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CÁTEDRA CULTURA PARAGUAYA Magíster RAMÓN BRITOS

RODRÍGUEZ

UNIDAD I. Cultura y Civilización. Conceptos Básicos. (1 hora)

1- Teorías de la cultura y de la civilización en Antropología, Sociología y Filosofía.


A lo largo de la historia del pensamiento social, se han formulado diversos modelos de entender
la cultura y la sociedad.
Desde la perspectiva del Evolucionismo, segunda mitad del S. XIX se pensaba que la cultura se
desarrollaba de manera uniforme, todas las culturas y sociedades se rigen por unas mismas leyes
históricas que determinan su evolución. Edward B. Taylor afirma que toda cultura evoluciona de
simple a compleja y que todas las sociedades pasan por tres grandes etapas: salvajismo, barbarie y
civilización. El salvajismo es un sistema poco desarrollado, basado en la caza y la recolección,
la barbarie, por la invención de la agricultura y el uso de los metales, y la civilización se
caracteriza por la aparición de la escritura.
Taylor decía también que la cultura sigue un desarrollo lineal y progresivo, pero muchas sociedades
se detienen en su desarrollo cultural y se atrasan respecto a otros pueblos; además, los rasgos
culturales de una etapa nunca desaparecen totalmente, sino que en las sociedades más avanzadas
siempre se encontrarán vestigios o huellas de etapas anteriores. Hablaba también de una mentalidad
colectiva común que propiciaba que sociedades muy distintas y distantes encontraran las mismas o
similares soluciones a problemas de adaptación al medio.
Desde el Particularismo, comienzos del S. XX entra en crisis el modelo de la teoría evolucionista,
Franz Boas rechazaba la idea de que la cultura humana se rige por leyes universales, ante la enorme
complejidad de las variaciones culturales no se podía afirmar o suponer la existencia de leyes
sociales. Consideraba además, sin base científica, la afirmación evolucionista de que todas las
culturas son similares debido a la unidad de la mente humana.
Boas sostuvo que las diferencias entre las distintas culturas son el resultado de sus particulares
condiciones históricas, sociales y geográficas. Es imposible explicar las semejanzas y diferencias
culturales mediante un conjunto de etapas idénticas que cada pueblo recorre a medida que se
desarrolla.
Para Boas, por tanto, es imposible explicar las culturas mediante un esquema evolutivo
universalmente válido. Por ello sugería que la antropología debía estudiar características culturales
aisladas o particulares en un contexto histórico determinado; estudiar sociedades concretas y que las
generalizaciones comparativas podían llegar sólo a partir de los datos acumulados, clasificados e
interpretados. La antropología debía convertirse así en una disciplina basada en el método científico.
Desde la visión del Difusionismo, Elliot Smith o William J. Perry afirmaron que las sociedades
más avanzadas en un determinado período de la historia transmiten al resto de las civilizaciones
contiguas sus características culturales, y estas características se extienden a otros pueblos mediante
un sistema de difusión por círculos concéntricos. Ponen como ejemplo la cultura egipcia a las
culturas limítrofes y su transmisión a otras civilizaciones más distantes. Sostenían que los pueblos
preferían copiar las características de otras civilizaciones más avanzadas que inventarlas. Consideran
a las culturas como una mezcla fortuita de elementos prestados entre pueblos cercanos y distantes.
Por tanto, el origen de las diferencias y semejanzas culturales no es la espontaneidad de la mente
humana para inventar, sino la tendencia de los grupos sociales a imitarse o copiarse entre sí.
Desde la mirada del Funcionalismo, Bronislaw Malinoswski, parte del supuesto de que la función
de los elementos de una cultura siempre es satisfacer alguna necesidad básica como la alimentación,
la producción de bienes, el descanso, la reproducción, la seguridad física, etc.
Estas necesidades son el origen de las derivadas que también deben ser satisfechas. Así, la
alimentación genera cooperación para el cultivo, y la reproducción origina las normas de
aproximación sexual. La sociedad después crea las instituciones y formas de organización adecuadas
para solucionar ambos tipos de necesidades, como la economía o la familia.
El cambio cultural se produce precisamente cuando una institución deja de cumplir con su finalidad
y se convierte en disfuncional. Una vez que hayamos explicado a fondo la función social de una
institución, habremos conocido científicamente todo lo que es posible conocer.
