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ZENTNER - Manual de Derecho Contractual - 1ra - 2020
ZENTNER - Manual de Derecho Contractual - 1ra - 2020
Civil
OM
Manual de Derecho
Contractual
.C
DD
Autor:
Diego Hernán Zentner
LA
FI
elDial.com
Contenidos Jurídicos
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OM
MANUAL DE
DERECHO CONTRACTUAL
.C
DD
LA
Autor
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OM
ISBN 978-987-8343-24-2
.C
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra
DD
por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento in-
formático.
Primera edición
ISBN 978-987-8343-24-2
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Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Obtuvo el Doctorado en Ciencias
Jurídicas en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Salvador.
Ejerce la profesión de abogado. Es Profesor Adjunto Regular de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en las asignaturas Contratos
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Civiles y Comerciales y Derecho del Consumidor. Es Profesor Titular de la Fa-
cultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Ciencias Empresa-
riales y Sociales en la asignatura Contratos Civiles y Comerciales. Es Profesor
de Posgrado de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales y de la Universidad Católica Argentina, entre otras
casas de estudio. Es autor del libro “Contrato de Consumo” (Editorial La Ley,
LA
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en el área del derecho de los contratos y del derecho privado en general. En
ese recorrido, marcado sobre todas las cosas por la labor docente en la querida
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, se fueron gestando las
ideas que hoy simplemente salen a la luz en forma de libro.
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Sin dudas, la trascendente sanción del Código Civil y Comercial de la
Nación, con sus luces y sombras, resultó un formidable catalizador que nos
impulsó a reexaminar todo el sistema de derecho civil y comercial; y en mi
caso, asimismo, a decidir la elaboración de este manual.
El derecho contractual, siempre dinámico y evolutivo, debe acompañar el
desarrollo de los negocios. Sin embargo, las relaciones económicas de poder
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especiales.
La parte general comienza con la noción de contrato y sigue con los princi-
pios fundamentales, las clasificaciones contractuales, los elementos estructura-
les, las reglas interpretativas, los sujetos alcanzados por el contrato, los efectos
OM
en aspectos no abordados en los capítulos previos.
En cuanto a la parte especial, se exponen prácticamente todos los tipos de
contratos legislados en el Código, más algunos previstos por leyes especiales y
otros atípicos de amplia inserción económica. Desde luego, el libro no agota el
catálogo de figuras contractuales. Las omisiones, aunque opinables, responden
a diversos criterios: su especificidad técnica y legislativa (seguro, ahorro previo,
contratos agrarios), su mayor vinculación con el derecho societario (contratos
.C
asociativos), su pertenencia a marcos regulatorios de índole principalmente
reglamentaria (servicios públicos, telefonía móvil), o su matiz preponderante
de la dogmática de responsabilidad civil por sobre la del negocio jurídico (es-
pectáculo público, peaje).
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Se ha adoptado un método uniforme y sistematizado para el desarrollo
de los distintos contratos, con una secuencia que recala sucesivamente en la
utilidad práctica del instituto, la definición conceptual, los caracteres jurídi-
cos, las comparaciones con figuras afines, los elementos propios del acto, las
obligaciones de las partes, los efectos particulares, y finalmente, los modos de
LA
conclusión.
Si bien el análisis propuesto está centrado en la regulación legal de los con-
tratos, no se circunscribe a ella. Además de presentar sus interrelaciones con
el resto del ordenamiento, se consultan los antecedentes jurisprudenciales más
relevantes en la concepción de cada instituto, así como las principales líneas
doctrinarias en la materia.
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permitieron formar a toda una camada de profesores, a quienes nos transmitió
el noble legado de no dejar nunca de pensar, estudiar y enseñar. En lo perso-
nal, guardo un privilegio aún más importante: haber gozado de su amistad
durante tantos años.
Y por supuesto, están los que acompañan siempre y dan sentido a las cosas
que verdaderamente importan. Fabiana, Gastón y Camila, esta dedicatoria
también va para ellos.
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Primera Parte
TEORÍA GENERAL DEL CONTRATO
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Capítulo I
NOCIONES INTRODUCTORIAS ...................................................... 43
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1. Concepto jurídico de contrato ............................................................. 44
1.1 Origen histórico y proyecciones .................................................... 44
1.2 Aproximación conceptual: simple pacto, convención jurídica
y contrato............................................................................................ 44
1.3 Análisis de la definición legal ........................................................ 45
1.3.1 Antecedentes normativos ..................................................... 45
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de validez ........................................................................................... 49
3.2 Elementos naturales ..................................................................... 50
3.3 Elementos accidentales ................................................................. 51
4. Contenido del contrato ....................................................................... 51
4.1 Normas convencionales ................................................................ 51
4.2 Normas legales imperativas. Orden público económico ................ 52
4.3 Normas legales supletorias ............................................................ 53
4.4 Usos, prácticas y costumbres ........................................................ 53
4.5 Prelación normativa ..................................................................... 54
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5.5 Contrato de consumo ................................................................... 58
5.6 Contrato interempresarial ............................................................ 59
6. Regulación del derecho contractual privado ......................................... 60
6.1 Código Civil y Código de Comercio. Contratos civiles
y contratos comerciales ....................................................................... 60
6.2 Unificación del derecho privado ................................................... 61
6.3 Método del Código Civil y Comercial en materia contractual ...... 62
.C
6.4 Otros regímenes de contratación: derecho público;
derecho laboral; derecho internacional privado ................................... 63
7. Función económica y social del contrato ............................................. 65
7.1 El contrato como operación económica ........................................ 65
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7.2 Función social del contrato .......................................................... 66
Capítulo II
EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y TENDENCIAS ACTUALES
EN LA TEORÍA DEL CONTRATO ..................................................... 69
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OM
Constitucionalización del derecho privado .................................... 86
Capítulo III
CLASIFICACIONES DE LOS CONTRATOS ..................................... 89
1. Categorías previstas en el Código Civil y Comercial.
Utilidad de las clasificaciones legales ........................................................ 89
1.1 Bilaterales y unilaterales ................................................................ 90
.C
1.2 Onerosos y gratuitos ..................................................................... 92
1.3 Conmutativos y aleatorios ............................................................ 95
1.4 Formales y no formales ................................................................. 96
1.5 Nominados e innominados .......................................................... 97
DD
2. Otras clasificaciones doctrinarias ......................................................... 99
2.1 De ejecución inmediata y de ejecución diferida. De ejecución
instantánea y de ejecución continuada ................................................ 99
2.2 Principales y accesorios ............................................................... 101
2.3 De disposición y de administración ............................................ 102
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Capítulo IV
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4. Capacidad de derecho ....................................................................... 115
4.1 Limitaciones a la capacidad de derecho ...................................... 115
4.2 Personas incapaces de derecho .................................................... 115
4.2.1 Inhabilidades con relación a ciertas personas ...................... 116
4.2.2 Inhabilidades sobre determinados bienes ............................ 117
4.3 Sanción de nulidad ..................................................................... 118
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Capítulo V
CONSENTIMIENTO CONTRACTUAL ........................................... 119
1. El consentimiento en la escena negocial contemporánea
y su tratamiento en el Código Civil y Comercial ................................... 119
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2. El consentimiento y la teoría del acto voluntario ............................... 120
2.1 Elementos internos del acto voluntario ....................................... 121
2.1.1 Discernimiento, intención y libertad .................................. 121
2.1.2 Causas obstativas y vicios de la voluntad ............................ 121
2.2 Elementos externos del acto voluntario ....................................... 122
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Capítulo VI
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OBJETO DE LOS CONTRATOS ....................................................... 141
1. Concepciones sobre el objeto de los contratos ................................... 141
2. Objeto mediato e inmediato. Prestaciones: bienes y hechos ............... 142
3. Requisitos de validez del objeto ......................................................... 143
3.1 Posibilidad ................................................................................. 143
3.2 Determinabilidad ....................................................................... 145
3.3 Licitud ....................................................................................... 146
.C
3.4 Patrimonialidad .......................................................................... 149
4. Casos particulares de regulación del objeto contractual ...................... 150
4.1 Bienes ajenos .............................................................................. 150
4.2 Bienes futuros ............................................................................ 151
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4.3 Bienes litigiosos, gravados o sujetos a medidas cautelares ............ 152
4.4 Herencia futura .......................................................................... 152
Capítulo VII
CAUSA DE LOS CONTRATOS ......................................................... 155
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Capítulo VIII
FORMA DE LOS CONTRATOS ........................................................ 169
1. Concepto y funciones de la forma ..................................................... 169
2. Libertad de formas y forma impuesta ................................................ 170
3. Diversas formalidades del contrato. Forma escrita. Escritura pública .... 171
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6. Conversión del negocio jurídico ........................................................ 176
7. Obligación de otorgar el instrumento pendiente ................................ 177
Capítulo IX
PRUEBA DE LOS CONTRATOS ....................................................... 179
1. Importancia de la actividad probatoria en el derecho contractual ....... 179
2. Metodología del Código Civil y Comercial.
.C
Medios y modos de prueba .................................................................... 180
3. Carga de la prueba ............................................................................. 181
4. Medios de prueba. Valor probatorio de cada uno ............................... 182
4.1 Instrumentos públicos ................................................................ 183
DD
4.2 Instrumentos privados ................................................................ 184
4.3 Instrumentos particulares no firmados ........................................ 185
4.4 Registros contables ..................................................................... 186
4.5 Testigos ...................................................................................... 187
4.6 Otros medios no regulados en el Código Civil y Comercial ........ 188
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Capítulo X
INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS ................................... 195
1. La labor interpretativa ....................................................................... 195
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5.2 Especialidad ............................................................................... 210
5.3 Requisitos relativos al control de inclusión:
reconocibilidad; accesibilidad ........................................................... 210
5.4 Principio de interpretación favorable al consumidor ................... 211
Capítulo XI
EFECTOS SUBJETIVOS DE LOS CONTRATOS ............................ 213
.C
1. Sujetos alcanzados por el contrato ..................................................... 213
1.1 Partes ......................................................................................... 213
1.2 Sucesores universales: principio y excepciones ............................ 214
1.3 Sucesores particulares ................................................................. 216
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1.4 Acreedores: acciones que pueden ejercer ..................................... 217
2. Terceros ............................................................................................. 221
2.1 Regla de exclusión ...................................................................... 221
2.2 Incorporación de terceros al contrato ......................................... 222
2.2.1 Contrato a nombre de tercero ............................................ 222
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Capítulo XII
EFECTOS OBJETIVOS DE LOS CONTRATOS .............................. 235
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4.3.1 Concepto ........................................................................... 244
4.3.2 Oportunidad para ejercer el derecho de arrepentimiento .... 244
4.3.3 Comparaciones: cláusula penal; reserva;
facultad resolutoria ........................................................................245
4.4 Interpretación de cláusulas usuales ............................................. 246
5. Facultad resolutoria ........................................................................... 247
5.1 Noción. Régimen legal. Ámbito de aplicación ............................ 247
.C
5.2 Requisito de incumplimiento: configuración y presupuestos ....... 249
5.3 Especies ...................................................................................... 252
5.3.1 Facultad resolutoria implícita ............................................. 252
5.3.2 Cláusula resolutoria expresa ............................................... 255
DD
5.4 Vías de ejercicio: extrajudicial y judicial ...................................... 257
5.5 Efectos derivados ........................................................................ 259
5.5.1 Derecho de opción ............................................................. 259
5.5.2 Retroactividad .................................................................... 259
5.5.3 Reparación de daños .......................................................... 261
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OM
7.4.3 Requisitos .......................................................................... 286
7.4.4 Plazos de ejercicio de la responsabilidad: denuncia;
caducidad; prescripción ............................................................... 288
Capítulo XIII
RESPONSABILIDAD CIVIL POR INCUMPLIMIENTO
CONTRACTUAL ................................................................................ 291
.C
1. Responsabilidad civil contractual: regulación legal ............................. 292
1.1 Evolución de la teoría de la responsabilidad civil
en el derecho argentino .................................................................... 292
1.2 La responsabilidad civil en el Código Civil y Comercial:
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funciones y características ................................................................. 294
2. Presupuestos de la responsabilidad civil ............................................. 296
2.1 Antijuridicidad ........................................................................... 297
2.1.1 Noción ............................................................................... 297
2.1.2 Causas de justificación ....................................................... 297
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OM
5.4 Naturaleza de la responsabilidad emergente ................................ 325
5.5 Deberes precontractuales de conducta: confianza; información;
confidencialidad; conservación y custodia; seguridad ........................ 326
5.6 Factor de atribución ................................................................... 329
5.7 Daño resarcible .......................................................................... 330
6. Responsabilidad civil en las relaciones de consumo ............................ 331
6.1 Aspectos salientes ....................................................................... 331
.C
6.2 Incumplimiento contractual del proveedor ................................. 332
6.3 Deber de seguridad en las relaciones de consumo ....................... 333
6.4 Daños derivados de productos y servicios ................................... 334
6.4.1 Ámbito de aplicación ......................................................... 335
DD
6.4.2 Sujetos responsables ........................................................... 335
6.4.3 Carácter de la responsabilidad ............................................ 336
6.4.4 Factor de atribución ........................................................... 336
6.4.5 Eximentes .......................................................................... 337
6.5 Daño punitivo ............................................................................ 337
LA
Capítulo XIV
EXTINCIÓN DE LOS CONTRATOS ............................................... 341
1. Introducción. Metodología del Código Civil y Comercial ................. 341
2. Clasificación de los modos de extinción ............................................. 342
3. Extinción normal: cumplimiento ...................................................... 342
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Capítulo XV
CONTRATO DE CONSUMO ............................................................ 355
1. El derecho del consumidor ................................................................ 355
1.1 Introducción .............................................................................. 355
1.2 Bases normativas ........................................................................ 356
OM
1.3 Principios fundamentales ........................................................... 357
1.3.1 Principio protectorio .......................................................... 357
1.3.2 Principio de integración y preeminencia normativa ............ 358
1.3.3 Principio de orden público ................................................. 359
2. Requisitos de configuración del contrato de consumo ....................... 360
2.1 El contrato de consumo como tipo general ................................. 360
2.2 Relación de consumo y contrato de consumo ............................. 361
.C
2.3 Ámbito de aplicación subjetivo ................................................... 363
2.3.1 Consumidor: noción; categorías; exclusiones ...................... 363
2.3.2 Proveedor: noción; caracterización; exclusiones .................. 366
3. Formación del contrato de consumo .................................................. 366
DD
3.1 Deber de información ................................................................ 367
3.2 Deber de trato digno y equitativo ............................................... 369
3.3 Efectos de la publicidad .............................................................. 369
3.4 Eficacia de la oferta al público .................................................... 371
3.5 Revocabilidad de la aceptación ................................................... 372
LA
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Segunda Parte
CONTRATOS EN PARTICULAR
Primera Sección
CONTRATOS DE CAMBIO
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Capítulo XVI
COMPRAVENTA ................................................................................ 385
1. Nociones introductorias .................................................................... 385
1.1 Función económica .................................................................... 385
1.2 Definición legal .......................................................................... 386
1.3 Compraventa y transmisión del dominio .................................... 386
.C
1.4 Aplicación analógica. Calificación del contrato ........................... 387
1.5 Comparación con figuras afines: obra; permuta .......................... 387
1.6 Caracteres .................................................................................. 388
2. Elementos propios ............................................................................. 389
DD
2.1 Consentimiento ......................................................................... 389
2.2 Objeto ....................................................................................... 389
2.2.1 Cosa vendida ..................................................................... 389
2.2.2 Precio ................................................................................. 390
2.2.2.1 Requisitos: cierto; serio; en dinero .............................. 390
LA
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Capítulo XVII
PERMUTA ........................................................................................... 413
1. Nociones introductorias .................................................................... 413
1.1 Función económica .................................................................... 413
1.2 Definición legal .......................................................................... 414
OM
1.3 Comparación con figuras afines: compraventa;
donaciones mutuas ........................................................................... 414
1.4 Caracteres .................................................................................. 414
2. Elementos propios ............................................................................. 415
2.1 Objeto: cosas permutadas ........................................................... 415
2.2 Forma: exigencia de escritura pública ......................................... 415
3. Efectos generales: obligaciones de los permutantes ............................. 415
.C
Capítulo XVIII
SUMINISTRO ..................................................................................... 419
1. Nociones introductorias .................................................................... 419
DD
1.1 Función económica .................................................................... 419
1.2 Definición legal .......................................................................... 420
1.3 Clases de suministro ................................................................... 420
1.4 Comparación con figuras afines: compraventa; servicios ............. 421
1.5 Caracteres .................................................................................. 421
LA
Capítulo XIX
CESIÓN DE DERECHOS .................................................................. 427
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OM
4. Efectos frente a terceros ..................................................................... 434
4.1 Oponibilidad de la cesión a terceros: la notificación
al deudor cedido ............................................................................... 435
4.2 Forma de la notificación ............................................................. 435
4.3 Otros efectos de la notificación ................................................... 436
4.3.1 Eficacia de los pagos ........................................................... 436
4.3.2 Actos conservatorios ........................................................... 436
.C
4.3.3 Concurrencia de cesionarios ............................................... 433
4.3.4 Conflicto entre cesionario y acreedores del cedente ............ 437
5. Cesión de deudas ............................................................................... 437
6. Cesión de posición contractual .......................................................... 439
DD
Capítulo XX
LOCACIÓN ......................................................................................... 443
1. Nociones introductorias .................................................................... 443
1.1 Antecedentes normativos. Trascendencia económica y social
LA
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OM
5.1.3 Opción unilateral de renovación o prórroga ....................... 469
5.2 Modos anormales ....................................................................... 470
5.2.1 Resolución imputable al locatario ....................................... 470
5.2.2 Resolución imputable al locador ........................................ 470
5.2.3 Rescisión unilateral del locatario ........................................ 470
6. Continuadores en caso de fallecimiento del locatario ......................... 471
.C
Segunda Sección
CONTRATOS DE SERVICIOS
Capítulo XXI
DD
SERVICIOS ......................................................................................... 473
1. Nociones introductorias .................................................................... 473
1.1 Función económica. Delimitación conceptual ............................ 473
1.2 Régimen legal ............................................................................. 474
1.2.1 Código Civil y Comercial .................................................. 474
LA
Capítulo XXII
OBRA ................................................................................................... 485
1. Nociones introductorias .................................................................... 485
23
OM
2.1 Consentimiento: proceso formativo y sujetos intervinientes ....... 487
2.2 Objeto ....................................................................................... 488
2.2.1 Determinación del precio ................................................... 488
2.2.2 Sistemas de contratación en cuanto al modo de fijar
la retribución .............................................................................. 489
3. Efectos generales ................................................................................ 490
3.1 Obligaciones del contratista ....................................................... 490
.C
3.2 Obligaciones del comitente ........................................................ 492
4. Efectos particulares ............................................................................ 493
4.1 Recepción provisoria y definitiva ................................................ 493
4.2 Responsabilidad por ruina .......................................................... 494
DD
4.2.1 Ámbito de aplicación ......................................................... 494
4.2.2 Noción de ruina ................................................................. 495
4.2.3 Legitimados activos ............................................................ 495
4.2.4 Legitimados pasivos ........................................................... 496
4.2.5 Factor de atribución y eximentes ........................................ 425
LA
Capítulo XXIII
TRANSPORTE .................................................................................... 501
1. Transporte de personas. Nociones introductorias ............................... 501
FI
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OM
4.5.1 Caso fortuito o fuerza mayor .............................................. 510
4.5.2 Hecho de un tercero ........................................................... 511
4.5.3 Hecho del damnificado ...................................................... 511
4.6 Imperatividad del sistema reparatorio ......................................... 512
4.7 Prescripción de la acción ............................................................ 512
5. Transporte de cosas. Nociones introductorias ..................................... 513
5.1 Concepto .................................................................................... 513
.C
5.2 Partes y sujetos intervinientes ..................................................... 513
6. Elementos propios: carta de porte ...................................................... 514
7. Efectos generales ................................................................................ 515
7.1 Obligaciones del porteador ......................................................... 515
DD
7.2 Obligaciones del cargador .......................................................... 517
8. Efectos particulares: responsabilidad del porteador ............................ 518
Capítulo XXIV
TURISMO ........................................................................................... 521
LA
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Tercera Sección
CONTRATOS DE COOPERACIÓN
OM
Capítulo XXV
MANDATO ......................................................................................... 537
1. Nociones introductorias .................................................................... 537
1.1 Función económica .................................................................... 537
1.2 Delimitación conceptual: mandato, representación y poder ........ 538
1.3 Definición legal .......................................................................... 540
.C
1.4 Caracteres .................................................................................. 540
2. Elementos propios ............................................................................. 541
2.1 Capacidad: mandatario incapaz .................................................. 541
2.2 Consentimiento: modos de manifestación; acto consigo mismo;
DD
pluralidad de mandatarios ................................................................ 541
2.3 Objeto ....................................................................................... 542
2.3.1 Actos comprendidos y excluidos ......................................... 542
2.3.2 Extensión del poder: actos que requieren
facultades especiales .................................................................... 543
LA
Capítulo XXVI
CONSIGNACIÓN ............................................................................... 555
1. Nociones introductorias .................................................................... 555
1.1 Función económica .................................................................... 555
1.2 Definición legal .......................................................................... 556
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OM
2.2 Objeto: venta de cosas muebles .................................................. 557
2.3 Indivisibilidad ............................................................................ 558
3. Efectos generales ................................................................................ 558
3.1 Obligaciones del consignante ..................................................... 558
3.2 Obligaciones del consignatario ................................................... 559
4. Efectos particulares: condición de pago del precio en caso de
no restitución ........................................................................................ 560
.C
Capítulo XXVII
CORRETAJE ....................................................................................... 561
1. Nociones introductorias .................................................................... 561
DD
1.1 Función económica .................................................................... 561
1.2 Definición legal .......................................................................... 562
1.3 Antecedentes legislativos ............................................................ 562
1.4 Comparación con figuras afines: consignación;
mandato; agencia ............................................................................. 563
LA
Capítulo XXVIII
AGENCIA ............................................................................................ 571
1. Nociones introductorias .................................................................... 571
1.1 Contratos de colaboración empresarial: caracterización
y rasgos comunes .............................................................................. 571
1.2 Función económica .................................................................... 573
1.3 Definición legal .......................................................................... 574
27
OM
2.3 Estabilidad temporal: duración del contrato ............................... 577
3. Efectos generales ................................................................................ 578
3.1 Obligaciones del agente .............................................................. 578
3.2 Obligaciones del empresario ....................................................... 580
4. Efectos particulares ............................................................................ 582
4.1 Rescisión unilateral del contrato de plazo indeterminado ........... 582
4.1.1 Planteo de la cuestión ......................................................... 582
.C
4.1.2 Límites a la facultad rescisoria ............................................ 582
4.1.3 Criterios jurisprudenciales y doctrinarios ............................ 583
4.1.4 Condiciones legales de ejercicio: el preaviso ........................ 583
4.1.5 Indemnización sustitutiva del preaviso ............................... 584
DD
4.2 Compensación por clientela ....................................................... 585
4.3 Responsabilidad frente a terceros ................................................ 586
5. Extinción .......................................................................................... 586
Capítulo XXIX
LA
Capítulo XXX
CONCESIÓN ...................................................................................... 597
1. Nociones introductorias .................................................................... 597
1.1 Función económica .................................................................... 597
28
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2.1 Autonomía jurídica .................................................................... 600
2.2 Subordinación económica y técnica ............................................ 601
2.3 Exclusividad ............................................................................... 601
2.4 Duración del contrato: plazo mínimo ......................................... 602
3. Efectos generales ................................................................................ 602
3.1 Obligaciones del concedente ...................................................... 602
3.2 Obligaciones del concesionario ................................................... 604
.C
4. Efectos particulares ............................................................................ 606
4.1 Derecho a la retribución ............................................................. 606
4.2 Rescisión unilateral del contrato por tiempo indeterminado ....... 606
4.3 Responsabilidad del concedente frente a terceros ........................ 607
DD
5. Extinción .......................................................................................... 608
Capítulo XXXI
FRANQUICIA ..................................................................................... 611
1. Nociones introductorias .................................................................... 611
LA
29
Cuarta Sección
OM
CONTRATOS DE CARÁCTER LIBERAL
Capítulo XXXII
DONACIÓN ....................................................................................... 631
1. Nociones introductorias .................................................................... 631
1.1 Función económica .................................................................... 631
1.2 Definición legal .......................................................................... 632
.C
1.3 Donaciones y actos mixtos ......................................................... 633
1.4 Caracteres .................................................................................. 633
2. Elementos propios ............................................................................. 634
2.1 Consentimiento ......................................................................... 634
DD
2.1.1 Modos de manifestación .................................................... 634
2.1.2 Oferta de donación: muerte de las partes; casos particulares ... 634
2.1.3 Donaciones sujetas a la muerte del donante ....................... 636
2.2 Capacidad: reglas especiales ........................................................ 636
2.3 Objeto: limitaciones ................................................................... 637
2.4 Forma: exigencia de escritura pública; donaciones manuales ....... 638
LA
30
Quinta Sección
CONTRATOS DE GARANTÍA Y PREVISIÓN
Capítulo XXXIII
FIANZA ............................................................................................... 653
OM
1. Nociones introductorias .................................................................... 653
1.1 Función económica. La fianza como garantía personal ............... 653
1.2 Definición legal .......................................................................... 654
1.3 Comparación con figuras afines: carta de recomendación;
compromiso de mantener una situación; fianza judicial .................... 655
1.4 Caracteres .................................................................................. 656
2. Elementos propios ............................................................................. 657
.C
2.1 Accesoriedad .............................................................................. 657
2.2 Subsidiariedad ............................................................................ 658
2.3 Objeto ....................................................................................... 658
2.3.1 Obligaciones que pueden ser afianzadas ............................. 658
DD
2.3.2 Naturaleza y extensión de la fianza ..................................... 659
3. Modalidades de fianza ....................................................................... 660
3.1 Fianza simple ............................................................................. 660
3.2 Fianza solidaria ........................................................................... 661
3.3 Principal pagador ....................................................................... 662
LA
Capítulo XXXIV
MEDICINA PREPAGA ....................................................................... 671
1. Nociones introductorias .................................................................... 671
1.1 Función económica .................................................................... 671
1.2 Régimen legal ............................................................................. 673
1.2.1 Plexo normativo del derecho de la salud ............................. 673
1.2.2 Marco regulatorio de la medicina prepaga .......................... 673
1.3 Concepto ................................................................................... 674
31
OM
3. Efectos generales ................................................................................ 679
3.1 Obligaciones del ente organizador .............................................. 679
3.2 Obligaciones del afiliado ............................................................ 680
4. Efectos particulares ............................................................................ 680
4.1 Responsabilidad de la empresa por el hecho de los prestadores .... 680
4.2 Cláusulas abusivas ...................................................................... 681
5. Extinción .......................................................................................... 684
.C
Capítulo XXXV
RENTA VITALICIA ............................................................................. 685
1. Nociones introductorias .................................................................... 685
DD
1.1 Función económica ..................................................................... 685
1.2 Definición legal .......................................................................... 686
1.3 Comparación con figuras afines: seguro de vida; seguro de retiro ...686
1.4. Caracteres ................................................................................. 687
2. Elementos propios ............................................................................. 687
LA
Capítulo XXXVI
JUEGO Y APUESTA ........................................................................... 695
1. Nociones introductorias .................................................................... 695
1.1 Función económica .................................................................... 695
1.2 Régimen jurídico ........................................................................ 696
1.3 Definición legal .......................................................................... 697
1.4 Caracteres .................................................................................. 697
32
OM
4. Efectos generales: obligaciones que nacen del contrato ...................... 700
5. Efectos particulares ............................................................................ 701
5.1 Facultad judicial morigeradora ................................................... 701
5.2 Oferta pública de sorteos ............................................................ 701
6. Conflictos frecuentes en las apuestas reguladas por el Estado ............. 702
Sexta Sección
.C
CONTRATOS DE FINANCIAMIENTO
Capítulo XXXVII
MUTUO .............................................................................................. 705
DD
1. Nociones introductorias .................................................................... 705
1.1 Función económica .................................................................... 705
1.2 Definición legal .......................................................................... 705
1.3 Comparación con figuras afines: comodato; depósito irregular .... 707
1.4 Caracteres .................................................................................. 707
LA
Capítulo XXXVIII
CONTRATOS BANCARIOS .............................................................. 715
1. Nociones introductorias .................................................................... 715
1.1 Función económica. Clasificación de las operaciones bancarias ... 716
1.2 Ámbito de aplicación ................................................................. 716
2. Reglas generales ................................................................................. 716
3. Reglas de protección del consumidor: CCyC y LDC ......................... 718
4. Contratos bancarios en particular ...................................................... 721
33
OM
4.2.2 Objeto: créditos y débitos .................................................. 724
4.2.3 Obligaciones del banco y del cuentacorrentista .................. 725
4.2.4 Cierre de la cuenta y ejecución de saldo ............................. 727
4.3 Préstamo y descuento bancario ................................................... 728
4.4 Apertura de crédito .................................................................... 728
4.5 Servicio de caja de seguridad ...................................................... 730
4.6 Custodia de títulos ..................................................................... 733
.C
5. Contratos celebrados en bolsa o mercado de comercio ....................... 734
Capítulo XXXIX
TARJETA DE CRÉDITO .................................................................... 735
DD
1. Nociones introductorias .................................................................... 735
1.1 Función económica .................................................................... 735
1.2 Régimen legal: Ley de Tarjetas de Crédito; estatuto
del consumidor ................................................................................ 737
1.3 Concepto ................................................................................... 737
1.4 Caracteres .................................................................................. 738
LA
34
Capítulo XL
LEASING ............................................................................................. 753
1. Nociones introductorias .................................................................... 753
1.1 Función económica .................................................................... 753
1.2 Antecedentes normativos ............................................................ 754
OM
1.3 Definición legal .......................................................................... 755
1.4 Caracteres .................................................................................. 755
1.5 Especies ...................................................................................... 755
1.5.1 Leasing operativo ............................................................... 756
1.5.2 Leasing financiero .............................................................. 756
1.5.3 Retroleasing (sale and lease-back) ........................................ 757
2. Elementos propios ............................................................................. 757
.C
2.1 Objeto ....................................................................................... 757
2.1.1 Bienes comprendidos. Modalidades de elección del bien .... 757
2.1.2 Precio: canon periódico y valor residual .............................. 758
2.2 Forma: exigencia de escritura pública. Inscripción del contrato .. 759
DD
3. Efectos generales ................................................................................ 761
3.1 Obligaciones del dador ............................................................... 761
3.2 Obligaciones del tomador .......................................................... 762
4. Efectos particulares ............................................................................ 764
4.1 Opción de compra y transmisión del dominio ............................ 764
LA
Capítulo XLI
35
OM
2.2 Contenido del contrato .............................................................. 779
3. Efectos generales ................................................................................ 779
3.1 Obligaciones del factor ............................................................... 779
3.2 Obligaciones del factoreado ........................................................ 780
4. Efectos particulares: garantías y aforos ............................................... 781
5. Extinción .......................................................................................... 782
.C
Capítulo XLII
CUENTA CORRIENTE ...................................................................... 783
1. Nociones introductorias .................................................................... 783
1.1 Función económica .................................................................... 783
DD
1.2 Definición legal .......................................................................... 784
1.3 Comparación con figuras afines: cuenta simple o de gestión;
cuenta corriente bancaria .................................................................. 784
1.4 Caracteres .................................................................................. 785
2. Elementos propios ............................................................................. 785
LA
Séptima Sección
CONTRATOS DE CONFIANZA Y CUSTODIA
Capítulo XLIII
DEPÓSITO ......................................................................................... 791
1. Nociones introductorias .................................................................... 791
1.1 Función económica .................................................................... 791
1.2 Definición legal .......................................................................... 792
36
OM
2. Elementos propios ............................................................................. 794
2.1 Legitimación para ser depositante ............................................... 794
2.2 Objeto: cosa y precio .................................................................. 795
3. Efectos generales ................................................................................ 795
3.1 Obligaciones del depositante ...................................................... 795
3.2 Obligaciones del depositario ....................................................... 796
4. Extinción .......................................................................................... 799
.C
5. Casos particulares .............................................................................. 799
5.1 Depósito en hoteles: responsabilidad del hotelero ....................... 799
5.2 Garajes y playas de estacionamiento: responsabilidad emergente 801
DD
Capítulo XLIV
COMODATO ...................................................................................... 805
1. Nociones introductorias .................................................................... 805
1.1 Función económica .................................................................... 805
1.2 Definición legal .......................................................................... 806
LA
1.3 Comparación con figuras afines: mutuo depósito; locación ........ 806
1.4 Caracteres .................................................................................. 807
2. Elementos propios ............................................................................. 807
2.1 Capacidad y legitimación: reglas especiales ................................. 807
2.2 Objeto ....................................................................................... 808
3. Efectos generales ................................................................................ 809
FI
Capítulo XLV
37
OM
2.1 Consentimiento: partes y sujetos ................................................ 822
2.2 Objeto: bienes abarcados ............................................................ 825
2.3 Plazo máximo ............................................................................. 825
2.4 Forma e inscripción .................................................................... 826
3. Efectos generales ................................................................................ 826
3.1 Obligaciones del fiduciante ........................................................ 826
3.2 Obligaciones del fiduciario ......................................................... 827
.C
4. Efectos particulares ............................................................................ 829
4.1 Propiedad fiduciaria ................................................................... 829
4.2 Límites a los acreedores .............................................................. 830
4.3 Responsabilidad civil del fiduciario ............................................. 831
DD
5. Extinción .......................................................................................... 832
Octava Sección
CONTRATOS DE SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS
LA
Capítulo XLVI
TRANSACCIÓN ................................................................................. 835
1. Nociones introductorias .................................................................... 835
1.1 Función económica .................................................................... 835
1.2 Definición legal .......................................................................... 836
1.3 Caracteres .................................................................................. 837
FI
Capítulo XLVII
ARBITRAJE ......................................................................................... 843
1. Nociones introductorias .................................................................... 843
1.1 Función económica .................................................................... 843
38
OM
2. Elementos propios ............................................................................. 847
2.1 Autonomía ................................................................................. 847
2.2 Objeto: controversias excluidas ................................................... 847
2.3 Forma ........................................................................................ 849
3. Efectos generales: obligaciones que nacen del contrato ...................... 849
4. Efectos particulares ............................................................................ 850
4.1 Proceso arbitral ........................................................................... 850
.C
4.1.1 Integración del tribunal ...................................................... 851
4.1.2 Designación de los árbitros ................................................ 851
4.1.3 Competencia de los árbitros ............................................... 852
4.1.4 Obligaciones de los árbitros ................................................ 852
DD
4.2 Cláusulas facultativas .................................................................. 853
LA
FI
39
.C
-
DD
teorÍa general del contrato
LA
FI
41
nocioneS introductoriaS
.C
SUMARIO: 1. Concepto jurídico de contrato. 1.1. Origen histó-
DD
rico y proyecciones. 1.2. Aproximación conceptual: simple pacto,
convención jurídica y contrato. 1.3. Análisis de la definición legal.
1.3.1. Antecedentes normativos. 1.3.2. Definición de contrato en
el Código Civil y Comercial. 2. Naturaleza jurídica del contrato.
2.1. El contrato como acto jurídico. 2.2. Casos particulares. Ac-
tos colectivos, complejos y colegiados. 2.3. Interacción con otras
figuras. 2.3.1. Contrato y acto jurídico. 2.3.2. Contrato y obliga-
LA
43
OM
latín (contractus), como participio pasivo del verbo contraer (contrahere), es
decir, que el contrato representa “lo contraído” entre los celebrantes.
Asimismo, en un sentido estricto y corriente, la palabra contrato está re-
ferida al documento en el que se vuelcan las condiciones del acuerdo. Aquí
el vocablo contrato es utilizado como equivalente a instrumento contractual.
En cuanto a su ámbito de aplicación en la disciplina del derecho, el contra-
to entendido como convenio o pacto tiene una amplitud que abarca múltiples
.C
campos del mundo jurídico, tanto en el derecho privado (nacional e interna-
cional) como en el derecho público.
En el plano del derecho privado que nos concierne en esta obra, el contrato
admite una concepción amplia que involucra a todos los negocios jurídicos bi-
DD
laterales, pertenezcan a la esfera patrimonial o extrapatrimonial, y otro restrin-
gido, propio de los actos patrimoniales o de carácter económico. Esta noción
es la que constituye el objeto de nuestro estudio.
44
OM
los progenitores divorciados para regular el ejercicio de la responsabilidad
parental es una convención jurídica que no tiene naturaleza contractual en
sentido estricto.
Finalmente, la especie contrato supone el acuerdo de voluntades que crea
relaciones jurídicas de contenido netamente patrimonial y en el campo cre-
ditorio.
Aun en esta noción restringida, el horizonte de operaciones jurídicas abar-
.C
cado por el contrato es por demás vasto. En su seno se comprende un universo
de actos negociales, desde los más sencillos e insignificantes desde el punto de
vista patrimonial, como la simple compra de un periódico, hasta los más com-
plejos y de gran envergadura económica, como el fideicomiso constructivo o
DD
la adquisición de paquetes accionarios de grandes corporaciones.
El concepto legal que analizaremos seguidamente absorbe ambos extremos
ejemplificados, así como toda la gama infinita de manifestaciones intermedias
en materia de negocios contractuales.
LA
el inicio por los juristas, en tanto la definición abarcaba a todas las convencio-
nes jurídicas y no fijaba con precisión los límites del instituto. Paradójicamen-
te, la nota al citado art. 1137 esclarecía la cuestión al explicar que era privativa
del contrato la existencia de obligaciones correspondientes a derechos credito-
rios. Esta inconsistencia conceptual sólo habría de ser salvada al complemen-
tar la norma con la del art. 1169 del mismo cuerpo, según el cual la prestación
objeto del contrato debía resultar “susceptible de apreciación pecuniaria”.
También era objetable la alusión a los sujetos contratantes como “perso-
nas” en lugar de “partes”, puesto que una parte (entendida como centro de
interés) puede estar conformada por varias personas.
1.3.2 Definición de contrato en el Código Civil y Comercial
El art. 957 que encabeza el Título II del Libro Tercero del CCyC ensaya
la siguiente definición: “Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más
45
OM
referencia al objeto del acto consistente en la gestión de relaciones jurídicas de
carácter patrimonial, en línea con la noción restringida de contrato ya revisada.
Refuerza lo antedicho en torno a los derechos económicos que circunda el
contrato en su regulación, la añeja doctrina de la CSJN ahora recogida por el
art. 965: “Los derechos resultantes de los contratos integran el derecho de propiedad
del contratante”.
El legislador, siguiendo la línea de los proyectos de reforma anteriores, ha
.C
optado por definir al contrato a partir del género al que pertenece (acto jurí-
dico), lo que tiene suficiente rigor lógico, evita los riesgos de una definición
equívoca y permite remitir a la aplicación del bloque normativo de dicha figu-
ra de la que es tributaria por su propia naturaleza jurídica.
DD
2. Naturaleza jurídica del contrato
2.1 El contrato como acto jurídico
LA
sivos del contrato y que lo definen como especie de aquél para concretar su
adecuado perfil.
a) Bilateral: su perfección requiere necesariamente el concurso de la vo-
luntad de dos o más partes, lo que se denomina consentimiento. Los actos
jurídicos unilaterales o declaraciones unilaterales de voluntad escapan a la na-
turaleza contractual. Nada obsta a la configuración de un contrato mediante
un acto jurídico plurilateral (más de dos otorgantes), como la conformación
de una sociedad.
b) Contenido patrimonial: ya hemos señalado que el contrato debe tener
46
OM
fiestan su voluntad a tal efecto.
d) Causado: a diferencia de los actos abstractos, cuya validez es indepen-
diente de la materialización de una causa fin o motivo determinante de la
voluntad, el contrato tiene como elemento esencial a la causa, más allá que
esté expresada o no en el acto.
.C
Es dable encontrar ciertos actos jurídicos bilaterales que comparten de mane-
ra parcial la fisonomía del contrato y que conviene delimitarlos apropiadamente.
Un caso especial es el del matrimonio, sobre cuya supuesta naturaleza con-
tractual se ha debatido con insistencia.
DD
En nuestro sistema, es claro que el acto jurídico matrimonial se inscribe
dentro de un régimen que le es propio y separado de la teoría del contrato,
con una fuerte regulación de orden público que determina un acotamiento
significativo de la libertad de configuración.
Aun siendo innegables las consecuencias patrimoniales y las diversas re-
LA
jurídicos unilaterales, siendo que de ellos emerge una sola declaración. Tales
son los actos colectivos, complejos y colegiados.
Los actos colectivos suponen una coordinación de voluntades diversas al
servicio de un interés común. Es lo que acontece, por caso, con una reunión
de condóminos que deciden la venta del bien o una asamblea de copropieta-
rios en la propiedad horizontal.
Los actos complejos también exhiben la combinación de varias voluntades,
en este caso, para la satisfacción de un interés que corresponde a alguno de los
47
OM
dad (de más de un socio) tiene verdadera naturaleza contractual como contrato
plurilateral de organización cuyo objeto es la creación de un sujeto de derecho.
Una vez creada, la sociedad es una persona jurídica y ya no un contrato.
Los actos colegiados pueden ser vistos como una modalidad peculiar de los
actos colectivos. Las voluntades de los sujetos que participan concurren a la
formación de la voluntad homogénea de un órgano que vela por los intereses
de aquéllos y tiene validez aunque no todos los sujetos se expresen en el mismo
.C
sentido, en la medida que la decisión sea adoptada por una mayoría. Ejemplo:
decisión asamblearia de una sociedad o de una asociación civil.
lo ya dicho allí, cabe agregar ahora que el contrato como acto jurídico puede
tener como fin inmediato no sólo la creación, sino también la extinción de re-
laciones o situaciones jurídicas patrimoniales. En este sentido, existen diversos
actos bilaterales con virtualidad extintiva.
Un caso especial es de la rescisión por acuerdo mutuo, a través de la cual
las partes pactan la cesación de los efectos del contrato. Puede decirse que esta
FI
48
OM
real en cabeza del adquirente, pero esto no equivale a postular que el contrato
tenga eficacia real. Es que el negocio jurídico no transfiere por sí mismo el
derecho real si ello no es acompañado por el modo, que es la tradición (art.
750), por lo menos en aquellos derechos reales que se adquieren mediante la
entrega de la cosa.
En síntesis, el contrato, revestido de las formalidades necesarias, puede
representar el título suficiente para la constitución del derecho real, y que,
.C
sumado a la tradición posesoria (modo) permite consolidar la transmisión a
favor del adquirente (art. 1892).
La inscripción registral sólo transfiere el derecho real en los casos que su
observancia es establecida por ley con carácter constitutivo, como la adquisi-
DD
ción de dominio de automotores, y no meramente declarativo, como sucede
con la transmisión dominial de inmuebles.
49
OM
tación externa (expresa o tácita), esto es, una forma, entendida en un sentido
amplio. Es otro presupuesto de validez del consentimiento.
Todo acuerdo de voluntades ha de recaer sobre una determinada materia
que los contratantes se proponen regular. Dicha operación jurídica, y en par-
ticular, las prestaciones proyectadas para ella determinan el objeto del acto,
como elemento esencial del contrato.
El contrato puede tener por objeto prestaciones de dar, hacer o no hacer.
.C
Para su recta eficacia, el objeto contractual no debe estar afectado por im-
posibilidad, indeterminación o ilicitud.
También hace a la esencia del contrato la existencia de una causa que de-
termine la voluntad de las partes de celebrar el negocio. Componen la noción
DD
de causa, según el art. 281, tanto el fin inmediato y abstracto del contrato
determinante de la voluntad (causa objetiva), como los motivos particulares
incorporados al acto por los contratantes (causa subjetiva).
A diferencia de los restantes elementos esenciales, la causa fin no requiere
una expresión manifiesta u ostensible (presunción de causa, art. 282).
LA
50
naturaleza. Los elementos naturales son consecuencias que la ley designa por
defecto para el contrato, y por ende, no es precisa una cláusula expresa de las
partes para su operatividad.
Dada la preponderante cantidad de disposiciones supletorias en el orde-
namiento civil y comercial, la mayor parte de la regulación contractual está
OM
provista de elementos naturales, que reflejan la conjetural conducta de las par-
tes ante la ausencia de estipulaciones especiales. Por tanto, y al no encontrarse
comprometido en ellos el orden público, los elementos naturales pueden ser
excluidos mediante pacto en contrario en el que los contratantes establecen un
efecto diverso al previsto por la norma.
Mencionamos como ejemplos de elementos naturales en los contratos a
título oneroso, las garantías de saneamiento (vicios ocultos y evicción).
.C
3.3 Elementos accidentales
En el caso de los elementos accidentales, la lógica conceptual es inversa a la
de los naturales. Su incorporación al plexo negocial depende exclusivamente
DD
de la voluntad expresa de las partes, sea ello porque la ley no fija posición por
defecto sobre la consecuencia a regular, o bien, porque los contratantes deci-
den derogar el derecho dispositivo (elemento natural) y establecer su propia
solución normativa mediante la consecuencia accidental pautada.
Las modalidades de condición, plazo o cargo que convienen las partes
constituyen elementos accidentales del contrato.
LA
cuáles son las reglas de conducta a las que se someten las partes del negocio.
Existe una pluralidad de fuentes normativas que confluyen a la regulación del
contrato privado. Pero es preciso reconocer que a cada una corresponde un
nivel distinto de prelación jerárquica, según se analizará.
51
OM
autoridad administrativa como mecanismo de fiscalización previa. Y tampoco
faltan las áreas negociales en que la ley impone al predisponente o proveedor
contenidos mínimos obligatorios en el contrato para la tutela de los derechos
del adherente o consumidor.
.C
del contrato es una cuestión que incumbe al derecho objetivo, y por tanto, no
escapa a la labor legislativa.
Dentro de los preceptos legales que atañen al régimen contractual, se des-
tacan primeramente las disposiciones imperativas que constituyen el derecho
DD
indisponible para las partes (art. 12, párr. 1°). El ordenamiento les otorga un
rango superior con relación a las demás normas. La imperatividad de la ley
tiene como fundamento el orden público que la anima.
Ha sido de amplia controversia la determinación de la inasible noción de
orden público. Uno de los conceptos doctrinarios más precisos lo define como
LA
52
OM
los supuestos en que se establece sanción para la conducta en infracción a la
ley (ej., cuando se castiga con la nulidad la contravención legal). Y aun sin esas
referencias expresas, la norma igualmente puede pertenecer al derecho indis-
ponible en razón de los fines que inspiraron su reconocimiento positivo o en
virtud del marco normativo en que se inserta.
Por eso, se ha dicho que la calificación de orden público que realiza el le-
gislador no obliga al intérprete si la norma no se adecua al sistema. La CSJN
.C
tiene establecido, en esta línea, que las disposiciones de orden público no son
tales porque se las califique así en las propias leyes, sino por su naturaleza, en
razón de las causas que determinaron su sanción y los fines que se han procu-
rado obtener en ella (conf. Fallos: 208:497).
DD
4.3 Normas legales supletorias
En un rango diferente, las normas legales supletorias representan el de-
recho dispositivo para las partes. Son concebidas por el legislador como la
conducta conjetural y razonable de los contratantes en situaciones concretas,
LA
53
OM
aplicables porque hayan sido declarados obligatorios por las partes o porque sean
ampliamente conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebra
el contrato, excepto que su aplicación sea irrazonable”.
Según se sugiere, la eficacia de los usos y prácticas se subordina a la ob-
servancia razonable de las conductas bajo análisis, y a la previa aceptación y
conocimiento en el sector social en el que se concluye el contrato.
Es del caso agregar que el campo de actuación de los usos y costumbres
.C
no se agota en su función reglamentaria, por cuanto también son reconocidos
como una tradicional regla interpretativa de los contratos.
b) normas convencionales;
c) normas supletorias; de existir concurrencia, primero las de la ley espe-
cial y luego las del Código;
d) usos y prácticas del lugar de celebración.
FI
54
OM
No es casual entonces el avance de los denominados “tipos generales”, que
permiten encuadrar una amplia serie de contratos diversos bajo la impronta
de rasgos comunes. La categorización por tipos generales de contratos des-
comprime el rigor de una teoría general demasiado estricta en la formulación
del concepto de contrato, al posibilitar la elaboración de principios especiales
aplicables a un universo determinado de negocios jurídicos.
De esta forma, la libertad de contratar permite a los particulares seleccio-
.C
nar el tipo contractual especial (compraventa, locación, etc.), pero la confi-
guración del tipo general ha de depender de las variables que caractericen la
vinculación, no susceptibles de autorregulación, como la calidad de los sujetos
intervinientes y su mayor o menor poder de negociación, el objeto y fin del
DD
acto, y las características del consentimiento.
Dentro de estas elaboraciones conceptuales, una primera distinción rele-
vante es la que identifica la estructura contractual en tanto orden de com-
portamiento de las partes (GHERSI), basada en la modalidad de prestación
del consentimiento, entre el contrato paritario, negociado o discrecional y el
LA
55
OM
propia del contrato por adhesión y del contrato de consumo.
Ello denota un cambio en la concepción filosófica del contrato en nuestro
sistema legislativo y en su naturaleza como acto jurídico, que ahora excede el
campo de la autorregulación privada de intereses como un acuerdo de volun-
tades basado en el mero consentimiento, para proyectar sus límites a nuevas
expresiones que imponen concebir al contrato como una relación jurídica en-
tre partes con disímil poder negocial.
.C
Dicho esto, a nuestro parecer, el esquema adoptado adolece de cierta in-
consistencia, según veremos a continuación.
En un primer bloque de normas se regula la teoría general del contrato
paritario, la que, a su vez, se subdivide entre la modalidad de consentimiento
DD
propiamente negociado o discrecional, constituida por la mayor parte de las
normas que integran la teoría general del contrato, y la modalidad del consen-
timiento por adhesión. Luego en un bloque separado, y como fragmentación
del tipo general, se reglamenta el contrato de consumo.
La principal objeción que formulamos es la incoherencia que resulta de
LA
56
La regulación legal del contrato paritario se caracteriza por una mayor inci-
dencia de normas supletorias que sólo actúan en subsidio de la voluntad de las
partes. A su vez, son acotadas las interferencias externas capaces de afectarlo,
ya que escapan al control de contenido por vía judicial (conf. art. 960, CCyC).
Hace al perfil del esquema de contrato paritario la presencia de tratativas
OM
precontractuales que preceden la conclusión del acuerdo.
Dominan mayormente el sector de la contratación discrecional los contra-
tos civiles tradicionales, como la compraventa (especialmente inmobiliaria), la
locación, la donación, el mandato, el comodato, entre otras figuras.
Volveremos sobre la caracterización del contrato paritario en el capítulo
siguiente.
.C
5.4 Contrato por adhesión
La estructura contractual de adhesión pertenece a una lógica en la que las
reglas convencionales que integran el contenido del contrato son dispuestas
unilateral y anticipadamente por una de las partes (el predisponente), sin que
DD
la otra (el adherente) pueda influir sobre aquéllas ni alterarlas.
Según una clásica definición, el contrato por adhesión es aquel en el que
las condiciones son dispuestas por uno de los contratantes de manera que el
otro no puede modificarlas, sino sólo aceptarlas o rechazarlas (MESSINEO).
Técnicamente, es preferible la denominación “contrato por adhesión” a la
LA
dicha aceptación es un acto de libre voluntad que nadie debe verse constreñi-
do a formalizar. Significa esto que el contrato por adhesión es sólo una mo-
dalidad especial en la formación del consentimiento, por lo que la figura no
puede ser estudiada fuera de la teoría del contrato.
Un primer elemento caracterizador del contrato por adhesión es la asime-
57
OM
parece más sensato entenderlo como una suerte de “asentimiento”, por ende,
pasible de revisión judicial en cuanto al contenido del acto.
En tercer lugar, cabe consignar que el predominio redunda en la rigidez
del esquema elaborado por el predisponente. El adherente no cuenta con la
posibilidad de discutir las estipulaciones contractuales, lo que diluye toda li-
bertad de autorregulación. Quien no acepta las condiciones propuestas tan
solo dispone de la opción de no contratar.
.C
Si bien el fenómeno de la contratación por adhesión se inscribe mayor-
mente en el tráfico masivo, nada impide su operatividad en contratos indi-
viduales. Por citar un caso frecuente en la práctica, un contrato de locación
puede pertenecer a esta categoría cuando las cláusulas son predispuestas por el
DD
locador y aceptadas por el locatario mediante simple adhesión.
El Código Civil y Comercial introduce una regulación especial del contra-
to por adhesión, al que define como “aquel mediante el cual uno de los contra-
tantes adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente, por la otra parte
o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su redacción” (art. 984).
LA
58
OM
a) Su régimen legal constituye un sistema normativo propio, de carácter
estatutario e imperativo, fundado en el orden público de protección.
b) Su contenido suele estar conformado por cláusulas predispuestas por el
proveedor, y el consentimiento se forma, en la inmensa mayoría de los
casos, por adhesión, por lo que pertenece a dicha estructura contractual.
c) Es dable observar con asiduidad la proliferación de cláusulas abusivas.
d) Los tratos preliminares son infrecuentes y, en ciertos supuestos, susti-
.C
tuidos por la publicidad o las prácticas comerciales del proveedor.
59
OM
tario de libre deliberación, esto no es así en todos los casos. Son numerosos los
negocios en que un empresario fuerte utiliza su poder de imposición sobre el
de menor envergadura. Es decir que los fenómenos de predisposición y adhe-
sión también se hacen presentes en la contratación interempresarial cuando se
vinculan, por ejemplo, grandes empresas con otras medianas o pequeñas. Así
ocurre por lo común en los contratos de colaboración empresarial (agencia,
concesión, franquicia). Se aplican en estos supuestos las reglas de protección al
.C
contratante débil propias de la tipología del contrato por adhesión.
comerciales
El régimen actual tiene como antecedente una regulación dual que discri-
minaba a los contratos civiles normados por el viejo Código Civil, de los con-
tratos comerciales previstos por el -también derogado- Código de Comercio
o por las leyes mercantiles complementarias. Esto determinaba la coexistencia
60
figuración del requisito subjetivo, según el cual los actos de los comerciantes
eran comerciales por regla (art. 5°, in fine, C.Com.), bastando que el acto
fuera comercial para una de las partes (art. 7°, C.Com.), y del requisito obje-
tivo previsto por el art. 8° del mismo cuerpo legal, que definía como acto de
comercio a toda adquisición de una cosa mueble o de un derecho sobre ella
OM
para lucrar con su enajenación, a lo que seguía la enunciación de una serie de
actos especiales también incluidos en esta categoría (operaciones de banco, de
cambio, de seguros, etc.).
Con el largo tiempo de vigencia de ambos códigos de fondo, la dicotomía
del sistema se volvió anacrónica, confusa y hasta innecesaria. Más allá del fin
lucrativo presente en general en los actos mercantiles, la realidad es que nun-
ca existieron diferencias de estructura, naturaleza o funcionamiento entre un
.C
contrato civil y un contrato comercial. Por si fuera poco, ambos códigos se
ocupaban de garantizar recíprocamente la aplicación subsidiaria de sus nor-
mas. Entonces, la única consecuencia práctica relevante de aquella división era
la competencia judicial, civil o comercial, según el supuesto, y sólo para las
DD
jurisdicciones que mantienen un sistema de fueros separados.
articulado, con la dispersión provocada por los diversos estatutos sectoriales fija-
dos por leyes especiales (sociedades, seguros, concursos y quiebras, navegación,
marcas, cheques, etc.), mientras que el eje normativo se desplazaba del comer-
ciante individual a la empresa, concentrando el interés en el derecho societario.
Por otro lado, la vetustez del Código Civil de Vélez Sarsfield. Era un código
decimonónico, pensado para una sociedad de esa época, que dedicaba una
mayor preocupación a los daños causados por animales que a los provocados
por las cosas (A. ALTERINI), y que ni siquiera mencionaba a las máquinas
(GOLDEMBERG). Algunas disposiciones eran fiel reflejo del atraso histórico
del que había quedado preso el ordenamiento civil, como el art. 1130 o el art.
2545. La reforma promovida por la ley 17.711 en 1968 significó un verdadero
cambio de paradigma en varios de los contenidos centrales del ordenamiento
civil durante algunas décadas, pero ello ya no alcanzaba para cubrir la necesi-
61
OM
comerciales en dos sentidos: se establece una parte general única y se incorpo-
ra al ordenamiento unificado una cantidad de tipos de contratos mercantiles
provenientes del Código de Comercio y de leyes especiales, además de la tipi-
ficación de nuevas formas contractuales.
.C
contratos el bloque de los arts. 957 a 1707. Las normas se emplazan dentro del
Libro Tercero (“Derechos personales”) y comprenden los Títulos II (“Contratos
en general”), III (“Contratos de consumo”) y IV (“Contratos en particular”).
En la parte general se desarrollan los principales contenidos que compo-
DD
nen la teoría general del contrato tradicional. Las primeras normas introduc-
torias definen el instituto y consagran los principios cardinales del contrato
paritario, y a continuación, se establecen los criterios básicos de clasificación
de los contratos. El tratamiento de los elementos esenciales se inicia con el
consentimiento. Para ello, se designan las reglas principales en lo que hace a la
LA
62
OM
ser de otro modo, se abordan los contratos tradicionales del viejo Código Civil
(compraventa, permuta, locación, obra, servicios, mandato, depósito, mutuo,
comodato donación, fianza, renta vitalicia, juego y apuesta, cesión de dere-
chos) y las figuras mercantiles provenientes del derogado Código de Comercio
y de leyes especiales (transporte, consignación, corretaje, cuenta corriente, lea-
sing, contratos asociativos, fideicomiso). A más de ello, son varias las nuevas
tipificaciones incorporadas: suministro, contratos bancarios (depósito, cuenta
.C
corriente, préstamo, descuento, apertura de crédito, caja de seguridad, custo-
dia de títulos), factoraje, agencia, concesión, franquicia, transacción, arbitraje.
layable para su configuración el hecho de que está celebrado por una persona
u órgano estatal (centralizado o descentralizado) en ejercicio de la función
administrativa. Y aunque su matriz no difiera radicalmente del contrato de
derecho privado, la presencia de la administración como persona jurídica del
derecho público, le confiere un rasgo propio a partir de las prerrogativas espe-
ciales que tiene el Estado como poder público, que se traducen en cláusulas
FI
lidad pública determina, como uno de los rasgos diferenciales con respecto al
derecho común un método reglado de selección del cocontratante privado.
Entre los principales contratos administrativos cabe mencionar el de obra pú-
blica, el de concesión de servicio público y el de suministro.
Se ha hablado también de una categoría de contratos privados de la ad-
ministración, que son los celebrados por el Estado cuyo objeto pertenece al
derecho privado (p.ej., compraventa o locación de inmuebles, operaciones
bancarias de la banca estatal con sus clientes), en los que se aplica en lo perti-
63
nente el derecho civil y comercial, pero sin que ello importe dejar de lado los
principios de los contratos administrativos (el fin público se persigue en forma
mediata), ni variar la competencia y el procedimiento.
Por su parte, el derecho del trabajo tiene como eje de su regulación el con-
trato de trabajo.
OM
La Ley de Contrato de Trabajo lo define en su art. 21 como aquel que se
configura cuando “una persona física se obligue a realizar actos, ejecutar obras
o prestar servicios en favor de la otra y bajo la dependencia de ésta, durante un
período determinado o indeterminado de tiempo, mediante el pago de una remu-
neración”.
Hace a la fisonomía del contrato de trabajo la sujeción de sus cláusulas,
forma y condiciones de la prestación a disposiciones de orden público, que
.C
conforman un núcleo duro en salvaguarda de los derechos del trabajador en su
vínculo con el empleador. Las normas imperativas, emanadas de la LCT, leyes
complementarias, estatutos y convenciones colectivas de trabajo, que tiñen
completamente la regulación laboral, aseguran una cantidad de prerrogativas
DD
irrenunciables, entre las que pueden resaltarse: salario mínimo vital y móvil,
derecho a una indemnización tarifada en caso de despido, jornada limitada de
trabajo, cobertura de contingencias laborales, licencias especiales, etc. Estas
notas indisponibles dejan un muy estrecho radio de acción a la autorregula-
ción y lo distinguen del contrato privado clásico, en el que campea, en mayor
LA
o menor medida, la libertad de configuración. Por eso, puede decirse que las
normas del derecho laboral, en tanto ordenamiento protectorio, tienen mayor
afinidad con las del derecho del consumidor, pues están concebidas a partir de
la misma lógica de tutela al polo débil de la relación jurídica.
En cuando al derecho internacional privado, éste comprende una multipli-
cidad de disciplinas entre las que se destaca la de los contratos.
FI
64
OM
7. Función económica y social del contrato
7.1 El contrato como operación económica
Desde siempre se ha referido que el contrato es el instrumento práctico que
permite realizar las más variadas finalidades de la vida económica y la satisfac-
.C
ción de las necesidades humanas. El contrato es el mecanismo a través del cual
se instrumenta el intercambio de bienes y servicios en el mercado.
Cabe precisamente reconocer que el presupuesto económico del contrato
DD
reside en la necesidad de acceso a los bienes y servicios, y que para ello, es me-
nester un marco económico que lo propicie, y éste no es otro que el sistema de
economía capitalista de acumulación privada (GHERSI).
Este presupuesto indispensable tiene como plataforma la consolidación de
la propiedad privada con un cúmulo de facultades casi irrestrictas y la ga-
rantía estatal de la libertad en la actividad económica. La concepción liberal
LA
tos agentes que operan en el mercado. Es entonces cuando las instituciones del
orden jurídico deben hacerse presentes para reducir las incertidumbres nego-
ciales, establecer reglas de asignación de los derechos patrimoniales y distribuir
los riesgos del modo más equitativo y eficiente. Incluso desde la escuela del
análisis económico del derecho se postula la necesidad de que las normas po-
sitivas puedan operar como un complemento de la voluntad de las partes, con
el fin de producir un ahorro en los costos de transacción (SCHAFER y OTT).
Relativizar el modelo ideal de eficiencia económica no implica pretender
65
OM
trato partiendo de los valores fundamentales, humanidad y dignidad, y aten-
diendo a la justicia, equidad, seguridad, orden y paz social (A. ALTERINI).
.C
patrimoniales que determinan la circulación de los bienes se justifican y son
reconocidos por el ordenamiento según su utilidad social.
El contrato actual ya no es un asunto de exclusiva injerencia de los parti-
culares que en él intervienen, sino que trasciende sus intereses y se transforma
DD
en una institución de convivencia social que debe privilegiar la solidaridad y
el bien común.
Desde la reforma legislativa civil de 1968 nuestro país adscribió a esta con-
cepción social del contrato, en concordancia con el nuevo ideario filosófico.
A su turno, la normativa de protección del consumidor reafirmó el solida-
LA
rismo y fijó límites más precisos al poder de imposición del contratante pode-
roso, para el que las reglas clásicas ya no brindaban soluciones apropiadas. El
reconocimiento del desequilibrio estructural entre empresarios y consumido-
res es el basamento de la legislación de consumo.
Una evidencia no menor de la variación filosófica operada en la función so-
cial que hoy debe reconocerse a la relación contractual, es la que proporciona
FI
66
OM
regulados por el contrato) interfiera en el funcionamiento y sustentabilidad
del ambiente y del patrimonio cultural.
.C
DD
LA
FI
67
.C
la teorÍa del contrato
DD
SUMARIO: 1. Del contrato clásico al contrato contemporáneo.
1.1. Fundamentos filosóficos del contrato privado. 1.2. Fisonomía
del modelo tradicional de contrato. 1.3. Transformaciones sociales
y económicas: el modelo de contrato masivo. 1.4. Paradigmas del
contrato contemporáneo. 2. Evolución del contrato en el derecho
positivo argentino. 2.1. Primera etapa: el contrato en el Código Ci-
LA
69
OM
culación e intercambio de bienes y servicios en la sociedad, y constituye, a su
vez, una de las manifestaciones fundamentales de la actividad de la persona en
convivencia social. Al concluir un contrato, las partes se reconocen recípro-
camente su autodeterminación y se respetan en su calidad de personas, toda
vez que regulan sus relaciones por medio de un acuerdo y no de una decisión
autoritaria (DÍEZ-PICAZO).
En su concepción tradicional, el contrato es visto como una coordinación
.C
de intereses entre particulares, al que se arriba como resultado de un proceso
de negociación de los contratantes en pie de igualdad. Esta consideración co-
rresponde al estado de la ciencia del derecho del siglo XIX, en el que reinaba
el paradigma del contrato de negociación individual, basado en el valor de la
DD
voluntad como fuente normativa por excelencia y donde el mero consenso era
suficiente para obligar.
Pero esto no ha sido siempre así. En el antiguo derecho romano no bastaba
el mero acuerdo de voluntades para crear una obligación y conferir accio-
nes al acreedor, sino que se requería revestirlo de ciertas ritualidades. Podían
consistir, en el caso de los contratos verbales en proferir palabras solemnes
LA
70
OM
En la actualidad, el derecho continental europeo, de base romano-germá-
nica, recoge en sus distintos códigos la noción “consensualista” del contrato,
que reconoce la fuerza obligatoria del acuerdo desde que las partes manifies-
tan su voluntad, aunque sometido a una regulación legal exhaustiva. En este
sentido, merece destacarse la iniciativa del Código Europeo de Contratos, que
intenta condensar las concepciones doctrinarias más aceptadas sobre las reglas
generales de los contratos y armonizar la legislación civil y comercial de los
.C
países del viejo continente. Los códigos civiles latinoamericanos, incluido el
argentino, responden al modelo del derecho continental europeo.
Por su parte, el derecho contractual anglosajón (common law), de origen
jurisprudencial y consuetudinario con eje en el valor del precedente, exhibe
DD
una lógica casuística que carece de sistematizaciones generales y en el que la
regulación legal de las relaciones contractuales es más bien escasa. Esto explica
la tendencia a la redacción de contratos de larga extensión. Los contratos tie-
nen como base la promesa. Empero, para dar lugar a un contrato y habilitar
la protección jurídica que a éste se le concede, la promesa debe estar acom-
LA
71
OM
convenciones (pacta sunt servanda), con alcance restringido a las partes que
la otorgaron (principio de efecto relativo). Una vez que los contratantes ma-
nifestaron libre y válidamente su voluntad, no pueden desvincularse de los
derechos y obligaciones acordados.
Es así que en el pensamiento liberal que inspiró la doctrina clásica del
contrato y que visualizaba a los contratantes como seres abstractos, la igual-
dad era un valor entendido. Por ende, la única fuente de la obligatoriedad de
.C
los contratos residía en la voluntad de las partes, lo que significa erigirla en
un núcleo con aptitud creadora de derecho. Para la doctrina consensualista a
ultranza, toda interferencia del legislador o del juez comportaba una situación
injusta e inadmisible.
DD
No obstante, desde una perspectiva económica, ya durante la vigencia his-
tórica de la matriz artesanal de generación de bienes y servicios, el tiempo
fue desnudando una realidad distinta, que mostraba una relación asimétrica
de poder entre las partes contratantes. Esa diferenciación en el poderío eco-
nómico se basaba en el proceso de acumulación centrado en la ocupación de
LA
que se aviene con personas que sólo contratan esporádicamente, o con empre-
sarios con un modo de producción artesanal que sólo operan sobre pedidos, o
cuando se trata de prestaciones sumamente diferenciadas (DÍEZ-PICAZO).
De allí que, en el ámbito negocial de los particulares, el paradigma del con-
trato individual, asiento originario de la dogmática contractual, evidenció una
72
OM
A principios del siglo XX, se advierten en Europa con mayor nitidez las
grandes transformaciones económicas y sociales operadas y cómo éstas alteran
las condiciones de contratación privada.
Es evidente que el sistema de producción de bienes es el antecedente direc-
to del modelo de contrato. A la producción seriada le corresponde un mercado
masificado y esto conforma una estructura que necesita una herramienta jurí-
dica homogénea que regule la relación entre los empresarios y los consumido-
.C
res (GHERSI). Por eso, el gran fenómeno expansivo de la contratación pasa
a ser el contrato por adhesión bajo condiciones negociales generales, surgido
como derivación de la producción en serie y el consumo masivo y con el ob-
jetivo de disminuir los costos de transacción.
DD
Este fenómeno de predisposición del contenido de los contratos de manera
unilateral y uniforme se torna inherente a las sociedades industrializadas mo-
dernas y domina casi todos los sectores de la vida privada (LIMA MARQUES).
La adaptación del contrato a los cambios operados en la sociedad tuvo,
entre sus principales manifestaciones, la formulación de nuevas técnicas de
LA
contratación creadas para dar respuesta a los intereses del polo más fuerte,
dando lugar en gran medida a un contrato injusto. Se revelaba así que la pro-
clamada igualdad de los individuos frente a la contratación representaba tan
solo una especulación teórica, por no decir que directamente era una ficción.
El contrato comenzó a prestarse para ser un instrumento de opresión eco-
nómica, especialmente cuando uno de los contratantes intervenía en situación
FI
73
OM
La masividad en la producción y en el consumo ya había determinado
correlativamente en las últimas décadas un efecto de masificación de los da-
ños, al multiplicar los riesgos materiales a los que se encontraba sometida la
comunidad.
Posteriormente, la era de lo que se ha dado en llamar “sociedad postin-
dustrial”, caracterizada principalmente por la revolución de las tecnologías de
la información y la comunicación, la globalización de los mercados, el pasaje
.C
a una economía basada en los servicios y la concentración del capital en el
sector financiero, produjo grandes transformaciones en el campo social y el
surgimiento de diversas situaciones de vulnerabilidad de la persona.
Por una parte, los trabajadores amenazados por las tendencias de flexibi-
DD
lización de las condiciones de trabajo. Al mismo tiempo, los consumidores
afectados por nuevas realidades de daños masivos y también por la notoria
tendencia a adoptar hábitos de consumo excesivo y superfluo (consumismo),
que además de no resultar sustentables, coloca a muchas familias en la cauti-
vidad del “sobreendeudamiento”.
LA
74
OM
ra al contratante en un rol especial al que le asigna normas de tutela de carác-
ter imperativo, y cuya configuración requiere la coexistencia de componentes
subjetivos, vinculados con la calidad de los sujetos intervinientes y el destino
de los bienes o servicios contratados, y objetivos, referentes a la naturaleza del
acto celebrado.
Se trata de una idea superadora de lo que fue el derecho especial de quienes
intervienen en el sistema de distribución de bienes y servicios (comerciantes),
.C
que es sustituido por un sistema de protección de los destinatarios finales
(consumidores).
Concierne a la fisonomía del contrato de consumo una reglamentación
que restringe la libertad de autorregulación con el objeto de compensar la
DD
asimetría informativa, prevenir contra las prácticas comerciales abusivas, im-
poner contenidos mínimos a los contratos, establecer deberes de comporta-
miento a lo largo de toda la vigencia del negocio y vedar la procedencia de
cláusulas abusivas.
Las notas apuntadas revelan que el régimen de protección del consumidor,
LA
argentino
2.1 Primera etapa: el contrato en el Código Civil de Vélez Sarsfield
2.1.1 Principios fundamentales. Autonomía de la voluntad. Fuerza
75
OM
que disponía el sometimiento de las partes al contrato “como a la ley misma”,
La norma subsume en un orden lógico indudable la libertad de contratar en
su más amplia expresión, libertad de concertación y de configuración, y se
concreta textualmente en la fuerza obligatoria que emana del contrato.
El valor vinculante de la voluntad contractual no es otra cosa que el res-
peto a la palabra empeñada, cuya inobservancia habilita los mecanismos de
ejecución.
.C
Como si fuera poco, el propio Vélez Sarsfield se encargó de aventar cual-
quier atisbo de revisión contractual, por ser refractaria dogma individualista,
en la nota final al Título 1, Sección Segunda, Libro Segundo (posterior a la
nota al art. 943), en lo que representa una suerte de “declaración de princi-
DD
pios” del codificador. Este posicionamiento reforzaba más aún la fuerza vin-
culante del contrato.
Completaba la trilogía de las pautas cardinales el principio de efecto rela-
tivo de los contratos fijado por los arts. 1195 y 1197. Las consecuencias del
contrato afectan únicamente a las partes intervinientes, con expresa exclu-
LA
sión de los terceros. La restricción, fijada por el antiguo art. 1199, reconoce
dos vías. De un lado, los terceros no pueden invocar derechos emanados de
un contrato en el que no participan. Del otro, tampoco es dable imponerles
cargas o deberes que derivan de un contrato ajeno. En ambos casos, existen
excepciones que la doctrina identifica como contratos a favor de terceros y
contratos a cargo de terceros.
FI
76
OM
contenía múltiples referencias a la moral y las buenas costumbres (arts. 21,
502, 503, 953, entre otros), lo que permite afirmar que la regla estaba presente
en todo el ámbito negocial, tanto del acto jurídico como del contrato, en el
objeto y en la causa fin.
No puede pasarse por alto lo normado por el art. 2513 original del Códi-
go derogado, por su gran significación simbólica. La disposición otorgaba al
derecho de dominio un carácter absoluto y confería al titular facultades om-
.C
nímodas que le permitían incluso desnaturalizar, degradar o destruir la cosa
objeto de la propiedad. Estas potestades verdaderamente antisociales propias
del más crudo individualismo podrían ser vistas como compatibles con las
reglas de contratación imperantes en la época.
DD
Todo ello determinó que el método de interpretación utilizado en el dere-
cho contractual argentino se inspirara en el modelo liberal-individualista con
sustrato en la autonomía de la voluntad, sin otras restricciones que el orden
público y las buenas costumbres. Dicho modelo tuvo un claro protagonismo
prácticamente hasta 1968.
LA
Creemos preciso dejar sentado desde ya que el actual Código Civil y Co-
mercial no es ajeno a estas directrices rectoras del contrato clásico. Veamos:
a) Reafirma el principio de libertad contractual en el art. 958: “Las partes
son libres para celebrar un contrato y determinar su contenido”.
b) Consagra el principio de fuerza vinculante en el art. 959: “Todo con-
trato válidamente celebrado es obligatorio para las partes. Su contenido
FI
77
OM
o lesivos de los derechos ajenos” (art. 1004). Contempla asimismo los
efectos del acto en fraude a la ley (“El acto respecto del cual se invoque
el amparo de un texto legal, que persiga un resultado sustancialmente
análogo al prohibido por una norma imperativa, se considera otorgado en
fraude a la ley. En ese caso, el acto debe someterse a la norma imperativa
que se trata de eludir”).
2.1.2 Bases constitucionales: Constitución de 1853
.C
No debe desconocerse que los principios establecidos en la Carta Magna
configuran un derecho positivo fundamental que influye y demarca el de-
sarrollo de las instituciones del derecho común. Existe un parangón entre
la fisonomía de la Constitución en cada una de sus etapas históricas y la del
DD
derecho privado.
En la labor de reconocer las bases constitucionales de los grandes princi-
pios tradicionales de la contratación, es menester reparar en el constitucio-
nalismo clásico al que adscribe la Constitución Nacional de 1853, signado
fundamentalmente por el objetivo de proveer a la defensa de los derechos y
LA
78
OM
2.2 Segunda etapa: el contrato en el Código Civil reformado por la ley
17.711
2.2.1 Crisis de los principios clásicos. Intervención estatal. Revisión
del contrato
Las grandes mutaciones operadas en la sociedad transformaron los inter-
cambios patrimoniales y los ordenamientos jurídicos debieron intervenir la
.C
regulación del contrato para preservar o restablecer la justicia conmutativa y
proteger al polo más débil de la relación.
En particular, la estandarización del contenido contractual, sumada a la
ausencia de deliberación, hizo del contrato un instrumento de dominación
DD
económica que tornó ilusorio el dogma clásico de la autonomía de la volun-
tad. La crisis de los principios cardinales obligó a proyectar desde la dogmática
jurídica límites a dichas imposiciones.
Con la contratación masiva y el fenómeno de la adhesión, se produce un
acotamiento de la libertad de regular el contenido del contrato, que pasa a ser
LA
tual y la necesidad de intervención del Estado ya había sido reflejada por añeja
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En el célebre
caso “Ercolano” (1922), el Máximo Tribunal avaló el congelamiento de los
alquileres establecido por la ley 11.157, dictada ante la crisis habitacional de
la época, lo que suponía una severa restricción a la libertad de configuración.
Años más tarde, en otro famoso precedente (“Cine Callao”, 1960), la Corte
llegó a legitimar un avance sobre la propia libertad de concertación, al con-
validar la constitucionalidad de una norma que obligaba a los empresarios a
contratar un “número vivo” dentro de las exhibiciones cinematográficas, por
considerarla una limitación razonable de los derechos individuales.
Tal intervención o “dirigismo” estatal se comenzó a concretarse mediante
mecanismos y acciones de todos los poderes del Estado: del Poder Ejecutivo,
a través de la labor de organismos administrativos de control previo (por caso,
79
OM
declara la invalidez de cláusulas abusivas en contratos por adhesión).
Es lógico inferir que esta necesidad de revisión judicial de las cláusulas
contractuales abusivas contribuye a relativizar el principio de fuerza obligato-
ria de los contratos. De otro modo, la aplicación estricta de lo que las partes
acuerdan sin una necesaria revisión, redunda en una situación de inequidad
para una de ellas y se transforma en una fuente de injusticia contractual (R.
STIGLITZ).
.C
Adicionalmente, se atenúa el rigor del principio de efecto relativo, a raíz de
fenómenos como la conexidad de contratos unidos por una finalidad común,
que permiten la proyección de responsabilidad a sujetos formalmente ajenos
al negocio individual.
DD
La pérdida de vigencia de los postulados cardinales edificados sobre la base
de la autonomía de la voluntad, llevó a concluir que la libertad contractual
únicamente puede concebirse como una delegación estatal a la voluntad de los
individuos (MOSSET ITURRASPE), sujeta a control y con las limitaciones
que le impone el propio ordenamiento. El orden jurídico actual no puede
LA
80
OM
a) Abuso de derecho. En consonancia con el deber del Estado de reglamen-
tar mediante las leyes el ejercicio de los derechos, se infiere que éstos deben
ejercerse en armonía con la comunidad y de modo solidario. El reconocimien-
to de la función social de los derechos subjetivos es una evidencia de que no
tienen un carácter absoluto. Esta relatividad de los derechos es la que confiere
marco constitucional a la denominada teoría del abuso del derecho, como
principio fundamental del ordenamiento.
.C
Entre los distintos criterios de calificación del acto abusivo, la directiva
expresada por el art. 1071 del Código Civil adscribió a la corriente objetivista
mediante una fórmula múltiple, según la cual se reputa antifuncional el ejer-
cicio de los derechos cuando se contrarían los propios fines de su reconoci-
DD
miento normativo, así como cuando se exorbitan los límites impuestos por la
buena fe y la regla moral.
El art. 10 del Código Civil y Comercial, si bien emplea el mismo esque-
ma que el viejo 1071, lo ubica como estándar general para el ejercicio de los
derechos dentro del título preliminar. El precepto aporta un sentido más ope-
LA
rativo a la norma al instar al juez a evitar los efectos del acto abusivo, procurar
reponer la situación anterior y fijar una indemnización (párr. 3°). Además, se
establece que el principio incluye los casos de abuso de posición dominante en
el mercado, sin perjuicio de lo normado en disposiciones especiales (art. 11).
Para su aplicación se necesita un comportamiento derivado de un derecho
reconocido por la ley, pero ejercido irregularmente con perjuicio injusto a
FI
otro sujeto. Dados estos presupuestos, el acto abusivo es una fuente especial
de responsabilidad que opera como factor objetivo, sin requerir de culpa para
su configuración.
Aplicado a la teoría del contrato, se trata de un remedio general que ha-
bilita la revisión de lo acordado cuando uno de los cocontratantes abusa del
81
OM
Actualmente, la figura se encuentra regulada en el art. 332 del Código
Civil y Comercial.
Su configuración contempla un doble componente subjetivo que exige,
en el sujeto pasivo o lesionado, una situación de inferioridad caracterizada, ya
sea por la necesidad (situación de carencia material o espiritual que restringe
la libertad de decisión), por la debilidad psíquica (estado de déficit en el ra-
zonamiento que puede provocar un obrar irreflexivo o de escasa conciencia),
.C
o por la inexperiencia (ausencia de conocimiento o práctica que favorece el
sometimiento a una situación de poder). En la actualidad, la inexperiencia de
la que habla la norma admite una relectura especial en las relaciones de consu-
mo como ineptitud negocial o la falta de habitualidad en el intercambio. En
DD
el obrar del sujeto activo o lesionador se requiere la explotación o aprovecha-
miento de aquellas circunstancias de vulnerabilidad de la otra parte con el fin
de tomar ventajas negociales.
Como elemento objetivo, la norma requiere que se concrete una inequiva-
lencia de las prestaciones, definida como “ventaja patrimonial evidentemente
LA
82
sumisión plena y sin paliativos a la letra del contrato, aun ante la alteración
de la base fáctica que rodea al negocio, puede conducir a resultados injustos.
Con el propósito de evitar que la estricta aplicación de los términos pacta-
dos por las partes en un contrato oneroso de ejecución diferida o continuada,
atravesado por acontecimientos imprevisibles durante su devenir, conlleve a
OM
un desajuste exagerado de la ecuación económica, es que se admite la recom-
posición del equilibrio del sinalagma.
La ley 17.711 positivizó la doctrina de la imprevisión contractual en el
art. 1198 del Código Civil, a partir del párrafo segundo. El Código Civil
y Comercial lo regula en el art. 1091. Para su operatividad es necesaria una
alteración extraordinaria de las circunstancias existentes al tiempo de la cele-
bración del contrato por causas sobrevinientes ajenas a los contratantes y que
.C
determine una excesiva onerosidad para una de las partes.
El instituto será estudiado con mayor detenimiento más adelante en el
marco de los efectos particulares de los contratos.
d) Buena fe. El principio de buena fe contractual no había sido previsto en
DD
forma expresa por Vélez Sarsfield. No obstante, el art. 1198 original parecía
referirse a éste de manera implícita, aunque limitadamente, al establecer que
“Los contratos obligan no sólo a lo que esté formalmente expresado en ellos, sino
a todas las consecuencias que puedan considerarse que hubiesen sido virtualmente
comprendidas en ellos”.
LA
83
temporal del negocio, incluso durante las tratativas preliminares (arts. 961 y
991), y como criterio general de interpretación de los contratos (art. 1061).
2.2.3 Bases constitucionales: reforma constitucional de 1957
Con el constitucionalismo social, cuyo advenimiento se emplaza luego de
la Primera Guerra Mundial, se produce una superación del liberalismo origi-
OM
nal, marcada por la incorporación de los derechos sociales y económicos.
Se parte de la premisa de que la mera declamación de los derechos resultó
insuficiente para garantizar su efectivo goce, y por ende, el pleno desarrollo de
la persona humana. Se requiere que el Estado active de manera efectiva la pro-
moción global de los derechos del hombre (“Estado de bienestar”), y propicie
las condiciones necesarias capaces de allanar los condicionamientos económi-
cos y sociales (y también educativos y culturales) que los tornan inaccesibles o
.C
de difícil concreción para una buena parte de los habitantes.
La igualdad abandona su molde formal y pasa a ser entendida como una
igualdad de oportunidades. El hombre es considerado no ya en su individua-
lidad sino en cuanto miembro o integrante de un grupo al que sus intereses se
DD
encuentran ligados (familia, asociaciones intermedias, empresa, etc.).
En consonancia con estos postulados, la reforma constitucional de 1957
introdujo el art. 14 bis, con la enunciación de los derechos del trabajador y de
la seguridad social, conocidos como derechos de “segunda generación”.
Debe repararse que en la Constitución argentina, el constitucionalismo
LA
84
Del modo que fue diseñado el régimen especial, el derecho del consumidor
pasó a configurar un subsistema normativo dentro del derecho privado, esto
es, una regulación particular, coexistente y complementaria de las normas del
sistema general de derecho privado del ordenamiento de fondo en todos los
aspectos que no estuvieran expresamente modificados.
OM
Aun con sus imperfecciones, la Ley de Defensa del Consumidor permitió
afianzar los derechos de los consumidores y usuarios en nuestro país a través de
diversas soluciones sustanciales, tales como los deberes de información y segu-
ridad (arts. 4º a 6º), el valor vinculante de la oferta al público y la integración
de la publicidad al contenido del contrato (arts. 7º y 8º), las garantías por in-
adecuación de bienes y servicios (arts. 11 y ss.), la revocación de la aceptación
en los contratos concluidos fuera del establecimiento comercial y a distancia
.C
(arts. 32 a 34), el control de cláusulas abusivas (art. 37), la responsabilidad por
accidentes de consumo (art. 40).
Entre las varias enmiendas a la ley 24.240 tuvo especial trascendencia la
ley 26.361, por la notable ampliación del ámbito protectorio del régimen de
DD
consumo, que comenzó a subsumir la mayor cantidad de relaciones jurídicas
entre particulares y a relegar al derecho común a una esfera de regulación casi
residual en materia de contratos y responsabilidad por daños.
La reforma implementada por la ley 26.994 (aprobatoria del Código Civil
y Comercial), efectuó algunos ajustes al texto hasta entonces vigente con el
LA
85
OM
El CCyC reconoce expresamente los derechos de incidencia colectiva y fija
una cierta prelación jerárquica a partir de limitaciones al ejercicio de los dere-
chos individuales cuando éstos entran en colisión con los derechos colectivos,
al disponer que: a) “La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos indivi-
duales cuando pueda afectar al ambiente y a los derechos de incidencia colectiva en
general” (art. 14); b) el ejercicio de los derechos individuales sobre los bienes
“debe ser compatible con los derechos de incidencia colectiva” y “conformarse a las
.C
normas del derecho administrativo nacional y local dictadas en el interés público
y no debe afectar el funcionamiento ni la sustentabilidad de los ecosistemas de la
flora, la fauna, la biodiversidad, el agua, los valores culturales, el paisaje, entre
otros” (art. 240).
DD
También como parte de la nueva realidad negocial, la recepción del fenó-
meno de conexidad contractual en el Código (arts. 1073 a 1075) materializa
las elaboraciones doctrinarias y define un marco de actuación de la teoría en
materia de efectos del contrato frente a terceros. En numerosas ocasiones, la
proyección y realización de un negocio requiere de la coordinación de diversos
LA
86
A su vez, el nuevo eje del sistema de derecho privado son las normas que
conforman el “bloque de constitucionalidad” integrado por la Constitución y
los tratados de derechos humanos que la integran (art. 75, inc. 22, CN).
Un muestrario de ello son los nuevos principios y garantías consagrados
en la reforma (derechos de “tercera generación”), tales como los renovados
OM
derechos políticos (arts. 36 a 40), el derecho a un ambiente sano y equilibrado
para las generaciones actuales y futuras (art. 41), los derechos de los consumi-
dores y usuarios (art. 42) y las garantías del amparo contra actos de autoridad
pública o de particulares y del hábeas corpus (art. 43).
En orden a la evolución del contrato privado, cabe detenerse en la cláusula
del art. 42. Consagra el reconocimiento de los derechos básicos del consumi-
dor en la relación de consumo, a saber: derecho a la protección de su salud,
.C
seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la
libertad de elección; y a condiciones de trato equitativo y digno. No hay dudas
de la compatibilidad de la norma constitucional con el paradigma dominante
del contrato de consumo en el escenario negocial.
DD
En la misma línea, el Código Civil y Comercial de la Nación consolida en
forma definitiva el proceso de constitucionalización del derecho privado y la
aplicación del bloque de constitucionalidad como fuente esencial del derecho
privado y directiva de interpretación de la ley, según lo determinan sus pri-
meras disposiciones: “Los casos que este Código rige deben ser resueltos según las
LA
leyes que resulten aplicables, conforme con la Constitución Nacional y los tratados
de derechos humanos en los que la República sea parte” (art. 1°); “la ley debe ser
interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las
disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los
valores jurídicos, de modo coherente con todo el ordenamiento” (art. 2°).
FI
87
89
OM
y excluyentes, aunque con algunas divergencias en la regulación.
Dentro de estas diferencias, la más saliente es la eliminación de la categoría
de los contratos reales. En el ordenamiento actual, todos los contratos son
considerados consensuales y se perfeccionan con el mero consentimiento, sin
necesidad de entrega de un bien. La doctrina autoral propugnaba desde largo
tiempo la supresión legislativa del género de los contratos reales, cuya subsis-
tencia sólo se explicaba como resabio histórico, por la escasa o nula utilidad
.C
que aportaba. Además de ello, no dejaba de ser una complicación para los ac-
tos encuadrados en la categoría derogada (depósito, mutuo, comodato, renta
vitalicia), que se impidiera la conclusión del negocio con el acuerdo de vo-
luntades y se le otorgara al consentimiento únicamente el valor de una simple
DD
promesa de contrato, sin posibilidad de exigir la ejecución de dicha promesa
ni de esgrimir una acción de cumplimiento contractual.
Cabe recordar aquí que, además de los criterios clasificatorios que estu-
diaremos en este capítulo y que el legislador expone esquemáticamente, el
CCyC introduce una categorización previa y superior de los tipos generales de
LA
introductorias.
lo que no significa que todos los otorgantes asuman obligaciones. Pues bien,
este criterio de clasificación se centra precisamente en la cantidad de obligados
que resulta del acuerdo de voluntades.
Es la primera de las clasificaciones legales que presenta el Código Civil y
Comercial. El art. 966 establece que son bilaterales los contratos en los que
“ambas partes se obligan recíprocamente la una hacia la otra”, mientras que en
los unilaterales “una de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede obli-
gada”. Puede decirse entonces que en los contratos bilaterales ambas partes son
90
OM
reglas de los contratos bilaterales (art. 966, in fine).
La determinación de la categoría bilateral o unilateral se efectúa al momen-
to de perfeccionamiento del contrato, es decir, según el sinalagma genético.
Esto implica que el contrato es bilateral, si la reciprocidad de obligaciones
existe al tiempo de la celebración, y unilateral, si a ese momento derivan obli-
gaciones para una sola de las partes contratantes. Es menester aclararlo pues
la doctrina identificaba un tercer género al que denominaba como contratos
.C
bilaterales imperfectos, en los que la prestación a cargo de la parte no obli-
gada originalmente nacía recién en la etapa de cumplimiento del contrato
(sinalagma funcional). Encuadraba en esta noción, por ejemplo, el mandato
gratuito, que obliga al mandatario a realizar los actos en interés del mandante
DD
sin obtener retribución, pero con el derecho de reclamarle el reembolso de
los gastos incurridos en la ejecución del mandato, si los hubiere. El CCyC no
reconoce esta clase.
Pertenece a la categoría de bilaterales la mayoría de los contratos típicos,
como la compraventa. Los contratos unilaterales son la donación, el mandato
LA
(gratuito), la fianza.
De la ubicación dentro de uno u otro género derivan diversas consecuen-
cias. Esto significa que los contratos bilaterales producen efectos particulares
distintos a los de los unilaterales.
Ello es así por cuanto los contratos bilaterales tienen como dato saliente de
su función económica la interdependencia de las prestaciones, lo que determi-
FI
con las de los demás, sino que contribuyen a la consecución de un fin común.
La interrelación obligacional de los contratos bilaterales torna aplicables
algunas consecuencias prácticas que, por lógica inferencia, no atañen a los
unilaterales. Aquí las presentaremos.
a) Suspensión del cumplimiento. Cuando un contrato bilateral recae so-
bre obligaciones de cumplimiento simultáneo, el incumplimiento de
una de las partes autoriza a la otra a suspender la ejecución de la pres-
tación a su cargo hasta tanto aquélla cumpla u ofrezca cumplir (art.
91
OM
b) Resolución por incumplimiento. De la interdependencia funcional de
las prestaciones resulta que una parte tiene el derecho de resolver total
o parcialmente el contrato si la otra parte lo incumple (art. 1083).
Esta facultad resolutoria por incumplimiento puede emanar de una
cláusula contractual expresa (art. 1086), o bien, de la previsión legal
que la considera implícita en los contratos bilaterales (art. 1087).
c) Efectos de la extinción del contrato. Según el art. 1081, la extinción
.C
de un contrato bilateral determina como consecuencias que la restitu-
ción deba ser recíproca y simultánea y que las prestaciones cumplidas
queden firmes y produzcan sus efectos en cuanto resulten equivalen-
tes, divisibles y hayan sido recibidas sin reserva.
DD
d) Lesión. La aplicación del remedio negocial de la lesión del art. 332
requiere la configuración de una “ventaja patrimonial evidentemente
desproporcionada”, lo que presupone la existencia de obligaciones re-
cíprocas que permitan medir la falta de equivalencia económica entre
una y otra y propender a su eventual reajuste equitativo.
LA
92
OM
(el comodato, siempre; el depósito y el mutuo, cuando se pacta la gratuidad).
Tal como se examinará en el punto siguiente, los contratos onerosos se
subdividen en conmutativos y aleatorios.
Nada impide que ciertos contratos gratuitos contengan estipulaciones que
los tornen total o parcialmente onerosos, como sucede con las donaciones con
cargo, remuneratorias y mutuas.
La mayor parte de los contratos regulados por el Código Civil y Comercial
.C
son onerosos, por ejemplo, la locación. Son a título gratuito, por definición,
la donación, la fianza y el comodato. En cambio, en contratos como el de ser-
vicios, el mandato, el depósito, el mutuo o la renta vitalicia, la gratuidad de-
pende de la voluntad expresa de las partes, como elemento accidental del acto.
DD
Las prestaciones de los contratos onerosos deben guardar una razonable
relación de equivalencia en cuanto a los términos económicos del intercam-
bio. Este equilibrio del sinalagma merece amparo tanto en el plano genético
como funcional.
Como excepción, puede admitirse el vínculo de onerosidad en el que una
LA
93
OM
no brindan solución adecuada al conflicto, y el contrato que se juzga
es a título oneroso, debe interpretarse del modo que más favorezca el
interés de reciprocidad de las partes (art. 1068).
.C
sacrificios de su parte a cambio del beneficio obtenido. Este rasgo se aprecia
con particular intensidad en el caso de la donación, en tanto la liberalidad del
donante se traduce en la transmisión del dominio de una cosa al donatario.
Aquí las consecuencias más salientes.
DD
a) Mayor intensidad en las formalidades del acto. La necesidad de ga-
rantizar la reflexión de quien decide disponer de sus bienes a título
gratuito ha llevado a consagrar solemnidades absolutas para ciertos
contratos. Así, se establece la necesidad de otorgar por escritura pú-
blica, bajo pena de nulidad, las donaciones de inmuebles, de muebles
LA
94
OM
denamiento derogado y que el Código Civil y Comercial incluye en el art. 968
como una subclasificación de los contratos onerosos, dando por entendido
que para ambas clases debe existir reciprocidad de ventajas y pérdidas. Según
la norma citada, el contrato es conmutativo “cuando las ventajas para todos los
contratantes son ciertas”, y es aleatorio “cuando las ventajas o las pérdidas, para
uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto”.
Los contratos conmutativos permiten conocer objetivamente desde el ini-
.C
cio si las atribuciones patrimoniales son equivalentes o proporcionadas a los
sacrificios de los contratantes.
Por su parte, los contratos aleatorios tienen un matiz de incertidumbre por
la indeterminación del contenido final de las prestaciones comprometidas.
DD
Este concepto técnico de alea debe ser diferenciado de la idea de riesgo. En
sentido amplio, el riesgo es una contingencia general que conlleva cualquier
negocio (incumplimiento, insolvencia, incidencia de factores externos, etc.), y
en su noción más restringida, representa la probabilidad del acaecimiento de
un daño. Tampoco debe confundirse con la condición, ya que ésta es una mo-
dalidad del acto en la que el acontecimiento incierto afecta a la eficacia misma
LA
95
OM
que el área propia del negocio, de lo que se sigue que el comprador no podría
exigir al vendedor la restitución del precio abonado anticipadamente.
En cambio, nada obsta a la aplicación de la imprevisión al contrato aleato-
rio de ejecución diferida o continuada, si la prestación se torna excesivamente
onerosa por razones extrañas a su alea propia (art. 1091), o de la lesión, cuan-
do el desequilibrio de las prestaciones existe en el momento de la celebración
(p.ej., renta vitalicia cuyo valor de renta no guarda relación con la rentabilidad
.C
del capital).
da sólo para que produzcan sus efectos propios, por lo que, mientras no sea
satisfecha la formalidad prevista, no quedan concluidos como tales, sino que
valen como contratos en los que las partes se obligan a cumplir con dicha
formalidad. Es dable ejemplificar el caso con el contrato de compraventa in-
mobiliaria, donde el incumplimiento del requisito formal previsto por la ley
(escritura pública) no priva de valor al instrumento privado que se extienda,
pero obliga a las partes a concluir el contrato por escritura pública para que
produzca sus plenos efectos (arts. 1017, inc. a, y 1018).
96
OM
subespecie es el contrato de locación de cosa inmueble, que debe celebrarse
por escrito (art. 1188) solamente para facilitar su prueba en juicio, sin que
implique un requisito de validez.
Como ejemplo de contrato no formal puede citarse el comodato, siempre
que por su envergadura económica o por los intereses en juego no deba ser
instrumentado (arg. art. 1019, in fine).
Volveremos sobre la forma de los contratos más adelante en el capítulo
.C
pertinente.
por el legislador y a las que se decide otorgarles un régimen legal propio, uni-
forme y exhaustivo. El fundamento de los contratos típicos radica en asegurar
una reglamentación objetiva a ciertos contratos en razón de su utilidad o su
trayectoria como instrumentos jurídicos. Los contratos nominados provienen
del legado romanista que evidenciaba un intento de preordenar racionalmente
los institutos.
FI
97
OM
que deciden prestarse recíprocamente uno al otro su buey, en forma manera
alternativa y sucesiva, de modo tal que cada uno a su turno pudiera trabajar
adecuadamente la tierra con ambos bueyes, operación peculiar que no se ajus-
ta a ninguno de los moldes conocidos (locación, comodato, servicios, etc.).
Al admitir la validez tanto de los contratos típicos como de los atípicos,
nuestro ordenamiento adopta un sistema intermedio entre el derecho romano
clásico con su esquema de número cerrado de contratos y el del common law
.C
que prescinde de definir legalmente tipos contractuales.
Demás está decir que no hay diferencias de rango en cuanto a la eficacia
jurídica o a la tutela dispensada por el sistema para contratos típicos o atípicos
(con o sin tipicidad social).
DD
En todo caso, los contratos innominados plantean la necesidad de indagar
cuáles son las reglas aplicables que corresponden atribuir al contrato. En este
sentido, el art. 970 fija el siguiente orden de prelación normativa que rige para
los contratos atípicos: a) la voluntad de las partes; b) las normas generales so-
bre contratos y obligaciones; c) los usos y prácticas del lugar de celebración; d)
LA
98
OM
de la combinación).
.C
utilidad instrumental al análisis de los efectos de los contratos. Expondremos
sólo algunas de las más importantes.
DD
2.1 De ejecución inmediata y de ejecución diferida. De ejecución
instantánea y de ejecución continuada
En cuanto al tiempo de ejecución de las prestaciones, los contratos admi-
ten una doble clasificación. La que aquí tratamos discierne según el momento
en el que comienzan a producirse los efectos del contrato.
Son de ejecución inmediata los contratos en los que las obligaciones de las
LA
partes son puras y simples, por lo que la ejecución no está sujeta a ninguna
modalidad que la aplace. La parte obligada debe cumplir desde el momento
mismo de la celebración del contrato o de manera simultánea a ésta. Ejemplo:
compraventa de un libro en una librería.
En los contratos de ejecución diferida, las obligaciones están sometidas a
un plazo inicial o a una condición suspensiva que dilata el cumplimiento de
FI
99
porales con exigibilidad independiente para cada una de ellas (p.ej., obligación
de pagar el alquiler en el contrato de locación). Por otra parte, los contratos de
ejecución permanente, en los que la prestación es única e indivisible, pero su
cumplimiento se lleva a cabo en forma ininterrumpida a lo largo de un tiem-
po (p.ej., obligación del depositario de guardar y conservar la cosa depositada
OM
durante todo el plazo estipulado).
El Código Civil y Comercial recepta de manera implícita cada una de estas
categorizaciones al aludir a ellas alternativamente en determinadas normas
(arts. 780, 860, inc. b, 861, inc. b, 863, 871, inc. a, 899, inc. b, 1091).
Para un mayor rigor conceptual, debe decirse que las calificaciones de eje-
cución inmediata y diferida y de ejecución instantánea y continuada atañen
más propiamente a cada una de las obligaciones asumidas por las partes que al
.C
contrato en sí mismo. Por caso, un contrato puede presentar simultáneamente
una obligación de exigibilidad inmediata y la correspectiva de cumplimiento
diferido. De igual modo, una de ellas puede ser de ejecución instantánea y su
contraprestación estipularse como de tracto sucesivo.
DD
Por la misma razón, también es preciso aclarar que ambos criterios clasi-
ficatorios no tienen necesariamente correspondencia entre sí. De allí que un
contrato de ejecución inmediata (o la obligación que de él emerge) pueda ser
tanto de cumplimiento instantáneo (p.ej., compraventa al contado) como de
ejecución continuada (p.ej., mandato que comienza a cumplirse desde su ce-
LA
100
OM
Es por ello que el art. 1011 impone a las partes en dichos casos observar
un deber de colaboración y respetar la reciprocidad de las obligaciones en
relación a la duración total del contrato; en particular, obliga a quien decide
la rescisión a dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de buena fe,
sin incurrir en ejercicio abusivo de los derechos. Esto significa que, además de
los casos puntuales en los que existe una obligación legal de revisión (lesión,
imprevisión), los contratos de duración pueden demandar una adecuación
.C
paulatina de su contenido a las circunstancias sobrevinientes.
En este sentido, la renegociación contractual es una aplicación de los prin-
cipios de buena fe y de conservación del acto, sin perjuicio de que pueda tam-
bién emanar de una cláusula expresa pactada por los contratantes.
DD
c) Imposibilidad de cumplimiento. La extinción de la obligación produ-
cida por caso fortuito o fuerza mayor supone una imposibilidad sobre-
viniente de cumplir para el deudor, que lo releva de responsabilidad
(art. 955). De tal suerte, la imposibilidad de cumplimiento sólo puede
operar cuando media un tiempo considerable entre el perfecciona-
LA
101
OM
Se basa en el grado de atribución patrimonial que implica la operación
jurídica.
Se califica como contrato de disposición el que tiene por objeto el aumento
o disminución significativa del patrimonio de los contratantes. Esto sucede
con los contratos que producen la transferencia del dominio de bienes de
cierto valor (p.ej., compraventa de bienes registrables).
En cambio, los contratos de administración no provocan una modificación
.C
sustancial en el patrimonio de las partes, ya que no importan la transmisión en
propiedad de bienes de valor relevante, sino que tienden a la gestión general
de los bienes (p.ej., locación).
Como derivación concreta de esta clasificación, pueden mencionarse las
DD
restricciones legales previstas para la representación voluntaria o mandato, se-
gún corresponda al ejercicio de actos de administración o de disposición en
interés del mandante. Al respecto, se exigen facultades expresas en el poder
que tiene por objeto, entre otros actos, la transferencia de derechos reales sobre
inmuebles u otros bienes registrables (art. 375, inc. e).
LA
cer las más variadas exigencias de la vida social. A partir de ello, es posible
agrupar en familias comunes a los contratos cuyas funciones son análogas en
lo sustancial. Por eso, la presente clasificación apunta a la ubicación de cada
figura contractual, no ya en atención a sus caracteres intrínsecos, sino como
102
de acuerdo con su interés práctico, en el que cada tipología tiene una figura
dominante o principal, cuyas normas se aplican en subsidio a las demás que
comparten el mismo fin típico.
OM
Permiten la circulación y el desplazamiento de bienes que se entregan en
propiedad o en uso y goce, por medio del intercambio con una contrapresta-
ción dineraria o consistente en la entrega de otro bien. Se presentan común-
mente como contratos onerosos.
Sin desconocer la finalidad de cambio que también caracteriza a los contra-
tos de servicios, preferimos dejarlos reservados para una categoría específica.
Cabe incluir dentro de este género: compraventa, permuta, suministro,
.C
locación, cesión de derechos.
103
OM
Entendemos comprendidos en esta clase los siguientes tipos: fianza, segu-
ro, medicina prepaga, renta vitalicia, juego y apuesta.
.C
Quedan incluidos en esta categoría: mutuo, contratos bancarios de crédito
(préstamo, descuento, apertura de crédito), tarjeta de crédito, leasing, ahorro
previo, factoraje, cuenta corriente, underwriting.
DD
3.7 Contratos de confianza y custodia
Tienen por finalidad la custodia de bienes ajenos, la cesión de uso o la
transmisión dominial de una cosa, basados en la confianza que suscita la per-
sona del cocontratante en cuanto a la oportuna restitución de los bienes o al
cumplimiento puntual del encargo vinculado a la gestión de dichos bienes que
LA
se le encomienda.
Están abarcados dentro de esta tipología: depósito, comodato, fideicomiso,
contratos bancarios de custodia (depósito, cuenta corriente, caja de seguri-
dad).
104
sólo es eficaz como tal si las partes tienen capacidad legal para contratar. No
hay acto voluntario que pueda prescindir de este requisito. Es por ello que la
capacidad es, propiamente, más que un elemento del contrato, un presupues-
to de validez del consentimiento. En otras palabras, si no hay capacidad no
puede haber consentimiento, y por ende, tampoco un contrato válido.
De allí la conveniencia de analizar las reglas legales que rigen la capacidad
con carácter previo al estudio del proceso formativo del consentimiento.
En términos generales, puede definirse a la capacidad como la aptitud de
105
OM
deban establecerse por la ley en cada caso.
A pesar de ser conceptos que trasuntan una lógica diversa, es tradicional en
el derecho civil la utilización del término capacidad para aplicarlo tanto a la
aptitud general para la titularidad de derechos (capacidad de derecho), como
a la condición que permite ejercer personalmente los derechos de los que se
es titular (capacidad de hecho). Quizás sea esta ambigüedad terminológica
la razón por la cual el Código Civil y Comercial designa a la incapacidad de
.C
derecho como “inhabilidad para contratar”.
La regulación de la capacidad legal corresponde al orden público, por lo
que su régimen no puede ser alterado convencionalmente sin resentir la vali-
dez de los actos otorgados en contravención a las normas aplicables.
DD
2. Metodología del Código Civil y Comercial en materia
de capacidad
LA
general de los contratos (Libro Tercero). Comprende los arts. 1000 a 1002
y se concentra específicamente en los efectos de los contratos celebrados por
incapaces y en la designación de las inhabilidades para contratar. En una sim-
plificación razonable, han quedado suprimidas las reglas especiales sobre in-
106
cidad de ejercicio o de obrar, está referida a la aptitud del sujeto para ejercer los
derechos por sí mismo. La regla, desde luego, es la capacidad de toda persona
humana de obrar en lo que atañe a la gestión de sus derechos subjetivos (art. 23).
Por lo tanto, la incapacidad es la excepción y está dada por las restricciones
expresamente previstas por la ley, que imponen a la persona limitaciones a la
OM
actuación por ella misma en el ejercicio de los derechos que le asisten. Debe
remarcarse que estas prohibiciones no afectan el pleno goce de los derechos
o capacidad jurídica del sujeto sino únicamente el ejercicio personal de di-
chas facultades y prerrogativas. Este acotamiento de la libertad de actuar de la
persona es compensado mediante la representación legal del incapaz para los
actos jurídicos.
Las restricciones a la capacidad de ejercicio instituidas por el ordenamien-
.C
to se justifican en la necesidad de atender a las circunstancias especiales de
determinados sujetos que por su condición personal (inmadurez, déficit en
la salud mental) se encuentran en situación de inferioridad o insuficiencia, lo
que torna precisa la intervención del legislador para salvaguardar sus derechos.
DD
Se establecen en beneficio y no en perjuicio del sujeto incapaz. Configuran
una forma de protección a la persona humana.
Las incapacidades de hecho en el Código de Vélez podían ser absolutas o
relativas. Las absolutas importaban una privación total para la persona de la
posibilidad de ejercer por sí misma sus derechos. Incluían a las personas por
LA
nacer, los menores impúberes, los dementes declarados en juicio y los sordo-
mudos que no supieran darse a entender por escrito. Los incapaces relativos
contaban con una capacidad de obrar más amplia, según la ley los autorizara
a llevar a cabo personalmente ciertos actos.
El Código Civil y Comercial no mantiene expresamente el distingo entre
incapaces absolutos y relativos. En cambio, se advierte el esfuerzo metodológi-
FI
107
OM
El art. 24 del CCyC enuncia los siguientes casos de incapacidad de ejerci-
cio: a) la persona por nacer; b) la persona que no cuenta con el grado de edad
y madurez suficiente; c) la persona declarada incapaz por sentencia judicial. Se
analizará cada supuesto en particular.
3.2.1 Personas por nacer
Para el Código Civil y Comercial la existencia de la persona humana co-
mienza con la concepción (art. 19). Esto lleva a considerar persona humana
.C
al concebido.
Se mantiene el precepto que fijaba el viejo Código Civil según el cual los
derechos de la persona por nacer están sujetos a la condición del nacimiento
con vida del concebido; si nace con vida, quedan irrevocablemente adquiri-
DD
dos; si no nace con vida, se considera que la persona nunca existió (art. 21).
En caso de duda, se presume el nacimiento con vida (art. 21, in fine).
Las personas por nacer únicamente ejercen sus derechos por medio de sus
padres (art. 101, inc. a).
3.2.2 Menores
LA
y se designaban los actos para los que se habilitaba a estos últimos. El CCyC
establece una divisoria que separa al menor que no tiene trece años de edad del
que ya los ha cumplido, a quien se lo denomina menor adolescente (art. 25).
Este límite es compatible con lo dispuesto en el art. 261, inc. c, que reputa
como acto voluntario al acto lícito de la persona que ha cumplido trece años.
108
OM
Acerca del derecho a intervenir en las decisiones sobre su persona, esto es,
aquellas que involucran derechos personalísimos, aparece otro límite etario en
el nombrado art. 26, que es el de los dieciséis años.
En efecto, para el menor adolescente comprendido entre los trece y los
dieciséis años, el legislador ha estructurado (no sin generar controversia doc-
trinaria) un régimen especial que le confiere la aptitud para decidir sobre tra-
tamientos no invasivos, que no comprometen su salud ni provocan un riesgo
.C
grave en su vida o integridad física (art. 26, párr. 4°). Si se trata de tratamien-
tos invasivos que afectan la salud del menor o la ponen en riesgo, el adoles-
cente debe prestar el consentimiento con la asistencia de sus progenitores, y
en caso de conflicto, debe resolverse según el interés superior del menor, sobre
DD
la base de la opinión médica (art. 26, párr. 5°). A partir de los dieciséis años,
el adolescente tiene plena decisión sobre el cuidado de su propio cuerpo y es
considerado un adulto a tal efecto (art. 26, últ. párr.). Es una medida legisla-
tiva cuya conveniencia ha sido objeto de debate entre los especialistas y en el
que no nos adentraremos por exceder el marco de esta obra.
Otro caso de aptitud limitada de obrar reconocida a los menores involucra
LA
109
OM
(art. 681);
d) necesidad de consentimiento del adolescente mayor de dieciséis años
para celebrar contratos de servicios o aprendizaje de oficios que hubie-
ran sido decididos por sus progenitores (art. 682);
e) presunción de autorización de los progenitores al hijo mayor de die-
ciséis años que ejerce algún empleo, profesión o industria, para todos
los actos y contratos concernientes a estas actividades (art. 683).
.C
Una cuestión que ha dado lugar a disputas es la validez de los llamados
vulgarmente “pequeños contratos”, es decir, las operaciones de escasa cuantía
económica que en la práctica celebran a diario o con cierta habitualidad los
DD
menores (p.ej., la compra de una revista o de una golosina). Los fundamentos
doctrinarios para la convalidación social y jurídica de tales actos han sido de lo
más variados. La norma del art. 684 viene a legitimar esta cuestión de hecho
al disponer: “Los contratos de escasa cuantía de la vida cotidiana celebrados por el
hijo, se presumen realizados con la conformidad de los progenitores”.
LA
título gratuito, se requiere autorización judicial (art. 29). Cabe entender que
los actos de disposición a los que alude esta norma son a título oneroso, pues
la donación, según hemos dicho, se halla directamente prohibida.
El ejercicio de los derechos de los menores no emancipados corresponde
a sus representantes legales (art. 26), es decir, sus padres, y en caso de falta o
110
OM
donante o testador haya excluido expresamente la administración de
los progenitores), pertenece al hijo (art. 686);
b) los progenitores deben informar al hijo con edad y grado de madurez
suficiente sobre los contratos celebrados con terceros en la administra-
ción de sus bienes (art. 690);
c) se contempla la extinción legal de los contratos de locación de bienes
del hijo realizada por los progenitores, al concluir la responsabilidad
.C
parental (art. 691);
d) se requiere autorización judicial para los actos de disposición de bie-
nes del hijo menor (art. 692).
DD
Compete asimismo al Ministerio Público la actuación en representación
de las personas menores de edad (art. 103). La intervención del órgano en sede
judicial es complementaria, a menos que exista inacción de los representantes
y los derechos se encuentren comprometidos, que el objeto del proceso sea
exigir el cumplimiento de los deberes de los representantes o que el menor
LA
en cada caso.
En esta materia, se advierten notorias innovaciones legislativas con rela-
ción al ordenamiento anterior. En primer lugar, existe una gradación en el
nivel de limitación a la capacidad que puede ser impuesta por vía judicial. Una
de ellas es parcial, la restricción a la capacidad, y es la medida menos gravosa.
La más extrema es la declaración de incapacidad, que en el sistema vigente
tiende a ser la excepción.
De acuerdo con los nuevos paradigmas que garantizan el pleno goce de
111
los derechos humanos a las personas con discapacidad, el CCyC fija una serie
de reglas generales relacionadas con las limitaciones a la capacidad de ejerci-
cio, que aquí reseñamos: i) la internación en establecimientos asistenciales
no altera la presunción de capacidad general de la persona humana (art. 31,
inc. a); ii) la persona tiene derecho a recibir información a través de medios
OM
y tecnologías adecuadas para su comprensión (art. 31, inc. d); iii) la persona
tiene derecho a participar en el proceso judicial (arts. 31, inc. e, 35 y 36); iv)
las medidas terapéuticas deben ser las menos restrictivas de los derechos y
libertades (art. 31, inc. f ).
Como presupuesto de hecho para la declaración judicial de restricción a la
capacidad, el art. 32 del CCyC requiere que se trate “de una persona mayor de
trece años que padece una adicción o una alteración mental permanente o prolon-
.C
gada, de suficiente gravedad”, cuando del ejercicio de su plena capacidad pueda
resultar un daño a su persona o a sus bienes. La fórmula empleada (adicción o
alteración mental) sustituye las referencias del Código Civil sobre los “demen-
tes” o “disminuidos en sus facultades”. Asimismo, se suprime la incapacidad de
DD
los “sordomudos que no saben darse a entender por escrito”.
Según el grado de adicción o alteración mental, el juez puede disponer la
restricción a la capacidad para determinados actos, o excepcionalmente, la
incapacidad de la persona.
Si se trata de una limitación a la capacidad de ejercicio, el juez debe desig-
LA
112
OM
en los casos de capacidad restringida por adicción. La acción sólo corresponde
al cónyuge, al conviviente y a los ascendientes y descendientes. La inhabili-
tación judicial conlleva la designación de un apoyo para asistir a la persona
inhabilitada en el otorgamiento de actos de disposición entre vivos (art. 49).
Por último, cabe citar dentro de este rubro el caso previsto en el art. 12
del Código Penal, que establece una restricción a la capacidad de los penados
a penas privativas de la libertad de más de tres años, a quienes se les impide
.C
la administración de los bienes y su disposición por actos entre vivos y se les
designa un curador. Se ha discutido sobre el carácter de hecho o de derecho de
la citada incapacidad legal. La prohibición apunta a proteger el patrimonio del
penado, a raíz de su imposibilidad de actuar por sí mismo durante el tiempo
DD
de prisión o reclusión. Bajo esta idea, opinamos que encuadra como un caso
especial de incapacidad de ejercicio.
113
OM
cesó la incapacidad (art. 2563, inc. d).
3.3.2 Efectos de la nulidad
Para el caso particular de la nulidad del contrato por causa de incapacidad
de ejercicio de una de las partes, la regla clásica del efecto retroactivo (art.
390), que determina la vuelta de las cosas al mismo estado en que se hallaban
antes del acto declarado nulo y la consecuente obligación de las partes de res-
tituirse mutuamente lo recibido, reconoce una expresa excepción.
.C
El art. 1000 (análogo al art. 1165 del ordenamiento anterior) dispone que,
una vez declarada la nulidad del contrato celebrado por una persona incapaz o
con capacidad restringida, “la parte capaz no tiene derecho para exigir la restitu-
DD
ción o el reembolso de lo que ha pagado o gastado, excepto si el contrato enriqueció
a la parte incapaz o con capacidad restringida y en cuanto se haya enriquecido”.
Se trata de un privilegio consagrado a favor de la parte incapaz para la
protección de su patrimonio. Está fundado en la incertidumbre sobre la
aplicación útil de lo obtenido por el incapaz como contraprestación, dada
la posibilidad de que hubiera dilapidado sus bienes o de que le diera un uso
LA
114
OM
4. Capacidad de derecho.
La capacidad de derecho, capacidad jurídica o capacidad de goce, consiste
en la aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos (art. 22).
También en esta especie la regla es la capacidad. Como excepción, la ley
.C
puede privar de ella o limitarla respecto de hechos, simples actos o actos jurí-
dicos determinados (art. 22, in fine).
Es frecuente la confusión entre capacidad de derecho y legitimación para
DD
contratar. En esta última, no se pone en juego la aptitud de goce de la per-
sona o su idoneidad en abstracto ante un acto determinado, sino la concreta
posibilidad de realizar una operación jurídica sobre cierto bien, por la especial
relación que lo vincula con éste. Así, carece de legitimación para vender una
cosa aquel que no tiene la plena disposición del bien; de igual manera que no
puede locar una cosa quien no cuenta con facultades para su administración.
LA
caracterización doctrinaria.
Por tanto, las incapacidades de derecho (“inhabilidades para contratar” en
el lenguaje del CCyC) que la ley establece, toman en cuenta a la persona frente
a actos determinados y específicos. Su justificación obedece no ya a la tutela
del individuo objeto de la interdicción, sino al resguardo del orden público.
115
no aporta demasiado y torna preciso diferenciar las dos hipótesis posibles que
con más elocuencia y claridad identificaba el art. 1160 del Código de Vélez
Sarsfield: quienes no pueden contratar con ciertas personas y quienes no pue-
den hacerlo sobre determinados bienes.
Por si hiciera falta aclararlo, la prohibición legal de contratar de los inca-
OM
paces de derecho abarca la contratación tanto en interés propio o ajeno como
por interpósita persona.
En cuanto a los casos receptados por el CCyC, acompañamos sin dudar la
eliminación de la anacrónica referencia a los religiosos profesos, por ser mate-
ria reservada al derecho canónico.
Asimismo, la especialidad de la legislación concursal explica la supresión
de la categoría de incapaces que se predicaba de los fallidos, es decir, de los
.C
sujetos a los que se les decretaba la quiebra.
4.2.1 Inhabilidades con relación a ciertas personas
Se impide que determinadas personas contraten entre ellas en razón del
vínculo que las liga.
DD
Un primer caso es el de los cónyuges, que no pueden contratar entre sí,
si se encuentran bajo el régimen de comunidad de bienes (art. 1002, inc. d).
La expresa proscripción de la contratación entre cónyuges despeja las va-
cilaciones existentes en el régimen anterior, que no contenía una directiva ge-
neral. Se prohibía la celebración de ciertos contratos, como la compraventa o
la donación, lo que abría dudas sobre la posibilidad de celebrar otros negocios
LA
116
El art. 689 dispone que no pueden celebrar contrato alguno, excepto do-
nación sin cargo, o bien, donación con cargo sujeta a autorización judicial.
Adiciona la norma que no pueden los padres, ni siquiera con autorización
judicial, comprar o ser cesionarios de bienes de su hijo, hacer con él partición
privada de la herencia del progenitor prefallecido o de la herencia de la que
OM
sean coherederos o colegatarios; ni obligarlo como fiador. Aunque la lógica
de una regla general de prohibición como la mencionada permite prescindir
de la enumeración posterior de actos vedados, es evidente que el legislador ha
querido subrayar la inhabilitación de determinadas operaciones.
Esta inhabilidad para contratar se sustenta en el amparo de los derechos del
hijo menor de edad y en el imperativo de aventar la posibilidad de que exista
un conflicto de intereses. No debe olvidarse que los progenitores administran
.C
los bienes del hijo que se encuentra bajo su responsabilidad.
Por razones análogas, se prohíbe a los tutores celebrar con las personas
tuteladas los mismos actos vedados a los padres respecto de sus hijos menores;
tampoco puede celebrar contrato alguno con el pupilo, antes de ser aprobada
DD
judicialmente la cuenta final, aunque haya cesado la incapacidad de edad (art.
120). Idéntica restricción rige para los curadores respecto de las personas inca-
paces a las que cuidan (conf. art. 138).
4.2.2 Inhabilidades sobre determinados bienes
El segundo caso atañe a inhabilidades especiales designadas para algunas
LA
tos designados con relación a los bienes sobre los que operan por el cargo que
ocupan o la función que cumplen, ante la posibilidad de que esta situación
de privilegio (mayor información, conocimiento o accesibilidad) redunde en
un aprovechamiento del contexto para tomar ventajas patrimoniales indebi-
das, por ejemplo, mediante la adquisición de los bienes que se hallan bajo su
ministerio.
117
OM
cripción (art. 387).
Tratándose de una nulidad absoluta, puede ser declarada por el juez de
oficio, si es manifiesta. También están legitimados para pedir la declaración de
nulidad el Ministerio Público y los terceros interesados. Pero no puede alegarla
la parte que invoca su propia torpeza para lograr un provecho (art. 387).
.C
DD
LA
FI
118
conSentimiento contractual
119
OM
junción de voluntades precedida de un cortejo de tratativas sobre las que se
van edificando los distintos tramos del acuerdo, en etapas o de manera gra-
dual. Desde hace largo tiempo, la realidad negocial es bien otra. La idea de
un consentimiento pleno, cabal y consciente cedió el paso en la mayor parte
de las operaciones jurídicas a manifestaciones de dominio de los contratantes
que exhiben un poderío económico superior. Esta supremacía se traduce en
un poder de negociación que le permite al contratante fuerte evitar la nego-
.C
ciación y le confiere la autoridad para determinar e imponer el contenido del
contrato a la parte débil.
Sin dejar de reconocer el mérito que significa haber incorporado disposi-
ciones que regulan la categoría del contrato por adhesión, es de lamentar que
DD
el codificador haya decidido menospreciar esa inocultable evidencia fáctica, al
entronizar al consentimiento propio del contrato paritario como el mecanismo
de formación contractual por definición, según lo demuestra a simple vista la
cantidad de normas que a ello se dedica, confinando al contrato por adhesión a
una regulación subordinada al contrato paritario, y para mayor contradicción,
LA
120
OM
El discernimiento es la aptitud de la persona para percibir la diferencia
entre diversas situaciones y valorarlas, entender el acto que se ejecuta, apreciar
sus alcances y reconocer las consecuencias que implica.
La intención consiste en la dirección de la voluntad hacia un determinado
fin u objetivo, que se traduce en el propósito de realizar una acción.
La libertad representa la posibilidad de elegir entre distintas opciones de
manera espontánea y sin coacción, la facultad natural de la persona humana
.C
obrar de una u otra manera según su propia decisión.
La falta de cualquiera de estos elementos internos del acto voluntario o la
existencia de un vicio que afecte a alguno de ellos torna nulo el acto. Analiza-
remos las causas obstativas de la voluntad.
DD
2.1.2 Causas obstativas y vicios de la voluntad
Se entiende que todo vicio que afecta a cualquiera de los elementos re-
feridos resulta una causa obstativa del acto voluntario y que, por tanto, lo
invalida.
El art. 261 enumera como causas obstativas del discernimiento: la priva-
LA
121
OM
que el destinatario de la declaración lo haya podido conocer según la naturale-
za del acto o las circunstancias de persona, tiempo y lugar (art. 266).
Por su parte, el dolo consiste en la aserción de lo falso o la disimulación
de lo verdadero, o en cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee
para la celebración del acto, sea ello por acción u omisión (art. 271). El dolo
importa un engaño que induce al error y desvirtúa la intención del agen-
te. Para viciar la voluntad, el dolo debe ser esencial, esto es, tener suficiente
.C
idoneidad para engañar. El art. 272 reputa esencial al dolo cuando es grave,
determina la voluntad y causa un daño importante. Por tanto, el dolo mera-
mente incidental, que no resulta fundamental o determinante de la voluntad
de realizar el acto, no afecta su validez (art. 273). El dolo puede provenir de
DD
una de las partes o de un tercero (art. 274).
Son causas obstativas de la libertad la violencia tanto física como moral. La
violencia, en cualquiera de sus variantes, restringe y condiciona la libre deci-
sión de la persona. La violencia física, que configura un vicio de la voluntad y
conlleva la nulidad del acto, consiste en una fuerza irresistible, mientras que
LA
pueden ser ejercidas por una de las partes o por un tercero (art. 277).
ción exterior para su eficacia. Esto significa que el acto voluntario debe tras-
cender la esfera interna del agente y ser reconocido externamente. De allí que
la forma, entendida en sentido amplio como manifestación de la voluntad, es
un presupuesto de validez del consentimiento.
Los modos de emisión del acto voluntario que admite el ordenamiento
son variados y en ello el CCyC sigue, en general, el esquema trazado por el
viejo CC.
Según el art. 262, los actos pueden exteriorizarse oralmente, por escrito,
122
OM
un comportamiento declarativo que se traduce en el uso del lenguaje como
forma de comunicación; en la oral, mediante el empleo de la palabra hablada,
y en la escrita, plasmado a través de la expresión en un instrumento. Ambas
modalidades admiten la utilización de medios tecnológicos y electrónicos para
transmitir la voluntad.
Por una cuestión de método, dejamos para otro capítulo el análisis de la
controversia entre voluntad declarada y voluntad real, la que creemos inheren-
.C
te a la teoría de la interpretación contractual.
La manifestación de la voluntad por signos inequívocos constituye un com-
portamiento no declarativo, y por tanto, que prescinde de la utilización del
lenguaje. En cambio, se traduce en manifestaciones gestuales con significado
DD
característico e inconfundible para el receptor. Un ejemplo típico es el de le-
vantar la mano en una subasta como forma de expresar la voluntad de ofertar.
Por su parte, la ejecución de un hecho material es a nuestro juicio un modo
de manifestación tácita (art. 264), en la que la voluntad se emite de manera
indirecta, por medio de actos de naturaleza estrictamente conductual. Son
LA
123
OM
contractuales del CCyC, como la de los arts. 1182, in fine (ejercicio
del derecho de preferencia en el suministro), 1214, párr. 2° (notifica-
ción de la propuesta de sublocación parcial), 1382 (cuestionamiento
del cliente de la información periódica brindada por el banco en los
contratos bancarios), 1403 (observación del cuentacorrentista de los
resúmenes de cuenta corriente bancaria), 1488, párr. 2° (aceptación
del empresario de la propuesta de negocio del agente). También pue-
.C
den citarse: el art. 12 de la ley 17.418 de Seguros (reclamo del toma-
dor por diferencias entre la póliza y la propuesta); el art. 26 de la ley
25.065 de Tarjetas de Crédito (impugnación del titular del resumen
de cuenta). En todos los casos, la ley atribuye al silencio del contra-
DD
tante efectos concretos que implican resignación del derecho que se
permite ejercer.
b) Nada impide que el deber de expedirse sea estipulado convencional-
mente. Se trata de previsiones que las partes realizan en el marco de la
autonomía de la voluntad. Así, los contratantes pueden establecer la
LA
las que emane el deber de expedirse según los usos, y que permiten
imputar consecuencias al silencio de cualquiera de ellas en el transcur-
so de la ejecución del contrato.
d) El último caso alude a la relación entre el silencio actual y las declara-
ciones precedentes. Aquí deben distinguirse dos situaciones. Si se trata
124
OM
3. Formación del consentimiento en el contrato paritario
El proceso formativo del consentimiento en el contrato paritario o discre-
cional tiende a ser progresivo y se edifica a través de una serie de manifesta-
ciones que constituyen el íter contractual. Si bien nada obsta a la formación
instantánea del consentimiento, parece asumirse en el ordenamiento que los
negociantes se someten a un período más o menos prolongado de tratativas
.C
que permiten alcanzar gradualmente la concreción del acuerdo. Este meca-
nismo de concurrencia de las voluntades, en rigor, es sólo una construcción
dogmática que no necesariamente se verifica en la práctica, pero que sigue
DD
siendo materia de regulación en los códigos tradicionales.
