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Magistratura

(Antigua Roma)
cargo público con el que se investía a un
ciudadano en la Antigua Roma

Una magistratura, en la Antigua Roma, fue


un cargo y conjunto de atribuciones con
las cuales se investía a un ciudadano para
que desempeñara determinadas funciones
relacionadas con la administración y
dirección política de la ciudad.[1] ​
Roma

En la República romana, finalizada la


monarquía (año 509 a. C.), el lugar del rey
fue ocupado por dos magistrados a los
que se llamó primero pretores y luego
cónsules.[2] ​Según la tradición romana, la
aristocracia, para evitar los abusos en que
habían incurrido los antiguos reyes,
estableció una serie de medidas limitantes
al poder de los nuevos oficiales. Así, se
dispuso que cada uno tuviera voto sobre
las decisiones del otro (intercessio); que
gobernaran solo por un año; que las penas
o castigos que impusieran pudieran ser
apeladas ante las asambleas del pueblo
(provocatio ad populum) y que, una vez
terminado su mandato, fueran
responsables por los actos contrarios a la
ley que hubiesen podido cometer en el
cargo.

Con el tiempo, las funciones de los


cónsules se disgregaron en una serie de
nuevas magistraturas, a saber: la cuestura
(447 a. C.); la censura (443 a. C.); la
pretura urbana (367 a. C.); la edilidad
(365 a. C.), y la pretura peregrina
(242 a. C.). Todas ellas compartían las
características de ser colegiadas,
temporales y responsables.
Dichas magistraturas constituían el
gobierno regular de la ciudad y por ello
eran llamadas ordinarias. Frente a ellas,
atendiendo la necesidad de contar con
una conducción unitaria y firme para los
períodos de crisis, se creó la dictadura (en
torno al año 500 a. C.), la cual fue
incorporada a la constitución republicana
con el carácter de magistratura
extraordinaria. Otras magistraturas de
igual carácter, pero de existencia
restringida a determinados períodos de la
República, fueron: el decenvirato y el
triunvirato.
Magistraturas ordinarias
Las magistraturas ordinarias eran las que
regían en tiempos de normalidad. Se
accedía a ellas de acuerdo al cursus
honorum, cuya forma definitiva quedó
establecida, en el año 180 a. C., por la ley
Villia annalis. En orden jerárquico
descendente, eran:

El consulado
La censura
La pretura
La edilidad
La cuestura
Eran características comunes de las
magistraturas ordinarias:

La colegialidad: Eran ejercidas, a la vez,


por más de una persona (dos, por regla
general). Cada una de las cuales tenía la
facultad de vetar (intercessio) las
decisiones de la otra; facultad negativa,
ya que solo implicaba paralizar la
actividad del colega, en ningún caso
reemplazar o modificar sus decisiones.
La electividad: Su ejercicio implicaba la
previa elección del magistrado por parte
de los comicios centuriados, en el caso
de los magistrados mayores (censores,
cónsules y pretores), o de los comicios
tribunados, tratándose de magistrados
menores (ediles y cuestores).
La gratuidad: Eran ejercidas
gratuitamente; por el solo honor que
implicaba desempeñar el cargo (ad
honorem).
La temporalidad: Su ejercicio estaba
limitado en el tiempo. Por regla general,
duraban un año; en el caso de la
censura, 16 meses. No era posible la
reelección inmediata (iteratio), salvo,
también, en el caso de la censura.
La gradualidad: En su conjunto,
formaban un sistema jerárquico
determinado por el mayor o menor
poder (potestas) que la constitución les
otorgaba a cada una. En razón del
grado, el magistrado superior podía
vetar las decisiones del inferior.
Además, tal jerarquía, determinaba el
curso que debía seguir la carrera del
político romano (véase cursus honorum)
La responsabilidad: Su ejercicio
implicaba, para su poseedor, responder
por las infracciones a las leyes que
hubiese podido cometer en el cargo.
Los magistrados mayores respondían al
terminar su mandato; los menores,
durante el ejercicio del mismo.
Los requisitos para ocupar el cargo de
magistrado fueron distintos según la
época. En un principio, se requería
pertenecer al orden patricio. Solo
gradualmente los plebeyos lograron ser
admitidos al ejercicio de las diferentes
magistraturas. Proceso que culminó
cuando, en virtud de las leyes Licinias (año
367 a. C.), se estableció que una de las
plazas para el consulado debía ser
ocupada necesariamente por un plebeyo.

En el año 180 a. C., la ley Villia annalis


estableció que debía trascurrir un tiempo
mínimo de dos años para pasar de una
magistratura a otra y diez años para volver
a ejercer el consulado. También señaló la
edad mínima para desempeñar el
consulado (42 años), la pretura (39 años) y
la edilidad (36 años).