El Estructuralismo, por su parte pretende conocer las estructuras profundas y universales que
explican los principales rasgos, complejos e instituciones culturales. Claude Levi-Strauss era
interesado en la naturaleza humana y las soluciones que la antropología cultural pudiera aportar al
esclarecimiento del problema. Toman como referencia la lingüística, Ferdinand
de Saussure distingue entre la lengua, como sistema de signos aptos para la interacción
comunicativa dentro de una sociedad, y el habla, que es la ejecución que los hablantes hacen de la
lengua. Según Saussure, la lengua es un sistema estable en el que todo se sostiene por oposición a
las variadas manifestaciones individuales del habla. Además, la diversidad de las realizaciones
particulares del habla no hace que la lengua se modifique y deje de ser un sistema constante.
La antropología estructural de Levi-Strauss se funda en la suposición filosófica de que más allá de
las normas de cultura o de organización social que varían de unos pueblos a otros, hay unas
estructuras compartidas e idénticas que tienen su origen en la organización psicológica, lógica y
epistemológica de la mente humana.
La Cultura y la Civilización
En 1917 Robert Lowie dice que la cultura es el gran tema de la antropología, como la conciencia es
el tema de la psicología, la vida de la biología y la electricidad una rama de la física. Ello se ratifica
por otras ciencias y en el propio campo de la antropología tras la II Guerra Mundial. Dado que los
antropólogos no se interesan sólo por el ser humano como especie, sino por su sociedad e
individuos, ya en el S. XIX necesitaron un concepto como el de cultura para explicar los modos de
pensar, sentir y vivir no comprensibles bajo parámetros biológicos o psicobiológicos (Lévi-Strauss,
2000).
Para la antropología la cultura son formas de vivir, pensar y sentir de los distintos individuos y
grupos sociales.
Esta definición, aceptada hoy día, incluye tanto lo consciente como lo inconsciente y conjuga el
objeto de la cultura con sus sujetos, el individuo con su sociedad -lo común y lo individual-, las
formas de vida con los sistemas ideaciones y emocionales, lo particular con lo general. La cultura se
encuentra tanto en el mundo como en la mente y los sentidos de las personas, no es sólo un modo de
vida, también constituye un sistema de ideas y sentimientos. No se puede restringir el concepto de
cultura exclusivamente a las reglas mentales para actuar y hablar compartidas por los miembros de
una determinada sociedad. Ni parece ajustado estimar que estas reglas constituyen una especie de
gramática de la conducta y los sentimientos, considerando las acciones y las emociones como
fenómenos de índole social o natural más que cultural.
Pero la cultura como concepto analítico no posee un significado verdadero, sagrado y eterno, tiene
todos los significados que le otorgamos cuando la usamos, principalmente porque es muy diversa y
está unida desde sus orígenes a diferentes universos simbólicos, a una gran multiplicidad de sentidos
(Kuper, 2001; Luque, 1990). De hecho, pese a esta definición general, la antropología maneja
definiciones muy distintas de cultura.
En 1952 Alfred L. Kroeber y Clyde K.M. Kluckhohn hallaron más de 100 definiciones, muchas de
ellas opuestas. Con todo, la noción de cultura nos sigue sirviendo para expresar la multiplicidad de
los espacios sociales y simbólicos humanos y que los distingue de otros seres vivos.
De hecho, toda sociedad tiene unas ideas, valores y normas sobre cómo debe ser el pensamiento, la
conducta y el sentir correctos de las personas: patrones culturales ideales, que refuerzan y justifican
las limitaciones directas e indirectas de la cultura sobre los individuos. Pero no siempre la cultura se
define sólo por estos patrones ideales, sino también por otros patrones reales que modifican o llegan
a contradecir a los primeros, por ejemplo: la igualdad ante la ley. Tanto los patrones ideales como
los reales integran la cultura, de una misma sociedad. Igual sucede con los individuos que no
siempre actúan como piensan, deben hacer o dicen que hacen, pero no dejan de ser ellos mismos.
Esta contradicción entre el deber ser y el ser forma parte de la cultura. Además hay patrones ideales
que no han sido reales nunca, sino que representan lo que una sociedad en conjunto o un individuo
en solitario desea para sí o/y para otros.
Por otro lado, la cultura es un hecho compartido, lo que tenemos en común, pero no constituye un
modo de ser inmutable. La cultura no es un atributo de los individuos per se, sino de éstos como