A diferencia del Código de Vélez, el Código Civil y Comercial establece al-
gunas reglas relativas a las tratativas contractuales (arts. 990 a 993), aunque pre-
cedidas del principio de libertad de negociación (art. 992), que resalta la auto-
nomía privada tanto para promover negociaciones dirigidas a la formación del
contrato, como para abandonarlas en cualquier momento. Veremos que este
LA
125
OM
y la proyección del posible negocio a acordar. No tienen siquiera el valor de
un acuerdo parcial (cuya fuerza vinculante examinaremos luego), en tanto no
exteriorizan aún la voluntad de contratar (art. 982, in fine).
Mayor formalidad revisten las cartas de intención. Las cartas de intención
suponen un grado de avance de las tratativas que las partes desean dejar ins-
trumentado para un mejor ordenamiento de la negociación. Expresan el con-
sentimiento para negociar sobre ciertas bases, teniendo en vista la celebración
.C
futura de un contrato, cuando todavía no están dadas las condiciones para
concluirlo. No importan una obligación de contratar, pero sí comprometen
a las partes a seguir desarrollando las negociaciones para procurar alcanzar el
proyectado fin de concretar el acuerdo definitivo, en caso de configurarse las
DD
circunstancias que permitan hacerlo. En ellas se expresan los consensos arriba-
dos, los objetivos perseguidos y también las cuestiones pendientes de acuerdo.
El art. 993 estrecha el alcance y vigor de las cartas de intención de modo
coherente con el principio de libertad de negociación, al establecer que son
de interpretación restringida y que su fuerza obligatoria se asimila a la de la
LA
(art. 1148, CC), sin distinguir entre elementos esenciales y accesorios. Fren-
te a esta posición, la doctrina alemana concibió la teoría de la punktation o
“puntualización” para validar el carácter obligatorio de los acuerdos que ver-
san sobre los elementos esenciales pese a la falta de definición del contenido
secundario o accesorio.
126
OM
que la figura del acuerdo parcial no puede ser de aplicación al contrato por
adhesión ni al contrato de consumo.
.C
En ciertas ocasiones, la complejidad de una operación o las especiales cir-
cunstancias fácticas que envuelven su concertación, configuran impedimentos
para formalizar el contrato definitivo. Sin embargo, el propósito de las partes
de avanzar hacia su futura concreción puede ser plasmado a través de acuerdos
DD
introductorios, de heterogénea fisonomía y finalidad, que se reconocen bajo la
denominación de contratos previos. Son manifestaciones de voluntad común
anteriores al negocio proyectado, emplazadas dentro del período formativo,
tendientes a celebrar un contrato en el futuro o a fijar las condiciones para una
eventual contratación posterior.
LA
127
OM
Se excluye expresamente la posibilidad de celebrar una promesa de un con-
trato para el cual se exige una forma bajo sanción de nulidad, esto es, contratos
formales de solemnidad absoluta (art. 995).
A falta de plazo menor, el término de vigencia de estos acuerdos está fijado
en un año y puede ser renovado (art. 994, in fine).
Se ha discutido si el boleto de compraventa inmobiliaria tiene el carácter
de contrato de promesa. El Código parece tratarlo como un contrato definiti-
.C
vo (arts. 1170 y 1171), pese a no constituir un título apto para la transmisión
del dominio.
b) Por medio de la opción, las partes se comprometen a concluir un con-
trato futuro, confiriendo a una de ellas el derecho irrevocable de decidir su
DD
celebración.
Regulada en el art. 996, la figura de la opción se encuentra sometida a las
siguientes reglas: puede ser gratuita u onerosa; debe observar la forma exigida
para el contrato definitivo; no es transmisible a un tercero, excepto que así se
lo estipule.
LA
128
OM
son propiamente contratos, en tanto no se originan en una declaración de
voluntad común.
Incluimos en esta especie a los llamados contratos reglamentarios y nor-
mativos.
a) Los contratos reglamentarios configuran un esquema provisorio y
uniforme que determina el contenido de un contrato o de una serie de
contratos futuros. Se trata de cláusulas formuladas preventivamente,
.C
en forma general y abstracta, por una de las partes (contrato predis-
puesto) o por ambas (en este último caso, tiene naturaleza contrac-
tual como contrato marco). No es preciso que contenga los elementos
esenciales; éstos pueden completarse en lo sucesivo. Son ejemplos: las
DD
condiciones generales de contratación (v.gr., contratos bancarios, tele-
fonía móvil, ahorro previo, etc.).
b) Los contratos normativos son una disciplina contractual rígida, sus-
tentada en normas imperativas dictadas por el legislador o con su re-
conocimiento expreso. Determina el contenido del contrato particu-
LA
lar que se celebrará entre las partes. Por caso, los modelos de contratos
aprobados por la autoridad administrativa de aplicación (p.ej., medi-
cina prepaga, turismo estudiantil).
129
OM
971, in fine), esto es, aunque no se constate específicamente la existencia de
una propuesta y la conformidad a ésta.
En el caso de los contratos plurilaterales o celebrados por más de dos par-
tes, en los que la oferta proviene de distintas personas (oferta de sujeto plural)
o es dirigida a varios destinatarios (oferta a sujeto plural), se exige el consen-
timiento de todos los interesados, a menos que una disposición legal o una
convención autoricen a la mayoría de ellos a celebrarlo en nombre de todos o
.C
permitan su conclusión sólo entre quienes lo han acordado (art. 977).
3.3.1 Oferta
3.3.1.1 Concepto y requisitos
Puede definirse a la oferta como una declaración unilateral de voluntad,
DD
de carácter recepticio, destinada a la proposición de un contrato. El art. 972
expresa que es una “manifestación dirigida a persona determinada o determina-
ble, con la intención de obligarse y con las precisiones necesarias para establecer los
efectos que debe producir de ser aceptada”.
Se advierten cambios importantes con relación al régimen derogado en
LA
130
OM
Empero, el Código no priva completamente de efectos a la oferta al públi-
co, sino que la asimila a una invitación a ofertar, excepto que de sus términos
o de las circunstancias de su emisión resulte la intención de contratar del ofe-
rente, en cuyo caso se la entiende emitida por el tiempo y en las condiciones
admitidas por los usos (art. 973). Al considerarla una invitación a ofertar, la
norma invierte la posición que ocupa el emisor y lo coloca en la de un hipo-
tético aceptante en caso de que cualquier destinatario de la invitación realice
.C
una propuesta de contrato sobre aquellas bases. Ello, si es que sus términos
no trasuntan la genuina intención de contratar del agente. En tal supuesto,
la oferta a persona indeterminada puede tener el valor de una oferta propia-
mente dicha. Es otro rasgo que revela la flexibilización del proceso formativo
DD
del acuerdo.
b) Intención de obligarse. Si bien creemos que este recaudo va de suyo, el
CCyC lo consagra expresamente. La oferta traduce inequívocamente la vo-
luntad de concertar un contrato. En este sentido, el oferente asume un com-
promiso de contratar en caso de aceptación del destinatario, que determina
LA
131
3.3.1.2 Efectos
Con los requisitos analizados, la oferta válidamente emitida tiene fuerza
obligatoria. Así lo establece el art. 974. Se interpretaba que en el sistema del
CC la regla era la no obligatoriedad de la oferta, por la posibilidad de retrac-
tación del oferente, pese a no ser esto una situación demasiado factible en la
OM
práctica. Resulta más atinado adoptar el criterio de oferta vinculante.
Sin embargo, la propia ley diluye la regla de la fuerza obligatoria de la
oferta, cuando “lo contrario resulte de sus términos, de la naturaleza del negocio
o de las circunstancias del caso” (art. 974, párr. 1°, últ. pte.). No nos convence
la excepción: por un lado, notamos en ella una incongruencia con la exigencia
legal de “intención de obligarse” del art. 972; por otro, no encontramos mayor
mérito que la explique. Es otra señal de la excesiva laxitud que el codificador
.C
le ha conferido a la regulación del consentimiento, donde nada parece ser
absoluto ni definitivo. Así como hemos visto que para el art. 973 la oferta
a persona indeterminada no es oferta, aunque según el caso, podría serlo, el
art. 974 sienta que la oferta tiene efecto obligatorio, pero puede no tenerlo,
DD
conforme a las circunstancias.
Cabe preguntarse por la vigencia de la oferta, cuando el proponente no fija
un plazo o renuncia a la facultad de retractarla. En tal caso, debe distinguirse
entre la oferta dirigida a persona presente y a persona ausente.
Cuando se remite a persona presente o se formula por un medio de comu-
LA
132
OM
de oferta dirigida a persona ausente.
Con ello, se acota la vigencia de la propuesta, que en el CC podía ser re-
tractada antes de ser aceptada (entre presentes) o antes de que la aceptación
llegara a conocimiento del oferente (entre ausentes).
Ciertas circunstancias provocan la caducidad de la oferta, y por ende, la
pérdida de su vigencia. Son causas de caducidad de la oferta la muerte o inca-
pacidad del oferente o del destinatario, producidas antes de la recepción de la
.C
aceptación por el primero (art. 976). Es otro precepto pensado para el caso de
consentimiento entre ausentes.
También aquí se modifica la vigencia de la oferta en comparación con el
sistema del viejo Código, que diferenciaba el momento en que debía ocurrir la
DD
muerte o incapacidad del oferente y del aceptante.
El fallecimiento de cualquiera de las partes acaecido de manera sobrevi-
niente a la recepción de la aceptación ya no perjudica la vigencia de la oferta
ni la gestación del acuerdo, sin perjuicio de la aplicación de las normas sobre
efectos de los contratos con relación a los sucesores universales y particulares.
LA
3.3.2 Aceptación
3.3.2.1 Noción y requisitos
La aceptación es la declaración de voluntad dirigida al oferente, destinada a
la conformación del contrato. El Código no la define explícitamente, aunque
establece que “toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad
133
OM
de configurar un nuevo contrato), si lo comunica de inmediato al
aceptante. El sentido de permitir la formación del contrato sobre la
base del contenido de la contraoferta parece ser el de agilizar las tran-
sacciones.
b) Tempestividad. La aceptación debe llevarse a cabo en tiempo oportu-
no, lo que significa que, para dar lugar a un consentimiento válida-
mente formado, tiene que manifestarse mientras la oferta se encuentra
.C
vigente. Al respecto, ya hemos dicho que, a falta de término de du-
ración, si el acuerdo es entre personas presentes, la aceptación debe
ser manifestada en forma inmediata, y si se produce entre personas
ausentes, se exige que sea comunicada dentro de un plazo razonable.
DD
3.3.2.2 Retractación
Al igual que la oferta, la aceptación es susceptible de retractación.
Para ser eficaz y privar de efectos a la conformidad del aceptante, la decla-
ración revocatoria debe ser recibida por el destinatario (el oferente) antes o
al mismo tiempo que la aceptación (art. 981). También en esta hipótesis que
LA
134
rir certeza en aspectos pasibles de conflicto, entre los que pueden mencionarse
el momento inicial para el cómputo de plazos, el tiempo útil para la retrac-
tación de la oferta o la aceptación, la ley aplicable en cuanto al tiempo, etc.
Según la fase del proceso de comunicación que sea tomada para tener por
consolidado el consentimiento, es dable distinguir cuatro teorías posibles en
OM
el derecho comparado, en secuencia cronológica.
a) Sistema de la declaración. Considera concluido el contrato en el mo-
mento en que el aceptante manifiesta su voluntad de conformar la
oferta, aunque dicha manifestación no trascienda exteriormente. La
obvia crítica a esta teoría es la alta dificultad probatoria que suscita
la determinación exacta del instante en que se produjo la aceptación,
especialmente cuando ésta no supera el fuero interno de su emisor.
.C
b) Sistema de la expedición. El contrato se perfecciona con el envío de
la aceptación al oferente. Basta la mera remisión al proponente de la
comunicación que declara la voluntad de acceder a la oferta, sin ser
necesaria su efectiva recepción. En materia de prueba, ofrece menores
DD
dificultades para quien la emite.
c) Sistema de la recepción. Para esta teoría, el consentimiento se tiene
por formado cuando el oferente recibe la aceptación. Ello supone una
etapa más avanzada del intercambio entre las partes, aunque no exige
que el receptor se imponga del contenido de la comunicación. Es otro
LA
135
recibida por el proponente durante el plazo de vigencia de la oferta” (art. 980, inc.
b); “la aceptación puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida
por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella” (art. 981).
Aun cuando el temperamento adoptado no parece tener resquicios ni ex-
cepciones, corresponde puntualizar que el alcance del término “recepción”
OM
en el CCyC no se encuentra del todo desvinculado del conocimiento de la
declaración, más allá de lo que resultaría de su significado literal, por cuanto
el art. 983 aclara que, a los fines de esta temática, “se considera que la mani-
festación de voluntad de una parte es recibida por la otra cuando ésta la conoce o
debió conocerla, trátese de comunicación verbal, de recepción en su domicilio de un
instrumento pertinente, o de otro modo útil”. En otras palabras, la declaración
de voluntad del aceptante debe llegar a la esfera del oferente (p.ej., recibir el
.C
instrumento en su domicilio o el correo electrónico en su casilla), posibilitan-
do así que éste pueda tomar conocimiento de su contenido, aunque esto no
suceda efectivamente, dado que es suficiente encontrarse en condiciones de
enterarse y para ello basta con la recepción de la manifestación.
DD
4. Formación del consentimiento en el contrato por
adhesión y en el contrato de consumo
LA
136
OM
Por eso, en los contratos sometidos a condiciones generales predispuestas
efectuados por cualquier medio es necesario garantizar la toma efectiva de
conocimiento del contenido contractual por parte del adherente.
Otra práctica que se observa en ocasiones es la del predisponente que ins-
trumenta las condiciones generales y fuerza al adherente a emitirlas en forma
de oferta (esta técnica se conoce como “carta oferta” o “carta reversal”), con
el fin de reservarse para sí la posterior aceptación, en una inversión ficticia o
.C
artificial de los términos del consentimiento.
Desde un enfoque general, todo el panorama descripto conduce a que
el ordenamiento deba cargarle los riesgos de la negociación al predisponen-
te-oferente, y al mismo tiempo, favorecer el libre apartamiento del adheren-
DD
te-aceptante (LORENZETTI), ya que la falta de tratos preliminares sobre el
contenido del acto es capaz de provocar desequilibrios significativos en los
derechos y obligaciones recíprocos.
En particular, desde el punto de vista estrictamente técnico, la caracte-
rización del acto de adhesión como asentimiento implica la necesidad de la
LA
revisión contractual por vía del control de contenido como modo de ajuste
de la relación de equivalencia. Este aspecto se analizará más adelante en el
capítulo respectivo.
siva sino instantánea. El estipulante fija sus condiciones, las que se incorporan
a la relación individual a través de una operación adhesiva.
Con recurrencia se advierte la utilización indistinta de los términos “con-
trato por adhesión” y “contrato predispuesto”, a pesar de la diferencia concep-
tual entre ambas nociones.
137
OM
La modalidad de formación del consentimiento en esta especie importa la
aceptación de uno de los contratantes a la propuesta de contenido edificada
por el otro, mediante la conformidad sin discusión alguna.
En perspectiva temporal, la predisposición del contenido se emplaza en
una etapa anterior a la formación impuesta del contrato; el proponente pri-
mero fija las estipulaciones que regirán un número indefinido de negocios y
luego las somete a la aceptación individual y sin reservas de cada adherente. A
.C
diferencia de la contratación tradicional, en el contrato por adhesión la inicia-
tiva en la determinación del contenido contractual pertenece al estipulante y
la iniciativa de conclusión corresponde al adherente.
Con todo, es innegable la interrelación entre las dos nociones. En los he-
DD
chos, ambos términos resultan interdependientes, ya que los contratos predis-
puestos son aceptados en la generalidad de los casos a través de actos adhe-
sivos. Hablamos entonces de contrato por adhesión a condiciones generales
predispuestas. Las raras excepciones son los casos de formación contractual
que admiten la discusión de una o más cláusulas predispuestas y que posibili-
LA
adhesión del art. 984: “aquel mediante el cual uno de los contratantes adhiere a
cláusulas generales predispuestas unilateralmente, por la otra parte o por un terce-
ro, sin que el adherente haya participado en su redacción”.
138
OM
Se advierte que la contratación entre proveedores y consumidores tiene
como característica saliente su modo de celebración más que cualquier otro
aspecto. No es casual que la mayor parte de las innovaciones normativas de la
teoría contractual se ubican en la etapa formativa del contrato de consumo.
La intervención del legislador permite ensanchar los niveles regulatorios en el
campo precontractual para asegurar una adecuada tutela del consumidor en el
período de formación del vínculo contractual.
.C
Como parte de esta lógica, la cuestión de la formación del contrato de
consumo ocupa varias normas de la Ley de Defensa del Consumidor y tiene
dedicado un capítulo entero del Código Civil y Comercial (Libro Tercero,
Título III, Capítulo 2), paradójicamente denominado “Formación del consen-
DD
timiento”.
Dentro del cúmulo de transformaciones sustanciales de las reglas del con-
sentimiento clásico, reseñaremos los tópicos más salientes del régimen del
contrato de consumo en la etapa formativa.
a) Oferta al público. La oferta a consumidores potenciales indetermi-
LA
139
OM
rio, la retractabilidad de la aceptación se contempla únicamente para
el consentimiento entre ausentes. En los contratos de consumo re-
presenta una solución tradicional conferir un plazo de reflexión ante
ciertas modalidades de contratación, para resguardo de un genuino
consentimiento que permita sopesar la conveniencia de la operación
económica y evaluar apropiadamente la información recibida. En sin-
tonía con esta necesidad, la LDC otorga al consumidor el derecho
.C
irrenunciable de retractar la aceptación en los contratos celebrados so-
bre la base de ofertas formuladas fuera del establecimiento comercial
del proveedor (art. 32) y en los contratos a distancia (art. 33). Una re-
gulación más amplia aún es la que establece el CCyC en los arts. 1104
DD
a 1116. El consumidor cuenta con un plazo de diez días corridos para
el ejercicio del derecho revocatorio (arts. 34, LDC, y 1110, CCyC).
d) Contratación electrónica. Para la contratación electrónica entre pro-
veedores y consumidores, el CCyC dispone algunas reglas especiales
en los arts. 1106 a 1108, con las que se intentan cubrir ciertos aspec-
LA
140
141
OM
d) El objeto es considerado como la operación jurídica considerada, es
decir, el contenido concreto e integral del contrato, tesis que tiene una
lógica certera, pero adolece de cierta abstracción.
e) El objeto representa la realidad social acotada, entendida como la ma-
teria o porción de la realidad social afectada por los contratantes, lo
que resulta pasible de la misma observación que la anterior.
.C
Tampoco faltan las concepciones negativas del objeto contractual, que sos-
tienen que, en pureza teórica, el contrato carece de objeto y que éste pertenece
sólo a la obligación, aun reconociendo la tradición jurídica que lo designa
explicativamente como tal.
DD
El Código Civil y Comercial sigue la senda del Código Civil de Vélez Sar-
sfield en cuanto prescinde de ensayar una definición del objeto y se limita a
concentrarse en su regulación, principalmente en las cuestiones que hacen a la
aptitud jurídica del objeto de los contratos.
LA
142
OM
De manera consecuente, es preciso tener en cuenta la aplicación de las
disposiciones sobre las obligaciones de dar, hacer y no hacer reguladas a partir
del art. 746.
En el caso de las obligaciones de dar, corresponde reparar en las diferentes
reglas previstas por la ley según se comprometa: la entrega de una cosa cierta,
para transferir el uso o la tenencia (art. 749), para constituir derechos reales
(arts. 750 y ss.) o para restituir (art. 759 y ss.); la entrega de cosas de género
.C
(arts. 762 y 763); la entrega de bienes que no son cosas (art. 764); la entrega
de dinero (arts. 765 y ss.).
En cuanto a las obligaciones de hacer, se reconocen dos modalidades: la
prestación de un servicio, ya sea como compromiso de actividad diligente
DD
independientemente de su éxito (art. 774, inc. a) o como procura de resultado
concreto o eficaz (art. 774, incs. b y c); la realización de un hecho (art. 775).
Y en el supuesto de las obligaciones de no hacer, éstas pueden consistir en
una abstención del deudor o en tolerar una actividad ajena (art. 778).
LA
jurídico (arts. 279 y 280), con relación al objeto de la obligación (art. 725) y
puntualmente en las normas sobre el objeto del contrato (arts. 1003 a 1011).
3.1 Posibilidad
Las prestaciones comprendidas en el objeto del negocio jurídico deben ser
143
OM
humano en el estado actual de la evolución. El remanido ejemplo románico
indica que nadie puede obligarse a “tocar el cielo con las manos”. De igual ma-
nera, que es imposible la prestación consistente en “fabricar oro”. Se descartan
en general los casos que resultan de un compromiso irracional para el sujeto,
que revelan la no factibilidad de cumplimiento y que, por ende, no pueden ser
sustituidos por los daños y perjuicios derivados de su inejecución.
Jurídicamente hablando, la imposibilidad de los hechos atañe a la falta de
.C
captación como acto idóneo por el ordenamiento. Se impide hipotecar un
bien mueble, dado que la operación apta para alcanzar el fin propuesto es la
prenda. O estipular un mutuo sobre cosas no fungibles. No es dable obligarse
por sí a construir una obra por quien no es profesional de la construcción
DD
(LLAMBÍAS).
Versando el contrato sobre bienes, la imposibilidad material resulta de su
inexistencia. El art. 1172 del Código Civil derogado impedía contratar sobre co-
sas como existentes cuando aún no existan o hubieran dejado de existir. La hipó-
tesis mantiene vigencia aunque no esté reproducida en el ordenamiento actual.
LA
el acto. Como excepción a esta regla, se establece que el acto jurídico sujeto a
plazo o condición suspensiva es válido aunque el objeto sea inicialmente im-
posible, si deviene posible con posterioridad, antes del vencimiento del plazo
o del cumplimiento de la condición (art. 280). Si la imposibilidad es sobre-
viniente, la situación pertenece a la órbita del caso fortuito o fuerza mayor; el
144
3.2 Determinabilidad
Este requisito atañe a la necesidad de que las prestaciones sean suficiente-
OM
mente definidas e individualizadas.
Cuando la prestación consiste en un hecho, la actividad (obligación de
hacer) o la abstención de actuar (obligación de no hacer) deben estar identifi-
cadas y descriptas con un grado razonable de detalle que haga factible precisar
y juzgar la conducta debida por el deudor.
En cuanto a las prestaciones que recaen sobre bienes, la ley admite dos
situaciones posibles: objeto determinado y objeto determinable (art. 1003).
.C
Se considera determinado el objeto cuando están designados todos los ele-
mentos constitutivos que conforman la prestación. Si versa sobre cosas ciertas,
es menester individualizarlas correctamente. A modo de ejemplo, el alquiler
de un bien inmueble exige un preciso detalle de la ubicación de la cosa con
DD
todos los datos que posibiliten su indubitada identificación. Recayendo sobre
obligaciones de género, corresponde establecer su especie y cantidad (art. 762).
Es determinable, de conformidad con el art. 1005, si sólo se indica la
especie o el género de los bienes, aunque no se fije su cantidad, siempre que
ésta pueda ser determinada a través de algún criterio suficiente para su indi-
LA
vidualización.
La norma establece una pauta abierta para la determinación de la canti-
dad, no sujeta a parámetros concretos u objetivos, como lo hacía el viejo CC.
Se valida cualquier procedimiento que las partes decidan instrumentar para
señalar la cuantía de los bienes que forman parte de la operación, bastando
que trasunte la intención de los contratantes de celebrar el contrato y permita
FI
145
OM
designado por las partes para fijar la cantidad no se pronuncie, sea por simple
omisión o por imposibilidad. Se entiende que la voluntad de las partes ha sido
suficientemente asertiva con el nombramiento de la persona (o personas) a
quien se asigna la tarea, por lo que es dable acudir a la justicia para que ésta
(en su caso, mediante la asistencia de peritos) se sirva determinar la cantidad a
través del procedimiento más breve que prevea la legislación procesal.
En la determinación por terceros, cabe preguntarse si asiste a las partes el
.C
derecho de recurrir o impugnar el dictamen. Como criterio general y a falta
de pacto expreso, ello no parece aceptable, cuanto menos sin desvirtuar la
delegación a la decisión ajena expresada en el contrato. Sin embargo, la norma
del art. 1006 autoriza a controvertir judicialmente la decisión del tercero, si
DD
no éste no observó los criterios expresamente establecidos por las partes o por
los usos y costumbres. Creemos que la misma facultad se activaría en caso de
probarse un vicio de la voluntad o mala fe por parte del tercero (p.ej., conni-
vencia con una de las partes).
Una excepción a lo señalado se presenta en el supuesto particular de la
LA
3.3 Licitud
El objeto inmediato de los contratos, es decir, las prestaciones abarcadas
por el negocio, deben adecuarse a lo dispuesto por la ley y no pueden consistir
en comportamientos contrarios al orden jurídico.
El viejo art. 953 prohibía el objeto ilícito de los actos jurídicos y consa-
graba así una de las reglas más relevantes en cuanto a imposición de límites a
la autonomía privada. Como no podía ser de otra manera, este principio ha
sido revalidado por el CCyC en el art. 279 y ratificado específicamente para
los contratos en el art. 1004. De conformidad con esta disposición, no pueden
ser objeto de los contratos los hechos que “están prohibidos por las leyes, son
contrarios a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona humana, o
lesivos de los derechos ajenos”.
No debe confundirse el requisito de licitud con el de posibilidad jurídica.
146
Aquí no está en juego la falta de aptitud legal del objeto, sino la sanción de
las conductas prohibidas por la ley mediante la nulidad absoluta del contrato.
Por otra parte, desde el punto de vista teórico, es preciso aclarar que la
ilicitud que se juzga para la invalidación del contrato concierne a la operación
misma celebrada, al contenido propio del acto. No puede predicarse antiju-
OM
ridicidad de los bienes en sí mismos, en tanto no son susceptibles de portar
ilicitud intrínsecamente; la ilegitimidad atañe a la actividad comprometida
con relación a dichos bienes. Así, un arma no es ilícita en cuanto tal, pero sí
puede serlo la operación concreta que se celebre sobre la cosa según merezca
el repudio del ordenamiento.
El concepto de ilicitud tiene un amplio alcance. No sólo comprende la
antijuridicidad formal o ilegalidad, que supone la contravención a una prohi-
.C
bición legal (p.ej., pactos sobre herencia futura, art. 1010; cláusula de dispensa
del dolo, art. 1743); también se sanciona la ilicitud material, que resulta de la
violación de otros estándares imperativos de comportamiento como el orden
público, la moral y buenas costumbres, la buena fe, la equidad, etc.
DD
Se tiene resuelto que vulneran el orden público los contratos que estipulan
intereses usurarios, lo que obliga al juez a reducirlos de oficio aunque no exista
impugnación de parte interesada. También atenta contra el orden público un
contrato que tenga por objeto la comisión de un delito. Lo mismo cabe decir
de los contratos que tienen por objeto comportamientos que provocan una
LA
No hay dudas, por ejemplo, que la venta de influencia constituye una ruptura
con la regla de moral y buenas costumbres.
En ciertos casos la ilicitud deriva de la violación de la buena fe y de la regla
de equidad. Ello sucede, en todo caso, con los pactos comisorios o cláusulas
resolutorias de carácter abusivo o con las cláusulas de no concurrencia comer-
147
OM
cadas a lo largo del Código que no pueden integrar prestaciones contractuales,
en amparo del principio general de inviolabilidad de la persona humana (art.
51), que enunciamos a continuación.
a) Actos lesivos de la dignidad de la persona humana. La amplia inclu-
sión del estándar de la dignidad en el Código permite redefinir el
contenido axiológico del contrato, hasta ahora atado en demasía al
concepto de moral, en sintonía con la concepción integral de la perso-
.C
na, tanto en sus aspectos patrimoniales como extrapatrimoniales. Los
actos perjudiciales para la dignidad del ser humano involucran una
amplia gama de situaciones que comprenden, de acuerdo con el art.
52, todo menoscabo o lesión a la intimidad personal o familiar, honra
DD
o reputación, imagen o identidad. En razón de ello, quedan vedadas
las prestaciones contractuales sobre hechos que provoquen la afecta-
ción de la integridad de la persona humana con impacto en cualquiera
de los derechos que le son inherentes.
b) Actos que afectan la libertad de la persona. El art. 344 proscribe la
LA
148
OM
costumbres, excepto que sean requeridos para el mejoramiento de la salud de la
persona, y excepcionalmente de otra persona, de conformidad a lo dispuesto en
el ordenamiento jurídico”; ello, sin perjuicio de lo dispuesto por la legislación
especial sobre la ablación de órganos para ser implantados en otras personas.
Siguiendo tales lineamientos y de acuerdo con un reconocido criterio doc-
trinario, la autodeterminación para dichos actos queda relegada a las partes del
organismo que, sin provocar una minoración definitiva de la integridad cor-
.C
poral ni contrariar la moral, resulten separables y renovables, como el cabello,
los óvulos, el semen, la leche materna. Incluso para estos casos de permisión,
se establece que el consentimiento no puede ser suplido y es libremente revo-
cable (art. 56, in fine).
DD
Complementan estas reglas sobre dignidad e integridad de la persona hu-
mana los arts. 58 a 60 del CCyC.
Se determinan los límites de las investigaciones médicas en seres humanos,
las que se sujetan a reglas estrictas sobre información, consentimiento e inti-
midad de la persona que participa, además de requisitos de calidad científica
LA
3.4 Patrimonialidad
El último de los requisitos de validez del objeto aquí tratados impone que
las prestaciones deben ser susceptibles de valoración económica, es decir, apre-
ciables desde el punto de vista pecuniario.
Como ha sido expresado al analizar el concepto mismo de contrato, el ob-
jeto en él captado o acotado atañe siempre a relaciones jurídicas patrimoniales.
149
OM
contenido patrimonial, y otra es la que concierne al interés del acreedor de
esa prestación valuable económicamente. De hecho, nada se requiere a este
respecto más que un mero interés de las partes, aunque no sea pecuniario (art.
1003). Nos parece que este agregado de la disposición comentada, no previsto
en el Código derogado, pertenece a la finalidad de las partes y no estrictamen-
te al objeto del negocio. El interés perseguido al que refiere la norma, siempre
que sea lícito (arg. art. 724), puede estar vinculado a cuestiones patrimoniales
.C
o extrapatrimoniales. Como es evidente, no hay impedimento para que el
acreedor procure satisfacer, a través de prestaciones susceptibles de apreciación
económica, propósitos culturales, espirituales, afectivos, científicos, recreati-
vos o de cualquier otra índole. Así, la toma de clases de yoga involucra para
DD
quien asiste a ellas la posibilidad de colmar una necesidad anímica o mental;
nadie podría dudar, sin embargo, que el comportamiento que el deudor com-
promete en términos de prestación corresponde al campo patrimonial.
150
OM
alea que representa la incertidumbre sobre la existencia del producto agrícola.
Dado tal supuesto, la parte que se viera perjudicada económicamente a causa
de la incidencia del elemento aleatorio no tiene acción para obtener compen-
sación alguna de la otra.
Ambas situaciones son contempladas especialmente en el contrato de com-
praventa (art. 1131), que trataremos oportunamente.
.C
4.2 Bienes ajenos
El art. 1008 establece que los bienes ajenos pueden ser objeto de los con-
tratos, una regla coincidente con la del viejo Código.
Es preciso aclarar que la captación jurídica de los contratos sobre bienes
DD
ajenos no apunta necesariamente a negocios que implican transferencia de do-
minio sobre una cosa, sino que abarca toda operación cuya prestación consista
en dar un bien bajo cualquier título, aunque no pertenezca al deudor que se
obliga a la entrega (p.ej., locación celebrada por quien tiene la administración
del bien sin ser su titular, depósito por cuenta de otro, consignación, etc.).
LA
151
OM
to que contenía el viejo art. 1178.
.C
en el marco de un proceso judicial. Aunque en rigor técnico, lo litigioso es el
derecho en pugna sobre dicho bien y no éste en sí mismo.
Un bien es gravado cuando pesa sobre él un derecho real que impone res-
tricciones jurídicas a su titular (p.ej., prenda, anticresis, hipoteca).
DD
La sujeción a una medida cautelar resulta de una decisión judicial dictada
en beneficio de quien tiene un interés legítimo con relación al titular del bien
(p.ej., embargo).
La norma comentada deja a salvo siempre los derechos de terceros, quienes
podrán hacer valer sus derechos aunque el bien sea transmitido por su dueño
LA
152
-por encontrarse aún vivo el titular de los bienes respectivos-, podría redundar
en una inconveniente especulación sobre la muerte de la persona en cuestión.
Pese a que se eliminó la parte de la norma que también invalidaba esta clase de
pactos aunque mediara consentimiento del causante, creemos que la solución
no debería variar por tratarse de una cuestión de orden público.
OM
La restricción normativa alcanza tanto a los contratos cuyo objeto es la
universalidad de bienes que compone la herencia o una parte alícuota de ella
(caso de los sucesores universales y legatarios de cuota), como a los derechos
hereditarios sobre determinados bienes (caso de los sucesores particulares o
legatarios).
De esta forma, quedan atrapados en la interdicción todos los tipos de pac-
tos que la doctrina reconocía al respecto: institutivos (el presunto heredero
.C
instituye a un tercero en calidad de tal), renunciativos (el eventual heredero
renuncia a dicha condición para favorecer a otros), dispositivos (el futuro he-
redero dispone de un bien que integra la eventual herencia) y distributivos (los
presuntos herederos se distribuyen la herencia).
DD
La novedad legislativa es la excepción que consagra el segundo párrafo del
art. 1010. Se admiten disposiciones de carácter contractual referidas a futu-
ros derechos hereditarios y que establezcan compensaciones en favor de otros
legitimarios, cuando se trata de explotaciones productivas o participaciones
societarias, con mira a la conservación de la unidad de la gestión empresaria o
LA
del negocio, no así al otro que podría no tener las aptitudes o el interés para
ello, y a quien se compensa proporcionalmente con otros bienes.
153
civil, que identifica a la causa o acontecimiento que tiene mayor aptitud para
provocar un resultado dañoso.
El Código Civil y Comercial se refiere a la causa fuente de las obligaciones
en el art. 726, al establecer que “no hay obligación sin causa, es decir, sin que
derive de algún hecho idóneo para producirla, de conformidad con el ordena-
miento jurídico”. Dentro de la nómina de las diversas fuentes obligacionales se
encuentra el contrato.
Sin embargo, en la teoría general del contrato, la noción relevante es la
155
de causa fin, entendida como la finalidad o razón de ser del contrato. Con
el alcance que examinaremos en este capítulo, la causa viene a responder a
la pregunta “¿por qué se contrata?”. En el sentido previamente descripto, la
causa fin constituye uno de los elementos esenciales generales del contrato,
complementando al consentimiento y al objeto.
OM
La causa es el motivo determinante de la voluntad, y a su vez, el propósito
práctico que persiguen los contratantes a través del negocio celebrado. En
razón de ello, y según veremos con mayor detalle en los ítems sucesivos, la
finalidad contractual abarca tanto el fin inmediato y abstracto del contrato
como los fines particulares perseguidos por los contratantes.
Desde el punto de vista ontológico, la causa puede ser diferenciada de los
restantes elementos constitutivos del contrato. El consentimiento se cristaliza
.C
al momento de la formación del contrato; la causa también existe al tiempo de
la celebración, pero debe perdurar a lo largo de toda la ejecución del negocio.
El objeto es idéntico para todos los contratos de la misma especie; mientras
que la finalidad subjetiva es contingente y circunstancial aun dentro del mis-
DD
mo tipo negocial, según los motivos particulares que guían a los contratantes.
2. Funciones de la causa
LA
pueden ser encauzadas por el requisito de licitud del objeto contractual, acota-
do a la prestación misma y desvinculado de los fines del acto. En este sentido,
la causa permite afirmar el solidarismo en las relaciones jurídicas privadas.
Además de esta función correctiva de la voluntad formal, se ha señalado la
utilidad económica y calificadora de la causa (R. STIGLITZ).
156
OM
3. Debate doctrinario sobre la causa fin: breve reseña
histórica
Una añeja y extensa controversia iusfilosófica ha circundado la tesis de la
causa fin de los contratos. El debate estaba centrado tanto en la pertinencia
como en la conveniencia de asignarle autonomía a la causa como elemento
.C
estructural del contrato.
El recorrido histórico se inicia hacia el siglo XVII con los principales ex-
ponentes y sistematizadores de la teoría causalista (DOMAT, POTHIER).
La doctrina es llevada posteriormente al Código Napoleón, que consagra a la
DD
causa como un elemento indispensable en los contratos.
La escuela del causalismo clásico examina la causa fin con relación a ciertas
clases de negocios y asigna a cada una de ellas una finalidad común que le es
propia y que resulta idéntica para todos los contratos comprendidos en cada
categoría. Así se sostiene, por ejemplo, que en las relaciones de cambio (con-
tratos bilaterales y onerosos), la causa es la reciprocidad de las obligaciones;
LA
157
OM
posicionarla como un elemento esencial.
Su aspecto más relevante es la consideración de los móviles personales,
hasta ese momento descartados en el análisis finalístico del negocio. Haber
reconocido la finalidad subjetiva tiene, entre otros méritos, el de impedir que
los contratos celebrados sobre la base de motivaciones ilícitas puedan producir
efectos jurídicos. Sin ignorar el aspecto objetivo que posee el elemento causal,
propio de la naturaleza de cada contrato, la corriente neocausalista propone
.C
complementarlo con los fines particulares en la medida que éstos ingresan en
el campo negocial. Esto da lugar a una noción dualista de causa fin, adoptada
por los ordenamientos modernos.
DD
4. Recepción legislativa
4.1 Causa fin en el Código de Vélez
El Código Civil de Vélez Sarsfield trató la cuestión en los arts. 500, 501
LA
de causa receptada por el codificador (causa fin o causa fuente). Sólo en las
últimas décadas de vigencia del viejo Código esta polémica pareció quedar
superada a favor del reconocimiento de la causa fin como elemento esencial
del contrato, con un criterio prácticamente uniforme de la doctrina respecto
del verdadero alcance de los arts. 500 a 502.
158
OM
Asimismo, se ratifican las reglas de presunción, falsedad y licitud de causa.
5. Reglas generales
5.1 Presunción de causa
Es un criterio tradicional en la materia, por el cual se asume que todo ne-
.C
gocio lleva ínsito un propósito que lo determina, aunque este designio no se
encuentre expresado en forma manifiesta en la declaración de voluntad. Este
rasgo distintivo de la causa también constituye un aspecto diferenciador con
DD
relación a los demás elementos del contrato, que no se presumen sino que re-
quieren una manifestación o exteriorización tangible (consentimiento) y una
debida individualización (objeto).
El art. 282 del CCyC, análogo al anterior art. 500, expone la presunción
de causa en estos términos: “Aunque la causa no esté expresada en el acto se pre-
sume que existe mientras no se pruebe lo contrario”.
LA
159
OM
perjuicio de lo que corresponda decidir sobre su validez extrínseca. La abstrac-
ción del título impide al deudor abrir juicio sobre su contenido intrínseco en
el marco de la ejecución. Tales defensas causales sólo pueden ser opuestas una
vez cumplido el acto y en el ámbito de un proceso de conocimiento posterior.
.C
namiento no invalida el acto fundado en una causa falsa. He aquí otra caracte-
rística que permite distanciar conceptualmente a la causa del consentimiento
y del objeto.
El Código establece que “el acto es válido aunque la causa expresada sea falsa
DD
si se funda en otra causa verdadera” (art. 282). Se confirma con ello la solución
del viejo art. 501. El precepto es compatible con lo dispuesto en las normas de
simulación en los actos jurídicos: “Si el acto simulado encubre otro real, éste es
plenamente eficaz si concurren los requisitos propios de su categoría y no es ilícito
ni perjudica a un tercero” (art. 334). En otro orden, lo expresado también se
LA
deben ser lícitos (simulación relativa), caso contrario, el contrato sería nulo.
En este orden, si bien la norma alude a la “causa verdadera”, corresponde inter-
pretar -como lo hace la doctrina especializada- que se trata de una inequívoca
alusión a la causa lícita; de otro modo, la disposición carecería de sentido, pues
es de pura lógica que el propósito falso siempre encubre uno sincero y ello
160
OM
Al igual que sucede con el objeto contractual, se sanciona con ineficacia
la ilicitud de la causa. Por tanto, damos por reproducidas las consideraciones
efectuadas en el capítulo respectivo sobre este tópico en lo que toca al alcance
del concepto de ilicitud formal y material.
El art. 1014 estatuye la nulidad del contrato cuando la causa es contraria a
la moral, al orden público o a las buenas costumbres.
Es preciso señalar que la ilicitud de la causa no tiene por qué confluir con
.C
la del objeto, al punto de que un contrato con prestaciones que involucran
comportamientos aceptados por el orden jurídico, puede ser el medio utiliza-
do para alcanzar fines antijurídicos o inmorales (p.ej., locación de inmueble
para la explotación de un negocio de apuestas clandestinas). Inversamente,
DD
también en terreno de hipótesis, un acto reñido con la ley en cuanto a las pres-
taciones comprometidas por las partes, podría perseguir un propósito legítimo
o loable (v.gr., una operación fraudulenta cuyos dividendos serán empleados
para un acto de beneficencia).
Como se expresara más arriba, la finalidad contractual tiene una función
LA
correctora que afirma el solidarismo en el derecho. Para ello, la ley sanciona con
la nulidad los actos otorgados en razón de móviles subjetivos u objetivos ilíci-
tos. Siguiendo la línea de recomendaciones doctrinarias y proyectos de reforma
previos, el CCyC introduce la discriminación de los motivos ilícitos o inmora-
les según pertenezcan a uno de los contratantes o sean comunes a ambos (art.
1014, inc. b). A los efectos de la sanción de nulidad, se requiere que los dos
FI
contratantes participen de los móviles ilícitos. Cuando sólo una de las partes
concluye el negocio obrando por un fin ilícito, no tiene derecho a invocar el
contrato frente a la otra, es decir, no tiene acción para reclamar la restitución
de lo entregado o la devolución de lo pagado; pero sí puede hacerlo la parte que
obró de buena fe, quien queda liberada de las obligaciones asumidas.
La nulidad que afecta el contrato fundado en una causa ilícita tiene carác-
ter absoluto, por contravenir el orden público, la moral o las buenas costum-
bres (art. 386).
161
del contrato debe ser integrada con sus dos aspectos configurativos y comple-
mentarios: el objetivo y el subjetivo. Y según hemos visto, el Código recepta
este concepto sincrético o dualista de la finalidad negocial.
El criterio objetivo de causa está representado por el fin típico del acto.
Puede identificarse como la causa que define al tipo contractual o causa cate-
OM
górica del contrato. También denominada causa final o finalidad teleológica
(GHERSI). Todo contrato tiene un fin jurídico inmediato y tipificante, que
resulta abstracto y uniforme para cualquiera de los negocios de la misma cla-
se. Esta finalidad genérica entronca con la función económica y social que el
contrato debe cumplir según el ordenamiento.
El art. 281 define el aspecto objetivo comentado como “el fin inmediato au-
torizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad”.
.C
Por tanto, la falta de verificación de los fines objetivos del acto obsta a la
configuración del tipo contractual e importa una desnaturalización que lo
hace pasible de ineficacia por distintas vías.
Algunos ejemplos pueden servir para ilustrar lo explicado. Los contratos
DD
onerosos suponen en todos los casos un intercambio mutuo de atribuciones
patrimoniales, lo que conlleva, por ejemplo, que una compraventa estipulada
por un precio notoriamente bajo, no cumpla con el fin típico. En los con-
tratos gratuitos subyace siempre la intención de beneficiar de quien realiza la
liberalidad; de allí que una donación a través de la cual el donante sólo persi-
LA
162
OM
para ambas partes, y su exteriorización expresa o tácita.
Nos detenemos en esto último. Los fines subjetivos invocados por cual-
quiera de las partes deben ser conocidos o conocibles por el cocontratante. No
se exige que se estipule como una condición expresa del acto, pero al menos
que puedan inferirse inequívocamente en forma implícita. En ciertos supues-
tos, estos motivos se desprenden incuestionablemente de las circunstancias
del caso, por la información que intercambian las partes o por tener como
.C
base sucesos de conocimiento público. Retomaremos el tema al referirnos a la
frustración de la finalidad.
En el caso del contrato de consumo, en cuanto tipo general, existe una
exigencia normativa ineludible respecto a la causa fin. Decimos esto, ya que
DD
para la configuración del contrato de consumo se requiere la verificación de
una finalidad propia, consistente en el destino final de los bienes y servicios
contratados por el consumidor al proveedor. La comprobación de dicho fin
típico (que la adquisición tenga al consumidor como destinatario final, ya sea
para beneficio propio o el de su grupo familiar o social) es el dato que define
LA
su inclusión dentro del sistema protectorio (arts. 1°, LDC, y 1092, CCyC).
Este elemento categorizador del tipo general de consumo es independiente de
la causa propia del tipo especial de contrato (p.ej., compraventa), integrada
tanto por los fines objetivos (función económica y social) como subjetivos
(motivos particulares exteriorizados).
FI
163
OM
en el art. 1013: “La causa debe existir en la formación del contrato y durante su
celebración y subsistir durante su ejecución”.
Mientras la ausencia de causa genética da lugar a la nulidad del contrato,
la falta o desvanecimiento de la causa funcional conduce a la adecuación o a la
extinción (art. 1013, in fine).
El reconocimiento de la perdurabilidad de los móviles causalizados a lo
largo de toda la vida del negocio ha llevado a la jurisprudencia argentina, y
.C
luego al codificador, a receptar la teoría de la frustración del fin del contrato,
que se analizará en el punto siguiente.
DD
8. Frustración de la finalidad
La frustración de la finalidad configura una situación de ineficacia del con-
trato, cuando por acontecimientos sobrevinientes e imprevisibles la causa se
torna inalcanzable, aunque la prestación sea de cumplimiento posible.
LA
164
OM
las metas esperadas.
En el CCyC, la frustración de la finalidad es regulada en el art. 1090,
dentro de la sección sobre extinción, modificación y adecuación del contrato,
bajo la siguiente fórmula: “La frustración definitiva de la finalidad del contrato
autoriza a la parte perjudicada a declarar su resolución, si tiene su causa en una
alteración de carácter extraordinario de las circunstancias existentes al tiempo de
su celebración, ajena a las partes y que supera el riesgo asumido por la que es
.C
afectada. La resolución es operativa cuando esta parte comunica su declaración
extintiva a la otra. Si la frustración de la finalidad es temporaria, hay derecho
a resolución sólo si se impide el cumplimiento oportuno de una obligación cuyo
DD
tiempo de ejecución es esencial”.
Aunque la norma no lo diga, es evidente que el ámbito de actuación com-
prende a los contratos de ejecución diferida o continuada, en tanto una al-
teración sobreviniente de las circunstancias sólo es factible en negocios que
presentan una distancia temporal entre la formación y la extinción.
Es un presupuesto para la aplicación del instituto, la concepción válida del
LA
El otro recaudo consiste en la pérdida del fin propuesto por las partes. La
finalidad se torna inalcanzable temporaria o definitivamente a raíz del acon-
tecimiento que provoca la modificación de las circunstancias en la etapa de
ejecución del contrato. Esta alteración fáctica debe incidir sobre el motivo
impulsor malogrando los móviles causalizados o los fines típicos del acto. En
cualquier caso, el evento frustratorio no afecta necesariamente la prestación,
siendo ésta de posible ejecución.
Se asume que la parte que denuncia la frustración de la finalidad no debe
165
OM
Se presentan similitudes con la imprevisión y con el caso fortuito en cuan-
to a la índole del hecho generador. En la imprevisión, el acontecimiento pro-
voca una excesiva onerosidad para una de las partes, alterando la relación de
equivalencia económica entre las prestaciones recíprocas; en la frustración de
la finalidad, no hay un desajuste prestacional sino un impedimento a la con-
creción o a la subsistencia del motivo determinante, por lo cual no corres-
ponde la revisión o adecuación del contrato. En el caso fortuito, el hecho se
.C
convierte en un obstáculo insuperable para el cumplimiento de la obligación;
en la frustración del fin, la imposibilidad recae sobre la causa y no sobre el
objeto, al punto que el cumplimiento material de la prestación, aunque inútil
para el acreedor, resulta factible.
DD
El efecto de la frustración de la finalidad es la resolución del contrato, a
pedido de la parte perjudicada. La resolución se torna operativa desde que se
comunica la declaración extintiva a la otra parte. Cuando la frustración de la
causa no es definitiva sino meramente temporaria, se establece que la extinción
sólo procede cuando se impide el cumplimiento oportuno de una obligación
LA
esencial, que no consiente postergar su ejecución hasta que cese el hecho ex-
traordinario, tal como ocurrió en los denominados “Casos de la Coronación”.
Malograda la finalidad de la forma que ha sido explicitada, la ineficacia so-
breviniente se proyecta principalmente sobre los tramos del negocio que se en-
cuentran pendientes de ejecución. Para un ordenamiento adecuado, corresponde
166
OM
derecho a la reparación de estos rubros en los casos de frustración del
fin debe apreciarse restrictivamente.
.C
DD
LA
FI
167
legal o por acuerdo de las partes (art. 284 y 969). En estos supuestos, se fija
una modalidad determinada de exteriorización de la voluntad, lo que se de-
nomina forma impuesta. Según el caso, puede llegar a configurar un elemento
esencial particular del contrato. Este concepto restringido de forma es el que
nos concierne en el presente capítulo.
Son diversos los fundamentos que justifican la exigencia de formalida-
des en los contratos. Por un lado, permitir una mayor reflexión y certeza al
momento de realizar ciertas operaciones de especial relevancia o envergadura
169
OM
El Código Civil y Comercial regula los aspectos formales del negocio en
las normas de los actos jurídicos (arts. 284 y ss.), en las reglas generales de los
contratos (arts. 969 y 1015 a 1018), y asimismo en las disposiciones propias
de determinados contratos en particular. A más de ello, deben computarse los
requerimientos de forma contractual consagrados en otros estatutos, como la
Ley de Defensa del Consumidor y varias normas especiales (ahorro previo,
seguro, turismo, tarjeta de crédito, medicina prepaga, etc.).
.C
2. Libertad de formas y forma impuesta
DD
El principio general en la materia es el de libertad de formas, al igual que
lo prescribía el Código derogado. Según el art. 1015, sólo son formales los
contratos a los cuales la ley les impone una forma determinada. De modo tal
que, en ausencia de una forma fijada legalmente, las partes pueden utilizar la
que estimen conveniente (art. 284).
LA
170
OM
contrato, la más común es la que requiere una expresión escrita. La forma
escrita o forma instrumental abarca una serie de modalidades diversas con
diferentes grados de intensidad.
Se encuentran incluidos dentro de la formalidad escrita del acto el instru-
mento público, el instrumento particular firmado (instrumento privado) y el
instrumento particular no firmado (art. 286).
Se admite cualquier soporte para la forma escrita, ya sea material (papel) o
.C
electrónico, siempre que su contenido sea representado con texto inteligible,
aunque su lectura exija medios técnicos (art. 286, in fine). Por tanto, el do-
cumento electrónico queda equiparado en su eficacia y efectos al documento
material clásico con firma ológrafa, y en consecuencia, satisface el requisito de
DD
escritura del acto.
Los recaudos constitutivos de cada tipo de instrumento serán estudiados
dentro de la prueba de los contratos.
Por lo pronto, es necesario aclarar que cuando la ley alude a la exigencia
de forma escrita para un contrato, se entiende que resulta suficiente el otor-
gamiento de un instrumento privado, sin perjuicio de que las partes decidan
LA
pública es una especie del género instrumento público (art. 289, inc. a) y es
definida como “el instrumento matriz extendido en el protocolo de un escriba-
no público o de otro funcionario autorizado para ejercer las mismas funciones,
que contienen uno o más actos jurídicos” (art. 299). Este recaudo formal está
171
OM
No subsiste el recaudo formal con fines probatorios del doble ejemplar o
de pluralidad de ejemplares que reglaba el viejo art. 1021 (aunque con varias
excepciones que lo relativizaban) para los actos que contenían convenciones
bilaterales. Empero, existen hipótesis puntuales en las que el CCyC alude a la
necesidad de un segundo ejemplar a favor de una de las partes, por ejemplo,
para el cargador, la carta de porte en el transporte de cosas (art. 1299), para el
cliente, en los contratos bancarios (art. 1380).
.C
La fecha cierta de los instrumentos privados no es un dato estrictamente
atinente a la forma del contrato sino a su valor probatorio con relación a ter-
ceros, cuestión que corresponde analizar en el capítulo respectivo.
Los testigos conforman un medio de prueba de los contratos, pero no son
DD
designados en el Código como formalidad de acto alguno en materia negocial,
a diferencia de lo que se prevé para el matrimonio o el testamento por acto
público. La presencia de testigos sólo es contemplada subsidiariamente en el
art. 315 para el caso de imposibilidad de firma de alguna de las partes de un
instrumento privado.
LA
172
OM
negociales.
Repasaremos las distintas formalidades previstas para los contratos de con-
sumo y para ciertos documentos emitidos en ocasión de éstos.
a) Forma escrita. Se exige forma escrita en los siguientes casos: contra-
tos de provisión de bienes, para los que se contempla asimismo la
pluralidad de ejemplares (art. 10, LDC); contratos celebrados sobre
propuesta formulada fuera del establecimiento del proveedor (art.
.C
32, párr. 2º, LDC); contratos de crédito al consumo y contratos de
consumo bancarios (art. 36, LDC; art. 1386, CCyC); certificado de
garantía y constancia de reparación en la provisión de bienes durables
y de servicios (arts. 14, 15 y 24, LDC); presupuesto de prestación de
DD
servicios de reparación, mantenimiento, acondicionamiento, limpieza
o similar (art. 21, LDC); condiciones de prestación de servicios pú-
blicos domiciliarios (art. 25, LDC); constancia de información de la
facultad de revocación de la aceptación (art. 34, párr. 2º, LDC; art.
1111, CCyC).
LA
173
OM
en los contratos de provisión de bienes (art. 10, LDC); certificado de
garantía sobre bienes de consumo durables (art. 14, LDC).
.C
dencia y los efectos de la formalidad establecida por la ley. Para la doctrina
clásica, los contratos formales admiten una doble clasificación que toma en
cuenta, primero, si la forma es dispuesta como recaudo de validez (contratos
DD
formales solemnes, también llamados “ad solemnitatem” o “ad substantiam”), y
dentro de éstos, en función del grado de solemnidad que determina diferentes
consecuencias en caso de omisión (solemnes relativos y absolutos), o bien,
como simple medio de comprobación (contratos formales probatorios o “ad
probationem”). Un criterio más actual propicia reservar la calificación de for-
males sólo para los contratos solemnes.
LA
doctrina que los reputa no formales. Para este criterio, la forma probatoria no
es una forma impuesta sino una mera recomendación formal. Ello es lo que
parece denotar la preceptiva del art. 969 (“cuando la ley o las partes no impo-
nen una forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la
celebración del contrato”). Aun así, el art. 1020 lo designa como una especie de
contrato formal.
Pueden citarse como ejemplos de contratos formales probatorios los que
tienen designada la simple forma escrita, entre ellos, locación inmobiliaria
174
(art. 1188), agencia (art. 1479) o fianza (art. 1579). Y en general, la que co-
rresponde a los contratos que en razón de los usos deben ser instrumentados
(art. 1019, in fine).
OM
La forma legal puede ser impuesta como requisito para que el contrato
produzca los efectos propios que corresponden a su tipificación. Si las partes
no observan la formalidad, el contrato no queda perfeccionado como tal y
sólo vale como un contrato en el que los otorgantes se comprometen a cum-
plir con la formalidad pertinente. Se entiende entonces que la sanción no es
la nulidad (art. 969), sino la conversión del acto mediante la atribución de
consecuencias más acotadas a las previstas por las partes.
.C
El ejemplo más reconocido de contrato solemne relativo es la compraventa
de inmueble, que debe ser otorgado por escritura pública (art. 1017, inc. a).
La celebración del contrato por instrumento privado (boleto de compraventa)
no conlleva la invalidez, pero impide que produzca todos sus efectos propios
DD
hasta tanto no sea satisfecha la solemnidad exigida, en este caso, la escritura
pública. Otros casos son los demás comprendidos en el art. 1017, el contrato
oneroso de renta vitalicia (art. 1601), la cesión de derechos hereditarios, liti-
giosos o derivados de actos instrumentados por escritura pública (art. 1618).
LA
175
OM
sus efectos propios, sin sanción de nulidad en caso de omisión. Por esta razón,
la ausencia de ritualidad impide que el contrato tenga el alcance previsto por
las partes según el tipo negocial respectivo, pero a la vez, se le asignan otros
efectos más limitados.
Este fenómeno, que supone la mutación de las consecuencias perseguidas
por los interesados en otras distintas, ha sido denominado conversión del ne-
gocio jurídico.
.C
La base normativa de esta figura se encuentra actualmente en los arts. 285
y 384 del CCyC, que amplían el contenido de lo que preceptuaba el viejo art.
1185 del CC. El primero de los dispositivos reza: “El acto que no se otorga en la
forma exigida por la ley no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado
DD
el instrumento previsto, pero vale como acto en el que las partes se han obligado
a cumplir con la expresada formalidad, excepto que ella se exija bajo sanción de
nulidad”.
La norma transcripta amplía el radio de actuación con relación a su prede-
cesora en diferentes sentidos: a) se aplica a los actos jurídicos en general y no
sólo a los contratos; b) no se limita a los casos que requieren escritura pública,
LA
sino que abarca cualquier exigencia instrumental como formalidad del acto.
Asimismo, despeja toda duda acerca de la especie de contratos formales fa-
vorecidos por la conversión, que son los solemnes relativos, siendo que excep-
túa expresamente los supuestos en que la forma se exige bajo pena de nulidad
(solemnes absolutos).
La falta de otorgamiento del instrumento previsto genera, por un lado, la
FI
ineficacia del acto como tal, que no será apto para producir los efectos que le
son propios, y por otro lado, el nacimiento de la obligación de cumplir con
la formalidad pertinente. Esto implica que las partes no pueden reclamarse la
ejecución del contrato cuya solemnidad han omitido, pero asumen el compro-
miso de cumplir con la formalidad, y por ende, tienen acción para exigirse el
otorgamiento del instrumento que corresponda.
El ejemplo de mayor aplicación práctica, según hemos adelantado, es la
compraventa de inmuebles. Si las partes no concluyen el contrato por escri-
tura pública como lo dispone el art. 1017, inc. a, y en cambio, lo formalizan
mediante un instrumento privado, la compraventa no produce todos sus efec-
tos propios mientras la escritura pública no sea expedida, pero obliga a las
partes a otorgarla (art. 1018); una vez hecha, el acto alcanza la plenitud de sus
consecuencias jurídicas.
176
OM
aun mediando el defecto formal). Así lo expresa, sustancialmente, el art. 384:
“El acto nulo puede convertirse en otro diferente válido cuyos requisitos esenciales
satisfaga, si el fin práctico perseguido por las partes permite suponer que ellas lo
habrían querido si hubiesen previsto la nulidad”.
.C
Finalmente, es menester indagar sobre la obligación de extender el instru-
mento previsto (p.ej., la escritura pública).
DD
El art. 1018 califica a la obligación de otorgar el instrumento pendiente
como una obligación de hacer. El régimen jurídico de esta categoría de obli-
gaciones contempla, entre otras cuestiones, la posibilidad de incorporación de
terceros para que la prestación pueda ser ejecutada por una persona distinta
del deudor, excepto pacto especial o que lo impida la naturaleza de la obliga-
ción (art. 776). En caso de incumplimiento, el acreedor tiene derecho a exigir:
LA
177
OM
.C
DD
LA
FI
178
179
las que rigen para la prueba de los hechos en general, tal como se examinará
más abajo.
Lo propio sucede si se trata de demostrar la índole o el contenido de la
operación jurídica celebrada, cuando las partes discrepan en cuanto a ello. Por
ejemplo, se discute si el contrato en cuestión es una locación o un comodato
OM
o si se ha estipulado o no determinada cláusula o condición. Aquí se aplican
también las reglas de prueba de los contratos.
Otra hipótesis es la de la prueba no ya de la existencia o naturaleza del ne-
gocio sino de sus efectos. En este supuesto, el extremo a acreditar se relaciona
con la ejecución. Despejado el campo en lo que hace a la demostración de la
existencia del contrato y de su contenido, el debate sobre el cumplimiento o
incumplimiento contractual depende de la prueba de simples hechos y para
.C
ello puede utilizarse cualquier medio de prueba.
En cualquiera de los casos, la actividad probatoria procura llevar al magis-
trado a una certeza acerca de los hechos discutidos. Claro que la valoración
judicial de la prueba se basa en una decisión legislativa previa. En punto a los
DD
contratos, el Código velezano establecía un rígido esquema de pruebas tasa-
das que limitaba los medios probatorios eficaces a los mencionados en el art.
1190. El Código Civil y Comercial abandona este método de pruebas legales
y adopta como regla el sistema de la sana crítica, en consonancia con la línea
seguida por los ordenamientos procesales. Confiere al juzgador un amplio
LA
180
al gobierno federal (art. 121, C.N.). La doctrina ya había sentado las bases
que permitieron esclarecer el debate y arribar a la conclusión de que no se ven
vulnerados los principios constitucionales. Para así validarlo, es preciso discri-
minar entre medios y modos probatorios.
Mientras los primeros (propios del ordenamiento civil y comercial) atañen
OM
al tipo de prueba en sí mismo, y por ende, a su admisibilidad, idoneidad y
eficacia, los modos probatorios (privativos de los códigos de forma) consisten
en las condiciones de producción de las distintas pruebas en el marco del
proceso judicial. Para ilustrarlo, podemos detenernos en la prueba de testi-
gos: el Código de fondo define si es admisible para acreditar la existencia del
contrato y cuál es su valor probatorio; los códigos de procedimiento regulan
los mecanismos a través de los cuales se llevará a cabo la prueba testimonial
.C
en juicio (forma de la citación, secuencia de la audiencia, modalidades de las
preguntas, etc.).
DD
3. Carga de la prueba
Como directiva general, puede decirse que la carga de la prueba recae sobre
la parte que alega la existencia de un hecho. Esta concepción, llamada teoría
normativa, tiene amplia acogida en los distintos códigos procesales. Revela
LA
181
OM
Ley de Defensa del Consumidor, que asigna al proveedor el deber de aportar al
proceso todos los elementos de prueba que obren en su poder para esclarecer
la cuestión debatida.
No parece necesario abundar sobre los impedimentos con los que se en-
frenta el consumidor al momento de probar el incumplimiento del proveedor,
cuando la índole de la prestación requiere de material informativo o de ele-
mentos técnicos de los que carece por su condición de profano y por su debili-
.C
dad negocial. Siempre es el proveedor quien se encuentra en condiciones más
propicias de aportar las pruebas a partir del bagaje de recursos de los que dis-
pone y es por ello que la carga probatoria debe ser soportada en mayor medida
por éste. Con esta previsión, se impone al proveedor una carga que le impide
DD
colocarse en situación de pasividad procesal sin asumir las consecuencias que
derivan de ello, esto es, que se tengan por acreditados los extremos invocados
por el consumidor, aunque no sean estrictamente probados.
Complementa la regla del art. 53 de la LDC lo dispuesto por el art. 37, inc.
c), del mismo ordenamiento, que determina la nulidad de las cláusulas que
LA
182
OM
establezca un medio especial (art. 1019, párr. 1°). De esta forma, el Código se
abstiene de fijar medios tasados o de enunciar materiales probatorios.
Con ello, queda diseñado un criterio flexible de ponderación de la prueba
fundado en la sana crítica, que permite al juez valorar los medios probatorios
empleados con cierta amplitud y sin sujeción a una directiva rígida sobre un
determinado medio, a menos que se disponga lo contrario en la ley.
En los acápites siguientes analizaremos los principales medios de prueba en
.C
materia contractual, con especial foco en el valor probatorio que porta cada
uno de ellos.
un escribano público que contiene uno o más actos jurídicos (art. 299).
La alusión a los instrumentos extendidos por funcionarios públicos com-
prende una amplia gama de documentos emanados de distintas autoridades
públicas (partidas emitidas por los registros, resoluciones judiciales, cartas do-
cumento expedidas por el correo oficial, historias clínicas de los hospitales
183
OM
disposiciones, pagos, reconocimientos y enunciaciones directamente relacio-
nadas con el objeto principal del acto instrumentado, hasta que se produzca
prueba en contrario.
La fe pública que emana de la autoridad del funcionario actuante confiere
autenticidad al instrumento en todo el territorio de la República (art. 293).
Esto significa que la veracidad y legitimidad del documento quedan, en prin-
cipio, fuera de duda. Los instrumentos públicos prueban por sí mismos. En
.C
consecuencia, las partes no pueden contradecir las constancias contenidas en
un instrumento público sin cuestionar su autenticidad a través de un procedi-
miento especial (redargución de falsedad).
No obstante, cualquiera de las partes puede invocar y hacer valer ante las
DD
otras las constancias de un contradocumento que altere lo expresado en un
instrumento público, pero dicho contradocumento particular es inoponible
respecto a terceros interesados de buena fe (art. 298). El contradocumento
privado materializa un reconocimiento de la simulación del acto contenida en
el instrumento público, por lo que goza de plena validez entre las partes que
LA
contenido sea reproducido con texto inteligible, aunque su lectura exija me-
dios técnicos (art. 286).
La firma es un dato indispensable del instrumento privado. El art. 288
establece que la firma sirve para probar la autoría de la declaración de volun-
tad expresada en el texto dentro del cual se inserta (art. 288). La firma puede
consistir en la escritura del nombre de quien suscribe o en un signo emanado
de su puño y letra (art. 288). En caso de que alguna de las partes no sepa o
no pueda firmar, puede dejarse constancia de la impresión digital o sustituirse
184
mediante la firma del instrumento por dos testigos, recaudo conocido como
firma a ruego (art. 313).
Se establecen reglas adicionales para la firma del documento en blanco. El
firmante de un documento en blanco puede impugnar su contenido si no res-
ponde a sus instrucciones, sin perjuicio de los derechos de terceros de buena
OM
fe (art. 315).
De existir enmiendas, raspaduras o entrelíneas que afectan partes esencia-
les del acto instrumentado, deben ser salvadas con la firma de las partes, caso
contrario, su fuerza probatoria en sede judicial puede verse reducida o direc-
tamente excluida (art. 316).
El valor probatorio del instrumento privado entre las partes se vincula in-
disolublemente con la autenticidad de las firmas incorporadas en el docu-
.C
mento. Se considera autenticada la firma cuando es reconocida por las partes,
cuando es refrendada por sentencia judicial o cuando se encuentra certificada
por escribano público (art. 314, párr. 2°). El reconocimiento de la firma trae
como consecuencia el reconocimiento del cuerpo del instrumento privado
DD
(art. 314, párr. 2°); en tales casos, la eficacia probatoria para las partes otorgan-
tes se asimila a la del instrumento público. Además, la prueba es indivisible,
por lo que el valor demostrativo para quien reconoce la firma es tanto a su
favor como en su contra.
En cambio, la fuerza probatoria frente a terceros depende de que el ins-
LA
trumento tenga fecha cierta. Según el art. 317, la adquisición de fecha cierta
se produce el día que acontece un hecho del que resulta como consecuencia
ineludible que el documento ya estaba firmado o no pudo ser firmado después
(p.ej., certificación notarial de firma, presentación del instrumento en una
repartición pública, fallecimiento de quien lo suscribió, etc.). El CCyC ha op-
tado por una fórmula abierta que engloba una serie de situaciones posibles que
FI
185
OM
contemplado por el viejo art. 1192. Veremos luego que en el CCyC la eficacia
probatoria ha de variar según las circunstancias del caso.
Un supuesto especial es de la correspondencia, que en tiempos pasados sólo
era posible mediante las cartas misivas, y que ahora es admitida cualquiera sea
el medio empleado para crearla o transmitirla (art. 318), lo que permite abarcar
el correo electrónico, e incluso, todo el tráfico que se envía mediante servicios
de mensajería instantánea, por ejemplo, a través de dispositivos móviles.
.C
Más allá del histórico debate sobre si la propiedad de la correspondencia
(una vez remitida) corresponde al remitente o al destinatario, en cuanto a
nuestro tema se refiere, el art. 318 permite que sea presentada como prueba
por el destinatario si no tiene carácter confidencial, y sólo con el consenti-
DD
miento del remitente si lo tiene. Respecto de su utilización por terceros, se
establece que no pueden valerse de la difusión de la correspondencia confi-
dencial sin asentimiento del destinatario y del remitente. La protección de
la confidencialidad es consecuente con el principio de inviolabilidad de la
correspondencia consagrado en el art. 18 de la CN.
LA
186
las personas jurídicas privadas y quienes realizan una actividad económica or-
ganizada o son titulares de una empresa o establecimiento comercial, industrial,
agropecuario o de servicios”, y exceptúa de dicho recaudo a “las personas huma-
nas que desarrollan profesiones liberales o actividades agropecuarias y conexas no
ejecutadas u organizadas en forma de empresa”.
OM
En lo que hace a la eficacia probatoria de los registros contables, el art. 330
reordena las reglas en base al siguiente esquema:
a) Prueban en contra de quien los lleva o sus sucesores, sin admitirse
prueba en contrario.
b) Prueban a favor de quien los lleva, si la parte adversaria también tiene
contabilidad y no presenta los registros contrarios incorporados en
forma regular, sin perjuicio de la facultad del juez de exigir otra prue-
.C
ba supletoria, si así lo considera.
c) No prueban para ninguna de las partes, cuando, pese a ser regulares y
contar con las formalidades necesarias, resultan contradictorios entre sí.
d) Tienen el valor de un simple principio de prueba, contra quien no está
DD
obligado a llevar contabilidad ni la lleva voluntariamente.
e) La prueba que resulta de los estados contables es indivisible; por tan-
to, el litigante debe aceptar la combinación de todos los asientos exis-
tentes, le sean favorables o desfavorables.
LA
4.5 Testigos
Los testigos son sujetos ajenos a las partes del proceso que declaran acerca
FI
su valor probatorio debe ser apreciado con cautela. En línea con esta idea, el
art. 1019, párr. 2°, inhabilita la testimonial como prueba exclusiva de los con-
tratos que usualmente son objeto de instrumentación.
La diferencia con el Código de Vélez es que éste impedía la prueba testimo-
nial cuando el valor económico del contrato superaba una tasa mínima (art.
1193). En el sistema actual, lo relevante es que exista una cierta costumbre
negocial de celebrar por escrito el contrato que se pretende demostrar.
En suma, puede decirse que la fuerza probatoria de los testigos debe rela-
187
OM
testimonial.
Es más amplio el valor de los testimonios cuando se trata de acreditar no
ya la existencia de un contrato sino de simples hechos, por ejemplo, el cum-
plimiento de una de las partes.
Otra limitación a esta prueba es la que surge del art. 297, que no permite
a los testigos de un instrumento público contradecir o variar su declaración
posteriormente, a menos que aleguen que testificaron siendo víctimas de dolo
.C
o violencia.
duce fuera del ámbito de la justicia, en forma verbal o escrita, sea de manera
privada o en el marco de actuaciones de los poderes públicos (p.ej., en sede
policial o en un expediente administrativo).
Su valor probatorio, especialmente en el supuesto de confesión judicial, es
muy certero, tal como sugiere el difundido aforismo: “a confesión de parte,
188
OM
282); presunción de explotación en la lesión (art. 332); presunciones relativas
al pago (art. 889); presunción de venta de contado y de aceptación de la factura
(art. 1145); presunción de contratación de obra por ajuste alzado (art. 1262).
En la Ley de Defensa del Consumidor hallamos presunciones relativas en ma-
teria de servicios públicos domiciliarios: la de responsabilidad del prestador por
interrupción del servicio (art. 30) y la de sobrefacturación (art. 31).
Por otro lado, están las presunciones absolutas o irrefutables (iuris et de
.C
iure), que no admiten prueba en contra. Su eficacia probatoria es plena. Pue-
den citarse los siguientes casos: presunción sobre el domicilio legal de las per-
sonas (art. 79); presunción de pago de intereses en el mutuo por períodos
anteriores, cuando se extiende recibo sin reservas por un período posterior
DD
(art. 1527, últ. párr.); presunción de gratuidad del acto entre vivos transmisivo
de la propiedad de bienes del causante a legitimarios, con reserva de usufructo,
uso o habitación, o contraprestación de renta vitalicia (art. 2461); presunción
de inexistencia de deuda en los servicios públicos domiciliarios, ante la falta de
manifestación de la prestataria sobre facturas pendientes (art. 30 bis, LDC).
LA
189
Vale mencionar como ejemplos las pericias contables, para evaluar las regis-
traciones de contabilidad de las partes; las pericias caligráficas, para determinar
la autenticidad de las firmas desconocidas; las pericias médicas, para establecer
si los actos médicos han sido practicados regularmente; las pericias arquitectó-
nicas, para establecer el modo de ejecución de obras constructivas; etc.
OM
d) Informes. En ciertas ocasiones es preciso recabar información en poder
de terceros ajenos al pleito para esclarecer las cuestiones fácticas conducentes.
La prueba informativa se tramita mediante el libramiento de oficios judi-
ciales a entidades públicas o privadas, a fin de que éstas evacúen el requeri-
miento sobre la base de sus archivos o registros documentales.
Tienen un valor probatorio adicional o complementario al resto de los
elementos de convicción obrantes en la causa.
.C
e) Reconocimiento judicial. Consiste en una diligencia practicada por el
órgano jurisdiccional (antes denominada inspección ocular), en la que se lleva
a cabo el relevamiento de lugares o cosas, la realización de exámenes científicos
o la reconstrucción de hechos.
DD
Procede en los casos que resulta necesaria la percepción directa del magis-
trado para una correcta apreciación de los hechos objeto del proceso.
No es una prueba frecuente en materia de conflictos contractuales, aunque
en hipótesis especiales puede aportar certeza sobre la materia debatida.
LA
5. El documento electrónico
El impacto de las nuevas tecnologías en las relaciones jurídicas produjo un
fenómeno de desmaterialización instrumental de los vínculos negociales. Se
tiende a prescindir del soporte material que ofrece primordialmente el papel
FI
190
OM
la firma digital y la equipara a la manuscrita en todos los actos instrumentados
bajo esa modalidad, con excepción de los casos excluidos (actos de última
voluntad, actos jurídicos familiares, actos personalísimos y demás actos in-
compatibles por disposición legal o convencional). Se establece que los do-
cumentos emitidos bajo firma digital hacen presumir la autoría del titular
del certificado digital. En sentido concordante, el CCyC dispone que “en los
instrumentos generados por medios electrónicos, el requisito de la firma de una
.C
persona queda satisfecho si se utiliza una firma digital, que asegure indubita-
blemente la autoría e integridad del instrumento” (art. 288, párr. 2°). Empero,
debe destacarse que en nuestro país, el uso de la firma digital en las relaciones
contractuales aún se encuentra en una fase incipiente.
DD
Descifrar la eficacia probatoria del documento electrónico exige ponde-
rar cada situación. Como primera medida, conviene recordar que el art. 286
considera dentro de la forma escrita a los instrumentos públicos, privados o
particulares no firmados emitidos mediante soporte electrónico, siempre que
su contenido sea representado con texto inteligible. A su vez, el art. 1106 avala
LA
emitido por ese medio, ya sea como instrumento público, privado o particular
no firmado. En el último de los supuestos, la fuerza probatoria depende de la
confiabilidad de los soportes utilizados y de los procedimientos técnicos que
se apliquen (art. 319).
Estas pautas son aplicables al correo electrónico y también a los mensajes
191
OM
ejecución automática de las prestaciones previamente convenidas, en la me-
dida que se van verificando las instancias o eventos previstos por las partes.
Así, por ejemplo, la transferencia electrónica de un activo en el plazo pactado
dispara la contraprestación respectiva ya programada, que se autoejecuta sin
necesidad de una actividad del deudor. El sistema permite registrar los distin-
tos actos digitales, cada uno representado por un “bloque” cuya información
no puede ser eliminada ni modificada, lo que garantiza la inalterabilidad de
.C
las transacciones cumplidas.
lidad tiene carácter solemne (relativo o absoluto) sólo puede hacerse con la
presentación del instrumento previsto por la ley; c) la prueba de los contratos
formales probatorios se materializa básicamente por medio del propio instru-
mento escrito otorgado por las partes. Hasta aquí no encontramos mayores
dificultades.
Los inconvenientes probatorios se presentan en el último supuesto cuando
FI
los contratantes omiten observar la forma escrita prescripta por la ley a los
fines de la prueba.
El art. 1020 contempla el modo de acreditar la existencia del contrato en
estos casos, aportando cualquier otro medio de prueba, incluso la testimonial,
pero siempre que se verifique alguno de los siguientes extremos: imposibili-
192
OM
a) Imposibilidad de obtener la prueba. En este supuesto, los contratantes
no pueden probar el cumplimiento de la formalidad instrumental requerida, a
pesar de haberla observado oportunamente. Se justifica prescindir de la forma
escrita y habilitar la prueba por cualquier medio, ya que las partes celebraron el
acto por escrito, sólo que no disponen del documento por haber mediado alguna
circunstancia sobreviniente que lo impide (extravío, sustracción, destrucción).
Basta con probar que los contratantes instrumentaron el acto y que resulta
.C
imposible acceder al documento.
Creemos que se halla comprendida no sólo la imposibilidad de producir la
prueba por escrito, sino también la de documentar el acto, tal como mencio-
naba el viejo art. 1192, como en los casos de depósito necesario o cuando la
DD
obligación es contraída por incidentes imprevistos que hacen imposible docu-
mentarla por escrito (p.ej., eventualidades que no admiten la representación
escrita del acto en el momento de su celebración; imposibilidad física o psí-
quica de uno de los otorgantes).
b) Principio de prueba instrumental. Aquí se pondera que, pese a la au-
LA
sencia del contrato extendido por escrito, existe algún instrumento (público,
privado o particular no firmado) que hace verosímil la existencia del contrato.
Se trata de otro mecanismo indirecto de acreditación del vínculo contractual,
dado que, aunque resulte redundante decirlo, el instrumento en cuestión no
representa al contrato mismo. Dicho instrumento puede emanar de la parte
que niega el contrato, de su causante o de cualquier interesado en el asunto
FI
193
En tales casos, ante la falta de una expresión escrita del contrato, la prueba
va dirigida a representar los actos configurativos de ejecución de las obligacio-
nes inherentes al negocio. Así, es factible la prueba de un contrato de locación
verbal si se demuestra a través de cualquier medio que el locatario ocupa el
bien arrendado o que abona regularmente los cánones locativos.
OM
Como ha sido expresado, cualquiera de estos modos indirectos (imposibi-
lidad de obtener la prueba, principio de prueba por escrito, comienzo de eje-
cución) autoriza la utilización de los demás medios de prueba para respaldar
la demostración de la existencia del contrato, como la confesión, los testigos,
las presunciones, etc.
.C
DD
LA
FI
194
1. La labor interpretativa
Dentro del ciclo de vigencia del contrato resulta un aspecto central para la
seguridad jurídica de las partes comprender apropiadamente el significado de
195
En este sentido, el art. 1° del Código Civil y Comercial establece que los
casos por él regidos deben ser resueltos según las leyes que resulten aplicables,
la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos, teniendo en
cuenta la finalidad de la norma. Luego dispone el art. 2° que “la ley debe ser
interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas,
OM
las disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios
y los valores jurídicos, de modo coherente con todo el ordenamiento”. Se advierte
así que en nuestro sistema la interpretación de la ley integra no sólo a la letra
sino también al espíritu de la norma como pautas hermenéuticas. Y al mismo
tiempo, la tarea interpretativa no puede prescindir de los principios y valores
jurídicos, lo que denota una perspectiva de neto contenido axiológico, y al
mismo tiempo, el designio de centrar el eje en la persona humana.
.C
Nuestro tema es la interpretación contractual. Cabe entender por interpre-
tación del contrato a la actividad tendiente a desentrañar el verdadero sentido
y alcance de la declaración de voluntad común.
La primera cuestión a despejar es la oportunidad de la actividad interpre-
DD
tativa, es decir, establecer cuál es el presupuesto de hecho que debe producirse
para tornar necesaria la labor del intérprete.
Se afirma a partir de una máxima tradicional que sólo es necesario inter-
pretar aquello que no es claro. Pese a que no faltan quienes opinan que todo
contrato es susceptible de interpretación y que aun para constatar la claridad
LA
de una cláusula es menester una cierta investigación, puesto que incluso una
estipulación puede ser diáfana pero no responder a la intención común de los
contratantes, lo cierto es que la tarea interpretativa requiere de una controver-
sia o disenso en punto al significado objetivo de la declaración de voluntad.
Esto sucede cuando las partes mantienen posiciones encontradas sobre el sen-
tido de una cierta manifestación a la que atribuyen distintos alcances. En la
FI
196
OM
vacíos en la declaración de voluntad.
Entre las reglas de integración contempladas en el CCyC, se destaca es-
pecialmente la del art. 964, según la cual el contenido del contrato se integra
sucesivamente con las normas indisponibles, las cláusulas convencionales, las
normas supletorias y los usos y prácticas. Otro caso es el art. 961, que prescri-
be que los contratos “obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a
todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos”. También
.C
pueden citarse como ejemplos los arts. 1006 (determinación de la cantidad
por el juez), 1103 –análogo al art. 8° de la LDC- (integración de las precisio-
nes publicitarias al contenido del contrato de consumo) y 1255 (fijación del
precio en los contratos de obra y de servicios).
DD
Una parte sustancial de la cuestión que aquí tratamos se encuentra en el
ámbito de los contratos por adhesión y en los contratos de consumo, al tiempo
de declararse la nulidad de alguna cláusula contractual, lo que hace preciso que
el juez simultáneamente integre el contenido del contrato, de conformidad con
lo prescripto por los arts. 989, 1122, inc. c, del CCyC, y 37 de la LDC.
LA
las reglas legales de imputación. En este caso, no está en juego fijar los dere-
chos y obligaciones de las partes como resultado de dudas interpretativas.
Ocurre comúnmente en los contratos innominados, en los que es pre-
ciso identificar a qué esquema típico responde el negocio bajo estudio (por
ejemplo, mediante recurso a la analogía), y según ello, discernir el régimen
jurídico aplicable.
También es frecuente visualizar inconsistencias al momento de darle los
contratantes nominación al acto que celebran. Casi innecesario es aclarar que
la designación particular de un negocio jurídico no es vinculante para el juez,
si no responde a la correcta categorización del contrato. Para una acertada
calificación del vínculo contractual se exige indagar principalmente sobre la
finalidad y economía del negocio jurídico.
197
OM
3. Sujetos y objeto de la interpretación
Intentaremos responder dos preguntas que encierra la actividad interpreta-
tiva de los contratos: ¿a quién corresponde la función de interpretar el contra-
to? ¿qué es lo que se debe interpretar?
El primer interrogante nos lleva a hablar de los sujetos de la interpretación.
En la práctica, las partes suelen adentrarse en la tarea de fijar el significado de
.C
sus propias declaraciones y así procurar resolver el conflicto interpretativo. En
este cometido, es clave la asistencia que pueden brindarle a los contratantes
sus abogados, ya que se encuentran en condiciones técnicas de analizar las
DD
diferentes reglas de interpretación aplicables al caso singular.
Distinto es el supuesto de la cláusula contractual por la que se supedite la
interpretación del texto común a la voluntad de una de las partes. Esta clase
de estipulaciones se encuentra vedada por el orden público (arts. 344 y 1004).
Cuando no es posible convenir el modo que permita zanjar la controversia
interpretativa, las partes deben someterla a la decisión de un tercero.
LA
198
OM
realizarse sino a partir del análisis de las estipulaciones plasmadas en el acuerdo.
Tampoco puede afirmarse que nuestra ley haya tomado partido por una
u otra teoría, sino que existen reglas que demandan una coordinación entre
ambas, según las circunstancias.
Tanto en los viejos códigos (entre otros, arts. 533, 1198, CC; 218, inc.
1°, C.Com.), como en el ordenamiento que los reemplaza (arts. 961 y 1061,
CCyC), hallamos directivas que importan consagrar la eficacia normativa de
.C
la voluntad real, cuyo alcance analizaremos más adelante.
Por su parte, la Corte Suprema tiene sentada cierta doctrina según la cual,
no cabe a los jueces asignar a las cláusulas de un contrato un sentido reñido
con la literalidad de sus términos y la clara intención de las partes, y así apar-
DD
tarse de la voluntad contractual expresamente declarada mediante la invoca-
ción de argumentos puramente conjeturales.
En cualquier caso, debe reconocerse que el campo sobre el que se despliega
el método interpretativo excede el ámbito del documento. Se ha dicho, en
este sentido, que el cometido es interpretar la relación jurídica y económica
LA
199
OM
la norma que enmarcan el conflicto interpretativo concreto. Nada impide la
confluencia de más de una directiva en un caso dado.
Cabe advertir que las reglas que serán estudiadas en los acápites siguientes
son propias de la interpretación de los contratos paritarios, en cuanto subyace en
ellas la premisa de una negociación individual que alumbra la redacción nego-
cial, por lo que, aun sin desconocer su valor como criterios generales hermenéu-
ticos, es una evidencia que tales directivas no han sido concebidas para dar res-
.C
puesta adecuada a la lógica que presenta la estructura contractual de adhesión.
una regla que impone: atribuir al contrato tanto sus efectos normales como
sus consecuencias virtuales; observar una conducta diligente y empeñosa para
evitar que el cocontratante se perjudique indebidamente y que se frustre la
finalidad del negocio; cumplir ciertos deberes secundarios de comportamien-
to que se adicionan a las obligaciones básicas de las partes, según la función
200
OM
es el criterio legal de interpretación de buena fe que el magistrado debe asu-
mir siempre que el contrato ha sido concebido por contratantes de buena fe,
aunque las evidencias del caso concreto pudieran sugerir otra cosa. Es la única
manera de arribar a una justa interpretación.
4.2.1.2 Deberes secundarios de conducta
Del principio de buena fe como regla de comportamiento, emanan deter-
minadas obligaciones accesorias o complementarias de los deberes esenciales
.C
que corresponden al tipo contractual y que definen el modo de ejecución de
la prestación y su cabal contenido. En ciertos casos, estos deberes aparecen
regulados por la ley en forma expresa. En otros, emergen de manera implícita,
como consecuencias que deben ser consideradas comprendidas en el contrato
DD
aunque no estén formalmente expresadas (art. 961).
a) Deber de información. Dentro de los deberes secundarios más frecuentes
en el plexo negocial está el de información. Obrar de buena fe implica para
cada parte, bajo ciertas hipótesis, el compromiso de mantener informado al
cocontratante sobre las circunstancias relevantes para la ejecución del contrato.
LA
zamiento de datos de uno a otro contratante. Uno de los campos de más fluida
aplicación es el de los contratos de consumo (entre otros, arts. 1100, 1107 y
1111, CCyC; arts. 4°, 6°, 9°, 34 y 36, LDC).
Existen también deberes informativos consagrados legalmente para ciertos
contratos (obra y servicios, arts. 1256; mandato, art. 1324; etc.).
201
OM
que la inejecución de la prestación principal, como sucede, por ejemplo, con
los daños a usuarios en espectáculos deportivos.
Como obligación convencional, su origen puede emanar de una estipula-
ción expresa o tácita, esto es, sin necesidad de cláusula especial.
En el campo de las relaciones de consumo, la fuente de la obligación de
seguridad es legal (arts. 5° y 6°, LDC). Se trata de una garantía de inocuidad
de los bienes y servicios que se comercializan en el mercado.
.C
El CCyC se abstuvo de regular en forma explícita la obligación de seguri-
dad, lo que ha llevado a ciertos cuestionamientos acerca la subsistencia de tal
deber en el ordenamiento general.
No obstante, creemos que el fundamento puede seguir atado indirecta-
DD
mente a las disposiciones referidas a la buena fe (art. 961), en cuyo caso, el pa-
norama no difiere del que se presentaba antes de la reforma civil y comercial.
Incluso, hoy es dable hallar una nueva base legal en el deber de prevención
del daño previsto en el art. 1710, en especial, en cuanto impone adoptar las
medidas razonables para evitar que se produzca un daño o disminuir su mag-
LA
202
la cosa o del servicio (art. 40, LDC), en razón de la apariencia que suscita en
el consumidor al visualizarlo como el fabricante del bien.
d) Deber de colaboración. La colaboración es otro deber de comporta-
miento paralelo al deber de prestación. Fija a cargo de las partes una conducta
cooperativa para facilitar el cumplimiento de los efectos esperados y la satis-
OM
facción de los intereses correspectivos.
En perspectiva dinámica, los contratos de larga duración necesitan de la
colaboración recíproca para alcanzar los objetivos proyectados y evitar su frus-
tración prematura. Existe una directiva expresa al respecto en el art. 1011, que
exige a las partes ejercitar sus derechos según el deber de colaboración, con
respeto a la reciprocidad de las obligaciones en función de la duración total
del contrato.
.C
Algunos negocios en particular llevan ínsitas prestaciones de asistencia o
auxilio entre las partes, en razón del contenido técnico que involucran: con-
tratos de obra y servicios, contratos de colaboración empresarial (agencia, con-
cesión y franquicia), contratos asociativos.
DD
e) Deber de confidencialidad. Cuando es preciso preservar ciertos datos
obtenidos con motivo de la celebración o el cumplimiento de un contrato,
emerge el deber de confidencialidad como otra emanación del principio de
buena fe.
En el ámbito precontractual, se establece expresamente un deber de confi-
LA
203
OM
orientar al intérprete por mandato del art. 1061 (“el contrato debe interpretarse
conforme a la intención común de las partes”), se fusiona naturalmente con la
buena fe que dirige el proceso de interpretación.
Asimismo, el escrutinio de la intención común tiene inevitable vinculación
con la finalidad del negocio. Por tanto, en la búsqueda de aquello que los con-
tratantes quieren, debe recalarse en los fines típicos del acto y los propósitos
relevantes de los interesados.
.C
Se abre en este punto otro debate en el que se intenta dirimir si la intención
común debe ser explorada según el significado que emana de los intereses par-
ticulares inmersos en el contrato (interpretación subjetiva), o bien, en función
de parámetros que la infieren tomando en cuenta la conciencia social (inter-
DD
pretación objetiva). Encontraremos reglas legales en ambos sentidos.
204
OM
gida de una cláusula.
En lo que respecta al objeto o materia a interpretar de conformidad con
esta regla, se impone privilegiar los términos literales del contrato. Con ello
se procura evitar interpretaciones extensivas o ampliatorias que no surjan fiel-
mente del tenor de la declaración común. Pero cuando los términos utilizados
en la redacción del contrato no ofrecen dudas sobre la intención de las partes,
sólo es dable tomarlos en el sentido textual de las cláusulas y descartar las
.C
demás pautas.
Se excluyen expresamente del método de interpretación literal las cláusulas
que establecen las obligaciones del predisponente en los contratos por adhe-
sión y del proveedor en los contratos de consumo (art. 1062, in fine). La solu-
DD
ción evita que se consolide todo el poder normativo del contrato en manos de
quien posee el monopolio de la redacción.
4.3.2 Gramatical
Para los casos en que es necesario reconocer el significado de los términos uti-
lizados en el contrato se adopta la interpretación gramatical, filológica o semán-
LA
tica. Según esta regla, consagrada en el art. 1063, las palabras empleadas en el
contrato deben entenderse, en principio, en el sentido que les da el uso general.
Se parte de la premisa que el lenguaje usado en las cláusulas contractuales es el
que corresponde a su sentido corriente o coloquial. Por ello, cabe atribuir a las ex-
presiones el significado común de los términos por sobre cualquier otra acepción.
La norma agrega que el mismo criterio de interpretación gramatical es
FI
205
OM
insertan. Por ejemplo, el término “resolver” tiene un significado diverso en un
contrato de cambio del que puede presentar en un contrato de arbitraje.
4.3.3 Contextual
El método de interpretación contextual, integral o sistemático, reconocido
por el art. 1064, consiste en entender al contrato como un todo indivisible en
el que las cláusulas se interpretan las unas por medio de las otras. Se atribuye al
contrato el sentido apropiado que resulta de su conjunto de manera orgánica.
.C
Lo contrario sería tomar una o más estipulaciones en forma aislada o des-
contextualizada, lo que puede llevar a una conclusión errada o inexacta sobre
su verdadero significado. Por eso, el intérprete abocado a discernir el sentido
de las palabras empleadas, no debe perder de vista el modo en que dichos tér-
DD
minos o cláusulas se integran armónicamente con el resto del contrato.
En consecuencia, una controversia interpretativa suscitada entre las partes en
punto a una estipulación pasible de un sentido si es leída en forma parcial, y de
otro dentro de la trama negocial, debería decidirse en función de este último.
A partir de lo normado por el art. 1065, cabe entender que la regla de
LA
dudoso, dado que una misma cláusula puede tener un alcance disímil según
la clase de contrato.
No se nos escapa que el mencionado artículo también alude a la conducta
de las partes, pero creemos que se trata de un criterio independiente y no su-
pletorio de interpretación, lo que justifica su tratamiento especial más adelante.
4.3.4 Conservadora
La interpretación conservadora responde al principio de conservación o
de vivencia del acto, que juega en los casos en que el conflicto interpretativo
versa sobre el alcance de una cláusula de la que depende la subsistencia o no
del contrato o de determinada condición.
El CCyC recoge esta directriz en el art. 1066 al disponer que “si hay duda
sobre la eficacia del contrato, o de alguna de sus cláusulas, debe interpretarse en el
sentido de darles efecto”.
206
De acuerdo con esta regla, en caso de duda, las cláusulas resolutorias o las
caducidades previstas en el acuerdo, deben interpretarse en el sentido de la
validez o pervivencia del negocio y no de la privación de sus efectos. El funda-
mento reside en la necesidad de respaldar la intención común de las partes de
dar vigor jurídico a su manifestación de voluntad. Desde luego, si la cláusula
OM
es clara en cuanto a la ineficacia que se sanciona, nada cabe objetar.
Se contempla asimismo en la disposición legal que, cuando de la aplicación
del criterio conservador resultan varias interpretaciones posibles, corresponde
darles el alcance más adecuado al objeto del contrato.
4.3.5 Fáctica
El comportamiento de las partes durante el proceso formativo y en el tramo
de ejecución del contrato constituye una trascendente fuente de interpretación,
.C
cuando las cláusulas no son claras sobre determinado aspecto controvertido.
Se trata de la interpretación fáctica o auténtica, basada en la protección de la
confianza recíproca y de la apariencia gestada por los hechos de los contratantes.
Tiene una doble base normativa en el CCyC. Por un lado, el art. 1065,
DD
inc. b, fija el alcance de lo convenido en función de la conducta de las partes
en la etapa formativa y en la posterior a la celebración. Luego, el art. 1067
completa la regla al declarar inadmisible la contradicción con una conducta
jurídicamente relevante, previa y propia del mismo sujeto.
Este principio no es sino una aplicación de la doctrina de los actos propios,
LA
207
OM
menéutico que en caso de duda confería al deudor, por su sola condición de
tal y en cualquier tipo de contrato, era capaz de desvirtuar la finalidad negocial
y de conducir a resultados injustos. Desde hace tiempo, la tendencia de la
doctrina especializada en la materia es reformular, especialmente en el ámbito
de la contratación predispuesta, el criterio de favor al deudor por el de favor
debilis. En cambio, para los contratos paritarios la nueva pauta legal se asienta
en la equidad según la categorización del contrato como gratuito u oneroso.
.C
No parece irrazonable, en ciertas hipótesis, inclinarse por favorecer al deu-
dor cuando es la única parte que se compromete a realizar un sacrificio eco-
nómico, por ejemplo, ante la imprecisión sobre el alcance de una obligación
derivada del contrato de donación. El carácter liberal o desinteresado del acto
DD
torna equitativo desgravar el rigor del débito a su cargo, de existir dudas.
Entre tanto, en los contratos onerosos, la regla de equidad propende al
mantenimiento de la función económica del tipo, por lo que la oscuridad o
ambigüedad de las expresiones debe disiparse según el modo que favorezca
una adecuada equivalencia de los intereses de los contratantes, esto es, equili-
LA
rar de una serie de pautas específicas de interpretación para los contratos por
adhesión en general y de consumo en especial. Son directivas más estrictas
que las clásicas, ya que tienden a establecer el sentido y alcance de las cláusulas
contractuales del modo que mejor consulte los derechos del contratante débil.
El Código Civil y el Código de Comercio carecían de una hermenéutica
para esta problemática, la que fue abordada mediante una labor netamente
pretoriana. No sería justo dejar de admitir, sin embargo, que el principio in-
terpretativo de buena fe del viejo art. 1198, párr. 1º, se erigió en una directiva
legal ineludible y cuya aplicación a los contratos por adhesión y de consumo
208
nunca presentó dudas, al punto que las reglas elaboradas en torno a éstos no
deben considerarse sino una derivación de aquél.
Una primera aproximación al perfil hermenéutico de la contratación pre-
dispuesta muestra la hegemonía de las reglas de interpretación objetivas sobre
las subjetivas, en tanto la preordenación del contenido contractual obliga a
OM
reconstruir la intención común por fuera de la rígida literalidad, a la luz de la
función económica del contrato, según las expectativas razonables que genera
en el adherente o consumidor.
Otra cuestión no menos relevante es la reafirmación del principio de inter-
pretación contextual en una doble perspectiva. De una parte, el contenido a
interpretar no es solamente el dispuesto en las cláusulas predirigidas por el pro-
veedor, sino también todo el marco de manifestaciones previas a la conclusión
.C
del contrato (publicidad, oferta, prácticas comerciales). Asimismo, el sentido
de la declaración debe descifrarse en el marco de la operación jurídica compleja
y no únicamente en el contrato individual en el que se inserta la cláusula.
Por todo ello, es saludable el reconocimiento legislativo de reglas especiales
DD
de interpretación y de control de incorporación en los arts. 985 a 987 del CCyC,
emplazadas dentro de la unidad normativa de los “Contratos celebrados por ad-
hesión a cláusulas generales predispuestas”, que se suman a las que ya se habían
incorporado al ordenamiento a través de la Ley de Defensa del Consumidor.
LA
209
OM
tibilidad entre cláusulas generales y particulares, prevalecen estas últimas”.
La solución se explica por lo que representa la cláusula particular en el
contexto de un contenido prerredactado. La estipulación general es elaborada
para una pluralidad de negocios, a diferencia de la especial, concebida para
un contrato determinado. El CCyC define a las cláusulas particulares como
“aquellas que, negociadas individualmente, amplían, limitan, suprimen o inter-
pretan una cláusula general” (art. 986, 1° pte.).
.C
Es menester aclarar que la procedencia de la regla depende de que la esti-
pulación especial resulte más favorable al adherente o consumidor (arg. arts.
3º, LDC, y 1094, CCyC).
Opinamos que la directiva debe comprender la hipótesis de confluencia de
DD
estipulaciones predispuestas con otras incorporadas, sobre las que el adherente
ha podido influir en su contenido. Las cláusulas negociadas son incluidas en el
plexo negocial al momento de la celebración como resultado de la discusión o
negociación paritaria y tienen prevalencia sobre las condiciones preexistentes.
LA
210
OM
misma norma que exige que las cláusulas generales predispuestas sean “autosu-
ficientes” (párr. 1°) y “completas” (párr. 2°).
Corresponde mencionar también la regla de accesibilidad, como exigencia
de los contratos por adhesión, tendiente a que las cláusulas estén redactadas de
manera legible, comprensible e inteligible. Su contracara es el clausulado inac-
cesible para el adherente por diversos obstáculos: letra impresa excesivamente
pequeña, expresiones en idioma extranjero, etc.
.C
Por ello, se establece que las cláusulas generales predispuestas deben ser
comprensibles y redactadas de manera clara y fácilmente legible (art. 985, párr.
1° y 2°, CCyC). Caso contrario, son inoponibles al adherente o consumidor.
DD
5.4 Principio de interpretación favorable al consumidor
Un jalón trascendente en la evolución de las directivas de interpretación
contractual es la regla favorable al consumidor, verdadero principio general de
aplicación a todas las relaciones de consumo.
El rasgo principal que representa este enunciado es la evolución del sentido
LA
la relación de consumo.
Con su recepción en la LDC y en el CCyC, se instituyó una norma impe-
rativa de alcance general impregnada del más cabal espíritu tuitivo que anima
a la normativa de consumo. Prescriben tanto el art. 37, párr. 3º, de la LDC,
como el art. 1095 del CCyC, que el contrato de consumo se debe interpretar
211
1.1 Partes
La fuerza obligatoria del contrato tiene como corolario a otro principio
clásico, el de efecto relativo. El contrato es obligatorio para las partes (art. 959)
y sus efectos sólo se extienden a los contratantes (art. 1021).
213
Como criterio general, los únicos sujetos alcanzados por las consecuencias
del negocio son las partes. El principio de relatividad excluye a los terceros de
las derivaciones contractuales.
Es preciso delimitar el concepto de parte contractual. Las personas huma-
nas o jurídicas que adquieren derechos y contraen obligaciones a través del
OM
contrato pueden concurrir a manifestar la voluntad común por sí o por otro.
Parte u otorgante del contrato es el titular de los intereses reglamentados por
el contrato, aunque no sea quien lo suscribe o lo concluye personalmente.
El art. 1023 del Código Civil y Comercial considera abarcadas tres si-
tuaciones distintas dentro del concepto de parte del contrato: quien actúa a
nombre propio, aunque sea en interés ajeno (inc. a); quien es representado por
otro que actúa en su nombre e interés (inc. b); quien manifiesta su voluntad a
.C
través de un corredor o agente sin representación (inc. c).
El primer caso es el más elemental, se refiere a la actuación del contratante
en su propio nombre, aunque comprende la doble posibilidad de que lo haga
en interés propio (supuesto más común) o que intervenga en interés de otro.
DD
Esta última situación se presenta cuando se actúa en beneficio de un tercero,
como es el caso especial del mandato no representativo u oculto previsto en el
art. 1321, en el que el mandatario queda directamente obligado respecto del
tercero.
La segunda hipótesis contempla la celebración del contrato por medio de
LA
cual interceden.
214
las partes. Ello compatibiliza con la pauta general del art. 398, según la cual
todos los derechos son transmisibles.
Sucesores universales (también llamados herederos) son aquellos que reci-
ben todo o una parte indivisa del patrimonio del causante (arts. 400 y 2278).
La muerte de un contratante supone la continuidad del contrato con los here-
OM
deros que lo suceden en la universalidad o en una parte indivisa de los bienes
que constituyen el acervo sucesorio.
La situación descripta está contenida en el art. 1024, según el cual los efec-
tos del contrato se extienden activa y pasivamente a los sucesores universales.
La extensión activa y pasiva de la que habla la norma significa que se trans-
miten a los herederos tanto los derechos y como las obligaciones derivadas
del contrato en cuyo ámbito el fallecido revestía la calidad de parte. De esta
.C
manera, el sucesor universal pasa a ocupar el lugar del causante como acreedor
de los créditos y como obligado al cumplimiento de las deudas que éste tenía
por causa del contrato.
En lo que a las deudas del causante concierne, existe una limitación legal.
DD
Los sucesores universales responden sólo hasta la concurrencia de los bienes
que reciben por herencia, o de su valor, en caso de haber sido enajenados
(arts. 2280, últ. párr., y 2317). El CCyC suprimió el instituto del beneficio de
inventario como tal, que exigía definir el tipo de aceptación de la herencia en
el Código anterior, pero mantiene los mismos efectos jurídicos en cuanto a la
LA
de la persona del contratante, sea por razones de orden moral o por re-
querir cualidades especiales del sujeto obligado. En el primer supues-
to, se trata de derechos personalísimos, de titularidad intransferible
(p.ej., reparación del daño moral por lesión a la integridad personal,
a la libertad, al honor, a la intimidad, a la imagen, etc., a menos que
215
OM
en la ley (ver ítem siguiente), como sucede en el mandato, en el que
la propia naturaleza del vínculo obligacional torna incompatible la
transmisión a los herederos del mandante.
c) Obligaciones intransmisibles por disposición legal. Son numerosas las
situaciones previstas en forma expresa por la ley, que constituyen ex-
cepciones a la regla de transmisibilidad de los derechos y obligaciones
a los sucesores. Encontramos en el Código los casos de los siguientes
.C
sujetos cuya muerte determina la extinción contractual: beneficia-
rio de la estipulación a favor de terceros (art. 1027); vendedor en la
compraventa con pacto de preferencia (art. 1165); contratista en el
contrato de obra y prestador en el contrato de servicios (art. 1260);
DD
cualquiera de las partes en el mandato (art. 1333); cuentacorrentista
en la cuenta corriente bancaria (art. 1404, inc. b); cualquiera de las
partes en el contrato de cuenta corriente (art. 1441, inc. a); cualquiera
de los participantes en las agrupaciones de colaboración (art. 1461,
inc. d); agente (art. 1494, inc. a); cualquiera de las partes en el con-
LA
trato de franquicia (art. 1522, inc. a); comodatario (art. 1541, inc. d);
fiduciario (no extingue el contrato, pero la obligación no se transfiere
a sus herederos, art. 1678); usufructuario (art. 2140 y 2152, inc. a).
d) Obligaciones intransmisibles por cláusula contractual. Finalmente,
nada obsta a la estipulación convencional dirigida a evitar la trans-
ferencia de la obligación a los herederos. En este supuesto, las partes
FI
216
OM
Los sucesores particulares entre vivos son quienes siguen al transmitente en
la titularidad de un derecho que le adquieren. Tal situación se configura en los
contratos que tienen por objeto la transferencia de la propiedad o posesión de
bienes, como la compraventa, la cesión, la permuta o la donación, entre otros.
Si se trata de la transmisión de una cosa, el adquirente sucede a su antecesor
en todas las obligaciones inherentes a la posesión sobre dicha cosa y responde
sólo con ella (art. 1937).
.C
Son supuestos de transmisión de obligaciones al sucesor particular las obli-
gaciones propter rem (obligaciones ambulatorias o reales), que se desplazan
o siguen a la cosa transferida con independencia de quien las contrajo. Se
tornan exigibles a su titular, por lo que el deudor es simplemente quien man-
DD
tiene la relación de señorío con la cosa. Encuadran típicamente en esta especie
la obligación de pago de expensas comunes en la propiedad horizontal (art.
2049), la obligación de abonar el valor del muro medianero (arts. 2107 y ss.)
y la obligación de pagar los gastos de conservación y reparación de la cosa en
condominio (art. 1991).
LA
También afectan al sucesor particular las cargas reales que gravan el bien
recibido. Se trata de derechos reales que recaen sobre cosa ajena (art. 1888),
como usufructo, habitación, servidumbre, hipoteca, anticresis o prenda. El
poseedor de la cosa debe soportar estas cargas reales (art. 1933), aunque hayan
sido constituidas con anterioridad a su adquisición.
Un caso especial de obligación transmisible al sucesor singular es el de
FI
Corresponde recordar que los bienes del deudor están afectados al cumpli-
miento de sus obligaciones y constituyen la garantía común de los acreedores
(arts. 242 y 743).
Se excluyen de la garantía común las ropas y muebles de uso indispen-
sable, los instrumentos necesarios para ejercer la profesión, arte u oficio, los
sepulcros, los bienes afectados a la religión, los derechos de usufructo, uso,
habitación y servidumbres prediales, las indemnizaciones por daño moral o
material derivadas de lesiones a su integridad psicofísica, la indemnización por
217
OM
que los bienes del obligado se encuentren sujetos a disposiciones contractuales
o a otras relaciones jurídicas. Si bien el acreedor no tiene derecho a bloquear
o impedir al deudor ejercer su derecho a celebrar contratos (por lo menos, sin
una decisión judicial por vía cautelar), se halla habilitado a articular distintas
acciones con el fin de mantener la integridad del patrimonio que constituye
la garantía. Estas acciones, que examinaremos sucintamente a continuación,
importan una interferencia del acreedor sobre ciertos vínculos obligacionales
.C
en los que el deudor es parte.
a) Acción directa. En los términos del art. 736, “es la que compete al acree-
dor para percibir lo que un tercero debe a su deudor, hasta el importe del propio
crédito”. La acción permite al acreedor involucrarse en la relación jurídica de
DD
su deudor con un tercero, sin encontrarse ligado contractualmente con éste.
El acreedor ejerce la acción directa a nombre propio y en su exclusivo
beneficio. No representa al deudor en el ejercicio de la pretensión. La acción
directa es de interpretación restrictiva y sólo procede en los casos expresamen-
te previstos por la ley. Luego veremos que las notas mencionadas la distinguen
LA
de la acción subrogatoria.
El CCyC estructura una regulación general y no meramente casuística de
la acción directa, como ocurría en el régimen del viejo CC. Así, se fijan con
precisión los requisitos para el ejercicio de la acción en el art. 737: i) un crédito
exigible del acreedor contra su propio deudor; ii) una deuda correlativa exi-
gible del tercero demandado a favor del deudor; iii) homogeneidad de ambos
FI
218
OM
favor de tercero, por el tercero acreedor de la renta contra el deudor de ella
(art. 1605). Pese a la expresa previsión legal, no se trata propiamente de una
acción directa, ya que el beneficiario se encuentra vinculado convencional-
mente con el deudor luego de la aceptación del beneficio establecido a su
favor, como en toda estipulación a favor de tercero (arts. 1027 y 1028).
b) Acción subrogatoria. El CCyC también amplió la muy escueta regula-
ción del ordenamiento precedente en torno a la acción subrogatoria, indirecta
.C
u oblicua. Es la que puede ejercer el acreedor de un crédito sobre los derechos
patrimoniales de su deudor, si éste es remiso en hacerlo y esa omisión afecta el
cobro de su acreencia (art. 739).
A diferencia de la acción directa, no se requiere una tipificación legal ex-
DD
presa para que el acreedor pueda incoarla, sólo basta que exista una inacción
del deudor que perjudique la percepción del crédito. Además, el accionante la
promueve a nombre de su deudor; de allí que no goza de preferencia sobre los
bienes obtenidos por ese medio.
Como requisito, se exige la citación del deudor para que tome interven-
LA
ción en el juicio (art. 740). Ello permite al deudor tanto resistirse a la subroga-
ción como asumir personalmente el rol de actor en el proceso.
Quedan excluidos de la acción subrogatoria, según el art. 741: los derechos
y acciones que sólo pueden ser ejercidos por su titular, los derechos y acciones
sustraídos de la garantía colectiva de los acreedores, y las meras facultades,
excepto que de su ejercicio pueda resultar una mejora en la situación patrimo-
FI
bre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto con-
tiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por
él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas, que no son aquellas
para quienes en realidad se constituyen o transmiten” (art. 333).
La ley designa ambas especies de simulación reconocidas por la doctrina.
La absoluta, que importa configurar un acto totalmente falso o ilusorio, sin
contenido real (p.ej., la transferencia ficticia de la propiedad una cosa). Y la
relativa, que recae sobre la naturaleza, objeto o modalidades del acto que se
219
OM
(art. 334). Si la simulación es ilícita o es perjudicial para terceros, las partes
no tienen acción entre sí (art. 335). De modo coherente, el art. 385 admite el
acto jurídico indirecto, celebrado para obtener un resultado que es propio de
los efectos de otro acto, excepto que se otorgue para eludir una prohibición
legal o para perjudicar a un tercero.
En la simulación lícita, el acto es plenamente eficaz mientras las partes no
decidan desvirtuarlo. Si lo hacen, quien alega el carácter simulado del acto
.C
para revertirlo (en caso de que la otra parte lo sostenga pese a su ficción), debe
probarlo mediante el respectivo contradocumento. Por excepción, puede pres-
cindirse de él, cuando la parte justifica las razones por las cuales no existe o no
puede ser presentado y median circunstancias que hacen inequívoca la simu-
DD
lación (art. 335, in fine). Sin embargo, el art. 337 impide que pueda invocarse
la simulación frente a los acreedores del adquirente simulado que de buena fe
hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto. Es un riesgo que asume
la parte enajenante del acto simulado.
Pero los terceros afectados por el acto simulado tienen derecho a deman-
LA
dar la nulidad del acto ostensible (art. 336). Éste es el caso de los acreedores
a quienes lesiona el acto simulado celebrado entre su deudor y un tercero.
Pueden acreditar la simulación por cualquier medio de prueba (art. 336).
La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos
por el acto impugnado sólo procede si adquirió por título gratuito o si es
cómplice en la simulación (art. 337). No obstante, el acreedor puede accionar
FI
220
OM
permite al acreedor comportarse como si el acto no se hubiera producido, pero
que no afecta la validez del negocio y sus efectos normales entre partes.
De conformidad con lo preceptuado por el art. 339, son requisitos para el
ejercicio de la acción de fraude: i) crédito de causa anterior al acto impugnado,
excepto que el deudor actuara con el propósito de defraudar a futuros acree-
dores; ii) estado de insolvencia del deudor causado o agravado por el acto; iii)
complicidad del tercero que contrató a título oneroso con el deudor, esto es,
.C
que el tercero conociera o debiera haber conocido que el acto provocaba o
agravaba la insolvencia.
Pese a la falta de una mención expresa como la que figuraba en el Código
anterior, cabe seguir prescindiendo del requisito de connivencia del tercero
DD
cuando el acto es a título gratuito.
Como se señaló, el principal efecto de la acción de fraude entre partes es la
declaración de inoponibilidad. Ésta se pronuncia exclusivamente en interés de
los acreedores que la promueven y su extensión cuantitativa es el importe de
sus respectivos créditos (art. 342).
LA
para el acreedor; iv) el que contrató de buena fe y a título gratuito con el deu-
dor responde en la medida de su enriquecimiento.
2. Terceros
2.1 Regla de exclusión
El principio de efecto relativo implica circunscribir las consecuencias del
221
contrato a las partes y, al mismo tiempo, excluir a los terceros. Según lo ex-
presa el art. 1021, “el contrato sólo tiene efecto entre las partes contratantes; no lo
tiene con respecto a terceros, excepto en los casos previstos por la ley”.
Lo dicho determina una doble derivación captada por el art. 1022. De un
lado, el contrato no puede perjudicar a terceros, es decir, no puede resultar de
OM
él una afectación de los derechos de terceros, ni hacer surgir obligaciones a car-
go de éstos sin una convención expresa. Ello es coherente con lo establecido en
los arts. 279 y 1004, que prescriben que el objeto del negocio no puede versar
sobre actos lesivos de los derechos ajenos. A modo ejemplificativo, quedaría
privado de validez un convenio entre las partes cuyo objeto consistiera en elu-
dir el pago de honorarios de un profesional que hubiera intervenido útilmente
en un negocio entre ellas.
.C
Proyectando el mismo razonamiento podría afirmarse que existe un deber
genérico de respetar las convenciones ajenas, al punto de tener que responder
por los perjuicios causados desde afuera del contrato sobre las expectativas
legítimas de quien ocupa la posición jurídica de acreedor en dicho negocio. Es
DD
un supuesto de lo que ha sido denominado como responsabilidad por lesión
al crédito. Sucede cuando un tercero interfiere de mala fe una relación jurídica
ajena para menoscabar la situación del acreedor. Así como antes hemos seña-
lado que el acreedor dispone de las acciones de simulación y de fraude para
recomponer el patrimonio del deudor mermado por diversas maniobras con-
LA
La regla de exclusión de los terceros con respecto a los efectos del contrato
tiene una serie de excepciones que se presentan cuando las partes proponen
asignarles roles activos o pasivos y aquéllos los aceptan.
El Código Civil y Comercial dispone de un capítulo especial sobre la in-
corporación de los terceros al contrato a través de diversas modalidades nego-
ciales.
2.2.1 Contrato a nombre de tercero
Más arriba se consignó que la parte contractual puede ser representada
222
por un tercero que actúa en su nombre e interés (art. 1023, inc. b). En tal
supuesto, el contrato se celebra por medio de representante. Ello es ratificado
por el art. 1025, que exige la representación como recaudo indispensable para
contratar a nombre de otro y obligarlo, lo que provoca la ineficacia del con-
trato estipulado por tercero sin representación suficiente, a menos que exista
OM
ratificación del representado, manifestada en forma expresa o de manera táci-
ta, mediante la ejecución del contrato.
También conviene recordar que la representación puede reconocer distin-
tas fuentes: voluntaria, cuando resulta de un acto jurídico, como el mandato
con apoderamiento; legal, en los casos que la ley la impone; orgánica, si resulta
del estatuto de una persona jurídica.
Los arts. 358 a 381 conforman una verdadera teoría de la representación
.C
en los actos jurídicos entre vivos. Se establece que los actos celebrados por
el representante en los límites de las facultades conferidas, producen efecto
directamente para el representado (art. 359). En cuanto a la extensión de la
representación, ésta depende de las facultades designadas en el acto de apode-
DD
ramiento o en la ley (art. 360). Las limitaciones en las facultades del represen-
tante o la extinción del poder sólo son oponibles a terceros si éstos las conocen
o pudieron conocerlas actuando con la debida diligencia (art. 361).
El ejercicio de la representación voluntaria exige para todos los sujetos
involucrados adoptar ciertas previsiones formales y sustanciales. Entre los ex-
LA
del poder al tiempo de celebrar el acto (art. 380), teniendo en cuenta que su
cesación por revocación no es oponible a terceros que la desconozcan, lo que
implica que el representado queda igualmente obligado (art. 381).
La representación orgánica de la persona jurídica depende de las normas
legales y estatutarias que la rigen, que designan el órgano con aptitud para
223
OM
Según hemos visto, nadie puede ser obligado a cumplir una prestación sin
formar parte del contrato del cual deriva o sin mediar una aceptación de dicho
compromiso. Por tanto, quien promete el hecho de un tercero se obliga ante
la otra parte y responde en caso de no lograrlo. En esta figura, denominada
bajo el género contrato o estipulación a cargo de tercero, una de las partes
(promitente) promete a la otra (promisario) el hecho de un tercero y asume
una obligación en tal sentido.
.C
A diferencia del contrato a nombre de tercero, en la promesa del hecho de
tercero el promitente actúa siempre a nombre propio, sin investir ni invocar la
representación del tercero cuyo hecho ofrece.
La cuestión, anteriormente prevista en los arts. 1163 del CC y 230 del
DD
C.Com., se encuentra regulada en el art. 1026 del CCyC, en estos términos:
“Quien promete el hecho de un tercero queda obligado a hacer lo razonablemente
necesario para que el tercero acepte la promesa. Si ha garantizado que la promesa
sea aceptada, queda obligado a obtenerla y responde personalmente en caso de
negativa”.
LA
tente actúa en interés ajeno, para lo cual se obliga a gestionar la ratificación del
tercero o directamente cuenta con ello. Por ejemplo, un corredor inmobiliario
que recibe una oferta para la adquisición de un bien cuya venta le ha sido
encomendada por un tercero, promete al oferente gestionar el consentimiento
de aquél. El compromiso consiste en lograr que el tercero vendedor ratifique
224
OM
de resultado y no cumple eficazmente sino cuando el tercero presta su efectiva
aceptación. El obligado responde por la mera falta de consecución del resul-
tado que aseguró.
Producida la aceptación del tercero, éste asume en forma personal las obli-
gaciones emanadas del contrato con el promisario. El promitente, por su par-
te, queda liberado.
b) Promesa de ejecución. En este caso, el promitente se obliga a que el
.C
tercero ejecute el contrato ya celebrado con el promisario. Se promete la pres-
tación de un tercero. Conviene recordar que, en líneas generales, la prestación
a cargo del deudor puede ser satisfecha por persona distinta a éste (arts. 776 y
881). En tal hipótesis, la obligación comprometida por el promitente como a
DD
cargo del tercero puede ser tanto de dar, como de hacer o de no hacer.
El deudor promitente contrae responsabilidad por el incumplimiento del
tercero. Es un supuesto de responsabilidad contractual por el hecho ajeno: el
deudor responde por las personas de las cuales se sirve para el cumplimiento
de sus obligaciones, como si se hubiera obligado personalmente (arts. 732 y
LA
Los arts. 1027 y 1028 amplían el régimen legal del viejo art. 504 y dejan
atrás la desubicación metodológica de este instituto en el CC. La figura del
contrato o estipulación a favor de tercero supone una relación triangular, se-
gún la cual una de las partes (estipulante) pacta con la otra (promitente) que
ésta cumplirá una prestación a favor de un tercero (beneficiario), determinado
o determinable.
La estipulación es de interpretación restringida, por lo que en caso de duda
debe tenerse por no convenida.
225
OM
estipulación a cargo del promitente. Entre estipulante y tercero beneficiario
puede subyacer una liberalidad en virtud de la cual el primero pretende con-
ceder una ventaja desinteresada al segundo, o bien, el propósito de sustituir
en otro (el promitente) la ejecución de una prestación convenida con el be-
neficiario.
Cabe mencionar como ejemplos la donación con cargo a favor de un terce-
ro, la renta vitalicia onerosa a favor de un tercero o el seguro de vida.
.C
Desglosaremos los distintos aspectos de la regulación legal del instituto.
a) Adquisición del derecho. El tercero beneficiario adquiere el derecho que
lo convierte en acreedor del promitente cuando acepta la estipulación a su
favor. La forma y modalidades de la aceptación se rigen por las mismas reglas
DD
que el consentimiento contractual en general. El tercero debe comunicar su
declaración de voluntad al promitente, si es que la aceptación no se produce
en el mismo acto de concertarse la estipulación entre las partes.
Si el tercero no acepta el beneficio, se entiende que el estipulante tiene
derecho a exigir para sí el cumplimiento de la prestación.
LA
226
OM
éste con aquél).
En cambio, el promitente no puede oponerle al tercero defensas que resul-
tan de otras relaciones ajenas al vínculo de base con el estipulante.
2.2.4 Contrato para persona a designar
El Código Civil y Comercial incorpora la figura del contrato para perso-
na a designar en el art. 1029. Pese a la denominación, no es una modalidad
contractual en sí misma, sino una estipulación especial inserta en un contrato
.C
según la cual una de las partes (podríamos llamarlo designante) se reserva la
facultad de designar ulteriormente a un tercero (designado) para que asuma
su posición contractual.
A diferencia de la cesión de contrato o de posición contractual, en la que
DD
no existe una reserva de nombramiento y el cesionario sustituye al cedente y
pasa a ocupar su lugar recién desde el momento de operarse la transmisión
del contrato, en la modalidad bajo estudio, el tercero asume la calidad de
parte con retroactividad al tiempo del perfeccionamiento del contrato como
si quien lo celebró nunca hubiera participado.
LA
227
OM
contrato en el que se pacta la reserva de designación. La aceptación y notifica-
ción deben llevarse a cabo dentro del plazo fijado por las partes, o en defecto
de previsión, en el término de quince días desde que se celebra el negocio. La
incorporación del tercero en calidad de parte tiene efecto retroactivo a la fecha
de celebración del contrato.
Por lo demás, mientras no se verifique la aceptación, el contrato produce
entre las partes todos sus efectos. Esto significa que una vez vencido el plazo,
.C
el designante queda irrevocablemente como titular de los derechos y obliga-
ciones ante el cocontratante. En consecuencia, la naturaleza del pacto es la de
un contrato sujeto a condición resolutoria, cuyo hecho condicionante es la
individualización de la persona a designar y la aceptación por parte de ésta.
DD
2.2.5 Contrato por cuenta de quien corresponda
Se trata de otra modalidad de contrato que se celebra en beneficio de un
tercero. Aquí una de las partes contrata para resguardar o cautelar un interés
hasta que se determine quién es su titular, cuya identificación dependerá de
hechos previstos en el contrato. El contratante se desliga de la relación con-
LA
228
OM
contratante solicitar la adopción de medidas conservatorias sobre los bienes
objeto de la operación (art. 347).
.C
común es la expansión de los efectos del contrato hacia afuera, esto es, más allá
de los límites del acto original e individualmente considerado: el subcontrato
y la conexidad contractual.
DD
El Código Civil y Comercial introduce la regulación de estos institutos
dentro de la teoría general del contrato, en un intento de sistematización de
ambos fenómenos, que hasta ahora carecían de referencias conceptuales gene-
rales en la ley y sólo tenían previsiones sobre aplicaciones concretas.
3.1 Subcontrato
LA
(arts. 1274 y 1277), mandato (art. 1327), agencia (art. 1500), concesión (art.
1510), franquicia (art. 1513, 1518 y 1524), fianza (art. 1577).
Es oportuno establecer la diferencia entre la subcontratación y la cesión
de posición contractual, ya que en ambos casos se produce un traspaso de
facultades de un contratante a un tercero. La cesión del contrato implica la
transmisión de la calidad de parte que el cedente tiene en un contrato, para
que el cesionario ocupe su lugar en las mismas condiciones. El subcontrato
resulta un contrato distinto derivado del contrato básico, que crea una nueva
229
OM
tractual (arts. 1636 a 1640) corresponde analizarla en el contexto del contrato
de cesión de derechos.
Según lo dispuesto por el art. 1070, en todos los contratos con presta-
ciones pendientes, éstas pueden ser subcontratadas en todo o en parte. En
consecuencia, el ámbito de actuación del subcontrato es el de los contratos de
ejecución diferida o continuada, cuyas prestaciones no hayan sido agotadas.
Por esto, el subcontrato siempre nace con posterioridad al contrato de origen.
.C
En cambio, si la delegación de funciones o actividades a cargo del cocontra-
tante deudor se encuentra pactada desde el momento de contratar, la cuestión
pertenece a la promesa del hecho de tercero (art. 1026), o bien, al campo de la
conexidad contractual, que se estudiará en el siguiente acápite.
DD
Resulta paradojal que la regla general de permisión del CCyC haya mu-
tado justamente en el caso particular de la sublocación, otrora paradigma del
subcontrato en el CC, que ahora exige el consentimiento del locador (arts.
1213 y 1636).
Se exceptúan de la posibilidad de subcontratar, por su propia naturaleza,
LA
rivado con el contrato original. Las partes del subcontrato pueden estipular
condiciones diversas a las del contrato primigenio, siempre que no confieran
al subcontratado facultades más extensas que las del propio subcontratante
en el vínculo de base (p.ej., el subcontrato no puede fijar plazos de duración
que superen los del contrato original). Asimismo, se otorgan acciones directas
230
OM
3.2 Contratos conexos
La complejidad de la actividad económica ha llevado a que en diversas áreas
de la contratación los objetivos negociales sólo puedan ser alcanzados mediante
la coordinación de una red de vínculos individuales. El fenómeno de la cone-
xidad contractual es una respuesta instrumental a la necesidad de organizar
negocios en los que se requiere una pluralidad de contratos autónomos funcio-
nalmente vinculados para el logro de la finalidad económica global y común.
.C
De esta forma, el análisis de las relaciones contractuales involucradas debe
ser abordado desde una perspectiva sistémica, es decir, por sobre los contratos
individuales que conforman el grupo. Existe en estos casos una causa sistemá-
tica que mantiene unidos a los contratos y representa un interés superior al
DD
de la finalidad de cada negocio en particular. Ello importa una excepción al
principio de efecto relativo de las convenciones del art. 1021.
La recepción del fenómeno de conexidad contractual en el Código (arts.
1073 a 1075) consolida las elaboraciones doctrinarias y define un marco de
actuación de la teoría en materia de efectos del contrato frente a terceros. Se-
LA
gún el art. 1073, “hay conexidad cuando dos o más contratos autónomos se hallan
vinculados entre sí por una finalidad económica común previamente establecida,
de modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para el logro del resultado
perseguido”.
Un primer elemento tipificante de esta categoría es la pluralidad de con-
tratos autónomos. Se requiere la presencia de más de un contrato, aunque su
FI
autónomos.
La fuente de la conexidad puede ser legal, convencional o derivada de la
interpretación (conf. art. 1074, in fine).
La ley establece la finalidad común de un grupo de contratos, por ejemplo,
en el sistema de tarjeta de crédito regulado por la ley 25.065, al que define
como un “conjunto complejo y sistematizado de contratos individuales” (art. 1°).
La conexión por vía de estipulación contractual es una manifestación de
la autonomía privada. Pero su eficacia depende de la existencia de una coliga-
231
OM
económica común, aun en ausencia de reconocimiento normativo o conven-
cional en tal sentido.
En el plano hermenéutico, el art. 1074 recepta una directiva de amplio
consenso doctrinario, según la cual los contratos conexos deben ser interpre-
tados los unos por medio de los otros, tomando en consideración la operación
global, en atención a la interdependencia de los contratos entre sí. El método
interpretativo no es otro que el contextual o integral, previsto en el art. 1064,
.C
que supone atribuir al contrato (en este caso, al sistema de contratos) el senti-
do apropiado al conjunto del acto.