Como paso previo al ejercicio de las


magistraturas, todo aspirante a seguir una
carrera política debía entrenarse en alguno
de los veintiséis cargos menores que
comprendía el vigintisexvirato. Por otra
parte, era requisito para integrar el senado
que se hubiera desempeñado alguna
magistratura. Los ex magistrados con
imperium (pretores y cónsules) quedaban
habilitados para ser designados por el
senado para el gobierno de una provincia,
en calidad de procónsules o propretores.

Las magistraturas ordinarias eran mayores


(magistratus maiores) y menores
(magistratus minores), según la elección
del magistrado dependiera,
respectivamente, de los comicios
centuriados o de los comicios tribunados.
Magistraturas mayores eran: el consulado,
la pretura y la censura ; menores: la
edilidad y la cuestura.
Magistraturas ordinarias mayores

El consulado

Se denominó consulado a la magistratura


romana que sustituyó a la monarquía al
frente del Estado. Se ocupaban de
ejecutar leyes y tomar las decisiones más
importantes (véase República romana).
Cada año se elegían dos cónsules.

Progresivamente va perdiendo
atribuciones: primero algunas facultades
judiciales civiles y criminales (delegadas
en cuestores o decenviros nombrados en
cada caso); después sus decisiones
debieron ser refrendadas por el Senado;
después perdió la administración del
Tesoro (en favor de los cuestores) y la de
los archivos públicos; después perdió el
control de las arcas del ejército (en favor
de los Cuestores Militares); más tarde
perdió sus funciones de censor (en favor
de los censores) y de nombrar las
vacantes del Senado (también atribuidas a
los Censores); después perdió la facultad
de nombrar Cuestores (que pasó a los
comicios tribunados); luego perdió otras
atribuciones judiciales (en favor del
pretor); después las competencias sobre
fiestas, policía y mercados (en favor de los
ediles curules), y también la facultad de
nombrar dictador (que pasó al Senado). Al
final solo conservaba algunas funciones
menores, el poder ejecutivo de las leyes y
el mando del Ejército.

La pretura

Los pretores eran los encargados de


presidir los tribunales, durante un año,
aunque finalizado ese tiempo podían
convertirse en propretores y gobernar otro
año sobre unos territorios determinados.
Eran ocho, y podían considerarse los
ayudantes de los cónsules. Se encargaba
de realizar los juicios, y aplicar los
castigos a los culpables.
El cónsul perdió las funciones judiciales
civiles en favor de un magistrado curul
designado como Pretor, por plazo de un
año, que poseía el imperium y figuraba
entre los magistrados de mayor jerarquía.
Su nombramiento recayó en los Comicios
Centuriados y con el mismo ceremonial
religioso que se usaba para la elección del
cónsul. La insignia de su cargo era la toga
pretexta. Al Pretor correspondían además
las funciones consulares cuando los
cónsules estaban ausentes.

El pretor era patricio hasta el 337 a. C. en


que pudieron acceder a la pretura los
plebeyos.[3] ​Progresivamente los plebeyos
ostentaron la magistratura en la mayoría
de las ocasiones.

El pretor de Roma dividió sus funciones a


partir del 242 a. C.: el Praetor Urbanus se
ocupó de las cuestiones de los
ciudadanos; y el Praetor Peregrinus de las
cuestiones suscitadas entre ciudadanos
romanos y no ciudadanos. La división de
funciones fue necesaria por el incremento
de las causas.

La censura

Las funciones del censor estaban


inicialmente confiadas al cónsul, que
podía delegarlas. Se ejercían cada cinco
años y al terminar se realizaba un ritual de
purificación con varios sacrificios llamado
lustro. Después, se crearon los dos
censores, elegidos cada cinco años de
entre los senadores que habían
desempeñado el consulado, constituyendo
esta magistratura la culminación de su
carrera o cursus honorum. Sus
competencias consistían en revisar la lista
de ciudadanos, la del Senado, y decidir
qué obras públicas iban a ser costeadas
por la República en los siguientes cinco
años.[4] ​Sus tareas se realizaban durante
18 meses, y terminaban con la realización
de la ceremonia lustral ya reseñada,
cesando inmediatamente después en el
cargo.

Magistraturas ordinarias menores

La edilidad

Los ediles eran magistrados menores sin


imperio. Originalmente se crearon, al
margen de la constitución romana, ediles
plebeyos como asistentes del tribuno de la
plebe. En el año 367 a. C. se estableció el
edil curul, como magistrado constitucional
patricio. Al tiempo, se reconocería
constitucionalidad a los ediles plebeyos.
Dada la igualdad de funciones, los ediles
curules y plebeyos terminaron
confundiéndose en una sola magistratura.
Tales funciones eran: cuidar el orden
público (cura urbis); organizar juegos y
fiestas públicas (cura ludorum); vigilar el
orden y resolver las controversias que
pudieran presentarse en los mercados
(cura annonae). Se ocupaban de
administrar las ciudades Romanas.

