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EVALUACIÓN LOGRO 1

Gracias a ustedes

Tipo textual: El testimonio

Son pocos los momentos en que los instintos se encuentran en diálogo con la razón. Su propia naturaleza los mueve a un
conflicto constante. Ni el amor ni la muerte tienden a pensarse en el equilibrio de lo instintivo con lo racional. Será el
uno, o la otra, pero su convivencia es una excepción casi por norma. Llevo con eso en la cabeza desde hace cuatro días,
mientras he recorrido a bordo de la motocicleta los setecientos kilómetros que, tras el sismo de mi segundo 19 de
septiembre, me han llevado —hasta la escritura de estas líneas— a una escuela al sur de la Ciudad de México, a
Xochimilco, al estado de Morelos, y a las colonias Roma y Condesa.

Y es que en realidad, no hace falta un escrutinio muy extenso para entender las razones o los instintos que desde las
primeras horas hicieron hábito ponerse el casco y la chamarra con protecciones. Que impulsaron a cargar los maleteros,
tirarse la mochila a la espalda, guardar un par de guantes adicional por si alguna situación les daba utilidad, y, en mi
caso, el equipo de alpinismo de cuando la soledad de descender montañas aún no era sustituida por la solitud de los
recorridos en motocicleta.

Los instintos cambian según los entornos. Como cualquiera de cierta edad nacido en el otrora deefe, tengo impregnado
el código que brindaron los edificios derrumbados en 1985. El atavío que protege de accidentes ahora tiene el turno de
probarse entre los escombros. Ahí se transformaron en razón. Y la razón, conforme han pasado los días, también se
transformó.

He escrito en estas páginas que la única función de las tragedias es la enseñanza. Algo hemos aprendido desde el último
gran sismo que mi generación recuerda, pero el martes que los más jóvenes harán propio como nosotros lo hicimos del
día que nos correspondió, muestra la dificultad de darle marchas atrás a un fenómeno que parece condena.

“Como el otro terremoto marcó a nuestros padres, este nos marcará a nosotros”, escuché decir a un par de
adolescentes afuera del Colegio Rébsamen antes de que se supiera de los niños y adultos que ahí habían muerto.

Llegué ahí porque era el sitio de derrumbe que creía más cercano a mi casa, afuera de la ciudad, a una distancia similar a
la de algún pueblo que también se vino abajo en Morelos. Llegué antes que muchos vehículos de emergencia porque
permitimos que la ciudad se desbordara. El motivo ya no eran el casco o los guantes. Solo las motocicletas podían pasar
en medio de los millones de automóviles que intentaban trasladar a habitantes desesperados por saber si aún tenían
familia, casa, mascotas. Vida.

Como escribió Robert Pirsig en un libro de título muy largo para replicar, el motociclista, a diferencia del conductor de
automóvil, no ve el mundo por una ventana. Se hace parte de él. Esa alegoría al espacio exterior e íntimo carga con la
desesperación de la catástrofe. Esa que han vivido los miles de voluntarios que han tratado de sacar sobrevivientes y
cuerpos de los edificios en ruinas. La misma de los periodistas que transmiten y traducen lo que ven y escuchan. La
misma de los colectivos que preparan comida, buscan insumos, dan albergue.

La noche del martes cayó con el desorden, y su afortunado orden siguiente. La ciudad se mantenía intransitable. La
misma escuela que visité en la tarde, necesitaba paramédicos e instrumental médico con urgencia. Ciudad Universitaria,
con la templanza de siempre, se convirtió en un inmenso centro de acopio y operaciones. Decenas de motociclistas
impulsados por la urgencia y la responsabilidad. Resumen en una sola frase que compartimos todos: es lo que había que
hacer. Solo eso, sin más.
Hemos vuelto a sentir la presencia del miedo.
Como si la racionalidad no fuera efímera, los vecinos de calles cerradas abrieron sus rejas, permitieron el paso. Militares,
policías y voluntarios nos indicaban los caminos más cortos. Levantaban cercos para agilizar nuestro tránsito.

“Automovilista. Motos ayudando vamos con intermitentes, carga o médicos. Dejen libre el centro de carriles, no nos
avienten autos. Cedan paso”, publiqué en las redes sociales que bauticé para mí mismo, El barrio de A bote pronto.
Repetí lo mismo en el espacio de W Radio en donde participo. Y en ningún momento los motociclistas menguaron.
Algunas gasolineras ofrecieron recargar combustible sin costo. Aquella elasticidad es síntoma de la tragedia. Después de
varias horas, los equipos de primera respuesta ya se encontraban en la mayoría de los lugares. Las urgencias ya no
dependían de minutos breves como de fracciones de horas. Era turno de la distancia. Solo una caseta me cobró peaje.

Los terremotos son del deefe y acá tenemos experiencia. Era necesario acceder a Jojutla, Tlayacapan, Tepalcingo,
Nopalera, Hueyapan. Descubrí un Cuautla hecho campamento base. Desde la Cruz Roja local se evaluaron las
necesidades particulares y distribuían paquetes armados para cubrir esas necesidades, que en la capital del país no se
adivinaban. Tendremos la tecnología de la ficción, pero ciertas ocasiones piden confirmar en persona y con personas lo
que hace falta. Cómo dirigirlo.

Esa noche, en la colonia Roma hacían falta arneses para que el ejército intentara rescatar a una persona. Cómo puede
un ejército tener esa carencia, es tema para un texto posterior que quizá llegue. El regreso.