Como principal efecto jurídico de la coligación negocial hallamos el de
sobrepasar las fronteras de cada relación singular. En términos prácticos, ello
DD
posibilita al contratante sortear el estrecho marco del contrato individual con
mira a la verificación del resultado perseguido en la operación globalmente
considerada. De dicha conclusión se derivan concretas consecuencias prácticas
que analizaremos.
a) Acciones directas. La conexidad permite a los contratantes, aun en au-
LA
232
OM
La teoría de la conexidad contractual tiene vasta aplicación en las rela-
ciones de consumo. En estos supuestos, la fisonomía del conjunto depende
de cada una de las diversas modalidades posibles de conexión causal: i) la
celebración por parte del consumidor de más de un contrato con uno o varios
proveedores, orientados a concretar una sola y unitaria operación (p.ej., la
compraventa de un automotor y el mutuo para financiar la adquisición); ii)
la celebración por parte del consumidor de un solo contrato que se integra en
.C
un circuito económico que involucra a distintos vínculos negociales con otras
partes, también relacionados como una operación económica global (v.gr.,
medicina prepaga, turismo, tarjeta de crédito, ahorro previo).
Finalmente, una situación especial es la que resulta de la celebración de un
DD
único contrato de consumo, que constituye el último eslabón de la cadena de
producción y comercialización del bien o servicio, en la que intervienen va-
rios proveedores (caso de la adquisición de cualquier producto manufacturado
que comercializa un supermercado). Se trata de los sistemas de distribución
comercial en los que se integran, como mínimo, el fabricante, productor o
LA
233
.C
SUMARIO: 1. Efectos generales: obligaciones reguladas por el con-
DD
trato. 2. Efectos particulares de los contratos bilaterales y onerosos.
2.1. Interdependencia funcional de las prestaciones recíprocas. 2.2.
Equilibrio económico del sinalagma. 3. Suspensión del cumpli-
miento. 3.1. Concepto. Fundamento. Ámbito de aplicación. 3.2.
Requisitos. 3.3. Efectos. 3.4. Tutela preventiva. 4. Señal. 4.1. No-
ción. Funciones. Naturaleza jurídica. Clases. 4.2. Señal confirma-
toria. 4.3. Señal penitencial. 4.3.1. Concepto. 4.3.2. Oportunidad
LA
235
OM
1. Efectos generales: obligaciones reguladas por el
contrato
La temática de los efectos objetivos del contrato requiere un abordaje en
dos niveles diferenciados. Por una parte, analizar la clase de efectos que pro-
.C
duce todo contrato, y por otra, identificar las consecuencias especiales que
emanan de ciertas categorías de contratos.
El primero de los tópicos lleva a indagar en qué consisten los efectos ge-
nerales del contrato, esto es, el tipo de consecuencias que surgen de su cele-
DD
bración.
Ya hemos observado que el contrato por definición genera efectos en el
campo creditorio, con virtualidad para crear, regular, modificar, transferir o
extinguir relaciones jurídicas patrimoniales (art. 957). El contrato origina uno
o más vínculos obligacionales entre las partes.
LA
236
OM
corresponde ocuparse ahora de las consecuencias propias de ciertas catego-
rías de contratos por sus especiales características. Es el caso de los contratos
bilaterales y de los contratos onerosos, en los que la correlación del esquema
obligacional y el intercambio de sacrificios económicos equivalentes, dan sus-
tento, respectivamente, a dos principios: la interdependencia de las prestacio-
nes recíprocas y el equilibrio del sinalagma.
.C
2.1 Interdependencia funcional de las prestaciones
En los términos del art. 966 del CCyC, son contratos bilaterales aquellos
en el cuales “las partes se obligan recíprocamente la una hacia la otra”. El dato
que los define es la reciprocidad de las obligaciones, lo que importa reconocer
DD
que la obligación de uno de los contratantes es causa del correspectivo deber
de la otra parte y que ambos polos de la relación son al mismo tiempo acreedo-
res y deudores. En la compraventa, este enunciado podría expresar así: “trans-
fiero la propiedad de la cosa, porque recibo su precio en dinero”, y viceversa.
La interdependencia se presenta tanto en el plano genético como funcio-
nal. Ambas obligaciones nacen vinculadas desde el momento mismo de la
LA
celebración del contrato y cada una es la razón de ser de la asunción del com-
promiso del cocontratante. De no plasmarse esta reciprocidad inicial en un
contrato bilateral, la situación puede encuadrar en la falta de causa, por au-
sencia de verificación de la finalidad objetiva del negocio. Además, dicha co-
rrelatividad se mantiene al momento de ejecutarse las prestaciones, de modo
tal que del cumplimiento de una de ellas depende el cumplimiento de la otra.
FI
237
OM
sostenimiento de los términos de equivalencia a lo largo de toda la ejecución.
En este cometido, se abre paso el instituto de la imprevisión, en cuanto per-
mite componer los desequilibrios sobrevenidos a la celebración del contrato.
En una lógica similar, también incluimos en esta sección a la obligación
de saneamiento como efecto especial de los contratos onerosos, orientada a
garantizar al adquirente la posesión pacífica y útil del bien que se le transmite
a cambio de una contraprestación económica.
.C
3. Suspensión del cumplimiento
DD
3.1 Concepto. Fundamento. Ámbito de aplicación
Hasta aquí hemos señalado que si el contrato estipula obligaciones recípro-
cas, éstas son interdependientes. Una aplicación legal de este principio es la
facultad de suspensión del cumplimiento regulado en el art. 1031 del CCyC.
Establece el precepto mencionado que en los contratos bilaterales cuyas
LA
intereses en el contrato.
La disposición actual difiere del régimen anterior del CC no sólo en la
terminología, que trataba la cuestión exclusivamente en la figura de la excep-
ción de incumplimiento contractual. El CCyC expresa mejor el sentido de la
institución y pone el acento en el efecto del contrato que produce y no ya en
238
OM
jurídica del instituto es la de una defensa dilatoria que puede oponer el con-
tratante, sin ser necesariamente una excepción planteada contra el progreso de
una acción de cumplimiento, ya que, como se mencionó, no es requisito la
existencia de un reclamo de la otra parte. Se despeja de esta forma el análisis
de la cuestión, que a la luz del texto derogado del viejo art. 1201, dividía a la
doctrina entre la opinión de que la norma fijaba un requisito de la acción de
cumplimiento (el propio cumplimiento del demandante) y el criterio de que
.C
se trataba de una excepción dilatoria sustancial.
La suspensión del cumplimiento actúa en el ámbito de los contratos bilate-
rales en los que las partes deben ejecutar sus prestaciones en forma simultánea.
Esta simultaneidad temporal de las obligaciones correspectivas constituye un
DD
presupuesto esencial del instituto. Es claro que si las obligaciones recíprocas
no son exigibles de manera coetánea por tener vencimientos distintos en el
tiempo, el obligado en primer término debe cumplir la prestación a su cargo
sin margen alguno para invocar la suspensión, con la salvedad de lo prescripto
en materia de tutela preventiva por el art. 1032, a ser analizado más abajo.
LA
No está demás tener presente aquí que el lugar de pago en las obligaciones
bilaterales de cumplimiento simultáneo, a falta de previsión convencional, es
donde debe cumplirse la prestación principal (art. 874, inc. b).
Por tratarse de un efecto natural del contrato, la facultad suspensiva es renun-
ciable a través de un pacto expreso de las partes. Sin embargo, una estipulación
de este tenor sólo puede validarse en un contrato paritario. La resignación del
FI
3.2 Requisitos
239
OM
A los fines de llenar de contenido conceptual la trascendencia de la inejecu-
ción, entendemos aplicable analógicamente lo preceptuado para el caso de
resolución del contrato en el art. 1084, que considera esencial a la finalidad
contractual el incumplimiento que reúne cualquiera de las siguientes condi-
ciones: que el cumplimiento no sea estricto y ello fuera fundamental dentro
del contexto del contrato; que el cumplimiento no sea tempestivo y ello fuera
condición del mantenimiento del interés del acreedor; que el incumplimiento
.C
prive a la parte perjudicada de lo que sustancialmente tuviera derecho a espe-
rar; que el incumplimiento sea intencional; que el incumplimiento haya sido
anunciado por una manifestación seria y definitiva del deudor al acreedor.
De lo reseñado se advierte que no está descartado el incumplimiento par-
DD
cial o defectuoso, siempre que tenga entidad suficiente. En este supuesto,
antes denominado excepción de incumplimiento parcial, el incumplimiento
debe privar de manera sustancial a la otra parte de lo que razonablemente
tenía derecho a esperar en razón del contrato (art. 1088, inc. a).
De no resultar relevante el incumplimiento, el acreedor sólo tiene derecho
LA
240
OM
si la prestación es indivisible (por ejemplo, dar una cosa cierta), la suspensión
opera íntegramente contra cualquiera de los acreedores (arg. arts. 816 y 817).
3.3 Efectos
Como efecto del ejercicio del derecho suspensivo, debe remarcarse que éste
no provoca la extinción del vínculo contractual sino únicamente la posterga-
ción justificada y momentánea del propio cumplimiento. Equivale a decir que
.C
la vigencia del contrato se mantiene, sólo que su ejecución queda en suspenso
provisoriamente hasta que alguna de las partes cumpla, lo que recién habilita
al cumplidor a reclamarle la prestación al otro.
Hemos dicho que cuando la suspensión es invocada por el demandado a
DD
cumplir en el marco del proceso judicial, puede ser deducida como excepción.
Si prospera la excepción, la demanda de cumplimiento debe ser rechazada,
aunque ello no obsta a que el actor pueda cumplir, y a su turno, accionar nue-
vamente; en términos procesales, se trata de cosa juzgada formal y no material.
LA
241
OM
En cuanto a la configuración de la “grave amenaza de daño”, debe mediar un
peligro serio para el acreedor de sufrir un perjuicio a causa de la incertidumbre
que pesa sobre la contraprestación (p.ej., el detrimento patrimonial que com-
portaría ejecutar una prestación costosa cuya retribución deviene altamente
incierta). Las circunstancias que justifican la abstención del contratante tienen
que resultar concretas y objetivas, pues de lo contrario, su ejercicio podría
calificarse de antifuncional. No basta, en este sentido, una mera presunción o
.C
sospecha de merma en la capacidad de cumplimiento del deudor.
La otra parte puede impedir la suspensión cumpliendo o dando segurida-
des suficientes de que el cumplimiento será materializado. Para ello, el deudor
puede adelantar la ejecución de su prestación incluso sin ser exigible (p.ej.,
DD
mediante una consignación judicial), o bien, garantizar su solvencia por me-
dios adecuados que aseguren al acreedor el cumplimiento futuro (p.ej., segu-
ros, garantías reales o personales, etc.).
4. Señal
LA
te. Y aunque resulte paradójico, también puede servir para debilitar la eficacia
del contrato, al permitirle a los contratantes arrepentirse y dejarlo sin efecto.
Puede definirse a la señal como una prestación anticipada consistente en la
dación o entrega de una cosa que una parte efectúa a otra con el fin de asegurar
la celebración o el cumplimiento del contrato.
Constituye un efecto propio de los contratos bilaterales, toda vez que re-
fuerza el cumplimiento de las obligaciones correlativas para ambas partes.
Asimismo, se requiere que las prestaciones objeto del contrato resulten de
cumplimiento pendiente; si así no fuera, el instituto carecería de sentido en el
tráfico, puesto que la inmediata ejecución de las obligaciones de un contrato
torna superfluo el objetivo de garantizar la expectativa de cumplimiento. Su
sector de aplicación práctica más frecuente es el contrato de compraventa,
tanto sobre objeto mobiliario como inmobiliario.
242
OM
naturaleza contractual es apropiada en los casos que se realiza en momento
anterior a la celebración del contrato principal, de manera independiente y
como un acto preliminar, actualmente encuadrable en las disposiciones de los
arts. 994 y 995.
El objeto de la seña puede ser cualquier cosa mueble. No cabe dudar que
lo más corriente es la entrega de dinero como arras, pero bien puede tratarse
de otra especie de bienes. El Código Civil y Comercial ha cercenado en el art.
.C
1060 la posibilidad teórica que la doctrina admitía (por cierto, inusual en la
práctica) de convenir una seña mediante la entrega de un bien inmueble. En
el caso de dación de una suma dineraria o de cualquier otra cosa fungible, el
que la recibe adquiere la propiedad. Si la cosa no es fungible, el receptor es
DD
un depositario, y por ende, tenedor, con obligación de restituir a su dueño, a
menos que el bien sea de la misma especie que la prestación comprometida,
en cuyo caso se reputa como parte de ésta.
De las dos funciones descriptas al inicio del acápite, se derivan sendas es-
pecies o modalidades de señal, antagónicas entre sí, según tienda a ratificar el
LA
243
OM
4.3.1 Concepto
Aun sin resignar el objetivo primario de refuerzo negocial que toda seña
implica, a través de la especie penitencial los contratantes se facultan recípro-
camente a arrepentirse de la ejecución del contrato. Es una suerte de pacto
de displicencia que permite terminar el contrato anticipadamente antes de
cumplir. En el nuevo esquema legal, la seña penitencial exige una estipulación
expresa que le confiera ese carácter (art. 1059).
.C
Como lo indica su propia expresión terminológica, esta especie de seña
conlleva una penalidad aplicable al contratante que decide el desistimiento. Si
abandona el contrato la parte que la entregó, la pena consiste en la pérdida de
lo dado en beneficio del cocontratante; si el arrepentimiento es del receptor
DD
de la seña, pesa sobre éste la obligación de restituirla doblada a la otra parte.
En este último supuesto, cuando el objeto de señal es una cosa no fungible,
procede la devolución del bien con más su valor equivalente en dinero.
Como se ve, la señal penitencial tiene una doble misión: permitir el arre-
pentimiento y fijar el quantum de la reparación. De hecho, la sanción eco-
LA
nómica instituida para la parte que opta por retirarse del negocio cumple al
mismo tiempo una función resarcitoria a favor de la otra. Tiene el alcance de
una indemnización tarifada, dado que su medida se encuentra determinada
de antemano por el valor mismo de la prestación entregada como seña. Por
lo tanto, no tiene por qué guardar relación con el monto de los daños que el
desistimiento produce a la parte que lo debe soportar. Esto significa que los
FI
244
OM
jurisprudencia en la materia, que indican que el límite temporal para el ejerci-
cio del arrepentimiento está dado por el principio de ejecución del contrato, o
bien, por la mora de cualquiera de las partes.
El principio de ejecución es una cuestión fáctica que debe determinarse en
cada caso concreto, a partir de hechos posteriores a la celebración del contrato
que demuestren la intención de cumplir con las obligaciones contraídas. Para
un criterio amplio, el principio de cumplimiento se consuma con la concre-
.C
ción de meros actos preparatorios del negocio (p.ej., en la compraventa inmo-
biliaria, la entrega de documentación al notario para la futura escrituración),
momento a partir del cual las partes ya se hallan impedidas de arrepentirse.
Según otra opinión que sostiene una tesis más restrictiva, es preciso que se tra-
DD
te de actos que importen el cumplimiento efectivo de obligaciones inherentes
al contrato. A título ilustrativo, en el mismo supuesto de la compraventa de
inmueble, el principio de ejecución recién se configuraría mediante la entrega
de la posesión, el pago de una suma de dinero a cuenta de precio o ya por el
efectivo otorgamiento del acto escriturario.
LA
245
OM
anticipo de una suma de dinero (por lo general, de menor cuantía) a la otra
parte, el reservante procura dar certeza a una oferta negocial bajo ciertas con-
diciones y con vigencia por un plazo determinado durante el cual se entiende
con carácter irrevocable, si no se expresa lo contrario. El perfeccionamiento del
contrato queda sujeto a la conformidad de la otra parte, y como tal, sometido
a las reglas de la condición suspensiva (art. 999). De no mediar aceptación,
procede la devolución de lo entregado como reserva, sin penalidad alguna.
.C
Cuando el pacto de reserva es estipulado directamente entre las propias partes
del negocio (sin intermediación de terceros), se está ante un precontrato o
contrato previo que tiene por finalidad la indisponibilidad del bien durante su
vigencia. De lo dicho se advierten diferencias sustanciales entre ambas figuras:
DD
en la seña, hay un contrato entre las partes, no así en la reserva (excepto que se
pacte como un precontrato), en la que la conclusión del contrato está supedi-
tada a una condición suspensiva; el arrepentimiento en la seña penitencial da
lugar a una multa a cargo de quien lo ejerce, lo que no acontece en la reserva.
En comparación con la facultad resolutoria, corresponde apuntar que la
LA
246
OM
cuenta de precio” sólo podía ser entendido como pacto de arras confirmato-
rias. Una añeja jurisprudencia plenaria de la Cámara Nacional en lo Civil en
el fallo “Mendez c/Perrupato de Ferrara” (1951), permitió zanjar el conflicto
interpretativo al concluir que la estipulación confería a la seña una doble fun-
ción sucesiva: penitencial, y por ende, habilitando el arrepentimiento, hasta
el momento del principio de ejecución o de la constitución en mora; confir-
matoria o a cuenta de precio, a partir de cualquiera de dichas instancias. En
.C
la actualidad, el tópico carece de la misma trascendencia, ya que la regla legal
otorga por defecto naturaleza confirmatoria a la seña.
En cuanto a la cláusula que reza “como seña, a cuenta de precio y como
principio de ejecución”, nunca ofreció mayores dudas en el sentido de que
DD
tiende a instituir una seña confirmatoria. Lo propio cabe decir si la estipula-
ción refiere a la “seña en garantía”.
A mayor abundamiento sobre esta temática, conviene señalar que en la
práctica de los boletos de compraventa de inmuebles, las cantidades entrega-
das como seña usualmente equivalen a valores no inferiores al 25% del precio
LA
5. Facultad resolutoria
5.1 Noción. Régimen legal. Ámbito de aplicación
Del incumplimiento de las obligaciones pactadas en el contrato derivan
ciertos efectos con relación al acreedor, quien dispone de distintas alternativas
247
del CC (por la ley 17.711) y 216 del C.Com. modificaron la regla general al
introducir la potestad de resolver el contrato como cláusula implícita.
Para los contratos de consumo, el art. 10 bis de la LDC consagra, entre los
efectos del incumplimiento obligacional del proveedor de bienes y servicios,
el derecho del consumidor de considerar resuelto el contrato sin necesidad de
OM
interpelación previa (inc. c).
El Código Civil y Comercial expande la regulación de la facultad resoluto-
ria dedicándole varias normas (arts. 1083 a 1089) ubicadas dentro del capítulo
titulado “extinción, modificación y adecuación del contrato”.
Se entiende por facultad resolutoria la que se concede a la parte cumplido-
ra de un contrato bilateral y que la autoriza a extinguir el vínculo en caso de
incumplimiento de la otra parte. En la terminología del viejo Código, el ins-
.C
tituto era designado como “pacto comisorio”, denominación menos adecuada
desde el punto de vista técnico, aunque de larga tradición jurídica.
Pese a la existencia de una hermenéutica contractual que apunta a privi-
legiar el cumplimiento y la conservación del negocio, la facultad resoluto-
DD
ria, al igual que la suspensión del cumplimiento, se justifica como un medio
autodefensivo fundado en el principio de interdependencia funcional de las
prestaciones, con el objeto de evitar que la parte cumplidora deba quedar
ligada indefinidamente a una relación jurídica sin interés suficiente en el cum-
plimiento.
LA
248
de materiales cuyo precio se fija por unidad; realizar una obra que consta de
distintos tramos ejecutables separadamente; entregar un producto y a la vez
instalarlo), o también para cuestiones propias de la obligación de saneamiento
(evicción parcial, vicios redhibitorios que disminuyen el valor de la cosa).
La primera situación es más clara. Si un contrato admite ser cumplido por
OM
prestaciones separadas a las que puede asignarse individualmente su respectiva
contraprestación o una porción de ella, el acreedor tiene derecho a resolver la
fracción del negocio que corresponde a la obligación incumplida. Más aún,
el art. 1083 se encarga de limitar la pretensión a la resolución parcial cuando
el deudor ejecuta una parte de la prestación, excepto que el acreedor no tenga
ningún interés en dicha prestación parcial. La norma procura tornar funcional
y razonable el ejercicio del derecho extintivo.
.C
Si se considera abarcado el caso de la obligación legal de saneamiento por
evicción y vicios ocultos, la figura de la resolución parcial permitiría reducir la
cuantía de la contraprestación a cargo de la parte perjudicada por el incumpli-
miento en la medida de la mengua de valor causada por la turbación o por el
DD
defecto que afecta la cosa adquirida.
Ambas pretensiones (resolución total y resolución parcial) son excluyentes,
por lo cual, habiendo el declarante optado por una de ellas, no puede ejercer
luego la otra (art. 1083).
LA
249
Dentro de los primeros, cabe encuadrar la regla del art. 1084, inc. a, que
reputa esencial el incumplimiento incurrido cuando la ejecución estricta de
lo pactado es fundamental en el contexto que brinda el contrato. Según esta
categorización, el incumplimiento debe ser valorado dentro del marco que
brinda el tipo contractual, la economía y finalidad del negocio. La inejecu-
OM
ción esencial es tal en tanto perturba la interdependencia de las prestaciones
recíprocas. Para esta determinación, también ha de estarse a lo que las partes
definan por medio de la autonomía privada.
Constituyen reglas de apreciación subjetivas las que miden la importancia
del incumplimiento en función del interés del acreedor de la prestación debida.
El denominador común es la frustración del fin práctico perseguido por las
partes al contratar, capaz de ser revelada por vía del razonamiento hipotético,
.C
asumiendo que de haber previsto el incumplimiento, la parte perjudicada no
habría celebrado el contrato. Bajo este prisma, el citado art. 1084 enuncia un
par de fórmulas que configuran el presupuesto justificativo de la resolución.
Uno de ellos es el incumplimiento del deudor ante los casos que requieren un
DD
cumplimiento tempestivo de la prestación como condición del mantenimiento
del interés del acreedor (inc. b). Sucede con las obligaciones de plazo esencial
(p.ej., la presentación de un artista en un evento), cuya ejecución en el tiempo
previsto es siempre imprescindible. El otro supuesto es el que califica como
esencial el incumplimiento que priva a la parte perjudicada de lo que sustan-
LA
cialmente tiene derecho a esperar (inc. c). Se vincula con las legítimas expecta-
tivas del acreedor de conformidad con el principio de buena fe que preside la
conducta de las partes, en los términos del art. 961, es decir, con los alcances
en que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y previsor.
Asimismo, se contemplan dos modalidades especiales. Según ellas, se re-
putan esenciales el incumplimiento intencional (inc. d) y el incumplimiento
FI
250
OM
refiere que “si el deudor ha ejecutado una prestación parcial, el acreedor sólo
puede resolver íntegramente el contrato si no tiene ningún interés en la prestación
parcial”. Si el contratante cumplidor conserva su interés por la parte de la
prestación cumplida, únicamente se admite la resolución parcial. Es una apli-
cación del principio de conservación del contrato, que impone un mínimo de
razonabilidad a la decisión extintiva.
Nos parece que la misma solución cabe adoptar cuando el cumplimiento
.C
es defectuoso pero no sustancial, sea ello por ser subsanable o por no afectar
el cotejo respectivo de las prestaciones. Desde ya, en cualquiera de los casos
que impongan una interpretación restrictiva de la pretensión resolutoria, el
acreedor conserva el derecho de reclamar los daños que el incumplimiento
DD
parcial o defectuoso le cause.
Es evidente que todo lo expresado tiende a poner límites al ejercicio abu-
sivo del derecho a la resolución, en consonancia con el principio instituido
por el art. 10 del CCyC. En función de esta pauta rectora, no cabe admitir la
resolución por incumplimiento si su ejercicio contraría los límites impuestos
LA
por la buena fe, la moral y las buenas costumbres. Desde hace considerable
tiempo, existen disposiciones que prohíben la aplicación de la cláusula reso-
lutoria cuando se ha cumplido una parte sustancial del contrato, como la ley
14.005, de venta de inmuebles fraccionados y en lotes. Asimismo, la experien-
cia judicial muestra cómo se restringe la activación de los pactos comisorios
abusivos, por ejemplo, si se pretende resolver un contrato de larga duración
FI
251
OM
quienes propician, por razones económicas y prácticas, la factibilidad de acu-
mular la interpelación moratoria con la notificación extintiva. Como sea, el
requisito comentado no es necesario cuando el incumplimiento es definitivo,
lo que sucede, por caso, ante la inejecución anunciada por una manifestación
seria y definitiva del deudor al acreedor (art. 1084, inc. e), cuando existe certe-
za de que el deudor no cumplirá, o frente a la imposibilidad de cumplimiento
acaecida por culpa del deudor.
.C
El deudor queda a salvo de los efectos de la mora si prueba que el incum-
plimiento no le es imputable (art. 888), por ser atribuible al acreedor o por
haber sido provocado por causas ajenas.
Como derivación lógica del principio de correspectividad de los contratos
DD
bilaterales, la parte que articula la pretensión de resolver debe cumplir sus
propias obligaciones o encontrarse en condición de hacerlo. De lo dicho se de-
duce la inadmisibilidad del ejercicio de la facultad en caso de incumplimiento
mutuo de carácter esencial. A propósito de ello, el art. 1078, inc. c, establece
que “la otra parte puede oponerse a la extinción si, al tiempo de la declaración,
LA
5.3 Especies
252
taciones en los negocios bilaterales, como una necesaria vía de escape para
que el contratante cumplidor pueda desligarse del compromiso con su par
incumplidor.
Atinadamente, la reforma del CC de 1968 ya había integrado al régimen
contractual la facultad resolutoria como elemento natural del contrato, co-
OM
nocido en la práctica usual como pacto comisorio tácito o implícito. Así, la
opción de disolver el vínculo en caso de inejecución pasó a ser un derecho de
los contratantes que prescinde de toda estipulación convencional. El insti-
tuto significó un avance hacia una regulación menos rígida del contrato, sin
menoscabar su fuerza vinculante, sino, en todo caso, reafirmando sus fines
teleológicos.
El CCyC ratifica la figura de la facultad resolutoria implícita para los con-
.C
tratos bilaterales en el art. 1087.
En la lógica propia de los efectos naturales del contrato, no vemos obje-
ciones para que las partes excluyan la facultad resolutoria mediante un pacto
especial que los constriña exclusivamente a reclamarse el cumplimiento de las
DD
prestaciones en caso de inejecución.
Habida cuenta que el pacto comisorio implícito juega en ausencia de au-
torregulación de las partes, el legislador ha creído necesario establecer sus re-
quisitos mínimos para dotar de seguridad jurídica el ejercicio de la facultad
extintiva. Exige el art. 1088 como recaudo de fondo un incumplimiento esen-
LA
cial, total o parcial (inc. a) y en grado de mora (inc. b). Al no mediar estipu-
laciones especiales, cabe entender que la resolución decidida en el contexto de
la facultad implícita forzosamente debe estar fundada en un incumplimiento
sustancial de la obligación principal del contrato.
Desde el punto de vista operativo, el ejercicio de la facultad resolutoria
implícita conlleva un procedimiento especial previsto por la ley. El mecanismo
FI
procedencia de uno menor”. A diferencia del viejo art. 1204, párr. 3°, nada dice
el nuevo precepto sobre la forma de la comunicación, aunque no cabe dudar
que debe hacerse por algún medio fehaciente (arg. art. 1086), para garantizar
el efectivo conocimiento del deudor y la vez permitirle al acreedor acreditar
la certidumbre de la notificación. La comunicación puede ser cursada a través
de carta documento, telegrama o requerimiento notarial, entre otros medios.
Para una adecuada sistematización, nos parece útil desmembrar el conte-
nido de la comunicación reglamentada por la norma en las siguientes partes:
253
OM
veniente individualizar la relación jurídica que une a las partes y la prestación
pendiente de cumplimiento.
Según lo normado por el art. 1088, es dable prescindir del emplazamien-
to en los siguientes casos: obligaciones de plazo esencial vencido; incumpli-
miento anunciado por una manifestación definitiva del deudor; obligaciones
de cumplimiento imposible. La resolución total o parcial del contrato opera
cuando el acreedor la declara y la comunicación es recibida por la otra parte.
.C
Tampoco es menester el requerimiento previo en los casos de resolución por
ministerio de la ley, cuando una norma legal faculta a la parte a declarar unila-
teralmente la extinción del contrato (art. 1089), hipótesis que relevamos, por
ejemplo, en el contrato de locación, en ciertos incumplimiento previstos del
DD
locador y del locatario (arts. 1219 y 1220); en el contrato de agencia, ante el
incumplimiento grave o reiterado de las obligaciones de una de las partes que
pone en duda la posibilidad o la intención del incumplidor de atender con
exactitud las obligaciones sucesivas (arts. 1494, inc. e, y 1495, párr. 2°); o en
los contratos de consumo en general, por incumplimiento del proveedor (art.
LA
254
neralizada como un plazo de gracia que se dispensa al deudor para que pueda
cumplir y salvar la vigencia del contrato, pero que no lo exime de afrontar el
resarcimiento del daño moratorio causado al acreedor (v.gr., el pago de los
intereses de la obligación dineraria incumplida).
c) Apercibimiento resolutorio. El CCyC incorpora expresamente este re-
OM
caudo, conteste con lo señalado de modo uniforme por la jurisprudencia y
la doctrina. La comunicación con fines extintivos debe contener inexcusa-
blemente un apercibimiento que advierta al deudor que la persistencia del
incumplimiento, una vez vencido el plazo de gracia, surtirá el efecto de la
resolución contractual. A falta de aviso resolutorio, la notificación dirigida al
deudor sólo puede ser interpretada como una intimación a satisfacer la presta-
ción, de forma tal que la subsistencia del incumplimiento a la expiración del
.C
plazo de quince días no produce la extinción del contrato.
A diferencia del inexorable apercibimiento que debe portar la interpela-
ción, el anuncio tendiente al reclamo de indemnizaciones por daños y per-
juicios hace más a la conveniencia que a una necesidad jurídica del acreedor,
DD
por lo que creemos que su inclusión en el contenido de la declaración resulta
facultativo.
Cabe figurarse a partir de lo desarrollado en los párrafos previos, y así lo
confirma el art. 1078, inc. f, que subsiste para el deudor el derecho a cumplir
durante la vigencia del plazo de gracia. La ejecución de la prestación debida
LA
impide que se verifique la resolución del contrato, sin perjuicio de las restantes
consecuencias que se derivan del estado de mora.
Si el incumplidor no satisface la prestación dentro del término de ley, el
contrato debe considerarse resuelto sin más. La resolución se produce “de ple-
no derecho” por el mero vencimiento del plazo (art. 1088, inc. c). Ello significa
en la práctica que el declarante de la resolución no tiene que remitir una
FI
terpretado como una aceptación del requerimiento del acreedor, ya que cons-
tituye un supuesto del que emerge la obligación de expedirse consagrado por
la ley, en los términos de los arts. 263 y 979.
5.3.2 Cláusula resolutoria expresa
Como elemento accidental del contrato, las partes pueden convenir ex-
presamente la facultad de resolver a consecuencia del incumplimiento de
cualquiera de ellas. Esta modalidad es denominada facultad resolutoria con-
vencional y constituye un efecto accidental del contrato. La validez formal
255
OM
extintiva, lo que comprende no sólo las condiciones sustanciales de ejercicio sino
también el mecanismo al que se sujetarán para hacer efectiva la resolución.
En esta línea, el pacto puede reflejar la voluntad de los contratantes de re-
gular los presupuestos que habilitan la extinción del negocio, cuestión que les
permite establecer modalidades especiales, tipificar incumplimientos puntuales
o acordar la resolución en caso de inejecución de obligaciones complementa-
rias que, de otro modo, podrían no ser considerados esenciales o con aptitud
.C
suficiente para resolver el contrato. Así, y dependiendo de la índole de las pres-
taciones involucradas o de las finalidades prácticas que persiguen, puede ser de
interés de las partes describir, según el caso, calidades básicas que deben ser res-
petadas, estándares mínimos de ejecución, observancia de plazos concretos, etc.
DD
También permite ofrecer vías alternativas con adición de cláusulas penales,
tanto en caso de optarse por el cumplimiento forzado como por la resolución,
supuesto usual en los boletos de compraventa de inmuebles.
Cualquiera sea el caso, la validez de estas convenciones siempre debe ajus-
tarse a los principios generales de buena fe y ejercicio regular o no abusivo de
LA
los derechos, con una interpretación más restrictiva aun cuando se insertan
en un contrato por adhesión a condiciones generales predispuestas o en un
contrato de consumo.
Al propio tiempo, la cláusula puede fijar recaudos formales diversos, por
ejemplo, la necesidad de una interpelación previa o incluso de observar algún
procedimiento de solución de controversias que evite la extinción intempestiva.
FI
A todo lo dicho responde el art. 1086, cuando prescribe que “las partes pue-
den pactar expresamente que la resolución se produzca en caso de incumplimientos
genéricos o específicos debidamente identificados”. He aquí entonces una de las
ventajas sustanciales que para las partes implica la introducción de una cláu-
sula comisoria expresa, más allá de contar con la prerrogativa que les brinda
256
OM
5.4 Vías de ejercicio: extrajudicial y judicial
Ha quedado claro que el derecho extintivo se ejerce mediante notificación
de la parte declarante a la incumplidora. De modo coherente con el concepto
legal de parte contractual, el art. 1078, inc. a, aclara que la comunicación
debe ser dirigida por todos los sujetos que integran una parte contra todos los
sujetos que conforman la otra.
De lo explicado sobre el funcionamiento de la cláusula resolutoria tanto en
.C
su especie legal como convencional, se extrae que la extinción del contrato se
torna operativa de manera extrajudicial, lo que también se conoce como reso-
lución por autoridad del acreedor. La manifestación de voluntad de disolver
el negocio se comunica en ambas clases a través de un medio fehaciente (p.ej.,
DD
carta documento) que no requiere la intervención del poder jurisdiccional.
Este mecanismo de resolución extrajudicial confiere dinamismo y practicidad
a la gestión negocial.
Sin embargo, no hay obstáculos para que la declaración extintiva sea ar-
ticulada por vía judicial, mediante una demanda por resolución de contrato
LA
impetrada ante los tribunales. El propio CCyC admite las dos vías en el art.
1078, inc. b: “la extinción del contrato puede declararse extrajudicialmente o
demandarse ante un juez”.
El sentido común podría llevar a preguntarse sobre la conveniencia de in-
coar la pretensión resolutoria en los estrados de la justicia, con todas las des-
ventajas que a primera vista ello supone (mayores costos, demora del trámite,
FI
etc.), siendo que la ley habilita a los contratantes a concretarla mediante una
simple comunicación extrajudicial.
Lo cierto es que el camino que debe recorrer el declarante de la extinción
puede no ser muy llano, si es que el presunto incumplidor rechaza la resolución
planteada por vía extrajudicial y cuestiona el emplazamiento intimatorio del
257
OM
contrato ha de ser decretada por el juez al cabo de un proceso en el que las
partes habrán aportado los elementos de juicio que permitan formar convic-
ción suficiente.
Los efectos de la resolución dispuesta por sentencia judicial se retrotraen a
la fecha de notificación de la demanda.
Otro beneficio apreciable de la vía judicial es la efectividad que confiere
a los fines de materializar los efectos retroactivos derivados de la resolución
.C
contractual. No debe soslayarse que, en la mayoría de los casos, los contra-
tantes tienen cumplidas al momento de la extinción una parte de las presta-
ciones previstas, y éstas deben ser revertidas. La sentencia judicial garantiza al
declarante un pronunciamiento que impone a las partes adicionalmente a la
DD
resolución, la restitución de lo entregado, o incluso, la ejecución de las cláu-
sulas penales convenidas en el contrato. Más aún, el mismo proceso judicial
permite ventilar todo lo atinente a los daños y perjuicios ocasionados por el
incumplimiento de la obligación, y como consecuencia de ello, el dictado de
una eventual condena al resarcimiento.
LA
Dijimos que la opción por la vía judicial aplica a ambas clases de facultad
resolutoria. Cuando la facultad es implícita, la demanda puede interponerse
sin necesidad de cursar el requerimiento previo del inc. c del art. 1088 (art.
1078, inc. b), en cuyo caso, el demandado conserva su derecho a cumplir hasta
el vencimiento del término de emplazamiento (art. 1078, inc. f ). Entendemos
que el plazo al que alude la norma es el que corresponde a la contestación de
FI
258
OM
tra compelido a declarar la resolución y que siempre mantiene la facultad de
reclamar el cumplimiento de lo estipulado en el contrato. Lo refrenda el art.
1078, inc. e, en cuanto establece que “la parte que tiene derecho a extinguir el
contrato puede optar por requerir su cumplimiento y la reparación de daños”.
Es posible también que el acreedor pierda interés en seguir procurando el
cumplimiento de la prestación. Por eso es que la elección por la ejecución de
las obligaciones no impide deducir ulteriormente la pretensión extintiva (art.
.C
1078, inc. e, últ. pte.). Esta nueva exigencia del acreedor por la que modifica
su propósito inicial es lo que se denomina derecho de opción o derecho de
variar (ius variandi).
Un tópico debatido se planteaba en cuanto al límite temporal del derecho
DD
de opción. Para una posición, el acreedor podía optar por la resolución an-
tes de adquirir firmeza la sentencia judicial que condenara al cumplimiento;
un criterio más amplio avalaba el ejercicio de la pretensión extintiva mien-
tras no fuera ejecutada dicha sentencia. El art. 1085 resuelve la cuestión en
este último sentido, al establecer la conversión automática de la demanda por
cumplimiento, en estos términos: “la sentencia que condena al cumplimiento
LA
subsiste para el deudor el derecho de cumplir (art. 1078, incs. f y g). La lógica
que inspira esta solución se vincula de modo evidente a la seguridad jurídica:
la comunicación de la decisión resolutoria pone fin al contrato y tiene virtua-
lidad para liberar a la parte destinataria del deber de cumplirlo.
5.5.2 Retroactividad
259
OM
naturaleza impiden la restitución en especie (v.gr., mercadería perecedera) o en
casos de enajenación o pérdida de la cosa entregada. Lo mismo cuando se trata
de obligaciones de hacer o de no hacer. De todas maneras, la imposibilidad de
restituir de la parte incumplidora no obsta a la resolución del contrato (art.
1078, inc. d).
c) Para estimar el valor de las restituciones a favor del acreedor se toman en
cuenta las ventajas resultantes de no haber efectuado la propia prestación, su
.C
utilidad frustrada y, en su caso, otros daños (art. 1081, inc. c).
d) La restitución debe ser recíproca y simultánea (art. 1081, inc. a). Es
una consecuencia lógica del carácter bilateral del contrato, y por ende, del
principio de equivalencia de las prestaciones, que se mantiene en el proceso
DD
de extinción negocial.
e) Las prestaciones cumplidas, que sean equivalentes y divisibles, quedan
firmes y producen sus efectos, siempre que hayan sido recibidas sin reserva
respecto del efecto cancelatorio de la obligación (art. 1081, inc. b). Consti-
tuye una excepción al principio retroactivo de la resolución, que requiere ser
LA
desglosada según las hipótesis en las que puede presentarse esta situación. Si el
contrato es de ejecución continuada, las prestaciones correlativas (equivalentes
y divisibles) cumplidas antes de la extinción, se hallan jurídicamente consu-
midas. Tal el caso del contrato de locación resuelto luego de cierto tiempo en
que regularmente el locador otorgó el uso y goce de la cosa al locatario y éste
retribuyó con el pago del canon locativo; estas prestaciones resultan definitivas
FI
260
favor del que las entregó, toda vez que la mera declaración resolutoria (tanto
como la propia celebración del contrato) carece de eficacia real, esto es, no
suple los recaudos legales para la transmisión del dominio, como la tradición
(art. 750).
f ) Tienen plena vigencia entre las partes las estipulaciones referidas a las
OM
restituciones que regulen sus derechos y obligaciones tras la extinción (art.
1078, inc. h). Es de considerar que los efectos naturales de la resolución cons-
tituyen materia disponible y pueden ser modificados por las convenciones
de los contratantes. Sucede, por ejemplo, con la cláusula penal de habitual
empleo en los boletos de compraventa inmobiliaria, que habilita a la parte que
declara la resolución a retener la prestación recibida, a modo de compensación
por los daños y perjuicios.
.C
Hasta aquí los efectos que incumben a las partes. Con relación a las con-
secuencias respecto de terceros, corresponde estar a lo preceptuado por el art.
1079, inc. b, en cuanto a que la resolución del contrato no afecta los derechos
adquiridos a título oneroso por terceros de buena fe, excepto disposición espe-
DD
cial en contrario. Con ello, se amplía la protección a los terceros que ofrecía el
art. 1051 del Código derogado, circunscripta a los actos nulos relativos a dere-
chos reales sobre inmuebles. La norma actual está concebida específicamente
para el caso de resolución y ya no exige que el derecho adquirido por el tercero
recaiga sobre cosa inmueble.
LA
261
gastos generados por la celebración del contrato y de los tributos que lo hayan
gravado (art. 1082, inc. b). El fundamento es que todas estas erogaciones son
realizadas en razón exclusiva del negocio cuyo cumplimiento cabal se proyec-
ta. Son ejemplos de estos rubros la certificación notarial de firmas, el impuesto
de sellos que grava ciertos contratos, etc.
OM
Asimismo, conservan su eficacia las cláusulas penales para el caso de in-
cumplimiento y posterior resolución y demás pactos que regulen los derechos
y obligaciones de las partes tras la extinción (arts. 1078, inc. h, y 1082, inc.
c). A través de la cláusula penal, los contratantes tarifan por anticipado la
compensación económica a cargo del incumplidor, la que viene a sustituir la
indemnización de los perjuicios y es independiente de toda prueba tanto para
el acreedor como para el deudor, sin perjuicio de la facultad morigeradora de
.C
los jueces cuando el monto resulta desproporcionado (arts. 793 y 794).
La resolución del contrato por empleo de la facultad extintiva implica un
incumplimiento definitivo del deudor que torna indemnizable, más allá de las
restituciones y reembolsos ya detallados, el daño compensatorio debidamente
DD
probado por el acreedor.
El tema del alcance del resarcimiento en la resolución contractual ha sido
materia de debate por la doctrina. Empero, el Código no esclarece definitiva-
mente el punto.
La discusión se planteaba en torno a las categorías presuntamente exclu-
LA
262
OM
Así y todo, el Código parece haber adoptado aquellos aportes que flexi-
bilizan el rígido criterio clásico en la materia. De hecho, la alusión a la apli-
cabilidad de las normas de responsabilidad civil (art. 1082, inc. a), importan
un reenvío, entre tantos otros, al concepto de reparación plena del art. 1740.
Lo dicho es distinto a propiciar que el declarante de la resolución tenga de-
recho a pretender la prestación específica o su equivalente dinerario. Una cosa
es ello y lo descartamos, y otra que se reclame, por ejemplo, el mayor valor de
.C
mercado del bien adquirido del que el comprador no pudo disponer por el
incumplimiento del vendedor o la ganancia que hubiera obtenido de él; allí
es donde puede tener anclaje la noción de “utilidad frustrada” del art. 1081.
DD
6. Imprevisión
6.1 Noción. Fundamentos. Antecedentes normativos
La fuerza vinculante, con base actual en el art. 959, según el cual “todo
LA
contrato válidamente celebrado es obligatorio para las partes”, lleva ínsita la idea
de intangibilidad del contrato, que impide modificar su contenido sin acuerdo
de partes. Más todavía, el art. 960 revalida la repulsa conceptual del Código
velezano a la intervención judicial en las convenciones privadas (“los jueces no
tienen facultades para modificar las estipulaciones de los contratos”).
El marcado disfavor de la concepción individualista del contrato a todo atis-
FI
263
sición, bases objetivas del negocio jurídico, equidad, etc.), lo cierto es que se
trata de una herramienta para la revisión del negocio, cuya teleología responde
a la justicia contractual, al igual que la buena fe, el ejercicio regular de los de-
rechos, la equidad o la frustración de la finalidad.
En el campo de los contratos por adhesión la tendencia a la revisión es
OM
aún más certera. Cuanto más rígida sea la predisposición de las cláusulas con-
vencionales, mayor es la tendencia que el contrato ofrece a la revisión del
contenido.
De manera general, el Código consagra como excepción a la inalterabili-
dad los casos que la ley autoriza a modificar los contratos a pedido de parte,
o de oficio, cuando se afecta de modo manifiesto el orden público (art. 960).
Más adelante, se regula en particular la figura de la imprevisión en el art.
.C
1091 del capítulo de “Extinción, modificación y adecuación del contrato”, en
estos términos: “Si en un contrato conmutativo de ejecución diferida o perma-
nente, la prestación a cargo de una de las partes se torna excesivamente onerosa,
DD
por una alteración extraordinaria de las circunstancias existentes al tiempo de su
celebración, sobrevenida por causas ajenas a las partes y al riesgo asumido por la
que es afectada, ésta tiene derecho a plantear extrajudicialmente, o pedir ante un
juez, por acción o como excepción, la resolución total o parcial del contrato, o su
adecuación. Igual regla se aplica al tercero a quien le han sido conferidos derechos,
o asignadas obligaciones, resultantes del contrato; y al contrato aleatorio si la pres-
LA
264
OM
razones ajenas al alea propia del contrato. Es sabido que en esta especie de
contratos, las partes toman a cargo la fluctuación de las ventajas que en más
o en menos pudiera depararles la operación en función de la incidencia de
un acontecimiento incierto. Es claro que esta incertidumbre resulta inherente
al tipo negocial, y por ende, previsible, por lo que en sí misma no autoriza a
invocar la imprevisión contractual. La cuestión puede graficarse recurriendo al
contrato de renta vitalicia: el desequilibrio económico de las prestaciones debe
.C
provenir de causas externas, como puede ser una devaluación monetaria que
desestabiliza la relación de valor entre el capital y la renta, pero no cabe aplicar
la imprevisión como consecuencia de aspectos inherentes al alea, por ejemplo,
que la sobrevida del cabeza de renta supere largamente la expectativa razonable
DD
de las partes al momento de concertar el negocio. En la misma línea, el explo-
tador de juegos de azar no podría negarse a pagarle a un apostador el premio,
por el solo hecho de considerarlo excesivo con relación al valor apostado, por
ser justamente ello parte del alea del contrato.
Por otro lado, es menester considerar el elemento temporal. La alteración
LA
265
OM
termina; así, lo trascendente parece ser más el efecto provocado (modificación
de circunstancias) que la causa que lo origina (suceso desencadenante).
Lo que se exige es que el estado de cosas que imperaba al momento de con-
tratar se vea transformado de manera extraordinaria e imprevisible en algún
tramo de la ejecución del negocio. Analizaremos cada uno de estos extremos.
En primer lugar, debe tener carácter extraordinario. No cualquier altera-
ción mínima de las circunstancias alcanza para ampararse en el remedio de la
.C
imprevisión contractual, sino aquella que supere el curso natural y normal de
los acontecimientos. En este sentido, ningún contrato de duración está exento
de ciertas vicisitudes provocadas por el entorno fáctico en el que se desenvuel-
ve la operación. Las partes se hacen cargo de estas oscilaciones en cuanto no
DD
afecten seriamente la base de hecho considerada al contratar.
En la experiencia argentina, el mejor ejemplo es lo que sucede con la evo-
lución de los precios en el mercado. Siendo la nuestra una economía estruc-
turalmente propensa a los procesos inflacionarios en las últimas décadas, sólo
podría considerarse extraordinario un fenómeno coyuntural y especialmente
LA
súbito de inflación (hiperinflación), por lo que una mera suba de los precios
de los bienes no es suficiente para hacer jugar a la teoría de la imprevisión en
los contratos en curso de ejecución.
Dentro de los hechos configurativos, quedan comprendidos los fenómenos
provocados por la naturaleza (p.ej., sequía, inundaciones, etc.), tanto como
aquellos que se originan en hechos del hombre, como cambios legislativos,
FI
266
OM
Desde ya, esta imprevisibilidad debe ser medida con parámetros objetivos
e incluso estrictos. Sólo se exige prever lo que razonable y efectivamente re-
sulta previsible con la debida diligencia, según las circunstancias de personas,
tiempo y lugar, por lo que no se trata de un mero ejercicio de imaginación, ya
que en este campo cualquier evento podría ser considerado previsible por vía
conjetural, lo que no significa que los contratantes lo deban considerar una
contingencia posible.
.C
El hecho generador de la alteración comentada debe ser sobreviniente. Si
los sucesos que cambian las condiciones negociales ya existen a la época de
concluir el contrato, va de suyo que su incidencia sobre la ecuación económica
no es imprevisible para las partes. Así, es esperable que un fuerte proceso infla-
DD
cionario que se viene desarrollando al momento de la celebración impacte en
la economía futura del contrato, aunque no lo haga todavía.
Algunas características hasta el momento citadas (imprevisibilidad, ajeni-
dad, sobreviniencia, etc.) denotan una semejanza con el caso fortuito en cuan-
to al hecho generador. El caso fortuito constituye un obstáculo insuperable
LA
267
cargo de una de las partes puede verse compensado con un mayor valor de la
contraprestación que recibe.
En cualquier caso, la configuración del desequilibrio es una cuestión de
hecho que no exige recurrir a parámetros matemáticos específicos.
Es preciso que el desequilibrio resultante sea excesivo, de tal manera que el
OM
cumplimiento regular del contrato bajo las nuevas circunstancias signifique una
injusticia para la parte perjudicada. Las oscilaciones moderadas en cuanto al
valor de los bienes y servicios objeto del contrato a lo largo de su vigencia deben
considerarse dentro de las vicisitudes normales de toda operación económica.
La grave desproporción patrimonial entre las prestaciones es un elemento
común a la imprevisión y la lesión. En la lesión el desajuste es genético, el nego-
cio nace desequilibrado desde su concepción, razón por la cual se considera un
.C
vicio del acto jurídico. La imprevisión supone un contrato gestado en condicio-
nes de equivalencia económica, que se torna desproporcionado en forma sobre-
viniente (desequilibrio funcional). Otra diferencia esencial estriba en la causa
de la desproporción. Existe un componente subjetivo en la lesión, representado
DD
por la explotación que una de las partes hace de la condición de inferioridad
(necesidad, debilidad psíquica, inexperiencia) de la otra, a partir de la cual toma
una ventaja patrimonial excesiva e injustificada. El hecho desencadenante de
la imprevisión es ajeno a la voluntad de los contratantes. Por último, si bien
ambos institutos dan lugar al reajuste o readecuación equitativa del negocio, la
LA
alude a “causas ajenas a las partes y al riesgo asumido por la que es afectada”. En
definitiva, el tema atañe a la relación causal entre los dos requisitos ya comen-
tados, esto es, que la excesiva onerosidad debe haber sido provocada por la
alteración de las circunstancias.
Por el contrario, cuando la causa de la inequivalencia funcional del si-
268
habría sido alcanzado por las consecuencias gravosas del acontecimiento, por
más extraordinario e imprevisible que éste fuera. Por caso, la alteración cuan-
titativa de una obligación de dar sumas de dinero en moneda extranjera, por
efecto de una devaluación acaecida con posterioridad a su vencimiento, recae,
en principio, sobre el deudor que no cumplió dentro del plazo pactado.
OM
Deben descartarse los casos de culpa o mora irrelevante, en los que la ex-
cesiva onerosidad habría sucedido aun de no haber mediado culpa o mora del
deudor. Aquí la causa del desequilibrio económico de las prestaciones es el
evento extraño y la conducta del deudor resulta intrascendente. El incumpli-
miento del locatario a su obligación de conservación y mantenimiento de la
cosa locada no obsta al planteo de imprevisión que dicha parte pudiera efec-
tuar con relación la excesiva onerosidad sobreviniente del canon locativo. Para
.C
arribar a esta conclusión, creemos posible extrapolar la previsión sobre el caso
fortuito contenida en art. 1733, inc. c, que permite la liberación del deudor
en mora cuando ésta es indiferente para la producción del caso fortuito o de
la imposibilidad de cumplimiento.
DD
6.4 Efectos: adecuación y resolución
Según el citado art. 1091, se encuentran legitimados para pedir la aplica-
ción de la imprevisión, el contratante perjudicado por la excesiva onerosidad y
el tercero a quien le son conferidos derechos o asignadas obligaciones resultan-
LA
tes del contrato. En cuanto a ello, el Código equipara a las partes tanto a los
terceros beneficiarios de estipulaciones a su favor como a aquellos que asumen
obligaciones de ejecución en un contrato ajeno (arts. 1026 a 1028).
Se admite su articulación por vía extrajudicial o judicial. El primer caso es
un planteo de revisión o extinción contractual que realiza el afectado sin nece-
sidad de promover una pretensión por ante los tribunales. En sede judicial, la
FI
269
OM
cuando el reajuste planteado por vía extrajudicial, éstos deben ser decididos
judicialmente. No está demás señalar que el objetivo de la adecuación no es
la reformulación integral del contrato sino sólo de las condiciones de mayor
onerosidad que impactan sobre una de las partes.
El plazo de prescripción de la acción de revisión es de dos años (art. 2562,
inc. a) y corre desde que se conoció o pudo conocer la causa de revisión.
La otra pretensión posible es la resolución total o parcial del contrato. Las
.C
consecuencias de la resolución como modo de extinción del contrato son re-
gidas por los arts. 1083 a 1089 y han sido estudiadas dentro de la figura de la
facultad resolutoria. Esto implica que los efectos son retroactivos, debiendo las
partes restituirse mutuamente lo recibido, con excepción de las prestaciones
DD
equivalentes y divisibles ejecutadas, que puedan considerarse compensadas,
y por ende, firmes. Asimismo, los derechos de declarar la resolución total o
la resolución parcial son excluyentes; quien opta por uno de ellos, no puede
ejercer luego el otro (art. 1083).
6.5 Renunciabilidad
LA
270
OM
paralelismo con la renunciabilidad al caso fortuito, puesto que el hecho gene-
rador de la imprevisión tiene un alcance general, a diferencia de aquél, que,
en principio, sólo afecta al obligado. Y en todo caso, según el criterio que
venimos desarrollando, la asunción convencional del casus es tolerable cuando
se trata de hechos ordinarios, pero no lo es si se refiere a eventos extraordina-
rios. En respaldo a esta postura estricta, la civilística nacional ha considerado
inválida la renuncia anticipada a las acciones por excesiva onerosidad cuando
.C
se trata de hechos imprevisibles que desquician la armonía negocial (XIX Jor-
nadas Nacional de Derecho Civil, Rosario, 2003, dictamen de mayoría).
Sentadas ambas posiciones, no encontramos comprometido el orden pú-
blico en esta cuestión, al menos de modo apriorístico. En función de ello,
DD
entendemos legítima en abstracto la cláusula convencional de renuncia a la
imprevisión. Claro que el razonamiento que aquí exponemos corresponde ex-
clusivamente a la estructura general del contrato paritario, en el que el pacto de
asunción es producto de la libre concertación de los negociantes. Pero incluso
en este modelo de contrato discrecional, la valoración de la cláusula debe hacer-
LA
normas del ordenamiento, como los arts. 988, inc. b, y 1117 del CCyC, y 37,
inc. a), de la LDC, que tachan de nulidad las cláusulas que importan renuncia
o restricción a los derechos del adherente o consumidor.
271
7. Obligación de saneamiento
7.1 Noción. Regulación legal. Garantías comprendidas
En los contratos cuyo objeto es la transmisión del dominio o tenencia
OM
de una cosa a título oneroso, las consecuencias no se agotan necesariamente
con la extinción formal del negocio jurídico. Con una histórica tradición que
se remonta al derecho romano, las instituciones del derecho contractual han
contemplado desde siempre la obligación de saneamiento a cargo del transmi-
tente, con el fin de asegurar al adquirente la posesión o uso pleno de la cosa,
para que pueda ejercer sus derechos sobre el bien de forma pacífica y útil.
Esta figura, denominada en los ordenamientos modernos como obligación
.C
de saneamiento, es un género que abarca dos especies de garantías de las que
puede valerse el acreedor: la de evicción y la de vicios ocultos o redhibitorios.
La garantía de saneamiento puede ser visualizada como un supuesto de res-
ponsabilidad postcontractual o postcumplimiento, ya que sus efectos se hacen
DD
presentes luego de la ejecución de las obligaciones características del contrato
(entrega del bien y pago del precio) y su consiguiente terminación.
Siguiendo la línea del Proyecto de Código Civil de 1998, el CCyC ha
renovado en varios aspectos la regulación del instituto que nos abocamos a
reconocer.
Desde el punto de vista terminológico, la cuestión es tratada bajo la locu-
LA
272
OM
El intercambio recíproco de sacrificios y beneficios económicos propio de
esta categoría contractual exige una adecuada relación de equivalencia entre
las prestaciones. La verificación de vicios que comprometen la existencia o
legitimidad del derecho adquirido o la integridad y utilidad del bien para su
destino redunda en una alteración de la ecuación de las atribuciones patrimo-
niales otorgadas entre las partes.
Por esta razón, la obligación de saneamiento no es exigible en los actos
.C
gratuitos. Como excepción, el enajenante queda obligado si asume conven-
cionalmente dicho deber a través de una estipulación expresa. También se
confieren al adquirente a título gratuito las acciones de responsabilidad por
evicción y vicios ocultos que correspondían a sus antecesores (art. 1035). De
DD
esta manera, el que recibe un bien gratuitamente no puede formular el recla-
mo por saneamiento contra quien se lo transmitió, pero sí contra los obligados
anteriores en la cadena que lo enajenaron a título oneroso (art. 1033, inc. c).
El requisito de onerosidad del acto transmisivo de los bienes se cumple
también en las donaciones que son concebidas como negocios mixtos (en par-
LA
te onerosos y en parte gratuitos: art. 1544), como las donaciones mutuas (art.
1560), las donaciones remuneratorias (art. 1561) y las donaciones con cargo
(art. 1562). En tales casos, la responsabilidad por saneamiento se aplica a la
porción onerosa del contrato y en la medida de la compensación de valores
entre la transmisión de la propiedad de la cosa y la contraprestación o sacrifi-
cio a cargo del donatario.
FI
locación, cesión, etc.). Se exige la traslación efectiva, ya que sólo puede cons-
tatarse la existencia de vicios una vez que la cosa o el derecho se encuentran en
poder del adquirente. Sin embargo, no se requiere que el derecho resultante
de la adquisición y objeto de controversia sea el de propiedad u otro derecho
real, sino que alcanza a los actos transmisivos de derechos personales relativos
a la cosa (p.ej., uso y goce), e incluso intelectuales (p.ej., derechos de autor).
Además de los transmitentes de bienes a título oneroso, existen otros su-
jetos obligados o legitimados pasivos por saneamiento, según lo establece el
273
art. 1033. Ellos son: quienes dividen bienes con otros (inc. b); los respectivos
antecesores que efectuaron la transferencia a título oneroso (inc. c).
La división de bienes en común (p.ej., condominio, cotitularidad de dere-
chos, bienes gananciales, indivisión hereditaria) requiere resguardar el mismo
equilibrio económico sobre las partes indivisas asignadas que cuando la trans-
OM
misión abarca la totalidad de la cosa o del derecho, lo que justifica la proce-
dencia de la garantía a cargo del enajenante.
El caso de los antecesores que transfirieron bienes a título oneroso está rela-
cionado con las dos categorías ya mencionadas (los que transmiten de manera
onerosa y los que dividen bienes con otros); por lo tanto, concierne a los trans-
mitentes anteriores del bien en la secuencia de enajenaciones previas a la última
transmisión o a la división de los bienes. Recordemos asimismo que estos trans-
.C
mitentes precedentes también responden frente al adquirente a título gratuito
(art. 1035). Se deduce entonces que el acreedor de la garantía puede reclamar
el saneamiento a sujetos no ligados a él por medio de una relación contractual.
Se presentan situaciones especiales respecto de la naturaleza de la obliga-
DD
ción cuando hay pluralidad de bienes transmitidos (art. 1041) o de sujetos
obligados (art. 1042).
De transmitirse simultáneamente entre las mismas partes varios bienes, la
responsabilidad es indivisible, si son enajenados en conjunto (p.ej., una colec-
ción de objetos); y es divisible, si se lo hace separadamente, aunque la contra-
LA
274
OM
yen la garantía, las partes pueden decidir de común acuerdo su modificación,
tanto con el fin de ampliarla como de disminuirla y hasta de suprimirla.
La cláusula de ampliación de la obligación de saneamiento permite con-
vertir situaciones que naturalmente no se hallan contempladas como presu-
puestos para su aplicación, y en este sentido, no median restricciones a la
autonomía privada. A modo de ejemplo, la cláusula de títulos perfectos en
una operación de compraventa inmobiliaria refuerza la garantía ordinaria de
.C
evicción y otorga al comprador la certeza de que los antecedentes dominiales
del derecho transmitido son inobjetables.
En cambio, existen salvedades cuando se trata de limitar por vía conven-
cional el alcance de la garantía. El art. 1037 dispone que las cláusulas de su-
DD
presión y disminución de la responsabilidad por saneamiento son de interpre-
tación restrictiva, lo que exige que la reducción total o parcial de la garantía
deba surgir de modo elocuente del tenor literal de la estipulación.
En ciertos casos, la cláusula de supresión o disminución se considera direc-
tamente nula, como lo prescribe el art. 1038: a) cuando el enajenante conocía
LA
de diligencia en advertirlos.
La segunda situación tiende a equilibrar jurídicamente la brecha de cono-
cimiento experto que pudiera existir entre las partes en cuanto a la actividad
en la que se inscribe la prestación en cabeza del transmitente. Como ejem-
plo, no cabe admitir la cláusula de exoneración por vicios ocultos a favor de
275
OM
enajenante, podía ejercer una pretensión indemnizatoria como accesoria de la
resolución.
En el sistema vigente, desaparece la acción estimatoria o “quanti minoris”,
cuyo objeto era la disminución proporcional del precio conforme el menor
valor de la cosa. El esquema de acciones propende a la subsanación de los
vicios, pero además de ello, se amplían las facultades conferidas al acreedor de
la obligación de saneamiento.
.C
El adquirente dispone, a su elección, de tres acciones posibles, previstas por
el art. 1039: reclamar el saneamiento del título o la subsanación de los vicios;
exigir un bien equivalente, si es fungible; declarar la resolución del contrato.
También se admite, aunque bajo presupuestos más rigurosos, el derecho del
DD
acreedor a la reparación de los daños (art. 1040).
a) Subsanación. La primera de las opciones es la típica acción de sanea-
miento. Requiere del garante la ejecución de actos que tengan por resultado
librar al bien transmitido de los defectos jurídicos o materiales. Ello implica,
por ejemplo, en caso de evicción, que el enajenante desinterese al tercero que
LA
invoca un mejor derecho para lograr la perfección del título adquirido por
el acreedor, y en el supuesto de vicios ocultos, que repare la cosa defectuosa
entregada al adquirente.
b) Sustitución. Otra vía posible para el acreedor es la acción de sustitución
del bien enajenado por otro. La norma establece que el bien debe ser equiva-
lente, sin aclarar si la equivalencia se refiere sólo al valor económico o también
FI
a la naturaleza, esto es, que deba ser una cosa de la misma clase que la transfe-
rida. No parece razonable imponer al deudor el reemplazo de la cosa por otra
de distinta especie. Esta alternativa sólo es viable para los bienes fungibles, de
lo contrario la sustitución por otro semejante no sería materialmente posible.
c) Resolución. Por último, el adquirente puede ejercer la pretensión reso-
276
OM
En materia de vicios ocultos, el derecho a declarar la resolución se admite
exclusivamente (art. 1056): i) cuando se trata de un vicio redhibitorio (defec-
to que torna al bien impropio para su destino o disminuye decisivamente su
utilidad); ii) cuando media una ampliación convencional de la garantía. En
ambos supuestos se exige que el defecto no sea subsanable o que el garante no
ofrezca subsanarlo, sin perjuicio de la indemnización que pudiera correspon-
der (arts. 1039, inc. c, y 1057).
.C
d) Indemnización. En cualquiera de las opciones precedentes (subsana-
ción, sustitución, resolución), queda a salvo el derecho del acreedor de acumu-
lar la acción escogida con la de reparación de los daños padecidos a raíz de la
evicción o de los vicios ocultos. En la especie de los vicios ocultos, además se lo
DD
hace responsable al garante de los daños que sobrevienen como consecuencia
de la pérdida de la cosa que perece total o parcialmente a causa de los defectos
(art. 1058).
Las siguientes hipótesis son excepciones a la procedencia de la acción re-
sarcitoria (art. 1040):
LA
277
OM
comprendidas distintas situaciones de turbación, controversia o impedimento
que afectan el derecho del adquirente y que designa la disposición citada. Ellas
son, según el art. 1044: turbaciones de derecho totales o parciales sobre el
bien, por causas anteriores o contemporáneas a la adquisición (inc. a); recla-
mos de terceros fundados en derechos resultantes de la propiedad intelectual
o industrial (inc. b); turbaciones de hecho causadas por el transmitente (inc.
c). Analizaremos cada uno de los casos comprendidos dentro de la garantía.
.C
a) Turbaciones de derecho. Representa el subtipo más característico y abar-
cador de evicción. La turbación de derecho supone la invocación por parte de
un tercero de un mejor derecho que el que tenía el enajenante sobre el bien
transmitido. Puede encuadrar en esta situación tanto una acción reivindica-
DD
toria interpuesta por un tercero contra el adquirente, como la alegación del
carácter de poseedor o de locatario por parte de un tercero. En todos los casos,
el tercero disputa al adquirente la existencia o legitimidad de su derecho sobre
el bien.
Las meras turbaciones de hecho causadas por terceros ajenos al transmi-
LA
tente no están cubiertas por la garantía de evicción (art. 1045, inc. a). Estas
perturbaciones fácticas al ejercicio del derecho del adquirente son simples vías
de hecho que no conllevan ninguna pretensión jurídica del sujeto que las
lleva a cabo (ejemplo: la intrusión o usurpación de un inmueble), por lo que
incumbe al adquirente activar los mecanismos legales tendientes a su cesación.
Resultan ajenas al derecho transmitido y no comprometen la responsabilidad
FI
del enajenante.
Se ha abandonado el riguroso requisito de sentencia judicial establecido
por el Código de Vélez, que limitaba considerablemente los casos de evicción.
Esta exigencia ya había sido atenuada por la doctrina, cuando el derecho del
tercero resultaba indiscutible sin necesidad de reconocimiento por medio de
278
OM
Se excluyen las turbaciones de derecho provenientes de una disposición
legal (art. 1045, inc. b), por no ser imputables al obligado, como las servidum-
bres que afectan a la cosa.
b) Reclamos de propiedad intelectual o industrial. Es un caso particular
de turbación. No se origina en la reclamación fundada en un derecho real o
personal que invoca el tercero contra el adquirente, sino en cuestiones de pro-
piedad intelectual o industrial sobre el bien transmitido. Esta situación puede
.C
obedecer a diversas circunstancias. Por ejemplo, la adquisición de una cosa
elaborada por el enajenante sin contar con las licencias o patentes respectivas;
la transferencia de los derechos de autor sobre una obra artística, que luego
son controvertidos por un tercero que aduce ser el verdadero titular de dichas
DD
facultades.
El enajenante queda exento de responsabilidad cuando, a los fines de la trans-
misión acordada, se ajustó a especificaciones suministradas por el adquirente.
c) Turbaciones de hecho del transmitente. Aunque en apariencia la situa-
ción pueda resultar ajena al concepto de evicción, dado que no se trata de una
LA
de una vivienda ingresara a ella por sus propios medios para verificar el estado
de conservación del inmueble, valiéndose de una llave de acceso que obra en
su poder.
Además de las normas de evicción de la parte general de los contratos, el
régimen jurídico se complementa en el Código, entre otras disposiciones es-
peciales, con las previstas en ciertos tipos contractuales, a saber: permuta (art.
1174); locación (art. 1220, inc. b); donación (arts. 1556, 1557 y 2419); fianza
(art. 1598); cesión (arts. 1628 a 1631, 1639 y 2305).
7.3.2 Citación por evicción: funcionamiento; deberes de las partes;
causas de cesación de la garantía
El tema de la citación por evicción atañe a la aplicación práctica de la ga-
rantía en los casos de turbación de derecho causada como consecuencia de la
reclamación promovida por un tercero en sede judicial.
279
OM
e impedir la consolidación de la evicción; y en consecuencia, evitar su propia
responsabilidad.
Citado que sea el transmitente en regular forma, debe comparecer. En
virtud de lo establecido por el art. 1046, “si un tercero demanda al adquirente
en un proceso del que pueda resultar la evicción de la cosa, el garante citado a
juicio debe comparecer en los términos de la ley de procedimientos”. Más allá de
la obligación legal, la comparecencia del garante es una cuestión que hace a
.C
su propio interés, ya que no presentarse puede significar que el adquirente sea
vencido por el tercero y se configure la evicción.
El mecanismo procesal de la citación por evicción que debe seguir el acree-
dor para hacer efectiva la garantía es el que dispone la legislación ritual de cada
DD
jurisdicción.
Aclara la misma disposición del art. 1046 que la citación o intervención
del transmitente no obsta a que el adquirente pueda seguir actuando en el
proceso por su propio derecho y contribuir con todo aquello que pudiera
redundar en el mejoramiento de su posición.
LA
pótesis de demanda judicial interpuesta por el tercero que invoca el mejor de-
recho. Sin embargo, no hay razón que impida la citación del enajenante por el
adquirente ante un reclamo formulado de manera extrajudicial, en cualquier
instancia en la que ocurra (intercambio epistolar, mediación previa, etc.). En
este ámbito, también es dable que el adquirente propicie la intervención del
280
OM
oposición justa que hacer al derecho del vencedor” (art. 1048, últ. párr.).
Otras cargas que la ley impone al adquirente demandado son las de obrar
de buena fe y de manera diligente en el proceso judicial, a través de diversos
deberes de conducta procesal positivos y de abstención, a saber: a) en caso de
incomparecencia del garante citado, oponer y sostener las defensas pertinentes
(art. 1048, inc. b); b) en el mismo supuesto de incomparecencia del transmi-
tente, interponer y proseguir los recursos ordinarios de que disponga contra
.C
el fallo desfavorable (art. 1048, inc. b); c) no allanarse a la demanda sin la
conformidad del garante (art. 1048, inc. c); d) no someter la controversia a
arbitraje (art. 1048, inc. c).
De la inobservancia de cualquiera de estas cargas resulta la pérdida de la
DD
garantía con la consecuente cesación de la responsabilidad del enajenante,
salvo que el adquirente pruebe que la interposición de defensas o recursos (o
la sustanciación de éstos), eran inútiles; o que el allanamiento o el laudo des-
favorable son ajustados a derecho (art. 1048, últ. párr.).
Cabe mencionar un deber adicional para el adquirente demandado, con
LA
efectos más atenuados, mencionado por el art. 1047, inc. b, en el caso de alla-
namiento del garante a la demanda. En tal supuesto, el adquirente que decide
continuar con la defensa y resulta igualmente vencido, carece de derecho para
reclamarle al garante los gastos insumidos en su defensa judicial, aunque no
pierde la garantía en lo sustancial.
A los fines didácticos, conviene sintetizar la secuencia del funcionamiento
FI
281
OM
nible (excepto que dicho resultado fuera consecuencia de la actua-
ción de mala fe del adquirente, de haberse éste allanado injustifica-
damente a la demanda o sometido la cuestión a árbitros y el laudo
no se hubiera ajustado a derecho), y es responsable por la evicción.
ii) Si lo hace, pero no defiende adecuadamente al adquirente, el fallo
adverso también le es oponible y es responsable por la evicción.
.C
7.4 Responsabilidad por vicios ocultos
7.4.1 Régimen legal: CCyC; garantías en la LDC
La garantía de saneamiento por vicios ocultos tiene su regulación en el
Código Civil y Comercial a partir del art. 1051. Varias y relevantes son las
DD
modificaciones que se implementan con relación al régimen de los derogados
Código Civil y Código de Comercio. Desde la conceptualización misma de la
figura, que ahora parece discriminar entre vicios ocultos en general y redhibi-
torios en particular, pasando por el esquema de acciones emergentes más arri-
ba analizado (centralmente, la eliminación de la acción estimatoria tendiente
LA
282
OM
ofrecido y lo entregado, o su correcto funcionamiento” (art. 11, párr. 1º, LDC).
Como se ve, no se formula distinción alguna entre defectos ocultos y defectos
visibles, por lo que en este punto el régimen excede con holgura el marco de
la garantía ordinaria por vicios ocultos del Código.
c) Plazos. El término de vigencia de la garantía legal es de seis meses para
cosas nuevas y de tres meses para cosas usadas, excepto acuerdo por un lapso
mayor, computado a partir de la entrega (art. 11, párr. 2º, LDC). Se entiende
.C
que es un término de caducidad, de modo que los defectos o la disconformi-
dad deben aparecer dentro de los plazos señalados. En el caso particular de los
vicios redhibitorios, nos encontramos con una solución más beneficiosa en el
CCyC, ya que el art. 1055 fija el plazo de caducidad en tres (3) años desde que
DD
el bien es recibido. El término se considera prolongado durante todo el tiem-
po en que el consumidor se vea privado del uso de la cosa sometida a garantía
(art. 16, LDC), contado desde que entrega la cosa al sujeto responsable y hasta
su efectiva devolución (art. 16, decr. regl. LDC). En el caso de sustitución de
la cosa adquirida por resultar insatisfactoria la reparación efectuada, el plazo
LA
283
OM
ción, el consumidor dispone de diversas vías: pedir la sustitución de la cosa
por otra de idénticas características; devolverla en el estado en que se encuen-
tra con derecho al reembolso de lo pagado; obtener una reducción propor-
cional del precio; todo ello, además de los daños y perjuicios que pudieren
corresponder (art. 17, LDC; art. 17, decr. regl. LDC).
j) Servicio técnico y repuestos. También se obliga a los fabricantes, impor-
tadores y vendedores a asegurar a los usuarios un servicio técnico adecuado
.C
y el suministro de partes y repuestos, más allá del tiempo de vigencia de la
garantía (art. 12, LDC).
Sin perjuicio de todo lo anterior, se preceptúan reglas propias en el caso
específico de vicios redhibitorios en los contratos de consumo. El art. 18 de la
DD
LDC introduce dos modificaciones al régimen general con respecto a la ope-
ratividad de esta especie de garantía. La primera de ellas consiste en consagrar
una presunción de conocimiento de los defectos por parte del proveedor, con
el consiguiente derecho del usuario al resarcimiento de los daños y perjuicios
(inc. a). La otra particularidad es la inoponibilidad al consumidor del conoci-
LA
miento que éste tuviera o debiera tener del defecto a causa de su desempeño
profesional en la actividad, lo que impide la liberación de responsabilidad del
proveedor fundada en tal motivo.
Como colofón, es oportuno reiterar que en los contratos de consumo (y
en general, en los contratos por adhesión) queda obturada la posibilidad de
restringir o dispensar convencionalmente la garantía de vicios ocultos, por ser
FI
284
OM
remisión a una norma distinta.
Despejando el análisis, cabe entender -por oposición a las exclusiones del
art. 1053- que la noción legal de vicios ocultos está referida a los defectos de
la cosa, existentes al momento de la adquisición, que el adquirente no conoció
ni pudo haber conocido mediante un examen adecuado a las circunstancias
del caso.
Sin dudas, el concepto transcripto corresponde a la definición de vicio
.C
oculto en sentido amplio o lato. Esta categorización nos lleva forzosamente a
concluir que en el ordenamiento actual el término “vicio oculto” representa
un género teórico que alberga en su seno una especie o modalidad particular
de defecto que es el vicio redhibitorio, cuando en el Código de Vélez ambos
DD
términos eran empleados como sinónimos.
Por su parte, los vicios redhibitorios son definidos como “los defectos que
hacen a la cosa impropia para su destino por razones estructurales o funcionales, o
disminuyen su utilidad a tal extremo que, de haberlos conocido, el adquirente no
la habría adquirido, o su contraprestación hubiese sido significativamente menor”
LA
285
OM
b) Garantía del enajenante de inexistencia de vicios o de cierta calidad. Si
bien la obligación de saneamiento es un efecto natural del contrato, la expresa
manifestación del enajenante que certifica la falta de defectos o que asegura
cierta calidad de la cosa transmitida, eleva de jerarquía la garantía, con el efec-
to jurídico de convertir el potencial defecto en un vicio redhibitorio. Tampoco
en este caso el conocimiento del adquirente del defecto o de la falta de calidad
exonera de responsabilidad al garante.
.C
c) Garantía especial del proveedor que interviene en la fabricación o en la
comercialización de la cosa. Es otro supuesto de garantía voluntaria que exce-
de la impuesta por la ley. Esta garantía adicional vendría a coexistir, excepto
estipulación en contrario, con las propias de los vicios ocultos y facultan al
DD
adquirente a ejercer los derechos resultantes de una u otra a su elección. Toda
vez que los obligados por esta clase de garantía especial son quienes fabrican o
comercializan el producto, sin ser necesariamente los sujetos que transmiten
el bien al adquirente, cabe encuadrar el caso como otra hipótesis posible de
responsabilidad por saneamiento fuera de los límites del contrato. Al propio
LA
286
OM
resolver el contrato, además de reclamar la reparación de los daños y perjui-
cios; sin embargo, no pone en juego la responsabilidad por saneamiento.
Corolario de esta pauta es que la responsabilidad por saneamiento no com-
prende “los defectos del bien que el adquirente conoció, o debió haber conocido
mediante un examen adecuado a las circunstancias del caso al momento de la ad-
quisición”. Como puede advertirse, la norma equipara el conocimiento efectivo
del defecto con la mera cognoscibilidad de éste. La posibilidad de detección del
.C
vicio es una cuestión de hecho que debe ser ponderada en cada caso concreto y
que depende, entre otras condiciones, de la persona del acreedor y la diligencia
que razonablemente debe exigírsele según sus circunstancias propias. Y si bien
el CCyC no menciona expresamente qué sucede cuando el adquirente en razón
DD
de su profesión u oficio está en condiciones de conocer el defecto, creemos que
éste es un supuesto incluido en la cognoscibilidad del vicio, que lo torna apa-
rente para el acreedor (excepto en los contratos de consumo).
De todos modos, se contempla la aplicación de los usos del lugar de entre-
ga “si reviste características especiales de complejidad, y la posibilidad de conocer
LA
el defecto requiere cierta preparación científica o técnica” (art. 1053, inc. a, últ.
pte.). Lo dispuesto lleva a dirimir la controversia según lo que se acostumbra
considerar como vicio manifiesto o no en el ámbito geográfico donde se desa-
rrolla la actividad correspondiente a la transmisión.
b) Trascendencia. El defecto de la cosa debe tener cierta importancia para
la comprometer la responsabilidad del garante.
FI
por fuera de las vías que otorga la obligación de saneamiento. Tampoco signi-
fica que el defecto deba ser irreparable.
Dos son los estándares de apreciación de la trascendencia del vicio. De una
parte, la impropiedad de la cosa es objetiva cuando no resulta apta para el des-
tino que naturalmente debe servir. Salvo estipulación especial, debe entender-
se que la finalidad del bien está relacionada con el uso o aprovechamiento que
se le da corrientemente. El clásico ejemplo del toro sin aptitud reproductiva es
ilustrativo de lo que representa un defecto grave.
287
OM
El segundo parámetro de apreciación es subjetivo. Tiene que ver con la
merma de utilidad de la cosa causada por el defecto, cuando, de haber sido
conocido por el adquirente, no la habría adquirido o lo habría hecho por
una contraprestación sustancialmente inferior. Es otra manera de constatar la
gravedad del vicio, que requiere una prueba más acabada del acreedor sobre la
inutilidad del bien en el caso concreto.
c) Existencia al tiempo de la adquisición. De acuerdo con este recaudo
.C
temporal, el defecto debe ser congénito o contemporáneo y no sobreviniente.
En consecuencia, tiene que existir al momento de la adquisición, caso contra-
rio no procede la responsabilidad del enajenante (art. 1053, inc. b).
Sin embargo, el origen anterior o concomitante del vicio es independiente
DD
de su efectiva manifestación, esto es, del momento posterior en que aflora
en la generalidad de los casos (ello, sin perjuicio de lo que más adelante se
explicará acerca del plazo de caducidad). Así acontece, por ejemplo, cuando
las fallas constructivas originarias de un inmueble provocan la aparición de
humedades tiempo después de la entrega.
LA
288
OM
diferente y sucesiva según la instancia a la que corresponde conceptualmente:
denuncia del defecto, caducidad de la garantía y prescripción de la acción.
a) Denuncia. De conformidad con lo dispuesto por el art. 1054, “el adqui-
rente tiene la carga de denunciar expresamente la existencia del defecto oculto al
garante dentro de los sesenta días de haberse manifestado”. Dijimos que el vicio
debe ser congénito o contemporáneo a la adquisición, por lo que a partir del
momento que se hace evidente, el adquirente cuenta con un plazo límite de
.C
sesenta días para notificarle al enajenante de la existencia del vicio, a fin de
conservar los derechos que le asisten como acreedor de la obligación de sanea-
miento.
Agrega la disposición anotada que el cómputo del término se efectúa desde
DD
la manifestación del vicio o desde el momento que el adquirente pudo adver-
tirlo, si su aparición es gradual. En esta hipótesis, se toma el momento en que
el adquirente se encuentra en condiciones de establecer con certeza que existe
un desperfecto importante y que éste proviene de un defecto oculto, lo que en
muchos casos exige una demostración mediante un examen técnico.
LA
ocultos caduca a los tres años para los inmuebles (inc. a) y a los seis meses
para los muebles (inc. b). Se admite la ampliación convencional del término,
aunque no su reducción.
Se trata de plazos de caducidad del derecho. Por tanto, el defecto debe
hacerse manifiesto necesariamente dentro del término máximo de ley. Una
vez transcurrido el lapso fijado sin que aparezcan vicios, se extingue la respon-
sabilidad del garante. Si el defecto se hace ostensible después de vencido el
término, ya no podrá ser imputado al transmitente.
El término se computa: sobre cosa inmueble, desde su recepción; sobre
cosa mueble, desde su recepción o desde su puesta en funcionamiento, si ello
es posterior a la entrega.
c) Prescripción. Finalmente, el art. 2564, inc. a, fija en un año el plazo
especial de prescripción liberatoria para la acción judicial por vicios ocultos. Si
289
bien la norma habla de “vicios redhibitorios”, coincidimos que rige para todos
los efectos de los vicios ocultos (XXVI Jornadas Nacionales de Derecho Civil,
La Plata, 2017, dictamen de mayoría).
Ante el silencio del Código sobre el momento desde el cual corre el plazo,
nos inclinamos por su cómputo a partir de la denuncia del adquirente, ya que
OM
es el hecho que exterioriza la voluntad de reclamo del acreedor, excepto para
los casos que no requieren denuncia (cuando el enajenante conocía o debía
conocer el vicio), en que corre desde la aparición del defecto.
A modo conclusivo, y articulando correlativamente todos los plazos que
estatuyen las disposiciones comentadas, tenemos que: i) el defecto debe apa-
recer dentro de los seis meses desde que se recibió la cosa o se puso en funcio-
namiento (muebles) o desde los tres años desde que se recibió la cosa (inmue-
.C
bles); ii) una vez manifestado el vicio, el adquirente cuenta con sesenta días
para denunciarlo; iii) a partir del momento de la denuncia, la acción judicial
por saneamiento de los vicios (subsanación, sustitución o resolución, y en su
caso, daños y perjuicios) debe ser interpuesta dentro del plazo de un año.
DD
LA
FI
290
.C
contractual
DD
SUMARIO: 1. Responsabilidad civil contractual: regulación legal.
1.1. Evolución de la teoría de la responsabilidad civil en el derecho
argentino. 1.2. La responsabilidad civil en el Código Civil y Co-
mercial: funciones y características. 2. Presupuestos de la responsa-
bilidad civil. 2.1. Antijuridicidad. 2.1.1. Noción. 2.1.2. Causas de
justificación. 2.2. Imputabilidad. 2.2.1. Concepto. 2.2.2. Factores
LA
291
OM
En sentido estricto, la responsabilidad civil consiste en el deber de reparar
los daños derivados de una conducta antijurídica e imputable al responsable.
A diferencia de la responsabilidad penal, de neto corte retributivo o repre-
sivo, la responsabilidad civil tiene características resarcitorias por antonoma-
sia. Veremos más adelante, sin embargo, que la matriz reparatoria ha dejado de
ser el sello exclusivo de la responsabilidad civil en el derecho positivo nacional.
.C
La fuente de la obligación de reparar puede resultar de una declaración de
voluntad como el contrato o de un hecho ilícito extracontractual. Aunque en
este capítulo nos concentraremos en los matices propios de la responsabilidad
que emana del incumplimiento contractual, la unicidad del fenómeno resarci-
DD
torio, hoy reconocida expresamente en el Código Civil y Comercial, apareja el
tratamiento de una serie de aspectos comunes a ambas fuentes.
Es conveniente recordar que la responsabilidad contractual no es única-
mente la que deriva del incumplimiento de un contrato. Comprende asimis-
mo otras fuentes cuyo denominador común es la violación de una obligación
LA
292
OM
no, por lo que la atribución del deber de indemnizar los perjuicios era una
consecuencia del reproche subjetivo al causante del daño.
El CC establecía en el art. 1107 dos vías excluyentes en materia resarcito-
ria (contractual y aquiliana), cada una con una regulación propia, y que sólo
podían comunicarse entre sí cuando el incumplimiento contractual constituía
simultáneamente un delito penal, lo que abría al damnificado por la inejecu-
ción la posibilidad de optar por la órbita extracontractual, aunque mediante
.C
condiciones de ejercicio ciertamente dificultosas.
De aquel fraccionamiento del bloque de responsabilidad civil se deriva-
ban numerosas diferencias de régimen entre ambas vías en cuanto a plazos de
prescripción liberatoria, extensión del resarcimiento, reparabilidad del daño
DD
moral, prueba del incumplimiento, configuración de la mora, edad mínima
del discernimiento, entre otras.
Las profundas mutaciones en las relaciones sociales y económicas ocurri-
das a partir del auge del maquinismo y el desarrollo industrial en el siglo XX,
condujeron a desplazar el centro de gravedad del sistema resarcitorio de la
LA
culpa al daño.
Como respuesta sustancial, el ordenamiento introdujo de modo sistemáti-
co (y no ya confinados a hipótesis puntuales) los factores objetivos de atribu-
ción, que prescinden de la idea de culpa.
En este sentido, el art. 1113 del viejo Código, reformado por la ley 17.711
importó un giro copernicano en el régimen de responsabilidad civil. A partir
FI
293
OM
ámbito de las relaciones de consumo.
El estatuto consumeril establece un subsistema especial de responsabilidad
que no discrimina entre los proveedores de bienes y servicios según se encuen-
tren o no ligados contractualmente al consumidor, y dispone la imputación
objetiva y solidaria de toda la cadena de producción y comercialización (arts.
5°, 13 y 40, LDC).
También se compromete con el mandato de prevención del daño al habili-
.C
tar acciones cautelares de los consumidores ante la existencia de intereses me-
ramente amenazados (art. 52, LDC). De igual forma, se facilita el ejercicio de
acciones en resguardo de los derechos de incidencia colectiva (art. 54, LDC).
Otro rasgo distintivo y novedoso del sistema de responsabilidad civil de la
DD
LDC es la introducción de la función sancionatoria mediante la categoría del
daño punitivo en el art. 52 bis, implantado por la ley 26.361.
1708), entre las que propicia la de reparación, como función prevalente y tra-
dicional del sistema (en el presente capítulo se ahondará especialmente sobre
ésta), y la de prevención, que simboliza un nuevo paradigma con relación al
Código Civil.
La norma fundante es el art. 1710, que impone a toda persona, en cuanto
294
OM
material de interferir con su conducta en el resultado nocivo. Se prevé la com-
pensación de los gastos incurridos de conformidad con las reglas del enrique-
cimiento sin causa, a cargo del tercero responsable y a favor de quien adopta
las medidas conducentes para alcanzar el objetivo legal.
El tercer supuesto (art. 1710, inc. c), referido al no agravamiento del daño,
al igual que la disminución del perjuicio prevista en el inc. b, corresponde
al deber de mitigar el daño. Implica un menoscabo ya acaecido, en el que el
.C
comportamiento debido (a diferencia del deber de reducción, que exige una
conducta positiva) requiere abstenerse de cualquier acto que importe empeo-
rar el daño causado a otro. La infracción al deber de omisión determina la
responsabilidad del obligado por el agravamiento del perjuicio que resulta de
DD
su accionar.
A más de establecer los deberes de fondo, el CCyC regula los mecanismos
instrumentales para el ejercicio de la función de prevención a través de la
acción preventiva, que procede cuando la acción u omisión antijurídica hace
previsible la producción, continuación o agravamiento del daño (art. 1711).
LA
295
OM
que el incumplimiento obligacional está regulado en las normas de obligacio-
nes y contratos y subsume la acción de cumplimiento o ejecución específica
(dar, hacer o no hacer), mientras que el deber de indemnizar que deriva de
un contrato (sea como daños adicionales a la ejecución de la prestación com-
prometida o como resarcimiento por equivalente), ingresa en el ámbito de la
responsabilidad por daños, al igual que cualquier otra acción resarcitoria.
Por otra parte, se ha tomado nota de la dispersión legal que ha resultado
.C
del proceso de descodificación de los últimos tiempos a partir de la creación de
estatutos especiales (sociedades, consumidor, residuos peligrosos, datos perso-
nales, medio ambiente, sólo por citar algunos), y en función de ello, se fijan
reglas de prelación normativa para el caso de concurrencia de disposiciones del
DD
Código y de leyes especiales en torno a aspectos de responsabilidad civil. El
art. 1709 disciplina el siguiente orden jerárquico: 1) normas indisponibles del
CCyC y de la ley especial; 2) autonomía de la voluntad; 3) normas supletorias
de la ley especial; 4) normas supletorias del CCyC.
En punto a la prescripción de las acciones judiciales, las innovaciones son
LA
296
2.1 Antijuridicidad
OM
2.1.1 Noción
Como primera medida, la configuración de la responsabilidad civil torna
preciso identificar una acción u omisión no justificada que cause un daño a
otro (art. 1717).
Se advierte que la antijuridicidad no exige necesariamente la transgresión a
una prohibición expresa de una norma jurídica (ilicitud formal o ilegalidad),
sino que basta un comportamiento dañoso injustificado, que puede resultar
.C
de una infracción genérica al ordenamiento jurídico (ilicitud material), como
una conducta contraria al orden público, opuesta a la moral y buenas costum-
bres, o abusiva.
En el ámbito de los contratos, la antijuridicidad se conforma cuando el
DD
daño se produce a partir de la violación de una obligación preexistente fijada
por la ley o estipulada por las partes (incumplimiento contractual). Cabe re-
cordar que todo contrato válidamente celebrado es vinculante para las partes
(art. 959) y que obliga no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a to-
das las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en él (art. 961).
LA
297
ción de peligro, no justifica el hecho que causa el daño (art. 1719). Tampoco
exime de responsabilidad al agente que provoca el perjuicio, a menos que, por
las circunstancias del caso, pueda calificarse como un hecho del damnificado
que interrumpe total o parcialmente el nexo causal.
En cuando al denominado acto de abnegación, esto es, la conducta al-
OM
truista observada con el propósito de salvar la persona o los bienes de otro,
el art. 1719, últ. párr., dispone que quien lo lleva a cabo tiene derecho a ser
indemnizado por los daños sufridos por parte de aquel que creó la situación
de peligro o es beneficiado por el acto.
2.2 Imputabilidad
2.2.1 Concepto
.C
Sólo hay responsabilidad si la acción u omisión antijurídica es atribuible a
un sujeto a través de algún criterio de imputación.
El factor de atribución es el fundamento central de la responsabilidad que
justifica que el daño deba ser reparado por alguien a quien la ley le traslada las
DD
consecuencias económicas del perjuicio.
Los criterios o factores de imputación pueden ser objetivos o subjetivos
(art. 1721).
Los factores subjetivos de atribución suponen un reproche moral, que juzga
desde una mirada axiológica el comportamiento del sujeto que causa el daño.
LA
Los códigos decimonónicos (como el de Vélez Sarsfield) tuvieron como eje pre-
ponderante de la responsabilidad a los factores subjetivos basados en la culpa.
Por su parte, los factores objetivos prescinden de la valoración de la con-
ducta del sindicado como responsable, y por ende, de la culpabilidad del agen-
te. Aquí la imputación es de tipo material y se asienta en la ponderación de
diversos criterios (económicos, sociales o de otra índole), que no implican
FI
298
OM
circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar”. Sus variantes o modalidades
son la imprudencia (conducta positiva que implica un exceso de la cautela
necesaria para impedir las consecuencias y los peligros que encierra la situa-
ción), la negligencia (conducta omisiva que denota la falta de adopción de las
medidas idóneas exigibles para evitar el daño) y la impericia (conducta que
revela una insuficiencia de conocimiento técnico relativo al arte o profesión).
Se entiende por dolo la producción de un daño de manera intencional o
.C
con manifiesta indiferencia por los derechos ajenos (art. 1724, in fine). Si bien
aquí se regula la acepción de dolo como factor de atribución de responsabi-
lidad, en particular, en su faceta de dolo delictual (daño causado en forma
deliberada o por desinterés), podría considerarse que la disposición legal uni-
DD
fica dicha noción con la de dolo obligacional (incumplimiento intencional o
malicioso), que el CC definía expresamente en el art. 521. La otra acepción
jurídica de dolo, es decir, el dolo como vicio de la voluntad, se halla concep-
tualizado en el art. 271.
Asimismo, la norma abarca el dolo directo, que resulta de la conducta
LA
299
particular del agente y la naturaleza del acto. Es una excepción a la regla según
la cual la estimación de la conducta contractual se hace sobre un estándar
abstracto que no toma en cuenta la condición personal de los contratantes.
En el terreno de los contratos, el sector de mayor actuación de la respon-
sabilidad subjetiva es el de las prestaciones a cargo de profesionales liberales,
OM
a menos que se asuma el compromiso de un resultado concreto o que se trate
de un daño causado por el vicio de la cosa utilizada para la ejecución de la
obligación (art. 1768).
Para la configuración de la responsabilidad civil fundada en un factor sub-
jetivo, el acreedor o damnificado debe probar la culpa del agente sindicado
como responsable, excepto que por disposición legal se establezca la inversión
de la carga de la prueba de la culpa, opere una presunción de culpa, o bien,
.C
corresponda la aplicación de la carga probatoria dinámica, en cuyo caso es el
deudor quien debe demostrar su no culpa, o cuanto menos, aportar los ele-
mentos de convicción que contribuyan a esclarecer la cuestión. La prueba de
la no culpa, esto es, la acreditación de la propia diligencia, prudencia o pericia
DD
del sindicado como responsable, lo libera de responsabilidad. Huelga decir
entonces que la demostración del caso fortuito o del hecho de la víctima son
evidencias adicionales e incuestionables de la falta de culpa.
La prueba de los factores de atribución corresponde a quien los invoca, si
no existe una norma en contrario (art. 1734). La recepción de la teoría de la
carga probatoria dinámica en el art. 1735 constituye una excepción a aquella
LA
regla: “el juez puede distribuir la carga de la prueba de la culpa o de haber ac-
tuado con la diligencia debida, ponderando cuál de las partes se halla en mejor
situación para aportarla”. Pese al mérito que implica la recepción legal de esta
doctrina, se aprecia a simple lectura el restrictivo campo de aplicación que
tiene, limitado exclusivamente a la órbita de la responsabilidad basada en un
FI
300
OM
Los factores objetivos de atribución responden a diferentes razones de polí-
tica legislativa, por lo que resultan numerosos y variados. Podemos mencionar
el riesgo creado (por las cosas o por las actividades), el vicio de la cosa, el riesgo
provecho o beneficio, la garantía, la equidad, la solidaridad social y la igualdad
ante las cargas públicas.
En el ámbito de la reparación de daños que provienen de la violación del
deber de no dañar (responsabilidad civil extracontractual), la actuación de los
.C
factores objetivos es consecuencia de ciertos extremos fácticos en los que se
enmarca el daño generado, entre los que cabe meritar la relación con la cosa,
la naturaleza de la actividad involucrada o el vínculo con el dañador. Perte-
necen a la atribución objetiva, por caso, la responsabilidad del dueño y del
DD
guardián por el vicio o riesgo de la cosa (arts. 1757 y 1758), la responsabilidad
de quien realiza, se sirve u obtiene un provecho por una actividad riesgosa o
peligrosa (arts. 1757 y 1758), la responsabilidad del principal por el hecho del
dependiente (art. 1753), la responsabilidad de los padres por el hecho de los
hijos bajo su responsabilidad parental (art. 1754), la responsabilidad de los
LA
301
OM
nes diligentes, en tanto se prescinde de la investigación acerca de la culpa. El
obligado debe comprobar la interrupción del nexo de causalidad para liberarse
de responsabilidad (caso fortuito o fuerza mayor, hecho de un tercero, hecho
del damnificado).
Por el contrario, en las obligaciones de medios, también llamadas obli-
gaciones generales de prudencia y diligencia (ej., obligación del abogado de
asistir judicialmente a su cliente del modo que mejor convenga a los intereses
.C
de éste), el deudor promete una conducta prudente y diligente con indepen-
dencia del resultado; debe emplear los medios necesarios para alcanzar el fin,
aunque sin garantizarlo. Si en las obligaciones de resultado el incumplimiento
se configura por la mera falta de obtención del fin perseguido, en las de me-
DD
dios la responsabilidad del obligado exige culpa en su obrar y, en principio, es
el acreedor quien debe probarla.
La trascendencia de haberse adoptado en el art. 1723 el criterio de impu-
tación objetivo en las obligaciones de resultado no es menor, si pensamos que
la mayor parte de los deberes obligacionales involucrados en los contratos son
LA
302
OM
De acuerdo con las enseñanzas doctrinarias, sus caracteres son: a) imprevi-
sibilidad: se trata de un suceso impensado o inesperado, apreciado con un es-
tándar razonable de acuerdo con las circunstancias del caso: b) inevitabilidad:
el hecho, incluso siendo previsible, debe constituir un obstáculo insuperable
para el deudor; c) ajenidad: significa que el acontecimiento resulta extraño al
deudor, es decir, no causado ni imputable a éste, ni tampoco proveniente de
un riesgo que le es inherente; d) sobreviniencia: el evento que impide cumplir
.C
es posterior al nacimiento de la obligación; cuando el impedimento existe al
momento de constituirse la obligación, ésta es directamente nula.
En las obligaciones contractuales, para que el caso fortuito releve al deudor
del deber de cumplir y funcione como eximente de responsabilidad, el hecho
DD
tiene que provocar la imposibilidad objetiva y absoluta de cumplimiento (art.
1732), y en consecuencia, la extinción de la obligación (art. 955). Los caracte-
res señalados (objetiva y absoluta) determinan que el escollo debe ser inherente
a la prestación (ej., destrucción de la cosa) y no derivado de las circunstancias
personales del deudor (ej., falta de solvencia), y a su vez, que la obligación no
LA
puede ser cumplida en modo alguno por nadie que se encuentre en la posición
del deudor, lo que descarta como imposibilidad a la mera dificultad para cum-
plir o a la mayor onerosidad de la prestación, a diferencia de la imprevisión.
La imposibilidad debe ser juzgada desde el parámetro de la buena fe y el
ejercicio regular de los derechos (art. 1732, in fine); ello permite calificar como
imposibles ciertas prestaciones factibles en lo material, pero que en las que
FI
303
OM
de manera diligente el evento no habría tenido incidencia (v.gr., no tomar los
recaudos necesarios para resguardar la cosa debida ante un evento climático
capaz de destruirla); c) contingencia propia del riesgo de la cosa o de la activi-
dad; esto refuerza el requisito de ajenidad del caso fortuito (ej., el organizador
de un espectáculo masivo no puede liberarse de responsabilidad por los daños
causados a un espectador por el hecho de otro asistente); d) obligación de res-
tituir a causa de un hecho ilícito; en este caso, la ilegitimidad de la situación
.C
jurídica del deudor con relación a la cosa que debió haber devuelto, le hace
cargar con las consecuencias del hecho fortuito del que derivó, por ejemplo,
la pérdida del bien.
El segundo eximente de la responsabilidad objetiva es el hecho de un tercero.
DD
Para eximir total o parcialmente de responsabilidad al deudor, el evento del terce-
ro debe reunir los mismos recaudos de configuración que el caso fortuito o la fuer-
za mayor (art. 1731) y poseer aptitud causal para provocar el resultado dañoso.
Desde luego, sólo puede considerarse tercero a una persona ajena al deu-
dor y por quién éste no deba responder. Si se trata de terceros de los cuales el
LA
304
OM
en que la ley o el contrato dispongan la exigencia de culpa, dolo o cualquier
otra circunstancia especial.
Se admite aquí que la responsabilidad del deudor pueda ser limitada por
la incidencia parcial del hecho del damnificado, cuando éste no constituya la
única causa del daño. Podría ejemplificarse la situación con el alumno de equi-
tación lesionado al caerse de un caballo a causa de que éste resultó inadecuado
para su nivel de principiante, y asimismo, de no haber acatado las indicacio-
.C
nes del instructor. En tales supuestos, el resarcimiento a cargo del deudor se
reduce en proporción a la causalidad que la víctima introduce en el resultado.
2.3 Daño
DD
2.3.1 Conceptualización
No hay responsabilidad civil si no media un daño resarcible. Puede decirse
que el daño constituye hoy el eje del sistema resarcitorio.
El art. 1737 define al daño como la lesión a un derecho o un interés no
reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el
LA
305
OM
consecuencias indemnizables (p.ej., perjuicios insignificantes; molestias entre
vecinos que no exceden la normal tolerancia).
2.3.2 Categorías
Siguiendo la línea trazada, el resarcimiento abarca el daño patrimonial o
material, es decir, las consecuencias producidas en la esfera económica del su-
jeto (persona humana o jurídica), y el daño extrapatrimonial o moral, esto es,
el detrimento causado en el ámbito de las afecciones espirituales de la víctima
.C
(persona humana). Ambas categorías son las únicas admitidas por el Código.
Dentro de la órbita del daño patrimonial, el art. 1738 establece las espe-
cies de consecuencias indemnizables reconocidas, entre las que se enuncian el
daño emergente, el lucro cesante y la pérdida de chance.
DD
a) Daño emergente. Es caracterizado como “la pérdida o disminución del
patrimonio de la víctima”, y representa el menoscabo que la lesión provoca en
los bienes del damnificado. Por ejemplo, el valor económico de un bien malo-
grado por el evento dañoso.
b) Lucro cesante. Consiste en el “beneficio económico esperado de acuerdo a
LA
306
OM
lados a una u otra categoría de consecuencias (daño jurídico), según la lesión
a cualquiera de aquellos intereses impacte en la esfera material (daño patri-
monial) o moral del individuo (daño extrapatrimonial). Así, las secuelas del
menoscabo a la integridad corporal de la víctima pueden repercutir tanto en
el ámbito económico (imposibilidad de trabajar y producir ganancias) como
extraeconómico (afectación espiritual o anímica), o bien, en una sola de ellas.
2.3.3 Requisitos
.C
Como requisitos para la procedencia del resarcimiento, se establece que el
perjuicio debe ser cierto y subsistente (art. 1739).
La certeza apunta a que el daño debe ser efectivo y no meramente even-
tual o hipotético. Ello conduce a descartar la indemnizabilidad del perjuicio
DD
que puede o no suceder, así como del daño puramente conjetural. Pero no se
excluye el daño futuro, ya que además del perjuicio actual (el ya producido),
puede existir certidumbre objetiva acerca de un menoscabo que se originará
más adelante en el tiempo (p.ej., gastos futuros que demandará el tratamiento
médico de una secuela física actual; lucro cesante).
LA
recae sobre el eventual resultado que habría tenido el certamen. Por tal razón,
lo que se indemniza es el valor económico de la probabilidad frustrada.
El requisito de subsistencia apunta a la necesidad de que el daño persista al
tiempo de decidirse su resarcimiento. No cabe entender este recaudo como el
de daño permanente, puesto que no hay razón para descartar la resarcibilidad
307
Cabe señalar que la prueba del daño incumbe a quien lo invoca (art. 1744),
excepto que la ley lo impute o presuma (ej., gastos médicos de la víctima de
incapacidad física), o que surja notorio de los propios hechos (ej., daño moral
emergente de una lesión estética de magnitud).
2.3.4 Condiciones de la reparación
OM
El art. 1740 adopta el principio de reparación plena o integral receptado
por la Corte Suprema, que consiste en la restitución de la situación del damni-
ficado en la mayor medida posible al estado anterior al suceso dañoso.
Esta característica no equivale a decir que absolutamente todos los perjui-
cios producidos por un hecho sean indemnizables, pues ya hemos visto que
ciertos daños no lo son. La idea de la plenitud se asocia con la reparabilidad
de los perjuicios en la máxima medida que lo admita el ordenamiento (v.gr., si
.C
del hecho resulta un daño emergente y un lucro cesante para la víctima, ambos
deben ser resarcidos).
El Código no ha instituido topes cuantitativos a la indemnización por
daños derivados de la responsabilidad civil.
DD
En el supuesto de responsabilidad civil por incumplimiento contractual,
suele formularse la distinción entre daño compensatorio y daño moratorio.
Se considera daño compensatorio el que resulta del incumplimiento; en este
caso, la indemnización tiende a proporcionar al acreedor un beneficio equi-
valente al que hubiera obtenido con el cumplimiento específico. Moratorio
LA
308
OM
bien fungible inutilizado por el evento; la provisión de un medicamento a car-
go de la obra social) y la victima puede optar por esta alternativa, siempre que
ello sea posible y no resulte excesivamente oneroso o abusivo. Un caso especial
de reparación se da con los daños derivados de la lesión del honor, la intimidad
o la identidad personal: a pedido de parte, el juez puede ordenar la publicación
total o parcial de la sentencia, a costa del responsable (art. 1740, in fine).
El art. 1742 mantiene la potestad del juez de atenuar las indemnizaciones
.C
por razones de equidad, en función del patrimonio del deudor, la situación
personal de la víctima y las circunstancias del hecho, excepto que exista dolo.
En lo que hace al curso de los intereses, la norma del art. 1748 dispone que
“comienza desde que se produce cada perjuicio”. Por tanto, el momento inicial
DD
para el devengamiento de los intereses de la deuda dineraria indemnizatoria
es el mismo ante el incumplimiento de una obligación o ante la violación del
deber de no dañar, lo que denota el matiz unificador del CCyC. Con esta
solución, se deja atrás el criterio de un sector de la doctrina que sostenía la
necesidad de interpelar al deudor en caso de incumplimiento contractual para
LA
309
OM
ción económica para el reclamo de las consecuencias no patrimoniales.
La legitimación activa es objeto de regulación en el art. 1741, con el ob-
jetivo de evitar pretensiones ilimitadas. Siempre se encuentra facultado para
accionar el damnificado directo, y en caso de muerte o gran discapacidad de
la víctima, según las circunstancias, son legitimados a título personal los as-
cendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes convivían con la víctima
recibiendo trato familiar ostensible. Se amplía en dos sentidos el campo de
.C
aplicación con relación a la norma del ordenamiento predecesor. En materia
de legitimados, abarca a otros sujetos además de los herederos forzosos; en
cuanto al presupuesto de hecho, comprende, además de la muerte, la situación
de gran discapacidad de la víctima).
DD
La configuración de gran discapacidad de la persona humana no tiene re-
ferencias legales objetivas, por lo que es dable concebirla como un grado de
incapacidad que, aún sin llegar a un ciento por ciento, obligue al damnificado
a valerse en forma permanente de la asistencia de terceros.
En caso de fallecimiento de la víctima, la acción tendiente a la indemni-
zación de las consecuencias extrapatrimoniales es transmisible a los sucesores
LA
310
OM
c) Indemnización por incapacidad física o psíquica. En el supuesto de in-
capacidad física o psíquica permanente, total o parcial, la cuantificación del
resarcimiento requiere “la determinación de un capital, de tal modo que sus ren-
tas cubran la disminución de la aptitud del damnificado para realizar actividades
productivas o económicamente valorables, y que se agote al término del plazo en
que razonablemente pudo continuar realizando tales actividades” (art. 1746).
Entendemos que la norma se concentra en las consecuencias patrimoniales
.C
de la merma de la capacidad o integridad psicofísica de la víctima en concreto,
en tanto impedimento para producir ganancias o generar riqueza. Las reper-
cusiones de las lesiones físicas o psíquicas en los intereses extrapatrimoniales
del damnificado son reguladas por el ya referido art. 1741. No debe perderse
DD
de vista que la pérdida de la integridad psicofísica afecta distintas facetas de la
persona humana en el desarrollo pleno de su vida de relación que no se agotan
en la aptitud laborativa (familiar, social, sexual, cultural, deportiva, etc.), cu-
yas consecuencias pueden impactar en la esfera económica o moral.
La estimación de la incapacidad sobreviniente siempre ha sido una tarea
LA
nanciera del capital que de ello resulte debe procurar al damnificado una renta
que sustituya los ingresos frustrados por la disminución de la capacidad, hasta
el final de su vida económicamente útil, momento en que se agote el capital.
Dispone el mismo art. 1746 que en el supuesto de incapacidad permanen-
te, la indemnización procede aunque el damnificado continúe ejerciendo una
311
2.4 Causalidad
2.4.1 Concepto y funciones
El último de los presupuestos indispensables de la responsabilidad civil es
la relación causal. Consiste en la conexión fáctica entre la acción u omisión
antijurídica y el resultado dañoso.
OM
La causalidad es, en esencia, un fenómeno puramente físico o material, si se
tiene en cuenta la relación de causa a efecto según la cual un daño puede ser el
resultado de múltiples acontecimientos, y a su vez, un mismo hecho puede ge-
nerar diversas consecuencias dañosas. A partir de dicha causalidad física, incum-
be al derecho establecer la causalidad jurídica, mediante las reglas que determi-
nan a qué causas se asignan los perjuicios y cuáles de éstos deben ser reparados.
En este orden de ideas, la teoría de la relación de causalidad tiene una do-
.C
ble función: la búsqueda o atribución de autoría y la fijación de la extensión
del resarcimiento. Analizaremos ambas situaciones.
2.4.2 Imputación de la causalidad
El vínculo causal permite atribuir las consecuencias dañosas a determinado
DD
autor para imponerle el deber de indemnizar. Es una de las cuestiones más
controvertidas de la teoría de la responsabilidad civil, que ha dado lugar a
diferentes tesis, como la de equivalencia de las condiciones (todos los antece-
dentes que contribuyen al resultado tienen rango de causalidad), la de la causa
próxima (el hecho más próximo al perjuicio es su causa), la de la causa efi-
ciente (se considera causa del daño al hecho más decisivo o determinante para
LA
que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño”.
Según este criterio, no todos los antecedentes que intervienen en la pro-
ducción de un daño constituyen su causa jurídica, sino únicamente aquellas
condiciones que son idóneas para desencadenar normalmente el resultado, de
conformidad con el curso regular de los acontecimientos. Los demás factores
312
OM
intérprete debe valorar debidamente la presencia de indicios graves y concor-
dantes, por sí solos insuficientes, pero que pueden llevar a la convicción de la
existencia del vínculo causal.
2.4.3 Alcance de las consecuencias resarcibles
Por otro lado, la teoría del nexo de causalidad sirve para seleccionar o de-
limitar las consecuencias susceptibles de ser reparadas. El art. 1726 establece
que se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles,
.C
excepto disposición legal en contrario.
La regla obliga a discriminar conceptualmente los diferentes tipos de con-
secuencias, como resulta del art. 1727, a saber:
a) Consecuencias inmediatas. Son las consecuencias de primer grado, que
DD
acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de las cosas y se co-
nectan directamente con el hecho generador. Ejemplo: roturas o desperfectos
de un automotor a causa de un siniestro vial.
b) Consecuencias mediatas. Se trata de consecuencias de segundo grado.
Resultan de la conexión del hecho con un acontecimiento distinto. Ejemplo:
LA
313
OM
o debieron haber previsto puntualmente en cuanto al acto celebrado. Implica
un análisis de los riesgos razonables que toman los contratantes al momento
de concertar el negocio. Por ejemplo, en un contrato de suministro, el incum-
plimiento en la entrega de los bienes comprometidos no podría habilitar al
suministrado a reclamar las ganancias dejadas de percibir por la frustración de
un negocio que no pudo concretar por la falta de dichos insumos, cuando esta
circunstancia -por desconocida- era imprevisible para el suministrante, y que-
.C
da afuera del campo de las contingencias razonables que las partes asumieron.
Si el incumplimiento es doloso, se agrava la responsabilidad del deudor, ya
que el resarcimiento se extiende a las consecuencias previsibles no sólo al tiem-
po de contratar sino también al momento del incumplimiento (art. 1728, in
DD
fine), lo que amplía el espectro de situaciones dañosas pasibles de ser previstas
por quien incumple.
En los Fundamentos del Anteproyecto del CCyC se expresa que la regla
de la previsibilidad no es aplicable a los contratos de consumo, en los que las
partes no negocian libremente las condiciones contractuales, y por ende, las
LA
el hecho del autor y el daño, y que ello es lo que suele suceder según el curso
natural de los acontecimientos (hechos ilícitos) o que forma parte de las con-
secuencias previsibles al momento de celebrar el contrato (incumplimiento
obligacional). Como excepciones a la regla pueden mencionarse los casos de
responsabilidad fundada en factores objetivos, en los que incumbe al sindi-
314
OM
ubicar a la responsabilidad del principal por el hecho del dependiente (art.
1753), la de los padres por los daños causados por los hijos bajo responsabili-
dad parental y de los delegados en el ejercicio de ésta, tutores y curadores (arts.
1754 y 1756), la del dueño y el guardián por el daño causado por el riesgo o
vicio de la cosa (arts. 1757 y 1758), la de quien se sirve u obtiene provecho de
una actividad riesgosa (arts. 1757 y 1758), la de la persona jurídica por el daño
causado por quienes las dirigen o administran (art. 1763), la del titular de un
.C
establecimiento educativo por el daño causado por los alumnos menores de
edad bajo su control (art. 1767).
en una única causa (p.ej., agresión física perpetrada por un grupo de indivi-
duos), se aplican las reglas de las obligaciones solidarias (arts. 827 y ss.); si la
intervención de los sujetos en la generación del perjuicio proviene de distintas
causas (p.ej., responsabilidad del dueño y del guardián del automotor que
provoca un accidente de tránsito), cuadra aplicar las reglas de las obligaciones
concurrentes (arts. 850 y ss.).
FI
315
OM
asignación de responsabilidad al deudor principal por el daño causado por
los terceros de los que vale para el cumplimiento de sus obligaciones (culpa
in eligendo o in vigilando, representación, estructura de la relación obligatoria,
obligación accesoria, riesgo empresario, estipulación a favor de terceros). Por
nuestra parte, adherimos al criterio que sostiene que el fundamento de la res-
ponsabilidad es el deber de garantía (AGOGLIA, BORAGINA y MEZA), en
función del cual el deudor que ejecuta a través de otro la prestación objeto de
.C
la obligación, asegura al acreedor, al mismo tiempo, tanto el cumplimiento de
la conducta comprometida (deber de prestación), como la indemnidad en su
persona y en sus bienes durante la ejecución de la prestación principal (deber
complementario). Más adelante retomaremos este aspecto.
DD
A diferencia de la responsabilidad aquiliana por el accionar del depen-
diente, que deriva de un hecho ilícito y sin mediar vínculo contractual entre
el principal y la víctima, en la especie en estudio, el principal responde por el
daño causado al cocontratante acreedor de la prestación por los terceros ejecu-
tores materiales utilizados por aquél.
El CC trataba la responsabilidad extracontractual por el hecho del depen-
LA
tercero, excepto que se hayan tenido en cuenta las condiciones especiales del
deudor. No varía la regla cuando la prestación es de hacer, que también puede
ser ejecutada por persona distinta del deudor, a no ser que de la convención,
de la naturaleza de la obligación o de las circunstancias, resulte que éste fue
elegido por sus cualidades para realizarla personalmente (art. 776).
316
Aun tomando nota de las opiniones que sostienen que esta última norma
regula únicamente el supuesto de responsabilidad extracontractual por el hecho
de los dependientes (PICASSO), la expresa referencia de la norma a “las perso-
nas de las cuales se sirve para el cumplimiento de sus obligaciones”, en cuanto ello
atañe al vínculo jurídico entre deudor y acreedor, nos convence de que la dispo-
OM
sición también es aplicable a la responsabilidad contractual por el hecho ajeno.
La disposición en comentario permite avanzar con mayor seguridad sobre
dos cuestiones particularmente discutidas que presentaba hasta el momento
esta temática en relación al ámbito de aplicación: los sujetos por los que res-
ponde el principal y qué hechos son los que disparan su responsabilidad.
En la visión tradicional, se exigía estrictamente un vínculo de subordina-
ción jurídica entre el deudor y el tercero, es decir, una relación de dependencia
.C
con todas las notas tipificantes del derecho laboral. El enfoque actual de la
doctrina autoral y judicial prescinde de la necesidad de un vínculo laborativo
entre el principal y el ejecutor material, o en todo caso, propicia una concep-
ción amplia de dependencia, para cuya configuración es suficiente la presencia
DD
de cualquiera de los siguientes atributos: a) la mera posibilidad de obrar por
cuenta de otro o posibilidad de injerencia, dada por el hecho de pertenecer a
la organización económica del principal (KEMELMAJER DE CARLUCCI);
b) la simple actuación bajo la órbita de contralor o dentro de los intereses del
principal, aunque sea ocasional o temporaria, e incluso exenta de onerosidad
LA
317
OM
clusivamente del ejercicio de la función encomendada. Según este criterio, el
deudor sólo responde si el perjuicio provocado por el accionar del tercero es
consecuencia propia de una infracción a los deberes obligacionales del deudor,
tanto en el ámbito del deber de prestación (incumplimiento total o defectuo-
so) como del de seguridad. Para ejemplificarlo, es claro que una empresa a la
que se le encarga la instalación de una caldera, es responsable por la deficiente
prestación que provoca un mal funcionamiento o la inutilización del equipo;
.C
y que también responde cuando, en el decurso de la ejecución, el instalador
daña otros bienes del acreedor por descuido.
La teoría amplia plantea la responsabilidad del principal cuando el daño
sobreviene por el obrar del ejecutor incluso por fuera del ejercicio propio de
DD
las funciones encomendadas a éste. Basta que el contrato haya sido el motivo
u ocasión para la generación del perjuicio, ya que, de otro modo, el daño
no se habría producido; a lo sumo, la función debe ser la mera oportunidad
para la acción dañosa, aunque los actos del tercero sean ajenos o extraños a su
cometido y hasta realizados en su exclusivo interés. Más aún, en ciertos casos,
LA
una razonable relación (VI Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Santa Fe,
1977). Si así no fuera, se estaría consagrando una garantía ilimitada a cargo
del deudor por los hechos del tercero. De allí que se torne preciso examinar
las circunstancias de cada caso para verificar la existencia de un vínculo causal.
Esto significa que para que la conducta del tercero quede comprendida dentro
de la órbita del principal, la función asignada debe tener alguna influencia
relevante en el resultado dañoso. Cuando la función es indiferente al resultado
y éste habría acaecido de cualquier modo, el deudor es ajeno. Por ejemplo, el
318
OM
4. Casos particulares de responsabilidad contractual
4.1 Establecimientos educativos
Siguiendo en buena medida la senda de la norma análoga del CC (art.
1117, según ley 24.830), el CCyC disciplina un régimen especial de respon-
sabilidad de los establecimientos educativos en el art. 1767.
Reza el texto legal: “El titular de un establecimiento educativo responde por el
.C
daño causado o sufrido por sus alumnos menores de edad cuando se hallen o deban
hallarse bajo el control de la autoridad escolar. La responsabilidad es objetiva y
se exime sólo con la prueba del caso fortuito. El establecimiento educativo debe
DD
contratar un seguro de responsabilidad civil, de acuerdo a los requisitos que fije la
autoridad en materia aseguradora. Esta norma no se aplica a los establecimientos
de educación superior o universitaria”.
El campo de aplicación del precepto está dado por todos los estableci-
mientos que imparten enseñanza de cualquier tipo, con excepción del nivel
terciario y universitario, se trate programas oficiales de educación o no (p.ej.,
LA
319
como por terceros (dependientes o ajenos), incluso que provengan del hecho
de las cosas o por inobservancia del deber de seguridad; b) el daño provocado
por alumnos menores de edad a terceros (otros alumnos, docentes, personas
ajenas al establecimiento, etc.). Si la causación del perjuicio a terceros no pro-
viene de los alumnos menores de edad sino, por ejemplo, del riesgo o vicio
OM
de una cosa, corresponde aplicar las normas propias del respectivo régimen de
responsabilidad, fuera de la órbita contractual.
Se consigna expresamente en el art. 1767 el carácter objetivo de la respon-
sabilidad. El factor no es otro que la garantía y se menciona como única exi-
mente el caso fortuito. Esto ha llevado a decir que se trata de un supuesto de
responsabilidad objetiva agravada. Sin embargo y más allá de las limitaciones
concretas (el daño causado a un alumno por un par no libera de responsabi-
.C
lidad al establecimiento; la conducta de un alumno menor de edad sólo ex-
cepcionalmente podría ser calificada como hecho del damnificado), lo cierto
es que no cabe descartar sin más a los demás eximentes de la responsabilidad
objetiva si es que se prueba que el evento provocado por un tercero tiene ca-
DD
rácter imprevisible e inevitable, o que el hecho de la víctima tiene suficiente
aptitud causal para producir el resultado dañoso.
La acción corresponde, según el caso, a los progenitores de los alumnos
menores de edad en tanto contratantes y representantes legales de éstos o a los
terceros damnificados por el hecho de un alumno.
LA
320
de los daños a las víctimas. Empero, sorprende que los requisitos asegura-
tivos queden sujetos a la decisión del organismo administrativo en materia
de seguros y no de la autoridad de aplicación en materia educativa de cada
jurisdicción.
En lo que respecta a la prescripción, la fijación de un único término de tres
OM
años para la acción resarcitoria por daños derivados de la responsabilidad civil
(art. 2561, párr. 2°), despeja las dudas que suscitaba el régimen derogado en
cuanto al encuadramiento de la cuestión dentro de la responsabilidad contrac-
tual o extracontractual.
.C
Civil y Comercial aborda como un tópico especial de responsabilidad civil la
que se deriva del ejercicio de profesiones liberales, en virtud de las particu-
laridades de la relación que vincula al profesional con su cliente, paciente o
usuario. Lo examinaremos en forma sumaria.
DD
El art. 1768 fija tres reglas al respecto: a) aplicación de las disposiciones
sobre las obligaciones de hacer; b) carácter subjetivo de la responsabilidad,
excepto asunción de un resultado concreto; c) inaplicabilidad del régimen de
responsabilidad derivada de la intervención de cosas (aunque la prestación se
ejecute mediante éstas) y de actividades riesgosas.
LA
321
OM
estético o la del abogado dictaminante, o en general, la de los profesionales de
la construcción, como ingenieros o arquitectos). En estos supuestos, el Código
admite como salvedad la responsabilidad objetiva del profesional.
Cabe recordar también que los servicios prestados por los profesionales
liberales se encuentran fuera del alcance de las disposiciones tuitivas del con-
sumidor por expresa previsión legal (art. 2°, LDC).
En el campo de la responsabilidad subjetiva del prestador del servicio pro-
.C
fesional, la apreciación de la culpa y la previsibilidad de las consecuencias de su
obrar debe hacerse bajo un parámetro calificado de diligencia, dada la condi-
ción de experto que ostenta y la confianza que involucra el vínculo (art. 1725).
La tesis subjetivista receptada por la norma muestra una atenuación en
DD
cuanto a la demostración de la culpa del profesional (de ordinario, a cargo del
acreedor) en el art. 1735, que establece la carga probatoria dinámica, teniendo
en cuenta que el prestador se halla usualmente en mejor posición para aportar
los elementos que acrediten su actuar diligente.
Otra regla que consagra el art. 1768 consiste en sustraer la responsabili-
LA
dad profesional de las normas que regulan el deber de responder derivado del
hecho de las cosas y de las actividades riesgosas o peligrosas. Se ha procurado
con ello guardar coherencia con el sistema subjetivo de responsabilidad. Por
excepción, el CCyC reconoce la aplicación del factor objetivo del art. 1757,
cuando el daño deriva del vicio de la cosa (p.ej., quemadura provocada me-
diante un bisturí eléctrico durante una cirugía). Pero si el perjuicio deviene
FI
5. Responsabilidad precontractual
322
OM
asegurarse condiciones y prerrogativas.
Empero, la negociación discrecional del contenido del contrato es uno de
los aspectos de la libertad contractual de concertación. De allí que el mero
comienzo del proceso de tratativas preliminares no conduce en sí mismo a
generar una obligación de contratar para los negociantes, ya que carece de la
fuerza vinculante del contrato. Así como es dable retractar la oferta o la acep-
tación en las circunstancias previstas por la ley, no cabe dudar sobre la facultad
.C
de desistir de las tratativas contractuales. La libertad de negociar supone la de
dejar de hacerlo en cualquier tiempo. Esta idea se encuentra plasmada en el
régimen de los contratos del Código Civil y Comercial: “Las partes son libres
DD
para promover tratativas dirigidas a la formación del contrato, y para abandonar-
las en cualquier momento” (art. 990).
Dicho esto, cierto es que la libertad de entablar negociaciones con vistas
a la formación del contrato no exime a los interesados de observar algunos
deberes de conducta, al punto que los daños provocados a causa de la frustra-
ción de las tratativas por la violación de aquellos deberes pueden engendrar
LA
323
OM
El Código Civil y Comercial dedica una sección especial a las tratativas
contractuales (arts. 990 a 993), en la que reconoce el fenómeno de la respon-
sabilidad civil en la etapa de negociación.
Pese a la inexistencia de tratos previos en su sentido estricto en los contra-
tos de consumo, el tema en cuestión ya tenía previsiones normativas dentro
de la Ley de Defensa del Consumidor en la última parte del art. 37 (sanciona
al proveedor por la transgresión del deber de buena fe en la etapa previa a la
.C
conclusión del contrato), además de otras disposiciones también atinentes al
período formativo del contrato, como los arts. 4°, 7°, 8°, 34 y 35.
De nuestra parte, el tema de las tratativas contractuales dentro del proceso
formativo del contrato discrecional, en cuanto a sus distintas etapas y moda-
DD
lidades (misiva, invitación a ofertar, minuta, carta de intención, acuerdo par-
cial), ha sido estudiado en el capítulo dedicado al consentimiento contractual,
al que remitimos. Aun cuando el CCyC regula la responsabilidad contractual
dentro de las normas sobre formación del consentimiento, por razones me-
todológicas preferimos abordarla como una especie dentro del género de la
LA
324
OM
EI art. 991 del CCyC despeja cualquier duda al respecto, al imponer a las
partes un deber de buena fe durante las tratativas preliminares, “aunque no se
haya formulado una oferta”.
.C
práctico era indudable con el viejo ordenamiento, habida cuenta de la dicoto-
mía de regímenes jurídicos para ambas órbitas, principalmente, en los plazos
de prescripción y las consecuencias reparables.
Para una corriente mayoritaria en nuestro país, todo daño acaecido antes
DD
de la celebración del contrato debía entenderse como una infracción al deber
genérico de no dañar (arg. art. 1109, CC), por ende, su juzgamiento corres-
pondía al campo del ilícito civil (delito o cuasidelito).
Una variante dentro de esta tesis aquiliana del deber de responder en el
período precontractual, contemplaba el caso concreto de responsabilidad por
LA
misma celebración (art. 1198, CC), por lo que debía considerarse aplicable
a toda la instancia de tratos previos. Ello, más el hecho de que la órbita de la
responsabilidad obligacional no se agota en los casos de incumplimiento de
contrato, llevaba a concluir que la responsabilidad emergente tenía naturaleza
contractual. Hasta llegó a recurrirse a la ficción de que el inicio de tratativas
325
art. 2561, párr. 2°, que estatuye un término trienal como límite para la inter-
posición del reclamo. A lo sumo, el encuadramiento del tema en la responsa-
bilidad derivada de los contratos tiene como pauta diferencial la aplicación de
la regla de la previsibilidad contractual del art. 1728, que impacta en el campo
de las consecuencias indemnizables.
OM
5.5 Deberes precontractuales de conducta; confianza; información;
confidencialidad; conservación y custodia; seguridad
Durante las tratativas previas al contrato, los negociantes deben observar
un comportamiento leal, diligente y coherente, en definitiva, están llamados a
obrar de buena fe. Ya hemos expresado que la regla de la buena fe abarca todos
los estadios temporales del contrato desde su gestación hasta su terminación.