miembros de grupos. Lo mismo que la cultura nos formó para constituir una especie y continúa
haciéndolo, también nos da consistencia como grupos e individuos concretos. A pesar de las
diferencias entre individuos, los miembros de una misma sociedad comparten, en mayor o menor
medida, las creencias, actitudes, valores, sentimientos y comportamientos que les caracterizan como
grupo, siendo usual que coincidan en sus respuestas ante ciertos fenómenos.
En cuanto a Cultura y civilización, suelen usarse erróneamente como sinónimos tanto en el
conocimiento científico como sobre todo en el ordinario. De hecho, el término de civilización se
aplica a las grandes y complejas culturas que han impactado en otras: civilización griega o romana.
Y se aplica asimismo a conjuntos de culturas similares: civilización occidental.
Hoy la mayoría de los antropólogos no habla de civilización, sino de cultura. Pero no son pocos los
antropólogos, en particular los evolucionistas, y científicos sociales, para quienes la noción de
civilización se equipara a la de cultura e implica una jerarquía de la humanidad que la divide en
pueblos primitivos y civilizados. En ésta y otras tradiciones la civilización, y, por tanto, la cultura, se
contraponen a salvajismo y barbarie. Se cree que las culturas se pueden medir unas respecto a otras.
Edward B. Tylor (1971), por ejemplo, concibe la cultura humana como un conjunto de fenómenos
objetivos, que pueden ser usados por los sujetos sociales para progresar, aunque en este proceso
siempre aparezcan reminiscencias del pasado.
Esta noción de civilización ya resulta patente en la tradición francesa en la segunda mitad del siglo
XVIII, durante la Ilustración. Se dice que los seres humanos son parecidos, al menos
potencialmente, y que todos pueden ser civilizados, ya que ello depende sólo del exclusivo don
humano de la razón. La cultura señala la ruta recorrida por la humanidad para llegar a la civilización
y en este camino los productos culturales se hacen cada vez más perfectos y elaborados.
En oposición a este pensamiento se configura una importante corriente alemana, representada
fundamentalmente por ministros de las iglesias protestantes que se habían sentido provocados por la
tradición francesa. Defienden la tradición nacional y atacan la civilización cosmopolita. Están a
favor de los valores espirituales, de las artes y artesanías frente al materialismo, la ciencia y la
tecnología. Optan por el genio individual y las emociones frente a la razón y la rigidez de la
burocracia.
En el siglo XIX, temas centrales de la cosmovisión ilustrada resurgieron en el positivismo, el
socialismo y el utilitarismo, en tanto que el Romanticismo, especialmente con Herder, imprime
continuidad a una Kultu’r, en la que el pueblo es el dueño de una cultura que se define por sus
características tradicionales y populares, destacando entre éstas su capacidad de conformar el
Volksgeist o espíritu del pueblo. Si para los seguidores del pensamiento ilustrado, incluidos los
evolucionistas, el referente de la cultura era toda la humanidad, para los románticos y, dentro del
campo de la antropología, para los particularistas esa referencia la constituían los diferentes grupos
sociales que integraban esa humanidad.
En este sentido se entiende el intento de Franz Boas (1930, 1966) de particularizar la cultura y
situarla en relación con los grupos sociales diferenciados, en consonancia con lo que se estaba
configurando como objeto de estudio de la Antropología Social y Cultural: las diferencias culturales.
Así escribe: “la cultura incluye todas las manifestaciones de los hábitos sociales de una comunidad;
las reacciones de los individuos en cuanto están afectadas por los hábitos del grupo en el que viven,
y los productos de las actividades humanas en la medida en que están determinadas por esos
hábitos” (1930: 74).
En el siglo XX, la idea de una civilización mundial científica y progresista se trasladó a la teoría de
la modernización y, de ella, a la de la globalización. A corto plazo, la Kultu’r suponía una barrera
para la modernización, industrialización o globalización, pero, al final, la civilización moderna
acabaría por pisotear las tradiciones locales, menos eficientes, “autodestructivas” e “irracionales”.
La Kultu’r era el refugio de los apocados e ignorantes o el recurso de los ricos y poderosos, celosos
de cualquier desafío a sus privilegios establecidos.
Esta idea está presente, desde otra perspectiva, incluso en las posturas que respetan y/o celebran las
resistencias de las culturas locales a la globalización (Sahlins, 2003).