Hasta la tarde anterior no había escuchado que en Tláhuac también había daños. Se volvieron a organizar grupos de
motociclistas para transportar personal, ya no era la impericia del primer día. Los grupos tenían una cabeza que lideraba,
las instrucciones para los pasajeros nóveles eran abundantes. También las indicaciones de seguridad que daban aviso de
la desconfianza como característica nacional.

—Van como representantes de los estudiantes de la UNAM, no de la UNAM. Si la gente no los quiere ahí, se alejan con
cuidado—. Decía un coordinador que sin duda hablaba desde la experiencia.

No los acompañé, iban a regresar más tarde de lo que yo podía. Me había comprometido a llevar un segundo arnés al
sur de la ciudad.

Siguiente grupo. Copilotos especializados en evaluar daños. A ellos les tendrían que abrir las casas. Ignoro cómo los
recibieron. Habrá razones para la desconfianza anterior, pero tampoco será ahora cuando me ponga a pensar en eso.

Casas de cercanos, contiguas a un par de edificios que se sostienen uno a otro y en los que muchos han trabajado de
forma incansable para salvar hasta la última vida. A ellos mañana les daré las gracias. Son gracias a todos ustedes. Bajo la
mirada, levanto la pantalla del casco y me pongo la mano en el pecho.

SOTO, Maruan. Gracias a ustedes. En: Nexos hoy. [En línea]. (2017). [Consultado el 26 de octubre de 2017]. Disponible
en https://goo.gl/si8cNk.
Autor - Maruan Soto Antaki. Imágenes: © 2017 Shutterstock

1. ¿Quiénes indicaban los caminos más cortos para agilizar el tránsito?


a. Los estudiantes de la UNAM
b. Militares, policías y voluntarios
c. Los altos funcionarios de la Cruz Roja
d. Los grupos de motociclistas
2. La expresión “alegoría al espacio exterior e íntimo carga con la desesperación de la catástrofe” se ubica en el:
a. párrafo 9.
b. párrafo 10.
c. párrafo 2.
d. párrafo 7.

3. Según el autor, ¿cuál era el sitio más cercano a su casa?


a. El Colegio Rébsamen
b. La Cruz Roja
c. El campamento base Cuautla
d. La Ciudad Universitaria

4. Una de las primeras expresiones de reflexión del autor es:


a. “Muchos han trabajado de forma incansable para salvar hasta la última vida”.
b. “Llegué antes que muchos vehículos de emergencia porque permitimos que la ciudad se desbordara”.
c. “He escrito en estas páginas que la única función de las tragedias es la enseñanza”.
d. “La misma escuela que visité en la tarde, necesitaba paramédicos e instrumental médico con urgencia”.

5. ¿Qué estrategia podría estar implícita por el autor en “Cómo puede un ejército tener esa carencia, es tema para
un texto posterior que quizá llegue”?
a. Juzgar a la persona involucrada en el evento.
b. Realizar un inventario de los implementos requeridos en las emergencias.
c. Evaluar y retroalimentar la catástrofe con entidades del gobierno.
d. Analizar la intervención de los medios de comunicación.

6. ¿Qué permitió la experiencia al narrador del testimonio?


a. Juzgar las necesidades de los paramédicos involucrados.
b. Valorar el esfuerzo y la solidaridad en una catástrofe.
c. Sentir orgullo por la ayuda de la Cruz Roja local.
d. Vivir la tecnología de la ficción.

7. Selecciona el enunciado que no corresponde con las características del texto expuesto.
a. Narra los acontecimientos vividos durante la catástrofe.
b. El autor del texto utiliza un lenguaje y estilo propios con el fin de compartir su experiencia.
c. Describe sentimientos, emociones y análisis de los hechos.
d. Expone hechos históricos durante la última década en México.

8. La intención del autor con el título del texto es:


a. clasificar las ayudas de las entidades en planes de emergencia.
b. manifestar agradecimiento a las personas que ayudaron en la catástrofe.
c. persuadir al lector como actor de una emergencia.
d. programar jornadas de apoyo a los damnificados en la catástrofe.

9. ¿Qué se puede deducir de la siguiente idea? “Esa noche, en la colonia Roma hacían falta arneses para que el
ejército intentara rescatar a una persona”.
a. Muchos arneses se rompieron por la magnitud de la catástrofe.
b. Las entidades del gobierno no están preparadas para las catástrofes.
c. La desconfianza en los representantes del gobierno.
d. El campamento base guardaba los arneses.

10. El último párrafo enfatiza en:


a. el agradecimiento y el orgullo por las personas que trabajan en las catástrofes.
b. la importancia del patriotismo y el liderazgo.
c. la descripción de los motociclistas que colaboraron.
d. los nombres de los campamentos base.

11. El tema del texto es:


a. Los instintos y las acciones inmediatas en las catástrofes.
b. El caos y los instintos de las entidades gubernamentales.
c. Las ayudas de la Cruz Roja.
d. La discriminación en las catástrofes.

12. La expresión: “Esa alegoría al espacio exterior e íntimo carga con la desesperación de la catástrofe”, hace
referencia a:
a. la incomunicación e imaginación desbordada de las entidades.
b. las anécdotas del momento de la catástrofe.
c. la indiferencia de los voluntarios y periodistas.
d. la forma como se involucran las personas en la catástrofe.

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