.C
En el caso del proceso formativo del consentimiento, la buena fe impone evi-
tar conductas lesivas de las expectativas del otro, y en lo posible, contemplar
los intereses mutuos.
Para demarcar con mayor precisión el alcance de la buena fe precontrac-
DD
tual, es apropiado reconocer la especificidad de los deberes de conducta a los
que se sujetan los negociantes, cuya vulneración supone, por derivación, in-
fracción a aquel principio rector, y configura el presupuesto de antijuridicidad
en el campo de la responsabilidad antes del contrato.
a) Deber de confianza. Es natural que el progreso gradual en el nivel de
LA
diálogo entre los negociantes a lo largo del proceso formativo suscite ciertas ex-
pectativas razonables sobre el accionar que cada uno aguarda del otro. Las partes
deben obrar cuidadosamente para no desbaratar la legítima confianza generada.
En este orden, la ruptura intempestiva e injustificada de las negociaciones
tendientes a la conclusión del contrato constituye una conducta reñida con la
confianza, y por ende, con la buena fe.
FI
Sin dejar de recordar que los interesados gozan de libertad para desvincu-
larse de las tratativas en cualquier momento, es evidente que a mayor avance
del proyecto negocial, más robusta ha de ser la perspectiva de su realización
y mayor la confianza depositada en el interlocutor. De tal suerte, la decisión
de apartarse de tratativas avanzadas debe ser comunicada sin dilaciones para
326
OM
preliminares (p.ej., haber asegurado al otro la concreción de la operación; re-
tractar una oferta que el proponente se había obligado a mantener).
b) Deber de información. Por fuera del estricto alcance del deber de infor-
mación en los contratos de consumo (que se explicitará en otro capítulo), la
información es clave en el curso de tratativas de los contratos discrecionales.
Uno de los objetivos preponderantes de la etapa de negociación contrac-
tual es el acceso a información necesaria para adoptar la decisión de concluir el
.C
contrato o de hacerlo bajo determinados términos. Las partes deben cooperar
mediante un diálogo limpio, evitando retacear datos relevantes que pudieran
llevar al otro a una falsa representación, y que, de haberlos conocido, habrían
disipado su idea de contratar.
DD
En la casuística del tema comentado, puede afirmarse que incurre en re-
ticencia informativa la parte que no advierte a la otra sobre la existencia de
causas obstativas para la celebración válida del contrato, por ejemplo, la falta
de capacidad, legitimación o personería suficiente de quien se presenta como
titular de los intereses involucrados.
LA
Con todo, el deber de informar en los tratos paritarios encuentra sus lími-
tes, entre otras circunstancias, en la negligencia de los sujetos intervinientes.
Los negociantes no quedan relevados de actuar con la diligencia necesaria
durante las tratativas. Lo contrario equivale justificar el error o ignorancia
inexcusable. Una forma posible de expresarlo sería: hay un deber de informar
y, al mismo tiempo, una carga de informarse. Así como el vendedor que cono-
FI
327
OM
El deber de confidencialidad es una regla de conducta que tiende a ga-
rantizar la preservación de los datos privados obtenidos del interlocutor con
motivo de las tratativas contractuales.
Aunque resulte obvio mencionarlo, la aplicación del deber de confidencia-
lidad exige como presupuesto que la información tenga efectivamente dicha
condición, es decir, que se trate de datos, antecedentes, referencias, etc., de
acceso restringido. El carácter confidencial puede emanar de una manifesta-
.C
ción expresa o tácita del suministrante. Sin descartar la celebración de pactos
escritos de confidencialidad durante las tratativas contractuales, cuyo objeto
puede abarcar la reserva frente a terceros, no sólo sobre la información provis-
ta, sino también acerca de la existencia misma de negociaciones en curso. En
DD
otros casos, la nota de confidencialidad emana de la naturaleza de los datos
considerados en sí mismos (p.ej., datos sensibles). Las tratativas previas a la
celebración de contratos que involucran la transmisión de información sobre
procesos técnicos (transferencia de tecnología, franquicia), constituyen un su-
puesto típico de esta especie.
El deber de confidencialidad en la etapa precontractual se halla consagrado
LA
expresamente en el art. 992: “Si durante las negociaciones, una de las partes
facilita a la otra una información con carácter confidencial, el que la recibió tiene
el deber de no revelarla y de no usarla inapropiadamente en su propio interés”.
De lo expresado emergen dos deberes concretos para el receptor de la in-
formación: i) no divulgar a terceros los datos obtenidos de la otra parte; ii) no
FI
328
OM
Sin desconocer que su mayor actuación se aprecia en el campo de las rela-
ciones de consumo (v.gr., consumidor que sufre una lesión cuando ingresa al
establecimiento del proveedor, al deslizarse sobre una superficie resbaladiza),
creemos que no hay razones para excluir la exigencia de este deber en cualquier
ámbito de los tratos precontractuales, en la medida que en el devenir de las
negociaciones pudiera causarse un daño injustificado a alguna de las partes,
sea ello producto del hecho de las personas, de las cosas o de las actividades
.C
desplegadas.
329
OM
En este sentido, es conveniente separar las diversas fuentes generadoras de
responsabilidad durante el período formativo del contrato, ya que cada una
merece un abordaje propio.
Cuando el daño deriva de la interrupción intempestiva e injustificada de las
negociaciones por violación de los deberes de confianza o de información, el
perjuicio resarcible es el comprendido en la noción de daño al interés negativo.
Se trata de las consecuencias perjudiciales para quien, teniendo fundadas
.C
expectativas en la futura conclusión del contrato durante la etapa de nego-
ciaciones, realiza gastos en vista de su efectiva celebración. Se apunta a los
perjuicios que se habrían evitado de no haberse confiado en la concreción del
contrato frustrado. Ya hemos dicho que el daño al interés negativo o daño al
DD
interés de confianza impone al responsable la reposición de las cosas al estado
anterior mediante el reembolso de los gastos, y en su caso, la restitución de lo
entregado, como modo de revertir el menoscabo patrimonial del damnificado.
Siguiendo esta línea, en un contrato de obra frustrado por desistimiento del
comitente antes de su celebración, el contratista podría reclamar la compensa-
LA
ción por los gastos de diversa índole incurridos (viáticos, aranceles abonados,
jornales del personal empleado) y el pago de los honorarios por la actividad
profesional cumplida (planos confeccionados, asesoramiento brindado).
Desde el dictado de un antiguo fallo civil (“Litvak c/Olivetti”, 1953), la
doctrina viene postulando que en esta materia el daño se limita a los gastos de
tratativas y trabajos preparatorios, no así a las utilidades esperadas a partir del
FI
330
por algunos autores (BREBBIA) dentro del mismo esquema reparatorio que
analizamos.
Aun a falta de una referencia expresa, el CCyC parece haber receptado la
teoría del daño al interés negativo en el art. 991. De acuerdo con este precep-
to, la injustificada frustración de las tratativas preliminares por incumplimien-
OM
to del deber de buena fe, “genera la responsabilidad de resarcir el daño que sufra
el afectado por haber confiado, sin su culpa, en la celebración del contrato”.
Corresponde señalar que el acotamiento indemnizatorio al daño al interés
negativo es asimismo aplicable a los supuestos de invalidez o nulidad del con-
trato, de conformidad con el criterio más difundido de la doctrina nacional
(BORDA, LLAMBÍAS, A. ALTERINI).
Otra hipótesis es el daño derivado de la violación de la confidencialidad.
.C
Aquí encontramos una disposición particular sobre la extensión del resarci-
miento en el art. 992. Se establece que la inobservancia de este deber obliga a
la parte incumplidora a reparar el daño sufrido por la otra y, de haber obtenido
una ventaja indebida de la información confidencial, a indemnizarla en la
DD
medida de su propio enriquecimiento.
La norma regula dos escenarios fácticos posibles. Una situación genérica
de dañosidad que impone, para el caso de infracción al deber de confidencia-
lidad, la reparación plena del perjuicio (art. 1740), sin otras restricciones que
cualquier supuesto de responsabilidad civil. Y una previsión especial cuando
LA
331
OM
del CCyC), al contemplarse simultáneamente supuestos de incumplimiento
obligacional y otros pertenecientes al campo de los hechos ilícitos, sin estable-
cerse diferencias regulatorias.
Sin lugar a dudas, la introducción del daño punitivo en el art. 52 bis de la
LDC es otro de los signos distintivos que caracterizan el sistema de responsa-
bilidad civil en las relaciones de consumo. A partir de este instituto el régimen
de reparación de daños al consumidor abarca, además de las funciones preven-
.C
tiva y resarcitoria, la función sancionatoria.
Hasta la sanción del Código unificado existía otro relevante tópico que
remarcaba la fisonomía propia del régimen de responsabilidad de la LDC: la
imposición de un plazo común de prescripción liberatoria. El art. 50 (según
DD
ley 26.361) fijaba un término de prescripción de tres años para las acciones ju-
diciales y administrativas y para las sanciones emergentes de la ley, y asimismo,
imponía la aplicación del plazo más favorable al consumidor en los casos de
confluencia de distintos términos de prescripción establecidos por otras leyes
generales o especiales. Según dicha regla, el usuario disponía de la posibilidad
LA
332
OM
Cabe advertir algunas asimetrías con respecto a su homólogo en la legis-
lación común, es decir, el art. 730 del CCyC, que regula los efectos de las
obligaciones con relación al acreedor. En primer término, se incluye el meca-
nismo de sustitución por una prestación equivalente, como modo alternativo
de dar solución al conflicto que se suscita cuando el bien o servicio no reúne
las características requeridas.
No ha sido prevista la “ejecución por otro” (art. 730, inc. b, CCyC), pero
.C
pensamos que igualmente sigue siendo una facultad con la que cuenta el con-
sumidor, por aplicación del principio de interpretación normativa favorable.
También merece atención la acción de rescisión (técnicamente, se trata de
resolución), que prescinde del recaudo de la previa interpelación del art. 1088,
DD
inc. c, del CCyC, aun en ausencia de una cláusula resolutoria expresa.
Finalmente, se admite la acumulación de cualquiera de las pretensiones
mencionadas con la de daños y perjuicios.
ridad con sustento, originalmente, en el art. 1198 del CC, como derivación
del principio de buena fe en la celebración y en la ejecución del contrato.
En el plano estricto de las relaciones de consumo, el concepto de seguridad
se identifica con la garantía de indemnidad sobre los productos y servicios
que ofrecen los proveedores con relación a las personas de los consumidores o
333
OM
servicios públicos domiciliarios, pueda suponer un riesgo, los mecanismos de
comercialización deben ser los razonables y adecuados para garantizar la segu-
ridad de dichas prestaciones.
.C
dustrial, puso de manifiesto la insuficiencia de la disciplina tradicional de la
responsabilidad civil basada en la culpa como criterio de atribución.
A su vez, la intervención de diversos actores en el proceso de producción
y comercialización de los bienes en el mercado de consumo, exigió adoptar
DD
soluciones que permitieran imputar responsabilidad por el defecto de la pres-
tación a sujetos ajenos al vínculo contractual con el consumidor damnificado.
Por esta razón, la legislación comparada más representativa aborda la cues-
tión de la responsabilidad por los daños derivados de cosas y servicios a partir
de dos pilares: la objetivación de la responsabilidad y la solidaridad de los
proveedores involucrados en el circuito económico.
LA
334
OM
prestación del servicio”. El hecho que origina el perjuicio debe ser el defecto o
el riesgo del producto o del servicio.
Se incluyen todas las clases de defectos que pueden afectar a la prestación:
a) vicios de fabricación: son los que presentan una o más unidades indivi-
dualmente consideradas, pero no el conjunto de la producción en serie (p.ej.,
una bebida cuyo envase contiene un cuerpo extraño por imperfecciones en el
fraccionamiento); b) vicios de diseño: afectan a todos los productos de una
.C
misma serie por fallas en la concepción o proyecto desarrollado por el elabo-
rador (p.ej., una bebida que por su composición inadecuada de ingredientes
provoca daños a quienes lo consumen); c) vicios de comercialización: se trata
de defectos extrínsecos al producto, que afectan la seguridad del bien, gene-
DD
ralmente por carencia informativa acerca del modo de uso o de los riesgos que
supone su aplicación, aunque el producto no porte fallas intrínsecas, por lo
que pueden ser considerados técnicamente dentro de la noción de riesgo de la
cosa (p.ej., una bebida apta, pero contraindicada para determinado grupo de
personas por razones de salud, prevención que el proveedor omite advertir).
LA
dar o hacer a su cargo, es decir, con el producto o el servicio que ofrece (p.ej.,
la lesión al consumidor dentro de un centro comercial a causa de la falla de
una puerta corrediza automática). Estos supuestos pertenecen al ámbito del
deber de seguridad genérico que gobierna las relaciones de consumo por los
arts. 5º y 6º de la LDC, también de naturaleza objetiva.
335
OM
“vendedor”) del bien o servicio cuyo vicio o riesgo causa el daño al consumidor.
La fórmula “quien haya puesto su marca en la cosa o servicio”, alude al deno-
minado “proveedor aparente”. El titular de la marca que lleva el producto o
el servicio genera en el consumidor la apariencia jurídica de ser el elaborador,
situación fáctica que merece protección como parte de las necesidades del
tráfico.
Respecto del transportista, la ley atenúa el rigor de la imputación al res-
.C
ponsabilizarlo sólo “por los daños ocasionados a la cosa con motivo o en ocasión
del servicio”; significa que el vicio del bien se debe originar en el transcurso de
la prestación desplegada por el transportista, esto es, con motivo o en ocasión
del transporte (p.ej., pérdida de la cadena de frío durante el traslado, que per-
DD
judica el producto).
6.4.3 Carácter de la responsabilidad
La responsabilidad “solidaria” que instituye la norma es una solidaridad
legal de carácter pasivo entre los distintos obligados, lo que permite al consu-
midor demandar a todos ellos por el total de la indemnización.
LA
mente el recupero de todo lo abonado del que resulta responsable del perjuicio
en razón de su participación causal.
6.4.4 Factor de atribución
La responsabilidad por daños derivados de productos y servicios del art. 40
de la LDC constituye un supuesto de responsabilidad objetiva, extremo que
surge de la necesidad de acreditar una causa ajena como eximente para todos
los sindicados como obligados al resarcimiento.
En lo que atañe al factor de atribución, entendemos que la norma se funda
residualmente en el criterio legal de garantía para los supuestos en que el deber
de reparar los daños se origina en el defecto de los bienes o servicios.
Además, la ley introduce el riesgo de la cosa (riesgo creado) como factor de
imputación especial.
A ello puede adicionarse la confianza como fundamento de la responsabi-
336
OM
entre el vicio o riesgo de la prestación y el perjuicio. Acreditado ello, la demos-
tración de la falta de culpa no libera de responsabilidad al proveedor involu-
crado, sino que éste debe probar que la causa del daño le es ajena, es decir, la
interrupción de la relación de causalidad.
6.4.5 Eximentes
Según lo dicho en el acápite anterior, los eximentes son los que operan
sobre el vínculo causal: caso fortuito o fuerza mayor, hecho de un tercero y
.C
hecho del damnificado. Sin perjuicio de remitir a lo ya desarrollado sobre las
causales de exoneración, formularemos algunas precisiones a los fines del tema
tratado.
El caso fortuito o la fuerza mayor deben ser apreciados de manera estric-
DD
ta, habida cuenta de la condición de profesional del proveedor y la especial
valoración de la previsibilidad de las consecuencias que ello supone para éste
(art. 1725, CCyC). En este orden, el proveedor debe extremar los recaudos
para demostrar la inexistencia del vicio en el producto, o bien, que el daño se
produjo por un suceso extraño.
LA
El hecho del damnificado puede importar una fractura del segmento cau-
sal si se determina que el daño obedece a la injerencia exclusiva de la víctima
(p.ej., daño por el consumo de un alimento luego de la fecha de vencimiento).
De resultar concurrente la eficacia causal del hecho de la víctima, sólo procede
reducir la carga indemnizatoria en la medida de dicha concurrencia.
337
OM
niencia de su incorporación al derecho positivo, el ingreso del daño punitivo
al ordenamiento no se produjo dentro del régimen general de responsabilidad
civil, sino en el específico ámbito de las relaciones de consumo, por imperio
de la reforma de la LDC por la ley 26.361, que añadió el art. 52 bis, bajo el
siguiente texto: “Daño Punitivo. Al proveedor que no cumpla sus obligaciones
legales o contractuales con el consumidor, a instancia del damnificado, el juez po-
drá aplicar una multa civil a favor del consumidor, la que se graduará en función
.C
de la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso, independientemente de
otras indemnizaciones que correspondan. Cuando más de un proveedor sea respon-
sable del incumplimiento responderán todos solidariamente ante el consumidor,
DD
sin perjuicio de las acciones de regreso que les correspondan. La multa civil que se
imponga no podrá superar el máximo de la sanción de multa prevista en el artículo
47, inciso b) de esta ley”.
Ya hemos mencionado que el Anteproyecto de Código Civil y Comercial
había previsto la incorporación de la figura al régimen general en el art. 1714,
con el adecuado título de “sanción pecuniaria disuasiva” y con ostensibles mejo-
LA
ras técnicas, pero la disposición fue eliminada del texto finalmente sancionado.
Intentaremos condensar los rasgos más importantes de la regulación del
art. 52 bis de la LDC, adelantando que, pese a aprobar la recepción del insti-
tuto, no podemos disimular las serias objeciones que a nuestro juicio merece
la disposición citada.
a) Requisitos de procedencia. Según la literalidad de la norma, el único
FI
338
OM
culpa grave).
b) Legitimación pasiva. La condena punitiva corresponde “al proveedor que
no cumpla con sus obligaciones”. En caso de pluralidad de proveedores respon-
sables, se establece la solidaridad de todos ellos ante el consumidor, sin perjui-
cio de las acciones de regreso.
Entendemos que la solidaridad establecida por la disposición resulta in-
conveniente, dado que no toma en cuenta el grado de participación causal
.C
de cada uno de los sujetos implicados. Coincidimos con la interpretación de
que la solidaridad entre los proveedores dispuesta por la norma necesariamente
presupone coautoría o complicidad, y en este sentido, no puede ser condenado
al pago el proveedor cuya conducta no encuadra en los requisitos para la aplica-
DD
ción de la figura (XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Córdoba, 2009).
c) Cuantía. Es una cuestión tradicionalmente aceptada que las condenas
punitivas deben producir un impacto social que funcione como amenaza di-
suasoria de futuras conductas desaprensivas, y asimismo, como mecanismo
que tienda a desactivar el beneficio obtenido a causa del ilícito.
LA
Con buen criterio, la LDC establece que la fijación judicial del importe se
“graduará en función de la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso”.
Según esta regla, para la graduación del daño punitivo deberían tenerse en
cuenta, entre otros, los siguientes parámetros: el perjuicio causado por el he-
cho, la posición del dañador en el mercado, la cuantía del beneficio obtenido
por éste, el grado de reprochabilidad de la conducta, la gravedad de los riesgos
FI
sociales, la reincidencia.
Precisamente, estas razones son las que nos llevan a objetar la limitación
cuantitativa dispuesta por el art. 52 bis, ya que el tope impuesto puede dar lu-
gar a una condena insuficiente para asegurar la función preventiva del institu-
to frente a situaciones de grave dañosidad producto de acciones desaprensivas
de los proveedores.
d) Destino de la multa. Se debate también acerca del acierto de que la
multa civil sea íntegramente asignada a la víctima, como dispone la norma. A
favor esta solución, podría decirse que funciona como incentivo del ejercicio
de acciones preventivas; en contra, se postula que ello no fomenta la solidari-
dad social, sino sólo la codicia.
Por nuestra parte, preferimos la asignación de un destino mixto que con-
temple tanto el beneficio económico del consumidor demandante como el in-
339
OM
y una exigüidad en la cuantificación económica de las condenas. Ambas notas
exponen la desnaturalización del daño punitivo, cuando es utilizado para si-
tuaciones de incumplimientos de escasa magnitud que no son merecedores de
la sanción económica, y al propio tiempo, cuando su cuantía es representada
en ínfimas condenaciones pecuniarias que lejos están de favorecer la función
ejemplarizadora del instituto.
.C
DD
LA
FI
340
341
OM
extintivas diversas. Una muestra de esto último lo constituye el asistemático y
confuso art. 1078.
A la luz del régimen del Código unificado y los aportes de la doctrina con-
tractualista, intentaremos describir y ordenar los modos de extinción del con-
trato, es decir, de las vías a través de las cuales el acuerdo cesa en sus efectos.
.C
2. Clasificación de los modos de extinción
En un intento de sistematizar las formas extintivas para una exposición or-
DD
denada de cada una de las causales que conducen a la finalización del contrato,
propondremos el esquema que se desarrolla a continuación.
En primer lugar, conviene diferenciar los casos de extinción normal, esto
es, por cumplimiento de las obligaciones, de los supuestos en que el contrato
termina prematuramente (extinción anormal o ineficacia), sin llegar a produ-
cir todos los efectos programados.
LA
342
OM
asumidas (art. 730, inc. a).
La fuerza obligatoria del contrato supone para los otorgantes sujetarse a
la ejecución concreta y exacta de lo acordado, lo que pone fin al acuerdo, sin
perjuicio de los efectos subsistentes según corresponda a la naturaleza del acto.
Por ejemplo, en los contratos onerosos, una vez consumadas las prestaciones
características (entrega de la cosa, pago del precio, etc.), el adquirente conserva
las acciones contra el transmitente derivadas de la garantía de saneamiento por
.C
vicios ocultos y evicción.
Cabe incluir dentro del marco del cumplimiento, los supuestos de venci-
miento del término estipulado por las partes en los contratos de plazo deter-
minado, sea que su objeto haya sido cumplido o no en su totalidad. Así, un
DD
contrato de mandato limitado en el tiempo se extingue con la finalización del
plazo convenido, sin perjuicio de las consecuencias accesorias que pudieran
persistir para ambos contratantes, como el reembolso de gastos o la rendición
de cuentas.
LA
4. Extinción anormal
A diferencia de la hipótesis tratada en el punto anterior, en los casos de
extinción anormal el vínculo contractual concluye en razón de circunstancias
concomitantes o contemporáneas a la formación del acto (ineficacia origina-
FI
ria), aunque éstas se manifiesten con posterioridad, o bien, a raíz de causas que
actúan ya en el plano de los efectos (ineficacia sobreviniente), es decir, luego
de perfeccionado el contrato.
343
Recae sobre los actos que padecen vicios estructurales o patologías congénitas
que obstan a su configuración regular.
Una esquematización de las nulidades contractuales según su respectiva
fuente, permitiría identificar primero los defectos sustanciales del acto, que
comprenden los vicios del consentimiento (incapacidad de ejercicio, inhabilidad
OM
para contratar, error, dolo, violencia, lesión, simulación), los vicios del objeto
(imposibilidad, indeterminabilidad, ilicitud) y los vicios de la causa (inexisten-
cia, ilicitud). En segundo lugar, los defectos formales del contrato, por omisión
de la solemnidad estructural o absoluta exigida para la validez del acto. Además
de estas causales generales de nulidad, existen otras particulares que se encuen-
tran sancionadas en las disposiciones propias de ciertos contratos (arts. 1323,
1330, 1389, 1551, 1552, 1645, 1647, 1700, etc.) o en leyes especiales.
.C
El Código Civil y Comercial regula la nulidad de los actos jurídicos a partir
del art. 382.
Las especies reconocidas por el ordenamiento actual son la nulidad ab-
soluta y la relativa, según el bien jurídico protegido por la sanción legal. En
DD
el primer caso, la invalidez se funda en la contravención que el acto implica
para el orden público, la moral o las buenas costumbres, mientras la nulidad
relativa recae sobre los actos viciados a los cuales la ley impone la sanción
en exclusivo resguardo del interés de ciertas personas (art. 386). De allí que
la nulidad absoluta no es susceptible de ser confirmada, es imprescriptible y
LA
puede declarada por el juez de oficio, cuando resulta manifiesta (art. 387). En
cambio, la nulidad relativa puede ser saneada por confirmación del acto o por
prescripción de la acción y sólo puede declararse a instancia de las personas en
cuyo beneficio se establece (art. 388).
Como ejemplos ilustrativos de ambas categorías, podemos mencionar: un
contrato celebrado por un incapaz de ejercicio, pasible de nulidad relativa; un
FI
344
La nulidad puede ser argüida por vía de acción o de excepción (art. 383).
En cuanto a los efectos de la nulidad entre partes, consisten en retrotraer
las cosas al estado anterior, con restitución mutua de lo recibido, sin perjuicio
de la reparación que corresponda (art. 390). Y aunque no produzcan los efec-
tos de los actos válidos, generan las consecuencias de los hechos en general,
OM
y en su caso, obligan a la reparación del daño (art. 391). También es retroac-
tivo el efecto frente a terceros, excepto los derechos personales o reales de los
subadquirentes de inmuebles o muebles registrables de buena fe y a título
oneroso (art. 392).
Pese a lo dicho, es de mencionar que se contempla la posibilidad de con-
versión del acto nulo en otro diferente válido, si satisface los requisitos esen-
ciales de éste y el fin práctico perseguido por las partes permite suponer que
.C
ellas lo habrían querido de haber previsto la nulidad (art. 384). Pueden citarse
dentro de esta figura: los arts. 285 y 1018, que admiten la transformación del
acto que no se ajusta a la formalidad requerida en otro en el que las partes se
obligan a cumplirla; el art. 1330, últ. párr., que aprueba la posibilidad de con-
DD
versión del mandato destinado a ejecutarse después de la muerte del mandante
en una disposición de última voluntad.
En adición a lo hasta aquí explicado acerca de la nulidad, es menester
señalar que nuestro ordenamiento no reconoce la inexistencia del acto ju-
rídico como categoría teórica de ineficacia, más allá de algunas referencias
LA
aisladas que parecen apuntar a dicha noción (p.ej., normas sobre cláusulas que
se tienen por no convenidas en ciertos contratos). A diferencia de la nulidad,
que supone un contrato viciado, la inexistencia atañe a un acto que no llega
siquiera a ser concebido u otorgado por ausencia de un elemento estructural
(por caso, la falta de consentimiento entre las partes), de lo que resulta ser una
condición más vinculada a lógica de los hechos que a la jurídica.
FI
345
OM
Siguiendo el diagrama trazado al principio, las causas de extinción con-
tractual pueden tener operatividad con posterioridad a la formación del acto.
Hablamos de los casos en que el contrato es otorgado de manera válida y
comienza a producir sus consecuencias propias, pero que luego se malogran
afectando las etapas pendientes del negocio.
4.2.1 Causas ajenas a las partes
Analizamos en primer lugar los factores extrínsecos que operan sobre los
.C
efectos del contrato eficazmente concebido y son capaces de desencadenar la
extinción del vínculo. Cabe incluir en este grupo los casos de imposibilidad de
cumplimiento, frustración de la finalidad e imprevisión.
4.2.1.1 Imposibilidad de cumplimiento
DD
En determinadas situaciones, el cumplimiento de la prestación a cargo de
una de las partes no se lleva a cabo por razones ajenas a su voluntad, en virtud
de sucesos externos, ulteriores a la celebración del contrato, imprevisibles o
inevitables.
El caso fortuito o la fuerza mayor es un hecho que no ha podido ser previs-
to, o que previsto, no ha podido ser evitado (art. 1730). Si bien son empleados
LA
como sinónimos, la mención del caso fortuito suele aludir a una imposibilidad
física (p.ej., destrucción de la cosa vendida como consecuencia de un fenóme-
no natural), mientras que la fuerza mayor resulta de una situación de imposi-
bilidad jurídica (p.ej., prohibición legal de enajenar un bien).
Como regla general, la inejecución derivada de la imposibilidad de cum-
FI
cosa o actividad.
La imposibilidad de cumplimiento definitiva extingue la obligación (art.
955). Para tener fuerza extintiva, la imposibilidad debe ser: a) sobreviniente: el
evento tiene que ser posterior a la celebración del contrato; si la imposibilidad
es genética, se trata de un contrato nulo por objeto imposible; b) objetiva: se
juzga con relación a la prestación en sí misma, fuera de todo obstáculo subjeti-
vo del deudor, excepto que su cumplimiento involucre cualidades personales;
c) absoluta: el impedimento debe ser total, no basta una mera dificultad o una
mayor onerosidad, si de algún modo puede ser superada.
346
OM
sibilidad transitoria produce la suspensión de los efectos de la obligación hasta
tanto sea superado el impedimento, y sin perjuicio de la eventual compensa-
ción de daños a que pudiera dar lugar a favor del acreedor.
4.2.1.2 Frustración de la finalidad
En este capítulo sólo nos referiremos a la frustración de la finalidad como
vía de extinción del contrato, receptada por el CCyC en el art. 1090. El tema
pertenece principalmente al ámbito de la causa de los contratos (capítulo en el
.C
que ha sido tratado), aunque su análisis no puede hacerse sin revisar mínima-
mente algunas nociones de dicho instituto.
Dos cuestiones centrales resultan indispensables para explicar la figura. Por
un lado, la valorización de los fines particulares de los contratantes, lo que se
DD
conoce como el componente subjetivo que integra la causa fin, explícitamente
admitido por el art. 281 (“motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido
incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para ambas
partes”). Asimismo, el reconocimiento de la perdurabilidad de los fines no sólo
en el momento de la celebración sino en todo el transcurso del contrato, esto
LA
es, el alcance genético y funcional de la causa, reflejado por el art. 1013 (“la
causa debe existir en la formación del contrato y durante su celebración y subsistir
durante su ejecución”).
Dadas estas bases, todo evento posterior a la formación de un contrato
válido que perjudica o malogra los móviles causalizados de las partes es capaz
de provocar la frustración de la finalidad, aunque las prestaciones convenidas
FI
347
4.2.1.3 Imprevisión
Tanto como el punto anterior, el tema ya ha sido examinado (en ocasión
de los efectos particulares de los contratos), por lo que ahora será tratado ex-
clusivamente como modalidad extintiva del contrato.
La imprevisión contractual, regulada en el art. 1091, se configura en un
OM
contrato conmutativo de ejecución diferida o continuada, cuando la presta-
ción a cargo de una de las partes se torna excesivamente onerosa como con-
secuencia de un acontecimiento sobreviniente a la formación del contrato,
extraordinario y ajeno a las partes y al riesgo que éstas asumen.
Es otro caso de modificación de las bases objetivas del negocio, pero en
la imprevisión el evento incide sobre la ecuación económica del contrato y
no sobre los fines (esto marca la diferencia con la frustración de la finalidad),
.C
provocando que sea más gravoso ejecutar la prestación para uno de los obliga-
dos, aunque sin impedir fácticamente el cumplimiento (cuestión que permite
distinguirla del caso fortuito).
La norma autoriza a la parte afectada, e incluso los terceros a quienes se
DD
confieren derechos en el contrato, a pedir la adecuación o la resolución to-
tal o parcial del contrato. En consonancia con el principio de conservación
del acto, el art. 1091 amplió la gama de pretensiones que puede articular el
perjudicado, ya que el viejo art. 1198 del CC confería la opción del reajuste
equitativo sólo a la parte no afectada.
LA
348
OM
negocio, es decir, en las obligaciones pendientes, las que quedan extinguidas.
Mediando estipulación expresa, las partes pueden convenir el efecto retroacti-
vo de la manifestación rescisoria, únicamente en cuanto a sus relaciones obli-
gacionales recíprocas y no respecto de terceros.
4.2.2.2 Rescisión unilateral
A partir del art. 1077, se regulan las categorías extintivas que operan por
declaración de voluntad de una de las partes: rescisión unilateral, resolución,
.C
revocación.
La figura de la rescisión unilateral, también denominada denuncia o desis-
timiento, consiste en la facultad acordada a cualquiera de las partes de dejar
sin efecto el contrato por su sola voluntad, sin invocación de causa. Se trata de
DD
una especie que no estaba considerada de manera sistemática en el Código de
Vélez, sino singularmente para algunos contratos en particular.
Esta facultad rescisoria puede tener origen en una disposición de la ley o
en una cláusula del contrato. Pero en cualquier caso, se insiste, la eficacia de la
declaración rescisoria autorizada por fuente legal o convencional sólo depende
LA
del total (art. 1266); en el depósito, para ambas partes, si el contrato no tiene
plazo o si es gratuito, y sólo para el depositante, si se conviene un plazo (art.
1359); en los contratos bancarios por tiempo indeterminado, en beneficio del
cliente (art. 1383); en la cuenta corriente bancaria, para cualquiera de las partes
(art. 1404, inc. a); en la cuenta corriente, para cualquiera de las partes (arts.
349
de seguro, para ambas partes (art. 18, ley 17.418); en el contrato de turismo,
para el viajero (art. 9°, ley 19.918), y para el organizador, bajo ciertas circuns-
tancias (art. 10, ley 19.918); en el contrato de tarjeta de crédito, a favor del
titular (art. 11, inc. b, ley 25.065); en el contrato de medicina prepaga, en
beneficio del usuario (art. 9°, ley 26.682).
OM
En los negocios de larga duración, como los contratos de colaboración
empresarial, la rescisión unilateral tiene que ajustarse a la previsión establecida
por el art. 1011, que obliga a la parte que decide la rescisión a dar a la otra la
oportunidad razonable de renegociar de buena fe.
Cuando la facultad rescisoria es contemplada en contratos por adhesión a
cláusulas generales predispuestas o en contratos de consumo, su estipulación a
favor del predisponente o proveedor puede ser considerada abusiva (arts. 988 y
.C
1119, CCyC, y 37, LDC), y no puede ser ejercida de manera antifuncional o irre-
gular (art. 10, CCyC), caso contrario, procede el resarcimiento de los daños cau-
sados al adherente o consumidor contra quien se hace valer la decisión extintiva.
La rescisión unilateral se encuentra sometida a las siguientes reglas adiciona-
DD
les que estatuye el Código: a) el derecho rescisorio resulta operativo mediante
la comunicación dirigida a la otra parte (art. 1078, inc. a); b) los efectos son
hacia el futuro (art. 1079, inc. a); c) sin perjuicio de lo anterior, las partes deben
restituirse lo que han recibido en razón del contrato o su valor (art. 1080); si se
trata de un contrato bilateral, dicha restitución debe ser simultánea, aunque las
LA
efectuada por el mismo medio utilizado para su contratación, sea ello en forma
telefónica, electrónica o similar, con obligación para el proveedor de confirmar-
lo mediante una constancia fehaciente (art. 10 ter). Por otra parte, no procede
el imponer el cobro de conceptos tales como preaviso, mes adelantado o cual-
quier otra penalidad como consecuencia de la rescisión (art. 10 quáter).
4.2.2.3 Resolución
La resolución es otra de las categorías extintivas que se activa por decisión
de una de las partes. En este caso, la extinción se produce a raíz de un hecho
posterior a la celebración del contrato, previsto por la ley o por los contratan-
tes en forma expresa o implícita.
A diferencia de la rescisión unilateral, para la que basta la sola estipulación
de las partes o una disposición de la ley y no requiere de un evento que la mo-
tive, la resolución siempre está sujeta a un hecho sobreviniente.
350
OM
contratos: responsabilidad por saneamiento (arts. 1039, inc. c, 1049 y 1056);
frustración de la finalidad (art. 1090); imprevisión (art. 1091); y otros que
resultan de las disposiciones de cada tipo contractual y de las leyes especiales.
Es indudable que la hipótesis de mayor trascendencia por su amplio cam-
po de actuación en los contratos (asimismo la más abarcada por la regulación
del Código), es la resolución que proviene del incumplimiento contractual.
El tema ha sido desarrollado oportunamente al tratar la facultad resolutoria
.C
como efecto particular de los contratos bilaterales.
A los fines de nuestro tema, conviene recordar las principales pautas que
rigen el derecho a la resolución:
a) Fuente: puede derivar de una estipulación contractual -cláusula reso-
DD
lutoria expresa o convencional- (art. 1086) o de una disposición de la
ley -facultad resolutoria implícita o legal- (art. 1087).
b) Operatividad: se efectiviza mediante una comunicación dirigida por
el declarante al incumplidor (art. 1078, inc. a). En el caso de la cláu-
sula expresa, surte efectos a partir de la comunicación fehaciente de la
LA
f ) Efectos: produce efecto retroactivo entre las partes, pero no afecta los
derechos adquiridos a título oneroso por terceros de buena fe. En con-
secuencia, las partes deben restituirse lo recibido en razón del contrato
o su valor (art. 1080). Siendo un contrato bilateral, dicha restitución
debe ser recíproca y simultánea (art. 1081, inc. a). En cambio, no se
alteran las prestaciones cumplidas, equivalentes y divisibles, las que
quedan firmes y producen sus efectos (art. 1081, inc. b).
g) Derecho de opción: la parte declarante puede optar por requerir el
351
OM
bolso total o parcial de los gastos generados por la celebración del
contrato, y en caso de haberse pactado una cláusula penal, ésta resulta
aplicable (art. 1082).
4.2.2.4 Revocación
La revocación del contrato importa la declaración de voluntad extintiva de
una de las partes en razón de una causa prevista por la ley. El legislador esta-
blece a favor del contratante la facultad de poner fin al contrato si se verifica
.C
el presupuesto fáctico fijado en la norma de aplicación. Excepcionalmente,
como en el mandato, la revocación puede declararse de manera discrecional.
Cabe reiterar que en estos casos el contrato es plenamente válido y eficaz
en su celebración y comienza a producir sus efectos, hasta que una de las par-
DD
tes retrae su voluntad original apoyada en el acaecimiento de circunstancias
preestablecidas en una disposición legal. Es importante señalar que la ocu-
rrencia del supuesto de hecho que autoriza la revocación negocial no implica
la extinción de pleno derecho del contrato; siempre es necesaria la declaración
expresa de voluntad del contratante en cuyo beneficio se establece la facultad
LA
revocatoria.
El campo de acción de la revocación no es muy extenso, pero abarca hipó-
tesis variadas con distintos presupuestos de aplicación, lo que confiere a esta
figura una fisonomía conceptual un tanto inasible: en el mandato, a favor del
mandante (art. 1329, inc. c); en la donación, a favor del donante (arts. 1569 y
ss.); en el fideicomiso, a favor del fiduciante (art. 1697, inc. b).
FI
revocación.
Para la donación, la ley fija causales taxativas de revocación: inejecución
de cargos, ingratitud del donatario y supernacencia de hijos del donante, esta
última sólo si ha sido convenida en forma expresa.
La extinción del fideicomiso por revocación del fiduciante procede sólo
cuando éste se reserva expresamente dicha facultad en el contrato, lo que tam-
bién la torna más afín a la noción de rescisión unilateral.
Asimismo, se contempla la revocación en el ámbito de los actos jurídicos
352
OM
inc. c); la revocación de la promesa pública de recompensa (art. 1805); la re-
vocación del testamento y del legado (arts. 2511 y ss.).
Como regla general, los efectos de la revocación son hacia el futuro (art.
1079, inc. a), sin perjuicio de la subsistencia de las prestaciones cumplidas.
Puede anotarse como excepción la revocación de la donación por incumpli-
miento de los cargos, que obliga a los terceros adquirentes que conocen la
existencia de esos cargos a restituir los bienes gravados (art. 1570).
.C
DD
LA
FI
353
contrato de conSumo
355
OM
relación jurídica.
Puede decirse entonces que el derecho del consumidor constituye un sis-
tema de normas y principios consagrados en el ordenamiento jurídico para la
protección del consumidor en sus relaciones de consumo.
.C
sumidor ha tenido un amplio desarrollo en Argentina, en un principio, con
los significativos aportes de la doctrina especializada, y luego, a partir de la
sanción de la Ley de Defensa del Consumidor y de la reforma constitucional
de 1994.
DD
En efecto, la sanción de la ley 24.240 en 1993, más allá de sus fallas de ori-
gen, representó la consagración positiva de las reglas fundamentales de protec-
ción del consumidor a través de un estatuto o sistema normativo propio con
una regulación especial, paralelo al estructurado por la legislación de fondo.
Resultó trascendente la incorporación al texto de la Carta Magna del re-
LA
otro lado, y ello no puede pasarse por alto, el régimen unificado trajo apare-
jada una relevante minoración cualitativa en el campo de aplicación subjetivo
de la norma (con la eliminación de la figura del consumidor expuesto), algu-
nos retrocesos censurables en la regulación (como la derogación del régimen
especial de prescripción, ya analizado en el capítulo de responsabilidad civil)
y ciertas dificultades que ofrece la coexistencia de un doble régimen jurídico
(LDC y CCyC).
Efectivamente, el CCyC adoptó la decisión normativa de incorporar con-
356
OM
plicación de regímenes que deben convivir y que obliga a un aceitado diálogo
de fuentes para sortear superposiciones y divergencias.
El bloque normativo dedicado a los contratos de consumo en el CCyC
(Título III, arts. 1092 a 1122) es pasible de una objeción metodológica y
es que los preceptos incluidos exceden el campo estrictamente contractual y
abarcan cuestiones más amplias de la relación de consumo, como lo evidencia
justamente la primera de las disposiciones contempladas, el art. 1092.
.C
1.3 Principios fundamentales
El ordenamiento nacional se ocupa de regular todo el ámbito de interac-
ción económica de los consumidores a través de preceptos obligatorios, estruc-
DD
turados siempre desde una perspectiva de protección y con influencia decisiva
en todo el sistema jurídico, al punto de forzar un reacomodamiento de sus
piezas.
También resulta una directiva certera en la labor legislativa y judicial y co-
loca al Estado en el rol de garante y promotor de las prerrogativas consagradas,
LA
357
OM
pios que establece esta ley prevalecerá la más favorable al consumidor”.
c) El art. 1094, párr. 2°, del CCyC, que en términos análogos expresa:
“Las normas que regulan las relaciones de consumo deben ser aplicadas e
interpretadas conforme con el principio de protección del consumidor y el
de acceso al consumo sustentable. En caso de duda sobre la interpretación de
este Código o las leyes especiales, prevalece la más favorable al consumidor”.
d) El art. 37, párr. 4°, de la LDC y el art. 1095 del CCyC, que consagran
.C
la directiva de interpretación contractual favorable al consumidor.
Como se advierte, los arts. 3º, párr. 1°, últ. pte., de la LDC, y 1094, párr.
2°, del CCyC, fijan una regla interpretativa de la ley, de alcance general, y cons-
DD
tituyen los preceptos que más genuinamente trasuntan la naturaleza tuitiva
del ordenamiento de consumo. El criterio de interpretación legal a favor del
consumidor está previsto para dirimir situaciones en las que el ordenamiento
jurídico contempla más de una solución acerca de un presupuesto fáctico dado.
Finalmente, en el específico campo de la interpretación contractual, la re-
LA
gla instituida en los arts. 37, párr. 4°, de la LDC, y 1095, del CCyC, es una
derivación natural del principio de buena fe para los contratos de consumo,
ante la oscuridad o ambigüedad de las cláusulas predispuestas.
1.3.2 Principio de integración y preeminencia normativa
El estatuto del consumidor, con jerarquía constitucional, está compuesto
por un conglomerado de normas de distinto rango, cuyos ejes son la Ley de
FI
Defensa del Consumidor y las normas propias del Código Civil y Comercial,
todas funcionales a los intereses de los consumidores y que contribuyen a edi-
ficar el marco integral de protección.
Siguen en orden de prelación otras normas tanto de carácter general como
especial aplicables a las relaciones jurídicas de consumo, tal como lo prevé
el art. 3°, párr. 2°, de la LDC: “Las disposiciones de esta ley se integran con las
normas generales y especiales aplicables a las relaciones de consumo, en particular
la Ley Nº 25.156 de Defensa de la Competencia y la Ley Nº 22.802 de Lealtad
Comercial o las que en el futuro las reemplacen”.
Además de la referencia a estos dos instrumentos legales que hacen al fun-
cionamiento del mercado, debe computarse la normativa especial vigente so-
bre distintas cuestiones sectoriales. A título ejemplificativo: ley 25.065 (tarje-
tas de crédito), ley 26.682 (marco regulatorio de la medicina prepaga).
358
OM
cia en las fuentes o vacío dentro del cuerpo legal de defensa del consumidor
deba ser integrado, en primer término, a través los principios propios del bloque
normativo del sistema de consumo, y recién después, con la aplicación de los
dispositivos del ordenamiento general o de los regímenes parciales.
Por lo tanto, los casos que presentan colisión de normas deben resolverse
mediante la base de la prevalencia del estatuto protectorio.
Coherente con este postulado, el art. 3°, últ. párr., de la LDC (según ley
.C
26.361), disipa cualquier duda suscitada en torno a la preeminencia normati-
va de la LDC frente a ciertos regímenes especiales: “Las relaciones de consumo
se rigen por el régimen establecido en esta ley y sus reglamentaciones sin perjuicio
DD
de que el proveedor, por la actividad que desarrolle, esté alcanzado asimismo por
otra normativa específica”.
El principio de integración normativa a partir del diálogo de fuentes ha
quedado ratificado por el CCyC en su art. 1094, que asimismo adicionó el
estándar valorativo del consumo sustentable.
1.3.3 Principio de orden público
LA
359
con las supletorias (primero las de la ley especial y después las del Código); y
finalmente, con los usos y prácticas del lugar de celebración, con los recaudos
exigidos para constituirse en fuente normativa.
OM
2. Requisitos de configuración del contrato de consumo
2.1 El contrato de consumo como tipo general
El contrato de consumo constituye un nuevo paradigma negocial, con un
protagonismo cuantitativo preponderante en las relaciones jurídicas patrimo-
niales del derecho privado.
No debe extrañar entonces que los aspectos más salientes del sistema de
.C
protección del consumidor se materialicen principalmente en el área de los
contratos, con reglas especiales de tutela del usuario en tanto contratante o
beneficiario de los bienes o servicios objeto del acto.
DD
Una evidencia es el predominio de la regulación del derecho del consu-
mo en cuestiones de índole contractual, con notas propias que revelan un
apartamiento de los principios tradicionales de la teoría general del contrato
paritario regida por el derecho común.
Antes de avanzar, es preciso insistir sobre una cuestión liminar. El contrato
de consumo no es un tipo contractual especial, sino una tipología o categoría
LA
360
OM
abusivas, incumplimiento del proveedor, responsabilidad por daños), y hasta
los efectos postcontractuales (garantías obligatorias).
Como aclaración metodológica, corresponde decir que en los acápites sub-
siguientes se abordan los temas más relevantes de la teoría general del contrato
de consumo, dejando de lado aquellos que ya han sido tratados en capítulos
anteriores dentro de cada uno de los temas a los que pertenecen (formalidades
especiales, carga probatoria, reglas de interpretación, sistema de garantías, in-
.C
cumplimiento contractual del proveedor, deber de seguridad, daños derivados
de productos y servicios, daño punitivo), a cuyos contenidos remitimos en
cada caso para evitar reiteraciones innecesarias.
DD
2.2 Relación de consumo y contrato de consumo
Mencionamos que el estatuto del consumidor avanza centralmente sobre
cuestiones propias de la regulación contractual. No obstante, cabe reparar en
que el sistema de protección legal alcanza también a sujetos ajenos al contrato
entre el consumidor y el proveedor.
LA
o aprovecha como destinatario final, como con todo aquel que se ve afectado
por sus consecuencias o, en general, por las prácticas o conductas del proveedor.
Como se observa, su alcance supera el ámbito puramente contractual, por
ejemplo, cuando el consumidor resulta damnificado por un accidente de con-
sumo o cuando se halla sujeto a prácticas comerciales lesivas, sin que medie
un contrato con el proveedor.
En dicha amplitud, la relación de consumo reconoce diversas causas fuen-
tes, como el propio contrato de consumo (art. 1º, párr. 1º, LDC; art 1092,
361
párr. 1°, CCyC), los hechos lícitos (art. 1º, párr. 2º, LDC; art 1092, párr. 1°,
CCyC), los hechos ilícitos (arts. 5° y 40, LDC, entre otros) y las declaraciones
unilaterales de voluntad (arts. 7º y 8º, LDC; arts. 1101 a 1103, CCyC).
Este mayor abarcamiento de situaciones fácticas que presenta la relación de
consumo puede advertirse en varios niveles de actuación.
OM
En primer lugar, en el campo subjetivo, en el que se reconoce legitimación
activa en calidad de consumidores a sujetos no contratantes, del mismo modo
que se proyecta responsabilidad a proveedores ajenos a la relación contractual
con el consumidor.
También en el ámbito temporal, por cuanto la relación de consumo inclu-
ye no sólo la fase estrictamente contractual que va desde la celebración hasta
la extinción del negocio jurídico, sino también etapas anteriores y posteriores
.C
al contrato, receptando las manifestaciones enmarcadas durante el período
formativo o precontractual (aunque el contrato no llegue a celebrarse), las
derivaciones postcontractuales, y hasta diversas situaciones suscitadas fuera del
contrato, cuando éstas sean antecedente o consecuencia de la actividad de los
DD
proveedores en el mercado.
Incluso en el plano espacial, en tanto la protección legal a los usuarios se
extiende a todos los lugares físicos en los que el proveedor ejerza o deba ejercer
autoridad o control para garantizar la seguridad de los consumidores, con
independencia de la conformación de un vínculo contractual entre las partes.
LA
362
Quedan comprendidos tanto los actos a título oneroso como a título gra-
tuito (arts. 1°, párr. 1°, LDC, y 1092, párr. 1°, CCyC).
El contrato de consumo carece de restricciones de carácter objetivo, con
excepción del contrato de transporte aéreo, respecto del cual la aplicación de
la norma de consumo resulta supletoria (art. 63, LDC).
OM
2.3 Ámbito de aplicación subjetivo
El contrato de consumo tiene limitaciones subjetivas legalmente impues-
tas, que determinan que para ser parte de esta tipología contractual, los sujetos
involucrados deben revestir la calidad de consumidor y de proveedor.
Pero además del consumidor y del proveedor que entablan entre sí la rela-
ción contractual, existen otros sujetos activos (beneficiarios) y pasivos (obliga-
.C
dos) involucrados. De un lado, los consumidores habilitados para ejercer los
derechos consagrados por la ley por encontrarse en una situación equiparable
a la de quienes contratan con los proveedores. En el otro extremo, los provee-
dores que deben cumplir con las disposiciones protectorias, aunque no exista
DD
un contrato que los vincule con los consumidores o usuarios afectados.
2.3.1 Consumidor: noción; categorías; exclusiones
La ley formula una definición de consumidor en los siguientes términos:
“Se considera consumidor a la persona humana o jurídica que adquiere o utiliza,
en forma gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio
LA
363
OM
Esta categoría incluye a una serie de sujetos a partir de diversas situacio-
nes posibles: i) quienes pertenecen al grupo familiar o social del consumidor
contratante; ii) quienes son subadquirentes o cesionarios del bien objeto del
contrato de consumo, por transmisión de la cosa o de la posición contractual
que realiza el consumidor contratante; c) quienes resultan beneficiarios de una
estipulación a favor de terceros efectuada por el consumidor directo (p.ej.,
designación como beneficiario en un seguro de vida).
.C
c) Consumidor potencial. Identificamos aquí a las personas que, aun sin
contratar con el proveedor, ni consumir o utilizar bienes o servicios, se ubican
como potenciales sujetos contratantes, que se ven afectados en sus intereses en
las etapas preliminares de un contrato, a causa de distintos comportamientos
DD
preparatorios o prácticas comerciales de los empresarios, tales como la publi-
cidad, las promociones o las ofertas.
d) Consumidor pasivo. Por último, esta especie señala el caso del llamado
“consumidor expuesto” o bystander. Se trata de quien, sin formar parte de
manera directa o indirecta de la relación de consumo de base, se encuentra al-
LA
canzado por las consecuencias de ésta. Es la situación que atrapa, por ejemplo,
a los sujetos expuestos a los defectos de seguridad de los productos y servicios
incorporados al mercado por el proveedor, como cuando un peatón es atrope-
llado por un automotor defectuoso adquirido a partir de un acto de consumo.
La alusión expresa del art. 1° de la LDC reformado por la ley 26.361, antes
de la modificación de la ley 26.994 (“quien de cualquier manera está expuesto a
FI
una relación de consumo”), despejaba toda duda sobre la recepción positiva del
consumidor pasivo.
Uno de los cambios más significativos que introdujo la ley sancionatoria
del Código Civil y Comercial en el régimen de defensa del consumidor es
haber excluido la mención transcripta de la nueva definición legal de con-
364
OM
doctrina ya propiciaba la existencia de la figura del bystander, cuya mejor prue-
ba es el desarrollo que la Corte Suprema de Justicia de la Nación efectúa en el
fallo “Mosca, Hugo A. c/Provincia de Buenos Aires” (2007).
A mayor abundamiento y desde otra perspectiva, cabe apuntar que la
eliminación de la categoría de consumidores expuestos no parece sortear el
control de convencionalidad, en cuanto a los principios de progresividad de
los derechos y de no regresividad de los ya adquiridos que forman parte del
.C
bloque constitucional vigente.
Hasta el momento, nos hemos ocupado de tipificar la amplia gama de
situaciones que resulta de la definición de consumidor. Es menester detenerse
ahora en el análisis de las exclusiones legales del concepto de consumidor.
DD
Como se ha advertido, es un requisito para la tipificación del estatus de
consumidor (por lo menos, en las especies de consumidor directo e indirec-
to) el destino final de los bienes o servicios contratados dentro del circuito
económico. En este sentido, consumidor es quien aplica, usa o consume la
prestación para sus propias necesidades o las de su grupo de pertenencia. El
LA
365
OM
de manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de producción, montaje,
creación, construcción, transformación, importación, concesión de marca, distri-
bución y comercialización de bienes y servicios, destinados a consumidores o usua-
rios” (art. 2º, párr. 1º, LDC).
Las distintas facetas mencionadas por el dispositivo legal abarcan todos las
etapas o eslabones de la actividad productiva y mercantil, con un carácter bien
amplio que alcanza a productores, intermediarios y vendedores.
.C
Quedan incluidas tanto las personas humanas como jurídicas, tengan o
no una organización de tipo empresarial, e independientemente del propósito
concreto que pudiera animar a la actividad desarrollada (lucrativo, mutualista,
altruista, etc.), o en el caso de las personas jurídicas, el objeto de la entidad.
DD
Tampoco se discrimina la índole privada o pública del oferente. En este
orden, cuando el Estado actúa como proveedor de bienes o servicios a consu-
midores o usuarios (p.ej., servicios públicos no privatizados), se halla sujeto a
las disposiciones del estatuto protectorio.
La enumeración de las actividades económicas tiene un carácter simple-
LA
366
OM
El derecho a una información adecuada y veraz es una de las prerrogativas
fundamentales del consumidor en la relación de consumo (art. 42, CN).
La función básica que tiende a cumplir el deber de información en la etapa
formativa del contrato de consumo es la protección del consentimiento pleno.
En efecto, la información es una herramienta que le permite al consumidor
realizar elecciones fundadas al momento de celebrar un contrato. Por ello, el
deber de información constituye un presupuesto esencial del consentimiento
.C
en el contrato de consumo.
Pero además, la información sirve para garantizarle al consumidor la utili-
zación satisfactoria del producto o del servicio, de modo de que la prestación
le resulte lo más provechosa y segura posible.
DD
Se trata de un deber circunstanciado, toda vez que se requiere que la in-
formación a transmitir sea veraz, detallada, clara y suficiente. La información
debe estar relacionada con la complejidad del negocio y las condiciones perso-
nales del receptor en cuanto a su extensión y exhaustividad.
El art. 4º de la ley 24.240 consagra en forma genérica el deber de informa-
LA
367
OM
la prestación y los derechos y obligaciones de ambas partes; ii) su de-
recho a reclamar una indemnización por facturación o reclamos inde-
bidos; iii) las condiciones de seguridad de las instalaciones y artefactos
específicamente requeridos; iv) la inexistencia de deudas pendientes
(arts. 25, 28 y 30 bis, LDC).
e) En los contratos celebrados fuera del establecimiento del proveedor y
a distancia, debe informarse al consumidor acerca de la facultad legal
.C
de revocar la aceptación (arts. 34, LDC, y 1111, CCyC).
f ) En los contratos de crédito al consumo y en los contratos bancarios de
consumo en general, el proveedor debe informar los datos y elemen-
tos esenciales de la operación financiera, bajo pena de nulidad (arts.
DD
36, LDC, y 1389, CCyC); lo propio en los anuncios publicitarios de
los contratos bancarios con consumidores (art. 1385, CCyC); asimis-
mo, en la etapa precontractual, el banco debe proveer información
suficiente para que el cliente pueda confrontar las distintas ofertas de
crédito existentes en el sistema (art. 1387, CCyC).
LA
368
OM
asimismo designa como modelo conceptual de dignidad de la persona “los
criterios generales que surgen de los tratados de derechos humanos”.
Este deber tiene como contracara el comportamiento del proveedor que
coloca al consumidor “en situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias”,
derivadas de todo intercambio o contacto entre las partes en el marco de la
relación de consumo, sea de carácter personal, telefónico, electrónico o por
cualquier otro medio.
.C
El estándar consagrado en la primera parte del art. 8° bis de la LDC y en el
art. 1097 del CCyC, abarca distintas manifestaciones de trato desconsiderado
o humillante, que van desde el asedio en las técnicas de venta, la aplicación de
criterios diferenciales entre créditos y débitos en perjuicio de los usuarios, has-
DD
ta la falta de atención personalizada o de disposición necesaria para solucionar
los problemas del consumidor.
El criterio general de trato digno y equitativo es complementado mediante
la tipificación legal de ciertas conductas abusivas específicas:
a) Práctica discriminatoria (arts. 8° bis, párr. 1°, LDC, y 1098, CCyC):
LA
369
OM
vinculante para el anunciante (art. 1103, CCyC), además de ampliar la regu-
lación con algunas pautas adicionales.
De esta forma, el contenido de la voluntad negocial queda conformado no
sólo por las cláusulas convencionales, sino también por las precisiones realiza-
das por el proveedor a través de la publicidad, como una fuente complemen-
taria de regulación del contrato.
La previsión del art. 1101 del CCyC permite discernir tres clases de publi-
.C
cidad ilícita: engañosa, comparativa y abusiva.
a) Publicidad engañosa. Esta faceta que exhibe la ilicitud publicitaria, ha
sido definida como aquella que “contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza
que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre ele-
DD
mentos esenciales del producto o servicio” (art. 1101, inc. a, CCyC).
Pese a la aparente simpleza conceptual de la cuestión, la delimitación con-
creta de la falsedad de los anuncios publicitarios no es tan sencilla, máxime
con la tendencia generalizada de tolerar exageraciones en la comercialización
masiva. En este sentido, el examen de veracidad únicamente puede efectuarse
si el contenido del aviso es preciso y delineable y no cuando sólo exhibe alardes
LA
nes de contratación.
El engaño en las precisiones publicitarias puede provenir tanto del exceso
como del defecto del contenido del anuncio.
En el primer caso (publicidad engañosa por exceso), el anunciante efectúa
ponderaciones desmedidas e incomprobables acerca de las propiedades o cua-
370
OM
cial), sino que se limita a vedar esta clase de prácticas en los casos que provoca
error a los consumidores, es decir, que lo determinan a adoptar un comporta-
miento negocial equivocado.
c) Publicidad abusiva. Por último, el Código inhibe la realización de toda
publicidad que “sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a compor-
tarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad” (art. 1101, inc. c).
Entendemos por publicidad abusiva, la que atenta contra la dignidad de
.C
la persona humana o promueve la vulneración de valores sociales o principios
constitucionales. El amplio espectro de manifestaciones incluidas comprende
la publicidad que promueve la discriminación, la que apela a la violencia, la
que incita al peligro para la salud o la seguridad, la que fomenta estereotipos
DD
de género, la que supone el aprovechamiento de grupos vulnerables, la que
incita a la violación de normas ambientales, etc.
Las acciones derivadas de la publicidad ilícita abarcan la vía judicial ten-
diente al cumplimiento contractual (art. 10 bis, LDC) y al resarcimiento de
daños (incluso de daño punitivo, art. 52 bis, LDC), las denuncias administra-
LA
371
OM
el tiempo que dure. Si la oferta es efectuada fuera del establecimiento, debe
contener el plazo de vigencia (art. 7º, inc. a, decr. regl. LDC).
En el caso particular de las ofertas por medios electrónicos, subsisten “du-
rante el período que fije el oferente o, en su defecto, durante todo el tiempo que
permanezcan accesibles al destinatario” (art. 1108, CCyC).
La LDC constriñe al proveedor a incluir todas las modalidades, condicio-
nes y limitaciones que, en términos comerciales, correspondan a la oferta emi-
.C
tida. En el caso de ofertas de productos y servicios limitadas cuantitativamen-
te, el proveedor debe informar la cantidad con que cuenta para cubrirlas (art.
7º, inc. a, decr. regl. LDC). Cuando la oferta al público versa sobre “cosas que
presenten alguna deficiencia, que sean usadas o reconstituidas”, se impone al em-
DD
presario indicar estas circunstancias en forma precisa y notoria (art. 9º, LDC).
La no efectivización de la oferta al público es considerada como “negativa
o restricción injustificada de venta” y hace pasible al proveedor de las sanciones
previstas por la ley (art. 7º, in fine, LDC).
En cuanto a la facultad de revocación de la oferta pública, no basta la
LA
simple manifestación revocatoria del oferente para su eficacia, sino que es ne-
cesario que sea difundida por medios similares a los empleados para hacerla
conocer (art. 7º, párr. 2º, LDC).
372
OM
Quedan incluidas en esta categoría (arts. 32, LDC, y 1104, CCyC) las pro-
puestas efectuadas en el domicilio del consumidor, en su lugar de trabajo, en la
vía pública, en el domicilio particular del oferente o en el domicilio de un tercero,
o las que resultan de una convocatoria al consumidor al establecimiento del pro-
veedor o a otro sitio con el objetivo de formalizar la concertación del contrato.
En los contratos a distancia (arts. 33, LDC, y 1105, CCyC), las partes
no interactúan personalmente y en simultáneo, sino que lo hacen a través de
.C
alguno de los medios contemplados por la ley. Pertenecen a este género los
contratos celebrados a través de medios postales, electrónicos, telecomunica-
ciones, así como de servicios de radio, televisión o prensa.
En el caso de la contratación electrónica, según ya hemos visto, se impone
DD
a los proveedores, además, la obligación de informar acerca de todos los datos
necesarios para utilizar correctamente el medio elegido, para comprender los
riesgos derivados de su empleo y quién los asume (art. 1107, CCyC).
En salvaguarda de los derechos de los consumidores expuestos a estas prác-
ticas comerciales, los arts. 34 de la ley 24.240 y 1110 del CCyC confieren al
LA
373
OM
toria. Así lo establece expresamente el último párrafo del art. 1110 del CCyC.
.C
gulación de estas conductas mediante distintos remedios imperativos con el
fin de evitar que se conviertan en mecanismos lesivos de la voluntad negocial.
3.6.1 Restricciones a la libertad de contratar
El derecho constitucional de los consumidores a la libertad de elección (art.
DD
42, CN) no consiente limitaciones ilegítimas sobre la autonomía negocial.
Una previsión concreta en tal sentido es la del art. 1099 del CCyC, en
cuanto prohíbe las prácticas restrictivas “que limitan la libertad de contratar del
consumidor”. Son aquellas que coartan la libre concertación del usuario, por
ejemplo, al impedirle la celebración de contratos con terceros o al compelerlo
LA
374
OM
Una situación peculiar es la práctica contemplada por el segundo párrafo
del art. 35 de la LDC, también relacionada a la emisión de ofertas de presta-
ciones a ser cargadas en sistemas de débito automático, pero con el aditamen-
to del envío al consumidor de alguna cosa, sin mediar requerimiento de su
parte. Con sentido protectorio, se establece que el receptor no está obligado
a conservar el bien ni a restituirlo al remitente, aunque la devolución pueda
efectuarse libre de gastos.
.C
3.6.3 Condicionamientos al derecho rescisorio
Con el objetivo de mantener en situación de cautividad a los clientes que
se encuentran vinculados a las empresas a través de prestaciones de servicios
que perduran en el tiempo (v.gr., servicio de telefonía móvil), los proveedores
DD
suelen emplear ciertos mecanismos para obstaculizar el ejercicio del derecho
de rescisión contractual de que goza el consumidor.
Entre los condicionamientos más comunes están el de establecer forma-
lidades especiales para permitirle al usuario concretar su desvinculación con
el proveedor y el de exigirle el pago previo de distintos rubros a modo de
LA
penalidad.
La LDC ha previsto soluciones para erradicar este tipo de prácticas abusivas.
En primer lugar, se dispone que la rescisión de un contrato de servicios, in-
cluidos los servicios públicos domiciliarios, puede ser efectuada por el mismo
medio utilizado para su contratación, sea ello en forma telefónica, electrónica
o similar, con obligación para el proveedor de enviar sin cargo al domicilio
FI
del consumidor una constancia fehaciente dentro de las setenta y dos horas
posteriores a la recepción del pedido de rescisión (art. 10 ter, LDC).
Paralelamente, se prohíbe a los mismos prestadores de servicios el cobro de
conceptos tales como preaviso, mes adelantado u otros, en los casos de solici-
tud de baja por parte del consumidor comunicada a través de cualquier medio
375
OM
mercialización generan en el mercado, al disociar la decisión de la adquisición
del bien de sus características propias.
Dentro de la primera de las prácticas vedadas por la ley, se ubican aquellas
promociones que prometen prestaciones adicionales gratuitas al consumidor,
accesorias a los bienes o servicios objeto de la contratación. La prohibición
aplica cuando el modo de acceder al premio o regalo depende de la interven-
ción del azar.
.C
La segunda cuestión atañe a las promociones de concursos, certámenes o
sorteos para la obtención de premios, en los que la participación esté condi-
cionada a la contratación con el proveedor. En los hechos, este tipo de prác-
ticas comerciales suele proliferar bajo una apariencia de legalidad, ya que los
DD
proveedores se valen del simple artilugio de presentar la promoción como “sin
obligación de compra”, cuando dicha manifestación no está acompañada de
acciones efectivas en tal sentido, lo que constituye un verdadero fraude a la ley.
Con el fin de garantizar la transparencia de estas promociones, el decreto
1153/97, reglamentario del mentado art. 10 de la ley 22.802, impone a los
LA
376
OM
disposiciones relativas a los contratos celebrados por adhesión a cláusulas pre-
dispuestas; luego, en los arts. 1117 a 1122, ubicados dentro de los preceptos
que rigen el tipo contractual de consumo.
Del universo de normas incluidas, pertenecen propiamente al control de
contenido contractual los arts. 988, 989 y 1118 a 1122, sin perjuicio de las
disposiciones previstas para los tipos especiales, como los arts. 1110, últ. párr.
(contratos fuera del establecimiento y a distancia), 1388, últ. párr. (contratos
.C
bancarios de consumo), 1414 (caja de seguridad), 1634 (cesión de deudas), etc.
377
OM
tratar. En esta línea, el art. 1118 consigna que “las cláusulas incorporadas a un
contrato de consumo pueden ser declaradas abusivas aun cuando sean negociadas
individualmente o aprobadas expresamente por el consumidor”. Por si quedaran
dudas, la propia definición del art. 1119 admite que una estipulación puede
ser abusiva “habiendo sido o no negociada individualmente”.
No resulta convincente la limitación que introduce el inc. b) del art. 1121
del CCyC, que impide que se reputen abusivas las cláusulas “que reflejen dis-
.C
posiciones vigentes en tratados internacionales o en normas legales imperativas”. Si
efectivamente la estipulación redunda en un desequilibrio significativo en los
derechos y obligaciones recíprocos en detrimento del consumidor, la norma
vulnera los principios de protección y de preeminencia normativa, y en tal
DD
inteligencia, carece de legitimidad.
El Código también se ocupa de neutralizar las anomalías que exceden el
marco del contrato individual y que provienen de la conexidad contractual
propia de diversas modalidades negociales. Con este objetivo, establece el art.
1120 del CCyC que “se considera que existe una situación jurídica abusiva cuan-
LA
tipos especiales o cerrados: “las cláusulas (...) que limiten la responsabilidad por
daños” (inc. a, 2ª pte.), “las cláusulas que contengan cualquier precepto que im-
ponga la inversión de la carga de la prueba en perjuicio del consumidor” (inc. c).
Por su parte, el art. 988 del Código reproduce en lo sustancial las cláusulas
abiertas del art. 37 de la LDC: “a) las cláusulas que desnaturalicen las obliga-
ciones del predisponente”; y “b) las que importen renuncia o restricción a los dere-
chos del adherente, o amplíen derechos del predisponente que resulten de normas
supletorias”. El inc. c) de la disposición mencionada agrega a la enunciación
378
OM
desequilibrio significativo en el sinalagma.
Según se advierte, el CCyC reincide en el mismo defecto que un sector
calificado de la doctrina le señalara a la LDC, esto es, prescindir de la elabora-
ción de un listado o tipificación especial de cláusulas leoninas.
.C
juicio de la validez del contrato”, las cláusulas enunciadas “se tendrán por no
convenidas”.
De igual manera, el CCyC establece como consecuencia primordial que las
cláusulas abusivas deben tenerse “por no escritas” (art. 988) o “por no conveni-
DD
das” (art. 1122, inc. b).
La sanción prevista por el legislador en ambos supuestos no es otra que la
nulidad de la estipulación abusiva. Se trata de una invalidez parcial, que afecta
sólo a la condición impugnada, pero no perjudica la subsistencia del contrato,
en la medida que las restantes disposiciones del acto sean separables.
LA
379
OM
no empece al control por vía jurisdiccional (arts. 989 y 1122, inc. a, CCyC).
.C
gama de cláusulas concebidas por el predisponente para intentar evadir o
desviar, en forma total o parcial, el deber de reparar los daños derivados del
incumplimiento. Dentro de esta tipología cabe incluir, por asimilación en
cuanto a sus efectos prácticos: la cláusula de dispensa del dolo, de culpa grave
DD
o de culpa; la limitación del derecho al resarcimiento integral o tarifación de
la cuantía de la reparación; la negativa al reembolso de lo pagado en los casos
en que resulta exigible; la imposición de cargas de imposible cumplimiento al
consumidor; la transferencia de responsabilidad a terceros.
b) Traslado de riesgos al consumidor. Son estipulaciones que permiten al
LA
380
Algunos casos de aplicación: que el consumidor deba probar que usó correcta-
mente la cosa adquirida que provocó el daño o que no medió culpa o dolo de
su parte en el evento dañoso.
e) Rescisión unilateral incausada. En el contrato de consumo, el ejercicio
de esta cláusula en perjuicio del consumidor puede desnaturalizar la obliga-
OM
ción asumida y frustrar la finalidad de la convención, como ocurre en los
contratos que involucran servicios de salud, en los que esta cláusula torna
especialmente vulnerable la situación del usuario.
f ) Prórroga de competencia territorial. La cláusula en cuestión obliga al
consumidor a litigar en una jurisdicción ajena a la que resulta de las disposi-
ciones que la atribuyen en cada caso. La condición es abusiva cuando se fija
una sede judicial distinta de la que corresponde al domicilio del consumidor
.C
y al lugar de celebración del contrato.
g) Restricción de defensas. Impiden al consumidor ejercer plenamente sus
derechos al limitar las defensas sustanciales o los remedios procesales de los
que dispone frente al proveedor. Se incluyen dentro de este tópico: la renuncia
DD
a oponer la suspensión del cumplimiento; la limitación a la facultad de opo-
ner excepciones, ofrecer prueba o plantear recursos; los condicionamientos
impuestos al derecho del consumidor de rescindir el contrato.
h) Aplicación de penalidades inequitativas. En estos supuestos, el predis-
ponente se vale de las condiciones generales para establecer cláusulas penales
LA
381
el derecho exclusivo de interpretar las cláusulas del contrato. Demás está decir
que reservar para el predisponente una facultad propia del poder jurisdiccio-
nal es una práctica avasalladora, que afecta el derecho de la defensa en juicio.
OM
.C
DD
LA
FI
382
.C
DD
contratoS en Particular
LA
FI
383
OM
caPÍtulo Xvi
comPraventa
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
El contrato de compraventa se erige como una de las figuras más elementa-
les, y a la vez, más tradicionales, en la historia del derecho contractual.
Empero, su evolución legislativa a través del tiempo muestra significativos cam-
bios operados para adaptarse a los requerimientos propios del tráfico según las dis-
tintas categorías de cosas, como es el caso de los inmuebles o de los automotores.
385
OM
trato de cambio con función transmisiva de la propiedad de bienes. De allí su
gran influencia normativa sobre otros institutos afines que tienen como notas
salientes la onerosidad y el intercambio de prestaciones de dar.
.C
a pagar un precio en dinero”.
La sencilla definición identifica las obligaciones esenciales de este contrato,
la de entrega o transferencia de la propiedad, a cargo del vendedor, y la de
pago del precio, en cabeza del comprador. Asimismo, permite discernir los
DD
caracteres jurídicos del negocio, que enunciaremos más adelante.
386
OM
1893, párr. 1° y 2°), aunque es irrelevante en cuanto a la configuración del acto
adquisitivo o transmisivo del derecho real entre las partes (art. 1893, últ. párr.).
Es lo que sucede con la transferencia de dominio sobre inmuebles. Cuando la
inscripción es exigida en casos legalmente previstos como recaudo de carácter
constitutivo (p.ej., automotores), la registración es un presupuesto necesario y
suficiente para la oponibilidad del derecho real (art. 1893, párr. 3°).
.C
1.4 Aplicación analógica. Calificación
Aun siendo claro que el contrato de compraventa constituye un tipo parti-
cular, no puede desconocerse el amplio alcance residual que tiene el instituto
como modelo que engloba o permite derivar otras figuras análogas.
DD
En esta línea, el art. 1124 dispone la aplicación supletoria de las normas de
la compraventa a ciertos contratos onerosos en los que el objeto no es necesa-
riamente la transferencia de dominio de una cosa, sino la transmisión o cons-
titución de derechos reales de condominio, propiedad horizontal, superficie,
usufructo o uso, habitación, conjuntos inmobiliarios o servidumbre (inc. a), o
LA
cualquier acto al que los otorgantes atribuyan una nominación que no se com-
padece con su correcta naturaleza jurídica, en razón de la economía y finalidad
del contrato que efectivamente celebran.
387
OM
la aplicación supletoria de las normas de la compraventa (art. 1175).
Existe una zona de convergencia entre ambas figuras, en los casos en que
una de las prestaciones consiste parte en dinero y parte en otra cosa. El art.
1126 deslinda los tipos según la fracción de la prestación que resulte de mayor
valor. Será permuta si es superior el valor de la cosa y compraventa en el caso
inverso.
Fuera de ello, las dos únicas reglas legales contempladas especialmente para
.C
el contrato de permuta son las siguientes: a) los gastos de entrega de las co-
sas muebles o inmuebles y demás erogaciones generadas por el contrato son
soportados por los contratantes en partes iguales (art. 1173); b) en caso de
evicción, el permutante vencido en la propiedad de la cosa recibida puede
DD
pedir la restitución de la que dio a cambio o su valor al tiempo de la evicción,
más los daños, o bien, puede optar por hacer efectiva la responsabilidad por
saneamiento prevista en el Código (art. 1174).
1.6 Caracteres
LA
c) Conmutativo: las ventajas son ciertas para ambos contratantes (art. 968).
d) Formal o no formal: la compraventa de bienes inmuebles requiere
escritura pública para producir sus efectos propios, sin sanción de nu-
lidad, de lo que resulta una formalidad solemne relativa (arts. 969 y
1017, inc. a); en los demás casos, el contrato es no formal.
e) Nominado: tiene una regulación especial prevista por la ley (art. 970).
388
2. Elementos propios
OM
2.1 Consentimiento
No es necesario aclarar que la compraventa, como cualquier contrato del
derecho privado, se constituye con el acuerdo de voluntades de los contratantes.
Sin embargo, persiste en el Código actual una disposición que ya merecía
reparos doctrinarios en el ordenamiento anterior, vinculado a la denominada
“obligación de vender” (antes “ventas forzosas”) del art. 1128. La propia alo-
.C
cución resulta autocontradictoria si tenemos en cuenta que el contrato es un
acto de libre voluntad, sin soslayar los casos singulares en que la ley obliga a
celebrar ciertos contratos (p.ej., seguro automotor), pero que no cercenan por
DD
completo la libertad de configuración.
Ahora bien, la cuestión relativa a la obligación de contratar parece lejana a
la compraventa, en tanto no se advierten casos genuinos de los que resulte la
eventual “necesidad jurídica” de vender una cosa que plantea como excepción
el mentado art. 1128.
Es que aun habiendo sido suprimida la confusa y variada casuística del
LA
2.2 Objeto
Sin perjuicio de remitir a las normas generales sobre el objeto de los con-
tratos en lo pertinente, corresponde analizar por separado cada una de las
prestaciones sobre las que recae la compraventa, esto es, el objeto mediato,
389
OM
ble. Si la inexistencia es parcial, el comprador puede exigir la parte existente
con reducción proporcional del precio. No obstante, es dable pactar a cargo
del comprador la asunción del riesgo de que la cosa haya perecido o esté da-
ñada (contrato aleatorio), siempre que el vendedor no supiera que la cosa
efectivamente hubiera perecido o estuviera dañada.
b) Cosa futura. Coherente con lo establecido por el art. 1007, se admite la
compraventa sobre cosa futura en el art. 1131. A falta de estipulación diversa,
.C
el contrato se entiende sujeto a la condición suspensiva de que la cosa llegue a
existir. El vendedor debe emplear, en cuanto de sí dependa, toda la diligencia
para que la cosa llegue a existir en las condiciones y tiempo acordados. La obli-
gación es de medios y su responsabilidad emerge en caso de haber obrado con
DD
culpa. Mediante pacto expreso, las partes pueden convenir el contrato como
aleatorio, en el que el comprador asume el riesgo de que la cosa no llegue a
existir sin culpa del vendedor.
c) Cosa ajena. Siguiendo también la línea de la teoría general, el art. 1132
reputa válida la compraventa de cosa ajena, en los términos del art. 1008.
LA
Bajo tal encuadre, y dando por sentado que ambas partes conocen el carácter
ajeno del bien, surge que el vendedor puede tomar a su cargo la garantía de
la promesa de transmitir el dominio al comprador (obligación de resultado) o
simplemente asumir el compromiso de realizar las gestiones a su alcance para
lograrlo (obligación de medios).
2.2.2 Precio
FI
contrato de compraventa.
a) Cierto. Al igual que cualquier otra prestación contractual referida a una
cantidad de bienes, el precio en la compraventa puede ser determinado o de-
terminable.
Es determinado cuando la suma a pagar por el comprador se encuentra fijada
de antemano entre las partes. Sin embargo, el art. 1133 consigna dos situaciones
adicionales de precio determinado en las que no se establece la cantidad concreta
a abonar: indicación por un tercero y fijación por referencia a otra cosa cierta.
390
Cuando el precio debe ser fijado por otro (designado en el contrato o des-
pués de su celebración), la falta de acuerdo sobre la designación o sustitución
del tercero o la renuencia o imposibilidad de éste en cuanto a la determina-
ción, lleva a las partes a recurrir a la determinación judicial mediante el pro-
cedimiento más breve que prevea la legislación procesal aplicable (art. 1134).
OM
Cabe recordar que la decisión del tercero no admite controversia o impugna-
ción de las partes, excepto pacto expreso o inobservancia de los criterios ex-
presamente establecidos por las partes o de los usos y costumbres (art. 1006).
En el otro caso, las partes estipulan el precio por remisión al valor de otra
cosa cierta. Por ejemplo: se establece que el comprador abonará como precio
de la cosa vendida el equivalente al valor en plaza de un automotor de deter-
minadas características.
.C
Por su parte, el precio resulta determinable en los demás casos en que las par-
tes prevén cualquier otro procedimiento para determinarlo (art. 1133, últ. pte.).
Además de estas reglas de carácter general, se contemplan distintas situa-
ciones particulares sobre la determinación del precio en la compraventa según
DD
las condiciones del objeto que correspondan a la operación jurídica estipulada,
que aquí enunciaremos.
i) Precio no convenido de terrenos por unidad de medida de superficie
(art. 1135). Si los contratantes no convienen el precio por unidad de medida
de superficie de la fracción de tierra objeto de la venta (edificada o no), y la
LA
superficie de terreno tiene una diferencia mayor del cinco por ciento con la
acordada, la parte perjudicada puede pedir el ajuste de la diferencia. En el caso
de que el comprador deba pagar un precio mayor por aplicación de esta regla,
se le concede el derecho a resolver la compra.
ii) Precio convenido de inmuebles por unidad de medida de superficie
(art. 1136). Cuando el precio es convenido por unidad de medida de super-
FI
391
OM
debe ser serio. La seriedad aludida apunta al resguardo del sinalagma genético
en todo negocio oneroso, es decir, a que la relación de valor de las prestaciones
recíprocas resulte adecuada y equilibrada.
En contraposición, suelen citarse como casos anómalos, el precio vil y el
precio irrisorio. El precio vil representa un precio notoriamente inferior al de
mercado y desproporcionado al valor de la cosa. En la práctica, esta desarti-
culación de la relación de valor puede obedecer a un aprovechamiento de la
.C
situación de inferioridad de una de las partes, por lo que la ventaja patrimonial
excesiva puede ser neutralizada o rectificada mediante la aplicación de la figura
de la lesión del art. 332.
Cuando el precio es irrisorio, la relación de valor es meramente simbólica y
DD
carece de toda significación económica. En estos casos, se encubre la ausencia
de onerosidad del acto mediante la fijación de un precio ínfimo. El tercero
perjudicado por el acto simulado puede demandar su nulidad (arts. 334 y 336).
c) En dinero. La propia definición legal del contrato de compraventa del
art. 1123 marca que el precio de la operación debe ser estipulado en dinero.
Del régimen de las obligaciones dinerarias resulta que el deudor debe dar cier-
LA
392
OM
a tal efecto, lo que en los hechos importaba aceptar el carácter de obligación
dineraria aun en contra de la previsión literal de la norma. A grandes rasgos,
se diferenciaba la utilización de la moneda extranjera como cláusula de es-
tabilización o ajuste (supuesto más común), y se interpretaba que el deudor
podía liberarse mediante su conversión a moneda de curso legal al tiempo del
vencimiento de la obligación; el otro caso consistía en la convención específica
según la cual la divisa foránea era escogida como moneda esencial, por lo que
.C
el acreedor podía reclamar el cumplimiento en la misma especie de moneda.
b) Panorama desde 1991. Con la reforma del CC mediante la Ley de Con-
vertibilidad (N° 23.928), la obligación de dar moneda sin curso legal pasó a
considerarse como obligación de dar sumas de dinero (art. 617 ant.). Se reco-
DD
nocía a la moneda extranjera como asimilada al dinero nacional y se legitimaba
expresamente su uso voluntario en los negocios, pese a carecer de curso legal.
Al dejar de ser una obligación de dar cantidades de cosas, su incumplimiento
implica el devengamiento de intereses. A su vez, si el deudor se obligaba a
entregar una determinada especie de moneda, cumplía entregando la especie
LA
designada (art. 619 ant.). Ello significó la adopción del principio nominalista,
en virtud del cual se proclamaba la identidad entre la suma dineraria debida y
la cantidad con la que se cancela la obligación, quedando eliminada la opción
de pagar por equivalente.
Empero, tiempo después, la situación de emergencia económica obligó al
dictado de normas de vigencia transitoria por las que se reestructuraron com-
FI
393
OM
considerarse como de dar cantidades de cosas y el deudor puede liberarse dando el
equivalente en moneda de curso legal”. A renglón seguido, agrega el art. 766,
cuya redacción original también fue modificada: “El deudor debe entregar la
cantidad correspondiente de la especie designada”.
Las disposiciones transcriptas muestran un regreso al régimen anterior a
1991 y el apartamiento del sistema nominalista. La regla general del art. 765
es que las obligaciones en moneda extranjera constituyen obligaciones de dar
.C
cantidades de cosas (en rigor, obligaciones de género, tal la denominación en
el CCyC) y que el deudor puede desobligarse entregando su equivalente en
moneda nacional (obligación facultativa).
La vaga y concisa fórmula empleada en el art. 766, contradictoria con
DD
la última parte del precepto anterior, abre un nuevo conflicto interpretativo
acerca de si configura una excepción a la pauta general del art. 765, o dicho
de otra manera, si resulta válido el acuerdo privado por el cual se establece la
obligación de pagar en moneda extranjera como condición esencial del con-
trato. En punto a ello, un sector importante de la doctrina nacional se ha in-
LA
También robustece esta interpretación el art. 1390, que obliga a los bancos
a restituir los depósitos en moneda de la misma especie.
394
OM
transmisión del dominio), mientras no sea extendida la escritura pública.
Las demás cuestiones jurídicas derivadas del boleto de compraventa serán
evaluadas más adelante en este capítulo.
Rige la libertad de formas para la compraventa de cosas muebles. Sin per-
juicio de ello, el Código regula algunos aspectos de la documentación que
debe expedirse al tiempo de celebrarse el contrato.
En primer término, se establece la obligación del vendedor de entregar al
.C
comprador una factura, a menos que no sea de uso emitirla, en cuyo caso debe
expedir un documento que acredite la venta (art. 1145).
La factura debe contener la descripción de la cosa vendida, el precio, y de-
más condiciones de la operación. A falta de indicación del plazo para el pago,
DD
se entiende que la venta es de contado. Si la factura no es observada dentro de
los diez días de recibida, se presume aceptada en todo su contenido.
Si el vendedor se halla obligado a entregar documentos relativos a las cosas
vendidas (p.ej., remitos, notas de crédito), debe hacerlo en el momento, lugar
y forma establecidos en el contrato (art. 1146). En caso de entrega anticipada
de documentos, el vendedor puede subsanar cualquier falta de conformidad
LA
de éstos hasta el momento fijado para la entrega, siempre que ello no perjudi-
que al comprador.
3. Efectos generales
FI
395
OM
la cosa hasta el momento de la entrega (art. 746) y soportar los riesgos de da-
ños o pérdida de la cosa durante ese lapso (arts. 755 y 1151), y que los frutos
percibidos hasta la tradición le pertenecen (art. 754). Lo atinente a los gastos
de entrega será analizado por separado.
También es preciso referirse a las modalidades de tiempo y lugar de la
entrega. Si la cosa es mueble, en ausencia de convención o usos en contrario,
debe ser entregada dentro de las veinticuatro horas de celebrado el contrato
.C
(art. 1147), y si es inmueble, inmediatamente luego de la escrituración, a
menos que exista un pacto diverso (art. 1139). En cuanto al lugar de entrega
de cosas muebles, de no haber sido estipulado ni determinado por los usos o
particularidades de la operación, se entiende que debe hacerse en el lugar en
DD
que la cosa cierta se encontraba al celebrarse el contrato (art. 1148).
Para la entrega de cosas consistentes en mercaderías, el CCyC dispone cier-
tas reglas propias de la compraventa mercantil, algunas de ellas provenientes
del viejo Código de Comercio.
Una de ellas marca que puede pactarse la puesta a disposición de la mer-
cadería con los mismos efectos que la entrega, sin perjuicio de los derechos
LA
b) Pagar los gastos de entrega. Los gastos que demanda la entrega de la cosa
corresponden al vendedor, excepto pacto en contrario (art. 1138).
El tema exige diferenciar cosas muebles e inmuebles. En materia de mue-
bles o mercaderías, cabe englobar dentro de los gastos a cargo del vendedor los
originados en el traslado hasta el lugar de entrega, embalaje, pesaje y medida a
disposición del comprador o de quien corresponda (art. 1151).
En la compraventa inmobiliaria, la discriminación entre gastos de entrega
y gastos de recepción lleva a examinar la cuestión de las erogaciones vinculadas
con la escrituración del bien.
396
OM
dispuesto por la última parte del art. 1138, representan gastos de escrituración
a cargo del vendedor: los que derivan de la obtención de los instrumentos
correspondientes que deben ser puestos a disposición del comprador (p.ej.,
título de propiedad, certificados registrales y de libre deuda); los relacionados
con el estudio del título y sus antecedentes; los de mensura, de ser necesaria;
los tributos que graven la venta.
Los mencionados rubros pertenecen a los gastos de entrega, ya que se vin-
.C
culan directamente con la obligación de transmisión al comprador de la pro-
piedad libre y en las condiciones legales y contractuales que correspondan.
c) Garantizar por saneamiento. Por tratarse de un contrato oneroso, el
vendedor asume la obligación de saneamiento, comprensiva de las garantías
DD
de evicción y de vicios ocultos, en los términos de los arts. 1033 y ss. Nos
remitimos a lo desarrollado oportunamente sobre el tema en la parte general.
397
OM
En primer lugar, se establece la obligación del comprador de recibir la cosa
y los documentos vinculados con el contrato (art. 1141, inc. b). Para ello,
debe llevar a cabo todos los actos razonablemente a su alcance para permitir
que el vendedor pueda dar cumplimiento efectivo a su obligación de entrega.
Uno de los efectos del recibo del bien es que el comprador, convertido ya
en dueño, soporta los riesgos de la cosa (art. 755).
Además, la recepción de la cosa hace presumir la inexistencia de vicios
.C
aparentes y la calidad adecuada de la cosa, sin perjuicio de lo dispuesto sobre
la obligación de saneamiento (art. 747). La cuestión tiene especial relevancia
en la compraventa de inmuebles, ya que respalda el criterio de la jurispruden-
cia nacional del fuero civil en el fallo plenario “Cipoletti c/Barracas” (1982),
DD
según el cual el comprador que otorga recibo de posesión sin reserva, previo
al acto escriturario, libera al vendedor de responsabilidad por vicios aparentes.
En lo que hace a la recepción de la cosa en la compraventa de mercaderías,
se ha previsto una serie de reglas aplicables a ciertas modalidades difundidas
en el tráfico mercantil, que enunciaremos a continuación.
LA
dor no está obligado a recibir sólo una parte de ellas, excepto pacto en contrario;
si la recibe, la venta y transmisión del dominio quedan firmes a su respecto.
v) Compraventa sujeta a condición suspensiva de la aceptación de la cosa
(art. 1160): se reputa tal cuando el comprador se reserva la facultad de probar
la cosa o cuando se conviene “a satisfacción del comprador”. A falta de estipu-
lación, el plazo para aceptar es de diez días. La cosa se considera aceptada y el
contrato se juzga concluido cuando el comprador paga el precio sin reserva o
deja transcurrir el plazo sin pronunciarse.
398
El art. 1156 fija las pautas objetivas que permiten considerar la efectiva
adecuación de las cosas muebles vendidas a lo convenido, lo que sucede cuan-
do: i) son aptas para los fines a que ordinariamente se destinan cosas del mis-
mo tipo; en este caso, el vendedor no responde por la inadecuación de la cosa
que el comprador conocía o debía conocer; ii) son aptas para cualquier fin
OM
especial comunicado por el comprador al vendedor, excepto que el comprador
no pudiera confiar en la idoneidad y criterio del vendedor; iii) están envasadas
o embaladas de la manera habitual o apropiada para la conservación de tales
mercaderías; tampoco en esta hipótesis el vendedor responde por la inadecua-
ción si el comprador sabía o debía saber de ella; iv) celebrada la compraventa
sobre muestras, son de la misma calidad que éstas.
Se establece asimismo el procedimiento para la determinación de la adecua-
.C
ción de las cosas en los supuestos de compraventa sobre muestras o de cosas que
no están a la vista. Según el art. 1154, el comprador debe informar al vendedor
sin demora de la falta de adecuación de las cosas a lo convenido. Del mismo
modo que el derogado C.Com., la evaluación debe realizarse por peritos arbitra-
DD
dores, excepto estipulación contraria. Si no hay acuerdo sobre la designación del
perito arbitrador, cualquiera de las partes puede demandar judicialmente su de-
signación dentro del término de caducidad de treinta días de entrega de la cosa.
Cuando la venta es convenida mediante entrega a un transportista o a un
tercero sin inspección de la cosa, los plazos para reclamar por diferencias de
LA
399
Los gastos de recibo de cosas muebles son los que derivan, por caso, del al-
macenamiento de los bienes vendidos o del traslado desde el lugar de entrega.
Esto significa que el pago del flete corresponde usualmente al comprador, a
menos que por acuerdo expreso sea asumido por el vendedor de la cosa.
En la compraventa inmobiliaria, el tópico nos devuelve al tema de los gastos
OM
de escrituración. De conformidad con lo preceptuado por el art. 1141, inc. c,
los gastos de recibo, a cargo del comprador, incluyen el testimonio de la escri-
tura pública y los gastos posteriores a la venta (p.ej., gastos de inscripción regis-
tral; gastos de hipoteca, de existir). Los honorarios del escribano interviniente
corresponden también al comprador, como parte de los gastos de recepción.
.C
4. Efectos particulares: cláusulas especiales
En ejercicio de la libertad de determinación del contenido negocial (art.
DD
958), y como efecto accidental del acto, las partes pueden celebrar estipula-
ciones especiales que modifican las consecuencias naturales del contrato de
compraventa. Por su tradición en el tráfico jurídico, muchos de estos pactos
tuvieron reconocimiento legislativo en el Código de Vélez. Sin cercenar la
posibilidad de establecer otras cláusulas diversas, el CCyC ha decidido regular
sólo tres clases de pactos especiales: retroventa, reventa y preferencia. Adicio-
LA
400
OM
que más abajo se explicitarán.
e) Plazo de ejercicio. El derecho de retroventa puede ser convenido por un
término máximo de cinco años, si se trata de inmuebles, y de dos años, si recae
sobre cosas muebles; los plazos se cuentan desde la celebración del contrato
(art. 1167).
Se trata de un plazo de caducidad, por lo que se pierde el derecho a hacerlo
valer una vez vencido el lapso fijado en el contrato, o en su defecto, el máximo
.C
de ley. El tope fijado por la norma (de cinco o dos años, según el caso) respon-
de a una cuestión de orden público: su carácter es perentorio e improrrogable.
En consecuencia, todo término superior establecido en una convención queda
automáticamente reducido al máximo legal.
DD
f ) Efectos. El pacto de retroventa en la compraventa de cosas inmuebles o
muebles registrables es oponible a terceros interesados, si surge de los docu-
mentos inscriptos en el registro correspondiente o si de otro modo el tercero
ha tenido conocimiento efectivo; si el contrato versa sobre muebles no regis-
trables, el pacto no es oponible a terceros adquirentes de buena fe y a título
LA
rir el dominio libre de todos los actos jurídicos celebrados por el comprador
(art. 1969).
Cuando se trata de cosas no registrables, la revocación sólo tiene efecto res-
pecto de terceros de mala fe obligados a restituir la cosa (art. 1967, últ. párr.).
De acuerdo con las pautas reseñadas, durante la vigencia del plazo de re-
troventa el comprador no se encuentra impedido de enajenar a terceros la
cosa adquirida, aunque si ésta registrable, el vendedor que ejerce la facultad
emergente de la cláusula tiene acción contra el tercero adquirente del bien. De
401
OM
derecho del locatario durante todo el plazo pactado, por tratarse de un acto de
administración (arts. 348, párr. 2ª, y 1189, inc. b), sin perjuicio de los derechos
del vendedor respecto de la relación locativa y en tanto nuevo dueño de la cosa.
.C
prada al vendedor, contra la restitución del precio, con el exceso o disminu-
ción convenidos.
b) Función económica. Así como el pacto de retroventa es estipulado en
interés del vendedor, el derecho de reventa se instituye a favor del comprador.
DD
Mediante esta cláusula, el adquirente procura asegurarse la efectiva posibilidad
de realización de un bien y el consiguiente recupero del precio abonado. Se
justifica, por ejemplo, cuando la adquisición del comprador obedece a cir-
cunstancias transitorias. En el caso del vendedor, el interés en la aceptación
del pacto reside en la ventaja patrimonial que supone fijar un precio de reventa
LA
negocio jurídico celebrado con aquéllos, con carácter previo a tornar operativo
su derecho de reventa respecto del vendedor, en miras de concretar la restitu-
ción del bien libre de cualquier acto o carga.
402
OM
concluir un futuro contrato con la otra (art. 997), que opera mediante la de-
claración dirigida por el otorgante de la preferencia al beneficiario en la que le
comunica su voluntad de celebrar el nuevo contrato (art. 998).
La diferencia con la retroventa estriba en que el presupuesto para el naci-
miento del derecho de preferencia a favor del vendedor es la decisión previa
del comprador de enajenar el bien.
b) Función económica. La utilidad práctica del pacto de preferencia en la
.C
compraventa se aprecia en situaciones en las que el vendedor tiene interés en
controlar el tráfico ulterior del bien que transmite (p.ej., venta de una obra
de arte de una institución a un coleccionista), de tal manera que la prelación
sobre la cosa vendida le permite regular adecuadamente su eventual destino
DD
posterior en caso de que el comprador decida en el futuro desprenderse de ella.
En el caso de los inmuebles pertenecientes a conjuntos inmobiliarios, el
derecho de preferencia puede ser establecido para facultar al consorcio de pro-
pietarios o al resto de los copropietarios a adquirir las unidades funcionales
luego de transmitidas (art. 2085).
LA
403
OM
dos o cinco años no se encuentre vencido.
En cuanto a las consecuencias de la omisión del aviso de venta al titular
de la preferencia, es preciso recurrir a lo normado por el art. 1166, que lleva
a distinguir: si el pacto recae sobre cosas registrables y se inscribe en el registro
respectivo, resulta oponible a terceros, por lo que el vendedor puede hacer valer
su derecho contra el tercero adquirente; si la cosa es no registrable, el pacto no es
oponible al tercero adquirente de buena fe y a título oneroso. Los mismos efectos
.C
acontecen cuando la venta a un tercero se efectúa en condiciones diversas (me-
nos onerosas) a las comunicadas oportunamente al acreedor de la preferencia.
La solución comentada difiere de la del viejo Código, que confería validez
a la enajenación realizada sin notificación al beneficiario en cualquier caso, sin
DD
perjuicio del derecho de éste a la indemnización de los daños.
404
OM
a la escrituración; para otra posición, como contrato definitivo, con todos los
efectos de la compraventa, excepto la transferencia dominial), lo cierto es que
el comprador por boleto debía padecer las consecuencias de la precariedad
de su situación jurídica, por la falta de aptitud del instrumento privado para
constituir el derecho real de propiedad.
La necesidad de proveer de tutela legal al adquirente de inmuebles por bo-
leto privado determinó, primero, la sanción de la ley 14.005 (venta de inmue-
.C
bles fraccionados y en lotes), pero principalmente las disposiciones integradas
al Código de Vélez en 1968 por la ley 17.711, con el objetivo de ponerlo
a salvo de algunas de las vicisitudes a las que se encontraba expuesto en el
ínterin de la celebración del boleto y la expedición de la escritura traslativa
DD
de dominio. En esta línea, los arts. 1185 bis y 2355, últ. párr., del anterior
ordenamiento, lograron mejorar la posición jurídica del comprador frente a
las interferencias de derechos de terceros y a ciertos abusos de los vendedores.
El Código Civil y Comercial ratificó la teleología de amparo al comprador
por boleto, aunque reformuló las directrices concretas orientadas a tal fin,
LA
405
OM
quier tipo (embargos, hipotecas) sobre el inmueble enajenado, con fecha pos-
terior al boleto y a la posesión. En estos casos, la publicidad registral colisio-
naba con la publicidad posesoria, y por ende, con el derecho del comprador a
exigir al vendedor la escrituración del bien libre de toda carga. En definitiva,
un capítulo más de la dicotomía entre seguridad jurídica y tutela de la debi-
lidad negocial.
Según el texto actualmente vigente, que respalda la tendencia más solida-
.C
rista en la materia, tanto judicial como autoral, el derecho del comprador por
boleto (veremos luego que resulta casi indispensable ser asimismo poseedor)
prevalece por sobre el de terceros que traban medidas precautorias posteriores,
lo que determina la inoponibilidad de dichos gravámenes al adquirente.
DD
No dejamos de advertir que la norma refiere exclusivamente a medidas
cautelares y no a gravámenes, y que una interpretación literal conduciría a
la inaplicabilidad de la prioridad del boleto frente a acreedores hipotecarios,
contrariando una sustantiva doctrina anterior al CCyC, lo que nos parece
inconveniente.
LA
Para hacer valer dicha prioridad, el adquirente debe reunir una serie de
requisitos estrictos que dispone el art. 1170:
a) Buena fe. La buena fe del comprador, en el supuesto en estudio, im-
plica el desconocimiento por parte de éste de la medida cautelar, en el
sentido de que, al tiempo de otorgarse el boleto, la anotación registral
no debe existir. Caso contrario, el gravamen le es oponible.
FI
406
OM
rable de fecha cierta del boleto, como único modo posible de extender
la eficacia probatoria del instrumento privado a los terceros, en línea
con lo normado en el art. 317. Si bien el Código admite la prueba
de su configuración con amplitud, en el caso que tratamos lo más
sencillo para el comprador en la práctica es recurrir a la certificación
notarial de las firmas.
e) Publicidad registral o posesoria. La exigencia de publicidad está orien-
.C
tada a que el tercero titular de la medida cautelar pueda acceder al
conocimiento de la adquisición del bien por parte del comprador. Sin
embargo, es el requisito que más dificultades concretas acarrea al ad-
quirente por boleto, ya que sencillamente se verá privado del beneficio
DD
de preferencia que le brinda la ley si no obtiene la posesión del bien
de manos del vendedor. En efecto, aunque la norma admite llenar el
recaudo con la publicidad registral, no puede pasarse por alto que la
inscripción de boletos de compraventa en los registros inmobiliarios
(fuera de los casos expresamente previstos, como el de la ley 14.005)
LA
407
proceso colectivo y sin derecho a activar las vías de ejecución individual para
exigir el cumplimiento de las prestaciones a cargo del concursado o fallido (en
el caso de la quiebra, el deudor es directamente desapoderado de sus bienes),
con el objeto de no alterar la igualdad de los restantes acreedores.
El instituto que examinamos brinda protección al adquirente de buena fe
OM
por boleto de compraventa impedido de alcanzar la escrituración del bien a
causa de la presentación en concurso preventivo del vendedor o del decreto
judicial de quiebra de éste, sobreviniente a la firma del instrumento privado.
El art. 1171 del CCyC viene a suplir a su homólogo anterior (art. 1185 bis,
CC) y ratifica la regla de oponibilidad del boleto de compraventa inmobiliaria
al concurso o quiebra del vendedor y el consecuente derecho del adquirente a
solicitar que el juez disponga el otorgamiento de la escritura pública a su favor.
.C
La redacción del dispositivo replica en lo sustancial lo previsto por la Ley de
Concursos y Quiebras (N° 24.522) en su art. 146, párr. 2°.
Para gozar del beneficio que concede la norma, deben reunirse los siguien-
tes requisitos:
DD
a) Buena fe. La tutela está exclusivamente dirigida al comprador de bue-
na fe, esto es, quien contrata con el vendedor ignorando su estado
falencial. Es un recaudo elemental para evitar la insolvencia del deu-
dor provocada por la venta fraudulenta o simulada de sus bienes en
connivencia con terceros.
LA
408
OM
partícipes de la contienda:
a) Concurrencia de comprador por boleto y comprador por escritura
pública: i) si el adquirente con escritura inscripta goza de la posesión,
prevalece sobre el comprador por boleto; ii) si la escritura no tiene ins-
cripción registral, vence el que cuenta con la posesión; iii) si ninguno
tiene la posesión, vence el acreedor por escritura inscripta; iv) si nin-
guno tiene la posesión y la escritura no está inscripta, prevalece aquel
.C
cuyo instrumento (escritura o boleto) cuenta con fecha cierta anterior
(si el boleto no tiene fecha cierta, se impone el derecho del acreedor
por escritura, que siempre la tiene).
b) Concurrencia de dos o más compradores por escritura pública: i) pre-
DD
valece el que cuenta con la posesión (esté o no inscripta su escritura);
ii) si ninguno obtuvo la posesión, vence el adquirente cuya escritura
tiene inscripción registral; iii) si no se otorgó posesión y ninguna de
las escrituras se encuentra inscripta, se impone aquella que sea de fe-
cha anterior.
LA
Todo ello, sin perjuicio de las acciones del comprador (acreedor) de buena
fe frustrado contra el vendedor (deudor) por los daños y perjuicios sufridos
FI
(art. 758).
terceros
El sistema de adquisición de la propiedad de automotores tiene caracterís-
ticas propias, diversas a las que rigen tanto para las cosas muebles no registra-
bles como para los inmuebles. Su régimen legal proviene de las disposiciones
del decreto 6582/58.
Según la mencionada normativa, la transmisión del dominio produce efec-
tos entre las partes y con relación a terceros recién desde la fecha de su ins-
409
OM
con la inscripción registral. A la inversa, el comprador pasa a ser el propietario
de la cosa una vez formalizada la registración, aunque ésta no hubiera sido
entregada.
La inejecución de la obligación de inscribir el vehículo vendido faculta al
comprador a requerir su cumplimiento por vía judicial. En caso de sucesivas
transmisiones de un mismo automotor sin inscripción, el adquirente podría
ejercer la acción tendiente a obtener la registración contra el titular registral,
.C
pese a no haber contratado con éste, por vía subrogatoria (arts. 739 y ss.), o
en su caso, mediante la cesión de los derechos que el vendedor tiene contra el
propietario.
En lo que respecta a la forma, se dispone que los contratos de transferencia
DD
de automotores pueden ser celebrados por instrumento público o privado,
en este último caso mediante la utilización de los formularios previstos a tal
efecto (arts. 1° y 14, decreto 6582/58).
Ahora bien, la venta y posterior entrega de un automotor sin la inscripción
correspondiente, produce un desdoblamiento entre la propiedad registral (que
LA
concurrente, sobre el dueño y el guardián del bien (hoy con base en los arts.
1757 y 1758 del CCyC). En el supuesto que tratamos, la particularidad reside
en que al tiempo del evento dañoso, el propietario ya no cuenta con la guarda
del automotor y resulta ajeno a la causación del evento, a pesar de lo cual es
responsable frente al damnificado. En refuerzo a ello, el decreto mencionado
410
OM
“denuncia de venta” al registro por parte del transmitente. Si la comunicación
de haber efectuado la tradición del automotor es previa al suceso que motiva
la acción indemnizatoria, el titular registral queda liberado de responsabilidad,
ya que convierte al adquirente o a quien lo utiliza en un tercero por quien no
debe responder (art. 27).
Con ello, se puso en tela de juicio la posibilidad de exoneración del ven-
dedor mediante la sola prueba de que enajenó el vehículo, es decir, sin haber
.C
denunciado la venta al registro. Ello motivó un nuevo fallo plenario civil en
la causa “Morris de Sotham” (1993), por el cual se dejó sin efecto la doctrina
fijada en “Morrazo”, lo que, en concreto, importaba consolidar a la denuncia
de venta como único recaudo posible para desvincularse de responsabilidad,
DD
aunque sin necesidad de acreditar otros elementos de convicción.
Más adelante, la Corte Suprema, en el caso “Camargo” (2002), amplió la
exégesis de la norma en cuestión, al establecer que los efectos que la ley atri-
buye a la denuncia de venta, no excluyen la posibilidad de acreditar en juicio
de manera fehaciente que el titular registral transfirió la guarda del vehículo
LA
411
Permuta
1. Nociones introductorias
LA
413
OM
las cosas permutadas en forma correspectiva, dejando en claro la exclusión
del dinero como prestación posible para la configuración correcta del tipo
contractual. Otro dato tipificante de la permuta es la finalidad transmisiva de
dominio que conlleva.
Sin perjuicio de ello, como hemos señalado en el capítulo de compraventa,
el art. 1126 admite que la prestación a cargo de uno o ambos copermutantes
contenga una fracción representada por dinero, siempre que ésta sea de menor
.C
valor que el de la cosa intercambiada; caso contrario, el negocio se interpreta
como compraventa.
es preciso que exista una relación de equivalencia económica entre ambas pres-
taciones. Este recaudo no se exige en las donaciones mutuas, que representan
dos actos a título gratuito aunque vinculados en forma inescindible por una
misma finalidad.
1.4 Caracteres
FI
Los caracteres jurídicos del contrato de permuta son coincidentes con los
que pueden discernirse en la compraventa:
a) Bilateral: ambas partes se obligan de manera recíproca (art. 966).
b) Oneroso: promueven beneficios a las partes que se compensan con
sacrificios correlativos (art. 967).
c) Conmutativo: las ventajas y pérdidas son ciertas para los dos contra-
tantes (art. 968).
d) Formal: cuando versa sobre inmuebles, se exige escritura pública para
que el contrato produzca sus efectos propios (solemnidad relativa), en
los términos de los arts. 969 y 1017, inc. a; si recae sobre muebles, la
permuta es no formal.
e) Nominado: aunque extremadamente concisa, puede decirse que
cuenta con una regulación normativa (art. 970).
414
No hay motivo para sustraer a la permuta de las reglas tuitivas de los con-
tratos de consumo en los casos que uno de los copermutantes interviene en la
operación como proveedor, de manera profesional, aun ocasionalmente. Esta
situación es de cierta habitualidad, por ejemplo, en el ámbito de la permuta
de automotores.
OM
2. Elementos propios
2.1 Objeto: cosas permutadas
La prestación a cargo de cada uno de los permutantes consiste en dar una
cosa que no es dinero.
.C
Corresponde entonces restringir el objeto del acto a la noción de “cosa”
prevista por el art. 16 del CCyC, es decir, un bien material susceptible de valor
económico, y en consecuencia, descartar a los derechos como prestación hábil
en la permuta.
DD
Por aplicación supletoria del art. 1129, cabe inferir que pueden permutarse
todas las cosas susceptibles de ser objeto de los contratos.
Asimismo, resultan aplicables las reglas sobre: a) cosa cierta que ha dejado
de existir (art. 1130): no puede ser objeto del contrato; b) cosa futura (art.
1131): se admite su eficacia; c) cosa ajena (art. 1132): también se reputa válido
el contrato.
LA
415
OM
veinticuatro horas de celebrado el contrato; si es inmueble, inmediatamente
luego de la escrituración; iii) lugar de entrega (art. 1148): donde la cosa cierta
se encontraba al celebrarse el contrato.
b) Pagar los gastos de entrega y recepción. Tanto la entrega como la recep-
ción de la cosa demandan erogaciones cuya distribución las partes pueden con-
venir del modo que estimen más conveniente dentro de la libertad contractual.
En materia de muebles, se consideran gastos de entrega los generados por
.C
el traslado de la cosa hasta el lugar de entrega, embalaje, pesaje y medida a
disposición de la otra parte o de quien corresponda (art. 1151), mientras que
son gastos de recepción, por ejemplo, los provenientes del almacenamiento de
la cosa o de su traslado desde el lugar de entrega.
DD
En el ámbito inmobiliario, los gastos se vinculan con la escrituración del
bien. Se entienden como gastos de entrega la obtención de los instrumentos
pertinentes a disposición del comprador (título de propiedad, certificados re-
gistrales y de libre deuda, etc.), el estudio de títulos, los gastos de mensura y
los tributos que graven la transmisión de la cosa.
LA
El art. 1173 establece que, excepto pacto en contrario, los gastos de entrega
y todos los demás que origine la permuta son soportados por los contratantes
en partes iguales. Esta regla resulta coherente con la singularidad del negocio
en punto a que las dos partes adquieren la propiedad de un bien.
c) Garantizar por saneamiento. Sin perjuicio de remitir en lo pertinente
416
OM
no la habría adquirido o su contraprestación habría sido significativamente
menor, o en su caso, que la evicción se produzca por medio de una sentencia
o de un laudo.
d) Recibir la cosa. Como deber colateral de las partes que complementa
la correspectiva obligación de entrega, los copermutantes se comprometen a
recibir la cosa. Ello involucra la realización de todos los actos razonables que se
encuentren al alcance del receptor para permitir que la otra parte pueda hacer
.C
efectiva la entrega.
Es del caso tener presente que el recibo del bien tiene consecuencias re-
levantes. Por un lado, convierte al permutante en dueño y lo hace soportar
los respectivos riesgos. Por otra parte, hace presumir la inexistencia de vicios
DD
aparentes y la calidad adecuada de la cosa, sin perjuicio de la responsabilidad
por saneamiento.
LA
FI
417
SuminiStro
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
FI
419
OM
Sin embargo, las notas de duración de la relación contractual y de integración
económica de los agentes de la cadena productiva, también permiten ubicarlo
dentro del subgénero de los contratos de colaboración empresarial, cerca de la
distribución o la concesión.
El interés práctico del contrato de suministro ha motivado su tipificación
legal en el Código Civil y Comercial, que lo regula en los arts. 1176 a 1186.
.C
1.2 Definición legal
El suministro es definido en el art. 1176 como “el contrato por el cual el
suministrante se obliga a entregar bienes, incluso servicios sin relación de depen-
DD
dencia, en forma periódica o continuada, y el suministrado a pagar un precio por
cada entrega o grupo de ellas”.
Se destacan en el concepto normativo las obligaciones características de las
partes del contrato. Para el suministrante (también proveedor o abastecedor),
la de proveer bienes o servicios de manera sostenida en el tiempo, en forma
periódica o continuada; para el suministrado o abastecido, el deber de pagar el
LA
ciones singulares del contrato las reglas de los contratos que sean compatibles
con ellas (art. 1186). De esta forma, podrán ser de aplicación supletoria: a la
obligación de entregar cosas, las disposiciones de la compraventa, si se trans-
fieren en propiedad, o las de la locación, si sólo se transmite el uso y goce; a la
obligación de prestar servicios, las del contrato de servicios.
420
OM
su vez dos especies de acuerdo con el derecho que se transmite, pudiendo ser
traslativo de la propiedad o del uso y goce; ii) suministro de servicios.
.C
recíproco de cosas por un precio en dinero. La diferencia sustancial reside en
la estabilidad temporal de la provisión de los bienes que se obliga a brindar
el suministrante al suministrado; la compraventa supone, por definición, una
prestación única que el vendedor promete al comprador. Y aun cuando la
DD
compraventa pueda pactarse accidentalmente a través de entregas fracciona-
das, la duración no es un dato estructural que hace a la finalidad negocial,
como lo es en el suministro periódico, sino una mera modalidad de ejecución
de una sola prestación.
b) Con el contrato de servicios. Cuando el objeto del suministro lo cons-
LA
relaciones jurídicas por las que una de las partes se obliga a brindar un servicio
en forma periódica o permanente a la otra. Cabe ejemplificar lo dicho con el
servicio de televisión por cable, en el que el proveedor asume una prestación
ininterrumpida a favor del cliente.
1.5 Caracteres
El contrato de suministro tiene los siguientes caracteres jurídicos:
a) Bilateral: ambas partes se obligan recíprocamente la una hacia la otra
(art. 966).
b) Oneroso: la prestación que procura a una parte le es otorgada a cam-
bio de una contraprestación de la otra (art. 967).
c) Conmutativo: las ventajas resultan ciertas para ambos contratantes
(art. 968).
421
OM
envergadura económica de las prestaciones que involucre.
e) Nominado: cuenta con una regulación especial prevista por la ley (art.
970).
f ) De duración. Como parte de los fines típicos del acto, el suministro
tiene la característica saliente de proyección temporal, mediante la
ejecución continuada (periódica o permanente) de las prestaciones a
lo largo de un tiempo prolongado.
.C
La categorización del suministro como contrato de consumo y la consi-
guiente aplicación de las disposiciones tuitivas de los usuarios, se encuentra
supeditada al destino que el suministrado asigne a la prestación contratada.
DD
Un ejemplo de esta situación son los servicios públicos domiciliarios. Además
de ello, si las cláusulas contractuales del suministro son predispuestas antici-
padamente por una de las partes para el asentimiento de la otra, corresponde
estar al bloque normativo de los contratos por adhesión.
LA
2. Elementos propios
2.1 Plazos máximos
El Código fija un plazo máximo al contrato de suministro en el art. 1177.
Se contempla allí que el término contractual no puede exceder los diez años,
FI
excepto que tenga por objeto frutos o productos del suelo o del subsuelo, con
proceso de elaboración o sin él, en cuyo caso, el plazo límite se extiende a vein-
te años; en ambos supuestos, computados desde la primera entrega ordinaria.
La concepción del texto legal lleva a considerar que la norma es imperativa.
En consecuencia, todo pacto por un término superior a los citados debe redu-
422
OM
La nota de larga duración del contrato de suministro dificulta al momento
de su concertación la fijación precisa de la cantidad global de bienes que el
proveedor entregará al suministrado a través de sucesivas prestaciones singula-
res, por lo que el objeto del negocio resulta usualmente determinable.
A los fines de establecer parámetros de cuantificación, el art. 1178 distin-
gue tres hipótesis:
a) En ausencia de estipulación, el contrato se entiende convenido se-
.C
gún las necesidades normales del suministrado al tiempo de su cele-
bración. Esta pauta supletoria asume que el suministrante conoce la
envergadura de la explotación de su cliente y las necesidades cuanti-
tativas de aprovisionamiento para satisfacer su producción. De variar
DD
sustancialmente los requerimientos del suministrado, la adecuación al
nuevo esquema requerirá de las partes la renegociación de las condi-
ciones contractuales para garantizar la continuidad de la provisión.
b) Si las partes sólo designan cantidades mínimas y máximas, la ley le
acuerda al suministrado la facultad de determinar la cantidad en cada
LA
423
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del suministrante
a) Entregar los bienes o proveer el servicio. Como débito característico, el
OM
abastecedor se compromete a entregar los bienes en las cantidades convenidas,
las que se calculan en caso de indeterminación por medio de los criterios su-
pletorios fijados por la ley en el art. 1178, ya detallados.
El término de entrega de las prestaciones singulares es el que las partes fijan
en forma expresa o implícita. De no estipularse algo diverso, el plazo para el
cumplimiento se tiene por establecido en interés de ambos contratantes (art.
1180). La disposición es una excepción a la regla general de las obligaciones
.C
a plazo, según la cual el término se presume fijado en beneficio del deudor
(art. 351). De este modo, el adelantamiento de la entrega sólo es posible con
acuerdo de las partes, de modo tal que ni el suministrante puede atribuirse la
potestad de cumplir antes del vencimiento del plazo pactado, ni el suministra-
DD
do tiene autoridad para exigir el envío anticipado de las prestaciones.
Ya hemos expresado que el objeto del contrato puede consistir en la provi-
sión de un servicio. En cuanto a ello, el CCyC se aparta del modelo regulato-
rio corriente en el derecho comparado.
La prestación puede ser de ejecución periódica (p.ej., servicio de asistencia
informática) o permanente (p.ej., provisión de servicio de conexión a internet).
LA
b) Dar aviso de toda variación en las entregas. Según hemos señalado más
arriba, el art. 1179 obliga al suministrante a anticipar cualquier modificación
en sus posibilidades de entrega de los bienes, con razonable antelación.
c) Garantizar por saneamiento. En las prestaciones que consisten en la
424
OM
En ausencia de convención o uso sobre el plazo para el pago en las presta-
ciones singulares, el precio debe ser abonado dentro de los primeros diez días
del mes calendario siguiente al de la entrega (art. 1181, inc. c).
b) Dar aviso de toda variación en las necesidades de recepción. Se trata de
la obligación prevista por el art. 1179, ya comentada. Remitimos a lo dicho
sobre el punto.
c) Restituir los bienes. En el suministro de uso y goce, el abastecido tiene la
.C
obligación de devolver los bienes provistos por el suministrante en el tiempo
estipulado, o bien, al extinguirse el contrato.
DD
4. Efectos particulares: pacto de preferencia
El CCyC regula en el art. 1182 los alcances de la cláusula de preferencia,
habitual en la operatoria del suministro, en virtud de la cual una de las partes
confiere a la otra la prioridad para la celebración de un nuevo contrato futuro
LA
425
OM
usos. La rescisión intempestiva (por omisión del preaviso) genera la obligación
de indemnizar los perjuicios al cocontratante afectado.
Cabe recordar además que el ejercicio del derecho de rescisión unilateral
no puede ser abusivo, por lo que, en la medida de lo razonable, exige dar a la
otra parte la otra la oportunidad de renegociar las condiciones contractuales
(art. 1011).
También se regula el caso de resolución por inejecución de las obligaciones
.C
en cualquiera de las prestaciones singulares (art. 1184). En línea con la causa
tipificante del contrato vinculada a la duración, el incumplimiento que auto-
riza al acreedor a resolver el suministro, tiene un parámetro de ponderación
calificado comparado con el que se exige de ordinario para los contratos bi-
DD
laterales en el art. 1084. Aquí el Código habla de “incumplimiento de notable
importancia”, en el sentido de “poner razonablemente en duda la posibilidad del
incumplidor de atender con exactitud los posteriores vencimientos”. Todo ello,
siempre que las partes no estipulen modalidades especiales de incumplimiento
que faculten a la resolución (art. 1086).
LA
426
ceSión de derechoS
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
La figura de la cesión de derechos comprende una amplia gama de situa-
427
OM
de dar que involucra en su fisonomía más típica, sin desconocer, por un lado,
la modalidad gratuita que puede adoptar, como asimismo su peculiar caracte-
rística de negocio transmisivo de obligaciones, que pone al adquirente en el lu-
gar que ocupaba el enajenante en la relación jurídica objeto de la transferencia.
.C
transfiere a la otra un derecho”.
El concepto legal se limita a citar la obligación característica y elemental
del contrato a cargo del cedente, cual es la de transmitir el derecho al cesio-
nario. Según esta holgada concepción, el contrato puede ser pactado a título
DD
oneroso o gratuito; todo indica que la contraprestación dineraria no es un
dato tipificante de la operación jurídica.
Una cuestión apreciable a simple vista en la definición del Código es el
efecto transmisivo que le otorga al contrato, en tanto el mero consentimiento
produce la transferencia del derecho entre las partes, sin necesidad de observar
LA
428
los contratos a cuya matriz pertenece la cesión, en todo aquello que no resulte
regulado en el capítulo dedicado a este contrato.
Así, según lo establecen los arts. 1614 y 1615, rigen en subsidio las reglas:
a) de la compraventa, cuando la cesión es onerosa y la contraprestación con-
siste en un precio en dinero; b) de la permuta, cuando la cesión es onerosa y
OM
prestación correspectiva versa sobre la transmisión en propiedad de un bien;
c) de la donación, cuando la cesión es gratuita; d) de la prenda de crédito,
cuando la cesión es en garantía.
El último de los supuestos referidos atañe a la transmisión de un derecho
de crédito para asegurar el cumplimiento de una obligación que el cedente
tiene con el cesionario o con un tercero. En caso de falta de pago, el acreedor
puede ejecutar el crédito cedido contra el respectivo deudor para cancelar la
.C
obligación primigenia. En cambio, si el deudor original cumple, la titularidad
del crédito vuelve al cedente. Un caso particular es el fideicomiso en garantía
(art. 1680). Las normas sobre prenda de créditos se encuentran en los arts.
2232 a 2237.
DD
1.4 Caracteres
Los caracteres jurídicos del contrato de cesión de derechos son los que se
detallan a continuación:
a) Bilateral o unilateral: si se pacta una contraprestación por el derecho
LA
2. Elementos propios
2.1 Objeto
2.1.1 Derechos que pueden ser cedidos
El art. 1616 enuncia el objeto mediato del contrato con gran amplitud:
429
“todo derecho puede ser cedido, excepto que lo contrario resulte de la ley, de la
convención que lo origina, o de la naturaleza del derecho”.
La laxitud de la previsión legal es consistente con la pauta general del Có-
digo sobre transmisibilidad de los derechos (art. 398) y permite abarcar en
su seno cualquier tipo de derecho individual sobre los bienes que integran el
OM
patrimonio de la persona, es decir, aquellos susceptibles de valor económico
(arts. 15 y 16). Cabe afirmar entonces la aptitud de la cesión para transferir
derechos de naturaleza personal, real, intelectual o hereditaria. Tampoco se
formula restricción respecto de las modalidades o características del derecho
objeto de disposición, por lo que es dable ceder derechos bajo condición o
plazo, litigiosos, futuros, eventuales, sujetos a alea, ajenos, etc.
Sin dudas, la cesión de créditos constituye el supuesto de mayor ocurrencia
.C
en la práctica negocial de esta figura. Pero además, el CCyC aborda dos cues-
tiones particulares en cuanto al objeto de la cesión que no habían sido materia
de regulación en el ordenamiento civil precedente: la cesión de deudas (arts.
1632 a 1635) y la cesión de posición contractual (arts. 1636 a 1640). Ambos
DD
tópicos serán tratados más abajo en forma especial.
El contenido del derecho que se transmite es el que resulta de las mismas
condiciones que gozaba el cedente (art. 399), con todos los accesorios, cargas,
restricciones, ventajas, garantías y privilegios, que se traspasan a la titularidad
del cesionario.
LA
contrato, se encuentra prevista en los arts. 2302 a 2309, dentro de las disposi-
ciones del derecho sucesorio.
La cesión de la herencia no importa transferir la calidad de heredero sino el
contenido patrimonial de aquélla en cuanto universalidad de bienes (en todo
o en una parte alícuota), independiente de los bienes que la integran. Más
430
escritura pública (art. 1618, inc. a). En cuanto a los efectos respecto de terce-
ros interesados (coherederos, legatarios y acreedores del heredero cedente), se
producen desde que la escritura pública se incorpora al expediente sucesorio
(art. 2302, inc. b), situación diversa a la cesión de derechos en general, que
precisa de la notificación al deudor cedido.
OM
2.1.2 Exclusiones
Los límites a la transferibilidad de los derechos están dados, en general, por
las normas sobre imposibilidad e ilicitud del objeto de los actos jurídicos (art.
279) y de los contratos (1004), y en particular, por las disposiciones propias
de la cesión de derechos. En este sentido, se exceptúan de la aptitud jurídica
para constituir objeto válido del contrato los casos vedados por la ley, por la
convención o por la naturaleza del derecho (art. 1616), así como los derechos
.C
inherentes a la persona.
a) Intransmisibilidad legal. Son disposiciones expresas que impiden que
ciertos derechos puedan ser cedidos por vía contractual. Algunos supuestos
de prohibición previstos en el Código son: prestación alimentaria futura (arts.
DD
539 y 540); herencia futura (art. 1010); pacto de preferencia en la compraven-
ta (art. 1165); derecho real de habitación (art. 2160). Además, existen diversos
casos contemplados en leyes especiales (beneficios previsionales, indemniza-
ción por accidente de trabajo, etc.).
b) Intransmisibilidad convencional. Como parte de la facultad de auto-
LA
lo impida (el art. 1972 veda los pactos de no transmitir a persona alguna el
dominio de una cosa determinada, pero la prohibición sólo está referida a ese
derecho), no encontramos cercenada la libertad de configuración de la cláusu-
la en la estructura de los contratos paritarios.
c) Intransmisibilidad por naturaleza. Se trata de una categoría genérica
para los casos en que las características intrínsecas del derecho involucrado
obstan a la aptitud transmisiva. Así, no podría ser cedido el derecho de revocar
la donación por ingratitud o el de revocar un testamento; tampoco consienten
su transferencia, por ejemplo, el derecho a la convivencia o a la fidelidad entre
los cónyuges o el derecho de titularidad de la responsabilidad parental.
d) Intransmisibilidad de derechos inherentes a la persona. Esta hipótesis
puntual, concebida por el art. 1617, atañe a facultades de la persona humana
titular del derecho, inseparables de su condición de tal, y por ende, no suscep-
431
tibles de cesión a terceros (p.ej., derecho a la reparación del daño moral por le-
sión a la integridad personal, a la libertad, al honor, a la libertad o a la imagen).
OM
perjuicio de los casos en que se admite la transmisión del título por endoso o
por entrega manual (art. 1618, párr. 1°).
Se trata de una forma meramente probatoria, cuya omisión genera una
dificultad en la acreditación judicial del contrato que puede ser sorteada me-
diante la demostración de cualquiera de los extremos contemplados por el art.
1020, pero que no interfiere en la eficacia del acto.
La salvedad efectuada con relación a las transmisiones que operan median-
.C
te endoso o entrega manual están referidas a la cesión de derechos incorpora-
dos a un instrumento o título valor (p.ej., pagaré, cheque, certificado de de-
pósito), para los que basta observar el mecanismo de transferencia prescripto
por la ley en función de su modo de creación y circulación: títulos a la orden,
DD
transmisibles a través de endoso; títulos al portador, transmisibles por medio
de la tradición.