2- Las culturas en la historia.


Sintéticamente será en el siglo XVIII y a partir de la ilustración, que el desarrollo de la civilización,
entendida como un mejoramiento, progreso y transformación material, moral, científica, técnica y
educativa, se instauré con el fin de que el hombre domine a la naturaleza mediante la cultura y
alcance un su totalidad el control y perfeccionamiento que ofrece la razón. El surgimiento del
Estado-nación moderno y la revolución industrial inglesa, consolidarán el avance y los “resultados”
evidentes del progreso, el ascenso de la burguesía al poder político, el desarrollo de la ciencia y del
liberalismo -político y económico-, dando lugar a nuevas formas de organización social pero,
también, a nuevas formas de explicación de la realidad. En la historia se vive un proceso de
secularización, en donde la disciplina abandona a la religión y la metafísica, y a partir de 1789 se
plantea una ruptura con el pasado bajo la lógica de que el futuro puede ser mejor que él. Por otra
parte, hasta la ilustración, como comenta Josep Picó, la herencia y el entendimiento de la cultura
estará dado por sus acepciones en la antigüedad clásica como paideia -  la base para la formación de
los hombres como ciudadanos y personas libres. - o como areté -formación de valores morales,
palabra griega empleada por Sócrates y Platón para referirse a la máxima posibilidad de desarrollo
de las capacidades, conocimientos y potencialidades intelectuales y morales de una persona.-. A esto
Picó añade la importancia que en el renacimiento tuvieron el valor de lo subjetivo y el protagonismo
del individuo. La historia se explica a partir de entonces bajo el esquema simplificador que ofrece
Edgar Morin en donde está presente la relación lineal pasado-presente-futuro. A este esquema
corresponde la idea que mencionan Guillermo Zermeño y Alfonso Mendiola sobre la influencia de
las ciencias naturales en la explicación histórica, es decir el naturalismo, antecedente del positivismo
ya en el siglo XIX. Bajo esta lógica explicativa -lineal, progresiva, ascendente y civilizatoria- la
objetividad ostenta el valor fundamental de la investigación científica, y la historia, en tanto ciencia,
recurre a modelos explicativos que le permitan, empíricamente, tener criterios de verdad y el
estatuto científico. Así, cuando el positivismo toca a la investigación histórica queda fundamentado
el trabajo del historiador en tanto búsqueda de la verdad objetiva de los hechos del pasado, para lo
cual se emplea a la escritura como medida científica de valoración de los documentos.
En paralelo, el surgimiento de los estados nacionales incluirá lo que Edward Said llama identidad
cultural -una construcción colectiva e histórica basada en la experiencia, la memoria y la tradición,
que con el romanticismo y sus expresiones estéticas dará forma a la culturas nacionales europeas,
inmersas en los regímenes políticos constitucionales y liberales. Se abren así los procesos
imperialistas del siglo XIX, en donde la legitimación de la diferencia y de la identidad cultural
europea -frente a Oriente, frente a los “salvajes” o “primitivos”, frente a lo diferente- queda marcada
por la importancia de las ideas, el arte, la moral, con fines de dominación. Se habla, por tanto, de
modernidad, tomando como medida a la civilización occidental y sus avances, aunque de forma
etnocéntrica, es decir, privilegiando a la cultura europea por encima de las demás.
Pero en este siglo XIX, de industrialización y desarrollo tecnológico, del mercado mundial y de
movimientos nacionales, también se vislumbran las paradojas de este “progreso” a partir de la razón
ilustrada. Picó menciona que tanto Karl Marx como Max Weber serán críticos de la cultura europea
en tanto configuración y asiento de los valores de la modernidad -y por consiguiente del proceso de
civilización- al observar sus fracasos, expuestos en la presencia de injusticias, de guerras, de
explotación, de opresión y de corrupción en la sociedad europea del XIX. Así mismo, y con el
nacimiento de la antropología, se funda el estudio de la cultura como un saber científico. Por otro
lado, la ciencia y el conocimiento tendrán un fin utilitario en tanto forma de legitimar en la sociedad
capitalista el dominio de una clase sobre otras.
Será en este siglo XIX donde Said localiza los rasgos propios de una cultura imperial europea, como
fundamentos plenos de la expansión colonialista -especialmente inglesa y francesa-. Por ende, la
legitimación de la dominación política se realiza bajo el espejismo de la modernización y la premisa
de la superioridad biológica, racial y cultural del europeo frente a los países en desarrollo. Para el
siglo XX se presentan giros importantes.
Volviendo a Picó, la cultura en el siglo XX presenta muchos modernismos, muchas modernidades
El historiador considera que los hechos históricos son acciones que se prolongan del pasado al
futuro, la historia implica un ejercicio de narración, en tanto descripción de una acción entre dos
acontecimientos distintos en el tiempo. En este sentido el esquema propuesto por Edgar Morin,
permite entender la transformación hasta ahora sugerida, de un planteamiento lineal a uno de
carácter distinto entre el conocimiento del pasado, del presente y del futuro, aceptando que “estos
conocimientos son interdependientes: el conocimiento del pasado está subordinado al presente, cuyo
conocimiento está subordinado al futuro” (Morin.2011.p.18). En este sentido el autor francés
permite apuntalar claramente que la idea de progreso se opone a la idea de crisis, pero que todo
proceso evolutivo no es mecánico y lineal, sino complejo, variable, y que atraviesa por distintos
momentos críticos.
Es innegable la presencia multicultural en la sociedad y la cultura de masas, caracterizada como
sociedad del consumo, la información y la comunicación. Por último compartimos la idea de Said
cuando menciona que no hay culturas puras, sino que todas son híbridas y que las tradiciones son
inventadas, construidas.