La cuestura

Los primeros cuestores fueron jueces


encargados de los casos de asesinato de
alta traición. Con el tiempo su
denominación más común fue Decemviri
Perduellionis et parricidii. Eran nombrados
para cada caso y no constituían una
magistratura permanente.

A fines del siglo III a. C. los Decemviri o


Cuestores perdieron sus atribuciones
judiciales que pasaron a los Triunviri
nocturni.

Simultáneamente a estos Cuestores


judiciales existieron los Cuestores
administrativos, en los que el rey delegaba
la administración de los fondos públicos.
Con la república sus funciones pasaron a
los cónsules, que las delegaron en dos
cuestores civiles (para el Tesoro público) y
dos cuestores militares (para las arcas del
Ejército). Más tarde su nombramiento
pasó a los comicios tribunados.

Magistraturas
extraordinarias
Las magistraturas extraordinarias eran
aquellas que regían en períodos de
anormalidad provocados ya fuera por
causas externas (por ejemplo: una guerra
que pusiera en peligro la existencia de
Roma) o internas (por ejemplo: una
conjuración que pusiera en peligro las
instituciones republicanas). Eran, en orden
de aparición histórica:
La dictadura, que involucraba el
nombramiento de un dictador el cual, a
su vez, designaba a un magister
equitum.
El decenvirato. Una magistratura
extraordinaria creada en el siglo V a. C. y
que dispone de poder consular,
reemplazando al colegio de cónsules.
Su función fue la de redactar las leyes
(la Ley de las XII Tablas) y su abolición
(tras solo dos años de funcionamiento)
permitió el regreso de los cónsules al
gobierno.
El triunvirato. Era un gobierno de tres
personas, generalmente aliadas entre sí.
Si bien se discute su calidad de
magistratura.

La dictadura

La dictadura era en la Antigua Roma el


gobierno extraordinario que confería a una
persona, el dictador, una autoridad
suprema en los momentos difíciles,
especialmente en los casos de guerra;[5]
la dictadura nació, al parecer, a propuesta
de Tito Larcio, quien fue además el
primero en ejercer el cargo. El dictador era
nombrado por uno de los cónsules en
virtud de una orden del Senado que tenía
la potestad de determinar cuándo era
necesario el nombramiento y quién debía
ocupar el cargo. Dicho cargo tenía una
duración de 6 meses. En un principio, solo
los patricios podían ser nombrados
dictadores, pero en el año 356 a. C. se les
reconoció ese mismo derecho a los
plebeyos.

Poderes de los magistrados


Potestas: capacidad de mando
inherente al cargo que capacita para dar
órdenes. Sus elementos: Intercessio:
oposición a la decisión de un colega,
veto.
Nombramiento de funcionarios.
Derecho a representar a la República
ante un particular como en una firma.
Auspicium: derecho de buscar la
aprobación de los dioses.
Obligatoriedad de consultar los
auspicios en nombramientos, en guerra
y comicios.
Imperium: dos clases, el militar que
ejercen los magistrados fuera de la
ciudad; comprende la administración de
los territorios conquistados, convocar al
ejército y acuñar moneda para el
ejército. El imperium domi es el que se
ejerce dentro de la ciudad, cuyo atributo
principal es el derecho a la coacción:
derecho a actuar de forma ejecutiva y
judicial si un subordinado no acataba
las órdenes.
Iurisdictio: poder para intervenir en
asuntos judiciales.

Véase también
Plebiscitos romanos

Referencias
1. Martínez-Pinna, Jorge (1 de enero de
2005). En el centenario de Theodor
Mommsen (1817-1903) : homenaje
desde la universidad española (http
s://books.google.com/books?id=ueoR
B6iuar4C) . Real Academia de la
Historia. ISBN 9788497470766.
Consultado el 12 de noviembre de
2015.
2. I.Asimov La República Romana, p.32
3. Tito Livio Ab Urbe condita libri, VIII.12
4. Suolahti, J. (1963) The Roman
Censors: A Study on Social Structure
(Helsinki) 58f
5. Oxford Companion to Classical
espegismo (1998) Hornblower and
Spawforth, eds.:Oxford p.219.

Bibliografía
Asimov, Isaac (1994). La República
Romana. Historia universal Asimov.
Alianza Editorial. ISBN 84-206-18225.

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