En cambio, dispone el art. 1618 que la cesión debe otorgarse por escritura
pública cuando versa sobre derechos hereditarios, derechos litigiosos y dere-
chos derivados de actos instrumentados por escritura pública. La formalidad
LA
Los derechos litigiosos son aquellos sobre los que recae una disputa en sede
judicial en la que se controvierte su titularidad o alcance. Si bien nada impide
la transferencia de un derecho en litigio, la especial situación de conflicto que
lo afecta le impone al acto transmisivo mayor solemnidad que a otros. No
obstante, si el derecho litigioso cedido no involucra derechos reales sobre in-
432
OM
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del cedente
a) Entregar los documentos probatorios del derecho cedido. Para tornar
operativas las facultades acordadas al cesionario a partir de la celebración del
.C
contrato, el cedente debe entregarle la documentación en su poder que haga
al derecho transmitido (art. 1619).
Conviene tener presente que la transferencia del derecho entre las partes
DD
acontece con la mera perfección del contrato de cesión (arg. art. 1614). Lo
que resta luego es el cumplimiento de otros deberes colaterales a la transmi-
sión del derecho. En este caso particular, la entrega de los documentos permite
al cesionario acreditar ante terceros la titularidad del derecho adquirido para
su posterior ejercicio.
Si la cesión es parcial (se transmite parte de los derechos incorporados a
LA
sea conocida por el cesionario). Esta doble garantía lleva aparejada, por un
lado, la certidumbre de la titularidad del derecho del transmitente, esto es, la
existencia del derecho dentro de su patrimonio, y asimismo, que el derecho
no se encuentra afectado por causas que obsten a su validez, tales como vicios
del acto de adquisición. Es de toda lógica la salvedad de los derechos litigiosos
o dudosos, toda vez que no puede asegurarse de éstos su vigencia ni su legiti-
midad hasta tanto sean objeto de certeza; por tal razón, el cesionario toma a
su cargo el riesgo inherente a la condición del derecho.
433
OM
recibido, con sus intereses; siendo de mala fe, además del precio y sus intere-
ses, debe la diferencia entre el precio de la cesión y el valor real del derecho
cedido (art. 1629).
Queda fuera del alcance de la obligación que comentamos la garantía sobre
la solvencia del deudor cedido o de sus fiadores, excepto pacto en contrario
o mala fe del cedente (art. 1628, últ. pte.). La pauta general en materia de
derechos creditorios es que el cedente no asegura la solvencia del deudor ni
.C
del fiador.
La excepción a la regla por mala fe del cedente debe ser entendida como el
ocultamiento doloso de la incobrabilidad del deudor conocida por aquél. Con
sentido práctico, el CCyC se apartó del ordenamiento antecedente, en el que
DD
el transmitente aseguraba la solvencia del deudor cedido si la insolvencia de
éste era anterior y pública, y que en el supuesto de mala fe sancionaba al ce-
dente con la responsabilidad por los daños y perjuicios causados al cesionario.
La otra excepción es la asunción convencional del cedente de la garantía de
la solvencia del deudor cedido, como elemento accidental del contrato. Resul-
LA
tan de aplicación al caso las reglas sobre fianza en la especie de la fianza simple
o con beneficio de excusión, lo que implica que el cesionario debe ejecutar los
bienes del deudor antes de proceder contra el cedente, excepto que el deudor
se halle concursado o quebrado (art. 1630).
434
OM
4.1 Oponibilidad de la cesión a terceros: la notificación al deudor cedido
La cesión es oponible a terceros desde la notificación al cedido (art. 1620).
A partir de dicha comunicación que produce la toma de conocimiento de
la transmisión, debe reconocerse en el cesionario la titularidad del derecho
cedido.
Si bien la norma alude de manera global a “terceros”, es decir, a todo sujeto
ajeno al contrato, por razones lógicas la trascendencia de esta cuestión queda
.C
circunscripta a los terceros interesados, quienes serán en definitiva los úni-
cos destinatarios del acto notificatorio. Dentro de esta categoría corresponde
incluir, en primer lugar, al deudor cedido, en tanto la comunicación de la
transferencia del crédito determina la sustitución de su acreedor primitivo. La
DD
celebración del negocio de cesión también resulta de interés para los acreedo-
res del cedente y para otros cesionarios del mismo crédito.
Nada se dice sobre la parte que tiene a su cargo la notificación, por lo que
cualquiera de ellas puede realizarla eficazmente. Empero, lo cierto es que el
cesionario, devenido en nuevo acreedor, es quien tiene el mayor interés en
LA
llevar a cabo la comunicación, para poder ejercer sus derechos ante el cedido.
En caso de pluralidad de cedidos, se infiere que todos deben ser notificados.
435
OM
notificación al deudor cedido, con efecto erga omnes, sin necesidad de que se
le dirija a cada uno de ellos una comunicación particular. Debe admitirse que
este sistema no es más que una solución pragmática del legislador, pero lejos
está de asegurar la efectiva toma de conocimiento de los terceros.
.C
sivo respecto de terceros con una serie de consecuencias jurídicas que reseña-
remos seguidamente.
4.3.1 Eficacia del pago
Una vez notificado de la cesión, el pago del cedido sólo es válido si se hace
DD
al cesionario; caso contrario, no tiene efecto extintivo del crédito (arts. 883,
inc. a, y 885). Lo propio cabe expresar de otros modos de extinción de las
obligaciones (compensación, confusión, etc.).
En cambio, los pagos hechos por el cedido al cedente antes de serle no-
tificada la cesión, así como las demás causas de extinción de la obligación,
LA
tienen efecto liberatorio para él (art. 1621). Sin perjuicio de ello, el cedente
que recibe el pago del deudor antes de la notificación es responsable frente al
cesionario por el incumplimiento contractual que ello supone.
4.3.2 Actos conservatorios
Durante el lapso que transcurre entre la celebración del contrato de cesión
y la notificación al deudor cedido, tanto el cedente como el cesionario pueden
FI
436
OM
demás. La regla es una aplicación del axioma “primero en el tiempo, mejor en
el derecho”, aunque referida únicamente al acto notificatorio, es decir, con pres-
cindencia del momento en que fue celebrada cada una de las cesiones en pugna.
Para el caso que las notificaciones se practiquen el mismo día, el Código
parece conferir preferencia a quien logre probar que lo hizo en determinada
hora anterior al resto; si no hay indicación de la hora, los cesionarios quedan
en igual rango (art. 1626). En tal supuesto, se entiende que los cesionarios
.C
concurren a prorrata.
Sin perjuicio de todo ello, los cesionarios vencidos tienen acción contra el
cedente incumplidor.
4.3.4 Conflicto entre cesionario y acreedores del cedente
DD
Toda vez que la eficacia de la cesión frente a los acreedores del cedente
también depende de la notificación al deudor cedido, en caso de concurso
o quiebra de aquél, el cesionario debe notificar antes de la presentación en
concurso preventivo o de la sentencia declarativa de la quiebra (aunque ello
ocurra luego de la cesación de pagos), para oponer la transmisión del crédito
LA
que prevalece el derecho del cesionario sobre el del acreedor cuando notifica
al cedido antes del embargo del crédito, e inversamente, si la medida cautelar
es previa a la notificación.
5. Cesión de deudas
A diferencia de lo que sucede con la cesión de derechos creditorios, en
437
OM
deuda (propiamente dicha), la asunción de deuda y la promesa de liberación.
a) La cesión de deuda, además del acuerdo entre deudor y tercero, requiere
el consentimiento del acreedor. Se diferencia de la novación por cambio de
deudor, en que ésta no implica la transmisión de la obligación sino su extin-
ción y el nacimiento de otra nueva que la reemplaza (art. 933).
Se abren diversas hipótesis posibles a partir del acuerdo entre deudor y ter-
cero: i) si el acreedor presta conformidad plena, el obligado pasa a ser el tercero
.C
y el deudor se libera; ii) si el acreedor consiente la cesión, pero no acepta la li-
beración del deudor, el tercero queda obligado como codeudor subsidiario del
deudor original; iii) si el acreedor es ajeno a la cesión, la transmisión es válida
entre partes (deudor y tercero), pero inoponible al acreedor, lo que asimila la
DD
situación a la promesa de liberación del art. 1635.
En el primer caso, el tercero cesionario de la deuda se obliga a cumplir en
las mismas condiciones que el deudor primitivo (ya desobligado) y puede opo-
ner al acreedor todas las defensas nacidas de la relación jurídica de la que surge
la deuda, además de las personales que el tercero tenga contra el acreedor. En
LA
438
OM
Cabe distinguir esta figura del contrato a cargo de tercero como promesa
de cumplimiento (art. 1026). En el instituto que aquí tratamos, el tercero se
obliga hacia el deudor, mientras que en el otro caso es el deudor quien prome-
te al acreedor la ejecución por parte de un tercero.
La promesa es inoponible al acreedor, lo que significa que el deudor no
podría liberarse planteando la existencia de ella; de igual modo, no puede ser
invocada por el acreedor de modo de permitirle ejecutar al tercero promitente.
.C
En cambio, si la promesa es convenida como una estipulación a favor de ter-
cero (arts. 1027 y 1028), una vez aceptada por el acreedor (beneficiario), éste
tiene acción directa contra el tercero (promitente).
DD
6. Cesión de posición contractual
El CCyC ha otorgado tipicidad particular a esta figura que en el CC úni-
camente había sido receptada para supuestos puntuales como la locación. Ello
LA
439
OM
tractual en los “contratos con prestaciones pendientes”, lo que muestra que el
campo de actuación del instituto se ubica en los contratos de ejecución diferi-
da o de ejecución continuada.
Aunque no lo diga la ley, existe consenso doctrinario respecto de que el
contrato cuya posición se cede debe ser bilateral, ya que se transfiere el plexo
complejo de derechos y deberes del cedente, de lo que se colige que el negocio
ha de contener obligaciones recíprocas; de no ser así, hablaríamos simplemen-
.C
te de cesión de créditos o de deudas.
La factibilidad de la operación jurídica requiere que al menos algunas de
las prestaciones que constituyen su objeto inmediato no se encuentren cum-
plidas en su integridad.
DD
Por otro lado, las obligaciones involucradas en la transmisión no pueden
depender de calidades personales del cedente.
b) Consentimiento del contratante cedido. Se exige la conformidad de la
otra parte del contrato transmitido, la que puede tener lugar antes, simultá-
neamente o después de la cesión.
LA
440
Como regla, el cedente queda apartado del plexo normativo del contrato
y el cedido no puede accionar en su contra, excepto que exista una cláusula
que contemple el mantenimiento de las obligaciones del cedente por incum-
plimiento del cesionario, en cuyo caso, el cedido debe comunicarle de la ineje-
cución dentro de los treinta días de ocurrida, bajo apercibimiento de dejarlo
OM
liberado de responsabilidad (art. 1637, párr. 2°).
Los contratantes cedidos pueden oponer al cesionario todas las excepcio-
nes derivadas del contrato base, pero no las fundadas en otras relaciones con el
cedente, a menos que hayan hecho expresa reserva al consentir la cesión (art.
1638).
d) Alcance de la garantía. El cedente garantiza al cesionario la existencia
y validez del contrato (art. 1639). Es una emanación de la obligación de sa-
.C
neamiento por evicción, en la que el derecho transmitido es la integralidad de
la posición contractual que gozaba el cedente y en los mismos términos. Esta
garantía de legitimidad de la relación negocial permite al cesionario reclamar
al cedente, por ejemplo, si existe una causal de nulidad del contrato que no fue
DD
debidamente impuesta a aquél.
No se impide la renuncia convencional a la garantía por la existencia o
eficacia del contrato, a menos que la inexistencia o la nulidad obedezcan a un
hecho imputable al cedente. La solución constituye una aplicación del prin-
cipio de buena fe.
LA
441
locación
1. Nociones introductorias
1.1 Antecedentes normativos. Trascendencia económica y social de la
locación
El contrato de locación, particularmente el que atañe a bienes inmuebles,
ha estado sometido a una marcada intervención legislativa a lo largo del tiem-
po, dato que se explica en la indudable relevancia económica y social que
reviste el régimen jurídico de los alquileres dentro del sistema habitacional, y
443
que justifica una injerencia más intensa de los poderes públicos en la autono-
mía de la voluntad.
Como parte de las políticas sociales implementadas en determinados mo-
mentos históricos del país, el legislador se preocupó por asegurar a los arrenda-
tarios la permanencia en la vivienda locada a través de disposiciones de orden
OM
público, a costa de trasladar en buena parte las consecuencias económicas y
jurídicas de ello a los locadores.
De este modo, imperó durante años una legislación de emergencia locativa
paralela al CC, que en los hechos derogaba transitoriamente las leyes suple-
torias de dicho ordenamiento, al mismo tiempo que relativizaba la libertad
contractual mediante la determinación de precios y la prórroga automática de
los plazos pactados en los contratos.
.C
Luego de una primera etapa de esta tendencia entre 1921 y 1925, sobrevi-
no un extenso período normativo de excepción iniciado en 1943, y que con
distintos matices perduró hasta 1974. Pese al propósito solidarista de las leyes
de emergencia, su exagerada vigencia temporal dejó expuestas consecuencias
DD
en muchos casos más perniciosas que las que se pretendían erradicar, como
la severa retracción del mercado locativo y el favorecimiento de abusos me-
diante operaciones usurarias concertadas por el uso simulado de otras figuras
contractuales.
Asimismo, desde 1984 rigió la Ley de Locaciones Urbanas (N° 23.091),
LA
444
OM
cual “una parte se obliga a otorgar a otra el uso y goce temporario de una cosa, a
cambio del pago de un precio en dinero”.
El dispositivo supera las deficiencias metodológicas del viejo CC, que con-
tenía una definición tripartita que abarcaba tipos contractuales diversos aun-
que unificados bajo un nombre común y genérico (“locación”), y que hoy son
materia de tipificación separada: la locación (en sentido propio), los servicios
y la obra.
.C
Tampoco puede soslayarse la notable racionalización operada en cuanto a
la técnica legislativa del CCyC, al haber reducido en forma drástica la canti-
dad de normas en relación al -ciertamente sobreabundante- articulado de su
predecesor.
DD
Además, la noción legal resalta el carácter temporario del derecho personal
de uso y goce que el locador acuerda al locatario. Luego veremos que el tiem-
po de duración del contrato constituye un elemento propio del negocio, con
estricta regulación en la ley.
Las partes del contrato pueden ser denominadas, indistintamente, como
LA
445
OM
herencia; la locación únicamente tiene como objeto cosas no fungibles; iv)
la muerte del usufructuario extingue el derecho; en caso de fallecimiento del
locatario, el contrato se transmite activa y pasivamente a los herederos, y en
el caso de la locación habitacional, tienen derecho a continuarla quienes han
cohabitado con el arrendatario (arts. 1189, inc. a, y 1190).
b) Con el comodato. Convergen los dos tipos contractuales en cuanto a
la transferencia del uso que producen. Sin embargo, la locación comprende
.C
también el goce de la cosa a favor del locatario, derecho que el comodatario
no tiene. Por otra parte, el comodato es un contrato gratuito, mientras que la
locación es onerosa.
c) Con el hospedaje. La comparación entre el contrato atípico de hospeda-
DD
je y la locación inmobiliaria para vivienda se justifica, pues en ambos casos una
de las partes tiene acceso a un bien inmueble para residir temporariamente
en él, a cambio de un precio. Pero las diferencias son notorias, ya que en el
hospedaje no hay entrega de la cosa al pasajero, lo que permite al hotelero, en
caso de falta de pago de la estadía, proceder directamente a impedir el acceso
LA
1.4 Caracteres
FI
446
OM
que la forma escrita impuesta tiene también una función publicitaria,
de modo que el contrato es inoponible a terceros si no es hecho por
escrito. El recaudo de presentación del contrato de locación inmobi-
liaria ante AFIP que trae el art. 16 de la ley 27.551, debe ser entendi-
do estrictamente como una obligación fiscal, cuya inobservancia no
perjudica la validez ni altera los plenos efectos del acto.
e) Nominado: tiene su regulación legal puntual y exhaustiva en el Códi-
.C
go (art. 970).
f) De ejecución continuada o tracto sucesivo. Ambas prestaciones esen-
ciales se desarrollan a lo largo de un tiempo considerable, una de ellas
de cumplimiento permanente (la habilitación del uso y goce al locata-
DD
rio) y otra, en la mayoría de los casos, de ejecución periódica (el pago
del alquiler).
rechos personales de uso y goce (art. 2142, últ. párr.), por lo que se halla
legitimado para convenir el alquiler de la cosa.
d) Locatario. El derecho de uso y goce del locatario incluye la facultad de
subarrendar el bien locado, aunque para ello se exige el consentimiento del
locador.
e) Condómino. No se admite la posibilidad de locar un bien por decisión
de uno o más condóminos sin la conformidad de los demás, o bien, la decisión
de mayoría absoluta en asamblea (arts. 1992 y 1993).
447
OM
g) Usuario y habitador. El derecho real de uso, aun cuando comparte sus
notas características con el usufructo, lleva ínsitas las limitaciones que hacen a
la extensión del uso y goce, por lo que virtualmente se considera intransmisi-
ble. Las disposiciones sobre el derecho real de habitación impiden la transmi-
sibilidad de las facultades del habitador, así como la constitución de derechos
reales o personales.
Se contempla el caso de que el locador sea una persona jurídica de derecho
.C
público (p.ej., Estado, entidades autárquicas y demás designadas en el art.
146), lo que torna aplicables las normas de derecho administrativo, y subsi-
diariamente, las del CCyC (art. 1193). En el caso del Estado, el precepto se
ajusta al propósito de utilidad pública que se persigue en el arrendamiento de
DD
bienes públicos. Sin embargo, cuando el Estado asume el carácter de locatario,
el contrato pertenece a la esfera del derecho privado.
Por último, los contratos de locación celebrados por los progenitores res-
pecto de bienes de los hijos menores de edad llevan implícita la condición de
extinguirse cuando la responsabilidad parental concluya (art. 691).
LA
2. Elementos propios
2.1 Objeto
2.1.1 Cosa locada
FI
Según la regla general estatuida por el art. 1192, “toda cosa presente o futura,
cuya tenencia esté en el comercio, puede ser objeto del contrato de locación, si es
determinable, aunque sea sólo en su especie”.
Dentro de la vastedad de situaciones comprendidas se encuentran las co-
sas muebles e inmuebles, presentes o futuras, determinadas o determinables.
También quedan abarcadas las cosas ajenas, como se ha visto en el punto ante-
rior, dado que no es requisito para dar en locación la condición de propietario
del bien.
Tomando en cuenta la previsión legal del art. 1188 que menciona a las uni-
versalidades de bienes, puede inferirse la posibilidad de concertar el alquiler de
fondos de comercio.
Aunque la fórmula legal parezca ilimitada, por estricta lógica no cabe in-
cluir a las cosas fungibles ni a las cosas consumibles, las que debieron ser ex-
448
ceptuadas del objeto mediato del contrato, ya que al ser sustituibles por otras
equivalentes o agotarse con el primer uso, queda impedida la restitución del
mismo objeto que se entregó, a menos que tales bienes se alquilen como no
fungibles o no consumibles (p.ej., vinos añejos para su exposición).
El Código de Vélez admitía el arrendamiento de cosas fuera del comercio,
OM
si es que no resultaban nocivas al bien público y a la moral y buenas costum-
bres. Ahora se requiere que el objeto de la locación sean cosas cuya tenencia
esté en el comercio, lo que tampoco impide el alquiler de bienes inenajenables,
siempre que su uso y goce sean susceptibles de transmisión por acto jurídico.
A falta de previsión diversa, se consideran incluidas en la locación los fru-
tos y productos ordinarios de la cosa (art. 1192, in fine).
2.1.2 Precio
.C
No existen mayores disposiciones en el CCyC acerca del precio de la loca-
ción. Sólo se establece que la contraprestación del locatario al uso y goce otor-
gado por el locador debe ser en dinero. En lo restante, se efectúa una remisión
a las normas relativas a la compraventa.
DD
Sobre este punto, es preciso reconocer la problemática que se presenta en
Argentina con la depreciación monetaria en los contratos de locación de in-
muebles. La vigencia de la prohibición de repotenciar deudas mediante índi-
ces de precios (ley 23.928) ha obligado a buscar mecanismos alternativos que
permitan mantener en la mayor medida posible el equilibrio sinalagmático de
LA
los contratos a lo largo del tiempo. Entre las herramientas más utilizadas están
los “alquileres escalonados” (se fijan precios diferentes para las distintas etapas
temporales del contrato), modalidad históricamente aceptada por los tribu-
nales por no representar una cláusula de ajuste y cumplir con el recaudo de
precio cierto para las partes, al pactarse el valor determinado de los alquileres
de antemano y para todo el período contractual.
FI
449
OM
samente). Sobre las particularidades de las obligaciones en moneda extranjera
cabe remitirse a lo desarrollado en el contrato de compraventa.
2.2 Causa
A diferencia de la mayoría de los tipos contractuales regulados, en que
se prescinde de disposiciones sobre la causa fin del negocio, el punto reviste
importancia en la locación y el Código le dedica algunos preceptos especiales.
.C
2.2.1 Destino de la cosa
La cuestión del uso específico o destino de la cosa locada es de relevancia
para ambas partes contratantes. Para el locatario, en la medida que el bien
debe servirle a la finalidad para la cual es arrendado. Para el locador, por su
DD
interés de que se respete el destino exclusivo para el cual concedió autorización
contractual, y al mismo tiempo, que no se desnaturalice o deteriore la cosa por
un uso impropio.
Por estas razones, el art. 1194 expresa que el locatario debe darle a la cosa
el destino acordado en el contrato, y a falta de convención, el que tenía al
LA
450
OM
ciones que rigen la locación habitacional (art. 1194, últ. párr.). La solución es
acorde con la teleología de mayor amparo que las normas sobre alquileres de
vivienda ofrecen a los locatarios.
Además de estas directivas, el art. 1203 se ocupa de resguardar la finalidad
típica del contrato desde la posición jurídica del locatario. Contempla el su-
puesto de imposibilidad de usar y gozar de la cosa o de servirse de ella para el
fin programado en el contrato, por causas no imputables al mismo locatario.
.C
Entendemos que la disposición concierne tanto al objeto, si se produce la pér-
dida total o parcial de la cosa por un evento extraordinario, como a la causa,
cuando el impedimento recae sobre el propósito negocial específico aunque
la prestación siga siendo factible desde el punto de vista material (v.gr., impo-
DD
sibilidad de aprovechar económicamente el bien locado cuando una norma
sobreviniente prohíbe el tipo de explotación que las partes habían convenido).
Esta última situación encuadra en el instituto de la frustración de la finalidad
receptado por el art. 1090, aunque en la hipótesis puntual del negocio loca-
tivo, se le confiere al arrendatario no sólo la facultad de declarar la resolución
LA
del contrato, sino también la de suspender el pago del precio por el tiempo
que dure el impedimento.
2.2.2 Protección de personas incapaces
Reforzando el sesgo tuitivo y humanista de la norma análoga del viejo CC,
el art. 1195 del CCyC invalida cualquier cláusula mediante la cual se impide
el ingreso o se dispone la exclusión del inmueble alquilado, de las personas
FI
451
OM
en el sentido de que goza de plena autonomía para decidir con quién contrata.
Lo que se sanciona con la nulidad es la estipulación de exclusión de personas
incapaces inserta en un contrato de locación celebrado.
2.3 Plazos
2.3.1 Plazos máximos
Más arriba se hizo alusión al carácter temporario del contrato de locación,
.C
determinado por la intención del legislador de evitar que la transmisión de
un derecho personal como el locativo pudiera extenderse a perpetuidad. Bajo
esa tesitura, el Código de Vélez fijaba plazos máximos para los alquileres, que
el mismo codificador explicaba bajo el argumento de que las locaciones por
DD
tiempos demasiados extendidos podían representar una severa restricción al
dominio, con diversas consecuencias colaterales, como la inmovilización de
los bienes o la carencia de mejoras a los inmuebles por el escaso incentivo de
los locatarios.
Sin dejar de ser ello atendible, la realidad demostró que el límite máximo
LA
452
novaciones, las que sumadas no pueden exceder del tope máximo (art. 1197,
párr. 2°).
No se indica qué sucede cuando las partes convienen un plazo superior al
de la ley. Coherentemente con el encuadre de la norma dentro del derecho
indisponible, debemos concluir que todo término mayor queda reducido al
OM
tope máximo de veinte o cincuenta años, según el caso. No obstante, en razón
de los fines perseguidos por la norma, interpretamos que el plazo máximo es
instituido a favor del locador y no del locatario; de allí que sólo el primero
tendría la potestad de dispensarlo.
2.3.2 Plazo mínimo
Para garantizar la permanencia del locatario en el inmueble arrendado, la
legislación establece un término mínimo de vigencia de todo contrato. Esta
.C
solución procura el amparo del inquilino como parte más débil de la relación
jurídica ante el riesgo de ver sometida su estabilidad al poder de imposición
del locador.
El art. 1198 del CCyC (según ley 27.551) dispone que el plazo mínimo de
DD
la locación de inmueble es de tres años, cualquiera sea el destino de la cosa lo-
cada. Asimismo, funciona como un plazo presunto: todo contrato que carezca
de término expreso y determinado o en el que se fije uno inferior, se entiende
celebrado por tres años. De esta forma, se unifican los plazos diferenciados
según el destino que fijaba la ley 23.091 (dos años para vivienda, tres para
LA
otras finalidades).
Aunque no se consigne expresamente, la garantía legal funciona a favor del
locatario. De hecho, la última parte del art. 1198 no conduce sino a esta inter-
pretación, que permite al inquilino renunciar al plazo mínimo si se encuentra
en la tenencia de la cosa. En términos prácticos, esto significa que un contrato
de locación en curso de ejecución, estipulado por un término menor a tres
FI
contrato, en las condiciones del art. 1221, que serán analizadas más abajo.
Existen varios supuestos de excepción al plazo mínimo en razón del desti-
no especial que se le otorga al uso y goce del inmueble locado o de parte de él,
que el art. 1199 enumera:
a) Sedes de embajadas y establecimientos diplomáticos y consulares, y
viviendas de su personal extranjero.
b) Alquileres turísticos, de descanso o similares de habitaciones con mue-
bles, siempre que el plazo del contrato único o de los contratos suce-
453
sivos no supere los tres meses, caso contrario se presumen que no fue
hecho con esos fines. Cabe entender la presunción legal como relativa.
Por ley complementaria, se establece que estos contratos se rigen por
las normas aplicables al contrato de hospedaje (art. 1°, ley 27.221).
c) Guarda de cosas (p.ej., depósitos de muebles, cocheras).
OM
d) Exposiciones en predios feriales.
e) Cumplimiento de finalidades determinadas expresadas en el contrato
y que deban consumarse normalmente en el plazo menor pactado
(v.gr., locación para vivienda transitoria; alquiler de inmueble para
presentar una muestra artística).
.C
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del locador
DD
a) Entregar la cosa. Es la obligación esencial a cargo del locador, que permi-
te al locatario comenzar a ejercer el derecho de uso y goce del bien objeto del
contrato. La entrega debe ajustarse a las pautas acordadas, y a falta de previsión
contractual, en estado apropiado para su destino, excepto los defectos que el
locatario conoció o pudo haber conocido (art. 1200).
Según esta directiva, el locador debe entregar la cosa en condiciones ade-
LA
cuadas a la finalidad propuesta, a menos que las partes convengan algo diver-
so. En suma, nada obsta a que se alquile un bien en estado deficiente si es que
así se estipula. Verificada la entrega sin descripción de su estado o sin que el
locatario formule reserva al respecto, se presume que la cosa ha sido entregada
en condiciones apropiadas.
Al igual que en la compraventa, la entrega de la cosa arrendada debe hacer-
FI
la cosa mueble se encuentra habitualmente (art. 874, inc. a), o donde está
emplazada, si es inmueble.
b) Conservar la cosa apta para su destino y efectuar reparaciones. El loca-
dor debe conservar la cosa locada en estado de servir al uso y goce convenido
y ejecutar ciertas reparaciones (art. 1201).
Esta obligación presenta una estructura bifronte y dinámica en la loca-
ción, pues ambas partes tienen a su cargo deberes relacionados con el man-
tenimiento del bien. En el caso del locador, la ley le impone llevar a cabo las
454
OM
con un casuismo innecesario las reparaciones a cargo del locatario, entre las
que mencionaba las provenientes de su propia culpa o la de sus dependientes
o causadas por hechos de tercero o caso fortuito.
Si bien es bastante amplio el abanico de situaciones de menoscabo a la cosa
por el que responde el locador, estamos ante una regla de carácter supletorio, y
en dicho sentido, la experiencia negocial revela que lo más frecuente es pactar
la dispensa del arrendador, con el consiguiente desplazamiento del débito de
.C
conservación de manera íntegra al locatario.
Ahora bien, más allá del origen del deterioro que obliga a recomponer, la
regla legal de asignación de los arreglos al locador es operativa para los desper-
fectos que requieren reparaciones necesarias (arg. art. 1207, párr. 2°), es decir,
DD
las indispensables para la conservación de la cosa (art. 1934, inc. d), siempre
que no obedezcan a la culpa del locatario o de sus allegados. En el caso de la
locación inmobiliaria, cabe incluir dentro de las reparaciones a cargo del lo-
cador todas las que no sean de mero mantenimiento (arg. art. 1207, párr. 2°),
vale decir, las que tienen carácter estructural (p.ej., cambio de un termotanque
LA
455
Además, según el art 1204 bis (reformado por ley 27.551), el incumpli-
miento del locatario en el pago de los gastos o erogaciones que deriven de la
obligación analizada pueden ser compensados de pleno derecho por el loca-
tario con los cánones locativos, previa notificación fehaciente al locador del
detalle respectivo. Si bien la norma sirve para constreñir al locador reticente o
OM
desaprensivo, también puede ser utilizada con disfuncionalidad por el locata-
rio; para evitarlo, el arrendador debería actuar con premura en la constatación
de las acreencias denunciadas.
c) Pagar mejoras. Como extensión de la obligación precedentemente ana-
lizada, el art. 1202 atribuye al locador el pago de las mejoras necesarias hechas
por el locatario a la cosa locada, si el contrato se resuelve sin culpa del locata-
rio, excepto que sea por destrucción de la cosa. También se aclara que la regla
.C
admite el pacto de dispensa a favor del locador.
Es necesario exponer que, mientras las reparaciones son los arreglos que
sirven para la conservación de la cosa, las mejoras representan modificaciones
que incrementan el valor del bien. Ejemplos: el arreglo de una heladera es una
DD
reparación que hace al mantenimiento, su sustitución por una nueva consti-
tuye una mejora; la reposición de azulejos deteriorados tiene carácter reparato-
rio, pero es una mejora el cambio del revestimiento de pared. Luego veremos
con más detalle que el locatario puede realizar mejoras en la cosa locada, si no
media prohibición convencional y no resultan de naturaleza estructural.
LA
se entiende que estas mejoras son amortizadas por el uso y goce del locatario
durante todo el tiempo que dura el contrato.
También en este caso rige el derecho de compensación consagrado a favor
del locatario por el art. 1204 bis.
d) Pagar cargas y contribuciones de la cosa. Corresponde al locador el pago
456
OM
del locador de asegurar al locatario el uso y goce pacífico de la cosa como tenía
el Código anterior. Empero, no cabe dudar acerca de dicho deber, entendido
como el comportamiento del arrendador tendiente a evitar cualquier clase de
turbación proveniente de hechos propios.
f ) Devolución del depósito en garantía. En la locación inmobiliaria, un de-
ber coetáneo a la restitución del bien es la devolución del depósito en garantía,
si lo hubiera. Se trata de una suma de dinero que el locatario confía en custo-
.C
dia al locador con el fin de resarcirlo de eventuales deterioros del inmueble, o
en su caso, de posibles deudas al término de la locación. Constituye un efecto
accidental del contrato, pero sujeto a ciertas reglas imperativas para la locación
habitacional en el art. 1196, como el límite cuantitativo equivalente a un mes
DD
de alquiler calculado en base al primer período locativo.
Dejando atrás el debate sobre su naturaleza jurídica como depósito regular
o irregular, la norma (luego de su modificación por la ley 27.551) dispone que
es obligación del locador de inmueble destinado a vivienda la devolución en el
momento de la restitución de la cosa y por una suma equivalente al precio del
LA
El precepto aclara que en caso de existir deudas aún no facturadas por ser-
vicios públicos domiciliarios o expensas, las partes pueden acordar su pago por
el locatario al locador, considerando los valores del último período abonado, o
bien, retener el locador una suma equivalente hasta la cancelación de aquellos
conceptos por el locatario, en cuyo caso, debe restituirle dicho importe una
vez que éste hubiere abonado las respectivas facturas, previa presentación de
las constancias de pago.
457
blicos y expensas que sean convenidos entre las partes en cabeza del locatario.
En cuanto a las circunstancias del pago, se establece, a falta de convención
expresa, que el pago debe hacerse por anticipado; de contado, si la cosa es
mueble, y por período mensual, si es inmueble. En caso de no designarse el
lugar, se abona en el domicilio del deudor al nacimiento de la obligación (art.
OM
874, párr. 1°).
Respecto de la cuantía y contenido del canon locativo, se disponen ciertas
reglas de orden público a favor del locatario de inmuebles con destino habita-
cional en el art. 1196, modificado por la ley 27.551. No procede exigirle el pago
de: a) cánones anticipados por períodos mayores a un mes; b) depósitos de ga-
rantía o exigencias similares que superen el valor del primer mes de alquiler; c)
valor llave o equivalentes. También se prohíbe implementar la firma de pagarés
.C
u otros documentos que no sean parte del contrato original. Se procura evitar el
abuso de posición dominante del locador que pueda condicionar el acceso a la
vivienda locada mediante la imposición de cargas excesivas o arbitrarias.
Si el locador del inmueble se rehúsa a percibir el canon locativo, el locata-
DD
rio debe intimarlo de manera fehaciente para que recepcione el pago dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes. En caso de silencio o negativa del locador,
el locatario debe proceder a la consignación judicial del monto adeudado den-
tro de los tres días hábiles siguientes al vencimiento del plazo fijado en la no-
tificación, estando los gastos y costas a cargo del locador (art. 15, ley 27.551).
LA
458
que se indique, por un plazo no inferior a diez días corridos contados a partir
de la recepción de la comunicación, teniéndose por válida la notificación re-
mitida al domicilio -físico o electrónico: art. 75- denunciado en el contrato,
aunque el locatario se negara a recibirla o no pudiese perfeccionarse por moti-
vos imputables a éste (art. 1222, párr. 1° y 2°, según ley 27.551).
OM
iv) Derecho de retención. Por imperio de lo establecido en el art. 2587,
asiste al locador, como acreedor de la prestación dineraria incumplida, la fa-
cultad de retención sobre las cosas dejadas por el locatario en el inmueble lo-
cado restituido hasta el momento del pago de lo que se le adeuda. Entre otras
atribuciones propias de la calidad de retenedor, el locador puede percibir los
frutos naturales de la cosa retenida (art. 2590, inc. c).
Por último, es pertinente mencionar que resulta aplicable a la obligación
.C
de abonar el canon locativo de inmuebles bajo modalidad de pago periódico,
el plazo especial de prescripción de dos años (art. 2562, inc. c), lo que marca
otra divergencia con el Código velezano, que fijaba un término de cinco años.
b) Respetar el destino de la cosa. El locatario debe usar y gozar de la cosa con-
DD
forme a derecho y exclusivamente para el destino correspondiente (art. 1205).
Hemos dicho que la observancia del destino previsto para la cosa locada
es una pauta clave que hace a la finalidad típica del contrato. La variación del
destino no autorizada por el locador, aunque no cause perjuicio a éste, consti-
tuye un incumplimiento esencial del locatario que justifica la resolución de la
LA
459
OM
iii) Evitar la destrucción de la cosa por incendio. El ordenamiento actual
carga sobre el locatario las consecuencias patrimoniales derivadas del incendio
del bien, excepto el originado por caso fortuito. La diferencia con el Código
abrogado reside no tanto en la solución mencionada (que no ha variado sus-
tancialmente), sino en que éste adoptaba la presunción de caso fortuito, la que
debía ser desvirtuada por prueba a cargo del locador. En la práctica inmobilia-
ria, es usual pactar la obligación del locatario de asegurar la cosa por incendio,
.C
como mecanismo para trasladarle los efectos de esta contingencia.
iv) Realizar los gastos de conservación y las mejoras de mero manteni-
miento. En este punto, el CCyC fija pautas diferenciales según el objeto de la
locación. En materia de cosas muebles, el locatario debe pagar los gastos de
DD
conservación y las reparaciones de mero mantenimiento. En la locación de
inmuebles, corresponde al locatario el pago de las reparaciones de mero man-
tenimiento (no así los gastos de conservación, que la ley impone al locador).
Se trata de los arreglos de deterioros menores originados por el uso regular de
la cosa, que también se conocen como reparaciones ordinarias o “locativas”.
LA
(art. 1201, párr. 2°, según ley 27.551). No parece muy práctica la fijación de
un término por horas corridas, si se tiene en cuenta que no siempre es dable
precisar el horario de una notificación extrajudicial. Y a la vez, la espera no es
funcional cuando se requiere la ejecución de una reparación perentoria que no
admite demora (p.ej., arreglo de una pérdida importante de agua).
460
OM
falta de convención en contrario, el locatario puede realizar mejoras en la cosa
locada que no alteren su sustancia o forma, siempre que no haya sido interpe-
lado a restituir. Sobre la delimitación conceptual de las clases de mejoras, cabe
remitirse a lo normado por el art. 1934.
Lo dicho importa una autorización legal a efectuar reformas que no sean de
tipo estructural (p.ej., obra que altera condiciones constructivas del inmueble
alquilado). Si tales mejoras son necesarias, tiene derecho al reintegro de su valor
.C
por parte del locador. No dan derecho a reclamo las mejoras útiles, que resul-
tan beneficiosas, aunque no indispensables (v.gr., proveer mejor iluminación
artificial), ni las mejoras suntuarias o de mero lujo, sólo para comodidad del
locatario (p.ej., colocación de piso antideslizante). Sin embargo, el locatario
DD
puede retirar estas mejoras si al hacerlo no deteriora la cosa y le resulta prove-
choso (arts. 1224 y 1938). Nada impide al locador adquirir al locatario dichas
mejoras abonándole el mayor valor que reporta al bien (art. 1224, in fine).
Por otra parte, tampoco procede la realización de mejoras, incluso necesarias,
cuando el locatario ha sido intimado a restituir la cosa; de hacerlo, carece de ac-
LA
ción para reclamar su valor. Debe interpretarse que la restricción rige sólo si la in-
terpelación del locador resulta legítima (p.ej., vencimiento del plazo contractual).
La realización de mejoras prohibidas configura incumplimiento esencial
de la obligación de conservar la cosa en el estado en que se recibió (art. 1212).
e) Pagar cargas y contribuciones que corresponden al destino de la cosa.
Esta obligación, contemplada en el art. 1209, está referida a las erogaciones
FI
que pesan sobre el destino específico para el cual el locatario se sirve de la cosa,
y que, por obvias razones, hacen a su propio provecho. Por ejemplo, los im-
puestos que recaen sobre la explotación comercial que desarrolla el locatario.
En rigor, la norma regula una cuestión ajena al vínculo contractual, ya que
la obligación de pagar las cargas y contribuciones que gravan la actividad ata-
461
OM
sas, cuyo encuadramiento como ordinarias o extraordinarias ahora depende
exclusivamente de la genuina naturaleza de los gastos de que se trate.
f ) Restituir la cosa. La obligación de devolver la cosa al locador es otro de
los deberes sustanciales que asume el locatario, en tanto tenedor de la cosa.
De conformidad con lo establecido por el art. 1210, la restitución del bien
debe concretarse al momento de finalizar el contrato, en el estado en que lo
recibió, excepto los deterioros provenientes del mero transcurso del tiempo y
.C
de su uso regular.
En cuanto al tiempo, cabe entender que la obligación de restituir procede
ante la terminación del contrato, cualquiera sea la causal de extinción (ven-
cimiento del plazo, resolución, rescisión unilateral). Debe tenerse presente,
DD
sin embargo, que la enajenación de la cosa locada no perjudica la subsistencia
de la locación durante el tiempo convenido, excepto pacto en contrario (art.
1189, inc. b).
Respecto del estado, se admite que la cosa sea devuelta con cierto desgaste
propio del uso y goce adecuado o del mero paso del tiempo, a menos que un
LA
reserva por las obligaciones pendientes. La negativa o silencio del locador fren-
te al requerimiento de recepción del bien: i) habilita al inquilino a consignar
judicialmente las llaves, siendo los gastos y costas a cargo del locador; ii) libera
al locatario del pago de alquileres y de cualquier obligación accesoria a partir
del día de la notificación fehaciente realizada al locador, siempre que efectúe
la consignación judicial dentro de los diez días hábiles siguientes, o desde que
le fuera notificado al locador el depósito judicial de la llave, si la consignación
se hubiese iniciado después del vencimiento de dicho plazo.
462
OM
can las leyes de procedimiento de la jurisdicción competente. Curiosamente,
el art. 1223 avanza sobre una cuestión procesal, al disponer que el plazo de
ejecución de la sentencia no puede ser menor a diez días.
La no restitución a tiempo de la cosa mueble locada faculta al locador a
promover las acciones que correspondan para su ejecución forzada (art. 730,
inc. a).
No es ocioso añadir que en caso de existir una deuda cierta y exigible del
.C
locador, el locatario puede hacer valer el derecho de retención sobre la cosa al-
quilada hasta el momento del pago. En tal supuesto, el locatario se encuentra
facultado a percibir los frutos naturales que la cosa produzca y compensarlos
con la suma que le es debida (art. 1226).
DD
g) Brindar garantías suficientes. Si bien constituye un elemento accidental
del contrato, el requerimiento de garantías a favor del locador es una práctica
virtualmente ineludible en la locación inmobiliaria.
Se trata de asegurar el patrimonio del locador ante posibles incumplimien-
tos del locatario a la obligación de pago del canon locativo y demás conceptos
LA
Reza la primera parte del precepto: “En las locaciones habitacionales, en caso
de requerirse una garantía, el locatario debe proponer al locador al menos dos de
las siguientes garantías: a) Título de propiedad inmueble; b) Aval bancario; c)
Seguro de caución; d) Garantía de fianza o fiador solidario; o e) Garantía perso-
nal del locatario, que se documenta con recibo de sueldo, certificado de ingresos o
cualquier otro medio fehaciente. En caso de ser más de un locatario, deben sumarse
los ingresos de cada uno de ellos a los efectos de este artículo”.
463
OM
de solvencia patrimonial del propio locatario obligado (título de propiedad,
recibo de sueldo, certificación de ingresos). Si bien no es una práctica usual,
una posibilidad no contemplada es la de proponer la constitución de garantías
reales (p.ej., prenda).
La disposición fija deberes precontractuales a cargo de una y otra parte.
Para el locatario, ofrecer como mínimo dos opciones dentro de las contem-
pladas por la ley. En cuanto al locador, le es vedado “requerir una garantía que
.C
supere el equivalente a cinco veces el valor mensual de la locación”, salvo que la
“garantía” consista en los ingresos del locatario, en cuyo cado la exigencia pue-
de elevarse hasta un máximo de diez veces el importe del canon. Presentadas
dos de las alternativas previstas, “el locador debe aceptar una de las garantías
DD
propuestas por el locatario”.
Corresponde entonces indagar sobre las consecuencias de la no aceptación
del locador de alguna de las garantías ofrecidas por el inquilino, tema que es
inescindible de la libertad de contratar. En otras palabras, nos preguntamos si
acaso la propuesta de garantías formulada por el locatario bajo las condicio-
LA
cuanto menos, exige que el locador acceda a documentar las tratativas contrac-
tuales de modo de conferirles cierta fuerza vinculante.
sublocación
El tema de la cesión locativa y de la sublocación es de indudable interés en
la costumbre negocial, y ello fundamenta su regulación en una sección espe-
cial del Código Civil y Comercial. La situación es la que se presenta cuando
el locatario decide transferir su posición contractual a un tercero o celebrar
un contrato derivado de la locación original. Ambas hipótesis tienen un trata-
miento unificado en lo sustancial.
464
OM
sublocación total (de toda la cosa) se considera cesión de posición contractual.
Examinaremos los distintos aspectos relevantes del régimen jurídico de los
dos institutos.
a) Diferencias conceptuales. Pese a la asimilación legal de sus efectos, am-
bas figuras tienen su propia fisonomía y estatus jurídico. La cesión locativa es
una típica cesión de posición contractual, consistente en la transmisión del
lugar que ocupa uno de los contratantes (cedente) a un tercero (cesionario)
.C
con todos los derechos y obligaciones involucrados en su condición de tal. La
sublocación es un subcontrato (arts. 1069 a 1072), es decir, un nuevo contrato
mediante el cual el subcontratante crea a favor del tercero (subcontratado) una
posición derivada de la que aquél tiene en el contrato principal.
DD
Incluso cuando las diferencias prácticas entre las dos especies son meno-
res, no puede dejar de observarse que mientras la cesión de la locación pone
al cesionario en idéntica situación que la del locatario (cedente), ya que se
le transmite la misma posición contractual que éste tenía frente al locador
(cedido), la sublocación resulta un nuevo contrato de locación derivado del
LA
465
OM
exigencias arriba reseñadas para la cesión de posición contractual, en cuanto
a la necesidad de contar con el consentimiento del locador para su eficacia.
Por idéntica razón, la restricción contractual de ceder importa la de sublocar
y viceversa.
Aunque objetamos por equívoca la técnica del legislador de remitirse a los
requisitos de otra figura en lugar de fijar con claridad los propios de la especie
aquí regulada, parece razonable la inversión de la regla vigente en el Código
.C
anterior, si se toma nota de la experiencia negocial más extendida según la cual
los particulares suelen prohibir el derecho a ceder o sublocar en las locaciones.
En cambio, para la sublocación parcial, la pauta supletoria del art. 1214 es
la permisión: el locatario puede subalquilar parte de la cosa locada si no hay
DD
pacto en contrario. Aunque en términos prácticos la diferencia se torna más
aparente que efectiva, dado que se le otorga al locador el derecho a oponerse
a la decisión del locatario de sublocar, sin necesidad de justificar o fundar su
voluntad en contrario, por lo que la cuestión termina siendo una potestad del
locador que neutraliza la propia regla preceptuada por la norma, lo que mere-
LA
466
OM
Por su parte, el contrato de sublocación se rige por las cláusulas convenidas
entre las partes y por las normas legales del contrato de locación (art. 1215).
En cualquier caso, existen al menos dos límites a la autorregulación en este
subcontrato. El uso y goce de la cosa previsto en la sublocación debe ajustarse
al del contrato principal (art. 1215, in fine). Asimismo, el límite temporal del
subarriendo no puede exceder el del contrato base, por lo cual la extinción
de la locación determina la cesación de la sublocación (art. 1216, últ. párr.);
.C
excepto que dicha extinción se produzca por confusión (p.ej., que el locatario
adquiera el dominio de la cosa alquilada), en cuyo caso la sublocación puede
extenderse por todo el plazo pactado.
La ley confiere acciones directas recíprocas entre locador y sublocatario.
DD
De un lado, el locador puede reclamarle al sublocatario el pago del alquiler
adeudado por el locatario, en la medida de la deuda del sublocatario. Aquí se
tiene en cuenta que el valor del subalquiler puede ser inferior al de la locación
principal, en cuyo caso, es aquél el límite por el cual responde el sublocatario.
Además, el locador tiene acción directa contra el sublocatario por el cumpli-
miento de las obligaciones de la sublocación, incluyendo el resarcimiento de
LA
5. Extinción de la locación
El contrato de locación puede concluir por diversas causales, algunas de las
cuales merecen tratamiento puntual en el Código, sin perjuicio de otras gene-
467
OM
Aunque nada obliga a la parte convocada a aceptar la propuesta de renovación,
la disposición permite a los contratantes (especialmente al inquilino) obrar
con mayor certidumbre y previsibilidad y evitar conductas especulativas. En
esa línea, se establece que si es el locatario quien ofrece acordar la renovación,
el silencio o negativa del locador, faculta a aquél a rescindir el contrato antes
del vencimiento, sin indemnización alguna a favor del locador.
Se vislumbran al menos dos situaciones factibles cuyas consecuencias que
.C
merecen ser analizadas. En primer lugar, la posibilidad de que el locador pre-
avise su decisión de no renovar el contrato antes de los últimos tres meses, y
en consecuencia, previo a cualquier propuesta de renovación de parte del lo-
catario. Esta alternativa, por demás legítima, tornaría exigible el resarcimiento
DD
tarifado a cargo del arrendatario en caso de ejercer el derecho rescisorio antes
del vencimiento del término contractual. Otro escenario posible es la convo-
catoria de una de las partes a negociar la renovación del contrato, seguida de
la conformidad de la otra, pero que finalmente no desemboca en un acuerdo
(p.ej., por desavenencias acerca del precio locativo). No vemos que se confi-
LA
468
OM
existan otros elementos de juicio que autoricen a inferir una nueva locación, a
partir de extremos tales como la modificación sustancial de condiciones con-
tractuales que permitan revelar la voluntad de producir una novación. Esta
línea interpretativa es reflejada por la jurisprudencia en la materia.
Tanto locador como locatario pueden poner fin a la relación sostenida bajo
este contexto a través de una notificación fehaciente, sin derecho de la otra
parte a oponerse.
.C
Respecto de la subsistencia de la obligación del fiador (art. 1225), tanto en
esta hipótesis como en las dos que serán tratadas seguidamente, remitimos a lo
desarrollado puntualmente en el capítulo del contrato de fianza.
5.1.2 Prórroga de la locación concluida
DD
Una hipótesis diversa es el pacto de prórroga del término de la locación.
Aquí las partes convienen extender la vigencia temporal del contrato vencido
mediante un acuerdo expreso. Difiere del caso anterior en tanto la prórroga
Importa una nueva declaración de voluntad con el objeto de ampliar el plazo
negocial. Por lo tanto, los contratantes quedan obligados a respetar el nuevo
LA
término estipulado.
Cabe preguntarse si la prórroga del contrato de locación de inmueble debe
sujetarse al plazo mínimo fijado por la ley. Sobre esta cuestión hay un criterio
judicial uniforme y de larga data, según el cual la garantía del término mínimo
sólo alcanza al primer o único contrato, por lo que nada obsta a que las partes
convengan una o más prórrogas sucesivas por plazos inferiores al piso legal.
FI
469
OM
El art. 1219 menciona los siguientes supuestos: cambio de destino; uso
irregular; falta de conservación; abandono de la cosa; falta de pago de la pres-
tación dineraria durante dos períodos consecutivos. Todos los casos han sido
analizados dentro de las obligaciones del locatario.
5.2.2 Resolución imputable al locador
De igual manera, se habilita la resolución contractual por voluntad del
locatario ante el incumplimiento del locador.
.C
Sin perjuicio de otros incumplimientos esenciales (en los términos de los
arts. 1083 y ss.), las obligaciones cuya inejecución faculta a resolver están
designadas en el art. 1220: conservar la cosa con aptitud para el uso y goce
convenido; garantizar por evicción y vicios redhibitorios. Remitimos a lo di-
DD
cho sobre el particular.
5.2.3 Rescisión unilateral del locatario
Bajo la misma denominación que empleaba la ley 23.091, el art. 1221 del
CCyC trata la “resolución anticipada” del contrato por decisión del locatario,
cuando en rigor técnico se trata de una rescisión unilateral incausada.
LA
culo para que la rescisión opere antes de los seis meses, siempre que
el locatario cumpla cabalmente con el pago de los cánones locativos y
demás conceptos asumidos a su cargo por todo ese período.
b) Notificación fehaciente. La voluntad rescisoria debe ser comunicada
al locador a través de un medio fehaciente.
c) Preaviso. La ley 27.551 repuso la exigencia de un preaviso rescisorio
que discutiblemente el CCyC en su redacción original había supri-
mido. Con el texto legal vigente, la comunicación de la voluntad de
470
OM
cumplido. Si rescinde dentro del primer año de vigencia de la relación
locativa, el locatario debe abonar al locador la suma equivalente a
un mes y medio de alquiler, al momento de desocupar el inmueble;
si hace uso de la opción transcurrido el primer año de locación, co-
rresponde pagar un mes de arriendo. El locatario de vivienda puede
evitar el pago de la indemnización si preavisa al locador con una anti-
cipación de tres meses o más. En los contratos que están exceptuados
.C
del plazo mínimo (art. 1199), el resarcimiento por la rescisión antici-
pada se fija en dos meses de alquiler. En cualquiera de los supuestos
contemplados, el importe de la indemnización se encuentra tarifado
legalmente y resulta inamovible, independientemente de los mayores
DD
o menores daños causados al locador por la extinción anticipada.
471
OM
el continuador debe ser alguien que convivía con la persona del locatario en
el inmueble arrendado y que además mantenía con ésta una relación osten-
siblemente familiar de cualquier naturaleza, no necesariamente marital ni de
unión convencional, ni siquiera de pareja; todo ello, al menos durante un año
anterior al deceso del inquilino.
La facultad comentada en este acápite rige también para los supuestos de
abandono de la cosa locada por el locatario.
.C
Fuera de los casos de fallecimiento y abandono, también opera la conti-
nuación luego de la disolución del matrimonio o de la unión convivencial, en
función de la atribución judicial de la vivienda familiar. Los arts. 444, párr.
2°, y 526, párr. 6°, permiten que el juez otorgue, tanto al cónyuge divorciado
DD
no locatario como al exconviviente no locatario, el derecho a continuar en el
inmueble alquilado hasta el vencimiento del contrato, manteniéndose el lo-
catario obligado al pago y vigentes las garantías primitivamente constituidas.
LA
FI
472
OM
caPÍtulo XXi
ServicioS
1. Nociones introductorias
FI
473
Así las cosas, el radio de actuación del contrato que abordamos queda re-
ducido a un ámbito eminentemente residual, para todos aquellos casos que
no resultan encuadrables en un tipo especial, y a su vez, que no se encuentran
excluidos mediante una previsión normativa. Dentro del amplio espectro de
figuras típicas que regulan la provisión de servicios específicos, podemos en-
OM
contrar los contratos de transporte, turismo, espectáculo, servicios bancarios y
financieros, medicina prepaga, mandato, corretaje, suministro de servicios, etc.
A lo largo de su evolución como instituto jurídico en el derecho nacional,
la jurisprudencia fue precisando los difusos límites del contrato en hipótesis
concretas, lo que sumado a las enseñanzas de la doctrina civilista, permitió
demarcar trabajosamente su esfera conceptual. En tal sentido, hoy puede afir-
marse que los servicios que configuran el objeto de este contrato son los de ca-
.C
rácter eventual y a término fijo, siempre que no sean prestados en relación de
dependencia, que no comprometan un resultado eficaz y susceptible de entre-
ga, y que no resulten captados por otros tipos contractuales especiales. Sólo a
título ilustrativo, cabe encuadrar en este rango, en principio, a los servicios de
DD
los profesionales liberales (médicos, abogados, etc.), a los servicios prestados
por quienes ejercen actividades independientes (oficios: pintores, albañiles,
plomeros, etc.; artistas; deportistas) y en general, a los servicios ejecutados por
empresas (servicios de seguridad, servicios de consultoría, servicios de mante-
nimiento, servicios de emergencias, etc.)
LA
común (arts. 1251 a 1261), para luego dedicar ciertas disposiciones especiales
a cada uno de los institutos, aunque en el caso de los servicios se disponen
solamente dos artículos.
1.2.2 Ley de Defensa del Consumidor
La Ley de Defensa del Consumidor tiene un bloque normativo especial-
mente dedicado a los contratos de consumo que versan sobre servicios (arts.
19 a 24), pero no los define, ni tampoco establece limitación alguna que im-
porte restringir el alcance de la norma a ciertas actividades, con excepción de
474
OM
1.3 Definición legal
Siguiendo la definición del art. 1251, podemos decir que hay contrato de
servicios cuando una de las partes (prestador), actuando en forma indepen-
diente, se obliga a proveer un servicio a favor de otra (comitente), mediante
una retribución a cargo de éste.
No obstante la amplitud conceptual de la definición de la ley, cabe reiterar
.C
que quedan reservados a esta figura las prestaciones de servicios que no son
objeto de una tipificación especial; para estos casos, las normas sobre el con-
trato de servicios tienen una aplicación subsidiaria (arg. art. 1252, párr. 3°).
DD
1.4 Comparación con figuras afines: contrato de trabajo; obra
Tal como se ha señalado, el contrato de servicios se anota conceptualmente
en una gama diversa de relaciones que también involucran obligaciones de
hacer, con los que trazaremos un parangón.
a) Con el contrato de trabajo. Como la propia definición legal del contrato
LA
475
OM
actividad independiente de su eficacia”, y hay contrato de obra si lo que se pro-
mete es “un resultado eficaz, reproducible o susceptible de entrega”.
Con tales precisiones, parece superarse el recurso de la distinción basada
meramente en la índole del contenido de la prestación (obligación de medios
o de resultado), y se afina el razonamiento mediante la ponderación de aspec-
tos más precisos. Según esta línea, se entiende al servicio como una actividad
intangible que no se materializa necesariamente en una cosa en concreto, sino
.C
que el trabajo material se agota en sí mismo, aun cuando permita alcanzar
cierto resultado. Aquí la diligencia del prestador tiende a la consecución del
resultado final, pero no lo asegura; por esto es que no se descarta completa-
mente la existencia de deberes de fines en los servicios. En el contrato de obra,
DD
la actividad del deudor es un medio para obtener un resultado eficaz, pero
asimismo capaz de ser replicado y que se traduce en la entrega de una cosa
(p.ej., construcción y entrega de un inmueble).
Sin perjuicio de ello, permanecen subyacentes otros criterios de separación
entre una y otra figura. Por un lado, se ha entendido que en el contrato de
LA
1.5 Caracteres
Reseñaremos los caracteres jurídicos del contrato de servicios según su ubi-
cación en el sistema de categorización legal.
a) Bilateral: los dos contratantes toman a cargo obligaciones recíprocas
(art. 966).
b) Oneroso: por definición, la prestación del servicio es otorgada a cam-
bio de una retribución del comitente. Empero, la onerosidad es un elemento
natural y no estructural del contrato, ya que se admite el pacto expreso de
gratuidad; asimismo, el acto se reputa gratuito cuando por las circunstancias
del caso puede presumirse la intención de beneficiar (art. 1251, in fine).
c) Conmutativo: las ventajas para ambas partes resultan ciertas al momen-
to de contratar (art. 968).
476
OM
(art. 970).
.C
1278 declara aplicables al contrato de servicios las disposiciones sobre obliga-
ciones de hacer. Al respecto, conviene traer a colación que el art. 774 reconoce
como especie de las obligaciones de hacer a la prestación de un servicio, bajo
DD
dos modalidades alternativas, ambas propias de la tipicidad negocial de nues-
tro contrato:
a) Como compromiso de actividad diligente independientemente de su
éxito (caso del servicio profesional del médico, en términos usuales), incluyen-
do las cláusulas que comprometen buenos oficios o mejores esfuerzos (activi-
dad de un negociador o de un mediador);
LA
2.2 Precio
El precio consiste en una prestación dineraria, cuya determinación provie-
ne de la estipulación particular, o en su caso, de las normas legales, de los usos,
y en defecto de ello, de una decisión judicial (art. 1255).
El CCyC consiente la validez del contrato aun a falta de fijación del precio
por las partes mediante remisión, según los casos, a las leyes arancelarias que
establecen el valor del servicio del prestador (p.ej., leyes de honorarios de abo-
gados) o a los usos del lugar de celebración, si los hubiere. La falta de solución
por cualquiera de estos mecanismos tampoco empece a la eficacia del acto, ya
que las partes pueden pedir la determinación del precio al juez.
Se ha decidido mantener una opinable disposición ya vigente en el orde-
namiento anterior, ubicada en el segundo párrafo del art. 1255, que acota el
477
radio de actuación de las leyes locales de aranceles que rigen las actividades
profesionales regladas. Se establece que la aplicación de las normas arancela-
rias no puede cercenar la facultad de las partes de determinar el precio. Más
aún, la fijación judicial sobre la base de dichas leyes debe adecuarse a la labor
cumplida por el prestador y hasta puede prescindir de la aplicación estricta de
OM
los topes arancelarios, si ésta conduce a una evidente e injustificada despro-
porción entre la retribución resultante y la importancia de la labor cumplida.
Cuando el servicio se pacta por un precio global, ninguna de las partes
puede pretender su modificación con fundamento en que el servicio exige
menos o más trabajo o que su costo es menor o mayor al previsto, excepto
imprevisión (art. 1255, últ. párr.).
.C
3. Efectos generales
DD
3.1 Obligaciones del prestador
a) Prestar el servicio. El prestador se compromete a ejecutar el servicio con-
forme a las previsiones contractuales y a los conocimientos razonablemente
requeridos al tiempo de su realización por el arte, la ciencia y la técnica corres-
pondientes a la actividad desarrollada (art. 1256, inc. a).
Se parte de la premisa de la profesionalidad o especialidad del prestador
LA
en la actividad que desempeña; por esta razón, el trabajo debe ajustarse a las
reglas provenientes del arte, ciencia o técnica que propias del quehacer par-
ticular. Sin perjuicio de ello, a falta de ajuste sobre el modo de realización, el
prestador tiene derecho a elegir libremente los medios de ejecución del con-
trato. Vale decir que, no habiendo instrucciones específicas del comitente, el
prestador goza de suficiente discrecionalidad técnica para decidir la forma de
FI
ejecución.
En este sentido, le es dable valerse de la cooperación de terceros (depen-
dientes o no) para ejecutar el servicio, excepto previsión expresa en contrario
o que el prestador fuera elegido por sus cualidades especiales para realizarlo
personalmente, en todo o en parte; en cualquier caso, conserva la dirección y
478
OM
c) Usar diligentemente los materiales provistos por el comitente. Si los ele-
mentos necesarios para la ejecución del servicio son suministrados por el co-
mitente, el prestador se obliga a darles un empleo adecuado (art. 1256, inc.
d), de modo tal de evitar detrimentos, deterioros o mermas en los materiales
producto de una defectuosa conservación o de un ineficiente aprovechamiento.
d) Informar sobre los aspectos esenciales del servicio. Se trata de un deber
secundario pero trascendente, que permite al comitente conocer las condicio-
.C
nes de realización del trabajo que el prestador asume a su cargo.
En el caso de los contratos de consumo, el deber de información tiene
una configuración bien circunstanciada, que obliga al proveedor suministrar
al consumidor en forma cierta, clara, detallada y comprensible todos los datos
DD
relacionados con las características esenciales de la prestación (arts. 4°, LDC,
y 1100, CCyC).
Una imposición específica en materia informativa está vinculada a los ma-
teriales provistos por el comitente que sean impropios o presenten vicios; en
tal supuesto, el prestador tiene que comunicar de ello inmediatamente al co-
LA
contratante.
No descartamos la existencia de otros deberes complementarios, también
derivados del principio de buena fe en la ejecución del contrato, que pueden
ser exigibles al prestador según el caso concreto. Entre ellos rescatamos el de
colaboración, consejo y asesoramiento.
FI
479
OM
La LDC permite discernir una serie de deberes normativos impuestos a los
proveedores de servicios y de derechos correlativos de los usuarios.
a) Pauta genérica. Según la regla amplia del art. 19, los proveedores de
servicios se hallan obligados “a respetar los términos, plazos, condiciones, moda-
lidades, reservas y demás circunstancias conforme a las cuales hayan sido ofrecidos,
publicitados o convenidos”. El precepto se utiliza para juzgar diversas situacio-
nes de incumplimiento contractual de los proveedores y de transgresiones a la
.C
ley que determinan la aplicación de sanciones por la autoridad administrativa.
b) Prohibición de incluir trabajos adicionales. Todo trabajo adicional no
incluido en el presupuesto original que resulte necesario ejecutar y que se
advierta durante la prestación del servicio debe ser comunicado al consumi-
DD
dor antes de su realización, a menos que por su naturaleza no pudiera ser
interrumpido sin afectar su calidad o sin daño para las cosas del consumidor
(art. 22).
c) Garantía de reparación. El proveedor debe extender una garantía escrita
de su trabajo, tendiente a corregir o reparar toda deficiencia que se evidencie
en el servicio prestado dentro de los treinta días, computados desde su con-
LA
clusión o desde que pueda constatarse la eficacia del servicio, y en su caso, con
reemplazo de los materiales utilizados, sin costo adicional para el consumidor
(arts. 23 y 24).
d) Utilización de materiales adecuados en la reparación. Una modalidad
especial de contratos de prestación de servicios contemplada por la ley es la re-
ferida a la reparación, mantenimiento, acondicionamiento, limpieza o trabajo
FI
480
hubiera sido realizada por alguno de esos medios. En tal supuesto, la empresa
debe remitirle una constancia fehaciente dentro de las setenta y dos horas
posteriores a la recepción del pedido de rescisión.
g) Seguridad. Interesa remarcar la existencia de una obligación de seguri-
dad en cabeza del prestador, que lo obliga a desplegar una conducta dirigida a
OM
la preservación de las personas y de los bienes de los usuarios por los perjuicios
que pudieran originarse durante la ejecución de la prestación, y para que, a
partir de un uso previsible de dichos servicios, no se derive peligro alguno
para la salud e integridad física de los consumidores (art. 5°). Además de la
directiva de calidad e inocuidad de los servicios, la LDC robustece el deber del
proveedor al establecer que si la utilización de los servicios puede suponer un
riesgo, los mecanismos de comercialización deben ser los razonables y adecua-
.C
dos para garantizar su seguridad (art. 6°).
las empresas en sus relaciones con los usuarios. La más general consiste en
entregar al consumidor una constancia escrita de las condiciones de prestación
y de los derechos y obligaciones de las partes (art. 25, párr. 1º). Otras más
puntuales son: consignar en toda factura emitida y en los centros de atención
al público una leyenda que advierta al usuario sobre el derecho que lo asiste
481
los reintegros de sumas de dinero a los usuarios, idénticos criterios que los que
utilizan para los recargos por mora (arts. 26 y 31, párr. 5º).
c) Atención de reclamos. De conformidad con lo estatuido por los arts. 27
de la LDC y del decreto reglamentario, las prestadoras se encuentran obliga-
das a: garantizar la atención personalizada de los usuarios; habilitar un registro
OM
de reclamos en el que se asienten las presentaciones de los usuarios efectuadas
por cualquier medio disponible; extender constancia de identificación del re-
clamo; resolver los reclamos en el término perentorio de diez días corridos.
d) Control de medición. Mediante la disposición del art. 29 se contempla
la potestad de la autoridad de aplicación para intervenir en la verificación del
funcionamiento de los instrumentos de medición, en caso de duda sobre las
lecturas efectuadas por los prestadores. Y al mismo tiempo, se reconoce al
.C
usuario la facultad de controlar por su cuenta las mediciones.
e) Responsabilidad por interrupción del servicio. En una de las solucio-
nes más eficaces de la ley, se consagra la presunción de responsabilidad de la
empresa prestadora en caso de interrupción o alteración del servicio público
DD
domiciliario, desvirtuable a través de prueba en contrario (art. 30).
f ) Inexistencia de deuda. Otra presunción legal es la que se activa cuando
el prestador omite la mención en su factura acerca de la existencia de cargos
pendientes; en tal supuesto, se interpreta que el usuario se encuentra al día
con sus pagos y que no mantiene deuda con la empresa (art. 30 bis, párr. 2º).
LA
5. Extinción
482
OM
en el Código de Vélez, incluyendo la potestad judicial morigeradora del re-
sarcimiento por la utilidad proyectada, que lleva a ponderar, por ejemplo, la
fracción del trabajo efectivamente cumplida antes del desistimiento, cotejada
con el precio total convenido.
La ley designa las consecuencias del fallecimiento de las partes, para el
caso de que los contratantes sean personas humanas. Si muere el comitente, el
contrato no queda extinguido, a menos que la ejecución sea imposible o inútil
.C
(art. 1259). Por lo tanto, el servicio debe cumplirse a favor de los sucesores
universales, quienes a su vez retoman las obligaciones del causante. La excep-
ción está dada cuando la prestación ya no puede realizarse (p.ej., dependía de
condiciones especiales del comitente) o carece de utilidad para los herederos
DD
(p.ej., la finalidad del contrato respondía únicamente a un propósito personal
del comitente).
En cambio, la muerte del prestador es causa de extinción contractual. El
comitente debe pagar el costo de los materiales aprovechables y el valor de la
parte realizada en proporción al precio total convenido (art. 1260). Como
LA
483
obra
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
Sin llegar a la exagerada amplitud conceptual que caracteriza al contrato de
485
do, lo que compete a una gama de prestaciones variadas que van desde la
construcción, reforma o refacción de inmuebles, la fabricación, elaboración,
confección, diseño o manufactura de cosas muebles, de producción industrial
o artesanal, hasta la creación de piezas artísticas y la realización de trabajos
intelectuales.
OM
La necesidad de responder por los riesgos que conlleva la actividad, espe-
cialmente cuando se trata de obras de cierta envergadura, también ha llevado
a que se lo califique como un contrato de empresa. Sin embargo, ello no es un
dato tipificante en nuestro ordenamiento civil en la medida que se prescinde
de fijar limitaciones subjetivas para ser contratista o prestador.
.C
Desglosando la parte pertinente de la noción que ensaya el art. 1251 del
Código Civil y Comercial, el contrato de obra es aquel según el cual una de las
partes, denominada contratista, que actúa en forma independiente, se obliga
a favor de otra, llamada comitente, a realizar una obra material o intelectual
DD
mediante una retribución.
El nombre asignado por el CCyC (contrato de obra) deja atrás el anacró-
nico título de “locación de obra” utilizado por el Código de Vélez, así como la
equívoca denominación de locador y locatario para las partes intervinientes.
Aun reconociendo el mérito de ello, el término “contratista” no parece consis-
LA
486
1.4 Caracteres
OM
Enunciaremos los caracteres jurídicos del contrato de obra según su ubica-
ción en el sistema de clasificaciones del CCyC.
a) Bilateral: ambos contratantes asumen obligaciones de manera recíproca
(art. 966).
b) Oneroso: el contrato se presume celebrado a título oneroso, y en este
sentido, el comitente debe remunerar la tarea del contratista. Por excepción,
el art. 1251, párr. 2°, permite considerarlo gratuito cuando las partes así lo
.C
estipulan o cuando las circunstancias del caso permiten presumir la intención
de beneficiar al comitente.
c) Conmutativo: en el supuesto de onerosidad, las ventajas para ambas
partes son ciertas al tiempo de contratar (art. 968).
DD
d) No formal: la ley no dispone formalidades especiales para la validez ni
para la acreditación en juicio.
e) Nominado: se encuentra regulado de modo puntual y exhaustivo en el
Código (art. 970).
Cabe ratificar aquí que el contrato de obra es susceptible de ser calificado
LA
como un vínculo de consumo, siempre que las partes encuadren en las respec-
tivas calificaciones técnicas de proveedor y consumidor (arts. 1° y 2°, LDC;
arts. 1092 y 1093, CCyC).
2. Elementos propios
FI
487
OM
éste pudiera realizar en terceros especializados.
Otra modalidad es la de contratos separados en los que se desdoblan las
distintas tareas atinentes a la obra (construcción, dirección, proyecto, comer-
cialización). Puede tener o no un contratista principal.
Para ambos supuestos (contrato único o contratos separados), resulta útil
identificar a los distintos sujetos especializados que pueden intervenir en la
ejecución de la obra, además del contratista único o del contratista principal,
.C
según el caso.
a) Constructor: es el encargado de la programación, conducción y ejecu-
ción de los trabajos para materializar el proyecto de obra. Puede ser el propio
contratista o un sujeto designado por éste.
DD
b) Subcontratista: aquel a quien el contratista le delega los derechos y obli-
gaciones derivados del contrato de obra concluido con el comitente. Rigen
respecto del subcontrato de obra las normas dispuestas en la parte general del
Código, arts. 1069 a 1071.
c) Director de obra: es el profesional de la construcción (arquitecto, inge-
LA
2.2 Objeto
2.2.1 Determinación del precio
Tal como adelantamos, el contrato de obra se presume oneroso, incluso
aunque las partes no hayan estipulado expresamente el precio.
El art. 1255 establece que a falta de fijación del precio en el contrato, éste
se determina por la ley o por los usos, y en su defecto, por decisión judicial. De
488
este modo, se efectúa un reenvío a las leyes de aranceles que regulen el ejercicio
profesional del contratista o a las reglas que deriven de los usos de la actividad,
si los hubiera. Residualmente, pueden recurrir a la fijación por vía judicial. En
cuanto a las limitaciones a la aplicación de las normas arancelarias que surgen
del art. 1255, párr. 2°, remitimos a lo comentado al respecto en el capítulo del
OM
contrato de servicios.
La fijación del precio por el juez se hace ponderando la naturaleza e impor-
tancia de la labor cumplida por el contratista.
Cuando la obra es contratada mediante un precio global o por una unidad
de medida, las partes quedan impedidas de requerir la modificación del pre-
cio, aunque existan variaciones en cuanto al trabajo o costo previsto, excepto
que se trate de un caso de imprevisión contractual (art. 1255, últ. párr.). La
.C
solución legal tiende a brindar seguridad jurídica para estos supuestos en los
que los contratantes fijan una retribución única y total de antemano, pero no
resulta aplicable a otros sistemas bajo los cuales pueden contratarse las obras,
como veremos a continuación.
DD
2.2.2 Sistemas de contratación en cuanto al modo de fijar la
retribución
En el marco de la libertad contractual, las partes tienen la facultad de esti-
pular el precio de la obra del modo que mejor consulte sus intereses comunes.
Algunas modalidades de contratación son tradicionales y responden a una
LA
489
OM
quedan incluidos dentro del denominado “coste”. Por otro lado, debe pagar la
retribución o utilidad del contratista (costas), la que se calcula como un por-
centaje sobre el valor del coste. Este sistema es un caso de precio determinable,
ya que la cuantía de la remuneración depende del volumen de gastos que exija
la ejecución de la obra.
d) Administración o economía. La modalidad de obra por administración
o economía implica que el propio dueño de la obra actúa como empresario o
.C
contratista, y en consecuencia, se hace cargo de los principales riesgos inheren-
tes a la obra. El dueño se encarga de adquirir los materiales, proveerse del equi-
pamiento técnico, contratar al personal de construcción, e incluso, requerir la
cooperación de profesionales para la parte de obra intelectual. Esta categoría
DD
también abarca los casos en que el dueño designa un mandatario (p.ej., un
profesional) a quien le encarga todos los actos antes mencionados. Para ser
estrictos, a diferencia de los ítems anteriores, no es en sí mismo un sistema de
contratación de obra para determinar la retribución, dado que el propietario
contrata prestaciones independientes de diversa índole, al punto que puede
LA
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del contratista
FI
gir libremente los medios de ejecución (art. 1253), sin perjuicio de lo cual,
debe llevarla a cabo de conformidad con los conocimientos razonablemente
requeridos al tiempo de su realización por el arte, la ciencia y la técnica co-
rrespondientes a la actividad desarrollada (art. 1256, inc. a). Las obras de
construcción de inmuebles pueden realizarse sobre terrenos del comitente o
de un tercero (art. 1262).
Respecto del tiempo de ejecución, debe hacerse en el que resulte razonable
según la índole de la obra (art. 1256, inc. e).
490
OM
Cuando se presentan diferencias en la calidad de la obra en punto al co-
tejo entre lo estipulado y lo efectivamente entregado, resultan aplicables las
normas sobre vicios o defectos (art. 1271). Este criterio determina una asimi-
lación de los problemas de calidad a los vicios ocultos y con todos los efectos
derivados de dicha garantía legal.
En las obras contratadas por pieza o medida en las que se designa el núme-
ro de piezas o la medida total, el contratista sólo cumple entregando la obra
.C
concluida, con derecho a la retribución que resulte del total de las unidades
pactadas (art. 1266, párr. 2°).
b) Informar sobre los aspectos esenciales. El contratista tiene a su cargo
mantener informado al comitente sobre las cuestiones esenciales que hacen al
DD
cumplimiento de la obligación comprometida (art. 1256, inc. b).
En el caso de las relaciones de consumo, la obligación informativa del
proveedor contratista debe ajustarse a las previsiones de los arts. 4° de la LDC
y 1100 del CCyC.
c) Proveer materiales adecuados. De acuerdo con lo establecido por el art.
LA
1262, la obra puede ser contratada con o sin provisión de materiales; si nada
se conviene ni surge de los usos, se presume, excepto prueba en contrario, que
es el contratista quien debe proveerlos.
Los materiales suministrados por el contratista deben ser los adecuados a
las necesidades de ejecución de la obra, excepto que algo distinto se haya pac-
tado o resulte de los usos (art. 1256, inc. c). Este aspecto es clave en la respon-
FI
491
OM
dir la extinción del contrato mediante comunicación dentro del plazo de diez
días de haber conocido la necesidad de la modificación y su costo estimado.
A falta de acuerdo, las diferencias de precio surgidas de las modificaciones
autorizadas al proyecto de obra se fijan judicialmente (art. 1265).
f ) Permitir la verificación del comitente. Siendo un derecho del comitente
la inspección a su costa y en todo momento del estado de avance de la obra,
trabajos efectuados y calidad de los materiales utilizados (art. 1269), es co-
.C
rrelativo el deber del contratista de tolerar la verificación del cocontratante,
siempre que sea ejercida de manera funcional y no perjudique el desarrollo de
las tareas.
DD
3.2 Obligaciones del comitente
a) Pagar la retribución. La obligación más característica a cargo del co-
mitente es la de abonar la remuneración correspondiente al contratista (art.
1257, inc. a).
Ya hemos señalado que la determinación del precio es materia de estipula-
LA
ción de las partes y que, a falta de ésta, se fija según las disposiciones de la ley
(si las hubiere), por los usos o, en su defecto, por decisión judicial.
Además, las modalidades de pago de la retribución dependen del sistema
de contratación de la obra escogido por los contratantes (ajuste alzado, unidad
de medida, coste y costas, etc.).
El pago de la remuneración del contratista debe hacerse, cuando no ha sido
FI
492
OM
en el art. 1257, inc. b, el comitente se obliga a prestar al contratista la cola-
boración necesaria, según las características de la obra. El deber de coopera-
ción no es otra cosa que una pauta de comportamiento negocial que emana
del principio de buena fe. En el caso del contrato de obra, esta enunciación
genérica que introduce el Código repara en las características peculiares del
vínculo entre comitente y contratista y en la necesidad de alcanzar el resultado
propuesto, lo que exige la coordinación de sus intereses mediante un diálogo
.C
colaborativo sostenido durante toda la ejecución del negocio.
c) Recibir la obra. Si la obra es ejecutada por el contratista de conformidad
con las previsiones contractuales y las reglas del arte, la ciencia y la técnica
correspondientes, el comitente queda obligado a recibirla (art. 1257, inc. c).
DD
En el punto que sigue se analizarán las modalidades y consecuencias que
ofrece la recepción de la obra.
4. Efectos particulares
LA
493
garantía puede resultar igualmente exigible por razón de los usos aplicables
según la índole de la obra en el lugar de ejecución.
Cuando media un plazo de garantía, la recepción se considera provisional y
no hace presumir la aceptación de la obra (art. 1272, párr. 1°). Vencido el tér-
mino de garantía sin que resulten diferencias entre las partes sobre la calidad,
OM
funcionamiento o defectos, la recepción se convierte en definitiva.
En cualquier caso, subsiste la responsabilidad del contratista por los vicios
o defectos no ostensibles existentes al momento de la recepción de la obra
(provisoria o definitiva), con la extensión y en los plazos previstos en las dispo-
siciones generales que regulan la obligación de saneamiento de los arts. 1054
y concordantes (art. 1072, párr. 2°, inc. b). Cabe recordar que de acuerdo con
dicho esquema normativo, el vicio debe hacerse aparente dentro de los tres
.C
años desde la recepción del inmueble, y una vez manifestado el defecto, el
comitente tiene sesenta días para denunciarlo.
ción a la obra ejecutada: que recaiga sobre un inmueble y que esté destinada a
tener una larga duración.
El primer elemento delimita el tópico exclusivamente a las obras inmobi-
liarias, en particular, la edificación o construcción de inmuebles de todo tipo
(viviendas, establecimientos industriales, etc.). El CCyC no aclara si la pre-
visión se circunscribe a la construcción de inmuebles nuevos o si comprende
también la refacción de inmuebles preexistentes. Si bien es cierto que no hay
una limitación expresa a nuevas edificaciones, interpretamos que la reforma
494
ejecutada sobre un inmueble sólo podría quedar abarcada cuando tiene carác-
ter estructural o esencial.
El requisito de larga duración excluye las construcciones transitorias, es
decir, las realizadas con propósitos efímeros o sin vocación de perdurabilidad,
como todas aquellas que pueden ser desmontadas o desarmadas con facilidad.
OM
4.2.2 Noción de ruina
El sistema especial de responsabilidad del constructor que consagra la ley
tiene por objeto los casos de ruina de la obra inmobiliaria.
Se ha debatido largamente acerca del alcance del concepto de ruina. Si-
guiendo un criterio funcional desarrollado por la doctrina especializada, se
entiende por ruina todo derrumbe o deterioro total o parcial que signifique
una amenaza cierta de comprometer la estabilidad, solidez o duración de la
.C
obra, o que la haga impropia para su destino, sea que provenga de vicios de la
construcción, del suelo o de los materiales.
En línea con esta noción amplia de ruina de la obra, el art. 1273 se refiere
a “los daños que comprometen su solidez y por los que la hacen impropia para su
DD
destino”.
Según se aprecia, la configuración de la ruina no exige necesariamente la
efectiva destrucción o el inminente desmoronamiento del inmueble construi-
do (o de parte de él), sino que basta que se encuentre afectada de cualquier for-
ma la estabilidad y duración de la obra, aunque ello no determine su derrum-
LA
be. Más aún, comprende los casos de defectos constructivos que sin llegar a
comprometer la solidez edilicia, impiden que la obra tenga aptitud para el
destino proyectado, en la medida que sean de suficiente magnitud o gravedad
(p.ej., problemas de cimientos, desniveles significativos, grietas o rajaduras
importantes, etc.). En cambio, se descartan los defectos de menor entidad o
aquellos que básicamente resulten subsanables (humedades, filtraciones, etc.).
FI
Por otra parte, es indiferente que los vicios que provocan ruina total o
parcial sean visibles u ocultos.
4.2.3 Legitimados activos
Según el art. 1273, el constructor asume la responsabilidad especial por
ruina ante el comitente y ante el adquirente de la obra.
495
OM
caducidad se encuentre vigente.
Ello no empece a las acciones que el adquirente puede ejercer contra el
enajenante del bien en los términos del contrato que los vincula (compraven-
ta, permuta, etc.).
La legitimación activa también alcanza a los sucesores por causa de falleci-
miento del comitente, tanto universales (art. 1024) como particulares (art. 2497).
4.2.4 Legitimados pasivos
.C
La norma que venimos comentando confirma que la responsabilidad civil
derivada de la ruina de la obra pertenece primariamente al constructor. Como
ya hemos señalado, el constructor puede ser el mismo contratista o un sujeto
al que el contratista encomienda la tarea constructiva.
DD
La responsabilidad no se agota en el constructor, sino que se abarca a otros
sujetos individualizados por el art. 1274. En este sentido, el Código establece
la legitimación pasiva de la acción de responsabilidad por ruina con mayor
alcance que su ordenamiento predecesor, aunque ofrece dudas sobre el rol
preciso que involucra cada una de las menciones. Según el precepto, la respon-
LA
496
OM
pasiva de estos sujetos requiere de un hecho propio, ya que depende del origen
de la ruina. A diferencia de los casos anteriores, responden concurrentemente
con el constructor sólo cuando la causa del daño les resulta imputable, es de-
cir, por el daño causado en razón de su actividad concreta cumplida en la obra.
Así, por ejemplo, el proyectista responde por defectos en el proyecto de obra,
pero no por la ruina provocada por vicios de los materiales.
La responsabilidad concurrente por ruina de la obra implica que el acree-
.C
dor puede demandar a cualquiera, a varios o a todos los legitimados pasivos
por el total de los perjuicios indemnizables. El obligado que paga la deuda
dispone de la acción de contribución contra los otros responsables teniendo en
cuenta las circunstancias de la relación causal, por lo que podrá repetir contra
DD
aquel o aquellos cuya actividad determinó la causa de la ruina.
Fuera de lo dicho, se fijan responsabilidades complementarias para el cons-
tructor, los subcontratistas y los profesionales que intervienen en la construc-
ción, quienes se encuentran obligados a observar las normas administrativas y
son responsables, incluso frente a terceros, de cualquier daño producido por el
LA
Según las reglas generales, los eximentes que constituyen causa ajena son
el caso fortuito o fuerza mayor, el hecho de un tercero y el hecho del dam-
nificado. Con expresa previsión, el Código impide que puedan ser alegadas
como causales liberatorias el vicio del suelo, aunque el terreno pertenezca al
comitente o a un tercero, y el vicio de los materiales, aunque no sean provistos
por el contratista. A pesar de no tratarse de defectos en la construcción, ambas
situaciones corresponden igualmente a riesgos empresariales que el construc-
tor toma a su cargo en razón de su especialización profesional.
497
OM
La garantía de solidez, estabilidad y duración de la obra constructiva edili-
cia tiene una lógica limitación temporal. En esta línea, el CCyC mantiene el
término de vigencia de diez años que fijaba el CC reformado.
En efecto, el art. 1275 dispone que para la aplicabilidad de la responsabi-
lidad por ruina, el daño debe producirse dentro de los diez años de aceptada
la obra.
Lo dicho importa supeditar la responsabilidad del constructor y de los
.C
demás sujetos pasibles de imputación a que la ruina se produzca dentro de los
diez años. De tal suerte, la naturaleza del término es la de un plazo de caduci-
dad. Si transcurren diez años sin verificarse el daño configurativo de ruina, se
extingue la garantía del constructor.
DD
El plazo se computa desde la aceptación de la obra. Cabe recordar que
únicamente la recepción definitiva equivale a aceptación y no la mera entrega
de la obra bajo recibo provisorio.
Una vez acaecida la ruina total o parcial de la obra de larga duración, el
reclamo judicial contra el constructor prescribe en el plazo de un año contado
LA
5. Extinción
Las causas de terminación del contrato de obra pueden ser clasificadas
FI
498
OM
desistir del contrato por su sola voluntad y en cualquier momento. Si la eje-
cución hubiera comenzado, queda obligado a resarcir al contratista todos los
gastos y trabajos realizados y la utilidad que hubiera podido obtener. Claro
que en los casos que la aplicación estricta de la norma conduzca a una notoria
desproporción (p.ej., indemnización por toda la utilidad esperada cuando la
efectiva ejecución es ínfima con relación a la totalidad de la obra contratada),
el juez puede reducir equitativamente la retribución por dicha utilidad.
.C
c) Rescisión unilateral en los contratos de obra por pieza o medida. En
las obras pactadas por pieza o medida sin designación del número de piezas
o de la medida total, el contrato puede ser extinguido por cualquiera de los
contratantes, concluidas que sean las partes designadas como límite mínimo
DD
(art. 1266, párr. 1º).
d) Imposibilidad de cumplimiento. Si la ejecución de la obra o su conti-
nuación se tornan imposible por causas no imputables a ninguna de las partes,
el contrato se extingue y el contratista tiene derecho a obtener una compensa-
ción equitativa por la tarea realizada hasta el momento del impedimento (art.
LA
1267).
e) Destrucción de la obra por caso fortuito. Según hemos expresado más
arriba, cuando se produce la destrucción o el deterioro de una parte importan-
te de la obra por caso fortuito antes de la recepción, tanto el comitente como
el contratista pueden dar por extinguido el contrato con las consecuencias
patrimoniales que contempla el art. 1268, ya examinadas.
FI
499
tranSPorte
501
OM
rigen el servicio público. En el campo del derecho privado, las disposiciones
pertenecen al Código Civil y Comercial, que establece los derechos y obliga-
ciones de las partes del contrato y define el régimen de responsabilidad civil
emergente del servicio de transporte.
.C
finición legal del contrato comprensiva del transporte de personas y de cosas
en la que se identifica a las partes (transportista y pasajero) y al objeto del acto
(desplazamiento de personas y precio).
En lo que por ahora nos interesa, el transporte de personas es definido
DD
como el contrato en virtud del cual una parte (transportista) se obliga a trasla-
dar a una persona (pasajero) de un lugar a otro, y ésta se compromete a pagar
un precio.
502
OM
1.4 Campo de aplicación
Según el art. 1281, “excepto lo dispuesto en leyes especiales, las reglas de este
Capítulo se aplican cualquiera que sea el medio empleado para el transporte”.
A nuestro entender, la regulación legal está referida implícitamente al des-
plazamiento de personas o mercaderías por tierra. Si bien la disposición no
excluye en forma expresa al transporte acuático y aéreo, lo cierto es que las ex-
.C
cepciones a las que alude la norma provienen precisamente de dichos ordena-
mientos especiales, por lo que la aplicación del CCyC tiene rango meramente
supletorio. La ley 20.094 legisla lo concerniente a la navegación por agua. El
Código Aeronáutico (ley 17.285) hace lo propio con relación a la aeronave-
DD
gación. En el caso del transporte multimodal, es decir, el realizado al menos a
través de dos modos diferentes de porteo, mediante un solo operador, por un
único flete y bajo un mismo documento, se establece que queda sometido al
régimen previsto en la ley especial (art. 1281, in fine).
En cuanto a los medios de transporte terrestre, se encuentra comprendido
LA
1.5 Caracteres
De la definición legal y demás normas del capítulo respectivo, pueden dis-
cernirse los caracteres jurídicos del contrato.
a) Bilateral: ambas partes se comprometen a cumplir obligaciones la una
hacia la otra (art. 966).
b) Oneroso: tal como lo puntualiza la noción del art. 1280, el transportista
503
OM
tuito efectuado por un transportista “que ofrece sus servicios al público en el curso
de su actividad”. La previsión remite tanto al servicio público de transporte de
pasajeros como a la actividad de cualquier transportista que ofrece pública-
mente sus servicios durante su actividad (taxis que circulan en la vía pública
a la espera de ser abordados por los pasajeros). Un ejemplo de ello es lo que
acontece con el transporte gratuito como consecuencia de un vínculo legal o
convencional preexistente (dependientes de la empresa de transporte, posee-
.C
dores de pases libres). En cambio, no están abarcados por estas reglas aquellos
transportistas que brindan servicios corporativos o institucionales gratuitos
circunscriptos a ciertos segmentos de pasajeros (p.ej., traslado de empleados
de una empresa o de asociados de un club); en este supuesto, las normas del
DD
contrato de transporte son aplicables subsidiariamente.
De este modo, el transportador que ofrece sus servicios al público queda
sujeto a la responsabilidad reglada para el contrato de transporte aunque no
perciba una contraprestación del usuario.
Desde ya, también es preciso excluir de las disposiciones que reglan el
LA
contrato de transporte, tanto para producir sus efectos propios como para su
demostración en sede judicial. Más adelante nos detendremos en este último
aspecto.
e) Nominado: cuenta con una regulación legal propia fijada por el Código
(art. 970).
504
2. Elementos propios
2.1 Consentimiento: oferta al público
Es novedosa la regulación del consentimiento contractual en lo que atañe
OM
a la obligación legalmente impuesta al transportista que ofrece sus servicios
al público de aceptar los pedidos de los usuarios compatibles con los medios
ordinarios de que dispone, excepto que exista un motivo serio de rechazo (art.
1283). Lo dicho es consistente con el carácter vinculante de la oferta a consu-
midores potenciales indeterminados del art. 7° de la LDC. Asimismo, importa
la adopción de un criterio que asimila el transporte a un servicio público.
En tales casos, los transportes deben realizarse según el orden de los pedi-
.C
dos y, de haber varios simultáneos, dar preferencia a los de mayor recorrido
(art. 1283, in fine).
Fuera de este supuesto particular, si desmenuzamos el íter formativo del
contrato de transporte de personas, nos encontramos con una invitación pú-
DD
blica a ofertar que formula el transportista, una ulterior oferta emanada del
pasajero, y finalmente, la aceptación del primero.
Corresponde descartar las situaciones de clandestinidad del pasajero, como
sucede ante el ingreso subrepticio o irregular al medio de transporte sin cono-
cimiento del transportista (p.ej., viajar en lugares que no son los que corres-
ponden al pasaje). La ausencia de consentimiento obsta a la formación válida
LA
del contrato.
505
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del transportista
a) Trasladar al pasajero al lugar convenido. Se trata de la obligación carac-
OM
terística del contrato de transporte.
El transportista debe conducir al pasajero al lugar pactado (art. 1289, inc. b)
y en el plazo estipulado en el contrato o en los horarios establecidos y, en defecto
de ambos, de acuerdo a los usos del lugar en que debe iniciarse el transporte
(art. 1284). Responde por el retraso en la ejecución del transporte (art. 1291).
Cuando el transporte es sucesivo o combinado, los daños originados por
interrupción del viaje se deben determinar en razón del trayecto total (art.
.C
1295). La norma, que debe ser leída en conjunto con la del art. 1287, según
la cual cada transportista responde por su recorrido, permite reclamar los per-
juicios considerando todo el trayecto contratado y no solamente el que corres-
ponde al tramo en el que se produjo la interrupción.
DD
b) Garantizar la seguridad del pasajero. Sin duda, el aspecto más trascen-
dente de los deberes obligacionales del transportista es la seguridad (art. 1289,
inc. c), y sobre ello se ahondará más adelante. Por ahora diremos que el com-
promiso central del transportista integralmente enunciado consiste en trasla-
dar al pasajero sano y salvo a destino.
c) Proveer al pasajero el lugar para viajar. Según el art. 1289, inc. a, el
LA
506
OM
de transporte gratuito asimilado al oneroso en cuanto a las reglas legales apli-
cables, si el transportista ofrece servicios al público en el curso de su actividad
(art 1282).
b) Presentarse para iniciar el viaje. Corresponde al pasajero presentarse en
el lugar y momento convenidos para el inicio del transporte (art. 1280, inc.
b). Nos parece una carga más que una obligación, ya que su cumplimiento
no es coercible. En todo caso, de no ajustar su comportamiento a las pautas
.C
convencionales estipuladas en tal sentido, no podrá ejercer su derecho a exigir
el traslado contratado.
c) Acatar las disposiciones y reglamentaciones vigentes. En otra norma que
consideramos ociosa, se establece que el pasajero debe cumplir las disposicio-
DD
nes administrativas, observar los reglamentos establecidos por el transportista
para el mejor orden durante el viaje y obedecer las órdenes del porteador o de
sus representantes impartidas con la misma finalidad (art. 1280, inc. c).
d) Acondicionar debidamente su equipaje. El viajero está obligado a aco-
modar correctamente su equipaje de mano, el que debe ajustarse a las medidas
LA
y peso reglamentarios (art. 1280, inc. d). También se trata de una carga, cuya
inobservancia puede conllevar la pérdida del derecho a reclamar por los per-
juicios resultantes.
507
OM
violación del deber genérico de no dañar proveniente de la ley y preexistente
al contrato. Ciertamente, esta interpretación forzada encerraba el propósito
teleológico de escapar al estrecho plazo anual de prescripción de la acción
emergente del contrato de transporte del art. 855 del viejo C.Com.
El diseño normativo actual, conformado por las disposiciones del esta-
tuto del consumidor y las reglas del CCyC, cuyo denominador común es la
unificación del régimen de responsabilidad, depuran en forma definitiva las
.C
inconsistencias y los debates en torno a la órbita de la responsabilidad del
transportista, no sin dejar de reconocer la evidencia de que la fuente de deber
de reparar pertenece a la esfera de las obligaciones propias del contrato.
DD
4.2 Comienzo de la responsabilidad
Es necesario demarcar cuándo principia el deber de indemnidad a cargo del
transportista. Para ello, cuadra discriminar según la modalidad del transporte.
En materia de transporte automotor urbano (ómnibus, taxímetros que
circulan en la vía pública) el contrato se entiende celebrado cuando el pasaje-
LA
508
5°, LDC). Se entiende que el transportista se hace cargo del pasajero desde
que éste accede a lugares en espera de abordar la unidad, sobre los cuales aquél
tiene alguna injerencia material, por lo que resulta responsable por los daños
durante todo el tiempo que el usuario permanezca dentro del ámbito de sus
estaciones. Con la utilización de tarjetas magnéticas, la formación contractual
OM
en el transporte ferroviario y subterráneo acontece en un instante posterior,
cual es el traspaso de la línea de molinetes para el acceso a los andenes, lo que
revela la inequívoca voluntad del pasajero de ser trasladado.
.C
desarrolla y los bienes jurídicos que le son confiados, un compromiso anexo
de indemnidad.
La obligación de seguridad en el servicio de transporte de personas de-
termina que el transportista se vea obligado a trasladar al pasajero con espe-
DD
ciales precauciones en cuanto a las condiciones y funcionamiento del medio
de transporte y respecto de la observancia de las disposiciones que rigen la
actividad. Todo ello dirigido a que el usuario sea conducido sano y salvo hasta
el lugar de destino.
En ciertas oportunidades el deber de cuidado, empeño y vigilancia debe ser
LA
509
OM
nominado garantía. Así, todo menoscabo que el viajero sufra con motivo o en
ocasión del transporte objetiviza el incumplimiento de la prestación a cargo
del transportador y permite sindicarlo, en principio, como responsable.
Una breve reseña del haz de disposiciones aplicables a la especie revela
que: a) la responsabilidad derivada del daño causado por el riesgo o vicio de
las cosas o de las actividades riesgosas, se asienta en una factor de atribución
objetivo (art. 1757); b) en tanto obligación de resultado, la responsabilidad
.C
del deudor es igualmente objetiva (art. 1723); c) la culpa del transportista es
irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad (art. 1722, 1ª pte.); d) la
liberación solamente se produce mediante la demostración de la causa ajena
(art. 1722, 2ª pte.): hecho del damnificado (art. 1729), caso fortuito o fuerza
DD
mayor (art. 1730) y hecho de un tercero (art. 1731); e) no son eximentes la
autorización administrativa, ni el cumplimiento de las técnicas de prevención
(art. 1757, últ. párr.).
Lo dicho produce consecuencias relevantes en materia probatoria. El dam-
nificado no tiene que establecer la culpa del transportador, sino que basta
LA
4.5 Eximentes
4.5.1 Caso fortuito o fuerza mayor
Además de remitir a las reglas generales en la materia (art. 1730), precisa-
remos algunos matices receptados por la casuística judicial.
510
OM
irresistibles para exonerar de responsabilidad al transportista.
4.5.2 Hecho de un tercero
El eximente del hecho de un tercero se refiere a aquellos sujetos ajenos
civilmente al transportista, dado que los dependientes son terceros de los que
se vale para la ejecución material de la prestación asumida.
Constituye un supuesto particular de caso fortuito (art. 1731), que partici-
pa de sus requisitos esenciales de imprevisibilidad e irresistibilidad.
.C
Pueden citarse como casos típicos: maniobras bruscas e imprevistas de
otros vehículos o colisiones provocadas por terceros.
Merecen consideración especial los hechos delictivos cometidos tanto des-
de el exterior como en el interior de las unidades de transporte o en las ins-
DD
talaciones de la empresa. Examinaremos el tema según las distintas hipótesis
fácticas.
Dentro de los eventos provenientes del exterior del medio de transporte,
pueden mencionarse las cosas arrojadas a los trenes. La recurrencia de este tipo
de hechos vandálicos impide considerar tales infortunios como imprevisibles,
LA
511
el sentido de que basta la intervención causal del hecho del damnificado para
liberar de responsabilidad al deudor, sin ser necesario que medie culpa de la
víctima, excepto en los casos puntuales que así lo exija la ley.
Algunos ejemplos tomados de la experiencia judicial: tropezar la víctima
con el estribo sin estar el vehículo en movimiento; sacar la cabeza por la venta-
OM
nilla; no sostenerse del pasamanos; intentar ingresar a la formación subterrá-
nea luego del toque de la señal sonora que avisa del cierre de puertas.
Deben computarse también ciertos comportamientos riesgosos de los pa-
sajeros a través de acciones imprudentes que, sin embargo, no excluyen en
forma total la responsabilidad de la empresa. A la luz de lo prescripto por el
art. 1719, la asunción de riesgos por parte de la víctima no justifica por sí
mismo el hecho dañoso ni exime de responsabilidad, a menos que pueda cali-
.C
ficarse como un hecho del damnificado que interrumpe total o parcialmente
el nexo causal. Además, para que las transgresiones de los pasajeros a normas
reglamentarias determinen la irresponsabilidad de la empresa, no deben haber
sido motivadas por deficiencias propias del servicio de transporte.
DD
4.6 Imperatividad del sistema reparatorio
La normativa que rige la reparación de daños a los pasajeros transportados
está informada por el orden público, dado el interés social que para la comu-
nidad reporta el servicio de transporte y los riesgos inherentes a la actividad.
Por tanto, resulta inderogable para las partes.
LA
En este sentido, el art. 1292 establece que las cláusulas que limitan la res-
ponsabilidad del transportista de personas por muerte o daños corporales se
tienen por no escritas. Idéntica solución deriva del art. 37, inc. a), de la LDC.
prescribían al año, para los transportes realizados dentro del país, y a los dos
años, para los dirigidos al exterior. Empero, se pretendió atenuar el rigor de
tan breve plazo a través de distintas elaboraciones con el fin de extenderlo a
dos años (responsabilidad extracontractual, opción aquiliana del art. 1107 del
CC, acción contra el conductor, etc.).
Luego, la aplicación de las disposiciones de la LDC para fundar la acción
permitió llevar a tres años el término de prescripción (art. 50, modificado
por la ley 26.361), por ser más favorable al consumidor. El contenido de esta
norma fue neutralizado con la ley sancionatoria del CCyC.
512
OM
5. Transporte de cosas. Nociones introductorias
5.1 Concepto
Hemos hecho alusión a que el art. 1280 del Código Civil y Comercial
integra la noción legal de las dos especies tratadas: transporte de personas y
transporte de cosas. En ambos subtipos, el objeto contractual es el desplaza-
.C
miento (de personas o bienes) y el precio.
El contrato de transporte de cosas es definido como aquel según el cual
una de las partes (transportista, porteador o acarreador) se obliga a trasladar
DD
cosas de un lugar a otro, y la otra parte (cargador) se compromete a pagar un
precio, denominado flete.
En razón del tratamiento unificado de las cuestiones generales de las dos
figuras, es que procede remitir en todo lo pertinente a lo expresado sobre el
transporte de personas, respecto del campo de actuación de las normas del
CCyC y de los caracteres del contrato.
LA
te y el destinatario es el beneficiario.
Sin ser propiamente parte del contrato, el destinatario es un sujeto involu-
crado en esquema contractual del transporte de cosas y tiene derecho a exigir
la entrega de las mercaderías desde su llegada a destino, contra el pago de las
sumas que le son debidas al transportista (art. 1304).
513
OM
ración de las partes sobre las condiciones pactadas para el transporte, con una
serie de menciones básicas. Si bien su expedición tiene carácter facultativo
para los contratantes, la utilidad probatoria del documento es trascendente,
dado que de su contenido se resuelven todas las controversias suscitadas con
motivo del transporte de cosas. A tal punto, que el viejo C.Com. calificaba a
la carta de porte como el “título legal del contrato”.
De conformidad con lo prescripto por el art. 1298, el transportista tiene
.C
derecho a requerir del cargador la suscripción de la carta de porte, con las
especificaciones enunciadas en el art. 1296, a saber: declaración del contenido
de la carga, identificación externa de los bultos y del embalaje, indicación del
destino y del destinatario, y documentación que se entrega al transportista
DD
junto con la carga.
Entre las varias funciones de la carta de porte, destacamos su calidad de
elemento probatorio del contrato, en dos aspectos sustanciales: a) su emisión
importa recibo de la carga (art. 1298, últ. párr.); a falta de ella, el cargador debe
demostrar la entrega de los efectos al porteador por otros medios admisibles;
b) la tenencia del segundo ejemplar de la carta de porte, que el cargador puede
LA
514
OM
legitimado de dichos documentos (art. 1303).
7. Efectos generales
7.1 Obligaciones del porteador
a) Trasladar la carga al lugar convenido. Si bien no existe una esquematiza-
.C
ción legal de las obligaciones del transportista de cosas, no cabe dudar de que
es éste su débito más característico. En los términos del art. 1305, el porteador
debe poner la carga a disposición del destinatario en el lugar, en el plazo y con
DD
las modalidades convenidas en el contrato o, en su defecto, por los usos.
En cuanto al tiempo de ejecución, el incumplimiento del transportista
producido por el retraso en el traslado de las cosas transportadas no debido a
una causa ajena, le hace perder una parte del flete proporcional al retardo, o
el total, si el tiempo insumido es el doble del plazo en el que debió cumplirse,
sin perjuicio del derecho del cargador o destinatario de reclamar los mayores
LA
515
OM
entrega debe concretarse en el mismo estado en que fue recibida del cargador
(art. 1306). La norma consagra una presunción a favor del cargador: si la re-
cepción del transportista se hace sin reservas, se entiende que la carga no tiene
vicios aparentes y se encuentra bien acondicionada para el transporte.
El destinatario no está obligado a recibir cosas con daños que impidan
el uso o consumo que les son propios (art. 1306, últ. pte.). Para un efectivo
ejercicio de este derecho, el destinatario puede hacer comprobar a su costo,
.C
antes de la recepción de las cosas, su identidad y estado; si existen pérdidas o
averías, el transportista debe reembolsar los gastos (art. 1314); a su vez, el por-
teador tiene derecho a requerir al destinatario la apertura y el reconocimiento
de la carga, bajo apercibimiento, en caso de negativa u omisión de éste, de
DD
quedar eximido de toda responsabilidad, excepto dolo (art. 1314, últ. pte.).
Es una regla ampliamente reconocida que la revisión de las mercaderías por el
destinatario al tiempo de la entrega, constituye una carga cuya inobservancia
tiene el valor de presunción de la recepción en condiciones adecuadas y la con-
siguiente liberación de responsabilidad del porteador, siempre que no tenga
LA
516
OM
co, que retribuye el servicio de traslado que presta el transportista.
En caso de convenirse el pago del flete a cargo del destinatario, el portea-
dor puede rehusarse a la entrega de las cosas transportadas mientas no le sea
abonado el precio por aquél.
Si por culpa del cargador, del portador legitimado del segundo ejemplar de la
carta de porte o de la guía, o del destinatario, el transporte no puede ser iniciado
o completado, el transportista igualmente tiene derecho al pago del precio o de
.C
una parte proporcional de éste, según sea el caso (p.ej., por tramo recorrido), y
al reembolso de los gastos adicionales en que haya incurrido (art. 1316).
En el transporte sucesivo, el último transportista representa a los demás
para el cobro de sus créditos y el ejercicio de sus derechos sobre las cargas
DD
transportadas (art. 1318, últ. pte.).
b) Entregar la carga en condiciones. El cargador debe poner la carga a
disposición del porteador para su desplazamiento. Son varios los deberes co-
etáneos que complementan esta obligación y el art. 1296 se ocupa de deta-
llarlos: declarar el contenido de la carga, identificar los bultos externamente,
LA
517
transportados; por tanto, responde por los perjuicios que las cosas trasladadas
causen, o por los que deriven de la incorrecta información que fuera menester
para el transporte de los efectos, o de las deficiencias de la documentación que
corresponda a las mercaderías.
OM
8. Efectos particulares: responsabilidad del porteador
El núcleo normativo de la responsabilidad del porteador se encuentra ex-
puesto en el art. 1286, últ. párr.: “Si el transporte es de cosas, el transportista se
excusa probando la causa ajena. El vicio propio de la cosa transportada es consi-
.C
derado causa ajena”.
La referencia a la causa ajena como eximente de la responsabilidad remite
a las reglas sobre la responsabilidad objetiva. Este sistema es coherente con la
obligación de resultado que se impone al transportista de cosas. Para evitar
DD
reiteraciones innecesarias, conviene remitirse a lo desarrollado sobre la respon-
sabilidad del transportista de pasajeros con relación al factor de atribución y a
las causas de exoneración.
La regla general consiste en que el transportista responde por todo daño
que sufra la carga durante el desplazamiento. Comprende básicamente dos
aspectos: pérdida o averías de la carga y retardo en la ejecución del transporte.
LA
518
OM
terioro, o de animales, el transportista puede convenir que sólo responde si se
prueba su culpa (art. 1310). Se trata de un precepto singular, que constituye
una excepción al principio de responsabilidad objetiva del transportador de
carga, en razón de la especial condición de los bienes que se trasladan. De pac-
tarse una cláusula en tal sentido, la responsabilidad por pérdida o avería queda
sujeta a que el cargador o el destinatario prueben que el daño se produjo por
la negligencia, imprudencia o impericia del acarreador. Sin embargo, la norma
.C
somete la eficacia de dicha estipulación contractual a la exigencia de que sea
negociada individualmente como cláusula particular (art. 986).
Otro recorte de la responsabilidad viene dado por art. 1312 y es de carác-
ter cuantitativo. Cuando las cosas, por su naturaleza, se encuentren sujetas a
DD
disminución en su peso o medida durante el transporte, la responsabilidad del
acarreador queda limitada sólo al valor de la disminución que exceda la pérdi-
da natural. No responde por el detrimento que se origina en la propia índole
de las cosas. Creemos innecesaria la aclaración de la segunda parte de la norma
citada, por ser una obviedad que el transportista responde si se acredita que
LA
519
turiSmo
1. Nociones introductorias
FI
521
positiva debe estar diseñada para brindar certeza a las relaciones de los usuarios
con los respectivos agentes.
Consideramos que la problemática actual del contrato de turismo estriba
principalmente en la necesidad de garantizar la protección de los turistas ante
la asimetría que presenta el esquema de negociación masiva, y que a su vez
OM
tiene hoy como ejes más destacados la preponderancia de la modalidad de
contratación electrónica, la conexidad entre las distintas prestaciones involu-
cradas, y la posible aplicación del derecho extranjero en los casos de elementos
de conexión con otros Estados.
.C
de normas de diversas épocas y rangos, que requieren una lógica armonización
a partir del diálogo de fuentes.
En primer término, identificaremos las principales disposiciones que con-
fluyen directa o indirectamente a conformar el régimen jurídico del negocio:
DD
a) Ley de Agentes de Viajes (N° 18.829) y decreto reglamentario
2.182/72. Rige el ejercicio profesional de las agencias de turismo. Si
bien se trata de una norma sustancialmente reguladora de la actividad
de los agentes de viajes en cuanto a requisitos, registración, licencias y
sanciones, su reglamentación mediante el decreto 2.182/72 instituyó
LA
522
dejado derogada a partir del año siguiente), sin haberse dictado una
normativa que la sustituya, siendo que -para mayor confusión- algu-
nos fallos posteriores continuaron fundándose en ella.
c) Disposiciones especiales que regulan los servicios turísticos. Entre las
diversas normas que integran el régimen legal del contrato de turismo,
OM
podemos mencionar la ley 25.997 (Ley Nacional de Turismo), dirigi-
da al fomento, desarrollo y promoción de la actividad turística. Entre
los escasos contenidos regulatorios que aquí nos interesan, se destaca
la directiva a la autoridad de aplicación de instrumentar procedimien-
tos eficaces tendientes a la protección de los derechos del turista y a
la prevención y solución de conflictos (art. 37). En cuanto a los ope-
radores, la ley los divide en empresas de viajes y turismo, agencias de
.C
turismo y agencia de pasajes (Anexo I). También merece atención la
ley 25.599 de Turismo Estudiantil (con sus reglamentaciones y reso-
luciones administrativas complementarias), que dispone los controles
a que se sujetan las agencias que operan este tipo de servicios, las
DD
especificaciones que deben contener los contratos y las previsiones ne-
cesarias para atender la problemática especial del turismo estudiantil
(incumplimientos en los servicios contratados, cierres intempestivos
de empresas que afectan a contingentes de estudiantes luego de haber
pagado el viaje, etc.). Por su parte, la Resolución N° 256/2000 dictada
por la Secretaría de Turismo intentó fijar un modelo uniforme para
LA
523
OM
intervención de la autoridad de aplicación de la ley 24.240), la ten-
dencia fue evolucionando a partir del reconocimiento del principio
protectorio, viraje que se tornó imperativo con la reforma del art.
3° de la LDC mediante la ley 26.361 y la consagración expresa del
principio de integración normativa. En esta línea, no ofrece dudas que
el organismo de aplicación de la LDC es competente para recibir los
reclamos de turistas vinculados a sus derechos como consumidores,
.C
sin desmedro de la actuación que le incumbe a la autoridad de control
en materia turística sobre cuestiones relacionadas con el ejercicio pro-
fesional de los agentes.
Cabe recordar la exclusión vigente en materia de transporte aéreo,
DD
excepto para las cuestiones no reguladas por la normativa particular
de dicha actividad (art. 63, LDC).
e) Normas especiales del CCyC. Aunque no están dirigidas a regular
el contrato de turismo (con excepción del art. 2655, inc. d, que lue-
go mencionaremos), algunas disposiciones del Código tratan ciertas
LA
1.3 Concepto
El contrato de turismo puede ser conceptualizado como aquel en virtud del
cual una de las partes (agente u operador) se obliga a procurar a otra (viajero, tu-
rista, pasajero), una o varias prestaciones aisladas o combinadas para la realización
de un viaje, ejecutadas por sí o por terceros, a cambio de un precio en dinero.
524
OM
Los agentes de turismo pueden actuar como intermediarios u organizado-
res. Luego analizaremos las características de cada modalidad.
Son dos tipos de relaciones los que entabla la agencia de viajes. Por un lado,
celebra una serie de contratos con los distintos prestadores (transportistas, ho-
teles, guías turísticos, etc.), los que se hallan vinculados sistemáticamente para
materializar la finalidad económica común, cual es la de permitir la realización
del viaje a cambio de un precio global. Por otra parte, concluye con el usuario
.C
el contrato de viaje, en el que le ofrece una o más prestaciones turísticas que,
de otro modo, el viajero debería contratar directa e individualmente con cada
proveedor. Este complejo entramado negocial lleva a la aplicación de los pre-
ceptos sobre conexidad contractual (arts. 1073 a 1075) y sobre ejecución de
DD
prestaciones por terceros (arts. 732, 776, 881 y 1753).
Si bien en la actualidad se interpreta que el contrato de turismo posee una
naturaleza jurídica propia, no debe descartarse la aplicación supletoria, en lo
pertinente, de las reglas de otros contratos típicos afines, principalmente los
contratos de servicios y de obra (arts. 1251 y ss.), y en ciertos casos, el de
LA
verificación de estos fines particulares por causas ajenas al riesgo asumido por
las partes (v.gr., cancelación del evento previsto), puede provocar la frustración
del fin del contrato.
1.4 Caracteres
525
OM
la autoridad de aplicación.
e) Innominado: la atipicidad legal del contrato de turismo resulta ser
una situación peculiar, dado que durante los largos años de vigencia
de la Convención de Bruselas el negocio tuvo nominación particular.
Ya sin dicho instrumento legal, el marco normativo restante no alcan-
za para diseñar una disciplina legal exhaustiva (art. 970).
f ) De ejecución diferida: por la propia naturaleza del servicio turístico,
.C
la obligación del agente queda sujeta a un plazo inicial.
1.5 Clases
Hemos anticipado que la actuación del agente de viajes puede asumir dos
LA
526
OM
aisladas, a cambio de un precio.
Según se aprecia, el agente intermediario puede comprometerse a procurar
al viajero tanto un contrato de organización de viaje creado o armado por
otro como las prestaciones singulares que integran un viaje. Por tanto, dentro
de esta modalidad es dable incluir los casos en que los agentes comercializan
servicios específicos aislados, como la venta de pasajes aéreos.
En estos supuestos, y como su denominación lo indica, el agente es efecti-
.C
vamente un intermediario, que no presta servicios propios vinculados al viaje,
sino que actúa como eslabón comercial de los proveedores de los servicios
turísticos. Tal como se examinará más abajo, la calificación de intermediario
tiene incidencia en cuanto a la obligación asumida, y por lo tanto, en punto
DD
a la responsabilidad.
Hay que decir que en la práctica las agencias operan casi siempre como
intermediarias, incluso en la organización de viajes y no como organizadoras.
Otro dato incuestionable de la realidad es la marcada tendencia negocial a la
contratación de los servicios turísticos mediante agentes que operan electró-
LA
527
OM
La inobservancia del deber del proveedor de informar en forma cierta, cla-
ra, detallada y gratuita, respecto de todo lo relacionado con las características
esenciales de los servicios y condiciones de su comercialización, y de toda otra
circunstancia relevante para el contrato (arts. 4° de la LDC y 1100 del CCyC),
conlleva, además de una infracción sancionada por la LDC, el derecho del
consumidor de demandar la nulidad del contrato o de alguna de sus cláusulas
(art. 37, últ. párr., LDC).
.C
Diversos fallos judiciales han condenado a las empresas de turismo a resar-
cir los daños derivados de la omisión a este deber, por ejemplo, por no infor-
mar sobre la falta de confirmación de reservas de vuelos o sobre la cancelación
de reservas de hoteles.
DD
La publicidad es otro aspecto clave en la comercialización de los servicios
turísticos que brindan las empresas especializadas. Los anuncios publicitarios
inducen al consumo del turismo a través de representaciones atractivas enfoca-
das más que en las prestaciones en sí mismas, en las ventajas comparativas en
cuanto a precios y formas de pago, lo que suele tener impacto en la situación
LA
en que se encuentren vigentes (art. 7°, LDC). Si ésta es formulada por medios
electrónicos, la vigencia se extiende durante el período que fije el oferente o,
en su defecto, durante todo el tiempo que permanezcan accesibles al destina-
tario (art. 1108, CCyC).
528
OM
negocial tiene como contrapeso en la ley el derecho indisponible acordado
al usuario de revocar su aceptación contractual, sin necesidad de alegar causa
justificante y sin costo alguno para el consumidor, dentro de los diez días co-
rridos desde la recepción de la prestación o desde la celebración del contrato,
si ella fuera posterior (art. 34, LDC; arts. 1110 y 1115, CCyC).
En tal hipótesis, el proveedor queda obligado a restituir los importes reci-
bidos del consumidor (art. 1113, CCyC).
.C
En el caso especial de la contratación por medios electrónicos, se dispone
la obligación del empresario de informar sobre todos los datos necesarios para
utilizar correctamente el medio elegido, para comprender los riesgos derivados
de su empleo y quién los asume (art. 1107, CCyC).
DD
Una de las cuestiones a considerar en el marco de estas modalidades co-
merciales a distancia o por medios electrónicos, particularmente relevante en
la contratación de servicios turísticos, es la competencia judicial en materia
territorial y el derecho aplicable al negocio jurídico.
Para estos supuestos, el art. 1109 del CCyC fija como lugar de cumpli-
LA
miento del contrato “aquel en el que el consumidor recibió o debió recibir la pres-
tación”, lugar que asimismo define la jurisdicción para los conflictos derivados
del contrato. Dicha solución es potencialmente perjudicial para el turista, toda
vez que la competencia territorial determinada por el lugar de la prestación
puede corresponder a una sede distante del domicilio del consumidor. Cree-
mos que una interpretación sistémica consistente con el principio protectorio
FI
(arts. 3º, LDC, y 1094, CCyC), llevaría a descartar esta preceptiva si sustrae al
usuario de la jurisdicción de su lugar de residencia.
En lo que atañe a la ley aplicable, el punto es de interés en los contratos
de turismo concluidos por el consumidor con proveedores extranjeros, lo que
obliga a remitirse a las normas de derecho internacional privado contempladas
en el Código. Existe una puntual previsión en este sentido, según la cual los
contratos de viaje por un precio global se rigen por el derecho del Estado del
domicilio del consumidor, si comprenden prestaciones combinadas de trans-
porte y alojamiento (art. 2655, inc. d). En su defecto, se aplica el derecho del
país del lugar de cumplimiento, y en caso de no poder determinarse, el con-
trato se rige por el derecho del lugar de celebración.
529
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del agente
a) Brindar las prestaciones relativas al viaje. Según la especie de contrato
OM
que se celebre entre las partes (de organización o de intermediación), el agente
se compromete a otorgar al turista, como deber característico y central, los ser-
vicios de transporte, alojamiento u otros adicionales que fueran contratados,
en forma combinada o aislada.
Ha quedado expuesto que estas prestaciones pueden ser ejecutadas por el
propio agente o por terceros.
Cabe tener presente que la agencia de turismo es un proveedor profesional,
.C
por lo que el cumplimiento o incumplimiento de sus deberes convencionales
y legales debe ser juzgado sobre la base de un estándar de eficiencia, y al propio
tiempo, del resultado que compromete su actividad (arts. 10 bis, LDC; art.
1723, CCyC).
DD
b) Informar al viajero sobre aspectos relevantes. La idoneidad del operador,
especialmente por su superioridad técnica y la consecuente brecha de conoci-
miento con el viajero, hacen de la obligación informativa una cuestión clave
en la contratación de servicios turísticos.
Desde luego, debe brindarse al usuario toda la información relativa a las
prestaciones abarcadas y a las condiciones de contratación, como ya ha sido
LA
mencionado más arriba. Fuera de ello, la información tiene que ser circuns-
tanciada en función de las características del negocio. A título ejemplificativo,
en los casos de viajes al exterior, compete al agente informar también acerca
de los requisitos legales de ingreso a otros Estados (p.ej., pasaporte, visado,
seguro médico), tanto como brindar asesoramiento y consejo para una estadía
segura y provechosa.
FI
530
que el agente de viajes no podía alterar el precio total pactado, a menos que
existiera incremento del tipo de cambio o de las tarifas de los transportistas y
esta facultad hubiera sido prevista en el documento de viaje (art. 11). A falta
una norma expresa en tal sentido, entendemos que actualmente las tarifas
convenidas no pueden ser modificadas.
OM
4. Efectos particulares
4.1 Responsabilidad del agente
Si nos ajustamos a la concepción tradicional emanada de la normativa es-
pecífica de los servicios turísticos, la responsabilidad del agente por el incum-
.C
plimiento de sus obligaciones ante el viajero requiere discriminar según su
actuación tenga encuadre como intermediario o como organizador.
Siguiendo esta línea, las agencias de viajes que operan en la intermediación
DD
turística únicamente responden por el incumplimiento de los proveedores de
los servicios cuando media culpa o dolo de su parte (art. 14, decreto regla-
mentario). Igual temperamento provenía de la Convención. Bajo este estricto
marco normativo, el usuario no tendría acción contra el intermediario por
defectos originados en los hechos de los prestadores, si no prueba su obrar
negligente (p.ej., no informar sobre la caída de una reserva hotelera), por lo
LA
531
ción del viaje), la regla del ordenamiento internacional está basada en la culpa
in eligendo, por lo que el organizador responde en la medida que se demuestre
la negligencia en la designación del proveedor (art. 15, inc. 1).
Demás está decir, al igual que el caso del intermediario (y más aún), que
este modelo regulatorio desconoce la obligación de resultado que asume el
OM
organizador (art. 1723) y tampoco guarda coherencia con el esquema de res-
ponsabilidad civil de la LDC (arts. 10 bis y 40), lo que conlleva la necesidad
de dirimir el conflicto normativo del modo más favorable al consumidor.
Por si hiciera falta, cabe aclarar que la responsabilidad del agente por los
perjuicios al viajero no se limita a los hechos propios de los que resulta su
incumplimiento, sino que abarca todo daño causado por la inejecución de
las obligaciones de los prestadores contratados, tanto respecto del deber de
.C
prestación concreto como de la garantía de indemnidad. A más de las disposi-
ciones citadas de la LDC, esta tesis tiene sustento normativo, según el caso, en
la figura de la promesa del hecho de tercero (art. 1026) o en la responsabilidad
contractual por el hecho de terceros (art. 1753).
DD
Un supuesto peculiar que merece atención es el incumplimiento prove-
niente de la sobreventa de pasajes (overbooking), práctica habitual por medio
de la cual el transportista aéreo procura acotar el riesgo de cancelación an-
ticipada de boletos. Sin embargo, este proceder ha sido calificado como un
incumplimiento doloso, con los efectos que ello acarrea en materia de conse-
LA
532
OM
tual que ocupa, fuera de los casos previstos por la norma (restricción impuesta
por el transportista o el hotelero), sin perjuicio de los requisitos exigibles con
relación a la persona del cesionario en virtud de disposiciones legales.
.C
a) Limitación de responsabilidad. Por las razones ya explicitadas en cuanto
a las obligaciones y responsabilidades que asumen las agencias de viaje, debe
tenerse por no convenida cualquier estipulación que restrinja total o parcial-
mente su deber de responder por los perjuicios causados por el hecho propio
DD
o de los prestadores de los servicios (arts. 37, inc. a, LDC, y 1743, CCyC).
En particular, lo mismo sucede con las cláusulas limitativas de responsabi-
lidad por daños al equipaje del viajero, toda vez que el deber de seguridad exi-
gible al operador de turismo involucra un deber de custodia sobre la persona
y sobre los bienes del usuario.
LA
de turismo.
Respecto del aumento del precio, ha sido expuesto al desarrollar las obli-
gaciones del viajero.
c) Restricciones a la cesión. También lo hemos tratado más arriba, por lo
que nos remitimos a lo allí señalado.
533
OM
rísticos una cláusula de arbitraje (aunque sea facultativa para las partes) por ante
el tribunal arbitral perteneciente a la entidad que nuclea a los agentes de viaje.
5. Extinción
El contrato de turismo concluye normalmente por el cumplimiento de
.C
las prestaciones pactadas, esto es, la realización del viaje en las condiciones
previstas y el pago del precio.
Nos referiremos a continuación a causas de extinción anticipadas, que
DD
constituyen modos anormales de terminación del contrato.
534
OM
supuesto, la agencia tiene derecho a deducir para sí hasta un diez por ciento
del valor del reembolso (art. 21, decreto reglamentario). Se advierte que estas
restricciones al reintegro de las sumas abonadas por el turista resultan incom-
patibles cuando la modalidad de contratación admite la revocación del usua-
rio (contratos fuera del establecimiento y contratos a distancia), en las que se
le acuerda el derecho a la restitución completa y libre de gastos (arts. 1113 y
1115, CCyC).
.C
El derecho de rescisión unilateral incausada por parte del agente de viajes
se encuentra reglado por el art. 25 del decreto reglamentario. Se impone al
operador el reembolso íntegro del depósito previo, más una indemnización
tarifada entre el diez y el treinta por ciento, según lo determine la autoridad de
DD
aplicación, sin perjuicio de otros daños que deban compensarse al usuario. No
parece práctico para la operatividad del resarcimiento delegar en el organismo
de control la graduación de la indemnización, cuando ello bien pudo haberse
fijado de manera precisa en la norma, de modo de evitar un procedimiento
adicional y superfluo.
LA
FI
535
OM
caPÍtulo XXv
mandato
1. Nociones introductorias
537
OM
mediante la construcción de dos bloques normativos. Por un lado, estructura
una teoría general de la representación dentro del título de los hechos y actos
jurídicos (arts. 358 a 381), aplicables a la representación voluntaria, a la legal
y a la orgánica. Luego el régimen del mandato como contrato en los arts. 1319
a 1334, tanto representativo como sin representación.
.C
Aunque parezca ocioso, cuadra señalar que el término mandato designa al
contrato que celebran mandante y mandatario, esto es, el acuerdo de volunta-
des para que éste pueda ejecutar actos jurídicos por cuenta de aquél.
La noción de mandato está íntimamente vinculada con la de representa-
DD
ción y la de poder, dado que en la gran mayoría de los casos de aplicación se
verifica la existencia de un mandato de tipo representativo y materializado a
través de un poder de actuación. Sin embargo, la diferente naturaleza de cada
uno de las categorías exige precisar los deslindes conceptuales de rigor.
En efecto, el mandato supone una relación contractual que, como todo
LA
538
dato sin representación), los actos que celebre serán otorgados a nombre del
mismo mandatario, aunque el interés que motive su ejecución sea del man-
dante. El CCyC admite el mandato desprovisto de representación en los arts.
1320 y 1321 y define su principal efecto, que consiste en desobligar al man-
dante respecto del tercero y viceversa, y a su vez, en comprometer al mandata-
OM
rio personalmente con dicho tercero; sin perjuicio del derecho del mandante
de subrogarse en las acciones que tiene el mandatario contra el tercero, y del
tercero en las acciones que pueda ejercer el mandatario contra el mandante.
Asimismo, cuando el mandatario no representante evita revelar al tercero
que su actuación es por cuenta de otro, se habla de mandato oculto. Esta
situación, en la que se encubre la identidad del verdadero titular del interés
involucrado en el negocio a celebrarse mediante interpósita persona (“testafe-
.C
rro” o “prestanombre”), importa una simulación, cuya validez depende de que
el acto no se encuentre reprochado por la ley.
En cambio, en el mandato representativo es el mandante quien queda obli-
gado hacia el tercero y este respecto de aquél, sin que el mandatario asuma
DD
otras responsabilidades que las que emergen de su relación contractual interna
con el mandante.