3- Culturas, mentalidades e ideologías.


La cultura es el conjunto de creencias, actitudes, valores y pautas de comportamiento de una
comunidad humana, que son transmitidos por aprendizaje social.
Las pautas de comportamiento formarían el llamado ethos cultural, que está constituido por los
esquemas de conducta.
Las creencias y conocimientos forman la cosmovisión o conjunto de esquemas de representación.
La ideología es el conjunto sistemático y coherente de creencias, compartidas por un grupo social,
que explica y controla la realidad social. Sus características, pues, son:
a. Se componen de creencias, es decir, principios cognitivos básicos y axiomáticos
b. Éstas son sociales, esto es, son compartidas por los miembros de un grupo social para defender
sus intereses.
c. Explican y controlan los pensamientos fácticos (lo verdadero y lo falso) y los juicios de valor o
evaluaciones (lo bueno y lo malo).
d. Versan sobre la existencia humana, la naturaleza del hombre y su relación con la sociedad.
La ideología es explícita, estructurada y sistemática, constituyendo un programa de acción social. En
ocasiones, debido a circunstancias históricas determinadas, como en contextos de
contacto intercultural, una cultura, un ethos cultural o una cosmovisión pueden ideologizarse.
La mentalidad es el conjunto de representaciones mentales y actitudes colectivas que provienen del
rol del individuo. El rol es el conjunto de pautas de conducta normativamente asignadas a cada
actividad social. Así, por ejemplo, existe el rol de padre, de profesor, de esposo o de miembro de un
club social. Cada rol consistiría en unos patrones de comportamiento asignados por la sociedad que
se espera sean cumplidos por los individuos que ejercen cada actividad. Todos solemos ejercer más
de una actividad y, por tanto, desempeñamos normalmente más de un rol. La mentalidad vendría
condicionada por el rol o roles del individuo, especialmente por el rol ocupacional, (oficio o
profesión). Por tanto, una determinada mentalidad estaría compartida por el conjunto de individuos
que ejercen un mismo rol. Junto a la sociología, la historia de las mentalidades, como disciplina
historiográfica, ha definido el concepto de mentalidad de diversas formas:
a. Identificándola con la ideología
b. Entendida como la cultura popular.
c. Como la superestructura de las ideas, es decir, el conjunto de contenidos asimilados que
constituyen el fondo sobre el que emergen las ideas y las pautas de comportamiento
d. Como las manifestaciones del comportamiento colectivo que encuadran las ideologías.
e. Como imaginario colectivo.
Se diferencia de la ideología en que ésta es un sistema racional y consciente de creencias, mientras,
que la mentalidad está formada por representaciones menos reflexivas y más difusas.

4- La cultura como sistema modelizante secundario.


