No hay ningún signo de cuestionamiento radical del control del PCC en nombre de otra
construcción política. ¿Acaso el contrato social actual –una China poderosa y próspera a cambio de
mantener el partido único– estaría mejor garantizado por alguna forma de democracia de mercado?
Podemos dudarlo: los movimientos de opinión y de protesta que reflejan la angustia de la clase media
apuntan más a la sociedad capitalista que al régimen. Sin embargo, la “gente de bien” espera que se
la consuele, y eso será también una de las tareas del Congreso.

1. William Clark, Huang Youqjin y Yi Diachun, “Can millenials access homeownership in urban
China?”, Journal of Housing and the Built environement, Springer, Berlin, enero de 2019, y “Multiple
home ownership in Chinese cities: An institutional perspective”, Cities, Vol.97, Elsevier, Amsterdam,
febrero de 2020.
2. Véase The making of the Chinese Middle Class. Small Prosperity and Great Expectations, Palgrave
MacMillan, Londres, 2017.
3. Véase “The middle class in reforming China: The dream of classless society”, en Marc Blecher,
David S. G. Goodman, Yingjie Guo, Jean-Louis Rocca y Beibei Tang, Class and the Communist
Party of China, 1978-2021, Routledge, Londres, 2022.
4. Dong Dengxin, “Houses account for about 70 pct of Chinese households’ assets, putting pressure
on consumption stimulation”, Global Times, Pekín, 29-4-20.
5. Sun Liping, “Tangping nunca se produce en la parte baja de la sociedad” (en chino), Weibo, 13-6-
21.
6. Véase Martine Bulard, “La peur du rouge”, Le Monde diplomatique, París, agosto de 2022.

* Sociólogo, autor de Class and the Chinese Communist Party. A Hundred Years of Social Change,
Routledge, Londres, 2022.

Traducción: Pablo Rodríguez


Fuente: https://www.eldiplo.org/280-el-veneno-de-la-conspiracion/el-progreso-en-pausa-2

También podría gustarte