Ambas nociones analizadas (mandato y representación) tienen una indu-
dable ligazón con el poder.
En efecto, el mandato con representación requiere de un acto instrumen-
tal otorgado por el mandante en virtud del cual se faculta al mandatario a
LA
representarlo en sus relaciones con los terceros. En este sentido, puede decirse
que el poder (o para mayor precisión, el apoderamiento) constituye un acto
unilateral del mandante o poderdante por el que le confiere representación al
mandatario o apoderado.
Hasta allí, el apoderamiento no es sino una declaración de voluntad exclu-
FI
539
Por esta razón, es que se ha señalado como otro criterio conceptual de dis-
tinción el hecho de que, mientras el mandato rige el vínculo interno entre man-
dante y mandatario, el poder sirve para posibilitar las relaciones externas, es de-
cir, las que se entablan entre mandatario (apoderado o representante) y tercero.
OM
1.3 Definición legal
Con evidente simpleza, el art. 1319 del Código define al mandato como
el contrato en virtud del cual “una parte se obliga a realizar uno o más actos
jurídicos en interés de otra”.
La primera diferencia apreciable del concepto normativo en el cotejo con
su homólogo del viejo ordenamiento civil es que desvincula de la esencia del
mandato el elemento representativo, y asimismo prescinde de mencionar la
.C
necesidad de otorgar un poder para la configuración del tipo contractual. Es-
tos matices permiten superar la confusión terminológica que hemos intentado
esclarecer en el punto anterior.
De esta forma, la definición legal del contrato abarca tanto el mandato con
DD
representación como el mandato sin representación.
Para los casos de mandatos con representación, el art. 1320 remite al ré-
gimen sobre representación voluntaria de los arts. 362 y siguientes, aplicable
también a los no representativos en todo lo que no resulten modificados por
las normas especiales del mandato.
Del concepto analizado puede discernirse la causa fin del negocio y se ex-
LA
juntamente (XV Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Mar del Plata, 1995).
1.4 Caracteres
Categorizaremos la figura del mandato en el esquema clasificatorio tradi-
cional de los contratos.
540
2. Elementos propios
OM
2.1 Capacidad: mandatario incapaz
Replicando en lo sustancial una llamativa regla contenida en el Código de
Vélez, el art. 1323 admite el mandato conferido a una persona incapaz, lo que
conforma una excepción a las normas sobre la ineficacia de los actos celebra-
dos por incapaces de ejercicio.
Armonizando el precepto con lo establecido por el art. 364, cabe interpre-
tar que el representante debe contar al menos con discernimiento. Siguiendo
.C
esta línea, no pueden ser mandatarios quienes se encuentren privados de la
razón ni los menores de trece años (art. 261). En cambio, podría serlo un
menor adolescente.
DD
La explicación del mantenimiento de este criterio sólo podría encontrarse
en la tradición jurídica, mas no en la lógica. Quienes defienden el tempera-
mento adoptado razonan que la elección de la persona del mandatario hace a
la esfera de libertad del mandante, en tanto titular del interés comprometido,
y que, en todo caso, asume los riesgos de tal decisión.
Desde luego, la solución no resiente los derechos de la persona incapaz,
LA
541
OM
cuando sabe que el mandatario está haciendo algo en su interés y no lo impi-
de, pudiendo hacerlo; del lado del mandatario, se entiende aceptada la oferta
si éste ejecuta el mandato aun sin mediar declaración expresa.
Un tema debatido antes de la sanción del CCyC era la factibilidad jurí-
dica del llamado “autocontrato”, por medio del cual el mandatario celebra
el acto que se le encomienda ejecutar consigo mismo, esto es, actuando en
representación del mandante y a la vez en su propio interés (p.ej., adquirir
.C
para sí lo que se le encarga vender) o el de un tercero (v.gr., representar en la
misma operación a quien vende y a quien compra). Ambas hipótesis hoy se
encuentran expresamente vedadas por el art. 368. Se intenta con ello evitar el
conflicto de intereses.
DD
A mayor abundamiento, el art. 372, inc. e, inhibe al mandatario de adqui-
rir por compraventa o actos jurídicos análogos los bienes de su representado.
Empero, la prohibición no es absoluta, toda vez que se admite la dispensa
mediante la autorización del representado. En el caso de actuar como repre-
sentante de dos partes diferentes, se requiere el consentimiento de ambos.
LA
2.3 Objeto
2.3.1 Actos comprendidos y excluidos
542
OM
que la ley exige su otorgamiento por el titular del derecho (art. 358).
Algunos casos relevantes de exclusiones normativas expresas las encontra-
mos: en el art. 406, que exige el consentimiento personal para la celebración
del matrimonio; en el art. 643, que impide conferir representación para el
ejercicio de la responsabilidad parental, sin perjuicio de la posibilidad de dele-
gación a un pariente en casos justificados; en el art. 2465, que declara indele-
gable la facultad de testar; en el art. 266 de la Ley General de Sociedades (N°
.C
19.550), que establece que el cargo de director de una sociedad anónima tiene
carácter personal.
2.3.2 Extensión del poder: actos que requieren facultades especiales
El tópico que trataremos se vincula con el alcance del apoderamiento en
DD
cuanto a los actos para los que se encuentra facultado el representante.
En la perspectiva clásica reflejada en el viejo Código, se discriminaba entre
poder general y poder especial. En el primer caso, las potestades del represen-
tante se circunscribían a la celebración de actos de administración en interés
del representado. Mientras que para ejercer facultades más precisas (p.ej., ac-
LA
Esta clase de poderes sólo abarca la representación en los actos propios de ad-
ministración ordinaria y los necesarios para su ejecución.
No debe confundirse el poder conferido en términos generales con el lla-
mado poder general. El primer caso supone un apoderamiento genérico, sin
individualización de los actos específicos que se encuentran dentro de las fa-
cultades del apoderado. Cuando se habla de poder general se alude al que se
otorga para facultar a cumplir una serie de actos diversos, aunque enunciados
o identificados. De tal suerte, un poder general puede contener facultades
543
OM
de actos que requieren facultades expresas (en lo sustancial, análogos a los del
CC), dejando de lado -por las razones dadas- la denominación de poderes
especiales. El criterio normativo utilizado para la inclusión de los actos ju-
rídicos que exigen poderes con facultades expresas resulta de la ponderación
de su trascendencia jurídica o económica. Para estos casos, el mandante debe
consignar expresamente que el acto se halla entre las facultades conferidas al
mandatario. Son los siguientes:
.C
a) Peticionar el divorcio, la nulidad de matrimonio, la modificación, di-
solución o liquidación del régimen patrimonial del matrimonio.
b) Otorgar asentimiento conyugal, con identificación de los bienes a que
se refiere.
DD
c) Reconocer hijos, con individualización de la persona que se reconoce.
d) Aceptar herencias.
e) Constituir, modificar, transferir o extinguir derechos reales sobre in-
muebles u otros bienes registrables.
f ) Crear obligaciones por una declaración unilateral de voluntad.
LA
544
para el acto que el representante debe realizar (art. 363). Cabe recordar la
distinción conceptual entre mandato y poder, que en lo que aquí respecta,
implica que entre mandante y mandatario no hay requisitos de solemnidad,
pero sí puede haberlo para el poder, en tanto éste instrumenta el acto de repre-
sentación voluntaria para su ejercicio ante los terceros.
OM
El tenor de la disposición le confiere al poder carácter accesorio con rela-
ción al acto que celebra el representado en ejercicio del mandato. De allí que,
si el acto jurídico que concluye el apoderado con el tercero exige cierta solem-
nidad, la misma solemnidad debe observarse para el otorgamiento del poder.
De acuerdo con esta pauta rectora, se requiere escritura pública para inter-
venir en representación del mandante en los contratos para los que también
está prescripta dicha formalidad. Por ejemplo: compraventa inmobiliaria.
.C
Al emplear este criterio general, el CCyC prescinde de detallar los casos
de poderes que deben ser hechos por escritura pública, como lo hacía el CC.
La omisión de enumerar actos en particular ha puesto en duda la necesidad
de emitir instrumento público en ciertos casos, como el de los poderes para
DD
representar en juicio, supuesto que se encontraba expresamente consignado en
régimen derogado. Con ello, la discusión pasa por determinar si la forma de
los poderes judiciales es materia perteneciente a la legislación de fondo, lo que
importaría desgravar el acto del requisito de escritura pública, o si, en cam-
bio, se inscribe dentro de las facultades no delegadas al Congreso Nacional,
LA
3. Efectos generales
FI
545
OM
mandatario un obrar fiel y leal (art. 372, inc. a). Conforman deberes secunda-
rios de conducta que complementan la directriz general de buena fe en mate-
ria contractual. La pauta de fidelidad implica honrar la confianza depositada
por el mandante en todos los actos cumplidos (p.ej., no desempeñarse como
mandatario de otras personas en tanto resulte incompatible con la representa-
ción asumida). La lealtad supone un actuar honesto e íntegro, cuya principal
aplicación es evitar conflictos de intereses con el mandante, y en caso de que
.C
no fuera posible, posponer los intereses propios, o bien, renunciar (art. 1325).
Si en razón de ello obtiene un beneficio no autorizado por el mandante, pierde
su derecho a la retribución.
b) Informar al mandante. La obligación informativa a cargo del mandata-
DD
rio es bien amplia y comprende diversos deberes de comportamiento positi-
vos, entre los que se computan:
i) Poner en su conocimiento en forma inmediata cualquier circuns-
tancia sobreviniente que razonablemente aconseje apartarse de las
instrucciones recibidas, sin perjuicio de requerir nuevas instruccio-
LA
546
OM
e) No adquirir los bienes del mandante. Esta obligación, prevista por el art.
372, inc. e, que involucra un deber de conducta de abstención, fue analizada más
arriba al tratar la cuestión del acto celebrado por el mandatario consigo mismo.
f) Rendir cuentas. Una obligación esencial del mandatario es la de rendir
cuentas al mandante. La rendición de cuentas consiste en la puesta en conoci-
miento a la persona interesada de la descripción de los antecedentes, hechos y re-
sultados pecuniarios del negocio, aunque consista en un acto singular (art. 858).
.C
Para la regulación de este deber jurídico, el art. 1334 remite a la sección
especial que el Código dedica al tema en los arts. 858 a 864. Reseñaremos las
principales reglas que rigen la rendición de cuentas con relación al mandato.
i) Requisitos. Siguiendo las pautas que fija el art. 859, la rendición de
DD
cuentas debe ser hecha de manera: documentada (acompañada de
los documentos empleados en la gestión del negocio); explicativa
(con inclusión de las referencias razonablemente necesarias para su
comprensión); respaldada (con presentación de los comprobantes
de ingresos y egresos que pudieran haberse extendido); concordada
LA
547
del mandante las ganancias derivadas del negocio (si las hubiere),
en el plazo convenido, o en su defecto, en el de diez días (arts. 864,
inc. a, y 1324, inc. g); restituirle las sumas de dinero anticipadas
por el mandante y utilizadas en provecho propio del mandatario,
con los intereses moratorios (art. 1324, inc. g); devolverle los títu-
OM
los, documentos y demás bienes que hubiera recibido, excepto las
instrucciones de carácter personal (arts. 372, 864, inc. b, y 1324,
inc. i).
.C
373, inc. b, y 1328, inc. d).
A falta de acuerdo sobre la cuantía de la retribución dineraria, se aplica el
valor establecido por las disposiciones legales o reglamentarias (si las hubiere),
o por los usos; a falta de ambos, la determinación puede ser requerida al juez
DD
(art. 1322).
Cuando el mandato se extingue sin culpa del mandatario, el mandante
debe la parte de la retribución proporcionada al servicio cumplido, pero si el
mandatario ha recibido un adelanto mayor de lo que le corresponde, el man-
dante no puede exigir su restitución (art. 1328, inc. d).
LA
b) Suministrar los medios para la ejecución del mandato. Si bien esta obli-
gación abarca en forma genérica la provisión de los medios necesarios para el
cumplimiento de la gestión (arts. 373, inc. a, y 1328, inc. a), lo que incluye
títulos y documentación en general, requeridos para la tarea del mandatario,
la cuestión atañe principalmente a la entrega de los recursos económicos que
le permitan desarrollar las tareas propias de la encomienda.
FI
548
4. Efectos particulares
4.1 Efectos del mandato frente a terceros
Para examinar las consecuencias jurídicas de la actuación del mandatario
OM
dotado de representación tanto con relación al mandante, como a los terceros
y al propio mandatario, conviene discriminar las diversas hipótesis que pue-
den plantearse y la respuesta normativa que en cada caso provee el Código.
a) Actuación dentro de los límites del mandato. Como ha sido suficiente-
mente explicado, la regla general en la materia consagra el efecto normal del
mandato y es que los negocios realizados por el representante dentro de los
límites de las facultades conferidas en el poder obligan directamente al man-
.C
dante respecto de los terceros con quienes celebra los actos jurídicos, siempre
que se exteriorice la voluntad de obrar en nombre del representado y no en
nombre propio (arts. 359 y 366).
b) Mandato aparente. En ciertos supuestos, se admite una representación
DD
sólo aparente del mandatario. Ello sucede cuando el mandante induce al ter-
cero a celebrar un acto jurídico bajo la creencia razonable que la persona con
la que negocia es su representante, aunque no haya representación expresa.
Según el art. 367, esta situación también permite considerar apoderados a
ciertos sujetos que, en particular, generan apariencia de representación, ta-
les como: a) quienes administran un establecimiento abierto al público, para
LA
actúa como representante del mandante sin serlo, o lo hace excediendo las
facultades que le fueron conferidas, es responsable personalmente frente al
tercero por el daño que éste sufra por haber confiado en la validez del acto
(art. 376); asimismo, debe considerarse que el mandante no queda obligado.
Claro que para ello el tercero no tiene que haber incurrido en culpa. En este
sentido, un recaudo elemental de diligencia del tercero consiste en exigir al
representante una copia del poder firmada por éste (art. 374), caso contrario,
no podría responsabilizarlo por el perjuicio resultante. En igual sentido, si el
representante hace saber al tercero la falta o deficiencia de su poder, queda
exento de responsabilidad.
d) Ratificación del mandante. La ratificación del mandante de los actos
celebrados por el mandatario suple los defectos de representación (art. 369),
se trate de la ausencia de facultades o de la extralimitación del mandatario.
549
OM
lo que haya hecho el mandatario (art. 371), por ejemplo, cumplir la obliga-
ción asumida con el tercero. No hay limitación temporal para la ratificación
cuando es espontánea (art. 370); en cambio, si la ratificación es requerida por
los interesados (mandatario o tercero), el plazo no puede exceder de quince
días, excepto que dependa de la autoridad administrativa o judicial, en cuyo
caso el término se extiende a tres meses. El silencio del mandante en los plazos
señalados se interpreta como falta de ratificación.
.C
e) Oponibilidad de las limitaciones o de la extinción del mandato. Los
límites de la representación, las instrucciones dadas al representante o la extin-
ción del poder sólo son oponibles a los terceros, si éstos los conocieron o de-
bieron conocer obrando con la debida diligencia y previsión (arts. 361 y 362).
DD
Esta regla implica que toda actuación del mandatario que, con conocimiento
del tercero, supera las facultades otorgadas o acontece luego de la cesación del
poder, impide al tercero invocar la existencia del mandato para obligar al man-
dante, sin perjuicio de la responsabilidad del mandatario. Esta directiva debe
ser complementada con la del art. 381, párr. 1°, según la cual las modificacio-
LA
550
OM
(acción directa de éste hacia el mandante), sino que, por el contrario, extraña-
mente desobliga al mandante del pago de la retribución al sustituto cuando la
sustitución no era necesaria, lo que juzgamos como una solución inequitativa.
5. Extinción
.C
Al igual que en otras figuras contractuales, las causas de cesación del man-
dato pueden ser catalogadas como normales o anormales.
DD
5.1 Ejecución del negocio y cumplimiento del plazo o condición
El contrato de mandato expira naturalmente por la ejecución de los actos
jurídicos para los que fue otorgado (arts. 380, inc. a, y 1329, inc. b). Para que
ello ocurra, debe tratarse de un mandato conferido para uno o varios nego-
cios individualizados, caso contrario (v.gr., mandato general para administrar
bienes), continúa vigente mientras no se configure otra causal de extinción.
LA
y 1329, inc. c), la que puede ser ejercida en cualquier tiempo, aunque con
ciertas limitaciones.
Cuando el poder es otorgado por varios mandantes para un objeto de in-
terés común, cualquiera de ellos puede decidir revocarlo, sin necesidad de
conformidad de los demás (art. 379). La revocación sólo opera respecto del
revocante y no para los otros representados.
Una importante innovación normativa es la que atañe a las consecuencias
de la revocación dispuesta sin justa causa durante la vigencia del mandato. Se
551
establece en el art. 1331 que la revocación sin justa causa del mandato otor-
gado por tiempo o asunto determinado obliga al mandante a indemnizar los
daños causados; si se trata de mandato por plazo indeterminado, el mandante
debe dar aviso adecuado a las circunstancias o, en su defecto, indemnizar los
daños que cause su omisión.
OM
La norma, tal como ha sido concebida, parece excesivamente rigurosa para
el mandante, si tenemos en cuenta que los actos objeto del mandato son (ex-
cepto casos muy particulares) en su interés. A nuestro juicio, los perjuicios
resarcibles al mandatario debieron haberse limitado sólo a la retribución pac-
tada y no generar (como vislumbramos) un incentivo a estipular pactos de
renuncia del mandatario al derecho que le acuerda el precepto comentado.
En línea con la solución clásica en la materia, el Código habilita el otorga-
.C
miento de un mandato irrevocable. La utilidad práctica de la cláusula de irre-
vocabilidad del poder se relaciona con la necesidad de asegurar la conclusión de
ciertos negocios iniciados previamente y que involucran intereses que no son
exclusivamente del mandante, sino también del mandatario o de un tercero. En
DD
tales supuestos, el mandato resulta inescindible del acto al que está vinculado.
De conformidad con lo preceptuado por los arts. 380, inc. c, y 1330, son
tres los requisitos para la validez del mandato irrevocable: a) que se trate de un
poder conferido para actos especialmente determinados, lo que excluye a los
poderes extendidos en términos generales; b) que esté limitado por un plazo
LA
cierto; c) que sea otorgado en razón de un interés legítimo que puede ser sólo
del representante, sólo de un tercero, común a representante y representado,
común a representante y un tercero, o común a representado y un tercero;
como se advierte, este último recaudo impide la irrevocabilidad sólo cuando
el interés atañe únicamente al mandante, ya que importaría una irrazonable
limitación a sus derechos.
FI
552
OM
que puede ser calificado como intuitu personae. Por este motivo, cabe apartar-
se de la regla general del art. 1024, que extiende a los herederos de las partes
los efectos del contrato celebrado por el causante. Aquí el fallecimiento o la
declaración de muerte presunta del mandante o del mandatario provocan la
extinción del mandato (arts. 380, incs. b y e, y 1329, inc. e).
El mismo efecto extintivo se produce cuando el mandante o el mandatario
sufren una incapacidad sobreviniente (arts. 380, inc. h, y 1329, inc. e).
.C
Subsisten ciertos efectos luego del fallecimiento o incapacidad de las par-
tes, en resguardo de los intereses confiados por el mandante al mandatario.
En caso de deceso o pérdida de capacidad del mandante, el mandatario debe
ejecutar los actos de conservación pertinentes si hubiera peligro en la demora,
DD
a menos que existan instrucciones expresas en contrario de los herederos (art.
1333, párr. 2°). Si quien muere o deviene incapaz es el mandatario, sus herede-
ros, representantes o asistentes que tengan conocimiento del mandato deben
dar pronto aviso al mandante y tomar en interés de éste las medidas que sean
requeridas por las circunstancias (art. 1333, párr. 1°).
LA
miento de actos en vida del mandante pero que deban continuarse y con-
cluirse incluso después de su muerte. La finalidad de esta clase de mandatos
concierne a garantizar al mandatario o a terceros el cumplimiento de negocios
ya iniciados, al igual que sucede con los poderes irrevocables; por eso, su efica-
cia queda supeditada a que se reúnan los mismos recaudos exigidos para éstos
(excepto la limitación temporal): que sea para actos especialmente determina-
dos y que se otorgue en razón de un interés legítimo que no sea exclusivo del
mandante (art. 380, inc. b).
553
OM
.C
DD
LA
FI
554
conSignación
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
El contrato de consignación, también conocido como “comisión” (así lo
FI
555
OM
la definición. Sin desconocer la voluntad del legislador de ubicar a la figura
como una especie del contrato de mandato, creemos que la noción legal pudo
haber sido diseñada de un modo más adecuado. Con mayor propiedad, puede
decirse que en este contrato una de las partes (consignatario o comisionista) se
obliga a vender cosas muebles por encargo de la otra (consignante o comiten-
te), a cambio de una comisión.
Se aplican supletoriamente las disposiciones relativas al mandato (art.
.C
1335, últ. párr.).
556
OM
parece tipificar un supuesto de contrato estimatorio.
1.4 Caracteres
Es dable discernir los siguientes caracteres jurídicos del contrato de con-
signación:
a) Bilateral: tanto comisionista como comitente se obligan el uno hacia
el otro respectivamente (art. 966).
.C
b) Oneroso: procura ventajas a cada parte en contraprestación a un sacri-
ficio (art. 967).
c) Conmutativo: para ambos contratantes las ventajas son ciertas (art.
968).
DD
d) No formal: no se ha previsto la necesidad de cumplir con ritualismo
alguno para la eficacia del acto, ni tampoco para su demostración en
juicio.
e) Nominado: tiene una regulación legal propia e integral (art. 970).
LA
2. Elementos propios
2.1 Actuación a nombre del consignatario
Hemos anticipado que el desempeño de la labor negocial del consignatario
se enmarca dentro del ámbito de intervención del mandatario, pero su ejerci-
FI
557
OM
las cosas dadas en consignación, quien es ajeno a la relación originaria.
2.3 Indivisibilidad
Otro elemento esencial particular de la consignación es su indivisibilidad,
actualmente plasmado en el art. 1336. Presenta una doble virtualidad: en
cuanto al objeto de la comisión, si es aceptada en una parte, se considera con-
formada en el todo; en cuanto a su duración, se extiende hasta la conclusión
.C
completa del negocio.
Sobre el primero de los aspectos, cabe decir que la consignación no puede
ser cumplida parcialmente, aunque haya sido aceptada bajo esa modalidad.
Se entiende que cuando la comisión es compleja por involucrar en un solo
DD
contrato la venta de diversos efectos del consignante, debe ser ejecutada por el
consignatario como un conjunto indivisible, para evitar una actividad comer-
cial selectiva de éste que pueda perjudicar al comitente. Lo mismo si la consig-
nación abarca directivas adicionales o prestaciones accesorias (p.ej., cobranzas).
El consignante tiene derecho a exigir el cumplimiento íntegro de la comisión.
LA
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del consignante
a) Entregar las cosas. La entrega de las mercancías al consignatario es un
débito preliminar a cargo del consignante. Tal como hemos referido, dicha
558
OM
pactar como efecto accidental del negocio una comisión especial o extraordi-
naria, llamada de garantía. Aquí el consignante asegura al consignatario una
retribución independientemente del resultado de la operación con el tercero,
por lo que coloca al comisionista en la posición de un comprador de la cosa
(aunque técnicamente no la adquiera). En este supuesto, los riesgos de la co-
branza se desplazan del consignante al consignatario, de manera tal que éste
queda obligado a pagarle el precio en los plazos convenidos (art. 1343).
.C
c) Reembolsar los gastos. Por aplicación de las normas del contrato de
mandato, compete al consignante, excepto estipulación en contrario, com-
pensar al consignatario todo gasto razonable en que haya incurrido para la
ejecución del encargo negocial (art. 1328, inc. a). Por ejemplo: erogaciones
DD
provenientes de la conservación, mantenimiento o desplazamiento de los bie-
nes consignados.
d) No disponer de las cosas. En la modalidad contractual según la cual el
consignatario se obliga a pagar el precio en caso de no restituir los bienes en
un plazo determinado (que más abajo será analizada), el consignante debe
LA
ponsable del daño por los negocios en los que se haya apartado de esas ins-
trucciones (art. 1338).
No obstante, y a falta de previsión expresa, se le reconoce al consignatario
la facultad de otorgar los plazos de pago que sean de uso en la plaza; si confiere
plazos contra las instrucciones del consignante, o por términos superiores a
559
OM
c) No comprar ni vender para sí las cosas. El consignatario no puede com-
prar ni vender para sí los bienes comprendidos en la consignación (art. 1341).
Como hemos dicho al principio, el comisionista es un intermediario que ac-
túa por cuenta del consignante. La solución está dirigida a impedir el conflicto
de intereses que podría originarse si se admitiera lo opuesto.
Dada la prohibición legal, la adquisición de la cosa por el propio consigna-
tario conlleva la nulidad del acto. Aunque siendo el consignante el destinata-
.C
rio de la protección normativa, cabe entender que su consentimiento expreso
permitiría convalidar la ineficacia.
d) Restituir los bienes. En caso de que el consignatario no logre vender las
cosas objeto de la operación, se obliga a restituirlas al consignante al finalizar
DD
el plazo contractual.
consignadas.
Bajo esta modalidad, que pone al consignatario en lugar equivalente al de
un comprador (aunque técnicamente no lo es), el consignante queda impe-
dido de disponer de las mercancías hasta la efectiva restitución. A su vez, los
acreedores del comisionista no pueden embargar las cosas mientras éste no
haya pagado su precio (art. 1344, in fine), lo que es de toda lógica ya que la
propiedad pertenece aún al consignante.
Interpretamos que en el marco de esta cláusula especial no rige la restric-
ción de comprar los bienes prevista por el art. 1341.
560
corretaje
1. Nociones introductorias
FI
561
OM
La norma viene a suplir la falta de una definición técnica del contrato del
ordenamiento anterior, aunque puede objetarse el empleo del término “perso-
na” en lugar de “parte”. También conviene aclarar que la parte que se vincula
con el corredor se denomina comitente.
Un aspecto que no aclara la noción legal es que el corredor puede vincular-
se con una sola parte o con varias partes, en cuyo caso las pone en relación para
realizar el negocio. Se excluyen del ámbito del corretaje los casos de relación de
.C
dependencia entre el intermediario y el principal (v.gr., viajante de comercio),
los que quedan sujetos a las normas del derecho laboral.
Sin tener naturaleza accesoria, ya que se trata de un contrato autónomo,
existe cierta subordinación, en cuanto a los efectos, del corretaje al contrato
DD
principal que las partes se proponen concretar. De hecho, el derecho a la co-
misión del corredor depende de la celebración de la operación encargada por
el comitente.
Conviene asimismo recordar que el CCyC considera parte de un contrato
a quien manifiesta su voluntad a través de un corredor (art. 1023, inc. c).
LA
562
OM
la venta de cosas muebles por encargo del consignante; mientras que en el
corretaje, el corredor media entre la oferta y la demanda relativa a cualquier
clase de negocio que pueda celebrarse a partir de su intervención, incluyen-
do operaciones inmobiliarias. Por otra parte, el consignatario o comisionista
celebra el contrato de compraventa con el tercero (aunque lo hace en interés
del consignante); el corredor se vincula con el comitente, pero no es parte del
contrato procurado a través de su intermediación.
.C
b) Con el mandato. A diferencia del mandatario, que realiza actos jurídicos
por cuenta del mandante, el corredor se limita a unir a los interesados en la
negociación de un contrato. El mandatario suele investir la representación del
mandante, por medio de un poder; el corredor no representa a ninguna de las
DD
partes al momento de mediar en la negociación. Además, el cobro de la comi-
sión del corredor depende de la celebración del negocio con su intervención,
situación que no se exige para la retribución del mandatario.
c) Con la agencia. Tanto agente como corredor participan en la interme-
diación comercial y vinculan a las partes para la concreción de un negocio.
LA
1.5 Caracteres
En la tarea de categorizar jurídicamente al contrato de corretaje, destaca-
mos los siguientes caracteres:
563
Cuando el comitente actúa como destinatario final del servicio que ejecuta
el corredor, la relación contractual puede inscribirse en el bloque legal de pro-
tección del consumidor previsto por la LDC y el CCyC, con todo el cortejo de
OM
prerrogativas aplicables. Quedan exceptuados de la normativa de orden públi-
co los corredores que son personas humanas, en razón de la exclusión prevista
por el art. 2° de la LDC para los profesionales liberales con título universitario
y matrícula otorgada por colegios profesionales.
2. Elementos propios
.C
2.1 Limitaciones subjetivas del contrato
Hablamos de límites de naturaleza subjetiva para la configuración del con-
DD
trato, habida cuenta de las puntuales exigencias legales para desempeñarse como
corredor, y por ende, para la eficacia plena del vínculo jurídico de corretaje.
El corredor debe contar con habilitación para el ejercicio profesional de la
actividad (art. 1346), cuyas condiciones sustanciales son la posesión de título
universitario expedido o revalidado en el país, con arreglo a las reglamentaciones
vigentes, y la inscripción en la matrícula de la jurisdicción correspondiente (arts.
LA
32, inc. b, y 33, ley 20.266). Ambos requisitos (título habilitante y matricula-
ción) son necesarios para que nazca el derecho al cobro de la comisión respectiva.
Se establece que el corredor puede ser una persona humana o jurídica. En
este último supuesto, por razones lógicas, se prescinde del recaudo de título
universitario; sin embargo, debe tratarse de una sociedad comercial (de cual-
quier tipo) integrada por corredores y constituida con el objeto de realizar
FI
564
vención del corredor en el negocio respectivo, sin objeción expresa del comi-
tente, hecha saber al corredor contemporáneamente con el comienzo de su
actuación (art. 1346).
Lo preceptuado tiene el propósito de neutralizar la conducta de mala fe
del comitente que, a falta de un pacto expreso, y sabiendo de la gestión que
OM
está llevando a cabo el corredor para la consecución del negocio proyectado,
pretende luego desconocer el derecho a la comisión del profesional intervi-
niente. Si el comitente rehúsa la intervención del corredor, debe comunicarle
su voluntad en tal sentido.
Se trata de un caso de consentimiento tácito, conformado a partir de la
ejecución de un hecho material (art. 262).
También se tiene por perfeccionado el corretaje ante la intervención de
.C
otro corredor por el cocontratante, esto es, en el supuesto de que el otro co-
mitente estipule con un corredor su intermediación en el negocio correspon-
diente y sea éste quien promueva el acercamiento de las partes.
DD
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del corredor
a) Comprobar la identidad de las partes. Es un deber jurídico del corredor
constatar la identidad de las personas que intervienen en los negocios en los
LA
que media y su capacidad legal para contratar (art. 1347, inc. a). El incum-
plimiento conlleva responsabilidad para el corredor, en tanto profesional que
debe asegurar la eficacia del acto a celebrarse a partir de su actuación.
b) Informar con precisión y claridad. Se trata de otra obligación relaciona-
da con el carácter profesional de la actividad del corredor. Este deber deman-
FI
da, por un lado, proponer los negocios con exactitud y no inducir a error a las
partes (art. 1347, inc. b), y además, comunicar toda circunstancia relevante
que sea de su conocimiento, capaz de influir en la conclusión o modalidades
del negocio (art. 1347, inc. c).
c) Mantener confidencialidad. El corredor tiene amplio acceso a informa-
ción sobre la operación negocial en la que intermedia y sobre las partes que la
celebran. Por eso, se halla constreñido a resguardarla como parte del secreto
profesional. Este deber sólo puede ser relevado mediante requerimiento judi-
cial o de autoridad competente (art. 1347, inc. d).
d) Asistir a la firma de los instrumentos conclusivos. Una vez concertada
la operación a través de su gestión, y en caso de llevarse a cabo el negocio por
escrito, si alguna de las partes lo requiere, el corredor debe asistir al acto de
instrumentación pertinente y al de entrega de los objetos o valores que corres-
pondan (art. 1347, inc. e).
565
OM
sobre muestras. En cuanto al tiempo de conservación requerido, cabe recordar
que el art. 1157 exige del comprador informar al vendedor sin demora sobre la
falta de adecuación de las cosas a lo convenido, en cuyo caso, la cuestión debe
ser dirimida por peritos arbitradores.
f ) Abstenerse de adquirir los bienes y de tener participación en el negocio.
Esta obligación, de contenido negativo, se explica en la necesidad de impedir
conflictos de interés como derivación de la posición privilegiada que ocupa el
.C
corredor frente al negocio que gestiona. No puede comprar por sí ni por in-
terpósita persona los efectos cuya negociación le ha sido encargada (art. 1348,
inc. a). Tampoco se le permite tener interés en la negociación o en los bienes
comprendidos en ella (art. 1348, inc. b), por ejemplo, tener participación en
DD
el precio de la operación.
566
OM
aprovechar la labor de acercamiento llevada a cabo por el intermediario.
En cambio, no se debe la comisión si el contrato está sometido a condición
suspensiva y ésta no se cumple, o bien, si se anula por ilicitud de su objeto,
por incapacidad o falta de representación de cualquiera de las partes, o por
otra circunstancia que haya sido conocida por el corredor (art. 1353). El pri-
mer supuesto es ajeno a la voluntad del corredor, quien pese a haber actuado
eficazmente, debe cargar con una contingencia que no puede gobernar. Los
.C
demás casos atañen a situaciones diversas que justifican, por distintas razones,
la pérdida del derecho. La nulidad por objeto ilícito del contrato no permite
derivar efectos patrimoniales hacia el corretaje. La falta de capacidad o de
representación suficiente son extremos que el corredor debe constatar como
DD
parte de sus deberes profesionales. Finalmente, obsta al derecho a la comisión
cualquier supuesto de invalidez del contrato por una causa conocida por el
corredor; en tal hipótesis, el contrato se frustra por su culpa.
El art. 1351 resuelve el pago de la comisión según intervengan uno o más
corredores en la operación. Si sólo interviene un corredor, todas las partes le
LA
deben comisión, excepto pacto en contrario o protesta de una de las partes; di-
cha obligación no es solidaria respecto del corredor. Si interviene un corredor
por cada parte, cada uno de ellos sólo tiene derecho a cobrar comisión de su
respectivo comitente. La ley 27.551 añadió un párrafo al art. 1351, referido a
la intermediación en la locación inmobiliaria, la que sólo puede estar a cargo
de un profesional matriculado para ejercer el corretaje inmobiliario según la
FI
legislación local.
Fuera de la remuneración, el corredor no tiene derecho al reembolso de
gastos, se concrete o no la operación, excepto pacto en contrario (art. 1354).
4. Efectos particulares
4.1 Derecho a la comisión del corredor no matriculado
Hemos señalado que es un requisito para el ejercicio de la actividad del co-
rretaje la matriculación del corredor. Lo que aquí nos plantearemos es si dicho
recaudo legal es una condición ineludible para el derecho a la percepción de
la comisión del corredor.
La cuestión ha sido objeto de un amplio debate jurisprudencial. Desde una
567
posición, respaldada por un antiguo fallo plenario del fuero civil y comercial
(“Brunetti”, 1921), corresponde reconocer el derecho a la comisión del corre-
dor no inscripto cuando media un pacto escrito con el comitente. La situación
es asimilable a un contrato de servicio o de obra, de modo tal que quien se
obligó a pagar una retribución, no puede luego eludir dicho pago alegando
OM
que quien ejecutó el encargo exitosamente no se halla matriculado.
Según el criterio opuesto, que aparece reflejado en otra importante co-
rriente de fallos, cuyo exponente más importante es un precedente de la CSJN
(“Caracciolo”, 1987), se sostiene que la falta de matriculación del corredor lo
priva de acción para percibir la retribución, aunque exista una convención
entre las partes, por resultar un tópico perteneciente al orden público. Esta
tesis estricta se fundó originalmente en el art. 89 del viejo C.Com., y luego en
.C
el art. 33 de la ley 20.266 (incorporado por la ley 25.028).
Con la sanción del CCyC no se ha innovado sobre el punto, ya que, ade-
más de mantenerse la exigencia de matriculación del corredor, permanece vi-
gente el art. 33 de la ley especial.
DD
4.2 Facultades especiales del corredor
Tanto el Código como la ley 20.266 establecen ciertas facultades especiales
que pueden ser ejercidas por el corredor.
a) Otorgar garantía. El art. 1349, inc. a, permite al corredor prestar garan-
LA
568
OM
en la materia, se trata de una problemática de creciente interés en la práctica.
El posicionamiento de estas plataformas de corretaje para el comercio elec-
trónico consiste en presentarse como ajenas a los vínculos que se enlazan por
su intermedio, de modo tal que las vicisitudes negociales deban dirimirse sólo
entre las partes de la transacción.
De nuestra parte, varios fundamentos nos llevan a sostener lo contrario:
a) el carácter experto de la actividad, es decir, la profesionalidad con la que
.C
actúan en el mercado; b) la imprescindible función de intermediación comer-
cial que cumplen, como único mecanismo posible para la concreción de las
operaciones respectivas; c) la confianza que suscitan a los consumidores.
En estas condiciones, y descontando la existencia de una relación de consu-
DD
mo entre el sitio de corretaje electrónico y el usuario, creemos que sólo puede
seguirse la responsabilidad objetiva y solidaria de aquél como proveedor inte-
grante de la cadena de comercialización (arts. 2°, 5°, 10 bis, 40 y ccdtes., LDC).
En la misma línea, la doctrina argentina ha resaltado la responsabilidad de
los sitios web que prestan un servicio de intermediación en el comercio elec-
LA
569
agencia
1. Nociones introductorias
1.1 Contratos de colaboración empresarial: caracterización y rasgos
comunes
Los contratos de colaboración empresarial son las formas jurídicas de las
que se sirven los diferentes eslabones de la cadena de producción, prestación y
comercialización de bienes o servicios para instrumentar las relaciones nego-
ciales que establecen entre ellos.
El productor delega en el intermediario la tarea de comercializar sus bienes
o servicios en el mercado, de modo tal que el tercero contratante debe recurrir
necesariamente a ese intermediario para poder acceder a la prestación busca-
571
da. Esta breve semblanza basta para notar que una de las particularidades de
estos contratos es que su finalidad sólo puede alcanzarse si los intervinientes
funcionan integrados en una red contractual.
La cristalización del objetivo que lleva a las partes a integrarse en un cir-
cuito de distribución comercial requiere, al menos, de dos contratos, entre
OM
productor (otorgante o principal) e intermediario (tomador) y entre interme-
diario y tercero.
Dentro de las figuras instrumentales que pertenecen a esta familia de ne-
gocios jurídicos ubicamos a los contratos de agencia, distribución, concesión
y franquicia. Sin dudas, la decisión legislativa de incorporarlos al Código Ci-
vil y Comercial revitaliza el interés por el tema, por tratarse de modalidades
contractuales que hasta el momento pertenecían al universo de contratos con
.C
tipicidad meramente social.
Cabe diferenciar a este género de los contratos asociativos (negocio en
participación, agrupación de colaboración, unión transitoria, consorcio de
cooperación), en tanto los institutos de colaboración no conforman una co-
DD
munidad de fin con dirección o representación unificada ni una unión de
sociedades o empresas, es decir, no constituyen un nuevo ente para encarar un
emprendimiento conjunto.
Tampoco son, evidentemente, contratos de cambio, cuya finalidad se agota
en un simple intercambio prestacional unitario.
LA
572
vínculos negociales de las reglas que emergen del bloque normativo dedicado
a los contratos por adhesión (arts. 984 a 989).
Otra directriz interpretativa trascendente es la que emana de la duración
del contrato, concebido como una relación estable y sostenida a lo largo de
cierto tiempo. Esto exige de ambas partes una conducta de buena fe y genui-
OM
namente cooperativa para alcanzar la finalidad común (art. 1011). El otorgan-
te (empresario, distribuido, concedente, franquiciante) busca que su clientela
se establezca y desarrolle sólidamente a través de la tarea del tomador (agente,
distribuidor, concesionario, franquiciado), quien a su vez persigue su propio
crecimiento comercial al amparo de los productos de aquél, poniendo a dis-
posición todos sus recursos como empresa. Ambos objetivos requieren para su
concreción una adecuada evolución a lo largo del tiempo y la certidumbre de
.C
que la relación no se interrumpirá abruptamente. Por esta razón, la importan-
cia de la duración del vínculo se pone especialmente de manifiesto al momen-
to de juzgar la legitimidad de la extinción unilateral incausada.
DD
1.2 Función económica
Por las razones antes explicitadas, la finalidad y economía del contrato de
agencia lo ubican dentro del grupo de relaciones comerciales de cooperación,
en que las empresas eslabonan sus esfuerzos productivos para lograr que las
prestaciones puedan ser colocadas en el mercado de consumo.
LA
573
OM
nombre propio, sino que lo hace a nombre y por cuenta del principal.
.C
Como lo consigna la definición, el agente es un promotor de negocios,
contra el pago de una comisión o porcentaje de la operación. Este comporta-
miento del agente, que se traduce en la actividad desplegada para la generación
de operaciones, por un lado, y la prestación dineraria a cargo del empresario,
DD
por el otro, constituyen el objeto del contrato.
La actuación del agente se realiza en beneficio del empresario y tiende a
gestionar la concreción de operaciones comerciales entre éste y los terceros, lo
que equivale a crear clientela. Este rasgo permite diferenciarlo del resto de los
contratos de colaboración empresarial (concesión, distribución, franquicia);
LA
574
OM
con relación a otros institutos de fisonomía análoga.
a) Con la consignación. El contrato de agencia implica la promoción de
negocios a favor del empresario, lo que involucra operaciones de todo tipo por
cuenta de éste. En la consignación, el objeto es singular y consiste en concretar
la venta de cosas muebles según encomienda del consignante. El consignatario
o comisionista celebra un contrato de compraventa con el adquirente de las
mercancías, mientras que el agente no contrata con el tercero. La estabilidad
.C
temporal de la vinculación es una nota que no se presenta en la consignación,
que se celebra a los fines de encargos individualmente determinados.
b) Con el corretaje. Las diferencias han sido expuestas al tratar este contra-
to, por lo que remitimos a ese punto.
DD
1.5 Caracteres
Son caracteres jurídicos del contrato de agencia:
a) Bilateral: del acuerdo se deriva el nacimiento de obligaciones para am-
bas partes (art. 966).
LA
debe instrumentarse por escrito. Este recaudo ritual supone una for-
ma meramente probatoria (art. 969).
e) Nominado: tiene una regulación legal puntual y completa en el Códi-
go (art. 970).
f ) De ejecución continuada: la agencia sólo puede ser concebida como
575
2. Elementos propios
2.1 Autonomía jurídica
Como en todos los contratos de colaboración empresarial, la actividad del
OM
comercializador (en este caso, el agente) es independiente. En consecuencia,
no asume el riesgo de las operaciones ni representa al proponente (art. 1479,
párr. 2°).
La nota de autonomía jurídica es esencial para la configuración del tipo
contractual y exhibe varias aristas.
En primer lugar, la explotación comercial del agente se lleva a cabo a nom-
bre, por cuenta y a riesgo propio. Para ello, el agente se vale de una estructura
.C
empresarial que le pertenece y que es ajena a la de su cocontratante. Ello, sin
perjuicio de las instrucciones que el agente recibe del proponente en lo que
atañe a las modalidades o estrategias comerciales diseñadas por éste.
Por otro lado, la actuación independiente excluye la presencia de una vin-
DD
culación laboral entre agente y proponente, como expresamente lo indica el
art. 1479. Este dato permite diferenciar al agente del viajante de comercio,
regido por la ley 14.546, que constituye un empleado en relación de depen-
dencia del empresario para el que se desempeña; además, el viajante vende a
nombre o por cuenta de aquél, mientras que el agente sólo promueve negocios
por cuenta del proponente.
LA
2.2 Exclusividad
La exclusividad en el contrato de agencia debe ser analizada en dos sentidos
diversos: a favor del principal y a favor del agente.
La primera de las situaciones resulta del compromiso que asume el agente
de no aceptar operaciones del mismo ramo de negocios o en competencia
FI
con la del empresario con el que se vincula, excepto que éste lo autorice ex-
presamente (art. 1481). De tal suerte, el agente sólo puede procurar clientes
para el proponente, es decir, debe respetar la exclusividad dentro del rubro o
explotación objeto del contrato.
Del modo que ha sido regulada, esta exclusividad a favor del empresario es
un elemento natural del contrato, que consiente pacto expreso en contrario.
También se admite que el agente pueda diversificar su actividad, ya que tiene
derecho a contratar sus servicios con varios empresarios de manera simultánea
(art. 1481), siempre que no pertenezcan al mismo rubro comercial.
Por otra parte, el Código garantiza una posición exclusiva del agente bajo
diversas hipótesis posibles. El art. 1480 determina que el agente tiene derecho
a la exclusividad en el ramo de los negocios, en la zona geográfica, o respecto
del grupo de personas, expresamente determinados en el contrato. Si bien el
576
precepto exige una previsión contractual expresa, interpretamos que ello está
referido al alcance de la exclusividad otorgada legalmente al agente y no a la
existencia misma de dicha condición. En otras palabras, el agente tiene dere-
cho a la exclusividad como mínimo en alguna de las modalidades designadas.
En esta línea, la situación de exclusividad puede estar convenida en orden
OM
a limitar al empresario la designación de otros agentes en el ramo de negocios
conferido, a asegurarle al agente una zona geográfica de actuación exclusiva
(hipótesis más frecuente en la práctica), o bien, a atribuirle una cierta clientela
potencial, delimitada de antemano, con la que pueda ejercer su actividad sin
competencia de otros agentes.
.C
El vínculo que une al proponente con el agente es de carácter estable,
continuado y duradero. Es una condición esencial para alcanzar la finalidad
del negocio. Dicho extremo impone obligaciones concretas a ambos contra-
tantes (principalmente al proponente) al momento de decidir la extinción de
DD
la relación.
En cambio, si la vinculación es meramente ocasional o esporádica, la natu-
raleza del acto escapa a la fisonomía típica de la agencia comercial.
La regla general en materia de duración del contrato está dada por el art.
1491: el contrato de agencia se considera celebrado por tiempo indetermina-
LA
do, a falta de un pacto en contrario. Esto significa que primero debe estarse
a la voluntad común de las partes, quienes pueden fijar el plazo de duración
del contrato según sus intereses. De no estipularse un término definido, se
entiende que el contrato es por plazo indeterminado.
Otra directiva que surge del mismo art. 1491 determina que la continua-
ción de la relación con posterioridad al vencimiento de un contrato de agencia
FI
577
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del agente
a) Procurar negocios para el empresario. El agente se compromete a pro-
mover operaciones en beneficio del proponente, y en su caso, a concluir los
OM
actos que se le encomiendan, con la diligencia de un buen hombre de negocios
y velando siempre por los intereses del empresario (art. 1483, incs. a y b). Se
exige del agente un compromiso activo en la generación de negocios que per-
mitan al empresario ampliar su penetración en el mercado.
El Código matiza esta obligación contractual con ciertos rasgos que la in-
tensifican. El parámetro de diligencia del agente es el que corresponde a un
buen hombre de negocios, por lo que su responsabilidad en caso de incum-
.C
plimiento se juzga teniendo en cuenta el estándar de profesionalidad que ello
supone. También se enfatiza el deber de fidelidad y lealtad, como parte de la
buena fe del comportamiento del agente en el ejercicio de su actividad.
En cualquier caso, se advierte que la obligación del agente no es de fines. El
DD
agente se limita a promover los bienes o servicios del empresario, pero no con-
cluye ni ejecuta los contratos celebrados con los terceros, ni tampoco asegura
su resultado. Por esta razón, y para evitar posibles abusos del empresario, la ley
prohíbe que el agente se constituya en garante de la cobranza del comprador,
sino hasta el importe de la comisión que le corresponda (art. 1485).
b) Acatar las instrucciones del empresario. Dispone el art. 1483, inc. c, que
LA
578
OM
Puede decirse que en este aspecto puntual el agente representa al empresa-
rio, contra la previsión general contenida en el art. 1479, párr. 2°, y reafirmada
por el art. 1485. La solución responde a un objetivo de practicidad, puesto
que los terceros que celebran las operaciones promovidas por el agente tie-
nen una mayor proximidad con el intermediario. El agente debe informar de
inmediato sobre tales reclamos al proponente, a quien incumbe arbitrar los
medios conducentes para resolverlos.
.C
Cabe dejar sentado que la norma apuntada establece una obligación inhe-
rente al contrato de agencia, que no suprime ni acota la legitimación pasiva
del empresario y del agente por los daños que se derivan del riesgo o vicio de
la cosa o del servicio, tanto por inseguridad como por inadecuación, cuando el
DD
tercero contratante es un consumidor, en virtud de lo que prescriben los arts.
13 y 40 de la LDC.
e) Asentar las operaciones en la contabilidad. El agente queda obligado a
llevar contabilidad en el modo previsto por el CCyC en los arts. 320 y ss., en
razón del ejercicio de una actividad económica organizada.
LA
Las operaciones deben ser registradas en forma individual por cada empre-
sario por cuya cuenta el agente actúe (art. 1483, inc. f ).
f ) Respetar la exclusividad y no competir. Como ha sido señalado, el agen-
te no puede aceptar operaciones del mismo ramo de negocios o en competen-
cia con las del empresario (art. 1481). Remitimos a lo desarrollado oportuna-
mente.
FI
579
dariamente por la actuación del subagente. Más aún, la ley dispone que no se
configura vínculo directo entre subagente y empresario, lo que importa una
excepción a los efectos normales de la subcontratación que emanan de los arts.
1071 y 1072.
OM
3.2 Obligaciones del empresario
a) Pagar la remuneración pactada. El empresario debe abonar al agente la
retribución estipulada (art. 1484, inc. c). A falta de pacto, la regla supletoria
del art. 1486 determina que la remuneración consiste en una comisión varia-
ble calculada sobre el volumen o el valor de los negocios promovidos (o con-
cluidos, en caso de agente representante), de acuerdo con los usos y prácticas
del lugar de actuación del agente.
.C
Queda claro que, si bien la comisión es el mecanismo remuneratorio re-
sidual, nada obsta a que se puedan fijar otras modalidades (p.ej., sobreprecio
de venta).
La disposición sólo parece requerir la existencia de “negocios promovidos”
DD
por el agente, pero lo cierto es que, para que nazca el derecho a la retribución,
el negocio promovido por el agente debe concretarse, sea por el empresario (lo
más común) o por el propio agente (si está investido de representación). Por
eso, el art. 1487 prescribe que el agente tiene derecho a la comisión por las
operaciones concluidas por el empresario mediante su intervención, con un
LA
580
OM
tación por esta vía es al solo fin del devengamiento de la comisión del agente,
pero no implica que la operación necesariamente se concluya.
Una modalidad pasible de estipulación expresa es que la percepción de la
remuneración se subordine a la ejecución del contrato (art. 1489). Esta cláu-
sula le agrega a la regla supletoria de los arts. 1487 y 1488 (necesidad de con-
clusión del contrato y cobro del precio) otro recaudo, que es el cumplimiento
de todas las prestaciones del contrato que estén a cargo del tercero y no sólo el
.C
pago del precio al empresario.
Para resguardar los intereses del agente, se prohíbe que se lo constituya en
garante de la cobranza del comprador, más allá del importe de la comisión que
se le puede haber adelantado o cobrado, en virtud de la operación concluida
DD
por el principal (art. 1482).
En atención a la autonomía y estructura empresarial del agente, no tiene
derecho al reembolso de los gastos de su actividad, excepto pacto en contrario
(art. 1490).
b) Respetar la exclusividad del agente. En cualquiera de las modalidades fac-
LA
581
4. Efectos particulares
4.1 Rescisión unilateral del contrato de plazo indeterminado
4.1.1 Planteo de la cuestión
OM
Como ya ha sido explicitado, la nota de duración del vínculo contractual
en las figuras de colaboración empresarial constituye una característica que
entronca con la finalidad típica del negocio, lo que obliga a considerar la pro-
blemática que se suscita al tiempo de la finalización del contrato por voluntad
del otorgante. Las cuestiones que seguidamente desarrollaremos son aplicables
no sólo al contrato de agencia sino también a los contratos de concesión, dis-
tribución y franquicia.
.C
Si se trata de contratos con plazo definido, es claro que la extinción uni-
lateral anticipada por voluntad de una de las partes sólo puede fundarse en
causas justificadas (p.ej., insolvencia del tomador, pérdida de confianza), o
bien, en un incumplimiento que revista suficiente entidad, mediante el ejer-
DD
cicio de la facultad resolutoria convencional o legal (arts. 1083 y 1084). De
no mediar tales razones fundadas o un caso fortuito que torne imposible el
cumplimiento de las obligaciones, cualquier conducta rupturista habilita la
reparación de los daños.
En cambio, los contratos de plazo indeterminado (o lo que es equivalente,
de plazo cierto pero continuados luego de su vencimiento) son naturalmente
LA
es la situación del otorgante ante una eventual rescisión del tomador, ya que,
en el peor de los casos, sólo contará con una boca de expendio menos.
De allí que la rescisión incausada intempestiva del empresario más podero-
so resulta un comportamiento reñido con los principios de buena fe y ejercicio
regular de los derechos, reforzados en el CCyC por la noción de “abuso de
posición dominante” del art. 11. Robustece esta hermenéutica el ya citado
art. 1011, referido a los contratos de larga duración, en los que el tiempo es
esencial para el cumplimiento del objeto y la satisfacción de los intereses que
indujeron a las partes a contratar, al punto de imponer a quien decide la res-
582
OM
En una primera etapa de la evolución en la materia, se consolidó una lí-
nea jurisprudencial que establecía que la facultad del otorgante de rescindir
el vínculo no podía ser utilizada de manera arbitraria e intempestiva. Bajo
este criterio se admitieron acciones indemnizatorias de concesionarios por los
daños patrimoniales causados como consecuencia de la rescisión unilateral.
Con posterioridad, la Corte Suprema modificó la tendencia anterior con
el fallo “Automotores Saavedra c/Fiat” (1988), en el que se infiere que si el
.C
concesionario pudo ejercer la comercialización de los bienes del fabricante
durante un lapso relevante, ha tenido oportunidad suficiente de amortizar
su inversión, por lo que el ejercicio del pacto rescisorio resulta incuestiona-
ble y no otorga derecho a resarcimiento alguno. Un nuevo pronunciamiento
DD
del Más Alto Tribunal (“Cherr Hasso c/The Seven Up”, 1991), produjo un
ajuste en esta doctrina, en el sentido de que el mero transcurso del tiempo no
constituye por sí solo una presunción de recupero de lo invertido, sino que
se exige indagar en la realidad económica de la empresa afectada, a efectos de
ponderar, además de la inversión inicial, las sucesivas inversiones que pudo
LA
por cada año de vigencia efectiva del contrato, con un límite máximo de seis
meses, aunque en casos excepcionales se admitió un término mayor.
4.1.4 Condiciones legales de ejercicio: el preaviso
El Código recepta en buena parte las directrices pretorianas analizadas. El
art. 1492 reafirma la regla según la cual, en los contratos por tiempo indeter-
minado, cualquiera de las partes puede ponerle fin mediante un preaviso, cuyo
plazo debe ser de un mes por cada año de vigencia del contrato.
La regla, prevista para el contrato de agencia (también aplicable a la conce-
583
sión y a la distribución, por imperio del art. 1508, inc. a), escapa al límite tem-
poral de seis meses que fijaban los pronunciamientos judiciales previos. En cam-
bio, rige el tope de seis meses para el contrato de franquicia (art. 1552, inc. d).
El mismo precepto del art. 1492 admite la estipulación convencional ex-
presa de un término superior de preaviso. De ello se colige que el plazo de un
OM
mes por cada año de contrato representa el preaviso mínimo indisponible que
debe otorgarse en caso de rescisión unilateral.
Para el cómputo del término de preaviso en los supuestos de contratos
de duración limitada convertidos en contratos de plazo indeterminado, debe
considerarse la totalidad del período abarcado por ambas modalidades.
Se aclara asimismo que el final del plazo de preaviso debe coincidir con el
final del mes calendario en el que aquél opera.
.C
4.1.5 Indemnización sustitutiva del preaviso
La falta de otorgamiento del preaviso rescisorio no invalida la extinción
contractual dispuesta por la parte, pero habilita al cocontratante afectado por
la decisión rupturista a reclamar el resarcimiento consecuente. En este cami-
DD
no, el art. 1493 establece que la omisión del preaviso concede a la otra parte
el derecho a la indemnización sustitutiva por las ganancias dejadas de percibir
durante el período correspondiente al preaviso omitido (art. 1493).
La pauta expuesta, que sigue la línea trazada por la jurisprudencia preceden-
te, implica la adopción de una tarifa legal indemnizatoria, que no requiere de
LA
584
OM
les, valor llave, etc.) debe ser analizada en cada caso particular con estrictez y
sujetarse a una demostración certera.
.C
establecer si la clientela pertenece al empresario, como titular de los intereses
involucrados, o al agente que la crea.
El CCyC reconoce el derecho del agente a la compensación por clientela,
sujeto a las siguientes reglas:
DD
a) Extinción del contrato sin culpa del agente. Se exige que el contrato (por
tiempo determinado o indeterminado) se encuentre extinguido, siempre que
la causa no sea la resolución del empresario por incumplimiento del agente
(art. 1498, inc. a), ni la conclusión por voluntad del agente (rescisión unila-
teral sin causa); desde ya, el agente no pierde el derecho cuando la extinción
LA
te. En otras palabras, debe tratarse de una clientela que resulte duradera para
el empresario.
c) Determinación judicial. El importe de la compensación por clientela
a favor del agente puede ser convenido libremente por las partes. Ello puede
hacerse al momento de contratar o al tiempo de la extinción. De no existir
acuerdo al respecto, la determinación queda a cargo del juez, quien puede fijar
la cantidad hasta una suma máxima equivalente a un año de remuneraciones
netas de gastos, tomando en cuenta el promedio percibido por el agente en los
585
últimos cinco años o en todo el tiempo de duración del contrato, si éste fuera
inferior (art. 1497, párr. 3º). El rubro bajo análisis no excluye el reclamo de
otros daños sufridos por el agente como consecuencia de la ruptura por culpa
del empresario (art. 1497, últ. párr.), por caso, la indemnización sustitutiva
del preaviso.
OM
d) Transmisibilidad por causa de muerte. En caso de muerte del agente, el
derecho a la compensación pasa a sus herederos (art. 1497, párr. 2º).
.C
representación del principal.
Ante los daños padecidos por el tercero contratante derivados del incum-
plimiento contractual del empresario, no caben dudas que la responsabilidad
civil por la inejecución recae exclusivamente sobre éste y no sobre el agente.
DD
El temperamento no varía cuando el agente es representante del propo-
nente, mientras no se configure una actuación en exceso de los límites del
mandato otorgado al agente (art. 376).
De lo dicho, resulta entonces que el agente no responde por los daños
causados al tercero contratante con causa en el incumplimiento contractual
LA
del empresario.
Una situación diversa es la que se presenta cuando el daño proviene del
riesgo o vicio de la cosa o del servicio y el tercero damnificado es un consu-
midor. En ese caso, la responsabilidad del agente es concurrente con la de los
demás proveedores involucrados en la cadena de prestación, en los términos
del art. 40 de la LDC.
FI
5. Extinción
Los arts. 1494 a 1496 designan diversas causales de extinción de la agencia,
además de la ya tratada rescisión unilateral del contrato de plazo indetermina-
do. Observamos que las normas hablan de “resolución”, pese a que se abarcan
diferentes modos conclusivos del contrato.
a) Muerte o incapacidad del agente. Teniendo en cuenta que las cualidades
personales del agente son esenciales para el empresario que le confiere el dere-
586
OM
empeña como empresario o como agente se disuelve sin derivar en fusión o
escisión, la extinción del ente determina la del contrato celebrado por éste.
También se produce de pleno derecho por el solo acaecimiento de la disolu-
ción (art. 1495).
c) Quiebra de las partes. La declaración judicial firme de quiebra de cual-
quiera de las partes causa la extinción automática del contrato de agencia. Se
trata de una norma especial que avanza sobre las reglas generales de la legisla-
.C
ción concursal, por ejemplo, en cuanto impide la continuación del contrato.
d) Vencimiento del plazo. Es ociosa la mención de este modo extintivo
que efectúa el art. 1494, inc. d, ya que el fenecimiento normal y automático
del contrato por la expiración del término es una cuestión que no requiere ser
DD
precisada por la ley. Desde ya, lo dicho se aplica a los contratos estipulados
con plazo definido. Cabe recordar que la continuación del negocio luego de
vencido el plazo pactado, lo transforma en un contrato por tiempo indeter-
minado (art. 1491).
e) Incumplimiento de las partes. Sabemos que el incumplimiento de las
LA
cumplidor de atender con exactitud las obligaciones sucesivas. Bajo esta pauta,
no es dable disolver el negocio por uno o más incumplimientos puntuales o
menores, mientras no amenacen la continuidad regular de las prestaciones
comprometidas. Dado el incumplimiento grave o reiterado, la parte acreedora
puede resolver el contrato directamente (art. 1495, párr. 2°), esto es, sin nece-
587
OM
con lo dispuesto por el art. 1496, también se produce la extinción del contrato
cuando la persona jurídica que actúa como empresario se fusiona o se escinde,
siempre que alguna de estas dos circunstancias cause un detrimento sustancial
en la posición del agente, en cuyo caso, además proceden las indemnizaciones
por clientela (art. 1497) y por sustitución del preaviso (art. 1493).
.C
DD
LA
FI
588
diStribución
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
Suele emplearse el término distribución en un sentido amplio, para desig-
FI
589
1.2 Concepto
Puede conceptualizarse al contrato de distribución como aquel en virtud
del cual una de las partes (distribuidor) se compromete de manera continua a
adquirir mercaderías de la otra (distribuido), para su posterior colocación en
el mercado a nombre y por cuenta propia, contra la percepción de una retri-
OM
bución consistente en el margen de reventa de los productos.
El contrato tiene por objeto inmediato la actividad de comercialización de
los bienes que el distribuidor adquiere al distribuido. Su objeto mediato son,
por tanto, las mercaderías respectivas.
Al igual que en los demás tipos de colaboración, el distribuidor es un em-
presario independiente que vende por su propia cuenta, y por ende, asume
enteramente los riesgos de su actividad. No representa al productor.
.C
Para procurar su rentabilidad, el distribuidor adquiere los productos al
distribuido a un precio preferencial, lo que le permite revenderlos a un mayor
valor y ganar con la diferencia. La particularidad en este tipo de modalidad es
que el beneficio proviene del pago hecho por un tercero y no de una retribu-
DD
ción abonada por el distribuido.
a bienes como a servicios. Por otra parte, el distribuidor vende a otros comer-
ciantes; el agente vincula al empresario con el consumidor.
b) Con el suministro. La duración del negocio, sumado a la característica
integrativa de la vinculación entre las partes, y la necesidad de una organiza-
ción económica del proveedor, tornan al contrato de distribución afín al de
590
1.4 Caracteres
A continuación, reseñaremos los caracteres jurídicos del contrato que exa-
OM
minamos:
a) Bilateral: el negocio produce obligaciones para ambos contratantes
(art. 966).
b) Oneroso: procura ventajas o beneficios para cada una de las partes, en
función de una contraprestación a cargo de todas ellas (art. 967).
c) Conmutativo: las ventajas y pérdidas son conocidas de antemano tan-
to para distribuidor como para distribuido (art. 968).
.C
d) No formal: la falta de una regulación especial del contrato implica la
carencia de formalidades legales para su validez y para su prueba, sin
perjuicio de las limitaciones probatorias en los casos de contratos cuya
instrumentación es usual (arts. 1019, in fine, y 1020). Al respecto,
DD
debe decirse que en la práctica, y a diferencia de otras figuras semejan-
tes, es frecuente la concertación verbal del contrato.
e) Innominado: el Código Civil y Comercial no tipifica al contrato de
distribución, a diferencia de lo que sucede con los contratos de agen-
cia, concesión y franquicia. Existe una sola alusión normativa en el
LA
Es preciso conciliar el art. 1511 con el art. 970, en cuanto fija la pre-
lación normativa en los contratos innominados, lo que determina el
siguiente orden: i) la voluntad de las partes; ii) las reglas del contrato
de concesión que sean compatibles; iii) las normas generales sobre
contratos y obligaciones; iv) los usos y prácticas del lugar de cele-
591
OM
2. Elementos propios
2.1 Autonomía jurídica
Pese a la integración comercial que promueve el contrato de distribución,
las partes conservan su independencia jurídica. El distribuidor es un empresa-
.C
rio autónomo, ajeno a la organización societaria del distribuido y que tampo-
co lo representa en las operaciones que celebra.
Por tanto, el distribuidor asume el riesgo de su explotación. Revende las
DD
mercaderías adquiridas al productor y lucra con la diferencia entre el precio de
compra y el de venta.
Lo dicho no empece a la existencia de una planificación comercial dise-
ñada por el distribuido para la colocación de los bienes en el mercado. Otros
aspectos pasibles de verificación pueden ser el estado de mantenimiento de
los productos que obran en su poder y los precios de venta. Sin embargo, de
LA
2.2 Exclusividad
FI
592
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del distribuido
a) Proveer las mercaderías. El distribuido se obliga a mantener una co-
OM
rriente constante de aprovisionamiento que permita al distribuidor responder
eficazmente a la demanda de productos.
De conformidad con lo establecido por el art. 1504, inc. a, cabe colegir
que el distribuidor debe proveer al distribuido de una cantidad mínimas de
mercaderías que le permita atender adecuadamente las expectativas de venta
en su territorio o zona.
Las entregas deben ser cumplidas según las modalidades convenidas, en
.C
cuanto a tiempo, forma y lugar.
En los casos de bienes durables sujetos a garantía legal o convencional,
el distribuido debe facilitar el certificado respectivo para que el distribuidor
pueda entregarlo al cliente.
DD
b) Respetar el territorio asignado. Cuando se delimita una zona de influen-
cia dentro de la cual el distribuidor ejerce en forma exclusiva la venta de las
mercaderías del productor, ésta debe ser respetada (art. 1504, inc. b).
Ello obsta al distribuido a competir con el distribuidor, tanto en forma
directa (mediante ventas propias) o indirecta (a través de la designación de
otros distribuidores).
LA
c) Garantizar por saneamiento. Como sucede con todos los contratos one-
rosos que tienen por objeto la transmisión de bienes, el transmitente se obliga
al saneamiento por evicción y vicios ocultos.
a cargo del tomador, como ocurre con el resto de las figuras colaborativas. Para
cumplir su cometido, el distribuidor pone al servicio del productor toda su
estructura comercial.
El distribuido delega en el distribuidor una tarea propia e imprescindible
593
OM
b) Aprovisionarse exclusivamente del distribuido. El distribuidor debe ad-
quirir los bienes que comercializa exclusivamente del distribuido.
Partiendo de la premisa de exclusividad por ramo o marca, la actividad del
distribuidor no puede ser competitiva con los intereses del principal. No obsta
a que el distribuidor comercialice otras líneas de productos de manera simul-
tánea y que lo haga con los mismos comerciantes, lo que incluso puede repre-
sentar una ventaja para el distribuido cuando ello permite ampliar la clientela.
.C
A los fines de garantizar el cumplimiento de su prestación esencial consis-
tente en la venta de los productos que distribuye, el tomador asume el com-
promiso de contar con las existencias necesarias de mercaderías para abastecer
a la clientela.
DD
c) Pagar las mercaderías. Va de suyo que la adquisición de los productos
objeto de comercialización por parte del distribuidor involucra la obligación
de pagar el precio de ellas al distribuido.
En ciertas situaciones, el distribuido brinda al distribuidor la financiación
de las mercaderías que éste le compra; en estos supuestos, puede estipularse
LA
594
envergadura del negocio, que exige del concesionario una importante orga-
nización económica para atender los requerimientos de la comercialización
de los bienes del concedente (p.ej., venta de automotores nuevos), el término
mínimo dispuesto por la ley se explica como un resguardo de los intereses del
concesionario, de modo tal de asegurarle una razonable estabilidad temporal
OM
que le permita amortizar sus inversiones.
Tal situación no se presenta necesariamente en el contrato de distribución,
dada la índole de los productos que se comercializa a través de esta figura. El
distribuidor cuenta, por lo general, con una infraestructura empresarial más
acotada, toda vez que no requiere de locales e instalaciones fijas para la venta
al público. Tampoco presta servicios de preentrega, mantenimiento y garantía.
De allí la menor magnitud de la inversión que realiza para operar. Por tanto,
.C
no parecen mediar las mismas razones que fundan la temporalidad mínima
en la concesión. Ello nos inclina a interpretar que el contrato de distribución
no está sujeto al plazo asegurado de cuatro años Así, la duración del negocio
se rige por convención de partes, por lo que, a falta de ésta, debe considerarse
DD
que el contrato es de plazo indeterminado.
El segundo tópico concierne a la aplicabilidad de las condiciones de ejer-
cicio de la facultad de rescisión unilateral previstas por los arts. 1492 y 1493
(que rigen para la concesión, a tenor de lo normado por el art. 1508, inc. a) al
contrato de distribución.
LA
Cabe recordar que en este punto las pautas del Código no reflejan sino una
pacífica línea jurisprudencial según la cual la ruptura intempestiva e incausada
del otorgante en los contratos de colaboración empresarial por tiempo inde-
finido es un comportamiento reñido con la buena fe y el ejercicio regular de
los derechos que da lugar a la reparación de los daños causados al tomador.
Con dicha lógica es que se elaboró la regla del preaviso rescisorio, calculado en
FI
5. Extinción
Establece el art. 1509 que se aplican al contrato de concesión (y por remi-
595
sión normativa del art. 1511, inc. b, al de distribución) las mismas causales
extintivas del contrato de agencia, que se enuncian en el art. 1494, a saber:
a) muerte o incapacidad del distribuidor; b) disolución de la persona jurídica
que celebra el contrato, que no deriva de fusión o escisión; c) quiebra firme de
cualquiera de las partes; d) vencimiento del plazo; e) incumplimiento grave o
OM
reiterado de las obligaciones de una de las partes, de forma de poner razona-
blemente en duda la posibilidad o la intención del incumplidor de atender con
exactitud las obligaciones sucesivas; f ) disminución significativa del volumen
de negocios del distribuidor. Remitimos a lo tratado en el capítulo de agencia.
.C
DD
LA
FI
596
conceSión
1. Nociones introductorias
FI
597
OM
servicios de comidas, quioscos) dentro del ámbito de establecimientos educa-
tivos, deportivos, oficiales, etc.
Circunscripto el análisis a la hipótesis de reventa de bienes, es necesario
remarcar que la mayor aplicación del contrato de concesión se verifica en pro-
ductos o mercaderías de alto costo y tecnología. Es por ello que el surgimiento
del negocio se relaciona específicamente con la industria automotriz.
El Código Civil y Comercial, tomando nota de la trascendencia econó-
.C
mica de esta figura contractual que hasta entonces pertenecía al campo de
la tipicidad social, y de la necesidad de conferir mayor seguridad jurídica al
instituto, estableció su regulación especial en los arts. 1502 a 1511.
DD
1.2 Definición legal
El art. 1502 define a la concesión como el contrato por el cual “el concesio-
nario, que actúa en nombre y por cuenta propia frente a terceros, se obliga median-
te una retribución a disponer de su organización empresaria para comercializar
mercaderías provistas por el concedente, prestar los servicios y proveer los repuestos
LA
de este marco, el art. 1511 del CCyC dispone que las normas que regulan el
contrato de concesión se aplican también a los contratos por los que se concede
la venta o comercialización de software o de procedimientos similares (inc. a),
y a los contratos de distribución, en cuanto sean pertinentes (inc. b). El primer
supuesto atañe a un objeto que escapa estrictamente a la concesión típica, dado
que el software (conjunto de programas que permite realizar operaciones infor-
máticas) es un bien intangible que confiere derechos intelectuales a su autor.
La segunda situación fue abordada en el capítulo del contrato de distribución.
598
OM
vestido de representación, el contrato se celebra a nombre y por cuenta del
principal. Por tanto, actúa a nombre y por cuenta de otro. Por su parte, el con-
cesionario contrata y ejecuta las prestaciones a nombre y por cuenta propia. La
remuneración del agente proviene de la comisión pactada con el proponente,
que consiste generalmente en un porcentaje sobre el volumen económico de
los negocios promovidos con su intermediación. El beneficio del concesiona-
rio resulta de la diferencia entre el precio preferencial de compra al concedente
.C
y el de reventa al público. Asimismo, la agencia tiene por objeto la promoción
de operaciones de venta de bienes y servicios, mientras la concesión recae ex-
clusivamente sobre la comercialización de productos.
b) Con la distribución. Si bien las diferencias son menos salientes, ya que
DD
la concesión en una modalidad de distribución, sólo que más particularizada,
y el propio Código prescribe la aplicación de las normas de la concesión al
contrato de distribución, en cuanto sean pertinentes (art. 1511, inc. b), se ob-
serva un mayor grado de autonomía negocial del distribuidor, quien no queda
sujeto sino a una cierta planificación comercial del distribuido o productor.
El concesionario tiene una sujeción técnica mucho más intensa al concedente.
LA
599
1.4 Caracteres
Reseñaremos los caracteres jurídicos del contrato de concesión:
a) Bilateral: el contrato crea obligaciones para ambas partes (art. 966).
b) Oneroso: los beneficios del contrato para las partes son conferidos en
razón de sacrificios económicos correlativos de cada una de ellas (art.
OM
967).
c) Conmutativo: son conocidas y ciertas para ambos contratantes las
ventajas y pérdidas que depara el negocio (art. 968).
d) No formal: no ha sido prevista legalmente la necesidad de observar
solemnidad alguna para su formación.
e) Nominado: tiene una regulación legal puntual y exhaustiva que le
provee el Código (art. 970).
.C
f ) De ejecución continuada: la concesión es un contrato de duración,
cuyos efectos se extienden a lo largo de un tiempo considerable.
g) De colaboración empresarial: desde el punto de vista de su función
económica, la concesión pertenece a la familia de contratos entre em-
DD
presas que suponen la integración de sus esfuerzos productivos y co-
merciales para lograr que el producto llegue al mercado.
2. Elementos propios
2.1 Autonomía jurídica
Es un rasgo tipificante del contrato de concesión la autonomía jurídica de
600
las partes. El concesionario actúa a nombre y por cuenta propia. Al igual que
en los demás contratos de comercialización (agencia, distribución, franquicia),
los empresarios que se vinculan mediante estas figuras son independientes; por
tanto, la explotación comercial que lleva a cabo el concesionario es a su propio
riesgo. Lo dicho impone descartar la existencia de cualquier fenómeno de
OM
confusión patrimonial o de control societario, y por supuesto, de una relación
laboral entre concedente y concesionario.
.C
su producto. Consecuencia de ello son las condiciones impuestas al conce-
sionario mediante el reglamento, virtual instrumento de dominación entre
las partes. Por esta razón, el contrato de concesión pertenece a la estructura
contractual de adhesión.
DD
La subordinación de carácter técnico también es indudable. El concesio-
nario depende de la asistencia permanente del concedente, quien es el titular
del producto y su marca y monopoliza el conocimiento de los procesos y de la
información técnica del bien.
LA
2.3 Exclusividad
Los derechos que otorga la concesión comercial son exclusivos para ambas
partes en el territorio o zona de influencia asignados, excepto pacto en contra-
rio (art. 1503, inc. a). Esta exclusividad es bilateral: de un lado, el concedente
no puede autorizar otra concesión en el mismo radio geográfico, y del otro, el
concesionario tiene vedado ejercer los actos propios de la concesión fuera de
FI
601
OM
objeto y la satisfacción de la finalidad económica (art. 1011), cuestión que
adquiere especial relevancia al momento de la extinción del contrato cuando
el plazo es indeterminado.
Existen dos modalidades alternativas respecto de la duración: contratos
por tiempo determinado y contratos por tiempo indeterminado.
Con el propósito de resguardar la estabilidad temporal del concesionario,
y apartándose del criterio seguido en la regulación del contrato de agencia, el
.C
CCyC ha previsto en su art. 1506 que el plazo de duración del contrato no
puede ser inferior a cuatro años; si las partes estipulan un plazo inferior o no
fijan su duración, el contrato se entiende convenido por el término de cuatro
años. Se infiere sin dificultad que el tiempo mínimo de duración del contrato
DD
es un tópico de orden público, inderogable para las partes.
Como excepción, se admite en la misma norma la fijación de un plazo in-
ferior al mínimo legal mencionado, nunca menor a dos años, cuando el conce-
dente provee al concesionario el uso de las instalaciones principales suficientes
para la explotación mercantil. La reducción del término asegurado al conce-
sionario se explica por la menor inversión que debe realizar si el concedente le
LA
602
OM
cesionario se vea impedido de cumplir con la demanda de sus clientes. Tanto
un caso (fijación de objetivos de venta excesivos) como el otro (reticencia en
la entrega de bienes) pueden configurar un ejercicio abusivo de los derechos.
De convenirse en el contrato las pautas de pago, de financiación y de ga-
rantías, deben ser observadas.
b) Respetar la exclusividad geográfica. El concedente otorga al concesio-
nario un territorio donde ejercer su actividad comercial, lo que importa la
.C
obligación de no designar a otros concesionarios dentro de dicha zona (art.
1504, inc. b). Ello no empece a que el concedente se reserve cierto tipo de
ventas directas o modalidades de ventas especiales, incluso dentro del ámbito
geográfico asignado al concesionario.
DD
c) Proporcionar la información técnica necesaria. La complejidad de los
bienes objeto de la concesión requiere de un constante flujo de información
y asistencia del concedente, que puede incluir la provisión de manuales y la
capacitación del personal necesaria para la explotación (art. 1504, inc. c).
d) Suministrar repuestos. La entrega de los repuestos de los productos es
LA
otro de los deberes legales a cargo del concedente (art. 1504, inc. d). Esta
obligación es particularmente relevante por la índole de los bienes comercia-
lizados (automotores, máquinas), pues ello permite al concesionario atender
las necesidades de los consumidores que los adquieren. Dado que se trata de
bienes durables, la provisión de repuestos debe asegurarse durante un tiempo
razonable.
FI
603
OM
concedente la recompra de los productos y repuestos nuevos que el concesio-
nario haya adquirido de acuerdo con las obligaciones pactadas y que tenga en
existencia al fin del período de preaviso, a los precios ordinarios de venta a los
concesionarios al tiempo del pago (art. 1508, inc. b).
La ley ha dejado de lado las concesiones con plazo definido, en la discutible
presunción de que las partes diseñan la explotación comercial con suficiente
planificación, y de ese modo, el concesionario puede proyectar sus existencias
.C
de productos con anticipación.
604
OM
portante estructura edilicia y material en locales, instalaciones, equipamiento,
etc., con la que debe contar (art. 1505, inc. c).
La organización de estos medios compromete al concesionario a la inver-
sión inicial de un cierto capital para poder funcionar y asimismo de otras
posteriores que le sean exigidas por el concedente para adaptar el negocio a las
cambiantes necesidades de la explotación.
e) Prestar servicios de preentrega y postventa. Es habitual la estipulación
.C
en cabeza del concesionario de ciertos servicios complementarios a la venta
de los productos adquiridos al concedente y que hacen a la satisfacción de los
intereses de los consumidores. El art. 1505, inc. d, incluye dentro de este débi-
to los servicios de preentrega (p.ej., acondicionamiento, testeo, información,
DD
etc.) y de mantenimiento o postventa (servicio técnico, garantía, suministro
de repuestos, etc.).
Aun cuando ésta es una prestación que el concesionario debe ejecutar a
favor de terceros, su incumplimiento es susceptible de penalidades por parte
del concedente.
f ) Adoptar sistemas de ventas, publicidad y contabilidad. A través del re-
LA
605
4. Efectos particulares
4.1 Derecho a la retribución
La actividad del concesionario debe ser retribuida desde el punto de vis-
OM
ta económico. El Código admite diversas modalidades posibles acerca de la
remuneración del concesionario, dependiendo de la voluntad de las partes.
Según el art. 1507, la retribución puede consistir en una comisión, en un mar-
gen sobre el precio de los productos comercializados a terceros, en cantidades
fijas o cualquier otra forma convenida con el concedente.
La comisión supone el reconocimiento de un porcentaje del precio o de
la utilidad proveniente de cada unidad vendida, determinado de antemano.
.C
Puede ser fija o variable, en función del volumen de negocios concertados por
el concesionario. Este mecanismo se emplea también en otras figuras, como el
contrato de agencia.
El margen de reventa o sobreprecio es la diferencia que obtiene el conce-
DD
sionario entre el valor de compra del bien al concedente y el precio de venta al
público. Es la modalidad más usual en la concesión. En este caso, el beneficio
económico que obtiene el concesionario no se origina en una retribución di-
recta del concedente sino que resulta de su propia actividad, esto es, del precio
de venta que abona el cliente, por lo que las utilidades dependen del éxito
comercial de su explotación económica.
LA
sentado que están a cargo del concesionario, excepto los necesarios para aten-
der los servicios de preentrega o de garantía gratuita a la clientela. Si bien lo
estatuido no es óbice para que las partes puedan convenir algo diverso, es co-
herente que el concesionario cargue con las erogaciones que demanda el desa-
606
OM
cada año de vigencia del contrato, excepto previsión expresa de un término
superior. El final del plazo de preaviso debe coincidir con el final del mes
calendario en el que aquél opera. En el supuesto de conversión del contrato
de duración limitada en contrato de plazo indeterminado (por continuación
de la relación después de vencida), debe computarse la totalidad del período
abarcado por ambas modalidades.
Asimismo, la omisión del preaviso otorga a la otra parte el derecho a la
.C
indemnización sustitutiva por las ganancias dejadas de percibir durante el pe-
ríodo correspondiente al preaviso no otorgado.
cedente frente a terceros. Para ello, es preciso discriminar las distintas hipótesis
que se presentan.
a) Garantías por inadecuación. Si el perjuicio proviene de la impropiedad
o inadecuación del bien comercializado para su destino, es aplicable, según el
caso, el régimen general de responsabilidad por saneamiento de vicios ocultos
(arts. 1033 y ss.) o el sistema de garantías legales a favor del consumidor (arts.
FI
607
OM
Por lo demás, participamos de la idea de que el art. 40 de la LDC no
permite proyectar responsabilidad al fabricante del bien por incumplimientos
contractuales, ya que su estricto marco de actuación es el del daño proveniente
del riesgo o vicio de la cosa o servicio.
Como excepción, la jurisprudencia de nuestros tribunales ha admitido que
el tercero tiene acción contra el concedente por el incumplimiento contrac-
tual del concesionario, cuando existe algún acto propio del otorgante (p.ej.,
.C
pactar con el concesionario que atenderá los reclamos de los clientes), cuando
hay una asunción expresa de obligaciones por parte con el adquirente (v.gr.,
manifestarle que pondrá a disposición la unidad enajenada), o bien, cuando
tiene participación activa en el hecho generador (p.ej., tolerar la insolvencia
DD
del concesionario mientras éste sigue contrayendo compromisos con los usua-
rios). Tampoco ha faltado algún decisorio que sustenta la legitimación pasiva
del concedente en la apariencia y la confianza que la marca suscita en el con-
sumidor, más allá de los esquemas negociales utilizados.
Aclaramos que el tema reviste especial importancia cuando en los hechos se
LA
tornan ilusorios los derechos del consumidor o adquirente, como ocurre ante
la quiebra o desaparición del concesionario.
A nuestro entender, el análisis de la cuestión exige reparar en la estructura
de comercialización que representa la concesión, creada y organizada por el
fabricante como único canal de acceso a los bienes para el cliente. Desde allí,
no parece descabellado interpretar que un incumplimiento contractual en per-
FI
5. Extinción
Fuera de la rescisión unilateral del contrato sin plazo determinado, las de-
más causales de extinción de la concesión son las que se encuentran previstas
608
OM
intención del incumplidor de atender con exactitud las obligaciones sucesivas;
f ) disminución significativa del volumen de negocios del concesionario.
.C
DD
LA
FI
609
franquicia
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
En el desarrollo de los sistemas de distribución comercial, la franquicia
611
OM
de decirse que la franquicia es el que revela un nivel superior de integración
vertical de las empresas entre sí, ya que incrementa el grado de sujeción del
tomador (franquiciado) al control del principal u otorgante (franquiciante).
A través de la franquicia, el franquiciante posiciona su marca con una ma-
yor penetración en el mercado, incluso con proyección trasnacional, sin nece-
sidad de una inversión de su parte. Para el franquiciado, el negocio implica la
posibilidad de explotar una actividad comercial cuyo éxito ha sido verificado
.C
y al amparo de una marca instalada, lo que supone una reducción del riesgo
económico asumido.
Si bien la génesis de la figura es bastante remota, su mayor expansión co-
mienza a mediados del siglo XX en Estados Unidos, en áreas tan diversas
DD
como la industria automotriz, la hotelera o la alimenticia.
El auge del negocio en nuestro país dio lugar a una amplia producción jurí-
dica sobre el tema a cargo de la doctrina comercialista, y después, a la justifica-
da tipificación legal en los arts. 1512 a 1524 del Código Civil y Comercial. El
ordenamiento sigue en buena medida las categorías conceptuales del modelo
LA
regulatorio de Unidroit.
Ciertas disposiciones no escapan a la crítica, sea por la técnica legislativa
empleada o por razones sustanciales, como las que regulan la duración del
contrato.
Otros preceptos traducen el designio legislativo de fomento del negocio de
franquicias. En este orden, debe repararse en la norma de neto corte herme-
FI
néutico del art. 1523, según la cual el contrato de franquicia, en sí mismo, “no
debe ser considerado un pacto que limite, restrinja o distorsione la competencia”.
Se ha intentado prevenir posibles interpretaciones judiciales que pudieran
afectar la expansión de la figura, fundadas, por caso, en el abuso de posición
dominante del art. 11 del CCyC. Creemos que la directriz es ajena al objeto
612
OM
Como lo aclara el mismo texto, la norma define a la franquicia comercial,
entendiéndose por tal aquella que se utiliza para la distribución o venta de
productos (p.ej., locales de indumentaria), o para la prestación de servicios
(v.gr., institutos de enseñanza de idiomas, hoteles, tintorerías, etc.), o también
mixtas (p.ej., tiendas de café). Si bien el concepto de franquicia comercial
en el mercado es relativamente amplio y no hay plena uniformidad sobre su
delimitación exacta, lo cierto es que el Código traza una divisoria con la fran-
.C
quicia industrial (a la que no define), respecto de la cual establece que las
disposiciones del capítulo de franquicia le son aplicables en cuanto resulten
compatibles (art. 1524).
La franquicia industrial importa primordialmente la cesión del derecho de
DD
fabricación de un producto con todos sus procedimientos técnicos y licencias
respectivas, para que el franquiciado lo elabore y luego lo comercialice. Podría
decirse que muchas franquicias comerciales de bienes o servicios también in-
volucran una cierta producción a cargo del franquiciado; sin embargo, lo que
caracterizaría a la franquicia industrial es la delegación de procesos de mayor
LA
613
OM
La franquicia mayorista es aquella en virtud de la cual el franquiciante
otorga al franquiciado un territorio o ámbito de actuación nacional, regional
o provincial, con derecho de nombrar subfranquiciados, el uso de sus marcas
y sistema de franquicias bajo contraprestaciones específicas (art. 1513, inc. a).
En esta modalidad, el franquiciante designa a un empresario (persona huma-
na o jurídica) para que opere como intermediario (franquiciado principal o
subfranquiciante) con facultad de contratar dentro de la zona geográfica com-
.C
prendidas con todos los subfranquiciados minoristas, que serán quienes co-
mercialicen el bien o el servicio al público. La franquicia mayorista constituye
una excepción a la prohibición de ceder la posición contractual que se impone
al franquiciado (art. 1518, inc. a). La subfranquicia se rige por las normas del
DD
contrato de franquicia en cuanto sean compatibles (art. 1424), sin perjuicio
de las condiciones especiales impuestas por el franquiciante al franquiciado
principal y por éste al franquiciado.
En la franquicia de desarrollo el franquiciante confiere al franquiciado de-
sarrollador el derecho a abrir en una región o en el país múltiples negocios
LA
614
OM
del producto de conformidad con la técnica suministrada por el franquiciado.
Cabe apuntar otras asimetrías. La franquicia abarca la comercialización
de bienes o servicios de los más variados; la concesión versa exclusivamente
sobre productos, en general, de alto costo y tecnología. El franquiciado abona
al franquiciante una retribución directa, que puede consistir en el pago de un
canon inicial y regalías periódicas; el concesionario sólo compra las mercade-
rías al concedente y las revende a un precio mayor para lucrar con el margen.
.C
El concesionario debe brindar servicios de preentrega y posventa, lo que no
sucede con el franquiciado.
1.5 Caracteres
DD
La franquicia comparte los mismos caracteres jurídicos que los contratos
análogos:
a) Bilateral: engendra obligaciones para los dos contratantes (art. 966).
b) Oneroso: procura beneficios a una y otra parte como contrapartida a
un sacrificio correspectivo (art. 967).
LA
615
2. Elementos propios
2.1 Sistema de negocios
La preexistencia de un sistema de negocios del franquiciante es condición
OM
básica para el desarrollo de la franquicia y su transmisión al franquiciado re-
presenta una nota tipificante del contrato.
El CCyC ha decidido regular este aspecto bajo estrictos requisitos y con
un casuismo conceptual que parece exceder el cometido del legislador. El art.
1513, inc. c, define al sistema de negocios como “el conjunto de conocimientos
prácticos y la experiencia acumulada por el franquiciante, no patentado, que ha
sido debidamente probado, secreto, sustancial y transmisible”.
.C
Como se observa, el sistema de negocios se edifica a partir de un cúmulo
de conocimientos prácticos y empíricos del franquiciante. En la praxis mer-
cantil, es habitual la elaboración de voluminosos manuales operativos donde
se acopia la experiencia negocial del franquiciante. Se trata de un saber que no
DD
se funda en principios abstractos ni en fórmulas teóricas sino en el ejercicio
concreto de la actividad comercial a lo largo del tiempo. El modo de elaborar
o presentar un producto o de diseñar la estética de un local de ventas para
hacerlo atractivo al público no responde necesariamente a un saber reglado
o metódico, aunque pueda basarse en un proceso técnico. En este sentido, el
sistema en sí mismo no es pasible de registración porque el conocimiento en el
LA
616
OM
de ejecución del contrato de franquicia ya perfeccionado.
b) Secreto: la norma lo reputa así cuando el conjunto de elementos del
negocio o la configuración de sus componentes no es generalmente
conocida o fácilmente accesible. Si el método negocial es de conoci-
miento público o de sencillo acceso, la prestación del transmitente ca-
recería de un valor intrínseco. El carácter secreto del método justifica
la estipulación de cláusulas de confidencialidad tendientes a impedir
.C
que el franquiciado revele la información obtenida para fines ajenos al
desarrollo del negocio.
c) Sustancial: atañe a la trascendencia de la información transmitida, de
modo tal que permita al franquiciado vender los productos o prestar
DD
los servicios con ajuste al sistema de negocios del franquiciante. Por lo
tanto, no configura un sistema de negocios susceptible de franquicia
el conocimiento irrelevante o insuficiente para dotar al franquiciado
de los elementos necesarios para el desarrollo de la actividad.
d) Transmisible: se requiere que la descripción de los procedimientos sea
suficientemente asequible para que su transferencia tenga factibilidad.
LA
617
Se exige que el franquiciante sea el titular exclusivo del conjunto de los de-
rechos intelectuales, marcas, patentes, nombres comerciales, derechos de autor
y demás comprendidos en el sistema bajo franquicia, o en su defecto, que ten-
ga derecho a su utilización y transmisión al franquiciado en los términos del
contrato (art. 1512, párr. 2°). Si bien no es imprescindible ser el propietario
OM
de los derechos, el franquiciante debe contar con algún título que le asegure la
disponibilidad de las licencias, por ejemplo, el usufructo.
Para proteger de posibles fraudes o incumplimientos sobre los derechos
transmitidos, se consideran inválidas las cláusulas que prohíben al franquicia-
do cuestionar justificadamente los derechos del franquiciante (art. 1519, inc.
a). La norma tiene un carácter indisponible.
.C
2.3 Autonomía jurídica
Sin necesidad de abundar en generalidades, por haber sido tratado en los
capítulos previos, es de advertir una peculiar preocupación del legislador por
poner de resalto la consabida nota de independencia jurídica de las partes en
DD
el contrato de franquicia.
Liminarmente, se reafirma en el art. 1520, párr. 1°, que “las partes del con-
trato son independientes”. Esta pauta rectora es complementada por múltiples
derivaciones cuyo denominador común es la pretensión de aislar al franqui-
ciante de los riesgos de la actividad del franquiciado y ponerlo a salvo de even-
tuales responsabilidades en diversos campos.
LA
618
OM
falta, se aclara que dicha obligación “no debe interferir en la identidad común
de la red franquiciada, en particular en sus nombres o rótulos comunes y en la
presentación uniforme de sus locales, mercaderías o medios de transporte”.
e) Falta de control societario. A más de las reglas precedentes, se dispone
que el franquiciante no puede tener participación accionaria de control direc-
to o indirecto en el negocio del franquiciado (art. 1512, in fine). Esta regla
está plenamente justificada, dado que el contrato de franquicia es, desde su
.C
función económica típica, una figura contractual genuina de carácter colabo-
rativo, alejada de cualquier atisbo de negocio fraudulento del franquiciante
para desarticular su patrimonio u ocultar la existencia de un grupo económico
a través de mecanismos de control interno societario u otros artilugios.
DD
2.4 Exclusividad
Se reafirma en el art. 1517 que la exclusividad constituye una condición
para ambas partes en la franquicia, aunque como elemento natural y no esen-
cial del contrato.
LA
zona de influencia.
Ello no impide al franquiciado adquirir mercaderías comprendidas en la
franquicia a otros franquiciados dentro del país, siempre que éstos respondan
a las calidades y características contractuales (art. 1519, inc. b), ni reunirse o
establecer vínculos no económicos con otros franquiciados (art. 1519, inc. c),
619
esta razón, debería interpretarse como abusiva cualquier cláusula que restrinja
irrazonablemente la exclusividad geográfica del franquiciado.
OM
rial, la franquicia supone un vínculo duradero y cooperativo, ya que el desa-
rrollo del sistema de negocios del principal demanda un tiempo considerable.
Ahora bien, el tratamiento dispensado por el Código a los plazos de vi-
gencia de la franquicia no ha podido ser más incoherente y caótico. Veamos.
El art. 1516 remite a la aplicación del primer párrafo del art. 1506, relativo
al contrato de concesión. De ello se colige que el plazo de la franquicia no pue-
de ser inferior a cuatro años (aunque veremos cómo ello es puesto en dudas
.C
por el propio Código más adelante). En caso de pacto de un término menor
o de no haberse convenido el plazo (contrato por tiempo indeterminado), se
entiende celebrado por el mínimo legal. También en este supuesto, la regla es
imperativa para las partes contratantes.
DD
Se exceptúan del plazo de cuatro años las franquicias vinculadas con situa-
ciones especiales que tienen prevista una duración menor, tales como ferias,
congresos, actividades desarrolladas dentro de predios u otra clase de expo-
siciones o muestras de carácter temporario. La transitoriedad de este tipo de
emprendimientos torna justificado escapar de la exigencia de un plazo mínimo.
LA
Hasta aquí el panorama parece claro, pero la segunda parte del art. 1516
comienza a oscurecerlo: “Al vencimiento del plazo, el contrato se entiende pro-
rrogado tácitamente por plazos sucesivos de un año, excepto expresa denuncia de
una de las partes antes de cada vencimiento con treinta días de antelación. A la
segunda renovación, se transforma en contrato por tiempo indeterminado”.
Como mínimo, puede decirse que el régimen previsto por la norma no
FI
620
OM
preaviso rescisorio cuya omisión obliga a indemnizar, lo que se revela como
otra inconsistencia metodológica. Este aspecto será analizado en otro acápite.
Para mayor dificultad aún, se dispone un intrincado mecanismo por el cual
las prórrogas operan anualmente y en forma sucesiva, y recién después de lo
que la ley llama “segunda renovación” (técnicamente no es una renovación), el
vínculo se convierte en un contrato por tiempo indeterminado. Dicho de otro
modo, el contrato pasa a ser de plazo indeterminado si no es rescindido antes
.C
de finalizar el segundo año de prórroga.
Esta directiva no rige para los contratos con un plazo menor de tres años
justificado por razones especiales según el artículo 1516, los que quedan extin-
guidos de pleno derecho al vencimiento del plazo (art. 1522, inc. c).
DD
Y como si todo el panorama descripto no fuera suficientemente confuso,
el pasaje del art. 1522, inc. d, que a continuación transcribiremos, sólo agre-
ga más perplejidad: “En los contratos que se pactan por tiempo indeterminado,
el preaviso debe darse de manera que la rescisión se produzca, cuando menos, al
cumplirse el tercer año desde su concertación”. Si, como la norma parece expresar,
la rescisión unilateral del contrato por tiempo indefinido puede producirse
LA
una vez cumplidos tres años de vigencia de la relación, se presenta una evi-
dente colisión con el término mínimo de cuatro años que fija el art. 1516
por remisión al art. 1506, párr. 1°. Entonces cabe preguntarse cuál de los dos
plazos es el que rige. A nuestro criterio, esta inconsecuencia sólo podría ser
zanjada interpretando que en los contratos por tiempo indeterminado el plazo
FI
mínimo es de cuatro años, pero que cualquiera de las partes puede rescindirlo
al finalizar el tercer año, por lo que la duración imperativa del vínculo queda
efectivamente reducida a tres años.
Así las cosas, en el arduo intento de sistematizar la preceptiva citada en
cuanto a la duración del contrato de franquicia, estimamos propicia la si-
guiente sinopsis:
a) Las partes tienen la facultad de pactar la duración que estimen conve-
niente, nunca inferior a cuatro años.
b) Si se estipula un término menor al mínimo de ley o no se fija plazo, el
contrato se considera celebrado por cuatro años.
c) Al vencimiento del término, los contratantes pueden convenir la re-
novación o la prórroga por el tiempo que decidan.
d) Si no lo hacen, el contrato queda igualmente prorrogado en forma
tácita por un año y así sucesivamente.
621
OM
de las partes, se transforma en un contrato por tiempo indeterminado.
g) Por excepción, las franquicias para emprendimientos temporarios o
situaciones eventuales tienen la duración que corresponda a su objeto
especial, por lo que no están sujetas al mínimo de ley, y se extinguen
automáticamente al vencimiento del plazo.
h) Si el contrato es de plazo indeterminado, cualquiera de las partes pue-
de rescindirlo mediante el otorgamiento del preaviso respectivo luego
.C
de cumplidos tres años desde la celebración.
3. Efectos generales
DD
3.1 Obligaciones del franquiciante
a) Transmitir información técnica. El franquiciante debe comunicar al
franquiciado el conjunto de conocimientos técnicos, derivados de su expe-
riencia y comprobados como aptos para producir los efectos del sistema fran-
LA
quiciado (art. 1514, inc. b). Se trata de la prestación característica del contrato
a cargo del franquiciante, que le permite al tomador ejercer la actividad fran-
quiciada y reproducir el sistema de negocios. Comprende tanto la transmisión
del know how como de las licencias pertinentes.
b) Entregar un manual operativo. El cúmulo de experiencias negociales del
franquiciante se compila en un manual de operaciones que contiene las espe-
FI
622
OM
del franquiciante. Sin perjuicio de ello, cabe recordar que el art. 1519, inc.
b, declara la ineficacia de las cláusulas que prohíben al franquiciado adquirir
mercaderías comprendidas en la franquicia de otros franquiciados dentro del
país, siempre que éstos respondan a las calidades y características contractuales.
e) Defender al franquiciado en el uso de los derechos. Toda vez que el
franquiciante garantiza tener la titularidad o disponibilidad del conjunto de
los derechos intelectuales, marcas, patentes, nombres comerciales, derechos
.C
de autor y demás involucrados en la franquicia, se obliga consecuentemente
a defender y proteger al franquiciado de cualquier pretensión de terceros en
cuanto a tales derechos (art. 1514, inc. f ). Puede entenderse como una deriva-
ción especial de la obligación de saneamiento por evicción. En las franquicias
DD
internacionales, si el ejercicio de la defensa se pacta a cargo del franquiciado,
el franquiciante debe apoderarlo y poner a su disposición, en tiempo propio,
la documentación y demás elementos necesarios para que aquél pueda de-
fenderse. A todo evento, el franquiciado está facultado para intervenir como
interesado coadyuvante, en defensa de tales derechos, en las instancias ad-
LA
influencia del franquiciado, excepto pacto en contrario (art. 1518, inc. b).
623
OM
prestación periódica consistente en regalías que pueden liquidarse mediante
distintos mecanismos, como el cálculo de un porcentaje de la facturación del
franquiciado; además, se deben abonar las mercaderías o servicios que sumi-
nistre el franquiciante.
c) Cumplir con las especificaciones técnicas. En la ejecución de la obli-
gación central de ejercicio de la actividad, el franquiciado se compromete a
cumplir las especificaciones del manual de operaciones y las que el franqui-
.C
ciante le comunique en cumplimiento de su deber de asistencia técnica (art.
1515, inc. a). Como ya hemos aludido, el franquiciado no puede apartarse de
las instrucciones técnicas impartidas por el franquiciante, ya que de su estricta
observancia depende el éxito del negocio.
DD
d) Proporcionar la información requerida. En el proceso dinámico del con-
trato de larga duración, el franquiciado está obligado a suministrar al franqui-
ciante sobre los aspectos que este requiera (art. 1515, inc. b), por ejemplo, de
carácter contable, administrativo, financiero, etc. Tanto el objeto de la infor-
mación como su periodicidad y forma de transmisión son cuestiones suscepti-
LA
bles de convención. Además, debe facilitar las inspecciones previstas o las que
sean adecuadas al objeto de la franquicia.
e) Cuidar la identificación y el prestigio del sistema. Para el resguardo de la
marca, es menester que el franquiciado se abstenga de realizar actos que pue-
dan poner en riesgo la identificación o el prestigio del sistema de franquicia o
de los derechos del franquiciante; asimismo, debe cooperar a la protección de
FI
esos derechos (art. 1515, inc. c). De la diligencia y fidelidad de los franquicia-
dos depende en gran medida el suceso de la franquicia. De allí la relevancia de
esta obligación de contenido tanto omisivo como positivo.
f ) Mantener confidencialidad. El franquiciado accede a una gran cantidad
de información reservada, de carácter técnico, para el ejercicio de la actividad
624
OM
tro de un territorio razonable habida cuenta de las circunstancias (art. 1522).
h) No ceder la posición contractual. El franquiciado no puede transferir
su posición contractual ni los derechos que emergen del contrato, excepto
los de contenido dinerario (art. 1518, inc. a). La restricción no aplica a las
franquicias mayoristas, dado que su finalidad es precisamente la designación
de subfranquiciados, en las condiciones autorizadas por el franquiciante al
franquiciado principal.
.C
i) No mudar la ubicación de los locales. El art. 1518, inc. c, destaca la
obligación del franquiciado de mantener inalterada la ubicación de sus es-
tablecimientos de atención o fabricación. La cuestión está vinculada con la
aprobación del franquiciante a los locales en los que el franquiciado ejerce
DD
la actividad, y a su vez, con el deber de desarrollar el negocio exclusivamente
dentro del territorio atribuido.
4. Efectos particulares
LA
625
por cada año de duración, hasta un máximo de seis meses. En este caso, y a
diferencia del régimen legal previsto para los contratos de agencia y concesión,
la exigencia de preaviso aplica tanto a los vínculos por tiempo determinado
como a los de plazo indeterminado. La otra asimetría con dichas figuras es el
tope de seis meses en cuanto al deber de preavisar, cualquiera hubiera sido la
OM
duración anterior del contrato, incluso mayor a seis años.
Si el contrato es por término definido, la vigencia se computa desde su
inicio hasta el vencimiento del plazo pertinente. Cabe aclarar también que la
rescisión en esta modalidad de contratos (a término fijo), únicamente puede
producirse a la expiración del plazo original o de cualquiera de sus prórrogas,
pero no prematuramente.
Anticipamos ya que, en el enmarañado sistema creado por el legislador, el
.C
preaviso en los contratos por tiempo determinado tiene una función diversa al
de treinta días del art. 1516, pues tiende específicamente a evitar la obligación
de indemnizar a la parte afectada. Una forma de compatibilizar en la práctica
ambos recaudos es cursar el preaviso rescisorio con la anticipación que dispone
DD
el art. 1522, inc. d, en cuyo caso serviría al mismo tiempo para concretar la
extinción anticipada y para evitar el pago de la indemnización sustitutiva.
En los contratos que se pactan por tiempo indeterminado, la rescisión no
puede producirse antes de cumplidos tres años desde su concertación. Ad-
vertimos que ésta es la única consecuencia práctica distinta que produce la
LA
626
OM
materia marca que el daño debe ser demostrado (art. 1744).
La garantía por la ausencia de defectos del sistema es una obligación de
resultado que asume el franquiciante. De ello y de la propia exégesis de la
norma se extrae que el factor de atribución es objetivo, en tanto se prescinde
de la culpa del franquiciante. La circunstancia de que sólo se admitan como
eximentes la culpa grave o el dolo del franquiciado y no baste el mero hecho
del damnificado, está señalando la presencia de un régimen de responsabilidad
.C
más estricto.
627
OM
zaciones derivadas del despido no sólo a su empleador directo, sino también
al franquiciante. El tópico ha dado lugar a interpretaciones divergentes en los
tribunales.
Según una línea jurisprudencial del fuero laboral, la comercialización de
productos a través de sistemas de distribución como la franquicia integra la ac-
tividad propia y específica del establecimiento principal, por lo que el franqui-
ciante responde solidariamente por las obligaciones laborales del franquiciado.
.C
Oportunamente, el Máximo Tribunal fijó un criterio diverso en el fallo
“Rodríguez c/Compañía Embotelladora Argentina” (1993), matizado por po-
lémicas argumentaciones que no son del caso mencionar aquí. Se concluye
en dicha sentencia que para que nazca la solidaridad prevista por el art. 30
DD
de la LCT es menester que una empresa contrate o subcontrate servicios que
complementen su actividad normal, lo que no acontece en estos supuestos,
ya que la franquicia es un fenómeno de segmentación del proceso productivo
en el que la empresa delega a un tercero las etapas ulteriores de elaboración y
distribución, y consecuentemente, se desliga de ellas.
LA
628
OM
Cabe graficar la cuestión con el caso de ciertas franquicias industriales,
como la de bebidas gaseosas, en las que el principal encomienda a terceros la
elaboración del producto final, su embotellado y distribución, etapas que son
inherentes a la actividad misma del fabricante y sin las cuales no lograría com-
pletar el proceso económico. Podría decirse en este supuesto que la fase a cargo
del franquiciado es parte de la actividad normal y específica del franquiciante.
Por lo demás, queda claro (y la propia norma lo deja a salvo) que cuando
.C
la franquicia es utilizada como un mecanismo para encubrir un fraude laboral
mediante la interposición de personas o para ocultar la existencia de un con-
junto económico entre las partes, la solidaridad laboral del franquiciante no
admite reparos.
DD
5. Extinción
Analizaremos a continuación las distintas causales de extinción del contra-
LA
to de franquicia.
a) Vencimiento del plazo. La franquicia concluye normalmente por la ex-
piración del término pactado, durante cuya vigencia no puede ser extinguido
sin justa causa (art. 1522, inc. b). Cabe recordar al respecto que el solo venci-
miento del plazo no tiene virtualidad extintiva, mientras alguna de las partes
no lo denuncie expresamente con treinta días de anticipación al vencimiento
FI
(art. 1516). También hemos indicado que los contratos con un plazo menor
de tres años celebrados por razones especiales de temporalidad, quedan extin-
guidos de pleno derecho al vencimiento del plazo (art. 1522, inc. c).
b) Muerte o incapacidad de cualquiera de las partes. Se ha ponderado la
trascendencia de las condiciones personales de las partes y la confianza espe-
cial de la que son depositarias recíprocamente. No hay una regla análoga para
el caso de disolución de la persona jurídica, como ocurre en el régimen del
contrato de agencia.
c) Resolución por incumplimiento. En cualquier supuesto de inejecución
esencial de las obligaciones de alguna de las partes, se aplican las reglas genera-
les de la resolución por incumplimiento de los arts. 1083 y siguientes.
d) Rescisión unilateral. Remitimos a lo explicitado más arriba sobre esta
cuestión.
629
OM
caPÍtulo XXXii
donación
1. Nociones introductorias
631
OM
de liberalidad, además de participar de tales rasgos por lógica derivación, la
donación tiene como notas tipificantes su naturaleza contractual, en tanto
acto jurídico bilateral y entre vivos, y un objeto preciso consistente en la trans-
misión del dominio de una cosa.
El Código Civil y Comercial ha rediseñado el esquema normativo de la
donación tomando en cuenta las líneas trazadas por los proyectos de reforma
que lo precedieron, sin modificar la naturaleza jurídica de contrato que histó-
.C
ricamente le confirió el Código de Vélez.
Cuadra observar que la gratuidad que caracteriza a la figura es el dato que
explica la singularidad de ciertas normas que componen su tipificación legal,
en comparación con otras modalidades contractuales y con los principios que
DD
gobiernan la teoría general del contrato. En tal sentido, recordemos que el
ordenamiento privado dispensa un trato más severo a los negocios a título
gratuito, lo que en el caso de la donación se orienta, entre otros aspectos, a
un mayor rigor en materia de consentimiento y de forma, a la protección del
patrimonio y de la persona del donante, a evitar perjuicios a los herederos
LA
conocido como animus donandi, lo que no significa que ello sea irrelevante;
por el contrario, la intención de beneficiar es un extremo implícito que en-
tronca con los fines típicos del contrato, propio de la naturaleza liberal del
acto donativo, cuya desvirtuación perjudica directamente su eficacia como tal.
Por lo demás, la obligación de transferencia que señala la definición legal
ratifica es esquema consensual (y no real) que reviste el contrato, en línea con
el diseño que presenta el ordenamiento vigente en materia de teoría contrac-
tual.
632
OM
ción del donante, aunque no necesariamente equivalente al valor de ésta.
El art. 1544 los describe como actos en parte onerosos y en parte gratuitos,
y dispone que se rigen en cuanto a su forma por las normas de la donación, y
en cuanto a su contenido, por las mismas reglas en la parte gratuita, y por las
correspondientes a la naturaleza aparente del acto en la parte onerosa.
Esta discriminación tiene por sentido respetar en cualquier caso de negocio
mixto las formalidades exigidas para la donación, y al propio tiempo, integrar
.C
las restantes reglas con las que pertenecen a cada porción del acto según el
grado de onerosidad. Así, debe medirse el valor del esfuerzo patrimonial del
donatario con el de la cosa donada, de modo tal de aplicar, hasta su concurren-
cia, las disposiciones del contrato oneroso que corresponda a la naturaleza del
DD
acto (p.ej., compraventa, servicios, obra, etc.), y en la proporción que exceda a
la compensación o equivalencia de valores, las reglas de la donación.
De la implicancia de las disposiciones de los contratos onerosos resulta la
asignación de ciertos efectos especiales al acto mixto, entre los que cabe citar,
a título ejemplificativo, la obligación de saneamiento.
LA
Son supuestos de actos mixtos las donaciones con cargo, las donaciones re-
muneratorias y las donaciones mutuas, especies que analizaremos más adelante.
1.4 Caracteres
Siguiendo el esquema de clasificaciones legales, señalamos los siguientes
caracteres jurídicos del contrato de donación:
FI
633
OM
2. Elementos propios
2.1 Consentimiento
El CCyC contiene disposiciones especiales para la formación del consen-
timiento en la donación, que alteran las pautas de la parte general de los con-
tratos.
2.1.1 Modos de manifestación
.C
Se admite la aceptación del contrato de manera tácita, aunque se considera
dicha modalidad como de interpretación restrictiva y sujeta a las reglas esta-
blecidas respecto a la forma de las donaciones (art. 1545).
DD
Un caso de manifestación tácita del consentimiento del donatario consiste
en la simple recepción de la cosa donada del donante, sin necesidad de actos
declarativos previos o concomitantes. En cualquier caso, la conducta de las
partes que revela la presencia de una voluntad común debe resultar inequí-
voca, en razón del mayor rigor que demanda la interpretación de los actos
celebrados a título gratuito.
LA
634
OM
quiera de los donatarios tiene el efecto de una aceptación total de la
donación, lo que significa que ya no es menester que los demás deban
aceptarla para producir efectos y que el donante no puede revocar la
oferta. Esto es sin perjuicio de los derechos de los demás donatarios
a la parte que les corresponde sobre la cosa donada una vez aceptada
por ellos, en tanto no hay derecho de acrecer para el primer aceptante
mientras los demás no hayan aceptado o no se produzca la muerte de
.C
éstos o la revocación a su respecto. Por otra parte, se dispone que el fa-
llecimiento de algún destinatario de la oferta, o bien, la revocación del
donante a su respecto, no impide a cualquiera de los demás donatarios
perfeccionar el contrato mediante su aceptación. Si bien no se regula
DD
el caso de oferta de donación separada para cada uno de los donatarios
(es decir, no solidaria o conjunta), la cuestión no ofrece dificultades,
ya que únicamente puede interpretarse que sólo tiene efecto respecto
a los donatarios que la aceptan, como expresamente lo marcaba el
ordenamiento anterior.
LA
enlace dentro del mismo término, mientras no haya sido revocada (art.
453). Como se observa, en los dos primeros casos, la celebración de las
nupcias es la condición a la que se sujeta el acto; en el tercer supuesto,
se fija un plazo resolutorio que determina la caducidad de la oferta.
c) Promesa de donación a una fundación. Es un tópico del que se ocu-
pa específicamente el art. 197. Las promesas de donación efectuadas
por los fundadores en el acto constitutivo son irrevocables a partir de
la resolución de la autoridad de contralor que autorice a la entidad
635
OM
a exigir el cumplimiento de la promesa, aunque se haya pretendido
revocarla antes de la aceptación, o incluso ante limitaciones relativas
al patrimonio total del donante o a la falta de titularidad dominial de
este sobre la cosa (art. 198).
2.1.3 Donaciones sujetas a la muerte del donante
Bajo este título (que también suele ser citado como “donación por causa
de muerte”), se alude a aquellas donaciones condicionales en las que el hecho
.C
incierto lo constituye el fallecimiento del donante. En el régimen derogado se
establecía la conversión del acto concebido por las partes como un contrato
en un testamento, siempre que la declaración de voluntad tuviera los requi-
sitos del testamento. El actual art. 1546 revierte este temperamento al vedar
DD
directamente las donaciones hechas bajo la condición suspensiva de producir
efectos a partir de la muerte del donante.
Todo indica que la prohibición del art. 1546 está dirigida a las donacio-
nes perfeccionadas mediante oferta y aceptación entre vivos, pero cuyos efec-
tos (p.ej., transmisión de la cosa), según lo estipulado por las partes, sólo se
LA
636
Sin embargo, no hay mayores precisiones normativas sobre la aptitud para los
actos de disposición. En todo caso, lo que el precepto denomina “capacidad
para disponer” no es técnicamente una cuestión de capacidad (de ejercicio o
de derecho), sino que compete a la legitimación del sujeto con relación a la
cosa. En este orden, está impedido de donar quien no es el propietario de la
OM
cosa. Si media representación, no es suficiente un poder de administración de
bienes; además, el apoderado debe contar con facultades expresas para donar
(art. 375, inc. l).
También indica la citada disposición que los menores emancipados pueden
donar con la limitación prevista en el inc. b del artículo 28. La prohibición
está referida exclusivamente a los bienes recibidos por la persona emancipada
a título gratuito, los que no pueden ser donados ni siquiera con autorización
.C
judicial.
b) Capacidad del donatario. El art. 1549 expresa que para aceptar dona-
ciones se requiere ser capaz, lo que nada agrega a las directivas genéricas sobre
capacidad de ejercicio para contratar. Luego se dispone que, si la donación
DD
es a una persona incapaz, la aceptación debe ser hecha por su representante
legal, aclaración que también advertimos como ociosa, dado que tal recaudo
es común a todos los casos de incapacidad de hecho.
En cambio, es más que razonable la última parte de la norma, según la cual
“si la donación del tercero o del representante es con cargo, se requiere autorización
LA
judicial”, por tratarse de una donación onerosa o mixta, que exige un sacrificio
patrimonial del donatario incapaz. La mención de que la donación puede pro-
venir de un tercero o del representante, parece querer resaltar que el requisito
de autorización judicial no es prescindible ni siquiera cuando la donación con
cargo al incapaz la realiza su propio representante legal.
c) Donaciones a tutores y curadores. Por último, prescribe el Código que
FI
“los tutores y curadores no pueden recibir donaciones de quienes han estado bajo
su tutela o curatela antes de la rendición de cuentas y pago de cualquier suma que
hayan quedado adeudándoles” (art. 1550). La cuestión pertenece a la inhabi-
lidad para contratar (más conocida antes como “incapacidad de derecho”),
que impide la contratación entre ciertas personas, y guarda coherencia con
lo dispuesto por el art. 120. Se entiende que, una vez rendidas y finiquitadas
las cuentas derivadas del ejercicio de la tutela, desaparece la posibilidad de
conflicto de intereses.
637
OM
cosas ajenas, como analizaremos luego.
El ordenamiento actual ratifica la limitación cuantitativa que establecía del
viejo Código. Según el art. 1551, la donación no puede tener por objeto la
totalidad del patrimonio del donante o una parte sustancial de éste, excepto
que el donante se reserve su usufructo o cuente con otros medios suficientes de
subsistencia. La disposición tiende a evitar posibles situaciones de desamparo
económico del donante. Por eso, únicamente se convalida el acto si existe una
.C
reserva de usufructo a favor del donante sobre los bienes donados o cuando
el donante tiene asegurados otros recursos que le garantizan su sostenimiento
patrimonial (p.ej., rentas, beneficios previsionales).
También se imposibilita la donación de una parte alícuota del patrimonio
DD
del donante. En este caso, el fundamento es de carácter técnico: al ser una
fracción indivisa del patrimonio, no es factible individualizar las cosas dona-
das. En cambio, podría donarse una porción alícuota en la que se determinen
específicamente los bienes comprendidos en ella.
Otra interdicción que fija el art. 1551 es la de donar cosas determinadas
LA
638
El art. 1552 del CCyC requiere escritura pública, bajo pena de nulidad,
para las donaciones de cosas inmuebles, de cosas registrables y de prestaciones
periódicas o vitalicias.
Sabido es que en materia inmobiliaria existe una tutela legal acentuada, la
que se justifica más aún en la donación. Esta situación se extiende en el Código
OM
a los bienes registrables en general, y ello marca una diferencia con el texto
derogado. También se mantiene la exigencia del instrumento público en el caso
de las donaciones de prestaciones periódicas o vitalicias, en atención a la rele-
vancia económica que supone la asunción del compromiso de pago de una ren-
ta continuada y por un tiempo incierto, sin contraprestación para el donante.
La formalidad prescripta para los casos mencionados es de solemnidad ab-
soluta, como el propio enunciado legal se encarga de enfatizar al prescribir la
.C
nulidad para el caso de que las partes no satisfagan la forma requerida. Preci-
samente, la sanción de invalidez revela que la omisión de la escritura pública
priva al acto de todo efecto (arts. 285, 969 y 1018), en lugar de asignarle a
la declaración imperfecta otras consecuencias distintas. Esto significa que el
DD
acto es totalmente ineficaz aunque los contratantes manifiesten su voluntad
a través de un instrumento privado, ya que ni siquiera opera la conversión
del negocio que los obliga a otorgar la escritura pública, como ocurre con los
contratos formales solemnes relativos.
Las donaciones a favor del Estado, cualquiera sea su objeto, llenan la for-
LA
639
El art. 1554 del CCyC (bajo el título “donación manual”) establece que “las
donaciones de cosas muebles no registrables y de títulos al portador deben hacerse
por la tradición del objeto donado”. Si bien la expresión literal “deben hacerse”
podría dar cuenta de un imperativo legal ineludible, no hay que soslayar que
en el actual esquema todos los contratos son consensuales, lo que nos inclina
OM
a pensar que la entrega del bien es una mera formalidad posible del acto que
las partes pueden adoptar (en cuyo caso, corresponde hablar propiamente de
“donación manual”), pero que no impide que la donación de cosa mueble se
perfeccione antes de la tradición, por caso, mediante instrumento privado.
Se conserva la inclusión de los títulos al portador en la previsión normativa,
aunque en rigor pertenecen al ámbito de la cesión de derechos, por no tratarse
de cosas. Título al portador es aquel que no es emitido a favor de sujeto deter-
.C
minado, ni se indica sobre dicho valor un modo de circulación diferente; su
transferencia se produce con la tradición del título en el que consta (art. 1837).
DD
3. Clases de donaciones
3.1 Donaciones mutuas
El CCyC no precisa el concepto de donaciones mutuas, sólo determina
ciertos efectos. En el Código de Vélez se las definía como aquellas que se hacen
LA
640
OM
o inejecución de los cargos no afecta la subsistencia de la otra, ya que sólo se
sanciona al donatario que falta al deber de gratitud o incumple su obligación
accesoria.
Por otra parte, se aplica a las donaciones mutuas la garantía de evicción
(art. 1557, inc. d), en la medida de la onerosidad de los valores correlativos.
.C
Las donaciones remuneratorias están definidas en el art. 1561 como “las
realizadas en recompensa de servicios prestados al donante por el donatario, apre-
ciables en dinero y por los cuales el segundo podría exigir judicialmente el pago”.
Según lo expresa el propio término, el donante se propone retribuir al do-
DD
natario mediante la transmisión de la cosa donada. Ello no excluye del todo el
ánimo liberal del acto donativo, sin embargo, éste es inseparable del propósito
típico del contrato, que es sustituir la remuneración que corresponde al dona-
tario en virtud de una prestación ya cumplida por éste (p.ej., la entrega de un
bien como pago por la asistencia brindada al donante durante su enfermedad).
LA
641
OM
el prestador. También se descartan los deberes meramente morales, no
susceptibles de apreciación económica (conf. arts. 725, 957 y 1003),
y que no otorgan acción, por ejemplo, la gratitud hacia quien brindó
apoyo afectivo al donante.
.C
donante o de un tercero (art. 1562). Constituye un elemento accidental del
contrato.
Como modalidad especial del acto jurídico, el cargo es una obligación
accesoria impuesta al adquirente de un derecho (art. 354). En caso de trans-
DD
misión del derecho por acto entre vivos o por causa de muerte, la obligación
de cumplir el cargo se traspasa al sucesor, excepto que por sus condiciones sólo
pueda ser ejecutado por el obligado originario (art. 356).
En el supuesto particular de las donaciones, los cargos pueden ser relativos
al empleo o al destino de la cosa donada (p.ej., el uso que se le ha de dar a una
LA
642
perece sin su culpa, queda liberado. Además, el donatario puede también sus-
traerse a la ejecución del cargo mediante la restitución de la cosa, o bien su
valor, si ello es imposible.
Por ser otro de los casos de negocios mixtos, las donaciones con cargo
resultan a título oneroso en la medida de la equivalencia de valores entre la
OM
cosa donada y los cargos impuestos, mientras que por el exceso se consideran
gratuitas (art. 1564).
.C
un subtipo particular, sino más bien una consecuencia anómala del acto do-
nativo, que deriva en la ineficacia.
El art. 1565 define como inoficiosa la donación cuyo valor excede la parte
disponible del patrimonio del donante, lo que torna aplicables los preceptos
DD
sobre la porción legítima. Ello nos obliga a indagar sobre algunas cuestiones
propias del derecho sucesorio emplazadas en el Libro Quinto del Código, al
menos en lo que a nuestro tema atañe.
La porción legítima es un derecho que tienen los herederos forzosos o le-
gitimarios con relación a una parte de la herencia del causante, de la cual no
LA
pueden ser privados por éste mediante actos de disposición a título gratuito
(testamento, donación). Se consideran herederos forzosos los descendientes,
los ascendientes y el cónyuge (art. 2444). Las demás personas con vocación
hereditaria, como los parientes colaterales, no tienen calidad de legitimarios.
El sentido de esta institución de orden público es el resguardo del patrimonio
familiar para los herederos.
FI
643
o donar bienes por un valor que no afecte la porción legítima de los herederos
forzosos. Esta fracción es, precisamente, la parte disponible de la que habla
el art. 1565. Por tanto, si a la muerte del causante existen hijos y cónyuge,
la parte disponible por donación asciende, como máximo, a un tercio de su
patrimonio.
OM
Así, mientras no se avance sobre la porción legítima, toda persona puede
donar sus bienes a favor de herederos (forzosos o no) o de terceros. Las dona-
ciones que superan la parte disponible del donante se consideran inoficiosas.
Esto significa que quedan sujetas a reducción por el valor del exceso (art.
2386). La reducción de la donación implica tenerla por resuelta, por lo que el
donatario debe restituir la cosa, a menos que opte por abonar al legitimario la
suma de dinero necesaria para completar el valor de su porción legítima (art.
.C
2454). Además, se extinguen los derechos reales constituidos por el donatario
(art. 2457) y se otorga al legitimario acción reipersecutoria contra terceros ad-
quirentes de los bienes registrables (art. 2458), aunque lo sean a título oneroso
y de buena fe. En caso de pluralidad de donaciones, corresponde reducir la
DD
última donación, y luego las demás en el mismo orden, hasta salvar la porción
legítima (art. 2453, últ. párr.).
Una disposición que despierta cierto debate es la del art. 2459, según el
cual la reducción puede intentarse hasta los diez años desde la adquisición de
la posesión por el donatario, o en su caso, por el subadquirente: por un lado,
LA
644
OM
ejemplo, para la constitución de garantías reales como la hipoteca).
Durante la vigencia del CC, las donaciones efectuadas por el causante a
herederos forzosos no encontraban mayores objeciones en el ordenamiento,
dado que sólo podían ser pasibles de colación en valores, mas no quedaban
sujetas a reducción. De allí la práctica frecuente de las donaciones inmobilia-
rias a legitimarios (en su caso, con reserva del usufructo a favor del donante),
como mecanismo de eludir a futuro la necesidad de un proceso sucesorio. No
.C
ocurría lo mismo con las donaciones a terceros, toda vez que eran pasibles de
reducción, por lo que se entendía que la donación “perjudicaba” el título.
En el régimen del CCyC, las donaciones celebradas a favor de legitimarios
(no sólo a terceros) también se encuentran supeditadas a eventuales acciones
DD
de reducción por parte de los coherederos afectados, de conformidad con lo
establecido en el ya citado art. 2386. Este cambio trascendente torna desacon-
sejables las donaciones de bienes inmuebles tanto a terceros como a herederos
forzosos. En tales casos, el saneamiento del título se produce, de no mediar otras
vías, recién con el transcurso del término de diez años contados a partir de la
LA
donación (con la entrega de la cosa), o bien, pasados cinco años desde la muerte
del donante, esto es, el plazo genérico de prescripción liberatoria del art. 2560.
4. Efectos generales
FI
art. 1555. El donante debe entregar la cosa al donatario “desde que ha sido
constituido en mora”. El efecto de la previsión importa compeler al donante a
la entrega sólo cuando el donatario lo interpela en forma fehaciente, aunque la
obligación tenga plazo expreso de cumplimiento. Es una excepción a la regla
de mora automática del deudor del art. 886.
A más de ello, el último párrafo del art. 1555 establece que el donante sólo
responde por dolo en caso de incumplimiento o mora. Se consagra de esta
manera otro beneficio a favor del donante, que atenúa su responsabilidad por
645
OM
por culpa del donante) aun luego de la constitución en mora, el donatario no
podría reclamar siquiera su valor. En suma, el donatario debe probar el incum-
plimiento intencional del deudor; si la falta de entrega de la cosa no obedece a
una conducta deliberada del donante, éste no responde por los daños.
El beneficio de competencia es otra prerrogativa de la que goza el donante,
cuando se encuentra en dificultades económicas. Le permite, en tanto deudor
y mientras no mejore de fortuna, cumplir con la donación del modo en que
.C
buenamente pueda, según las circunstancias (arts. 892 y 893, inc. c).
b) Garantizar por evicción. Siendo la obligación de saneamiento por evic-
ción un efecto natural de los contratos onerosos, resulta excepcional en la
donación.
DD
Por esta razón, la garantía a favor del donatario sólo aplica a las donaciones
mixtas ya examinadas (donaciones mutuas, remuneratorias y con cargo), en la
medida de su respectiva proporción de onerosidad, y a los supuestos específi-
cos designados por el art. 1556: i) cláusula expresa de asunción por el donante;
ii) mala fe del donante, por ocultarle al donatario que la cosa no es suya; iii)
LA
evicción por causa del donante (p.ej., turbación de su parte al derecho del
donatario).
