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Cómo afrontar nuestros dilemas vitales con el Coaching

Un momento clave del proceso de coaching es cuando invitamos a nuestro coachee a definir el problema que quiere resolver.
No siempre es fácil concretarlo, pero mediante las preguntas y el feedback que le ofrecemos queda claramente definido. Es
entonces cuando el Coach genera las condiciones necesarias para que surjan diferentes alternativas. De entre ellas, el cliente
elegirá aquella que considere más apropiada, la que va a permitirle alcanzar su objetivo y obtener los resultados que desea.
El reto aparece cuando el cliente plantea el problema como un dilema.
¿Qué es un dilema?
Los dilemas pueden ser de diversa índole, desde temas profesionales como el caso de un directivo que ha de decidir entre
invertir en I+D o lograr beneficios de manera inmediata o temas más personales como el caso de la película El dilema, dirigida
por Ron Howard, dónde el protagonista descubre que la mujer de su amigo le está siendo infiel y se debate entre contarle o no
a su amigo lo que está ocurriendo.
Es una situación que reviste enorme complejidad por la carga de incertidumbre que conlleva. Se trata de una situación en la que
el cliente se coloca en una disyuntiva y no puede elegir entre las dos alternativas que se está planteando. El cliente dice: “Estoy
en un dilema” o “tengo un dilema”. Para que la situación sea considerada un dilema las dos opciones han de ser negativas en
alguno de sus aspectos, además la persona ha de creer que forzosamente ha de elegir entre una de las dos opciones para seguir
adelante con su vida.
Es frecuente que en mi labor profesional me encuentre con este tipo de situaciones. Desde aquellas personas que plantean su
dilema como una ligera duda hasta aquellas que no pueden dormir, ni rendir en su trabajo, ni concentrarse en tareas sencillas
porque se sienten totalmente colapsadas emocionalmente. Desde mi experiencia como psicóloga y coach he llegado a una
conclusión:
Un dilema es un problema mal planteado
Llegar a esta conclusión me ha permitido centrar los procesos para que los clientes puedan reflexionar y analizar su situación
desde una nueva perspectiva. Partiendo de esta premisa, logramos una visión más profunda y rica que les permite elevarse por
encima de los hechos y comprenderse a sí mismos y su situación de tal manera que su incertidumbre desaparece y la solución
a su problema emerge de manera natural.
¿Qué pasa cuando el cliente plantea el problema como un dilema?
Que ningún cómputo valorativo que realicemos sacará al cliente del círculo en el que se halla inmerso. Normalmente, cuando
llega el cliente, de su situación ya lo “sabe todo”. Los pros y los contras. Seguir por ese camino le llevaría a “más de lo mismo”.
Entraríamos en casuística, en el análisis de hipótesis y en una desgastante reflexión pendular. Ahora me inclino por el sí y a los
pocos instantes me inclino por el no.
Cuando el cliente plantea su problema como un dilema significa que piensa: “CREO QUE TENGO QUE ELEGIR ENTRE LAS DOS ÚNICAS
ALTERNATIVAS POSIBLES”. Dos opciones que conllevan beneficios y pérdidas. Su manera de pensar es cuasi mercantilista, ¿Qué
gano en cada opción? ¿Qué pierdo? Y como en ambas opciones ganan y pierden no acaban de tomarla decisión. Se paralizan y el
tiempo va pasando. Ante esta difícil situación los estados anímicos también varían, de la euforia a la apatía en cuestión de horas.
Incluso en algunos casos, puede llegar un punto en el que, en función de la importancia vital que tenga para esta persona el
dilema, el nivel de estrés acumulado acabe produciendo una somatización, depresión, crisis de ansiedad, etc. y/o perturbando
totalmente su existencia cotidiana.
Un ejemplo práctico
Un caso bastante frecuente es el de aquellas personas que estando casadas y queriendo a su pareja se enamoran de otra
persona. Llega un día que empiezan a plantearse si han de continuar con su pareja o la han de dejar. Hoy parece que tienen claro
que la mejor alternativa es dejar a su pareja. Lo tienen claro, están decididos. Pero pasa algo, su pareja tiene un gesto cariñoso,
un recuerdo del pasado, un pensamiento del tipo: “no se lo puedo hacer…”, y vuelta a empezar. “Lo mejor es que no le deje… pero
amo a la otra persona, me hace sentir vivo…”. La persona vuelve de nuevo a girar en la duda sobre la mejor opción. ¿Qué está
ocurriendo?
El problema es la pregunta que se hacen: ¿Con quién quiero estar, con mi pareja o con la otra persona? Su pregunta es el
problema.
Recogiendo la conocida frase de Albert Einstein, “Todo problema debe solucionarse a un nivel de pensamiento distinto al nivel de
pensamiento en el que fue creado”. Lo que significa que si quiero solucionar el problema que he generado al preguntarme “¿Con
quién quiero estar?, si me sigo manteniendo al mismo nivel de pensamiento cualquier alternativa será incorrecta e
insatisfactoria, porque esa no es la cuestión. No se trata de con quiero estar. El dilema no es “esta persona o la otra”. Se trata
de otro nivel, se trata de un conflicto ético, de un DILEMA MORAL, entre los valores que están en juego al producirse esta situación.
Valores que para esta persona, de manera inconsciente estén batallando para asumir el liderazgo.
Valores esenciales como la honestidad, la libertad, el respeto, la integridad, la coherencia, la responsabilidad, la confianza….
El problema no es elegir entre una opción u otra, el problema es que el cliente tiene un conflicto interno que nace al sentir que
está traicionando alguno de sus valores más profundos. Esta persona, al enamorarse de otra persona entra en un conflicto
interno dónde la escala de valores que ha regido su vida hasta el momento se tambalea. Aquellos valores por los que estaba
rigiendo su vida se ven traicionados. Cree que eligiendo entre una u otra persona resolverá su problema, sin ser conciente que
mientras se aferre a la pregunta ¿Con quién? Está alejándose de la posibilidad de solucionarlo.
¿Cómo trascender el dilema?
La alternativa es trascender el dilema. ¿Cómo? Con preguntas que le permitan al cliente alcanzar otra perspectiva distinta.
Preguntas que permitan a estas personas elevarse y colocarse a otro nivel de reflexión:
¿Qué estás evitando? Postergando? Rechazando? Manteniendo?
¿Qué es lo que no estás aceptando de ti? De la situación?
¿Qué sentido tiene este dilema en estos momentos de tu vida?
¿Quién eres cuando te preguntas con quién quieres estar?
¿Qué tiene que ver quién eres tú con el hecho de cuestionarte con quien quieres estar?
¿Quién eres ante esta situación?
¿Qué valor es el que más te define?
¿Cuál es el valor que no estás dispuesto a traicionar?
¿Qué valor es el que realmente te inspira para vivir la vida que quieres vivir?
¿Desde este valor que te define y que no estás dispuesto a traicionar qué vida es la que quieres vivir?
Se trata de definir el problema desde otro enfoque. Para trascender el dilema la persona deberá conectar con sus valores.
Tomar conciencia del valor que no puede seguir traicionando. Del valor que le define y desde el cual se sentirá dueño de sí mismo
y de su vida. En definitiva liderará su vida.
¿A qué dilema te estás enfrentando actualmente?
¿Qué valor está vinculado a este dilema?
¿Cómo resuelves tus dilemas?

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