conceptos
Geología de la humanidad
Paul J. Crutzen
Durante los últimos tres siglos, los efectos de
los humanos en el medio ambiente global se
han intensificado. Debido a estas emisiones
antropogénicas de dióxido de carbono, el clima
global puede alejarse significativamente del
comportamiento natural por muchos milenios.
Parece apropiado asignar el término
“Antropoceno” a la época geológica presente,
en muchos sentidos dominada por los
humanos, reemplazando al Holoceno — el
período cálido de los últimos 10-12 milenios.
Se podría decir que el Antropoceno ha
comenzado a finales del siglo XVIII, cuando
los análisis del aire atrapado en el hielo polar
mostraron el comienzo de concentraciones
globales crecientes de dióxido de carbono y
metano. Esta fecha también coincide con el
diseño de James Watt de la máquina de vapor
en 1784.
La creciente influencia de la humanidad en el
medio ambiente fue reconocida ya en 1873,
cuando el geólogo italiano Antonio Stoppani
habló de una “nueva fuerza telúrica que en
poder y universalidad puede compararse con
las mayores fuerzas de la tierra”, refiriéndose a
la “era antropozoica”. Y en 1926, V. I.
Vernadsky reconoció el impacto cada vez
mayor de la humanidad: “La dirección en la
que deben avanzar los procesos de evolución,
concretamente, hacia el aumento de la
conciencia y el pensamiento, y las formas que
tienen una influencia cada vez mayor en su
entorno”. Teilhard de Chardin y Vernadsky
utilizaron el término ‘noosfera’ — el ‘mundo
del pensamiento’ — para señalar el rol
NATURE | VOL 415 | 3 ENERO 2002 | www.nature.com
Traducción por Gimena Belén Otazúa
creciente del poder del cerebro humano en la
configuración de su propio futuro y entorno.
La rápida expansión de la humanidad en
número y la explotación per cápita de los
recursos de la Tierra ha continuado a buen
ritmo. Durante los últimos tres siglos, la
población humana se ha multiplicado por diez
a más de 6 billones y se espera que alcance los
10 billones en este siglo. La población de
ganado productora de metano ha aumentado a
1.4 billones. Aproximadamente el 30-50% de
la superficie terrestre del planeta es explotada
por humanos. Las selvas tropicales
desaparecen a un ritmo rápido, liberando
dióxido de carbono y aumentando fuertemente
la extinción de especies. La construcción de
presas y la desviación de ríos se han convertido
en algo habitual. Más de la mitad de toda el
agua dulce accesible es utilizada por la
humanidad. Las industrias pesqueras eliminan
más del 25% de la producción primaria en las
regiones oceánicas de afloramiento y el 35%
en la plataforma continental templada. El uso
de energía se ha multiplicado por 16 durante el
siglo XX, provocando 160 millones de
toneladas de emisiones atmosféricas de
dióxido de azufre al año, más del doble de la
suma de sus emisiones naturales. En la
agricultura se aplica más fertilizante
nitrogenado que el que se fija naturalmente en
todos los ecosistemas terrestres; la producción
de óxido nítrico mediante la quema de
combustibles fósiles y la biomasa también
anulan las emisiones naturales. La quema de
combustibles fósiles y la agricultura han
provocado aumentos sustanciales en las
concentraciones de gases de "efecto
invernadero" — dióxido de carbono en un 30%
y metano en más de un 100% —, alcanzando
sus niveles más altos durante los últimos 400
milenios, y continuará aún más.
Hasta ahora, estos efectos han sido causados
en gran parte por solo el 25% de la población
mundial. Las consecuencias son, entre otras, la
precipitación ácida, el "smog" fotoquímico y el
calentamiento del clima. Por lo tanto, según las
últimas estimaciones del Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático
(IPCC), la Tierra se calentará entre 1,4 y 5,8°C
durante este siglo.
Muchas sustancias tóxicas se liberan al medio
ambiente, incluso algunas que no son tóxicas
en absoluto pero que, sin embargo, tienen
efectos muy dañinos, por ejemplo, los
clorofluorocarbonos que causaron el “agujero
de ozono” antártico (y que ahora están
regulados). Las cosas podrían haber
empeorado mucho: las propiedades
destructoras del ozono de los halógenos se han
estudiado desde mediados de la década de
1970. Si hubiera resultado que el cloro se
comportaba químicamente como el bromo, el
agujero de ozono habría sido un fenómeno
global durante todo el año, no solo un evento
de la primavera antártica. Más por suerte que
por sabiduría, esta situación catastrófica no se
desarrolló.
A menos que haya una catástrofe global — un
impacto de meteorito, una guerra mundial o
una pandemia — la humanidad seguirá siendo
una fuerza ambiental importante durante
El Antropoceno
Se podría decir que el
Antropoceno ha comenzado a
finales del siglo XVIII, cuando
los análisis del aire atrapado en
el hielo polar mostraron el
comienzo de concentraciones
globales crecientes de dióxido
de carbono y metano.
muchos milenios. Los científicos e ingenieros
tienen por delante una tarea abrumadora, guiar
a la sociedad hacia una gestión
ambientalmente sostenible durante la era del
Antropoceno. Esto requerirá un
comportamiento humano apropiado en todas
las escalas, y bien puede implicar proyectos de
geoingeniería a gran escala aceptados
internacionalmente, por ejemplo, para
“optimizar” el clima. En esta etapa, sin
embargo, todavía estamos recorriendo en gran
medida en terra incognita.
Paul J. Crutzen is at the Max Planck Institute for
Chemistry, PO Box 3060, D-55020 Mainz,
Germany, and the Scripps Institution of
Oceanography, University of California, San
Diego, 9500 Gillman Drive, La Jolla, California
92093-7452, USA.
OTRAS LECTURAS
Marsh, G. P. Man and Nature (1864).
(Reimpreso como The Earth as
Modified by Human Action (Belknap
Press, Cambridge, Massachusetts,
1965)).
Crutzen, P. J. & Stoermer, E. F. IGBP
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Clark, W. C. & Munn, R. E. (eds)
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Biosphere Ch. 1 (Cambridge Univ.
Press, Cambridge, 1986).
Vernadski, V. I. The Biosphere (versión
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1926) (Springer, New York, 1998).
Turner, B. L. et al. The Earth as
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(Cambridge Univ. Press, Cambridge,
1990).
McNeill, J. R. Something New Under the
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Twentieth-Century World (W. W.
Norton, New York, 2000).
Houghton, J. T. et al. (eds) Climate
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Schellnhuber, H. J. Nature 402, C19–
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