No recuerdo el día exacto, era uno de esos días en los
que no pasa nada trascendente, un día soso, al menos hasta que llego la noche, ¡qué noche! De un momento a otro pase de estar divagando a orillas de un mar de aguas pacíficas a naufragar en la nada en un océano sinfín.
Alguien toca mi puerta, la de mi espacio personal, la de
mi imperio del desorden: mi cuchitril. Pensé erradamente que era mi madre para preguntarme si voy a cenar, siempre me lo pregunta desde que le confesé mis amanerados deseos de bajar de peso para mantener la línea. Doy la respectiva aprobación para que accedan a mis aposentos, ¡menuda sorpresa!, era mi hermana, ella no sube tantos pisos hasta mi cuartel a menos que haya ocurrido algo de consideración: algún partido de fútbol de mi equipo favorito o alguna película de culto que estén pasando por cable que me lo esté imperdonablemente perdiendo. Nada de eso, en definitiva, para bien o para mal ella estaba ahí y me dijo:
-Feo, baja, quiero hablar con mi mamá y contigo.-su
voz sonaba tranquila, pero note que sus ojos transmitían alguna especie de preocupación como si quisieran gritar alguna verdad. -Está bien, enseguida bajo.- fue lo que respondí mecánicamente.
Minutos después ya en la sala encontré un clima
familiar dibujado con rostros conocidos: mi hermana, su pareja, mi madre y mi perro llamado “chusco”, siempre recostado a los pies de alguno de nosotros. Sin embargo había algo más, sentí un ambiente que encerraba algún secreto aún no proclamado y un silencio que proveía un suspenso casi cinematográfico que tanto he anhelado vivir.
Norah empezó a hablar, así se llama mi hermana, y
después de tantas vueltas, palabras protocolares y de romanticismo barato soltó la noticia que me quito el sueño, me ilusionó, jugo con mi credulidad, me emociono y me llevo a las lágrimas en el momento en que vi a mi madre tan fuera de sí con los ojos brillosos y con una preocupación descomunal tan proporcional a la alegría que, estoy seguro, emanaba de su corazón.
-Estoy embarazada.- esas fueron las inocentes y simples
palabras tan llenas de dramatismo y pensamientos inesperados que desembucho ella para desencajar a los que disfrutaban de su rutina de siempre. Lo que paso después fue una larga marcha de anécdotas, consejos, abrazos, miedos, lágrimas, confesiones, ilusiones, y de promesas justas y esperanzadoras.
Pensaba muy a menudo que entre ella y yo, seria este
salvaje quien le regalaría el primer nieto a mis padres por ser el mayor, es un pensamiento estúpido, lo sé, y ella lo estaba ridiculizando y dándome la contra como le gustaba hacer desde épocas inmemoriales.
La noticia del nuevo ser que llegaría en unos meses
definitivamente se ha prestado para nuevas bromas, nuevas alegrías, nuevas preocupaciones; para mí lamentablemente fue todo ello y más, me cogió en una etapa donde mi amor propio estaba en el abismo, estaba viviendo una odisea mental propio de los de mi especie que juran haber encontrado el camino a la redención espiritual y se enroscaban en fiestas de celebración chupística debido a tal descubrimiento. Fueron meses de autodestrucción fascinante, lúdica; mis resacas eran interminables, y no por los estragos físicos sino a las secuelas de conciencia, estas me duraban varios días; despellejaban mi alma, tenía pesadillas imposibles, palabras que martillaban mi mente, provocadas por acciones absurdas y monstruosas que cometía hacia mis personas más amadas, que a pesar que los ejecutaba inconscientemente estimulados por el exceso de bebidas desinflamantes de cobardía (alcohol), acrecentaban el odio a mí mismo, muy de moda dentro mi inconformismo con la vida, las ideas preestablecidas, la superficialidad, el maldito sistema opresor, la esclavitud intelectual, entre otras cojudeces y basuras que revolucionaban mi mente por ese entonces.
Pedí disculpas sinceras, algo novedoso, casi nunca lo
son. Me propuse a seguir los mandamientos del hijo modelo que toda madre desearía. Lo conseguí a duras penas, al menos por un par de semanas, luego volví a las andadas, pero hubo cambios sustanciales que supongo no les gusto a mis compinches de reuniones extra-académicas, mis fines de semana ya no estaban caracterizados por el jolgorio divino ni por el intercambio desmesurado y a gran escala de botellas con brebajes y tónicos de dudoso proceder que alimentaban mi alma, el cual ya había hecho un estilo de vida; sino por un control clínico de las dosis a consumir para frenar el libertinaje bohemio que continuaba al día siguiente casi de una forma religiosa. Por sobre todas las mejoras perceptibles se notó la ausencia de frases llenas de mierda, inconcebibles y disparatadas que tanto daño les hacía a ellas y tanto dolor bien merecido me causaban a mí, me hundían y me hacían miserable cada vez que me enteraba lo que había acontecido horas antes.
Estoy orgulloso del cambio. Era lo mínimo que podía
hacer y lo hice. No he dejado este pasatiempo de fugarme de la realidad disfrutando del elixir de la juventud pero estoy llegando a un equilibrio, tengo un horario para lo referente a esas actividades mundanas, también he aprendido a cocinar, siento que este logro es gracias a que mi sobrina me mandaba sus vibras, cruzando sus deditos ya desarrollados, desde su pequeño mundo en la panza de su madre. Y, pues, sigo con esa pequeña rutina en mi afán de ser un tío ejemplar; espero no engañarme a mí mismo, al menos estoy encaminado, eso creo porque no he tenido deficiencias relevantes en este tortuoso sendero que he tenido que sortear.
Llegó el día, por fin ella conocerá la luz, el mundo le
abrirá sus brazos. Más adelante se dará cuenta que ese mismo mundo que la recibe con esperanzas y sueños, es cruel, injusto, desalentador, te devora, te subyuga y que es uno quien se pone la armadura y lo llena de paz, de ilusión, de dicha y de verdad. A todo esto desde hoy afirmo que ella se enfrentará a todo lo malo y será una de sus más notables guerreras. Estoy seguro también que esa pequeña masita carnosa con huesos y extremidades, ojos aún a oscuras y sonrisa ausente, cambiara el universo de sus padres, los hará conocer nuevas emociones, una nueva felicidad, descubrirán una alegría jamás imaginada ni en sus más dulces sueños, los hará nuevas y mejores personas, seres vulnerables y sensibles porque conocerán al amor de su vida, al pequeño bodoque que será mi sobrina, mi camarada de travesuras, una debilidad más, mis ganas de replantearme mi ideal de ser buena persona; su llanto será el eco eterno de otro ángel que vivió en nuestro hogar hace muchos años atrás, su presencia pondrá de vuelta y media su casa y la de sus abuelos, motivados por el amor que en el ambiente se respirara. Tengo cierta envidia a sus padres por tener un sentido más a sus vidas, eso es algo que busco incansablemente. Sé que algún día mi sobrina tendrá primos y seré un idiota muy feliz, hasta entonces a darle la mano a los seres que amo con toda mi alma y que ahora son más por ella: la sobri.