Al igual que para el caso de la cultura, existen múltiples definiciones para el concepto de sistema
cultural. Para nuestro caso entendemos la cultura como un conjunto de sistemas culturales.
Según Lotman, de la clasificación o tipología de cultura como conjunto y relación de rasgos
característicos, sistemas de significación o sistemas de signos, de ella misma, con contenidos y
expresiones de esos contenidos, llegamos a entender cada uno de esos conjuntos como sistema
cultural. 
Si hablamos de sistema semiótico estamos hablando de relación, organización y estructura dentro de
un sistema más amplio llamado cultura. Hablamos así, desde la significación, de cada conjunto
dentro de  sí mismo pero también en relación con otros conjuntos que conforman la cultura (cómo y
qué significa cada sistema cultural para sí mismo y para los otros con los cuales se relaciona) 
A su vez, cada sistema cultural al poseer unos contenidos y unas expresiones para esos contenidos
toma el carácter de semiótico por el estudio de cómo y qué significan dichos contenidos y
expresiones. 
J. Lotman afirma: Si los sistemas de significación son el objeto de estudio de la semiótica, los
sistemas culturales son el objeto de estudio de la semiótica de la cultura.  Estos sistemas culturales
se reconocen como sistemas de modelización secundarios.
Para Lotman, gracias a la lengua natural, sistema principal o más amplio que crea y modeliza el
mundo, llamado Sistema de modelización primario, reconocemos el sistema de la cultura
como, resultado del sistema de modelización primario y, a su vez, como conjunto de sistemas
culturales o conjunto de sistemas de modelización secundarios.
Como función, en un sistema de modelización primario, la cultura posee rasgos distintivos o grupos
sociales con contenidos y expresiones concretas que los distinguen de los otros grupos y los
caracterizan pero a su vez también los relacionan (pues no hay signo aislado), estos serán
llamados, sistemas de modelización secundarios. Tales pueden ser el arte, la economía, la religión,
la política, la gastronomía, etc. o para nuestro caso la pedagogía escolar: pedagogía escolar como
sistema cultural o sistema de modelización secundario. 
Pero ¿Cómo y Qué modela? Primero, la Lengua Castellana como sistema de modelización primario,
que inscribe un sistema cultural como la pedagogía escolar, ofrece como modelo todos los aspectos
pedagógicos transmisibles en la lengua; segundo, dicho modelo actualiza la memoria histórica de
esa cultura relacionada para distinguir al sistema cultural pedagógico de otros sistemas. Por tanto, el
Cómo modela: a través de la enseñanza del castellano, cargada de memoria histórica de las
costumbres culturales y modelos de comportamiento colectivo actualizados en el sistema
pedagógico escolar. El Qué modela: contenidos y modos de expresión de ese sistema cultural.
Por ejemplo, la educación en la escuela paraguaya proporciona un modelo pedagógico propio para
las diferentes etapas escolares tales como guardería, jardín infantil, preescolar, primaria, etc.
Entonces, será un Modelo pedagógico, en y de, la lengua Castellana a ser actualizado por las
instituciones educativas que lo ofrezcan.
Lecturas:
Barañano Cid, Ascención. 2010. Introducción a la Antropología Social y Cultural. Materiales
docentes para su estudio. Departamento de Antropología Social. Universidad Complutense
de Madrid.
Cultura y explosión en la obra de YURI M. Lotman. Dr. Jorge Lozano Universidad Complutense de
Madrid. Internet, [en línea]. Recuperado el 12 de abril de 2022 en
http://www.ucm.es/info/especulo/numero11/lotman2.html> [citado en 08/11/2011]
Cultura, ideología, cosmovisión y mentalidad. Recuperado el 12 de abril de 2022 en
http://www.academia.edu/12519869/Cultura_ideolog%C3%ADa_cosmovisi
%C3%B3n_y_mentalidad
G. Schröder y H. Breuninger (comps.): Teoría de la cultura. Un mapa de la cuestión.
Grandes culturas en la Historia, Recuperado el 12 de abril de 2022 en
https://www.tboxplanet.com/web/culturas/aztecas.html
Guzmán Leal, Roberto. 1969. Historia de la cultura. Porrúa, México. pp. 3-9
J. S. Kahn (comp.): El concepto de cultura: textos fundamentales.
Mendiola, Alfonso y Guillermo Zermeño. 1998. “Hacia una metodología del discurso histórico” en
Técnicas de investigación en sociedad, cultura y comunicación Jesús Galindo Cáceres
(coord.). CONACULTA/Addison Wesley Longman. México. pp. 165-206
Michel Vovelle: Ideologías y mentalidades.
Morin, Edgar. 2011. ¿Hacia dónde va el mundo?. Paídos. España. pp. 13-46
Picó, Josep. 2005. Cultura y modernidad. Seducciones y desengaños de la cultura moderna.
Alianza. Madrid. pp. 11-18, 265-290
Raymond Williams: Sociología de la cultura.
Said, W. Edward. 2005. “Cultura, identidad e historia” en Teoría de la cultura. Un mapa de la
cuestión. Gerhart Schröder y Helga Breuninger (comps.). Fondo de Cultura Económica.
Argentina. pp. 37-53.
Sistema Cultural. Aprende en línea. Universidad de Antioquia. Recuperado el 12 de abril de 2022 en
http://aprendeenlinea.udea.edu.co/lms/moodle/mod/page/view.php?id=91328

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