El art. 1557 fija el alcance especial de la garantía en el contrato de do-
nación. La responsabilidad del donante se limita a la indemnización por los
gastos incurridos por el donatario a causa de la donación, excepto cuando la
evicción proviene de un hecho posterior a la donación imputable al donante,
FI
en cuyo caso la reparación de los daños debe ser plena; si la evicción es parcial,
el resarcimiento se reduce proporcionalmente.
Adicionalmente, en los supuestos de actos mixtos, el donante está obligado
a reembolsar al donatario: en la donación mutua, el valor de la cosa recibida
por el donante; en la donación remuneratoria, el precio del servicio prestado;
646
para los casos de asunción convencional de dicho compromiso por parte del
donante.
OM
(persona humana) que no tenga medios de subsistencia (art. 1559). Es una
consecuencia del deber genérico de gratitud que incumbe observar al donata-
rio frente al donante, en razón de la liberalidad dispuesta por éste; por tanto,
no procede, en principio, en las donaciones onerosas.
La obligación alimentaria del donatario es subsidiaria, por cuanto le es
exigible la asistencia siempre y cuando no existan otras personas obligadas
legalmente a tal efecto, en virtud de las normas que regulan las relaciones de
.C
familia (art. 1572).
Sin perjuicio de ello, el donatario puede liberarse del deber restituyendo la
cosa donada o su valor, si la ha enajenado (art. 1559, últ. párr.).
El incumplimiento de la obligación alimentaria no sólo da lugar a la acción
DD
del donante tendiente a reclamar su efectiva prestación, también es causa de
revocación de la donación.
5. Efectos particulares
LA
647
misión hereditaria a otro pariente de éstos, o bien, que la cosa donada pase a
formar parte de una herencia vacante.
La segunda cláusula procura beneficiar al donatario y a sus eventuales des-
cendientes, y la reversión se activa únicamente cuando al momento del dece-
so del donatario, estando vivo el donante, no existen hijos de aquél (por no
OM
haberlos tenido o por haber fallecido todos ellos). La presencia de hijos del
donatario a su muerte extingue el derecho del donante, que no renace aunque
este les sobreviva (art. 1566, últ. pte.).
Como elemento accidental del contrato, el pacto de reversión debe ser
expreso (art. 1566, párr. 2°), por lo que no se presume su aplicación. Un re-
caudo imperativo es que solamente puede ser establecido a favor del donante;
si es estipulado conjuntamente a su favor y el de sus herederos o de terceros, la
.C
cláusula sólo vale respecto del donante.
En cuanto a sus efectos, existen dos situaciones posibles, según se cumpla o
no la condición. Si se verifica la condición, el donante puede exigir la restitu-
ción de las cosas transferidas conforme a las reglas del dominio revocable (art.
DD
1567). Esta solución es coherente con el efecto retroactivo de la resolución, y
torna aplicables las reglas previstas por los arts. 1965 y ss., por lo que el donan-
te tiene derecho a recuperar la cosa libre de cualquier acto jurídico celebrado
por el donatario, pudiendo incluso reivindicarla de terceros adquirentes, si el
bien es registrable o el tercero es de mala fe. Sin embargo, existe una restric-
LA
ción temporal: el hecho previsto debe producirse dentro de los diez años desde
la fecha de la donación, caso contrario, el dominio pasa a ser perfecto (art.
1965, últ. párr.). Si la condición no se cumple (por morir primero el donante
o por transcurrir los diez años desde la celebración del acto), el derecho del
donatario queda irrevocablemente consolidado.
El derecho de reversión es renunciable. El Código valida la renuncia tácita
FI
648
OM
1079, inc. a); c) obliga a la restitución de lo recibido en razón del contrato
(art. 1080).
Sobre la irretroactividad de la revocación, la donación presenta una salve-
dad que veremos en el supuesto de incumplimiento del cargo. En cuanto al
deber de restituir cuando se trata de revocación de donaciones con cargo o
remuneratorias, el donante queda obligado a reembolsar el valor de los cargos
satisfechos o de los servicios prestados por el donatario.
.C
5.2.1 Inejecución de los cargos
Al analizar previamente la naturaleza y efectos de la donación con cargo
nos hemos referido a la acción de cumplimiento de que dispone el donante
contra el donatario por inejecución del cargo. En caso de ejercer la facultad
DD
revocatoria, ha de estarse a los efectos previstos por el art. 1570. En tal sentido,
vale sistematizar las consecuencias según recaigan sobre el donatario, el tercero
beneficiario del cargo y el tercero adquirente.
Entre partes, la revocación determina la restitución de la cosa al donante,
sin perjuicio del derecho al reembolso que tiene el donatario en las donaciones
LA
649
OM
atentar contra la vida o la persona del donante, su cónyuge o conviviente, sus
ascendientes o descendientes (inc. a). El CCyC amplía la nómina de sujetos
comprendidos al entorno familiar del donante, ya que el CC se refería única-
mente a éste. Se aclara en la parte final de la norma que la configuración de la
causal comentada no requiere de condena penal que califique el hecho como
delito por reunir los elementos del tipo, bastando la prueba de que el hecho
lesivo le es imputable al donatario (a juicio del magistrado civil competente),
.C
criterio que recoge la interpretación doctrinaria sobre este punto. Pese a la
falta de una mención expresa, e incluso a la aparente limitación del art. 1573
(que luego analizaremos), es de toda lógica considerar que el homicidio (es de-
cir, la tentativa consumada) contra alguna de las personas enunciadas también
DD
configura ingratitud; si atañe al donante, la revocación debe ser articulada por
los herederos.
b) Injurias graves. También representan ingratitud las injurias graves profe-
ridas por el donatario contra el donante, su cónyuge o conviviente, sus ascen-
dientes o descendientes o la afectación al honor de estas personas (inc. b). La
LA
injuria implica una ofensa o ataque moral contra otra persona, con el fin de
menoscabar su dignidad, reputación o credibilidad. Se requiere gravedad, lo
que descarta las expresiones menores de descrédito, sin entidad suficiente para
deshonrar. Puede ser inferida a través de cualquier tipo de manifestación idó-
nea del donatario, aunque no debería excluirse su exteriorización material a
través de otro por designio de aquél. Tampoco hace falta un pronunciamiento
FI
penal para tener por acreditadas las injurias que sanciona la norma.
c) Privación injusta de bienes. El inc. c califica de ingratitud la conducta
del donatario por la cual se priva injustamente de sus bienes a cualquiera de las
personas mencionadas (donante, cónyuge, conviviente, ascendientes, descen-
dientes). Este subtipo requiere la comisión de actos que provoquen la pérdida
de bienes del patrimonio del donante o sus allegados de manera ilícita (p.ej.,
defraudación), aunque tampoco es necesaria una condena criminal del hecho.
d) Negación de alimentos. Rehusar el suministro de alimentos al donante
es la última de las modalidades legales de ingratitud que faculta al donante a
revocar la donación (arts. 1571, inc. d, y 1572). Tal como hemos comentado
más arriba, el deber alimentario a cargo del donatario exige que el donante
carezca de medios suficientes para proveer a su manutención, y además tiene
carácter subsidiario, esto es, que no pueda obtener la prestación de alimentos
650
OM
los herederos de aquél ni contra los herederos de éste. En caso de fallecimiento
del donante una vez promovida la demanda, se admite la continuación por
sus herederos; si muere el donatario demandado, la acción puede ser seguida
contra sus herederos.
Se enuncian dos causas que extinguen la acción de revocación de la do-
nación. Una de ellas es el perdón del donante, con conocimiento de causa.
Debe entenderse como una dispensa elocuente del donante hacia la conducta
.C
ingrata del donatario y no la mera ausencia de reproche a su respecto. El
perdón del donante es para el caso concreto y no implica renuncia a futuros
actos de ingratitud en los que pudiera incurrir el donatario. La otra forma de
extinción es por caducidad: el donante debe promover la demanda dentro
DD
del plazo de un año de haber sabido del hecho tipificador de la ingratitud.
Sin embargo, así concebida, la norma convierte en letra muerta el término
especial de prescripción (dos años) de la acción revocatoria de la donación por
ingratitud que fija el art. 2562, inc. e, que también debe correr desde la toma
de conocimiento del acto de ingratitud. Ante la manifiesta incompatibilidad
LA
651
OM
caPÍtulo XXXiii
fianza
nerales. 4.1. Entre fiador y acreedor. 4.2. Entre fiador y deudor. 4.3.
Entre cofiadores. 5. Efectos particulares. 5.1. Fianza en la locación.
5.2. Concurso del deudor. 6. Extinción. 6.1. Causales generales:
por vía directa e indirecta. 6.2. Causales especiales.
FI
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica. La fianza como garantía personal
La solvencia del deudor, cuyo patrimonio es la prenda común de los acree-
653
OM
cuenta que el acreedor también está expuesto a la posible insolvencia o déficit
patrimonial del nuevo deudor que se agrega. Esta circunstancia, sumada a la
dificultosa obtención de una garantía cuando se trata de un deudor cuya soli-
dez económica está en duda, conspira inexorablemente contra la eficacia de la
fianza en tanto garantía personal.
El aval es un medio de garantía personal que responde a la necesidad de
asegurar el pago de los títulos valores, aunque el avalista no es estrictamente
.C
garante de la obligación asumida por el librador o endosante, sino del docu-
mento respectivo. Su regulación pertenece al ámbito del derecho cambiario.
Tiene mayor autonomía que la fianza, ya que resulta válido aun cuando la
obligación cartular sea nula, lo que obedece al carácter objetivo que prescinde
DD
de la persona del avalado y se centra en el título mismo.
También deben computarse como garantías personales, en principio, las
que nacen de una declaración unilateral de voluntad (garantías unilaterales),
ahora contempladas en los arts. 1810 a 1814 del CCyC. Comprenden distin-
tas modalidades: “garantías de cumplimiento a primera demanda”, “garantías
LA
a primer requerimiento”, así como todos los casos en que el emisor garantiza
el cumplimiento de las obligaciones de otro o se obliga a pagar una suma de
dinero u otra prestación determinada.
Por su parte, las garantías reales afectan uno o más bienes determinados
del deudor, sobre los que se establece un derecho real. Dentro de sus especies
hallamos a la hipoteca, la prenda o la anticresis. El acreedor puede proceder
FI
654
OM
teral de voluntad. Huelga decir que lo regulado por el capítulo es el contrato
de fianza, es decir, el acto jurídico bilateral en virtud del cual el fiador contrae
una obligación por el deudor, y el acreedor acepta el compromiso que ofrece
el fiador. De hecho, la fianza como acto jurídico unilateral, esto es, sin nece-
sidad de aceptación por el acreedor (hipótesis que contemplaba el art. 1987
del ordenamiento derogado), queda ahora fuera de la regulación contractual y
pertenece al régimen de las garantías unilaterales ya mencionado (arts. 1810 a
.C
1814), como parte de las declaraciones unilaterales de voluntad.
Finalmente, una observación terminológica a la definición comentada es
que debió referirse a “parte” en lugar de “persona”, para ser congruente con la
propia noción legal de contrato del art. 957.
DD
No está demás resaltar que las partes del contrato de fianza son el acreedor
y el fiador. El deudor afianzado es un tercero ajeno a este vínculo convencio-
nal, aun cuando tenga interés en la celebración del negocio. En todo caso,
subyace una liberalidad del fiador hacia el deudor, por cuanto el garante se
compromete por éste con el fin de beneficiarlo. Esto no acontece, desde lue-
LA
tratación (art. 1581). No es técnicamente una fianza, toda vez que el otorgante
no asume obligación alguna ante el eventual acreedor, tan solo “apadrina” al
tercero, por ejemplo, ante una entidad bancaria, para que ésta valore positiva-
mente las aptitudes negociales del recomendado. Como excepción, el emisor
debe indemnizar los daños y perjuicios que pudiera causar su accionar cuando
obra de mala fe o de manera negligente y ello suscita la confianza del receptor.
b) Con el compromiso de mantener una situación. De conformidad con
lo prescripto por el art. 1582, tampoco constituye fianza el compromiso de
655
OM
por caso, cuando el fiador en una locación asume el compromiso adicional
de mantener dentro de su patrimonio, por todo el tiempo que dure el con-
trato, un determinado bien que el acreedor pondera como demostrativo de
la solvencia de ese garante. Referido a este habitual supuesto, creemos que
el sentido de la norma es propiamente el de dejar en claro que no tiene los
efectos de una garantía real (dado que es obvio que dicho compromiso en sí
mismo no es una fianza), ni limita la disponibilidad del bien, por lo que el
.C
mero incumplimiento (p.ej., la enajenación del bien) sólo le otorga al acree-
dor la acción resarcitoria por los daños que pudiera originarle en particular el
quebrantamiento de la promesa, sin perjuicio de la responsabilidad propia que
le incumbe al fiador por su condición de tal.
DD
c) Con la fianza judicial. La denominada fianza judicial tiene lugar cuando
el juez decreta el afianzamiento de una obligación derivada del proceso para
una de las partes, tanto en el ámbito penal como civil. Ello acontece a partir
de una previsión normativa que lo dispone, aunque el magistrado puede con-
tar con facultades más o menos amplias de apreciación para su dictado. Un
LA
acto nacido de la libre voluntad del obligado, sino de una orden judicial; ii) el
obligado por la caución es, ordinariamente, el propio deudor (y no un terce-
ro), quien debe afectar o inmovilizar bienes durante un determinado tiempo
para asegurar las consecuencias de una situación que hace a su propio interés.
1.4 Caracteres
Los caracteres jurídicos del contrato son los que enumeraremos a conti-
nuación:
a) Unilateral: la fianza sólo crea obligaciones para el fiador y no para el
acreedor (art. 966).
b) Gratuito: el sacrificio económico que lleva a cabo el fiador no se en-
cuentra compensado por ningún beneficio otorgado por el acreedor
(art. 967). Incluso en el caso de que se pactara alguna clase de retri-
656
OM
como recaudo de solemnidad; de allí que su inobservancia no conlleva
la invalidez del contrato, sino la necesidad de recurrir a los mecanis-
mos alternativos de comprobación del art. 1020 (imposibilidad de
obtener el instrumento; principio de prueba por escrito; comienzo de
ejecución).
d) Nominado: la regulación del Código le confiere una disciplina legal
propia y exhaustiva (art. 970).
.C
e) Accesorio: el contrato de fianza tiene carácter accesorio, ya que se
otorga siempre en función del aseguramiento de una obligación prin-
cipal. En el punto siguiente profundizaremos sobre este aspecto.
DD
A pesar de pertenecer en la mayoría de los casos al tipo general del contrato
paritario, no es del todo descartable la aplicación de las normas del contrato
de consumo. Para esta particular hipótesis, es preciso que el compromiso del
fiador esté ligado a una obligación principal proveniente de una relación de
consumo (p.ej., fianza prestada para garantizar un crédito bancario otorgado a
LA
2. Elementos propios
2.1 Accesoriedad
Como la propia definición legal lo destaca, la fianza representa un contrato
accesorio, cuya existencia sólo se explica a partir de una obligación principal
que aquél viene a garantizar. De allí que la fianza (técnicamente, la obligación
657
del fiador) siempre sigue la suerte del débito principal, por lo que las vicisitu-
des que afecten a éste repercuten en el contrato accesorio.
El Código refiere a las obligaciones accesorias como aquellas que depen-
den de un vínculo obligacional principal en cuanto a su existencia, régimen
jurídico, eficacia y desarrollo funcional, de modo tal que la extinción, nulidad
OM
o ineficacia del crédito principal hace cesar la obligación accesoria, excepto
previsión legal o contractual (arts. 856 y 857).
Encontramos una excepción legal a esta regla en el art. 1576. Se establece
allí que la incapacidad del deudor no excusa al fiador de su responsabilidad.
Ello no empece a la declaración de nulidad de la relación principal a pedido
del incapaz o de las demás personas legitimadas, lo que tornaría nula la obli-
gación accesoria.
.C
La fianza es de utilización generalizada en ciertos contratos que exigen una
especial consideración de la solvencia económica del deudor, de ejecución di-
ferida o continuada, cuyos efectos se prolongan en el tiempo y que convierten
en incierta la efectiva percepción de las acreencias. Entre las figuras a las que
DD
la fianza suele acceder con mayor frecuencia en la práctica negocial pueden
citarse la locación de inmuebles, el mutuo o la compraventa a crédito.
2.2 Subsidiariedad
La nota de subsidiariedad constituye otro elemento particular del contrato
LA
de fianza.
Cualquiera sea el carácter u origen de la obligación principal, el compro-
miso que asume el fiador es subsidiario. Esto significa que la obligación a su
cargo sólo es exigible en caso de incumplimiento del deudor principal. El
acreedor debe dirigir su pretensión inicialmente al deudor, y recién en caso de
inejecución total o parcial, al fiador.
FI
2.3 Objeto
2.3.1 Obligaciones que pueden ser afianzadas
Con suficiente amplitud, el CCyC admite como objeto del contrato el
afianzamiento de cualquier obligación (art. 1577). Dentro de la laxitud de la
regla, se aclara que pueden ser afianzadas obligaciones actuales o futuras, sean
estas principales o incluso accesorias. De esta forma, es dable garantizar una
obligación no nacida, o bien, no exigible. Asimismo, se admite la fianza sobre
la obligación del fiador (subfianza).
658
OM
por una pluralidad de obligaciones del deudor durante un tiempo determi-
nado. Es de aplicación corriente en el ámbito bancario, en el que se requiere
al deudor una garantía amplia mediante un único instrumento que lo cubra
por todos los créditos actuales o futuros, determinados o indeterminados, que
asuma con la entidad. Para estos casos, se exige precisar el monto máximo a
que se obliga el fiador y fijar su plazo de vigencia, el que no puede extenderse
a nuevas obligaciones contraídas por el afianzado luego de los cinco años de
.C
otorgada (art. 1578, párr. 1°). Ambos límites (cantidad y tiempo) sirven para
impedir la consolidación de situaciones demasiado gravosas para el fiador.
Pero, además, si la fianza es indeterminada en el tiempo, el fiador puede re-
tractarla mediante notificación al acreedor (art. 1578, párr. 2°).
DD
2.3.2 Naturaleza y extensión de la fianza
Otra directiva sobre el objeto señala que la fianza debe ser de la misma
especie que la prestación principal, con la salvedad que se efectuará ensegui-
da. Así, cuando lo afianzado es una obligación de dar una suma de dinero,
el garante toma a su cargo el mismo compromiso. Por lógicas razones, si la
LA
deuda afianzada es de dar cosa cierta, de hacer (que sólo pueda ser satisfecha
personalmente por el deudor) o de no hacer, el débito contractual del fiador se
circunscribe exclusivamente a la compensación por los daños y perjuicios que
resulten de su inejecución (art. 1574).
Respecto a la extensión de la fianza, el CCyC sigue el criterio del ordena-
miento anterior, en cuanto a que su alcance puede ser equivalente o menor a la
FI
del deudor, pero nunca mayor, en cuyo caso, queda reducida de pleno derecho
hasta la concurrencia de la prestación principal (art. 1575). Este principio
de identidad del objeto de la fianza no empece a la responsabilidad por los
accesorios de la obligación principal, los gastos que razonablemente demande
al acreedor el ejercicio de las acciones tendientes a la percepción del crédito,
y las costas judiciales (art. 1580). Es evidente el orden público que trasunta la
norma, como modo de propender al resguardo del fiador ante posibles abusos
del acreedor, al punto de disponerse que la fianza no puede sujetarse a estipu-
laciones que la hagan más onerosa.
Son válidas las garantías constituidas por el fiador en seguridad de su fianza
(art. 1575, últ. párr.). Hablamos aquí de previsiones adicionales requeridas
por el acreedor, las que pueden consistir en garantías reales (p.ej., prenda sobre
un bien del fiador) o personales (v.gr., fiador que afianza al fiador original).
659
3. Modalidades de fianza
Los contratantes se hallan facultados para convenir mediante sus estipula-
ciones convencionales, el grado de intensidad y las condiciones de exigibilidad
OM
del deber de responder del fiador. El Código regula tres modalidades de fianza,
cuyos respectivos efectos analizaremos: fianza simple, fianza solidaria y fianza
de principal pagador.
.C
sulas especiales que alteren las consecuencias naturales del contrato de fianza.
La principal característica de la fianza simple es el beneficio de excusión del
que goza el fiador. Esta facultad legal permite al fiador subordinar su deber de
cumplir a la previa ejecución o liquidación de los bienes del deudor. Es una
DD
derivación elemental del carácter subsidiario de la fianza. El CCyC lo prevé
expresamente en el art. 1583: “el acreedor sólo puede dirigirse contra el fiador
una vez que haya excutido los bienes del deudor”. Esto implica la necesidad de
demandar al deudor y además acreditar el agotamiento de su patrimonio eje-
cutable, como recaudo para que proceda la pretensión contra el garante. Si los
bienes excutidos no alcanzan para cubrir la totalidad del importe del crédito,
LA
contingencias.
De existir varios fiadores, el beneficio de excusión se sujeta a las siguientes
reglas especiales (art. 1585): a) el fiador de un codeudor solidario puede exigir
la excusión de los bienes de los demás codeudores; b) el fiador que garantiza a
otro fiador goza del beneficio respecto de éste y del deudor principal.
Asimismo, cuando existe pluralidad de fiadores obligados, éstos también
disponen del beneficio de división. Faculta a cada uno de los fiadores a respon-
der por la cuota a la que se obligó; de no pactarse la porción que corresponde a
cada fiador, se entiende que todos responden por partes iguales (art. 1589). El
660
beneficio de división no es otra cosa que la aplicación del criterio que rige las
obligaciones simplemente mancomunadas (arts. 825 y 826). El acreedor no
puede exigir a cofiador más que el valor de la contribución que le corresponda
satisfacer a éste.
OM
3.2 Fianza solidaria
El carácter solidario de la fianza constituye un efecto accidental del con-
trato. Su estipulación responde al interés del acreedor de no exponerse a las
dilaciones que supone el beneficio de excusión en la fianza simple. Esta moda-
lidad debe ser prevista expresamente por las partes, o bien, se presume cuando
el fiador renuncia al beneficio de excusión (art. 1590).
En efecto, la fianza solidaria suprime el beneficio de excusión, y en conse-
.C
cuencia, le impide al fiador invocarlo en caso de ser demandado por el acree-
dor. Al no poder oponérsele la previa excusión de los bienes del deudor prin-
cipal, el acreedor tiene derecho a atacar directamente el patrimonio del fiador
sin necesidad de probar el agotamiento de los bienes del obligado original.
DD
Otros casos en que la fianza se interpreta como solidaria (además de los ya
mencionados) son los que contempla el art. 1584: a) concurso preventivo o
quiebra del deudor; b) imposibilidad de demandar judicialmente al deudor en el
territorio nacional; c) carencia de bienes del deudor en el país; d) fianza judicial.
En todos los supuestos detallados resulta inoficioso el procedimiento de previa
LA
661
riedad, con apoyo en el art. 480 del viejo Cód. de Comercio, que exigía al
acreedor una intimación dirigida al deudor principal previa a la ejecución del
fiador. Si bien este recaudo no está previsto explícitamente en el ordenamiento
actual, la propia definición del contrato del art. 1574 presenta a la obligación
del fiador como subsidiaria, esto es, exigible recién en caso de incumplimiento
OM
del deudor, como un requisito del tipo contractual. Por lo tanto, entendemos
que la ausencia del beneficio de excusión no releva el acreedor de la carga de
interpelar al deudor principal (aun estando incurso en mora) antes de acudir
al garante. Importa una intimación fehaciente mediante la cual el acreedor
requiere al deudor el cumplimiento de la obligación en término perentorio
razonable, bajo apercibimiento de proceder contra el fiador; de persistir el
incumplimiento total o parcial del obligado principal, el acreedor puede exigir
.C
la ejecución de la prestación al fiador.
662
OM
hecho, no es locatario) y que su consentimiento es dado exclusivamente como
garantía por el cumplimiento del deudor principal. Es que, en cualquier caso,
el fiador principal pagador responde por una deuda que no es propia. Por lo
demás, si se desconociera su calidad de fiador, se lo estaría colocando en una
posición indebidamente gravosa, que le impediría invocar la nulidad en virtud
de la nulidad de la obligación principal o repetir contra el deudor la totalidad
de lo pagado, entre otras limitaciones. En conclusión, opinamos que la cláu-
.C
sula de principal pagador no es extraña a la fianza, y por ende, no excluye la
naturaleza accesoria del vínculo de garantía.
DD
4. Efectos generales
En la fianza, el vínculo se conforma entre el fiador y el acreedor, a partir
de una relación jurídica de base que éste mantiene con el deudor. Es preci-
so analizar segmentadamente las derivaciones jurídicas de la fianza entre las
LA
partes, con relación al deudor principal y las que emergen entre los propios
cofiadores.
previa excusión de los bienes del deudor. También cuenta con la facultad de
liberarse de la obligación a su cargo satisfaciendo solamente su parte propor-
cional, cuando más existe pluralidad de fiadores obligados en forma simple-
mente mancomunada.
c) Subsistencia del plazo. Excepto pacto en contrario, el plazo otorgado al
deudor aprovecha al fiador, por lo que el acreedor no puede exigirle el pago
antes del vencimiento del término acordado al obligado principal, ni siquiera
en caso de concurso preventivo o quiebra de éste (art. 1586). La solución es
663
coherente con la exégesis propia del contrato, que no consiente para el fiador
condiciones más gravosas que las del deudor; por esta razón, consideramos
inadecuada la admisión de la cláusula derogatoria que admite el Código.
d) Defensas oponibles. El fiador puede oponer al acreedor todas las excep-
ciones y defensas que le competen, tanto las de carácter personal que tuviere,
OM
como las que corresponden al deudor, aunque éste las haya renunciado (art.
1587). En el primer supuesto, las defensas atañen a las relaciones entre fiador y
acreedor, que incluyen el propio vínculo de afianzamiento, así como cualquier
otro que tuvieren fuera de la fianza. En el segundo caso, son las defensas con
las que cuenta el deudor en el marco de la relación jurídica principal, como
lógica inferencia de la accesoriedad del contrato de fianza. Para no empeorar
la situación del fiador, también se le permite invocar las defensas renunciadas
.C
por el deudor. En particular, el fiador puede oponer la compensación de lo
que el acreedor le deba a él o al deudor principal (art. 925). Mas no puede ar-
ticular defensas personales del deudor ajenas a la obligación principal, ni tam-
poco es excusable responsabilidad por la incapacidad del deudor (art. 1576).
DD
e) Sentencia sobre la obligación principal. No resulta oponible al fiador
la sentencia relativa a la validez o exigibilidad de la deuda principal dictada
en juicio al que no haya sido citado a tomar intervención (art. 1588). Toda
controversia judicial en torno a la obligación principal requiere la convocato-
ria al fiador (según el caso, como demandado o como tercero), con el fin de
LA
664
b) Defensas contra el pago del fiador. Establece el art. 1593 que es obliga-
ción del fiador notificar al deudor del pago hecho al acreedor. Asimismo, se
faculta al deudor a oponer al fiador que paga espontáneamente y sin su con-
sentimiento todas las defensas que tenía contra el acreedor. Si bien el fiador no
necesita el consentimiento del deudor para hacer el pago, se expone a perder el
OM
derecho al reembolso, en caso que el deudor justifique la existencia de causas
obstativas al pago a partir de las defensas que se vio privado de articular. La
comunicación posterior al pago sólo tiene la virtualidad de un recaudo previo
a la subrogación. Para una operatividad efectiva del precepto, debió haberse
obligado al fiador a dar aviso al deudor antes de hacer el pago y no después,
lo que permitiría al deudor plantear su oposición en tiempo oportuno y evitar
eventualidades, como la duplicación del pago. Si el deudor paga al acreedor
.C
sin conocimiento del pago efectuado por el fiador, éste sólo cuenta con la re-
petición contra el acreedor que cobró dos veces.
c) Embargo al deudor. Como parte de las facultades preventivas que se
confieren al fiador en asistencia de su derecho al reintegro, el art. 1594 lo
DD
autoriza a solicitar el embargo de los bienes del deudor en los siguientes casos:
i) cuando le es demandado judicialmente el pago por el acreedor; ii) cuando
el deudor no cumple al vencimiento de la obligación; iii) cuando el deudor se
obligó a liberarlo en un tiempo determinado y no lo hace; iv) cuando trans-
curren cinco años desde el otorgamiento de la fianza, si la obligación prin-
LA
cipal no tiene un plazo más extenso; v) cuando el deudor asume riesgos que
exceden el giro de sus negocios, disipa sus bienes o los da en seguridad de
otras operaciones; vi) cuando el deudor pretende ausentarse del país sin dejar
bienes suficientes para el pago de la deuda afianzada. En todos los supuestos,
se intenta cubrir la situación jurídica del fiador incluso antes de responder,
en aseguramiento de la posterior subrogación, para evitar que sus derechos se
FI
tornen ilusorios.
queda subrogado en los derechos del acreedor contra los demás cofiadores (art.
1595, párr. 1°). Si alguno de ellos resulta insolvente, la pérdida es soportada
por todos los cofiadores, incluido quien realizó el pago (art. 1595, párr. 2°).
Nos parece pertinente que el fiador deba dirigirse primero contra el deu-
dor, y de no conseguir el reembolso de éste, recién proceder contra los cofia-
dores. De otro modo, éstos tendrían que accionar todavía contra el deudor,
cada uno por su porción, con la dilación adicional de los procedimientos y el
consiguiente aumento de los gastos de justicia.
665
Los cofiadores conservan contra el garante que pagó todas las excepciones
que le competían al deudor contra el acreedor, además de las personales que
pudieran tener contra el cofiador.
OM
5. Efectos particulares
5.1 Fianza en la locación
La extensión temporal de la fianza en el contrato de locación de inmuebles
fue materia de largos debates en los estrados judiciales. Se discutía sobre la efi-
cacia de las estipulaciones contractuales de práctica que mantenían la subsis-
tencia de la obligación del fiador luego de fenecido el término locativo y hasta
.C
la efectiva restitución de la cosa. Estas cláusulas conducían a múltiples abusos
contra los fiadores, quienes debían continuar obligados indefinidamente en el
tiempo a causa de la permanencia de los inquilinos en el uso y goce del bien.
DD
El art. 1225 del CCyC (situado en el capítulo de locación), en la misma
línea que el art. 1582 bis del Código Civil derogado, pone límites a esta pro-
blemática.
Como regla general, se establece la limitación temporal de la fianza y de la
consiguiente responsabilidad del fiador, la que caduca en forma automática al
vencimiento del plazo de la locación. Así, y en principio, el garante se obliga
LA
666
nulidad toda cláusula anticipada que extienda la fianza (en cualquiera de sus
modalidades, incluso como principal pagador) más allá del plazo del contrato
de locación original, lo que trasunta el orden público de protección que anima
a la disposición legal.
OM
5.2 Concurso del deudor
Otro tópico de amplias disputas jurisprudenciales y doctrinarias ha sido el
de los efectos del acuerdo homologado en el concurso preventivo del deudor
principal, con relación a la fianza en la modalidad de principal pagador.
Para una adecuada comprensión, la cuestión pasa por determinar si el
acreedor en la fianza debe subordinarse o no a las condiciones estipuladas en
sede judicial entre el concursado y los acreedores. Para los adeptos de la tesis
.C
positiva, no es admisible desnaturalizar la fianza (perdería su carácter acceso-
rio) y colocar al fiador en una posición más desfavorable que la del deudor,
con el agravante de que al subrogarse en los derechos del acreedor, sólo podría
repetir del concursado la parte que le corresponda al acreedor en el acuer-
DD
do concordatario, y sin siquiera haber participado en la junta de acreedores
ni haber votado la propuesta homologada. Para la posición antagónica, que
privilegia la seguridad del crédito y que entiende que la situación concursal
del deudor en nada altera el vínculo directo entre acreedor y fiador principal
pagador, debe evitarse trasladar al acreedor que tomó garantías los perjuicios
LA
El CCyC aborda el punto el art. 1597, párr. 2°: “La fianza no se extingue
por la novación producida por el acuerdo preventivo homologado del deudor, aun
cuando no se haya hecho reserva de las acciones o derechos contra el fiador”. La
directriz, coherente con la normativa concursal vigente, resulta una excepción
a la regla según la cual la novación de la obligación principal produce la extin-
667
OM
acreedor bajo las mismas condiciones que resultan del acuerdo preventivo ho-
mologado en el concurso del deudor principal.
6. Extinción
El contrato de fianza concluye por causas vinculadas a la obligación prin-
.C
cipal (extinción por vía indirecta o de consecuencia) y por causas que atañen
a la propia obligación del fiador (extinción por vía directa). Además, existen
causales especiales de extinción.
DD
6.1 Causales generales: por vía directa e indirecta
Dado su carácter accesorio, la fianza cesa de manera normal cuando se
extingue la obligación principal, no sólo mediante el pago del deudor al acree-
dor, sino también por cualquiera de los demás modos extintivos de las obliga-
ciones previstos por los arts. 921 (compensación, confusión, novación, dación
en pago, renuncia, remisión e imposibilidad de cumplimiento).
LA
que la evicción que afecte la prestación recibida por el acreedor no hace rena-
cer la fianza.
En caso de consignación judicial del pago por el deudor (aceptada por el
acreedor o declarada válida), la conformidad del acreedor con el desistimiento
posterior del deudor, hace perder al acreedor la acción contra fiadores y co-
668
OM
al exconviviente no locatario, el derecho a continuar en el inmueble alquila-
do hasta el vencimiento del contrato, manteniéndose el locatario obligado al
pago y vigentes las garantías primitivamente constituidas.
.C
a) Imposibilidad de subrogación del fiador. Todo acto del acreedor que
importe un menoscabo o perjuicio de la situación jurídica del fiador le es
inoponible. Por eso, la renuncia o pérdida de las seguridades adicionales del
crédito (garantías reales, privilegios) constituidas por el deudor al tiempo de la
DD
fianza, a causa de la acción u omisión del acreedor, determinan la extinción de
la fianza (art. 1596, inc. a). Son circunstancias que alteran las bases de susten-
tación causal del compromiso asumido por el fiador y perjudican el ejercicio
efectivo de su derecho de repetición, ante la imposibilidad de aprovechar por
vía de subrogación las garantías que gozaba el acreedor respecto del deudor
LA
(p.ej., hipotecas).
b) Prórroga del plazo al deudor. La concesión de un término adicional
pactada entre acreedor y deudor a los fines del cumplimiento de la obligación
garantizada, exige la conformidad del fiador (art. 1596, inc. b); de no mediar
consentimiento del fiador, la fianza queda extinguida. Las razones son análo-
gas a las enunciadas en el supuesto anterior.
FI
669
OM
tación es, técnicamente, un caso de rescisión unilateral del contrato.
.C
DD
LA
FI
670
medicina PrePaga
1. Nociones introductorias
FI
671
OM
proveen las empresas de medicina prepaga.
Con posterioridad, la instauración del marco regulatorio de la medicina
prepaga le confirió a la actividad empresarial en el sistema de salud un rasgo
solidario más afín al de las obras sociales. Retomaremos este punto más abajo.
La organización de los sistemas de medicina prepaga se sustenta en ciertos
pilares básicos:
a) Intermediación económica. Las empresas de medicina prepaga llevan
.C
a cabo una actividad de intermediación entre la oferta de prestaciones
médicas que brindan los proveedores de servicios de salud (clínicas,
sanatorios, profesionales, centros de diagnóstico, sistemas de emergen-
cias médicas, laboratorios de análisis, farmacias, etc.) y la demanda de
DD
atención médica de los pacientes. La cobertura se estructura mayor-
mente por medio de redes de prestadores independientes subcontra-
tados, aunque sin descartar la posibilidad de desarrollarla con infraes-
tructura propia. En cualquier caso, la empresa debe reunir los recursos
suficientes para la organización eficaz del sistema de cobertura.
LA
nuir. Es una lógica consecuencia del ciclo de vida del ser humano (naci-
miento, juventud, adultez, vejez), en el que el consumo de prestaciones
médicas aumenta con el transcurso de cada una de las etapas evolutivas,
lo que redunda en una baja progresiva de la rentabilidad para el ente
organizador, pero que a su vez es compensado por los afiliados más
jóvenes. Reconocer este dato es trascendente como guía hermenéutica
sobre ciertos efectos jurídicos de la relación contractual (aumentos por
edad, rescisión incausada), que más adelante analizaremos.
672
OM
a) Constitución Nacional. Destacamos los arts. 14 bis (últ. párr.), en cuan-
to garantiza los beneficios de la seguridad social con carácter integral e irre-
nunciable, y 42 (párr. 1°), que resalta a la protección de la salud como uno de
los derechos esenciales de los consumidores en la relación de consumo.
b) Tratados internacionales. Una parte sustantiva de la normativa de orden
público que rige el derecho de la salud proviene de las convenciones inter-
nacionales con jerarquía constitucional superior a las leyes (art. 75, inc. 22,
.C
CN), en cuanto consagran a la salud como un derecho humano fundamental
y sostienen la aplicación de los principios de progresividad y de no regresivi-
dad de los derechos: Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre (art. XI); Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 25);
DD
Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 26); Pacto Internacio-
nal de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (arts. 11-1 y 12-1).
c) Legislación nacional. Una gran cantidad de leyes del Congreso conflu-
yen para instituir un sistema de cobertura integral y garantizar los derechos
de los usuarios. Sólo mencionaremos las más significativas para la estructura-
LA
ción del sistema de salud: ley 23.660 (Obras Sociales); ley 23.661 (Sistema
Nacional del Seguro de Salud); ley 24.754 (Programa Médico Obligatorio);
ley 24.901 (Discapacidad); ley 26.529 (Derechos del Paciente); ley 26.682
(Medicina Prepaga). Luego, se registran numerosas normas sobre coberturas
especiales (p.ej., ley 26.862, sobre Reproducción Médicamente Asistida).
d) Normas administrativas. Cabe computar finalmente la amplia actividad
FI
673
1.3 Concepto
OM
A partir de la noción contenida en el art. 2° de la ley 26.682 (si bien está
referida a la empresa de medicina prepaga y no al negocio jurídico), es posible
dar cuerpo a una definición legal del contrato. Una de las partes (empresa o
ente organizador) se obliga a brindar a la otra (afiliado, usuario o paciente)
prestaciones de prevención, protección, tratamiento y rehabilitación de la sa-
lud humana, desarrollada por sí o por terceros, contra el pago de una suma de
dinero en forma periódica y anticipada.
.C
Según el art. 1°, quedan comprendidos en las disposiciones de la ley los
siguientes sujetos: a) empresas de medicina prepaga; b) obras sociales, sólo
respecto de los planes superadores o complementarios por mayores servicios
que comercialicen; c) entidades sin fines de lucro (cooperativas, mutuales, aso-
DD
ciaciones civiles y fundaciones), en cuanto brinden planes prepagos de salud.
Vale decir que las entidades pueden adoptar diversas formas organizativas,
como sociedades comerciales o personas jurídicas no lucrativas.
En el caso de las obras sociales, únicamente se encuentran obligadas a cum-
plir con la ley 26.682 con relación a los planes de salud diferenciados que
LA
674
1.4 Caracteres
Enunciaremos seguidamente los caracteres jurídicos del contrato de medi-
cina prepaga:
a) Bilateral: el contrato engendra obligaciones para ambas partes intervi-
nientes (art. 966).
OM
b) Oneroso: procura a cada contratante una ventaja correlativa a la pres-
tación que realiza a favor del otro (art. 967).
c) Aleatorio: las ventajas o las pérdidas para ambas partes dependen de
un acontecimiento incierto (art. 968). En el caso de la medicina pre-
paga, la incertidumbre está dada por la mayor o menor demanda de
prestaciones médicas que requiera el paciente, a cambio de una cuo-
ta mensual determinada. La asunción del alea obliga a la empresa a
.C
afrontar los tramos de mayor onerosidad que presenta el contrato de
larga duración, sin trasladar los riesgos al usuario; mientras que al
afiliado lo constriñe al pago de los aranceles desconociendo la tasa de
uso que le dará al servicio.
DD
d) Formal: si bien la ley no dispone expresamente la necesidad de una
forma escrita, esta solemnidad se encuentra implícita en algunas nor-
mas como el art. 8°, que exige que los modelos de contratos sean
aprobados por la autoridad de aplicación.
e) Nominado: aunque el marco regulatorio no le otorga un régimen ex-
LA
a la revisión por vía judicial (art. 989). Demás está decir que el contrato de
medicina prepaga pertenece al tipo general de los contratos de consumo, lo
que torna plenamente aplicables las disposiciones del estatuto del consumidor
de la LDC y del CCyC.
675
OM
efectores que se encuentren fuera del sistema contratado.
Del otro lado, el “sistema abierto” supone la libertad de elección de pro-
fesionales y establecimientos por parte del afiliado. Esta modalidad resulta
técnicamente asimilable a la función de los seguros de salud, en los que la
responsabilidad de la empresa queda circunscripta al reintegro de las sumas de
dinero erogadas por el paciente, ya que no comprende obligaciones de hacer
a favor de los usuarios.
.C
Los sistemas cerrados constituyen el modo organizativo por antonomasia
de los plantes prepagos en nuestro país. De allí que la ley 26.682 se haya limi-
tado a regular exclusivamente este tipo de cobertura.
Sin descartar los casos de efectores propios, la mayoría de las prestacio-
DD
nes son desarrolladas por intermedio de la red de prestadores subcontratados,
más allá de las diversas formas que puede asumir la vinculación con el ente
organizador, así como el tipo de retribución estipulada (pago por prestación,
pago por capitación, etc.). En este sentido, es destacable que el legislador haya
dedicado algunas disposiciones como los arts. 18 y 19, a regular las relaciones
LA
2. Elementos propios
676
sa. En consonancia con esta directriz, la ley 26.682 restringe en forma certera
las causales de rechazo de admisión en los arts. 10 y 11, teniendo en cuenta
la experiencia negocial acumulada en la materia. Se prohíbe a las entidades el
rechazo de afiliados por razones de enfermedad preexistente (art. 10) y de edad
(art. 11). En ambos casos, se le permite a la empresa fijar aranceles diferencia-
OM
les. El art. 11 del decreto reglamentario agrega que no puede ser contemplados
como supuestos de no aceptación los establecidos como discriminatorios en el
art. 1º de la Ley 23.592: raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión polí-
tica o gremial, sexo, posición económica, condición social, caracteres físicos.
b) Incorporación de beneficiarios adicionales. Se disponen directivas que
ponen freno a ciertas prácticas abusivas con relación a los beneficiarios adicio-
nales que forman parte del grupo familiar del afiliado titular. El fallecimiento
.C
del titular no implica la caducidad de los derechos de su grupo familiar, cuyos
integrantes tienen derecho a mantener el plan de salud (art. 13). Además, se
garantiza la cobertura, sin limitaciones por enfermedades preexistentes ni pe-
ríodos de carencia, del grupo familiar integrado por el cónyuge, hijos solteros
DD
hasta veintiún años (hasta veinticinco, si están a cargo del afiliado titular y cur-
san estudios), hijos incapacitados a cargo del afiliado titular, hijos del cónyuge,
menores bajo guarda y tutela, y conviviente (art. 14).
c) Continuidad de afiliaciones corporativas. En los supuestos de contrata-
ción grupal o corporativa, la cesación del vínculo entre el usuario adherido y
LA
Según la propia previsión de la ley en el art. 2°, las prestaciones a los afi-
liados abarcan todas las referidas a la prevención, protección, tratamiento y
rehabilitación de la salud humana. Como se observa, la cobertura que deben
brindar las entidades obligadas tiene carácter integral; esto significa que todo
sistema prepago de salud importa el compromiso de una prestación completa.
De hecho, se impiden las modalidades de cobertura parcial, con excepción
de los planes de servicios odontológicos, servicios de emergencias médicas y
traslados sanitarios de personas, y entidades prepagas que desarrollen su ac-
677
OM
y el Sistema de Prestaciones Básicas para Personas con Discapacidad (art. 7°).
a) Programa Médico Obligatorio. El Programa Médico Obligatorio
(PMO) constituye un régimen imperativo mínimo de asistencia en preven-
ción, diagnóstico y tratamiento de la salud humana, que contiene una canasta
básica de prestaciones a favor de los beneficiarios. En su origen, el PMO fue
instituido para los afiliados de las obras sociales y agentes del seguro de salud.
A partir de la ley 24.754 (1997) su obligatoriedad se extendió a las empresas
.C
de medicina prepaga. De tal suerte, todo plan prepago de asistencia médica,
cualquiera sea su rango y arancel, debe garantizar al usuario cuanto menos las
prestaciones abarcadas en el programa.
Fueron diversas las controversias planteadas ante los tribunales en torno al
DD
PMO por parte de las entidades organizadoras de medicina prepaga. Si bien
ha quedado definitivamente zanjada la cuestión acerca de la constitucionali-
dad de la imposición del PMO a los sistemas privados (avalada por la CSJN
en el precedente “Hospital Británico” de 2001), persisten todavía múltiples
discrepancias sobre la cobertura incluida dentro del universo de prestaciones
LA
678
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del ente organizador
a) Proveer las prestaciones médicas. Se trata de la obligación más caracte-
OM
rística del contrato, cuyos alcances han sido descriptos más arriba. La empresa
de medicina prepaga se halla legal y convencionalmente comprometida a su-
ministrar una cobertura médico asistencial integral, sea a través de prestadores
propios o contratados, en todas las necesidades de la salud humana. Debe
garantizar, como mínimo, la cobertura prevista como piso legal por el art. 7°
(PMO y prestaciones de discapacidad), sin perjuicio de las mayores obligacio-
nes asumidas por vía contractual con los afiliados.
.C
Como obligación de resultado, la organización debe garantizar la materia-
lización de los medios prometidos, esto es, contar con los recursos necesarios
para proveer al afiliado la prestación médica completa, adecuada y coordinada,
actualizada desde el punto de vista científico y tecnológico, en el momento en
DD
que sea legítimamente requerido.
Cuando el prestador de cartilla elegido no pudiera brindarla, el deber de
la entidad consistirá en derivar con celeridad al paciente a otro efector; caso
contrario asiste al usuario la facultad de procurarse la satisfacción por otro
(art. 730, inc. b), con derecho al reembolso de lo pagado.
b) Garantizar la seguridad del paciente. Además de la obligación nuclear
LA
679
OM
el art. 9°, según veremos más abajo.
La fiscalización sobre la razonabilidad de las cuotas de los planes prestacio-
nales pertenece a la autoridad de aplicación (art. 17).
b) Suministrar información veraz. Si bien este deber se ubica principalmen-
te en la zona de formación del consentimiento, sus consecuencias impactan
sobre el contrato mismo. Nos referimos a la obligación del usuario de brindar
información veraz acerca de las enfermedades preexistentes en la declaración
.C
jurada que se suscribe al tiempo de solicitar la adhesión al plan de salud. Su
falseamiento es causa de rescisión contractual. Volveremos sobre esta cuestión.
DD
4. Efectos particulares
4.1 Responsabilidad de la empresa por el hecho de los prestadores
La característica prestacional de los sistemas cerrados, estructurada sobre
la base de la delegación de funciones en terceros prestadores, conlleva la res-
ponsabilidad del ente prepago, no sólo por hechos propios, como la deficiente
LA
organización del servicio que presta, sino por hechos ajenos, esto es, de los
prestadores de cartilla.
No se trata sino de la aplicación de los principios que gobiernan la respon-
sabilidad contractual por el hecho de terceros, esto es, cuando el deudor se vale
de otros para la ejecución material de su programa obligacional, siempre que
FI
680
OM
bilidad derivada de la obligación de cobertura.
.C
te de responsabilidad por el obrar de los prestadores contratados, netamente
desnaturalizadora de las obligaciones del contrato. A ello se dirige la prohi-
bición genérica contenida en los arts. 37, inc. a), de la LDC, y 988, inc. a, y
1743 del CCyC.
DD
La sanción de nulidad es extensible también a los supuestos de dispensa
convencional de la culpa leve, dado que la normativa no formula gradaciones,
pero principalmente por la entidad de los bienes jurídicos comprometidos, de
naturaleza indisponible.
En ciertos supuestos, la estipulación asume modalidades indirectas de li-
LA
Por un lado, parece legítimo delimitar el riesgo cubierto por la entidad, dado
que ello es una cuestión que atañe a la determinación del objeto contractual.
En condiciones de razonabilidad, nada impide al organizador establecer la
extensión de la cobertura y sus condiciones, siempre que ello no importe per-
forar el piso mínimo de prestaciones contemplado por el PMO. En esta línea,
no resulta ilícito restringir la cobertura de ciertas prácticas según el plan con-
tratado (p.ej., cirugías estéticas). Ahora bien, en cualquier caso de exclusión,
la empresa debe cumplir acabada y eficazmente con el deber de información
681
(arts. 4°, LDC, y 1100, CCyC). Tampoco son admisibles las limitaciones del
servicio que contradicen las precisiones formuladas a través de la publicidad
(arts. 8°, LDC, y 1103, CCyC), ni aquellas que son expresadas en términos
ambiguos, lo que torna la interpretación favorable al consumidor (art. 37,
LDC; arts., 987 y 1095, CCyC).
OM
En particular, se presentan dos situaciones en la regulación legal que me-
recen ser enfocadas: períodos de carencias y enfermedades preexistentes. Las
cláusulas de carencias imponen al paciente la sujeción a plazos iniciales o tiem-
pos de espera para la cobertura de algunas prestaciones. Siguiendo el criterio
fijado por la Corte en el fallo “Unión de Usuarios y Consumidores c/Compa-
ñía Euromédica de Salud” (2008), la ley 26.682 prohíbe los períodos de ca-
rencia para prestaciones comprendidas en el PMO, mientras que para el resto
.C
de la cobertura se las admite, en la medida que sean explícitas en el contrato,
tengan aprobación por la autoridad de aplicación, y no excedan de los doce
meses (art. 10, y art. 10, decr. regl.).
Respecto a las enfermedades preexistentes, la cuestión presenta algunas
DD
aristas que deben ser explicadas. Primero, cabe reiterar que las enfermedades
preexistentes no pueden ser tomadas como criterio de rechazo de admisión del
afiliado, sin perjuicio del derecho de la empresa de fijar un arancel diferencial.
Por otra parte, es preciso destacar el estricto alcance con que debe interpretarse
el término: sólo puede ser considerada preexistente aquella patología manifes-
LA
682
OM
más onerosas, de modo de procurar eludir los efectos de la curva de utilidad
decreciente, por ejemplo, al momento tener que cubrir enfermedades de alto
costo o ante pacientes de edad avanzada.
d) Modificación unilateral del contrato. Sin desconocer el carácter diná-
mico de las prestaciones contractuales de larga duración y la consiguiente ra-
zonabilidad de realizar ajustes en las condiciones operativas, lo cierto es que
las modificaciones unilaterales dispuestas por la empresa no pueden alterar o
.C
desvirtuar el objeto del contrato.
Uno de los supuestos a considerar es la posibilidad de sustitución de los
prestadores de cartilla. Es de toda lógica que no puede obligarse a la empresa al
mantenimiento inalterado del plantel de profesionales o centros asistenciales
DD
que son ofrecidos a los afiliados. Así, la cláusula que permite al ente organiza-
dor variar la nómina de prestadores resulta, en sí misma, lícita. Sin embargo, el
ejercicio concreto de esta facultad es abusivo cuando los cambios introducidos
en la cartilla redundan en una disminución del nivel de calidad (y cantidad)
de los servicios prometidos, por afectar la relación de equivalencia. En esta
LA
aranceles. La ley regula esta problemática en el art. 17. Todo aumento de las
cuotas requiere la aprobación de la autoridad de aplicación, y debe estar fun-
dado en variaciones de la estructura de costos y razonable cálculo actuarial de
riesgos. Estas causas justificadas pueden obedecer a la incorporación de nuevas
tecnologías para tratamientos más complejos, o al incremento de los precios
683
5. Extinción
Hemos dicho que la propia función económica y social del servicio de sa-
lud, hace de esta relación contractual un vínculo jurídico de extensa duración,
OM
que en muchos de los casos recién concluye con la muerte del afiliado, sin
perjuicio del derecho a la continuación del grupo familiar (art. 13).
A este rasgo también contribuye la imposibilidad de rescisión incausada
del ente organizador, como ya fuera comentado.
Enunciaremos las causales específicas de extinción del contrato previstas
en la ley.
a) Rescisión unilateral del usuario. Se permite al afiliado rescindir en cual-
.C
quier momento el contrato celebrado, sin limitación ni penalidad alguna, me-
diante notificación fehaciente a la otra parte con treinta días de anticipación
(art. 9°). El ejercicio de esta facultad no puede supeditarse a la previa cancela-
ción de las sumas adeudadas (art. 9°, decr. regl.).
DD
b) Resolución por falta de pago. La falta de pago de tres cuotas consecuti-
vas otorga al ente el derecho a resolver el contrato, previa intimación fehacien-
te por el término de diez días hábiles (art. 9°, ley 26.682, y art. 9°, decr. regl.).
Si bien la norma alude a la rescisión, conceptualmente el modo extintivo es
la resolución.
c) Rescisión con causa. Según lo ya señalado, en caso de falseamiento do-
LA
684
renta vitalicia
les de resolución.
1. Nociones introductorias
FI
685
OM
1.2 Definición legal
Siguiendo lo preceptuado por el art. 1599, el contrato oneroso de renta
vitalicia es aquel por el cual una de las partes (deudor o promitente) se obli-
ga, a cambio de un capital o de otra prestación mensurable en dinero que se
compromete a cumplir la otra parte (constituyente o dador), a pagar una renta
en forma periódica a otro, durante la vida de una o más personas humanas ya
existentes, designadas en el contrato.
.C
El Código Civil y Comercial mantiene en lo sustancial la regulación que
contenía el Código Civil, enfocada en la renta vitalicia bajo la fisonomía típica
del contrato a título oneroso; de allí, la denominación legal que se le da al
instituto. El pacto por el que se reconoce una renta periódica o vitalicia sin
DD
contraprestación alguna para el deudor obligado se rige por las reglas de la
donación.
Una diferencia significativa es la eliminación del carácter real del negocio,
lo que queda evidenciado no sólo por la supresión de esta categoría en las
disposiciones de la teoría general del contrato, sino asimismo por la propia
LA
otra parte, en el seguro se abonan primas durante la vida del asegurado, para
luego recibir los beneficiarios un capital indemnizatorio por única vez (si bien
pueden existir otras modalidades de pago); en la renta vitalicia, se entrega un
capital a cambio de una prestación periódica. Además, debe considerarse que
los seguros de vida se constituyen sobre bases técnicas que se calculan en fun-
ción de tablas de mortalidad.
b) Seguro de retiro. Aquí las diferencias son más sutiles, dado que a tra-
vés del seguro de retiro también se procura mediante aportes del beneficiario
686
OM
directamente relacionada con la acumulación de un fondo de capitalización
constituido por los aportes del asegurado, mientras que en la renta vitalicia el
capital se entrega de una sola vez. Asimismo, la persona cuya vida es tomada
como pauta de duración del contrato puede ser distinta de la del beneficiario
de la renta.
1.4 Caracteres
.C
Los caracteres jurídicos del contrato de renta vitalicia son los que se desig-
nan a continuación.
a) Bilateral: engendra obligaciones para los dos contratantes (art. 966).
b) Oneroso: produce ventajas para una y otra parte como contrapresta-
DD
ción a un sacrificio correlativo (art. 967). Hemos dicho que el com-
promiso gratuito de pago de una renta vitalicia pertenece a la regula-
ción del contrato de donación.
c) Aleatorio: la entidad de las ventajas o pérdidas para ambos contra-
tantes no es conocida con certidumbre al momento de contratar, en
LA
2. Elementos propios
2.1 Consentimiento: partes y sujetos
Para una adecuada exposición, conviene identificar los distintos sujetos
intervinientes en la operación jurídica.
687
OM
c) Cabeza de renta. La constitución de la renta vitalicia exige designar a
una persona humana cuya vida sea el parámetro de duración de la renta. La
elección de este sujeto (comúnmente denominado “cabeza de renta”) puede
recaer sobre diversos individuos: i) el constituyente (suele ser el cabeza de
renta cuando es el acreedor de dicha prestación dineraria); ii) el tercero bene-
ficiario de la renta; iii) el deudor (aunque no es la situación muy frecuente);
iv) varias personas a la vez (entre las que pueden figurar las propias partes o
.C
terceros). A falta de designación en el contrato, la doctrina ha entendido que
la vida que se toma en consideración debe ser la del acreedor de la renta, sea
éste el mismo constituyente o un tercero beneficiario.
d) Beneficiario o acreedor. Las partes pueden pactar que el pago de la renta
DD
se haga a un tercero, es decir, a una persona distinta del constituyente. En tal
supuesto, se aplican las reglas de la estipulación a favor de tercero (arts. 1027
y 1028). Las relaciones entre el constituyente y el beneficiario se rigen en
subsidio por las reglas de la donación, excepto que la prestación se haya con-
venido en razón de otro negocio oneroso (art. 1600). En caso de pluralidad de
LA
capital que puede estar representado por toda clase de bienes: cosas muebles,
cosas inmuebles, sumas de dinero, derechos.
Por su parte, la renta que se obliga a abonar el deudor o promitente debe
ser estrictamente una prestación dineraria (art. 1602). En caso de pactarse la
renta en otra clase de bienes, el pago debe hacerse en su equivalente dinerario
al momento de efectivizarse.
688
OM
La onerosidad del acto exige resguardar razonablemente el equilibrio si-
nalagmático. En tal sentido, y según propicia un uniforme criterio fijado por
la doctrina y la jurisprudencia, el valor económico de la renta no debe ser
inferior al de los frutos normales que rinde el capital entregado, esto es, la
renta normal de los bienes que lo componen. Si la relación de valores resulta
manifiestamente desajustada, el acto puede ser pasible de nulidad por falta de
causa o de adecuación, por aplicación de la lesión (art. 1013), a menos que la
.C
genuina intención del constituyente sea la de realizar en parte una liberalidad,
en cuyo caso, podría encuadrarse en la figura de la donación mixta.
cio jurídico.
En cambio, la donación de prestaciones periódicas o vitalicias pertenece
a la categoría de forma solemne absoluta, en la que la omisión de escriturar
conlleva la nulidad del contrato, por expresa directriz del art. 1552.
689
y desventajas del acto para las partes es el mayor o menor tiempo de sobrevida
del cabeza de renta.
La ausencia o desaparición del alea trae aparejada la ineficacia del negocio.
Por eso, el art. 1599 exige que la persona humana cuya vida es considera-
da para la duración del contrato exista al momento de la celebración. En el
OM
mismo sentido, si dentro de los treinta días de celebrado, el cabeza de renta
(cuando no es el deudor) fallece por propia mano o por una enfermedad que
padecía al tiempo de contratar, la renta vitalicia queda resuelta de pleno dere-
cho y las prestaciones deben restituirse (art. 1608). El CC tenía una solución
similar, sólo que la consecuencia jurídica que prescribía era la nulidad del
contrato y no la resolución.
Se requiere que la muerte se produzca como consecuencia de una enfer-
.C
medad coetánea a la celebración del acto, o bien, por voluntad propia de la
persona (suicidio). Ambos supuestos fácticos previstos por el legislador hacen
presumir inexorablemente la falta del alea propia del contrato. Por la mis-
ma razón, no comprendemos el motivo de que se haya excluido del efecto
DD
mencionado el caso en que el deudor sea la persona cuya vida se toma como
parámetro de duración.
La presencia del carácter aleatorio no obsta a la aplicación de la imprevi-
sión contractual del art. 1091, siempre que la excesiva onerosidad provenga
de causas ajenas al alea del contrato (p.ej., desajuste de la renta originado en
LA
hiperinflación).
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del deudor
FI
690
OM
valor entre sí (art. 1602, párr. 2°). Sin embargo, no se expide el Código sobre
las consecuencias de la falta de convención sobre la periodicidad de la renta,
a diferencia del CC que la consideraba residualmente como anual. En pun-
to a ello, y de conformidad con el principio de conservación (art. 1066), el
contenido del contrato debería integrarse con los usos y prácticas del lugar de
celebración (art. 964, inc. c), siempre que su aplicación no desvirtúe los fines
típicos del acto ni la relación de equivalencia entre las prestaciones.
.C
En cuanto a la exigibilidad de la renta, se entiende devengada por período
vencido (art. 1602, últ. párr.). En caso de muerte del cabeza, el obligado debe
la parte proporcional correspondiente al tiempo transcurrido entre el último
vencimiento y el momento del fallecimiento.
DD
Se encuentra legitimado para reclamar el pago de la renta únicamente el
acreedor, sea que se trate del constituyente o de un tercero. En el último caso
(estipulación a favor de tercero), se le confiere acción directa contra el deudor
para obtener el cumplimiento (art. 1605).
Asimismo, la falta de pago del deudor faculta al constituyente o a sus he-
LA
691
OM
4. Extinción
4.1 Modo normal: muerte de la persona designada
La renta vitalicia concluye de modo normal por la muerte de la persona
cuya vida se toma en consideración para la duración del contrato, por cual-
quier causa que sea (art. 1606).
El fallecimiento del constituyente o del deudor que no estén designados
.C
como cabeza de renta, no extingue el contrato, por lo que la posición contrac-
tual que ocupaban se transmite activa y pasivamente a sus respectivos sucesores
universales. Así, la muerte del deudor obliga a los herederos a continuar con el
DD
pago de la prestación, de igual forma que el deceso del acreedor (constituyente
o tercero) traspasa a los herederos el derecho a la percepción de la renta.
Si son varias las personas designadas, el contrato se extingue por el falleci-
miento de la última; mientras tanto, la renta se devenga en su totalidad.
Para no desvirtuar el alea propia del contrato, la ley prescribe la nulidad de
las cláusulas que autorizan a sustituir a la persona designada o a incorporar a
LA
692
y Quiebras (N° 24.522) dispone que la declaración de quiebra del deudor del
contrato oneroso de renta vitalicia produce su resolución y el acreedor debe
pedir la verificación de su crédito por el capital respectivo; si la renta vitalicia
es gratuita, la resolución no genera obligación alguna para el concurso.
OM
.C
DD
LA
FI
693
juego y aPueSta
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
FI
695
OM
de decirse que, pese a las intenciones que se expresan en los Fundamentos del
CCyC de propender a la tutela del sobreendeudamiento y a la protección de
los consumidores, no es mucho lo que se ha visto plasmado de todo ello en las
disposiciones del capítulo respectivo, con excepción de una limitada previsión
en el art. 1612 y la ratificación de la facultad de morigeración de deudas.
.C
Las disposiciones que rigen las actividades de juego y apuesta provienen de
diversas fuentes normativas.
Por un lado, el Código establece reglas sustanciales que atañen a la relación
contractual de juego y apuesta de carácter interesado, es decir, por dinero. Di-
DD
cha regulación alcanza exclusivamente a los contratos entre particulares, que
no se encuentran reglamentados por el Estado Nacional, provincial o munici-
pal, los cuales se rigen por las normas que los autorizan (art. 1613).
Precisamente, debe tenerse en cuenta que la regulación del juego pertenece
también al derecho administrativo nacional, provincial o local. Dada la índole
LA
696
OM
tendido como competencia física o intelectual entre dos o más personas, aun-
que la utilización de la destreza sea sólo parcial. Con buen criterio, se incorpo-
ran al régimen legal tutelado los juegos de destreza intelectual, que no estaban
mencionados en el viejo CC. De esta forma, quedan comprendidas todas las
actividades competitivas onerosas que exijan cierta habilidad física (p.ej., cam-
peonato de tenis) o intelectual (v.gr., torneo de ajedrez, concurso literario), e
incluso aquellas en las que además interviene en alguna medida el azar.
.C
A pesar del nombre del capítulo, el CCyC no define al contrato de apuesta,
por lo que se discute si su noción queda inmersa en la de juego. Más allá de la
aparente asimilación legal, existe una diferencia conceptual que está dada por
la participación personal de los contratantes en la competencia que implica el
DD
juego; en cambio, la apuesta versa sobre la manifestación de opiniones con-
trarias o diversas acerca de una determinada materia (arg. art. 2053, CC). Si
bien de ambos casos resulta un ganador al que se le otorga un premio, en el
juego las partes intervienen en la actividad lúdica, mientras que en la apuesta
se limitan a controvertir sobre el resultado de una contienda ajena (p.ej., pro-
LA
nósticos deportivos).
Como se dijo, las normas del CCyC sobre este contrato no son aplicables a
los juegos y apuestas regulados por el Estado (p.ej., loterías, casinos, bingos, hi-
pódromos, etc.), cualquiera sea bajo la modalidad de participación (presencial
u online). No obstante, examinaremos más abajo ciertas derivaciones del tema.
Tampoco está comprendido en la tipicidad negocial del juego y apuesta el
FI
contrato de rifa. Se trata de una relación atípica, sin perjuicio de las regulacio-
nes provinciales o locales, que exigen, como recaudo primario, que su promo-
ción y organización sea efectuada por entidades de bien público.
1.4 Caracteres
697
OM
Por último, cabe reiterar que los contratos de juego y apuesta encuadran
en el tipo general de los contratos de consumo, cuando una de las partes inter-
viene profesionalmente y la otra actúa como destinatario final de la actividad
o prestación lúdica.
.C
2. Elementos propios
2.1 Objeto
DD
El objeto del contrato está dado por una prestación mensurable en dinero.
El premio que se promete al ganador puede consistir en la entrega de bienes
de toda clase, y en particular, de sumas de dinero. El pacto sobre otro tipo de
prestaciones, como obligaciones de hacer, torna atípico el contrato.
En cualquier caso, la actividad comprometida debe enmarcarse en los están-
dares de licitud del objeto. Esto lleva a descartar la eficacia de los contratos de
LA
azar, aunque en algún caso puede coincidir con éste. El carácter aleatorio del
contrato supone la falta de certeza del resultado de la competencia, el que
puede depender de la habilidad o idoneidad de los contendientes, o bien, de la
suerte. El azar puede ser uno de los factores capaces de determinar el resultado
o hecho aleatorio, o bien, ser es el modo exclusivo de arbitrar la disputa.
698
OM
gorización.
a) Según el factor decisivo. Este temperamento toma en consideración el
matiz desencadenante del resultado de la contienda. En función de dicho pa-
rámetro, los juegos pueden ser de dos clases:
i) Juegos de destreza (física o intelectual): son los que se dirimen en
base a la habilidad o idoneidad de los participantes.
ii) Juegos de azar: aquellos en los que incide de manera total o parcial
.C
la suerte.
b) Según los efectos jurídicos. Es una clasificación que pondera las conse-
cuencias que la ley le atribuye a cada clase de juegos. De conformidad con este
criterio, la doctrina formula la siguiente distinción:
DD
i) Juegos tutelados: producen efectos civiles y confieren acción judicial
al ganador para reclamar el cumplimiento de la prestación prevista
en el contrato. Dentro de esta categoría quedan abarcados: los jue-
gos de destreza física o intelectual (art. 1609); las apuestas y sorteos
ofrecidos al público (art. 1612); los juegos regulados por el Estado,
regidos por las normas administrativas especiales (art. 1513).
LA
699
moral (art. 1796, inc. d), ya que tanto solvens como accipiens actúan
con torpeza (que imposibilita a cualquiera de ellas alegarla), por lo
cual el crédito resultante de un eventual reclamo beneficia al Esta-
do, por asimilación a las herencias vacantes (art. 1799, inc. c). Téc-
nicamente, no se trata de un pago irrepetible, ya que si bien para el
OM
solvens el efecto es idéntico, para el accipiens supone la obligación
de desprenderse de lo percibido de aquél. Cierto es también que
en la práctica difícilmente alguien promovería una acción sabiendo
de antemano que su producido no lo beneficiará. Integran la clase
de juegos prohibidos todos los que pueden considerarse ilícitos,
entendiéndose por tales los juegos de azar por dinero impedidos
por la autoridad local (art. 1611, párr. 1°), que son aquellos explo-
.C
tados o comercializados sin licencia estatal, y en general, los juegos
y apuestas que, aun sin mediar interdicción expresa, son contrarios
a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona humana, o
resultan lesivos de los derechos ajenos.
DD
4. Efectos generales: obligaciones que nacen del contrato
De los contratos de juego o de apuesta nace como obligación principal la
LA
mo para apostar hecho por uno de los jugadores; mandato para jugar; manda-
to para pagar; pago por un tercero; pago documentado; fianza; dolo, violencia
o fraude de uno o varios jugadores.
El CCyC prescinde de mencionar este abanico de hipótesis y concreta su
posición al respecto en una directiva global como la del art. 1611, párr. 1°,
700
OM
5. Efectos particulares.
5.1 Facultad judicial morigeradora
Siguiendo la línea ya trazada por el viejo Código, el art. 1610 faculta al
juez a reducir la deuda directamente originada en el juego si resulta extraordi-
naria respecto a la fortuna del deudor.
Es un caso especial de revisión contractual que contempla la protección
.C
del patrimonio del deudor o perdedor del juego, cuando la deuda es excesiva
con relación a la capacidad económica de éste. El fundamento está dado por la
equidad y tiende a expresar la preponderancia del espíritu recreativo del juego
DD
por sobre el meramente material.
La obligación debe haber sido originada directamente por el contrato, por
lo que esta facultad no aplica a las deudas que provienen de relaciones jurídi-
cas conexas con el juego (p.ej., el préstamo de dinero a uno de los jugadores).
Tampoco procede la disminución de la deuda en los juegos autorizados por el
Estado (art. 1613).
LA
701
7° de la LDC, que obliga a quien la emite a cumplir con sus términos y moda-
lidades durante el tiempo en que se encuentre vigente. La norma del art. 1612,
coherente con este esquema, se limita a otorgar al consumidor (apostador o
participante) acción de cumplimiento contra el oferente responsable. Cuando
esta oferta es formulada por medio de la publicidad, y no se individualiza al
OM
oferente, la responsabilidad recae sobre quien efectúa dicha publicidad.
.C
Si bien ha quedado claro que las apuestas cuya regulación asume el Estado
no pertenecen a las normas del contrato de juego del CCyC (sin perjuicio de
su aplicación por analogía), la afinidad con el tema del capítulo y los antece-
dentes jurisprudenciales en esta clase de actividades nos obligan a puntualizar
DD
ciertas cuestiones.
a) Loterías estatales. Las apuestas de lotería y quiniela exhiben un doble
juego de relaciones jurídicas. Por un lado, tenemos el vínculo entre apostador
y agencia autorizada, que pertenece al ámbito contractual del derecho privado.
A través de este nexo negocial, propio de la estructura contractual de adhesión,
el apostador acepta las reglamentaciones administrativas que regulan la acti-
LA
702
OM
Los principales conflictos vinculados a estos juegos son los generados por
fallas de funcionamiento de las máquinas. Una cuestión que se presenta con
cierta recurrencia es la aparición de un premio extraordinario en el visor elec-
trónico, que el organizador se niega a abonar alegando que supera el valor
máximo previsto. Con apoyo en las disposiciones de protección del consumi-
dor (deber de información, fuerza vinculante de la oferta, tutela de la confian-
za, carga probatoria dinámica), estas controversias han sido resueltas en los
.C
tribunales de manera favorable al usuario apostador.
DD
LA
FI
703
OM
caPÍtulo XXXvii
mutuo
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
FI
705
como aquel en virtud del cual “el mutuante se compromete a entregar al mutua-
rio en propiedad, una determinada cantidad de cosas fungibles, y éste se obliga a
devolver igual cantidad de cosas de la misma calidad y especie”.
El texto es pasible de una crítica inicial y es que describe la noción del con-
trato como si fuera gratuito, cuando el propio ordenamiento lo concibe a título
OM
oneroso en el art. 1527. En tal inteligencia, debería definirse al mutuo como el
contrato por el cual una de las partes (mutuante) se compromete a entregar en
propiedad a la otra (mutuario) una determinada cantidad de cosas fungibles,
que ésta se obliga a devolver en igual cantidad de cosas de la misma calidad y
especie, y contra el pago de una retribución dineraria en concepto de intereses.
El mayor cambio con relación al ordenamiento antecesor es el haber con-
ferido al contrato carácter consensual en lugar de real. Se erradican así los
.C
problemas interpretativos acerca de los efectos que suscitaba la promesa de
mutuo. De este modo, el acto se perfecciona plenamente con el acuerdo de
voluntades, sin necesidad de entrega de las cosas objeto del negocio.
Otra inversión normativa es el carácter oneroso del contrato en el CCyC,
DD
que en el antiguo ordenamiento se presumía gratuito.
Por imperio de lo establecido en el art. 1531, las reglas del mutuo resultan
aplicables a operaciones análogas en las que se pactan modalidades accidenta-
les, como las siguientes: a) cuando la tasa de interés consiste en una parte fija
o variable de las utilidades de un negocio o actividad; b) cuando el mutuante
LA
la salvedad de que el recupero mismo del capital (ya no sólo de los intereses)
queda supeditado al éxito de la actividad lucrativa del mutuario. También
constituye una modalidad aleatoria. El último inciso del art. 1531 designa
el caso del mutuo con destino específico, cuestión que a nuestro juicio no
justifica una previsión especial, ya que no altera las consecuencias ordinarias
del contrato, sin perjuicio de que el incumplimiento del mutuario en la asig-
nación de los fondos prestados al fin pactado pueda ser considerado motivo
de resolución contractual.
706
OM
mas de los contratos bancarios (art. 1378 y ss.).
.C
El mutuo (préstamo de consumo) recae sobre cosas fungibles, el comodato
(préstamo de uso) versa sobre cosas no fungibles. Por lo tanto, en el primero
se transmite la propiedad de las cosas al mutuario, mientras que en el segundo
sólo se cede el derecho personal de uso al comodatario. Además, en el esquema
DD
legal del CCyC, el mutuo se presume oneroso; el comodato es un contrato
esencialmente gratuito. Este dato marca asimismo la disímil función econó-
mica de cada una de las figuras: el mutuo cumple una finalidad crediticia; el
comodato es un negocio de confianza.
b) Con el depósito irregular. Los dos institutos involucran la entrega de
LA
1.4 Caracteres
El contrato de mutuo presenta los siguientes caracteres jurídicos.
a) Bilateral: las obligaciones que genera son para ambas partes contratantes
(art. 966).
b) Oneroso: promueve ventajas para mutuante y mutuario en razón de
un sacrificio correspectivo que cada uno se obliga a realizar (art. 967). La
onerosidad se traduce en el pago de intereses que el mutuario efectúa a favor
del mutuante, como contraprestación del uso de las cosas que éste le facilita.
707
OM
son conocidas y ciertas para ambos contratantes (art. 968).
d) Formal: no se prescribe la necesidad de seguir formalidad alguna para la
conclusión del contrato (art. 284). Empero, es aconsejable su celebración por
escrito a los fines de la prueba (arg. art. 1019, párr. 2°), sin perjuicio de lo cual,
el principio de ejecución del contrato (p.ej., recibo de pago de intereses) o el
principio de prueba por escrito pueden ser elementos idóneos para demostrar
la existencia del contrato no instrumentado.
.C
e) Nominado: el mutuo tiene su propia regulación puntual en el CCyC
(art. 970).
La calificación del mutuo como contrato de consumo depende de la cali-
dad de las partes intervinientes. Cuando el mutuante opera profesionalmente
DD
en la actividad financiera (hablamos del mutuo en dinero) y el mutuario em-
plea el capital prestado como destinatario final, sea para uso propio o de su
grupo familiar o social, son de aplicación las normas que rigen la contratación
en el derecho del consumidor. Cabe deslindar de este campo lo atinente al
préstamo bancario, figura que también puede encuadrar en el estatuto protec-
LA
708
especie, sin ser consumibles (p.ej., producto nuevo fabricado en serie, como
un televisor), y al propio tiempo, otros no fungibles que se terminan con el
primer uso (p.ej., ejemplar de botella de vino de cosecha añeja utilizada para
una exposición).
Por tratarse de cosas no individualizadas, el mutuario puede devolver igual
OM
cantidad de ellas de la misma calidad y especie, por lo que no se obliga a resti-
tuir las mismas cosas. De ello se sigue que el mutuario adquiere la propiedad
de los bienes objeto del mutuo.
3. Efectos generales
.C
3.1 Obligaciones del mutuante
a) Entregar la cantidad de cosas prometidas. El mutuante asume el com-
promiso de entregar las cosas en préstamo al mutuario.
DD
La entrega debe verificarse en el plazo pactado, y a falta de convención,
ante el simple requerimiento del mutuario (art. 1526, párr. 2°). Su incumpli-
miento habilita al mutuario a resolver el contrato.
Como recaudo de tutela preventiva, y en línea con la solución general que
emerge del art. 1032, el mutuante puede suspender la entrega de la cantidad
prometida si, con posterioridad a la celebración del contrato, la restitución se
LA
torna incierta por un cambio en la situación del mutuario (art. 1526, párr. 1°).
Por remisión a aquella norma, debe tratarse de un menoscabo significativo en
la aptitud del deudor para cumplir, o en su solvencia; a su vez, el mutuario
puede evitar la suspensión del cumplimiento dando seguridades suficientes.
b) Responder por la mala calidad o vicio de las cosas. En los casos en que la
cantidad prestada no es dinero, el mutuante responde por los daños causados
FI
709
OM
depende de la convención entre las partes. A falta de pacto, se admite su de-
terminación por remisión a los usos y costumbres (p.ej., tasa vigente en plaza),
o bien, por vía judicial (art. 767). La tasa de interés puede ser fija o variable,
según las condiciones acordadas.
Son varias las cuestiones en materia de intereses del mutuo que regula el
CCyC en el art. 1527.
Un primer tópico atañe al objeto. Si el mutuo es en dinero, los intereses
.C
compensatorios deben pagarse en la misma moneda prestada (art. 1527, párr.
2°). De acuerdo con la norma, el mutuo celebrado en moneda extranjera obli-
ga al mutuario a abonar los intereses en la divisa correspondiente, por lo que
constituye una excepción a la regla general del art. 765.
DD
Si el mutuo es de cosas fungibles que no son dinero, los intereses se liqui-
dan en dinero, tomando en consideración el precio de la cantidad de cosas
prestadas en el lugar en que debe efectuarse el pago de los accesorios, el día
del comienzo del período, excepto pacto en contrario (art, 1527, párr. 3°).
Como lo aclara la propia disposición, el procedimiento descripto se aplica a
LA
los casos en que no existe una estipulación de los contratantes a este respecto.
Si tampoco se convino el porcentaje, cabe también su estimación por el juez.
Otro aspecto a resolver es el de la periodicidad. De no mediar cláusula
especial, se considera que los intereses se deben por trimestre vencido, o con
cada amortización total o parcial de lo prestado que ocurra antes de un trimes-
tre (art. 1527, párr. 4°).
FI
710
OM
b) Restituir la cantidad prestada. La otra obligación esencial a cargo del
mutuario consiste en devolver al mutuante la totalidad de lo prestado en con-
cepto de capital.
Teniendo presente la característica fungible de las cosas objeto del mutuo,
y toda vez que por definición el género no perece, el mutuario asume los ries-
gos, razón por la cual el caso fortuito no lo libera de la obligación de restituir
(art. 763).
.C
En cuanto al tiempo y lugar de restitución, si nada se ha estipulado, debe
hacerse dentro de los diez días de requerirlo el mutuante, excepto lo que surja
de los usos, y en el domicilio del mutuario al tiempo del nacimiento de la
obligación (art. 1528).
DD
La falta de pago de cualquier amortización del capital es otra causal de
resolución del contrato por voluntad del mutuante; y también lo faculta a
reclamar la devolución de todo el capital con sus intereses hasta la efectiva
restitución (art. 1529, párr. 1°). A más de ello, debe tenerse presente que el in-
cumplimiento genera la obligación de abonar los intereses moratorios, incluso
LA
711
En cualquier caso, debe tenerse en cuenta que el art. 771 confiere a los
jueces una facultad morigeradora, que les permite reducir el interés pactado
cuando éste excede, desproporcionadamente y sin justificación, el costo medio
del dinero para deudores y operaciones similares en el lugar donde se contrajo
la obligación.
OM
4.2 Clases: compensatorio, moratorio y punitorio
a) Intereses compensatorios. Son los frutos civiles del capital, también de-
nominados intereses lucrativos o financieros. Son estipulados mediante acuer-
do privado, de allí que el art. 767 autorice a las partes tanto a convenirlos
como a establecer la respectiva tasa. Sin embargo, ésta no puede superar los
límites impuestos por la moral y las buenas costumbres. A falta de pacto y de
.C
determinación por ley o por los usos, son fijados por el juez.
Dentro de esta categoría, es menester identificar conceptos utilizados fre-
cuentemente en el mercado financiero, como son, por un lado, la tasa de
interés nominal, que se fija únicamente en función del capital invertido (ca-
DD
pitalización simple), y por otro, la tasa de interés efectiva, que mide la ren-
tabilidad del capital inicial así como de los intereses que se van generando
en cada período (capitalización compuesta). Mientras la primera es una tasa
de referencia, la segunda representa el interés real que se paga en un período
determinado de tiempo.
LA
712
OM
la tasa que el acreedor insatisfecho debe pagar para obtener el capital que el
deudor no abonó en tiempo.
c) Intereses punitorios. Constituyen una penalidad estipulada por las par-
tes para el caso de incumplimiento del deudor. Por esta razón, se rigen por las
normas que regulan la cláusula penal (art. 769) y suplen la indemnización de
los daños (art. 793). Tampoco exigen del acreedor la prueba del daño sufrido
o de su cuantía, ni permiten al deudor eximirse de satisfacerla acreditando
.C
que aquél no sufrió perjuicio alguno (art. 794, párr. 1°). No obstante, son
aplicables las limitaciones en cuanto al monto estipulado, cuando resulta des-
proporcionado con la gravedad de la falta que sancionan (art. 794, párr. 2ª).
DD
4.3 Curso de los intereses
Se trata de determinar desde cuándo corren los intereses, a falta de estipu-
lación convencional. En materia de intereses compensatorios, es dable conve-
nirlos desde que se constituye la obligación (p.ej., desde el momento en que el
mutuario recibe dinero en préstamo). En cuanto a los intereses moratorios en
LA
713
OM
del instituto de la lesión. Empero, históricamente, los jueces utilizaron el es-
tándar de la licitud del objeto para anular los contratos usurarios. En materia
penal, la conducta se encuentra tipificada como delito.
Desde el punto de vista cuantitativo, no hay parámetros normativos cer-
teros para reputar ilícita una tasa determinada. En cualquier caso, debe com-
putarse la suma de todos los intereses aplicables (compensatorios, moratorios
y/o punitorios).
.C
5. Extinción
DD
El contrato se extingue de manera normal por la restitución de la cantidad
de cosas del mutuario al mutuante en el tiempo pactado. Antes del transcurri-
do el plazo establecido, ninguna de las partes puede concluirlo; si el mutuo es
gratuito, se entiende que el término favorece al mutuario y que puede devolver
los bienes antes de su vencimiento.
LA
714
contratoS bancarioS
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica. Clasificación de las operaciones bancarias
El desarrollo del mercado financiero en las últimas décadas tuvo, entre
otras manifestaciones notorias, la gran expansión de la oferta de crédito, la
715
OM
distinguir entre operaciones activas, en las que el banco otorga crédito al clien-
te, asume el carácter de acreedor y percibe intereses (préstamo, descuento,
anticipo, apertura de crédito); operaciones pasivas, en las que la entidad ban-
caria es receptor o colector de fondos del cliente y le abona intereses (depósito
a plazo fijo o en caja de ahorro, cuenta corriente); y operaciones neutras o de
servicios, en las que la banca no concede ni recibe crédito, sino que intermedia
en la realización de prestaciones no financieras por cuenta y orden del cliente
.C
(servicio de caja de seguridad, custodia de títulos, cambio de divisas, cobro de
servicios).
biliarios, cajas de crédito, y cualquier otra incluida por el BCRA (arts. 1° a 3°).
En consecuencia, no quedan comprendidos los contratos celebrados con
proveedores de servicios de pago (PSP), pertenecientes al sector de las deno-
minadas “fintech”, que ofrecen cuentas que permiten a los usuarios ordenar y/o
recibir pagos, conocidas como “billeteras virtuales” o “dinero electrónico”), en
2. Reglas generales
De manera liminar, y previo al régimen de cada tipo negocial en particular,
la primera sección del capítulo sobre los contratos bancarios procura diseñar
716
OM
ra comercial, de acuerdo con la clasificación que realiza el BCRA (art. 1379).
Esta información debe constar en forma precisa y destacada tanto en la pu-
blicidad como en la oferta y en la propia documentación contractual emitida
por el banco. La importancia de ello radica en la disímil función que tienen
las operaciones de crédito destinadas al consumo, que se dirigen al publico en
general y permiten procurar a personas humanas la adquisición de bienes y
servicios, y las transacciones de la cartera comercial, que sirven para el financia-
.C
miento de la actividad productiva y mercantil, principalmente a empresas. No
debe perderse de vista que las primeras pertenecen al campo de los contratos de
consumo, mientras que las segundas quedan fuera del estatuto del consumidor,
sin perjuicio de la conformación predispuesta de las condiciones contractuales.
DD
Como es lógico, la calificación otorgada por el banco a la operación no
prevalece sobre la genuina naturaleza del acto que surge de la finalidad del
contrato, por aplicación de los principios interpretativos del CCyC.
Asimismo, los anuncios de los bancos deben informar con claridad la tasa
de interés, los gastos, las comisiones y las demás condiciones económicas de
LA
717
OM
escrita (art. 1106).
La amplitud de la exigencia de forma escrita da cuenta del carácter proba-
torio (no solemne) del requisito formal del art. 1380.
Asimismo, como constancia de las estipulaciones convenidas, el cliente
tiene derecho a obtener la entrega de un ejemplar del contrato.
Por otra parte, se fijan contenidos mínimos que deben incorporarse a los
documentos contractuales en el art. 1381. En este sentido, corresponde hacer
.C
constar la tasa de interés y cualquier precio, gasto, comisión y otras condi-
ciones económicas a cargo del cliente. La omisión de consignar la tasa de
interés torna aplicable la tasa nominal mínima para las operaciones activas y la
tasa nominal máxima promedio para las operaciones pasivas, en ambos casos,
DD
según las tasas promedio del sistema publicadas por el Banco Central de la
República Argentina a la fecha del desembolso o de la imposición.
Son nulas las cláusulas de remisión a los usos para la determinación de las
tasas de interés y de otros precios y condiciones contractuales. De este modo,
la integración de las tasas cuando están diferidas a los usos, se lleva a cabo
LA
derecho rescisorio.
Diversamente, la entidad bancaria no puede rescindir el contrato de ma-
nera incausada.
718
ria, los arts. 1384 a 1389 disponen pautas legales específicas para los contratos
bancarios celebrados por consumidores, en línea con el mandato tutelar de
las relaciones de consumo, sin perjuicio de la aplicación de las soluciones que
emanan de dicho bloque normativo. Asimismo, es preciso concordar estas
disposiciones del CCyC con el art. 36 de la LDC, que regula puntualmente
OM
las operaciones de crédito al consumo. En todos los casos, la configuración del
contrato de consumo bancario está dada por la condición de destinatario final
que reviste el cliente, más allá del tipo de operación que celebran las partes.
Son varios los aspectos disciplinados por el núcleo de disposiciones aludi-
das y los analizaremos separadamente, procurando integrar y sistematizar las
reglas emergentes de ambos ordenamientos.
a) Deber de información. El art. 36 de la LDC y los arts. 1385, 1387 y
.C
1389 del CCyC establecen un calificado deber de información a cargo del
proveedor bancario, complementario de la directiva global que estatuyen los
arts. 4º de la LDC y 1100 del CCyC.
Es un deber circunstanciado vinculado con la complejidad del negocio y la
DD
aptitud del adherente. Es preciso ofrecer al usuario los datos que le permitan
sopesar la conveniencia de la operación y tomar conciencia del alcance de las
obligaciones asumidas.
De la combinación de las normas mencionadas, se concluye que el consu-
midor debe ser informado sobre los aspectos más salientes de la trama negocial
LA
crediticia en distintas etapas de la vinculación entre las partes. Son tres las
instancias informativas contempladas.
i) Publicidad (art. 1385). Los anuncios publicitarios del banco deben con-
tener “en forma clara, concisa y con un ejemplo representativo”, información sobre
las operaciones que se proponen, y en particular: montos mínimos y máximos
de las operaciones individualmente consideradas; tasa de interés (fija o varia-
FI
ble); las tarifas por gastos y comisiones; costo financiero total (en las operacio-
nes de crédito); servicios accesorios y sus costos; duración del contrato.
ii) Etapa precontractual (art. 1387). Previo a la celebración del contrato,
el banco debe proveer información suficiente sobre las distintas ofertas de
crédito existentes en el sistema publicadas por el BCRA, para que el cliente las
pueda confrontar.
En caso de rechazo de una solicitud de crédito por información negativa
registrada en bases de datos, está obligado a informar acerca del resultado de
la consulta y la fuente de donde se obtuvo.
iii) Instrumento contractual (art. 36, párr. 1° a 4°, LDC; arts. 1388 y 1389,
CCyC). Debe consignarse en el contrato como contenido obligatorio, bajo
pena de nulidad total o parcial: tipo y partes del contrato; descripción del
bien o servicio objeto del contrato (en las operaciones de crédito para la ad-
719
OM
La omisión de consignar la tasa de interés efectiva anual determina la apli-
cación de la tasa pasiva anual promedio del BCRA vigente a la fecha de cele-
bración del contrato (art. 36, párr. 4º, LDC).
A más de todo lo detallado, como concreta aplicación de la buena fe nego-
cial, el art. 1388 subraya la inexigibilidad de cualquier concepto no previsto
expresamente en el contrato, en especial, comisiones o costos por servicios no
prestados efectivamente; asimismo, se tiene por no escrita toda cláusula rela-
.C
tiva a costos a cargo del consumidor no incluidos en el costo financiero total
publicitado o incorporado al documento contractual.
b) Forma del contrato. Se requiere una serie de recaudos formales para los
contratos bancarios celebrados con consumidores. El más notorio es la exi-
DD
gencia de forma escrita, con provisión de una copia para el consumidor (art.
1386). Se trata de una solemnidad no absoluta, desde que la inobservancia de
la formalidad dispuesta no conlleva la nulidad del acto. En el caso concreto,
la falta de instrumentación del contrato impide al banco invocar sus efectos
propios sin antes proceder al otorgamiento del instrumento previsto.
LA
720
OM
provoca igual vicisitud en el contrato cuyo objeto es la asistencia financiera.
d) Competencia territorial. El último párrafo del art. 36 de la LDC esta-
blece que en las acciones judiciales relativas a contratos de crédito al consumo
iniciadas por el proveedor es competente el juez del domicilio real del consumi-
dor, siendo nulo cualquier pacto de prórroga de jurisdicción en contrario. Por
su parte, en las acciones promovidas por el consumidor, éste puede optar entre
el juez del lugar del consumo o uso, el del lugar de celebración del contrato, el
.C
de su domicilio, el del domicilio del demandado, o el de la citada en garantía.
Es notable la evolución jurisprudencial en torno a la aplicación de la regla
de competencia comentada, que en su simple textualidad sólo parece incumbir
a los litigios relativos a contratos de crédito, pero que en la práctica extendió
DD
el debate a los casos de ejecución de títulos cambiarios emitidos como conse-
cuencia de una relación de consumo subyacente. Diversos pronunciamientos,
con fundamento en el art. 36 de la LDC, declararon de oficio la incompeten-
cia territorial en las ejecuciones de pagarés promovidas por entidades finan-
cieras fuera de la jurisdicción del tribunal correspondiente al domicilio real
LA
rativos del art. 36 de la LDC (p.ej., tasa de interés efectiva anual), correspon-
diendo a éste probar el cumplimiento de dichos extremos, o bien, desvirtuar la
presunción de que el pagaré proviene de una operación de crédito al consumo.
721
OM
encuentra a cargo del depositario.
La norma de alcance general del art. 1390, define al depósito bancario
como todo depósito en dinero cuyo dominio se transmite al banco deposita-
rio, quien tiene la obligación de restituirlo en la moneda de la misma especie,
a simple requerimiento del depositante, o al vencimiento del término o del
preaviso convencionalmente previsto.
De los aspectos descriptos en la disposición citada, se destaca la obligación
.C
de devolver los fondos depositados en la misma especie de moneda objeto de
la imposición, cuestión de peculiar importancia (dados los conocidos antece-
dentes en nuestro país) con relación a los depósitos en moneda extranjera, lo
que representa una salvedad a la regla consagrada en el art. 765, que permite
DD
al deudor cumplir mediante el pago del equivalente en moneda de curso legal.
Se enuncian las dos modalidades a las que se sujetan los depósitos banca-
rios en punto a la obligación de restituir, esto es, según se estipule que ello
se produzca a simple requerimiento del depositante (depósito a la vista) o al
vencimiento del término contractual pactado (depósito a plazo), especies que
LA
722
OM
así que los depósitos a la vista de titularidad múltiple se contratan para ser
operados de manera indistinta por cualquiera de los depositantes, excepto que
se pacte la gestión conjunta de la cuenta, en cuyo caso se exige la voluntad de
todos los cotitulares para realizar movimientos.
4.1.2 Depósito a plazo
La función económica del depósito bancario a plazo difiere claramente de
la del depósito a la vista, toda vez que el cliente procura invertir sus fondos
.C
para lograr un rendimiento financiero a través de la percepción de intereses.
En contrapartida, las sumas depositadas deben mantenerse en poder del ban-
co durante el término pactado. En la práctica, la figura que representa dicha
modalidad es el contrato de depósito a plazo fijo.
DD
En esta inteligencia, el depositante tiene derecho a una remuneración,
siempre que no retire la suma depositada antes del término o del preaviso
convenidos (art. 1392). Por lo tanto, el plazo pactado constituye un elemen-
to esencial particular de este contrato, y si bien ello no impide al ahorrista
requerir el reembolso de manera anticipada, le hace perder el derecho a la
LA
ferible por endoso, excepto que se haya pactado lo contrario, en cuyo caso la
transmisión sólo puede realizarse a través del contrato de cesión de derechos
(art. 1392, párr. 2°). En el esquema trazado, se entiende que el certificado
de depósito a plazo fijo es extendido para ser negociado ágilmente mediante
simple endoso, aunque no se impide estipular su transmisibilidad sólo a través
723
OM
económica del contrato si no se lo vincula dinámicamente con la actividad
comercial que desarrolla el cliente o cuentacorrentista. La cuenta corriente
bancaria resulta prácticamente imprescindible para el giro comercial de las
empresas o particulares. En lo sustancial, el servicio que presta el banco consis-
te en una combinación de prestaciones que incluyen mantener operativa una
cuenta en la que el cliente puede depositar fondos para su disponibilidad en
cualquier momento, registrar de manera pormenorizada cada uno de los mo-
.C
vimientos, y asimismo, permitir al cliente girar contra dicha cuenta mediante
la emisión de cheques.
Si bien predomina el encuadramiento como operación pasiva, la cuenta
corriente puede tener una naturaleza mixta ya que no se excluye que el banco
DD
tome la posición de acreedor a partir de la concesión de préstamos o anticipos
mediante acreditación de fondos en la cuenta.
La cuenta corriente bancaria está definida legalmente en el art. 1393 como
el contrato por el cual “el banco se compromete a inscribir diariamente, y por
su orden, los créditos y débitos, de modo de mantener un saldo actualizado y en
LA
724
al cobro puede ser excluido por el banco mientras no haya sido efectivamente
percibido (art. 1402).
Excepto prueba en contrario, se presume que la propiedad de los fondos
existentes en la cuenta abierta, conjunta o indistintamente, a nombre de más
de una persona pertenece a los titulares por partes iguales (art. 1400).
OM
Del otro lado, se debitan de la cuenta: los retiros del cuentacorrentista; los
pagos o remesas hechos por el banco por instrucciones del cliente; las comisio-
nes, gastos e impuestos relativos a la cuenta; los cargos contra el cuentacorren-
tista que resulten de otros negocios con el banco (art. 1395, inc. b).
Según se establezca en la convención, los débitos también pueden realizar-
se en descubierto. El descubierto es un acuerdo que permite al cliente sobre-
girar, esto es, disponer de fondos cuando el saldo de la cuenta es negativo, por
.C
lo que equivale a un crédito otorgado por el banco.
En cuanto a la ejecución de los movimientos de créditos y débitos y de la
cuenta misma, el art. 1396 admite su instrumentación por medios mecáni-
cos, electrónicos, de computación o demás previstos en la reglamentación;
DD
asimismo, abre la posibilidad de implementación de cualquier mecanismo de
conexión de redes en tiempo real u otros que sean pertinentes de acuerdo con
los medios técnicos disponibles, en orden a la celeridad y seguridad de las
transacciones.
4.2.3 Obligaciones del banco y del cuentacorrentista
LA
o en parte en una plaza en la que no existe casa del banco, éste puede
encomendarla a otro banco o a su corresponsal; si la entidad encargada
es elegida por cuentacorrentista, el banco se exime del daño causado.
c) Facilitar los formularios de cheques. El art. 1397 establece que si el
contrato incluye el servicio de cheques, el banco debe entregar, a so-
licitud del cuentacorrentista, los formularios correspondientes. Del
contenido de la norma se desprende que el servicio de cheques no es
esencial para la configuración del contrato de cuenta corriente ban-
725
OM
ta un extracto de los movimientos de cuenta y los saldos que resultan
de cada crédito y débito, por los medios que disponga la reglamenta-
ción (mecánicos, electrónicos o informáticos), dentro de los ocho días
de finalizado cada mes, excepto que resulten plazos distintos de las re-
glamentaciones, de la convención o de los usos (art. 1403). A falta de
un término distinto proveniente del contrato, de normas especiales o
de los usos, todo resumen se presume aceptado si el cuentacorrentista
.C
no lo observa dentro de los diez días de su recepción, o bien, trans-
curridos treinta días desde el vencimiento del plazo en que el banco
debe enviarlo, sin haberlo reclamado (art. 1403, inc. b). El cliente
tiene la facultad de impugnar tempestiva y expresamente el resumen,
DD
por lo que su silencio luego de vencido el término de ley tiene el valor
de una manifestación de voluntad eficaz en sentido aprobatorio del
contenido del extracto.
e) Acreditar intereses por saldo acreedor. Las partes pueden convenir que
el saldo acreedor de la cuenta corriente genere intereses capitalizables
LA
en los períodos y a la tasa que libremente pacten (art. 1398, últ. pte.).
En cuanto a las obligaciones del cuentacorrentista, corresponde enunciar:
a) Cumplir con la retribución pactada. Siendo un contrato oneroso, el
cliente debe abonar al banco las sumas periódicas convenidas en con-
cepto de remuneración, que incluyen la comisión por el manteni-
miento de la cuenta, y en su caso, por las gestiones especiales.
FI
726
OM
corriente bancaria, y por ende, de extinción del contrato:
a) Rescisión unilateral de alguna de las partes. El contrato concluye por
decisión de cierre de la cuenta de cualquiera de las partes, con una
anticipación diez días, excepto pacto en contrario. Si el contrato es de
consumo, el ejercicio de esta facultad por el banco debe ser apreciado
con mayor estrictez y no puede configurar una práctica abusiva.
b) Quiebra, muerte o incapacidad del cuentacorrentista. La falencia del
.C
cliente (persona humana o jurídica) decretada judicialmente provoca
el cierre de la cuenta, del mismo modo que el fallecimiento o inca-
pacidad sobreviniente del cuentacorrentista (persona física). En caso
de cotitularidad de la cuenta, la muerte o incapacidad de uno de los
DD
titulares sólo determina el cierre si así ha sido convenido.
c) Revocación de la autorización para funcionar, quiebra o liquidación del
banco. Estas causales se encuentran expresamente reguladas en cuanto
a su configuración y requisitos en la Ley de Entidades Financieras.
d) Demás causales que surjan de la reglamentación o de la convención.
LA
727
OM
Se lo define como el contrato en virtud del cual el banco se compromete
a entregar una suma de dinero y el prestatario se obliga a su devolución y al
pago de los intereses en la moneda de la misma especie, según lo convenido
(art. 1408).
Concebido en base a estos rasgos generales, el préstamo bancario abarca
distintas modalidades o líneas de créditos: préstamos personales, préstamos
con garantías prendarias o hipotecarias, adelantos o descubiertos en cuenta.
.C
Tampoco se discrimina en razón de la posible finalidad del financiamiento
(inversión, consumo).
El contrato tiene carácter oneroso, por lo que el cliente o prestatario se
obliga al pago de intereses. También se establece la obligación de restituir la
DD
suma otorgada, así como los propios intereses, en la misma moneda del prés-
tamo, lo que constituye una excepción a la regla del art. 765.
El contrato de descuento bancario, por su parte, es aquel por el cual el
titular de un crédito contra terceros se obliga a cederlo a un banco, y éste a
anticiparle el importe del crédito, en la moneda de la misma especie, de con-
LA
girse contra dos deudores; el cliente recién se libera cuando el banco percibe el
crédito derivado del título, o bien, cuando el cliente restituye el anticipo.
728
OM
efectivamente todo el crédito disponible, mientras que el banco o acreditante
percibe comisiones e intereses.
Según la definición ensayada por el art. 1410, la apertura de crédito es el
contrato por el cual el banco se obliga a mantener a disposición del cliente un
crédito de dinero, dentro del límite acordado y por un tiempo fijo o indeter-
minado, a cambio de una remuneración en moneda de la misma especie de la
obligación principal.
.C
La disposición citada aclara que si no se expresa la duración de la disponi-
bilidad, se considera de plazo indeterminado.
El CCyC concibe a la apertura de crédito como un contrato principal y
definitivo, más allá de la vinculación económica que pudiera tener con otros
DD
negocios jurídicos (p.ej., préstamo). Esta aclaración es pertinente en razón de
las teorías que identifican su naturaleza con la de un contrato preliminar o
preparatorio.
En otro orden, cabe puntualizar que en el régimen vigente la prestación
primordial en cabeza de la entidad financiera es la provisión de un crédito en
LA
729
sumas objeto del crédito abierto no son de propiedad del acreditado mientras
no sean empleadas, lo que marca otra diferencia con el préstamo, en el que los
importes entregados ingresan directamente al patrimonio del cliente. Y aun
cuando podría considerarse la existencia de un derecho personal o creditorio
del cliente (en cuyo caso, integraría la garantía común), la decisión legislativa
OM
es sustraerlo expresamente de la acción de los acreedores. Por la misma razón,
la disponibilidad tampoco puede ser utilizada por la entidad para compensar
cualquier otra obligación del acreditado con el banco.
.C
jada en la amplia problemática expuesta en el ámbito judicial. Analizaremos
el régimen consagrado en los arts. 1413 a 1417 del Código Civil y Comercial.
a) Función económica y naturaleza jurídica. El contrato de servicio de caja
de seguridad escapa a los moldes tradicionales de operaciones activas y pasivas,
DD
toda vez que la entidad bancaria no concede crédito ni recibe fondos, sino que
brinda al cliente una prestación de custodia de bienes.
Su naturaleza jurídica ha sido un tópico de largo debate doctrinario, osci-
lando las principales posiciones entre quienes ubicaban al contrato como una
especie del depósito, los que sostenían la aplicación supletoria de las normas
de la locación, o bien, las del contrato de servicios.
LA
730
OM
El contrato puede ser celebrado por la entidad con una parte usuaria in-
tegrada por dos o más personas, en cuyo caso cualquiera de ellas, indistinta-
mente, tiene derecho a acceder a la caja (art. 1416). Lo mismo si el usuario
titular designa otras personas autorizadas para el ingreso, en las condiciones
admitidas por el banco.
c) Alcance de la responsabilidad del prestador. El art. 1413 determina
como obligación esencial de la entidad prestadora del servicio de caja de segu-
.C
ridad la de garantizar la idoneidad de la custodia de los locales, la integridad
de las cajas y el contenido de ellas, de conformidad con lo pactado y las expec-
tativas creadas en el usuario.
El contenido prestacional a cargo de la entidad está compuesto por dos
DD
deberes: custodiar en forma idónea los locales y resguardar la integridad de
las cajas y de su contenido. El primero de los débitos nombrados atañe a la
vigilancia del recinto en el que se ubican las cajas. El otro deber concierne al
cuidado de los cofres que facilita el banco a los clientes para la guarda de los
efectos, tanto en su integridad externa como interna. Todo ello supone di-
LA
731
OM
depositados (p.ej., sustancias degradables, materiales explosivos), el banco no
responde. La solución es plausible, más aún si se considera que la entidad pres-
tadora no conoce los efectos guardados por el usuario ni tiene acceso a ellos.
Derivación lógica del régimen severo de responsabilidad es la sanción de
nulidad de cualquier cláusula que libere de responsabilidad al prestador, con-
sagrada en el art. 1414, lo que asimismo se condice con el sistema de tutela
del consumidor.
.C
No podemos decir lo mismo de la segunda parte de la disposición, que
admite los pactos de limitación cuantitativa de responsabilidad del prestador
hasta un monto máximo, si el tope fijado no desnaturaliza las obligaciones del
prestador y el usuario es debidamente informado. Sin perder de vista que el
DD
secreto del contenido y la amplitud probatoria sobre él pueden consentir una
delimitación del riesgo cubierto por las entidades, nos permitimos advertir
sobre el riesgo de tales estipulaciones en contratos por adhesión. A nuestro
parecer, estas estipulaciones deben ser juzgadas con sumo rigor para evitar la
desnaturalización que intenta prevenir la misma norma, en función de las cir-
cunstancias del caso (tamaño del cofre, arancel por el servicio, etc.), al propio
LA
tiempo que obligan a extremar los recaudos que garanticen la efectiva infor-
mación al usuario al tiempo de contratar la prestación.
d) Prueba del contenido. La problemática de la acreditación del contenido
se presenta cuando los efectos son sustraídos y el cliente se ve precisado de-
nunciar el valor de los bienes en el marco de la acción resarcitoria.
FI
732
OM
efectos dentro del plazo de treinta días, bajo apercibimiento de proceder a la
apertura forzada de la caja ante escribano público; ii) en caso de inacción del
usuario, el prestador debe notificarlo de la apertura forzada de la caja y poner
a su disposición el contenido por el plazo de tres meses, previo pago de lo
adeudado; iii) vencido el plazo sin haberse presentado el usuario, el prestador
puede cobrarse el precio impago de los fondos hallados en la caja, o en su de-
fecto, realizar la venta de los efectos necesarios para cubrir lo adeudado en la
.C
forma prevista por el art. 2229 (subasta pública, o bien, adjudicación o venta
directa, si así se convino), con aviso al usuario; iv) el prestador debe consignar
judicialmente los bienes remanentes.
DD
4.6 Custodia de títulos
El contrato de custodia de títulos es aquel por el cual una de las partes
(banco) se obliga a la guarda de títulos valores en administración confiados
por la otra (cliente o depositante), a gestionar el cobro de intereses o dividen-
dos y los reembolsos de capital por cuenta de éste, así como a proveer la tutela
LA
733
OM
leza y contenido y procedentes de un mismo emisor.
.C
en el mercado de comercio, de valores o de productos.
Técnicamente no se trata de relaciones jurídicas del ámbito bancario, pero
comparten con éstas en cierta medida una función económica común, vincu-
DD
lada a la actividad negocial en el mercado financiero.
El art. 1429 dispone que las operaciones bursátiles del mercado de valores
son regidas por normas especiales y se encuentran sujetas a autorización estatal
y a la fiscalización por parte del organismo de control. La Comisión Nacional
de Valores supervisa la oferta pública de valores negociables u otros instru-
mentos previamente autorizados, para la concertación de operaciones con la
LA
734
tarjeta de crédito
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
735
ra, la coordinación del sistema le depara una rentabilidad cuya carga distribu-
ye entre los demás sujetos intervinientes.
En la actualidad, el desarrollo de la tecnología en materia informática hace
del sistema de tarjeta de crédito el medio de pago por excelencia en el ámbito
del comercio electrónico y las transacciones online, lo que refuerza la relevan-
OM
cia del tema para el operador jurídico.
Desde el punto de vista finalístico, la función económica del contrato es
inequívocamente crediticia respecto del usuario, al permitirle el aplazamiento
en el pago de sus operaciones y la financiación de los saldos.
El sistema de tarjeta de crédito presenta un entramado jurídico complejo
que involucra un cúmulo de relaciones jurídicas entre los distintos sujetos
participantes.
.C
La empresa emisora de la tarjeta entabla un doble vínculo. Por un lado,
celebra con el usuario el contrato de emisión de tarjeta de crédito. Al propio
tiempo, estipula con los proveedores de bienes y servicios al público el respec-
tivo contrato de provisión, según el cual el comerciante asume el compromiso
DD
de aceptar las operaciones que los clientes proponen concertar.
En rigor, el sistema de tarjeta de crédito configura un fenómeno de cone-
xidad contractual, esto es, una serie de negocios jurídicos coordinados hacia
un objetivo común: contrato de emisión entre emisor y usuario; contrato de
provisión entre emisor y proveedor; contrato de consumo entre usuario y pro-
LA
para hacer uso del crédito mediante un plástico que el emisor le confiere.
Otro sujeto interviniente es el banco pagador (se vincula con el provee-
dor), encargado de gestionar la liquidación y la percepción de las ventas efec-
tuadas con tarjetas de débito y crédito, y en el que se acreditan los pagos a
favor del proveedor.
También cabe computar los contratos que celebran emisores y proveedores
con las empresas de verificación electrónica de tarjetas y expedición informati-
zada de los comprobantes, para la validación de los pagos electrónicos.
736
OM
ciones. En primer lugar, no puede disimularse la seria deficiencia en la técnica
legislativa empleada, desde la propia estructura metodológica de la ley, los
títulos asignados a los capítulos, las contradicciones del articulado, y la pobre
redacción de varias de sus normas. Asimismo, algunas carencias en áreas de
interés como la responsabilidad por pérdida de la tarjeta, la falta de tratamien-
to del vínculo entre administradora y emisor (y la responsabilidad emergente
frente al titular), entre otras, ponen en duda la aptitud del instrumento legal
.C
para una adecuada tutela del usuario. Como muestra palmaria de la incon-
sistencia normativa del régimen, basta citar lo preceptuado por el art. 3°, que
establece la aplicación supletoria de la LDC, contrariando todo el sistema
basado en el principio de preeminencia normativa (art. 3°, últ. párr., LDC)
DD
con jerarquía constitucional.
Precisamente, las razones señaladas tornan más imperioso aún aplicar de
las normas regulatorias del contrato de consumo (LDC y CCyC) a numerosas
cuestiones sobre las que la ley 25.065 no brinda respuestas u ofrece soluciones
endebles, como deberes de información y seguridad, publicidad, contratos
LA
1.3 Concepto
No es posible conceptualizar adecuadamente la operatoria jurídica de la
tarjeta de crédito sin reconocer que se trata de un módulo de contratos cone-
FI
xos. A tono con ello, puede definirse al sistema de tarjeta de crédito como un
complejo de contratos coligados en virtud del cual una entidad financiera o
emisor otorga al usuario, titular o tarjetahabiente un instrumento material ha-
bilitado para ser utilizado como medio de pago en la contratación de bienes o
servicios que ofrece el comercio o proveedor, y luego abonar con diferimiento
737
OM
de emisión; contrato de provisión; contrato de consumo genérico (compra-
venta, locación, servicios, etc.).
Asimismo, como hemos indicado, en el caso de las tarjetas emitidas a través
de los bancos, la función de éstos consiste en la intermediación financiera y
comercial entre la administradora y el público, por lo que la empresa adminis-
tradora no contrata directamente con el usuario. Ello no obsta a que los efectos
frente al consumidor deban ser interpretados en forma sistémica, de modo de
.C
impedir cualquier traslado injustificado de los riesgos empresariales. Si bien la
ley no regula ningún aspecto tocante a las relaciones entre administradora y
emisor, en caso de daños al usuario derivados del vicio o riesgo de la cosa o pres-
tación del servicio (p.ej., inhabilitación ilegítima de la tarjeta), la responsabili-
DD
dad alcanza en forma concurrente a ambos sujetos intervinientes en el circuito
financiero, sin perjuicio de las acciones de repetición (conf. art. 40, LDC).
Además de la tarjeta de crédito, existen otras operatorias similares con plás-
ticos identificatorios:
a) Tarjeta de compra: la expiden los propios establecimientos comerciales
LA
(art. 2°, inc. e), para realizar los débitos de las sumas correspondientes;
resulta una operatoria accesoria al contrato bancario respectivo (caja
de ahorro, cuenta corriente).
1.4 Caracteres
738
OM
c) Conmutativo: las ventajas y sacrificios de las partes quedan determina-
dos al tiempo de la celebración del contrato y son conocidas desde el inicio
(art. 968).
d) Formal: los arts. 7ª y 13 de la ley 25.065 exigen forma escrita para su
validez, con requisitos adicionales, de carácter solemne (art. 969).
e) Nominado: la regulación positiva proveniente de la norma especial le da
a la figura suficiente tipicidad legal (art 970).
.C
f ) De ejecución continuada: los efectos del contrato se prolongan en el
tiempo.
Los contratos de emisión y provisión de tarjeta de crédito responden al tí-
pico modelo predispuesto, sometido a condiciones generales de contratación,
DD
lo que conduce a la aplicación de las reglas hermenéuticas y de control de
inclusión y contenido de los contratos por adhesión (arts. 985 a 989, CCyC).
Asimismo, el contrato de emisión es un vínculo de consumo (arts. 1º, 2º y
36, LDC).
LA
2. Elementos propios
2.1 Consentimiento: partes y sujetos; perfeccionamiento
Al inicio de este capítulo hemos identificado a todos los sujetos que for-
man parte de las distintas relaciones jurídicas coligadas que componen el sis-
FI
739
OM
2.2 Forma escrita y contenidos mínimos
El contrato de emisión debe ser celebrado por escrito (conf. arts. 6° a 8°),
con las siguientes formalidades adicionales:
a) Firma del titular y de personal apoderado del emisor; cuando se em-
plean instrumentos generados por medios electrónicos, este requisito
queda satisfecho si se utiliza cualquier método que asegure la autenti-
cidad e integridad.
.C
b) Pluralidad de ejemplares para las partes, y en su caso, para el fiador y
el usuario adicional o autorizado (art. 7°, inc. a).
c) Redacción clara y legible, y en particular, caracteres destacados en las
cláusulas que establezcan responsabilidad para el titular adherente
DD
(art. 7°, incs. b y c).
d) Aprobación y registración del modelo de contrato por la autoridad de
aplicación (art. 7°, inc. d).
prescripta impide que el contrato alcance todos sus efectos respecto del consu-
midor (solemnidad relativa), en los términos del art. 969 del CCyC.
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del emisor con el titular
a) Emitir y entregar el plástico. A partir de la celebración del contrato, el
740
emisor queda obligado a emitir y facilitar al titular las respectivas tarjetas (art.
8°, párr. 1°). Se trata de un instrumento material de identificación, magnético
o de otra tecnología que asegure la inviolabilidad, y que permita identificar al
usuario mediante los siguientes recaudos (art. 5°): nombre y apellido; número
interno de inscripción; firma ológrafa; fecha de emisión y vencimiento; iden-
OM
tificación del emisor y de la entidad bancaria interviniente.
b) Enviar el resumen de operaciones. El emisor debe confeccionar y enviar
mensualmente al titular un resumen detallado de las operaciones realizadas
por el titular o sus autorizados (art. 22), por lo menos, cinco días antes del
vencimiento (art. 25, párr. 1°), y con las siguientes especificaciones impera-
tivas (art. 23): identificación del emisor y del titular y adicionales; fecha de
cierre contable del resumen actual y del posterior; fecha, número e importe de
.C
cada operación realizada; identificación del proveedor; fecha de vencimiento
del pago actual, anterior y posterior; límites de compra y de crédito; tasas de
intereses financieros y punitorios y fechas desde las cuales se aplican; monto
del pago mínimo; monto adeudado por períodos anteriores e intereses deven-
DD
gados sin capitalización; plazo para cuestionar el resumen (en lugar visible y
con caracteres destacados); monto y concepto de gastos a cargo del titular.
La falta de entrega del resumen impide que comience a correr el plazo para
el pago, y por ende, que se configure la mora del usuario; tampoco se computa
el término para deducir las impugnaciones pertinentes.
LA
741
OM
elemental como innecesario, y en cambio, haya omitido regular una cuestión
más relevante, cual es la práctica -muchas veces abusiva- de transmitir ilegíti-
mamente los efectos de una relación jurídica a la otra (p.ej., cancelar la tarjeta
de crédito a raíz del saldo deudor en otro producto; trasladar los fondos de una
caja de ahorro a una cuenta corriente para debitar el saldo de la tarjeta). La
jurisprudencia se ha pronunciado destacando, en general, que cada uno de los
contratos que celebra el cliente con el banco tiene un régimen jurídico propio
.C
e independiente que no puede ser alterado por arbitrio de la entidad bancaria.
g) Respetar los límites a las tasas de interés. La ley 25.065 dispone topes
para las tasas de interés, tanto compensatorio o financiero como punitorio. En
el caso de los primeros, el art. 16 dispone que no pueden superar en más de
DD
un 25% la tasa que percibe el banco en operaciones de préstamos personales,
o al promedio de tasas del sistema publicadas por el BCRA, en el supuesto de
los emisores no bancarios. Respecto de los intereses punitorios, la tasa no debe
exceder en más de un 50% a la efectivamente aplicada en concepto de interés
compensatorio (art. 18).
LA
742
cada día de demora en la efectiva cancelación o acreditación del pago (art. 36).
En el caso de las operaciones efectuadas con tarjetas de débito, la acredita-
ción de los importes correspondientes en la cuenta del establecimiento adhe-
rido tiene que hacerse dentro de los tres días hábiles (art. 15).
b) Mantener una corriente de información. Dentro de las diversas y diná-
OM
micas facetas de la obligación informativa en el contrato de provisión, se des-
tacan el deber de comunicarle acerca del régimen de pérdidas y sustracciones
al que se encuentra sujeto el proveedor en garantía de sus derechos (art. 32,
inc. b) y de informarle de manera constante sobre las cancelaciones de tarjetas
(arts. 32, inc. c, y 33).
c) Suministrar instrumentos de identificación. Para una correcta operato-
ria que permita a los usuarios individualizar los comercios adheridos, el emisor
.C
debe proporcionarle los materiales pertinentes (art. 32, inc. a).
d) Autorizar las operaciones. El emisor debe autorizar (o en su caso, dene-
gar) las operaciones que el proveedor le solicite, mediante la implementación
de un sistema de terminales electrónicas (art. 35).
DD
e) Acatar el tope de aranceles. Así como se imponen límites a las tasas
de interés que cobran los emisores a los usuarios, el art. 15 fija también un
tope máximo para las comisiones y cargos a los proveedores, del 3% sobre los
importes de las liquidaciones presentadas por éstos, y del 1,5% en caso de
tarjetas de débito, con prohibición de establecer aranceles diferenciados entre
LA
743
OM
b) Pagar los cargos administrativos. De conformidad con los términos esti-
pulados en el contrato, el titular se compromete a abonar los cargos operativos
(p.ej., emisión de tarjetas y adicionales, envío del resumen) y de permanencia
(renovación de tarjetas).
.C
crédito no puede rehusar las operaciones propuestas por los clientes titulares
de tarjetas mediante el uso de éstas, mientras cumplan con las disposiciones
de la ley (art. 37, inc. a).
b) Verificar la identidad del titular. En toda operación efectuada con tar-
DD
jeta de crédito, es un deber del proveedor de bienes y servicios constatar que
el portador del plástico empleado para el pago es su titular (art. 37, inc. b),
mediante la exhibición del documento de identidad.
c) No fijar precios diferenciados. La ley le impide al proveedor establecer
precios diversos entre las operaciones realizadas al contado y con tarjeta de
LA
4. Efectos particulares
4.1 Cobro del saldo deudor impago
Una vez confeccionado el resumen de cuenta y recibido por el usuario, éste
se obliga a abonar la liquidación dentro del término fijado a tal efecto. Sin
embargo, existen efectos anormales que se derivan del cuestionamiento del
resumen por el titular, o directamente, de su falta de pago. Analizaremos esta
744
OM
Es dable segmentar este régimen en etapas sucesivas: a) para abrir el pro-
cedimiento de impugnación, el titular debe detallar claramente el error atri-
buido a la liquidación practicada por el emisor en el término de treinta días
contados desde la recepción del resumen, bastando una nota simple girada al
emisor (art. 26); b) el emisor debe acusar recibo de la impugnación dentro de
los siete días de recibida (art. 27); c) dentro de los quince días siguientes a ello
(sesenta, en el caso de operaciones realizadas en el exterior), debe proceder a
.C
corregir el error, o bien, a explicar claramente la exactitud de la liquidación,
con aporte de copias de los comprobantes o fundamentos que la avalan (art.
27); d) recibidas las explicaciones del emisor que confirman la liquidación,
el usuario cuenta con siete días para objetarlas (art. 29, párr.1°); e) habiendo
DD
mediado nueva observación del titular, el emisor debe “resolver la cuestión en
forma fundada” en el plazo de diez días hábiles, “vencidos los cuales quedará
expedita la acción judicial para ambas partes” (art. 29, párr. 2°).
Mientras este procedimiento impugnatorio se encuentra en curso, el titu-
lar (y en su caso, los adicionales) tiene derecho a seguir usando la tarjeta de
LA
crédito, pero no queda relevado de abonar el pago mínimo por los rubros no
cuestionados de la liquidación (art. 28). El pago del mínimo que figura en el
resumen durante la sustanciación de la impugnación, no implica la aceptación
del resumen practicado por el emisor (art. 30).
Como se advierte a primera vista, el procedimiento creado por la ley dista
mucho de ser sencillo y ágil. Pero lo más criticable no es ello, sino las conse-
FI
745
OM
nados. Es evidente que ello no satisface una adecuada tutela del usuario, que
al no poder ventilar defensas de origen causal en el marco del juicio ejecutivo,
se vería precisado a promover en forma paralela otra acción para lograr la
revisión de los cargos. Estamos convencidos que la norma debió impedir ex-
presamente la preparación de la vía ejecutiva en la hipótesis aquí comentada.
4.1.2 Vía procesal para la acción judicial
La jurisprudencia especializada da cuenta de una dilatada controversia en
.C
torno a la vía procesal para el cobro de los saldos deudores de la tarjeta de
crédito. Haremos una breve reseña de la evolución sobre el tema hasta llegar a
la solución positiva vigente según la ley 25.065.
En una primera etapa, los emisores pretendieron asignar sin más el carácter
DD
de título ejecutivo al resumen de cuenta, a partir de considerarlo aceptado tá-
citamente ante la falta de impugnación del deudor. Sin embargo, dicho instru-
mento no figuraba entre los títulos pasibles de ejecución en los códigos rituales
u otras leyes especiales, ni tampoco era factible su asimilación al certificado
de saldo deudor de cuenta corriente bancaria del art. 793 del viejo C.Com.
LA
der a su cierre inmediato (por esta razón, la doctrina las denominó “cuentas
instantáneas”), sólo para dar ejecutividad a la deuda, comportamiento que
implicaba un abuso y desnaturalización del instituto de la cuenta corriente
bancaria. Los tribunales restaron validez a este tipo de estipulaciones, dando
lugar incluso a la doctrina plenaria del fuero comercial (“Compañía Financie-
746
OM
cutividad directa del saldo deudor de tarjeta de crédito, confiere a los emisores
la facultad de preparar la vía ejecutiva de conformidad con las normas procesa-
les de cada jurisdicción, mediante la citación del deudor a reconocer judicial-
mente los documentos integrativos del título, a saber: el contrato de emisión
(el usuario debe reconocer o desconocer su firma inserta en él) y el resumen
de cuenta. Asimismo, el emisor debe acompañar sendas declaraciones juradas
sobre inexistencia de denuncia por extravío o sustracción y sobre ausencia de
.C
cuestionamiento fundado y válido del resumen, en los términos de los arts. 27
y 28. Cumplidos tales recaudos, queda habilitada la acción ejecutiva para el
cobro de la liquidación.
Según se observa, el legislador decidió prescindir de los cupones o compro-
DD
bantes de las operaciones como soporte instrumental para el juicio de cobro,
en consonancia con el criterio jurisprudencial que había validado la práctica
de los emisores de proceder a su destrucción al cabo de cierto tiempo.
De manera acertada, y en línea con la jurisprudencia relevada, la ley veda
en forma expresa el cobro ejecutivo directo de los saldos, y también impide
LA
que ello pueda hacerse a través de cuentas corrientes abiertas a ese fin exclusivo
(art. 42) o mediante cláusulas contractuales que permitan la ejecución directa
(art. 14, inc. h). En suma, el emisor sólo puede emplear el procedimiento
preparativo de la instancia ejecutiva previsto por el art. 39.
Una hipótesis no prevista por la ley es la inclusión de conceptos de tar-
jeta de crédito en el saldo final de una cuenta corriente bancaria genuina u
FI
747
OM
Corresponde analizar las consecuencias de los consumos ilegítimos reali-
zados por terceros como consecuencia de la pérdida o desapoderamiento del
plástico.
Como adelantamos, es desafortunado el tratamiento tangencial y casi mar-
ginal que este tópico tiene en la ley. El art. 6°, incs. i y j, impone incluir en el
contrato la descripción del procedimiento, responsabilidades y cobertura en
caso de pérdida o sustracción, lo que importa un mero reenvío a la autonomía
.C
de la voluntad (por no decir, a la decisión del emisor predisponente). En otra
norma, se sanciona con nulidad las cláusulas que imponen costos por informar
la no validez de la tarjeta por pérdida o sustracción (art. 14, inc. d). Por últi-
mo, el art. 51 obliga al emisor a arbitrar los medios para la recepción telefónica
DD
de denuncias durante las veinticuatro horas del día, mediante registración con
hora y número correlativo. Ninguna de las disposiciones comentadas resuelve
el problema de la atribución de responsabilidad por los cargos fraudulentos.
En la práctica, la tendencia de las cláusulas contractuales consiste en dis-
poner que el titular se libera de responsabilidad por los consumos efectuados
LA
desde la hora cero del día en que se formula la denuncia por la pérdida del
plástico. Este tipo de condición hacer cargar al usuario con las contingencias
derivadas del robo o extravío del instrumento (cuando no lleva a cabo la de-
nuncia dentro de la jornada en curso), como una asunción voluntaria del caso
fortuito o fuerza mayor (art. 1733, inc. a, CCyC).
Mayormente se ha entendido que la cláusula así concebida representa una
FI
razonable distribución de los riesgos y cargas para las partes y que es un mecanis-
mo idóneo para la evitación de fraudes. No obstante, es preciso valorar en cada
supuesto particular el rigor de la estipulación, de modo que no represente un
injustificado traslado de riesgos al consumidor en función de las circunstancias
concretas (p.ej., cuando el hecho ocurre en horario muy cercano al fin del día).
748
OM
contrario.
Tampoco es admisible desplazar las consecuencias económicas del hecho al
proveedor, a quien la entidad emisora le autoriza inicialmente la operación y
luego se la debita a través de un “contracargo”, por lo menos, mientras no se
pruebe la connivencia de aquél en el ilícito.
No debe escaparse que es el ente financiero quien debe contar con los
medios tecnológicos idóneos para la detección del fraude. En este orden, pesa
.C
sobre el emisor el deber legal de proveer a la inviolabilidad del sistema y del
propio plástico (art. 5º, inc. f ), como una especial obligación de seguridad que
refuerza el deber genérico de indemnidad plasmado en las normas de protec-
ción del consumidor.
DD
4.3 Controversias entre titular y proveedor: promociones combinadas
Puede sostenerse sin hesitaciones que las relaciones entre el titular y el
establecimiento adherido al sistema, y por ende, las controversias que de ellas
pudieran derivarse (v.gr., incumplimiento en la calidad del producto adqui-
LA
proveedor.
El precepto permite atribuir responsabilidad al emisor que impulsa la co-
mercialización de un producto o servicio o directamente insta a contratar con
cierto proveedor, a través del ofrecimiento de una ventaja comparativa (des-
cuentos en el precio por el pago con tarjeta, bonificaciones, etc.) No se trata
de una mera publicidad que se hace del proveedor o de la prestación, sino que
es menester una inducción hacia un determinado consumo mediante el uso
de la tarjeta. Estas promociones combinadas entre emisor y proveedor permi-
ten inferir un interés económico subyacente de ambas partes, y ello es lo que
justifica la imposición de corresponsabilidad.
El texto legal establece que en dichas prácticas el emisor garantiza “la cali-
dad del producto o del servicio”, sin aclarar cuál es el alcance de dicha garantía.
Una interpretación amplia en razón de los intereses resguardados, abarcaría la
749
OM
gociales favorecen la inclusión de ciertas cláusulas lesivas de los derechos del
usuario. Examinaremos las más habituales.
a) Modificación unilateral del contrato. Por medio de esta estipulación la
entidad emisora se reserva la facultad de alterar el contenido del contrato a su
arbitrio.
No es necesario ahondar demasiado para concluir que esta cláusula, típica
de todo contrato predispuesto, vulnera el equilibrio de los derechos y obliga-
.C
ciones de las partes en perjuicio del consumidor, cuando implica la modifica-
ción de condiciones esenciales. La ley 25.065 la sanciona expresamente con la
nulidad (art. 14, inc. b).
La cláusula suele ser empleada para distintos propósitos de exclusivo inte-
DD
rés del emisor, a saber: aumentar o disminuir unilateralmente los límites de
compra y de crédito; incorporación de cargos no pactados; etc.
b) Apoderamiento compulsivo. Con el objeto de sustituir la voluntad del
consumidor para la concreción de distintos actos durante la ejecución del
contrato, se le impone al usuario un representante, incluso bajo condición de
LA
750
OM
Para abordar esta hipótesis de abuso, es menester discriminar las situa-
ciones fácticas que pueden presentarse y que han sido identificadas en sede
judicial. Si el usuario de una extensión no suscribió la solicitud de adhesión,
ni siquiera podría responsabilizárselo por sus propios consumos. Y aun en ese
caso, a falta de una convención expresa, el adicional no queda obligado frente
al emisor, por lo que la responsabilidad recae exclusivamente sobre el titular
(conf. art. 2°, inc. b). Cuando el adherente, además de suscribir el contrato,
.C
asume en forma expresa el carácter de garante o codeudor solidario, su obli-
gación sólo queda limitada a los consumos realizados con su tarjeta, siempre
que la cláusula respectiva esté redactada mediante el empleo de caracteres des-
tacados o subrayados (art. 7°, inc. c). Opinamos que una solución diversa
DD
resultaría desnaturalizadora de las obligaciones y sumamente gravosa, ya que
el usuario adicional no es deudor del sistema, sino beneficiario de la prestación
crediticia instituida a su favor por el titular.
e) Otras cláusulas prohibidas por la ley. Además de las especies comenta-
das, la ley sanciona con la nulidad las siguientes cláusulas: las que imponen
LA
un monto fijo por atrasos en el pago del resumen (art. 14, inc. c); las que
establecen costos por informar la no validez de la tarjeta (art. 14, inc. d); las
que autorizan al emisor a la rescisión unilateral incausada (art. 14, inc. f ); las
que permiten la habilitación directa de la vía ejecutiva (art. 14, inc. h); las que
importan prórroga a la jurisdicción establecida por la ley (arts. 14, inc. i, y 52);
las que implican exoneración de responsabilidad del emisor (art. 46).
FI
5. Extinción
El contrato de emisión de tarjeta de crédito concluye regularmente con
el vencimiento del plazo pactado para su vigencia. Se autoriza la prórroga
automática del término convencional mediante estipulación expresa, que el
titular puede dejar sin efecto por notificación fehaciente con treinta días de
antelación al vencimiento (art. 10).
751
OM
anterioridad a la rescisión.
También procede la extinción parcial del vínculo respecto de los adiciona-
les o beneficiarios de extensiones por voluntad del titular, notificada de modo
fehaciente (art. 12).
Por último, se produce la terminación del contrato en caso de resolución,
motivada en el incumplimiento de cualquiera de las partes, en el fallecimiento
del usuario, y en la quiebra o liquidación del emisor o de la administradora.
.C
DD
LA
FI
752
leaSing
1. Nociones introductorias
753
OM
obsolescencia.
También son apreciadas sus ventajas desde el punto de vista tributario. En-
tre otros beneficios, cabe computar que el objeto no se incorpora al dominio
del tomador en un principio, de modo tal que el bien no queda alcanzado por
el impuesto al patrimonio. Por otro lado, el pago del canon es un gasto que
puede ser aplicado como deducción impositiva.
Por estas razones, hemos preferido tratar este instituto en el marco de los
.C
contratos de financiamiento, en la inteligencia de que la finalidad económica
crediticia es el rasgo prevalente de la operación jurídica. No obstante, el Códi-
go Civil y Comercial le ha dispensado un encuadre metodológico dentro del
grupo de contratos de cambio, a continuación de la locación.
DD
1.2 Antecedentes normativos
La amplia tradición jurídica en países como Estados Unidos contrastaba
con la escasa utilización en el ámbito local de la entonces atípica figura del lea-
sing, sólo mencionada en la Ley de Entidades Financieras. Ello y la posterior
LA
754
OM
De acuerdo con el art. 1227, “en el contrato de leasing el dador conviene
transferir al tomador la tenencia de un bien cierto y determinado para su uso y
goce, contra el pago de un canon y le confiere una opción de compra por un precio”.
En procura de un concepto más completo, cabe entender por leasing el con-
trato en virtud del cual una de las partes (dador) se obliga a transferir a la otra
(tomador) la tenencia de un bien determinado para su uso y goce, a cambio
de un canon periódico en dinero, con derecho de opción de compra a favor
.C
del tomador, contra el pago de un valor residual.
Tal como surge de la descripción conceptual de la figura, el contrato tie-
ne dos etapas temporales sucesivas: un primer período de naturaleza locativa
y una segunda fase asimilable a la compraventa. Por tal razón, el art. 1250
DD
dispone que se aplican subsidiariamente al leasing las reglas compatibles de
la locación hasta el momento que el tomador abona la totalidad del canon y
ejerce la opción de compra con pago del precio, excluyéndose las disposiciones
relativas a plazos mínimos y máximos. Una vez ejercida la opción de compra,
son aplicables en subsidio las reglas compatibles de la compraventa para la
LA
1.4 Caracteres
Del análisis de la figura contractual se desprenden los caracteres jurídicos
que la definen.
a) Bilateral: ambas partes se obligan recíprocamente desde el perfecciona-
755
OM
goce del bien y de pago del canon de amortización se cumplen durante un
tiempo considerable.
En la práctica, el leasing exhibe la característica de predisposición del con-
tenido a cargo del dador, sujeta a la adhesión por parte del tomador. Resultan
aplicables las disposiciones de los arts. 984 a 989.
Asimismo, el acto pertenece al campo normativo de las relaciones contrac-
tuales de consumo cuando el tomador resulta el destinatario final de los bienes
.C
objeto del leasing, no así en los casos que son integrados en forma específica
al proceso de producción o de comercialización del tomador. En los supuestos
de leasing financiero de consumo son de especial aplicación las prescripciones
del art. 36 de la LDC, y en consecuencia, se imponen al dador los requeri-
DD
mientos informativos de la transacción, las disposiciones sobre conexidad con-
tractual y las reglas imperativas en punto a la competencia territorial. Veremos
en el acápite respectivo cómo ciertas soluciones del Código colisionan con las
reglas indisponibles del bloque normativo de consumo.
LA
1.5 Especies
Dependiendo de los sujetos intervinientes y de la finalidad que persigue la
operación, el contrato de leasing admite diversas modalidades posibles. Ana-
lizaremos en este acápite las que han sido receptadas por el ordenamiento
positivo.
1.5.1 Leasing operativo
FI
756
OM
de compraventa o suministro, a fin de su posterior entrega al tomador. Así, el
financista se convierte en dador en el contrato de leasing que celebra con el
tomador, del cual el proveedor no es parte.
Por lo general, el plazo del leasing financiero es mayor que el del operativo,
ya que tiende a coincidir con la vida económica del bien.
1.5.3 Retroleasing (sale and lease-back).
Por oposición a los supuestos anteriores, la finalidad típica de la operación
.C
de leasing bajo la modalidad conocida como “sale and lease-back” es el acceso
al crédito y no la adquisición de un bien. El interesado, que ya cuenta con
un bien de capital, lo vende al financista y el precio que percibe le permite
satisfacer su necesidad de liquidez. Al mismo tiempo, para mantener el bien
DD
ininterrumpidamente afectado a la explotación productiva y permitirle su fu-
tura readquisición, el financista (dador) se lo cede en leasing.
No faltan las críticas al retroleasing, por ser un mecanismo de garantía anó-
mala que produce la apropiación directa de la cosa por el acreedor, y además
puede facilitar la cobertura de préstamos usurarios (situación análoga a la del
LA
2. Elementos propios
FI
2.1 Objeto
2.1.1 Bienes comprendidos. Modalidades de elección del bien
El objeto del leasing ha sido concebido con amplitud. Así lo refleja el art.
1228. La prestación a cargo del dador puede consistir en la entrega de diversas
757
Se exige en todos los casos que los bienes sean de propiedad del dador, o
en su defecto, que éste tenga facultades suficientes para darlos en leasing. En
cuanto a este punto, que atañe a la legitimación para ser dador, el art. 1231
describe las distintas formas posibles de adquisición u origen del bien.
Una modalidad elemental consiste en que el bien sea de propiedad del
OM
dador con anterioridad a su vinculación contractual con el tomador (inc. d),
situación que se ajusta puntualmente al leasing operativo, donde el dador es el
mismo proveedor del bien.
Asimismo, se admite: que el dador adquiera el bien de la persona indicada
por el tomador (inc. a); que el dador adquiera el bien según especificaciones
técnicas, catálogos, folletos o descripciones provistos por el tomador (inc. b);
que el tomador adquiera el bien y luego ceda al dador su posición contractual
.C
en el contrato de compraventa (inc. c). Las tres modalidades corresponden al
leasing financiero y suponen, en el primer caso, la individualización del pro-
veedor requerido para la compra del bien, en el segundo, la descripción de las
características específicas del bien a fin de que dador lo procure mediante la
DD
elección del proveedor que considere conveniente, y en el último supuesto, la
adquisición original por el propio interesado, y la posterior la transmisión de
sus derechos en el contrato de compraventa celebrado con el proveedor, para
que el dador lo sustituya y le financie la compra del bien mediante el leasing.
Otra alternativa contemplada es la adquisición del bien por el dador al
LA
tomador (inc. e), lo que atañe a la modalidad de retroleasing o “sale and lea-
se-back”.
Finalmente, se prevé la hipótesis de que el bien esté “a disposición jurídica
del dador por título que le permita constituir leasing” (inc. f ). Aun cuando el
texto no es suficientemente claro sobre el alcance prescripto, se entiende que
está dirigido a reconocer la posibilidad de constituir un contrato derivado del
FI
758
OM
del canon periódico los servicios y accesorios necesarios para el diseño, insta-
lación, puesta en marcha y puesta a disposición de los bienes dados en leasing.
Bajo esta modalidad, el tomador tiene la posibilidad de financiar la totalidad
del monto correspondiente a la operación.
Durante el transcurso del plazo contractual el bien se va amortizando, de
manera tal que al momento de completarse el pago del canon, el dador en-
cuentra compensado el menor valor del activo físico, además de recuperar y
.C
hacer rendir el activo financiero.
También resulta parte de la retribución el valor residual, que no es otra
cosa que la suma de dinero que debe abonar el tomador al dador en caso de
optar por la compra del bien objeto del leasing. Según dispone el art. 1230, el
DD
precio de ejercicio de la opción de compra puede ser determinado o determi-
nable. En el primer supuesto, las partes estipulan el valor residual en un cierto
importe, que puede consistir en la estimación anticipada del valor del bien a
la extinción del contrato; mientras que en el segundo caso, dador y tomador
convienen en el contrato el procedimiento o las pautas para su oportuna cuan-
LA
tificación (p.ej., diferencia del valor del bien entre el inicio del contrato y al
tiempo de la opción de compra, fijación por un tercero, etc.).
Pese a este perfil excesivamente flexible que le confiere al contrato el CCyC,
la determinación del valor residual y las condiciones convencionales para el
ejercicio de la opción de compra no pueden redundar en una desnaturaliza-
ción del contrato, tal como lo advierte con agudeza un muy añejo criterio
FI
jurisprudencial (fallo “Singer c/Chacra” del año 1913), lo que ocurre, por
ejemplo, cuando el tomador se convierte en dueño recién con el pago de la
última cuota, o cuando el valor residual es meramente simbólico o irrisorio, de
modo de colocar al tomador en situación de virtual cautividad. En tales casos,
se pone en crisis la calificación del contrato como leasing por desviación de
los fines típicos del acto y la operación jurídica debe interpretarse como una
compraventa en cuotas.
759
OM
los instrumentos privados) es un recaudo imprescindible para posibilitar la
necesaria inscripción del contrato.
En cuanto a la formalidad especial exigida para las operaciones de leasing
sobre inmuebles, buques y aeronaves, creemos que tiene el mismo rango de
solemnidad relativa, habida cuenta la falta de una sanción de nulidad para
el caso de omisión, lo que torna operativa la conversión del negocio en una
promesa de elevar el acto a escritura pública.
.C
Más allá de los efectos entre partes según la formalidad prevista en cada
caso, a los fines de su oponibilidad frente a terceros, y particularmente frente
a acreedores, el contrato debe inscribirse en el registro correspondiente (arts.
1234, párr. 2°, y 1237). Las derivaciones sustanciales de esta cuestión serán
DD
analizadas más adelante.
Por lo pronto, diremos que el CCyC ha regulado en los arts. 1234 a 1236
diversos aspectos instrumentales relativos a la registración del contrato que
desglosaremos: a) registro competente: es el que corresponde a la naturaleza
de los bienes que constituyen su objeto (inmuebles, buques, aeronaves, auto-
LA
software, las de la Ley de Prenda con Registro y las que rigen el funciona-
miento del Registro de Créditos Prendario; c) plazo para la inscripción: puede
efectuarse a partir de la celebración del contrato, con prescindencia de la fecha
en que corresponda hacer entrega de la cosa objeto de la prestación compro-
metida; para que produzca efectos contra terceros desde la entrega del bien,
la inscripción debe solicitarse dentro de los cinco días hábiles posteriores; pa-
sado ese término, el efecto se produce desde que el contrato se presenta para
su registración; d) vigencia de la inscripción: la inscripción se mantiene por
diez años, excepto en el caso de inmuebles, que dura veinte años; en ambos
supuestos puede renovarse antes de su vencimiento, por rogación del dador o
por orden judicial; e) publicidad de la inscripción: el registro debe expedir cer-
tificados e informes; el certificado sobre determinado bien que no indique de
la inscripción de un contrato de leasing tiene eficacia legal hasta veinticuatro
760
OM
registrables y software rigen las reglas dispuestas por los arts. 1244 a 1246,
algunas de las cuales llaman la atención por ser de neto corte administrati-
vo, impropias del ordenamiento civil. Según dichas normas, la cancelación
procede por orden judicial dictada en un proceso con participación del da-
dor o a petición del dador o su cesionario. El tomador sólo puede solicitar
la cancelación de la inscripción si acredita haber cumplido con los recaudos
para ejercer la opción de compra, haber depositado la totalidad del canon y
.C
el valor residual, haber interpelado fehacientemente al dador por quince días
hábiles, y haber cumplido con las demás obligaciones a su cargo. En lo que
atañe al procedimiento, una vez solicitada la cancelación, el encargado del re-
gistro debe notificar al dador por carta certificada en el domicilio constituido
DD
en el contrato, y si éste manifiesta conformidad o no formula observaciones
dentro de los quince días hábiles, se cancela la inscripción; si el dador formula
observaciones o el encargado estima insuficiente el depósito, lo comunica al
tomador, quien queda habilitado para ejercer las acciones pertinentes.
LA
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del dador
a) Adquirir el bien indicado por el tomador. En el leasing financiero, el
dador se compromete a comprar los bienes requeridos por el cocontratante
FI
to del leasing al tomador para que éste pueda ejercer el uso y goce (art. 1227).
Por aplicación subsidiaria de las reglas del contrato de locación (art. 1250), y
a falta de disposiciones especiales, corresponde remitirse a todas las cuestiones
pertinentes a la obligación de entrega previstas para ese contrato, en cuanto a
condiciones de estado, tiempo, lugar y demás circunstancias.
Esta obligación es esencial en el leasing operativo, en el que el dador es
fabricante, importador, vendedor o constructor del bien, y no consiente una
dispensa contractual (art. 1232, párr. 2°). Sin embargo, el art. 1232, párr. 1°,
761
OM
obligación de entrega, excepto pacto en contrario (art. 1232, párr. 3°).
c) Garantizar por saneamiento. Siendo el leasing un contrato oneroso,
resulta a cargo del dador la responsabilidad emergente por la obligación de
saneamiento por evicción y vicios redhibitorios con relación al bien que cons-
tituye el objeto de la prestación. Cuando se trata del leasing operativo, la ley
consagra una excepción a la regla general de supletoriedad o disponibilidad de
la garantía: se tiene por ineficaz cualquier cláusula de liberación de responsa-
.C
bilidad (art. 1232, párr. 2°).
En cambio, se admite la dispensa convencional de la obligación de sanea-
miento a favor del dador en el caso del leasing financiero (art. 1232, párr.
1°). En la modalidad de retroleasing directamente no hay responsabilidad del
DD
dador por saneamiento, a menos que se acuerde lo contrario entre las partes
(art. 1232, párr. 2°).
Más allá de estas variables, el dador debe abstenerse de todo acto u omisión
que importe la perturbación del uso y goce pacífico del bien que confiere al
tomador.
LA
762
OM
dinarios. El tomador se obliga a mantener el bien objeto del leasing en buen
estado, lo que supone, entre otros deberes, no abandonarlo, no deteriorarlo y
efectuar las reparaciones que resulten menester.
En particular, se impone al tomador el pago de los gastos ordinarios y
extraordinarios de conservación y uso, incluyendo seguros, impuestos y tasas
que recaigan sobre los bienes y las sanciones ocasionadas por su uso, excepto
convención en contrario (art. 1232, párr. 1°). Como se aprecia, el rigor de
.C
esta obligación es mayor que la que rige para el locatario en el contrato de
locación, lo que se explica en la función predominantemente financiera del
leasing. La obligación de contratar seguros (patrimonial, de responsabilidad
civil, etc.) y correr con sus costos da cuenta del desplazamiento al tomador de
DD
los riesgos provenientes del caso fortuito que pudieran afectar al bien.
Otro deber accesorio a la obligación tratada es el de permitir al dador la
inspección o verificación del estado y condiciones de uso del bien durante la
etapa locativa del contrato.
d) No trasladar los bienes muebles. Siendo que el bien sujeto a leasing
LA
cumple una función de garantía con relación al crédito otorgado por el dador,
cuando se trata de bienes muebles se impone al tomador la obligación de man-
tenerlos en el lugar en que deben encontrarse según lo estipulado en el contra-
to, excepto conformidad expresa del dador para su desplazamiento, otorgada
por escrito; en tal supuesto, el traslado puede efectuarse una vez inscripta esta
circunstancia, así como la conformidad del dador (art. 1236). La situación es
FI
del leasing. Ello luce sobreabundante con sólo considerar que el tomador no
tiene sino un derecho personal de uso y goce del bien, y un acto de disposición
importaría transmitir un derecho mejor o más extenso. En todo caso, la venta
o el gravamen resultan inoponibles al dador, quien tiene acción reivindicato-
ria y poder de secuestro sobre la cosa mueble que se encuentre en poder de
cualquier tercero, sin perjuicio de la responsabilidad del tomador (art. 1239).
Aquí la reivindicación procede, aunque el tercero adquirente sea de buena fe
y a título oneroso.
763
OM
caso el locatario puede pretender derechos sobre el bien que impidan o limiten
en modo alguno los derechos del dador. Esta disposición debe interpretarse en
consonancia con las reglas que rigen la sublocación de los arts. 1213 a 1216.
f ) Restituir el bien. Si el tomador no ejerce la opción de compra, queda
obligado a devolver el bien al dador al vencimiento del término contractual.
Por aplicación supletoria de las normas sobre locación, y en ausencia de esti-
pulación distinta, la restitución debe concretarse en el estado en que se recibió
.C
el bien, excepto los deterioros provenientes del mero transcurso del tiempo y
de su uso regular (art. 1210).
g) Pagar el valor residual. En el supuesto de optar por la compra del bien,
el tomador debe abonar al dador el valor residual según las pautas establecidas
DD
en el contrato.
El dador puede ceder el crédito proveniente del precio de la opción de
compra, sin perjuicio de los derechos del tomador en cuanto a su ejercicio
(art. 1247).
LA
4. Efectos particulares
4.1 Opción de compra y transmisión del dominio
Puede afirmarse que el leasing lleva ínsito un contrato de opción en los
términos del art. 996 del Código, cuya virtualidad consiste en otorgar al to-
FI
764
OM
pública en los bienes inmuebles, inscripción registral en los automotores, etc.),
a cuyo efecto las partes deben otorgar la documentación y efectuar los demás
actos necesarios (art. 1242). El pago del precio correspondiente al ejercicio de
la opción no es propiamente un requisito para la transmisión dominial, sino
más bien un recaudo necesario para que el tomador pueda exigirla, ya que, de
otro modo, podría intervertir el título por su sola voluntad, dada que el bien
se encuentra en su poder.
.C
4.2 Pactos de exclusión de responsabilidad
En la misma línea inaugurada por la precedente ley 25.248, que a su vez
había seguido el sistema de la Convención de Unidroit, el art. 1232 regula
DD
ciertos efectos del contrato de leasing con la mirada puesta en los intereses del
dador financiero. Prescribe que en los casos de leasing financiero (art. 1231,
incs. a, b y c), el dador cumple su obligación sólo con adquirir los bienes indi-
cados por el tomador, a partir de lo cual, éste puede reclamar del vendedor, sin
necesidad de cesión, todos los derechos que emergen del contrato de compra-
LA
venta. Hasta aquí podría decirse que la disposición tiene un sentido práctico
que permite al tomador procurarse los bienes objeto del leasing directamente
del proveedor, sin intervención del dador que los adquirió, teniendo en cuenta
que en estos casos la elección de los bienes o la designación del proveedor es
decidida por el mismo tomador.
Empero, el ordenamiento va mucho más allá y admite la liberación con-
FI
765
de pago del canon a favor del dador, aun cuando ni siquiera puede usar el bien
objeto del contrato. A nuestro juicio, esta situación lesiva de los derechos del
tomador debe ser abordada desde la perspectiva de la conexidad contractual,
con el objeto de facultarlo a oponer al dador la suspensión del cumplimiento
por la inejecución de la prestación a cargo del proveedor del bien (art. 1075).
OM
A mayor abundamiento, cuando el leasing financiero es celebrado con un
tomador que reviste la calidad de destinatario final, la regla establecida por el
art. 1232 es incompatible con el sistema de protección del consumidor, en
razón de la preeminencia normativa de este régimen (arts. 1° y 3°, LDC, y
1094, CCyC), lo que nos lleva a concluir que cualquier pacto exonerativo de
responsabilidad (tanto por la obligación de entrega como la de saneamiento)
debe tenerse por no convenido (arts. 37, LDC, y 988, CCyC).
.C
El art. 1232, párr. 2°, puntualiza que estas responsabilidades son irrenun-
ciables en el leasing operativo (art. 1231, inc. d), lo que resulta razonable ya
que el dador es el fabricante, importador, vendedor o constructor del bien.
Por último, en el caso del leasing bajo la modalidad de sale and lease-back
DD
(art. 1231, inc. e), el dador no responde por la obligación de entrega ni por la
garantía de saneamiento, excepto pacto en contrario (art. 1232, párr. 3°). La
lógica de esta solución es que el tomador es el dueño original, que mantiene la
tenencia del bien y conoce su situación material y jurídica.
LA
766
OM
dador o al tomador.
En caso de concurso o quiebra del dador, se prevé que el contrato continúa
por el plazo convenido, sin afectar el derecho del tomador de ejercer la opción
de compra en el tiempo previsto. La medida es loable, ya que protege los de-
rechos del tomador en el leasing.
Cuando la situación de cesación de pagos involucra al tomador, es menes-
ter distinguir entre la quiebra y el concurso. En el primer supuesto, el síndico
.C
actuante en el proceso judicial puede optar por la continuidad del leasing en
las condiciones pactadas o por la resolución contractual, dentro del término
de sesenta días desde que se decretó la quiebra.
En el marco de un concurso preventivo, el tomador tiene la misma opción
DD
antes descripta, la que debe ejercerse en las condiciones previstas por el art. 20
de la Ley de Concursos y Quiebras (N° 24.522), a saber: a) plazo de treinta
días desde la apertura del concurso; b) autorización judicial, previa vista al
síndico; c) derecho del cocontratante (dador) de exigir el cumplimiento de las
prestaciones adeudadas a la fecha de presentación en concurso, bajo apercibi-
LA
miento de resolución.
En caso de silencio dentro del término pertinente en cada caso, el contrato
se considera resuelto de pleno derecho; en tal hipótesis, el tomador debe res-
tituir inmediatamente el bien al dador a simple petición de éste, con la sola
exhibición del contrato inscripto, sin necesidad de trámite o verificación pre-
via, y sin perjuicio del derecho que asiste al dador de reclamar en el concurso
FI
767
La ley 24.441 había previsto en el art. 33, párr. 2°, un tope cuantitativo de
la responsabilidad civil del dador, hasta el valor de la cosa entregada en leasing
cuyo riesgo o vicio fuera la causa del daño, si las partes no hubieran podido
razonablemente haberse asegurado. Se intentaba así limitar la responsabilidad
del dador frente al damnificado en base a la medida económica del bien objeto
OM
del contrato, siempre que se hubiera contratado un seguro. A modo ejempli-
ficativo, si el objeto del leasing era un automotor, el dador sólo respondía por
el valor de dicho bien en el mercado, aunque la indemnización reconocida al
tercero hubiera sido mayor. En cambio, la responsabilidad del tomador (en
tanto guardián) seguía siendo plena.
La ley 25.248 adoptó una posición más radical aún en beneficio de los
intereses del dador. Disponía que la responsabilidad emergente del riesgo o
.C
vicio de la cosa recaía exclusivamente sobre el tomador de las cosas dadas en
leasing (art. 17). De esta forma, se pasó a un sistema de eliminación total de
la reparación a cargo del dador y con prescindencia del aseguramiento de la
responsabilidad civil a terceros.
DD
El CCyC aborda la cuestión en el art. 1243. El precepto originalmente
proyectado obligaba a contratar un seguro de responsabilidad civil que cu-
briera eficaz y razonablemente los daños causados por las cosas objeto del
leasing, como recaudo indispensable para que el dador se liberara del deber
concurrente de responder. Pero el texto finalmente sancionado dejó de lado la
LA
768
CCyC, impediría aplicar el art. 1243 en los casos de leasing de consumo, por
contraponerse a la norma imperativa del art. 40 de la LDC, en cuanto con-
sagra la responsabilidad solidaria de todos los proveedores que participan del
proceso económico del bien.
OM
5. Extinción
El contrato de leasing finaliza de modo normal al cabo del término estipu-
lado, y de modo anormal, por diversas causales de extinción anticipada, como
el incumplimiento del tomador, expresamente regulada por el Código.
.C
5.1 Vencimiento del plazo
El fenecimiento del término contractual pactado en el leasing presenta
diversas alternativas, según se ejerza o no la opción de compra. En el primer
DD
supuesto, el tomador pasa a ser el dueño del bien.
Si el tomador no opta la adquisición del bien, se abren dos vías posibles.
Una de ellas es que el leasing concluya con el vencimiento del plazo, debiendo
el tomador proceder a la restitución del bien.
El otro camino consiste en pactar la renovación o prórroga del leasing, la
que puede ser decidida por mutuo acuerdo o a opción del tomador, según las
LA
condiciones que se prevean (art. 1241). A su vez, esta extensión temporal del
contrato puede versar sobre el mismo objeto oportunamente arrendado, o
bien, es dable convenir la sustitución por otro nuevo.
769
OM
lo anterior, se confiere al tomador incumplidor, por única vez durante el con-
trato, el derecho de sanear su estado de mora dentro de un término adicional,
siempre que la falta de pago se produzca luego de cumplir -como mínimo- con
el pago de la cuarta parte del canon total. Cuando el incumplimiento acaece
antes de abonarse las tres cuartas partes del canon convenido, el tomador dis-
pone de un plazo no menor de sesenta días contados a partir de la recepción
de la intimación de pago cursada por el deudor para cancelar los períodos
.C
adeudados con más sus intereses. El término se extiende a noventa días, cuan-
do el incumplimiento ocurre después de haber pagado las tres cuartas partes
del canon. En cualquiera de los dos supuestos, si el tomador se encuentra en
condiciones contractuales de hacer ejercicio de la opción de compra, puede
DD
abonar el valor residual con sus respectivos accesorios dentro del mismo plazo.
c) Juicio de desalojo. La falta de pago del tomador (y en su caso, la persis-
tencia del incumplimiento una vez vencido el plazo de gracia antes referido),
deja expedita al dador la acción judicial para demandar el desalojo del inmue-
ble cedido en leasing.
LA
770
OM
del canon devengado hasta el período íntegro en que se produjo el secuestro,
con más la cláusula penal pactada en el contrato y sus intereses; todo ello sin
perjuicio de la acción indemnizatoria del dador, si correspondiera.
A primera vista, no parece demasiado ortodoxo que la resolución del con-
trato opere por un acto material (el secuestro del bien) y no por una manifes-
tación de voluntad; a menos que se entienda que el pedido de secuestro lleva
ínsita la declaración extintiva.
.C
Por otro lado, apuntamos que el harto expeditivo procedimiento que la
norma prevé para el secuestro puede ser avasallante para los derechos del to-
mador, quien se encuentra prácticamente a merced de la voluntad del dador,
sin poder articular ninguna defensa obstativa al curso de la acción, menos aún
DD
las de origen causal (p.ej., que la falta de pago tiene correspondencia con un
incumplimiento contractual del dador).
b) Cobro ejecutivo del canon total. La otra opción del dador consiste en
accionar por vía ejecutiva contra el tomador y sus fiadores por el cobro del ca-
non no pagado, incluyendo la totalidad del canon pendiente (si así se hubiera
LA
las facultades que consagra la norma en beneficio del dador. Pensemos, por
ejemplo, que el dador podría elegir esta opción de ejecutar todo el canon pese
a que el contrato se encuentre recién en su etapa inicial, lo que equivaldría a
percibir el pago total por anticipado.
771
factoraje
1. Nociones introductorias
FI
773
OM
cado, garantías, etc.). Este modelo de prestaciones combinadas es el receptado
por la Convención de Unidroit sobre Factoring Internacional (Ottawa, 1988).
La múltiple fisonomía que exhibe la figura hace que comparta sus elemen-
tos configurativos con otros negocios de variada índole. En efecto, desde el
punto de vista económico, el factoraje presenta las siguientes funciones: a) de
financiación: es la finalidad típica y principal, que se materializa mediante el
anticipo de fondos que el financista otorga al cliente con relación a los créditos
.C
transmitidos; b) de cambio: supone la transferencia de los derechos creditorios
a cambio de una retribución dineraria; c) de gestión: el negocio cumple una
función colaborativa, en tanto el factor se ocupa de todas las actividades ati-
nentes a la percepción de las acreencias y releva al empresario de disponer de
DD
una estructura propia para hacerlo; d) de garantía: se presenta en los casos en
los cuales la entidad financiera toma a su cargo el riesgo de la incobrabilidad
de los créditos; e) de servicios: pueden incluirse ciertas prestaciones de hacer
conexas, como asesoramiento, mercadeo, investigación, entre otras.
Cabe hacer notar que se trata de un formato escasamente arraigado en la
LA
774
OM
Hasta aquí la noción básica del contrato. Sin embargo, la misma norma
aclara que dentro del tipo negocial se admite asimismo que el factor otorgue
anticipo sobre los créditos y que asuma o no los riesgos. Luego volveremos
sobre estos aspectos.
A su vez, y como ya ha sido adelantado, la financiación sobre los créditos
puede ser complementada con diferentes servicios accesorios, como los de
administración y gestión de cobranza, o asistencia técnica, comercial o admi-
.C
nistrativa respecto de los créditos cedidos (art. 1422).
Con extraña técnica, la definición normativa pone énfasis en la obligación
del factor de adquirir los créditos y no en la del factoreado de transmitirlos, y
para mayor confusión, refiere que la adquisición se hace por un precio en di-
DD
nero, lo que presenta a la operación como un contrato de cambio, y a nuestro
parecer, impide captar la esencia financiera del negocio. Es que, en rigor, la
retribución corre a cargo del factoreado beneficiado por el financiamiento y
los servicios adicionales que le provee el factor.
LA
misión de derechos entre las partes, sustrato del contrato de cesión. No obs-
tante, y además de la diversa función económica que cumplen, difieren ambas
operaciones en varias cuestiones objetivas. En primer lugar, la cesión puede
recaer sobre distintas clases de derechos (creditorios, hereditarios, posiciones
contractuales, deudas); el factoraje atañe exclusivamente a la transferencia de
775
OM
del anticipo de los fondos correspondientes a dicha acreencia. El descuento
versa sobre créditos materializados en títulos cambiarios (letras de cambio,
cheques, pagarés). En el factoraje el soporte del crédito no suelen ser títulos
valores sino facturas comerciales. El factoraje incluye una serie de prestaciones
especializadas a cargo del agente financiero que no son propias del contrato
de descuento y que van más allá de proveerle liquidez a la empresa factoreada.
En el descuento, la transmisión del crédito se hace para pagar el financiamien-
.C
to que otorga el banco (pro solvendo), lo que permite a éste dirigirse contra
el cliente descontado a fin de reembolsar el anticipo en caso de impago del
crédito, o en todo caso, no libera al descontado sino cuando el banco logra
cobrarlo. En el factoraje (en su versión más difundida), la cesión del crédito
DD
se efectúa en pago de la prestación financiera (pro soluto), por lo que el factor
no puede reclamar al cliente por la falta de pago del crédito o por la incobra-
bilidad del deudor.
1.4 Caracteres
LA
por escrito. Empero, no hay sanción para el caso de omisión, lo que nos lleva
a pensar que se trata de una forma no solemne (art. 969).
e) Nominado: la regulación instituida por el CCyC le confiere tipicidad
legal al contrato (art. 970).
f ) De ejecución continuada: las prestaciones pactadas se cumplen durante
un tiempo considerable.
Es un rasgo saliente de la práctica negocial la predisposición de las cláu-
sulas contractuales por la entidad financiera, que además compele al cliente a
776
OM
condiciones generales que opera como marco para todas las operaciones fu-
turas entre las partes. Alternativamente, puede presentarse como un contrato
preliminar (promesa o precontrato), que obliga a los contratantes a celebrar
futuros contratos definitivos de transmisión de los créditos bajo determinadas
condiciones pautadas.
1.5 Modalidades
.C
La doctrina nacional y extranjera ha ensayado numerosos criterios clasifi-
catorios del factoring, cada uno de los cuales pone de resalto un aspecto espe-
cial de la operatoria. Intentaremos presentar los más relevantes.
1.5.1 Con financiación o sin financiación
DD
En su modalidad típica (factoraje con financiación), el factoreado obtiene
del factor el pago inmediato de los créditos transmitidos, aunque éstos aún no
sean exigibles. Aquí la financiación es anticipada y el factor toma a su cargo la
gestión de cobro. También es conocido como factoraje “a la vista”.
En el factoraje sin financiación el pago de los créditos por el factor se reali-
LA
de las facturas que no pueden ser cobradas por razones ajenas al deudor (p.ej.,
incumplimiento del factoreado, deficiencias en la emisión, fraude).
En la otra especie (factoraje sin asunción de riesgos, impropio o “con re-
curso”), el factor no responde por la insolvencia o el impago del deudor, sino
que se limita a gestionar la percepción de los créditos y responde únicamente
si éstos se hacen efectivos. La situación se asemeja más al contrato de des-
cuento, lo que no impide que el factor otorgue adelantos al factoreado, pero
siempre sujetos a la condición de cancelación de las facturas por el deudor.
777
OM
cedidos respecto de la transmisión de los créditos operada entre factoreado y
factor, con todos los efectos legales que dicho acto surte para las partes y para
los cedidos.
Si, en cambio, se decide prescindir de la notificación a los deudores (esto
puede obedecer a razones de estrategia comercial), el pago que éstos hagan al
cedente del crédito (factoreado) tendrá efecto cancelatorio, sin perjuicio de la
obligación del factoreado de reintegrar los importes correspondientes al factor
.C
en caso de haberse pactado el financiamiento anticipado.
2. Elementos propios
DD
2.1 Objeto: créditos que pueden cederse
Constituyen el objeto del contrato los créditos a favor de la empresa fac-
toreada producto de prestaciones de bienes o servicios ejecutadas y facturadas
para sus clientes, que son transferidos al factor para su gestión de cobro.
El factoraje puede estar referido a la transmisión de algunos o de todos los
LA
créditos del factoreado (art. 1423). Se acepta entonces que el objeto negocial
esté constituido por una universalidad de bienes. Es ciertamente descartable la
hipótesis de cesión de un crédito en forma individual, en cuyo caso, la naturale-
za del acto se correspondería más con la cesión de derechos que con el factoring.
Respecto de qué clase de créditos pueden ser cedidos, no se formulan ma-
FI
yores restricciones, excepto las que pudieran derivarse de las disposiciones ge-
nerales del derecho contractual o de la convención particular. En consecuen-
cia, el factoraje puede recaer sobre créditos exigibles o sujetos a condición o
plazo, litigiosos, eventuales, etc.
En forma expresa, el mismo art. 1423 admite la cesión de créditos tanto
existentes como futuros, en este último caso, siempre que sean determinables.
Cabe entender por crédito futuro aquel que no ha nacido al tiempo de cele-
brarse el contrato, lo que comprende tanto el que se origine con posterioridad
dentro de una relación jurídica en curso, como el que se genere en un vínculo
comercial todavía no existente. Los créditos futuros se van incorporando al
patrimonio del factor desde el momento de su nacimiento, sin necesidad de
nuevas cesiones. En cualquier caso, la determinabilidad de los créditos futu-
ros supone establecer ciertas pautas mínimas que permitan individualizarlos
(v.gr., origen, deudor, importe, vencimiento).
778
OM
2.2 Contenido del contrato
Para la habilitación de los plenos efectos del acto entre las partes, el Códi-
go establece ciertos elementos que debe incluir el contrato de factoraje (art.
1424): a) relación de los derechos de crédito que se transmiten; b) indivi-
dualización del factor y del factoreado; c) identificación de los documentos
representativos de los derechos de crédito; d) importes de los créditos, fechas
de emisión y vencimiento; e) elementos necesarios para la identificación de los
.C
créditos determinables.
Dicho contenido mínimo sólo puede ser entendido como incorporado a
un soporte instrumental suscripto por las partes; de allí que implícitamente
se requiera forma escrita para el factoraje, sea por instrumento privado o pú-
DD
blico. No es preciso que todos los elementos integrativos del factoraje sean
conformados simultáneamente; de hecho, la extensión temporal del negocio
torna necesaria la anexión sucesiva de los distintos documentos y no hay im-
pedimento para ello.
El cumplimiento de los recaudos anteriores hace a la completitud del acto,
LA
3. Efectos generales
779
OM
d) Efectuar la gestión de cobro. Si el contrato no contempla la asunción del
riesgo crediticio, la obligación del factor consiste en gestionar el cobro de los
créditos del factoreado. Cuenta para ello con las facultades necesarias para una
gestión eficaz (p.ej., otorgar plazos de pago). Una vez percibidas las acreencias,
debe proceder a liquidar los importes respectivos al factoreado.
e) Prestar servicios adicionales. Como ya se señalara, la obligación de brin-
dar servicios que complementan la prestación puramente financiera consti-
.C
tuye un elemento accidental del contrato. Tales servicios pueden consistir en
asistencia técnica, información comercial, gestiones administrativas, estudios
de mercado, apoyo contable, entre otros.
DD
3.2 Obligaciones del factoreado
a) Transmitir la propiedad de los créditos. El factoreado se compromete a
ceder la totalidad de los créditos originados en su giro mercantil. Esta obli-
gación conlleva el deber conexo de entregar al factor los documentos repre-
sentativos de los créditos transferidos, principalmente consistentes en facturas
LA
comerciales.
b) Garantizar la existencia y legitimidad de los créditos. En este punto,
el factoreado asume un compromiso análogo al del cedente en el contrato
de cesión. Debe asegurar al factor, excepto cláusula diversa, que los créditos
instrumentados en las facturas cedidas existen, son eficaces, se encuentran vi-
gentes y le pertenecen.
FI
780
OM
d) Notificar a los deudores cedidos. En los casos de factoraje con notifica-
ción, el factoreado se obliga a comunicar a sus clientes deudores la transmisión
de los créditos al factor, a fin de que los pagos sean hechos en lo sucesivo a éste.
A efectos de la notificación, puede utilizarse cualquier medio que evidencie
razonablemente la recepción por parte del deudor cedido (art. 1428).
e) Mantener informado al factor. El factoreado debe proporcionar al factor
información sobre todos los aspectos relevantes de su situación administrativa,
.C
contable, financiera y comercial y de las operaciones celebradas con sus deu-
dores, así como toda otra cuestión atinente al riesgo crediticio.
f ) Observar las instrucciones del factor. En el marco de la planificación co-
mercial y financiera que diseña el factor, el factoreado se compromete a acatar
DD
las directivas de distinta índole que éste le imparte, por ejemplo, con cuáles
clientes contratar y bajo qué condiciones.
g) Respetar la exclusividad. Si bien se presenta como un elemento acciden-
tal, es de uso pactar una obligación de exclusividad, de modo tal que el facto-
reado no pueda celebrar factoraje con otros factores, ni tampoco transmitir sus
LA
781
5. Extinción
Si bien el Código no designa las causales de conclusión del contrato de
factoraje, podemos discernir las siguientes: cumplimiento de las prestaciones
OM
o vencimiento del plazo contractual; rescisión bilateral; resolución por incum-
plimiento de cualquiera de las partes; quiebra de alguna de las partes.
.C
DD
LA
FI
782
cuenta corriente
.C
SUMARIO: 1. Nociones introductorias. 1.1. Función económica.
1.2. Definición legal. 1.3. Comparación con figuras afines: cuenta
simple o de gestión; cuenta corriente bancaria. 1.4. Caracteres. 2.
DD
Elementos propios. 2.1. Objeto: créditos incluidos. 2.2. Irrevocabi-
lidad e indivisibilidad. 2.3. Duración del contrato. 3. Efectos gene-
rales: obligaciones de los cuentacorrentistas. 4. Efectos particulares.
4.1. Garantías. 4.2. Cláusula “salvo encaje”. 4.3. Embargos. 4.4.
Cobro ejecutivo del saldo. 5. Extinción.
LA
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
El contrato de cuenta corriente ha tenido una larga evolución histórica
FI
dos por una o varias relaciones jurídicas continuas y sucesivas, son, al mismo
tiempo, acreedores y deudores entre sí que van compensando los créditos re-
cíprocos que se originan en dichas transacciones, sin necesidad de efectuar
liquidaciones individuales. Ello así, por cuanto las partes deciden diferir la
exigibilidad de sus créditos correspectivos, y por ende, se obligan a no ejecu-
tarlos hasta el momento convenido.
En este sentido, el hecho de que las partes se concedan crédito mutuamen-
te sin reclamarse la cancelación inmediata, permite calificar al negocio dentro
de aquellos que cumplen una función crediticia.
783
OM
1.2 Definición legal
Según el art. 1430 del CCyC, “cuenta corriente es el contrato por el cual
dos partes se comprometen a inscribir en una cuenta las remesas recíprocas que
se efectúen y se obligan a no exigir ni disponer de los créditos resultantes de ellas
hasta el final de un período, a cuyo vencimiento se compensan, haciéndose exigible
y disponible el saldo que resulte”.
.C
El rasgo que la definición normativa enfatiza es la inscripción de las re-
mesas (créditos derivados de las prestaciones intercambiadas por las partes)
recíprocas en una cuenta, aunque esta actividad de registración no es más
que el método instrumental para implementar el deber central que encierra el
DD
negocio, consistente en el compromiso mutuo de indisponibilidad temporal
de los créditos emergentes de las operaciones comerciales habidas entre los
cuentacorrentistas.
En razón de dicho tal pacto de inexigibilidad de los créditos, las opera-
ciones recién son cerradas y liquidadas al finalizar el período previsto en el
LA
784
OM
un saldo disponible para el cliente. Esta compensación en la cuenta corriente
mercantil recién se produce en el momento futuro estipulado por las partes,
de allí que la determinación de la calidad de acreedor o deudor se configura al
cierre de la cuenta corriente y no de manera diaria, como en el contrato banca-
rio. Tampoco debe pasarse por alto que la cuenta corriente bancaria pertenece
a la estructura contractual de adhesión. La cuenta corriente mercantil es de
conformación paritaria.
.C
1.4 Caracteres
La tarea de incorporar la cuenta corriente al esquema clasificatorio de los
contratos, nos permite establecer sus caracteres.
DD
a) Bilateral: del contrato surgen obligaciones para las dos partes intervi-
nientes (art. 966).
b) Oneroso: impone sacrificios económicos a cada contratante como con-
trapartida a los beneficios patrimoniales que recibe (art. 967).
c) Conmutativo: las ganancias o las pérdidas del negocio son ciertas para
LA
2. Elementos propios
2.1 Objeto: créditos incluidos
785
OM
validez o titularidad en el otro supuesto, impiden la necesaria compensación
con los demás créditos.
.C
remesas a la cuenta corriente de manera definitiva y desvinculados del negocio
que le dio origen.
La indivisibilidad importa la incorporación de cada crédito particular a
una única masa donde pierden su individualidad, dado que las operaciones
DD
recién se liquidan al finalizar el período, momento en que se lleva a cabo la
compensación y el cálculo del saldo resultante.
Los dos principios reconocen excepciones que serán consignadas más adelante.
La duración del contrato por un lapso relevante es una nota tipificante del
negocio que permite alcanzar los intereses de las partes.
La cuenta corriente se entiende celebrada por tiempo indeterminado, si
es que los contratantes no prevén un plazo fijo de duración; en consecuencia,
una u otra parte puede rescindirlo en cualquier momento, mediante preaviso
no inferior a diez días (art. 1432, inc. b).
FI
el saldo resultante sea considerado como la primera remesa del nuevo período,
excepto declaración expresa en contrario de cualquiera de las partes dentro de
los diez días de recibido el resumen (art. 1432, inc. d).
Una cuestión diversa es el término de duración de los períodos de cierre
que demarcan temporalmente el manejo de la cuenta y sus respectivos saldos
parciales. La ley dispone supletoriamente que los períodos son trimestrales
y que el primero se computa desde la fecha de celebración del contrato (art.
1432, inc. a).
786
OM
enumeraremos seguidamente.
a) Incorporar las remesas. Es propio de la dinámica del negocio la aplica-
ción de las remesas al contrato para una adecuada operatoria. Al efectuarse la
remesa, el crédito respectivo queda incorporado a la cuenta, por lo que pierde
su individualidad y se torna inexigible para el acreedor.
Sin embargo, la inclusión del crédito en la cuenta corriente no impide el
ejercicio de las acciones o de las excepciones que tiendan a la ineficacia del
.C
acto del que deriva (art. 1537). En consecuencia, la parte interesada puede
plantear en sede judicial la pretensión correspondiente, y en caso de declararse
la ineficacia del crédito, éste debe eliminarse de la cuenta.
La falta de aplicación de remesas a la cuenta corriente por dos períodos
DD
completos o por el lapso de un año (el que fuese menor), produce la extinción
de pleno derecho del contrato, excepto pacto en contrario (art. 1441, inc. d).
b) Confeccionar los resúmenes de cuenta. A los efectos de una correcta
información de cada parte sobre los asientos efectuados por la otra, es preciso
elaborar periódicamente los resúmenes de cuenta conteniendo el detalle de
las remesas registradas. Ello permite a los cuentacorrentistas formularse las
LA
787
OM
4. Efectos particulares
4.1 Garantías
Dos son las cuestiones reguladas al respecto: las garantías sobre los créditos
individuales y las garantías sobre el saldo de la cuenta.
De existir garantías reales o personales sobre los créditos incorporados a
la cuenta, éstas se trasladan al saldo, si es que el garante ha prestado su previa
.C
aceptación (art. 1434). Desde luego, en tal caso, la garantía es operativa hasta
la concurrencia del importe del crédito garantizado, aunque el saldo de la
cuenta sea mayor. La falta de conformidad del garante implica mantener la
DD
garantía sobre el crédito individualmente considerado.
Asimismo, se admite que el saldo final de la cuenta corriente sea garantiza-
do con hipoteca, prenda, fianza o cualquier otra garantía (art. 1439).
perjudicado el crédito o el título valor, dado que los instrumentos deben ser
reintegrados a la parte que los entregó.
Otra opción que tiene el cuentacorrentista que asentó la remesa es la de
ejercer las acciones de cobro contra el obligado. También puede suprimir la
remesa aun después de haber ejercido las acciones infructuosamente contra el
deudor.
Es claro que las partes pueden apartarse de la regla supletoria del CCyC y
así pactar la asunción del riesgo de quien recibe el crédito, lo que implica la
irrevocabilidad de la remesa.
4.3 Embargos
Como cualquier bien que integra el patrimonio del deudor, el saldo de la
cuenta corriente puede ser objeto de embargo por parte de los acreedores del
788
OM
incorporación de nuevas partidas en la cuenta por el otro cuentacorrentista
puede redundar en la dilución del saldo a favor de la parte embargada, con el
consecuente perjuicio a su acreedor.
No se consideran nuevas remesas las que resulten de derechos preexistentes
al embargo, aunque no se hayan anotado efectivamente en las cuentas de las
partes (art. 1436, párr. 2°).
Se concede al cuentacorrentista embargado la facultad de rescindir el con-
.C
trato, una vez notificado al otro del hecho del embargo por medio fehaciente
(art. 1436, últ. párr.).
Corresponde aclarar, por si hiciera falta, que por imperio del principio
de indivisibilidad, el embargo sólo puede recaer sobre el saldo eventual de la
DD
cuenta y no sobre un crédito en particular aplicado como remesa.
A los fines de la emisión del título que trae aparejada la ejecución, el Có-
digo habilita dos modalidades distintas: a) resumen de cuenta suscripto por
el deudor con firma certificada por escribano o mediante reconocimiento ju-
dicial -expreso o ficto- según las normas procesales locales; b) integración del
título mediante los siguientes documentos: i) certificado notarial que acredita
la notificación al deudor al domicilio contractual y la ausencia de observacio-
FI
nes en el plazo de diez días; ii) certificación contable del saldo de la cuenta.
5. Extinción
789
OM
(arts. 1432, inc. c, y 1441, inc. b). También se habilita la rescisión unilateral
al cuentacorrentista que sufre el embargo del saldo de la cuenta (arts. 1436,
párr. 2°, y 1441, inc. c).
c) Quiebra, muerte o incapacidad de cualquiera de las partes. Así lo dispo-
ne el art. 1441, inc. a. El primer caso (quiebra) se aplica a los cuentacorren-
tistas tanto personas humanas como jurídicas. Los demás supuestos (falleci-
miento e incapacidad sobreviniente) están referidos a partes conformadas por
.C
personas físicas. La extinción por muerte es una excepción a la regla general de
transmisión a herederos, lo que revela el carácter intuitu personae del contrato.
d) Ausencia de remesas. Pasados dos períodos completos o el lapso de un
año (lo que fuera menor) sin que las partes efectúen ninguna remesa con apli-
DD
cación a la cuenta corriente, el contrato queda extinguido de pleno derecho,
excepto pacto en contrario (art. 1441, inc. d).
e) Otras causales. También concluye la cuenta corriente en virtud de otras
causas previstas en el contrato o en leyes particulares (art. 1441, inc. e). Com-
putamos entre ellas la rescisión de común acuerdo.
LA
FI
790
OM
caPÍtulo Xliii
dePóSito
1. Nociones introductorias
FI
contratos que pueden involucrar dicha prestación con mayor o menor intensi-
dad (mandato, comodato, locación, obra, servicio), no tienen en ella su débito
esencial.
El Código Civil y Comercial ha reformulado con importantes modifica-
ciones la disciplina legal del contrato de depósito con relación al ordenamien-
to civil precedente, paradójicamente más cercano ahora al esquema jurídico
del viejo C.Com. Para su regulación actual se han atendido principalmente
dos cuestiones: la eliminación de la categoría de contratos reales y el reconoci-
miento de la onerosidad usual del acto.
791
OM
De conformidad con lo normado en el art. 1356, “hay contrato de depósito
cuando una parte se obliga a recibir de otra una cosa con la obligación de custo-
diarla y restituirla con sus frutos”.
El concepto legal no es exhaustivo. Por lo pronto, se omite mencionar la
obligación esencial del depositante de pagar el precio al depositario. Podría
observarse también que no se consigna nada referente a la entrega de la cosa
por el depositante, cuando ello es un presupuesto ineludible para que nazca la
.C
obligación de guarda a cargo del depositario.
792
1.4 Caracteres
Son caracteres jurídicos del contrato de depósito los que enunciamos se-
guidamente.
a) Bilateral: engendra obligaciones para ambas partes intervinientes (art.
966).
OM
b) Oneroso: las ventajas económicas para depositante y depositario resul-
tan correlativos a un esfuerzo que cada uno se compromete a realizar (art.
967). La onerosidad en el depósito se presume, por lo que la gratuidad debe
pactarse expresamente (art. 1357).
c) Conmutativo: los beneficios y las pérdidas que resultan del acto son
conocidas y ciertas para ambos contratantes (art. 968).
d) No formal: no se ha previsto ninguna formalidad para la celebración del
.C
contrato, sin perjuicio de las dificultades que puedan suscitarse al momento
de su prueba en juicio, que tornan recomendable en ciertos supuestos la redac-
ción escrita (arg. art. 1019, párr. 2°); empero, el contrato puede demostrarse
por el principio de ejecución (p.ej., recibo de las cosas depositadas).
DD
e) Nominado: el contrato cuenta con una regulación puntual y exhaustiva
en el Código (art. 970).
No debe descartarse la aplicación de la preceptiva de consumo en los ca-
sos en que el depositante contrata el servicio de guarda y conservación como
destinatario final, con un depositario que realiza su actividad de manera pro-
LA
fesional.
1.5 Clases
1.5.1 Depósito voluntario y necesario
Pese a la aparente tautología de la expresión (todo contrato es un acto vo-
luntario), se denomina voluntario al depósito en el que el depositante tiene la
FI
793
OM
en los que se alojan. Este tópico está sujeto a un régimen jurídico especial y
será estudiado más abajo.
1.5.2 Depósito regular e irregular
Al propio tiempo, el depósito voluntario, que engloba la generalidad de los
supuestos, admite una subcategorización en regular e irregular. Se trata de una
derivación proveniente de la índole de las cosas objeto del contrato.
El depósito regular es el que recae sobre cosas inmuebles o muebles no fun-
.C
gibles. Son consecuencias naturales del contrato la transferencia de la tenencia
de la cosa al depositario y la posterior restitución de la misma e idéntica cosa.
Por esta razón, queda asimilado a esta hipótesis el depósito de cosas fungibles
entregadas en saco cerrado que el depositario no puede usar.
DD
Por su parte, se considera irregular el depósito de cosas fungibles (siempre
que no se encuentren en caja o bulto cerrado), lo que produce la transmisión
del dominio al depositario, quien debe devolver cosas en la misma cantidad,
calidad y especie de las recibidas (art. 1367). La adquisición de la propiedad
de las cosas por el depositario no es sino una derivación lógica del carácter
LA
fungible, que supone que cada unidad equivale a otra de la misma especie y
puede ser sustituida por otra de la misma calidad (art. 232), del mismo modo
que ocurre en el mutuo. Por ello, el desplazamiento del dominio se produce
sin que sea preciso una autorización de uso, e incluso, aunque medie una
prohibición de ello.
De lo dicho, se desprende que no hay propiamente una obligación de
FI
guarda y custodia a cargo del depositario, dado que el único deber asumido es
el de restitución de las cosas no individualizadas objeto del depósito. Por tra-
tarse de cosas de género, los riesgos de deterioro o pérdida recaen sobre el de-
positario y el caso fortuito no lo libera de la obligación de devolver (art. 763).
2. Elementos propios
2.1 Legitimación para ser depositante
Se considera parte, esto es, titular de los intereses involucrados en el nego-
cio, a quien celebra el contrato con el depositario, independientemente de la
relación de señorío que lo vincule con la cosa depositada.
Es que no se requiere ser el dueño de la cosa para constituir el depósito, por
794
lo que el contrato puede ser concluido por el depositante en interés ajeno (art.
1023, inc. a). En sentido coherente, el art. 1365 impide al depositario negar
la restitución al depositante alegando que éste no es el propietario o exigirle
prueba alguna de ser titular del dominio de la cosa depositada.
De lo dicho se sigue asimismo que el dueño de la cosa, por su mera con-
OM
dición de tal, no puede ejercer las facultades que el contrato le acuerda al
depositante si no es parte del depósito. Por las mismas razones, el depositario
no tiene derecho a reclamarle el pago de la retribución al propietario cuando
éste resulta un tercero con relación al depósito.
.C
su vez, puede versar sobre cosas muebles fungibles o no fungibles. Cuando se
trata de cosas fungibles, el depósito es irregular, con los efectos que han sido
señalados en un apartado previo.
Como hemos expresado, el depósito es un contrato oneroso por definición,
DD
por lo que el depositante se obliga pagar una remuneración como contraparti-
da a la custodia que le brinda el depositario. Sin desconocer que la modalidad
retributiva por antonomasia en el depósito es el pago de una suma de dinero,
lo cierto es que el Código no establece de manera expresa que ello deba ser así,
de modo que nada impediría que la prestación a cargo del depositante consista
LA
3. Efectos generales
FI
795
OM
pueden convenir que el precio sólo se devengue en proporción al tiempo de
depósito transcurrido.
La falta de pago faculta al depositario a ejercer el derecho de retención so-
bre la cosa depositada hasta que se haga efectiva la remuneración (art. 2587).
c) Reembolsar gastos extraordinarios. Es obligación del depositante rein-
tegrar al depositario los gastos extraordinarios efectuados en la conservación
y mantenimiento de la cosa, si no se estipula algo diverso en el contrato. En
.C
tal caso, el depositario debe dar aviso inmediato al depositante y realizar los
gastos razonables que no puedan demorarse, para luego reembolsarlos del de-
positante (art. 1360, párr. 2°).
Los gastos ordinarios son por cuenta del depositario, ya que se entienden
DD
comprendidos en la remuneración. En cambio, en el depósito gratuito es el
depositante quien carga con los gastos ordinarios razonables de custodia y
restitución (art. 1357).
También es aplicable el derecho de retención cuando el depositante no
sufraga los gastos de conservación a su cargo.
LA
tante. Empero, puede decirse hoy que la obligación de guarda tiene contornos
más dinámicos y no se limita únicamente a la protección contra interferencias
externas, sino que puede comprender deberes activos y circunstanciados a car-
go del depositario según la índole y complejidad de los bienes confiados por
el depositante (v.gr., documentos, maquinaria, obras de arte, inmuebles, etc.).
Las modalidades específicas de custodia son las convenidas entre las partes,
sin perjuicio de la facultad del depositario de modificarlas en razón de circuns-
tancias sobrevinientes que así lo exijan, dando aviso inmediato al depositante
(art. 1362).
El parámetro de conducta que debe observar el depositario en la obligación
de guarda es definido en el Código con matices diversos en función de las
características del contrato y de la persona del depositario. Una interpretación
armónica de los arts. 1358, 1364 y 1376 permite discriminar tres situaciones.
796
OM
ción subjetivo leve en tanto el depositario realiza una liberalidad a favor del
depositante.
ii) En el caso del depósito oneroso, se exige al deudor poner en la guarda de
la cosa la diligencia que corresponda a su profesión (art. 1358). Aquí el están-
dar de apreciación de la conducta del depositario es más estricto y se identifica
con la diligencia negocial, pero sin llegar a configurar un criterio objetivo de
atribución, en tanto el art. 1364 le permite liberarse de responsabilidad por
.C
la pérdida o deterioro de la cosa depositada probando su falta de culpa (p.ej.,
haber adoptado las diligencias exigibles en razón de las circunstancias), lo que
importa fijar un factor subjetivo con inversión de la carga probatoria.
iii) Cuando se trata de contratos celebrados con empresas dedicadas al
DD
depósito de bienes (denominadas “casas de depósito” en el CCyC), la respon-
sabilidad por la pérdida, la disminución o la avería de las cosas depositadas
sólo admite como eximentes que estas circunstancias deriven de la naturaleza
de dichas cosas, de vicio propio de ellas o de su embalaje, o de caso fortuito
externo a su actividad (art. 1376). Como se ve, la obligación del depositario
LA
cosa bajo su guarda (art. 1358). Cabe recordar que el depósito en su fisonomía
típica, y más allá de su onerosidad, se celebra en interés del depositante. Cuan-
do se acuerda el uso a favor del depositario, varía la causa fin del contrato y se
asemeja a la del comodato.
En el depósito irregular de cosas que no se encuentran en saco cerrado, el
depositario adquiere el dominio de las cosas (y con ello, demás está decir, la
facultad de servirse de ellas), aunque el depositante no haya autorizado su uso
o incluso lo haya prohibido (art. 1367).
c) Restituir la cosa. El depositario se obliga a devolver la cosa, lo que pone
fin al contrato de depósito. Examinaremos las circunstancias de modo, tiempo
y lugar que enmarcan esta obligación esencial, y que, en todos los casos, admi-
te modalidades diversas en razón de la autonomía privada.
La cosa debe ser restituida al depositante con sus frutos (art. 1358), toda
797
OM
depositario cumple restituyendo la misma cantidad, calidad y especie de cosas
recibidas (art. 1367). La obligación de restituir del depositario irregular no es
compensable (art. 930, inc. g).
En cuanto al momento de restitución de la cosa, el plazo se presume es-
tipulado a favor del depositante, por lo cual éste tiene derecho a requerirla
cuando desee (arts. 1358 y 1359). La regla se invierte en el depósito gratuito:
el depositario puede exigir del depositante que reciba la cosa en cualquier
.C
momento (art. 1367, últ. pte.).
La cosa depositada debe ser restituida en el lugar donde se realiza la cus-
todia (art. 1361). En caso de pactarse un lugar diverso para la devolución, el
depositario tiene a su cargo el traslado de la cosa al sitio convenido.
DD
También es pertinente determinar a quién debe restituirse el bien. El art.
1363 establece que la restitución tiene que hacerse al depositante o a la perso-
na que éste indique; cuando el depósito se constituye en interés de un tercero,
es menester su consentimiento para la devolución, además de la voluntad del
depositante. En ningún caso el depositario puede exigir al depositante que
pruebe ser el dueño de la cosa (art. 1365), dado que la legitimación para dar
LA
798
4. Extinción
El contrato de depósito concluye normalmente por vencimiento del plazo
fijado por las partes.
OM
Ya hemos aclarado que el plazo se instituye a favor del depositante, lo que
lo habilita a requerir la restitución de la cosa antes del transcurso del término
convenido. En el depósito gratuito, el plazo es en beneficio de ambas partes.
Lo propio ocurre cuando el depósito se pacta por plazo indeterminado, ya que
fenece por la voluntad de cualquiera de las partes. Tanto en los supuestos de
finalización anticipada de contratos de plazo definido como en los de término
indeterminado el modo extintivo es la rescisión unilateral.
.C
Por otra parte, la pérdida o enajenación de la cosa depositada causa la ex-
tinción del contrato.
No termina el depósito por la muerte de las partes. Sin perjuicio de ello,
en caso de fallecimiento del depositante, sus herederos pueden exigir la resti-
DD
tución de la cosa en cualquier momento. Y en caso de fallecimiento del depo-
sitario, cabe interpretar que los sucesores universales del depositario tienen de-
recho a devolver la cosa antes del vencimiento del plazo sólo si el contrato fue
celebrado en virtud de las cualidades personales del depositario (art. 1024), en
cuyo caso deben reembolsar al depositante la parte proporcional del precio.
LA
5. Casos particulares
5.1 Depósito en hoteles: responsabilidad del hotelero
El depósito de los efectos que llevan consigo los viajeros o turistas y que
introducen en los hoteles en que se hospedan es un supuesto de depósito ne-
FI
cesario (art. 1368). Esta calificación responde a una histórica tradición que ya
había sido reconocida en el Código Civil de Vélez Sarsfield. El fundamento
estriba en la imposibilidad del pasajero de elegir un lugar para confiar sus
pertenencias que no sea el establecimiento donde se aloja, y es asimismo la
799
OM
tipo de establecimiento comercial cuyo objeto sea el alojamiento temporario
de los viajeros, tales como posadas, hostales, pensiones, albergues, paradores,
etc. Por otra parte, la aplicación de estas disposiciones se extiende por analo-
gía a los bienes introducidos por los usuarios en hospitales, sanatorios, casas
de salud y deporte, restaurantes, garajes, lugares y playas de estacionamiento
y otros establecimientos similares que prestan sus servicios a título oneroso
(art. 1375). En estos supuestos, la guarda también es accesoria a la prestación
.C
esencial del contrato, pero constituye un apéndice ineludible del servicio que
brinda el proveedor.
b) Comienzo de la responsabilidad. El ingreso al ámbito físico comprendi-
do por el establecimiento de hospedaje marca el inicio de la responsabilidad a
DD
cargo del hotelero por la custodia del equipaje del pasajero. Esto implica que el
deber de seguridad comienza aún antes de que el viajero se aloje efectivamente.
c) Alcance de la responsabilidad. Los objetos por los que responde el titular
del hotel, de conformidad con los arts. 1369 y 1370, son todos los efectos
pertenecientes al viajero que sean introducidos en el establecimiento, tanto
LA
bir los efectos de los pasajeros si son excesivamente valiosos en relación con la
importancia del establecimiento (el viajero debe declararlos al hotelero) o su
guarda causa molestias extraordinarias (art. 1373). En cuanto a los sujetos, la
responsabilidad comprende a los hechos propios del hotelero, de sus depen-
dientes y de los terceros, incluidos los mismos pasajeros.
800
OM
compatibles con la función económica del negocio. Se ratifica, en cambio, la
limitación cuantitativa de responsabilidad con relación a los efectos de valor
extraordinario que el pasajero introduce, ceñida al valor económico declarado
por éste, y que el hotelero asume a su cargo solamente si son guardados por el
viajero en las cajas de seguridad que se encuentren a disposición en el estable-
cimiento (art. 1372).
e) Cláusulas de irresponsabilidad. El régimen de responsabilidad del ho-
.C
telero, dirigido a garantizar la indemnidad patrimonial del pasajero, tiene ca-
rácter indeclinable en razón del orden público económico de protección que
guía la normativa apuntada. Se asume que el contrato de hospedaje se forma
por adhesión a cláusulas predispuestas por el posadero y que dejar libradas las
DD
condiciones contractuales a la libertad de configuración significaría un seguro
desamparo a los derechos de los usuarios. En esta inteligencia, el art. 1374 de-
cide tener por no escrita toda cláusula que excluya o limite la responsabilidad
del hotelero, excepto lo preceptuado para los efectos de valor extraordinario en
los arts. 1372 y 1373. La disposición guarda coherencia con la regla protecto-
LA
to medido sólo otorga al usuario el uso del espacio por tiempo limitado, mien-
tras que las prestaciones de los talleres mecánicos y lavaderos encuadran dentro
de los contratos de servicios y obra, con un compromiso anexo de custodia.
Entre tanto, la actividad de garajes y playas de estacionamiento suponen
inequívocamente un interés en la guarda del rodado. Así y todo, la proble-
mática de la responsabilidad de los titulares de esta clase de establecimientos
por la custodia de los vehículos dejados en ellos ha sido un tema de amplia
producción jurisprudencial.
801
OM
A estas disquisiciones contribuían también las diferentes variedades que
ofrecen los sistemas de garaje y estacionamiento: oneroso o gratuito; como
prestación autónoma o accesoria; con o sin cochera fija; con o sin entrega de
llaves; con o sin control de ingreso y salida; cubierto o descubierto; etc. Empe-
ro, y sin disimular los distintos matices de cada figura, hay un dato incontrasta-
ble en todos los casos, que es la identidad del fin típico e inmediato del contra-
to, consistente en la custodia de los rodados introducidos en el establecimiento.
.C
Siguiendo esta línea que ya venía siendo trazada por los fallos de las últimas
décadas, el Código Civil y Comercial determina en el art. 1375 la aplicación
al contrato de garaje de las normas del depósito en hoteles. Consideramos
acertada la norma, ya que juegan para el garajista las mismas razones que
DD
explican el agravamiento de la responsabilidad civil del hotelero. Es evidente
que esta única disposición no alcanza para configurar una regulación legal de
la operación jurídica, pero al menos permite despejar las dudas con relación
al régimen aplicable.
Para un análisis ordenado, cuadra puntualizar las distintas hipótesis que se
LA
802
OM
asimismo por los bienes que se encuentran en el interior del vehículo, sujeto a
una prueba concluyente de su existencia, y siempre que no se trate de efectos
de gran valor económico.
De conformidad con lo prescripto por el art. 1375, párr. 2°, no rige para
los garajes, lugares y playas de estacionamiento que prestan sus servicios a
título oneroso la regla que permite al empresario liberarse de responsabilidad
por las cosas dejadas en los vehículos. Este temperamento se aproxima a la
.C
tendencia más favorable al usuario, aunque exige aclarar que pesa sobre éste la
carga de declarar los bienes de valor que exceden el nivel de previsibilidad del
garajista, pudiendo éste rehusarse a recibirlos (arts. 1372 y 1373).
Asimismo, el deber de custodia y conservación impone al garajista la res-
DD
ponsabilidad por los daños causados al automotor que se encuentren bajo su
guarda o control, tanto provenientes de hechos propios o de sus dependientes,
como de otros usuarios dentro de las instalaciones físicas del establecimiento.
Finalmente, nos referiremos a la responsabilidad de los establecimientos
comerciales (shoppings, hipermercados) por la sustracción de los vehículos de-
LA
jados por los clientes en las playas de estacionamiento dispuestas a tal efecto.
Aquí la prestación relativa al estacionamiento de rodados es accesoria y
complementaria de la actividad principal que desarrolla la empresa que ex-
plota el centro comercial, cuyo interés económico subyacente es la afluencia
masiva de potenciales clientes mediante la oferta pública de uso de la playa de
estacionamiento. La circunstancia de que en muchos casos el empresario no
FI
803
a la que alude el precepto debe ser interpretada como referida tanto a la presta-
ción accesoria de guarda (estacionamiento) como a la prestación principal de
carácter comercial (supermercado, shopping).
OM
.C
DD
LA
FI
804
comodato
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
El comodato es uno de los tipos contractuales más antiguos. Su origen se
remonta al derecho romano, en el que integraba la nómina cerrada de los con-
FI
una de las razones que explica por qué el comodato ha sido empleado en
ciertas ocasiones como un mecanismo para encubrir negocios ilícitos. Esto
aconteció, por caso, durante la vigencia de las leyes de emergencia en materia
de alquileres, época en la que la figura del comodato permitía al propietario
(que percibía la totalidad del precio por adelantado) instrumentar relaciones
locativas ocultas con el designio de evadir la normativa indisponible que li-
mitaba la libre concertación de precios y plazos. También se lo ha utilizado
para encubrir la existencia de un vínculo laboral en el que el comodatario, por
805
OM
criterio de base que suprimió la tipología de los contratos reales.
.C
La definición remarca los rasgos salientes del negocio jurídico: el objeto
(cosa mueble no fungible o cosa inmueble); la operación jurídica, consistente
en un préstamo (concesión del uso y posterior restitución); y la gratuidad de
la prestación.
DD
Como anticipáramos, en el ordenamiento actual el comodato se reputa
perfeccionado con el mero acuerdo de voluntades, del que nace la obligación
del comodante de entregar la cosa al comodatario.
806
OM
1.4 Caracteres
Presentaremos los caracteres jurídicos del comodato a continuación.
a) Bilateral: supone el nacimiento de obligaciones recíprocas (art. 966).
b) Gratuito: depara ventajas económicas solamente para una de las partes
(comodatario), y consecuentemente, un sacrificio exclusivo a cargo de la otra
(comodante), quien actúa de manera liberal (art. 967).
.C
c) No formal: por tradición jurídica, el comodato es un contrato informal,
para el que no se prescribe ninguna clase de formalidad para la validez ni de
carácter probatorio (art. 284). En efecto, parece injusto exigir al comodante
una prueba por escrito del acto. De hecho, el viejo CC admitía su demostra-
DD
ción por cualquier medio, incluso por testigos. En el esquema actual no se
reproduce una regla semejante, aunque por aplicación de lo dispuesto en el
art. 1019, párr. 2°, cabe arribar a la misma conclusión, dado que no es usual
instrumentar el comodato, excepto que se trate de bienes de cierta envergadu-
ra económica que exijan razonablemente recurrir a la forma escrita. Fuera de
LA
2. Elementos propios
2.1 Capacidad y legitimación: reglas especiales
El art. 1535 prohíbe la celebración del contrato a: a) los tutores, curadores
y apoyos, respecto de los bienes de las personas incapaces o con capacidad
807
OM
cuencia, la transgresión a la norma es sancionada con la nulidad absoluta. Aun
para quienes entienden al comodato como un mero acto de administración, la
gratuidad de la prestación justifica limitar las facultades de los representantes
legales de las personas con restricciones a la capacidad para evitarles el desme-
dro patrimonial que implica la celebración de un comodato sobre sus bienes.
En el segundo caso, no pueden dar cosas en comodato quienes adminis-
tran bienes ajenos, si no cuentan con facultades expresas. En este punto, a
.C
diferencia del precedente, se regula un supuesto de legitimación, según el cual
no alcanza para celebrar comodato un poder para actos administrativos. Em-
pero, aquí se admite la dispensa, lo que nos lleva a pensar que la nulidad del
acto realizado en contravención tiene carácter relativo, y como tal, puede ser
DD
objeto de confirmación por el titular de los bienes administrados.
De lo señalado se deduce que no es necesario ser propietario de la cosa para
darla en comodato, sino que basta con tener facultades para conceder su uso
(v.gr., poseedor, usufructuario).
LA
2.2 Objeto
Siendo el comodato un préstamo de uso, el objeto mediato debe ser, por
antonomasia, una cosa no fungible. Ello es así, por cuanto la cosa dada en
comodato no puede ser sustituida o intercambiada por otra de igual calidad
(art. 232), toda vez que tiene características que son propias de su individua-
lidad. Entonces el comodatario se obliga a restituir el mismo bien que recibe.
FI
características sólo para ser exhibido en una muestra. Demás está decir que,
si la cosa es asimismo consumible, quien la recibe está obligado a usarla sin
agotarla o extinguirla, es decir, a emplearla como cosa no consumible, para
que sea factible la restitución específica.
Tampoco se impide el préstamo parcial de una cosa, por ejemplo, de una
parte de un inmueble.
808
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del comodante
a) Entregar la cosa. En el esquema consensual del comodato que rige a par-
OM
tir del CCyC, el comodante asume la obligación de entregar la cosa prestada
en el tiempo y lugar convenidos (art. 1540, inc. a).
Subsidiariamente, esto es, de no mediar estipulación al respecto ni acuerdo
posterior de las partes, la entrega debe verificarse en la fecha que deba cum-
plirse según los usos y la buena fe (conf. art. 887, inc. a), o en su defecto,
cualquiera de las partes puede pedir la fijación del término por vía judicial
(art. 871, inc. a), y en el lugar donde se encuentra la cosa habitualmente (art.
.C
874, inc. a).
b) Permitir el uso de la cosa. El comodato importa la concesión del dere-
cho personal de uso al comodatario. El comodante debe garantizarle el uso
durante el todo el tiempo pactado (art. 1540, inc. b).
DD
La obligación analizada conlleva evitar todo hecho que importe turbación
al comodatario de la tenencia pacífica de la cosa a lo largo de la relación con-
tractual.
El comodatario no tiene derecho a la percepción de los frutos de la cosa,
los que pertenecen al comodante.
c) Responder por los vicios ocultados al comodatario. En atención a la gra-
LA
tuidad del comodato, no existe una obligación legal de saneamiento por vicios
redhibitorios, a menos que los contratantes lo dispongan expresamente. Sin
embargo, el comodante tiene responsabilidad por los daños causados por los
defectos de la cosa que oculta al comodatario (art. 1540, inc. c). A diferencia
de la garantía de saneamiento, lo que aquí se sanciona exige, por un lado, el
ocultamiento doloso de los vicios de la cosa (y no la mera existencia de de-
FI
rácter liberal del préstamo, la regla legal supletoria pone en cabeza del como-
dante la obligación de cargar con las erogaciones extraordinarias que demande
la conservación adecuada de la cosa (arg. art. 1540, inc. d). Por caso, el pago
de la reparación estructural de un inmueble entregado en comodato. Desde
luego, el comodante podría imponer una estipulación contraria, que determi-
ne la responsabilidad del comodatario por dichos gastos.
Siguiendo la norma citada, cuando el comodatario afronta el pago de los
gastos extraordinarios, tiene derecho al reembolso, si notifica previamente al
comodante, o bien, si son de carácter urgente.
809
OM
ras necesarias en la cosa prestada cuyo desembolso correspondía al comodante,
sin perjuicio del derecho de perseguir judicialmente su repetición.
.C
al tiempo del contrato, la que se da a cosas análogas en el lugar donde la cosa
se encuentra, o la que corresponde a su naturaleza.
El uso en contravención al destino convenido es causal de resolución con-
tractual por voluntad del comodante (art. 1539, inc. b).
DD
b) Pagar los gastos de conservación ordinarios. Como hemos anticipado,
las erogaciones ordinarias, es decir, las que hacen al mero mantenimiento de
la cosa y para servirse de ella, pesan sobre el comodatario (arts. 1536, inc. b, y
1538), si no se pacta lo opuesto. Se trata de gastos que se efectúan a los fines
del uso normal del bien.
LA
810
OM
d) Responder por la pérdida o deterioro de la cosa. Como derivación lógica
de la obligación de conservación que pesa sobre el comodatario, surge su res-
ponsabilidad por toda merma, menoscabo o desaparición de la cosa durante
la vigencia del contrato, incluso causados por caso fortuito (art. 1536, inc. d).
Aunque la norma no lo diga, cuadra interpretar que el comodatario no
responde por el deterioro o desgaste de la cosa provocado por un uso regular,
a menos que las partes estipulen lo contrario.
.C
La extensión al caso fortuito denota un singular agravamiento del deber de
responder del deudor, para el que se ha ponderado el matiz liberal del acto jurí-
dico, de modo tal de trasladar los riesgos materiales al beneficiario. El comoda-
tario tiene a su alcance la liberación de responsabilidad si prueba que el evento
DD
habría ocurrido igualmente si la cosa hubiera estado en poder del comodante.
e) Restituir la cosa. Por tratarse de cosa no fungible, el contrato obliga al
comodatario a devolver al comodante el mismo bien recibido, con sus frutos
y accesorios (art. 1536, inc. e).
El tiempo para la restitución es el convenido por las partes, y en ausencia
LA
de pacto sobre ello, el comodatario debe hacerla una vez satisfecha la finali-
dad para la cual se presta la cosa (comodato con plazo tácito), por ejemplo,
el préstamo de un automotor por el tiempo que dura la indisponibilidad de
otro vehículo del comodatario. Si la duración del contrato no está pactada ni
surge de su finalidad, el comodante tiene derecho a reclamar la restitución en
cualquier momento.
FI
811
OM
del aviso como la restitución al comodante. No obstante, el dueño sólo puede
lograr que la cosa le sea devuelta por el comodatario, si media consentimiento
del comodante o resolución del juez.
Pese a resultar una cuestión obvia, cabe puntualizar que el comodatario, en
cuanto mero tenedor, no puede transferir la propiedad de la cosa a terceros.
Pero si se trata de una cosa mueble no registrable y la transmisión se hace a
título oneroso, el comodante sólo tiene derecho a requerir la restitución si el
.C
adquirente es de mala fe (conf. art. 760), sin perjuicio de la responsabilidad
del comodatario infiel.
Finalmente, cabe recordar que la falta de pago de los gastos extraordinarios
al comodatario no lo faculta a oponerse a la restitución.
DD
4. Extinción
Son diversos los modos de terminación del contrato de comodato. Los
LA
examinaremos a continuación.
a) Vencimiento del plazo. Si el comodato se estipula por tiempo determi-
nado, expreso o tácito, el contrato concluye normalmente al momento de su
expiración, siendo indiferente que la cosa prestada haya sido usada o no (art.
1541, inc. b).
Sin perjuicio de ello, toda vez que el plazo se instituye, en principio, a favor
FI
del comodatario, éste puede decidir la extinción antes del vencimiento, como
veremos seguidamente.
b) Rescisión unilateral del comodatario. El comodato puede ser rescindido
por voluntad exclusiva del comodatario en cualquier momento (art. 1541,
inc. c), tanto en el comodato de plazo cierto como en el comodato precario
o sin plazo.
c) Rescisión unilateral del comodante. La facultad rescisoria unilateral e
incausada a favor del comodante se establece para los contratos sin plazo, es
decir, aquellos cuya duración no está pactada ni surge de su finalidad. En estos
supuestos, el comodante puede reclamar la restitución en cualquier momento
(art. 1536, inc. e).
De existir un término estipulado, el comodante tiene derecho a exigir la
restitución de la cosa antes del vencimiento únicamente si necesita la cosa en
812
razón de una circunstancia imprevista y urgente (art. 1539, inc. a). Los recau-
dos mencionados conducen a una interpretación estricta de la facultad con-
sagrada por la norma. Se requiere una situación sobreviniente que haga que
la recuperación de la tenencia de la cosa resulte imperiosa para el comodante,
y a la vez, que la circunstancia que determina el estado de necesidad tenga
OM
características de inesperada e impostergable. Por ejemplo: que el comodante
deba recobrar el inmueble prestado para habitarlo con su familia en razón de
un hecho repentino que inutiliza su vivienda habitual.
d) Resolución del comodante. Cabe encuadrar bajo esta modalidad extin-
tiva la facultad acordada al comodante en el art. 1539, inc. b, en virtud del
cual, dicha parte puede exigir la restitución de la cosa antes del vencimiento
del plazo si el comodatario usa la cosa para un destino distinto al pactado,
.C
aunque no la deteriore.
También ingresan en este acápite todos los demás casos de incumplimiento
esencial del comodatario que justifiquen la extinción anticipada por voluntad
del comodante (arts. 1083 y ss.).
DD
e) Destrucción de la cosa. El art. 1541, inc. a, dispone la extinción del
comodato si la cosa se destruye. Es un supuesto de imposibilidad de cumpli-
miento. Se aclara en el citado precepto que ello no da lugar a la subrogación
real, por lo que el comodatario no puede hacer valer su derecho sobre otro
bien, ni tampoco queda obligado el comodante a prestarle una cosa semejante.
LA
813
fideicomiSo
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
Como la propia etimología de la voz lo indica, el fideicomiso (“encargo de
fe”) es, en esencia, un negocio de confianza. Básicamente, se trata de la confian-
815
OM
creado con un destino específico.
.C
a durar hasta la extinción de dicho fideicomiso.
Recién en 1995, a través de la ley 24.441 (arts. 1° a 26), se introduce por
primera vez el régimen jurídico del fideicomiso. La regulación positiva sig-
nificó un efectivo impulso para la concertación del contrato en la actividad
DD
privada, especialmente en el ámbito de los negocios inmobiliarios, ámbito en
el que se produjo su más amplio desarrollo en el país.
Pese a la derogación de los arts. 1° a 26 de la ley especial al tiempo de la
sanción del Código Civil y Comercial, aquellas disposiciones fueron prácti-
camente trasegadas sin mayores alteraciones al ordenamiento unificado en los
LA
816
OM
examinaremos más adelante. Es tal la elasticidad del instituto que admite cier-
tas modalidades abiertas en las que pueden incorporarse nuevos fiduciantes y
beneficiarios en el devenir del negocio.
Puede parecer una obviedad, pero no está demás aclarar que el fideicomiso
es un contrato, y por ende, su celebración constituye un acto jurídico bilateral
y no implica la creación de un sujeto de derecho. El tratamiento tributario
del negocio e incluso algunas sentencias judiciales en la materia le atribuyen
.C
inexplicablemente al fideicomiso la calidad de persona jurídica, lo que denota
un desconocimiento del instituto.
1.4 Caracteres
DD
Precisaremos los caracteres jurídicos del contrato para una adecuada cate-
gorización.
a) Bilateral: las dos partes (fiduciante y fiduciario) contraen obligaciones de
manera recíproca al tiempo de la celebración del fideicomiso (art. 966).
b) Oneroso: el acto concede beneficios a cada uno de los contratantes de
LA
817
OM
de la preceptiva de consumo emanan consecuencias tales como el deber de
información, la eficacia jurídica de la oferta a consumidores indeterminados,
la integración de las precisiones publicitarias al contrato, la sanción de las
prácticas lesivas, la nulidad de las cláusulas abusivas, la responsabilidad concu-
rrente de los distintos proveedores intervinientes, la aplicabilidad de la multa
civil, entre otras.
.C
1.5 Clases
Hemos dicho que la estructura jurídica del fideicomiso tiene suficiente
flexibilidad como para ser aplicada a objetivos económicas bien variados. El
CCyC no delimita fines subjetivos posibles para el contrato, por lo que éstos
DD
quedan librados a los múltiples intereses de las partes que lo celebran. Tampo-
co se definen especies típicas de fideicomiso, excepto el financiero. Por tal mo-
tivo, los que describiremos a continuación no son técnicamente subtipos sino
sólo modalidades que identifican finalidades conocidas en la práctica negocial,
las que pueden presentarse en forma independiente o combinada.
1.5.1 Fideicomiso de administración
LA
818
OM
tibilidad del proyecto, el destino de los fondos y la coordinación de todos los
intereses involucrados, que incluyen la relación con los financistas, con los pro-
fesionales de la construcción, con las autoridades administrativas que expiden
los permisos respectivos, entre otros. En cualquier caso, el cometido principal
del fiduciario es el desarrollo del emprendimiento constructivo con el fin úl-
timo de vender o adjudicar las futuras unidades, bajo diversas modalidades
posibles: adjudicación a los propios fiduciantes originarios o desarrolladores;
.C
adjudicación a quienes se incorporen como beneficiarios o como nuevos fidu-
ciantes inversores durante el transcurso de la obra; venta a terceros adquirentes.
La figura del fideicomiso inmobiliario garantiza la financiación de la obra
mediante los fondos que provienen tanto del aporte de los fiduciantes origi-
DD
narios, de los fiduciantes adherentes, como de los clientes que compran desde
el “pozo”.
Para los fiduciantes, el proyecto de inversión les permite optimizar el rendi-
miento de su capital, sea embolsando el producido de la venta de las unidades,
asumiendo el rol de beneficiario, o recibiendo como fideicomisario la propie-
LA
que, como analizaremos en otro ítem, el CCyC no impide que el fiduciario sea
al mismo tiempo beneficiario. Dejando de lado por ahora la controversia sobre
la legitimidad o la conveniencia de dicha hipótesis, lo cierto es que el acreedor
fiduciario adquiere la propiedad del bien y ello lo habilita a su ejecución direc-
ta en caso de falta de pago. Aquí la figura tiene una marcada similitud con el
pacto de retroventa y con el retroleasing o sale and lease-back.
El fideicomiso de garantía se halla expresamente receptado en el art. 1680.
Bajo dicha finalidad, se faculta al fiduciario a aplicar al pago de los créditos
819
garantizados las sumas de dinero que ingresen al patrimonio, incluso por co-
bro judicial o extrajudicial de los créditos o derechos fideicomitidos. Respecto
de otros bienes, el fiduciario puede disponer de ellos según lo dispuesto en el
contrato y, en defecto de convención, en forma privada o judicial, procurando
obtener el mayor valor posible.
OM
1.5.4 Fideicomiso testamentario
Sin perjuicio de aclarar que el fideicomiso testamentario no pertenece al
ámbito contractual, por cuanto su fuente es, precisamente, un testamento y no
un acto bilateral y entre vivos, haremos una breve referencia sobre este tópico.
El Código admite el fideicomiso testamentario y le dedica un par de nor-
mas a continuación de las reglas que rigen el contrato de fideicomiso, en los
arts. 1699 y 1700, luego complementados por los arts. 2448 y 2493.
.C
Mediante el fideicomiso testamentario el testador designa un fiduciario
para que luego de su muerte administre bajo las instrucciones dadas todo o
parte de los bienes que componen la herencia. Esta manda fiduciaria puede
consistir, por ejemplo, en repartir los bienes entre los herederos o continuar
DD
con la administración durante un cierto tiempo y distribuir las rentas entre los
mismos sucesores. Las restricciones legislativas operadas en materia de títulos
observables en las donaciones, y a la vez, la permisión de pactos relativos a
explotaciones productivas referidas a futuros derechos hereditarios (art. 1011,
párr. 2°), convierten al fideicomiso testamentario en una herramienta útil para
LA
la planificación sucesoria.
Ciertos recaudos son indispensables para la viabilidad del instituto: a) la
constitución del fideicomiso no debe afectar la legítima de los herederos for-
zosos (excepto la posibilidad de mejora a favor del heredero con discapacidad);
b) el acto tiene que contener las mismas enunciaciones obligatorias exigidas
para el contrato por el art. 1667; c) la condición no puede consistir en que a la
FI
art. 1700 dispone la nulidad del fideicomiso constituido con el fin de que el
fiduciario esté obligado a mantener o administrar el patrimonio fideicomitido
para ser transmitido únicamente a su muerte a otro fiduciario de existencia
actual o futura; a mayor abundamiento, el art. 1972, últ. párr., confirma lo
dicho al declarar la ineficacia de las cláusulas que implican una sustitución
fideicomisaria. La interdicción legal tiende a evitar que se perpetúe la voluntad
del testador por sobre la del heredero fiduciario y se le impida a éste transmitir
el patrimonio a sus propios herederos.
820
OM
1.5.5 Fideicomiso financiero
El fideicomiso financiero es una modalidad especial de fideicomiso, estruc-
turada para desarrollar fondos de inversión mediante la oferta de títulos en
el mercado de valores. Permite materializar la titulización o securitización, es
decir, la conversión de activos financieros en títulos valores negociables.
Supongamos el caso de una empresa dedicada al comercio mayorista que
cuenta con una cantidad de créditos provenientes de sus operaciones con sus
.C
clientes y que necesita transformar esas cuentas por cobrar en activos líquidos.
Para ello celebra (en calidad de fiduciante) un fideicomiso con una entidad
financiera o especializada (fiduciario), en virtud del cual le transmite los cré-
ditos, con el propósito de que el fiduciario emita títulos valores o certificados
DD
de participación para su oferta (pública o no) en el mercado de capitales, con
el respaldo de dichos créditos. Los títulos así emitidos son suscriptos por los
inversores (beneficiarios) y tienen como garantía los bienes fideicomitidos, es
decir, los créditos transmitidos por el fiduciante. Se advierten los diferentes in-
tereses comprometidos en la operatoria: el fiduciante obtiene una financiación
LA
821
2. Elementos propios
2.1 Consentimiento: partes y sujetos
Como hemos visto hasta aquí, las partes del contrato del fideicomiso son el
fiduciante y el fiduciario. Sin embargo, en la compleja operatoria negocial, el
OM
contrato puede involucrar a dos sujetos adicionales: el beneficiario y el fideico-
misario, quienes, a su vez, pueden coincidir con la persona de alguna de las par-
tes. Analizaremos la situación fáctica y jurídica que enmarca a cada uno de ellos.
a) Fiduciante. Puede decirse que el fiduciante (también llamado constitu-
yente o fideicomitente) es el titular de los principales intereses sustanciales del
negocio. Como dueño inicial de los bienes objeto de la transmisión fiduciaria,
ocupa una decisiva posición, desde la cual se imponen las condiciones, plazos
.C
y modalidades que regirán el fideicomiso.
La parte fiduciante puede estar integrada por una pluralidad de personas.
En ciertas clases de fideicomiso (fideicomiso “abierto”) se establece la posibi-
lidad de incorporación sucesiva de nuevos sujetos fiduciantes durante la eje-
DD
cución del contrato.
El fiduciante puede reunir tanto la calidad de beneficiario como de fidei-
comisario.
b) Fiduciario. El fiduciario cumple el rol clave de ser el depositario de la
confianza para el cumplimiento del encargo.
Adquiere la propiedad de los bienes que le transfiere el fiduciante. Se trata
LA
que realiza deben ajustarse al fin del fideicomiso y a las disposiciones contrac-
tuales pactadas (art. 1704), en particular, el plazo o condición a que se sujeta
la propiedad fiduciaria (art. 1667, inc. c) y las limitaciones que le imponga
el fiduciante (art. 1703). Por estas razones, suele decirse que el fiduciario es,
más que un verdadero dueño, un administrador del patrimonio fideicomitido.
822
OM
obligaciones o por imposibilidad material o jurídica para el desempeño de su
función; ii) incapacidad, inhabilitación o capacidad restringida judicialmente
declaradas, y muerte de la persona humana; iii) disolución de la persona ju-
rídica, excepto por fusión o absorción; iv) quiebra o liquidación; v) renuncia,
sólo en caso de previsión contractual expresa, causa grave o imposibilidad ma-
terial o jurídica de desempeño de la función; la renuncia tiene efecto después
de la transferencia del patrimonio fideicomitido al fiduciario sustituto.
.C
El art. 1679 prevé la sustitución del fiduciario cesado, bajo las siguientes
reglas: i) designación del nuevo fiduciario: recae sobre la persona indicada en
el contrato o según el procedimiento previsto en él; en ausencia de ello o a
falta de aceptación del sustituto, el juez debe nombrar a una de las entidades
DD
autorizadas para actuar como fiduciario financiero; ii) reemplazo por muerte:
los interesados pueden prescindir de la intervención judicial, otorgando los
actos necesarios para la transferencia de bienes; iii) sustitución por incapaci-
dad, inhabilitación o restricción a la capacidad (persona humana), disolución,
quiebra o liquidación (persona jurídica): cualquier interesado puede solicitar
LA
fiduciante debe ser oído en cualquiera de los casos de designación judicial del
sustituto; vi) transmisión de los bienes: el patrimonio debe ser transmitido al
nuevo fiduciario; si los bienes son registrables, es título suficiente el instru-
mento judicial, notarial o privado autenticado en el que conste la designación,
pudiendo ser rogada la toma de razón por el sustituto.
823
OM
designados) para el supuesto de no aceptación, renuncia o que alguno no llegue
a existir; si ninguna de las personas instituidas como beneficiarios acepta, todos
renuncian o no llegan a existir, se entiende que el beneficiario es el fideicomisa-
rio, a menos que éste tampoco acepte, que también renuncie o que no llegue a
existir, en cuyo caso pasa a ser el fiduciante (art. 1671, párr. 2° y 3°).
El derecho del beneficiario es transmisible, aún antes de la aceptación, por
actos entre vivos o por causa de muerte, excepto disposición contractual en
.C
contrario. En dicho supuesto, el fallecimiento importa el traspaso del benefi-
cio a los herederos; en cambio, cuando por cláusula se impide la transmisión
por muerte, el derecho se extingue y opera, según lo que se hubiera estipulado,
la sustitución en los términos precedentemente detallados, o bien, la acrecen-
DD
cia de los restantes beneficiarios (art. 1671, últ. párr.).
Puede ser beneficiario el fiduciante, el fiduciario o el fideicomisario.
Cuando el beneficiario no es el propio fiduciante, la situación encuadra
en la figura de la estipulación a favor de tercero (arts. 1027 a 1029). En tal
hipótesis, el beneficiario debe prestar su aceptación, la que según el art. 1681
LA
más sujetos involucrados, así como otras consecuencias, entre las que puede
citarse que el fiduciario habría de rendirse cuentas a sí mismo. La ley 24.441
no contenía una interdicción explícita, pero dicho impedimento era una in-
ferencia de la norma que invalidaba la cláusula de dispensa al fiduciario de la
prohibición de adquirir para sí los bienes fideicomitidos. El Código admite
expresamente que una misma persona reúna la calidad de fiduciario y benefi-
ciario, aunque seguida de la redundante aclaración de que su actuación debe
evitar cualquier conflicto de intereses y privilegiar los de los restantes sujetos
824
intervinientes en el negocio (art. 1673, últ. párr.). Quizás esta decisión del
legislador permita atender las necesidades de ciertos emprendimientos (p.ej.,
empresas familiares), pero parece inconveniente en la generalidad de los casos.
d) Fideicomisario. Se trata del destinatario residual o final del patrimonio
fideicomitido. Adquiere la propiedad de los bienes remanentes (en caso de
OM
existir) luego de cumplida la condición o producida la extinción del fideico-
miso por otras causales. En el contrato debe constar el destino de los bienes a
la finalización del fideicomiso y la indicación del fideicomisario o la manera
de designarlo o individualizarlo (art. 1667, inc. e).
El fideicomisario puede ser una persona humana o jurídica, que exista o no
al tiempo de constituirse el fideicomiso. Si se designan varios fideicomisarios,
todos se benefician por igual, excepto pacto en contrario. Si alguno no acepta,
.C
renuncia o no llega a existir, acrecen los demás, a menos que se hubieran desig-
nado sustitutos. De no aceptar ninguno, renunciar todos o no llegar a existir,
el fideicomisario es el fiduciante (art. 1672, últ. párr.).
DD
2.2 Objeto: bienes abarcados
El alcance del objeto del contrato es admitido por el Código con criterio am-
plio. Todos los bienes que se encuentran en el comercio, incluso universalidades,
pueden ser objeto del fideicomiso, pero no las herencias futuras (art. 1670).
Así, quedan comprendidos dentro de los bienes pasibles de integrar el pa-
LA
825
OM
los treinta años si la condición pactada no se cumple.
.C
tificadas, en atención al recaudo de inscripción que enseguida mencionaremos.
Cuando se exige instrumento público (p.ej., fideicomiso sobre inmuebles),
la omisión de la formalidad, es decir, su expedición por instrumento privado,
implica una promesa de otorgarlo. De ello se deduce que el grado de solem-
DD
nidad impuesta es meramente relativo y no absoluto (arts. 969 y 1018). Si los
bienes inmuebles se incorporan con posterioridad a la celebración del fideico-
miso formalizado por instrumento privado, basta transcribir en el instrumen-
to público que se otorgue las constancias del contrato.
El contrato debe inscribirse en el Registro Público que corresponda a la
LA
3. Efectos generales
3.1 Obligaciones del fiduciante
826
OM
sólo cede ante un pacto expreso de gratuidad.
La falta de fijación contractual de los honorarios no quita el fiduciario su
derecho a obtenerla, en cuyo caso debe ser ajustada judicialmente, según las
pautas de valoración que establece el art. 1677: la índole de la encomienda, la
importancia de los deberes a cumplir, la eficacia de la gestión cumplida y las
demás circunstancias en que actúa el fiduciario.
También debe el fiduciante el reembolso de los gastos realizados por el fi-
.C
duciario en la ejecución de los actos relativos a su función, excepto convención
en contrario.
Aunque lo usual es que la obligación de retribución y de reembolso de los
gastos pese sobre el fiduciante, nada impide que se estipule a cargo del benefi-
DD
ciario o del fideicomisario.
c) Garantizar por saneamiento. Como efecto natural de cualquier contrato
a título oneroso, el fiduciante, en tanto transmitente de los bienes, responde
por vicios ocultos y evicción, mientras no se pacte la exclusión convencional
de las garantías.
LA
diligencia del buen hombre de negocios que actúa sobre la base de la confianza de-
positada en él”. Emerge de la regla un estándar calificado de conducta, análogo
al que exige la normativa societaria al administrador y al representante de la
sociedad o el propio Código al agente (art. 1483). Ello lleva a juzgar de modo
más severo la actuación del fiduciario. Se pondera en particular la confianza
827
OM
medida de sus respectivos intereses, a reclamar el debido cumplimiento del
contrato y la revocación de los actos realizados por el fiduciario en fraude a sus
derechos, sin perjuicio de los que asisten a los terceros interesados de buena fe
(art. 1681, últ. párr.).
Dentro de las facultades legales que asisten al fiduciario en el ejercicio de
su gestión, el art. 1688 lo habilita a disponer o gravar los bienes fideicomitidos
cuando así lo requieran los fines del fideicomiso, sin necesidad de consenti-
.C
miento del fiduciante, del beneficiario o del fideicomisario. Las restricciones o
prohibiciones convencionales a estas facultades deben ser inscriptas en los re-
gistros correspondientes a cosas registrables. Las limitaciones son inoponibles
a terceros interesados de buena fe (p.ej., adquirentes de los bienes), por lo que
DD
quedan a salvo de las acciones del fiduciante, del beneficiario o del fideicomi-
sario, sin perjuicio de los derechos de éstos respecto del fiduciario.
Si actúan varios fiduciarios, se configura un condominio fiduciario y los
actos de disposición deben ser otorgados por todos conjuntamente, excep-
to pacto en contrario. Ninguno de ellos puede ejercer la acción de partición
LA
828
OM
Se procura dar cobertura a los daños causados a terceros por las cosas cuya
propiedad fiduciaria adquiere, y a la vez, resguardar el patrimonio del fidei-
comiso. Los riesgos y montos de la póliza respectiva deben ser los razonables,
excepto que se fijen recaudos especiales por vía reglamentaria.
Más abajo analizaremos las consecuencias del incumplimiento de esta
obligación.
d) No adquirir los bienes fideicomitidos. Como ha sido dicho, los bienes
.C
que integran el objeto del fideicomiso constituyen un patrimonio separado
del patrimonio personal del fiduciario. Por tanto, resulta incompatible con los
intereses en juego la posibilidad de que el mismo fiduciario adquiera para sí los
bienes (en rigor, el dominio perfecto sobre ellos) cuya gestión fiel le encarga el
DD
fiduciante. Tampoco podría hacerlo a través de interpósita persona.
Cualquier estipulación que releve al fiduciario de este deber es ineficaz
(art. 1676).
e) Transmitir los bienes a la persona designada. Producida la extinción del
fideicomiso por cualquiera de las causas que la determinan, el fiduciario queda
obligado a entregar los bienes fideicomitidos al fideicomisario o a sus sucesores
LA
(art. 1698).
La determinación de la persona del fideicomisario, o en su caso, la manera
de designarla, debe figurar en el contrato (art. 1667, inc. e).
La obligación aquí tratada comprende todos los actos necesarios para la
transmisión de la propiedad de los bienes en cada supuesto, tales como efec-
FI
4. Efectos particulares
829
OM
Operada la conclusión del fideicomiso, el fiduciario queda constituido en
poseedor a nombre del fideicomisario, que pasa a ser el dueño perfecto, sin
perjuicio de los casos de inscripción constitutiva, en los que se requiere re-
gistrar la readquisición del bien (art. 1706). En coherencia con la regla del
art. 1705, le son oponibles al fideicomisario todos los actos realizados por el
fiduciario sobre los bienes.
.C
4.2 Límites a los acreedores
Para afirmar la causa típica del negocio, el art. 1685, párr. 1°, establece que
los bienes fideicomitidos constituyen un patrimonio de afectación, separado
del patrimonio del fiduciante, del fiduciario, del beneficiario y del fideicomi-
DD
sario (art. 1685, párr. 1°).
En particular, respecto del fiduciario, los bienes del fideicomiso configuran
un supuesto de patrimonio especial autorizado por la ley, que sólo tiene como
garantía los bienes que lo integran (art. 242) y que no se confunde con su
patrimonio personal.
LA
La regla del patrimonio separado crea la base normativa para limitar los
poderes de agresión de los acreedores de los distintos sujetos que intervienen
en el negocio fiduciario. En efecto, según lo estatuye el art. 1686, los bienes
fideicomitidos quedan exentos de las acciones singulares o colectivas de los
acreedores de cualquiera de ellos. Analicemos las distintas hipótesis.
Los acreedores del fiduciante no pueden ejecutar los bienes fideicomitidos,
FI
situación que es de toda lógica ya que se encuentran fuera del patrimonio del
fiduciante. Quedan a salvo las acciones por fraude y de ineficacia concursal.
Dichas excepciones reconocidas apuntan a evitar, por un lado, las enajenacio-
nes realizadas por el deudor a través de la figura del fideicomiso para procurar
insolventarse, y ya en el marco del proceso concursal, los actos perjudiciales
830
son dueños de los bienes que integran el objeto del fideicomiso, al menos
durante su vigencia. Sin embargo, los acreedores pueden subrogarse en los
derechos que el contrato de fideicomiso les acuerda a aquéllos, en los términos
de los arts. 739 y siguientes.
Resta por examinar el caso de los acreedores por obligaciones contraídas
OM
en la ejecución del fideicomiso. El tema atañe a los compromisos que toma
el fiduciario en su carácter de tal, es decir, en la gestión del patrimonio fidei-
comitido y el cumplimiento del encargo que ello involucra. Tomemos como
ejemplo la compra de materiales para la construcción en el fideicomiso inmo-
biliario, en la que el fiduciario se obliga a pagar a crédito el precio respectivo al
proveedor de los insumos. El art. 1687 declara que los bienes del fiduciario no
responden por esta clase de obligaciones, lo que es consistente con la regla del
.C
patrimonio separado. Ello no obsta a la responsabilidad civil del fiduciario por
aplicación de los principios generales, según veremos más adelante.
Tampoco son ejecutables por las obligaciones del fideicomiso los bienes del
fiduciante, del beneficiario ni del fideicomisario, excepto asunción expresa de
DD
responsabilidad por parte de éstos.
En definitiva, las deudas contraídas en el desarrollo del fideicomiso de-
ben ser atendidas exclusivamente con los bienes fideicomitidos. Si los bienes
resultan insuficientes para satisfacer dichas obligaciones, y éstas no pueden
solventarse con otros recursos provistos por el fiduciante o el beneficiario se-
LA
831
OM
reclamarle al fiduciario (cuando habiendo podido asegurarse no lo hacía) más
allá del valor correspondiente a la cosa que provocaba el daño, cuyo costo
podía resultar irrisorio con relación a la cuantía del perjuicio causado y al del
propio patrimonio fideicomitido.
La solución actual, instituida por el art. 1685, párr. 2°, es claramente supe-
radora en varios sentidos. De forma asertiva, el precepto obliga al fiduciario a
contratar un seguro de responsabilidad civil que cubra los daños causados por
.C
las cosas objeto del fideicomiso, por los riesgos y montos que establezca la re-
glamentación y, en defecto de ésta, los que sean razonables. El incumplimien-
to a esta obligación, tanto sea por la falta de contratación del seguro como por
la toma de una póliza irrazonable en cuanto a la cobertura de riesgos o sumas
DD
aseguradas, determina la responsabilidad civil del fiduciario como dueño de
la cosa, en los términos de los arts. 1757 y concordantes. La norma funciona
como una efectiva inducción al seguro, ya que la omisión del fiduciario es
sancionada con la obligación de responder con su propio patrimonio por los
perjuicios producidos al damnificado por la cosa fideicomitida.
LA
Cabe insistir que este régimen de excepción está previsto para los daños
causados por el riesgo o vicio de las cosas objeto de un fideicomiso (o de las
actividades riesgosas o peligrosas que realice el fiduciario en cumplimiento de
sus obligaciones como tal), lo cual es independiente de la responsabilidad civil
del fiduciario por aplicación de los principios generales (art. 1685, párr. 2°),
por ejemplo, si los daños a un tercero son provocados por el propio fiduciario
FI
5. Extinción
832
OM
participación o de los títulos de deuda.
c) Otras causales previstas en el contrato. En el ámbito de la libertad de
configuración, las partes pueden contemplar otras causas de extinción del fi-
deicomiso (art. 1697, inc. c), como el fallecimiento del fiduciario o la ocu-
rrencia de ciertos eventos sobrevinientes.
.C
DD
LA
FI
833
OM
caPÍtulo Xlvi
tranSacción
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
La controversia jurídica no es privativa del proceso judicial sino que se en-
cuentra latente en cualquier ámbito en que los interesados no acuerdan acerca
FI
del modo de asignación de los bienes en juego. En todos los casos, la salida
consensuada a estos conflictos de intereses exige una conducta colaborativa de
los partícipes. Para dirimir el conflicto que los enfrenta, las partes involucradas
deben flexibilizar sus respectivas posiciones iniciales.
Como uno de los diversos métodos de resolución de conflictos, el que
835
OM
cional como un verdadero contrato, con finalidad extintiva de obligaciones.
La primera de las posiciones se vio históricamente reflejada en la norma-
tiva del viejo Código Civil, que integraba al instituto en los modos extintivos
de las obligaciones, fuera de lo cual designaba aplicables en lo pertinente las
disposiciones del contrato.
El Código Civil y Comercial regula a la transacción como un contrato, al
que le asigna un capítulo dentro de los tipos especiales, siguiendo la línea que
.C
propiciaba el Proyecto de 1998. Esta concepción reconoce la naturaleza am-
plia del acto jurídico contractual, que comprende no sólo la virtualidad para
la creación de obligaciones sino también la posibilidad de extinguir relaciones
jurídicas patrimoniales (arts. 259 y 957).
DD
1.2 Definición legal
El art. 1641 define al contrato de transacción como aquel por el cual “las
partes, para evitar un litigio, o ponerle fin, haciéndose concesiones recíprocas, ex-
tinguen obligaciones dudosas o litigiosas”.
La conceptualización que ensaya la norma transcripta demarca expresa-
LA
recho. La duda obedece a motivos que pueden ser puramente subjetivos (p.ej.,
falta de convicción); en cambio, el litigio supone una situación objetiva en la
cual la titularidad o extensión del derecho se debate en sede judicial.
Por otra parte, se define el compromiso característico que asumen las par-
tes: realizarse concesiones recíprocas. La búsqueda de las fórmulas conciliato-
rias que permitan poner fin al estado de controversia demanda de todos los
interesados algún grado de resignación de sus pretensiones.
Finalmente, se describe su principal efecto: la extinción de las obligaciones
respectivas.
836
1.3 Caracteres
OM
Es dable discernir los siguientes los caracteres jurídicos del contrato de
transacción.
a) Bilateral: del acuerdo nacen obligaciones para ambas partes intervinien-
tes (art. 966). Sin embargo, la peculiar naturaleza extintiva que el acto porta
en sí mismo impide que sea aplicable un instituto propio de esta categoría de
contratos, como la facultad resolutoria.
b) Oneroso: las ventajas que atribuye a cada contratante se compensan con
.C
un sacrificio correspectivo (art. 967).
c) Conmutativo: son ciertas las ventajas que el contrato acuerda a todas las
partes (art. 968).
d) Formal: se exige forma escrita para su eficacia, de solemnidad relativa
DD
(art. 969).
e) Nominado: el CCyC le dispensa una regulación legal como tipo con-
tractual (art. 970).
2. Elementos propios
LA
837
OM
es válida la dispensa judicial de esta interdicción.
c) Albaceas, sobre derechos conferidos en el testamento. El albacea, como
persona designada por el testador para administrar los bienes y velar por el
cumplimiento de su voluntad, no puede transigir en cuanto a los derechos
y obligaciones que confiere el testamento, sin la autorización del juez de la
sucesión. Se trata de otro supuesto de incapacidad de derecho para celebrar
el contrato respecto de determinados derechos; aunque en este caso admite la
.C
dispensa judicial.
puedan involucrarse derechos sobre los que pese una limitación de carácter
imperativo, como podría ocurrir, por caso, si la transacción configura un frau-
de a la ley, si de ella resulta la afectación del ambiente, o si importa disponer
de derechos sobre el cuerpo humano.
b) Derechos irrenunciables. Los derechos que no pueden ser renuncia-
dos, por lógica inferencia, quedan excluidos del objeto de la transacción. Esto
FI
838
OM
del acto y tratan sobre la nulidad. Sería el caso de una obligación contraída
por error o dolo, cuya ineficacia es relativa. Aquí se admite la confirmación
del negocio transaccional mediante la purga del vicio que padece la obligación
sobre la que versa. Para ello, es preciso que las partes reconozcan el vicio y se
propongan sanearlo efectivamente.
.C
La transacción debe hacerse por escrito (art. 1643), bastando su otorga-
miento por medio de instrumento privado. Esta regla rige para todas las tran-
sacciones efectuadas extrajudicialmente (obligaciones dudosas). Cabe inter-
pretar a este requisito como una forma solemne relativa cuya inobservancia
DD
no acarrea la nulidad de la transacción, pero impide que el acto alcance sus
plenos efectos mientras las partes no consoliden la instrumentación del acto
(arts. 285, 969 y 1018).
Cuando la transacción recae sobre derechos litigiosos se exige para su efi-
cacia la presentación del instrumento firmado por los interesados ante el juez
LA
instrumento ante el juez, de lo que resulta que el acto no pierde por completo
su valor entre los interesados, por lo que, a lo sumo, la falta de presentación
del instrumento en sede judicial obstaría a la posibilidad de ejecución forzada
de la transacción, pero no causaría su nulidad.
Desde el punto de vista procesal, la transacción constituye un modo anor-
mal de terminación del proceso judicial.
839
OM
Cabe entender por concesión el otorgamiento, reconocimiento, renuncia
o abandono que se realiza a favor de la otra parte. Ello importa alguna clase de
sacrificio por el que se decide atribuir al cocontratante un derecho propio que
hasta ese momento resultaba incierto. Por ejemplo: un acuerdo transaccional
por el cual una de las partes consiente en abonar una determinada suma de
dinero a la otra, como resarcimiento por los perjuicios causados por su pre-
sunta responsabilidad, y ésta a su vez renuncia a reclamar en sede judicial los
.C
mayores daños que hipotéticamente podía haber probado.
Se requiere que las concesiones sean recíprocas, es decir, que las partes se
asignen beneficios mutuos. Empero, no se exige equivalencia de valores en
punto al intercambio de ventajas y sacrificios.
DD
4. Efectos particulares
4.1 Efecto extintivo
De conformidad con lo dispuesto por el art. 1642, la transacción produce
LA
840
OM
en el art. 1647.
a) Invocación de títulos total o parcialmente inexistentes o ineficaces. Si
bien la ley refiere imprecisamente a “títulos” inexistentes o ineficaces, es dable
interpretar que se alude a la fuente de la cual emana el derecho dudoso o liti-
gioso. Es el caso de que se invoquen derechos que no existen (p.ej., un evento
generador de daños que no ocurrió) o que no son válidos (p.ej., el documento
base de la obligación carece de la firma del deudor). Por tanto, la transacción
.C
formulada sobre estos derechos implica un error que vicia el consentimiento.
b) Ignorancia sobre la existencia de un título mejor. Cuando una de las
partes desconoce, al momento de celebrar la transacción, que el derecho que
transa tiene otro título mejor, el contrato es nulo. Es otro supuesto de error
DD
sustancial que invalida el acto. Aquí la parte ignora, por ejemplo, documentos
que revelan que existe un derecho más pleno o más amplio, que, de haberlos
conocido, la habría llevado a no plantear la controversia. El interesado en
la nulidad tiene a su cargo la prueba del desconocimiento y que éste resulta
excusable.
LA
no impactan en el objeto principal del acto y pueden ser subsanados por las
partes sin desembocar en la nulidad del acto, en consonancia con el princi-
pio de conservación del contrato. Solamente cuando la envergadura del error
aritmético es tal que se torna determinante del consentimiento, procede la
nulidad (art. 268).
841
arbitraje
1. Nociones introductorias
1.1 Función económica
El arbitraje es un procedimiento privado de resolución de conflictos por el
FI
843
OM
Por otra parte, se aprecia como beneficio la especialización de los árbitros, lo
que permite resolver conflictos cuya problemática compleja exige del decisor
capacitación e idoneidad adecuadas. Otra ventaja es la confidencialidad del
procedimiento arbitral, que permite a las partes ponerse a resguardo de la
publicidad de los laudos.
En lo que atañe a su naturaleza jurídica, el arbitraje surge como un institu-
to de cuño procesal, como una suerte de procedimiento alternativo y especial.
.C
Sin embargo, el Código Civil y Comercial ha regulado al arbitraje dentro del
ordenamiento sustancial bajo la matriz del contrato, en lo que puede consi-
derarse como la tipificación más novedosa y controversial (por su fisonomía
excesivamente privatista) de todo el régimen contractual. Esta normativa de
DD
fondo (que está dotada incluso de ciertas reglas procesales) debe asimismo
coexistir con la legislación local en material ritual en cuanto contenga dispo-
siciones relativas al arbitraje.
Según se expresa en los Fundamentos del Código, se han seguido como an-
tecedentes legislativos el Código Civil de Quebec, la ley modelo UNCITRAL
LA
844
OM
incluso litigioso, mientras no haya sido sentenciado judicialmente.
La concepción del arbitraje como contrato importa su reconocimiento
como acto jurídico bilateral por medio del cual las partes manifiestan su con-
sentimiento para reglar relaciones jurídicas patrimoniales (art. 957). Es claro
que la voluntad común de subordinar la solución de controversias al sistema
de arbitraje importa una regulación de los derechos de las partes, con sufi-
ciente fuerza vinculante (art. 959), que consiste en el sometimiento a la juris-
.C
dicción de los árbitros y la renuncia a la competencia judicial. En todo caso,
las dudas resultan del examen del contenido patrimonial del vínculo jurídico
creado por los particulares mediante el acuerdo de arbitraje. Bajo este prisma,
entendemos que la naturaleza contractual del arbitraje sólo puede ser aprehen-
DD
dida en un sentido amplio, en función del cual el objeto del acto es susceptible
de valoración económica en forma indirecta o mediata.
Adelantamos que el arbitraje es, por definición, una forma de contratación
perteneciente al modelo paritario, al punto que la ley descarta expresamente la
validez del pacto arbitral en contratos por adhesión.
Son varias las disposiciones adicionales del CCyC que aluden directa o
LA
1.3 Caracteres
Aun cuando el arbitraje no encuadra típicamente en el molde de contrato
adversarial, es menester identificar sus caracteres jurídicos.
a) Bilateral: el acto crea para obligaciones para todas las partes intervinien-
tes (art. 966).
845
OM
c) Conmutativo: las ventajas que el contrato confiere a todas las partes son
ciertas (art. 968).
d) Formal: se requiere forma escrita para su eficacia, de solemnidad relativa
(art. 969).
e) Nominado: tiene su regulación legal exhaustiva y puntual en el Código
(art. 970).
.C
1.4 Clases de arbitraje
1.4.1 De derecho y de equidad
La primera clasificación que desarrollamos toma en cuenta la naturaleza
del arbitraje. Según este criterio, las cuestiones susceptibles de configurar ob-
DD
jeto del juicio de arbitraje pueden someterse a la decisión de arbitradores o de
amigables componedores (art. 1652).
Cuando las partes se sujetan a uno o más árbitros, la actividad de éstos
debe ajustarse a las reglas establecidas en la ley (arbitraje de derecho), del mis-
mo modo que lo harían los jueces. La controversia debe ser resuelta mediante
LA
846
OM
nacionales o extranjeras cuyos estatutos así lo prevean; en estos casos, el pro-
ceso arbitral se rige por el reglamento de arbitraje de la institución o entidad
administradora (art. 1657).
2. Elementos propios
.C
2.1 Autonomía
Hemos dicho que el pacto arbitral puede constar en un instrumento inde-
pendiente otorgado por las partes o estar incorporado dentro del contrato del
DD
que deriva la relación jurídica sustancial que se subordina a arbitraje.
Sin embargo, aun en el último supuesto en el que el compromiso forma
parte del clausulado del contrato principal, el contrato de arbitraje es inde-
pendiente de aquél. En tal caso, la accesoriedad del convenio arbitral es mera-
mente instrumental.
Esta nota de autonomía consagrada por el art. 1653, implica desvincular
LA
847
rrafo del art. 1651, que sustrae del campo arbitral las controversias en las que
el Estado nacional o local sea parte, por lo que cabe entender que lo que se
propicia es exceptuar del contrato de arbitraje a las cuestiones propias del de-
recho público o administrativo, esto es, los conflictos de cualquier naturaleza
suscitados entre la Administración y los particulares.
OM
Las exclusiones que a continuación detallaremos tienen como fundamento
la inconveniencia de la renuncia a la tutela judicial por la índole de la materia
comprometida. En estos casos, el codificador ha decidido impedir que su re-
solución sea ajena a la competencia jurisdiccional. De conformidad con el ci-
tado art. 1651, son varios los tipos de controversias que no pueden arbitrarse:
a) Sobre estado civil o capacidad de las personas. Son cuestiones que atañen
a derechos personalísimos de las partes, por lo que no pueden ser objeto de
.C
disposición. Por ejemplo: restricciones a la capacidad por alteración mental.
b) Sobre derecho de familia. Quedan afuera del arbitraje los conflictos
concernientes al derecho de familia (p.ej., ejercicio de la responsabilidad pa-
rental), por estar interesado el orden público. Si bien existen ciertos aspectos
DD
que resultan disponibles (v.gr., cuestiones patrimoniales del matrimonio), la
norma no efectúa discriminaciones, de modo tal que excluye del ámbito del
arbitraje cualquier controversia que pertenezca al derecho de familia.
c) Sobre relaciones de consumo. Las cuestiones vinculadas a derechos de
usuarios y consumidores se encuentran excluidas del arbitraje. Aquí es ne-
LA
cesario aclarar que los conflictos que emergen de las relaciones de consumo
tienen su propio sistema de arbitraje institucional establecido por el art. 59 de
la LDC. La intervención de los tribunales arbitrales de consumo depende de
un requerimiento voluntario formulado por el propio usuario. Por lo tanto,
lo que prohíbe el art. 1651, inc. c, es que el consumidor sea obligado por el
proveedor a someter sus disputas al arbitraje mediante una cláusula inserta en
FI
848
mulación rígida del contenido que debe ser aceptada sin reservas por la parte
impedida de discutir las cláusulas.
e) Sobre relaciones laborales. El orden público presente en la mayor parte
de la regulación del contrato de trabajo es la razón por la cual se ha decidi-
do exceptuar a las relaciones laborales del ámbito arbitral. La eficacia de los
OM
acuerdos transaccionales o conciliatorios entre empleador y trabajador queda
exclusivamente supeditada a la intervención y homologación de la autoridad
judicial o administrativa competente que garantice la justa composición de los
derechos e intereses de las partes (art. 15, LCT).
2.3 Forma
El art. 1650 prescribe que el acuerdo de arbitraje debe otorgarse por escri-
.C
to, sea que se trate de una cláusula compromisoria incluida en un contrato,
de un acuerdo independiente, de un estatuto o reglamento, o incluso, de una
remisión hecha en un contrato a un documento que contiene una cláusula
compromisoria y que forma parte de dicho contrato.
DD
La omisión de la solemnidad legal exigida no es sancionada con la nulidad,
aunque obsta a que el acuerdo de arbitraje pueda ser considerado como tal,
mientras no haya sido instrumentado; pero vale como obligación de cumplir
con la forma escrita requerida (arts. 285, 969 y 1018).
LA
849
OM
trato de arbitraje. Las partes se encuentran compelidas a cumplir con la reso-
lución de los árbitros, la que, por lo demás, resulta ejecutable.
Se admite la revisión de los laudos en sede judicial por ante el tribunal
competente en razón de la materia y el territorio, en caso de invocarse causales
de nulidad total o parcial, siendo irrenunciable el derecho a la impugnación
del laudo contrario al ordenamiento jurídico (art. 1656, últ. párr.). En línea
con el principio clásico que rige en la materia, la revisión judicial de los lau-
.C
dos sólo procede en caso de nulidad, por lo que no se trata de una mera vía
recursiva de apelación, ya que ello importaría desnaturalizar el instituto del
arbitraje. Por esta razón, puede resultar cuestionable la última parte de la nor-
ma, que consagra como indisponible la facultad de impugnar el laudo opuesto
DD
al ordenamiento, toda vez que permitiría a la parte disconforme recurrir a la
justicia con sólo alegar que la decisión arbitral no se ajusta a derecho. Una
interpretación funcional de la norma (asimismo compatible con el arbitraje
de equidad, en el que incluso se prescinde del derecho positivo) consistiría en
circunscribir la irrenunciabilidad únicamente a los casos de vulneración de
derechos y garantías constitucionales.
LA
4. Efectos particulares
4.1 Proceso arbitral
Una vez celebrado válidamente el contrato de arbitraje y nacida la contro-
versia litigiosa que las partes han decidido someter a la decisión de los árbitros,
corresponde analizar la secuencia del proceso y sus principales características,
en función de las reglas dispuestas por el CCyC.
850
OM
con relación a los respectivos votos.
4.1.2 Designación de los árbitros
El nombramiento de los árbitros o el procedimiento para su designación
queda librado a la autonomía de la voluntad (art. 1659, párr. 1º). Empero,
se sanciona con nulidad la cláusula que confiere a una parte una situación
privilegiada a los fines de la designación de los árbitros (art. 1661). En dicho
supuesto, corresponde restablecer el equilibrio mediante la aplicación integra-
.C
dora de los mecanismos legales de nominación que veremos enseguida.
También cuadra aclarar que en el arbitraje institucional las partes quedan
sujetas a las reglas de selección de los árbitros que contempla el reglamento de
la entidad administradora.
DD
En ausencia de acuerdo, cabe discriminar entre el arbitraje de tres árbitros y
el arbitraje de árbitro único. En el primer supuesto, cada parte nombra un árbi-
tro y los dos árbitros así designados nombran al tercero; si alguna de las partes
no designa al árbitro dentro de los treinta días de recibido el requerimiento de
la otra parte, o si los dos árbitros no se ponen de acuerdo sobre el tercer árbitro
LA
dentro de los treinta días contados desde que fueron designados, la elección
debe ser hecha, a instancia de parte interesada, por la entidad administradora
del arbitraje, o en su defecto, por el tribunal judicial (art. 1659, inc. a).
Si se trata de un único árbitro, a falta de acuerdo entre las partes, debe ser
nombrado, a petición de cualquiera de ellas, por la entidad administradora del
arbitraje, o en su defecto, por el tribunal judicial (art. 1659, inc. b).
FI
cidad civil, sin perjuicio de calidades especiales que las partes pueden convenir
en cuanto a condiciones de nacionalidad, profesión o experiencia (art. 1660).
Nominados los árbitros a través de los métodos antes explicados, y con el
objeto de garantizar su imparcialidad, el art. 1663 admite la recusación por
las partes bajo las mismas causales que rigen para los jueces en la sede del ar-
bitraje. La resolución corresponde a la entidad administradora del arbitraje,
o en su defecto, al tribunal judicial, excepto que las partes convengan que la
recusación sea decidida por los otros árbitros.
851
OM
existencia o validez del convenio arbitral u otras cuestiones de carácter previo
al tratamiento del fondo de la controversia.
Como parte de la competencia arbitral, el art. 1655 confiere a los árbitros
la atribución de dictar las medidas cautelares (p.ej., embargo preventivo) y
las diligencias preliminares (p.ej., prueba anticipada) que resulten necesarias
respecto del objeto del litigio, pudiendo exigir caución suficiente al solicitante.
Se trata de típicas facultades jurisdiccionales que la ley otorga a los árbitros
.C
para una plena efectividad del proceso arbitral. Estas medidas previas pueden
ser impugnadas judicialmente cuando violen derechos constitucionales o sean
irrazonables. Asimismo, su ejecución debe hacerse por ante un tribunal ju-
dicial, en razón del poder de imperio estatal que permite recurrir a la fuerza
DD
pública en caso de ser necesario.
Sin perjuicio de ello, para garantizar una adecuada tutela a los justiciables,
y como excepción a la competencia arbitral, el Código habilita a las partes a
solicitar la adopción de las medidas precautorias al juez, sin que ello pueda
considerarse un incumplimiento del contrato de arbitraje ni una renuncia a la
LA
jurisdicción arbitral.
La competencia de los árbitros asignada por el contrato de arbitraje se
extingue con el pronunciamiento del laudo definitivo, excepto para el dictado
de resoluciones aclaratorias o complementarias, de conformidad con lo que
las partes hayan estipulado o las previsiones legales vigentes en la sede arbitral
(art. 1665).
FI
852
OM
fidencialidad de los árbitros, tendiente a evitar la revelación de información
atinente a las partes y obtenida durante el procedimiento.
d) Atender diligentemente el arbitraje. La obligación de actuar diligente-
mente a cargo de los árbitros involucra una serie de deberes, entre los que se
enuncian: i) dedicar al procedimiento el tiempo necesario para un eficaz ejer-
cicio de la función; ii) participar personalmente de las audiencias; iii) deliberar
con los demás árbitros. Como se observa, estos deberes están relacionados
.C
principalmente con la indelegabilidad de la actividad arbitral.
e) Dictar un laudo fundado. El dictado del laudo definitivo, que pone fin
al procedimiento arbitral, es una obligación esencial del árbitro. Se exige que
el laudo sea suficientemente motivado, es decir, apoyado en los antecedentes
DD
fácticos y en fundamentos jurídicos (arbitraje de derecho) o de equidad (arbi-
traje de amigables componedores), y que se dicte dentro del plazo establecido.
f ) Garantizar la igualdad de las partes. Los árbitros se obligan a resguardar
la igualdad de las partes en todos los aspectos referentes al procedimiento ar-
bitral, lo que significa permitirles un equilibrado ejercicio de sus derechos, de
LA
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